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NOTICIAS DESDE ARTÍCULO 26 HASTA ARTÍCULO 102 DEL CÓDIGO DE

COMERCIO

BOTERO CANO LEIDY TATIANA

ID.664547

DOC. AREVALO TRIGOS OCTAVIO

CORPORACIÓN UNIVERSITARIA MINUTO DE DIOS

FACULTAD CIENCIAS EMPRESARIALES

PROGRAMA ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS

VILLAVICENCIO-META

2021
Noticias desde Artículo 26 hasta Artículo 102 del Código de Comercio

1. La inexequibilidad de derogatoria del plan de desarrollo relacionada con


auditorías tributarias

25 de febrero del 2021


A través de la Sentencia C-415/20, la Corte Constitucional adoptó varias decisiones
respecto a una demanda interpuesta por el congresista León Fredy Muñoz en contra de
la totalidad de ley del Plan Nacional de Desarrollo (Ley 1599 del 2019) y algunos
artículos específicos.
Luego del análisis jurídico de la demanda, la Sala declaró exequible la ley de forma
general, al considerar que dentro del trámite legislativo se acreditaron los requisitos que
componen el principio de publicidad. El demandante consideraba que era inexequible
toda la norma teniendo en cuenta que luego de ser aprobada en la Cámara de
Representantes el proyecto no fue publicado en la Gaceta del Congreso antes de darle
trámite en el Senado.
La Corte desechó esta tesis reiterando su jurisprudencia sobre las condiciones
especiales aplicables a proyectos en donde los debates en comisión se realizan de
manera simultánea y también sobre el uso de otros medios de información distintos a la
Gaceta del Congreso para dar a conocer las ponencias de un proyecto.
Igualmente, la Corte declaró exequibles los artículos 152 (recursos del FONTIC para
inspección, vigilancia y control); 309 (acceso a las TIC y despliegue de la
infraestructura); 310 parcial (expansión de las telecomunicaciones) y 311
(contraprestaciones a cargo de los operadores postales), al encontrar que no
vulneraban el principio de unidad de materia.
Respecto del cargo que pretendía la inexequibilidad de los artículos 310 parcial y 311
por violación de la ley orgánica presupuestal, la Sala se declaró inhibida por considerar
que la demanda carecía del “presupuesto de la certeza”.
Por último, el alto tribunal estudió la expresión “el artículo 110 de la Ley 1943 de 2018”,
contenida en el artículo de vigencias y derogatorias (336), respecto de su posible
inexequibilidad por la violación de los principios de consecutivita y de unidad de
materia.
Y es que este artículo ordenaba:
“Con el fin de evaluar la pertinencia, eficacia, eficiencia, prevenir la competencia
desleal en la economía colombiana y garantizar el cumplimiento de las finalidades de
las zonas francas y los beneficios tributarios otorgados en el sistema tributario
colombiano, la Superintendencia de Industria y Comercio, la Dirección de Impuestos y
Aduanas Nacionales (DIAN) y la Contraloría General de la República conformarán un
equipo conjunto de auditoría para hacer una evaluación de todos los beneficios
tributarios, exenciones tributarias, deducciones, otras deducciones de renta y cada una
de las personas jurídicas del régimen de zonas francas, para determinar su
continuación, modificación y/o eliminación. El resultado de esta auditoria será público y
se presentará ante el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el Ministerio de
Hacienda y Crédito Público, y las Comisiones Económicas del Congreso de la
República a más tardar en el mes de julio de 2019.
Para el primer trimestre del año 2020 el Gobierno nacional presentará un proyecto de
ley que grave las utilidades contables, eliminando las rentas exentas y beneficios
tributarios especiales, para reemplazar el impuesto de renta”.
La Corte no encontró fundado el cargo respecto del primer principio, pero sí observó
que la expresión iba en contravía del principio de unidad de materia, por lo que la
declaró inexequible.
Puntualmente señaló que dicha derogación “modificó la legislación ordinaria
permanente y terminó por comprometer la vocación de transitoriedad de la ley del plan.
Particularmente, se evidenció la inexistencia de conexión inexorable entre la medida
legislativa y las metas, estrategias y objetivos generales de la ley del plan o sus bases”.
Finalmente, es importante recordar que el artículo que se intentaba derogar hacía parte
de la Ley de Financiamiento, que fue declarada inexequible en su totalidad con efectos
diferidos mediante la Sentencia C-481 del 2019 (M. P. José Fernando Reyes Cuartas).
Corte Constitucional, Sentencia C-415, 09/23/20.
´
2. Comentarios sobre el flujo de recursos en el sistema de salud

El sistema de salud colombiano ha logrado significativos avances en materia de


cobertura universal y protección financiera de los usuarios, a pesar de lo cual ha sido
persistente la falta de flujo adecuado y oportuno de recursos entre sus actores. Esto
afecta, particularmente, la sostenibilidad de las instituciones prestadoras de servicios
de salud (IPS), que, de conformidad con el artículo 185 de la Ley 100 de 1993, deben
prestar en forma directa los servicios de salud a los afiliados y beneficiarios del
sistema. Así, son las responsables de garantizar el derecho a la salud y a la vida de la
población colombiana.

Según la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas, las deudas de las empresas


promotoras de salud (EPS) con los prestadores superaron los 10 billones de pesos en
el año 2019, indicador que, a pesar de las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional
para sanear las finanzas del sistema, parece no mejorar.

Si bien es cierto que en ello hay gran responsabilidad del Estado, por la falta de pago
de los recobros presentados por las EPS correspondientes a los servicios excluidos del
plan de beneficios, también lo es que la Superintendencia Nacional de Salud
(Supersalud) no ha respondido en forma adecuada a las prácticas desleales asumidas
por estas, como el uso abusivo y extemporáneo de las glosas a las facturas, a efectos
de negar el reconocimiento de los servicios, la exigencia de descuentos financieros
sobre la cartera o la exclusión de algunas IPS de la programación de pagos en
preferencia de otras con relación comercial o empresarial con el asegurador, entre
otras.

Con la expedición de la Ley 1949 del 2019, se incrementó la cuantía y el tipo de


sanciones administrativas impuestas por la Supersalud por la infracción de las normas
del Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS, art. 2º), y se amplió el
espectro de conductas sancionables (art. 3º). Así mismo, mediante la Ley 1966 del 11
de julio del 2019, se adoptaron medidas para garantizar la transparencia en el uso de
los recursos del SGSSS, tipificando como prácticas financieras riesgosas (aun cuando
debieron calificarse como prohibidas) los descuentos financieros sin sustento, los
acuerdos expresos o tácitos para obtener beneficios desleales en el sistema y “el pago
de acreencias a los socios o entidades que tengan participación en la entidad
aseguradora en salud, sin haber solventado en primera instancia las obligaciones con
sus acreedores externos” (art. 6º).

Capacidad limitada

A pesar de la buena intención del legislador, la limitada capacidad operativa de la


superintendencia no garantiza una sanción expedita por las infracciones al sistema, ni
una resolución rápida de los conflictos sometidos a su conocimiento. Aunado a ello, el
artículo 41 de la Ley 1122 del 2007 impide que esta entidad conozca de procesos
ejecutivos, que en últimas es la instancia judicial idónea para que los prestadores
obtengan el pago de la facturación que se les adeuda, pues así lo permite el inciso final
del artículo 56 de la Ley 1438 del 2011 al hacer explícita la facultad de “cobro ejecutivo
que podrán realizar los prestadores de servicios de salud a las entidades promotoras
de salud en caso de no cancelación de los recursos”, en concordancia con el artículo
2.2.2.1 del Decreto Único Reglamentario del Sector Salud (DUR 780/16).

En efecto, el artículo 13 de la Ley 1122 del 2007 establece que las EPS de ambos
regímenes deberán pagar a los prestadores mes anticipado en un 100 %, si los
contratos son por capitación. Bajo otras modalidades (pago por evento, PGP o grupo
diagnóstico), la norma establece que deberán pagar en forma anticipada el 50 % del
valor de la factura dentro de los cinco días siguientes a su radicación, y en caso de no
presentarse glosas, el saldo deberá pagarse dentro de los 30 días siguientes.

Si bien la ley determina con claridad los plazos para el giro de los recursos o, en su
defecto, para la formulación de glosas, en la práctica una IPS difícilmente obtiene el
pago de las facturas dentro del mes siguiente a su radicación, y ni hablar de la regla del
pago anticipado del 50 % de las cuentas que, para las EPS, es inexistente.

Lamentablemente, el escenario judicial tampoco ofrece una solución efectiva a los


prestadores, pues al efectuar el cobro ejecutivo de los servicios de salud, la mayoría de
operadores judiciales han impedido a toda costa la práctica de medidas cautelares
sobre los recursos administrados por las EPS, con base en el artículo 25 de la Ley
Estatutaria de la Salud (L. 1751/15), que estableció la inembargabilidad de los recursos
del SGSSS, lo que, en últimas, convierte estos procesos ejecutivos en un saludo a la
bandera.

Inembargabilidad de recursos

Mediante la Sentencia C-313 del 2014, la Corte Constitucional efectuó el control previo
de la norma en cita, y aclaró que la inembargabilidad de los recursos de la salud opera
como un principio y no como una regla y, en tal virtud, no tiene carácter absoluto; es
decir, deberá verificarse en cada caso concreto si procede aplicar una excepción al
principio de inembargabilidad, “debiendo entonces atenderse al momento de la
aplicación del precepto, lo sentado por la jurisprudencia en materia de excepciones al
mandato que excluye respecto de los caudales de la salud la medida cautelar”.

La Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia se pronunció sobre el particular, en


Sentencia STC7397 del 7 de junio del 2018, aduciendo que “existen ‘excepciones al
principio de inembargabilidad’ de los dineros destinados a la prestación del servicio
público de salud”, siendo una de ellas “la concerniente con ‘la viabilidad de disponer la
retención de esos valores cuando el recaudo ejecutivo (…) tiene como fuente alguna de
las actividades a la cual están destinados los recursos del SGP”.

Bajo esta perspectiva, es apenas lógico que en las acciones ejecutivas iniciadas por las
IPS para el cobro de servicios de salud se inaplique el mencionado principio de
inembargabilidad, siendo que la destinación legal y constitucional de los recursos
administrados por las EPS es, precisamente, la cobertura de los servicios sanitarios
que dieron lugar a los títulos base de la ejecución. Por ello, una eventual medida
cautelar de esta naturaleza, lejos de ser contraria a la Constitución, permite que los
recursos del sistema de salud lleguen a sus destinatarios finales, esto es, los hospitales
y clínicas del país, los que, se reitera, son quienes en forma directa –y obligatoria
cuando se trata de atención de urgencias– deben garantizar el derecho fundamental a
la salud de la población colombiana, sin importar si el servicio será pagado en forma
oportuna por la EPS responsable del usuario.

Imponer a los hospitales y clínicas la obligación de garantizar el derecho a la salud de


los usuarios sin concederles herramientas jurídicas idóneas para obtener el giro de los
recursos destinados a tal efecto terminará poniendo en riesgo su sostenibilidad y la del
propio sistema de salud. Por ello, es fundamental que las altas cortes y los operadores
judiciales unifiquen su jurisprudencia sobre la materia y se fortalezca la capacidad
operativa de la Supersalud, de tal suerte que acudir a la administración de justicia sea
un mecanismo excepcional.

3. El marketing de los servicios jurídicos

Alfonso Miranda Londoño

Director del Departamento de Derecho Económico de la Facultad de Derecho de la


Universidad Javeriana.
Director del Centro de Estudios de Derecho de la Competencia.

Vicepresidente de la Asociación Colombiana de Derecho de la Competencia.

Socio de la firma Esguerra Asesores Jurídicos.

La profesión de abogado es una de las más antiguas y significativas en la historia de la


humanidad. Puede decirse, sin lugar a dudas, que es un pilar de la sociedad, ya que el
valor que el abogado jura proteger es nada menos que la justicia: como decía Ulpiano,
los abogados son los sacerdotes de la justicia.

Pero la labor de los abogados es pragmática. Deben trabajar arduamente para hacer
que los principios y valores contenidos en las normas jurídicas, que han jurado aplicar y
defender, se hagan realidad en la protección de los derechos de sus clientes, lo cual se
logra a través de la prestación de los servicios jurídicos, que el abogado debe ofrecer
en un mercado abierto, en libre y leal competencia con sus colegas, con los que se
disputa la clientela.

Cabe entonces preguntarse si una profesión tan apegada a los valores, a los principios
éticos y morales que deben servir a la vez de fundamento y de faro tanto al Estado
como a los particulares, puede ser ofrecida como cualquier otro producto que se transa
en una economía de mercado, regida por las leyes de la oferta y la demanda. Es decir,
que se debe definir hasta qué punto es válido para los abogados desarrollar un
marketing jurídico basado en estrategias agresivas para darse a conocer y promover
sus servicios, como lo haría cualquier comerciante.

Para contestar esta pregunta, al menos desde el punto de vista del ejercicio del
Derecho en Colombia, debemos tomar en consideración algunas normas jurídicas que
arrojan luz sobre la forma en que nuestro ordenamiento ha regulado la profesión
jurídica y sobre la forma en que esta puede ser ofrecida al público. En primer lugar, se
destaca el artículo 23(5) de nuestro Código de Comercio, el cual establece que “La
prestación de servicios inherentes a las profesiones liberales”, entre las cuales
sobresale, por supuesto, el Derecho, no tiene el carácter de actividad mercantil. Pero a
pesar de que el ejercicio mismo del Derecho no sea una actividad mercantil, lo cierto es
que para prestar los servicios jurídicos los abogados se organizan por medio de
sociedades que, ya sean civiles o mercantiles, se rigen por el Código de Comercio y
están sometidas a las mismas reglas contractuales, tributarias y de competencia que le
son aplicables a cualquier empresa, hasta el punto de que los abogados pueden ser
justiciables por incurrir en infracciones marcarias, prácticas restrictivas de la
competencia y conductas de competencia desleal, como ya se ha visto en algunos
casos.

La otra norma que hay que tener en cuenta es la Ley 1123 del 2007, que contiene el
Código Disciplinario del Abogado, que plantea una posición conservadora respecto de
lo que los abogados pueden y no pueden hacer para promover su nombre y para
ofrecer sus servicios profesionales. En efecto, los numerales 5º y 7º del artículo 30 de
la mencionada ley establecen que constituyen falta contra la dignidad de la profesión el
“Utilizar intermediarios para obtener poderes o participar honorarios con quienes lo han
recomendado” y el “Obtener clientes aprovechándose de una situación de calamidad
que afecte gravemente la libertad de elección”. Y, más adelante, los numerales 1º y 2º
del artículo 31 disponen que son faltas contra el decoro profesional “Utilizar
propaganda que no se limite al nombre del abogado, sus títulos y especializaciones
académicas, los cargos desempeñados, los asuntos que atiende de preferencia o con
exclusividad y los datos relativos a su domicilio profesional”, así como “Solicitar o
conseguir publicidad laudatoria para sí o para los servidores públicos que conozcan o
hayan conocido de los asuntos concretos a cargo del abogado”.

Como se puede observar, las normas citadas llaman a la circunspección y al recato en


la promoción de los servicios jurídicos, lo cual contrasta con la sociedad consumista,
mediática y digital en la que vivimos, que le permite a cualquier empresa hacer
mercadeo directo y preciso mediante la utilización de los medios de comunicación, las
redes sociales y las herramientas tecnológicas.

Debe tenerse en cuenta, además, que la prestación de los servicios jurídicos en


Colombia, como en el resto del mundo, se ha transformado de manera progresiva
como consecuencia de la proliferación de grandes firmas de abogados, que unen el
talento y los conocimientos de expertos en diferentes disciplinas jurídicas, con el fin de
ofrecerles a las grandes empresas la solución integral a todos sus problemas legales.
Este fenómeno ha desplazado a los practicantes aislados, que antiguamente prestaban
sus servicios con la ayuda de una secretaria y un par de jóvenes asistentes, desde un
pequeño despacho o desde su propio hogar.

Una evolución acelerada

Como consecuencia de la globalización y del desarrollo tecnológico en materia de


comunicaciones, los regímenes jurídicos, que antes eran muy diferentes, han
evolucionado en forma acelerada y progresiva hacia la convergencia: los países
basados en el derecho de casos han expedido legislaciones en muchas áreas de la
actividad económica, y los países de tradición legislada están utilizando cada vez más
el precedente legal. A lo anterior se suma que hoy en día las redes y alianzas
internacionales de firmas de abogados compiten en un mercado que antes se creía
nacional y que ahora se ha globalizado. Es así como, desde hace un tiempo, han
venido llegando a Colombia y a los demás países de Latinoamérica grandes firmas
internacionales con oficinas en varios continentes, las cuales se abren espacio con
agresivas estrategias comerciales, en un mercado legal globalizado, en el cual se
disputan los mismos clientes que también operan alrededor del mundo.

En este ambiente, las estrategias de promoción por medio de publicaciones y


participación en eventos académicos y asociaciones de profesionales y expertos en
determinadas materias, ayudan al posicionamiento de las firmas en el mercado, con
base en la demostración de sus conocimientos y experiencias específicas.

No menos importante es el salto tecnológico al que ha obligado la crisis mundial


causada por la covid-19, como consecuencia de la cual los servicios jurídicos han
tenido que apropiar a la fuerza los mecanismos virtuales para la realización de todas
sus actividades, lo cual tiene muchos aspectos positivos en materia de eficiencia y
efectividad, pero tiene otros negativos, como el distanciamiento de las personas y las
dificultades propias de la prestación de servicios que son de suyo personalísimos y
marcados por la confianza, pero que deben ser ahora prestados a distancia.

Todos estos fenómenos vienen acompañados de la explosión de las herramientas


informáticas, que les permiten a las firmas de abogados informarles a sus clientes y al
mundo entero sobre los casos que llevan, los profesionales que integran sus equipos,
las transacciones que han asesorado, los rankings que han calificado la excelencia de
sus servicios, y los premios y galardones nacionales e internacionales que les vienen
siendo otorgados por su extraordinario desempeño, manejo, conocimiento,
honorabilidad y seriedad.

Naturalmente que existen mecanismos muy serios y profesionales de calificación de las


destrezas de los abogados, y otros menos serios, más superficiales, mercantilistas y no
tan confiables. Los usuarios de los servicios jurídicos deben, por lo tanto, prestar
atención y consultar cuidadosamente, sin dejarse obnubilar por el uso de sofisticadas y
costosas herramientas de mercadeo, para escoger con tacto a sus abogados, que en
primer lugar deben regirse por los más altos estándares éticos de la profesión, y que
deben ser, por supuesto, expertos, diligentes, eficientes y ordenados en la prestación
de los servicios que ofrecen.

Al final del día, lo que necesitan todos los clientes, sea que se trate de una gran
multinacional, un pequeño negocio o una persona natural, es un abogado honesto y
competente, que conozca las leyes y las sepa aplicar para defender sus derechos
dentro del marco del ordenamiento jurídico, con un sentido de equidad. En verdad lo
que se necesita es que los abogados sean lo que siempre han sido, lo que siempre
deben ser, como los definió Ulpiano: sacerdotes de la justicia.

4. Cuatro temas legales que deben considerar los empresarios por la coyuntura
La crisis mundial que actualmente vivimos por la pandemia de la covid-19 ha permeado
nuestras vidas y proyectos. Los empresarios, de todo nivel, tamaño y sectores, han
visto afectados sus negocios en diferentes grados, incluso, hasta llegar a cierres o
estados de insolvencia que ponen en duda su operatividad o su continuidad futura.

No obstante, como un aliciente de esperanza, la historia de la humanidad nos enseña


que tenemos la capacidad de adaptarnos y sobreponernos a las adversidades de
cualquier naturaleza.

En una de sus dimensiones pragmáticas, el Derecho brinda diferentes herramientas


legales que, según las necesidades o expectativas específicas, pueden ser correcta y
debidamente utilizadas como parte de una estrategia empresarial integral, tanto para
nuevos proyectos y empresas nacientes, como para las que ya estaban operando, con
el fin de procurar el desarrollo, el crecimiento y el éxito de sus negocios. En perspectiva
legal, contar con un diagnóstico e implementación oportuna de respuestas jurídicas
apropiadas, realizables y convenientes para las empresas constituye un factor decisivo
para lograr los objetivos corporativos. En el momento actual, debe sumarse el impacto
que pueden tener, de manera general o para sectores específicos, según aplique, los
múltiples decretos legislativos expedidos por el Gobierno Nacional.

Bajo ese presupuesto, presento algunos aspectos legales generales útiles en el


presente y que, por lo tanto, deben ser considerados como herramientas jurídico-
gerenciales de apoyo para decisiones por parte de empresarios, directores y, en
general, por las personas que tienen a cargo la administración de negocios.

1. Derecho Societario

Este tópico envuelve una diversidad amplia de aspectos y temas de gran importancia.
A manera de simple referencia, sin que se incluyan todos, dado que constituyen
algunos de los deberes propios de los comerciantes, es recomendable lo siguiente:

(i) Revisar que se cuente con los libros de comercio (accionistas, socios, actas de
asambleas de accionistas, actas de juntas de socios o actas), bien sea en medio físico
o electrónico, debidamente inscritos y actualizados. Llevados en una forma correcta
“constituyen plena prueba en las cuestiones mercantiles que los comerciantes debatan
entre sí” (CGP, art. 264).
(ii) Verificar el cumplimiento del deber de la matrícula y renovación en el registro
mercantil correspondiente.

(iii) Evaluar que se esté cumpliendo con no realizar actos de competencia desleal o
verificar no estar siendo afectado por dichos actos realizados por otros comerciantes.

(iv) Contar con un sistema confiable y que cumpla con los requisitos de ley para la
conservación de la correspondencia y demás documentos relacionados con sus
negocios o actividades. Hoy, más que nunca, es conveniente tener como base la
digitalización documental o soportes en medios electrónicos.

(v) Elaborar el respectivo soporte documental de asambleas ordinarias y


extraordinarias que se requieran.

(vi) Evaluar e implementar las reformas a los estatutos societarios necesarios, como,
por ejemplo, la transformación de una forma societaria a otra que le resulte más
conveniente.

El soporte legal experto a tiempo en temas como los referidos tiene la potencialidad de
optimizar recursos, anticipar riesgos y minimizarlos y, por ende, de proporcionar
soluciones de acuerdo con las necesidades de cada empresa. Si esto se hace
oportunamente, deben evitar procedimientos sancionatorios, reducir los costos de
acciones reactivas ante requerimientos de autoridades o regular con mayor claridad
situaciones conflictivas internas entre socios. Estos riesgos se incrementan por el
estado de emergencia.

2. Asuntos laborales

Es innegable que el estado de emergencia en el que se encuentra Colombia ha


obligado a los empresarios a revisar y evaluar todo lo atinente al personal que tiene
vinculado.

En efecto, no es un secreto que la carga económica prestacional que implica contar


con un grupo de empleados es uno de los aspectos que tiene un peso importante en
las finanzas de las empresas. Aunado a ello, por disposición legal imperativa, las
obligaciones laborales son créditos privilegiados de la primera clase (C. C., arts. 2494 y
2495-4).

La apretada situación económica, por no utilizar términos alarmistas, en que se


encuentra la economía local, reflejo y efecto también de la global, ha obligado, entre
otras medidas, a que los directivos corporativos piensen e implementen alternativas
para tratar de controlar mejor los costos laborales, tales como reducción de personal,
cambios en las condiciones económicas de los contratos de trabajo (disminución de
salarios o de tiempo de prestación del servicio, etc.), teletrabajo y suspensión de
contratos (de mutuo acuerdo o unilateralmente).
La implementación de estas alternativas debe contar con un análisis, diagnóstico y
recomendaciones legales que garanticen no solo que una eventual viabilidad financiera
inmediata sea eficiente, sino también que, en el mediano y largo plazo, no se
conviertan en riesgos o problemas legales postergados y cuyo costo pueda terminar
siendo más alto y que, incluso, genere una crisis que afecte la viabilidad de la empresa.

3. Revisión de contratos y remedios contractuales

Las empresas que operaban antes del estado de emergencia estaban ejecutando o por
ejecutar una serie de contratos (no nos referimos a los laborales), verbales o escritos,
que le implicaban adquirir tanto derechos como obligaciones.

Por la pandemia, se ha vuelto común escuchar o traer a colación, en conversaciones


formales e informales, términos tales como fuerza mayor, caso fortuito, equilibrio
contractual y deber de colaboración entre las partes, teoría de la imprevisión y hecho
notorio, por citar algunos conceptos que, aunque se refieren a situaciones de la vida
cotidiana, son, por definición, propios o, por lo menos, más naturales al discurso del
Derecho.

Por lo tanto, cobra especial vigencia la recomendación de un acompañamiento jurídico


para (i) revisar cada contrato o promesa de contrato que tiene vigente la empresa; (ii)
determinar si existe obligación de comunicar fundadamente a la otra parte si la
pandemia afecta el cumplimiento de sus obligaciones; (iii) examinar si el contrato o la
ley proporcionan soluciones jurídicas a las situaciones concretas o proponer, cuando
sea viable, una renegociación que responda a las circunstancias actuales, y (iv)
establecer, caso a caso, si existe normativa de emergencia (decretos legislativos,
circulares, conceptos jurídicos de autoridades, jurisprudencia) que deba ser aplicado a
situaciones concretas o sirvan de referencia en la búsqueda de soluciones.

En la medida en que se puedan anticipar situaciones conflictivas y procurar una


solución concertada, se reduce la litigiosidad, circunstancia que favorece la
construcción o adecuación de los planes de negocio de cada empresa.

4. Régimen de insolvencia empresarial

El régimen de insolvencia está conformado por “instrumentos legales que permiten a


los deudores en dificultades renegociar sus obligaciones con sus acreedores, con el fin
de celebrar acuerdos de pago que les permitan continuar operando como empresa,
preservar el empleo y atender el pago de sus créditos”[1]. Esta normativa tiene por
finalidad, tanto la protección del crédito[2] como “la recuperación y conservación de la
empresa como unidad de explotación económica y fuente generadora de empleo”[3].

Nuestro ordenamiento de insolvencia, incluyendo los mecanismos implementados con


ocasión del estado de emergencia económica, social y ecológica (entre otros, la
negociación de emergencia de acuerdos de reorganización y los procedimientos de
recuperación ante las cámaras de comercio), proporciona herramientas jurídicas que,
utilizadas de forma correcta y oportuna, pueden brindar a las empresas alternativas
interesantes y convenientes en procura de la continuidad de su operación.

La invitación es a no tener resistencia ni prevención a realizar un juicioso análisis


multidisciplinario respecto del estado económico y de contingencias de cada empresa,
establecer su factibilidad y condiciones para la misma y, en el peor de los casos,
contemplar la alternativa de una liquidación, como medida prudente y socialmente
responsable, con el cumplimiento cabal de los requisitos de ley.

Sin duda, varios aspectos legales han quedado por fuera de estas líneas, pero no por
ello son menos importantes. Lo sustancial consiste en llamar la atención en cuanto a
que los temas legales, abordados desde una perspectiva empresarial diligente, pueden
convertirse en valores agregados que se requieren, junto con otras disciplinas, para la
construcción, implementación y desarrollo de planes de negocio, así como para cubrir
las obligaciones jurídicas de diversa índole, en defensa y protección de los intereses
legítimos empresariales.

5. ¿Es el mérito criterio fundamental para acceder a cargos en la Rama Judicial?

La pandemia ha demostrado el grave estado de la justicia penal, la gran congestión


judicial, el más que indigno hacinamiento carcelario y el atraso tecnológico acumulado
por años. Aun cuando superar tantas deficiencias requeriría de una enorme inyección
de recursos, lo cierto es que la situación económica del país no permite tan grande
erogación. Por ello, y mientras el Gobierno decide apropiar suficientes partidas para
invertir en la Rama Judicial, presentaremos semanalmente algunas propuestas, no
onerosas, que podrían colaborar con el mejor funcionamiento de nuestro sistema penal.

1. ¿Es el mérito, hoy día, criterio fundamental para acceder a los distintos cargos en la
Rama Judicial?

Parece una obviedad argumentar que a la cúspide de la justicia deben llegar los
mejores profesionales del Derecho, por ello no es casualidad que el artículo 125 de la
Constitución Política establezca el mérito como requisito determinante para el acceso a
los cargos públicos. El problema está en determinar quiénes son los mejores
profesionales y qué es el mérito; de hecho, el importantísimo economista Amartya Sen,
justamente al tratar la relación entre justicia y meritocracia, señaló que esta tiene
muchas virtudes, no siendo la claridad una de ellas. Y es cierto. No resulta fácil
establecer cuál es el mecanismo más idóneo para garantizar plenamente la más alta
calidad en el poder Judicial, pues cualquiera sea por el que se opte recibirá acertadas
críticas.

Pero tal dificultad no impide advertir que la justicia de nuestro país, hoy día, atraviesa
por una grave crisis de legitimidad, en tanto el mérito no es criterio fundamental para
acceder a tan importantes cargos. Empezando por la cima de la pirámide judicial, se
encuentra que la gran mayoría de sus magistrados no solo no cuentan en su haber con
los más altos reconocimientos y distinciones, sino que algunos de ellos han terminado
sus periodos en un estado de descrédito atroz. Contar con excelsos profesionales del
Derecho en estas corporaciones guarda inescindible relación con el buen desarrollo del
sistema penal, pues el mérito, materializado en la idoneidad de los funcionarios,
necesariamente colabora a optimizar el desenvolvimiento del sistema[1]

Si se analiza la estructura de la pirámide judicial en Colombia, se encuentra que el


actual concurso de méritos, por supuesto con merecidas críticas, solo aplica hasta el
nivel de magistrado de tribunal, es decir, su radio no cubre el acceso a las altas cortes.
Ello conlleva a que las listas de las que finalmente se eligen estos magistrados no
cuenten con un componente previo objetivo de calidad, sino que su elaboración corre
por cuenta de un órgano judicial, Consejo Superior de la Judicatura, con claro origen y
tinte político.

Pero si partiésemos de la base de que el Consejo Superior de la Judicatura hace una


adecuada labor, también parece que sus métodos no han permitido incorporar a los
mejores en sus listas, pues, muy por el contrario, la experiencia ha evidenciado que los
protagonistas del escándalo que la prensa rotuló como “cartel de la toga” no fueron ni
excelsos profesionales ni los más idóneos. Lo que sí valdría preguntarse es si tan
cuestionados personajes habrían aprobado un concurso de méritos con mediana
objetividad.

Obsérvese que ampliar el concurso de méritos para el acceso a las altas cortes, y de
manera específica a la Corte Suprema de Justicia (y al Consejo de Estado), no
modificaría el diseño constitucional, pues el Consejo de la Judicatura podría seguir
enviando las listas, pero luego de adelantar una objetiva evaluación, tal como acontece
hasta el nivel de magistrado de tribunal de distrito judicial. En la misma línea, la Corte
Suprema de Justicia mantendría incólume su potestad de elección.
De lo que se trata entonces es de utilizar la actual estructura de concurso de méritos,
para también incluir allí la posibilidad de acceder a magistrado de alta corte; y una vez
se supere un examen preliminar, que al menos desde el punto de vista teórico
garantiza algún grado de idoneidad de los aspirantes, se adelantará la correspondiente
valoración de hojas de vida, ponderando, entre otros muchos y posibles aspectos,
experiencia, estudios, publicaciones, etc.

Luego de ello se procederá a la elaboración de una lista con los mejores puntajes,
supóngase con los primeros diez, misma que debe ser remitida a la Corte Suprema de
Justicia para que de allí discuta y decida cuál es el mejor perfil para llenar la vacante.
Tal procedimiento, además de ostentar una connotación con más mérito, objetividad y
transparencia, permitiría superar aquellas terribles prácticas que en el inmediato
pasado se presentaron, tal como lo denunció en repetidas ocasiones la prensa,
referidas a la creación de “bloques” y la generación de “bloqueos” al interior de la Corte
o la tardanza injustificada en las elecciones de magistrados.

Para contrarrestar tan lamentable proceder, además de la lista, se debería incorporar


una disposición en los reglamentos de cada corte, según la cual si, en un plazo
razonable, por cualquier motivo, no se logra el cuórum requerido o por cualquier
circunstancia no se consolida la elección el primero de la lista (o los primeros según el
número de vacantes disponibles) ocupará el cargo de magistrado.

Establecer este procedimiento permitiría también superar otra nociva práctica,


inadvertida, consistente en que la elaboración de una lista por cada vacante, sin que
exista la posibilidad de repetir candidatos en las diferentes listas, conlleva a que la
primera de ellas recoja los hasta en ese momento mejores perfiles, viéndose luego la
necesidad de buscar más aspirantes para las demás listas -llegándose en la práctica a
la elaboración de hasta cinco o seis, es decir con cincuenta o sesenta aspirantes-, con
lo que solo la primera de ellas estaría compuesta por los “mejores”, consolidándose,
necesariamente, una disminución de nivel de lista en lista. Siempre entonces, para
cada vacante, debe acudirse al orden del concurso sin importar el número de plazas
que haya por llenar.

Descendiendo en la escala piramidal, se observa que a pesar de que existe concurso


de méritos hasta el cargo de magistrado de tribunal superior de distrito judicial, lo cierto
es que a nivel de jueces municipales y de circuito la provisionalidad es una constante
que termina por afectar no solo la estabilidad del sistema, sino la calidad de las
decisiones. Dos de las causas de este exceso de interinidad son, justamente, la
demora en los concursos y la vigencia de las listas de elegibles.

Una vez se decida la necesidad de que todos los cargos de la Rama Judicial deben
tener como requisito para su acceso el concurso de méritos, bien pueden replantearse
las condiciones del mismo (etapas, tiempos, cursos, condiciones, etc.), todo tendiente,
por supuesto, a que haya una fuente permanente de personas calificadas que provean
las plazas que demande la administración de justicia, garantizando experiencia,
conocimiento e idoneidad en todos sus niveles. Y a efectos de superar críticas sobre
las entidades que realizan los exámenes, se debería contratar a una universidad que,
ponderadamente, supóngase dentro del último lustro, haya obtenido los tres mejores
resultados en exámenes de Estado.

Adicionalmente, la vigencia de las listas de elegibles, que de acuerdo con el art. 165 de
la Ley 270 de 1996 es de cuatro años, debe tener pleno vigor hasta que salga el listado
de un nuevo concurso. Son harto conocidos los casos de personas que se sometieron
a un largo, exigente y dispendioso proceso clasificatorio, y lo ganaron, pero por la
pérdida de vigencia de la lista nunca ocuparon un cargo, a pesar de que la demora en
la realización de un nuevo concurso generó muchas vacantes que fueron finalmente
asumidas por personas en provisionalidad y cuya postulación fue sorteada por los
magistrados del correspondiente distrito judicial en un proceso ajeno a una meritocracia
objetiva.

Aquí también valdría sugerir que existen funcionarios que completan décadas en sus
puestos, anquilosándose en los mismos y sin ninguna exigencia de actualización para
su permanencia, bien vendría proponer también que, sin perjuicio por supuesto de los
derechos adquiridos, a futuro los cargos en la Rama Judicial sean de periodo,
evidentemente con concurso para su acceso, pero para lapsos de tiempo
determinados, circunstancia que obliga a la convocatoria permanente de exámenes de
ingreso, con debida regularidad, oxigenando constantemente la función judicial y
garantizando su calidad.

De cara a la intervención normativa a realizar, recuérdese que la Constitución Política


en su texto original (artículo 231) señalaba que los magistrados de la Corte Suprema y
del Consejo de Estado serían nombrados por la respectiva corporación, de listas
enviadas por el Consejo Superior de la Judicatura; posteriormente, mediante Acto
Legislativo 02 del 2015 se adicionó el trámite de la audiencia pública y que la lista, de
diez elegibles, deberá contar con una convocatoria pública reglada de conformidad con
la ley. También se adujo en esta modificación que la Corte Suprema y el Consejo de
Estado reglamentarán la fórmula de votación y el término en el cual deberán elegir a los
magistrados que conformen la respectiva corporación.

Nótese que estas bases constitucionales son suficientes para que, sin quebrar el
armazón de la carta política, se amplíe el concurso de méritos para altas cortes, pues,
de una parte, en esa “convocatoria pública reglada de conformidad con la ley”, bien
puede entrar el proceso basado en la meritocracia y, de otra, en la reglamentación por
parte de la Corte Suprema y el Consejo de Estado también puede incluirse lo
relacionado con el tiempo para seleccionar y que la eventual tardanza conlleve a que el
primero de la lista ocupe la vacante. Finalmente, en relación con las propuestas de
término de vigencia de lista de elegibles y fijación de períodos institucionales, se
requeriria reforma legislativa estatutaria a la Ley 270 de 1996.
[1]
No se incluye la Fiscalía General de la Nación por cuanto el Tribunal Administrativo
de Cundinamarca, Sección Primera, Subsección B, en fallo de fecha 04 de marzo de
2020 ordenó al Fiscal General de la Nación adelantar, en el término de seis (6) meses,
todas las tareas administrativas pertinentes para obtener partidas presupuestales
correspondientes y proceder seguidamente con las convocatorias para el concurso de
méritos. M. P. Óscar Armando Dimaté Cárdenas, radicado: 25000-23-41-000-2020-
00185-00. Adicionalmente, según CEJ, el setenta y cinco por ciento (75%) de los
cargos para fiscal se encuentran en provisionalidad.

6. Así se le otorga crédito al relato de una persona del mundo delincuencial

Al resolver las demandas de casación presentadas por los defensores de dos


ciudadanos condenados por los delitos de concierto para delinquir agravado y atentar
contra la seguridad pública, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia explicó la
posibilidad de otorgarle crédito al relato de una persona inmersa en el mundo
delincuencial o de desmovilizados.

Frente a ello, y teniendo como finalidad la realización de la justicia, afirmó que el


hombre, debido a una tendencia natural de la mente que hace más fácil decir verdades
que mentiras, es por esencia verídico y, por consiguiente, inspirador de confianza entre
sus semejantes, pues del otro lado, sobre el pilar de las mentiras, no sería dable ningún
desarrollo personal ni social. En otras palabras, el fallo aseguró que “no hay posibilidad
alguna de progreso intelectual si no se toma como base y punto de partida la fe en los
demás”.

Por eso, frente a los testimonios el punto de partida es su veracidad, que en concreto
se ve aumentada, corroborada, disminuida o destruida por las condiciones particulares
que son inherentes al sujeto individual del testimonio, en su contenido personal, en su
forma individual o contrastada con las demás pruebas.

En este aspecto, insistiendo en que por lo general el hombre (incluidos los


paramilitares) percibe y relata la verdad para que el testigo tenga derecho a ser creído
es necesario que no se engañe y que no quiera engañar. Ello porque la presunción de
veracidad puede ser destruida o disminuida por condiciones especiales que en
concreto son inherentes al sujeto.
Con todo, la corporación aseguró que por más de que se trate de “desmovilizados” o
delincuentes incursos en delitos atroces del pasado, ese vicio del orden moral, aunque
puede fijar rasgos de sospecha, no implica por sí solo descrédito absoluto, porque no le
priva de idoneidad para decir la verdad (M. P. Eyder Patiño Cabrera).

7. La delación y los retos que representa para la autoridad

Gracias a la figura de la delación, las personas naturales y jurídicas que participen


directa o indirectamente del acuerdo anticompetitivo podrán obtener la exoneración
total o parcial de la multa prevista en la ley, si colaboran en la detección efectiva de la
conducta violatoria del régimen de la libre competencia. Podrá beneficiarse aquella
persona que haya sido parte de un acuerdo restrictivo de la competencia, sin que haya
actuado como promotor o instigador del mismo.

Los programas de beneficios por colaboración, también llamados programas de


clemencia o delación, son mecanismos óptimos en la lucha contra los carteles
anticompetitivos. La experiencia internacional ha demostrado que el fortalecimiento de
instrumentos como este resulta eficaz para la detección de carteles anticompetitivos, en
razón a que, mientras más expedita se hace la labor de la autoridad de competencia,
los agentes del mercado que están dispuestos a cartelizarse se vuelven más
sofisticados en los medios que utilizan para el ocultamiento de su conducta ilegal.

Colombia ha hecho grandes avances en la materia, el más significativo es la


promulgación del Decreto 1523 del 2015, con el que, además de generar confianza en
la utilización del instrumento, se busca lograr el descubrimiento y el castigo de
prácticas restrictivas de la competencia que afecten el mercado y a los consumidores

Como se mencionó, los beneficios (que se otorgan en orden de llegada al programa)


podrán consistir en la exoneración total o parcial de la multa, que hoy asciende a
68.000 millones de pesos, siempre que la información o pruebas resulten útiles para los
fines de la investigación. Así pues, al primer delator podría otorgársele la exoneración
total de la multa, al segundo solicitante podría hacérsele una reducción de entre el 30
% y el 50 % y los que lleguen después podrán lograr una reducción de hasta el 25 %.

La oportunidad para presentar la solicitud será hasta antes del vencimiento del término
de 20 días para descorrer el traslado del pliego de cargos y solicitar o aportar pruebas
dentro de la investigación.
Requisitos

Ahora bien, para suscribir el convenio de beneficios por colaboración con la


Superintendencia de Industria y Comercio (Superindustria), única autoridad de
competencia en el país, el solicitante deberá:

- Reconocer la participación en el acuerdo anticompetitivo.

- Suministrar toda la información del acuerdo, es decir, indicar la forma en que operaba
el cartel, nombre de los participantes, duración del acuerdo, etc.

- Atender a todos los requerimientos e instrucciones que se le impartan en el curso del


programa.

- Terminar su participación en el acuerdo anticompetitivo en los términos que


establezca la autoridad.

Es importante resaltar que los beneficios por colaboración serán concedidos por el
Superintendente del Industria y Comercio en el acto administrativo que decida la
actuación administrativa, salvo que el delator en el curso de la investigación
controvierta los hechos reconocidos en su solicitud, no facilite la práctica de testimonios
de sus empleados, desatienda los requerimientos de la Superindustria, obstruya o
altere información o elementos de prueba conducentes, cuando se compruebe que el
delator fue el instigador o promotor del acuerdo o cuando incumpla alguna de las
obligaciones del convenio.

Es posible hacer extensivos los beneficios que se concedan al delator, en los mismos
porcentajes, a todas aquellas personas que colaboren, faciliten, autoricen o toleren las
conductas anticompetitivas, y que colaboren en el curso de la actuación, siempre que
cumplan con los requisitos de colaboración señalados por el decreto.
Una figura novedosa que trae la norma bajo estudio es el beneficio adicional por delatar
la existencia de otros acuerdos anticompetitivos. Este beneficio será para el delator
que, no teniendo el primer puesto en el orden de prelación (llegada), sea el primero en
solicitar la suscripción de otro programa de beneficios por colaboración en razón de
otro cartel del que haga parte. En este caso, se le otorgará una reducción adicional del
15 % del total de la multa que se le impondrá en la primera actuación.

La figura es nueva en Colombia y a la fecha solo han sido tres los casos sancionados
gracias al programa. No obstante, en el mundo, especialmente en la Unión Europea y
en EE UU, es el programa estrella para atacar la lucha contra los carteles.

Grandes retos

Aun así, los retos para la autoridad nacional no son menores, entre otros se pueden
enunciar lo siguientes:
- Debe fortalecerse la reserva de la identidad del delator, porque este se expone a
represalias comerciales y descrédito frente a los consumidores.

- El bajo monto de las multas desincentiva a las empresas para acudir a la autoridad y
delatar.

- A pesar de que la autoridad ha dado pasos importantes en las investigaciones, la


probabilidad de que los cartelistas sean detectados es baja.

- Existe una complejidad probatoria en las acciones de responsabilidad civil por la


comisión de prácticas restrictivas de la competencia. Entre ellas, se destacan, en
primer lugar, la dificultad de probar la naturaleza de la responsabilidad y el hecho que
da lugar a ellas. En segundo término, demostrar si la culpa debe entenderse probada
por la sola comisión de la conducta restrictiva de la competencia o si, por el contrario,
es necesario probar el ilícito. En tercer lugar, probar la existencia del daño que llegue a
impactar el patrimonio de un competidor, otro agente o del consumidor. En cuarto lugar,
demostrarse los efectos de la conducta en el mercado y, por último, calcular el monto
del daño.

- Igualmente, pueden presentarse conflictos de jurisdicciones y competencias de las


autoridades, en razón a la realización de conductas que puedan cubrir múltiples
jurisdicciones o tener efectos en diversos territorios, por ejemplo, en los casos de
aplicación de normas de carácter comunitario andino, donde la aceptación de
responsabilidad en casos de delación en un país puede presentar complejidades por
los efectos en otros territorios.

- No es atractivo para un agente que ha participado en un acuerdo restrictivo de la


competencia en procesos de licitación pública acogerse al programa de clemencia,
porque, aunque puede lograr la exoneración de la multa impuesta por la autoridad de
competencia, deberá responder en un proceso penal donde se le aplicarán, entre otras,
penas que no son excarcelables.

- Es necesario replantearse la participación del instigador dentro de la delación. En la


actualidad, no es posible que el instigador sea exonerado dentro del proceso de
delación por delatar, lo cual, sin lugar a dudas, desincentiva la delación.

- Existe desconocimiento por parte de los agentes del mercado y de los consumidores
del derecho de la libre competencia económica y de las herramientas legales que
existen para su defensa.

En conclusión, a pesar de la figura tiene avances importantes y resulta ser una


herramienta eficaz para detectar conductas contrarias a la libre competencia
económica, lo cierto es que es necesario implementar herramientas específicas e
incentivos económicos que resulten lo suficientemente atractivos y eficaces para que
las empresas sientan la necesidad, no solo de cumplir la norma, sino de acudir a la
autoridad a delatar en caso de verse inmersas en conductas violatorias de este
régimen.

8. Renuncia afectada por vicio del consentimiento no se equipará a despido sin


justa causa

La causa de la contratación constituye un elemento subjetivo del acuerdo transaccional


que no siempre figura expresamente en el instrumento que lo contiene. Por ello, para
demostrarla no solo debe acudirse al texto del acuerdo, sino a las demás pruebas y
circunstancias que rodean el caso, precisó la Sala Laboral de la Corte Suprema de
Justicia.

Frente a la causa determinante del consentimiento, indicó que no puede haber


discrepancia entre la razón que induce a la parte para contratar o adelantar un acto
determinado y la exteriorización o manifestación de la voluntad.

Adicionalmente, aseguró que la renuncia afectada por un vicio del consentimiento no


puede equipararse al despido sin justa causa.

Esta precisión tiene como fundamento la ineficacia de la declaración de voluntad


emitida por el trabajador y, cuando se da esa situación, la conclusión lógica y legal es
considerar que el contrato de trabajo debe ser restituido al mismo estado en que se
hallaría de no haber existido el acto viciado de nulidad, conforme lo establece el
artículo 1746 del Código Civil, y esa restitución supone el restablecimiento del contrato
de trabajo.

Por el contrario, indicó que el despido sin justa causa es un acto de declaración de
voluntad del empleador y, en principio, produce un efecto extintivo del contrato y la
propia ley le reconoce virtualidad suficiente para ello y para generar en favor del
trabajador el derecho a una indemnización tarifada, como regla general (M. P. Clara
Cecilia Dueñas Quevedo).

9. Agotamiento de la suma asegurada no da lugar a indemnización por el mismo


siniestro
El artículo 1079 del Código de Comercio, sobre responsabilidad
hasta la concurrencia de la suma asegurada, es claro al señalar que el asegurador no
estará obligado a responder sino hasta la concurrencia de dicha suma, es decir,
dispone el límite de la obligación condicional de la aseguradora cuando el siniestro se
materialice afectando un amparo o cobertura del seguro.

La interpretación de esta norma debe ir de la mano con lo previsto en el artículo 1111


de la misma normativa, sobre reducción de la suma asegurada, según el cual esta
última se entenderá reducida desde el momento del siniestro, en el importe de la
indemnización pagada por el asegurador, precisó la Superintendencia Financiera.

Para el caso bajo análisis, estas dos disposiciones tienen un efecto relevante en
cuanto a la limitación del pago de la indemnización correspondiente al hurto sufrido por
el asegurado, afectando la cobertura denominada “sustracción de dineros retirados en
cajeros automáticos”.

De acuerdo con las pruebas obrantes en el expediente, la compañía aseguradora ya


había efectuado un pago total de indemnización por la ocurrencia del
siniestro, agotando la suma asegurada de tal cobertura, en razón a hechos ocurridos el
23 de enero del 2019, momento en el cual sucedió el primer evento. La póliza
cuestionada establece lo siguiente como valor asegurado:

Esta cláusula fue pactada en el contrato de seguro adquirido por el demandante y que
corresponde a la limitación del riesgo asumido que hizo la aseguradora al momento de
diseñar el producto, atendiendo las condiciones técnicas del mismo y la libertad que le
asiste para establecer la cobertura de los riesgos que asume por el pago de la prima
correspondiente.

Así las cosas, respecto de lo perseguido dentro de la acción, no le queda otro camino a
la superintendencia que dar prosperidad a la excepción de la demandada sobre
“agotamiento de la suma asegurada”, debido a que la misma correspondiente a tal
evento estaba agotada para la fecha de ocurrencia del segundo evento, por lo que no
tiene vocación de prosperar el amparo

En todo caso, advirtió, la póliza reclamada tiene varias coberturas y amparos, los
cuales de cara a la vigencia del contrato de seguro están cubiertos por la aseguradora,
teniendo estos como riesgos asumidos y respecto de los cuales se pagaría el valor
asegurado correspondiente, tal y como se indica en lo establecido en el contrato de
seguro.
10. Procesos de selección se rigen exclusivamente por los factores de desempate
previstos en la Ley 2069

Colombia Compra Eficiente analizó el alcance de los factores de desempate previstos


en el artículo 35 de la Ley 2069 del 2020, por la cual se impulsa el nacimiento y
crecimiento de nuevas empresas que incentiven la generación de empleos en el país
(nueva Ley de Emprendimiento).

Dentro de los principales ejes de esta regulación, está el acceso de los emprendedores
al sistema de compras públicas y, en esa medida, crea una serie de incentivos
contractuales para las personas interesadas en celebrar contratos con el Estado.

Según la entidad, sin perjuicio de que el Gobierno Nacional ejerza la potestad


reglamentaria para regular los casos en que concurren dos o más de los factores de
desempate, la disposición mencionada está vigente, por lo que debe tenerse en cuenta
en los procedimientos de selección iniciados después del 31 de diciembre del 2020.

De otra parte, señaló, aunque dichos factores estaban regulados en el 2.2.1.1.2.2.9. del
Decreto 1082 del 2015, con la expedición de la nueva Ley de Emprendimiento existe
una derogatoria de todas las normas que sean contrarias. En esta medida, los
procedimientos de selección se rigen exclusivamente por los factores de desempate
previstos en el artículo 35 de la Ley 2069.

Sin perjuicio de lo que disponga el reglamento, en la acreditación de los factores de


desempate, la entidad contratante debe analizar si es necesario un documento especial
para demostrar la calidad exigida.

En el evento en que la ley o el reglamento no definan un medio probatorio para


acreditar la circunstancia correspondiente, la entidad contratante podrá establecer en el
pliego de condiciones o en el documento equivalente la manera en que el proponente
probará que está bajo la condición para aplicar la regla de desempate.

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