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La sombra de la infidelidad

Él es un hombre delicado y afectuoso. No es homosexual, pero sí romántico. Su


esposa es poco expresiva, conservadora y de modales rústicos. Es segura de sí
misma y mamá a tiempo completo; es lo único que parece importarle. Siempre
descontenta y malhumorada. Se queja de que su esposo no la ayuda y, cuando lo
hace, lo critica. Nunca ha reconocido su esfuerzo personal para que ella pueda
quedarse en casa sin necesidad de salir a trabajar. Su esposo llegó al punto en el que
ya no quiere retornar a casa y por ello trabaja hasta tarde. Hace cualquier cosa para
evitar encontrarse con esa esposa iracunda y fastidiosa.

Él reclama afecto, ella no se lo da. Además de sexo, él pretende atención, apoyo y


ternura en proporciones considerables. Él no puede vivir sin el soporte afectivo que su
esposa le niega. Ha estado coqueteando con la idea de encontrarlo en brazos de una
extraña. Sí, aunque parezca extraño, muchos hombres encuentran en los brazos de
una prostituta no solo sexo sino afecto, compañía y atención. Es más, hay hombres
que pagan sumas exorbitantes de dinero solo para que alguien, en la recámara de un
motel, los escuche y les prodigue cuidados amables y tiernos. Muchos varones de
renombre esconden su soledad y suplen su carencia afectiva en casas de citas. No
necesitan sexo sino atención y cuidado. Pagan para recibir aceptación. Se rompe así
con el mito de que el hombre es un ser independiente y sin necesidad de afecto. Al
contrario, la falta de amor devasta a un hombre. No puede prescindir del cuidado y
protección que una mujer le da. Por eso el varón puede soportar estoicamente
muchas cosas, menos el no ser amado.

Esto echa por tierra el mito de que el hombre puede disociar amor de sexo. Insistimos
en este punto. Esto podría ser cierto solo por un período de tiempo, generalmente al
comienzo de la relación, pero si no existe afecto y amor por la persona que tiene en
su cama el idilio amoroso pronto se apagará.

Algunas mujeres dedican a los hijos, al trabajo o a la vida social las energías, el
tiempo, la atención, el amor y el afecto que deberían prodigarles a sus esposos. La
Dra. Laura Schlessinger ha iniciado un debate mundial al indicar que el feminismo ha
ocasionado mucho daño a la relación matrimonial al descargar todo el arsenal de
frustración sobre el hombre. ¿No tiene también la mujer cierta responsabilidad en el
desgaste de la relación al no mostrarse afectuosa, amable y amorosa con su esposo?
¿No se olvida la madre de ser también una esposa que reconoce el esfuerzo y el
trabajo de su cónyuge?

Si bien es cierto que la infidelidad es una elección, también debemos reconocer que
existen situaciones que tienden a propiciarla; por tanto, trabajemos para evitarlas.

La infidelidad, por su parte, se ha convertido en el ‘negocio’ de algunas empresas


cuyos empleados son detectives con una única premisa: proteger a los infieles.
Inventan excusas y hasta documentos para probar que esa persona inculpada de
infidelidad estaba en otro lugar, con otros compromisos, por ejemplo: una invitación
falsa a un congreso que no existe; pasajes a un destino que nunca se visitó, recibos
de una cena de negocios que jamás se dio o los comprobantes médicos que acreditan
en qué se gastó el tiempo y el dinero. Todo un arsenal de recursos para los “infieles
con respaldo” que, por supuesto, puedan pagar estos servicios. Si se llegara a
necesitar mayor “cobertura”, la empresa asigna a un “ángel” (así lo llaman) para que
monte un escenario y avale el buen nombre y la “fidelidad del infiel”, valga la
redundancia.

Todos estos artilugios son utilizados a fin de no perder la familia y gozar de otras
experiencias pero sin asumir las consecuencias.

Cada persona decide si quiere mantener la promesa de exclusividad sexual. Existe la


misma probabilidad para la fidelidad como para la infidelidad. La promiscuidad, así
como la lealtad son elecciones. Si se quiere, con esfuerzo y dedicación, es posible
edificar un matrimonio a prueba de infidelidades. Aquí van algunas ideas:

Las mujeres necesitan afecto, ternura, amor y aceptación; los hombres también. Los
hombres necesitan sentirse apreciados como protectores, proveedores, amantes y
conquistadores. A veces las mujeres no se percatan de la importancia para los
hombres de sentirse reconocidos, apoyados y respetados en el seno del hogar.

Cuando los hombres obtienen aprecio, aprobación y afecto de parte de sus esposas
están dispuestos a atravesar mares infestados de tiburones para traerles una
limonada. “Las mujeres manejan más poder en la relación hombre – mujer. Los
hombres nacen de las mujeres, son educados por las mujeres y van a las mujeres en
busca de lazos de unión y apareamiento. Las mujeres son esenciales para el
bienestar emocional del hombre durante toda su vida. No creo que podamos
encontrar en la historia un solo hombre que se haya suicidado por haber peleado con
un compañero de fútbol. Todos conocemos cuán devastadora puede ser la frustración
de un hombre que no recibe el amor, la admiración, el aprecio y el cariño de su
esposa. Ese dolor, ese rechazo o esa pérdida pueden virtualmente poner fin a su
razón de vivir. La mayoría de los hombres viven para servir a sus esposas y a sus
hijos, es decir, a sus familias. Cuando no se les demuestra que se les aprecia por
esos esfuerzos, se sienten heridos, perdidos, solos y no son muy colaboradores”.

Los hombres buscan un refugio seguro para recuperarse de las batallas que libran
fuera del hogar. Ellos desean que sus esposas no traten de cambiarlos
permanentemente y que reconozcan con mayor frecuencia su esfuerzo y dedicación.

Hay cosas que hieren a un hombre: faltarle el respeto delante de los hijos, referirse a
ellos con adjetivos peyorativos, decirle “no te necesito”, hacerle sentir que lo que hace
nunca es suficiente, consentir a la intimidad solo por obligación y mostrarse indiferente
ante cualquier gesto de amor que intente expresar.

Mujer, ¿quién te ha hecho creer que los hombres no necesitan aprecio por todo lo que
hacen? A los hombres les encanta sentir que pueden ser los protectores de sus
esposas y que las pueden salvar de todos los dragones del mundo. Desean sentirse
aceptados en el dormitorio y fuera de él. En una oportunidad un hombre nos dijo: “Mi
esposa me rechaza siempre. En un momento en el que habían pasado más de seis meses sin
contacto físico, le dije cuán rechazado me sentía y le conté cuán difícil resultaba para mi
concentrarme en el trabajo. “¡Acostúmbrate!”, me dijo. Su respuesta me terminó de noquear”.
Como verás las palabras de una mujer a su esposo pueden motivarlo hacia la
grandeza o pueden hundirlo en la ira, la furia y la depresión. Las verdaderas
necesidades del varón las suple solo su esposa con ser cariñosa y saber escuchar. La
mujer tiene un poder que no debe ser tomado a la ligera. Sí, la mujer tiene el poder de
levantar la moral a su hombre. ¿Cómo? Escuchándolo, sirviéndole un café o
prestándole un rato de atención cuando vuelve del trabajo. Es un error pensar que los
hombres solo piensan en sexo. También necesitan palabras amables, aceptación,
gestos de amor y admiración. ¿Es por esto el hombre un ser débil e inseguro? Claro
que no. El mismo hombre que se derrumba ante la crítica de una mujer puede entrar
sin vacilar a un edificio en llamas para salvar las vidas de extraños.

Mujer, no excluyas a tu esposo de tu vida. Adoptar un comportamiento así contribuye,


sin quererlo, a la descomposición del hogar. Dedicarle tiempo a la maternidad, al
trabajo y a la vida social no implica dejar de lado la relación matrimonial.

Que una esposa inicie un encuentro romántico, que se muestre entusiasmada por la
intimidad, que aprecie a su hombre, que sea su admiradora número uno, que se
ponga el mejor vestido, se arregle el cabello, se maquille y use un poco de perfume
solo para él, es lo más maravilloso que puede sucederle a un esposo. Como verás, se
requiere muy poco para hacerlo feliz: aprecio, atención, afecto, aprobación.

Comienza a demostrarle a tu esposo algo de lo que hemos dicho y observa su


reacción inmediata y a largo plazo. Luego, nos envías un mail y nos comentas cómo
te han resultado estos consejos.

Extraído del libro “Que tu matrimonio no se arrugue”

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