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5/2/2021 Las guerras con excusas religiosas

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Las guerras con excusas religiosas


Tal como hace hoy el Estado Islámico, en la historia varias veces se peleó invocando la divinidad

Las Cruzadas, las guerras de religión, la Reconquista. Varios son los momentos de la historia
en los que se invocó el nombre de Dios o el de un ser superior para justi car una expansión
militar. El Estado Islámico, que se expande por Medio Oriente en su afán de imponer un
califato, es uno más de tantos movimientos que han ensayado lo mismo a lo largo del tiempo.

Tal vez el más largo movimiento de este tipo surgió en torno al año 1000 en Asia, cuando los
eles del islam comenzaron su expansión hacia la zona de India y en el año 1008 se concretó
la primera invasión, a cargo del sultán Mahmud de Gazni, con el objetivo de combatir a los
in eles de aquellas zonas. Las malas lenguas dicen que el verdadero motivo de la invasión
fueron las riquezas que había en esa zona, donde, además, la religión principal era el
hinduismo y sus eles paci stas serían relativamente fáciles de combatir.

Musulmanes e hindúes se mantuvieron en sus tierras y luego de la segunda guerra mundial


o cializaron la separación. Los del culto a Alá se quedaron con Pakistán y los otros con la
actual India. Muchas veces se alude a este episodio como el Con icto de los 1.000 años.

El hecho de que los motivos religiosos se superpusieran con los geopolíticos no parece ser
algo exclusivo de esta guerra, sino más bien todo lo contrario. En todos los enfrentamientos
donde se ha invocado el nombre de Dios se esconden otras razones que hacen pensar que tal
vez la invocación al ser divino sea algo en vano.

En parte así sucede también con las Cruzadas, esas misiones de católicos europeos que se
proponían recuperar Tierra Santa de los musulmanes. Sin duda el fervor religioso fue una de
las motivaciones de estas embajadas. Pero también es cierto que sirvieron para colmar los
ánimos expansionistas de los señores feudales o para ampliar el crecimiento del comercio con
Asia. Estuvieron impulsadas por los sucesivos papas y contaron con el apoyo de los imperios
de las actuales Italia y Francia.

El capítulo de la lucha entre cristianos y musulmanes es amplio, pues también incluye a la


Reconquista y a las austro-turcas.

La primera, que tuvo lugar en España y Portugal, fue entre el siglo VIII y el XVI. No fue una
guerra organizada así desde el principio: consistió, más bien, en ir desplazando de la zona a
los llamados “moros” que se habían instalado allí luego de la primera invasión recibida desde
el norte de África, en el 711. La táctica militar se acompañaba de la repoblación con familias
cristianas.

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5/2/2021 Las guerras con excusas religiosas

La segunda también se extendió durante varios siglos (XV al XX) y mantuvo enfrentados a las
distintas ramas de los Habsburgo con el Imperio otomano. Los dos bloques representaban
cosmovisiones distintas y, hasta el siglo XVII, eran exponentes de dos religiones diferentes,
aunque por detrás de la fe estaban los motivos geopolíticos que justi caban alianzas con
potencias de otros credos.

Un período de la historia está dedicado a las “guerras de religión”, que supusieron


enfrentamientos en varias zonas de Europa luego de la reforma protestante, entre 1524 y 1697.
Estos con ictos se dieron tanto en Suiza como en Alemania, en Italia como en los Países
Bajos o en Inglaterra (todo, según las denominaciones actuales). Muchas veces no tuvieron
relación entre sí, pero se vinculan porque estuvieron fuertemente in uidas por los cambios
religiosos que ocurrieron tras la aparición de Martín Lutero. Y otra vez: aunque su nombre lo
indique, no se trató de un asunto únicamente fervoroso.

De estas, la de mayor envergadura fue la de los Treinta Años (1618-1648): se involucraron la


mayoría de las grandes potencias de la época, dejó territorios devastados y causó cerca de 4
millones de bajas. La génesis del con icto había sido la disputa entre Estados partidarios de la
Reforma y los de la Contrarreforma. Pero la incorporación de cada vez más actores hizo que
derivara en una puja por el poder en el gran continente.

El de Israel es un caso aparte pero no puede dejar de vincularse con el factor religioso. Desde
antes de la creación del territorio en 1948 hubo grupos radicales, como el Leji, que peleaban
para expulsar a los británicos de la zona y permitir la inmigración de judíos. Entre 1920 y el
presente hubo más de 20 episodios entre árabes e israelíes donde el factor religioso
generalmente no fue el central, pero sí es innegable.

El Estado Islámico, ahora, reedita esta vieja tradición, con su ambición de instalar un gobierno
con sus normas. Diversos sectores del islam lo critican por poner a la religión como excusa de
una ambición política. Le piden que deje de lado las citas adulteradas del Corán y le exigen que
no use más los nombres de Alá ni de su profeta Mahoma en vano.

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