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Selección poesía hispanoamericana

José Martí: Con la primavera Pablo Neruda: América

Con la primavera AMÉRICA, no invoco tu nombre en vano.


Viene la canción, Cuando sujeto al corazón la espada,
La tristeza dulce cuando aguanto en el alma la gotera,
Y el galante amor. cuando por las ventanas
un nuevo día tuyo me penetra,
Con la primavera
soy y estoy en la luz que me produce,
Viene una ansiedad
De pájaro preso vivo en la sombra que me determina,
Que quiere volar. duermo y despierto en tu esencial aurora:
dulce como las uvas, y terrible,
No hay cetro más noble conductor del azúcar y el castigo,
Que el de padecer: empapado en esperma de tu especie,
Sólo un rey existe: amamantado en sangre de tu herencia.
El muerto es el rey.

Pablo Neruda: Amo Valparaíso… Gabriela Mistral: Tierra

AMO, Valparaíso, cuanto encierras, Niño indio, si estás cansado,


Y cuanto irradias, novia del océano, tú te acuestas sobre la Tierra,
Hasta más lejos de tu nimbo sordo. y lo mismo si estás alegre,
Amo la luz violeta con que acudes hijo mío, juega con ella...
Al marinero en la noche del mar,
Y entonces eres -rosa de azahares- Se oyen cosas maravillosas
Luminosa y desnuda, fuego y niebla. al tambor indio de la Tierra:
Que nadie venga con un martillo turbio se oye el fuego que sube y baja
A golpear lo que amo, a defenderte: buscando el cielo, y no sosiega.
Nadie sino mi ser por tus secretos: Rueda y rueda, se oyen los ríos
Nadie sino mi voz por tus abiertas en cascadas que no se cuentan.
Hileras de rocío, por tus escalones Se oyen mugir los animales;
En donde la maternidad salobre se oye el hacha comer la selva.
Del mar te besa, nadie sino mis labios Se oyen sonar telares indios.
En tu corona fría de sirena, Se oyen trillas, se oyen fiestas.
Elevada en el aire de la altura,
Oceánico amor, Valparaíso, Donde el indio lo está llamando,
Reina de todas las costas del mundo, el tambor indio le contesta,
Verdadera central de olas y barcos, y tañe cerca y tañe lejos,
Eres en mí como la luna o como como el que huye y que regresa...
La dirección del aire en la arboleda.
Amo tus criminales callejones, Todo lo toma, todo lo carga
Tu luna de puñal sobre los cerros, el lomo santo de la Tierra:
Y entre tus plazas la marinería lo que camina, lo que duerme,
Revistiendo de azul la primavera. lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y lleva muertos
Que se entienda, te pido, puerto mío, el tambor indio de la Tierra.
Que yo tengo derecho
A escribirte lo bueno y lo malvado Cuando muera, no llores, hijo:
Y soy como las lámparas amargas pecho a pecho ponte con ella,
Cuando iluminan las botellas rotas. y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.

Nicanor Parra: Aromos Nicanor Parra: Yo Jehová decreto

Paseando hace años Yo Jehová decreto


Por una calle de aromos en flor que se termine todo de una vez
Supe por un amigo bien informado hago la cruz al sistema solar
Que acababas de contraer matrimonio. hay que volver al útero materno
Contesté que por cierto doy por finiquitada la cosa
Que yo nada tenía que ver en el asunto. que no se escape nadie
Pero a pesar de que nunca te amé que se termine todo de golpe
—Eso lo sabes tú mejor que yo— para qué vamos a andar con rodeos
Cada vez que florecen los aromos está muy bien la Guerra de Viet-Nam
—Imagínate tú— está muy bien la Operación a la próstata
Siento la misma cosa que sentí Yo Jehová decreto la vejez
Cuando me dispararon a boca de jarro ustedes me dan risa
La noticia bastante desoladora ustedes me ponen los nervios de punta
De que te habías casado con otro. sólo un cretino de nacimiento
se arrodilla a venerar una estatua
francamente no sé qué decirles
estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial
y nadie parece darse cuenta de nada
si destruyen el mundo
¿creen que yo voy a volver a crearlo?

Ernesto Cardenal: Al perderte yo a ti Alejandra Pizarnik: Tu voz

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido: Emboscado en mi escritura


yo porque tú eras lo que yo más amaba cantas en mi poema.
y tú porque yo era el que te amaba más. Rehén de tu dulce voz
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: petrificada en mi memoria.
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti Pájaro asido a su fuga.
pero a ti no te amarán como te amaba yo. Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo
para que nunca despierte.
Octavio Paz: tus ojos Ida Vitale: Cambios

Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima, Puede cambiar la vida
silencio que habla, sus ramas, como un árbol
tempestades sin viento, mar sin olas, cambia las suyas desde
pájaros presos, doradas fieras adormecidas, el verde hasta el otoño.
topacios impíos como la verdad,
Puede, pilar oscuro,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el
suplicio oscuro puede
hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
recubrirse de frutos
cesta de frutos de fuego, como un mes de verano.
mentira que alimenta, Ah puede también caer,
espejos de este mundo, puertas del más allá, caer no sé hasta dónde,
pulsación tranquila del mar a mediodía, como cae el poema,
absoluto que parpadea, o el amor en la noche,
páramo. hasta no sé qué fondo
duro y ciego y terrible,
tocando el agua madre
el manantial del miedo

Alfonsina Storni: Indolencia Jorge Luis Borges: Despedida

A pesar de mí misma te amo; eres tan vano Entre mi amor y yo han de levantarse
como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:
«¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo; trescientas noches como trescientas paredes
no te vendas a nada, ni a un perfil de romano»
y el mar será una magia entre nosotros.

Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano, No habrá sino recuerdos.


de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo
vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo Oh tardes merecidas por la pena,
más dulce te envolviera, buscando boca y mano.
noches esperanzadas de mirarte,
?¿Salomé rediviva? ?Son más pobres mis gestos.
campos de mi camino, firmamento
Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos.
Yo soy la que incompleta vive siempre su vida. que estoy viendo y perdiendo…

Pues no pierde su línea por una fiesta griega Definitiva como un mármol
y al acaso indeciso, ondulante, se pliega
con los ojos lejanos y el alma distraída. entristecerá tu ausencia otras tardes.
Mario Benedetti: mi táctica y estrategia Julio Cortázar: Una carta de amor

Mi táctica es Todo lo que de vos quisiera


mirarte es tan poco en el fondo
aprender como sos porque en el fondo es todo,
quererte como sos
mi táctica es
hablarte como un perro que pasa, una colina,
y escucharte esas cosas de nada, cotidianas,
construir con palabras espiga y cabellera y dos terrones,
un puente indestructible el olor de tu cuerpo,
mi táctica es lo que decís de cualquier cosa,
quedarme en tu recuerdo conmigo o contra mía,
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos todo eso es tan poco,
mi táctica es yo lo quiero de vos porque te quiero.
ser franco
y saber que sos franca Que mires más allá de mí,
y que no nos vendamos que me ames con violenta prescindencia
simulacros del mañana, que el grito
para que entre los dos
de tu entrega se estrelle
no haya telón
ni abismos en la cara de un jefe de oficina,
mi estrategia es
en cambio y que el placer que juntos inventamos
más profunda y más sea otro signo de la libertad.
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
Elicura Chihuailaf: Círculo Rubén Darío: Mía

Somos aprendices Mía: así te llamas.


en este mundo de lo visible ¿Qué más harmonía?
e ignorantes de la energía Mía: luz del día;
que nos habita y nos mueve mía: rosas, llamas.
y prosigue ¡Qué aroma derramas
invisible en el alma mía
su viaje en un círculo si sé que me amas!
que se abre y se cierra ¡Oh Mía! ¡Oh Mía!
en dos puntos que lo unen Tu sexo fundiste
Su origen y reencuentro con mi sexo fuerte,
en el Azul. fundiendo dos bronces.
Yo triste, tú triste...
¿No has de ser entonces
mía hasta la muerte?
Pablo Neruda: Sube a nacer conmigo hermano Gabriela Mistral: Desolación
Sube a nacer conmigo, hermano. La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
Dame la mano desde la profunda me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
zona de tu dolor diseminado. La tierra a la que vine no tiene primavera:
No volverás del fondo de las rocas. tiene su noche larga que cual madre me esconde.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida. El viento hace a mi casa su ronda de sollozos
No volverán tus ojos taladrados. y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito.
Mírame desde el fondo de la tierra, Y en la llanura blanca, de horizonte infinito,
labrador, tejedor, pastor callado: miro morir intensos ocasos dolorosos.
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado: ¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido
aguador de las lágrimas andinas: si más lejos que ella sólo fueron los muertos?
joyero de los dedos machacados: ¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto
agricultor temblando en la semilla: crecer entre sus brazos y los brazos queridos!
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto
vuestros viejos dolores enterrados. vienen de tierras donde no están los que no son
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco, míos;
decidme: aquí fui castigado, sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos
porque la joya no brilló o la tierra y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos.
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis Y la interrogación que sube a mi garganta
y la madera en que os crucificaron, al mirarlos pasar, me desciende, vencida:
encendedme los viejos pedernales, hablan extrañas lenguas y no la conmovida
las viejas lámparas, los látigos pegados lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta.
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado. Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta. miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no encuentro los instantes,
A través de la tierra juntad todos porque la noche larga ahora tan solo empieza.
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche Miro el llano extasiado y recojo su duelo,
como si yo estuviera con vosotros anclado, que viene para ver los paisajes mortales.
contadme todo, cadena a cadena, La nieve es el semblante que asoma a mis cristales:
eslabón a eslabón, y paso a paso, ¡siempre será su albura bajando de los cielos!
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano, Siempre ella, silenciosa, como la gran mirada
como un río de rayos amarillos, de Dios sobre mí; siempre su azahar sobre mi casa;
como un río de tigres enterrados, siempre, como el destino que ni mengua ni pasa,
y dejadme llorar, horas, días, años, descenderá a cubrirme, terrible y extasiada.
edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.


Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Gabriela Mistral: La Tierra Nicanor Parra: Cambios de nombre
Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la Tierra, A los amantes de las bellas letras
y lo mismo si estás alegre, Hago llegar mis mejores deseos
hijo mío, juega con ella... Voy a cambiar de nombre a algunas cosas.

Se oyen cosas maravillosas Mi posición es ésta:


al tambor indio de la Tierra: El poeta no cumple su palabra
se oye el fuego que sube y baja Si no cambia los nombres de las cosas.
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos ¿Con qué razón el sol
en cascadas que no se cuentan. Ha de seguir llamándose sol?
Se oyen mugir los animales; ¡Pido que se llame Micifuz
se oye el hacha comer la selva. El de las botas de cuarenta leguas!
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas. ¿Mis zapatos parecen ataúdes?
Sepan que desde hoy en adelante
Donde el indio lo está llamando, Los zapatos se llaman ataúdes.
el tambor indio le contesta, Comuníquese, anótese y publíquese
y tañe cerca y tañe lejos, Que los zapatos han cambiado de nombre:
como el que huye y que regresa... Desde ahora se llaman ataúdes.

Todo lo toma, todo lo carga Bueno, la noche es larga


el lomo santo de la Tierra: Todo poeta que se estime a sí mismo
lo que camina, lo que duerme, Debe tener su propio diccionario
lo que retoza y lo que pena; Y antes que se me olvide
y lleva vivos y lleva muertos Al propio dios hay que cambiarle nombre
el tambor indio de la Tierra. Que cada cual lo llame como quiera:
Ese es un problema personal.
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.
Nicanor Parra: Autorretrato Graciela Hueinao: La máscara del hambre

Considerad, muchachos, mi cuerpo no se acostumbra


Este gabán de fraile mendicante: a este conviviente
Soy profesor en un liceo oscuro, que golpea hoy mi cuerpo
He perdido la voz haciendo clases. y mañana
(Después de todo o nada abre la puerta de mi casa
Hago cuarenta horas semanales). ultraja en mi mesa
la última dignidad que poseía.
¿Qué les dice mi cara abofeteada? yo te denuncio
¡Verdad que inspira lástima mirarme! porque de cerca te conozco
Y qué les sugieren estos zapatos de cura tienes la cara desgarrante de la tristeza.
Que envejecieron sin arte ni parte. fue el peor enemigo que llegó a mi pueblo
En materia de ojos, a tres metros y nos robaron las armas al defendernos.
No reconozco ni a mi propia madre. arrancamos
¿Qué me sucede? -¡Nada! perseguidos por una fiera
Me los he arruinado haciendo clases: nos dio alcance en el sur
La mala luz, el sol, y con sus colmillos nos trituró la pobreza.
La venenosa luna miserable. hoy
Y todo ¡para qué! en mi pueblo
Para ganar un pan imperdonable el hambre es rebeldía
Duro como la cara del burgués y la poesía una máscara
Y con olor y con sabor a sangre. donde oculto el verso amargo
¡Para qué hemos nacido como hombres alimento de este canto
Si nos dan una muerte de animales! y en la boca de mi pueblo
Por el exceso de trabajo, a veces la tortura de cada día.
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales
Vicente huidobro

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