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DICTADURA CÍVICO-MILITAR EN URUGUAY (1973-1985)

Nos acercamos a la manera en la que la sociedad uruguaya construye un concepto de


víctima y cuáles son sus consecuencias bajo una política de Estado del silencio.

Desde 1968 con el gobierno de Jorge Pacheco Areco, el uso constante de las Medidas
Prontas de Seguridad, la represión a manifestaciones estudiantiles y obreras, a conflictos
sindicales, el asesinato de luchadores sociales en la calle, la acción de escuadrones de la
muerte, las clausuras de periódicos, la ilegalización de organizaciones políticas y el
cercenamiento de las libertades fueron componentes de un despotismo creciente. Desde
los análisis de aquella época destacábamos que se estaba creando un régimen de nuevo
tipo, una dictadura constitucional, con parlamento abierto, elecciones y constitución
vigente en lo formal, pero con una enorme concentración de poder en el Ejecutivo y la
utilización de la represión como un instrumento central del gobierno. No una represión
episódica, en algunos casos muy dura, como ya habíamos tenido en la década del
sesenta, sino una pieza ordenadora del sistema político.
Por otro lado, buena parte de la dirección de los partidos tradicionales se integró con
armas y bagajes al elenco dictatorial No solo avaló la ruptura del orden constitucional y las
violaciones a los derechos humanos, sino que fue un promotor de la cruzada contra la
subversión que marcó el clima ideológico del régimen. En el Partido Nacional nada menos
que el presidente del Honorable Directorio Martín Echegoyen ocupó la presidencia del
Consejo de Estado dictatorial.
Fueron partícipes de un régimen que asesinó a un parlamentario blanco como Héctor
Gutiérrez Ruiz y persiguió con saña a Wilson Ferreira, principal caudillo nacionalista de
esa época. La complicidad de gran parte de los empresarios se tradujo en despidos de
sindicalistas, en persecuciones coordinadas con las fuerzas militares y en la imposición de
un clima represivo dentro de los lugares de trabajo.
La gran prensa y en particular el diario El País tienen una responsabilidad en el régimen
dictatorial.  No logró impedir la resistencia, pero sí generó un clima de desconfianza y
aislamiento entre la gente. La huelga general contra el golpe es un hecho inédito en la
historia latinoamericana, que es prolífica en gestas heroicas, Cuando ya iban 11 días de
huelga se convocó por parte del Frente Amplio a la manifestación del 9 de
julio, duramente reprimida.

https://www.pvp.org.uy/2013/07/28/reflexion-a-40-anos-del-golpe-de-estado/

En conclusión, como ya sabemos La dictadura uruguaya forzó al exilio a cerca de 380.000


personas, casi el 14% de la población. El exilio empezó siendo algo temporal en los
países vecinos para poder continuar la militancia contra el régimen. La tortura, la prisión o
la muerte son solo consecuencias de esa lucha.
En los años más duros de la represión dictatorial, el exilio deja de ser algo temporal para
convertirse en un exilio en países más lejanos y de larga duración. Pronto se deja de ver
como algo normal las consecuencias humanas de la represión, hasta el día de hoy
muchos habitantes de Uruguay aun generan sus marchas para olvidar el dolor que se
vivió en aquel entonces y tratar de evitar que los actos anteriores no se repitan con las
nuevas generaciones.

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