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Introducción de Steven Forti. . . . . . . . . . .

7
Bibliografía seleccionada . . . . . . . . . . . 30

Un vocal español en la Komintern

i. Lo que vi en Rusia en 1924 . . . . . . . . . . . 35


ii. Trotski, organizador del ejército rojo . . . . . . . . 42
iii. Trotski, por dentro . . . . . . . . . . . . . 48
iv. Una entrevista con Bujarin . . . . . . . . . . . 54
v. Viejos planes . . . . . . . . . . . . . . . . 60
vi. Impresiones de Moscú . . . . . . . . . . . . 65
vii. La lucha contra Trotski. . . . . . . . . . . . 70
viii. Entrevista con Stalin . . . . . . . . . . . . 76
ix. La llamada de España . . . . . . . . . . . . . 81
x. Los dirigentes . . . . . . . . . . . . . . . . 88
xi. Mi huida de Rusia . . . . . . . . . . . . . . 93
Otros escritos sobre la Rusia soviética

La Antorcha . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
i. Richef . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
ii. El rataplán de la victoria . . . . . . . . . . . . 106
iii. La situación económica de la Unión Soviética rusa . . . 111
iv. Días de fiesta en Moscú . . . . . . . . . . . . 128
v. La luz inextinguible. . . . . . . . . . . . . . 135
vi. Las cooperativas en Rusia soviética . . . . . . . . 137
vii. La conciencia nueva . . . . . . . . . . . . . 141
viii. Al cabo de siete años del poder proletario . . . . . 157
ix. De mi viaje a Rusia: una conversación interesante . . . 162
Carta Prólogo a Los Soviets. . . . . . . . . . . . 165
Prólogo a La Antorcha Rusa . . . . . . . . . . . . 177
Memorias de mi amigo Óscar Perea. . . . . . . . . 199

Apéndice gráfico . . . . . . . . . . . . . . . 211


Del a mor a l desa mor.
Óscar Pérez Solís y la Rusia soviética

E
n 1930 se publicaba en Francia Deux Russies, un libro en
que un joven excomunista, Paul Marion, relataba su re-
ciente experiencia en la Unión Soviética1. Tras haber di-
rigido con éxito la sección de Agit-Prop del Partido Comunista
Francés (PCF), en noviembre de 1927 Paul Marion viajó a la URSS
donde se quedaría hasta febrero de 1929 para asistir a los cursos
de la Escuela Marxista-Leninista de Moscú. Poco después de su
regreso a París, Marion abandonó el PCF y empezó una trayectoria
zigzagueante en la Francia de los años treinta que le llevó primero
al neosocialismo de Marcel Déat, luego al Partido Popular Francés
de otro excomunista, Jacques Doriot, y finalmente a la secretaría
general de Información y Propaganda del régimen de Vichy. Según
Marion, tal y como explicaba en Deux Russies, existían dos Rusias
antagónicas: una era la oficial que aparecía en los discursos de Sta-
lin; la otra era la que descubrió en charlas con comunistas y no co-
munistas rusos y que demostraba el estatalismo imperante, el fin de

1.  Paul Marion, Deux Russies, París, NSE , 1930.


7
las conquistas de la revolución de Octubre y el menor rendimiento
del sistema soviético respecto al capitalismo2.
El libro de Marion no era una excepción en el panorama edi-
torial europeo de aquellos años: se insertaba en toda una serie de
publicaciones más o menos sensacionalistas sobre el Estado de
los Soviets que se oponían a la visión hagiográfica de las publi-
caciones comunistas. En muchos casos los autores eran figuras
del ya consolidado mundo anticomunista, que se movían en los
entornos de la derecha reaccionaria o fascistizante y de la Entente
Internationale contre la IIIe Internationale, fundada en Ginebra
en 1924 y que se estaba expandiendo muy rápidamente en todos
los países del Viejo Continente. En otros casos se trataba de via-
jeros más o menos críticos con el bolchevismo que habían estado
en la Unión Soviética después del Octubre de 1917 por razones
políticas, comerciales o periodísticas. Y, en otros casos, los que
escribían estos libros eran exdirigentes comunistas que habían
abandonado el comunismo y que relataban sus vivencias en el
país de los Soviets, aprovechando sus conocimientos del funcio-
namiento interno de los partidos comunistas, de la Internacional
Comunista (IC) y de la vida política soviética3.
2.  Sobre Paul Marion, véase Steven Forti, El peso de la nación. Nicola
Bombacci, Paul Marion y Óscar Pérez Solís en la Europa de entreguerras, San-
tiago de Compostela, USC, 2014, cap. II. También, Íd., «Da Mosca a Vichy.
Paul Marion (1899-1954), una biografia intellettuale», Storia e problemi con-
temporanei, núm. 71 (2016), pp. 113-138.
3.  Para una visión panorámica véanse, entre otros, Sophie Coeuré, La
grande lueur a l’Est. Les Français et l’Union soviétique, 1917-1939 , París, Seuil,
1999; Juan Avilés Farré, La fe que vino de Rusia. La revolución bolchevique y los
españoles (1917-1931), Madrid, Biblioteca Nueva, 1999; Eduard Riu-Barrera
(ed.), Viatge a la Rússia soviètica. Visions catalanes de l’URSS (1920-1941), Bar-
celona, L’Avenç, 2017.
8
En aquel entonces, otro excuadro del Partido Comunista
Francés de los primeros tiempos, Maurice Laporte, empezaba a
tener una cierta visibilidad mediática gracias a una serie de pu-
blicaciones que explicaban, desde una perspectiva marcadamente
anticomunista, los entresijos de la política de la Internacional Co-
munista y del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS)
y sus «tentaculares» presencias en los países occidentales4. Y no
sería el único.
Efectivamente, también en España, allá por 1929-1930, otro
exdirigente comunista, Óscar Pérez Solís, empezaba a publicar
algunos textos en los que recordaba su experiencia en la Unión
Soviética de 1924 y explicaba, con una no desdeñable base teó-
rica, las razones que le habían llevado a abjurar del comunismo.
Y donde, de forma similar a Marion, hablaba de la existencia de
dos Rusias antagónicas, la real y la de la propaganda comunista.
Volvería sobre ello más tarde, durante el primer franquismo, con
la serie de artículos titulada Un vocal español en la Komintern que
se publican ahora por primera vez todos juntos. Antes de hablar
de la experiencia soviética de Pérez Solís, véamos quién era este
peculiar político, periodista, escritor y exmilitar de la España de
la primera mitad del siglo XX.

4.  Maurice Laporte, Les Mystères du Kremlin (dans les Coulisses de la III
Internationale), París, La Renaissance Moderne, 1928 e Íd., Espions rouges.
Les dessous de l’Espionnage soviétique en France, París, Alexis Redier, 1929.
Para una biografía de este político y periodista francés, véase David Saint-
Pierre, Maurice Laporte, une jeunesse révolutionnaire. Du communisme à
l’anticommunisme, 1916-1945, Sainte-Foy, Québec, Presses de l’Université La-
val, 2006.
9
Óscar Pérez Solís, del socialismo
al falangismo 5

Hijo de un militar y de una «noble en decadencia», como el


mismo relató en sus memorias noveladas, Memorias de mi amigo
Óscar Pérea, Óscar Pérez Solís (Bello, Asturias 1882 - Valladolid,
1951) vivió su infancia entre Galicia y Asturias6. En 1898 entró
en la Academia de Artillería de Segovia, y llegó a ser teniente a los
21 años. Alrededor de 1905, en Las Palmas, la amistad con el sol-
dado Juan Salvador lo acercó al anarquismo, pero sería un amor
que duraría poco. La vuelta a la Península –esta vez Valladolid–,
la muerte de Juan Salvador y las lecturas de los clásicos del mar-
xismo lo acercaron pronto al socialismo: en noviembre de 1909
visitó por primera vez el Centro Obrero Pucelano, donde cono-
ció al líder socialista local, Remigio Cabello, y en abril de 1910
ingresó en la Agrupación Socialista Vallisoletana. Desde aquel
entonces fue cada vez más activo –publicando con frecuencia en
el semanario Vida socialista y escribiendo un panfleto titulado
Acción integral del proletariado (1912)– hasta que el 12 de junio de

5.  Para una biografía de Óscar Pérez Solís, véase Steven Forti: El peso de
la nación…, cap. III; Íd., «Un rojo nella Falange. La deriva fascista di Óscar
Pérez Solís», Spagna Contemporanea, núm. 48 (2015), pp. 105-128; Antonio
Rivera, «Oscar Pérez Solís. Del internacionalismo comunista al fascismo es-
pañol», en Xosé M. Núñez Seixas y Fernando Molina Aparicio (Eds.), Los
heterodoxos de la patria. Biografías de nacionalistas atípicos en la España del
siglo XX, Granada, Comares, 2011, pp. 101-128; Salvador Carrasco Calvo,
«Oscar Pérez Solís: del socialisme a la contrarevolució», Perspectiva Social,
núm. 11 (1978), pp. 55-78.
6.  Óscar Pérez Solís, Memorias de mi amigo Óscar Perea, Madrid, Rena-
cimiento, 1931.
10
1912 se le obligó a dejar el Ejército. Este acontecimiento consagró
definitivamente su vida a la política.
En la Valladolid de los años diez, Pérez Solís alcanzó cierta
fama: fundó con Cabello el semanario socialista Adelante, se pre-
sentó en varias ocasiones a las elecciones –logró ser elegido con-
cejal–, y lideró la famosa huelga de los ferrocarriles de 1916 y la
huelga de marzo de 1917. El fracaso de esta última huelga y las
críticas por su conducta lo llevaron a dimitir y darse de baja del
Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Pérez Solís se quedó
entonces alejado del partido, apoyando posiciones que él mismo
no se preocupó de definir como cercanas a la izquierda monár-
quica. Intentó fundar –sin éxito– un nuevo partido «socialista
aristocrático» (el PSI), escribió para periódicos prestigiosos como
El Sol y España, además de resumir su visión política en el opús-
culo El Partido Socialista y la acción de las izquierdas (1918), y fue
promotor –tras conocer al político catalán Francesc Cambó, líder
de la Lliga Regionalista– de un regionalismo castellano dentro
de una España federal. En septiembre de 1920, recién elegido di-
putado provincial para la Diputación, tuvo que dejar la capital
castellana por una sentencia de destierro, consecuencia de un ar-
tículo acusatorio contra el cacique local, Santiago Alba.
Confiando en su moderantismo, Indalecio Prieto lo llamó a
Bilbao para dirigir La Lucha de clases, el periódico de los socialis-
tas vascos, pero el contacto con la realidad obrera vizcaína, tan
distinta de la tranquila Valladolid, provocó un fuerte giro hacia
la izquierda en sus posiciones. De partidario del ala derecha del
PSOE , favorable a un socialismo práctico que superase la fórmula
de «clase contra clase» y que defendiese una democracia antica-
ciquil, Pérez Solís se convirtió de repente en uno de los más ra-
11
dicales promotores de las tesis tercerinternacionalistas: en el III
Congreso Extraordinario del PSOE de abril de 1921, fue él quién
leyó la declaración de escisión y de fundación del Partido Co-
munista Obrero Español (PCOE), que en noviembre del mismo
año, gracias a la paciente labor diplomática del enviado de la IC,
el italiano Antonio Graziadei, se fusionaría con el Partido Co-
munista Español –fundado en abril de 1920 por las Juventudes
Socialistas– y daría vida al Partido Comunista de España (PCE).
En los siguientes «años terribles», como él mismo los definió
en sus memorias, Pérez Solís lideró a los comunistas vizcaínos con
su inagotable activismo, que muchas veces transpasaba la delgada
línea que lo separaba de la violencia. Sus principales adversarios
en el campo obrero eran, además de los socialistas, los anarquistas
de la Confederación Nacional del Trabajo, a los que dedicó un
panfleto, Cartas a un anarquista (1923), con el objetivo de con-
vencerlos de los errores teóricos y prácticos del anarquismo y de la
bondad del comunismo. En agosto de 1923 fue herido gravemen-
te por el asalto de la policía a la Casa del Pueblo de Bilbao, donde
estaba al frente de un comité de huelga. Dirigió La Bandera Roja,
colaboró con L’Humanité y fundó en verano de 1921 Las Noticias,
un periódico comunista financiado por los nacionalistas vascos
con el imprimátur del obispo Eijo y Garay que tuvo un breve,
pero interesante, recorrido. Después de la instauración de la dic-
tadura del general Primo de Rivera, en verano de 1924 Pérez Solís
participó en el V Congreso de la Internacional Comunista en
Moscú y fue nombrado delegado español en la IC. Además, entre
finales de 1924 y la primavera de 1925 fue designado secretario
del PCE, e intentó reorganizar en la clandestinidad el pequeño
partido. Pérez Solís atacó duramente las posiciones de los cene-
12
tistas moderados Joan Peiró y Ángel Pestaña –resulta ejemplar a
este respecto el opúsculo A propósito de un folleto. Trayectoria de la
Confederación Nacional del Trabajo (1926)–, coincidiendo en un
primer momento con Joaquín Maurín y en un segundo momento
con José Bullejos y Gabriel León Trilla.
Detenido en Barcelona el 13 de febrero de 1925, fue encarcela-
do en Montjuic, desde donde siguió su labor en el PCE como di-
rector de La Antorcha, el órgano oficial del comunismo español,
defendiendo la línea de la dirección del partido representada por
Bullejos y Trilla contra las «desviaciones» de Zalacaín y Maurín,
entre otros. Las charlas con el Padre Gafo, un domínico activo en
el sindicalismo libre, lo llevaron a convertirse al catolicismo y a
abjurar del comunismo: en agosto de 1927 salió de la cárcel y des-
de 1928 trabajó en la administración de CAMPSA en Valladolid.
Allí, entre el final de la dictadura primorriverista y la instauración
de la Segunda República, cobró nuevo protagonismo dirigiendo
el periódico católico Diario Regional. En los años siguientes escri-
bió en la prensa católica y de derechas tanto vallisoletana como
nacional, se acercó cada vez más a las posiciones de la derecha ra-
dical, llegó a colaborar con la revista Acción Española de Ramiro
de Maeztu y se afilió pronto a Falange.
El 18 de julio de 1936 Pérez Solís se encontraba en Oviedo
como enlace de los sublevados. En la capital del Principado estu-
vo al mando de una compañía en la defensa de la ciudad, sitiada
por la tropas republicanas, como el mismo relató en Sitio y defensa
de Oviedo (1937). Nombrado Delegado Sindical y Delegado de
Trabajo en Valladolid en julio de 1938, acabada la Guerra Civil se
retiró a la vida privada. Continuó su actividad periodística: du-
rante los años cuarenta publicó en un sinfín de diarios y ­revistas,
13
como El Español, El Norte de Castilla, Libertad, Diario de Barce-
lona y Arriba entre otros, y recibió el Premio Nacional de Perio-
dismo Francisco Franco en 1943. Tampoco desdeñó los ensayos:
y en 1947 –después de los panfletos de su época socialista y co-
munista, de sus memorias tras la conversión al catolicismo y de la
crónica de la defensa de Oviedo– publicó un estudio sobre el que
fue, junto a Joaquín Costa, su referente intelectual, el cántabro
Ricardo Macías Picavea. Murió en Valladolid el 26 de octubre de
1951, a la edad de sesenta y nueve años.

El viaje a la Unión Soviética


de Pérez Solís

Centrémonos ahora en el viaje a la Unión Soviética de Pérez So-


lís. Para el recién fundado PCE los primeros años veinte fueron un
periodo extremadamente difícil debido a las peleas internas, las fre-
cuentes detenciones y la incapacidad de estructurarse, más aún des-
pués de la instauración, en septiembre de 1923, de la dictadura de
Primo de Rivera. Como se mencionó en las páginas anteriores, Pé-
rez Solís fue un protagonista de esta etapa del comunismo español.
Después de haberse recuperado de la herida causada por los su-
cesos de agosto de 1923 en Bilbao y después de las curas recibidas
en Valladolid entre enero y marzo de 1924 –donde vivió, según el
mismo relató unos años más tarde, una primera crisis política y un
primer acercamiento a la religión católica–, el entonces líder co-
munista huyó a Francia en junio de 1924. Se quedó un par de días
en París, utilizando el nombre de Telesforo de Uribe Echevarría,
y luego, a través de Colonia y Berlín, tres días y medio más tarde
14
llegó a la frontera con la URSS. Rumbo a Moscú, el excapitán de
artillería dio en la estación de Richef un discurso en castellano que
un griego que lo acompañaba tradujo al ruso. La estancia de Pérez
Solís en la patria del proletariado duró alrededor de un mes, justo
el tiempo de participar como representante del PCE, junto al histó-
rico líder obrero Acevedo y al más joven Rojas, en las sesiones del V
Congreso de la IC, que tuvo lugar en Moscú entre el 17 de junio y
el 8 de julio de 1924. Ahí fue nombrado miembro del Comité Eje-
cutivo de la Internacional Comunista7. Pérez Solís tuvo también el
tiempo de presenciar el III Congreso de la Internacional Sindical
Roja (Profintern) –donde, junto a Feliciano Alonso y en represen-
tación de las minorías de la Unión General de Trabajadores (UGT),
se incorporó a la delegación oficial española que asistía al cónclave,
integrada por Maurín, Grau, Vall y Desiderio Trilla– y algunas
manifestaciones oficiales, como la de doscientos mil trabajadores
delante de la Casa de los Sindicatos de Moscú8.
7.  En sus memorias inéditas, Isidoro Acevedo recordaba: «Me acompa-
ñaron en la delegación otros dos camaradas y un ex-capitán de triste recuerdo
de quien no pudimos conseguir, como era nuestro deseo, que interviniese en
sesión plenaria. [...] Por lo visto, comenzaba ya a entrar en «crisis espiritual»
el hombre que después había de ser captado por mi contrincante el P. Gafo»,
en Isidoro Acevedo, Autobiografía, Moscú, 1939, 26 pp. (la cita en p. 20), en
Archivo Histórico del Partido Comunista de España, Sección: Dirigentes,
Isidoro Acevedo, Caja 1, Carpeta 2. El «excapitán de triste recuerdo» es ob-
viamente Óscar Pérez Solís.
8.  Más allá de las informaciones que proporciona el mismo Pérez Solís
en diferentes textos publicados en los años veinte y en los años cuarenta, la
reconstrucción del viaje a la URSS en 1924 se debe también a los documentos
conservados en el Archivo Histórico del Partido Comunista de España y a las
noticias aparecidas en La Antorcha en aquellos meses. Entre otros artículos,
véase Ramón Merino Gracia, «Desde Barcelona. La tercera delegación a Ru-
sia», La Antorcha, 20-VI-1924.
15
En la capital rusa, Pérez Solís fue ayudado por el dirigente
comunista italiano Amadeo Bordiga y, sobre todo, por el cata-
lán Andreu Nin –futuro líder del Partido Obrero de Unificación
Marxista (POUM), asesinado en la primavera de 1937 por los es-
talinistas– que le sirvieron de intérpretes. Pudo también entrevis-
tarse con algunos de los máximos dirigentes bolcheviques: Stalin,
Trotski, Zinoviev y Bujarin. Gracias a lo relatado en las páginas
de El Español de Juan Aparicio entre 1942 y 1943, sabemos que
Pérez Solís, que se alojaba en el Hotel de París de la capital sovié-
tica, visitó el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja, pero también
«campos y fábricas, «isbas» y habitaciones proletarias del «barrio
rojo» de Moscú, cuarteles y campos de instrucción», además de
asistir a «memorables y penosas conferencias» de Djerzinski, Bu-
jarin, Zinoviev, Lozovski y Manuilski9. Según sus recuerdos,
presenció también en el campo de maniobras de Kadinka una
revista a las fuerzas mandadas por Frunze, «con la entrega de
una bandera de la «Commune» de París al Soviet de Moscú»10
y, antes de regresar a España, tuvo tiempo de visitar rápidamente
Leningrado, Jarkov, las fábricas textiles de Ivanovo-Vosnesansk y
la selva de Bogadovskoje.
La experiencia rusa de Pérez Solís, sin embargo, duró poco. A
finales de julio de 1924, aprovechando una amnistía decretada
por el Directorio de Primo de Rivera, regresó a España y se insta-
ló en Valladolid, donde vivió sometido a una estrecha vigilancia y
en la incertidumbre de saber si continuaría en la actividad política
debido al cansancio que le generaba el clima interno que se había
9.  Óscar Pérez Solís, «Lo que vi en Rusia en 1924», El Español, 21-XI-1942.
10. Íd., «Un vocal español en la Komintern. II. Trotski, organizador del
Ejército Rojo», El Español, 28-XI-1942.
16
creado en el seno del PCE. La correspondencia que Pérez Solís
tuvo en aquellos meses con Alejandro Lerroux demostraría su in-
terés en buscar otros caminos. Probablemente Pérez Solís pensaba
instalar una oficina para el comercio con la Rusia soviética, pro-
yecto que jamás consiguió realizar11.

Un voc al espa ñol en l a Kominter n

Sobre esta breve experiencia en la Unión Soviética de 1924, Pérez


Solís volvió dieciocho años más tarde, cuando se había cumpli-
do ya su deriva fascista, utilizando la sugerente expresión acuña-
da por el historiador suizo Philippe Burrin12. A finales de 1942,
el que fue por algunos meses secretario general del PCE era ya
un falangista convencido, además de un fiel católico. En otoño
de aquel año, Pérez Solís, que acababa de cumplir sesenta años,
comenzó a escribir para El Español de Juan Aparicio, periódico
recién fundado con el que mantuvo una ininterrumpida colabora-
ción hasta 1947. No debió de ser casual que Pérez Solís escribiera
para un semanario –«de la política y del espíritu», como se leía en
su portada– cuyo director había tenido una trayectoria similar a
la suya. En sus años mozos, Aparicio, que en 1931 fundó, junto a
Ramiro Ledesma Ramos, La Conquista del Estado, y se convirtió

11.  Salvador Carrasco Calvo y Xavier Cuadrat, «Óscar Pérez Solís y la


táctica comunista ante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1924) (Corres-
pondencia inédita entre Pérez Solís y Lerroux)», Perspectiva Social, núm 16
(1980), pp. 123-153.
12.  Philippe Burrin, La dérive fasciste. Doriot, Déat, Bergery 1933-1945,
París, Seuil, 1986.
17
en uno de los primeros fascistas españoles, había militado por un
breve periodo en las izquierdas. Y no fue el único13.
Tampoco fue casualidad la temática de esta primera cola-
boración con El Español: su estancia en la Rusia Soviética. No
nos olvidemos del contexto político y militar: en noviembre de
1942, cuando se publica el primero de los once artículos de la
serie Un vocal español en la Komintern, la Wermacht lleva casi
un año y medio luchando en el frente ruso y desde el verano
de 1941 un contingente español –la División Azul– combate
al lado de alemanes, italianos, húngaros y rumanos contra el
Ejército rojo. Fueron 47 mil los españoles que lucharon en el
frente ruso, de los cuales unos 5 mil murieron en combate, has-
ta el regreso de la División en noviembre de 1943, excepto un
contingente de voluntarios que se quedó hasta el marzo siguien-
te –la Legión Azul– y algunos centenares que se incorporaron
en la Wermacht o en las Waffen-SS y que siguieron al lado de
los nazis hasta el final de la guerra14. Además, el periodo en que

13.  Sobre Ramiro Ledesma Ramos, La Conquista del Estado y el naci-


miento del fascismo español, véase, entre otros, Ferran Gallego, Ramiro Le-
desma Ramos y el fascismo español, Madrid, Síntesis, 2005 y Luciano Casali,
Società di massa, giovani, rivoluzione. Il fascismo di Ramiro Ledesma Ramos,
Bolonia, CLUEB, 2002. Sobre los otros tránsfugas españoles del periodo de
entreguerras, véanse, más allá de la visión panorámica presentada en Steven
Forti, El peso de la nación…, pp. 421-434, también las únicas dos biografías
existentes: Xose M. Núñez Seixas, La sombra del César. Santiago Montero
Díaz, una biografía entre la nacion y la revolución, Granada, Comares, 2012 y
Jesús C. Rodríguez Arroyo, Nicasio Álvarez de Sotomayor Gordillo y Aguilar.
Auge y ocaso de un anarcosindicalista, Sarrión, Muñoz Moya Editores, 2015.
14.  Sobre la División Azul, véase el reciente libro de Xosé M. Núñez
Seixas, Camarada invierno. Experiencia y memoria de la División Azul (1941-
1945), Barcelona, Crítica, 2016.
18
se publican los once artículos de Pérez Solís –entre noviembre
de 1942 y marzo de 1943– marcan el momento crucial de los
acontecimientos bélicos, con la rendición en Stalingrado del
Generalfeldmareschall Friedrich Paulus el 2 de febrero de 1943,
tras más de cinco meses de batalla. Es importante tenerlo en
cuenta mientras se lee Un vocal español en la Komintern a tenor
de las referencias que aparecen entre líneas en el presente en el
que escribe Pérez Solís: no se nombra, por ejemplo, la División
Azul, más allá de una mención indirecta en el último artículo
de la serie; y la Internacional Comunista –o Komintern–, que
se sitúa, de alguna manera, en el centro de la narración, será
disuelta pocos meses después, en mayo de ese mismo año.
Además de la información que nos proporciona sobre la estan-
cia soviética del que fue líder comunista, un análisis más detenido
del texto nos permite entrever cuales eran las ideas del Pérez Solís
falangista, empezando por el anticomunismo, que era uno de los
ejes de la propaganda del régimen franquista. En el primer artí-
culo de la serie, Pérez Solís afirmaba que en la URSS se percató
de que la experiencia comunista era «un completo fracaso» y que
«el peligro bolchevique no tardaría en tener caracteres harto más
graves […] que las propagandas subversivas alimentadas, no tan
pródigamente como se ha fantaseado, por el consabido «oro de
Moscú»»15. La reconstrucción de su experiencia se unía a una
reflexión no exenta de cierta verdad sobre su manera de concebir
el comunismo –«en mi comunismo había no pocas reminiscen-
cias religiosas y patrióticas»– y a la clásica crítica del materialis-
mo marxista, que le llevó a afirmar «¿Moral tenemos aquí [en la

15.  Óscar Pérez Solís, «Lo que vi en Rusia en 1924», El Español, 21-XI-1942.
19
URSS], donde todo se calibra por el determinismo de los modos
de producción?»16.
Pérez Solís no se olvidaba del contexto en el cual se encontra-
ban España y Europa: sus recuerdos de la Rusia de 1924 estaban
repletos de referencias antisemitas –los dirigentes bolcheviques eran
todos judíos, un refrain típico de la propaganda antibolchevique– y
en ellos afloraba la esperanza (y cierta seguridad) de la victoria de
los nazis en el frente del Este. No faltaban continuas referencias al
interés que, según Pérez Solís, despertaba España en 1924 en los
dirigentes soviéticos, una evidente consecuencia de la propaganda
franquista de la Guerra Civil. Aunque consideraba que había ido
a Rusia «cargado de ilusiones» y que no le «habían tratado mal
en Moscú»17, el excapitán de artillería subrayaba la falsedad de la
propaganda soviética y el peligro de una invasión asiática en la Eu-
ropa cristiana. Las «hordas agrupadas por Moscú bajo la bandera
de la hoz y el martillo» no tenían nada más que instintos primarios;
la predicación comunista se basaba en la «superchería de crear un
mundo feliz mediante la supresión del espíritu, es decir, mediante
la extirpación –fuera mejor decir castración– de lo único noble, por
divino, que hay en el hombre»; el comunismo en Rusia no existía
ya que la URSS «no pasaba de ser un capitalismo de Estado»18. El
antimaterialismo y el anticomunismo se entrelazaban al naciona-
lismo –ejemplificado en la nostalgia de la patria lejana– y, sobre

16. Íd., «Un vocal español en la Komintern. III. Trotski, por dentro», El


Español, 5-XII-1942.
17. Íd., «Un vocal español en la Komintern. IX . La llamada de España»,
El Español, 30-I-1943.
18. Íd., «Un vocal español en la Komintern. XI. Mi huida de Rusia», El
Español, 13-III-1943.
20
todo, a la religión católica –con los amplios relatos del problema
religioso en la Rusia soviética y de las iglesias de Moscú atiborradas
de feligreses– que entroncaban con la trayectoria humana de Pérez
Solís, además de con el clima cultural y político de la España na-
cionalcatólica. Aunque, como se verá, el exlíder comunista añadía
algún que otro matiz, se trata, a grandes rasgos, de los tópicos del
discurso anticomunista que se había consolidado durante los años
de entreguerras19.
Sin embargo, Un vocal español en la Komintern no resulta un
documento interesante sólo para la reconstrucción del itinerario
político de un personaje indudablemente sui generis como su autor,
o para poder detectar determinadas contrucciones del imaginario
cultural de la España del primer franquismo. La serie de artículos
que se puede leer a continuación de esta introducción es también
un texto de amena lectura, gracias a la pluma de Pérez Solís: no
es trivial recordar que el asturiano de nacimiento y vallisoletano
de adopción escribió a finales de los años diez en dos periódicos
de gran nivel cultural, como España y El Sol, y que mantuvo una
relación epistular con Miguel de Unamuno. Lo que demuestra
que Pérez Solís fue, más allá de su trayectoria zigzagueante entre
las grandes ideologías del siglo XX, un dirigente peculiar dentro
del movimiento obrero español: buen orador, excelente periodista,
discreto organizador y, sobre todo, ávido lector tanto de literatura
19. Al respecto, véase, Jean-Jacques Becker y Serge Berstein, Histoire de
l’anticommunisme en France, vol. I: 1917-1940, París, Orban, 1987; Guillaume
Bourgeois, «“Au rendez-vous des connaisseurs”. Les ex communistes français
et l’anticommunisme. 1920-1940», Communisme, núm. 62-63 (2000), pp.
13-28; Markku Ruotsila, British and American Anticommunism Before the
Cold War, London-Portland, Cass, 2001; Aurelio Lepre, L’anticomunismo e
l’antifascismo in Italia, Bolonia, Il Mulino, 1997.
21
como de textos téoricos y filosóficos, como se puede percibir fácil-
mente leyendo sus escritos. Una característica, esta última, que era
más única que rara en el comunismo español de los años veinte.
Resultan sugestivas las descripciones costumbristas que Pérez
Solís hace de la Moscú de 1924. Y también los retratos que ofrece
de algunos de los máximos dirigentes comunistas. Si para Bordi-
ga –«un «enfant terrible» de la Komintern»– y Nin –«hombre de
no pequeña cultura para su deficiente formación intelectual y es-
píritu inquieto y volandero»– 20, así como para Maurín, Pérez So-
lís demostraba aún en época franquista una cierta simpatía, por
Trotski sentía una verdadera admiración, juzgándolo como una
«figura de impetuoso hombre de acción, de orador fogoso, su-
gestionador de multitudes y de escritor brillante» y un «hombre
de conversación atrayente, de palabra cálida y culta» que tenía
«cierta semejanza» con «Mefistófeles», llegando a afirmar que en
aquel entonces «simpatizaba» con su «ideología»21. También de
Bujarin habló positivamente, considerándolo «el más simpático y
llano quizá, y por supuesto, el más culto de todos», un «conver-
sador ameno e ingenioso; hombre de sólida y extensa cultura»,
mientras que de Lenin habló siempre con respeto, poniendo de
relieve «su audacia» y sus capacidades22. Distinto el juicio que
20.  Óscar Pérez Solís, «Lo que vi en Rusia en 1924», El Español, 21-XI-1942.
21. Íd., «Un vocal español en la Komintern. III. Trotski, por dentro»,
El Español, 5-XII-1942; Íd., «Un vocal español en la Komintern. II. Trotski,
organizador del Ejército Rojo», El Español, 28-XI-1942; Íd., «Un vocal es-
pañol en la Komintern. VIII. La llamada de España», El Español, 30-I-1943,
respectivamente.
22. Íd., «Un vocal español en la Komintern. IV. Una entrevista con Buja-
rin», El Español, 12-XII-1942 e Íd., «Un vocal español en la Komintern. VII.
La lucha contra Trotski», El Español, 9-I-1943, respectivamente.
22
dio de Zinoviev y Stalin: el primero «era un típico judio […] y en
su alma no había más que dobleces y sinuosidades» y el segundo
era un «mal orador y pobre teorizante» que «se hizo, no obs-
tante, el amo». Del líder soviético daba también una pintoresca
descripción: «Tenía agraciado el rostro, aun de traza juvenil, y,
salvo aquel bigote recortado con figura de cepillo, nada en él
descomponía un conjunto de belleza varonil». Y añadía: «Stalin
podría ser un chacal, pero Zinoviev era un sapo»23. De todos
modos, Pérez Solís consideró que Stalin era «mucho más realis-
ta» que Trotski, que le pareció que padeciese el defecto «enorme
de dejarse llevar por la fantasía»24.
Describiendo las luchas abiertas tras la muerte de Lenin, Pé-
rez Solís dividía a los dirigentes bolcheviques entre intelectuales
(Lunacharski, Bujarin, Krassin, Sverdlok, Radek) y políticos (Zi-
noviev, Kamenev, Stalin, Rykov), más allá del «pelotón mediocre,
pero cargado de doblez y deslealtad» de los Litvinov, Molotov,
Manuilski y Lozovski. El excapitán de artillería apuntaba que
Trotski «era demasiado intelectual, y desde luego, poco ruso para
acaudillar la nueva «Horda de Oro»» y subrayaba que la «guerra
despiadada y cruel» la ganó «el más perverso de todos», es decir
Stalin25. De todos modos, y aquí hay otra consideración que no se
encuentra en la vulgata anticomunista y que resulta peculiar para
haber sido publicada en un periódico falangista de principios

23. Íd., «Un vocal español en la Komintern. VIII. Entrevista con Stalin»,


El Español, 23-I-1943.
24. Íd., «Un vocal español en la Komintern. III. Trotski, por dentro», El
Español, 5-XII-1942.
25. Íd., «Un vocal español en la Komintern. VII. La lucha contra Trots-
ki», El Español, 9-I-1943.
23
de los años cuarenta, Pérez Solís no negaba el ascetismo de los
­revolucionarios soviéticos, que «vivían […] de un modo sencillo y
austero» y que, aunque «eran, sin duda, unos fanáticos, y muchos
de ellos, hombres terribles a los que su fanatismo hacía convertirse
en monstruos de crueldad y de barbarie», eran asimismo «hom-
bres de costumbres morigeradas y ejemplares»26.

Otros escritos sobre la Rusia soviética

Sin embargo, la peculiaridad de la publicación que el lector tie-


ne en sus manos va más allá de la interesante serie de artículos
titulada Un vocal español en la Komintern. Porque, en la segunda
parte este libro, se ha decidido añadir un largo apéndice en que
se reúnen otros textos dedicados a la Rusia soviética escritos por
Pérez Solís en diferentes etapas de su vida.
En primer lugar, se encuentran los artículos que el entonces lí-
der comunista escribió desde Moscú entre junio y junio de 1924,
o en los meses siguientes tras haber regresado a España, y que se
publicaron en La Antorcha entre el verano y el otoño de ese mismo
año. Se podrá comprobar así la diferente lectura que el Pérez Solís
comunista hacía de sus vivencias en el país de los Soviets mientras
se encontraba en la capital soviética, comparada con la que ofreció
casi dos décadas más tarde en Un vocal español en la Komintern.
Algunas de las anécdotas son las mismas –como, por ejemplo, el
discurso en la estación de Richef–, pero muchas otras –la mayoría–

26. Íd., «Un vocal español en la Komintern. X . Los dirigentes», El Espa-


ñol, 13-II-1943.
24
son distintas –de la descripción de la ­inauguración del V Congreso
de la IC a la manifestación de los sindicatos rusos hasta la organiza-
ción de las fiestas en las colinas en las afueras de Moscú–, enrique-
ciendo así las imágenes que Pérez Solís ofrece de la Unión Soviética
que acababa de despedir al cadáver de Lenin y que vivía el inicio de
las luchas de sucesión entre los líderes bolcheviques.
En los artículos para el periódico del PCE el excapitán de arti-
llería no destila solamente una repetida fe en el comunismo y una
enrocada defensa de la Unión Soviética, a veces rayada a la pe-
dantería. Evidentemente, la pedagogía dirigida al lector-militante
del PCE tiene un cierto protagonismo, tanto para informar sobre
los avances de la economía soviética –véanse los artículos dedica-
dos a la situación económica del país o a las cooperativas– y los
logros de una nueva cultura que se propone cambiar el mundo
–véanse los cuatro artículos titulados La conciencia nueva– como
para explicar el abc del marxismo –véase Al cabo de siete años
del poder proletario–. Sin embargo, lo que resulta interesante son
sobre todo algunos detalles, que adquieren importancia si se los
compara con la descripción que de ellos ofrece en los textos es-
critos tras su abandono del comunismo. Por ejemplo: la cuestión
religiosa en la Rusia soviética. En la serie de artículos titulados
La conciencia nueva Pérez Solís no niega que las iglesias de Mos-
cú estuviesen llenas de feligreses en el verano de 1924, pero no
concibe este hecho como un obstáculo o problema potencial para
los dirigentes bolcheviques o como una prueba de la resistencia
cristiana al comunismo, análisis que destaca en Un vocal español
de la Komintern.
En segundo lugar, se encuentra una serie de textos o de frag-
mentos de textos escritos por Pérez Solís en la segunda mitad de
25
los años veinte, el periodo crucial de su itinerario político, mo-
mento en el que se convertirá al catolicismo. El primero es la
carta-prólogo que Pérez Solís escribió para Los Soviets, el libro que
José María Vilá, director del periódico republicano barcelonés El
Diluvio, dedicó a la Rusia soviética27. Se trata de un texto en que
Pérez Solís se mantiene fiel a la ortodoxia comunista –en aquellos
meses se encontraba encarcelado en la prisión de Montjuic y era
director de La Antorcha– y que puede leerse como continuación
de los artículos publicados en el periódico del PCE en 1924.
El segundo texto es el largo prólogo a la segunda edición de La
Antorcha Rusa, un libro, publicado en 1929, de Luis de Andrés y
Morera, activista somatén y fundador de la Sección española de
la Entente Internacional contra la III Internacional, cuyo acto fun-
dacional presenciaron, entre otros, personajes del calibre de Ángel
Herrera Oria y el conde de Gamazo. El de Andrés y Morera era
uno de los muchos libros anticomunistas que se publicaron en la
Europa de aquellos años. Bajo un estudio absolutamente impre-
ciso y parcial de la situación política, social y económica soviética
–donde se presentaban documentos del Secretariado Español de
la Entente Internationale contre la III Internationale–, el autor cri-
ticaba el anticomunismo totalizante, al estilo de Coty, apostando
por la necesidad de entablar relaciones económicas con la URSS
y sosteniendo que la que se estaba librando era una «lucha de
valores, de Ideas, de inteligencia». Citando a Valois y a Maeztu,
Andrés y Morera criticaba el parlamentarismo y proponía una
solución, para nada innovadora dentro de la derecha europea de

27.  José María Vilá, Los Soviets, carta-prólogo de Óscar Pérez Solís, Bar-
celona, L’Estampa, 1926.
26
finales de los años veinte: fortalecimiento del Estado, armonía
entre las clases a través de las corporaciones y restauración de los
principios de espiritualidad cristianos28. Evidentemente, el Pérez
Solís que escribe este texto es un hombre que ha abandonado ya
el PCE y que se ha convertido al catolicismo. Muy distinto es el
análisis que propone, pues, del comunismo y del experimento
político, social y económico de la Unión Soviética.
Finalmente, el tercer texto es el fragmento de las memorias
noveladas de Pérez Solís, en que recuerda su viaje a la Rusia
soviética de 1924. Publicadas como libro en 1931, las Memorias
de mi amigo Óscar Perea fueron escritas en 1929 y aparecieron
por entregas en las páginas del Diario Regional de Valladolid a
partir del 25 de marzo de 1930. Se presentaban literariamente
como las memorias de un imaginario amigo del exlíder comu-
nista, Óscar Perea, que Pérez Solís había leido y conseguido
publicar. Con este juego de espejos, el excapitán de artillería se
sentía libre para explayarse sin complejos y para contar sin tapu-
jos, y con cierta gracia, su ajetreada vida. El lenguaje utilizado
estaba marcado por los valores católicos, como la conclusión de
la carta-prólogo de Perea-Pérez Solís demostraba, poniendo de
relieve su camino hacia «la Verdad, la única, que yo idiotamen-
te creí caída de su excesitud y destronada por toda esa caterva
de palabras escritas con mayúscula –Ciencia, Razón, Libertad,
Progreso, etc.– para hacer de divinidades en el moderno paga-
nismo de los tristes adversarios de Dios»29.

28. Luis de Andrés y Morera, La Antorcha Rusa, prólogo de Óscar Pérez


Solís, Madrid, Huelves y Compañía, 1929 (2ª ed.). La cita a p. 245.
29.  Pérez Solís, Memorias de mi amigo Óscar Perea, p. 13.
27
Este texto, que ofrece otras anéctodas, descripciones y reflexio-
nes sobre la URSS de 1924 y sobre el comunismo en general, cie-
rra en cierto sentido el círculo que hemos abierto con Un vocal
español en la Komintern sobre la experiencia soviética de Pérez
Solís. Y nos permite tener una visión suficientemente completa no
sólo de la breve estancia en Rusia del que fue secretario general
del PCE, sino de las diferentes interpretaciones que del comunis-
mo ofreció a lo largo de su vida un tránsfuga de la izquierda al
fascismo como Pérez Solís.
Cabe una última consideración. Pérez Solís no fue ni un loco,
ni un caso border line, aunque a alguien podría parecerle que sí
leyendo las divergentes y casi contrapuestas opiniones que expre-
só acerca del comunismo y de la Rusia soviética en unos textos
publicados con tan pocos años de diferencia. Albert Pérez Baró,
que compartió con Pérez Solís el periodo de encarcelamiento
en Barcelona, recordaba que cuando leyó las Memorias de mi
amigo Óscar Perea, consideró «sincera la seva “conversió”», vien-
do en el libro «el desig de sincerar-se davant els seus companys
i seguidors»30. Y muy probablemente no se equivocaba. Pérez
Solís tampoco fue un oportunista o un chaquetero que se subió,
armas y bagajes, al carro de los vencedores: malvivió durante
casi toda su vida, entre militancia política, periodismo y algún
que otro trabajo. Sin duda fue un hombre que se dejó llevar por
la pasión política: una pasión no desprovista de racionalidad,
pero pasión política al fin y al cabo. Una pasión que, tras ha-
ber militado en el anarquismo –aunque más emotivamente que

30. Albert Pérez Baró, Els «feliços» anys vint. Memòries d’un militant obrer,
1918-1926, Palma de Mallorca, Editorial Moll, 1974, p. 194.
28
otra cosa–, en el socialismo y en el comunismo, le llevó en la
última etapa de su vida a abrazar el fascismo. Y con esto no se
pretende evidentemente justificarle, sino, ni más ni menos, que
entenderlo, situándolo en el contexto histórico en el cual vivió.
Un contexto, el de los años de entreguerras, en que, dicho sea de
paso, un número no desdeñable de dirigentes políticos, tanto en
España como en el resto de Europa, pasaron de la izquierda al
fascismo, del mismo modo que, después de la Segunda Guerra
Mundial, otros hicieron el viaje al revés, transitando del fascismo
–o mejor sería decir los fascismos– al heterogéneo mundo de las
izquierdas.
No quiero concluir esta introducción sin darle las gracias al
amigo historiador Antonio Rivera, con el cual tanto hemos deba-
tido acerca de la figura y la trayectoria política de Pérez Solís, por
haberme facilitado, hace ya unos cuantos años, la reproducción
de Un vocal español en la Komintern y de muchos otros docu-
mentos, sin los cuales habría sido imposible la edición de esta
antología. Y, ahora sí para terminar, otro agradecimiento sincero
va para Abelardo Linares, editor atento, bibliófilo e intelectual de
otros tiempos, que me ha invitado a rescatar del olvido a este per-
sonaje, aceptando cualquier propuesta que le hacía y esperando
pacientemente a que acabase este texto.

Steven Forti
Barcelona, septiembre de 2017

29

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