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LA INTERPRETACION DE LAS CULTURAS Clifford Geertz gedisa PARTE I 1. Descripcién densa: hacia una teorfa interpretativa de la cultura _, I En su libro Philosophy in a New Key, Susanne Langer observa qué ciettas ide- as-estallan en el paisaje intelectual con una tremenda fuerza. Resuelven. tantos pros. biemas fundamentales en un momento que también parecen pronicter que van arésol= ver todos los problemas fundamentales, clarificar todas las cuestiones oscuras. To= dos-se abalanzan a esa‘idea como si fuera un formula magica de alguna nuéva.ciencia positive, como si fuera el centro conceptual alrededor del cual es posible construir: un nuevo sistema general de andlisis. El stibito auge de semejante grande idée; que: eclipsa momentaneamente. casi todo lo demas, se debe, dice la autora, “al hecho de: que todos los espiritus sensibles y activos se dedican inmediatamente a explotarla. La probamos en toda circunstancia, para toda finalidad, experimentamos las posibles. extensiones de su significacién estricta, sus generalizaciones y derivaciones”..:-:... 3: Pero una vez que nos hemos familiarizado con la nueva idea, una vez que ésta,_— forma parte de nuestra provisién general de conceptos tedricos, nuestras expéctativas se hacen més equilibradas en Jo tocante a los usos reales de dicha idea, de suerte que. asi termina su excesiva popularidad. Sdlo unos pocos fanaticos persisten en su:inten- to de aplicarla universalmente; pero. pensadores menos impetuosos al cabo: de un: tiempo se ponen a considerar los problemas que Ia idea ha generado. Tratan. de apli- carla y hacerla extensiva a aquellos campos donde resulta aplicable y donde: ¢s ‘posi- ble hacerla extensible y desisten de hacerlo en aquellos en que la idea noes aplicable: ni puede extenderse. Si era valedera se convierte entonces verdaderamente en una idea, seminal, en una parte.permanente y perdurable de nuestro arsenal intelectual. Pero: ya no tiene aquel promisorio, grandioso alcance de su aparente aplicacién universal. que antes tenia. La segunda ley de termodindmica 0 el principio de la seleccién natu- tal o el concepto de motivacién inconsciente 0 la organizacién de los medios de pro- duccién no lo explica todo y ni siquiera todo lo humano, pero, sin embargo,-explica algo; de manera que nuestra atencién se dirige a aislar s6lo lo que es ese algo, a de- sembarazamos de una buena porcién de seudociencia a la que, en el primer entisias- mo de su célebridad, la idea también dio nacimiento. Que sea en realidad éste 0 ino el modo en.que se desarrollan Jos concepitos cien- tificos fundamentalmente importantes, no lo sé. Pero ciertamente este esquemacnca- jaenel concepio de cultura alrededor del cual nacié toda la disciplina de la antropolo- gia, la cual se preocupé cada vez mas por limitar, especificar, circunscribir-y conte. ner el dominio de aquélla. Los ensayos que © siguen, en. sus diferentes maneras-y-en. sus varias direcciones estén t6d0s dedicados reducir el concepto de cultura. sus ver S, con Io cual tienden a asegurar sii Constante importancia-antes pea socavarla, Todos éllas; ~aveces explicitamente pero Con mas-freeuenciaen-vir- a del andlisis particular que desarrolian, preconizan un concepto de cilltura mas es~ trecho, especializado y, segiin imagino, tedricamente mds vigoroso que el de:B..B. 19. Tylor, al que pretende ‘Feemplazar, pues el “todo sumamente complejo” * de Tylor, cu- ya fecundidad nadie niega, me parece > haber Wegadoak ‘punto en’el que oscurece mas a8 c cosas dé fo qué'las'revela.* “EI pantano-conicéptual a que puede conducir el estilo pot-au-feu tyloriano de te- orizar sobre la cultura resulta palpable en lo que todavia es una de las mejores intro- ducciones generales a la antropologia, Mirrer for Man de Clyde Kluckhohn. En unas veintisiete paginas de su capitulo s sobre el concepts de cultura, Kluckhohn se las in- iia efinir la cultura como; 1) “el modo total de vida de un pueblo”; 2) “el le- de su grupo”; 3) “u i conducti”: 55) “lina | salmente unr grupo de personas”; 6) “un depésito de saber almacenado”; 7) “fia séi de oriemacionesestuncdarizadas frentea problemasreitora- dos”; 8) “cOndlucta aprendida”s 9)“ ‘iin mecanismo de regulacién-normativo dé fa con- ducta”;-10) “una seri | -tanto‘al-ambiente éxiérior como a ipuado dé" y tal-vez.en-su-desespetac les, tales como un mapa, un tamiz, una matriz. Freiité a és- te género de dispetsion tedrica Ceal{nier conicépio deculturaauni Cuando sea mds res- tringido y no enteramente estandar, que por lo menos sea internamente coherente y que, lo cual es mds importante, ofrezca un argumento susceptible de ser definido (co- mo, para ser honestos, el propio Kluckhohn lo comprendis sagazmente) representa . una mejora. El eclecticismo es contraproducente no porque haya tinicamente una di- reccidn en la que resulia util moverse, sino porque justamente hay muchas y es nece- sario elegir entre ellas. teipret dove expresiones sociales que son enigmaticas en su superficie, Pero semejante pro- nunciamiento, que contiene toda una doctrina en una cl4usula, exige en s{ mismo al- guna explicacién. i El operacionalismo como dogma metodolégico nunca tuvo mucho sentido por Jo menos en lo que se refiere a las ciencias sociales y, salvo unos pocos rincones de- masiado transitados —el conductismo skinneriano, los tests de inteligencia, etc— estd en gran medida muerto en la actualidad. Pero asi y todo, hizo un aporte impor- tante que conserva cierta fuerza, independientemente dlo que uno pueda ensar al see Gera Io que hasoh (ee ie Ek ection. eit a Social Io-que-hacen los que Japractican es etnografia. Y cémprendiendo lo que es cinogratfa yids exactamen- te lo que es hacer emografia se puede comenzar a captar a qué equivale el ariélisis an- tropolégico como forma de conocimiento. Cotresponde advertir enseguida que ésta 20 noes una cuestién de métodos. Desde cierto punto de. vista, él del libro de: textoyha- 1 Jaci - \ tos’ extablocer gencalogias apas | estas ‘actividades, estas técnicas y procediini ientos Io que definen Ia empresa. Totes ila define.es cic | né5 de, pata exnplear : ites enisayos | uyos (ceimpresos m_densa.’ en de ahora en el segundo volumen de sus Collected papers) dedicados a la cuestion dejco- mo é1 dice, qué est haciendo Le Penseur: “pensando y reflexionando” y “pensando pensamientos”. Consideremos, dice el autor, el caso. de « yapidamente el parpadd.del-ojo.< de-ellos-el movimiento-és un ti voluniario; en el lotro, una guifiada de. conspiracién dirigida.a un: amigo. Los’ dos: mo: vimientos, c6mo movimientos, son'idénticos; vistos desde una camara f | cv cual. I tac ene aa a un sofia e conan es hacer ua ga | da. Consiste, ni mds ni menos, en esto: ‘una piz pizca de de. conducta,-una_pizca de-cultura " y --voila!— un gesto. ~ Pero todo ésto no es mAs que él comienzo. Supongamos, continiia dicicndo el autor, que haya un tercer muchacho quien “para divertir maliciosamente a sits camara- das” remeda la guifiada del primer muchacho y'lo hace torpemente, desmafiadamente, como aficionado. Por supuesto, lo hace de la misma manera en que ¢l seguiido mu- chacho guifiaba el ojo y el primero mostraba su tic, es decir, contrayendo rapidamen- te el parpado del ojo derecho; sélo que este ultimo muchacho no est4 guifiando el ‘ojo ni mostrando un tic, sino qué esta parodiando a otro cuando risuefiamente inten- ta haéer Ja guifiada. También aqui existe un cédigo socialmente establecida (el mu- chacho hard “el guifio” trabajosamente, exageradamente, quizd, agregando, una mhue- . los habituales artificios del payaso); y también aqui hay un mensaje. Pero aho- va aio que flota en el aire es, no una conspiracidn, sino el ridiculo. Silos demds.pien- sah que él realmente esi haciendo una guifiada, todo su proyecto fracasa por ¢ntero, aunque con diferentes resultados si los compafiéros piensan que est4. eahibiendo uA tic. Y podemos ir ain més lejos: inseguro de sus habilidades mimicas, el supuesto satirico puéde practicar en su ¢asa anté el espejo; en ese caso no estard mostrando un tic, ni haciendo un guifio, ni remedando; estara ensayando; pero visto por una céma- ta fotografica, observado por un conductista radical o por un creyente en sentencias protocolares, ef muchacho estar solamente contrayendo-con rapidezel parpado del ojo derecho, lo mismo que en los otros casos. Las complejidades son ‘posibles y practicamente no tienen fin, por lo menos légicamente, Pot ejeriiplo, ‘¢l. guifiador oe podria haber estado fingiendo una guifiada, rque en marcha wii bis taloosa eb ese cass ESTAS descripciones do-y.de Jo que el que ensaya ante el espejo est. ensayando.cambian desde luego en consecuétitia: Pero ta cuéstiénes que la diferencia entre lo que : Ryle | llama fa “des- cripciéir superficial” de Io que est4 haciendo el que ensaya ante el espejo (remedador, guifiador, duefio de un tic...), es decir, “contrayendo rapidamente el ojo derecho” y la “descripcién densa” de lo que est4 haciendo (“practicando una burla a un amigo al si- » mular una sefial con el fin de engafiar a un inocente y hacerle creer que est4 en mar- cha una conspiracién”) define el objeto de la etnografia: una jerarquia estratificada ge estructuras significativas atendiendo a las cuales ‘se’ producert, ‘se pretan los tics, los guifios, Tos" guifi *fingidos, “las” dias y sin las cuales oxistivia tori que los filésofos de Oxford se compla- ‘cen en urdir, todo este asunto de la guifiada, la falsa guifiada, la imitacién burlesca de la guifiada, ef ensayo burlesco de ia falsa guifiada, puede parecer un poco artifi- cial. Con Ia intencién de agregar una nota mds empfrica me permito (sin hacer antes ningin comentario explicativo) transcribir un extracto, bastante tipico, de mi propia libreta de campo para demostrar que, por redondeado que esté a los efectos didacticos, el ejemplo de Ryle presenta una imagen! -bien exacta de Ja clase de estructuras super- nio-a inferencias a Los franceses (segin dijo ¢l informante) sdlo acababan de llegar. | Instalaron unos veinte pequefios fuertes entre este punto, la ciudad, y la regién de Mar- musha en medio de fas montafias, y Jos instalaron en medio de los promonto- ios a fin de poder vigilar el interior del pais, Asi y todo no podian garantizar proteccién y seguridad sobre todo por las noches, de manera que aunque se su- ponia que estaba legalmente abolido el sistema del mezrag (pacto comercial), en realidad continuaba practicindose io mismo que antes. Una noche, cuando Cohen (que habla fluidamente el beréber) se encontraba alld arriba, en Marmusha, otros dos judfos comerciantes de una tribu vecina acudieron al lugar para comprarle algunos articulos. Unos beréberes pertene- cientes a otra tribu vecina trataron de irrumpir en Ja casa de Cohen, pero éste dispar6 su escopeta al aire. (Tradicionalmente no estaba permitido que los ju- dios tuvieran armas, pero en aquel perfodo las cosas estaban tan inquictas que muchos judios las tenian de todas maneras.) El estampido Ilamé Ja atencién de Jos franceses y los merodeadores huyeron, Pero regresaron.a la noche siguiente; uno de ellos disfrazado de mujer Hamé a Ja puerta y conté cierta historia. Cohen tenfa sospechas y no queria dejarla en- trar, pero los otros judios dijeron: “Bah, si es sélo 1a mujer. Todo est4 bien”. De manera que le abrieron la puerta y todo el grupo se precipit6 adentro. Die- yon muerte a los dos visitantes judios, pero Cohen logré encerrarse en un cuar- to adyacente. Oy que los ladrones proyectaban quemarlo vivo en el negocio después de haber retirado las mercaderias; abrié entonces la puerta y se lanz6 afuera blandiendo un garrote y asi consiguié escaparse por una ventana. Llegé al fuerte para hacerse atender las heridas y se quejé al comandante local, un tal capitén Dumari, a quien le manifest6 que deseaba obtener su ‘ar, es de- cir, cuatro o cinco veces el valor de las mercaderias que le habian robado. Los bandidos pertenecfan a una tribu que todavia no se habia sometido a la autori- (dad francesa y-estaban en abierta rebelién, de modo que cuando Cohen pidié au- > 4gtizacién pata ir con su arréndador del mezrag, el jeque. de Ja tibu de Marmus-. . fa, con el fin de recoger la indemnizaci6n que le correspondia por jas reglas tra~ dicionales, el capitén Dumari no podia darle oficialmente permiso a causa de la prohibicién francesa del mezrag, pero Ie dio autorizacién verbal y le-dijo: “Si te matan, es asunto tayo”. . ° Entonces el jeque, ef judio y un pequefio grupo de hombres armados de Mar- smusha recorrieron diez o quince kilémettos montafias arriba por la zona:tebel- de, en la cual desde luego no habia franceses; deslizandose a hurtadillas se apo- deraron ‘del pastor de la tribu ladrona y de sus rebafios. Los de Ja.otra tribu pronto Legaron montados a caballo y armados para perseguirlos y ya estaban fi @ atacar. Pero cuando vieron quiénes eran los “ladrones de las ‘ovejas” cambiaron de idea y. dijeron: “Muy bien, hablaremos”. Realmente no. podian négar lo que habia ocurrido —que algunos de sus hombres habfan.des: pojado.a Cohen y dado muerte a sus dos visitantes— y no estaban dispuestos a desatar una contienda seria con los:de Marmusha porque eso supondria una lucha con los invasores. Los dos. grupos s¢ pusieron pues a hablar y hablaron y hablaron en Ja Hanuraen medio de millares de ovejas; por fin decidieronrepa- rar los dafios con quinientas ovejas. Los dos grupos armados de. beréberes se alinearon entonces montados a caballo en dos extremos Opuestos de:la Lanura. teniendo entre cllos el ganado; entonces Colien con su negra vestidura talar y- sus sueltas pantuflas se metié entre las ovejas y. comenz6 a elegir una por una asu placer para resarcirse de los dafios. Asi Colien obtuvo sus ovejas y-retornd a Marniusha. Los franceses del fuerte Jo oyeron llegar desde lejos (Cohen gritaba feliz recordando 1o ocurrido: “Ba, ba, ba”) y se preguntaron “,Qué diablos es eso?” Cohen dijo: “Este es mi ‘ar’ Los franceses no creyeron lo que en realidad habia ocurrido y lo acusaron: serum espia que trabajaba para los beréberes rebeldes. Lo encarcelaton y le qui- taron su ganado. Su familia que vivia en la ciudad, no teniendo noticias suyas durante largo tiempo, crey6 que habia muerto. Pero los franceses terminaron por ponerlo en libertad y Cohen regres6 a su hogar, aunque sin ‘sus:ovejas. Acudié entonces al coronel de Ja ciudad, el francés encargado de toda la region, para quejarse de lo ocurrido. Pero el coronel le teplicé: “Nada puedo hacer en este asunto. No es cosa mia”. | Citado textuaimente y de manera aislada como “una nota metida en una bote- ila”, este pasaje da (como lo haria. cualquier pasaje semejante presentado andlogamen: te) una buena idea de cuantas cosas entran en Ja descripcién emogréfica aun del tipo més elemental, da una-idea de cudn extraordinariamente “densa” es tal descripcién. : Enescrit stropoldgicos terminados, incluso en los reunidos en este nada. (Revelar, por ejemplo, que este peg ), este: he- osotros llamamos nuestros datos’s6n teal del-centro de Marruecos en 1912 y que fue contado alli en 1968, determina gran par- malo 4¢.de nuestra comprensioni de ese drama.) Esto no entraiia nada parti y en todo caso es inevitable, Sdlo que Ileva a una idea de la investigaciGn antropols- 23 gica que la concibe mas como una actividad de observacién y menos como la activi- dad de interpretacién que en realidad es, Apoydndonos en la base factica, la roca firme (si es que Ja hay) de toda la empresa, ya desde el comienzo nos hallamos ex- plicando y, lo que es peor, explicando explicaciones. Guifios sobre guifios sobre El andlisis consiste pues en desentrafiar las estructuras de significacién —-lo que Rylé llamo codigos establécidos, expresién’un tafité equivoca, pues hace que la empresa se parezca demasiado a la tarea del empleado que descifra, cuando mds bien , S¢ asemeja a la del critico literario— y en determinar su campo social y su alcance. Aqui, en nuestro texto, ese trabajo de discemir comenzaria distinguiendo las tres dife- Tentes estructuras de interpretacién que intervienen en la situacién, los judfos, los be- réberes y los franceses, y luego continuaria mostrando cémo (y por qué) en aquella é- poca y en aquel lugar la copresencia de los tres elementos produjo una situacién en Ja cual el sistematico malentendido redujo Ja forma tradicional a una farsa social. Lo que perjudicé a Cohen y junto con él a todo el antiguo esquema de relaciones socia- les y econémicas dentro de! cual él se movia, fue una confusién de lenguas. Luego volveréa ocuparme de esta afirmacién demasiado compacta asi como de los detalles del texto mismo. Por ahora sdlo.quicro destacar que Ja etnografia ges omplejas, muchas de Tas cuales estins superput lazadas entre si, estricturas ‘que son ; al.mismo tiempo extrafias, egret ne valgares a ens de su actividad: entrevistar a informantes, observar ritos, clici- tar términos de parentesco, establecer limites de propiedad, hacer censo de casas. 2 eS- cribir su diario. Hacer etnografia.es como tratar de leer (en el un texto” un mais extranjero, borroso, p! de sospec! de La cultura, ese documento activo, ¢s-4 ‘pues. Diiblica, lo mismo-que-un-guifio burlesco 0 una correria para apoderarse de ovejas. Aunque contiene ideas, la cultura RO existe en la cabeza de algui ica, ni0 interminable debate en et Seno dé “objetiva” junto con el intercambio reciproco de insultos intelectuales coldeeliat™ “jmentalista!”, “jconductistal”, “jimpresionista!”, “jpositivista!”) que lo acompafia, esta por entero mal planteado. Una vez que la conducta humana es vista como ac- cién, simbélica —accién que, fonaci e la“éscrit juntas mezcladas. En el caso de un guifio urlesco 0 de ‘una fingida correria para apoderarse de ovejas, aquéllo por lo que hay que pregun- tar no es su condicién ontoldgica. Eso es lo mismo que las rocas por un lado y los suefios por el otro: son cosas de este. mundo. Aquello por Jo ‘que hay.que preguntar 24 su valor: si es mofa 0 desafio,ironia.o célera, es esnobismo worgu- ceria. Cand ellapesimaginar quel laculturaes ona realiad “superorganica”, ‘conchae saen sf misma, con fuerzas.y finés propios; esto es reificar la cultura. Otra: manera es pretender que Ja cultura consiste en ef craso esquema de la conducta que observa: mos.en Jos individuos de alguna comunidad identificable; esto es reducirla. Pero aun= que estas dos confusiones todavia subsisten ¢ indudablemente subsistiran siempre, la fuente principal del embrolio tedrico que presenta la antropologia contemporanea es una-concepcidn que se désarrollé:como reaccin a esas dos posturas y que ahora esti ampliamente sostenida; me refiero a la concepcién, para citar a Ward Goodenough, quiz4 su principal expositor, segiin la cual “la cultura (esté situada) en el entendi- miento y én el corazén de los hombres”. Designada de varias maneras, etnociencia, andlisis componencial 0: antropolo- gia cognitiva (una terminologia fluctuante que refleja profunda incertidumbre), esta escuela de pensamiento sostiene que la cultura esté compuesta de estructuras psicolé- gicas mediante las cuales los individuos 0 grupos de individuos guian su conducta: “La cultura de una sociedad”, para citar de nuevo o Goodenough, esta 'vez un. n pasaje. qué fia ae ‘a Convertirse todo él to, : conocer miembros" partiendo de sic concepts de To que & la cultura resilta ia concep. cin; igiialmente afirmada, dé lo que es describirla: la exposicién de reglas sisteniati- cas, una especie de algoritmia etografica que,.de ser seguida, haria posible obra, co- mo,0 pasar (dejando de lado Ja apariencia fisica) por un nativo. De esta manera, uni subjetivismo extremado sé vincula con un formalismo extremado, y el resultado:no: ha de sorprender: un violento debate sobre si los andlisis particulares (que serealizan en la forma de taxonomias, paradigmas, tablas, arboles-y otras ingenuidades):réflejan lo: que los nativos “realmente” piensan o si son meramente habiles simulaciones; 16gicamente convincentes pero sustancialmente diferentes de lo que pierisan los na- tivos. Como a primera vista este enfoque parece lo bastante préximo al que éstamos desarrollando aqui para que se Jo confunda con él, conviene decir explicitamente ‘lo que los divide. Si por un momento dejamos a un lado nuestros guifios y nuéstras ovejas y tomamos un cuarteto de Beethoven como un ejemplo de cultura muy-espe- cial, pero sumamente ilustrativo en este caso, nadie lo identificar4, creo, con sa par- titura, con la destreza y conocimientos necesarios para tocarfo, con 1a comprensién que tienen de él sus ejecutantes o el ptiblico, ni (poner atenci6n, en passant; a los 16. duccionistas y a los reificadores) con una determinada ejecucin del cuarteto 0 corni-al- guna misteriosa entidad que trasciende la existencia material. “Ninguna de estas:co- sas” tal_ vez. sea una expresién demasiado fuerte, pues siempre hay espfritus incorregi-: bles. Pero que un cuarteto de Beethoven es una estructura tonal desarrollada en el: tiempo, una secuencia coherente de sonidos modulados —en una palabra, miisica== y no el conocimiento de alguicn 0 la creencia de alguien sobre algo, incluso sobre la manera de ejecutarlo, es una proposicién que probablemente se acepte después de cierta reflexidn. Para tocar el violin es necesario poseer cierta inclinaci6n, cierta destreza, cono- cimientos y talento, hallarse en disposicién de tocar y (como reza la vieja'broma) te- ner un violin. Pero tocar el violin no es ni la inclinacién, ni la destreza, ni €l cono- cimiento, ni el estado animico, ni (idea que aparentemente abrazan los que ¢reen en “la cultura material”) el violin. Para hacer un pacto comercial en Mazruecos uno de- be llevar a cabo ciertas cosas de determinadas maneras (entre ellas, mientras canta ‘uno en drabe curdnico degollar un cordero ante ios miembros varones adultos de la tribu reunidos en el lugar) y poseer ciertas caracteristicas psicoldgicas (entre otras, el deseo de cosas distantes). Pero el pacto comercial no es ni el degiiello, ni el deseo, aunque es bien real, como hubieron de descubrirlo en una ocasién anterior siete pa- tientes del jeque de Marmusha a quienes éste hizo ejecutar como consecuencia del ro- bo de una mugrienta y sarnosa piel de oveja carente de todo valor que pertenecia a Cohen, La cultura es publica porque Ja significacién lo es. Uno no puede hacer una guiflada (0 fingir burlescamente ina ‘gilifiada) sin conocer lo que ella significa o sin saber cémo contraer fisicamente el pérpado y uno no puede llevar a cabo una correrfa para aduefiarse de ovejas (o fingir tal correria) sin saber lo que es apoderarse de una oveja y la manera prdctica de hacerlo. Pero sacar de estas verdades la conclusién de que saber guifiar es guifiar y saber robar una oveja es una correria para robar ovejas supone una confusié6n tan profunda como tomar descripciones débiles y superficiales por descripciones densas, identificar la guifiada con las contracciones del parpado o la Correrfa para robar ovejas con lacaza de animales lanudos fuera de los campos de pas- toreo. La falacia cognitivista —de que la cultura consiste (para citar a otro vocero del movimiento, Stephen Tyler) en “fen6menos mentales que pueden [el antor quiere decir “deberfan”] ser analizados mediante métodos formales semejantesa los dela ma- temitica y la légica”— es tan demoledora para un uso efectivo del concepto de cultu- ra como Jo son las falacias del conductismo y del idealismo de Jas cuales el cogniti- vismo es una correccién mal pergefiada. Y tal vez esta falacia sea aun peor puesto que sus errores son més refinados y sus deformaciones mas sutiles, La critica generalizada de las teorfas personales de 1a significacién constituye- ya (desde el primer Husserl y el tiltimo Wittgenstein) una parte tan importante del pensainiento modemo que no necesitamos exponerla aqui una vez mas. Lo que se impone es darse cuenta de que el fendmeno alcanza a Ja antropologfa, y especialmen- te advertir que decir que la cultura consiste en estructuras de significacién socialmen- _ te establecidas en virtud de las cuales la gente hace cosas tales como sefiales de cons- piracidn y se adhiere a éstas, o percibe insultos y contesta a ellos no es lo mismo. que decir que se trata de un fendmeno psicolégico (una caracteristica del espiritu, de la personalidad, de la estructura cognitiva de alguien) o decir que la cultura es el tan- trismo, la genética, Ja forma progresiva del verbo, la clasificacidn de los vinos, el de- techo comin o la nocién de “una maldicién condicional” (como Westermarck defi- nié el concepto de’ ar, en virtud del cual Cohen reclamaba reparaci6n de los dafios su-- fridos). Lo que en un lugar como Marruccos nos impide a quienés nos hemos criado haciendo sefias captar la significaci6n de las sefias de otros no ¢s tanto ignorancia de cémo opera el proceso de conocimiento (aunque si uno supone que ese proceso ope- ra de la misma manera en que opera ‘en nosotros tal suposici6n contribuiré mucho a que conozcamos menos de tal proceso) como falta de familiaridad con el universo imaginativo en el cual los actos de esas gentes son signos. Ya que hemos nombrado a Wittgenstein, podemos también citarlo ahora: “Decimos de algunas personas que son transparentes para nosotros. Sin embar- 0, tocante a esta observacidn, es importante tener en cuenta que un ser huma- no puede ser un enigma completo para otro. Nos damos cuenta de esto cuando vamos a un pais extranjero de tradiciones completamente extrafias para noso- --“fros; y, lo que es mis, aun teniendo dominio de la lengua del pais. No con -prendemos a ta gente: (Y no a cansa de no saber lo que esas gentes se-dicen "unas a otras.) No podemtos sentimmos cémodos con elas”. Iv .s» Gomio experiencia personal la investigacién emogrdéfica consiste en lanzarnos una desalentadora aventura cuyo éxito sélo se vislumbra a lo lejos; tratar de formu Jar las ‘bases en que. uno imagina, siempre con excesos, haber encontrado apoyo, és aquello‘en que consiste el escrito antropolégico como empeiio cientifico. No trata: anos (0 por lo menos yo-no trato) de convertirnos en nativos (en todo caso wna pala- ‘bia. comprometida) o de imitar a los nativos. Sdlo los roménticos © los espfas en= contrarian sentido en hacerlo. Lo-que procuramos es (en el sentido amplio del térmiz no en 61 cual éste designa mucho més que la charla) conversar con ellos, una cues- ti6n bastante més dificil, (y no sélo con extranjeros) de lo que generalmente sé reco= poce. “Si hablar por algiin otro parece un proceso misterioso”, observaba Stanley Cavell, “esto puede deberse a que hablar a alguien no parece Jo suficientementé mis- terioso”. dad, también universe del discus) insteucci6n, al entretenimiento, al eee api greso:moraly a descubrir el orden natural de la conducta humana; y no ala antope logia la tinica disciplina que persigue esta finalidad. Foro se aia dena mda a fa S| bien el. cr PAVE Ree rept tes.beréberes, mercachifles. nae legionarios franceses— es pues csencialmenie un artificio para ocultarnos nuestra falta de capacidad para relacionamos perceptivaments con lo que nos resulta misterioso y con los demas. Observar lo corriente en ‘lugares €ii que’esto asume formas no habituales muestra no, como a menudo se ha pretendi- do, la arbitrariedad de la conducta humana (no hay nada especialmente arbitrario en. Tobar.ovejas violentamente en Marruecos), sino la medida en que su significacién va- ria segan €l esquema de vida que Jo informa. Comprender la cultura de ‘un pueblo su- pone captar su cardcter normal sin reducir-su particularidad. (Cuanto mas me esfuer- zo por comprender lo que piensan y sienten los marroquies, tanto mas légicos y sin- gulares me parecen.) Dicha comprensi6n los hace accesibles, los coloca en el marco de. sus propias trivialidades y disipa su opacidad. Es esta iianiobra, a la que suele designarse demasiado superficialmente como “ver las cosas desde el punto de vista del actor”, demasiado librescamente como elen- foque de la Verstehen 0 demasiado técnicamente como “ “andlisis émico”; la que-a me- nudo conduce a la idea de que la antropologia es una variedad de interpretacién men. fal a larga distancia o una fantasia sobre las islas de canibales, maniobra que, para gunos deseosos de navegar a través de Jos restos de una docena de filosofias hunt das,-debe por eso ejecutarse con gran cuidado. Nada es mAs necesario para compren= 27 der lo que ¢s la interpretacién antropolégica y hasta qué punto es interpretacién que una comprensi6n exacta de lo que significa —y de lo que no significa— afirmar que . nuestras formulaciones sobre sistemas simbélicos de otros pueblos deben orientarse en funcién del actor.) Lo cual significa que las descripciones de la cultura de beréberes, judios o fran- ceses deben encararse atendiendo a los valores que imaginamos que beréberes, judios © franceses asignan a las cosas, atendiendo a las férmulas que ellos usan para definir to que les sucede. Lo que no significa es que tales descripciones sean ellas mismas eréberes, judias o francesas, es decir, parte de la realidad que estan describiendo; son antropolégicas pues son parte de un sistema en desarrollo de andlisis cientifico. De- ‘en claborarse atendiendo a las interpretaciones que hacen de su experiencia personas Pertenecientes a un grupo particular, porque son descripciones, segtin ellas mismas declaran, de tales interpretaciones; y son antropolégicas porque son en verdad aniro- POlogos quienes las elaboran. Normalmente no es necesario sefialar con tanto cuida- do que el objeto de estudio es una cosa y que el estudio de ese objeto es otra. Es cla- ro que el mundo fisico no es la fisica y que una clave esquematica del Finnegan’s Wake no es el Finnegan's Wake. Pero, como en el estudio de la cultura, el andlisis penetra en el cuerpo mismo del objeto —es decir, comenzamos con nuestras propias interpretaciones de lo que nuestros informantes son o piensan que son y luego las sistematizamos—, Ja linea que separa Ja cultura (marroqui) como hecho natural y la cultura {marroquf) como entidad teérica tiende a borrarse; y tanto mds si la tiltima es presentada en la forma de una descripcién, desde el punto de vista del actor, de las concepciones (marroquies) de todas las cosas, desde la violencia, el honor, la digni- dad y la justicia hasta la tribu, la propiedad, el padrinazgo y la jefatura. En suma, los escrites antropolégicos son ellos mismos interpretaciones y por afiadidura interpretaciones de segundo y tercer orden. (Por definici6n, sélo un “nati- vo” hace interpretaciones de primer orden: se trata de su cultura)? De manera que son ficciones; ficciones en el sentido de que son algo “hecho”, algo “formado”, “compuesto” —que es la significacién de fictio—, no necesariamente falsas o inefec- tivas o meros experimentos mentales de “como si”. Elaborar descripciones orienta- das hacia el punto de vista del actor de los hechos relativos a un caudillo beréber, a » un comerciante judfo y a un militar francés en el Marruecos de. 1912 constituye clara- mente un acto imaginativo, en modo algune diferente de Ia elaboracién de andlogas descripciones de, digamos, las relaciones que tenfan entre sf un médico de provincias francés, su boba y adiiltera esposa y el fiitil amante en la Francia del siglo XIX. En el tiltimo caso, los actores estén répresentados como si no hubieran existido y los hiechos como si no hubieran ocurrido, en tanto que en el primer caso los actores es- tan interpretados como reales y los hechos como ocurridos. Esta es una diferencia de. 1 No s6lo de otros pucblos; 1a antropologia puede ejescitarse en Ja culmra de Ia cual ella misma fouma parte y, en efecto, esto ocurre cada vez en mayor medida, lo cual tiene profunda imporancia, pero como plantea unos cuantos espinosos y especiales problemas de segundo orden, por el momento dejaré a un lado este hecho. 2 El problema de los drdenes es ciertamente complejo. Los trabajos antropolégicos basados en otros trabajos antropolégicos (los de Lévi-Strauss, por ejemplo) pueden ciertamente ser de un cuarto orden o sin més, y los informantes con frecuencia y hasta habitalmente dan interpretaciones de seguado orden; es lo que ha Iegado a conocerse como “modelos natives”. En Jas cultaras ilustradas, en Jas que Ia interpretacién “nativa” puede alcanzar niveles superiores (en ef caso del Magreb basta pensar ¢ un Tbn Jaldén y en el caso de los Estados Unidos en Margaret Mead) estas cuestiones se hacen verdaderamente intrincadas, 28 no.poca importancia, una diferencia que precisamente. Madame. Bovary encontraba ¢ ficil de entender. Pero la importancia no reside-en el hecho de. que la historia de Ma- dame. Bovary fuera una creaci6n literaria.en tanto que la de Cohen fuera s6lo unaanio- tacién. Las condiciones de su creacién y su sentido (para no decir nada-de la calidad literaria) difieren. Pero una historia es tani fictio, “una hechura”, como Ja otra. ‘Los antropélogos no siempre tuvieron conciencia de este hecho: de que: si-bien Ja cultura existe en aquel puesto comercial, en ei fuerte de la montafia 0 en Ja corre- ria para robar ovejas, la antropologia existe en el libro, en el articulo, en la conferen- cia, en la exposicién del museo y hoy en dia.a veces en la pelicula cinematografica: Darse cuenta de esto significa comprender que la linea que separa modo de représenta- cidn y contenido sustantivo no puede trazarse en el andlisis cultural como no. puede hacérselo, en pintura; y ese hecho a su vez parece amenazar la condicién objetiva del conocimiento antropolégico al sugerir- que la fuente de éste es, no Ia realidad social, sino el artificio.erudito. ‘Loamenaza, pero se trata de ula amenaza superficial. El derecho de latelacién etnografica a que se le preste atencién.no depende de la habilidad que tenga su autor para recoger hechos primitivos en remotos lugares y levarlos a su pais, como:si.fue- Tan una mascara 0 una escultura exética, sino que depende del grado en que ese autor sea capaz de clarificar lo que ocurre-en tales lugares, de reducir el enigma —zqué.cla- se de hombres son ésos?— al que naturalmente dan nacimiento hechos no familiares que surgen en escenarios desconocidos. Esto plantea varios problemas serios de veri- ficacién, o si la palabra “verificacién” es demasiado fuerte para una ciencia tan blan- da(yo preferiria decir “evaluacién”), el problema de c6mo hacer una relacién mejora partir de otra menos buena. Pero-aqui est4 precisamente la virtud de la ettiografia. Si ésta es descripcién densa y los etnégrafos son los que hacen las descripciones, Juego la cuestién fundamental en todo-ejemplo dado.en ja descripcién (ya se trate de utia nota aislada de la libreta de campo, o de una monografia de las dimensiones de:las de Malinowski) es la de saber si Ia descripcién distingue los guifios de. Jos tics 'y los guifios verdaderos de los guifios fingidos. Debemos medir la validez de nuestras ex- plicaciones, no atendiendo a un cuerpo de datos no interpretados y a descripcionesra- dicalmente tenues y superficiales, sino atendiendo al poder de Ia imaginacién cientifi- ca para ponernos en contacto con la vida de gentes extrafias. Como dijo: Thoreau; no vale la pena dar la vuelta al mundo para ir a contar lds gatos que hay en Zanzibar. ov La proposicién de que no conviene.a nuestro interés pasar por alto en Ia-con- ducta humana las propiedades mismas que nos interesan antes de comenzar a exami- nar esa conducta, ha elevado a veces sus pretensiones hasta el punto de afirmar: co- mo. Toque nos i interesa son sélo esas propiedades no necesitamos atender ala conduc- ta sino en forma muy sumaria. La cultura se aborda del_modo més efectivo, conti- niia esta argumentacién, entendida como puro si Fras atrapa es “en Sus propios términos”), aislando sus élemieritos, éspecificanda las rela- ciones intermas que guardan entre si esos elementos y Inego caracterizando todo-el sistema de alguna manera general, de conformidad con los simbolos.centrales.alrede- dor de los cuales se organiz6 Ja cultura, con las estructuras subyacentes de que ella es una expresién, 0 con los principios ideolégicos en que ella se funda. Aunque re- presente un claro mejoramiento respecto de la nocién de cultura como “¢onducta 29 f “toria, de un ritual, aprendida” 0 como “fenémenos mentales”, y aunque sea la fuente de algunas vigoro- sas concepciones teéricas en la antropologia contempordnea, este enfoque herméticg me parece correr el peligro (y de manera creciente ha cafdo en €1) de cerrar las puertas de] andlisis cultural a su objeto propio: la légica informal de la vida real: No veo gran beneficio en despojar a un concepto de los defectos del psicologismo para hun- dirlo inmediatamente en los del esquematismo. bacon ee Mender a la conducta y haverio con eto rigor porque es en el fluir.de [ive , Inds precisamen dela accién Ghcvhtton arigulaton Ta ‘tambi supuesto, en div ariéfactos ¥ én divérsos estados de conciencia; pero éstos cobran su significacién del papel que desempefian (Wittgenstein diria de.su“uso”) en una estructura operante de vida, y no de las relaciones intrinsecas que puedan guardar entre si. Lo que crea nues- tro drama pastoral y de lo que trata por lo tanto ese drama es lo que Cohen, el jeque y el capitan Dumari hacian cuando se embroilaron sus respectivos propésitos: practi- car el comercio, defender el honor, establecer el dominio francés. Cualesquiera que se- an los sistemas simbélicos “en sus propios términos”, tenemos acceso empirico a ellos escrutando los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en esquemas unifi- implicacién.de esto es la de que la coherencia no puede ser la pen pig i6n cultiiral, Los sistemas ‘cultara dl ques i astante coheréicia. Sin émbargo, nada hay mas coherenle dus fa alucinacion< de un parandide 6 que el cuento de un esta- fador. La fuerza de nuestras interpretaciones.no puede estribar, como tan a menudo se acostumbra hacerlo ahora, en [a tenacidad con que las interpretaciones se articulan firmemente 0 en la seguridad con que se las expone. Creo que nada ha hecho mas pa- ra desacreditar el andlisis cultural que la consiruccién de impecables pinturas de or- den formal en cuya verdad nadie puede realmente creer. Si la interpretaci6n antropoldgica es realizar una lectura de lo que ocurre, divor- ciarla de lo que ocurre —de lo.que en un determinado momento 0 lugar dicen determi- nados personas, de fo que éstas hacen, de lo que sc les hace a ellas, es decir, de todo el vasto negocio del mundo— es divorciarla de sus aplicaciones y hacerla vacua. U- na buena interpretacién de cualquier cosa —de un poema, de wna persona, de una E ituciéi; de una sociedad--.nos-lleva a 1a médula-mis- made lo que es la inierpretacién. Cuando ési no Io hace asi, sino que nos conduce acualquier otra parté —por ejemplo, a admirar la elegancia de su redaccién, la agude- za de su autor o las bellezas del orden euclidiano— dicha interpretacién podrd tener ‘sus encantos, pero nada tiene que ver con la tarea que debfa realizar: desentraflar lo que significa todo ese enredo de las ovejas. El enredo de las ovejas —su robo, su devolucién reparadora, la confiscacién politica de ellas— es (0 era) esencialmente un discurso social, aun cuando, como lo indiqué antes, fuera un discurso desarrollado en miiltiples ienguas y tanto en actos como en palabras. Al reciamar su ‘ar, Cohen invocaba al pacto mercantil; al reconocer 1a reclama- ci6n, el jeque desafiaba a Ia tribu de los ladrones; al aceptar su culpabilidad la tribu de.los ladrones pagé la indemnizacién; deseosos de hacer saber con claridad a los je- ques ya los mercaderes por igual quiénes eran los que mandaban alli ahora, los fran- ceses mostraron su mano imperial. Lo mismo que en todo discurso, el c6digo no de- termina la conducta y lo que realmente se dijo no era necesario haberlo dicho. Co- 30 ben, considerando ‘su ilegitima situacién.a los ojos del protectorado, podria haber de= cidido.no reclamar nada. El jeque, por andlogas razones, podria haber rechazadola te~ clamaci6n. La tribu de los ladrones, que adn se-resistia a la autoridad francesa, podria haber considerado Ia incursién como algo “teal” y podria haber decidido luchar en In- gar de. negociar. Los franceses si hubicran sido m&s hdbiles y menos durs {como:en efecto Iegaron a ser luego bajo Ja tutela sefiorial del mariscal Lyautey) podrian ha- ber permitido a Cohen que conservara sus ovejas haciéndole una guifiada como para indicarle que podia continuar en sus actividades comerciales. Y hay ademds otras po- sibilidades; los de Marmusha podrian haber considerado la‘accién francesa un insulto demasiado grande, precipiténdose en la disidencia; los franceses podrian haber intenta- do-no tanto humillar a Cohen como someter mds firmemente a ellos al propio je- que; y Cohen podria haber Hegado a la conclusién de que, entre aquellos renegados beréberes y aquellos soldados de estilo Beau Geste, ya no valfa Ja pena ejercer el:co- mercio en aquellas alturas del Atlas y habersc retirado a los confines de la ciudad-que: estaban mejor gobernados. Y eso fue realmente lo que mds.0 mienos ocurrid poco después cuando el protectorado Iegé a ejercer genuina soberania, Pero lo importanté: aqui no es describir lo.que ocurria.o no ocurria en Marruecos. (Partiendo de este sim= ple incidente uno puede Ilegar a enormes + complejidades de experiencia social.) Lo. importante es demostrar en qué consiste una pieza de interpretacién, antropolégi¢ar” trazar le-corva dein Social n tminada, : El etnégrafo “inscribe” discursos sociales, los pone por escrito, los. redacta. Al hacerlo, se aparta del hecho pasajero (que existe solo eit ef tnomento en que'se da y pasa a una relacién de ese hecho que existe en sus inscripciones y que puede volver.a ser consultada. Hace ya mucho tiempo que murié el jeque, muerto en cl proceso de Jo que los franceses llamaban “pacificacién”; el capitin Dumari, “su pacificador” se retir6 a vivir de sus recuerdos al sur de Francia y Cohen el afic pasado s¢ fue a su “patria” Israel, en parte como refngiado, en parte como peregrino y en parte como pa- triarca agonizante. Pero lo que cllos se “dijeron” (cn el sentido amplio del témmino) unos a Olros en una meseta del Adias hace sesenta afios ha quedado conservado ~=no: perfectamente, por cierto— para su estudio. Paul Ricoeur, de quien tomé toda:¢esta idea de la inscripcién de los actos aunque algun tanto modificada, Preguntai: te Be ja la escritura?” “No el hecho de hablar, sino lo ‘dicho’ en-el hablar, y entendemos por ‘lo di- cho’ en el hablar esa exteriorizacién intencional constitutiva de la finalidad del discurso gracias a la cual el sagen —él decir— tiende a convertirse én, Aiitsa- ge, en enunciacién, en lo enunciado, En suma, lo que escribimos ¢s €l noema Cel pensamiento’, el ‘contenido’, la ‘intenci6n’) del hablar. Se tara de-te-sigat: ficacién del evento de habla, no del hecho como hecho.” Con esto no queda todo “dicho”, pues si los filésofos de Oxford recutren a Cuentitos, los fenomendlogos recurren a grandes proposiciones; pero esto de todas maneras nos lleva a una respuesta mds precisa de nuestra pregunta inicial “7Qué ha- ce el eindgrafo?”: el etndgrafo escribe.? Tampoco éste parece un descubrimiento a " 3 ©, también més exactamente, “inscribe”. La mayor parte de a einografia se ‘endonttard ciertamente en libros 'y articalos antes que en pelicalas cinematogréficas, registros, muscos, etc:; Pero aun en libros y artfculos hay por supuesto fotografias, dibujos, diagramas, tzblas, etc: Ea ’ 31 muy notable, y para algunos familiarizados con Ja actual “bibliografia” seré poco plausible. Pero, como la respuesta cstandar a nuestra pregunta fue “EJ etnégrafo ob- serva, registra, analiza —una concepcién del asunto por el estilo del. Vini, vidi, vinci—, dicha respuesta pede tener consecuencias mas profundas de lo que parece a primera Vista, yno poco importante éntre ellas-es la-de que distincién de estas tres fases de conocimiento (observar, registrar, analizar) puede nommalmente no ser posi- ble y que como “operaciones” auténomas pueden no existir en realidad. La situaci6n es atin mas delicada porque, como ya observamo§, Jo que inscribi- ‘traiamo (bit) no-es-discurso social én br Esto no es tan terrible como paréce, pues en realidad tig ‘Tos cretenses sor'mén- Wrosos y porque no es necesario saberlo todo para comprender algo. Pero hace pare- cer relativamente imperfecta la concepcién del andlisis antropolégico como manipu- lacién conceptual de hechos descubiertos, como reconstruccién Jégica de una reali- dad. Disponer cristales simétricos de significacién, purificados de la complejidad ma- terial en que estaban situados, y luego atribuir su existencia a principios autégenos de orden, a propiedades universales del espiritu humano 0 a vastas Weltanschaungen a priori, es aspirar a una ciencia que no existe ¢ imaginar una realidad que no podré encontrarse. El andlisis cultural es (o deberia ser) conjeturar significaciones, estimar las conjeturas.y Megara conclusionés explicativ: de Jas. mejores.conjetu- Yas, y no el descubri: saje oi De_manera que la descripcién etnogrdfica presenta tres rasgos caracteristicos: es interpretativa, lo que interpreta es él flujo del discurso”social-y: la interpretacion “lo dicho” discurs ion Esto no quiere decir que no haya interpretaciones antropol6gicasen gran escala de sociedades enteras, de civilizaciones, de acontecimientos mundiales, etc. En reali- dad, en esa extensi6n de nuestros andlisis a contextos m4s amplios, lo que, junto con sus implicaciones te6ricas, los recomienda a la atencién general y lo que justifi- ca que los claboremos. A nadie le importan realmente, ni siquiera a Cohen (bueno... tal vez a Cohen si) aquellas ovejas como tales. La historia puede tener sus puntos aa hha estado faltando conciencia sobre los modos de represemtacién —para no hablar de los experimentos con ellos—, : 4 En la medida en que la idea de “observaciéa participante” reforz6 el impulso del antropélogo a compenctrarse con sus informantes y considerarlos antes personas que objetos, fue una idea valiosa, Pero en la medida en que condujo al antropélogo a perder de vista la naturaleza muy especial de su propio papel y a imeginarse él mismo como algo més que un transciinte interesado (em ambos sentides de Ja palabra), este concepto fue nucsira fuente més imporunte de mala 32 ciiiminantes y decisivos, “grandes ruidos en una pequeiia habitacién”; pero aquel pe- quefio episodio no cra uno de sos momentos. . Quicre decir simplemente que el antropdlogo de manera caracteristi¢a aborda esas interpretaciones ‘mas amplias y hace esos andlisis mds abstractos partiendo.de Jos conocimientos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extrema- damente pequefias. Enfrenta las mismas grandes realidades polfticas que otros los’ historiadores, los economistas, los cientificos politicos, los socidlogos— enfrentan en dimensiones mayores: cl Poder, ct Cambio, la Fe, la Opresion, el Trabajo, la Pa- sién, la Autoridad, la Belleza, la Violencia, el Amor, el Prestigio; s6lo que el antro- pologo las encara en contextos lo bastante oscuros —lugares como Marmusha y.vi- das como la de Cohen— para. quitarles las maytisculas y escribirlas con miniscula. Estas.constancias demasiado humanas, “esas grandes palabras que nos espantan a to~ dos”, toman una forma sencilla y doméstica en esos contextos domésticos:Peto aqui est exactamente Ja ventaja, pues ya hay suficientes profundidades en él mundo. Sin embargo, el problema de cémo llegar; partiendo de una coleccién de-niinia- turas ctnograficas como el incidente de nuestras ovejas —un surtido de observacio- nes y anécdotas—, a la descripcién de los paisajes culturales:de una nacién, de una:é= poca, de un continente, o de Ja civilizacién noes tan facil de eludir con vagas alusio- nes a las virtudes de lo concreto y de mantener bien firmes los pies en la tierra, Para una Ciencia nacida en tribus indias, en las islas del Pacifico y en las comunidades africanas y que luego se sintié animada por mayores ambiciones, éste ha Negado'a ser un importante problema metodolégico, un problema que por lo general fue mal manejado. Los modelos que los antropélogos elaboraron para justificar ‘su paso des- de las verdades locales a las visiones generales fueron en verdad los responsables de socavar toda Ja empresa antropolégica en mayor medida que todo cuanto fueron capa- ces de urdir sus criticos: los socidlogos obsesionados con muestreos, los psicélogos con medidas o los economistas con agregados. De estos modelos, los dos principales fueron: el de Jonesville como modelo “microcésmico” de los Estados Unidos, y el de la isla de Pascua como caso de pruc* ba y modelo de “experimento natural”. 0 bien los cielos metidos en un grano de are- na, o bien fas mds remotas costas de la posibilidad. Decretar que Jonesville es Estados Unidos en pequefio (0 que Estados Unidos es Jonesville en grande) es una falacia tan evidente que aqui lo tinico que necesita‘ex- plicacién es cémo la gente ha logrado creer semejante cosa y ha esperado. que otros Jacreyeran. La idea de que uno puede hailar la esenciade sociedades nacionales, de ci- vilizaciones, de grandes religiones en las llamadas pequefias ciudades y aldeas “tipi- cas” es palpablemente un disparate. Lo que uno encuentra en las pequeftas-ciudadés y aldeas es (jay!) vida de pequefias ciudades o aldeas. Si la importancia de los estridios 'y microsc6picos dependiera realmente de semejante premisa—de quecap- tan él mundo grande en el pequefio—, dichos estudios carecerfan de toda relevancia: Pero por supuesto no depende de esto. El lugar de estudio.no es el:objeto'de es-. tudio, Los antiopologos tio éstidian aldéas (iribus, pucblos, vecindarios...); estu- dian en aldeas. Uno pucde ésnidiar diferentes cosas en diferentes lugares, y en locali- dades confinadas. se pueden estudiar mejor algunas cosas, por ejemplo, lo que ‘el do= minio colonial afecta a marcos establecidos de expectativa moral. Pero esto no sigii~ fica que sea el lugar lo que uno estudia. En las mas remotas provincias de‘ Marruecos y de Indonesia me debatf con las mismas cuestiones con que se debatieron-otros cien= tificos sociales en iugares mds centrales: la cuestién, por ejemplo, de. cémo sé. expli- ca que las mas importunas pretensiones'a la humanidad se formulen con Jos‘acentos 33. del orgullo de grupo; y Io cierto es que Hegué aproximadamente a las mismas con- clusiones, Uno puede agregar una dimensién, muy necesaria en el actual clima de las ciencias sociales, pero eso es todo. Si uno va a ocuparse de la explotacién de las. masas tiene cierto valor la experiencia de haber visto a un mediero javanés trabajan- do en la tierra bajo un aguacero tropical o a un sastre marroquf cosiendo caftanes a la juz de una lamparilla de veinte bujfas. Pero la idea de que esta experiencia da el cono- cimiento de toda la cuestién (y lo eleva a uno a algiin terreno ventajoso desde el cual se puede mirar hacia abajo a quienes estan éticamente menos privilegiados) es una idea que s6lo se le pude ocurrir a alguien que ha permanecido demasiado tiempo vi- viendo entre las malezas, El concepto de “laboratorio natural” ha sido igualmente pemicioso, no sélo porque Ja analogia es falsa —zqué clase de laboratorio es ése en el que no se puede manipular ninguno de los pardmetros?—, sino porque conduce a la creencia de que Jos datos procedentes de los estudios.etnogrificos son més puros o mds importantes 0 mAs sdlidos o menos condicionados (la palabra preferida es “elementales”) que los datos derivados de otras clases de indagacién social. La gran variacién natural de las formas culturales es, desde luego el gran (y frustrante) recurso de la antropologia, pe- ro también es el terreno de su més profundo dilema te6rico: ,cémo puede conciliarse semejante variacién con Ja unidad biolégica del género humano? Pero no se trata, ni siquiera metaféricamente, de una variacién experimental porque el contexto en que se da varfa junto con ella, de manera que no es posible (aunque hay quienes {o inten- tan) aislar Ia y de la x y asignarles una funcién propia. Los famosos estudios que pretenden mostrar que el complejo de Edipo era al re- vés entre los naturales de las islas Trobriand, que los roles sexuales estaban inverti- dos entre los chambuli y que Jos indios pueblo carecian de agresién (todos ellos eran €ran caracteristicamente negativos, “pero noen el sur”) no son, cualquiera que sea su validez empirica, hipdtesis “cientificamente demostradas y aprobadas”. Son interpre- taciones o malas interpretaciones a las cuales se Hegé, como en otras interpretacio- nes de la misma manera y que son tan poco concluyentes como otras interpretacio- nes, de suerte que el intento de asignarles Ja autoridad de experimentacin fisica no es sino un malabarismo metodolégico. Los hallazgos etnogrAficos no son privilegia- dos, son s6lo_particulares. Considerarlos algo ifiés (0 algo menos) los deforma y de- forma sus implicaciones, que para Ja teorfa social son mucho més profundas que la mera primitividad. Otra particularidad es ésta: 1a razén de que prolijas descripciones de remotas in- cursiones para robar ovejas (y un etndgrafo realmente bueno hasta llegaria a determi- nar qué clase de ovejas eran) tengan importancia general es la de que dichas descrip- ciones presentan al espiritu sociolégico material concreto con que alimentarse, Lo importante de las conclusiones del antropélogo es su complejo caracter especifico y circunstanciado. Esta clase de material producido en largos plazos y en estudios prin- cipalmente (aunque no exclusivamente) cualitativos, con amplia participacién del es- tudioso y realizados en contextos confinados y con criterios casi obsesivamente mi- croscépicos, es lo que puede dar a los megaconceptos con los que se debaten las cien- cias sociales contempordneas —legitimidad, modemizacién, integracién, conflicto, carisma, estructura, significacién—- esa clase de actualidad sensata que hace posible concebirlos no sélc de manera realista y concreta sino, lo que es mas importante, pensar creativa ¢ imaginativamente con ellos. Ei problema metodolégico que presenta la naturaleza microsc6pica de la ctno- grafia es real y de peso. Pero no es un problema que pueda resolverse mirando una re- 34 mota localidad como si fuera el mundo metido en una taza de té © el equivalente ao: ciolégico-de una Camara de niebla. Ha de resolverse —o en todo-caso se lo maniten= did decentemente a raya— comprendiendo que las acciones sociales son comefitarios. « sobre algo ms que eflas misinas, y que la procedencia de una interprétacién no deter- mina hacia dénde va ser luego impulsada. Pequefios hechos hablan dé grandes cues: “tiones;. guifios hablan de epistemologia o correrias contra ovejas hablan de revolus cién, porque estén hechos para hacerlo asi. VII Y esto nos Leva por fin a considerar Ja teorfa. El vicio dominante de los enfo- ques. interpretativos de cualquier cosd —litératiira, suefios, sintomas, cultira—: con siste-en que tales enfoques tienden a resistir (o se les permite resistir) la articulaci ‘conceptual y a escapar asia los modos sisteméaticos de evaluacién. Uno capta.una: tacién o no la capta, comprende su argumento o.no lo comprende, lo:acepta 0 no lo acepta. Aprisionada en Io inmediato de los propios detalles, la interpretacién es presentada como valida en si misma 0, lo que es peor, como validada por-Ja su- puestamente desarrollada sensibilidad de la persona que la Bresenta; todo intento.de formular la interpretaci6n en términos que no sean los suyos propios ¢s considerado una.parodia 0, para decirlo con la expresin amas severa que usan los antropélogos para designar cl abuso moral, como un intento etnocéntrico. En el caso de este campo de. estudio, que timidamente (aunque yo mismo:no soy timido.al respecto) pretende afirmarse como una ciencia, no cabe semejante acti- tud. No hay razén alguna para que la estructura conceptual de una interpretacién'sea menos formulable y por lo tanto menos susceptible de sujetarse a cdnones explici- tos de validacién que la de una observacién biolégica‘o 1a de un experimento: fisico, salvo la raz6n de que los términos en que puedan hacerse esas formulaciones; si.tio faltan por completo, son casi inexistentes. Nos v rias ore carecemos de los medios para wunciarl ~ interpretacién cultural que hacen el desarrollo teérico mucho mds dificil de to que suele ser en otras disciplinas. La primera caracteristica es 1a necesidad de que la;teo- ria permanezca més cerca del terrenoestudiado de lo que permaneecen el caso decien-. cias mas capaces de entregarse a la abstraccién imaginativa. En antropologia; sdlo ‘breves vuelos de raciocinio suelen ser efectivos; vuelos mds prolongados van a parar a suefios l6gicos y a confusiones académicas con simetria formal. Como.ya dije, to- do el quid de un enfoque semistico de la cultura es ayudarnos a lograr acceso al mun- do conceptual en el cual viven nuestros sujetos, de suerte que podamos, en el senti- do amplio del término, conversar con ellos. La tensién entre la presién de estacnece- sidad de penetrar en un universo no familiar de accion simbdlica y las exigencias de Progreso técnico en la teorfa de la cultura, entre la necesidad de aprchender y Janece- sidad de analizar ¢s, en consecuencia, muy grande y esencialmente inevitable. Entea> lidad, cuanto més se secant teoria més-profunda se hace la tensién. Esta-es la n dé la 1 no.es de si misrna. Como es insépara- ble de.los hechos inme tos que presenta Ja descripcién densa, Ja libertad de Ja-teo- fa para forjarse de conformidad con su légica interna es bastante limitada. Las. géne- talidades a las que logra Legar se deben a la delicadeza de sus distinciones, ‘no ala fuerza de sus abstracciones. Y de esto se sigue uuna peculiaridad en la manera (una simple cuestién de ic- 35 cho empirico) en que crece nuestro conocimiento de la cultura... de Jas culturas. .. de una cultura,..: crece a chorros, a saltos. En ugar de seguir una curva ascendente de comprobaciones acumulativas, el andlisis cultural se desarrolla segtin una secuencia discontinua pero coherente de despegues cada vez mds audaces. Los estudios se reali- zan sobre otros estudios, pero no en el sentido de que reanudan una cuestién en el punto en el que otros la dejaron, sino en el sentido de que, con mejor informacion y conceptualizacién, los nuevos estudios se sumergen mas profundamente en Jas mis- mas cuestiones. Todo andlisis cultural serio parte de un nuevo comienzo y termina en el punto al que logra llegar antes ‘de que se le agote sa impulso intelectual Sé mo- vilizan hechos afiteriormeate descubiertos, se usan coiiceptos anteridimente desarro- lados, se someten a prueba hipétesis anteriormente formuladas; pero ¢l movimiento no va desde teoremas ya demostrados a teoremas demostrados mas recientemente, si- To que va desde la desmafiada vacilacién en cuanto ala comprensién mds elemental, a una pretensién fundamentada de que uno ha superado ¢ esa primera posicidn. Un.es- tudio antropoldgico rey resenta un progreso si es mas. incisivo-que aquellos que lo précedicron; pero el nué 2 los‘ que desafia; sind que sé mueve a ell Es esta raz6ii; entre’otras, 1a acé dél ensayo, ya de treinta paginas ya de trescientas paginas, el género natural para presentar interpretaciones culturales y las teorias en que ellas se apoyan, y ésta es también la raz6n por la cual, si uno busca tatados sistemiticos en este campo, se ve répidamente decepcionado, y tanto mas si Ilega a encontrar alguno. Aqui son raros hasta los articulos de inventario y en todo caso éstos sdlo tienen un interés bibliografico. Las grandes contribuciones tedricas estén no sélo en estudios especificos —y esto es cierto en casi todos los campos de estudio— sino que son dificiles de separar de tales estudios para integrarlas en algo que pudiera Ilamarse “teoria de la cultura” como tal. Las formulaciones tedricas se ciernen muy bajo sobre las i interpretaciones querigen, de manera que separadas de és- tas no tienen mucho sentido ni gran interés. Y esto es asi no porque no séan genera- les (sino fueran generales no serfan te6ricas), sino porque enunciadas independiente- mente de sus aplicaciones, parecen vacias o perogrulladas, Puede uno (y en verdad es ésta la manera en que nuestro campo progresa conceptualmente) adoptar una linea de ataque teérico desarrollada en el ejercicio de una interpretacién etnogrdfica y emplear- Jaen otra, procurando lograr mayor precisién y amplitud; pero uno no puede escribir una Teoria General de ta Interpretacién Cultural. Es decir, uno puede hacerlo, sélo que no se ve gran ventaja en ello porque la tarea esencial en Ja elaboracion de una tc- oria es, no codificar regularidades abstractas, sino hacer posible la descripcién densa, no generalizar a través de casos particulares sino generalizar dentro de éstos, Generalizar dentro de casos particulares se llama generalmente, por lo menos en medicina y en psicologia profunda, inferencia clinica. En Ingar de comenzar con una serie de observaciones ¢ intentar incluirlas bajo el dominio de una ley, esa infe- rencia comienza con una serie de significantes (presuntivos) ¢ intenta situarlos den- tro de un marco inteligible. Las mediciones se emparejan con predicciones tedricas, pero los sintomas (aun cuando sean objeto de medicién) se examinan en pos de sus peculiaridades teéricas, es decir, se diagnostican. En el estudio de la cultura los signi- ficantes no son sintomas 0 haces de sintomas, sino que son actos simbdlicos o ha- ces de actos simbdlicos, y aqui la meta es, no la terapia, sino el andlisis del discurso social. Pero la manera en que se usa la teorfa —indagar el valor y sentido de las co- sas— es el mismo. Asi legamos a la segunda condicién de la teorfa cultural: por lo menos en el 36 sentido. estricto ‘del término, esta teoria no es predictiva. Quien pronuncia un diag- 1iéstico-ne-prediceel sarampiéx;-simplemente-manifiesta que alguien. tiene, saram- pidn 0. que-a lo sumo anticipa que ¢s probable que-a breve plazo alguien. lo adquicra, Pero esta limitacién, que es bien real, ha sido en general mal interpretada, y ademas exagetada porque-se la toméd como que. significaba que la interpretacidn cultural es meramente post facto; que, lo mismo que el campesino del viejo cuento, primero hi cemos los agujeros en la cerca y luego alrededor de ellos pintamos el blanco de tiro, No se puede negar que hay algo cierto en esto y que a veces se manifiesta en Ingares prominentes. Pero debemos fiegar. que éste sea el resultado inevitable de un enfoque Cliico del empleo de la teoria, Verdad es que en él estilo clinico de la formulacién tedrica, Ja conceptualiza- cién se endereza ala tarea de generar interpretaciones de hechos que yaestén.a mano, noa proyectar resultados de manipulaciones experimentales oa deducir estads fut ros de un-determinado sistema. Pero eso no significa que la teorfa tenga que ajtistar- se a solamente.a realidades pasadas (0, para decirlo:con ms precisién; que tenga que generar interpretaciones persuasivas de realidades pasadas); también debe contemplar ——intelectualmente— realidades futuras. Si bien formulamos nuestra interpretaci6n de un conjunto de guifios 0 de una correria de ovejas después de ocurridos los he- chos, a veces muy posteriormente, el marco teérico dentro del cual se ‘hacen dichas interpretaciones debe sercapaz de continuar dandointerpretaciones defendiblesamedi- da que aparecen a Ja vista nuevos fenémenos sociales. Si bien uno comicnza toda descripcidn densa (més alld de lo obvio y superficial) partiendo de un-esiadode géne= rat desconcierto sobre los fenémenos observados y tratando de orientarse ung mis- mo, nose inicia el trabajo (0 no se deberia iniciar) con las manos intelectualmente vacfas. En cada estadio no se crean de nuevo enteramente Jas ideas tedricas; como ya dije, las ideas se adoptan de otros estudios afines y, refinadas en el proceso, se.las aplica a nuevos problemas de interpretaci6n, Si dichas ideas dejan-de ser titiles ante tales problemas, cesan de ser empleadas y quedan més o menos abandonadas. Sicon= tindan siendo utiles y arrojando nueva luz, se las continia elaborando y'secontinia usandolas.s . A Semejante concepcién de la manera en que funciona la teorfa en una ciencia in- terpretativa sugiere que la distincién (en todo caso relativa) que-se da-en:la ciencias experimentales o de observacién entre “descripcién” y “explicacién”, se da en nues- tro caso como una distincién atin més relativa entre “inscripcién” (“descripcién den: sa”) y “especificacién” (“diagndstico”), entre establecer la significacion que determi- nadas acciones sociales tienen para sus actores y enunciar, lo mas explicitamente ‘que podamos, lo que el conocimiento asi alcanzado muestra sobre la sociedad al que se refiere y, mas alld de ella, sobre la vida social como tal. Nuestra doble tarea con- siste en descubrir las estructuras conceptuales que informan los actos de nuestros su- 5 Hay que admitir que esto tiene algo de idealizacidn. Porque las teorfas rara vez son decididamente descartadas en cl uso médico, sino que se hacen cada vez més improductivas, gastadas, inttiles o vacuas y suelen persistir mucho después de que un pufiado de personas (aunque éstas son fréctientémente muy apasionadas) pierda todo interés por tales teorias. Cicrtarnente el caso de Ja antropolog(a, mds dificil resulta e problema de eliminar de la ‘bibliografia. ideas agotadas que obtener ideas productivas, y se dan discusiones tedricas en mayor medida de Jo que ano prefesitia, discusiones que son més criticas que constructivas; carreras completas sé han dedicado a apresurar 1a defuncién dé nociones moribundas. A medida que- progresa nuestio :caripo cabria egperar que este control de la mala bierba intelectual Iegue a scr una parte menos Prominente en nuestras actividades. Pero, por el momemo, la verdad es que las Viejas teofias tienden menos a morir que. a ser reeditadas. > 37 jetos, lo “dicho” del discurso social, y en construir un sistema de andlisis en cuyos términos aquello que es genérico de esas estructuras, aquello que pertencce aellas porque son lo que son, se destaque y permanezca frente a los otros factores determi- nantes.de la conducta humana. En etnografia, la funcién de Ja teoria.cs suministrar un yocabularicréti éI cual-pueda expresarse to qué la accion simbolica tiené die de- cir sobre s{misma, es decir, sobre el papel.de-Ja-cultura-en-la-vida-humana. Aparte de un par de articulos de orientacién que versan sobre cuestiones mas fundamentales, cs de esta manera cémo opera Ia teoria en los ensayos reunidos aqui. Un conjunto de conceptos y de sistemas de conceptos muy generales y académicos —“imtegracién”, “racionalizacién”, “simbolo”, “ideologia”, “ethos”, “revolucic “Sdentidad”, “metifora”, “estructura”, “Tito”, “cosmovision”, , “actor”, “funcién”, “sa- grado” y desde luego la “cultura” -misma— esté entretejido en el cuerpo etnografico. de descripcién densa con Ja esperanza de hacer cientificamente elocuentes meras ocu- rrericias aisladas.6 La meta es llegar a grandes conclusiones partiendo de hechos pe- quefios pero de contextura muy densa, prestar apoyo a enunciaciones generales sobre el papel de Ja cultura en la construccién de la vida colectiva relacionandolas exacta- mente con hechos especificos y complejos, De manera que no es solamente interpretacidn lo que se desarrolla en el nivel més inmediato de la observacién; también se desarrolia la teoria de que depende con- ceptualmente la interpretacién, Mi interés por el cuento de Cohen, lo mismo que el interés de Ryle por los guiflos, nacié de algunas ideas muy generales. El modelo de “la confusién de len- guas” (la concepcién segiin la cual el conflicto social no es algo que se dé cuando, por oor debiligad, falta de definicién o descuido, las formas culturales dejan de obrar, si- no mas bien algo que se da cuando, lo mismo que los guifios burlescos, esas formas estén presionadas por situaciones o intenciones no habituales para obrar de maneras no habituales) no.es una idea que extraje del cuento de Cohen, Se la debo a colegas, estudiantes y predecesores. Nuestra en apariencia inocente “nota metida en una botella” es algo mas que una pinnura de los marcos de significacién dentro de los cuales actiian mercaderes ju- ‘dios, guerreros beréberes y procénsules franceses, y hasta algo mds que una pintura de sus reciprocas interferencias. Es un atgumento en favor de la idea de que reelabo- rarelesquema derelaciones sociales es reacomodar las coordenadas del mundo experi- mentado. Las formas de la sociedad son la sustancia de la cultura, . Existe un cuento de [a India —por lo menos lo of como un cuento indio—so- bre un inglés que (habiéndosele dicho que el mundo descansaba sobre una platafor- ma, Ja cual se apoyaba sobre el jomo de un elefante el cual a su vez se sostenia so- bre el Jomo de una tortuga) pregunté (quizé fuera un etndégrafo, pues ésa es la mane- ra ef que se compoitan): jy en qué se apoya la tortuga? Le respondieron que en otra tortuga. zY esa otra tortuga? “Ah, sahib, después de ésa son todas tortugas.” El gieso de los siguientes capitulos se refiere mas a Indonesia que a Marruecos, pues s6lo ahora comienza a encarar Ins dificltades de mis materiales relativos al noms de Affi que en su mayor parte fueron reuriidos recientemente. Ei trabajo sobre el campo realizado en Indonesia eens en 1952-54, 1957-1958 y en 19TI: en Masruecor en 1964, 1965-1966, 1968-1969 y 38 Y ésa es verdaderamente 1a condicién de las cosas. No sé durante cufnto tiem- po seria provechoso meditar en el encuentro de Cohen, el jeque y Dumari (el tiempo de hacerlo quiz4 se haya pasado); pero sé que por mucho que contintie meditando en. ese encuentro no me acercaré al fondo del asunto. Tampoco me he acercado més al fondo de cualquier otra cosa sobre la cual haya escrito en estos ensayos que siguen 0 en otros lugares. El andlisis cultural es intrinsecamente incompleto. Y, lo que es pe- or, cuanto mds profundamente se lo realiza menos completo es. Es ésta una extrafia ciencia cuyas afirmaciones més convincentes son las que descansan sobre bases. mAs témulas, de suerte que estudiar la materia que se tiene entre manos es intensificar Jas sospechas (tanto de uno mismo como de los demas) de que uno no est4 encaran- do bien las cosas. Pero esta circunstancia es lo que significa ser un etnégrafo, aparte de importunar a personas sutiles con preguntas obtusas. Uno puede escapar a esta situacién de varias maneras: convirtiendo la cultura en folklore y colectandolo, convirtiéndoia en rasgos-y contindolos, convirtiéndola en instituciones y clasificAndolas, o reduciéndola a estructuras y jugando con ellas. Pero éstas son escapatorias. Lo cierto es que abrazar un concepto semiético de cultu- ray un enfoque interpretativo de su estudio significa abrazar una concepcién de las cemunciaciones etnogréficas, para decirlo con una frase ahora famosa de W. B. Gallie, “esencialmente discutible”, La antropologia, o por lo menos la antropologfa interpre- tativa, es una ciencia cuyo progreso se caracteriza menos por un perfeccionamiento del consenso que por el refinamiento del debate. Lo que en ella sale mejor es la preci- si6n con que nos vejamos unos a otros. Esto es muy dificil de ver cuando nuestra atencién estA monopolizada por una sola parte de la argumentacién. Aqui los mondlogos tienen escaso valor porque no hay conclusiones sobre las cuales informar; lo que se desarroila es meramente una discusi6n. En la medida en que los ensayos aqui reunidos tengan alguna importan- cia, ésia estriba menos en lo que dicen que en aquello que atestiguan: un enorme au- mento de interés, no sélo por la antropologia, sino por los estudios sociales en gene- tal y por cl papel de las formas simbdlicas en la vida humana. La significacidn, esa evasiva y mal definida seudo-entidad que antes muy contentos abandondbamos a los fildsofos y a los criticos literarios para que frangollaran con ella, ha retornado ahora al centro de nuestra disciplina. Hasta los marxistas citan a Cassirer; hasta los positi- vistas citan a Kenneth Burke. . _ Mi propia posicién en el medio de todo esto fue siempre tratar de resistirme al subjetivismo, por un lado, y al cabalismo mégico, por otro; tratar de mantener el andlisis de las formas simbélicas lo mds estrechamente ligado a los hechos sociales concretos, al mundo piiblico de la vida comiin y tratar de organizar el andlisis de ma- nera tal que las conexiones entre formulaciones tedricas e interpretaciones no queda- ran oscurecidas con apelaciones a ciencias oscuras. Nunca me impresioné el argu- mento de que como Ia objetividad completa es imposible en estas materias (como en efecto lo es) uno podria dar rienda suelta a sus sentimientos. Pero esto es, como ob- servé Robert Solow, lo mismo que decir que, como es imposible un ambiente per- fectamente aséptico, bien podrian practicarse operaciones quirdrgicas en una cloaca. Por otro lado, tampoco me han impresionado las pretensiones de la lingiiistica es- tructural, de la ingenierfa computacional o de alguna otra forma avanzada de pensa- miento que pretenda hacernos comprender a los hombres sin conocerlos. Nada podré desacreditar mds répidamente un enfoqu iti i 39 Siempre est4 el peligro de que el andlisis cultural, en busca de las tortugas que se encuentran mas profundamente situadas, pierda contacto con las duras superficies de la vida, con las realidades politicas y econémicas dentro de las cuales los hombres estén contenidos siempre, y pierda contacto ton las necesidailes bioldgicas y fisicas en que se basan esas duras superficies. La'tinica defensa contra este peligro y contra el peligro de convertir asi el andlisis cultural en una especie de esteticismo sociolégi- co, es realizar el andlisis de esas realidades y esas necesidades en primer término. Y asf llegué a escribir sobre cl nacionalismo, sobre la violencia, sobre la identidad, so- bre 1a naturaleza humana, sobre la legitimidad, sobre la revolucién, sobre lo étnico, sobre la urbanizacién, sobre el status social, sobre la muerte, sobre el tiempo y ante tode sobre determinados intgntos de determinadas personas para sitar estas cosas dentro de un marco comprensible, significativo. Considerar las dimensiones simbélicas de la accién social —arte, religién, ide- ologia, ciencia, ley, moral, sentido comun— no-es apartarse de los problemas exis- tenciales de la vida para ir a parar a algin Ambito empirico de formas desprovistas de emocién; por el contrario es sumergirse en medio de tales problemas. La yocacién esencial de la antropologia interpretativa no es dar Yespuestas a nuestras, preguntas mas profimdas; sino datnos acceso a fespuestas dadas por otros, que guardaban otras ovejas en’ otros valles, y asi permitimos incluirlas en el registto iitable WE lo que ha dicho ef hombre. — . rent

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