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César José Mora

Violencia Corrupta

Violencia
maldita violencia...
porque te empeñas en teñir de sangre la tierra de Dios
porque no dejas que en campo nazca nueva Floración

Cumbia de Gabriel Romero y su Orquesta

La violencia y la corrupción son los rasgos que más destacan en hechos históricos recientes
de la cultura colombiana como lo son la muerte del periodista Jaime Garzón y los
movimientos de Eleonora Pineda como relacionista pública de Salvatore Mancuso en su
proyecto por refundar la patria, una patria que en ese momento parecía estar profundamente
envuelta por las garras -también cabría la palabra fusiles- del paramilitarismo.

Y digo lo anterior porque ¿qué podría pensarse de un país en el que una orden dada por un
jefe paramilitar era suficiente para segar la vida de políticos opositores, defensores de los
Derechos Humanos y periodistas?

Como afirma Juan Carlos Giraldo en el libro ​Las comadres de la parapolítica​, Carlos
Castaño -líder de las AUC- “odiaba visceralmente a cuatro personas de la vida nacional:
Carlos Pizarro, líder emblemático del M1; Bernardo Jaramillo Ossa, candidato presidencial
del partido de izquierda UP; Manuel Cepeda, senador de ese mismo partido y Jaime Garzón,
el humorista que (...) se atrevía a denunciar…”.

El radicalismo y anular por completo la validez de otra persona (sea en sus argumentos o
incluso en sus derechos fundamentales) históricamente ha propiciado el surgimiento de un
tipo de violencia en la que los otros pierden su calidad como iguales y deben ser aniquilados.

Precisamente Castaño encarna esa figura autoritaria que no permite la existencia de una
persona que piense distinto a él, incapaz de defender su posición con argumentos y que
recurre a la violencia para su accionar. Violencia utilizada para despojar a los campesinos de
sus tierras y apropiarse de ellas y violencia para callar a todo aquel del que sospecha como
enemigo.

La violencia y la corrupción lo dominan todo y lo que resulta realmente preocupante es que


incluso los representantes “legítimos” del Estado terminan salpicados por esos dos conceptos
que se encuentran relacionados directamente y permiten alianzas entre grupos ilegales y
personajes vinculados a la política como en el caso de todos los personajes que, seducidos por
Eleonora Pineda, estuvieron de acuerdo en el Pacto de Ralito o incluso accedieron a conocer
a Salvatore Mancuso, también paramilitar y comandante de las AUC.

“El de proyecto de expasión de las autodefensas abarcaba todos los frentes y Eleonora Pineda
era una pieza importantísima en los planes de Mancuso. Ella comenzó a alimentar el voraz
apetito político del jefe paramilitar con nombres cada vez más importantes. Congresistas y
dirigentes que, lo sabía, estaban ansiosos y dispuestos a acompañarla…”.

¿Hasta qué grado de corrupción puede llegar el Estado para que los propios funcionarios sean
quienes voluntariamente quieran envolverse en planes ilegales por el beneficioso económico
que eso representa?

Me resulta impensable ese proyecto de nación que se encuentra podrido desde sus bases.
Violencia y Corrupción siguen presentes en el escenario nacional, pero al menos son
evidentes los esfuerzos por tratar de disminuir la prevalencia de esos dos conceptos en el caso
colombiano. El número de personas investigadas por escándalos de corrupción y la
disminución de las tasas de violencia a partir de los Acuerdos de Paz, son ejemplos que
permiten contrastar al país que tenemos con el que los jefes paramilitares quisieron construir
desde la ilegalidad.

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