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El público y su crisis persistente1

Carlos Dimeo

Hace algunos días, un grupo de jóvenes interesados en realizar un proyecto de vida, que
está orientado hacia al quehacer teatral, hicieron el intento de presentarse en una prestigiosa sala
de la ciudad de Valencia, capital del tan laureado Estado Carabobo. La resultante "catastrófica",
terminó en la suspensión del espectáculo por falta de público.
Los integrantes del grupo, alarmados ante lo ocurrido, conminaron al director a tomar
una determinación.
El director salió a la calle tratando de hallar una pronta solución al problema. En el
trance de la incomodidad y en la desalineada descomposición que se desdibujaba en la ciudad, el
director pensó como podía resarcir los daños morales a su agrupación.
Allí, solicitó al vigilante, que le hiciera el favor de comunicarle con el periodista que
estuviera de guardia. Un rato después una reportera y un fotógrafo llegaron a la sala de
recepción del periódico. Minutos más tardes todos estaban en el teatro.
Luego de ver la representación de varias escenas. El fotógrafo tomó sus respectivas fotos
y la reportera habló con cada uno de los actores y el director. Al terminar su trabajo, nos
prometieron que saldría un buen artículo del trabajo que la agrupación realizaba. Éste artículo
debía aparecer a mas tardar en una semana. Es necesario aclarar que la mencionada nota, nunca
fue publicada en el periódico.
Decepcionados una vez más, pero nunca desalentados, la situación nos condujo
inevitablemente a hacer una reflexión. Ésta reflexión se relaciona con un tema central, aquel que
tiene que ver con el público.
En muchas oportunidades he asistido a espectáculos de teatro en los cuales, el público
asistente a la sala, no llega ni siquiera a un número de diez. Se hace muy necesario reflexionar
sobre: ¿Por qué esta situación es a cada momento más inminente?
Suspender un espectáculo por falta de público, y dejar pasar esta situación por alto, no
creo que se pueda y se deba permitir.
Para la agrupación Dramateatro está bien claro que el teatro no es un arte de masas, ni
para las masas. En el ejercicio de ser espectador, de ser público y no simplemente persona que
asiste a una sala de espectáculos, se nos avecina una inercia, una indiferencia mounstrosa, que
pulula cada vez más hondamente sobre las penurias académicas de este fin de siglo.
La inercia, del tan requerido y necesitado espectador, se advierte amenazadora ante la
realidad finisecular, a lo que podríamos alegar: "finis coronat opus".
Existen algunos termómetros, que miden la afluencia de la gente hacia ciertos lugares,
eventos, trabajos, espectáculos. Estos instrumentos actúan con cierta regularidad, con cierto
rango de frecuencia. No son los instrumentos de medición que los publicistas utilizan. Aquellos
que tienen que ver, en realidad, más con las encuestas que con una manera de ser. El arte de la
creación publicitaria es más bien un arte superfluo exodérmico, mercadológico.
En nuestro trabajo abogamos por el arte. El arte como forma e instrumento de la acción
de ser. No negamos a las cosas concretas. Creemos en un arte dúctil, fluido, didáctico.
Definimos al arte como un suceso exclusivo que pertenece a la vida humana, y el espacio en el
que todos podemos participar o tenemos acceso a la participación.
La siguiente afirmación ilustra muy bien lo que queremos decir: "La animación cultural,
para tener sentido, debería ir en dirección contraria a esa tendencia a la "masificación",
característica de la sociedad industrial aunque afortunadamente no la defina. En lugar de
dirigirse a grandes conjuntos abstractos, ella debería exigir esfuerzos de atención y esperar a
grupos particulares"(Duvignaud Jean, 1969).
A una gran cantidad de gente le parece igual ver a un espectáculo que otro. No existe una
selección de lo que quiero ver, y ¿por qué lo quiero ver? Conclusión: el público no existe.
El desarrollo cultural de una sociedad implica dinero y diferencias entre los conceptos.
La cultura de una ciudad, de una metrópolis o de una megalópolis debe ser popular y
accesible a la ciudad misma, pero hay diferencias que la sustentan y hay un "público" que
mantiene cada una de estas diferencias. El público crea los estilos y los géneros de su propio
momento histórico. Una pregunta nos queda sobre el tapete: ¿Tendrá nuestra sociedad, las
agallas suficientes para crear estilos y géneros propios?
1
Tomado de DRAMATEATRO REVISTA DIGITAL, número I (dramateatro.arts.ve)

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