Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
7
Bibliografía seleccionada . . . . . . . . . . . 30
La Antorcha . . . . . . . . . . . . . . . . . 101
i. Richef . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
ii. El rataplán de la victoria . . . . . . . . . . . . 106
iii. La situación económica de la Unión Soviética rusa . . . 111
iv. Días de fiesta en Moscú . . . . . . . . . . . . 128
v. La luz inextinguible. . . . . . . . . . . . . . 135
vi. Las cooperativas en Rusia soviética . . . . . . . . 137
vii. La conciencia nueva . . . . . . . . . . . . . 141
viii. Al cabo de siete años del poder proletario . . . . . 157
ix. De mi viaje a Rusia: una conversación interesante . . . 162
Carta Prólogo a Los Soviets. . . . . . . . . . . . 165
Prólogo a La Antorcha Rusa . . . . . . . . . . . . 177
Memorias de mi amigo Óscar Perea. . . . . . . . . 199
E
n 1930 se publicaba en Francia Deux Russies, un libro en
que un joven excomunista, Paul Marion, relataba su re-
ciente experiencia en la Unión Soviética1. Tras haber di-
rigido con éxito la sección de Agit-Prop del Partido Comunista
Francés (PCF), en noviembre de 1927 Paul Marion viajó a la URSS
donde se quedaría hasta febrero de 1929 para asistir a los cursos
de la Escuela Marxista-Leninista de Moscú. Poco después de su
regreso a París, Marion abandonó el PCF y empezó una trayectoria
zigzagueante en la Francia de los años treinta que le llevó primero
al neosocialismo de Marcel Déat, luego al Partido Popular Francés
de otro excomunista, Jacques Doriot, y finalmente a la secretaría
general de Información y Propaganda del régimen de Vichy. Según
Marion, tal y como explicaba en Deux Russies, existían dos Rusias
antagónicas: una era la oficial que aparecía en los discursos de Sta-
lin; la otra era la que descubrió en charlas con comunistas y no co-
munistas rusos y que demostraba el estatalismo imperante, el fin de
4. Maurice Laporte, Les Mystères du Kremlin (dans les Coulisses de la III
Internationale), París, La Renaissance Moderne, 1928 e Íd., Espions rouges.
Les dessous de l’Espionnage soviétique en France, París, Alexis Redier, 1929.
Para una biografía de este político y periodista francés, véase David Saint-
Pierre, Maurice Laporte, une jeunesse révolutionnaire. Du communisme à
l’anticommunisme, 1916-1945, Sainte-Foy, Québec, Presses de l’Université La-
val, 2006.
9
Óscar Pérez Solís, del socialismo
al falangismo 5
5. Para una biografía de Óscar Pérez Solís, véase Steven Forti: El peso de
la nación…, cap. III; Íd., «Un rojo nella Falange. La deriva fascista di Óscar
Pérez Solís», Spagna Contemporanea, núm. 48 (2015), pp. 105-128; Antonio
Rivera, «Oscar Pérez Solís. Del internacionalismo comunista al fascismo es-
pañol», en Xosé M. Núñez Seixas y Fernando Molina Aparicio (Eds.), Los
heterodoxos de la patria. Biografías de nacionalistas atípicos en la España del
siglo XX, Granada, Comares, 2011, pp. 101-128; Salvador Carrasco Calvo,
«Oscar Pérez Solís: del socialisme a la contrarevolució», Perspectiva Social,
núm. 11 (1978), pp. 55-78.
6. Óscar Pérez Solís, Memorias de mi amigo Óscar Perea, Madrid, Rena-
cimiento, 1931.
10
1912 se le obligó a dejar el Ejército. Este acontecimiento consagró
definitivamente su vida a la política.
En la Valladolid de los años diez, Pérez Solís alcanzó cierta
fama: fundó con Cabello el semanario socialista Adelante, se pre-
sentó en varias ocasiones a las elecciones –logró ser elegido con-
cejal–, y lideró la famosa huelga de los ferrocarriles de 1916 y la
huelga de marzo de 1917. El fracaso de esta última huelga y las
críticas por su conducta lo llevaron a dimitir y darse de baja del
Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Pérez Solís se quedó
entonces alejado del partido, apoyando posiciones que él mismo
no se preocupó de definir como cercanas a la izquierda monár-
quica. Intentó fundar –sin éxito– un nuevo partido «socialista
aristocrático» (el PSI), escribió para periódicos prestigiosos como
El Sol y España, además de resumir su visión política en el opús-
culo El Partido Socialista y la acción de las izquierdas (1918), y fue
promotor –tras conocer al político catalán Francesc Cambó, líder
de la Lliga Regionalista– de un regionalismo castellano dentro
de una España federal. En septiembre de 1920, recién elegido di-
putado provincial para la Diputación, tuvo que dejar la capital
castellana por una sentencia de destierro, consecuencia de un ar-
tículo acusatorio contra el cacique local, Santiago Alba.
Confiando en su moderantismo, Indalecio Prieto lo llamó a
Bilbao para dirigir La Lucha de clases, el periódico de los socialis-
tas vascos, pero el contacto con la realidad obrera vizcaína, tan
distinta de la tranquila Valladolid, provocó un fuerte giro hacia
la izquierda en sus posiciones. De partidario del ala derecha del
PSOE , favorable a un socialismo práctico que superase la fórmula
de «clase contra clase» y que defendiese una democracia antica-
ciquil, Pérez Solís se convirtió de repente en uno de los más ra-
11
dicales promotores de las tesis tercerinternacionalistas: en el III
Congreso Extraordinario del PSOE de abril de 1921, fue él quién
leyó la declaración de escisión y de fundación del Partido Co-
munista Obrero Español (PCOE), que en noviembre del mismo
año, gracias a la paciente labor diplomática del enviado de la IC,
el italiano Antonio Graziadei, se fusionaría con el Partido Co-
munista Español –fundado en abril de 1920 por las Juventudes
Socialistas– y daría vida al Partido Comunista de España (PCE).
En los siguientes «años terribles», como él mismo los definió
en sus memorias, Pérez Solís lideró a los comunistas vizcaínos con
su inagotable activismo, que muchas veces transpasaba la delgada
línea que lo separaba de la violencia. Sus principales adversarios
en el campo obrero eran, además de los socialistas, los anarquistas
de la Confederación Nacional del Trabajo, a los que dedicó un
panfleto, Cartas a un anarquista (1923), con el objetivo de con-
vencerlos de los errores teóricos y prácticos del anarquismo y de la
bondad del comunismo. En agosto de 1923 fue herido gravemen-
te por el asalto de la policía a la Casa del Pueblo de Bilbao, donde
estaba al frente de un comité de huelga. Dirigió La Bandera Roja,
colaboró con L’Humanité y fundó en verano de 1921 Las Noticias,
un periódico comunista financiado por los nacionalistas vascos
con el imprimátur del obispo Eijo y Garay que tuvo un breve,
pero interesante, recorrido. Después de la instauración de la dic-
tadura del general Primo de Rivera, en verano de 1924 Pérez Solís
participó en el V Congreso de la Internacional Comunista en
Moscú y fue nombrado delegado español en la IC. Además, entre
finales de 1924 y la primavera de 1925 fue designado secretario
del PCE, e intentó reorganizar en la clandestinidad el pequeño
partido. Pérez Solís atacó duramente las posiciones de los cene-
12
tistas moderados Joan Peiró y Ángel Pestaña –resulta ejemplar a
este respecto el opúsculo A propósito de un folleto. Trayectoria de la
Confederación Nacional del Trabajo (1926)–, coincidiendo en un
primer momento con Joaquín Maurín y en un segundo momento
con José Bullejos y Gabriel León Trilla.
Detenido en Barcelona el 13 de febrero de 1925, fue encarcela-
do en Montjuic, desde donde siguió su labor en el PCE como di-
rector de La Antorcha, el órgano oficial del comunismo español,
defendiendo la línea de la dirección del partido representada por
Bullejos y Trilla contra las «desviaciones» de Zalacaín y Maurín,
entre otros. Las charlas con el Padre Gafo, un domínico activo en
el sindicalismo libre, lo llevaron a convertirse al catolicismo y a
abjurar del comunismo: en agosto de 1927 salió de la cárcel y des-
de 1928 trabajó en la administración de CAMPSA en Valladolid.
Allí, entre el final de la dictadura primorriverista y la instauración
de la Segunda República, cobró nuevo protagonismo dirigiendo
el periódico católico Diario Regional. En los años siguientes escri-
bió en la prensa católica y de derechas tanto vallisoletana como
nacional, se acercó cada vez más a las posiciones de la derecha ra-
dical, llegó a colaborar con la revista Acción Española de Ramiro
de Maeztu y se afilió pronto a Falange.
El 18 de julio de 1936 Pérez Solís se encontraba en Oviedo
como enlace de los sublevados. En la capital del Principado estu-
vo al mando de una compañía en la defensa de la ciudad, sitiada
por la tropas republicanas, como el mismo relató en Sitio y defensa
de Oviedo (1937). Nombrado Delegado Sindical y Delegado de
Trabajo en Valladolid en julio de 1938, acabada la Guerra Civil se
retiró a la vida privada. Continuó su actividad periodística: du-
rante los años cuarenta publicó en un sinfín de diarios y revistas,
13
como El Español, El Norte de Castilla, Libertad, Diario de Barce-
lona y Arriba entre otros, y recibió el Premio Nacional de Perio-
dismo Francisco Franco en 1943. Tampoco desdeñó los ensayos:
y en 1947 –después de los panfletos de su época socialista y co-
munista, de sus memorias tras la conversión al catolicismo y de la
crónica de la defensa de Oviedo– publicó un estudio sobre el que
fue, junto a Joaquín Costa, su referente intelectual, el cántabro
Ricardo Macías Picavea. Murió en Valladolid el 26 de octubre de
1951, a la edad de sesenta y nueve años.
15. Óscar Pérez Solís, «Lo que vi en Rusia en 1924», El Español, 21-XI-1942.
19
URSS], donde todo se calibra por el determinismo de los modos
de producción?»16.
Pérez Solís no se olvidaba del contexto en el cual se encontra-
ban España y Europa: sus recuerdos de la Rusia de 1924 estaban
repletos de referencias antisemitas –los dirigentes bolcheviques eran
todos judíos, un refrain típico de la propaganda antibolchevique– y
en ellos afloraba la esperanza (y cierta seguridad) de la victoria de
los nazis en el frente del Este. No faltaban continuas referencias al
interés que, según Pérez Solís, despertaba España en 1924 en los
dirigentes soviéticos, una evidente consecuencia de la propaganda
franquista de la Guerra Civil. Aunque consideraba que había ido
a Rusia «cargado de ilusiones» y que no le «habían tratado mal
en Moscú»17, el excapitán de artillería subrayaba la falsedad de la
propaganda soviética y el peligro de una invasión asiática en la Eu-
ropa cristiana. Las «hordas agrupadas por Moscú bajo la bandera
de la hoz y el martillo» no tenían nada más que instintos primarios;
la predicación comunista se basaba en la «superchería de crear un
mundo feliz mediante la supresión del espíritu, es decir, mediante
la extirpación –fuera mejor decir castración– de lo único noble, por
divino, que hay en el hombre»; el comunismo en Rusia no existía
ya que la URSS «no pasaba de ser un capitalismo de Estado»18. El
antimaterialismo y el anticomunismo se entrelazaban al naciona-
lismo –ejemplificado en la nostalgia de la patria lejana– y, sobre
27. José María Vilá, Los Soviets, carta-prólogo de Óscar Pérez Solís, Bar-
celona, L’Estampa, 1926.
26
finales de los años veinte: fortalecimiento del Estado, armonía
entre las clases a través de las corporaciones y restauración de los
principios de espiritualidad cristianos28. Evidentemente, el Pérez
Solís que escribe este texto es un hombre que ha abandonado ya
el PCE y que se ha convertido al catolicismo. Muy distinto es el
análisis que propone, pues, del comunismo y del experimento
político, social y económico de la Unión Soviética.
Finalmente, el tercer texto es el fragmento de las memorias
noveladas de Pérez Solís, en que recuerda su viaje a la Rusia
soviética de 1924. Publicadas como libro en 1931, las Memorias
de mi amigo Óscar Perea fueron escritas en 1929 y aparecieron
por entregas en las páginas del Diario Regional de Valladolid a
partir del 25 de marzo de 1930. Se presentaban literariamente
como las memorias de un imaginario amigo del exlíder comu-
nista, Óscar Perea, que Pérez Solís había leido y conseguido
publicar. Con este juego de espejos, el excapitán de artillería se
sentía libre para explayarse sin complejos y para contar sin tapu-
jos, y con cierta gracia, su ajetreada vida. El lenguaje utilizado
estaba marcado por los valores católicos, como la conclusión de
la carta-prólogo de Perea-Pérez Solís demostraba, poniendo de
relieve su camino hacia «la Verdad, la única, que yo idiotamen-
te creí caída de su excesitud y destronada por toda esa caterva
de palabras escritas con mayúscula –Ciencia, Razón, Libertad,
Progreso, etc.– para hacer de divinidades en el moderno paga-
nismo de los tristes adversarios de Dios»29.
30. Albert Pérez Baró, Els «feliços» anys vint. Memòries d’un militant obrer,
1918-1926, Palma de Mallorca, Editorial Moll, 1974, p. 194.
28
otra cosa–, en el socialismo y en el comunismo, le llevó en la
última etapa de su vida a abrazar el fascismo. Y con esto no se
pretende evidentemente justificarle, sino, ni más ni menos, que
entenderlo, situándolo en el contexto histórico en el cual vivió.
Un contexto, el de los años de entreguerras, en que, dicho sea de
paso, un número no desdeñable de dirigentes políticos, tanto en
España como en el resto de Europa, pasaron de la izquierda al
fascismo, del mismo modo que, después de la Segunda Guerra
Mundial, otros hicieron el viaje al revés, transitando del fascismo
–o mejor sería decir los fascismos– al heterogéneo mundo de las
izquierdas.
No quiero concluir esta introducción sin darle las gracias al
amigo historiador Antonio Rivera, con el cual tanto hemos deba-
tido acerca de la figura y la trayectoria política de Pérez Solís, por
haberme facilitado, hace ya unos cuantos años, la reproducción
de Un vocal español en la Komintern y de muchos otros docu-
mentos, sin los cuales habría sido imposible la edición de esta
antología. Y, ahora sí para terminar, otro agradecimiento sincero
va para Abelardo Linares, editor atento, bibliófilo e intelectual de
otros tiempos, que me ha invitado a rescatar del olvido a este per-
sonaje, aceptando cualquier propuesta que le hacía y esperando
pacientemente a que acabase este texto.
Steven Forti
Barcelona, septiembre de 2017
29