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MARGARITAS

JANICE WINKER
Mi tía murió el miércoles. Fui al cementerio con mis dos hermanas y mis padres.
Compramos galletitas y bebidas para el camino. Parecía un paseo de vacaciones. El día
estaba soleado. Llegamos al cementerio dos horas antes del entierro, que era a las dos de
la tarde. Primero esperamos dentro del auto, pero nos empezamos a sofocar. Miramos a
nuestro alrededor y nos dimos cuenta de que el lugar era hermoso: verde, florido, abierto.
Mamá y mis hermanas fueron a una florería ahí cerca. Compraron cinco margaritas, una
para cada uno de nosotros, cada una de un color diferente: rosa, rojo, amarillo y dos tonos
de naranja. Papá y yo esperamos en una oficina que parecía la sala de espera de un
médico. Sacamos unos cafés intomables de una máquina, y los tomamos igual. Olía a
desodorante de baño. Tres hombres de negro hablaban de pavadas. Adivinamos: eran los
choferes fúnebres. Una recepcionista recibía a los parientes de los muertos del día. Los
invitaba a sentarse y ponía play: Lamento su pérdida. Repetía la misma frase cada vez que
recibía a los tristes. Papá no se acercó al escritorio, él no estaba a cargo. El marido de mi
tía sí. Él le compró a papá el espacio para un tercer ataúd en el nicho subterráneo donde
está enterrado mi abuelo y, ahora, mi tía. Hasta el miércoles, papá pagó cheques
mensuales, una fortuna. Él no quiere que lo enterremos. Cuando llegue el momento,
quiere que tiremos sus cenizas en el jardín de su casa. Yo no quiero hablar de su muerte
ni de la de ninguna persona viva.
A las dos en punto, llegó el marido de mi tía en un auto largo, negro y brilloso. Es un
gordito con nariz y mejillas coloradas, pero el miércoles estaba todavía más rojo, no al
estilo borracho, sino al estilo desolado. Él cuidó a mi tía enferma durante una eternidad.
Yo pensé que tal vez tuviera una mezcla de tristeza y alivio.
Unos pocos amigos rodeaban el hueco y el ataúd que caía, lenta y gentilmente. Un
hombre, cuyo trabajo es enterrar ataúdes, lo bajaba con cuidado. Nadie hablaba.
Arrojamos las margaritas sobre la madera que anidaba a mi tía.

Margaritas
es parte del libro Burbuja Negra
publicado por Modesto Rimba

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