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Ann Jacobs - Members Only 01 - RX For Pleasure
Ann Jacobs - Members Only 01 - RX For Pleasure
Ann Jacobs
Advertencia:
Argumento:
Las subs de “Sólo Miembros” ya no satisfacen las necesidades del
famoso Dom Dr. X. Él quiere la única que no puede tener - Margaret Berman, su
colega y compañera. Ella es una profesional, siempre en control. ¿Alguna vez
aceptara renunciar a ese control en el dormitorio?
Margaret quiere un nuevo Maestro. Cade es todo lo que siempre quiso,
fuerte, seguro de sí mismo, aún así debe ir con cuidado, él podría dominarla
como ningún otro hombre. Él sería perfecto, si tan sólo no deseara su corazón y
deseara sólo su cuerpo.
Prólogo
El cirujano de traumatología Cade Calhoun sofocó la necesidad que casi
le quitó el aliento mientras se dirigía con su amiga y colega cirujano Margaret
Berman a la puerta de su apartamento. La cirugía arriesgada que habían
terminado hacía un rato parecía que la había drenado. Parecía vulnerable, como
si necesitara alguien para abrazarla. Ella se estremeció cuando una ráfaga de
viento fresco alboroto sus cortos rizos castaños, descubriendo sus pequeñas y
delicadas orejas y la columna casi frágil de su cuello. Se veía tan agotada, que
quiso abrazarla. Si lo hiciera, sin embargo, tendría que acariciarla, probarla,
averiguar si podría retorcerse de placer con su toque. Se las arregló para resistir.
De ninguna manera la residente principal Margaret Berman iba a transformarse
en la sumisa de sus fantasías más salvajes.
- Dulces sueños, Maggie - dijo y como había hecho cientos de veces antes,
inclinó la cabeza, intentando una caricia amistosa en la mejilla. Esta noche, sin
embargo, Margaret respondió como si estuviera hambrienta de su toque. La
sangre se estrelló contra su polla cuando ella le pasó la lengua por la comisura
de los labios y luego se rozó con él cuando le dejó espacio para entrar.
Como sorprendida por la tensión sexual que crujió entre ellos, ella se
apartó y abrió la puerta.
Capítulo Uno
Esta noche, en su primera noche fuera de la convocatoria de la semana,
Cade Calhoun era el doctor X, un misterioso Dom enmascarado en la mazmorra
de alto nivel en la que de vez en cuando sacaba fuera las frustraciones de su
profesión. Donde podía estar seguro de mantener el control sobre una sumisa
como la belleza enmascarada ahora de rodillas ante él. Por una vez, estaba
teniendo problemas para dejar de lado al otro Cade, el que acababa de perder
una batalla de un tipo diferente ante un guerrero más poderoso que él.
Odiaba perder el control, y lo había perdido a lo grande en el quirófano.
Elton Gaskins no debió morir. Lo había hecho, sin embargo, a pesar de que
Cade había hecho todo lo posible para mantenerlo con vida, solo tenía cuarenta
años y era padre de cuatro hijos. Había tenido que golpear las lágrimas de sus
ojos cuando se había enfrentado a la esposa de Gaskins unos minutos más tarde
para decirle que su marido estaba muerto. Los hombres fuertes no lloran. Cade no
lo hacía. No en ese momento. Él había sostenido sus emociones bajo control,
fingiendo fortaleza ante las lágrimas de la viuda. Más tarde se había encerrado
en una ducha en la sala de los cirujanos, fingiendo que el goteo caliente de
líquido salado por sus mejillas era gotas errantes de la ducha.
Después había venido aquí, huyendo de sí mismo y había elegido una
pareja a la que había llevado inmediatamente al placer con las manos y la boca.
Sin juguetes, sin restricciones. Sólo la sensación cruda. La entrega de
satisfacción a otro ser humano, la misma liberación física que ahora estaba
tratando de conseguir para él. Cade cerró los ojos, tratando de concentrarse en
el calor excitante de la boca de su pareja en su polla, el cosquilleo de su aliento
húmedo contra su ingle, la suavidad de sus dedos cuando ella exploró sus
testículos.
Algo no estaba bien. En lugar de una imagen mental de la mujer que
tenía delante, las imágenes de muerte y moribundos - de duelo y vacío -
llenaron sus ojos sin vida.
-Más - gruñó él, enredando sus manos en los sedosos mechones de su
cabello y animándola a llevarlo más profundo en su garganta.
Él estaba cerca. El creciente entusiasmo de ella alzó la cuenta.
- Eso es todo. Haz que me corra.
El pitido salió del bolsillo de su camisa, su vibración silenciosa
inmediatamente girando su mente de la sub que él había escogido para la
noche.
-Stop, cariño. El deber me llama.
Justo así. Su corazón no estaba en el juego. No sólo porque no podía dejar
de pensar en ese hombre, en su viuda frágil y esos cuatro hijos sin padre. No
había estado "on" con sus parejas sexuales por un tiempo. No desde el día en
que Margaret Berman lo había besado y había despertado lo que seguramente
eran fantasías inútiles. Cade arrojó la parafernalia del doctor X y se fusionó en la
noche en Dallas.
***
Ella podía hacer esto. Tenía que hacerlo. ¿Dónde estaba Cade? ¿Y dónde
estaba la enfermera quirúrgica? Margaret parpadeó.
-¡Limpie! - dijo bruscamente mientras el sudor rodó de su frente hacia los
ojos. - Necesito más retracción.
Apenas podía ver el desgarro del pericardio por la piscina de sangre que
oscurecía rápidamente, no tenía idea de hasta qué punto la bala había
penetrado en el corazón de la víctima.
-Parada cardíaca - la voz del anestesista llevaba más terror controlado de
que habitualmente acompañaba las crisis imprevistas en cirugía.
Margaret se apartó de la mesa de operaciones al tiempo que Cade se
acercó con las palas en la mano.
***
“El Abrevadero”. Algunas veces desde su llegada a Dallas y desde que se
unió al equipo de trauma del Hospital Metropolitano, ella había estado parando
allí a por las quesadillas saladas de pollo de Geraldo y por bebidas tras un largo
día en cirugía. Situado frente al hospital, el pub atraía a médicos, empleados del
hospital, y policía ocasionales o detectives que tenían un paciente para guardar
o proteger. Una ráfaga de aire fresco recibió a Margaret cuando ella y Cade
atravesaron con dificultad las puertas de vaivén forradas en tablones de pino
del bar. Las velas parpadearon en sus soportes de hierro forjado en las mesas
redondas del centro de la habitación.
-Por allí.
Cade la condujo por el laberinto de mesas principalmente vacías hacia la
mesa del rincón poco iluminada que siempre elegía cuando no estaba ya
ocupada.
- Se necesita un poco de paz y tranquilidad después de un día en el
infierno, ¿no? - le preguntó después de que Margaret se deslizara hacia la parte
trasera del asiento de cuero color canela en forma de herradura y dejara escapar
un suspiro.
Maldita sea, su aftershave olía muy bien. No recordaba haberse dado
cuenta antes.
-Por supuesto.
La esfera de oro chisporroteante en un anuncio de neón de cerveza detrás
de él creó un interesante patrón de luz en su pelo oscuro. Excepto por la bata de
laboratorio que parecía que en realidad no le perteneciera encima de sus
enormes hombros, Cade podría haber sido un trabajador portuario... un
luchador profesional... todo menos el cirujano altamente respetado que era. En
cierto modo, él le recordaba a Margaret a su antiguo maestro. A la caliente
relación de compromiso que había terminado hacía un año porque ella se negó
a renunciar a su trabajo y seguirlo cuando su empresa le había transferido a
Houston.
Recordaba los orgasmos que no había tenido con su último amante, un
ejecutivo de negocios local. Él había acabado enojándose e insistiendo en que
era frígida. Poco sabía cuánto había tratado de encontrar la liberación cuando
Capítulo Dos
Después de hacer proposiciones deshonestas a Margaret varias veces
para después haber sido rechazado fríamente, Cade casi no pudo creer su suerte
esta noche. Él no iba a cuestionar su decisión, o preguntar qué se había
apoderado de ella cuando había pellizcado su polla en el Abrevadero. De
ninguna manera iba a rechazar la oferta silenciosa que hizo cuando le entregó la
llave de su apartamento y lo invitó a entrar.
Su casa no daba pistas sobre quién y qué era. Eso lo sorprendió. Los
muebles beige y negro le recordaron una suite de hotel de tres estrellas.
Apostaría que incluso las pocas fotos en sus marcos negros habían venido con la
casa. Ciertamente no reflejaban el gusto de la Margaret que él conocía. El lugar
era malditamente frío. Y también organizado para sentirse cómodo. Como
Margaret misma. O como él había pensado que era antes de ese beso...
Cade quiso destrozar la habitación del mismo modo en que pretendía
destruir la fachada fría que ella siempre le había mostrado, demonios, cada vez
que lo había rechazado cuando había sugerido algo más que una copa o una
comida agradable y una película.
No había habido nada frío o tranquilo en la forma en que había
acariciado su polla debajo de la mesa del bar, o en el beso que lo había
mantenido en ascuas desde hacía unas semanas. Ella le había mostrado
destellos de la mujer de sangre caliente que sospechaba yacía bajo la superficie
frágil y controlada, una superficie que él intuía estaba cerca de caer en pedazos.
-¿Cómo soportas vivir así? - le preguntó, señalando e incluyendo la
insipidez a su alrededor que ofendía su necesidad de color y caos.
Ella se encogió de hombros.
-Este es el modo en que estaba cuando lo alquilé. Vamos. El dormitorio es
más acogedor.
Lo sería, pero sólo porque ella estaría dentro. Su movimiento
deliberadamente llamó su atención hacia los pequeños pezones endurecidos
esbozados contra la seda de color verde pálido de su blusa, y hacia la sombra
oscura en el vértice de sus muslos que mostró en un descuido cuando la falda
se deslizó por sus piernas.
Primero colgó su chaqueta cuidadosamente en el armario. A
continuación, la falda de color marrón oscuro que había rozado sus rodillas se le
unió entre un montón de trajes de colores igualmente sombríos. Deslizó la blusa
por sus hombros, dándole en un descuido una visión de encaje color crema
antes de caer sobre los zapatos y retorcer sus dedos contra la alfombra de felpa
color beige.
pechos firmes, cremosos, con algunas pecas apenas perceptibles que salpicaban
sus hombros y sus brazos.
A él le gustaban los coños afeitados, y el suyo no lo era. Los rizos caoba
cuidadosamente recortados atrajeron su mirada sin embargo, porque se veían
muy suaves. Su polla tembló cuando se imaginó apretando los muslos firmes
alrededor de sus mejillas, bloqueando la cara en su coño, calentando sus orejas
mientras mordisqueaba su clítoris.
Sus pelotas se apretaron dolorosamente.
Él tenía que romper ese aterrador autocontrol suyo. Hacer que se soltara.
Hacer que ella no sólo llegara una vez sino una y otra vez, hasta destrozar las
defensas que él intuía que deliberadamente había erigido alrededor de sus
sentimientos.
-¿Bien? - preguntó, con un tono desafiante.
Maldición. Ella no pudo haber evitado notarlo mirando fijamente el coño
como un adolescente hambriento de amor.
-¿Mi turno? - preguntó él, recorriendo su cuerpo desnudo con su mirada
una vez más antes de empezar a quitarse la ropa, echando la bata de laboratorio
y el uniforme de quirófano descuidadamente al suelo.
Burlándose de ella, vio sus ojos brillar intensamente con la misma
anticipación que él sentía.
Él hizo un revuelo innecesario y complejo al desatar el nudo de sus
pantalones verdes holgados permitiendo que quedaran a la deriva bajo sus pies.
-¿Quieres ver el resto? - dijo levemente preocupado porque su
perforación pudiera hacer que se echara atrás.
-No seas tímido ahora.
Ella le sostuvo la mirada lanzando su propio desafío.
Margaret jadeó cuando él bajó los calzoncillos hasta los tobillos. Sus ojos
se agrandaron y su boca se abrió, pero no dijo una palabra.
-Bueno, doctora. Nunca me imaginé que la visión de un hombre desnudo
te provocaría una reacción así. Si lo hubiera sabido, lo habría hecho hace mucho
tiempo.
- Quizás deberías haberlo hecho - Margaret no podía apartar la mirada de
él.
El hombre tenía una estupenda musculatura en sus muslos y... tragó
convulsivamente cuando lo vio: una barra brillante y pesada de oro
1
Ampellang: El ampallang es un piercing genital masculino que penetra
horizontalmente a través de todo el glande del pene.
Foto: http://en.wikipedia.org/wiki/Ampallang
No, no lo hacía.
No se atrevía a dar el paso definitivo. Sin embargo él no le dejó otra
opción, porque su cuerpo gritaba por su toque, por su dominio. Ella se sentó en
el borde de su cama extra grande, sin molestarse en dar la vuelta al edredón con
su cubierta acolchada.
-Túmbate - Sin esperar su respuesta, él fue sobre sus rodillas y le abrió
las piernas.
-Sí, Maestro - Debía tener alguna parte lo suficientemente perversa que
quería que él se diera cuenta de que había encontrado una sub secreta, un
cuerpo para tomar a su cargo, esa clase de mujer. Esa fue la única explicación
que se le ocurrió por las palabras que acababan de escaparse de su boca.
Ella no podía resistirse, no ahora. Cada célula de su cuerpo gritaba por
que la tomara. Que la moldeara a su voluntad. Su aliento caliente y húmedo en
su coño afiló su anticipación llevándola a un punto álgido, y cuando él separó
sus labios vaginales y tocó con su lengua su clítoris hinchado, ella se convirtió
en una complaciente esclava sexual.
Él probó su miel, haciendo movimientos largos y perezosos con la lengua
a lo largo de su hendidura, volviéndola loca por tenerlo, por tomarlo, por
correrse. Entonces apretó la boca sobre su clítoris sensibilizado y chupó
mientras ella separaba las piernas más ampliamente y cerraba sus tobillos
detrás de su enorme cuello. El olor almizclado del sexo los rodeó, llevándose los
últimos vestigios de la razón.
Medio temiendo un reproche, aferró la parte superior de su cabeza
perfectamente formada, haciendo un túnel con los dedos en su pelo corto bien
tallado, tan suave en comparación con la textura de papel de lija de sus mejillas
contra sus labios hinchados. Pero él sólo rozó su clítoris con la lengua y lo
succionó profundamente en su boca. Luego sopló sobre su clítoris una vez más
y se echó a reír.
-Te gusta, ¿verdad? - sus palabras profundamente sonoras rebotaron en
su piel sensibilizada.
Y una tensión deliciosa se acumuló en su vientre, en sus pezones, en su
coño hinchado.
-Oh, sí. Gracias.
Él la miró, al mismo tiempo, pellizcó el tejido sensible de su clítoris
bruscamente entre el pulgar y el índice.
-Gracias, ¿qué?
-Gracias, Maestro.
En una ocasión se había prometido a sí misma no volver a darle a otro
hombre tanto control sobre ella, pero en ese momento era lo que quería, no, era
lo que necesitaba, ser el juguete sexual de Cade.
Él la miró, sus ojos brillaron con lujuria inconfundible, a continuación,
usó su lengua para lamer los jugos cremosos de sus labios y mentón. Con
sorprendente delicadeza, exploró su hendidura, deslizando un dedo en su coño
antes de moverlo hacia atrás, rodeando su ano.
-Voy a follarte por aquí también.
Su enorme polla perforada la partiría por la mitad. Él nunca haría eso.
-Eres demasiado grande.
Él metió un dedo dentro, sólo lo suficiente para apoyarlo en el apretado
esfínter anal.
-Seré muy cuidadoso bebé. Relájate. Te va a encantar - moviéndose, él
extendió su musculoso cuerpo sobre el de ella y tomó su boca.
Él sabía igual que sus jugos de amor, salado y resbaladizo. El olor
característico le recordaba que él acababa de tener su cabeza entre sus piernas,
lamiéndola hasta que ella apenas pudo esperar a que la tomara. Haciéndole
darse cuenta de lo mucho que necesitaba correrse y correrse y volver a correrse,
de un modo que no había hecho desde la última vez con su antiguo maestro.
Y la única forma en que podría llegar así era cuando su amante le hacía
sentirse indefensa, de hecho, incapaz de resistirse a su mando.
Sus lenguas se enredaron. El profundo beso robando el aliento, y sus
pezones palpitaron por el contacto con la piel sedosa que se extendía a través de
su duro y musculoso pecho lampiño.
Maldición. Lo necesitaba, pero él no parecía tener mucha prisa. Deseaba
que él la tomara, que se hiciera cargo de su voluntad y la dejara indefensa ante
sus demandas. Extendió un brazo, abrió el cajón de su mesilla de noche.
Ella arrancó sus labios de los de él.
-Por favor. Mira en el cajón. Usa lo que quieras- sin moverse, porque él
no había dicho que pudiera hacerlo, miró hacia los juguetes que nunca había
sido capaz de obligarse a tirar a la basura junto con su antiguo maestro.
De repente él se dio la vuelta y se levantó. La arrastró a sus pies al lado de la
cama, y luego la obligó a arrodillarse y cogió un puñado de su pelo.
-Juega con mis juguetes mientras hecho un vistazo a los tuyos - con eso,
él la alimentó acercándola a la cabeza hinchada de su enorme polla.
-Rueda la barra un poco con la lengua. Mmm… Dale a la gran cabeza.
Continua. Exprime mis bolas también. Fácil. No quiero correrme demasiado
pronto.
¿Qué elegiría él? ¿Las esposas? ¿Las ataduras que podrían fijarla a los
cuatro postes de la cama para su embeleso? ¿Uno de los consoladores con los
que su antiguo amo se había burlado de ella? Oyó el cierre del cajón, y la cama
tembló un poco cuando arrojó algunos artículos sobre ella.
Él estaba cerca.
Ella podía decirlo por la marea, por la lubricación salada que brotaba de
la ranura de su polla. Ella la sacó casi fuera y luego se lanzó, chupándolo,
metiendo como pudo la punta de su polla hasta su garganta. Dios, ella quería
que él se viniera. Quería servir para su placer y llegar al suyo propio
aumentando el de él. Cuando él le quitó la polla y se puso en pie, tuvo que
tragarse una protesta.
-Acuéstate boca abajo en la cama y extiende las piernas - le ordenó con
voz ronca en un susurro.
Con un toque suave, le colocó una almohada redonda apoyada bajo sus
caderas, luego envolvió las restricciones de velcro alrededor de cada tobillo,
asegurando las cuerdas de nylon en los postes opuestos de la cama.
Sí, pensó. Era un Dom y uno bueno, que sabía cómo tomarse su tiempo y
su deseo de construir un punto álgido.
Después de asegurar las cuerdas, lamió y besó y mordisqueó el camino
de regreso a su coño húmedo. Ella yacía retorciéndose, a punto de llegar,
mientras que él enganchó las pinzas en sus labios vaginales y los fijó a las
bandas de velcro alrededor de los muslos. Ahora ella estaba indefensa, su coño
y ano expuestos a su mirada, a sus manos, a su boca.
-Dame tus manos - Cade se arrodilló entre sus piernas y frotó su polla
contra su coño mojado.
Confundida, ella hizo lo que le ordenó, y se agarró a sus dos muñecas.
-Qué quieres, Maggie?
-¿Querer?
-¿Quieres que sea tu maestro? ¿Quieres que te folle así?
movió, estirándose a lo largo de su cuerpo boca abajo, su polla dura como una
roca preparada a la entrada de su coño hinchado.
-Por favor, Maestro. Fóllame ahora.
-Dime qué quieres mi polla en tu coño - Se frotó a lo largo de su raja
goteando, haciendo una pausa para masajear su clítoris - Dilo.
-¡Sí! Quiero tu polla en mi coño. Por favor, Maestro - Trató de levantar las
caderas, para succionarlo en su interior, pero las ataduras la habían rendido
deliciosamente dejándola sin poder para controlar o frenar sus propias
emociones fuera de control.
-Sólo un segundo. Déjame ponerme este condón - Entonces se sumergió
en su coño necesitado con un movimiento seguro y suave.
Cuando él comenzó a moverse, lo hizo a cámara lenta, extendiéndola
para aceptar cada delicioso centímetro. Con cada impulso hacia adentro golpeó
su punto G. Con cada embestida sedosa presionó más profundo, hasta que
finalmente pulsó contra la apertura de su vientre y el escroto pesado de su polla
rebotó contra la carne sensibilizada de su clítoris con cada empuje.
Su piel caliente quemó su espalda, sus manos se deslizaron bajo ella por
sus pechos doloridos. Con cuidado al principio, luego con más fuerza después
de que ella gimió por más, hizo rodar sus pezones entre sus dedos pulgar e
índice. Las sensaciones se hicieron más fuertes convirtiéndose en una
embriagadora mezcla de placer y dolor. Los sentimientos de plenitud que
habían comenzado en su culo y coño se extendieron rápidamente a sus pechos y
a través de su cuerpo. Cuando su coño comenzó a convulsionar alrededor de su
polla, ella no supo si obligar a salir al invasor o mantenerlo dentro para
siempre.
Se sentía bien.
Tan bueno.
Mejor que bien…
-Eso es, nena. Déjate ir. Aprieta mi polla. Haz que me corra contigo.
Sus palabras, apenas un gruñido rudo contra la piel sensible de debajo de
su oreja, la hicieron llegar. Cuando empezó a correrse, le mordió la nuca de su
cuello delicado, con fuerza suficiente para llevarla al mejor orgasmo que había
tenido desde...Desde nunca.
Sus músculos internos seguían convulsionando alrededor de su polla y
del tapón anal cuando sintió que él comenzaba a sacudirse violentamente. El
grito de satisfacción de Cade le hizo correrse otra vez. Después de todo, ella
había logrado esta primera vez complacer a un nuevo amo.
Pero él no había terminado. Deteniéndose sólo para desechar el condón,
soltó sus ataduras, y le dio la vuelta sobre su espalda, metió la mano entre sus
piernas y le insertó un enorme consolador vibrando en su coño. Luego se sentó
a horcajadas sobre su rostro y le dio de comer su polla.
-Chúpame. He soñado con tener tus bonitos labios alrededor de mí de
esta manera. Con sentirte lamiendo y chupando mi polla. Sí, nena. Soñé que se
sentía así.
Él era tan grande que apenas pudo estirar sus labios alrededor de la
cabeza de su polla. Sin embargo era tan lisa. Tan suave y caliente. Se concentró,
tragando la polla un poco más con cada respiración hasta que su escroto quedó
fuertemente contra su nariz.
Cuando ella cogió un extremo de la barra con la lengua y lo movió, él
gimió, y luego se estiró por encima de ella hasta poder azotar su clítoris
hinchado aún con la lengua. Sus mejillas ásperas por la barba rozaron el interior
de sus labios vaginales sellándolos, mientras que su sedoso cabello rozaba el
interior de sus muslos cuando él chupó y mordisqueó a lo largo de su raja.
No tenía un orificio sin rellenar en su cuerpo.
Él la poseía por completo, como un Maestro debería.
Increíblemente despierta de nuevo, Margaret redobló sus esfuerzos,
lamiendo y chupando y tragando hasta que su boca abierta acunó su ingle. El
pelo oscuro allí le hizo cosquillas en la nariz, donde su polla comenzaba a
levantarse de su escroto. Ella todavía estaba llegando y tragando lo último de su
espesa y salada crema cuando lo sintió sujetar algo alrededor de su cintura y
entre sus piernas, apretando lo suficiente como para asegurar los tapones en el
culo y el coño.
Totalmente relajada por primera vez en su historia reciente, ella apenas
notó cuando soltó sus ataduras y apoyó la cabeza sobre su vientre para dormir.
Capítulo Tres
Temprano a la mañana siguiente, Cade parpadeó ante la luz del sol que
inundaba la habitación. Por un largo tiempo se sentó y observó dormir a
Margaret. Ella estaba finalmente relajada, sin ese aire quebradizo de frustración
que había visto en ella tantas veces cuando trabajaban juntos. Ella le había
sorprendido endemoniadamente cuando le había llamado Maestro. No se había
atrevido a esperar antes de esa fecha que podrían compartir los fetiches que se
había esforzado por mantener separados y distintos de su vida profesional.
Supongo que no expresabas tus secretos ocultos mejor que yo, cariño.
Hacía diez años, cuando acababa de terminar la escuela de medicina,
había aprendido por las malas que la mujer que había imaginado que sería la
esposa ideal de un médico no había estado para nada dispuesta a compartir su
necesidad por juegos D / S.
El fracaso de su corto matrimonio le había enviado directamente a las
exclusivas mazmorras BDSM de Dallas, donde había encontrado la satisfacción
sexual, pero ninguna mujer con la que poder formar el tipo de conexión
emocional necesaria para un matrimonio exitoso.
Aunque a veces anhelaba una compañera de vida para compartir los
altibajos de la vida cotidiana, así como sus preferencias sexuales, Cade se había
resignado más o menos a quedarse solo, aguantando insinuaciones frecuentes
de sus colegas cirujanos acerca de su orientación sexual.
Mejor eso que tenerlos chismeando acerca de sus frecuentes visitas a un
club de sexo secreto.
Tal vez él y Margaret... No, era demasiado pronto. Sin embargo, Cade no
pudo dejar de imaginarlos juntos, no sólo en la cama y en el trabajo, sino como
verdaderos compañeros en la vida, las veinticuatro horas del día.
Demonios, su ex mujer habría tenido su trasero en la cárcel si alguna vez
hubiera intentado atarla o poner un tapón en su culo. Margaret había rogado
por él.
Divertido. Había supuesto durante mucho tiempo que Margaret tendría
muchos prejuicios en la cama. Ella daba a sus compañeros de trabajo la
impresión de ser muy educada, una mujer conservadora. En sus momentos más
salvajes él incluso se había imaginado llevándola a casa para conocer a su
madre, haciéndola feliz al ver que por fin había dado con una buena mujer ,
incluso aunque no fuera una de las bellezas nativas americanas que había
estado presentándole desde que su divorcio. Sonrió al imaginar a su última
sumisa a jornada completa, con su largo pelo negro teñido, el maquillaje gótico,
y la serpiente que había tenido tatuada en el cuello. Si su madre la hubiera visto
formando parte de su vida, lo habría tirado fuera. Se puso duro otra vez,
mirando dormir a Margaret. Le había dado no sólo una infernal follada, sino la
sorpresa de su vida cuando resultó ser un sub. La clase de sub que nunca soñó
que iba a encontrar: una que parecía fuera de la cama una fría y tranquila dama
que nunca había tenido ni un pensamiento delicioso y sucio.
Una sub que haría a su madre asentir con la cabeza y sonreír, que se
mantendría sobre los dedos de sus pies mientras él rompía su reserva y la
obligaba a responder a él, no sólo en la cama, sino en todos los niveles.
Cade pasó sus dedos por sus rizos castaños. Su pelo corto hizo que fuera
fácil explorar todas las zonas erógenas que había descubierto visitando una de
las exclusivas mazmorras de Sólo Miembros con una sub que había sido
afeitada. Tendría que afeitar el coño de Margaret, decidió, y marcarla con un
piercing que sólo él pudiera ver.
Lo que realmente deseaba era el control de su mente, pedirle que confiara
en él completamente sabiendo que todo lo que él hiciera con ella traería su
placer. Y él quería que reconociera públicamente que eran amantes, que el
mundo supiera que ella le pertenecía.
Él no estaba nada seguro que ella iría tan lejos, era incierto que ella
compartiera sus sentimientos por él, más allá de la lujuria inconfundible que los
había impulsado anoche.
¿Sentimientos? Cade no estaba seguro de cómo definir lo que le hacía
sentir Maggie, pero era muchísimo más que gratitud por una noche alucinante
de sexo. Y era más que la amistad casual y el respeto que había sentido por un
colega desde que se había unido al personal del hospital como residente junior,
cuatro años antes. Mucho más, pero que no estaba listo para definir las
emociones que le asaltaban como amor. El amor le había fallado antes, lo hizo
receloso del término y todo lo que implicaba.
Él le acarició la mejilla, recorrió la línea limpia de su mandíbula,
experimentando un sentimiento de ternura, la necesidad de proteger a esta
mujer que se había quitado su sentimiento de invencibilidad con su ropa la
noche anterior. Se imaginó juntos años por el camino siempre que no lo dejara
corriendo, como había hecho con otros amantes. Quizá con el tiempo ambos
conseguirían ir más allá de la necesidad de los juegos de bondage, sus
manifestaciones físicas de control.
***
Viernes. Un día tranquilo en la clínica gratuita, con sólo unos pocos
pacientes y ninguna cirugía programada. Margaret casi deseó una emergencia,
cualquier cosa que pudiera alejar su mente del mensaje de Cade, ahora bien
oculto en el bolsillo de su bata de laboratorio. Tomarlo como su amo podía
hacerle daño, destruir el autocontrol duramente ganado que la convirtió en un
buen cirujano. Su viejo Maestro había encajado en un pequeño compartimento
de su vida, un compartimiento secreto que nunca dejó que interfiriera con su
imagen pública. Cade invadiría su espacio de trabajo... el tiempo solitario que
siempre había valorado.
Ella cogió una foto de familia de ella con sus padres y su hermana el año
pasado.
A diferencia de su antiguo Maestro, un diseñador de software, Cade
encajaría bien con sus conservadores familiares, inclinados académicamente. No
le encontrarían ningún defecto. Tanto como amaba a sus padres, había
aprendido que no podían ser complacidos – los 1500 en sus exámenes SAT2
deberían haber sido más, el Magna Cum Laude debería haber sido un Summa.
Ser la número tres de su promoción de medicina sólo les habría complacido si
hubiera sido la número uno. Sacarían alguna queja de Cade por algo, estaba
segura.
2
SAT: es una prueba estandarizada para la mayoría de admisión a la universidad en
los Estados Unidos. Las posibles puntuaciones varían entre 600 y 2400
¡Ha!
Sólo un hombre elegiría ese sujetador. Sus transparentes medias hasta el
muslo rascaban deliciosamente contra el interior de sus muslos cuando se
movía sobre los tacones de aguja de sus zapatos negros. Ella nunca llevaba
zapatos de tacón alto para trabajar. Bueno, ahora ella si lo hacía.
Lo bueno era que la bata de laboratorio disfrazaba sus pezones duros
como rocas que sobresalían de los recortes de su sujetador. Esos recortes
permitían a la seda del vestido frotar deliciosamente su carne expuesta. Por lo
menos había sido lo bastante considerado para ordenarle que se quitara las
pinzas del pezón que le había puesto él antes de su ducha. ¿Él vendría por su
oficina antes de tiempo? A veces lo hacía, si tenía tiempo. Si lo hiciera, se
imaginaba que él querría pruebas de que había seguido cada una de sus
órdenes de la nota.
Su coño se apretó cuando imaginó a Cade deslizando una mano debajo
de la falda y revisando su coño desnudo, ahora suavemente afeitado por su
orden. Tan suave como su cuerpo grande y musculoso.
A ella le gustaba que él tuviera tan poco vello corporal, adivinó que
podría ser debido a su herencia nativa americana.
Él insertaría sus dedos largos y ágiles en su coño, recompensándola con
un pellizco en su punto G cuando sintiera el diafragma que le había ordenado
conseguir e insertar. La lengua de Margaret hormigueó ante la idea de llevarlo a
su boca de nuevo, frotando con la lengua la redonda barra lisa que se había
insertado en la gruesa y suave cabeza de su polla.
-Usa un aro en la lengua, no la retención, pero recuerda que no debes
permitir que nadie más vea esto - había escrito.
El cuello mandarín de su medio vestido escondía un mordisco de amor
justo debajo de la línea del cabello, en la parte posterior de su cuello. Él debió
haberlo notado a la hora de elegir el vestido. Cuando pensaba en él encima de
ella, lamiéndola, mordisqueando y frotando su carne caliente sobre la de ella,
sus jugos comenzaban a fluir, calentando y calmando su completamente
estirado ano.
Menos mal que el jefe de residentes no la había llamado para la gran
ronda hoy. Margaret deslizó su lengua por el techo de la boca. El aro en la
lengua, más pesado del que se había puesto para el placer de su antiguo
Maestro, hacía su dicción menos clara, dando a su voz un borde que sonaba
seductor. Casi no podía esperar hasta que se hiciera de día, para poder estar con
Cade.
Sirviéndole.
Sus dos órdenes finales esperaban su atención.
-A las tres y media de la tarde, inserta el vibrador en forma de huevo en
tu bonito coño y piensa lo bien que se sentirá cuando sea mi polla la que esté
allí. No te corras, sin embargo. Tus orgasmos son todos míos.
Margaret miró su reloj. Tres y veinte. Si se daba prisa, podía llegar hasta
el baño de mujeres a tiempo. Con el bolso en la mano, se dirigió resueltamente
al baño y cerró la puerta, luego buscó el vibrador, un dispositivo de gel de color
púrpura en forma de huevo del que Cade aparentemente se llevó el potente
control remoto. Se levanto hacia arriba la falda apretada y abriendo las piernas
lo insertó, empujándolo en su vagina lo más arriba que fue capaz con sus dedos.
Ella ya estaba mojada. Y caliente. ¿Cómo podría hacer esto y funcionar durante
casi dos horas más como la profesional tranquila que se suponía que era?
Especialmente cuando Cade decidiera ponerlo en movimiento.
No tenía otra opción. Sus músculos internos se apretaron manteniendo el
huevo de forma segura donde ella lo había puesto. Verlo caer y rebotar
alegremente por el pasillo no sería divertido. Bueno, lo sería, pero también
resultaría muy embarazoso si su enfermera o uno de los residentes jóvenes lo
vieran.
Tendría que hacerlo. También tendría que establecer algunas reglas
básicas para su relación, pero actualmente el dolor que sentía en su coño la
obligaba a seguir las últimas órdenes de Cade.
Justo cuando pensaba que podría controlar las sensaciones necesitadas
que serpenteaban a través de su cuerpo, el vibrador comenzó a inclinarse hacia
atrás y hacia delante, dando vueltas y vueltas.
Su zumbido no era audible, pero envió chispas de necesidad
directamente a sus células cerebrales ya sobrecargadas. A pesar de que trató de
controlarse a sí misma, respiró profundamente mientras se dirigía
cuidadosamente por el pasillo hacia su oficina. Ella trató de concentrarse en una
revista médica, totalmente imposible, sin importar lo duro que intentó
concentrarse en lo que debía ser un interesante artículo sobre una nueva técnica
para hacer injertos de piel de espesor parcial.
labios que había sentido tan bien en él la noche anterior. No tendría que haberse
puesto los calzoncillos de cuero. Su pene se hinchó dolorosamente contra la
bragueta rígida y sus bolas dolieron.
-¿Tienes dudas, Maggie? - le preguntó, animándola a hablar ahora, antes
de dar el paso que fijaría su lado en el camino de convertirse en su sumisa, tal
vez incluso su esclava de por vida.
-Yo… yo no quiero que nadie más lo sepa. No acerca de nosotros. Acerca
de nuestro estilo de vida - Ella parecía asustada, pero hablaba con seguridad.
Aunque parte de él quería hacer alarde de ella en las mazmorras, sabía
que no podía. Ni siquiera se atrevía a ir allí él mismo a menos que llevara una
capucha. No si quería seguir siendo un cirujano exitoso en Dallas. Aún así, tuvo
que resistirse al menos un poco. Si no lo hacía, Margaret podría tener la noción
precisa de que habría tratado de frenar sus propias tendencias dominantes si no
le dejara saber que era lo que ella quería.
- ¿Y si eso no me agrada? - le preguntó bruscamente.
- Podrías disfrazarme si quisieras llevarme a los calabozos - dijo ella,
bajando sus ojos oscuros hacia el suelo - Mi antiguo Maestro lo hacía.
De repente Cade recordó una sub esbelta que había entrado en la escena
unos pocos años atrás, y que le había recordado en algunos aspectos a Margaret.
Había pertenecido a un verdadero sádico que a menudo había querido golpear
fuera debido a la forma en que había tratado a la mujer conocida sólo como
"esclava de Mike”.
Demonios, una vez había sido invitado a usar su rostro encapuchado y
dejar que ella le diera la boca mientras su amo le había jodido el culo y otro
Dom había follado su coño. Su amo la había golpeado sin piedad cuando ella no
pudo lograr que todos llegaran a la vez. Ahora, cuando vio la expresión de
miedo en sus ojos, se preguntó si Margaret podría haber sido aquella esclava
indefensa que había alimentado con su polla a través del agujero de la boca de
la capucha de piel.
-No vamos a hacer escenas de mazmorra. No puedo correr el riesgo de
ser descubierto tampoco. Vamos. No necesitaremos ir a los clubes de sexo. Mi
calabozo personal nos espera. Puedes llevar el collar como mi esclava en
privado.
***
Unos minutos más tarde, se precipitaban hacia el oeste por la I-20 en el
Lincoln Navigator de Cade, pasando Weatherford.
-¿Dónde está tu cabaña? - preguntó Margaret una vez que Cade giró
fuera de la interestatal hacia la carretera de Mineral Wells.
Cade levantó su falda y ahuecó su desnudo coño recién afeitado.
-En el Norte de Possum Kingdom State Park. A unas ciento veinte millas
de Dallas. Me encanta sentir tu coño tan suave y desnudo para mí. Húmedo
también. ¿Ansiosa, nena?
-Me estoy quemando.
La penetró con un dedo, que avivó su llama.
-¿Has tenido algún problema para ponerte el diafragma?
***
Cade salió de la carretera por un camino rural y se detuvo bajo un dosel
de álamos y pinos altos. Los arbustos ya mostraban los colores del otoño, rojos y
dorados proporcionando un poco de intimidad, intimidad que Margaret
esperaba que usara para aliviar el dolor de ella en frenesí de frustración sexual.
Capítulo cuatro
La luz de la luna se filtró a través de los vidrios polarizados del
Navigator3, la esfera dorada silenciada por un resplandor de bronce.
Entonces todo fue oscuridad cuando Cade alzó su rostro alejándolo de su
polla y bajó una capucha suave y ajustada sobre sus ojos y cara. Con
movimientos lentos y seguros él la ató apretadamente alrededor de su cabeza,
envolviéndola suavemente en una negra oscuridad.
Margaret odiaba la oscuridad, odiaba ser encapuchada porque lo
asociaba con las mazmorras, con ser compartida con los amigos de su antiguo
Dom, con ser humillada.
De alguna manera, sin embargo, con Cade la oscuridad le daba la
sensación de estar segura y protegida.
Sus otros sentidos se hicieron cargo, dispuestos a disfrutar de los sonidos
de su respiración, el ronroneo del motor cuando se volvió a encender. Los
omnipresentes olores del sexo que habían compartido parecían más intensos.
Ella se sentó y disfrutó de la sensación del asiento de cuero fresco vibrando
suavemente contra su caliente coño hinchado.
-Tengo un colega, otro firme seguidor de nuestro estilo de vida, que
condujo hasta aquí antes. Él te pondrá mi anillo - dijo Cade cuando detuvo el
coche unos minutos después y apagó el motor. - Lo haría yo mismo, pero no
quiero que me asocies con el dolor que no produce placer. Hay dos cosas que
exijo de mi esclava. La primera es que lleves mi anillo. Puesto que deseas
mantener nuestra relación privada, voy a colocarlo donde sólo tú y yo vamos a
verlo. El amigo que me ayudará a colocarlo nunca vera tu cara, y por eso te puse
la capucha. Te explicaré mi segundo requisito más tarde.
Con los dedos entrelazados, la condujo a través de la oscuridad. Una
fresca brisa sopló, el olor ligeramente a pescado. Húmedo también. Su cabaña
debía estar cercano a uno de los dedos de los lagos de Possum Kingdom's. Los
labios vaginales hinchados de Margaret y sus pezones surgieron a la vista junto
con la piel de gallina, porque el aire que caía esa noche no era frío, pero sin
duda era fresco. Los tablones crujieron bajo sus pies y cuando un tacón de aguja
quedo atrapado entre ellos ella habría caído si no fuera por el movimiento
3
Navigator: Un modelo de coche de alta gama
rápido que Cade hizo para sostenerla contra su duro cuerpo antes de dejarla
caer sobre una superficie de madera más estable y suave.
- Fácil, ahí. Y bienvenida a mi sala de juegos. - Su tono transmitió orgullo
y diversión. - Tres habitaciones, dos baños, una cocina totalmente equipada, una
chimenea en el gran salón y una sala de juegos muy especial en la planta baja.
Espero que apruebes los cambios que he hecho para dar cabida a nuestro estilo
de vida. Puesto que no puedes ver, yo te llevaré.
Como si ella no fuera más pesada que un niño, Cade la levantó y la llevó
por lo que parecía una relativamente empinada escalera. Dio unos pasos en un
terreno llano, entonces la puso sobre una superficie plana y acolchada, ¿una
mesa de operaciones?
-¿Qué?
-Nuestro amigo ya está aquí. Quédate quieta mientras quito tu ropa - el
contacto de Cade fue suave y sus manos seguras cuando la libró de sus zapatos,
luego de las medias y el liguero, y finalmente del sujetador con los recortes de
los pezones. - ¿Dónde te gustaría tu anillo?
¿Un Dom que dejaba a su sub la elección? A Margaret le gustó eso.
Consideró las posibilidades. ¿En el pezón? ¿En el ombligo? Su clítoris palpitó
justo en ese momento, y ella tomó una decisión. Levantó la mano ciegamente y
le acarició la mejilla sin afeitar.
-En mi clítoris, por favor, Maestro.
Cade le acarició el clítoris todavía hinchado, luego dio un paso atrás.
-Tenía la esperanza de que eligieses este pequeño pedazo caliente de
carne. Tom, esta fue mi elección también.
Ella siempre había querido un anillo en su clítoris, pero nunca había
tenido el coraje de conseguir uno. Ahora, la decisión era suya, él le había dado
una elección. Margaret abrió sus piernas y se relajo, cerrando los ojos detrás de
la capucha. Ella fantaseó sobre Cade tirando de un anillo de oro pequeño con
los dientes, enviando excitantes ondas de calor a su coño y a todo su cuerpo.
Unas manos enguantadas apretaron lo que parecía ser un cinturón ancho de
restricción sobre su cintura, y luego sujeto los brazos por los puños y los
enganchó a los lados de la cinta.
-Sujeta sus piernas en los estribos, Cade - dijo el dueño de esas manos.
Un momento después, Cade levantó las piernas dentro de los estribos
ginecológicos, antes de intercalar una de sus manos entre las suyas.
Su polla se puso dura como una roca cuando imaginó a Maggie allí, su
ano llamándolo mientras yacía para que la penetrara en el ángulo y altura
correctos. Él había acariciado sus pechos llenos y sensibles, dándole mordiscos
de amor en la parte posterior de su cuello, en el punto sensible que había
descubierto la noche anterior, justo por debajo de la línea del cabello.
Sí.
Él tenía que poseerla allí, llenar su pasaje trasero ajustado con su polla,
hacerla gemir, empujar y gritar su satisfacción de nuevo mientras él observaba
cada expresión de sus ojos, cada curva de su cuerpo reflejado en los espejos y lo
imprimía en su memoria. Trabajando con rapidez, él soltó sus ataduras, y luego
frotó sus dedos a través de sus rizos castaños suaves.
Ella lo miró lasciva, ya no era la compañera conservadora sobria sino una
seductora, ansiosa de que la tomara. Tenía que probarla ahora. Cubriendo su
boca, engatusándola para que se abriera a él, su lengua la folló ahí, lento y fácil,
de un modo destinado a cubrir su pequeño culo apretado con su polla.
Entonces la levantó de la mesa y la llevó hasta el columpio, sin romper el beso
hasta que la puso allí, boca abajo, y aseguró sus caderas y muslos, en los
cabestrillos de cada lado del columpio.
-Dame tus manos, nena.
-Cualquier cosa que digas, Maestro.
Su confianza le humilló.
Muy suavemente, ató una mano a cada uno de los puños de velcro para
los cabestrillos de los muslos...
Algo faltaba. El collar. Cade se había olvidado con las prisas de abrochar
el símbolo de su esclavitud alrededor de su esbelto cuello. No le importó, pero,
obviamente, Maggie lo esperaba, ya que había dicho cuando hablaron en su
oficina que sólo usaría su collar cuando participaran en el juego D / s. Metió la
mano en el bolsillo del pantalón, sacó un collar de cuero suave y se arrodilló
junto a su cabeza.
-Quiero que te pongas esto mientras estemos aquí - dijo, mostrándole el
collar ancho, de cuero negro con cierre de oro y anillas de d donde él imaginó
que a veces podría conectar una correa a juego.
-Gracias.
Alzó la cabeza y, dejando al descubierto su garganta, lo miró mientras él
la sujetaba y fijaba el pequeño candado de oro del que guardaría la llave.
***
Mirándose en el espejo, Margaret se dio cuenta de lo indefensa que
parecía, su reflejo desde diferentes ángulos a lo largo de la pared de espejos. Lo
amó. Le encantó estar totalmente poseída por Cade, amó anticipar lo que iba a
hacer después para llevarla a su placer sexual. Con el cuerpo confinado, el
cuello, los brazos y las piernas en cuero negro suave como la mantequilla, los
pechos colgando libres entre sus piernas abiertas, su coño y su ano estaban
abiertos, invitándolo a quedarse allí, a tomarla en cualquier forma que quisiera.
Ella lo imaginó desnudo, dando un paso hacia ella, su polla descansando
contra sus nalgas, la gran barra que lo perforaba proporcionando un contraste
frío con el calor de su carne excitada. Se quedaría ahí, burlándose de ella, sus
bolas rebotando contra su hendidura hinchada hasta que ella le suplicara que la
follara, dejándola venirse.
Se sintió terriblemente, deliciosamente expuesta. Eróticamente indefensa.
No era necesario tomar decisiones ahora. Cade las tomaría por ella. Su clítoris
dolía, no del todo de dolor, pero sin duda si por la excitación. La anticipación se
construyó mientras se imaginaba a él tocándola, amamantándose de ella,
enrojeciendo su carne con las pinzas, látigos y todos los demás avíos del Dom
que era, las herramientas que estaba segura que tendría en esta lujosa
mazmorra aislada. El columpio colgado a la altura justa para que su pene se
alineara a la perfección con su mojado y necesitado coño cuando estuviera de
pie detrás de ella.
Ahora él le sonrió, con los ojos brillantes de promesa sexual, aunque no
hizo ningún movimiento para regresar desde el otro lado de la habitación. Por
la mirada atenta en su hermoso rostro, ella supuso que debió estar pensando en
qué torturas deliciosas usaría para aumentar el placer de ella y el suyo propio.
Siempre le había encantado cómo se veía Cade, grande y poderoso, como
si él pudiera tomar los problemas de todos sobre sus anchos hombros y
resolverlos. Ella miro esos hombros ahora mientras se quitaba la camisa de color
azul pálido. Los bíceps bien desarrollados ondearon, y cuando llegó a su
cinturón, sus músculos abdominales se apretaron. Él curvó el cinturón contra su
gran mano como si supiera que lo estaba imaginando usándolo para calentarle
el culo. Disparándole una mirada atenta, terminó de desnudarse empujando los
pantalones abajo, saliendo de ellos tan pronto como se quitó los zapatos.
De alguna manera se veía más sexy en ese suspensorio de cuero negro
que completamente desnudo.
La bragueta sobresalía, apenas capaz de contener su erección. Estrechas
tiras rodeaban con fuerza sus piernas musculosas, sosteniendo el cuero negro y
ajustándolo perfectamente a su ingle. ¿Cuando se iba a quitar eso, venir y
administrar cualquier disciplina que sintiera que su nueva esclava necesitara?
Cade se acercó, apoyó una mano sobre el suspensorio. Poco a poco, abrió
uno a uno los broches de presión, se desabrochó la bragueta, y luego liberó su
sexo hinchado.
-Voy a joderte el culo, nena, pero no por el momento.
-Sí, Maestro.
Moviéndose detrás de ella, ajustó el columpio una vez más. Inclinándose
sobre ella, le mordió ese punto sensible en la parte posterior de su cuello, justo
por debajo del borde inferior de su cuello. Con cada toque de sus manos, cada
aliento húmedo que le daba, su excitación crecía. Poco a poco, sin urgencia la
impulsó, acariciándola a lo largo de la curva de su columna vertebral.
-Eres una mujer hermosa, y eres toda mía - murmuró él, trazando un
círculo alrededor de su ano con un dedo.
Margaret se empapaba más en cada toque, en cada respiración, el
contacto sexualmente cargado de su lengua mientras le lamía un camino por la
espalda de nuevo.
El reflejo de ella, la imagen de su impotencia, despertó su dominio. Él
mantenía controlada su fuerza, contuvo los músculos bien desarrollados que se
estremecieron mientras sujetaba su espalda. Su preocupación por su bienestar
llegaba a través de cada roce. Debería haberlo esperado, porque él trataba a sus
pacientes con una preocupación similar.
Cuándo exploró los planos de sus muslos y pantorrillas, suspiró.
-No sabes cuántas veces te he mirado, imaginaba tus piernas largas y
firmes envueltas alrededor de mi cintura. De mi cuello.
-Desátame y voy a hacer que la fantasía se haga realidad.
La verdad era que no quería que él la soltara aún. Le encantaba la
sensación de impotencia, confiaba que le iba a entregar un placer aún mayor
del de la pasada la noche... o a un lado de un camino desierto una hora antes.
-Ahora no.
Como si quisiera distraerla, deslizó las manos por el interior de sus
muslos, el columpio acunó su vientre, hasta dar con sus pechos. Le pellizcó los
pezones fuertemente, después calmó las puntas frotando suavemente sobre
ellas con los pulgares. Ella no se esperaba el dolor repentino cuando él hundió
sus dientes en su nalga.
-Mmm… Sabe bien - murmuró, calmando la mordedura con una larga y
lenta vuelta de la lengua. Cuando él inclinó la cabeza más y usó su lengua para
lamer en torno a la delicada piel alrededor de su ano, su coño se contrajo,
anticipando...
Entonces él se detuvo y se alejó, y ella pensó que iba a morir de deseo
insatisfecho.
***
Cade se quedó allí, mirando a su esclava.
Su Maggie.
Su collar marcaba su propiedad, desde la cima de la cabeza a los pies
pequeños pies bien formados.
Dios, amaba la forma en que sus pechos colgaban, los pezones
oscurecieron y se arrugaron, prueba silenciosa de su excitación. Entre sus
pálidos labios vaginales la mancha de la diminuta piedra de su anillo de clítoris
captó la luz, incluso a través del protector de plástico. Cuándo la perforación
sanara, él chuparía y lamería su clítoris cada noche, hasta que ella implorara
momento deseó haber invitado a Tom para ayudarle a darle placer, pero ese
pensamiento se desvaneció rápidamente. Por primera vez en su vida, Cade
quería su esclava para él solo. Su esclava, sí, pero también su amiga... y su
amante.
Él jodió con su lengua su coño, tan profundo y rápido como pudo,
dibujando suaves gemidos en ella. Cuando se detuvo, lamió hacia atrás a lo
largo su hendidura, entonces rodeando su culo fruncido, burlándose de la
abertura con puñaladas cortas de la lengua.
-Por favor, cógeme, Maestro. Pon tu polla dura dentro de mi coño una y
otra vez, déjame correrme - rogó cuando él retiró sus dedos.
-Relájate, Maggie. Deberías saber que tu coño está por unos días fuera de
los límites. Sin embargo entra en el juego este apretado agujero. Voy a follar tu
culo y te encantará. - Entonces él bordeo el culo de nuevo, y hundió la punta de
la rígida lengua dentro de la pequeña abertura fruncida. Levantándose,
recuperó el lubricante y trabajó una generosa cantidad alrededor de él y en su
ano.
Sintió este apretado, malditamente apretado, casi como si nunca nadie
hubiera estado dentro de su culo antes, por lo que roció más lubricante y lo
aplicó a su erección envainada. Sus ojos brillaron con deseo caliente cuando
Maggie contempló su reflejo. La forma en que preparó deliberadamente su
polla prominente con lubricante la hizo temblar - más de anticipación que de
miedo a que Cade le hiciera daño. Su ano se contrajo, el lubricante enfriando el
tejido hinchado por su juego la noche anterior. Casi no podía esperar para
sentirlo estirándola, llenándola con su enorme herramienta, traspasándola. Su
coño se contrajo cuando rodeo su ano con la punta de su polla. Ella se tensó,
esperando que él forzara su entrada dentro de ella, pero en su lugar trabajó un
dedo en su apretado esfínter anal, y luego un segundo.
-Respira profundo, bebé. Relájate. Esto va a sentirse realmente bien.
Retiró sus dedos, colocando su polla, y entró en ella lentamente... con
cuidado. Ella respiró hondo, jadeó, contuvo un grito cuando su carne protestó la
invasión. Su reflejo mostró su enorme polla preparada, enterrada sólo por su
cabeza perforada en su entrada posterior, el otro extremo de su largo eje grueso
rodeado de cuero negro.
-Ábrete para mí, Maggie. Puedes tomarlo todo. Tranquila. Sigue
respirando de esa manera y permíteme follarte.
Capítulo cinco
El sol brillaba a través de follaje brillante del otoño, cuando Cade miró a
través de la claraboya a la mañana siguiente, su erección ubicada en la grieta del
culo de Maggie. Ella era una dormilona, cálida y tierna y relajada de la manera
que él querría siempre que estuviera con él.
Tendrían que levantarse y salir a la calle, caminar a lo largo la orilla del
lago, escuchar las hojas crujiendo bajo sus pies, mientras que una fuerte brisa les
despeinara el pelo. Aquí, no tenían pacientes, ninguna obligación. Pretendía
aprovechar al máximo este tiempo a solas con su amante, su amor.
Sí, ella era su amor. No había ninguna duda al respecto. Él la dejaría
descansar un poco más de tiempo mientras que preparaba el desayuno. Se
inclinó y le dio un beso suave en los labios antes de vestirse silenciosamente y
partir escaleras abajo.
Mientras los pájaros cantaban en el álamo fuera de la puerta de la cocina,
Cade preparó el café, puso vasos de zumo y rebuscó por el armario para
encontrar los ingredientes para unas fajitas de desayuno.
Iban a relajarse... y hablar.
Ahora que se había dado cuenta de que Maggie era su pareja perfecta, él
no estaba dispuesto a dejarla ir, o dejar que su trabajo interfiera
innecesariamente con su vida en común.
Juntos.
Desde el fin de su matrimonio juvenil Cade había utilizado esa palabra
sólo en cuanto a la parte de su vida que pasaba con una sub en la cama, las
horas compartidas con sus residentes en el quirófano o en las rondas, los
momentos robados de amistad arrebatada entre los casos o fuera del horario
laboral. Había mantenido sus sentimientos en compartimentos separados: sexo,
trabajo, actividades recreativas con sus amigos.
Maggie se había metido dentro de él abriendo todas sus puertas. Él
debería estar huyendo para ocultarse, pero lo único que quería hacer era
quedarse, construir el tipo de relación que se había prometido a sí mismo que
nunca arriesgaría.
¿Y si ella sólo quería sexo? ¿Robar horas de sus vidas personales y
profesionales? Cade apretó el mango de la sartén, la otra mano apretada en un
puño. Joder, esperaba que ella no quisiera eso. Después de todo, a lo mejor él
quería demasiado. O ¿no? Sus emociones luchaban entre el deseo, el respeto, la
***
embargo, ella sintió que no quería sólo la satisfacción de sus deseos sexuales, el
control sobre los de ella sino algo más.
Compromiso.
El tipo de compromiso que trasciende del dormitorio, de la mazmorra.
La entrega total que podría robarle todo por lo que había trabajado tan duro.
Su viejo maestro no la había amado. Lo que él había exigido era
puramente físico, superficial. Tal vez por eso ella había aceptado su deseo de
degradación como parte de su sumisión. Si bien había cedido el control de su
cuerpo, ella había conseguido mantener el control sobre su corazón.
Si ella leía bien, Cade era un hombre que querría ser dueño de su cuerpo
y su alma, mandar en cada aspecto de su vida, participar plenamente de todas
sus emociones. Si ella cedía, Margaret Berman la mujer desaparecería, dejando
sólo a Maggie, la sumisa de Cade.
La perspectiva la aterrorizaba.
Ella sería no sólo su amante, sería además su posesión. Maldita sea, no
podía ceder, no podía dejar que la envolviera en un capullo en contra de su
decisión. Sería fácil, tan fácil, ceder y soltar la reserva protectora que la había
salvado del dolor emocional cuando la relación fracasaba y terminaba.
Aún así, su coño convulsionó y su clítoris creció y se endureció cuando se
sentó frente a ella y deslizó hacia abajo sus pantalones de deporte. Ella le había
dado su sumisión sexual, pero no le daría más. Como su antiguo maestro le
había mandado, ella juntó sus manos detrás de su espalda, y luego miró hacia
abajo, a la espera de sus instrucciones.
-Mírame - Él la agarró de la barbilla, su apretón suave, y luego ladeó la
cabeza hacia atrás hasta que tuvo que mirarlo a los ojos.
- Yo hablaré. Mientras escuchas, puedes poner esto en la lengua y hacerle
cosquillas a mi polla con ella.
Quizás la mirada seria en su rostro había señalado su afán de explorar
sólo las vías más sexuales, nada más. Tal vez él no tenía más que horas de
placer en su mente. Margaret lo esperaba. Sonriendo, ella tomó el anillo de la
lengua, con su diminuto vibrador y sustituyó al de oro normal que se había
puesto en la mañana de ayer.
-¿Cómo puedo activarlo?
-Yo lo haré - Levantó un pequeño mando a distancia, girando su control
con el dedo índice y haciendo vibrar la barra contra su lengua. Su mirada se
calentó sosteniendo el deseo, por supuesto, pero ella pensó que había algo más.
Algo que tocaba tanto su corazón como su libido.
Las vibraciones se sentían raras. Despertando, sobre todo al pensar en las
sensaciones que el zumbido podía crear en su polla al enredar el anillo de la
lengua con la barra en su Ampellang. Se sentía más húmeda.
-¿Puedo, por favor lamer tu polla y pelotas, Maestro?
-Sí, por favor.
Ya medio-erecta su polla tembló cuando ella acercó su rostro y sopló
sobre él. Aunque primero, quería probar la superficie rosa suave y oscura de su
escroto. Él tenía un sabor limpio pero almizclado, y cuando ella lo lamió allí,
deteniéndose cada pocos minutos para aspirar primero un testículo y luego el
otro en la boca, él gimió. Las vibraciones del anillo de la lengua de ella
despertaron también una sensación de cosquilleo extendiéndose lentamente por
su cuerpo.
Pronto él estuvo duro como una roca, y ella anheló ahuecar su sexo, pero
no sería buena sub si movía sus manos sin el permiso de su maestro. Cuando
estuvo a punto de perder el equilibrio, él la sujetó.
-Tengo tanto un deber con mi amante y como el que tienes tú por mí. No
hace falta que me preguntes si quieres hacer algo, o mantener una postura como
esa si no es cómoda.
¿Estaba Cade usando juegos mentales de la forma en que su antiguo
maestro solía hacer? Ella no lo creía, pero aún así vaciló antes de traer sus
brazos alrededor y poner sus manos sobre sus musculosos muslos. No
queriendo disgustarlo, ella mantuvo la cabeza quieta y siguió lamiendo sus
bolas con la lengua vibrando hasta que le provocó un gemido, luego pasó a
lamer su eje largo y rígido. La sensación de él agitando su pelo, acariciando el
hueco en la nuca de su cuello, la estimuló aún más que la vibración del anillo de
la lengua, el sabor limpio de él.
-He sabido que era un Dom desde hace quince años, desde que no era
más que un niño novato comprobando su sexualidad. Obtengo placer también
fuera del control sexual - Hizo una pausa, sus palabras suspendidas entre ellos
como si esperara una respuesta - Yo estuve casado hace años, con una mujer
que solo quería sexo vainilla, y he tenido subs que me han proporcionado de
todo menos simple vainilla. Nunca he encontrado una sub con quien compartir
una vida. Hasta ahora. Maggie, nunca voy a interferir con tu carrera, o
-Yo... yo… no. No, Maestro. - No pudo controlar el temblor que recorrió
su cuerpo cuando ella se dio cuenta de que le había disgustado.
-Nena, no te dolerá. Nunca. La única cosa por la que te castigaré es
porque niegues esto - se levantó y la giró hacia él a horcajadas, luego frotó su
pene contra ella a través de sus pantalones de chándal - Y eso sería muy difícil
de hacer - Con una mano suave, él ahuecó su pecho, luego levantó la barbilla y
la miró a los ojos - No quiero hacerte llorar.
-Así que es ¿o bien me caso o te pierdo como maestro?
-Yo no diría eso. Pero yo quiero que nosotros estemos juntos, como
amigos y amantes ante el mundo, y como mi esclava sexual cuando hagamos el
amor. Sé honesta. ¿Quieres eso también?- Él deslizó una mano dentro del
chándal y acarició la húmeda hendidura caliente - Tu coño me está diciendo que
sí, pero quiero oírlo de tus labios bonitos también.
Ella lo quería. No era solo porque llorara su coño por él. Cada célula de
su cuerpo gritaba por que Cade la tomara ahora. Di que me quieres. A mí. No a tu
residente principal especializada. No a tu amiga. Y no a tu esclava sexual tampoco.
-No puedo. Todavía no.
-Yo te quiero demasiado como para permitir que me encierres en una
esquina de tu vida. Lo quiero todo - Él le acarició el clítoris hinchado, su toque
increíblemente suave, increíblemente excitante - Piensa en lo que tenemos
juntos, y todo lo que vamos a perder si dices que no.
¿Qué es el amor si no deseo... y respeto?
¿Estaba ella pidiendo demasiado, queriendo que Cade dijera las palabras
que ella imaginaba no serían nada fácil de decir de su estoico maestro?
Margaret no creía que fuera capaz de discutir con su cuerpo o con su corazón.
Ella no podría verlo todos los días en el hospital y no desear lanzarse a sus
brazos. Él había dicho que le daría le tiempo, pero tenía el presentimiento que
siete años no sería tiempo suficiente para aliviar sus preocupaciones.
Maldita sea, era una cirujana. Ella tomaba decisiones en fracciones de
segundo en el quirófano, generalmente con resultados decentes. ¿Por qué no
tomar una ahora, extender la mano y tomar lo que quería? Ella tomó una
respiración profunda, reunió el coraje que le había permitido dar un paso al
frente y tratar de arrebatar un paciente de las fauces de la muerte.
-Yo no necesito tiempo para decidir. No, si me amas.
-Cariño, te quiero. Nunca pensé sentirme así otra vez, pero lo hago.
***
-Folla mi culo. Por favor - Ella cerró sus labios, esperando su castigo - Lo
siento, Maestro. Haz conmigo lo que quieras.
Cade sintió su cuerpo tenso, como si esperara una reprimenda. Él frotó
sus pezones una vez más, a continuación, la puso encima de él.
-Alcanza el estante y consigue un condón.
Ella salpicó a través de la bañera, obviamente, con prisa para hacer su
voluntad, y regresó con un preservativo envuelto.
-¿Puedo?
-Ponlo en mí - amaba la sensación de sus dedos sobre él, alisando el
delgado látex lubricado sobre la carne caliente, deslizándose sobre su escroto y
sopesando sus testículos en sus palmas.
-Ahora ven aquí. Siéntate en mi regazo y voy a joder tu culo bonito.
Él la agarró por las caderas, la levantó, y coloco la polla enfundada en la
entrada de su apretado paso trasero
-Desciende conmigo. Lento y fácil. Siente el estiramiento, acéptame, toma
mi polla y hazme tuyo.
-Oh, sí, Maestro.
Ella era estrecha. Estaba tan apretada que estaba temeroso de moverse
por miedo a hacerle daño, pero ella no le dio opción. Una vez que lo había
tomado, ella empezó a mecerse, atrás y adelante, fijando el agua en movimiento,
su superficie resbaladiza acariciando sus brazos, su pecho, su espalda. Cuando
ella abrió las piernas aún más, llegó entre ellas, acarició los labios de su coño
increíblemente suaves, encontró su coño a través de ellos e inserto primero dos
y luego tres dedos.
Su gemido complaciente le dijo que estaba cerca. Igual que él. La presión
se construyo en sus bolas. Él la follaba con los dedos, con fuerza, mientras ella
follaba su polla. Con la mano libre, él se estiró, alimentó con un dedo a su boca
mientras ella gritaba su éxtasis. No podía aguantar más. En cuanto su coño se
apretó alrededor de sus dedos y ella retorció de placer, llegó en duros y rápidos
chorros de semen que parecieron alimentar su propio clímax.
-Nunca me había corrido así antes, cuando no estaba confinada.
Horas más tarde Maggie sonrió ante a Cade mientras yacían en la cama,
una mirada de asombro en sus bellos ojos.
Sonrió.
-Estás confinada. Con o sin las cuerdas y los puños y juguetes. Pero yo
también, por primera vez en mi vida, estoy dominado por el amor.
Epílogo
-Ni siquiera pienses en ello - La sola idea de su esclava, su esposa por casi
seis meses, al servicio de otro Dom hacía a Cade ver rojo. Sobre todo ahora que
ella estaba embarazada de su hijo.
-Vamos. Vamos a casa. Tom puede tener esta escena. Yo no lo necesito
más. Si eres buena, voy a atarte y comer tu coño hasta que grites.
Y ella fue buena. Muy, muy buena.
Fin