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LA ERA MENOTTI
El nombramiento de Bilardo como técnico de la selección argentina pone
fin a una
etapa en el fútbol gaucho.
Fecha: 04/11/1983 -45
Agosto de 1974. Un día viene Bracuto, que en ese momento era presidente
de
Huracán y además presidente de la AFA y me dice... "César, ¿quiere ser el
técnico de la selección?.".. Ese es el comienzo de la historia. Así de
simple".
La era Menotti, que terminó definitivamente con el nombramiento de Carlos
Salvador Bilardo como técnico de la selección argentina de fútbol, pasará
a la
historia estadistica con un balance que incluye un título mundial, un
campeonato
juvenil y el fracaso argentino en España.
Pero será recordada sobre todo porque por primera vez en casi treinta
años la
selección argentina logró jugar un fútbol basado en las verdades del
jugador
argentino, sin sentir los excesos de confianza que dieron como resultado
el
fracaso del mundial de Suecia, la confusión táctica que puso a jugar
fuerte a la
nómina de lujo del mundial de Inglaterra o el complejo de inferioridad
que le
quitó posibilidades al equipo que jugó en Alemania 74.
Desde los años cincuenta ninguna selección argentina logró demostrar en
un
torneo internacional la importancia de la escuela rioplatense. Mientras
que los
hermanos menores de la otra banda, los uruguayos que habitaban el otro
costado
del Río de la Plata habían ganado dos copas del mundo, la Argentina sólo
podía
hablar de un subtítulo obtenido en el primer mundial. La nación que más
futbolistas exportaba a Europa y al resto de América no había logrado
formar una
selección capaz de mostrar el nivel de su fútbol.
Un país cuyos clubes ganaron la copa Libertadores de América y algunas
copas
intercontinentales tenía que conformarse con el retorno prematuro de los
jugadores de su selección y la cara triste de los hinchas que retornaban
con sus
banderas arriadas. Esa imagen perdedora contrasta con la euforia que
desencadenaron los dos goles de Kempes en la final contra Holanda, cuando
Argentina se proclamó campeón del mundo tras tres años de trabajo basado
en las
convicciones de un técnico que siempre ha creído en las raíces del fútbol
rioplatense.
La clave de este éxito que convirtió a la Argentina en un equipo de
respeto se
debió en principio a las condiciones que impuso Menotti para firmar el
contrato.
Exigió continuidad. "Pedí cuatro años, hasta después del mundial 78.
Proteger la
continuidad del proceso por tanto tiempo servía además parasentar un
precedente
muy importante". Exigió también la disponibilidad de jugadores cada vez
que la
selección tuviera un partido amistoso, así ese día un club tuviera un
partido
importante y necesitara tres jugadores de la selección. Y por último
insistió en
la necesidad de realizar por lo menos 15 partidos internacionales con
selecciones europeas de primera categoria, ya que era la mejor manera de
elevar
el nivel técnico y competitivo de los seleccionados. Con estas bases
comenzó a
trabajar con tres selecciones paralelas en las que incluía jugadores del
interior del país, desconocidos en Buenos Aires, como Ardiles, Luque,
Gallego y
Kempes, Poco a poco logró una selección que ganaba y perdía con equipos
de
categoría pero jugando de igual a igual.
Aunque el equipo de Menotti tuvo momentos difíciles, y más de una vez
porque los
dirigentes de River Plate le negaron sus jugadores, el balance de los
tres años
de preparación para el mundial de Argentina mostró la evolución del
equipo y
sobre todo demostró la tesis de Menotti, ya que en 1976 los argentinos
jugaron
en Europa del Este. donde vencieron a los rusos en Kiev en un campo
cubierto de
nieve, vencieron a Polonia y luego perdieron ante Hungria, pero en los
tres
casos mostrando una nueva dinánica, sin esconder la pelota, sin trucos de
ningún
tipo. En la pretemporada que organizó la Asociación del Fútbol Argentino
un año
antes de su mundial, Argentina se enfrentó a los mejores equipos europeos
como
Alemania Federal, Inglaterra, Polonia, Francia, y Escocia. En estos
partidos
Argentina, más allá de los errores individuales o de algunos bajones del
equipo,
le mostró a los europeos que los tiempos del fútbol lento, del toque
inútil y de
la violencia eran ya parte del pasado argentino. Y la mejor prueba de
ello fue
la obtención del título mundial ante equipos que se veían obligados a
detener
los avances argentinos con patadas de todo tipo, como los holandeses el
día de
la final de Argentina 78.
Este mundial lo ganó el equipo que más creía en el fútbol ofensivo. A
diferencia
de España en 1982, los argentinos nunca tuvieron a su favor los árbitros
y desde
el principio les tocó luchar para seguir en la Copa, ya que el sorteo los
dejó
en un grupo difícil junto con Italia, Francia y Hungría.
Menotti dijo poco después de la obtención del título de campeones del
mundo que
la meta no era ganar un mundial sino lograr que esos precedentes que él
sentó y
cuya validez demostró, se institucionalizaran en su país, que quedara
claro que
una selección nacional debe ser prioridad y que lo importante no es jugar
mal y
ganar, sino jugar bien aunque se pierda, porque a la larga el resultado
final
siempre va a ser el triunfo.
En 1979 la selección argentina volvió a visitar Europa. Empató con
Holanda en el
partido de homenaje a la FIFA, empató con Italia 2 a 2, derrotó a Escocia
3-1 y
siguió mostrando ese fútbol dinámico, aunque ahora la estrella no era
Mario
Kempes sino un muchachito de 19 años llamado Maradona. Tras esa gira,
Menotti se
puso a trabajar con la selección juvenil, que logró ganar en Tokio el
segundo
campeonato mundial. Además de Maradona, este equipo mostró las nuevas
caras del
fútbol argentino: Calderón, Escudero y Ramón Díaz.
Fue la última hazaña lograda por un equipo dirigido por Menotti. De este
momento
en adelante, algo comenzó a andar mal, muy mal.
Uno de los grandes problemas que Menotti debió afrontar, quién lo
creyera, fue
Maradona. En 1978 no lo incluyó porque era demasiado joven.
Pero a partir de entonces, le quedó imposible prescindir del mejor
futbolista
argentino. En más de una ocasión Menotti dejó notar que Maradona no era
precisamente su hijo adoptivo ni mucho menos. Cuando le preguntaban si
éste era
igual a Pelé, Menotti respondía secamente "Maradona no es Pelé, porque a
los 17
años no fue campeón del mundo, porque no ha metido mil goles y porque no
ha sido
tricampeón mundial". El equipo argentino comenzó a perda poco a poco, muy
sutilmente, el sentido colectivo. Ahora todos jugaban en función de una
genialidad de Maradona. Kempes, además de haber perdido sus cualidades
tras una
lesión de la que no se recuperó, comenzó a enredarse con Maradona en el
campo.
El problema de los punteros (Houseman y Ortiz, y en menor grado Bertoni
fallaron
en Argentina 78) no lo resolvieron ni Calderón, ni Santamaría, ni
Valdano.
Ramón Díaz era más habilidoso que Luque pero carecía del poder definidor
que
necesita un centro delantero. Atrás comenzaron a aburguesarse Olguín y
Galván,
mientras que Pasarella se mantenía en su nivel y solamente Tarantini daba
muestras de progreso. El mundialito de Uruguay mostró que la decadencia
argentina era un hecho. Menotti no se dio cuenta de ello o tal vez creyó
que los
problemas se podían arreglar sobre la marcha. Pero jugadores como Van
Tyne, hoy
día en Millonarios, capaces de aportar nuevas cosas, tuvieron que
resignarse en
el banco.
En España la situación fue difícil.
Argentina no solamente era el equipo a vencer y la víctima número uno de
la
violencia de ciertos equipos rivales, sino que Menotti creyó demasiado en
ciertos jugadores que estaban desmotivados. En la concentración del
equipo, el
ambiente era de una apariencia alcatracesca. Pero poco a poco fueron
llegando
familiares de algunos jugadores con noticias del primo que murió en las
Malvinas
o del tío que seguía hospitalizado. El ambiente de sacrificio se perdió
en medio
del show que produjeron los nueve millones de dólares que pagó el
Barcelona por
tener a Maradona en sus filas. El resultado es conocido. Tras la derrota
con
Italia, cuando alguien trató de levantar el ánimo diciendo "demostremos
ante
Brasil de qué somos capaces", Olguín respondió con una frase diciente,
que
resume buena parte de las causas del fracaso argentino: "Nosotros no
tenemos que
demostrarle nada a nadie". El a su manera tenía razón. Siete de ellos ya
eran
campeones del mundo. Sus nombres siguen siendo respetados por encima de
las
circunstancias. Media selección argentina se quedó en diversos clubes
europeos.
Ardiles y Passarella fueron individualidades brillantes de aquel mundial
español, tal vez los mejores en su puesto junto con Collovati y Bonieck.
Pero un equipo de ex campeones desmotivados jugando en función de una
individualidad no podía llegar lejos. Sólamente jugaron bien ante
Hungría,
cuando Kempes y Bertoni se juntaron como en los viejos tiempos.
Menotti se jugó por sus muchachos pero muchos de ellos no parecían muy
interesados en responder a esa confianza.
Menotti se equivocó. Pero más allá de esos errores que le costaron tan
caros
queda un ejemplo que debe ser seguido no solo en Argentina sino en
Suramérica,
donde los técnicos duran hasta que llega la primera derrota.
Menotti dejó un estilo definido de juego, le creó una imagen de potencia
mundial
a la selección argentina y demostró un camino que cuando fue seguido
correctamente le trajo resultados a Argentina. En este momento, la prensa
argentina está tratando de destruir lo hecho por Menotti. En su afán
revanchista
contra un técnico que no se dejó manosear por los periodistas, están
diciendo
que el mundial ganado en 1978 no tiene gracia porque se jugó en
Argentina.
Menotti está tranquilo. En estos momentos está dirigiendo al Barcelona,
sabe al
igual que la gente sensata que mas allá de los aciertos y los errores el
fútbol
argentino quedó dividido en dos etapas y que él es la frontera entre
ambas.
El nuevo técnico Bilardo tendrá que hacer respetar las exigencias de
trabajo que
logró Menotti en 1974. Aunque la suya es otra escuela, otra manera de ver
el
fútbol, Bilardo está en capacidad de mantener la imagen y el nivel de la
selección argentina. Llamará nuevos jugadores, buscará gente fuerte y
seguramente Argentina se convertirá en un equipo de fuerza, con otra
dinámica.
Pero tiene delante de él una gran responsabilidad. Como dice un refrán
del
fútbol, los hombres pasan pero la camiseta queda. A Bilardo le quedó el
difícil
papel de mantener el respeto que hoy día siente aquel que enfrente un
equipo de
camiseta a rayas azul y blancas el que hace que el cielo se llene de
papelitos
cuando salta a la cancha. -

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