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CONTENIDO

CAPÍTULO UNO Los Milagros 14


CAPÍTULO DOS ¿Me Escucha Dios? 30
CAPÍTULO TRES Pequeños Milagros 51 3

CAPÍTULO CUATRO Cómo obtener un Milagro


CAPÍTULO CINCO Cuando nos falta la Fe 79
CAPÍTULO SEIS Reflexiones 99
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MILAGRO
“Suceso extraordinario y maravilloso que no puede explicarse por las
leyes regulares de la naturaleza y que se atribuye a la intervención de
Dios.”
¿QUÉ SON LOS MILAGROS?
¿Qué son los milagros? ¿Por qué ocurren? ¿Cómo pueden cambiar tu
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vida? ¿Ocurren todavía hoy? ¿Te lo has preguntado alguna vez?
Este libro va a mostrarte lo que debes saber. Contiene increíbles
historias, verdaderas, sobre el Poder de Dios.
Conocerás personas comunes con historias extraordinarias y leerás
testimonios asombrosos de milagros patentes que aún hoy en día se
dan. He conocido muchos casos. Y me parece que es hora de
compartirlos porque son experiencias edificantes que nos ayudarán a
ver más allá y comprender que Dios está siempre atento a nuestras
necesidades y que para Él “NADA ES IMPOSIBLE”. Si las personas
recordaran esto, sus vidas serían diferentes, tendrían paz.
Los pasos que leerás en este libro para ser escuchados por Dios y que
nos dé la gracia de obtener un milagro, están inspirados en la Sagrada
Biblia, en las palabras de Jesús y las promesas de Dios. Y cambiarán tu
vida.
Piénsalo, Jesús alimentó 5,000 personas con cinco panes y dos peces.
Tú, pon lo que tienes, Jesús hará el resto.
Suelo recibir emails de muchos lectores de mis libros de Crecimiento
Espiritual. Me sorprendo por las vivencias que me comparten. La vida
que llevan no es fácil. Algunos están muy enfermos, otros nos dejados
de lado por sus familias y viven con desamor y tristeza. Veo el
sufrimiento y no dejo de preguntarme: “¿Por qué?” Rezan, claman a
Dios y parece que no obtienen lo que tanto desean. Viven
angustiados, con grandes zozobras en un túnel sin salida. Han perdido
el camino, el sentido de sus vidas y no saben qué hacer. Sienten que
necesitan un MILAGRO que nunca llega y piensan que Dios no los
escucha.
Recurro a las Escrituras y les recomiendo buscar la Palabra de Dios 6
que contiene toda la sabiduría y consuelo y nos da un Propósito que
podemos descubrir. “Lee Filipenses 4, 6-7”, les digo. Es uno de mis
pasajes favoritos. “No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en
toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la
oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de
Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús.”
Me senté a orar y a reflexionar. Pensaba: “¿Por qué algunas personas
reciben tanto de Dios mientras otras parece que poco? ¿Por qué no
vemos milagros como en la época de Jesús y los apóstoles o de los
grandes santos que caminaron sobre esta tierra? ¿Es que no sabemos
pedir?”
Recordé al ciego Bartimeo (Marcos 10: 49) un relato que me encanta
y es narrado por testigos presenciales. Podemos aprender mucho de
él y su fe inquebrantable. Otros, sin embargo… “si piden algo, no lo
consiguen porque piden mal; y no lo consiguen porque lo
derrocharían para divertirse.” (Santiago 4, 3)
Nuestro Dios, es un Dios de milagros. Y nos concede, en su infinita
sabiduría, aquello que es para nuestro bien y nos ayudará en la
salvación de nuestras almas.
Dios nos da en su tiempo no en el nuestro, cuando Él considera
llegado el momento o que es para nuestro bienestar espiritual. Es un
Padre amoroso y le encanta consentir y educar a sus hijos. Eso lo sé
bien.
He visto milagros sorprendentes, impactantes, ocurridos a los pies del
sagrario ante Jesús Sacramentado. Personas moribundas que de
pronto son sanadas sin explicación alguna y los médicos estupefactos 7
no alcanzan a comprender lo que ha ocurrido. Otros, desesperados
por la situación que viven, deciden acudir a Dios, y de pronto, luego
de un rato de oración llega la solución a sus problemas.
Todos tenían algo en común: “FE”.
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MILAGROS EN LA ACTUALIDAD
La obediencia es una virtud que Dios valora mucho. Se dice de Santa
Rita de Casia que la superiora, del convento para probar su
obediencia, le mandó regar un sarmiento seco, estéril. Se cuenta que
“Dios premió a Rita convirtiendo el palo seco en una hermosa parra
que hasta hoy se muestra a los visitantes en el patio del convento de
Casia. A pesar del paso del tiempo la parra sigue ahí y todos los años
las religiosas envían al Papa una caja de uvas de la parra de Santa
Rita”.
La humildad, la obediencia y la Fe, son virtudes que Dios no deja sin
premiar. Ama a los humildes, consiente a los obedientes y da lo que
le pidan en nombre de Jesús, a los que lo hacen con fe, sin dudar,
“como si ya lo hubiesen recibido”.
Los milagros ocurren también hoy. Son eventos extraordinarios que
exceden lo natural, inexplicables para la ciencia y los consideramos
una manifestación del amor de un Dios TODO PODEROSO que es
Padre y ama a la humanidad.
Muchas veces estos milagros ocurren ante nuestras miradas
escépticas y no los ves o no te das cuenta. Mira nuevamente, pero
con atención, a tu alrededor, abre los ojos del alma y el corazón. 8
Vivimos un tiempo de gracia y de grandes milagros.
Miles de creyentes alrededor del mundo viajan a santuarios Marianos
como Lourdes donde la siempre Virgen María se le apareció
a Bernadette Soubirous (1844-1879) y a Fátima donde ocurrió el
milagro del sol danzante y la Virgen entregó tres secretos a los niños
pastores portugueses, Lucía dos Santos y sus primos Jacinta y
Francisco Marto. Van para pedir que los sanen o se convierta alguno
de sus hijos, o rezan en sus casas y hacen novenas a los santos y les
imploran, para que intercedan por ellos y sus familias hasta obtener
una gracia de Dios, un milagro que cambie sus vidas. Y está bien
hacerlo, somos todos hijos de Dios y a Él le encanta consentirnos,
mimarnos consolarnos.
Un hijo siempre le pide a su padre o a su madre. En medio de una
necesidad, no tiene a quién más acudir.
Hay más de 60 curaciones milagrosas, refrendadas por la ciencia, que
son atribuidas a la intercesión de la Virgen de Lourdes en su santuario.
Entre ellas está la de Louis Bouriette que sufrió la “pérdida completa
de visión por traumatismo del ojo derecho, durante 20 años” y la de
la Hermana Luigina Traverso que sufría de parálisis de una pierna y se
convirtió en la persona número 68 de las curadas milagrosamente en
Lourdes. La Virgen como madre de nuestro Salvador y madre nuestra
siempre intercede ante su hijo, como hizo en las bodas de Caná. Le
imploramos a la Virgen para obtener un milagro que restaure
nuestras vidas y nuestras almas. En la vida cotidiana descubres
también milagros del cielo a los pies del sagrario, en la presencia de
Jesús Sacramentado.
La Virgen siempre intercede ante su Hijo por nosotros. Es una madre 9
preocupada por nuestras necesidades. Lo sé bien, he crecido
experimentando su protección maternal.
Mi mamá y mi abuela me inculcaron esta bella devoción a la Virgen,
la “Inmaculada Concepción”, la “llena de gracia”. Me cuenta mi
mamá, Felicia de Castro, la historia de una amiga suya que va camino
a los altares, sor María Romero Meneses y que obró muchos milagros
que le concedió la Virgen a través de su Hijo. “En 1955 Sor María
Romero le pidió a una colaboradora que le ayudara a repartir galletas
a unos niños en ocasión de una de tantas fiestas que ella organizaba
para atraerlos en la fe. Sor María le entregó una sola caja de lata de
galletas para que repartiera a cientos de niños y niñas presentes.
Sorprendida, advirtió que no serían suficientes para tantos niños. Sor
María la tranquilizó. Respondió con seguridad que sí alcanzarían y
colocó sus manos sobre la lata en señal de oración. La señora empezó
a repartir galletas a los niños y de pronto se dio cuenta que no se
acababan, al contrario, parecían multiplicarse. Repartió a todos los
niños y al final constató que había galletas de sobra, ¡había quedado
la mitad de la caja!”
Una vez escuché una entrevista que le hicieron al Padre Emiliano
Tardiff y él contaba el caso de una señora que tenía que hacerse una
muy importante operación. Parece que no podía caminar y sufría
mucho. Antes de ir al hospital le pidió al taxista que pasara por una
Iglesia. Allí se bajó y habló con Jesús en el sagrario. Algo sobrenatural
ocurrió en esta entrevista con Jesús Sacramentado porque de pronto
se sintió bien y al rato estaba totalmente curada. Algo similar le
ocurrió a un lector de mis libros quien desahuciado acudió al sagrario
y su enfermedad se detuvo. Encontraron por ventura un mejor
médico, el que cura las almas y los cuerpos de sus hijos amados.
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Fueron eventos maravillosos, extraordinarios.
Siempre me sonrío cuando recuerdo la historia de este amigo mío que
empezó su búsqueda de Dios. Un día condujo su auto hacia una
ciudad portuaria. Iba por un camino solitario. Y en medio de la nada,
se le ponchó una llanta. Se bajó disgustado y abrió la cajuela del auto
sólo para percatarse que no tenía su llanta de repuesto. Esto lo
enfureció. “¿Así me tratas?”, le inquirió a Dios. “Trato de cambiar mi
vida y, ¿esto es lo que recibo?” Levantó molesto su mirada y se
encontró de frente con un letrero, al costado del camino que decía:
“SE REPARAN LLANTAS”.
Tengo un amigo sacerdote. Se llama José C.. Tuvo una vivencia que lo
cambió para siempre. Viviendo en México recibió la visita de una
amiga a la que quiso llevar de paseo a una ciudad llamada Taxco, en
el estado de Guerrero. Los acompañaría otra joven que no era
católica...
“Yendo de camino por la carretera, se me ocurrió invitarles a conocer
las Cuevas de Cacahuamilpa, un lugar muy bonito, que se caracteriza
por tener estalactitas y estalagmitas. Ellas aceptaron con gusto.
Llegamos cerca de las 11 de la mañana. Pagamos nuestro respectivo
ticket e ingresamos a las Grutas.
Habremos tardado cerca de dos horas en hacer el recorrido, que no
terminamos, pues mi amiga tenía problemas con su rodilla izquierda.
Al salir de las Cuevas, en la explanada donde estacionamos el carro,
encontramos unos inditos vendiendo sus mercancías y otros pidiendo
limosna. En eso una señora indígena me pidió veinte pesos. Le
respondí que no los tenía. Mi amiga me hizo señas con su rostro para
que se los diera, que fuera bondadoso con ella. Tomé de mi pantalón 11
un billete de cincuenta pesos y se los entregué. Al recibirlos la señora
me agradeció, y me dijo: “¡Gracias padre!”
Me quedé muy sorprendido. Yo estaba vestido con un pantalón corto
azul y una playera roja, pues hacía mucho calor. Nada traía para
exteriorizar que yo era un sacerdote. A esto le pregunté: ¿Cómo sabes
tú que soy padre? Ella me respondió: “Me lo dijo la Virgen de
Guadalupe” Yo le contesté, con un poco de soberbia: “¿A poco, que
tú platicas con la Virgen de Guadalupe?”. Ella, guardando la
serenidad, me respondió: “No señor padre, yo no platico con la
Guadalupana, sólo la escucho”. Entonces le dije: “Bueno abuela, dile
a la Virgen de Guadalupe que cuide mi sacerdocio, y que yo sea
siempre fiel”. Y ella me contestó: “La Virgen ya le tiene en cuenta
señor padre. Nunca lo abandonará”. “Sea bueno, y préstele
atención.” Después de estas palabras me dice: “Padre, deme su
bendición”.
Yo levanté la mano, y muy angustiado, le di la bendición. Sentí que
sus palabras fueron un llamado de atención, un abrazo de la Virgen.
Dios se manifestó ese día en mi vida, pues yo estaba pensando
abandonar el sacerdocio. Desde ese momento tuve claro que es Dios
quien toma para sí, lo que el mundo tiene por perdido. Nunca volví a
ver a esa viejecita, y jamás regresé a Cacahuamilpa. Vivo en México,
y soy muy feliz en mi sacerdocio.
Mis amigas argentinas no hicieron ningún comentario. Quedaron
impactadas. Ambas rezaron en silencio durante el viaje a la ciudad de
Taxco, y sé que al ver y escuchar todo esto se conmovieron
profundamente, porque la indita, la que me habló, estaba ciega”.
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Increíble, ¿verdad? Es una de las grandes historias que guardo con
cariño. El Padre José actualmente vive en Argentina.
También conozco milagros de solidaridad humana que son
extraordinarios. Actuaciones que te sorprenden y restauran tu fe en
la humanidad. Tres meses atrás, conducía mi auto y bajo un árbol vi a
este anciano sentado. Un hombre sin hogar. Me nació del alma
estacionarme y bajarme del auto. Le obsequié un refresco y unas
galletas. Entonces ocurrió algo increíble. Llegó un guardia de
seguridad, también un hombre mayor, sencillo, humilde. Con gran
amabilidad y cariño, le llenó el garrafón vacío con agua fría que había
traído de su trabajo.
“Gracias por ayudarlo”, me dijo el guardia. Y añadió: “Todos los días
le digo a mi mujer que me mande comida de más en mi lonchera, con
el almuerzo. Así puedo compartirlo con él. Lo necesita más que yo”.
Y terminó con esta frase: “Qué bien se siente uno al ayudar a sus
semejantes”.
Este libro trata sobre estos milagros cotidianos, algunos eventos
extraordinarios, pero más… sobre el PODER de la Fe, la obediencia, la
Humildad y el amor que Dios siente por ti… porque eres su Hijo(a).
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QUÉDATE SEÑOR, CONMIGO
Me gustaría iniciar este libro con una oración del Padre Pio, que me
gusta mucho usar en los momentos de aflicción y angustia, cuando no
encuentro salida a mis problemas y dificultades. Te la comparto
porque me da mucha paz y renueva en mí la certeza de saberme hijo
de Dios, amigo de Jesús, ciudadano del cielo.
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Has venido a visitarme,
como Padre y como Amigo.
Jesús, no me dejes solo.
¡Quédate, Señor, conmigo!
Por el mundo envuelto en sombras
voy errante peregrino.
Dame tu luz y tu gracia.
¡Quédate, Señor, conmigo!
En este precioso instante
abrazado estoy contigo.
Que esta unión nunca me falte.
¡Quédate, Señor, conmigo!
Acompáñame en la vida.
Tu presencia necesito.
Sin Ti desfallezco y caigo.
¡Quédate, Señor, conmigo!
Declinando está la tarde. En la pena y en el gozo
Voy corriendo como un río sé mi aliento mientras vivo,
al hondo mar de la muerte. hasta que muera en tus brazos.
¡Quédate, Señor, conmigo! ¡Quédate, Señor, conmigo!
CAPÍTULO UNO
LOS MILAGROS “
…si ustedes no tienen es porque no piden…”
(Santiago 4, 2)
“Dios resiste a los orgullosos,
pero hace favores a los humildes”. (Santiago 4, 6)
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¿QUÉ SE NECESITA PARA UN MILAGRO?


“Tengan fe en Dios.” (Marcos 11, 22)
Debes tener fe, esa es la clave, la fe y la humildad para reconocer que
necesitas de Dios, que somos pecadores, que son Él, no somos nada.
Pedir como si ya lo hubieses recibido, con esa certeza que para Dios
no hay imposibles.
“Por eso les digo: todo lo que pidan en la oración, crean que ya lo han
recibido y lo obtendrán.” (Marcos 11, 24)
Suelo contar la historia de este santo que llegó a un poblado donde
tenían un serio problema. Querían construir su iglesia, pero les
estorbaba un monte. No sabían qué hacer y acudieron al santo para
preguntarle qué se necesitaba para quitar la montaña. Éste les
recordó el pasaje bíblico del grano de mostaza y les recriminó:
“Hombres de poca fe”. Entonces se volvió hacia el monte y le ordenó:
“Quítate de allí”. Al instante un fuerte temblor sacudió el lugar y el
monte se desmoronó en pequeñas piedrecillas. A los pocos días, los
pobladores iniciaron la construcción de su iglesia, en el lugar donde
estuvo el monte.
Siempre me ha impresionado la historia de los 10 leprosos que Jesús
sanó. Si abres tu Biblia la encontrarás en Lucas 17, 11-19.
¿Tienes alguna Biblia en casa? Anda a buscarla. Conviene querido
estimado lector que abramos nuestras Biblias y empecemos a
escuchar lo que Dios tiene que decirnos y las maravillosas enseñanzas
que nos depara.
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Pasemos a conocer este acontecimiento registrados por el
Evangelista san Lucas a quien san Pablo llama: “su ayudante e
iluminador”.
Lo que estás por presenciar es un evento impensable, prodigioso.
Antes de leerlo, imagina que eres uno de los curiosos que se
encuentran presentes en ese momento insólito y tienen la fortuna de
ver lo que está pasando. Ha llegado Jesús. Hay una gran algarabía y
expectativa. Todos saben que este profeta tiene el don de sanar, leer
los pensamientos y dar Palabras de vida eterna. Metete entre la
multitud y busca un lugar cercano donde puedas ver lo que está por
ocurrir. Párate al lado de Lucas o de otro discípulo y contempla el
milagro. La historia contiene los ingredientes necesarios para obtener
un milagro. Es una catedra, una enseñanza de lo que debes y puedes
hacer. Solo debes estar atento, observar y aprender.
1. ELLOS CONOCÍAN A JESÚS, SABÍAN QUE PODÍA SANARLOS. Y
CLAMARON A VIVA VOZ.
Seguramente habían escuchado de Jesús. Sabían de su Poder y que
era bueno y misericordioso.
Cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea.
Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez
leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús,
maestro, ten compasión de nosotros”.
Debes recordar que la lepra no era cualquier enfermedad, te signaba
y te hacía un paria.
“…el enfermo de lepra llevará los vestidos rasgados, el cabello
desgreñado, cubierta la barba; y al pasar gritará: “¡impuro, impuro!”
Durante el tiempo en que esté enfermo de lepra es impuro. Habitará
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aislado fuera del campamento, pues es impuro”. (Lv 13,45-46)
Imagina la desesperación de estos hombres al saber que Jesús pasaba
CERCA y podía sanarlos. Nada ni nadie los iba a detener. Esa fe
portentosa, esa certeza los salvó y restauraron sus vidas. Jesús les dio
una segunda oportunidad. A él le encanta dar siempre nuevas
oportunidades.
2.FUERON OBEDIENTES
Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”.
Ellos no le reclamaron que no los hubiera sanado en ese momento
como estaban esperando ni hicieron caso omiso de sus palabras. Un
orgulloso se hubiera plantado y exigido que lo curaran, pero ellos
fueron obedientes y emprendieron el camino. ¿Por qué Jesús no los
curó al instante pudiendo hacerlo? ¿Qué nos quería enseñar?
¿Confianza? ¿Paciencia? ¿Obediencia? ¿Humildad?
Entonces ocurrió…
“Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra”.
Imagina lo que debieron haber sentido en ese momento
extraordinario. La emoción, sus gritos de asombro y felicidad. Ahora
podrían volver a sus hogares, esposas, familias y hacerlo todo de
nuevo. Serían aceptados en la sociedad que los rechazó por
IMPUROS. Cuánto amor habrán experimentado estos leprosos en la
presencia de quien es AMOR y consuelo de las almas afligidas.
3.UNO DE ELLOS FUE AGRADECIDO Y DIO GLORIA A DIOS.
Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en
voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un
samaritano.
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Seguramente conocía este salmo: “Que mi alma alabe al Señor y
proclame todas sus maravillas...” (Salmo 9, 1) Entonces dijo Jesús:
“¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros
nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera
para dar gloria a Dios?”.
La petición llena de confianza y fe debe venir con el agradecimiento,
como si ya hubiésemos recibido lo que pedimos. Dios nos pide algo
muy simple, que podemos aprender de un niño cuando toma la mano
de su papá, la confianza plena, absoluta. Sabe bien que NADA MALO
podrá ocurrirle mientras esté al lado de su padre. Por eso nos dice:
“No temas, pues yo estoy contigo; no mires con desconfianza, pues
yo soy tu Dios; yo te he dado fuerzas, he sido tu auxilio, y con mi
diestra victoriosa te he sostenido.” (Isaías 41, 10)
4. TUVIERON FE
Al final de la historia encontramos uno de los principales ingredientes
para obtener un milagro y conseguir nuestra salvación: LA FE, que nos
mueve a confiar, ser solidarios y amar. Jesús insiste nuevamente en
la importancia de la FE.
“Después le dijo al samaritano: «Levántate y vete. Tu fe te ha
salvado»”.
Todo milagro empieza con un acto de fe. ¿Tienes la suficiente fe? ¿La
certeza que Jesús puede sanarte?
Escuché esta historia a un sacerdote. Muchos años atrás en Lourdes
un grupo de jóvenes decidieron desenmascarar lo que consideraban
el fraude de la iglesia. Querían burlarse del Santísimo Sacramento y
de las apariciones de la Virgen. Tramaron la forma de hacerlo.
Llegaron a Lourdes y consiguieron un pobre hombre que estaba ciego, 18
para que los ayudara. La idea era llevar al ciego y cuando pasara el
Santísimo armarían una algarabía y se burlarían de aquellos
“fanáticos”.
Llegado el día hicieron tal cual lo planeado. Pasó el sacerdote, pero
no se detuvo. Esperaron impacientes. Regresó el sacerdote y esta vez
con el Santísimo trazó la señal de la cruz frente a ellos.
Al unísono saltarían para reír y burlarse, pero de pronto el ciego se
les adelantó y como impulsado por un resorte invisible empezó a
saltar y gritaba eufórico, a todo pulmón: “¡Puedo ver!” Agitaba los
brazos emocionado y se llevaba las manos a los ojos. “¡Milagro!,
¡puedo ver!”
Los jóvenes se dispersaron asustados, sin poder comprender lo que
había ocurrido. Pasaron los años. Uno de ellos se casó con una mujer
muy piadosa, devota de la Virgen, que daba catecismo a un grupo de
niños los sábados por la mañana.
El esposo sentía curiosidad por saber qué era lo que hacía con estos
niños y decidió espiarla. Una mañana la siguió a la iglesia y se escondió
detrás de una columna. La esposa mientras tanto, acompañaba a los
niños en la gruta de la Virgen. Ellos cantaban a la Virgen mirándola
con tanta pureza y cariño que él se conmovió. Ese mismo día se
confesó, por primera vez en muchos años. La esposa estaba
consternada.
El día siguiente participó de la santa misa y comulgó. Al terminar la
eucaristía, se acercó al sacerdote, le estrechó ambas manos,
tomándolas con fuerza, y le dijo: “¡La Virgen me ha salvado!”.
***~~~***
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“Todo lo que pidan en la oración, con tal de que crean, lo
recibirán.” (Mateo 21, 22)
¿CÓMO PEDIR?
La santa Biblia nos enseña cómo pedir a Dios lo que necesitamos.
“…hay que pedir con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a
las olas del mar que están a merced del viento.” (Santiago, 1, 6)
Recuerdo la historia de este niño enfermo que su madre llevó a
Lourdes con la esperanza que la Virgen intercediera por ella, como
madre de nuestro Señor, para que su pequeño sanara.
Colocó al niño en primera fila para que recibiera la bendición de
nuestro Señor durante la procesión del sacerdote cargando a Jesús
Sacramentado.
El sacerdote lo bendijo y nada ocurrió. Al regresar el sacerdote por
este camino, cargando a Jesús Sacramentado, el niño con una fe
extraordinaria y su pureza e inocencia natural gritó: “Jesús, si no me
curas se lo diré a tu madre”. Al instante quedó curado.
Muchas veces los milagros ocurren en momentos extremos cuando
estamos al borde… y no tenemos salida. Dios prueba nuestra fe y la
fortalece. Así les ocurrió a los hebreos cuando estaban atrapados
entre el mar Rojo, el faraón y sus ejércitos. En último momento Dios
abrió las aguas para que ellos pasaran. Debes tener fe, querido lector
y verás cosas grandes pasar en tu vida.
A veces no sabemos cómo pedir, o somos egoístas y no perseveramos
o no tenemos suficiente fe. En ocasiones Dios no nos concede ese
milagro que tanto pedimos porque en su infinita sabiduría tal vez
considera que no es lo mejor para nuestras almas. Dios siempre acude
en nuestro auxilio, pero piensa en un bien mayor. Nos dice la Biblia: 20
“Somos débiles pero el Espíritu viene en nuestra ayuda. No sabemos
cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu lo pide por nosotros, sin
palabras, como con gemidos.” (Carta a los romanos 8, 26)
Quién sabe, puede que esa enfermedad, esa dificultad, ese problema
al que no le hayas salida, te acerque más a Dios, a ti y a tu familia.
Suele ocurrir que cuando tocamos fondo, solo nos queda mirar al
cielo y clamar a Dios.
He visto muchos casos de personas orgullosas, prepotentes, que con
el paso de Dios cambian, se vuelven humildes y sus vidas apenas se
reconocen. Se convierten en hombres y mujeres que dedican lo que
les queda vida a llevar la Buena Nueva y compartir sus experiencias.
Me han dicho que esta es la pedagogía de Dios. Para mí es un misterio
y he aprendido a no ver lo que ocurre hoy, sino a confiar en un
desenlace a la medida de Dios.
Yo, honestamente, no puedo comprender estos misterios, soy un
simple mortal y pienso como hombre, por eso muchas respuestas me
están vedadas. Pero Dios es eterno y piensa como un Padre amoroso
que desea lo mejor para nosotros. Por eso da siempre lo que
conviene.
También hay gracias que recibimos sin pedirlas, simplemente porque
a Dios le complace otorgarlas. De eso sé mucho y tengo bastantes
anécdotas para compartir.
Recuerdo una madrugada en que me levanté más temprano que de
costumbre. Aún era de noche. Afuera, un obrero caminaba hacia su
trabajo. Cantaba con ternura esta bella melodía:
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“Sáname Señor Jesús, como sólo sabes Tú”.
Me sorprendió ver la intimidad que gozaba este hombre tosco, con
Jesús. Era un obrero humilde, sencillo que a esas horas iba caminando
hacia su trabajo.
Hoy he repetido aquella melodía, como una jaculatoria. Nos haría
bien que Jesús pase una escoba por nuestra alma. Hay tanto que
limpiar. Tanto por cambiar.
Llénate de Dios, como la esponja absorbe el agua.
Llénate de Dios, con la comunión diaria.
Llénate de Dios, amando, guardando tu estado de gracia.
Llénate de Dios y descubrirás sus signos en el mundo
Debes pedir aquello que agrada a Dios y está conforme a su voluntad.
Las escrituras nos dicen: “Con él tenemos la certeza de que, si le
pedimos algo conforme a su voluntad, nos escuchará”. (1 Juan 5, 14)
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***~~~***
¿VENTA DE MILAGROS?
¿Se pueden comprar?
No hay forma de pagar un milagro, ese gesto de amor de Dios. Y Él lo
sabe. Lo hace porque nos ama, así de sencillo. Y para el amor no hay
explicaciones. Es la gratuidad de Dios. Los milagros son expresiones
de amor que nos da Dios. Son gratuitos como todo lo que Él nos da.
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Un milagro no se puede comprar. No están a la venta. Nadie lo puede
vender. Es igual que el tiempo de tu vida. Lo tienes, lo disfrutas, pero
no podrás comprar un segundo más cuando te llegue la hora de partir.
Siempre recuerdo la experiencia de la hija de un hombre millonario
que enfermó en esta pandemia y murió. Ella reflexionaba: “Mi papá
es millonario y con todo su dinero no pudo comprar un minuto más
de vida. Hay cosas que pesan más que el dinero”.
Todo es gratuidad. Dios lo hace porque le complace atender a sus
hijos, verlos felices, cercanos. Quiero que lo busquemos, lo
conozcamos y le amemos. Nos quiere santos para que podamos pasar
una maravillosa eternidad a su lado en el Paraíso.
Existen personas que nos dicen que no debemos pedir tanto, que Dios
no es un bazar lleno de milagros y tienen razón en cierto sentido. Pero
Jesús fue quien dijo: “Pedid y se os dar´”. Y es cierto, ocurre, yo lo he
comprobado, por eso me animo a escribir este libro para ti. Las
historias que te comparto no las leí en un libro, las viví, o me las
compartieron amigos que sorprendidos por el amor de Dios
experimentaron su presencia y cambiaron sus vidas.
La fe no se trata de estar pidiendo siempre a Dios o de quejarnos con
Él por las condiciones en que vivimos. La fe se trata de confiar en Dios,
tener la certeza de su amor y amarlo como nuestro Padre del cielo. A
veces parece que desconfiáramos de Él y esto le desagrada y
entristece. A santa Faustina Jesús le dijo que lo que más le hace sufrir
es nuestra poca confianza en Él. Si supiéramos lo que puede, las
gracias que tiene disponibles para entregar a los que las piden con
humildad y confianza, nuestro mundo sería diferente, todo cambiaría
para nosotros.
¿Te ha pasado esto alguna vez? Vamos a visitar a Jesús Sacramentado 23
al sagrario o en una Hora Santa y le soltamos un rosario que quejas y
molestias por lo que merecemos y no nos ha concedido. Pedimos,
exigimos, “No me lo has concedido y vengo a misa todos los días, rezo
el rosario… Y no me escuchas”. Olvidamos un simple: “Gracias Señor”,
y un “Te amo Jesús” que nos brote del alma y que Él tanto anhela. Nos
falta un poquito de humildad y amor. Solo amando comprenderemos
a Dios que es Amor. Si no amas, todo será inútil, pero si amas y vives
en la presencia amorosa de Dios, nada será imposible para ti. Dios se
complace en el que ama porque ve su esfuerzo por caminar en
rectitud y santidad. La clave está en amar a todos, aunque no te amen,
en amar de primero y en amar siempre.
Me gusta mucho quedarme unos minutos después de Misa para
agradecer a Dios las gracias recibidas durante la Eucaristía, que son
muchas, infinitas. Las personas normalmente se levantan con apuro y
se van. Olvidan ante quién están. Conviene unos pocos minutos para
agradecer y permanecer en su Divina presencia.
Debemos ser agradecidos por el gran milagro de la vida, por los dones
que se nos dan, por todas las cosas buenas que recibimos. Si pedimos
con recta intención para nosotros o los demás, está más que
bien. Pedir por el bienestar del prójimo con nuestras oraciones es un
acto de Misericordia que agrada a Dios, pues es una muestra de amor.
Jesús mismo nos invitó a hacerlo confiando, abrazados en su amor:
“Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá la
puerta. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y se
abrirá la puerta al que llama. ¿Acaso alguno de ustedes daría a su hijo
una piedra cuando le pide pan? ¿O le daría una culebra cuando le pide
un pescado? Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas
a sus hijos, ¡con cuánta mayor razón el Padre de ustedes, que está en
24
el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan!” (Mateo 7, 7 -11)
Los milagros alrededor de Jesús abundaron. Él sanaba a los enfermos,
liberaba de demonios a los poseídos. Hizo cientos de milagros,
delante de testigos, y están registrados por aquellos que los
presenciaron. Algunos están relatados con tantos detalles que
asombran, como aquel ciego de nacimiento que recuperó la vista y lo
llevaron a declarar donde los fariseos. “Sólo sé una cosa: que era ciego
y ahora veo”. Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te
abrió los ojos?» El replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis
escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? "¿Es qué queréis también
vosotros haceros discípulos suyos?»" (Juan 9, 25 – 27).
Son incontables los milagros que hizo Jesús. Juan da testimonio de
ellos cuando nos dice: “Hay además otras muchas cosas que hizo
Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo
bastaría para contener los libros que se escribieran.” (Juan 21, 25)
La verdad es que impresiona conocerlo, sentir su bondad y lo
misericordioso que fue con todos, incluso con los que lo persiguieron
y le hicieron daño. Delante de muchos testigos….
1. Convirtió el agua en vino (Juan 2:1-12).
2. Multiplicó los panes y peces (Mateo 14: 13-21).
3. Caminó sobre el agua (Mateo 14: 22-27).
4. Jesús calmó la tempestad (Mateo 8: 23-27).
5. Resucito a Lázaro (Juan 11: 38-44).
6. Sanó a un leproso (Mateo 8: 1-4).
Si lees las historias contenidas en el Evangelio vas a notar una
constante en muchos de los que recibieron el milagro. Ellos tenían la
certeza que Jesús era su esperanza y podía sanarlos si quería. La mujer
25
que padecía flujos de sangre desde hace muchos años no sólo estaba
segura de ellos, iba más allá de lo que muchos de nosotros vamos.
“…se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré.»” (Mateo
9, 21)
¿Recuerdas al centurión? Lee sus palabras a Jesús: “al entrar Jesús en
Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: Señor, mi
criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.
Él le contestó: Yo iré a curarle. Replicó el centurión: Señor, no soy
digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi
criado quedará sano. (Mateo 8, 5)
La actitud con que pides suele hacer la diferencia. Hay tanto orgullo
en nuestro interior Y FLAQUEAMOS EN NUESTRA FE. Pensamos que
merecemos las cosas y a veces no pedimos, exigimos.
Estos personajes del Evangelio fueron humildes. Reconocieron sus
debilidades y el Poder de Jesús. Creyeron en Él. Sobrecoge el alma la
enorme humildad con que uno de ellos se acercó a Jesús: “…estando
en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a
Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres,
puedes limpiarme». El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero,
queda limpio»”.

***~~~***
Nunca lo olvides:
“Dios se complace con los humildes”.
***~~~***
UN TERRIBLE ACCIDENTE Quien menos podemos imaginar es la
persona que en un momento dado nos dará una mano. Es algo en lo
que a veces pienso. En cierta ocasión Don Bosco, recién ordenado
sacerdote se cayó del caballo en el que viajaba y quedó medio
26
muerto, inconsciente. Cuando despertó se encontró bien cuidado en
la casa humilde de unos campesinos. Pudo reconocer entonces al
dueño de la casa. Justamente un hombre al que Don Bosco había
salvado la vida años atrás.
Las lecciones que Dios nos da suelen ser incomprensibles. Pero
siempre derriban las barreras y nos unen. Él sabe sacar cosas buenas
de cualquier experiencia.
Hace unos años conocí a Carlos, un joven que sufrió un terrible
accidente en Costa Rica. Casi pierde la vida. Al despertar del coma
estaba ciego, sordo, y paralítico. Además, había perdido el gusto y el
olfato. A pesar de este contratiempo nunca perdió la confianza en
Dios. Esto lo mantuvo vivo y le permitió recuperarse por
completo. Me contó esta simpática anécdota del que fue su
compañero de cuarto, mientras estuvo hospitalizado. La persona
aparentemente menos indicada; pero para Dios, que ve los
corazones, era el apropiado.
“Las enfermeras no podían estar a mi lado a cada rato para bajarme
de la cama, ponerme en la silla de ruedas y llevarme al baño. El señor
que estaba al lado de mi cama era el que lo hacía. Así fue por dos
semanas hasta que le dieron salida. Entonces me dije angustiado:
“Dios mío, ¿ahora qué haré? ¿Quién me va a bajar de esta cama,
quién me va a poner en la silla de ruedas, quién me va a llevar al
baño...?”
Ese día entró para llenar ese lugar, esa cama que estaba a mi lado, un
señor al que no veía; pero que escuchaba y sabía por ello que oraba.
En mi interior me decía: “Gracias Señor por haberme mandado a esta
persona”.
Ese mismo día lo llamé y él se acercó a mí. Me contó que era Pastor
27
de una Iglesia Evangélica, no recuerdo el nombre... son los
Pentecostales, sí, sí, Pentecostal, era Pastor de una Iglesia
Pentecostal... y yo católico a morir. En la mesa del lado de mi cama,
mi mamá había colocado algunas estampas de la Virgen. Él las vio y
me comentó:
—Tienes muchas estampas.
¿Eres también religioso? —Sí—, le respondí—. Soy católico.
Entonces me dijo que ellos no creían en las imágenes y todo eso. Él
tenía su forma de llevar la religión. Yo era católico y él era evangélico,
pero desde ese momento fue él quien me puso en la silla de ruedas,
fue él quien me llevó al baño, fue él quien me llevó a la terraza y me
sacaba a pasear.
En ese momento me di cuenta de que realmente somos todos de la
misma clase. Y en ese momento, aunque él era evangélico y tenía un
poco de aprehensión hacia mi devoción a la Virgen, y yo era católico
y tenía un poco de aprehensión acerca de muchas de sus creencias;
nos unimos. Y desde ese instante él, sin ninguna reparación, me sirvió
a mí para todo lo que yo necesitara.
Curiosamente fue él quien tuvo la iniciativa de formar un grupo de
oración en la clínica donde estábamos. Había cuatro personas por
cuarto y nos dijimos:
“Tendremos unos minutos de oración cada noche antes de dormir”.
Entonces comenzamos el grupo de oración. Lo iniciamos los dos.
Luego se nos unieron otros internos, hasta que tres o cuatro noches
después, a la hora en que iban a apagar las luces, teníamos el cuarto
lleno de enfermos.
Un día él dirigía las oraciones. Esa noche solamente rezábamos el
Padre nuestro. Otro día era yo quien dirigía la oración. Rezábamos el
28
Padrenuestro y también el Ave María.
Aquello era muy interesante porque él lo aceptó
plenamente. Estábamos en tiempos de dolor y en esos tiempos es
imposible dividirse. En esos momentos solamente se pueden hacer
alianzas y la nuestra era una gran alianza”.
A veces en medio de la desgracia aparente se encierran los designios
de Dios. Como te estaba contando, Carlos sufrió un accidente en
Costa Rica. Iba a participar de un Encuentro Juvenil y terminó ciego,
sordo y paralítico, recluido en la cama de un hospital. Al no poder
hablar ni moverse, pensaba y oraba. Y en los momentos de mayor
dolor y tribulación se decía: “Me voy a reponer”. Y rezaba esta oración
de Santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios
no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le
falta, Solo Dios basta”.
La decía una y otra vez, hasta que pasaba el dolor. Con el tiempo,
Carlos fue recuperando las funciones básicas del cuerpo, podía
moverse y hablar y oír, pero aún no veía.
El oftalmólogo que lo revisó le advirtió que jamás volvería a ver. Sus
nervios ópticos se habían lacerado y tenían un daño permanente.
Cuenta Carlos que una enfermera solía llevarlo a la capilla para orar.
Una tarde lo dejó solo mientras atendía una llamada de emergencia.
Él aprovechó este momento para decirle a Jesús:
—Mira Señor, si tú quieres puedes sanarme, pero si deseas que te
sirva con esta ceguera, pues entonces me quedaré ciego".
A los minutos los ojos se le abrieron y empezó a ver la figura borrosa
de un Cristo enorme que tenía los brazos abiertos y le decía:
“Hijo mío. Soy yo quien te ha curado”.
Los médicos no podían creerlo, revolucionó a todas las instituciones
y corrieron con él donde el oftalmólogo, quien al revisarlo le confesó:
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—Carlos, yo soy ateo y no creo en Dios. Pero ese doctor que te ha
curado, es mejor que todos nosotros, hace maravillas, y tienes que
presentármelo.
Carlos le respondió:
—Doctor, ese médico mío se llama Jesús.
Con los años Carlos se graduó de Arquitecto. Fue un buen estudiante
y tiene una visión perfecta. Algo imposible de explicar por los médicos
y la ciencia humana.
30
CAPÍTULO DOS
¿ME ESCUCHA DIOS?

PERSEVERA EN LA ORACIÓN
Una mamá me ha escrito. Me pidió consejo para encausar a su hijo a
quien ama sobre todas las cosas. Llora desconsolada por las noches.
“Necesito un milagro”, me dice. “No sé qué hacer. Recibo por
31
respuesta el silencio de Dios”. Ella lo estaba descubriendo. A veces el
silencio de Dios es la respuesta. Es un modo de hablar incomprensible
para nosotros El salmista clamaba a Dios por esta causa, su silencio.
“¡Dios mío! No estés callado, no guardes silencio, no te quedes
quieto, ¡Dios mío!” (Sal 83,2). “¿Por qué escondes tu rostro?” (Sal
44,25)
Así san Ignacio de Antioquía escribió: “Quien ha comprendido las
palabras del Señor, comprende su silencio, porque al Señor se le
conoce en su silencio”. Su silencio nos obliga a buscarlo y aprender a
agudizar los sentidos del alma y escucharlo a Él en ese silencio, en
lugar de escuchar nuestra voz o los ruidos del mundo que nos
encandila y confunde.
Para apaciguar su alma le recomendé leer la biografía de santa
Mónica, la madre de san Agustín. ¿Por qué? Porque su hijo no fue un
modelo de virtudes y ella lo siguió sin soltarlo, mientras él trataba de
escaparse para llevar una vida disipada.
Durante más de 15 años rezó, hizo sacrificios y pidió a sacerdotes y
amigos que rezaran por su hijo. Un obispo le dijo una vez para
animarla a perseverar: “Es imposible que se pierda el Hijo de tantas
lágrimas”. Nunca se rindió. Fue persistente hasta que finalmente su
hijo se convirtió y se transformó en el gran San Agustín.
Mi recomendación fue sencilla: “Lea la vida de santa Mónica para que
conozca una madre que sufrió como usted y encontró el modo de
encausar a su hijo. Santifíquese, sea santa y ore con perseverancia.
No se rinda porque Dios siempre escucha los ruegos de una madre. El
milagro que usted espera sin duda llegará en el momento propicio.
Recuerde que los tiempos de Dios no se parecen a los nuestros”.
Se lo dije convencido. Estoy seguro que en algún momento Dios 32

atenderá sus ruegos. Lo he visto cientos de veces. He observado


admirado, milagros patentes: conversiones, vidas transformadas e
incluso sanaciones. Los milagros existen y ocurren hoy en día.
Todos los días ocurren pequeños milagros. Gestos de ternura, con que
Dios nos bendice.
Yo era de aquellos que vivían sin ver, ni oír. Hasta que un día ocurrió
algo que cambió mi vida para siempre. Fue un verdadero milagro, de
la mano de la Virgen María, quien siempre me ha cuidado, a pesar de
mis desplantes.
Comprendí la fragilidad del hombre y el amor inmenso que Dios nos
tiene. Y cómo, a pesar de lo que somos, nos consiente sin parar, con
pequeños milagros que pocas veces notamos. Para descubrirlos basta
abrir los ojos del alma y tener fe.
Debes comprender querido lector que hay algo más. Después de esta
vida terrena, agotadora, llena de dificultades, tentaciones y luchas,
nos espera una maravillosa eternidad al lado de Dios, si cumplimos
sus preceptos y amamos y nos llenamos con su gracia.
Esta Pandemias que sufrimos en el mundo ha sido una desdicha para
muchas familias. Cada día anuncian la cantidad de muertos, enfermos
en los hospitales, las casas y en Cuidados Intensivos. Llega un día que
esos números cobran para ti un nombre y apellido, alguien cercano
ha caído. Y te das cuenta que tú estás vivo, sano, o que pasaste la
prueba y sobreviviste al Covid19. Para mí, eso es un milagro. No
necesito más. Amanecer cada día, abrir los ojos, respirar, que
hermosa en la vida, y que grande es Dios pues “en Él vivimos, nos
movemos y existimos”.
33

Busco a Dios, sobre todo viendo los signos de estos tiempos oscuros.
Parece que es en el silencio donde encontramos a Dios, y en esta
contemplación donde le agradamos. Lo que más disfruto del silencio
es la oración. Descubrir la presencia de Dios. Escuchar su dulce voz
que amablemente responde: “Aquí estoy, contigo”. Entonces me
lleno de una paz y una serenidad que me acompañan a lo largo del
día. Shhhh. Haz silencio. Escucha. Jesús te quiere hablar.
Las escrituras están llenas de profecías, por cumplirse. Algunas son
fuertes, ésta en particular estremece el alma y llama a la humildad:
“Busquen a Yavé todos ustedes, los humildes del país, que cumplen
sus mandatos, practiquen la justicia y sean humildes y así, tal vez,
encontrarán refugio el día del furor de Yavé.” (Sofonias 2)

***~~~***
ESCUCHAR A DIOS
“Por eso, yo la seduciré, la llevaré al desierto
y le hablaré a su corazón” (Oseas 2,16).
Si le abres tu corazón podrás escucharlo en la suavidad del viento,
porque Dios le habla al corazón del hombre. Para ello deberás vaciar
tu corazón. Sólo se puede llenar lo que está vacío.
La Madre Teresa nos explicó: “Dios nos habla en el silencio del
corazón. Si estás frente a Dios en oración y silencio, Él te hablará;
entonces, sabrás que no eres nada. Y sólo cuando comprendemos
nuestra nada, nuestra vacuidad, Dios puede llenarnos de Sí mismo.
Las almas de oración son almas de gran silencio”. Hay que oír a Dios
en lo profundo del corazón y en Su Palabra
Decía san Ambrosio que: “Cuando oramos, hablamos con Dios. Y 34

cuando leemos las palabras divinas, le escuchamos”. Siempre


recuerdo la vez que fui a Misa y le dije a Jesús: “Nunca me dejes”. Al
terminar la misa me percaté que tenían una Biblia abierta a un
costado del altar, me acerqué con curiosidad y leí asombrado: “No te
dejaré ni te abandonaré”. (Hb 13,5)

***~~~***
“No poseo el valor para buscar plegarias hermosas en los libros; al no
saber cuáles escoger, reacciono como los niños; le digo sencillamente
al buen Dios lo que necesito, y Él siempre me comprende.” (Santa
Teresita del Niño Jesús)
***~~~***
CUANDO DIOS TE TOCA
Cuando Dios te toca, el mundo cambia para ti. Todo lo ves nuevo,
transformado, y lo que antes anhelabas, ahora te parecen bagatelas.
Esto les ocurrió a muchas personas que milagrosamente se
convirtieron de la noche a la mañana. Todos fueron marcados por
Dios.
Giovanni Papini era un autor muy conocido, agnóstico y anticlerical.
Durante la guerra se refugió en las montañas. Como los campesinos
no sabían leer, le pedían que les leyera las escrituras. Por las tardes,
Giovanni se trepaba a una roca y desde allí les leía el Evangelio. Esta
lectura cotidiana le hizo conocer a Jesús y encontrarse con él. Se
convirtió al catolicismo y en 1921 escribió su famoso libro que tanto
impactó a los lectores: “Historia de Cristo”.
“Estamos solos en el borde del infinito; ¿por qué rechazar la mano de
un Padre? Hemos sido lanzados, efímeramente, desde lo alto de la 35
eternidad; ¿por qué rechazar el apoyo, aunque sólo sea para quedar
sujetos por los clavos de una cruz de campo?” (G. Papinni)
André Frossard, comunista, hijo de comunistas y ateos, tan ateos que
ni siquiera se cuestionaban la existencia de Dios, entra una tarde a
una iglesia buscando a un amigo. Tiene una experiencia con Dios y a
los pocos minutos sale católico, apostólico, Romano. Siente la
necesidad de relatar su experiencia y escribe un libro que lo hará
famoso: “Dios existe, yo me lo encontré”.
Las personas que son tocadas descubren un nuevo significado a sus
existencias. Encuentran algo grande, por lo que vale la pena darlo
todo.
Dios nos conoce, sabe cómo somos, por eso acompaña su gracia con
los gestos de un padre amoroso, proveyendo nuestras
necesidades. Es la Providencia Divina. Jesús lo aclaró al decirnos: “Por
eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán
o con qué se vestirán.
¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el
vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni
guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta.
¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quiénes de ustedes, a fuerza
de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?" (Mt
6, 24-34).
Debes saber que todas las promesas del Evangelio se cumplen a
cabalidad. Esto yo lo descubrí una tarde de abril, hace más de 22 años.
Y fue de la manera más extraordinaria que puedas imaginar. Es una
historia que me gusta mucho compartir y que a menudo me piden
cuando voy invitado a alguna emisora de Radio Católica. 36

Resulta que aquella mañana mi esposa me llamó aparte en la casa


para comentarme: “Tenemos un serio problema”. La vi acongojada.
“¿Qué ocurre?”, le pregunté.
Entonces me enteré de lo grave que era la situación. Mi hija pequeña,
subía de grado y no nos alcanzaba para pagar la matrícula ni las
mensualidades de su escuela. Mi esposa no sabía qué hacer. Medité
mucho en ello y pensé diferentes alternativas. De pronto recordé
estas palabras de Jesús: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad
y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al
que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo
que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra?
Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros
hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas
buenas a los que se las pidan!” (Mt 7, 7-11) 7
Enfrente de mi casa había una residencia estudiantil y en ella tenían
un oratorio, con el Santísimo. Se me ocurrió llevar una Biblia, buscar
la página donde estaba esa promesa y mostrársela a Jesús.
“Es tu promesa”, le recordé. “Tú fuiste quien dijo, pedid y se os dará.
Y yo necesito tu ayuda…”.
Le conté lo que me ocurría y me quedé unos minutos acompañándolo
en silencio, orando, implorando.
Entonces pasó… Cruzaba la calle y de pronto aparecen en el balcón de
la casa, mi esposa Vida y mis hijos agitando las manos. Mi esposa
empezó a gritar llamándome. No entendía lo que ocurría. De pronto
la escuché. “Acaban de telefonearnos, ¡tu hija se ganó una beca!”. No
cabía en mi asombro. Miré al cielo y le dije emocionado: “Tú sí eres 37
rápido”.
La siguiente semana nos llegó una carta de la Academia de Ballet.
Estábamos atrasados en los pagos y Vida me informó. “Tranquila”, le
dije, “la abriremos en casa por la noche”.
Nos sentamos en la sala y abrimos la carta. Era una sorpresa
inesperada.
“Estimados señores: Queremos informarles que nos sentimos muy
contentos con el desempeño de su hija, y hemos decidió becarla. No
tendrá que pagar nada. Y esta beca tendrá la duración que ella
desee”.
Quedamos de una pieza. ¿Cómo era esto posible? Pensé admirado:
“Dios conoce nuestras necesidades, y a veces ni siquiera tenemos que
pedir, para recibir. Esto es increíble”.
Me pareció tan extraordinario lo que empezaba a vivir que me dije:
“Debo escribirlo, compartirlo con otros, dar a conocer este tesoro
inmenso que es el Amor de Dios”. Así fue como nacieron estos libros
que hoy tienes en tus manos.
Con el pasar del tiempo se fueron sumando las vivencias de otros que
me contaban admirados lo que les ocurría. Desde entonces no hemos
dejado de escribir y publicar estos libros de crecimiento espiritual
para ti.

***~~~***
Escucha… Dios te quiere hablar.
***~~~***
38

CUANDO JESÚS TE LLAMA


He notado que Jesús te habla de muchas formas. A veces en el silencio
de un retiro espiritual. Otras veces, a través de la creación, con la
belleza que te rodea. En ocasiones es como un cosquilleo en el alma,
una necesidad imperiosa de seguirle. Te llenas de un entusiasmo
como nunca sentiste, una alegría que te inunda. Es Jesús que pasa y
te ha tocado el corazón.
Tengo amigos que han visto de frente a Jesús, en un pobre que les
dice: “Ten piedad de mí”. Y se llenan como de una ternura que no
comprenden y los mueve al amor.
Experimentan la presencia de Jesús, en medio.
Casi siempre, su presencia, su llamado, van acompañados de una ola
de ternura que se desborda en el alma del que la recibe. Él es todo
ternura y amor.
Jesús, siempre está cercano, pidiéndote que lo ayudes, que seas sus
manos y pies, su boca, sus ojos, su ternura.
Hoy, por ejemplo, me encontraba en un evento de la Iglesia, en un
gimnasio, donde tenía expuestos mis libros. Duró todo el día.
Por la tarde hubo confesiones, exposición del Santísimo y terminó
con la Santa Misa. Concelebraban varios sacerdotes, que repartirían
la comunión, para poder llegar a todos en aquel lugar.
En un momento de la Eucaristía, me encontraba distraído, de pronto
sentí esta dulce voz que me decía: “Claudio, aquí estoy”.
Y experimenté el abrazo más tierno que jamás haya sentido. Una
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ternura infinita que se desbordaba en mi alma.
Levanté la mirada sorprendido y vi a un sacerdote que en ese
momento caminaba frente a mí. Iba rodeado de monaguillos. Llevaba,
con gran solemnidad, un copón, repleto de hostias consagradas.
Quedé impactado. Era Jesús, que pasaba y nos llamaba. Sólo atiné a
decirle:
“¡Qué bueno eres, Jesús!”

***~~~***

EL SUFRIMIENTO
Uno de los signos más evidentes de la presencia de Dios es el
sufrimiento. Es algo que nunca he comprendido. ¿Por qué hacerlo
tan difícil? ¿Por qué no sencillamente abrir nuestros ojos y corazones
ante su Amor infinito?
Hay que ser tocados por Dios para comprenderlo y aceptarlo. El
sufrimiento nos acerca a Dios. Ahora lo sabemos.
Siempre tenemos algo que podemos ofrecer a Jesús. Sobre todo,
cuando sufrimos. Hallamos a nuestro alcance un ramillete de rosas
que él acepta gustoso... Muchos consideran incomprensible esto del
sufrimiento. Y nos dicen: ¡Ya Jesús sufrió y murió por nosotros! ¡Ya
nadie tiene que sufrir! Sin embargo, Pablo nos dice: “Completo en mí
los sufrimientos de Cristo”.
Un sacerdote amigo me contó esta anécdota que lo expresa con
claridad. En un retiro espiritual dos sacerdotes ciegos hablaban de
Jesús. Uno dijo: 40

— Debemos ofrecer un sacrificio a nuestro Señor durante la


cuaresma. Privarnos de algo que nos guste. El otro, sorprendido,
replicó:
— ¿Te parece poco ofrecer nuestra ceguera?
—La ceguera nos vino de Dios—, indicó el primero. —Vamos a ofrecer
esta vez algo que venga de nosotros.
A menudo cuento la experiencia de un grupo de chicas del
movimiento de los Focolares que sufrieron un gravísimo accidente en
auto. Cayeron a un barranco y quedaron tiradas en el suelo.
En medio de su dolor y la certeza que las puertas del cielo se abrían
para ellas, se abandonaron en las manos de Dios y lo ofrecieron todo.
De pronto empezaron a repetir una tras otra:
Susurraban esto y de pronto levantaron sus voces: “Dios es
amor”. Así se fueron acallando una tras otra con el dulce nombre de
Dios en sus labios.
Comprendieron lo que nosotros no. Que el sufrimiento aceptado y
ofrecido, redime, purifica y nos lleva al Paraíso.
Si sufro y no lo entiendo, ¿cómo cuestionar a Dios?
“Pero tú, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Puede el objeto
modelado decir al que lo modela: Por qué me haces así?” (Romanos
9:20).

***~~~***
LA PEDAGOGIA DE DIOS
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Lo que sé de Dios es porque me lo han contado, lo he leído o mejor
aún, lo he vivido.
Tener vivencias con el Buen Dios, es lo mejor. Lo conoces en toda su
Ternura y Amor de Padre. Jesús estaba en lo cierto cuando lo comparó
con el padre que sale al encuentro del hijo pródigo. Vive ilusionado
de verlo regresar y todos los días se asoma para ver si viene a su
encuentro.
Cuando lo encuentra, olvida sus pecados, sólo le interesa abrazarlo,
rodearlo con su Amor, festejar su regreso. Es un día de gran fiesta.
En ese momento ocurre algo muy interesante. Son las etapas como
Dios te enamora.
PRIMERO
Dios te llena tanto que no sabes qué hacer. Es una ternura que nunca
experimentaste. Y te lleva a amarlos a todos. Es tanta que piensas que
no lo soportarás, que tu corazón estallará de amor. De pronto estás
en misa y rompes a llorar, pero no de tristeza. Un amigo me contó que
le ocurrió esto. Se acercó a un sacerdote y le preguntó:
“Padre, ¿Qué me ocurre?” El buen sacerdote le sonrió y respondió:
“Es el Espíritu Santo que te está llenado con sus gracias”.
Llega un momento en que quieres compartir lo que sientes y vives. Te
preguntas emocionado: “¿Los demás sabrán esto?”
Deseas ayudar en la Iglesia y le pides a tu párroco que te dé la
oportunidad de apoyarlo. Buscas acompañar al enfermo, acoger al
pobre, porque en todos ves a Jesús sufriente. Y tienes una necesidad
enorme de hacer actos de caridad.
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SEGUNDO
Comprendes que sin Dios no eres nada. Que con Él lo eres todo y lo
puedes todo. Que hay una diferencia enorme entre vivir en su
presencia amorosa, o permanecer alejados de Él. Recuerdo aquel
santo que gritaba: “Todos buscan ser felices, pero al motivo de
nuestra felicidad, a Jesús, no lo buscamos”.
TERCERO
Dios te mueve a buscarlo. Crece en ti una necesidad de conocerlo
más, de estar con Él. Vas a los encuentros de oración, participas de la
misa diaria, lees libros de espiritualidad…
Es un cambio tan radical que muchos te miran y comentan: “¿A éste
qué le paso?”
Pierdes el miedo a hablar de Dios y sus maravillas.
CUARTO
Comprendes que esta necesidad que Dios ha sembrado en tu alma,
de amarlo más, de buscarlo, es la cercanía del cielo. ¡Un evento
maravilloso!
Una joven que actualmente transcurre por esta etapa, me dijo
impresionada: “Comprendí lo importante de estar en la gracia de
Dios, alejada de mis pecados. Para estar en comunicación constante
con Dios, y recibir sus gracias, debo tener el alma limpia. Es tan
sencillo como eso”.
QUINTO
De repente, Dios se empeña en consentirte. Te concede todo lo que
le pides, te llena de regalos. Y lo más sorprendente es que ocurre cada
43
día de formas impresionantes.
Te das cuenta que es Él, quien lo hace. Y que es por ti, porque te ama.
Es una etapa que se disfruta a plenitud, como un niño al que todos los
días sus padres le llevan presentes. Es lo que se llama: “Vivir de la
gracia”.
SEXTO
Cuando superas esta etapa, porque no la necesitas más. Es cuando
vives de la fe.
Primero vives de su gracia, luego, vivirás de la fe.
Aprendiste el valor de confiar en el Padre. Lo importante que es tener
tu alma limpia. Y que Dios no te negará nada que le pidas, si es para
tu bien.
SÉPTIMO
Habiendo pasado por estas etapas maravillosas (cada una mejor que
la otra) te debes a Dios. Y es cuando debes llevar su Palabra a los más
necesitados. Buscas a quiénes consolar. Y vives el Evangelio. Las
personas creen poco en las palabras. Les impresiona el testimonio.
Tu propia vida.
***~~~***
SUS PROMESAS
En la Biblia podemos encontrar muchas promesas. Todas se
cumplen. Lo he vivido. Cada una se cumple, basta tener fe.
Hay una en particular que siempre me ha entusiasmado y me llena de
alegría y serenidad. Me da la certeza que nos estamos solos, que Jesús
NUNCA NOS ABANDONA.
44
“Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea
glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.”
(Juan 14, 13-14)
Nuestra vida sería mucho mejor si le creyéramos a Dios. Nos ha hecho
tantas promesas.
¿Alguna vez las has leído? ¿Sabes lo qué te ha prometido?
Primero, que nunca te abandonará.
Segundo, que siempre tendrás su Amor incondicional.
Tercero, que, si confías en Él, todo será posible.
***~~~***
Te decides a buscar a Dios y por todas partes surgen personas que se
aferran a tu pasado como una cadena muy pesada. Constantemente
te recuerdan lo que eras. Cuando esto ocurre elévate con ellas para
que las lleves también al cielo.
***~~~***
CUANDO PASA JESÚS
Jesús pasa a nuestro lado y nos dice: “Sígueme”. Y muchos se van
tras Él, eufóricos de alegría. Sin preguntar: “¿Para qué me quieres?”
o “¿a dónde me mandarás?”
Sencillamente lo siguen. Mientras, otros más precavidos, no ponemos
el pie sin ver dónde vamos a pisar. No somos tan osados, o tal vez no
amamos lo suficiente.
Me consuela pensar que Él sabe de qué estamos hechos. Conoce
nuestros pensamientos y mira lo más profundo de nuestros
corazones.
45
“Sígueme” …
Tiempo atrás conocí a un argentino. Es físico nuclear. Un día sintió el
llamado de Jesús y lo dejó todo, para dedicarse con su esposa a llevar
la Buena Nueva del Evangelio. Recorre el mundo y va de parroquia en
parroquia predicando con su ejemplo, llevando la Palabra de Dios.
Al verlo tan ilusionado y feliz, me pregunto si también yo me
atrevería a dejarlo todo por Jesús. Uno se contagia de ese entusiasmo.
Qué bueno sería si también nosotros tuviésemos el valor, la
confianza, la fe... “dejarlo todo y seguir a Jesús”. Creo que ya es
tiempo...
¿Quieres seguirlo? Dejar el refugio en el que nos escondemos. Tomar
riesgos… Olvidar el qué dirán, o qué pensarán de mí. Seguirlo
abiertamente, contra el mundo de ser necesario. Y que todos lo
sepan: “Somos de Cristo
Es tan grato estar en Su presencia...
Cuando pienso en Jesús, me da por hacer cosas. Hoy, por ejemplo, me
he quedado despierto hasta media noche, para escribirte. Y contarte
mis vivencias. A esta hora todos duermen en casa y puedo pensar,
rezar, reflexionar... Hasta me da por cambiarle el nombre, lo llamo
“Ternura” −vaya ocurrencia la mía−.
Lo que más me agrada es cuando experimentas Su cercanía… sabes
que es Él y está cerca. Te inunda un amor inexplicable… Le queremos
más que nunca y se lo decimos. Entonces me parece verlo sonreír de
tanta alegría en aquel sagrario, y con tanto amor, que todo es luz,
serenidad y paz. Y es cuando escuchas en el alma sus dulces
palabras: “Yo también te quiero”.
***~~~*** 46

¿POR QUÉ SEÑOR?


—Señor:
Si sé que estás verdaderamente presente en cada Hostia consagrada,
en cada tabernáculo del mundo entero; entonces, ¿por qué no tengo
paz?, ¿por qué no puedo tener la tranquilidad al saber que Tú me
cuidas?
Sé que en cada momento de mi vida estás conmigo, entonces, ¿por
qué ando preocupado? ¿Por qué no experimento la serenidad que
proviene de Ti?, ¿por qué me siento tan mal?, ¿por qué los problemas
me agobian?, ¿por qué no ando seguro por el mundo?
—Hijo mío: Porque oras poco.
— Me he quedado sorprendido por esta respuesta, Señor.
— ¿Cuántas veces al día te invito a la oración y no haces caso?
¿Cuántas veces te alejas de mí con tus pensamientos y tus obras?
¿Cuántas veces tengo que darte la gracia, el deseo de buscarme, de
estar conmigo? ¿Cuántas veces te sugiero que te acerques al
Sacramento de la Reconciliación? 7
Respóndeme, hijo mío: ¿Cuánto tiempo dedicas a la oración? Te llamo
a ser santo y te conformas con la vida que llevas. Tal vez no te das
cuenta, pero siempre estoy contigo, a pesar de tu poco interés en la
vida interior. Has de saber que yo nunca me desanimo, siempre te
estaré llamando.
Conservo muy dentro de mi Sacratísimo Corazón, la ilusión de que
cambies. Aún hay tiempo. Reacciona. Puedes lograrlo. Comprende
que te amo, que lo eres todo para mí y que lo doy todo por ti.
47
***~~~***
HOMBRE DE POCA FE, ¿POR QUÉ DUDASTE?
Hoy me he sentado a reflexionar sobre la fe, nuestras creencias,
aquello que nos sostiene en la vida y nos fortalece. Pienso a veces en
la aquella historia donde Pedro camina sobre las aguas. Puedes
encontrarla en Mateo 14:25-33.
“Pedro bajó de la barca y empezó a caminar sobre las aguas en
dirección a Jesús. Pero el viento seguía muy fuerte, tuvo miedo y
comenzó a hundirse. Entonces gritó: «¡Señor, sálvame!» Al instante
Jesús extendió la mano y lo agarró, diciendo: «Hombre de poca fe,
¿por qué has vacilado?»”
Caminar sobre las aguas de un mar embravecido, ¿quién puede
hacerlo? Esto es un gran milagro, una gracia que Pedro recibió. Y la
perdió por su poca fe. Esa es la clave de todo. Si confiamos mucho,
recibimos mucho, si confiamos poco, recibimos poco. San Pedro fue
el primero en recibir esta expresión de Jesús: “Hombre de poca fe.
¿Por qué has vacilado?” ¿Es necesario que también te lo diga a ti?
Yo soy como ese Pedro de poca fe y a menudo vacilo. No caigo porque
él me sostiene. Mi familia por parte de mi papá es hebrea. Soy católico
por mi madre. Heredamos la fe de nuestras madres.
Recién he cumplido 63 años. Los hijos se están marchando para iniciar
sus propias vidas, formar sus familias y todo se complica.
Acostumbrados al ruido en la casa, las discusiones, las risas, de pronto
se va quedando en silencio. Esto me permite pasar más tiempo a solas
con Dios. Él y yo. Es un tiempo de calidad para conocerlo más.
Tenemos tanto que hablar. Aprovecho para orar y Dios para probar
mi pobre fe. He dedicado mi vida a la búsqueda de Dios y a escribir y
48
compartir mis experiencias con ustedes que leen mis libros. Cuando
empecé a escribir recuerdo que le dije a Dios: “Yo escribo, tú toca los
corazones de las personas”. Y lo ha hecho de maravilla.
¿Sabes qué es lo que más le duele a Jesús? Nuestra indiferencia a su
amor y el sacrificio que hizo por nosotros en la Cruz. Pecamos mucho,
porque amamos poco. Ofendemos a Dios porque no lo conocemos.
No puedes amar lo que no conoces, es natural, solo podemos amar
aquello que conocemos, por ende, debemos dedicar tiempo a
conocer a Dios, a través de la Palabra, las homilías de los sacerdotes,
un consejero espiritual, la me tira de libros de espiritualidad.
Una de nuestras principales tareas en este mundo es el amor. Amar a
Dios y a nuestros semejantes. No en vano el primer mandamiento es
amar a Dios sobre todas las cosas. Este mandamiento es como un
seguro de vida. Si lo cumpliéramos andaríamos por el mundo felices,
con una serenidad y una paz sobrenatural. Nada nos sería imposible
y tendríamos una vida sobrenatural envidiable.
Andaríamos con la mirada en el cielo. Y es natural, si lo piensas te das
cuenta de que, quien ama a Dios sobre todas las cosas, haría lo
imposible por tenerlo contento y nunca, jamás ofenderlo.
¿Es fácil amar? No. Somos criaturas frágiles, de barro y tendemos al
pecado pues nacimos golpeados por el pecado original.
Siempre recuerdo a una amiga del movimiento de los Focolares que
salió una mañana de su casa decidida a amar, a todos, sin
distinción. Llegó a las puertas de un supermercado y afuera estaba
sentado un hombre muy pobre con la mano extendida. La llamó y ella
se incomodó. “Perdone”, le dijo, “No tengo nada que pueda darle”. 49

El hombre la miró bondadoso y respondió: “No quiero pedirle nada


suyo”. Y le mostró sus piernas tullidas. “No puedo caminar”. Sacó
unas monedas y las extendió a mi amiga. “Lo que deseo pedirle es que
en nombre de Dios me compré un café y unos panecillos dentro del
supermercado. Estoy enfermo y me cuesta andar”. Mi amiga recordó
las palabras que dijo antes de salir de su casa: “Hoy voy a amar” … y
se sintió avergonzada.
Si te falta amor para amar a los demás, pide a Jesús en el Sagrario una
pizca de su amor, que seguro te lo dará y con creces. A Él le gusta
consentir a sus amigos y hermanos, los hijos de Dios. Le encanta que
lo visiten para escucharnos y llenarnos de gracias. Suelo de ir que lo
más triste del mundo es un SAGRARIO abandonado, donde nadie
visita a Jesús.
Cuando descubres la inmensidad de Dios te das cuenta que somos
simples vasijas de barro, que guardan un alma inmortal. Estamos en
peligro de caer y rompernos y llenarnos de tierra que son los pecados.
Sí, somos simples vasijas de barro en las que Dios quiere mirar y
llenarse de alegría al poder señalarnos y decirles a todos: “Este es mi
hijo. ¿Ven cómo se esfuerza por vivir en mi presencia?”
Somos frágiles, podemos rompernos, pero a la vez hay algo
extraordinario en nosotros. Dios puede reconocernos y volver a
dejarnos como éramos al principio, intactos, en cada confesión
sacramental. Somos vasijas maravillosas que guardan un alma y
también guardamos a Dios. Somos templos del Espíritu Santo. Por eso
hay que mantener limpio su interior, libre de todo pecado y mancha.
Escribo estas palabras frente al santísimo expuesto. Hoy es Jueves 50
Eucarístico, mi día favorito. Me encanta venir a este pequeño oratorio
y visitar a Jesús. Y hablarle, hacerle compañía. De pronto empiezan a
llegar las ideas no de una en una sino de mil en mil y atrapó las que
puedo. Es maravilloso estar en su dulce presencia y poder decirle de
frente a Dios que lo amamos.
Me retiro al silencio interior y la oración. Tengo tantas. Preguntas e
inquietudes. Busco respuestas. Cono san Francisco de Asís me
pregunto: “Quién soy. Quién es Dios”. Necesito escucharlo,
comprender. Él nos habla en el silencio, Cuando estamos alejados del
mundanal ruido. Podemos escucharlo con claridad en un silencio que
para el mundo es escandaloso. Callar y ponernos en su dulce
presencia lo es todo, lo vale todo.
***~~~***
Constantemente ocurren pequeños milagros en los lugares más
insospechados. Brota del alma una fuerza inexplicable que
normalmente no encontraríamos. Te contaré algunos casos que me
han impresionado.
CAPÍTULO TRES
PEQUEÑOS MILAGROS
Vamos, ¡ánimo!

NO PIERDAN LA ESPERANZA
51
El 12 de agosto del 2000, el submarino nuclear K-141 Kurks sufrió un
accidente. Se encontraba haciendo maniobras en las aguas heladas
del mar de Barents.
Luego de la explosión inicial, algunos marineros, se refugiaron en la
parte trasera del submarino. Para enviar sus mensajes de auxilio a la
superficie y golpeaban el casco de metal. Al final, ninguno
sobrevivió. Murieron 44 oficiales y 68 marineros. Cuando lograron
rescatar el submarino, se recuperaron tres notas en las que narraban
historias dramáticas de esos momentos. Una de ellas, escrita en una
total oscuridad, contenía un mensaje diferente. Decía:
“No pierdan la esperanza”.
La primera vez que leí la noticia de este mensaje, quedé
profundamente impresionado. Este oficial, en total oscuridad, dentro
de un submarino hundido, en el fondo de un mar embravecido, nos
daba esperanza.
Hace unos años un grupo de jóvenes del grupo de los Focolares,
tuvieron un grave accidente. El auto se fue por un barranco y
quedaron todas regadas por el fondo del despeñadero. Estaban muy
graves y apenas podían moverse. De pronto una exclamó: “Dios es
Amor”. Y las otras, como pudieron, fueron repitiendo esta frase: “Dios
es Amor”. Así fueron muriendo una tras otra, con el dulce nombre de
Dios en los labios.
En mi país supe de un señor que siempre anheló ver a Dios. Donde
podía hablaba de Dios. Y trató de vivir acorde al Evangelio. Era padre
de familia. Un día enfermó de gravedad y lo llevaron al hospital.
El sacerdote que lo visitó y le preguntó:
52
—¿No temes morir?
—¿Temer? — respondió asombrado—. Toda mi vida he deseado ver
a Dios cara a cara. Ahora que este sueño está cercano, ¿cómo voy a
temer? Al contrario, espero ese momento con ilusión.
En momentos como éste, suelo pensar en la historia de Tyler. Me la
envió el Padre Miguel Garrido, por Internet. Es una historia de Cindy
Holmes. Está llena de ternura, por eso he querido compartirla
contigo. Habla de la esperanza, las ilusiones y la pureza de un niño
que confía plenamente en su madre y en Dios.
“En mi profesión como educadora y trabajadora de la salud, he tenido
contacto con muchos niños infectados por el virus del SIDA... Las
relaciones que mantuve con esos niños especiales han sido grandes
dones en mi vida. Ellos me enseñaron muchas cosas, pero descubrí,
en especial el gran coraje que se puede encontrar en el más pequeño
de los envoltorios. Permíteme que te hable de Tyler.
Tyler nació infectado con el VIH; su madre también lo tenía. Desde el
comienzo mismo de su vida, el niño dependió de los medicamentos
para sobrevivir. Cuando tenía 5 años, le insertaron quirúrgicamente
un tubo en una vena del pecho. Ese tubo estaba conectado a una
bomba que él llevaba en la espalda, en una pequeña mochila. Por allí
se le suministraba una medicación constante que iba al torrente
sanguíneo.
A veces también necesitaba un suplemento de oxígeno para
complementar la respiración. Tyler no estaba dispuesto a renunciar
un solo momento de su infancia por esa mortífera enfermedad.
No era raro encontrarlo jugando y corriendo por su patio, con su
53
mochila cargada de medicamentos y arrastrando un carrito con el
tubo de oxígeno. Todos los que le conocíamos nos maravillamos de
su puro gozo de estar vivo y la energía que eso le brindaba. La madre
solía bromear diciéndole que, por lo rápido que era, tendría que
vestirlo de rojo para poder verlo desde la ventana cuando jugaba en
el patio.
Con el tiempo, esa temible enfermedad acaba por gastar hasta a
pequeños dínamos como Tyler. El niño enfermó de gravedad. Por
desgracia sucedió lo mismo con su madre, también infectada con el
VIH.
Cuando se tornó evidente que Tyler no iba a sobrevivir, la mamá le
habló de la muerte. Lo consoló diciéndole que ella también iba a morir
y que pronto estarían juntos en el cielo. Pocos días antes del deceso,
Tyler hizo que me acercara a su cama del hospital para susurrarme:
— Es posible que muera pronto. No tengo miedo. Cuando muera
vísteme de rojo, por favor. Mamá me prometió venir al cielo. Cuando
ella llegue yo estaré jugando y quiero asegurarme de que pueda
encontrarme.
“Nada, ni la muerte, puede separarnos del Amor de Dios”.
Él nunca nos abandona. Es un Dios cercano. Nos anima y abraza, para
darnos ánimo y sacar de nosotros lo mejor.
Hay muchas cosas que aun no comprendo y no creo que pueda
hacerlo.
¿Quién entiende las cosas de Dios? Él es Todopoderoso y ve más allá
de lo que nosotros podemos ver. Por eso decidí tratar de confiar, en
54
vez de comprender.
Confiaría en Dios, mi Padre, en medio de las tormentas.
Y es lo que he hecho a lo largo de mi vida.
***~~~***
¿Crees esto? Si lo creyeras, tu vida cambiaría. Serías feliz sabiendo
que Dios va contigo y te consuela y te da el Poder de hacer milagros
extraordinarios…
“…yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este
monte: "Desplázate de aquí allá", y se desplazará, y nada os será
imposible.” (Mateo 17, 20)
***~~~***
LA CARTA
En cierta ocasión me escribió un amigo con el que solía cartearme. En
aquellos días no existía el Internet y escribíamos cartas. Él pasaba por
múltiples dificultades y yo trataba de animarlo. Un día, en una de sus
cartas me dijo:
—No me hables más de Dios. Dios no necesita al hombre.
Me quedé pensativo, quería responder y no sabía cómo. No dejaba
de pensar:
—¿Por qué Dios necesita al hombre?”
Pasé toda la mañana buscando una respuesta aceptable sin
encontrarla. Por la tarde fui a una misa del lugar donde laboraba. Una
vez al año íbamos para agradecer a Dios sus beneficios.
Recuerdo que mientras iba a la Iglesia seguía buscando respuestas
para la inquietud de mi amigo. El sacerdote leyó el Evangelio y se paró
55
frente al estrado para la Homilía.
Entonces, súbitamente, dijo lo más sorprendente que pude escuchar:
—Muchos se preguntan si Dios necesita al Hombre. Y no encuentran
respuestas. Les diré por qué Dios necesita al hombre” …
Yo no podía creer lo que ocurría. Era sorprendente. Comparó al
hombre con la luna que refleja en las noches la luz del sol. Dios
necesita al hombre para reflejar su amor a los demás. Al terminar la
misa fui a la sacristía y le conté al sacerdote.
Quedó tan sorprendido que llamó a los que estaban cerca:
—Oigan, vengan a escuchar esto—. Y volví a narrar lo ocurrido para
sorpresa de todos.
***~~~***
UNA COMIDA CASERA
Un lunes salí del trabajo al medio día y me encontré que habían
cerrado algunas calles en protesta.
—Cuánto desearía una comida casera—, pensé casi sin darme cuenta.
Sabía que no podría llegar a casa para el almuerzo. Y me regresé al
trabajo.
En el camino hallé una monjita franciscana. De pie junto a la acera,
esperaba un taxi. Su convento quedaba justo detrás de mi trabajo y
me ofrecí a llevarla. Gustosa aceptó. Me preguntó por mi familia, el
trabajo. Le conté que iba a comprar comida rápida, porque las calles
estaban cerradas.
—¿Y por qué no viene al convento y almuerza con nosotras? —, me
invitó, con una amplia sonrisa. —¿Es en serio? —, pregunté 56
sorprendido.
—Por supuesto—, añadió ella. Y allí estaba yo, rodeado de estas
dulces monjitas, saboreando una deliciosa comida casera… ¡Justo lo
que deseé!
***~~~***
“Confía. Dios nunca defrauda”.
***~~~***
EL TAXISTA DE DIOS
De todas las historias que he publicado, ésta es la que más ha
impresionado a los lectores. La recogí en mi libro: “El Gran Secreto”.
Cada vez que voy a una emisora de radio, o a un canal católico de
televisión, me piden que la cuente. Y los efectos son asombrosos. Por
eso me animo a compartirlo también en este libro. Es un relato
extraordinario. El Buen Dios suele tenernos sorpresas inesperadas en
el camino. Nos acompaña siempre y nos cuida. Mi mamá lo
experimentó hace dos días.
Estaba en un supermercado y se sintió un poco indispuesta. Salió
para buscar un Taxi que la llevara a su casa y encontró una fila
enorme de personas que también esperaban uno. Entonces...
(Dejemos que ella nos cuente) le dije a Dios:
— Mándame un taxi que sea tuyo.
En eso un taxi que estaba al fondo pasó recto junto a la multitud y se
detuvo frente a mí.
— ¿A dónde va? — me preguntó el taxista, bajando la ventana.
57
— A la barriada El Carmen.
— Venga suba. Yo la llevo.
— Señor — le dije —, usted es muy afortunado, porque es un hombre
de Dios. Su taxi le pertenece a Dios. Acabo de pedirle a Dios que me
mandara un taxi de los suyos. Y, de repente, llegó usted.
El taxista me miró impresionado.
— Señora — me comentó —, no sé por qué, sentí el impulso de
avanzar. No recogí a ninguno de los que estaban antes. Vine directo
donde usted. Entonces sonrió.
— Mire lo que dice en la puerta—, dijo emocionado. Al lado mío, en
la puerta, había un letrero grande que decía:
“ESTE TAXI, ES DE DIOS”.
***~~~***
MILAGRO EN LA CARRETERA
Esta mañana nos emocionamos hablando con un amigo sobre el buen
Dios. No puedo evitar llenarme de alegría cada vez que hablo de Dios.
Él ha llenado mi vida de esperanza, me ha dado un motivo para seguir
adelante, cada vez que enfrento una dificultad… Es un padre
estupendo.
Cierta mañana salí atrasado hacia mi trabajo. Aceleraba el auto para
llegar temprano. En una calle encontré una camioneta que iba muy
despacio. La conducía un abuelito con su nietecita. Yo apurado y él
iba con una lentitud asombrosa. A veces la niña miraba hacia atrás y
me saludaba. Yo le sonreía y le devolvía el saludo. Necesitaba 58
pasarlos. Me dispuse a hacerlo cerca de una intersección cuando
sentí esta dulce voz que me decía: “Reza por ellos”. Reduje la
velocidad del auto y en lugar de rebasarlo, recé: “Señor, protégelos,
bendícelos, guárdalos de todo mal”.
En esa fracción de segundo un auto salió de la intersección a toda
velocidad, perdió el control en la curva y se estrelló de frente contra
la camioneta del abuelo. Fue un golpe estruendoso, violentísimo.
Me bajé del auto y corrí a auxiliarlos. Los vecinos del área también
salieron para ayudar. Fue impresionante, el auto quedó destruido,
pero ellos salieron ilesos. El que ocasionó el choque fue un joven de
19 años. Estaba completamente borracho. No se dio cuenta de lo que
hizo. Una señora me tocó el hombro. Me volteo y dice: —Dios lo
ama mucho. —¿Por qué dice eso? —, le pregunté. —Estaba afuera
de mi casa y vi cuando usted iba a rebasar el auto que chocaron. De
pronto se detuvo, no lo hizo. Ese choque era para usted. ¿Qué
ocurrió?
—Recé—, le respondí sorprendido por lo que me decía, y
comprendí—. Me detuve a rezar por ellos. Al hacerlo se salvaron y
me salvé también. La oración nos salvó a todos.
Un amigo me dijo hace mucho: “No es lo mismo hablar de Dios, que
experimentar a Dios. Debes sentir su presencia, vivir su amor”. Me di
cuenta de que tenía razón. Dios te da un tesoro que muchos buscan
en lugares equivocados. Cuando lo encuentras, te hace feliz. Dios no
te quita los problemas, pero, en su amor infinito por ti, te fortalece
con las gracias que necesitas y te llena de paz y serenidad.
Ahora vivo mi vida como siempre quise, en la presencia de 59
Dios. Escribo, disfruto a mi familia, y aprendo a ver la creación como
un gran Regalo que se nos ha confiado.
Cada mañana me levanto y mis primeras palabras son: “Gracias
Señor”.
¿Por qué?... Como decía santa Clara de Asís, “por haberme creado”,
y yo continúo: “por la vida, por ser mi Padre, por mi familia, por la fe,
por tu hijo, por la creación”.
Luego salgo y me siento fuera de la casa. Cierro los ojos y escucho a
los pajaritos.
¡Qué maravilla! “Gracias Señor”.
***~~~***
La vida en sí misma es
un milagro de amor.
***~~~***
NUESTRA MADRE
Una tarde me llamó esta joven profundamente impresionada. Había
tomado la decisión de seguir a Jesús, cambiar su vida, pero veía que
todo marchaba igual y las cosas no mejoraban para ella. Algo molesta
le inquirió: “Lo he dado todo por ti. ¿Qué harás por mí?” Se le ocurrió
escribirle una carta a la Virgen Santísima. La hizo circular por internet
entre sus amigas, como un medio de Evangelizar. El día siguiente
ocurrió. Llegó la respuesta de la Virgen. ¡Fue impresionante!
Se montó en su auto y bajo la alfombra encontró un folletito que
alguien olvidó. Era un poco viejo. Se estacionó para leerlo. Y empezó
a llorar, de felicidad y por la gran impresión que le causó. Era como si 60
la Virgen le hablara y conociera sus problemas y angustias, el
desánimo que la aquejaba.
Quince minutos a los pies de mi Dulce Madre, María Auxiliadora.
“Hija mía, a quien amo tiernamente, ven a mi lado a conversar
conmigo unos instantes; reposa tranquila sobre mi corazón y olvídate
por un momento de las penas de la vida.
Mírame… soy tu Madre… ¿No descubres en mis miradas mi intenso y
tierno amor?
¡Pobre hija mía! No temas, acércate a mí… Por grandes que sean tus
pecados y por más que hayas sido ingrata conmigo, no te desecharé,
antes bien, te miraré con más compasión… y mis amores, cuidados y
ternuras maternales, serán hija querida, el medio para que te
entregues por completo a mi Divino Hijo. Dime… ¿qué te aflige? ¿Cuál
es la pena que más tortura tu corazón? Yo puedo aliviarla… ¿Por qué
te veo a veces tan decaída y falta de ánimo? Es que tus miserias te
confunden y tus constantes recaídas te hacen desfallecer. No te
desalientes, recuerda que el Reino de los Cielos se gana a costa de
continuo trabajo.
Piensa que los santos no se hicieron tales en su momento, sino
después de muchos combates. No te turbes… en lugar de dar cabida
al desaliento levanta los ojos al cielo y llámame. Yo acudiré en tu
auxilio, sí… y curaré tus heridas. Enjugaré tus lágrimas, te revestiré de
valor y te ayudaré a seguir adelante.
¿Sabes hija mía cuál es la causa de tu poca o ninguna virtud y de esas
recaídas que tanto te preocupan? No es otra, sino que te olvidas de
mí.
61
Si tú me invocaras con frecuencia, saldrías victoriosa en tus combates
y tuvieras ya muchísimos méritos para el cielo.
Tú no te acuerdas de mí… pero yo no te he olvidado… y aun cuando
no me llames, velo por ti con solícito empeño a toda hora. ¿Quién sino
yo te libro en tantas ocasiones del peligro que te amenazaba?
Recuerda pobre hija tu vida pasada y verás claramente que, sin mí,
hubieras sido presa del enemigo infernal, quien furioso contra tu
alma, quiso perderla. Recuerda una por una las diferentes etapas de
tu existencia y no descubrirás en ella más que cuidados, amor,
bondades y ternuras del corazón de tu Madre que te amó desde antes
que nacieras. Y si te cuidé aún si no conocías el peligro,
¿Cómo crees que te abandonaré ahora que me llamas en medio de
tus angustias? No querida hija, yo no te dejaré sola. El Buen Dios
quiere hacerte una santa, pero desea de tu parte, la constancia en el
trabajo y la oración.
Pide mucho, mucho, hija mía… no vaciles en pedir, recuerda que la
oración perseverante penetra los cielos y se convierte un suave rocío
de bendiciones y gracias…”
“Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible.”
(Mateo 19, 26)
EN UN CONFESIONARIO
No me hago ilusiones. Me sé pecador, como otros, como cualquiera.
Esta es mi condición: soy hijo de Dios y a menudo camino con el alma
manchada, sucia, pestilente. Aun así, me considero afortunado. Las
gracias sobreabundan, para los que quieren recibirlas. Por eso suelo
confesarme cada quince días. Sé que el más leve pecado ofende a
Dios, lo entristece. Y yo quiero tenerlo contento. También me duelen 62
mis pecados. Sé que Dios nos quiere santos, porque desea vernos
felices. Sabe que los santos, por la gracia que portan, son
inmensamente felices. Viven cada instante en la presencia de Dios. Lo
saben a su lado, en ellos. Esta certeza les da la serenidad y la fortaleza
que necesitan para compartir sus experiencias y seguir adelante.
Sorprende el Amor que Dios les da, para amar y vivir el Evangelio.
Pero, ¿quién puede ser santo en estos días? Un sacerdote amigo me
dijo estas palabras consoladoras: “Santo no es el que nunca cae, sino
el que siempre se levanta”.
Lo he pensado mucho. Trato de levantarme cada vez que caigo y le
pido al buen Dios me conceda la gracia de su Amor.
Sé que, teniendo su amor, será más difícil que caiga. El que ama hace
lo correcto, lo que le agrada a Dios. Ese amor lo guarda y protege. Le
muestra el camino y lo ayuda a perseverar. Cuando amas a Dios no
quieres ofenderlo, sino amarlo más. Vives “pedacitos de cielo”
estando en la tierra.
Un amigo que encontré en la fila del banco hace unos días me dijo
emocionado: “Me he encontrado con Dios. Decidí cambiar mi vida.
Hice una confesión sacramental que me liberó de mis cargas. Fue
como si tomara una piedra enorme, muy pesada y me la quitara de
los hombros. ¡Qué alivio!”. No es el primero que me lo comenta. He
sabido de muchos que vivieron alejados de Dios, por años. La tristeza
de sus pecados les consumía. Hasta que llegó el día de la gracia. Se
confesaron con un sacerdote y empezaron una nueva vida. Les
comprendo perfectamente. Es increíble lo que ocurre en cada
confesionario. Un sacerdote y un penitente. Y Jesús en medio,
consolando, abrazando, diciéndote emocionado: “Eres especial para
63
mí. Y te amo desde una eternidad”. Lo que me ilusiona de cada
confesión es saber que limpio mi alma, que Dios me perdona y olvida
todo el mal que hice. Haz la prueba. Es una gran oportunidad que se
te brinda.
***~~~***
Estas palabras pronunciadas por el sacerdote me llenan de júbilo y
agradecimiento: “Tus pecados han sido perdonados. Vete y no
peques más”.
Salgo del confesionario renovado, feliz, con el alma limpia, agradecido
por esta nueva oportunidad de vida. Y le pido a Dios las fuerzas, la
gracia que necesito, para no pecar más.
***~~~***
No tengas miedo, no permites que nada te aflija. Dios va contigo aún
en esos momentos de dolor y adversidad. Nunca estás solo. Confía
ten fe. Y conocerás su Poder, Grandeza e inmenso Amor.
“No temas, pues yo estoy contigo; no mires con desconfianza, pues
yo soy tu Dios; yo te he dado fuerzas, he sido tu auxilio, y con mi
diestra victoriosa te he sostenido.” (Isaías 41, 10)
64
CAPÍTULO CUATRO
CÓMO OBTENER UN MILAGRO
En la gracia, todo es posible.
EL GRAN SECRETO
He pasado la mayor parte de mi vida buscando la Verdad, tratando de
comprender el misterio de Dios. Sé que, con mis limitaciones 65
humanas, apenas veré un lejano reflejo de su amor y su poder y
majestad, pero esto bastará. Me ha dicho que al partir de este mundo
podré verlo en toda su plenitud. Espero con ilusión ese momento
maravilloso de estar en su presencia, frente a frente y poder decirle
“Gracias por todo lo que has por mí”.
He tratado de comprender y no ha sido fácil. Un día me senté a
reflexionar. Había muchas cosas que no comprendía, en realidad sigo
sin comprender la mayoría, por eso decidí aceptar la santa voluntad
de Dios, que es perfecta. Confiaría en lugar de cuestionarlo todo. Sin
embargo, había algo que me molestaba profundamente. ¿No has
notado que algunas personas parecen obtener de Dios todo lo que le
piden con una facilidad asombrosa mientras otros la pasan mal? Esta
inquietud me carcomía por dentro. Tiene que existir un motivo, me
dije. Conversé con sacerdotes, entrevisté personas estudiosas de la
fe, hablé con seminaristas y con los humildes que pudieran darme una
respuesta.
Fui un iluso, pensé que con mis razonamientos y mi lógica humana
podría descifrarlo. La lógica de Dios nos transciende porque es eterna
y Él es amor. Nosotros no dejamos de ser simples mortales, seres
temporales en este mundo, con un alma inmortal.
Perdí meses tratando de comprender a Dios, comprender el misterio.
Y fue inútil. Había olvidado que las respuestas suelen estar en la santa
Biblia. Si quieres que Dios te hable, lee la Biblia. Los entendidos nos
dicen que cuando rezamos hablamos con Dios y cuando leemos la
Biblia Él nos habla en su infinita Misericordia y Poder.
Un domingo en misa ocurrió. Estaba escuchando el Evangelio y de
pronto sentí que de mis ojos caían unas pesadas vendas y pude 66
entender en una fracción de segundo. Apenas lo creía. Allí tenía la
respuesta justo frente a mí. Allí estuvo todo el tiempo y yo ciego no
la vi. Fue una especie de epifanía. Un momento inolvidable, único,
maravilloso. Podía ver. Podía comprender. Me sentía como aquel
ciego sentado a la orilla del camino en Jericó. Cuánta emoción al
enterarse que Jesús pasaba justo por allí.
“Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de
David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que
se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión
de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego,
diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.» Y él, arrojando su manto,
dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»
Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista
y le seguía por el camino." (Marcos 10, 47 -52)
Yo había recobrado la vista y podía ver lo que antes me estaba
vedado. Un mundo que no comprendía cobraba colores y vida. Y todo
tenía sentido.
Pensé en esa fracción de segundo en estas palabras de la Escritura:
“Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan
en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán.” (Juan 15, 7)
Casi lloro por la emoción, por ese regalo que Dios me daba, la gracia
de poder comprender sus misterios. Aquella era la respuesta a tantas
inquietudes, a meses de búsqueda infructuosa. Todo estaba en el
amor que Dios nos tiene y nos da de acuerdo a nuestros esfuerzos y
nuestra fe. 67

Ahora me tocaba descifrar lo que se me decía:


“Mientras ustedes permanezcan en mí. Y mis palabras permanezcan
en ustedes”.
Recordé al instante lo que había leído: “Somos templos de Dios. Él
habita en nosotros”.
¡Santo cielo! Todo es gracia. Si perdemos la gracia con el pecado, lo
perdemos todo.
No tuve que probas esta promesa como había hecho con otras. A
estas alturas de mi vida lo sabía: “TODAS las promesas del Evangelio
se cumplen a cabalidad”.
Haz tú la prueba y quedarás maravillado por el amor infinito de Dios
y su gran bondad con la humanidad. Con razón Jesús insistía tanto:
“Pedid y se os dará”.
Gracias buen Jesús por amarnos tanto.
LA GRACIA SANTIFICANTE.
Nuestra libertad de elegir, es lo que nos acerca o no aleja de Dios, es
lo que le permite a Él ayudarnos cuando más lo necesitamos, cuando
con el corazón contrito y arrepentido le buscamos.
Qué no les concederá Dios a sus hijos, que tanto ama y que procuran
vivir en su presencia.
La gracia santificante es como el cordón del teléfono que nos permite
recibir la señal que nos comunica con Dios. Desconectas el cordón y
no hay forma de llamar a nadie.
Es como un castillo lleno de tesoros, que debemos custodiar y
68
proteger de los invasores. En cada torre colocaremos un defensor. En
la primera: la oración, en la que sigue, los sacramentos; en la tercera
a María Auxiliadora, en la cuarta, nuestra fe y confianza en el Padre
celestial y en la quinta, la Palabra de Dios.
1. Chiara Lubich escribió: “No podemos vivir sin respirar y la
oración es la respiración del alma, la expresión de nuestro
amor a Dios”.
¿Cómo no orar cuando sabemos que es hablar con Aquél que
nos ama sobre todas las cosas? Hay que orar porque somos
débiles. Jesús se lo dijo a sus apóstoles: “Estén despiertos y oren
para no caer en la tentación; pues el espíritu es animoso, pero la
carne es débil” (Mc14, 38).
2. Los sacramentos son nuestro alimento espiritual por
excelencia, nos devuelven la vida, y nos llenan de Dios... sobre
todo la Eucaristía. Recibir a Jesús Sacramentado cada mañana es
lo más hermoso que puedes hacer. Te conviertes en un sagrario
vivo para llevar a Jesús a los demás.
3. María es nuestra Madre. ¿Qué no hará por sus hijos? Invócala
siempre y te ayudará. Ella intercede siempre por nosotros y vela
por nuestro bienestar, físico y espiritual.
4. Nuestra fe es un guardián excelente. El hombre de fe no teme,
no duda, no está triste, confía en la Providencia y se abandona
en las manos de Dios.
Señor, tú lo sabes todo.
Conoces mi debilidad.
Enséñame a confiar,
a no dudar nunca de ti. 69

Y dame la gracia,
de poder consolar,
a cuantos se acerquen
necesitados, a mí.
5. Con la Palabra conocemos a Dios, aprendemos a amarlo,
escuchamos su voz, y recibimos gracias abundantes como: el
valor, la fe, la confianza en Dios.
San Juan Crisóstomo era ya un anciano cuando lo enviaron al exilio.
Antes de partir dijo estas palabras que aún resuenan en nuestros
corazones: “Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Él me ha
garantizado su protección. No es en mis fuerzas que me apoyo.
Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi
seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo
entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es
mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice?
“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las
olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una
tela de araña”.
El demonio hará todo cuanto pueda para derribar este castillo y
tomarnos prisioneros, tenernos en el infierno una eternidad, alejados
de Dios.
Como sabe que a Dios le agrada consentir a sus hijos, llenarnos de
regalos, y se alegra con nosotros; se esmera en conocer nuestras
debilidades para atacarnos sin piedad.
***~~~***
70

NUESTRA DEBILIDAD
¿Sabes cuál es nuestra mayor debilidad?
El desaliento.
Lo he visto cientos de veces. Personas que han dejado de perseverar
en la fe, por el desaliento.
Ya Santiago había escrito de ello, con estas palabras alentadoras:
“¿Hay entre ustedes alguno desanimado? Que rece”. (Stgo 5, 13)
La oración es el gran remedio.
Nos ayuda a recuperar las fuerzas que hemos perdido, nos devuelve
la alegría de vivir.
***~~~***
Nunca pierdas la esperanza.
***~~~***
¿El secreto? Ha dejado de serlo.
“Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan
en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán”. (Jn 15, 7)
Basta la gracia.
Vivir en la gracia de Dios, permanecer en su presencia amorosa,
comportarnos como hijos suyos: “amando”.
Y si has perdido la gracia en el camino, si vives en pecado, hay una
forma muy sencilla de recuperar ese tesoro inmenso... busca un
sacerdote y has una buena confesión.
Saldrás renovado y nuevo.
¿Te das cuenta? Todo es más fácil después de haber rezado.
***~~~***
EL IDIOMA DE DIOS
71
Solía pensar que el idioma de Dios era la oración. Ese hablar amoroso
y tierno con el Padre. A los años, he comprendido que estaba
equivocado. La oración es el medio, como decía el padre Pío:
“La oración es la llave que abre el corazón de Dios”.
Dios es Amor, por tanto... el idioma de Dios, es el amor.
Si hablaras en el amor, Él te escucharía.

Hay tantos cursos para aprender otros idiomas: inglés, japonés,


francés... Y vemos multitudes estudiándolos, con el afán de
comunicarse.
Ahora, es tiempo de aprender el amor. Amar a Dios y al prójimo.
Comunicarnos con Dios.
Los santos prefirieron estudiar y vivir el amor, este idioma insondable
del Buen Dios. Por eso fueron amigos de Dios. Reconocieron su Amor,
en toda la creación. Hablaban con Dios, como se habla al Padre,
cotidianamente, con familiaridad. Y vivían envueltos en su
Misericordia y su Ternura.
Un amigo me preguntó una vez:
“¿Por qué Dios favorece tanto a los santos?”
La respuesta es muy sencilla:
“Porque amaron mucho”.
También me han preguntado:
“¿Por qué Dios no me escucha?”
Y yo respondo con otra pregunta:
“¿Escuchas a Dios?”
“¿Vives en su presencia amorosa?”
El mismo Dios nos ayuda y orienta con su Palabra.
Ahora lo sabes: “El que ama tiene presencia de Dios”.
***~~~***
72
LA GRACIA
¿Has sentido últimamente la presencia de Dios? Es como un suave
aleteo en el alma. Sabes que es Él. Dios que pasa. Y te deja una paz
inimaginable. Una alegría inmensa. Ansias de conocerlo más y vivir en
la cercanía de Dios.
Recuerdo siempre con afecto a aquel amigo mío al que encontré un
día en la iglesia.
— Hace mucho que no vengo —miró a su alrededor—. Se respira una
gran paz.
— Es por eso que vengo siempre que puedo —le respondí—. Es la paz
que sólo da Dios.
Conozco muchas personas que se esfuerzan por vivir en la presencia
de Dios. No siempre es fácil. Pero es muy gratificante. Dios es
maravilloso.
Más que nunca, el mundo necesita personas que se atrevan a vivir el
Evangelio. Ejecutivos. Obreros. Taxistas. Profesores. Estudiantes.
Hombres y mujeres que sean santos en la vida cotidiana, con la
naturalidad que sólo da el amor. Personas que pongan su confianza
en Dios, que sean amigos de Dios. ¿Te gustaría ser uno de ellos?
¿Cómo comprender a un artista,
si no sabes de pintura?
¿Cómo comprender a un músico,
si no sabes de música?
¿Cómo comprender a Dios,
si no sabes amar?
***~~~***
Siempre recuerdo con afecto aquel amigo que me acompañó una
tarde al Hogar de las monjas de la Caridad, de la Madre Teresa.
Llevamos alimentos y una alegría que se desbordaba en nuestras
73
miradas.
Al regresar, mientras conducía, con lágrimas en los ojos, me decía mi
amigo, emocionado como un niño:
— ¿Qué es esto? ¿Por qué me siento tan feliz?
—Es la alegría de dar —le respondí.
Un profundo silencio y una emoción tan grande, nos acompañaron
durante el camino. Era la presencia de Dios.
***~~~***
¿QUÉ AGRADA A DIOS?
A veces pienso esto: ¿Qué agrada a Dios de los que estamos llamados
a la santidad?
La humildad. Tal vez por eso san Agustín decía: “Si quieres ser santo,
sé humilde. Si quieres ser más santo, sé más humilde. Si quieres ser
muy santo, sé muy humilde”. Esta es una gracia especial difícil de
cultivar... Sé por experiencia que cuando queremos y no podemos, el
buen Dios provee lo medios.
¿Qué más le gusta a Dios?
Que confiemos.
Dios se pone feliz cuando confiamos en Él.
Si tan solo confiáramos un poquito más, tendríamos más serenidad,
más presencia de Dios en nuestras vidas.
** *
Señor, enséñame a confiar en ti.
Dame la gracia de saberte cercano,
presente en mis hermanos.
***~~~***

LO QUE QUIERO DE DIOS 74

A mi edad, la vida cobra diferentes significados. He visto a mis hijos


nacer, he visto a mi padre partir. He leído muchos libros y escrito
otros. He sembrado árboles. Y en ocasiones, he sentido la presencia
viva de Dios en mi pequeño corazón.
Cada vez que voy a comulgar, miro a Jesús en esas hostias blancas,
hermosas, consagradas, consagradas, y le repito a Jesús una y mil
veces que le quiero, que soy feliz sabiendo que es mi amigo. Su
amistad me ha acompañado a lo largo de mis días. Sé que está
conmigo, como está contigo.
De niño, mi mayor deseo era ser santo, tener contento a
Jesús. Recuerdo una dulce monjita a la que le conté y me preguntó:
“¿Y ahora?”. “Ahora más”, le respondí. “Pero cometo tantos
errores…”.
Vivimos de la gracia, nos sostiene el Amor infinito del Padre. Me doy
cuenta de lo pequeños que somos y lo grande que es Dios. Y me
encanta saber que soy su hijo, que somos sus hijos y, por tanto,
hermanos.
Siempre he sentido que esta búsqueda de Dios es como escalar una
montaña.
Suelo rodar cuesta abajo, pero persisto y empiezo a escalar de nuevo.
Y mientras escalo pienso: “Debo esforzarme, amar más. Amaré al que
me hizo daño, al que no me comprende, al que me ama”.
La vida es tan corta que vale la pena gastarla en algo más grande que
nosotros, en alguien: “Dios”. La vida es para ser vivida. Hemos venido
a este mundo para ser felices, para amar.
Me han dicho que debemos ser como un reflejo, un eco del amor de
75
Dios, llevarlo a los demás. Yo pienso que Dios espera que demos el
primer paso, anhela una pequeña gota de nuestro amor. Le encanta
saberse amado por sus hijos.
Dios espera lo que podemos dar, para multiplicarlo y convertirlo en
algo extraordinario. Con su Amor, podremos amar
desinteresadamente, amar por el puro hecho de saber que el otro es
mi hermano. Es Dios, no nosotros, la respuesta. Es su Amor, no el
nuestro, el que traerá la paz. Es su gracia la que transformará nuestras
vidas. Si un día Jesús me preguntara: “¿Qué quieres Claudio? ¿Qué
puedo darte? Le respondería sin dudarlo: “Te quiero a ti buen Jesús,
porque teniéndote, lo tengo todo”.
***~~~***
“Aquí estoy…”
***~~~***
SOY ESPECIAL PARA DIOS
Hay un pensamiento del Padre Fernando Pascual que me encanta. A
menudo medito en él:
“Soy un deseo, un sueño de Dios.
He salido de sus manos,
vivo gracias a su aliento,
sueño porque Él me sueña primero.
Cada latido de mi corazón,
cada movimiento de mis pulmones,
cada reflexión que pasa por mi alma,
son posibles desde ese inmenso,
misterioso, paterno, amor de Dios”.
* * *
La tristeza no cabe en el alma del que vive en la presencia y la gracia
76
de Dios. Estas personas respiran serenidad, paz interior, seguridad.
Se saben amados por Dios. Siguen sus preceptos y sus caminos con
alegría y paz, confiando en la Providencia y el Amor del Padre, a pesar
de todo y de todos.
Santo Tomás Moro, antes de ser ejecutado, por su fidelidad al
Evangelio, le escribió una carta a su hija. Es un testimonio vivo de fe y
confianza: “Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por
mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme
que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos
parezca, es en realidad lo mejor. Aunque estoy convencido, mi
querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que
merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento
dejaré de confiar en su inmensa bondad”.
* * *
Un sacerdote me dijo una vez: “Que de ti se diga: pasó por el mundo
haciendo el bien”.
Seamos recordados porque iluminamos al mundo, llevando al Niño
Jesús en nuestro corazón.
Porque tuvimos caridad.
Porque amamos a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos.
***~~~***
SER ESCUCHADOS
¿Quieres que Dios te escuche? ¿Te gustaría tener la certeza de ser
escuchado? Entonces debes hablar su idioma. Me encanta leer a
Isaías, porque nos da una clave importante, para que Dios nos
escuche.
“¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir
en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante
77
no te apartes? Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se
curará rápidamente.
Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces
clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: “Aquí
estoy”. (Is. 58, 7-8)
* * *
Confía, ten fe y Dios hará lo demás.
***~~~***
Tu estado de gracia
es un “TESORO”
que debes custodiar.
***~~~***
CUANDO LLEGA LA TENTACIÓN
Hay días en que ronda la tentación. ¿Lo has notado? Surge la tentación Y
casi sin damos cuenta, un pensamiento te lleva al otro y cuando acuerdas
estás en medio de una tormenta. Entonces actúa la conciencia y nos
indica el camino correcto. En días así me agrada leer el libro “La Imitación
de Cristo”, de Tomás de Kempis. Es el libro que tenía mi papa en su
cabecera la mañana que murió. Un libro subrayado en tantas páginas que
lo impresionaron. Desde entonces lo leo, pensando en él. También me
gusta pensar: “Si pierdo la gracia, lo pierdo todo”.
Suelo pensar que andamos en desventaja. Luchamos contra algo que no
vemos. Y nos defendemos con la gracia que tampoco vemos. Pero
también es un experimentar la dulce presencia de Dios. Confiar en su
Palabra. Y creer, a pesar de todo.
Solía decirme que lo justo sería poder ver a nuestro enemigo, al asesino
de las almas que ronda por el mundo. Verlo y enfrentarlo cuerpo a cuerpo.
Acabar de una vez por todas con él.
A los años concluí que Dios nos priva de ver ciertas cosas que no 78

soportaríamos. Cuentan que santa Teresa casi muere de espanto al ver un


alma en pecado mortal. Y los santos que han visto al malulo narran lo
desagradable que es.
Hay días en que roda la tentación y me vuelvo a cuestionar. Lo pregunto
todo. Me gustaría saber el porqué de las cosas. Entonces me llega la voz
dulce de nuestro señor, una voz que apacigua el alma y me dice: “¿Por
qué te perturbas? Mi gracia te basta”.
Es tanta su ternura, su amor que todo lo envuelve.
Mi conclusión siempre es la misma: “Es verdad Señor, me basta tu
gracia”.
Y retorno al camino, más confiado y seguro.
***~~~***
Ahora lo sabes, en la gracia
ocurren los milagros.
***~~~***
“Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios,
que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará. Pero
que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al
oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte”.
(Santiago 1, 5-6)
CAPÍTULO CINCO
CUANDO NOS FALTA LA FE

¿DÓNDE ESTÁ TU FE?


En la vida de Jesús hay dos pasajes que me encanta. Es sobre la fe, la
serenidad, el sabernos seguros con Jesús. El primero tiene que ver con
la inseguridad y poca fe de los apóstoles en sus inicios.
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“Un día subió Jesús a una barca con sus discípulos y les dijo:
“Crucemos a la otra orilla del lago”. Y remaron mar adentro. Mientras
navegaban Jesús se durmió. De repente se desencadenó una
tempestad sobre el lago y la barca se fue llenando de agua a tal punto
que peligraban. Se acercaron a Él y lo despertaron.
“Maestro, Maestro, ¡estamos perdidos!” Jesús se levantó y amenazó
al viento y a las olas encrespadas; se tranquilizaron y todo quedó en
calma. Después les dijo: “¿Dónde está su fe?” Los discípulos se habían
asustado, pero ahora estaban fuera de sí se decían uno al otro:
“¿Quién es éste? Manda a los vientos y a las olas y le obedecen”. (Lc
8, 22-25)
La fe es esencial para vivir como hijos de Dios, reconociéndole por
Padre y Creador. Nos ayuda en esa unión íntima con el Padre.
El segundo relato me toca más hondamente pues soy padre de 4
hijos. Este hombre se acercó a Jesús para pedirle un milagro. A Jesús
le encanta su honestidad y le concede lo que pide.
“Entonces Jesús preguntó al padre: «¿Desde cuándo le pasa esto?»
Le contestó: «Desde niño. Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego
y al agua para matarlo. Por eso, si puedes hacer algo, ten compasión
de nosotros y ayúdanos.» Jesús le dijo: «¿Por qué dices "si puedes"?
Todo es posible para el que cree.» Al instante el padre gritó: «Creo,
¡pero ayuda mi poca fe!»” (Marcos 9)
El hombre de fe no teme. Sabe que está en buenas manos. Que Dios
vela por él. Bien lo dijo Jesús: “TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE”.
Pero, ¿qué es la fe? San Pablo escribió: “La fe es como aferrarse a lo
que se espera, es la certeza de las cosas que no se pueden ver”. (Hb
11, 1) También nos indicó algo importantísimo: “sin la fe es imposible
agradarle, pues nadie se acerca a Dios si antes no cree que existe y
que recompensa a los que lo buscan”. (Hb 11, 6)
80

***~~~***
¿QUÉ DEBO HACER?
Hoy, cuando salí del trabajo, me sentí un poco apesadumbrado. ¿Te
ha ocurrido? La verdad es que vivimos en un mundo tan violento que
es difícil vivir la santidad.
Siempre encuentras personas que desean hacerte daño. Las
tentaciones abundan, los malos ejemplos sobreabundan. Pareciera
que ya no hay fe y que todo está perdido.
Generalmente, cuando me siento así, busco a un sacerdote. Suelo
confesarme y pedir su consejo. Iba reflexionando en esto, camino a
la Iglesia: “¿cómo entrar al Paraíso?”
Encendí la radio y sintonicé una emisora católica en la que oraban con
este salmo:
“Señor, ¿quién entrará bajo tu tienda
y habitará en tu montaña santa?
El que es irreprochable y actúa con justicia,
el que dice la verdad de corazón
y no forja calumnias;
el que no daña a su hermano
ni al prójimo molesta con agravios”.
Dios me estaba hablando, como nos habla a todos en la Biblia. Pero
esta vez me hablaba directamente a mí. Me mostraba el
camino. Respondía mis preguntas. ¿Qué me decía Dios? Que
debemos actuar con justicia, que hay que decir la verdad de corazón
y no dañar ni desear mal a los demás.
Dios es amor y debemos seguirlo sin miedos. Por eso San Agustín
repetía: “Ama, ama bien, y luego haz lo que quieras, porque quien
81
ama verdaderamente a Dios, no será capaz de hacer lo que a Él le
desagrade y en cambio se dedicará a hacer todo lo que a Él le agrada”.
Pero, somos tan débiles... ¿Quién podrá lograrlo? ¿Cómo perdonar
tantas ofensas con que nos lastiman a diario? ¿Cómo voy a
reconciliarme con mi hermano? No te desanimes. Si tu vida de
pecados te aleja de Dios, entonces es tiempo de enmendarte. Inicia
un nuevo camino, el que lleva al Padre.
Dios te ama. La verdad es que ha enloquecido de Amor por nosotros.
¿Cómo voy a superar mis debilidades? Tienes tantas dudas. Y es que
este mundo te enseña a dudar. Sin embargo, los cristianos tenemos
la gracia sobrenatural y el amor de Dios, que está por encima de todo.
Y, para fortalecerme, ¿qué puedo hacer?
La Eucaristía es la fuente de la que recibirás el agua viva, que es
Jesús. Por eso la comunión diaria es tan importante en nuestros
tiempos.
¿Hace cuánto que no recibes el abrazo tierno de Jesús? ¿Cuántos años
llevas, sin recibir lo en la santa Comunión? ¿No sientes cómo arde tu
corazón cuando pasas frente a una Iglesia donde está Jesús
Sacramentado? Él es el pan vivo que ha bajado del cielo para ti.
Frente a mi casa se ha mudado el Opus Dei. Tienen una hermosa
capillita con un sagrario. Suelo asomarme desde mi ventana para
verlo y que Él me vea. Está allí, verdaderamente, como en todos los
sagrarios del mundo entero. Por eso cuando me preguntan quién es
mi vecino, les respondo: “Mi vecino se llama Jesús”.
¿Y cómo recupero la paz?
Camina por el sendero del bien. Participa con entusiasmo en los
apostolados de nuestra santa Madre Iglesia. Anima a los sacerdotes.
Trabaja por el Reino y la salvación de las almas. A veces pensamos
demasiado en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás.
82
Sor María Romero, Hija de María Auxiliadora, lo sabía bien, por eso
anotó en su diario espiritual:
“¡Gastar el tiempo en servicio de Dios y bien de las almas! ¿Acaso
puede haber ocupación más provechosa para una vida tan corta como
la presente?”
***~~~***
LA GRATUIDAD
Nos encontramos frente a la gratuidad de Dios. Todo lo da porque le
place hacerlo. No es algo que ganemos con nuestros méritos. No lo
merecemos ni somos dignos. Nuestro Padre lo hace por amor.
Dice el refrán que “el amor con amor se paga”. Pero es tanto lo que
nos ama Dios y lo que nos concede, que nuestra vida nunca será
suficiente para retribuirle. Aun sabiendo esto, y que no somos
merecedores, se complace en darnos cuanto le pidamos.
— Eres mi hijo —nos dice conmovido —. Te he amado desde la
eternidad.
Y nos extiende la mano con la esperanza que aceptemos acogernos
en su Amor de Padre.
Dios es maravilloso.
“Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer
al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo
nunca me olvidaría de ti”. (Isaías 49, 15)
***~~~***
Dios mío, enséñanos a conocerte, a tener confianza en tu Palabra, a
comprender que tu voluntad es que seamos felices, en este mundo y
83
en el Paraíso.
***~~~***

HABLANDO CON DIOS


Dios nos habla de muchas formas. Hace unos días visité la librería San
Pablo. Tan pronto entré, la cajera me llamó para decirme:
“Por la mañana vino un señor y estuvo leyendo sus libros. Me contó
que había sufrido un derrame y que al salir de la convalecencia sintió
un deseo muy grande de recobrar su fe, y reconciliarse con Dios.
Preguntó si usted tenía algún libro que lo ayudara en este camino”.
Me pareció tan claro el mensaje que me decidí a escribirlo. Desde
entonces ha dado vueltas en mi cabeza esta sugerencia: hablar de la
fe, el reencuentro amoroso con el Padre bueno, el camino que
debemos andar para encontrarlo.
Sé que te encuentras en un momento decisivo. Tuviste una
experiencia muy fuerte. Deseas cambiar, y no sabes cómo hacerlo.
Santa Eufrasia decía: “Un alma vale más que un mundo”. Y es verdad.
Tu alma vale demasiado a los ojos de Dios. Por eso te llama en este
momento a la conversión. Me has llamado por mi nombre, Señor,
para que pueda heredar la Vida Eterna. Dios es muy especial. Suelo
decir que le gusta consentir a sus hijos.
¿Perdiste o te falta la fe? No temas. Aún hay tiempo. Puedes
recuperarla, fortalecerla. Dios te dará los medios. Eres un ciudadano
del cielo. En tu corazón se conserva una pequeña llamita, como un
brasero. Sólo debes soplar con el arrepentimiento y ponerle ramitas
de esperanza. La fe es un Don de Dios, una gracia, y Él siempre te dará
una nueva oportunidad. Eres su mayor ilusión, su más grande alegría.
Dios es amor y te ama con locura infinita. Dios nos habla de muchas
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formas.
Sé que te encuentras en un momento decisivo. Tuviste una
experiencia muy fuerte. Deseas cambiar, y no sabes cómo hacerlo. Sé
lo que sientes porque lo he vivido. Y cientos de personas que conozco,
también. De pronto Dios sacude el árbol de tu vida, para que caigan
las hojas secas y vuelvas a florecer. Dios te devolverá tu dignidad
como hijo del altísimo. Te mostrará el camino. El resto te toca a ti.
¿Conoces la historia del hijo prodigo? Se parece mucho a ti y a todos
nosotros. Léela con atención, aunque lo hayas hecho antes. Ponte en
su lugar y emprende su viaje.
“Había un hombre que tenía dos hijos. El menor dijo a su padre:
“dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y el padre
repartió sus bienes entre los dos.
El hijo menor juntó todos sus haberes, y unos días después se fue a
un país lejano. Allí malgastó su dinero llevando una vida desordenada.
Cuando ya había gastado todo, sobrevino en aquella región una
escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Fue a buscar trabajo y
se puso al servicio de un habitante del lugar, que lo envió a su campo
a cuidar cerdos. Hubiera deseado llenarse el estómago con la comida
que daba a los cerdos, pero nadie le daba algo.
Finalmente recapacitó y se dijo: “¡Cuántos asalariados de mi padre
tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre! Tengo
que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: “Padre, he pecado
contra Dios y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame
como a uno de tus asalariados.”
Se levantó pues y se fue donde su padre. Estaba aún lejos, cuando su
padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse sobre su cuello y lo
besó. Entonces el hijo le habló: “Padre, he pecado contra Dios y ante
ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus
85
servidores: “¡Rápido! Traigan el mejor vestido y pónganselo.
Colóquenle un anillo en el dedo y traigan calzado para sus pies.
Traigan el ternero más gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta,
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba
perdido y lo hemos encontrado”. (Lc 15, 11-24)
Amigo, amiga, regresa a puerto seguro, recobra la fe. No demores
más. Éste es el momento apropiado. Regresa a tu Hogar, recobra la
fe, vuelve a disfrutar los pedacitos de cielo, que Dios te ofrece. Hoy
será el día más feliz de tu vida. Darás los primeros pasos, y
responderás el llamado de Dios. ¿Qué debes hacer? Confiar.
Solamente confiar y amarlo mucho, porque Él te amó primero. En su
Amor santificarás tus días y tu vida.
Hace tanto que no confío. ¿Podrá Dios perdonarme?
No sólo eso, sino que hará una fiesta y te pondrá las mejores
vestimentas, pues estabas muerto y has vuelto a la vida. Espero que
estas palabras te ayuden en tu búsqueda del Dios vivo y verdadero.
Cuando lo encuentres, tu recompensa será inmensa. Comprenderás
entonces que valieron la pena todos los esfuerzos y sacrificios. Sí,
valieron la pena.

***~~~***
DIOS TE AMA
Sé que tu vida, en ocasiones, no es fácil. ¿Quién tiene una vida
sencilla? La cruz nos acompaña. Los problemas no faltan. Sin
embargo, el buen Dios siempre ha sabido compensar tus esfuerzos,
dándote la gracia, las fuerzas, la alegría de vivir. Le complace saber
que lo buscas. Es un Padre amoroso y bueno. Te cuida. Te consiente.
Te conoce mejor que nadie.
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¿Piensas que nadie te ama? Dios te ama… desde la eternidad.
Suelo decir que, si Dios tuviera otro nombre, le llamaría “Ternura”.
Tengo la certeza que Dios ha estado presente en todos los momentos
de tu vida, acompañándote, velando por ti; llevándote de la mano
como a un niño pequeño. Dios nunca te abandona.
¿Has sentido alguna vez su presencia amorosa? Es como un suave
aleteo en el alma. Sabes que es Él. Dios que pasa. Y te deja una paz
inimaginable. Una alegría inmensa. Un amor que se desborda. Quedas
con ansias de conocerlo más y vivir en su cercanía.
Si me preguntas qué encontrarás en este libro, te respondería sin
dudarlo: “Tal vez, puede que encuentres la paz que tanto anhelas.
Todo depende de ti”.
Recuerdo con afecto aquel amigo mío al que encontré un día en la
Iglesia.
—Hace mucho que no vengo—reflexionó. Miró a su alrededor y dijo
admirado.
—Se respira una gran paz.
—Por eso que vengo, siempre que puedo —le respondí—. Es la paz
que sólo Dios nos puede dar.
Emprende ahora tu camino.
Dios te espera.
SER SANTO
Cuando el Papa Benedicto XVI era Cardenal, escribió estás palabras
que me ayudaron a vivir con más intensidad y alegría: “Ser santo no
comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede
ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida. La santidad
es el contacto profundo con Dios: es hacerse amigo de Dios, dejar
obrar al Otro, el Único que puede hacer realmente que este mundo
87
sea bueno y feliz”.
—Ser santo es ser amigo de Dios...
Reflexioné en ello, y me dije sorprendido: “Así de sencillo?” Fue como
si se levantase la neblina de un bosque. Vi el camino con tanta
claridad que me llené de una alegría sobrenatural. Y me sentí
inundado de paz y confianza, como cuando una represa se rompe y
sus aguas lo inundan todo. Mi alma flotaba en medio de aquella
inmensidad infinita del Padre. Mi vida era un buque que desplegaba
sus velas esperando el viento... que Él eligiera cuándo soplar, para
poder navegar mar adentro.
Decidí ser amigo de Dios. Aceptar en todo su santa voluntad. Sabía
que era lo mejor para mí.
En algún lugar leí que ésta era la perfecta alegría: “Abandonarse en
los brazos de Dios, confiados, sin temores”. Es un secreto de
espiritualidad que los grandes santos de nuestra Iglesia descubrieron.
A mi edad no me resultaba fácil. Debo reconocerlo. Tengo una
hermosa familia. Vida, mi esposa, nos cuida y atiende con esmero.
Dios nos ha confiado 4 hijos y una nieta... y, a pesar de estos tesoros
maravillosos, me lleno de inquietudes y dudas.
Cuando todos dormían, me levantaba de la cama, iba a la sala y en el
silencio de la noche le preguntaba: “¿Qué quieres de mí, Señor?”
Escuchaba en el silencio, otro silencio. Su voz era clara y transparente
como el cristal más puro. Un silencio profundo que cuesta
comprender.
Tenía meses llenando mi mente y mi corazón con cientos de
preguntas e inquietudes. ¿Te ha pasado alguna vez? Sientes tan cerca
la respuesta, el oasis, la calma, y no la puedes alcanzar. Su Palabra me
seguía por doquier: en el trabajo, el hogar, el auto. Su inmensidad me
sobrecogía.
88
Rondaba mi mente un salmo extraordinario, que me hacía reconocer
mi gran debilidad, mi pequeñez y su inmensa grandeza:
“Señor, tú me sondeas y me conoces;
Me conoces cuando me siento o me levanto,
De lejos penetras mis pensamientos;
Distingues mi camino y mi descanso,
Todas mis sendas te son familiares;
No ha llegado la palabra a mi lengua,
Y ya Señor, te la sabes toda.
Me envuelves por doquier
Me cubres con tu mano.
Tanto saber me sobrepasa;
es sublime y no lo abarco.
¿A dónde iré lejos de tu aliento,
a dónde escaparé de tu mirada?”
***~~~***
Me preguntaba a menudo esto mismo: “¿A dónde escaparé de su
mirada?” Porque no logramos comprender los designios de Dios. Él
hace lo mejor para nosotros. Pero no siempre es lo que esperamos,
porque nos cuesta comprender. Tal vez no estamos llamados a
comprender, sino a tener fe.
Al final comprendí que todo se basa en confiar. Abandonar las dudas
y confiar. Esta es la verdadera libertad. Desprendernos de todo y
quedar en sus manos. Lo he comprobado tantas veces. Cuando
buscamos a Dios, vivimos de la “gracia”.
Dios se complace en darnos señales abundantes de su Amor. Son
como pedacitos de cielo, que nos da a probar. Luego, al pasar los años
y madurar, nos tocará vivir de la fe. Son los años de la confianza pura.
89
Confiar en la adversidad. Seguir adelante, aunque no veamos el
camino. Perseverar en la oración, aunque no tengamos respuestas.
Saber que Dios ésta con nosotros, aunque no lo sintamos.
***~~~***
Por Internet conocí a un sacerdote que estaba muy enfermo. Me
encontré con él una de esas noches de desvelo en que buscábamos a
Dios. Me contó la gravedad de su enfermedad. Por un mes nos
encontramos noche tras noche. A veces faltaba a la cita dos o tres días
y se disculpaba explicándome que había pasado en el hospital. Una
noche dejó de aparecer. Nunca regresó. Tenía tan claro lo que Dios
le pedía en esos momentos finales de su vida, que sus palabras te
impactaban y te enternecían el alma. Recuerdo que una vez le
pregunté: “¿Qué es lo que más te ha gustado de tu sacerdocio?” Vi
una palabra aparecer en la pantalla de mi computador: “Consolar”.
Dios le pedía confianza. Fidelidad. Alegría. Él le daba más, siempre, a
pesar de todo... y se entregaba a sí mismo.
Me nació del alma esta pequeña oración, por nosotros, que tanto
necesitamos a Dios.
“Señor, tú lo sabes todo. Conoces mi debilidad, mi poca fe. Enséñame
a confiar, a no dudar nunca de ti. Y dame la gracia de poder consolar
a cuantos se acerquen necesitados a mí”.
Cuando me siento triste, pienso en Dios.
Cuando me siento solo, pienso en Dios.
Cuando me siento agotado, pienso en Dios.
Cuando me encuentro en una encrucijada,
pienso en Dios.
Cuando sufro, pienso en Dios.
Cuando siento que las fuerzas no me alcanzan, pienso en Dios.
90
Entonces, todo se aclara. El panorama sombrío llega a ser como una
tarde de verano. Soleada. Hermosa. Porque Dios es mi Padre. Y sé con
certeza que todo, lo hace para mi bien.
Es el santo abandono. La confianza plena. Con Él, todo lo podemos.
Tantos gestos heroicos de santidad me movieron a intentarlo
también. No habría más lucha interior. Dejaría a Dios actuar en mi
vida. Lo dejaría moldear mi corazón a su gusto. No fui el único. Sé de
muchos, que también lo han intentado.
Han pasado más de veinte años desde que tomé esta decisión y aún
hay partes de mí que se resisten a la gracia santificante de Dios.
Esta terquedad humana, no permite a Dios actuar en nuestras vidas.
Son los momentos en que todo sale mal. Por más que lo intentemos
una y otra vez. Las palabras de Jesús fueron muy claras al respecto:
“Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en Él,
ese da mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada”. (Jn 15,5)
Cuando vivimos en la presencia de Jesús, y le tenemos a nuestro lado,
el éxito está asegurado. Te lo repito:
“Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan
en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán”. (Jn 15, 7)
Es Dios, ¿acaso hay algo imposible para Él?

***~~~***
NUESTRO MAYOR ENEMIGO
Nuestro mayor enemigo en esta lucha espiritual, es el demonio. Lo
dejamos actuar con demasiada facilidad, aceptando sin luchar sus
insinuaciones.
Cuando el diablo ataca siembra en nosotros la desesperanza. Pierdes
la alegría de vivir, la ilusión por las cosas pequeñas. Olvidamos lo
hermosa que es la vida. Cuando el diablo ataca, te llenas de
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inquietudes y angustias, de un odio profundo, un deseo irracional de
hacer daño, de vengar las ofensas. Cuando el diablo ataca, te hace
olvidar que existe. Cuando el diablo ataca nos hace perder la
vergüenza. Vives el momento en una euforia de la que te arrepientes
el resto de tu vida. El diablo con sus insidias marchita tu alma y la
destruye.
Recuerdo cuando escribí mi libro más vendido, “El Mundo Invisible”,
sobre las acciones del demonio en la Iglesia, la familia y la humanidad.
Quería exponerlo al mundo. Me ocurrieron cosas que no deseo volver
a vivir, pero ha valido la pena, recibo cientos de cartas de lectores a
los que este libro les abrió los ojos. Saben a quién se enfrentan y cómo
defenderse.
Un hijo de Dios debe saber cómo reconocer los ataques sutiles del
demonio. Decía un sacerdote que el diablo es como un león que ruge,
fuertemente encadenado. Sólo si te acercas podrá hacerte daño. El
problema es que solemos acercarnos al león, disfrazado de oveja,
hasta meter nuestras manos y nuestras almas entre sus fauces.
Quiere hacernos pecar, alejarnos de la seguridad que tenemos en la
cercanía de Dios. La magnitud y el horror del pecado es algo que ni
siquiera puedes imaginar.

¿Qué mueve al demonio? su odio. ¿Qué desea? Tu alma.


Se goza cuando ofendes a Dios. Disfruta viendo cómo las almas de los
elegidos se pierden.
Se cuenta que santa Teresa pudo ver un alma en pecado mortal, y casi
muere de espanto ante esta horrorosa visión. Son almas muertas,
alejadas de Dios, en las que no hay alegrías ni esperanza. No hayan el
camino de vuelta, porque se sumergen profundamente en su propio
pecado. Los videntes de Fátima las vieron cuando tuvieron la visión
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espantosa del infierno.

***~~~***

LA ORACION
¿Oras? ¿Te has acostumbrado a hablar con Dios? Decía el buen Padre
Ángel en uno de sus retiros: “Quien no ora, no necesita diablo que lo
tiente”.
Y es que quien no ora vive en tal debilidad espiritual que cualquier
susurro del demonio lo hará caer.
San Juan Crisóstomo tiene un pensamiento que aclara el valor de la
oración: “Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible,
fácil lo que es difícil”.
Tan importante es este hablar íntimo y cercano con nuestro Padre
celestial, que nunca podremos medirlo en la tierra.
La oración es el lenguaje de Dios. No importa en qué idioma reces. Él
siempre comprenderá.

***~~~***
Llevo días pensando en la oración. Cuánta falta nos hace.

***~~~***
Les pregunté a unos jóvenes que encontré reunidos en una parroquia:
“¿Cómo puede un joven saber lo que Dios quiere de él?” Ellos me
respondieron: “Por medio de la oración”.
Cuando iba saliendo el más entusiasmado se me acercó para decirme:
“Y si este joven cree que no sabe orar, dígale que no se preocupe.
Igual Dios lo va a escuchar”.
93
***~~~***

SOLO DIOS BASTA


He pasado sediento de Dios. Como el salmista le decía: “mi alma está
sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti”. Y me encerré en un cuarto
de la casa para estar con Dios. Hablarle con el corazón. Así inicié este
dialogo hermoso, entre Él, todopoderoso y yo, un simple mortal.
Como Francisco de Asís le preguntaba: “¿Quién eres tú? ¿Quién soy
yo?” Abrí mi librito de salmos y leí: “En el lecho me acuerdo de ti, y
velando medito en ti”.
Yo estaba acostado y le dije sorprendido: “Es lo que hago, Señor,
medito en ti, me acuerdo de ti”. De pronto, sentí un inmenso y
profundo amor que me rodeaba y me llenaba.
—Eres tú — le dije.
Comprendí, con mi gran limitación: la majestad, el poder, lo infinito y
omnipotente que es el Padre. Él, lo ve todo, y yo, apenas veo con mis
ojos y mi corazón. Él inmenso y yo pequeño. Él creador y yo creatura.
Reconocí, que su amor sobrepasa todo entendimiento. Que por
nosotros lo da todo; y para nosotros es su Amor.
Terminé esta hora extraordinaria, con estos versículos del salmo 63:
“Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida
te bendeciré y alzaré mis manos invocándote. Me saciaré de manjares
y mis labios te alabarán jubilosos”.
Sí... nada se compara al amor de Dios. Ante Él, todo pierde su valor.
Es como decía santa Teresa de Jesús:
“Sólo Dios basta”.
San Francisco amaba tanto a Dios que le espantaba la sola idea de
ofenderlo. Lloraba por los bosques de Asís gritando “El Amor no es
94
amado. El Amor no es amado”. Y se hacía acompañar por un
compañero para poder confesar en el acto cualquier mal
pensamiento, cualquier cosa que ofendiera el corazón tierno de
nuestro Dios.
¿Qué debo hacer?
Reconciliarte con Dios.
Empieza a cuidar tu alma y el estado de gracia, como un tesoro que
te fue dado para ser feliz.
Decía un santo: “Sólo tienes un alma. Si la pierdes, ¿qué harás?”
Procura hacer lo que Dios te pide: orar, perdonar, amar, vivir en su
presencia amorosa. Tus buenas obras quedarán grabadas en el
corazón de Dios.
Aún hay tiempo.
Estoy seguro de que puedes lograrlo. Tenemos el tiempo de gracia y
de Misericordia que Dios nos concede a todos. No cierres tu corazón
al llamado que te hace el Padre Eterno.

* * *
Aspira a lo más hermoso: la santidad.
Vive lo extraordinario: el Evangelio

***~~~***
Eres especial para Dios. Nunca lo dudes.

***~~~***

“Dios ama a cada uno de nosotros,


como si sólo hubiera uno de
nosotros”. San Agustín.
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***~~~***

EL PASO DE DIOS
El paso de Dios te deja el alma
con una dulce esperanza.
Te enciende el corazón.
Te llena de ternura y paz.
Recuperas la alegría.
Comprendes en ese momento por qué tantos hombres y mujeres se
decidieron y se deciden por Dios. Gastaron y gastan sus vidas por algo
grande y extraordinario.
Recuerdo siempre aquel buen sacerdote que dudaba. Pensaba
abandonar el sacerdocio y se fue a un retiro para reflexionar y pensar
mejor. Una tarde, bajo la sombra de un árbol, gritó: “¿Qué quieres de
mí, Señor? ¿Quién soy para ti?” Entonces, una suave brisa lo envolvió
y escuchó con la claridad del viento una voz amable que le decía: “Tú
eres mío”. Comprendió entonces lo maravilloso de su llamado, su
pertenencia a Dios, y se decidió a continuar.
También recuerdo aquel hombre al que le descubrieron un cáncer
terminal. Era joven y tenía familia. El día que le notificaron, tomó su
auto y se fue a conducir hasta la madrugada. En el auto gritaba:
“¿Por qué a mí? ¿Por qué yo?” De pronto, una gran paz le inundó el
alma y sintió una suave voz que desde el asiento de atrás le susurraba:
“No temas, yo estoy contigo”.
Pensé en estos versículos del salmo 27: “Ten confianza y espera en el
96
Señor. Sé valiente. Ten valor. Sí, ten confianza en el Señor”.
Nunca dejo de sorprenderme por las cosas de Dios. Lo descubro a
diario, en su bondad y su ternura. Dios siembra en nosotros un
anhelo, una semilla de santidad y el deseo de volver a Él. Nos pide que
seamos buenos. Y después, que seamos santos. “Irreprochables ante
su presencia”.
Nos deja en el mundo como una madre deja a sus hijos en el colegio.
Su deseo es que podamos madurar. Crecer en el amor. Confiar en su
Amor.
A menudo pienso que somos como árboles frondosos. Dios se
encarga de podarnos. Son las tribulaciones que llegan. Poda tu vida,
para que permanezca la parte sana en ti y crezcas, te fortalezcas, y
des frutos de eternidad.
Hay una frase de Edith Stein que siempre me ha impresionado porque
nos dice una verdad que solemos olvidar, atraídos por el materialismo
y el poder:
“Que vivimos aquí y ahora para realizar nuestra salvación y la de
aquellos que nos han sido confiados, es algo sobre lo que no me cabe
la menor duda”.
Dios derrama sus gracias como un bálsamo abundante sobre aquellos
que están dispuestos a recibirlas.
Señor, verdaderamente eres un Dios Misericordioso y bueno. ¿Cómo
puedes tener compasión a pesar de nuestros pecados? ¿Cómo
puedes mirarnos con tanta ternura?
Es algo que sobrepasa mi entendimiento.
Eres tan bueno.
Tan tierno.
Tan generoso.
97
Gracias por ser nuestro Padre.

***~~~***

Ten presencia de Dios en tu vida.


Anhelos de eternidad.
Sé luz que ilumina el camino.
Lleva esperanza a los demás.
Sé un hijo para Él.
Y vive sumergido en su Amor,
cada día de tu vida.

***~~~***

¡CUÁN TARDE TE CONOCÍ!


La vida en estado de gracia es maravillosa, recibes tantos dones, y un
gozo sobrenatural que te impulsa a vivir en la presencia de Dios.
Vives feliz porque sabes que Dios nunca te abandonará. Eres
importante para Él y siempre podrás contar con su ayuda y
protección. Es algo que debes vivir, tener la experiencia para
comprender.
“¡Cuán tarde te amé!, ¡cuán tarde te conocí! y ¡cuán desdichado fue
el tiempo en que no te amé ni conocí!”, decía san Agustín, cuando
descubrió el amor eterno e incondicional de Dios.
Sé de alguno que ha comentado con un gozo interior, al volver su
mirada a Dios: “¿Cómo me perdí estas maravillas tanto tiempo?
¿Cómo pude vivir sin su amor?”
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CAPÍTULO SEIS

REFLEXIONES

ACERCA DE LA FE

Le había pedido a mi amigo, el padre Marco Antonio, misionero


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claretiano, que me hablara sobre la fe, la conversión y la confianza en
Dios. Me hizo llegar este pequeño escrito.
“Siempre he considerado que la definición de fe como “creer en lo
que no se ve”, está vacía de contenido, e invita a no razonar y a no
saber depender de Dios; además me ha parecido muy triste, pues es
muy duro confiar en algo que no se ve. Para mí la fe es poner mi
confianza en quien sé que no me va a dejar jamás.
Por lo demás, me viene a la memoria una historia real de la época de
los sandinistas en Nicaragua.
Un matrimonio tenía cuatro hijos varones, todos entre los 16 y 25
años, edad en la que el gobierno sandinista enviaba a los jóvenes al
servicio Militar Patriótico (que realmente era servicio militar
obligatorio). Bueno, pues estos cuatro jóvenes tuvieron que ir todos,
uno a uno, en su debido momento a prestar servicio militar, y uno a
uno les fueron matando.
Cuando estaban saliendo tristes de la casa con la caja del tercero, para
la Iglesia a la misa y después al cementerio, se estacionó un camión
de los militares sandinistas para entregarles empacado en una bolsa
plástica negra al último de los hijos, al menor, a quien 15 días antes
se lo habían llevado también a la guerra.
En ese momento, el esposo quedó viendo a la esposa y le preguntó
con los ojos arrasados en lágrimas: “¿Y ahora, ¿qué vamos a hacer?”.
Y la esposa contestó con serenidad, pero profundo dolor: “Nada,
seguir creyendo”.

***~~~***
100
DEBES PERSEVERAR

Para obtener un milagro debes primero pedirlo. Muchos viven


desalentados y no se animan a pedirle nada a Dios porque “seguro no
me escuchará”, y los más alejados porque han dejado de confiar y
creer en Él. Debes pedir, una y otra vez, sin descanso: “Pedid y se os
dará” ha dicho Jesús y su Palabra es verdadera y se cumple.
Luego debes perseverar en tu pedido, no cansarte. Eres un hijo de
Dios, no temas pedirle. Aunque Él sabe lo que necesitas, le agrada que
acudamos a Él y lo amemos y seamos agradecidos. Suplica, pide, ten
fe y Dios te escuchará. Bien decía san Agustín:
“Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.
Conociendo Jesús nuestra naturaleza y lo rápido que nos
desanimamos nos instruyó de muchas formas. “Les decía una
parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer.
«Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los
hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le
dijo: “¡Hazme justicia contra mi adversario!” Durante mucho tiempo
no quiso, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque no temo a Dios ni
respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a
hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme.”»
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará
justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace
esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del
hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?» (Lc 18, 1-8)

***~~~***
101

PARA SER FELIZ

La vida es curiosa. Los años van pasando casi sin que te des cuenta.
De pronto eres un adulto y al rato eres una persona mayor. La vida se
te fue y no sabes qué hiciste con ella.
Recuerdo de mi infancia que dormía dejando la mitad de mi cama
desocupada. Pensaba en mi ángel de la guarda. ¿Y si se cansa? ¿Si le
da sueño? Le dejaba un espacio para que pudiese recostarse y
descansar. Tenía una fe infantil que hoy quisiera volver a tener.
De grande, cuando paso frente a una Iglesia y no puedo bajarme a
saludar, le encargo a mi ángel que vaya, y le diga a Jesús que lo
quiero.
Al momento de escribir estas palabras tengo 3 hijos, Vida, mi esposa
está embarazada del cuarto. Somos muy unidos y procuramos
siempre apoyarnos. Trabajo para ganarme el pan de cada día.
No soy diferente a ti. Nos esforzamos para que nuestro hogar sea un
santuario, un refugio al que podemos acudir, donde nos sentimos
acogidos y amados.
Esta misma sensación de seguridad es la que brinda Dios.
Me encanta saber que puedo acudir a Él cuando tengo un
problema. Dios, para quien todo es posible, sabrá qué hacer.
Nunca he quedado defraudado. Soy como el hijo pródigo. El Padre me
abraza, me cubre con las mejores ropas y prepara una fiesta para
mí. También me siento a veces como un fruto que madura para Dios.
Tengo tantas anécdotas simpáticas con Dios. Una vez salí de la Iglesia
102
muy contento. Había escuchado la misa y pude comulgar. Era una
alegría tan íntima, pero tan extraordinaria, que se desbordaba. No
imaginas la felicidad que llevaba dentro. Iba con una gran sonrisa. El
padre me saludó a la salida:
—Muchacho —preguntó — ¿de dónde sacas tanta felicidad?
—Es de Dios, padre, él lo da todo y lo hace todo.
Sonrió emocionado.
—Es verdad – reconoció.
—Regálanos un poco –dijo en tono alegre —. Dichoso tú.
Qué hermosos tesoros dejamos ir, alejados de nuestro Padre
celestial. Suelo decirlo y no me cansaré de hacerlo, porque lo he
vivido: “No hay felicidad, lejos de Dios”. Bien lo sabía el salmista
cuando escribió: “Sólo en Dios tendrás tu descanso alma mía, pues de
él me viene mi esperanza”.
El hombre de nuestros tiempos no ha sabido reconocer a Dios en sus
obras y su Misericordia. Se desvela por el dinero y lo temporal. San
Pablo conocía bien el alma humana y nos advirtió: “No corran tras el
dinero, sino más bien confórmense con lo que tienen, pues Dios ha
dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré”. Y nosotros hemos de
responder confiados: “El Señor es mi socorro, no temeré”. (Hb 13,5-
6)
Hace poco escuché sorprendido a un sacerdote que comentó: “Vino
a mí un parroquiano que me dijo: “padre, lo tengo todo, dinero,
familia, un buen auto, casa propia... pero no pudo llenar un profundo
vacío en mi alma”. Pobre hombre, lo tenía todo, menos lo más
importante. Tomás de Kempis en su hermoso libro “Imitación de 103

Cristo” escribió: “No podrás ser plenamente feliz, aunque tuvieras la


posesión de todos los bienes creados. Tu perfecta felicidad está en
Dios, creador de todos los bienes”.
Dios te está llamando. Sé que desea lo mejor para ti. Te ha dado otra
oportunidad. No la dejes pasar.
Vamos a prepararnos durante una semana para estar listos, como
hombres y mujeres nuevos, que anhelan la presencia del Señor.
Entonces iniciaremos el camino con una nueva perspectiva de la vida,
un plan de crecimiento espiritual, que nos ayudará a mantenernos en
la fe, con fidelidad y amor.
El camino estará lleno de dificultades, por eso debes perseverar. Sé
que estás listo y lo has esperado durante mucho tiempo.

***~~~***
Soltemos las amarras que nos detienen
y partamos. Nos espera Dios.
***~~~***
PROGRAMA DE CRECIMIENTO ESPIRITUAL

1) Santa Misa y Comunión diaria, cada vez que puedas.


2) Confesión frecuente (quincenal).
3) Visitas al Santísimo.
4) Leer y meditar la Palabra de Dios.
5) Tener un director espiritual.
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Prácticas piadosas que te ayudarán


1) Rezo del santo Rosario.
2) Ser devoto de la Virgen María y san José.
3) Devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
4) Obras de caridad.
“El programa de crecimiento espiritual es sólo un medio para
permanecer en el amor”. Me escribió una amiga. “Lo importante es
este objetivo, amar, que es causa y fin”. Lo sé bien, lo
verdaderamente importante es el Amor, la caridad que pongas en los
pequeños detalles de cada día, la presencia de Dios en tu vida. Dios
no te preguntará las cosas que hiciste, sino cuánto amaste.
Me ha dicho un amigo sacerdote: “¿Qué es lo que cautiva al hombre?
Encontrarse con un Padre que lo ama. Y ese encuentro lo podemos
tener a través de la lectura reposada de la Biblia. ¡Qué bien se siente
estar en la presencia de Dios! Por eso es fundamental leer y
reflexionar su Palabra. El Amor de Dios te va a guiar. Harás muchas
preguntas sobre la fe. Descubrirás un gozo que sólo Dios te puede dar.
Y, sobre todo, evitarás caer en el pecado, para no ofender su Amor”.
Te ofrezco este programa de vida como un medio para que puedas
crecer en tu santidad personal. Debes nutrir tu alma para fortalecerla
y poder perseverar en la fe. Lo fundamental es la lectura reflexiva de
la Palabra de Dios y llevar una vida sacramental. El resto nacerá en tu
corazón como una necesidad urgente, un deseo de amar, de darte a
los demás, de vivir el Evangelio, compartir, sonreír, ser feliz, estar con
el Padre en oración, visitar a Jesús Sacramentado. Dios da los medios,
de ti depende lo que harás con ellos.
Practicar un programa de vida espiritual te ayudará inmensamente en 105

esa búsqueda de la verdad y la fe.


Necesitas tener un director espiritual. Es un sacerdote amigo al que
puedes acudir en las dificultades y cuando necesites apoyo o
consuelos. Él te orientará por el camino de la fe y te ayudará en tu
vida espiritual.
Tengo amigos para los que la misa diaria es ya habitual. Anhelan
empezar su día con Jesús. Hacen de su vida una oración, agradable a
Dios. Hace mucho perdieron los miedos al qué dirán. Tienen vida
interior. La dulce presencia de Dios los envuelve, los libera y les da su
Paz.
¿Has visitado últimamente a Jesús Sacramentado? Es una experiencia
maravillosa. Saber que Jesús está presente en el sagrario, dispuesto a
escucharte, deseoso que lo visites y le cuentes tus cosas. No conozco
a nadie que visite a Jesús y quede igual. Él sabe cambiar los corazones.
Cuando algún amigo iba a verme con un problema muy serio, lo
llevaba a una capilla cercana y le decía: “cuéntale a Jesús”.
¿No sabes qué hacer? Visita a Jesús. Y en silencio, escúchalo. Háblale
con tus palabras, sé autentico, natural, espontáneo.

***~~~***
Amado Jesús:
Nos encontramos en tu presencia soberana. Eres un rey y eres mi
hermano. Deseamos tanto volver a tener esa vida de gracia que te
llena de alegrías, para estar contigo en el Paraíso. Tú eres el Camino,
la Verdad y la Vida. No nos abandones. Te necesitamos. Sembraste
esta inquietud en mi corazón. Haz que sea digno de ti, y que no vuelva
a separarme de tu presencia jamás Amén.
106

***~~~***
INVOCA A MARÍA

Los grandes maestros de la espiritualidad solían decir: “Señal segura


de santidad es la devoción a la Santísima Virgen María”. La madre
siempre cuida a sus hijos. Tenlo por seguro.
Hay tantos católicos que no viven su fe, tantos que la han abandonado
por completo. No rezan. No conocen la gracia santificante. Llevan una
existencia triste, sin sentido. No invocan a María, pidiendo su Auxilio
y protección.
En mi familia la Virgen María ha formado parte de conversiones
impresionantes, vidas en santidad; y nos ha guardado bajo su manto
protector. Es nuestra Madre.
Sor María Romero, una monja salesiana beatificada por el Papa Juan
Pablo II, amiga de mi familia, pues le conocimos bien, escribió sobre
la Virgen María muchas hojas llenas de ternura, la llamaba “mi
Reina”.
Me encantan estas palabras que escribió en su diario espiritual
porque te da luces para comprender el misterio:
“Doscientos cincuenta millones de corazones de católicos, se creen
en el colmo de su felicidad repitiendo el nombre dulcísimo de María.
¿Cuántas veces lo repito yo voluntariamente, durante el día, para
pedirle ayuda y protección? En las suntuosas Basílicas de las más
grandes ciudades, y en la humilde Capilla de la más diminuta aldea, y
en el húmedo rincón del labriego se levanta un altar en honor de
María. ¿No procuraré yo también, levantarle uno en mi pobre corazón
107
y en mi casa?”

***~~~***

LA PRESENCIA DE DIOS
Aprende a reconocer la presencia de Dios en los pequeños detalles
de la vida. Que todo te recuerde a Dios. Le contaba a un amigo las
experiencias que paso con el Buen Dios. Y él me decía: “Yo también
recibo esas gracias. Lo que ocurre es que he sido un ciego y no las he
visto”. Con el tiempo comprendes que sólo Dios puede darle sentido
a tu existencia.
Muchos lo descubrieron y empezaron a valorar más la vida
sobrenatural. Retomaron el sendero perdido en la juventud; el
camino de la fe, la oración, la confianza en Dios. ¿Cómo expresar todo
esto que descubríamos? Viviéndolo. Siendo un signo de
contradicción. Cambiando radicalmente, sin importar los
miramientos humanos, lo que otros pudieran pensar.
Hace algunos años me encontraba sumergido en esta búsqueda
personal. Anhelaba retomar el camino de la confianza, la fe. Sabía
que Dios me lo pedía. Y yo también quería sentirme cercano al Padre.
Un buen día vi un video de Chiara Lubich, la fundadora del
Movimiento de los Focolares.
Era un encuentro con jóvenes artistas. Ella les sugirió que
aprovecharan cualquier ocasión para hablar de Dios. Me encantó la
forma como lo hizo: “No se cansen nunca de hablar de Dios” les dijo.
“Donde quiera que vayan, hablen de Dios. Escriban de Dios. Que Dios
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vuelva a estar de moda”.
Me tomé muy en serio estas palabras que invitaban a desplegar las
velas del alma y dejar que Dios soplara esa brisa fresca que nos lleva
donde Él lo desea.
Elevé mis plegarias a través de los salmos y descubrí a un Dios
paternal y bueno.
***~~~***
Querido lector:
¿Puedes sentir la presencia de Dios en tu vida? ¿Has notado algo
diferente en ti? ¿Sientes el deseo de pasar más tiempo en silencio,
escuchando a Dios? ¿De repente te llega una oleada de ternura? ¿Se
te hace más fácil perdonar? ¿Experimentas durante la Santa Misa un
gozo interior? ¿Le dices a Jesús que lo amas? Oh, ¡qué maravilla!
No imaginas la alegría inmensa que siento por ti. Te has decidido, y,
a pesar de todo lo que te han dicho, empezaste a escalar la montaña
de Dios.
No temas. Anda, ve y dile:
— Jesús, todo lo que deseo es amarte con tu Amor infinito y puro.
Con ese amor inundando tu alma, como un río caudaloso,
emprenderás el camino de la fe.
***~~~***
Esta mañana encontré una carta de mi amigo argentino Horacio
Mantilla. Me recordó a todos los que buscan la presencia de Dios y
anhelan con sinceridad estar en su presencia.
109
“Deseo ser santo — escribió —. Es mi anhelo, y ¡me cuesta
tanto! Aprender a no sentir miedo de ser cristiano, a no retener a
Jesús dentro de mí, sino a compartirle.
¡Cuánto me cuesta!
Querido amigo: ¡Necesito que Él me perdone tantas cosas! ¡Necesito
que me desmenuce y me rehaga como Él quiera!
El domingo durante la consagración, sentí arder mi corazón. Le miro
y siento su santa presencia, tan misericordiosa que no me atrevo a
pensar otra cosa que esa oración que repetía siempre cuando era
ministro de la comunión:
“Que no me vean a mí, sino a ti, mi buen Señor”.
***~~~***
Yo también suelo decir esa hermosa oración, pensando que, en
nuestras vidas, debemos ser un reflejo del Amor de Dios.
Sé un sagrario vivo, cuida el estado de gracia como un tesoro, y que
todos vean reflejado en ti, el rostro misericordioso de Jesús. A Jesús
le encantan las cosas que haces por Él.
¡Ánimo! ¡Él está contigo! Has encontrado el camino, sólo te falta
seguirlo.
PARA TERMINAR
Ha transcurrido mucho tiempo desde aquella mañana de julio en que me
cuestioné: “La Biblia está llena de historias con grandes milagros. ¿Por qué
no ocurren hoy como en la época de Jesús? ¿Será que tenemos poca fe?
Las Escrituras nos dicen de Jesús unas palabras que dan luces: “…no hizo
allí muchos milagros, a causa de su falta de fe”. (Mateo 13, 58) ¿O es que
ya no los necesitamos?” Eran acontecimientos extraordinarios que
dejaban estupefactos a todos. Por qué no ocurren en la actualidad con 110

esa abundancia, es algo que siempre me ha inquietado. Y a menudo


medito en ello. Sobre todo, en este PODER que Jesús dejó a sus discípulos
como un signo para que los reconocieran y parece que se perdió con el
tiempo. “…agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno
no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán
bien.” (Marcos 16) ¿Es que hemos perdido la fe?
Vivo de la Providencia Divina. Mi vida está en las manos de Dios. Hace
muchos años tome esta decisión y ha sido la mejor que he tomado. Nunca
antes fui tan feliz.
Los problemas no se han marchado, continúan, pero los veo de otra
forma. Sé que todo lo que me ocurra, lo que Dios permite, aunque no lo
comprenda, es para mi bien. Dios me ha enseñado que es verdad todo lo
que nos ha dicho. Que sus promesas se cumplen. Y no hay motivos para
temer.
Hay unas palabras que siempre me han motivado. Las dijo el Papa
Benedicto XVI: “Quien vive en las manos de Dios, siempre cae en las
manos de Dios”. Empiezas a confiar y tu vida cambia. Dios se encarga de
llevarte por los caminos que desea transites con Él. Y lo hace
pausadamente, para que vayas sin temores. Es algo que me encanta de
Dios. Conoce nuestras debilidades. Sabe que somos de carne y nos
llenamos de inquietudes. Por eso nos llena de regalos y lo da todo en
abundancia. Te lleva en sus manos de Padre amoroso y te envuelve en su
amor. ¿Qué pide Dios a cambio? Algo tan sencillo que parece poco:
nuestro amor. Que lo amemos y amemos también a nuestros semejantes.
Que seamos un reflejo vivo de su amor. Cuando empiezas a experimentar
la Providencia comprendes que es un Tesoro extraordinario. Por eso lo
comparto contigo. Vale la pena que vivas esta experiencia. El santo
abandono. “Dios lo quiere, yo también”. Confiar y abandonarse en las
manos de Dios. 111

Ésta es la perfecta alegría: “Saber que Dios es nuestro padre y nos cuida”.
Llegó un momento en mi vida, que me encontré en una encrucijada.
Sentía que Dios me pedía algo en particular: Escribir. Contar mis
experiencias en su Amor. Era algo extraordinario, vivencias de las que yo
mismo me asombraba. Las promesas del Evangelio se cumplían una y otra
vez. Me preguntaba a menudo: “¿Sabrán todos lo que es este inmenso
tesoro?”
He comprobado que vale la pena vivir en la presencia de Dios. Que Él
valora mucho nuestra confianza. Que le agrada cuando guardamos el
estado de gracia.
También me he dado cuenta que las promesas del Evangelio se cumplen.
Lo vivo cada día. He pasado estos años al amparo de Dios, sin que nada
me faltase, al contrario, desde que elegí este camino, las puertas no cesan
de abrirse a mi alrededor. Oportunidades insospechadas llegan sin cesar.
Y yo sigo escribiendo, publicando mis experiencias con el Buen Dios.
Buscando nuevas formas de remar mar adentro… Es tan sencillo. Casi
siempre Dios se encarga. Le basta que tú quieras, que te animes… Que te
decidas a hacer: “todo el bien que puedas, a todo el que puedas”.
Hace muchos años, aprendí que Dios no se hace esperar. Cuando me
encuentro en una encrucijada me digo: “confiaré en Dios”. Y nunca he
quedado defraudado. He logrado salir adelante, porque Él me ha
acompañado. ¿Qué puede hacer Dios? Llenarnos de gracia, darnos paz
abundante, abrirnos las puertas que estaban cerradas, iluminarnos para
tomar las decisiones correctas, mostrarnos el camino; amarnos como
nadie más nos puede amar... con su Ternura infinita.
Hay tanto que hace Dios por nosotros. Yo suelo pedirle que me abra los
ojos y el corazón para reconocerlo en su creación, en los amaneceres, en
los árboles, en los pobres, en la vida misma. 112

Ya ves, querido amigo, he querido contarte de la editorial y terminé


hablándote de Dios. No podía ser de otra forma. Él me ha demostrado que
puedo confiar en su Palabra. Que el Evangelio se cumple. Prueba a confiar
en Dios. Mi experiencia es que vale la pena. Sí... vale la pena confiar.
Cuando Dios está en medio, todo sale bien. Lo he comprobado cientos de
veces.
Una mañana me telefonea una amiga preguntando si recibo donaciones.
“En este momento”, respondí, “recibo lo que sea”.
“No lo vas a creer”, continuó. “Tengo un amigo en Europa que de
casualidad vio tu página en Internet. Se detuvo a navegar en ella y sintió
una voz interior que le urgía: “AYÚDALOS”. Y te ha mandado una donación
en Euros”. Fue increíble.
Otra vez ocurrió cuando mis libros dejaron de venderse. Yo mismo los
diagramaba, diseñaba las portadas, pero no muy bien. Estaba
aprendiendo contra corriente.
Recuerdo que fui al patio interior de mi casa, recé un rato y le dije a Dios:
“Te devuelvo este proyecto editorial. No hay nada que pueda hacer por
él”.
Al día siguiente me escriben desde Chile: “Usted no me conoce, pero me
ha pasado algo curioso. Leía un libro suyo publicado por la Editorial
Paulinas y sentí en mi interior como una voz que me pedía ayudarlo. Soy
diseñadora gráfica y diseño libros para las editoriales católicas en mi país.
Si usted me lo permite le voy a rediseñar todos sus libros y no le cobraré
un centavo”. Apenas me lo creía. “¿Es en serio?”, le pregunté. “Oh sí...
debo ayudarlo...” La joven rediseñó todos mis libros y volvimos a
empezar.
A menudo siento que Dios nos ve como a niños. Somos sus pequeños. Se 113
ilusiona al vernos crecer, le alegran nuestros triunfos, está a tu lado en
todo momento, cuando fracasas y cuando te va bien. Siempre está
contigo. He descubierto que experimentar su presencia amorosa te
transforma la vida. Después de esta experiencia, de este fuego que te
quema el alma, ya no puedes ser el mismo.
Algo en ti ha cambiado, muy profundamente. Ves todo tan diferente. Tu
corazón encuentra el sentido de las cosas. Se enciende, se inflama con su
Amor. A partir de ese momento sólo puedes amar y te das cuenta de que
es verdad:
“El hombre está en el mundo porque alguien lo amó: Dios. El hombre está
en el mundo, para amar y para ser amado”.
Siempre recuerdo a una joven que se me acercó a la salida de Misa. Tenía
allí una mesita con mis libros. “Si yo tuviera su fe”, me dijo, “cuántas cosas
podría lograr”. Sonreí con amabilidad y le respondí: “La fe viene de Dios.
Pídasela y Él seguro estará feliz de dársela. Dígale como los apóstoles:
“Señor, auméntanos la Fe”. En mi interior pensé: “Me ha dado una
lección. Sus palabras podrían ser las mías. Si tuviera un poco más de fe,
cuántas cosas podría lograr”.
Es mi lucha diaria, la fe, mi confianza, tratar de seguir adelante, pensando
qué caminos abrirá el buen Dios.
Hace poco buscamos un aliado inesperado. Hay en las empresas, alianzas
estratégicas. Yo busqué una alianza con alguien que ya no está en esta
tierra, que fue padre y podría comprenderme: san José.
La verdad es que le tenía olvidado hasta que un sacerdote amigo me
habló por más de media hora sobre los favores que san José concede a
sus devotos.
Ese día busqué en internet todo lo que pude de este hombre callado, 114

amable y trabajador.
Hallé esta frase de santa Teresa de Jesús que me impresionó: “No
recuerdo haber pedido alguna cosa a san José y que no me la haya
concedido, como así también no he conocido persona devota de él que
no haya obtenida alguna gracia por su gloriosa virtud, pues él ayuda
muchísimo a las almas que a él se consagran”.
Empecé a recomendar su devoción y me han contado maravillas. Terminé
encomendándole nuestro apostolado familiar a san José. Pegué una
estampita en el monitor de mi computador y empezaron los milagros.
Amable lector, acude a san José en tus dificultades y momentos de
angustia y adversidad, puede mucho ante su hijo Jesús.
A TODOS los que les he recomendado acudir a san José, los ha ayudado
de formas increíbles.
Mi hermano Frank, que vive en Costa Roca es uno de los más asombrados
y suele recordarme a san José, cuando estoy en un laberinto y no sé cómo
salir.

***~~~***
PARA DARTE LAS GRACIAS
Amable lector, gracias por adquirir mi libro. Espero que te sientas
más animado ahora que has terminado de leerlo. No te preocupes.
No es fácil salir adelante, pero tampoco imposible. Estos son tiempos
para compartir y disfrutar y vivir a plenitud tu vida.
Estoy seguro que te va a ir muy bien. Me encantaría saber si este libro
fue de bendición para ti y tu familia. Te invito a completar tu colección 115

y a compartir estos siete libros de crecimiento espiritual con tus


familiares y amigos.
La vida no siempre es fácil, lo sé, pero no te desanimes. Tú puedes
salir adelante.
¡Vamos! Confía, haz lo que puedas y el resto déjaselo a Dios.

***~~~***
Ten presencia de Dios en tu vida.
Anhelos de eternidad.
Sé luz que ilumina el camino.
Lleva esperanza a los demás.
Sé un hijo para Él.
Y vive sumergido en su Amor,
cada día de tu vida.

Este maravilloso libro es parte de la nueva colección: “LIBRO CATÓLICO”,


compuesta por 7 títulos seleccionados de Crecimiento Espiritual que
cambiarán tu vida: El Poder Sanador del Perdón. San José, el
Carpintero de Dios. Dios Existe. ¿Es que ya no ocurren Milagros?
¿Te cuesta Rezar? Cartas a un Sacerdote. ¿Te vencen las Tentaciones?
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EL AUTOR
Correo: cv2decastro@hotmail.com
Pagina: www.claudiodecastro.com

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