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Rossemberg Patiño Flórez

16 de septiembre de 2020

Reflexión escrita no. 7 - El pueblo de la misión el pueblo particular de Dios

(elegido para todos)

La denominación, movimiento o agrupación eclesial a que usted pertenece está siendo

muy influenciada/o por un movimiento 'mesiánico'. Muchos pastores han adoptado el

vocabulario y las prácticas de este movimiento. Ellos insisten que la 'iglesia cristiana' ha

abandonado sus raíces hebreas y se ha vuelto demasiado 'griega'. Ellos afirman que la única

manera de vivir una fe real en 'Yeshua' es adoptar las costumbres y liturgia de 'judíos

completos en su mesías'. Se insiste en usar palabras hebreas para denominar las verdades y

las prácticas más importantes de la fe que hasta ahora ustedes han compartido.

Usted se siente inquieto/a ante las nuevas normas, ropa, canciones, danzas, y dialecto del

movimiento. Se abre una clara brecha entre los hermanos que se unen a este 'movimiento

del Nombre' y los cristianos evangélicos de su grupo que todavía no han sido persuadidos.

Se escucha afirmaciones de que 'los paganos y los que han sido paganizados nunca van a

poder comprender lo que el Nombre está haciendo entre nosotros. Estamos construyendo el

Israel del Nombre.'

A pesar de sus reservas ante este movimiento, no se puede negar que hay entre los

amigos que se han unido a ello un compromiso ferviente y aún refrescante, por lo menos

cuando se compara con el nominalismo cristiano que usted ha percibido por varios años en

su congregación y en otras. No es difícil admirarlos.

Un grupo de pastores le cita a usted para preguntarle, 'Hermano/a, no sabemos qué

hacer. Todo esto nos asusta. Pero quizás ellos tienen razón. Ayúdanos'.
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¿Cómo responde usted?

Amados pastores y consiervos en el Señor. Les agradezco grandemente la invitación que

me han hecho para que juntos busquemos aclarar todo este asunto que está revolucionando

nuestras iglesias. La verdad es que todo esto no es nada nuevo. Como pretendo

demostrarles, desde el primer siglo ya existían movimientos judaizantes que pretendían

influenciar a los cristianos no judíos de la época para que adoptaran las prácticas rituales

del judaísmo. Algunos, incluso, exigían la circuncisión. Quiero, de entrada, dejarles clara

mi posición frente a este tema: ellos no tienes la razón.

Quiero dar un repaso a lo que considero son argumentos de peso que desmienten las

ideas mesiánicas.

1). La identificación genealógica de Jesús que hace Mateo en su evangelio es una

intención premeditada para aclararle a su audiencia que Jesús es el nuevo Israel. Mateo

comienza su evangelio con las siguientes palabras: Libro de la genealogía de Jesucristo,

hijo de David, hijo de Abraham. (Mateo 1:1)

Jesús es hijo de David: La identificación de Jesús como hijo de David tiene la intención

de presentarlo como el mesías, ya que Israel esperaba un rey davídico que los librara de la

opresión de sus enemigos.

Jesús es hijo de Abraham: La identificación de Jesús como hijo de Abraham busca hacer

memoria de las promesas hechas a la descendencia del padre de los israelitas. Esto es así

porque Jesús es quien trae bendición a todas las naciones, tal como Dios había prometido

que lo haría la descendencia de Abraham.

Esto tiene dos verdades implícitas. La primera de ellas es que Jesús es el libertador,

aunque no haga las cosas a la manera en que los judíos esperaban. Reconocer a Jesús como
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el Mesías que Dios prometió es también la base de nuestra fe. La segunda es que Jesús es el

nuevo Israel. No el Israel ubicado en un punto geográfico, sino el Israel que está en sinfonía

con la misión de Dios de darse a conocer a todo el mundo y así ser bendición para ellos.

2). Jesús cuestionó el fariseísmo de su época por se estricto en guardar la ley y los

rituales judíos sin un conocimiento profundo de la real voluntad de Dios manifestada en las

Escrituras: amar a Dios y al prójimo (Mateo 23).

En la famosa parábola del buen samaritano encontramos a Jesús cuestionando el apego a

las tradiciones religiosas que impedía que los judíos del primer siglo encarnaran el

verdadero significado de adorar a Dios (Lucas 10:25-37). La expresión de Jesús, “haz esto

y vivirás” (v. 28), centra todo el énfasis de la vida religiosa en el amor real que se expresa

con acciones en favor de los necesitados y no en función de un ritual cultico. Esto

concuerda con lo que dije anteriormente acerca de que Jesús es Israel en el sentido de que

cumple con la misión de Dios al darlo a conocer a todas las naciones. Vivir la verdadera

religión implica dar a conocer a Dios. Por eso el mandamiento más importante es amar a

Dios con todo lo que somos y a nuestro prójimo como a nosotros mismo (Mateo 22:36-40).

3). El cristianismo del primer siglo fue una comunidad mixta que celebró la diversidad y

no se vio en la necesidad de judaizar a quienes no pertenecían a esta raza y no participaban

en los rituales propios del judaísmo.

La iglesia tuvo que lidiar con la pregunta, ¿se puede ser cristiano sin ser judío?, a

medida que la fe en Jesús se fue extendiendo fuera de palestina y los gentiles empezaron a

convertirse. En un principio existió un grupo no pequeño que intentó responder esta

pregunta de forma negativa (Hechos 15:1). Pero después de lo que se conoce como el

concilio de Jerusalén (Hechos 15:6-21) la respuesta fue un rotundo sí. La única norma que
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debía regir a los cristianos judíos y gentiles era el amor. Este amor invitaba a todos los

creyentes a considerarse unos a otros en sus debilidades y no ser tropiezo para nadie (1 Co

10:23-11:1).

4). El apóstol Pablo presenta un argumento muy completo de por qué los cristianos no

judíos no deben adoptar el estilo ritual del judaísmo como si esto los perfeccionara o les

diera algo extra en su relación con Dios. En Romanos 1-11, Pablo desarrolla al menos tres

ideas que rechazan al mesianismo de forma radical.

a). Las obras de la ley no conducen a la justificación (Ro 3-4). Pablo desarrolla todo el

tema de la primacía de Abraham sobre Moisés. De este modo la fe es superior a las obras.

Así, solo la fe en Jesús y no las obras de la ley es necesaria para acercarse a Dios. Esto es

real si eres judío o si eres gentil.

b). Confiar en la ley y en los rituales del judaísmo es un retroceso en la fe y significa

volver a la esclavitud (Ro 5 cf. Gá 3). Todos los que han creído en Jesús han sido libertados

del poder del pecado y del yugo de la ley. Someterse nuevamente a la ley es estar

condenado porque quien viola un punto de la ley se hace transgresor de toda ella (San

2:10). Así, la ley no puede redimirnos. Para eso vino Jesús.

c). Dios cumplió todas las promesas hechas a Israel en Jesús (Ro 10:4). Dios no desechó

a Israel, por el contrario, fue fiel con él y cumplió todo lo que había prometido. Por esta

razón todos los seguidores de Jesús, sin importar su nacionalidad, son el nuevo Israel, el

verdadero pueblo de Dios.

Amados hermanos, en conclusión, no necesitamos hablar un idioma especial para que

Dios nos entienda, no necesitamos realizar ciertas prácticas rituales para que Dios se agrade

de nuestro culto. Nuestro deber e identidad como pueblo de Dios es amarnos unos a otros.
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Nuestra religión no se trata de cómo vestimos o cómo hablamos, se trata de cumplir la

misión que Dios ha asignado a su pueblo: darlo a conocer a todas las naciones para que así

todos los pueblos del mundo se puedan bendecir en Dios.

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