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Hipocresía y cinismo a la orden del día

Contradecirse para la mayoría, quizá sea lo más común a suceder, deseamos paz pero
hacemos la guerra, rezamos a Dios pero nos encanta pecar.
La historia de la humanidad, ha condicionado nuestros actos, actuamos según lo que nos
dicen los demás por aceptación, aunque eso signifique estar en contra de lo que en verdad
deseamos. Esto nos ha creado un reflejo condicionado.
¿Te has preguntado antes de emitir una opinión, si eso surge de tu propio criterio o de lo
que dicen los demás?
Seguramente estamos cargados de emociones contagiadas y opiniones seguidas o
sugeridas por personas que incluso no conocemos, vivimos las experiencias de los demás, nos
identificamos con frases y opiniones que a pesar de tener parte de nuestras ideas, en el fondo
entendemos que no nos completan. Seguimos estando dentro de los paradigmas. Entonces,
cuando emitimos una opinión verdadera de nuestra conciencia, nos damos cuenta que
contradecimos muchas cosas que opinamos anteriormente, a esto lo llamo ser hipócrita con uno
mismo.
Es como cuando un religioso dice que Dios es amor, y que Dios hace justicia y siente
odio por el que hace mal. Por supuesto, una afirmación anula la otra; si se habla de amor no hay
espacio para el odio pero el religioso se engaña. Quizá esto moleste pero para mí el odio y la
Justicia le corresponden solo al hombre, el amor si es de Dios.
¿Pero entonces como Dios castiga al que hace mal?
El hombre es el que hace mal, si tomara conciencia de lo que hace se daría cuenta que
pierde el tiempo de vivir feliz, nuestros males son tan insignificantes para la grandeza del amor
de Dios que nunca lo ofenderán, así que “el Barbas” nunca castiga, los males que nos ocurren
son consecuencias de nuestros actos. Crear armas, hacer la guerra, todos son consecuencias de
una sed de poder que el hombre en realidad no necesita, pero que el mundo entero se dé cuenta
de eso, es una utopía. Si brindáramos solo amor y entendiéramos lo que nos mueve, no habría
necesidad de guerra, no habría necesidad de justicia.
Vemos personas que piden a Dios Paz, pero desean la muerte o destrucción de otro ser
para que exista esa paz. Personas que publican su amor por redes sociales, pero en persona se
insultan uno al otro para sacarse una sonrisa en la foto. Criticamos lo ajeno pero no soportamos
que nos critiquen. Personas que se entristecen por ver niños en la calle, pero prefieren eso a que
los adopten parejas del mismo sexo. Gente que exige con gritos e insultos un buen trato, gente
que es el demonio en casa y en la calle son el perfecto ejemplo de los ángeles, el cinismo y la
hipocresía a la orden del día.
Pocas personas logran ser auténticas. Autentico el que dice, hace y piensa lo mismo,
estando en público o estando solo. Esto es difícil teniendo antecedentes que nos mueven como
marionetas, una memoria colectiva que nos marca y nos hace hablar antes de pensar. Algunas
veces ese pensamiento acierta pero en muy poca proporción con respecto a lo que falla.
Por supuesto, todo es relativo, depende de la perspectiva en la que se vea, aunque el ser
humano siempre ve a su conveniencia, nunca imagina la vida del otro lado de la “cerca”.
Criticamos al que está sentado y no cede el puesto al anciano o a la chica, pero no pensamos que
puede estar cansado o enfermo.
Personas que les gusta la trampa, pero critican la corrupción. Quizá si pensáramos un
poco en lo que decimos y hacemos nos entenderíamos nosotros mismos y el mundo giraría en
sintonía sin retrocesos.
Ser contradictorio significa que no hay una definición de lo que somos, que nos dejamos
llevar por una corriente y que no decidimos tomar la elección que nos pertenece, sea un
pensamiento negativo o positivo.
El mundo necesita menos hipocresía y menos cinismo, menos seres contradictorios, y
empezar a aplicarlo a uno mismo, a nuestro día a día, en lo que le transmitimos a nuestros seres
queridos, al prójimo. Dejar de decir que Dios es el que nos castiga por nuestros malos actos
cuando en realidad lo malo que nos ocurre es consecuencia de lo que nosotros mismos hacemos,
“Al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios”.

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