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Capítulo IX
De la percepción
1. La percepción es la primera idea simple de la reflexión. La percepción, como es la
primera facultad de la mente que se ejerce sobre nuestras ideas, es la primera y más simple
idea que tenemos de la reflexión, y algunos la llaman pensamiento en general. Aunque
pensar, en la propiedad de la lengua inglesa, significa esa clase de operación en la mente
sobre sus ideas, en la que la mente es activa; donde, con cierto grado de atención
voluntaria, considera cualquier cosa. Porque en la percepción desnuda, la mente es, en su
mayor parte, sólo pasiva; y lo que percibe, no puede evitar percibirlo.
2. Sólo la reflexión puede darnos la idea de lo que es la percepción. Lo que es la
percepción, muy uno sabrá mejor reflexionando sobre lo que hace él mismo, cuando ve,
oye, siente, &c., o piensa, que por cualquier discurso mío. Quien reflexiona sobre lo que
pasa en su propia mente no puede faltar. Y si no reflexiona, todas las palabras del mundo
no pueden hacerle tener ninguna noción de ello.
3. Surge en la sensación sólo cuando la mente se da cuenta de la impresión orgánica. Esto
es cierto, que cualesquiera que sean las alteraciones que se produzcan en el cuerpo, si no
llegan a la mente; cualesquiera que sean las impresiones que se produzcan en las partes
externas, si no se toman en cuenta en el interior, no hay percepción. El fuego puede quemar
nuestros cuerpos sin otro efecto que el que produce un tocho, a menos que el movimiento
se continúe hasta el cerebro, y allí se produzca en la mente la sensación de calor, o la idea
de dolor, en lo que consiste la percepción real.
4. El impulso sobre el órgano es insuficiente. ¿Cuántas veces un hombre puede observar en
sí mismo, que mientras su mente está intensamente empleada en la contemplación de
algunos objetos, y curiosamente examinando algunas ideas que están allí, no toma nota de
las impresiones de los cuerpos sonoros hechas en el órgano del oído, con la misma
alteración que suele ser para la producción de la idea del sonido? Puede haber un impulso
suficiente en el órgano; pero al no llegar a la observación de la mente, no hay percepción: y
aunque el movimiento que suele producir la idea del sonido se haga en el oído, no se oye
ningún sonido. La falta de sensación, en este caso, no se debe a ningún defecto en el
órgano, o a que los oídos del hombre estén menos afectados que en otras ocasiones cuando
oye: sino que lo que se utiliza para producir la idea, aunque se transmita por el órgano
habitual, no se tiene en cuenta en el entendimiento, y por lo tanto no se imprime ninguna
idea en la mente, no hay sensación. De modo que dondequiera que haya sentido o
percepción, allí se produce realmente alguna idea, y está presente en el entendimiento.
5. Los niños, aunque tengan ideas en el vientre materno, no tienen ninguna innata. Por lo
tanto, no dudo que los niños, por el ejercicio de sus sentidos sobre los objetos que les
afectan en el vientre, reciban algunas ideas antes de nacer, como efectos inevitables, ya sea
de los cuerpos que los rodean, o bien de las necesidades o enfermedades que padecen; entre
las cuales (si se puede conjeturar sobre cosas poco susceptibles de examen) creo que las
ideas de hambre y calor son dos: que probablemente son algunas de las primeras que tienen
los niños, y de las que casi nunca se separan.
6. Los efectos de la sensación en el seno materno. Pero aunque sea razonable imaginar que
los niños reciben algunas ideas antes de venir al mundo, sin embargo, estas simples ideas
están lejos de esos principios innatos que algunos sostienen, y que nosotros, más arriba,
hemos rechazado. Estas ideas, siendo efectos de la sensación, provienen solamente de
algunas afecciones del cuerpo, que les suceden allí, y por lo tanto dependen de algo exterior
a la mente; no difieren de otra manera en su forma de producción de otras ideas derivadas
del sentido, sino solamente en la precedencia del tiempo. Mientras que esos principios
innatos se supone que son de otra naturaleza; no vienen a la mente por cualquier alteración
accidental en, o las operaciones en el cuerpo, pero, por así decirlo, caracteres originales
impresos en él, en el primer momento de su ser y constitución.
7. Qué ideas aparecen primero, no es evidente, ni importante. Así como hay algunas ideas
que podemos suponer razonablemente que pueden ser introducidas en la mente de los niños
en el vientre materno, subservientes a las necesidades de su vida y de estar allí: así, después
de que nacen, aquellas ideas son las más tempranas impresas que resultan ser las cualidades
sensibles que primero se les ocurren; entre las cuales la luz no es la menos considerable, ni
de la más débil eficacia. Y la avidez de la mente por recibir todas las ideas que no tienen
dolor, puede adivinarse un poco por lo que se observa en los niños recién nacidos, que
siempre dirigen sus ojos hacia la parte de donde viene la luz, poniéndolos como quieras.
Pero las ideas que son más familiares al principio, siendo varias según las diversas
circunstancias del primer entretenimiento de los niños en el mundo, el orden en el que las
diversas ideas vienen al principio a la mente es muy variado, e incierto también; tampoco es
muy material conocerlo.
8. Las sensaciones a menudo son modificadas por el juicio. Debemos considerar además, en
lo que concierne a la percepción, que las ideas que recibimos por la sensación son a
menudo, en las personas adultas, alteradas por el juicio, sin que nos demos cuenta de ello.
Cuando ponemos ante nuestros ojos un globo redondo de cualquier color uniforme, por
ejemplo, oro, alabastro o azabache, es seguro que la idea que se imprime en nuestra mente
es la de un círculo plano, con diversas sombras, con varios grados de luz y brillo que llegan
a nuestros ojos. Pero habiéndonos acostumbrado, por el uso, a percibir qué clase de
apariencia suelen tener los cuerpos convexos en nosotros; qué alteraciones se producen en
los reflejos de la luz por la diferencia de las figuras sensibles de los cuerpos; el juicio altera
en seguida, por una costumbre habitual, las apariencias en sus causas. Así, de lo que es
verdaderamente variedad de sombra o color, recogiendo la figura, la hace pasar por una
marca de figura, y enmarca para sí la percepción de una figura convexa y un color
uniforme; cuando la idea que recibimos de ahí es sólo un plano diversamente coloreado,
como es evidente en la pintura. Para ello, voy a insertar aquí un problema de ese muy
ingenioso y estudioso promotor del verdadero conocimiento, el erudito y digno Sr.
Molyneux, que tuvo el placer de enviarme en una carta hace algunos meses; y es el
siguiente: "Supongamos que un hombre nacido ciego, y ahora adulto, y enseñado por su
tacto a distinguir entre un cubo y una esfera del mismo metal, y casi del mismo tamaño, de
modo que pueda decir, cuando palpa uno y otro, cuál es el cubo y cuál la esfera.
Supongamos, pues, que el cubo y la esfera se colocan sobre una mesa, y que se hace ver al
ciego: quaere, si por su vista, antes de tocarlos, podría ahora distinguir y decir cuál es el
globo, cuál el cubo? "A lo que el agudo y juicioso proponente responde: "No. Porque,
aunque ha obtenido la experiencia de cómo un globo, cómo un cubo afecta a su tacto,
todavía no ha obtenido la experiencia de que lo que afecta a su tacto así o así, debe afectar a
su vista así o así; o que un ángulo protuberante en el cubo, que presionó su mano de manera
desigual, aparecerá a su ojo como lo hace en el cubo."-Estoy de acuerdo con este caballero
pensador, a quien me enorgullece llamar mi amigo, en su respuesta a este problema; y soy
de la opinión de que el ciego, a primera vista, no podría decir con certeza cuál era el globo,
y cuál el cubo, mientras sólo los viera; aunque podría nombrarlos infaliblemente por su
tacto, y distinguirlos ciertamente por la diferencia de sus figuras sentidas. Esto lo he
expuesto, y lo dejo a mi lector, para que considere hasta qué punto puede estar en deuda
con la experiencia, el perfeccionamiento y las nociones adquiridas, cuando piensa que no
ha tenido el menor uso o ayuda de ellas. Y más aún, porque este observador caballero añade
además que "habiendo propuesto esto, con motivo de mi libro, a diversos hombres muy
ingeniosos, casi nunca encontró uno que al principio diera la respuesta que él cree
verdadera, hasta que oyendo sus razones se convencieron".
9. Este juicio puede ser confundido con la percepción directa. Pero esto no es, creo,
habitual en ninguna de nuestras ideas, sino en las recibidas por la vista. Porque la vista, el
más completo de todos nuestros sentidos, transmite a nuestras mentes las ideas de luz y
colores, que son peculiares sólo a ese sentido; y también las muy diferentes ideas de
espacio, figura y movimiento, cuyas diversas variedades cambian las apariencias de su
objeto propio, es decir, luz y
colores; nos acostumbramos a juzgar los unos por los otros. Esto, en muchos casos por un
hábito establecido, en cosas de las que tenemos experiencia frecuente, se realiza tan
constantemente y tan rápido, que tomamos por la percepción de nuestra sensación lo que es
una idea formada por nuestro juicio; de modo que una, es decir, la de la sensación, sirve
sólo para excitar a la otra, y apenas se toma en cuenta por sí misma; como un hombre que
lee o escucha con atención y entendimiento, toma poco en cuenta los caracteres o sonidos,
sino las ideas que son excitadas en él por ellos.
10. Cómo, por el hábito, las ideas de sensación se convierten inconscientemente en ideas de
juicio. No es de extrañar que esto se haga con tan poca atención, si consideramos la rapidez
con que se realizan las acciones de la mente. Porque, como se piensa que ella misma no
ocupa espacio, que no tiene extensión; así sus acciones parecen no requerir tiempo, sino
que muchas de ellas parecen concentrarse en un instante. Hablo de esto en comparación con
las acciones del cuerpo. Cualquiera puede observar fácilmente esto en sus propios
pensamientos, si se toma el trabajo de reflexionar sobre ellos. ¿Cómo, por decirlo así, en un
instante, nuestras mentes, con una sola mirada, ven todas las partes de una demostración,
que muy bien puede llamarse larga, si consideramos el tiempo que requerirá ponerla en
palabras, y paso a paso mostrarla otra? En segundo lugar, no nos sorprenderá tanto que esto
se haga en nosotros con tan poca atención, si consideramos cómo la facilidad que tenemos
para hacer las cosas, por la costumbre de hacerlas, hace que a menudo pasen en nosotros sin
que nos demos cuenta. Los hábitos, especialmente los que se inician muy pronto, llegan a
producir en nosotros acciones que a menudo escapan a nuestra observación. Con qué
frecuencia, en un día, nos cubrimos los ojos con los párpados, sin percibir que estamos en
la oscuridad. Los hombres que, por costumbre, se han acostumbrado al uso de una palabra
de orden, casi en cada frase pronuncian sonidos que, aunque son tenidos en cuenta por los
demás, ellos mismos no oyen ni observan. Y por eso no es tan extraño que nuestra mente
cambie a menudo la idea de su sensación por la de su juicio, y haga que una sirva sólo para
excitar la otra, sin que nos demos cuenta de ello.
11. La percepción establece la diferencia entre los animales y los vegetales. Esta facultad de
percepción me parece que es la que distingue entre el reino animal y las partes inferiores de
la naturaleza. Porque, sin embargo, los vegetales tienen, muchos de ellos, algunos grados de
movimiento, y sobre la aplicación diferente de otros cuerpos a ellos, alteran muy
rápidamente sus figuras y movimientos, y así han obtenido el nombre de plantas sensibles,
de un movimiento que tiene cierta semejanza con el que en los animales sigue a la
sensación: sin embargo, supongo que es todo el mecanismo desnudo, y no se produce de
otra manera que el giro de una barba de avena salvaje, por la insinuación de las partículas
de humedad, o el acortamiento de una cuerda, por la afusión de agua. Todo lo cual se hace
sin ninguna sensación en el sujeto, ni tener o recibir ninguna idea.
12. La percepción en todos los animales. La percepción, creo, está, en algún grado, en todas
las clases de animales; aunque en algunos posiblemente las vías proporcionadas por la
naturaleza para la recepción de sensaciones son tan pocas, y la percepción con la que se
reciben tan oscura y aburrida, que se queda extremadamente corta para la rapidez y
variedad de sensaciones que hay en otros animales; pero sin embargo es suficiente para, y
sabiamente adaptada al estado y condición de esa clase de animales que están hechos así.
De modo que la sabiduría y la bondad del Creador aparecen claramente en todas las partes
de este estupendo tejido, y en todos los diversos grados y rangos de criaturas que lo
componen.
13. Según su condición. Creo que podemos concluir razonablemente, a partir de la
constitución de una ostra o de un berberecho, que no tiene tantos ni tan rápidos sentidos
como el hombre o varios otros animales; y si los tuviera, en ese estado e incapacidad de
trasladarse de un lugar a otro, sería mejor con ellos. ¿De qué le servirían la vista y el oído a
una criatura que no puede trasladarse hacia o desde los objetos en los que a distancia
percibe el bien o el mal? Y la rapidez de la sensación no sería un inconveniente para un
animal que debe permanecer quieto donde el azar lo ha colocado una vez, y allí recibir el
aflujo
de agua más fría o más caliente, limpia o sucia, según le llegue?
14. La decadencia de la percepción en la vejez. Pero, sin embargo, no puedo dejar de pensar
que hay una pequeña percepción opaca, por la que se distinguen de la perfecta
insensibilidad. Y de que esto puede ser así, tenemos ejemplos claros, incluso en la propia
humanidad. Tomemos a uno en el que la vejez decrépita ha borrado la memoria de sus
conocimientos pasados, y ha borrado claramente las ideas que su mente había almacenado
anteriormente, y, al destruir completamente su vista, su oído y su olfato, y su gusto en gran
medida, ha bloqueado casi todos los pasajes para que entren los nuevos; o si hay algunas de
las entradas todavía medio abiertas, las impresiones hechas apenas se perciben, o no se
retienen en absoluto. Dejo que se considere hasta qué punto tal persona (a pesar de todo lo
que se presume de principios innatos) está en su conocimiento y facultades intelectuales por
encima de la condición de un berberecho o una ostra. Y si un hombre hubiera pasado
sesenta años en tal estado, como es posible que lo haga, así como tres días, me pregunto
qué diferencia habría, en cualquier perfección intelectual, entre él y el grado más bajo de
los animales.
15. La percepción es la entrada de todos los materiales del conocimiento. Siendo, pues, la
percepción el primer paso y grado hacia el conocimiento, y la entrada de todos los
materiales del mismo, cuanto menos sentidos tenga el hombre, así como cualquier otra
criatura, y cuanto menos y más aburridas sean las impresiones que se produzcan por ellos, y
cuanto más aburridas sean las facultades que se empleen en ellos, más alejados estarán de
ese conocimiento que se encuentra en algunos hombres. Pero este ser en gran variedad de
grados (como puede ser percibido entre los hombres) no puede ciertamente ser descubierto
en las varias especies de animales, mucho menos en sus individuos particulares. Me basta
con haber señalado aquí, que la percepción es la primera operación de todas nuestras
facultades intelectuales, y la entrada de todo el conocimiento en nuestras mentes. Y
también soy capaz de imaginar que es la percepción, en su grado más bajo, la que pone los
límites entre los animales y los rangos inferiores de las criaturas. Pero esto lo menciono
sólo como una conjetura mía, ya que es indiferente para el asunto que nos ocupa el modo en
que los sabios lo determinen.

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