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Desde un recorrido personal por la pedagogía, me encuentro con más incertidumbres que con

certezas,- lo que no implica algo negativo-, más bien, un desarrollo creciente de la curiosidad, de
las problemáticas que en el futuro tendré que afrontar como docente, que me generan una
especie de ansiedad, de preocupación, miedos… también empatía y entusiasmo algunas veces.
Pensar usando categorías de filósofos que han pensado la sociedad entera, traer a colación
cuestiones tan cotidianas y a la vez, tan poco focalizadas, como la natalidad, me resultó de una
difícil recepción, el no poder abstraerme de la idea natural, biológica del nacimiento, el no poder
trasladar metáforas, fue un desafío, pero que me sirvió para pensar, y pensarme como docente,
no sólo preocupado y ocupado por las cuestiones de la práctica, también por los cuestionamientos
profundos de la enseñanza, de la educación en general, y sus fundamentos existenciales como
función humana, como derecho inalienable de niños y jóvenes.
El aula pensada desde un espacio con historia nos retrotrae a cuestionarnos no sólo las prácticas
pasadas también las actuales, pensando… las cosas no han cambiado tanto… El aula frontal-global
sigue funcionando, cierta meritocracia también es parte del sistema escolar, y esto hace pensar,
que corre tinta sobre las prácticas, modelos, disposición de las aulas, de los sistemas escolares,
pero que muchas veces los cambios en la educación van un paso atrás de las teorías. Hace falta no
sólo buena voluntad y predisposición, hacia el señalamiento y problematización de la educación,
sino también apertura a lo nuevo.
Una de las intrigas que me generaron los autores Lewkowicz y Kantor, fue el tipo de jóvenes que
me encontraré a la hora de ejercer la docencia, o mejor dicho que idea, que “preconceptos”,
“etiquetas” se harán depositarios los jóvenes. Y si mi visión coincidirá con la visión hegemónica del
momento, o seré parte de aquellos que resisten y luchan desde la contra-hegemonía, minoritaria y
tantas veces vapuleada. Como será mi relación docente-alumno son imaginarios que me rondan,
sin dudas, que en un horizonte de expectativas, imagino de respeto, de igualdad –aunque está
última, quizás crea difícil por el atravesamiento que tenemos de la idea de autoridad, y sobre todo
de la idea de relación asimétrica, aunque Ránciere no lo plantee así, desde una visión idealista son
postulados que nos permiten morigerar algún aspecto de las relaciones pedagógicas o como decía
Galeano utopías para seguir caminando-.
Desde el autor Cerletti y su recorrido por el reproductivismo, y la escuela planteada como
instituciones estáticas reproductoras de una cultura e ideología dominante, conlleva a que me
posicione políticamente como un desobediente. Si bien, sé que el sistema escolar, hoy en día no es
absolutamente reproductivista, quedan resabios de aquella idea rectora, en dónde la necesidad de
orden y homogeinización del capitalismo fue lo más importante. El problema de ser desobediente
es, ¿cómo? En una estructura estatal que regula la tarea docente, y baja línea de lo que se cree
relevante y necesario, para la sociedad y el Estado. Por lo que la tarea en estas condiciones, sin un
movimiento de rebeldía, que implique un planteamiento concreto de cambio radical, o promovido
desde el mismo Estado, pienso que la libertad de poder introducir cambios se puede dar
mínimamente desde el curriculum, permitirnos cierta libertad de incluir
temáticas/experiencias/métodos que se consideren centrales como herramientas para suscitar en
los alumnos autonomía, de crearles motivación, en la participación democrática, que se propicie
un espacio de creación expresión de las subjetividades.
Hacer las aulas espacios habitables es un desafío de todos, de la sociedad, allí se refleja también
un poco lo que somos y lo que queremos en un futuro, tanto como las enseñanzas que se
imparten como la estructura comunicacional que se establece en la misma. Si existe violencia
escolar, es un correlato de la violencia social, no existen alumnos violentos y no violentos. Por lo
que un despojamiento de todo estigma hacia los jóvenes es un paso esencial a establecer una
comunicación que nos permita entablar consensos.

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