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1 abril, 2009
Nexos
La política se trata, al fin de cuentas, de “a quién le toca qué”. Para saberlo hay
dos caminos: o se evalúa la forma en que se toman las decisiones o se evalúa
quién las tomó a partir de los resultados. El mejor camino es analizar qué le toca a
cada quien para ver quién estuvo detrás de la decisión.4 Este ejercicio permite
observar, valga la redundancia, el poder de los poderes fácticos, el grado en que
estos poderes se han apoderado del espacio público.
Todavía hay espacio para transformar los poderes formales pero no puede
desconocerse que la distribución del poder político responde al principio
democrático de un ciudadano un voto, que en la definición de las políticas públicas
intervienen varias fuerzas políticas y que los límites al poder presidencial son
efectivos.
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Los poderes reales, capaces de limitar la autonomía y, en casos extremos, la
soberanía del Estado, comparten ciertas características.
Segundo, no son parte formal del proceso de toma de decisiones, pero tienen
instrumentos para influir de manera desproporcionada en las decisiones
reservadas a los poderes públicos, en particular al Ejecutivo y al Legislativo.
Quinto, derivan una “renta” extraordinaria de la que están excluidos otros actores.
Se afirma, con razón, que los poderes fácticos que hoy enfrentan con éxito al
Estado no fueron “consecuencia de un sexenio permisivo o de un presidente
débil.” Su constitución es el resultado “de un proceso complejo en el que se
amalgamaron factores de índole económica, privilegios descomunales arrancados
al poder político, eliminación sistemática de la competencia, ausencia de una
sociedad civil crítica y organizada, temor de candidatos y funcionarios públicos y
falta de claridad gubernamental en el ejercicio del poder”.6
La conquista del espacio público por la elite económica del país se puede
documentar ampliamente. El supuesto liberalismo económico que priva en México
tiene mucho por avanzar. Buena parte de los sectores clave para el desarrollo
están al margen de la competencia. Disfrutan de una amplia concentración de
mercado, de regímenes especiales, de tasas preferenciales o de regulaciones que
permiten abusos contra el fisco o contra el consumidor. Además, ahí donde se han
establecido órganos reguladores, éstos han sido muchas veces capturados. Todo
eso por obra y gracia del propio Estado mexicano.9
En otros sectores hay datos igualmente alarmantes. Por ejemplo, el cemento gris y
los servicios de internet costaban a los mexicanos más del doble que a los
norteamericanos.
No se trata de que sean empresas privadas. Por diversos motivos, los monopolios
públicos también han ofrecido insumos a precios más altos que los de otras
economías similares o de nuestros socios comerciales. Por ejemplo, hasta antes
de la devaluación las tarifas eléctricas que pagaban los mexicanos estaban muy
por encima de las de su principal socio comercial.
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Importar cemento, generar electricidad, buscar petróleo, poner una telefónica, abrir
una tercera cadena de televisión o crear un banco competitivo (y no vinculado a
otra megaempresa) es prácticamente imposible en México hoy.10
Otro ejemplo claro de cómo los poderes reales mantienen privilegios es el régimen
fiscal. No es sólo que México siga siendo uno de los países con un menor nivel de
recaudación. Es el hecho, como lo muestra el último reporte de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de que la política fiscal en
México no contribuye a aminorar la ya de por sí desigual distribución del ingreso
Así, mientras que a través de la política fiscal los países miembros de la OCDE
reducen en promedio la desigualdad en alrededor de 20 puntos —medida por el
índice de Gini— México sólo la reduce en 1.6 puntos.11
Los grandes sindicatos públicos, por ejemplo, son una suerte de monopolios
privados que no sólo acumulan riqueza sino que frenan el desarrollo democrático y
económico del país y que constituyen un límite formidable a los poderes
institucionales o, peor aún, que se alían a ellos para mantener el statu quo. Aquí
también hay una gran variedad de situaciones pero todas ellas apuntan al mismo
fenómeno: el de los privilegios. Privilegios políticos, económicos, contractuales,
fiscales, de transparencia, salariales, laborales, legales.
Los monopolios públicos y privados, entre los cuales, hay que insistir, se cuentan
los sindicatos, han hecho tanto o más daño que los pleitos y la falta de acuerdos
entre la clase política, entre los partidos, entre los legisladores y entre el
presidente y el Congreso. Son tan responsables como los partidos y legisladores
de haber impedido el paso de las reformas estructurales, de las que tantas veces
se dice depende el crecimiento del país. De ellos ha dependido también que no se
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avance más rápido en la competitividad, en el crecimiento, en el combate a la
pobreza y en la distribución del ingreso.12
Tal es el caso, por ejemplo, de los vendedores ambulantes que se han apropiado
de importantes franjas de la vía pública o de los “franeleros” que han hecho suyas
las banquetas de las principales ciudades. Lo mismo puede decirse de los
movimientos sociales que toman plazas y arterias de la ciudad para impedir la
puesta en marcha de políticas públicas con las que no están de acuerdo o de
manifestantes que toman con lujo de violencia los recintos parlamentarios para
obstaculizar o impedir el desempeño de sus labores.
Los recursos de los poderes fácticos son distintos según del sector de que se
trate. Los grandes empresarios derivan su fuerza de su posición económica y
tienen en sus manos los recursos de retener o trasladar la inversión y, en última
instancia, de la fuga de capitales. Los sindicatos —o más precisamente las elites
sindicales— hacen valer sus intereses no sólo a través de su poder financiero y su
legítimo derecho a huelga sino también de la opacidad de sus finanzas y la
secrecía de sus decisiones, la movilización del voto, la captura —o incluso
creación— de partidos, y las marchas y manifestaciones que literalmente bloquean
el espacio público.
1
Inmunidad es el estatus que sitúa a una persona o cuerpo más allá de la ley. En contraste, un derecho es algo inherente e
irrevocable que pertenece a toda persona o ciudadano.
2
Véase Daron Acemoglu y James A. Robinson, A. Economic Origins of Dictatorship and Democracy, Cambridge University Press,
Nueva York, 2006.
3
En otro estudio, Acemoglu y Robinson demuestran que cuando las elites que monopolizaban el poder político de jure pierden sus
privilegios, pueden seguir ejerciendo una influencia desproporcionada en la política y asegurar la permanencia de las instituciones
económicas previas a la transición: “Persistence of Power, Elites and Institutions”, Unpublished Paper, 2006. Ver también, Daron
Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, “Reversal of Fortune: Geography and Institutions in the Making of the Modern
World Income Distribution”, Quarterly Journal of Economics, 2002, 117(4), pp. 1231-94.
4
William Domhoff, The Powers That Be, Vintage Books, 1979.
5
Pablo González Casanova, La democracia en México, Ediciones Era, México, 1965.
6
Fátima Fernández Christlieb, ponencia presentada en el coloquio internacional “La Democracia Moderna: Entre Finanzas
Bárbaras, Poderes Fácticos y Crisis de Representación”, Centro de Estudios Latinoamericanos, FCPyS, UNAM, México, 26 octubre
de 2006.
7
Los argumentos de Wright Mills y Domhoff en esta dirección siguen vigentes. C. Wright Mills, The Power Elite, Oxford University
Press, 1956, y William Domhoff, The Powers That Be, Vintage Books, 1979.
8
Al respecto ver Luis Rubio y Verónica Baz, El poder de la competitividad, FCE-CIDAC, México, 2005.
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De hecho, si observamos el listado de las empresas más grandes del país —eliminando a los monopolios estatales que también
tienen consecuencias perversas para el crecimiento— puede verse claramente que muchas de ellas derivan de concesiones o
ventas gubernamentales, o bien se encuentran en sectores en los que la competencia se ha limitado seriamente (televisoras,
telefonía, ferrocarriles, grupos aeroportuarios, aerolíneas)
10
The Economist, “Time to Wake Up”, noviembre 18-24, 2006.
11
Perspectivas Económicas para América Latina, OCDE, 2008. Véase la nota al respecto de Carlos Márquez Padilla: “Impuestos sin
beneficio”, en nexos, núm. 374, febrero 2009.
12
María Amparo Casar, “Nuevo mapa del poder político”, nexos, núm. 334, agosto 2006.
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