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ESPÍRITU SANTO
Servicios Internacionales de la
Renovación Carismática Católica
Comisión Doctrinal
1
Título Original:
Baptism in the Holy Spirit
by the Doctrinal Commission of ICCRS
ICCRS
Palazzo San Calisto
00120 Vatican City
tel.: +39 06 6988–7126/27
fax: +39 06 6988–7230
e-mail: info@iccrs.org
web site: www.iccrs.org
Cubierta:
“El derramamiento del Espíritu Santo,” acrílico en lienzo estirado
por Veronica Dimae, Australia
Copyright © ICCRS
Diseño de la cubierta:
Jhorman Pérez, Venezuela
Stacy Innerst, Pittsburgh, Pennsylvania, USA
2
Contenidos
Prólogo 4
Introducción 6
Conclusión 66
Notas 68
3
PRÓLOGO
Es con gran alegría que el ICCRS puede presentar ahora este libro a la
Renovación Carismática Católica y más aún a toda la Iglesia. Como un buen
vino este texto ha ido germinándose y refinándose durante un largo tiempo.
Comenzó como una respuesta a las numerosas solicitudes que se recibían en el
ICCRS de líderes de todo el mundo. Se nos pedía un documento que ofreciera
alguna reflexión teleológica sobre el significado del Bautismo en el Espíritu
junto con algunas directrices pastorales para recibir y vivir esta gracia.
El trabajo inicial empezó en el 2008 cuando bajo la asesoría del Obispo Joe
Grech la Comisión Doctrinal del ICRSS inició sus primeras reflexiones. Poco a
poco elaboraron un primer borrador que fue enviado a Teólogos carismáticos y
líderes de distintas partes del mundo para obtener mayores luces desde una
verdadera perspectiva internacional. Siguiendo este proceso se iniciaron
revisiones del borrador original y se llegó a un texto revisado. Dicho texto sirvió
de base al Coloquio Internacional sobre el Bautismo en el Espíritu Santo del
2011 que se celebró en Roma bajo el patrocinio del Concejo Pontificio para los
Laicos. Lamentablemente el Obispo Joe Grech murió en diciembre del 2010
pero sabíamos que él hubiera querido que el proyecto continuara, así que con
el ánimo renovado y bajo el liderazgo de la Dra. Mary Healy el Coloquio siguió
adelante. Alrededor de 150 líderes procedentes de 44 países se dieron cita. Fue
una ocasión histórica que reunió a muchos de los primeros y más antiguos
líderes de la Renovación Carismática Católica que intercambiaron sus
reflexiones con líderes más jóvenes y con teólogos. Había también la necesidad
de escucharnos unos a otros, y de respetar las diferentes perspectivas
culturales. Después del Coloquio se hicieron nuevas revisiones del texto, y
ahora tenemos el gusto de compartir los frutos de nuestro trabajo en este libro.
Sin embargo, vale la pena resaltar que esta importante reflexión sobre el
Bautismo en el Espíritu, que es sin duda el corazón de la Renovación
Carismática Católica, es un proceso inacabado y aún se sigue trabajando en
ella.
4
En nombre del ICRRS me gustaría agradecer a todos aquellos que han
tenido parte en la elaboración de este libro. Estamos especialmente agradecidos
a los que dieron su aportación y participaron en el Coloquio y a los numerosos
consultores en todo el mundo. Agradecemos de manera especial a la Dra. Mary
Healy y al Msgr Peter Hocken que son los pilares de la Comisión Doctrinal del
ICRRS y los principales autores de este texto. También quisiera agradecer
personalmente a Su Eminencia el Cardenal Stanislaw Rylko, presidente del
Concejo Pontificio para los Laicos, por su continuo apoyo y orientación.
Estoy segura que este texto tan esperado resultará ser una herramienta útil
tanto para los miembros de la Renovación como para los que buscan
comprender más plenamente la gracia del Bautismo en el Espíritu Santo.
Abril 2012.
5
INTRODUCCIÓN
Con respecto a este asunto, el Santo Padre resaltó que el libro de los Hechos
de los Apóstoles habla del derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés
como el momento que “corona toda la misión de Jesús” y el cumplimiento de la
profecía de Juan el Bautista: “El que viene después de mí… os bautizará en el
Espíritu Santo” (Mt 3,11). El Papa añadió:
7
carismas en la vida de la Iglesia y la llamada a acogerlos bajo un
discernimiento.
Ante este escenario, hay una gran necesidad de que las personas
encuentren al Dios vivo. Por medio del bautismo en el Espíritu muchos han
conocido a Dios como un padre amoroso que actúa en nuestras vidas de una
forma perceptible — que habla, guía, protege, sana, y da a sus hijos la plenitud
de vida. Este descubrimiento trae una esperanza inquebrantable tanto para
individuos como para la Iglesia a pesar del desánimo reinante. La acción
soberana de Dios en nuestro tiempo ha llevado a una nueva expectativa por la
venida del Señor y su Reino. En todo esto, y aún más, el bautismo en el Espíritu
Santo está respondiendo a las necesidades más profundas de la Iglesia de hoy
y prepara a la Iglesia para el futuro.
8
para todo el cuerpo de Cristo y no únicamente para la Renovación Carismática.
Pero en primer lugar está dirigido a los líderes de la Renovación, ya que la
necesidad de este documento se originó por cuestiones que han surgido en
diversas experiencias pastorales en todo el mundo. El bautismo en el Espíritu es
una gracia que renueva toda la vida Cristiana, toca casi todo aspecto de la
espiritualidad católica y práctica pastoral. Este documento se dirigirá
únicamente a aquellos aspectos más relevantes de la experiencia de la
Renovación Carismática en todo el mundo y a la renovación de una
“espiritualidad de Pentecostés” en la Iglesia hoy. Los contenidos siguen un
orden similar al anterior documento del ICCRS sobre Directrices para las
Oraciones de Sanación.11 La Parte I se centra en una descripción del bautismo
en el Espíritu Santo, sus características y las gracias que acompañan. La Parte
II presenta la tradición bíblica y patrística pertinente. La Parte III ofrece una
reflexión teológica. Finalmente, la Parte IV trata asuntos pastorales surgidos de
la experiencia y la predicación de la acción del Espíritu Santo.
9
Parte I
Bautismo en el Espíritu
Las historias sobre los orígenes de la Renovación muestran que los católicos
fuimos bautizados en el Espíritu en muchos contextos distintos, y de maneras
muy diversas. Algunos recibieron la oración de otros que ya estaban
bautizados en el Espíritu; algunos recibieron esta gracia durante su oración
personal; algunos la recibieron en grupos de estudio y oración con las
Escrituras, otros a través de leer o escuchar los testimonios de los demás.
Debido a que apareció como una gracia inesperada, la Renovación Carismática
no tiene miembros a la manera que usualmente se ve en los movimientos
organizados y comunidades. La gente es parte de la Renovación, en primer
lugar, porque han recibido el bautismo en el Espíritu, porque afirman esta
gracia y buscan ser fieles a ella dentro de la Iglesia. La organización del
movimiento fue consecuente con este comienzo. Las primeras estructuras
formadas dentro de la Renovación fueron llamadas “comunidades de servicio” y
no reclamaron ninguna autoridad sobre los grupos y comunidades emergentes.
Cursos para preparar a la gente a recibir el bautismo en Espíritu, tal como el
Seminario de Vida en Espíritu, fueron ideados consecuentemente para ayudar a
una recepción fructífera de esta gracia.
Las Características del bautismo en Espíritu fueron bien resumidas por uno
de los participantes del fin de semana de Duquesne en 1967:
11
sido agraciados con carismas. Esto también nos coloca en una atmósfera
ecuménica.3
Esta sección describirá con más detalle los rasgos característicos del
bautismo en el Espíritu y sus efectos en la vida de los creyentes. El orden que
se sigue en esta sección no refleja un orden de importancia o cronología de los
efectos. Algunos rasgos son típicamente intrínsecos a la experiencia de recibir el
bautismo en el Espíritu Santo, mientras que otros son frutos que por lo general
se desenvuelven posteriormente.
El encuentro con Jesús trae un profundo despertar del amor del Padre
derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo (Rm 5,5). Hay una
nueva conciencia de la presencia y poder del Espíritu, a través del cual
conocemos existencialmente que “Jesús es el Señor” (1 Cor 12,3) y que clama
desde nuestros corazones, “Abba, Padre” (Rm 8,15). Las realidades de la fe
cristiana toman vida. Uno que es bautizado en el Espíritu puede decir con Juan,
“Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
contemplamos y tocamos con nuestras manos… os damos testimonio” (1 Jn
1,1-3).
12
Espíritu Santo (ver Rm 12,1– 21; Ef 4,1–3; Col 3,12–17), mostrándose el fruto
del Espíritu (Gal 5,22–23).
Así como el Espíritu Santo aleteaba sobre la creación en sus orígenes, ese
mismo Espíritu creativo constantemente nos lleva a nuevos patrones dentro de
la tradición ancestral. Dentro de los frutos del Bautismo en el Espíritu hay
muchos signos de creatividad en la adoración: una nueva habilidad para
formular alabanzas a Dios en el propio idioma de cada uno, tanto entre los
menos instruidos como entre los más cultivados; la amplia acogida del don de
lenguas, inicialmente como don para la oración y alabanza, el fenómeno del
canto comunitario en el Espíritu; y una explosión de nuevas canciones y
melodías expresando alabanzas a Dios.6
La gente bautizada en el Espíritu testifica una nueva sed por la oración, las
Escrituras, y los sacramentos. Desde los primeros días de la Renovación la
gente se ha reunido en grupos de oración para orar bajo la guía del Espíritu
Santo. La oración se convierte menos en una rutina y más en un asunto del
corazón, una respuesta espontánea de amor y gratitud a Dios, y una expresión
de confianza en su divina providencia ante todas nuestras necesidades. Muchos
han descubierto que el Espíritu los lleva a la oración de contemplación y a la
disciplina del ayuno. Las Escrituras cobran vida. La gente bautizada en el
Espíritu descubre, generalmente por primera vez, que la Escritura es la palabra
de vida a través de la cual Dios nos habla personalmente y en la que
encontramos alimento y guía para nuestras vidas. Hay sed por el estudio de la
Palabra para que nos transforme. Textos que fueron leídos en el pasado, toman
una nueva claridad, vivencia y relevancia. Por esta razón la Renovación
típicamente brinda un lugar preeminente a los estudios bíblicos, y a una fuerte
predicación y enseñanza bíblica. Creyentes sencillos que son bautizados en el
13
Espíritu a veces muestran una profunda comprensión de la Escrituras y una
penetrante visión de los misterios cristianos. Hay un nuevo despertar de la
presencia y el poder de Cristo en la liturgia de la Iglesia, especialmente en los
sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación. Personas que previamente
estaban alejadas del Señor o que recibían los sacramentos por costumbre, los
experimentan como un manantial de vida, y el deseo de recibirlos
regularmente. La adoración renovada que se origina en esta gracia se puede
ver más claramente en las celebraciones de la liturgia Eucarística, la mayor
expresión comunitaria de adoración para aquellos bautizados en Cristo.7
14
cuerpo de Cristo. En particular, el don de lenguas se ha hecho muy común, y
en este sentido ordinario, es principalmente un don para la oración y la
alabanza.10 En retrospectiva podemos ver la maravillosa providencia de Dios en
las enseñanzas de Vaticano II sobre los carismas:
Repartiendo sus dones según su voluntad (cf. 1 Cor. 12,11), [el Espíritu Santo]
también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición. Por
medio de estos dones los capacita y prepara para diversas tareas para la
Renovación y para la edificación de la Iglesia, tal como está escrito, a cada cual se
le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común´(1 Cor. 12,7). Ya
sean carismas muy llamativos, o sencillos y conocidos, siempre son recibidos con
gratitud y consuelo ya que resultan convenientes y útiles para las necesidades de
la Iglesia.11
15
naciones, la Iglesia se encuentra con el poder de las prácticas espiritualistas y
ocultistas, maldiciones y necromancia. La Iglesia está prestando gran atención
a las necesidades del ministerio de exorcismo, y no es coincidencia que muchos
de los sacerdotes que desarrollan este ministerio vengan de la Renovación
Carismática. Aquí la gracia del bautismo en el Espíritu satisface una gran
necesidad espiritual entre los ministerios de la Iglesia, en el mundo
contemporáneo.14
2.9 Evangelización
Entre los evidentes frutos del bautismo en el Espíritu está el celo por la
evangelización, para proclamar la buena nueva de la salvación con audacia
apostólica. Las personas transformadas por el Espíritu se hacen testigos
capaces de hablar de Cristo desde una experiencia personal y desde una
comprensión existencial de la Palabra de Dios. Se juntan un nuevo deseo por
propagar el evangelio y una nueva claridad sobre su contenido. La Renovación
ha promovido la aparición de muchas escuelas de evangelización y otros
programas, en donde la gente aprende a compartir el evangelio y a ejercitar los
carismas como dones dados para la expansión del reino de Dios.16
16
afirmar que el Espíritu Santo es el principal agente de la evangelización: es Él
quien impulsa a cada individuo a proclamar el evangelio, y es Él quien en la
profundidad de las conciencias suscita la palabra de salvación para ser aceptada
y comprendida.”17 Al mismo tiempo que la encíclica daba paso a una mayor
conciencia sobre la importancia de la evangelización, nuevos movimientos
eclesiales estaban desarrollando prácticas novedosas y creativas de
evangelización. La Renovación Carismática ha sobresalido en este trabajo, con
comunidades carismáticas pioneras en nuevas formas de proclamar la buena
nueva, tales como la evangelización por las calles y misiones en la ciudad. El
dinamismo espiritual desatado por el bautismo en el Espíritu es de particular
importancia en el contexto del llamado del Papa Juan Pablo II por una nueva
evangelización, reforzado por Benedicto XVI que estableció un Concejo
Pontificio para la Nueva Evangelización.
17
de profunda conversión a Cristo, principalmente expresada en adoración y
oración, que lleva a amar las obras del Espíritu Santo por la reconciliación y la
unidad. Estos elementos corresponden a dos énfasis del Decreto del Consejo
sobre Ecumenismo, y en la encíclica Ut Unum Sint de Juan Pablo II.19 Como el
Cardenal Léon-Joseph Suenens escribió, “la Renovación es una gracia para la
Iglesia de Dios en más de una manera, y es una gracia muy especial para el
ecumenismo.”20
18
Parte II
El Bautismo en el Espíritu nos deja una sensación de gran cercanía con los
primeros cristianos. Desde los inicios de la Renovación Carismática Católica,
aquellos que recibían esta gracia instintivamente miraban al Nuevo Testamento
para buscar las palabras que articularan lo que habían experimentando. A pesar
que la expresión nominal “bautismo en el Espíritu” no aparece en la Escritura,
es una adaptación de la expresión verbal “te bautizo en el Espíritu Santo” que
aparece seis veces en la Escritura. La promesa que Jesús “te bautizará en el
Espíritu Santo” es una de las profecías más frecuentemente repetidas en el
Nuevo Testamento, anunciada por Juan el Bautista en los cuatro Evangelios (Mt
3,11; Mc 1,8; Lc 3,16; Jn 1,33) y por el mismo Jesús en Hch 1,5, y recordada
por Pedro en Hch 11,16. Las reflexiones sobre la experiencia contemporánea
del bautismo en el Espíritu deberían empezar con la Escritura, buscando
comprender el contexto bíblico íntegro y el significado del don del Espíritu en
Pentecostés. La última sección de este capítulo dará un vistazo a las referencias
patrísticas de este don y de su significado para la vida cristiana.
19
marcada por un desbordamiento del Espíritu de Dios sobre su pueblo, de una
manera novedosa y personal.
Una de las imágenes más vivas que usaron los profetas para describir la
venida del Espíritu fue la del agua. El agua, que es necesaria para la vida y de
gran valor para cualquier tipo de limpieza fue una mercancía particularmente
preciosa en las tierras bíblicas, donde por lo general escaseaba. Empezando por
Isaías, los profetas hablaron de un tiempo por venir cuando el Señor habría de
“derramar” su Espíritu como agua sobre una tierra reseca (Is 32,15).
A pesar que el pueblo de Dios estaba reseco y sin vida como un desierto,
Dios prometió traer una vida divina abundante para ellos, como las flores
florecen después de la lluvia. Ezequiel añadió un nuevo elemento a estas
imágenes. El habló de no sólo un “derramamiento” sino de un “rocío”:
Una de las profecías más notables sobre el Espíritu es la de Joel, citada por
Pedro el día de Pentecostés:
20
Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos tendrán sueños y
vuestros jóvenes verán visiones. Y hasta sobre siervos y siervas derramaré mi
Espíritu en aquellos días (Jl 2, 28-29).
21
Juan declara que “el más fuerte” vendrá, aquel a quién él no es digo de
desatarle la correa de sus sandalias, “os bautizará con el Espíritu Santo” (Mc 1,
7-8). ¿Qué es lo que intenta decir con esa frase? El término “bautizar” era una
palabra ordinaria en griego, que simplemente significaba ser sumergido en el
agua, inmerso o mojarse. Bautizando a la gente, con su bautismo de
arrepentimiento, Juan los introducía dentro de las aguas del río Jordán,
simbolizando la limpieza interior del arrepentimiento. No era accidental que
Juan utilizara las aguas del Jordán para bautizar. El Jordán fue el río que los
israelitas cruzaron desde tierras resecas, para entrar en la tierra prometida,
guiados por Josué (Jos 3). Juan estaba llamando a los judíos a renovar su
identidad como pueblo de Dios, pasando a través del agua del arrepentimiento.
Al mismo tiempo él estaba señalando a un nuevo Josué, Jesús, que los guiaría a
través del agua, hacia la tierra prometida del Reino.
En dos de los relatos evangélicos, otra frase se añade al anuncio de Juan: “él
los bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11; Lc 3,16). El fuego es imagen
del juicio purificador (Ps 11,6; Is 30,27, 33; Mal 4,1). Isaías había profetizado
que el Señor lavaría las inmundicias de Jerusalén “con viento justiciero y viento
abrasador” (Is 4,4). La venida del Espíritu Santo con su fuego traería verdadera
conversión, un fundir todo pecado, como se acrisola el oro y la plata (cf. Mal
3,3). Semejante purificación iba a ser la preparación al juicio final al final de los
tiempos (Mt 3,12; Lc 3,17). El fuego también recuerda la llama intensa en la
que Dios se le apareció a Moisés (Ex 3), el símbolo de suprema santidad de
Dios, y al mismo tiempo, de su deseo de estar más cerca de su pueblo.
Jesús vino para ser bautizado por Juan al comienzo de su ministerio público.
El Señor se sometió al “bautismo de arrepentimiento” de Juan (Mc 1,4) no
porque él fuese pecador, sino por su total solidaridad con la humanidad
pecadora —una solidaridad que por último le llevaría a la cruz. En respuesta a
su acto de humildad, cuando Jesús estaba orando, bajó el Espíritu Santo sobre
él en forma de paloma, ungiéndolo para su misión mesiánica (Lc 3, 21-22; Hch
10, 38). El Espíritu descendiendo también nos recuerda el relato de la creación
(Gen 1,2) y la paloma que señaló el nuevo comienzo del mundo después del
diluvio (Gen 8,8-12). En Jesús y a través del Espíritu, Dios nos trae una nueva
creación.
22
El evangelio nos presenta a Jesús como “lleno de Espíritu Santo” (Lc 4,1),
que realizó todo su ministerio público -sus enseñanzas, curaciones, exorcismos,
y milagros- en el poder del Espíritu Santo (Lc 4,18; Hch 10,38). Él tiene la
capacidad de “bautizar en el Espíritu” porque lo recibió primero en su
naturaleza humana.
23
oración: “Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu, en
compañía de algunas mujeres, y de María la Madre de Jesús, y de sus
hermanos”. (Hch1,14).4 La presencia de María es significativa, ya que ella ya
había recibido el Espíritu Santo el día de la Anunciación (Lc 1,35). El mismo
Santo Espíritu que encarnó a Cristo en el vientre de María nos traerá ahora su
presencia en el mundo, a través de la Iglesia.
Jesús explica que el primer efecto de la llegada del Espíritu será hacer de su
discípulos sus testigos: “Recibiréis una fuerza cuando el Espíritu Santo venga
sobre vosotros; y de este modo seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hch 1,8). Lucas muestra esta profecía
cumpliéndose paso a paso a través del libro de los Hechos de los Apóstoles,
haciendo patente como el Espíritu Santo impulsa y guía la misión de la Iglesia.5
Los apóstoles le preguntan a Jesús cuando “restaurará el Reino de Israel” (Hch
1,6), pero Jesús les da una nueva y más profunda comprensión del Reino: a
través de su obra de evangelización su señorío será establecido en los
corazones de los hombres, en preparación a su reinado visible y completo sobre
todo el mundo, cuando regrese en gloria.
24
llena del Espíritu. En vez de intentar “hacerse conocer” como lo hizo la gente de
Babel (Gen 11,4), ellos “invocaron el nombre del Señor” (Hch 2,21).
El don de lenguas está muy relacionado con la alabanza a Dios (2,11; ver
10,46). Como un fenómeno carismático, es la señal de la presencia del Espíritu,
una invitación a la fe. Pero no puede obligar a la fe: algunas personas
concluyen que los apóstoles ¡están borrachos! (2,13). Hay una gran ironía en la
acusación que los discípulos están “llenos de un vino nuevo.” En el Antiguo
Testamento, el vino nuevo (o vino dulce) simbolizaba la alegría y abundancia de
bendiciones que Dios daría a su pueblo en la era mesiánica (Jl 3,18; Am 9,13–
14; Za 9,16– 17). Jesús insinuó que él mismo daría el “vino nuevo” de la vida
divina (Mc 2,22; cf. Jn 2,10) que debe ser guardado en odres nuevos. Ahora
está claro lo que es el nuevo vino: ¡Es el Espíritu Santo! Pablo confirma esta
relación cuando le dice a los efesios, “No os embriaguéis con vino, llenaos más
bien del Espíritu” (Ef 5,18).
25
Los efectos del bautismo en el Espíritu
26
de manera sumamente clara. Lucas relata como el Espíritu Santo organiza todo
el evento: Cornelio es visitado por un ángel, Pedro recibe una visión celestial, el
Espíritu habla directamente a Pedro, y la delegación enviada por Cornelio llega
en ese preciso momento. La culminación de la historia es que Pedro está
predicando el evangelio a Cornelio y su asamblea de amigos:
Al tiempo que Pedro estaba hablando, el Espíritu Santo cayó sobro todos los que
escuchaban su palabra. Y los circuncisos que vinieron con Pedro estaban
sorprendidos, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado incluso entre
los gentiles. Ellos les escucharon hablar en lenguas y ensalzar a Dios. Entonces
Pedro declaró, “¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han
recibido el Espíritu Santo como nosotros?” Y mandó que fueran bautizados en el
nombre de Jesucristo (Hch 10,44–48).
Los Hechos de los Apóstoles bien podrían llamarse los Hechos del Espíritu
Santo, porque el Espíritu aparece en todas partes y dirige toda la actividad de la
Iglesia (Hch 1,6-11). Cada nuevo paso en la misión de la Iglesia es dirigido por
el Espíritu Santo, incluyendo el bautismo de los gentiles (Hch 8,26–39; 10,1–
48), el viaje misionero de Pablo y Bernabé (13, 1-3), y la extensión de la misión
27
hacia Europa (16,9-10). A veces el Espíritu explícitamente le dice al evangelista
lo que tiene que hacer (8,29) o previene a los discípulos de ir a donde habían
planeado (16,6-7). Ser directamente guiados por el Espíritu es, como la
profecía, parte del funcionamiento ordinario de la Iglesia. Al mismo tiempo el
libro de Hechos aclara que el más alto cargo en la Iglesia, y el canal primario
para las obras del espíritu, es el de los apóstoles.
Jesús dio instrucciones a los apóstoles a través del Espíritu Santo (Hch 1,2),
y son ellos quienes disciernen y examinan cada nuevo paso tomado por la
Iglesia bajo la dirección del Espíritu (8,14; 11,22; 15,2, 6). En el concilio de
Jerusalén, sobre el tema de incluir a los gentiles, los apóstoles indican que su
decisión de autoridad fue guiada por el espíritu Santo: “Que hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros” (15,28). No existe contradicción entre el liderazgo
espontáneo del Espíritu y la responsabilidad de los apóstoles de supervisar y
ordenar la vida de la Iglesia. Ambos son dones del Espíritu.
Las cartas de Pablo están llenas de referencias a la actividad del Espíritu Santo
en la Iglesia y en la vida del creyente. A pesar que Pablo no usa el término
“bautizar en el Espíritu Santo”, está claramente familiarizado con el tipo de
experiencia del Espíritu que se describe en Hechos. Sus cartas, escritas antes
que los Evangelios y Hechos, despliegan un fuerte interés por guiar y pastorear
apropiadamente las obras del Espíritu en la Iglesia local. A pesar que Lucas
muestra la presencia y poder del Espíritu Santo primariamente a través de la
actividad visible de la Iglesia, especialmente su actividad misionera, Pablo
revela más sobre la obra interior de santificación del Espíritu.
Recibir el Espíritu
Para Pablo, así como para Lucas, recibir el Espíritu es un evento perceptible
que toma lugar a través de la predicación ungida del evangelio y su aceptación
en fe. Pablo con frecuencia recuerda a sus lectores acerca de este evento de
conversión, dando por sentado que son plenamente conscientes de haber
experimentado el don del espíritu. Les recuerda a los Tesalonicenses que “ya
que os fue predicado nuestro evangelio no sólo con palabras sino también con
poder (dynamis) y con el Espíritu Santo, con plena persuasión” (1 Tes 1,5). De
manera similar, sus palabras y su predicación en Corinto “no se apoyaban en
persuasivos discursos de sabiduría, sino en la demostración del Espíritu y su
poder (dynamis)” (1 Cor 2,4). El “poder” probablemente se refiere tanto a la
actividad carismática (milagros, lenguas y profecía) como a la experiencia
interior de ser convencidos más allá de ninguna duda sobre la verdad del
evangelio.14 El ruego de Pablo a los Gálatas presupone de nuevo dicha
experiencia sensible: “¿Habéis recibido el Espíritu por las obras de la Ley o por
28
la fe en la predicación?... ¿habéis pasado en vano por tales experiencias?... El
que os otorga el Espíritu y obra milagros (dynameis) entre vosotros, ¿lo hace
por las obras de la ley o por fe en la predicación?” (Gal 3,2-5). La presencia del
Espíritu en el corazón del creyente es tan perceptible que Pablo puede llamarlo
“sello” o “garantía” de nuestra herencia gloriosa de la vida por venir (2 Cor
1,22; 5,5; Ef 1,13; ver Rm 8:23). Recibir el Espíritu sirve como poderosa
confirmación de la verdad de la predicación apostólica, y como fundamento del
consiguiente crecimiento espiritual.
La Vida en el Espíritu
29
son santificados en la medida que colaboran con la obra del Espíritu (Rm 15,16;
1 Ts 4,3; 5,23).
Pablo enfatiza que los carismas son distribuidos libremente por el Espíritu
Santo según su voluntad. Los carismas son diferentes a la gracia santificante
que recibimos en el bautismo, aquellos son dados no primariamente para la
santificación personal de quien los recibe sino para ser ejercidos para el bien de
otros. Los carismas son formas de “servicio” (1 Cor 12,5) porque su propósito
es servir a los otros. La maravillosa diversidad de carismas está ordenada para
la unidad de la Iglesia, fundada en la unidad de un solo Dios – Padre, Hijo, y
Espíritu Santo (12,4–6).
30
Los carismas son otorgados a cada miembro del cuerpo de Cristo para el
bien común (1 Cor 12,7; Ef 4,7). Todo tiene su papel en la edificación de la
Iglesia y el avance de su misión. Todos tienen la responsabilidad de ejercitar los
dones que se les ha dado: “Pero teniendo dones diferentes según la gracia que
nos ha sido dada, ejerzámoslos en la medida de nuestra fe” (Rm 12,6; cf. 1 Pe
4,10). A pesar que los dones se otorgan libremente, los cristianos deben
“ambicionarlos” por su poderosa capacidad para edificar a otros (1 Cor 12,31;
14,1).
Pablo previene a los corintios que los carismas no son en sí mismos una
medida de santidad (cf. Hch 3,12; 1 Cor 13,1–3). Incluso en su pasado pagano
habían experimentado algo parecido a los fenómenos carismáticos (1 Cor 12,2).
Jesús los había prevenido que muchos le dirán “Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos
muchos milagros?” a lo que él declarará, “¡Jamás os conocí; apartaos de mí,
agentes de iniquidad!” (Mt 7,22-23). Estos textos indican que es posible que la
gente ejercite los carismas al tiempo que enseña o vive de manera incompatible
con la fe cristiana. Por otro lado, el crecimiento en santidad normalmente lleva
a mayores frutos en el ejercicio de los carismas. Los carismas deben ser
discernidos, y los criterios básicos son que dan a conocer el señorío de Jesús y
sirven realmente a la misión de la Iglesia (1 Cor 12,3; 14,7–26).
Las cartas paulinas contienen varias listas de carismas, ninguna de las cuales
pretende ser sistemática o completa. La más extensa está en 1 Cor 12,8–10 (cf.
12,28–30), que menciona la palabra de sabiduría, palabra de conocimiento, fe,
31
sanaciones, milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas, e
interpretación de lenguas. Pablo se refiere a estos como “dones espirituales”
(pneumatika, 12,1; 14,1), tal vez porque son especialmente dependientes de la
docilidad al Espíritu. La “palabra de sabiduría” y la “palabra de conocimiento”
probablemente hacen referencia a mensajes inspirados por el Espíritu que dan
una percepción nueva sobre el plan de salvación de Dios y su aplicación
práctica en la vida de los creyentes. Una “palabra de conocimiento” puede
también referirse a un conocimiento sobrenatural de ciertas cosas, tal como
Jesús conoció el pasado de la mujer samaritana (Jn 4,17) o el conocimiento de
Ananías sobre la conversión de Saulo (Hch 9,10–12). La “Fe” no es mencionada
aquí como la justificación de la fe común de los creyentes, sino como una
confianza segura que Dios va a actuar en una situación particular, el tipo de fe
que Jesús dijo que movería montañas (Mt 17,20; 21,21; 1 Cor 13,2). Las
curaciones (literalmente “carisma de curación”) son reales sanaciones de
enfermedades o discapacidades en respuesta a la oración, como se muestra
frecuentemente en Hechos. El hacer milagros, de manera similar, es el
despliegue del poder de Dios que confirma la verdad del evangelio (ver Rm
15,19; 2 Cor 12,12; Gal 3,5; Heb 2,4). El discernimiento de espíritus es la
habilidad de reconocer si un fenómeno o expresión espiritual particular, viene
del Espíritu Santo, del espíritu maligno, o simplemente del espíritu humano.
32
habléis todos en lenguas; prefiero, sin embargo, que profeticéis” (1 Cor 14,4–
5); “no despreciéis las profecías” (1 Ts 5,20).
33
Una pregunta que aflora de manera natural desde la experiencia
contemporánea del Bautismo en el Espíritu es: ¿Qué precedente hay sobre esta
experiencia en la historia de la Iglesia, especialmente en la etapa formativa de
los primeros Padres? Esta pregunta se funda en la convicción que una auténtica
gracia de Dios no puede estar sin continuidad con la tradición viva de la Iglesia.
Aunque una investigación profunda sobre este asunto está fuera de los
objetivos de este libro, presentamos algunos apuntes breves sobre el hecho
que, los aspectos relevantes del Bautismo en el Espíritu tal como lo
experimentamos hoy, estuvieron también presentes en la Iglesia de la era
patrística.17
No están embriagados de la manera que se podría pensar. Ellos están ebrios, pero
de la sobria intoxicación que quita el pecado y da vida al corazón, que es todo lo
opuesto a la embriaguez física. La embriaguez hace que una persona olvide lo que
sabe; ésta, por el contrario, permite conocer cosas que no se conocían
formalmente. Ellos están ebrios porque se embriagaron con el vino de esa vid
mística de la que se afirma, “Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos” (Jn 15,5).18
La experiencia del Espíritu fue considerada como parte integrante para los
sacramentos de iniciación. La iniciación cristiana era un proceso que podía
durar entre dos y tres años, un tiempo de intensa catequesis y profunda
conversión en la que los catecúmenos eran llevados a una relación viva con el
34
Padre a través del Hijo y del Espíritu. El proceso usualmente culminaba en la
celebración del bautismo, confirmación y Eucaristía en la Liturgia de la Vigilia
Pascual. Basándose en el Nuevo Testamento, varios de los Padres usaron el
término “Bautismo en el Espíritu” simplemente como sinónimo de esta
incorporación sacramental en Cristo.21
[Después del bautismo de Jesús] una voz del cielo dice: “Tú eres mi Hijo
amado.”… Esto sucedió para que en nuestro tiempo podamos aprender lo que se
ha realizado plenamente en Cristo. Después de la inmersión en agua, el Espíritu
Santo vuela sobre nosotros desde las puertas del cielo, para que podamos
bañarnos con la unción de la gloria celestial, y que podamos convertirnos en hijos
de Dios a través de la adopción expresada por la voz del Padre.23
Bajé hacia esas aguas de vida, y todas las manchas de mi pasado fueron lavadas.
Le entregué mi vida al Señor; él limpió mi corazón y me llenó con el Espíritu
Santo. Nací de nuevo, un nuevo hombre. Entonces, de una manera aún más
maravillosa todas mis dudas se aclararon. Pude ver ahora lo que antes me era
oculto. Descubrí que podía hacer cosas que antes me eran imposibles. Vi que en
la medida que había vivido de acuerdo a mi carne, estaba a merced del pecado y
mi destino era la muerte, pero viviendo ahora de acuerdo a mi renacer en el
Espíritu Santo había comenzado a compartir la vida eterna de Dios… No tenemos
que esforzarnos ni sudar para conseguir la perfección, no se necesita dinero ni
influencia para obtener el don del Espíritu Santo. Es repartido gratuitamente por
Dios, siempre a nuestra disposición para usarlo. Así como el sol brilla y el día trae
la luz, el arroyo irriga el campo y la lluvia humedece la tierra, el Espíritu celestial
se derrama dentro de nosotros.24
35
San Justino Mártir (100–165 d.C) escribe, “Los dones proféticos permanecen
entre nosotros, incluso en el tiempo presente.”25 San Ireneo (115–202 d.C)
observa lo mismo, “Escuchamos de muchas fraternidades de la Iglesia, que
tienen carismas proféticos y que se hablan todo tipo de lenguas a través del
Espíritu; y se acercan los secretos de los hombres a la luz para su provecho, y
se exponen los misterios de Dios.”26 Ireneo testifica numerosos milagros y otros
signos del poder del Espíritu:
Aquellos que son realmente sus discípulos, recibiendo gracia de él, realizan
[milagros] en su nombre para el bien de otros, de acuerdo al carisma que cada
uno ha recibido de él. Algunos verdaderamente expulsan demonios, de tal manera
que aquellos que han sido liberados de los espíritus inmundos, frecuentemente
creen y se unen a la Iglesia. Otros tienen un conocimiento especial de las cosas
por venir: tienen visiones, y profecías. Incluso algunos curan a los enfermos
imponiéndoles las manos, y se sanan. Sí, incluso hay muertos que han sido
resucitados, y han permanecido entre nosotros por muchos años. ¿Y que más
diré? No es posible nombrar el número de los dones que en todo el mundo ha
recibido la Iglesia de parte de Dios, en el nombre de Jesucristo que fue crucificado
bajo Poncio Pilatos, y que ella ejerce día a día para beneficio de los gentiles, sin
decepcionar a nadie, sin recibir premio alguno por tales milagros. Porque la Iglesia
lo ha recibido gratuitamente de Dios, así gratuitamente lo administra.27
Los que hemos nacido de nuevo con el sacramento del bautismo, experimentamos
una alegría intensa cuando sentimos dentro de nosotros el primer movimiento del
Espíritu Santo. Empezamos a adentrarnos en los misterios de la fe; somos capaces
de profetizar y hablar con sabiduría. Nos hacemos perseverantes en la esperanza
y recibimos abundantes dones de sanación. Los demonios obedecen a nuestra
autoridad. Estos dones entran en nosotros como una lluvia suave, y… poco a
poco, dan abundantes frutos.31
36
San Agustín (354–430), como es sabido, cambió de opinión acerca de los
carismas. Durante los siglos III y IV hubo un declive en los dones espirituales,
debido en parte a la herejía de los Montanistas que se caracterizó por los
excesos y abusos en el uso de los carismas.32 Como reacción ante esta herejía,
hubo una tendencia a evitar la actividad carismática. En sus primeros años
Agustín escribió que si bien los carismas habían sido necesarios durante la era
apostólica, ahora que la Iglesia había alcanzado la madurez, ya no eran
necesarios. Pero después, tras ser testigo de muchos milagros en su propia
catedral en Hipona, se dio cuenta que la Iglesia realmente necesita de los
carismas. Tiempo después escribió en sus Confesiones,
Es verdad que los enfermos no siempre son sanados… pero lo que digo no debe
ser tomado para dar a entender que no creemos que puedan suceder milagros
hoy en el nombre de Jesús. Porque en su día escribí… un ciego en la ciudad [de
Milán] recuperó la vista; y muchas otras cosas de este tipo han sucedido, incluso
en el tiempo presente, que no es posible saber todas ellas o contabilizar todos los
casos que hemos conocido.33
Jesús nació por la voluntad de Dios Padre, para la salvación de los creyentes y la
destrucción de los demonios. Y ahora vosotros podéis aprender esto por lo que
veis con vuestros propios ojos. Por cuanto en todo el mundo y en vuestra ciudad
[Roma] hay muchos endemoniados a los que los otros exorcistas, hechiceros y
magos no pudieron curar, pero nuestros cristianos han curado y curan,
sometiendo y expulsando a los demonios que los poseían, en el nombre de
Jesucristo que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilatos.37
37
Atanasio cuenta que Antonio liberó a mucha gente de opresión diabólica, y él
mismo fue atacado con frecuencia por espíritus malignos pero se sobrepuso a
esos ataques por medio de la fe y la oración.
Después del segundo siglo hay pocos escritos acerca del Don de Lenguas.
Sin embargo esto no significa necesariamente que ese carisma desapareciera
de la Iglesia. Hay una evidencia clara que el fenómeno bíblico de la Lenguas
continuó, pero con distinta terminología y tal vez con diferentes formas. Muchos
de los Padre hablan del “Júbilo”, una forma de oración y canto fuerte que se
hace sin palabras, que parece tener mucha relación con el Don de Lenguas que
experimentamos hoy en día.38 Agustín lo describe así:
El que canta con júbilo no usa palabras, pero emite un cierto sonido de alegría sin
palabras: es la voz del alma derramada en gozo, expresando tanto como puede lo
que siente, sin reflexionar en su significado. Rezumando alegría, el hombre usa
palabras que no pueden ser pronunciadas ni comprendidas, pero simplemente
deja que su alegría se despliegue sin palabras; su voz entonces parece expresar
una alegría tan intensa que él no puede explicar.39
Esta alegría que fluye en una oración sin palabras puede ser lo que Pablo
llamó “orar con el Espíritu” y “cantar con el Espíritu” (1 Cor 14,15) con “salmos,
himnos y cánticos espirituales” (Col 3,16; Ef 5,19). La adoración en la Iglesia
primitiva era con frecuencia bastante expresiva, con miembros de la
congregación clamando espontáneamente palabras de alabanza y acción de
gracias. Suspiros, lágrimas, cantos espontáneos y aplausos eran comunes.42
Durante siglos, el júbilo con melodías improvisadas, fue parte ordinaria de la
liturgia, colaborando con la instauración de la música de la Iglesia medieval.43
38
profundas raíces en la tradición de la Iglesia. Está fuera de los objetivos de este
documento discutir la actividad carismática del Espíritu desde el fin de la era
patrística hasta nuestros días. Sin embrago, es bueno puntualizar que la
totalidad de los carismas experimentados en la Renovación han sido
manifestados en diversas épocas y lugares, especialmente en la vida de santos
como Bernardo, Francisco de Asís, Gertrudis la Grande, Catalina de Siena,
Vicente Ferrer, Ignacio de Loyola, Francisco Xavier, Teresa de Ávila, Juan
Vianney, Juan Bosco, Pío de Pietrelcina, Andrés Bessette y muchos otros.
39
Parte III
Reflexión Teológica
Los primeros católicos alcanzados por esta gracia inesperada del bautismo
en el Espíritu, pronto entendieron que esta gracia debía ser comprendida en el
contexto de una renovación profunda de la vida católica, que era el corazón y el
objetivo de Vaticano II. Ellos tuvieron un fuerte impulso de comunicar esta
40
gracia de manera amplia a la Iglesia Católica y la clara convicción de que esta
gracia era para la renovación de toda la Iglesia. Su fuerte sentido eclesial fue la
principal diferencia con los orígenes de los movimientos carismáticos en las
denominaciones Protestantes. Los católicos bautizados en el Espíritu
reconocieron la necesidad de que este movimiento fuese acogido en el interior
de la Iglesia Católica bajo la guía del Papa y los Obispos.
La ventaja del término “efusión del Espíritu Santo” es que evita cualquier
sugerencia de dos bautismos, uno en agua y otro en el espíritu, que podría
devaluar al sacramento del bautismo. Cabe señalar que no existe un término
41
equivalente a “efusión” en el idioma inglés.2 Por otra parte, la ventaja de
“bautismo en el Espíritu” es que mantiene el lenguaje usado por Juan el
Bautista y por Jesús para referirse a la culminación de la obra de redención del
Espíritu Santo, en relación directa al acontecimiento de Pentecostés. También
expresa la particularidad de lo que se experimenta en la Renovación, mientras
que el término “efusión” se aplica más genéricamente a cualquier acción del
Espíritu en la vida cristiana. El término “bautismo en el Espíritu” muestra la
afinidad existente entre los movimientos Pentecostales y Carismáticos que usan
este término en común, pero los católicos deben evitar las explicaciones
confusas sobre “dos bautismos”. El uso de terminología bautismal puede
acarrear dificultades adicionales en situaciones donde existan grupos
Pentecostales o Carismáticos que tengan un cuestionable énfasis. Cada una de
las terminologías usadas tradicionalmente tiene su legitimidad y sus limitaciones
relacionadas con distintos contextos culturales y eclesiásticos. El hecho de que
se continúe utilizando diferentes términos es un indicador de la riqueza de esta
realidad, que no puede ser reducida a una única expresión.
42
corazón mismo de lo que significa teológicamente el bautismo, tal como lo
presenta San Pablo: “Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la
muerte, a fin de que, al igual que Cristo resucitó de entre los muertos por
medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva”
(Rom 6,4). Dios, “con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo
Jesús” (Ef 2,6; cf. Col 3,3). El Espíritu Santo da poder para ponerse en “la
mente de Cristo” —para pensar como él y amar como él (Rom 13,14; 1 Cor
2,16; Flp 2,5) y por consiguiente hacer las obras que él hizo (Jn 14,12). En
principio todas estas cosas son verdad para todo Cristiano bautizado, pero a
través del bautismo en el Espíritu, éstas se convierten en una experiencia
palpable. Esto nos lleva a la victoria sobre el pecado, a tener autoridad sobre la
tentación y los engaños del maligno, y a crecer en las virtudes a través de la
unión con Jesús resucitado.4
43
3. Teología y Experiencia
44
de los sacramentos y la liturgia de la Iglesia. La madurez cristiana es una
profunda integración personal entre la acción de Dios en los sacramentos y la
acción de Dios en el creyente.
45
Cristo. Por otra parte, la dimensión institucional necesita a la carismática para
que la plena creatividad del Espíritu Santo sea manifestada a la Iglesia en cada
tiempo y para que la Iglesia recuerde siempre su dependencia del Señor
resucitado y de su Espíritu.10
46
sacramentos, mentalidad secular, u obstáculos psicológicos o espirituales
pueden impedir que los sacramentos produzcan todos su frutos.15
47
Dios les está llamando. Santo Tomás de Aquino se refiere a una obra novedosa
y decisiva del Espíritu en la vida del cristiano, cuando escribe,
Hay un envío invisible [del Espíritu Santo] también para crecer en virtud o para
incrementar la gracia... Este envío invisible se puede ver de manera especial en
esos estados crecientes de gracia que mueven a las personas a realizar
actuaciones nuevas, o a nuevos estados de gracia: como por ejemplo, cuando la
persona es movida por la gracia a obrar milagros, o a profetizar, o movido por un
amor ardiente por Dios ofrece su vida como mártir, o renuncia a todas sus
posesiones, o realiza alguna otra obra así de ardua.16
A pesar que el Espíritu siempre viene cuando oramos, viene de una manera
gratuita, misteriosa, y única en cada individuo. Es por esto que nadie puede
decir que exista una manera particular, que sea obligatoria o normativa, para
recibir el bautismo en el Espíritu. Esta gracia permanece fiel a su origen que es
la de ser un don supremo, para bendición de toda la Iglesia, y que es dado y
recibido gratuitamente.
48
Pero el bautismo en el Espíritu es para todo bautizado en la medida que reaviva
el bautismo sacramental y la confirmación.
De la misma manera, carismas como éstos son para toda la Iglesia dado que
pertenecieron al ministerio de Jesús y fueron parte de lo que él confirió a la
Iglesia a través de los Doce.18 Sin embrago, la manera particular como estos
dones toman forma en diferente tiempos y situaciones, no pueden ser hechos
normativos para ninguna persona o grupo. Nadie puede decir que algunos
carismas son para todos los cristianos ya que ellos son otorgados libremente
según la voluntad del Espíritu. Este último punto también se aplica a la
espiritualidad de la Renovación Carismática que representa un camino particular
de respuesta a la gracia del bautismo en el Espíritu, pero no puede ser
considerado el único camino.
49
El bautismo en el Espíritu, como se entiende habitualmente, es un encuentro
nuevo con el Espíritu en la vida de uno, una experiencia que crea una distinción
entre “antes” y “después”. En este sentido es un evento único, como
Pentecostés en la Iglesia primitiva. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad
de renovadas visitas del Espíritu, como también ocurrió en la Iglesia primitiva
(Hch 4, 31).19 De vez en cuando todos los cristianos tienen necesidad y pueden
orar por un nuevo derramamiento del Espíritu, especialmente ante nuevas
situaciones como el matrimonio, un llamado al apostolado, una enfermedad, y
otros en los que se requiera nuevos dones del Espíritu. También puede suceder
un retroceso, en cuyo caso hay necesidad de arrepentimiento y renovación. La
Iglesia cree que todos los cristianos han recibido el Espíritu Santo en el
bautismo, pero en las oraciones nos enseña siempre a implorar nuevamente:
“¡Ven, Espíritu Santo!”
50
Parte IV
Aspectos Pastorales
Muchos católicos nunca han recibido una formación sólida. Más aún, como
señalaba el Papa Juan Pablo II, muchos católicos han sido bautizados y
catequizados sin ser suficientemente evangelizados, es decir, sin escuchar la
proclamación básica del evangelio de una manera que los lleve a un encuentro
personal con Cristo y a la conversión del corazón.1 El Cardenal Stalislaw Rylko,
presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, ha observado que la cultura
de hoy con frecuencia “produce individuos cuya identidad cristiana es débil y
confusa, su fe es pequeña, algo más que una práctica rutinaria por lo general
influida por un sincretismo peligroso…. Una participación superficial y distraída
en la Iglesia, de manera que esta no puede impactar sus decisiones y su
conducta de manera significativa.”2 Además, muchas personas han sido heridas
por familias disfuncionales y otros efectos de la cultura de la muerte, y es por
eso que muchas veces se requiere sanación interior antes que la gente pueda
abrirse totalmente a la gracia del Espíritu Santo.
51
manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y
las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio
contenido en ellas.”(Dei Verbum,2). Este principio es también una verdad
aplicable al bautismo en el Espíritu Santo y a cada trabajo que Dios hace en la
vida humana. Existe por lo general una correlación directa entre lo que se
predica y lo que se experimenta. Predicaciones y enseñanzas sólidas preparan a
la gente a que abra el corazón para ser tocados por Dios y se les capacita para
interpretar apropiadamente lo que están experimentando. En sentido inverso, la
experiencia de Dios hace que las doctrinas de fe recobren vida de una manera
personal y existencial.
52
cambia a la persona hasta lo más profundo de su corazón, convirtiéndose en el
inicio de una repuesta total de amor por él, a su vez.
“En sus corazones dad culto a Cristo como Señor” (1 Pe 3,15). Las
enseñanzas deberían preparar a aquellos que no lo han hecho
conscientemente, a que inviten a Jesús a entrar en sus corazones como Señor y
Salvador. Esto requiere explicar la realidad del pecado y la buena noticia del
perdón de los pecados y la reconciliación con Dios a través de la cruz de Cristo.
Jesús es nuestro amigo y hermano; él entiende nuestras debilidades y
tentaciones, y está siempre con nosotros compartiendo las alegrías y tristezas
de nuestra vida. Verdaderamente ha vencido al pecado, y por el poder de su
cruz nosotros podemos resistir nuestras tendencias pecaminosas y vivir una
nueva vida como hijos e hijas de Dios. El reconocimiento de la autoridad
soberana de Jesús sobre todas las cosas (Hch 10,36) da a la gente paz, libertad
y un nuevo deseo de someterle sus vidas. Las enseñanzas deberían ayudar a
que la gente abrace gozosamente la llamada al discipulado, incluso cuando esto
signifique cargar con la cruz y caminar contra la tendencia del mundo.
“Recibiréis poder cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros” (Hch 1,8).
El bautismo en el Espíritu suscita una revolución interior: la vida cristiana, en
lugar de basarse en esfuerzos para crecer en santidad, a la cual Dios viene a
enriquecer y coronar, existe una profunda convicción que “por gracia hemos
sido salvados” (Ef 2,5) y que sin Cristo no somos nada.4 Este descubrimiento de
nuestra pobreza espiritual no nos desanima sino que nos invita a una confianza
verdadera en el Señor: “No por el valor ni por la fuerza, sino por mi Espíritu
dice Yahvé Sebaot” (Za 4,6). Una buena enseñanza presenta el poder del
Espíritu, antes que todo, como un poder de santificación, y en segundo lugar un
poder que nos capacita para ser testigos de Cristo de la misma manera que
Cristo recibió poder para realizar su ministerio terrenal (Lc 3,21–22; 4,18–20).
Así como la persona aprende a dejarse guiar por el Espíritu, el Espíritu suscita
en ella los frutos de la santidad: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, modestia, dominio de sí” (Gal 5, 22-23). En este aspecto es
de mucha ayuda dar ejemplos tomados de la vida de los santos. También
debería haber una orientación sobre como estar atentos y obedientes a las
mociones interiores del Espíritu.
53
vuestras ofensas” (Mc 11,25). Para abrirnos totalmente al Espíritu Santo, hay
necesidad de arrepentirse y perdonar a quien nos haya ofendido, lo cual es una
gracia de Dios.
54
sobre los carismas que el Espíritu concede (ver Parte II, sección 2.3 arriba) y
cómo recibirlos y ejercitarlos. Los Carismas son diferentes a los dones
santificantes que se nos dan a todos en el bautismo (cf. Is 11,1-2), que
completan y perfeccionan las virtudes.6 Son también diferentes a los talentos
humanos aunque a veces pueden edificar sobre algunos talentos como es el
caso de la enseñanza o la acogida. Los Carismas son distribuidos en diferente
medida a personas distintas y son para ponerlos al servicio de los demás, para
edificación del cuerpo de Cristo. El don de lenguas es con frecuencia, pero no
siempre, el primer carisma que se recibe. Debido a que es una manera sencilla
de sumergirnos en el Espíritu, se le puede considerar como una puerta hacia
otros carismas. Sin embrago, como dijimos arriba, el don de lenguas no debe
ser considerado un signo necesario de haber recibido el bautismo en el Espíritu.
55
en la Eucaristía, “la fuente y el culmen de la vida cristiana” (Catecismo de
Iglesia Católica, 1324).
1.7 Misión
“Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8). El amor de Dios permanece vivo
en la persona únicamente en la medida que se comparte, como el agua que no
tiene drenaje se estanca. La formación debe enseñar a la gente a reconocer
como son enviados por el Espíritu: cada persona ha recibido una misión de
parte de Dios, una parte única e indispensable a realizar dentro de la misión del
cuerpo de Cristo.7 Se les llama a dejar “la estancia superior” y salir al mundo,
compartiendo la buena nueva.
Como los Papas recientes han enfatizado, todos los católicos están llamados
a evangelizar. 8 Todos están llamados a vivir testificando a Cristo tanto con la
palabra como con las acciones, en la familia, en el lugar de trabajo y en toda la
sociedad. Los laicos tienen la particular tarea de transformar la cultura dando a
conocer la luz de Cristo en cada aspecto de la sociedad. El bautismo en el
Espíritu con frecuencia impulsa un nuevo dinamismo y creatividad para esta
tarea porque la gente despierta al hecho de que han sido bendecidos y
llamados a ser heraldos del evangelio.
56
entonces cuando se renuevan las promesas bautismales, conducido por un
sacerdote o un diácono si es posible, usando el formato litúrgico habitual, y una
oración de entrega personal a Jesucristo. De esta manera la gente se abre a la
acción del Espíritu Santo a través de una decisión libre, que es un paso de
conversión por el cual se rinden totalmente a Jesús sin poner límites a la acción
de Dios.10
57
sean invitados a manifestar los carismas, particularmente profecía, palabra de
conocimiento, oración o canto en lenguas y alabanza espontánea. Invitarlos al
ejercicio de los carismas no significa forzarlos; la libertad de cada persona debe
respetarse. Este tiempo de adoración comunitaria puede ser una buena
oportunidad para obtener valor y dar unos pequeños pasos iniciales para
aprender a usar y discernir los carismas. Se cometerán errores. Pero si hay un
espíritu de humildad y docilidad, los errores los llevarán a progresar.
58
contribuye a la edificación del cuerpo de Cristo en el amor;
evita poner énfasis en métodos o técnicas, como si el resultado exitoso,
por ejemplo de una sanación, dependiera más de la experiencia
individual que del don gratuito del Espíritu Santo;
evita cualquier cosa relacionada con prácticas ocultistas, como conversar
con demonios, y está marcado por la simplicidad y la humildad,
permitiendo al Señor que actúe según su voluntad;
está marcado por un espíritu de obediencia, tanto a los pastores de la
Iglesia como a aquellos con una legítima autoridad en la realidad local.
59
del Obispo (hoy Cardenal) Cordes y el Cardenal Rylko del Consejo Pontificio
para los Laicos, lo cual ha significado un respaldo eclesial inestimable y un gran
apoyo. Los líderes de la Renovación Carismática participan en reuniones
internacionales y locales con otros movimientos como Los Focolares, El Camino
Neo-Catecumenal, Comunión y Liberación, Sant’Egidio, y Schönstatt. Algunas
diócesis han propuesto asociar los nuevos movimientos eclesiales, o han
formado estructuras de colaboración entre los movimientos y el ordinario de la
diócesis y las estructuras parroquiales.
Los movimientos… necesitan que se les recuerde que – incluso si han encontrado
y transmitido la totalidad de la fe en su camino- son un regalo para la Iglesia
entera, y deben someterse a las demandas de esa totalidad, para poder ser fieles
a su propia esencia. Pero también debe decirse claramente a las Iglesias locales,
incluso a los Obispos, que no les está permitido ceder a una uniformidad absoluta
en las organizaciones y programas pastorales. No deben ensalzar sus proyectos
pastorales, como medida de aquello que le está permitido realizar al Espíritu
Santo.16
Juan Pablo II nunca se cansó de insistir que los movimientos eclesiales y las
nuevas comunidades están llamadas a tomar su lugar “humildemente” en las
diócesis y las parroquias, sirviendo a la Iglesia con una actitud contraria al orgullo
y la superioridad con relación a otras realidades, y con verdadero espíritu de
colaboración y comunión eclesial. Y al mismo tiempo el Santo Padre insistió que
60
los pastores -Obispos y párrocos- deben dar la bienvenida a estos grupos
“cordialmente”, reconociendo y respetando sus particulares carismas y
acompañándolos con paternal cuidado. La regla de oro de San Pablo se aplica
aquí: “No extingáis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinadlo todo y
quedaos con lo bueno” (1 Tes 5, 19-20).17
61
-una cultura de la vida que se sobrepone a la cultura de la muerte- debería
impactar e influir en toda la sociedad.
62
Un enfoque similar se podría desarrollar para el Rito de la Iniciación Cristiana
para Adultos (RICA).
5. Discernimiento Pastoral
Cada obra del Espíritu tiene por objetivo mantener el fervor inicial y el celo
por la santidad encandilados por el don de Dios. Existe un riesgo de zozobrar
lentamente e irse a la deriva, que puede ocurrir a través de la tentación de
querer controlar el trabajo del Espíritu Santo. En lugar de depender del Espíritu
y sus dones a veces podemos apoyarnos en programas y planes humanos o en
una forma determinada de hacer las cosas. Incluso las reuniones carismáticas
pueden caer en la trampa de volverse monótonas y rutinarias. Con el tiempo
puede suceder que nos neguemos a escuchar al Señor y que dejemos de
proclamar su palabra de manera profética para el bien de la Iglesia. Esto nos
puede llevar a una pérdida de la claridad espiritual. Podemos volvernos
indiferentes a la difusión del evangelio y a la salvación de los otros. Jesús
constantemente advirtió a los discípulos del peligro de quedarse dormidos, de
volvernos tibios, de que la sal pierda su sabor (Mc 13,35–37; Mt 5,13; Ap 3,16).
Para evitar sucumbir a estos males la Renovación Carismática debe reavivar
constantemente la llama de la gracia original, la gracia de Pentecostés, tal
como hicieron los primeros cristianos (Hch 4,24–31; 2 Tim 1,6).
63
actuar (ver Mt 12, 38-39). De esta manera podría devaluarse los sacramentos
como principal canal de la gracia instituido por Cristo. El bautismo en el Espíritu
no sustituye a los sacramentos pero puede ser una fuente de fervor reavivado
para la celebración de los sacramentos. También puede darse una importancia
excesiva a lo demoníaco, lo que puede causar un miedo insano y hacer que la
gente no acepte responsabilidad en su pecado. El centro de atención primero
debe ser el Espíritu Santo por sí mismo como supremo dador y Don de Dios,
antes que los carismas particulares.
5.4 Divisionismo
64
primero San Pablo tuvo que amonestar a los cristianos de Corinto por su
espíritu partidista, las “envidias y discordias” que demostraban que aún eran
“carnales” (1 Cor 1,10; 3,1–3). En la Renovación Carismática, diferencias de
opinión sinceras entre los líderes han degenerado en ásperos desacuerdos que
ha llevado a la ruptura y división de grupos de oración o comunidades.
Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una
comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría, teniendo
un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo
(Flp 2,1-2).
65
CONCLUSIÓN
66
Oremos para que el Señor envíe hoy la efusión de su Santo Espíritu y recree su
Iglesia y el mundo entero”.3
67
Notas
Introducción
1
Mensaje de Regina Caeli, 11 de mayo de 2008.
2
Ibid. En otra parte el Papa dijo que Jesús, desde el momento de su bautismo, “fue revelado
como aquel que venía a bautizar a la humanidad en el Espíritu Santo: él vino a dar a los
hombre y mujeres vida en abundancia (cf. Jn 10,10).” (Benedict o XVI, mensaje del Angelus,
13 de enero de 2008).
3
En inglés [y en español] el término “derramamiento del Espíritu” se usa habitualmente en
referencia a eventos colectivos como el día de Pentecostés que describe Hch 2 o el fin de
semana de Duquesne. El término “bautismo en el Espíritu” por el contrario, se usa
habitualmente en relación a una experiencia individual (ver Parte III, sección 1)
4
David Barrett, George Thomas Kurian, and Todd M. Johnson, World Christian Encyclopedia:A
Comparative Survey of Churches and Religions in the Modern World, [Enciclopedia Cristiana
Mundial: Una encuesta comparativa de Iglesias y Religiones en el Mundo Moderno] 2nd ed.
(Oxford: Oxford University Press, 2001).
5
“Históricamente, este ´ despertar´ nos viene del Pentecostalismo clásico, así como el
término genérico Neo-Pentecostalismo” (Cardinal Léon- Joseph Suenens, Ecumenism and
Charismatic Renewal: Theological and Pastoral Orientations, Malines Document 2 [Ecumenismo
y Renovación Carismática: Orientaciones Teológicas y Pastorales, Documentos de Malinas 2]
[Ann Arbor, Mich.: Servants Books, 1978], 19; disponible en
www.stucom.nl/algemeen/alldocnl.htm)
6
Cardinal Walter Kasper, “Baptism in the Spirit has a fundamental role for them ” [El Bautismo
en el Espíritu tiene un rol fundamental para ellos] (Dirigido al Colegio de Cardinales, 23 de
noviembre de 2007, PCPCU Information Service, 126 [2007/IV], pp. 187–88).
7
Ver Cecil M. Robeck, Jr., The Azusa Street Mission and Revival: The Birth of the Global
Pentecostal Movement [La Misión de la Calle Azusa y el Reavivamiento: El Nacimiento del
Movimiento Pentecostal Global] (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2006); Allan H. Anderson, An
Introduction to Pentecostalism: Global Charismatic Christianity [Una introducción al
Pentecostalismo: Cristianismo Carismático Global] (Cambridge: Cambridge University Press,
2004).
68
8
Pew Forum on Religion and Public Life, “Pentecostalism,” [Foro sobre Religión y Vida Pública,
“Pentecostalismo”] http://pewforum.org/docs/?DocID=140.
9
Novo Millennio Ineunte, 40.
10
Benedicto XVI, Letter concerning the Society of St. Pius X, 10 de marzo de 2009.
11
Guidelines on Prayers for Healing,[Directrices sobre oraciones para sanación] edición
revisada (Rome: ICCRS, 2012).
69
Virgen María de manera fluida en Siríaco antiguo. Leloir, Désert et communion, Spiritualité
Orientale, n. 26 (Bégrolles en Mauges, France: Abbaye de Bellefontaine, 1978), 230.
11
Lumen Gentium, 12, in Vatican 11: The Conciliar and Postconciliar Documents , [Los
Documentos Conciliares y Postconciliares] ed. A. Flannery (Dublin: Dominican Publications,
1975), p. 363.
12
Este tema se trata con más detalle en el documento Guidelines on Prayers for Healing,
[Directrices sobre oraciones para sanación] edición revisada (Roma: ICCRS, 2012).
13
Ver Mateo 8,16; 10,8; Marcos 1,34; 6,13; 16,17–18; Hch 5,16; 8,7; 10,38; 19,12. El
asunto se abordó directamente en el documento de Rufus Pereira en el Coloquio Internacional
sobre la Oración de Sanación en Roma en 2001, “Exorcism and Deliverance for Healing,
Reconciliation, and New Life,” [Exorcismo y Liberación para Sanación, Reconciliación y Nueva
Vida] in Prayer for Healing (Rome: ICCRS, 2003), 237–251.
14
Los aspectos pastorales relativos a estos ministerios se trataron en Directrices sobre
Oraciones para Sanación, y están brevemente comentados en la Parte IV.
15
Raniero Cantalamessa señala que muchos movimientos de reavivamiento del pasado
“terminaron en cisma y se desarrollaron como sectas en lugar de renovar la Iglesia”, pero eso
“no ha ocurrido con la Renovación Carismática Católica, y nosotros tenemos que reconocerlo, y
más aún a la valentía de los Papas como Paulo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI que a los
miembros de la Renovación”. Presentación de Cantalamessa en el Coloquio Internacional sobre
Bautismo en el Espíritu Santo, Roma, marzo 17-20, 2011.
16
Ver Paul Josef Cordes, Call to Holiness: Reflections on the Catholic Charismatic Renewal
[Llamada a la Santidad: Reflexiones sobre la Renovación Carismática Católica] (Collegeville,
Minn.: Liturgical Press, 1997), 38.
17
Evangelii Nuntiandi, 75.
18
“La Renovación en el Espíritu, como la conocemos hoy en día, se manifiesta a sí misma
como un evento sustancialmente similar en la mayoría de la Iglesias Cristianas y
denominaciones.” (Léon-Joseph Suenens, Ecumenism and Charismatic Renewal 21).
19
“Cuando los Cristianos oran unidos, la unidad parece más cercana.” ( Ut Unum Sint, 22).
20
Ecumenism and Charismatic Renewal, 19.
70
viva.´” En este caso el creyente se convierte en la fuente de la que brota el agua de la nueva
vida en el Espíritu; en el otro caso Jesús es la fuente. Ambas interpretaciones son legítimas.
4
Nótese el paralelismo con la venida del Espíritu sobre Jesús en su propio bautismo, cuando
él estaba orando (Lucas 3,21–22).
5
Hch 1,8 sirve como un índice: Después del derramamiento del Espíritu en Hch 2, el
evangelio es proclamado “en Jerusalén” en Hch 2-7, “en Judea y Samaria” en Hch 8-12, y
“hasta los confines de la tierra” , es decir, hasta Roma, en Hch 13-28.
6
Ver además la Teofanía de Elías en el Monte Horeb (Sinaí) en 1 Reyes 19, 11-13.
7
Hch 6,56; 9,10–16; 10,3–6, 9–20; 16,9; 18,9; 22,17–21; 23,11.
8
Nótese que Lucas usa una terminología muy rica para designar la llegada del Espíritu Santo:
la gente es “bautizada con el Espíritu Santo” (Hch 1,5; 11,16) o “llena del Espíritu Santo”(2,4;
9,17; 4,31); ellos “reciben el Espíritu Santo” (2,38; 8,15–19; 10,47; 19,2); el Espíritu es
“derramado” (2,17–18, 33; 10,45); “cae sobre” (8,16; 10,44; 11,15) o “viene sobre” la gente
(1,8; 19,6); Dios “concede” el Espíritu (5,32; 8,18; 11,17; 15,8).
9
Hch 2,47; 3,8; 4,21; 5,41; 11,18, 23; 13,48, 52; 15,3; 16,23–25; 21,19–20.
10
Hch 2,4, 11; 10,44–46; 11,27–28; 19,6; 21,9–11; 15,32–33; 13,1–3.
11
Hch 4,13, 31; 5,18–25, 40; 7,60; 8,3; 12,1–3; 16,23; 20,22–23; 28,31.
12
Lucas no explica por qué este segundo paso es necesario, pero una posibilidad es que la
misión de Felipe en Samaria fuera un nuevo paso para la iglesia naciente, el cual tenía que ser
confirmado oficialmente por los apóstoles. Lucas no dice que únicamente los apóstoles pueden
orar por otros para recibir el Espíritu Santo. En Hch 9,17, Pablo recibe el Espíritu de manos de
Ananías, quien es simplemente descrito como un “discípulo”.
13
Ver el Catecismo, 1315.
14
James D. G. Dunn, Jesus and the Spirit, [Jesús y el Espíritu] 2ª ed. (Grand Rapids:
Eerdmans, 1997), 226.
15
Fe y esperanza en su forma presente desaparecerán en la eternidad, porque “¿quién espera
lo que ya ve?” (Rom 8,24; ver 2 Cor 4,18; 5,7), pero en esta vida sí permanecen, junto con la
caridad, como fundamento donde se construye el edificio de la Iglesia.
16
George Montague, The Holy Spirit: Growth of a Biblical Tradition [El Espíritu Santo:
Crecimiento de una Tradición Bíblica] (Nueva York: Paulist: 1976), 155.
17
El tratado más completo sobre el bautismo en el Espíritu en la Iglesia primitiva es el estudio
de Kilian McDonnell y George T. Montague, Christian Initiation and Baptism in the Spirit:
Evidence from the First Eight Centuries, [Iniciación Cristiana y Bautismo en el Espíritu:
Evidencias de los Ocho Primeros Siglos] 2ª ed. (Collegeville, Minn.: Liturgical Press, 1994). Ver
también la respuesta de Norbert Baumert, Charisma—Taufe—Geisttaufe (Würzburg: Echter,
2001).
18
San Cirilo de Jerusalén, Catechetical Lectures, [Conferencias sobre el Catecismo] 17. 19,
citado por Raniero Cantalamessa, en Sober Intoxication of the Spirit, [La Sobria Embriaguez del
Espíritu], trans. Marsha Daigle-Williamson (Cincinnati: Servant, 2005), 2–3.
71
19
Citado en Cantalamesa, La Sobria Embriaguez del Espíritu, 1.
20
Sermon 267.3. Ver también Augustine, Sermon 225.
21
San Justino Martir, Dialogue with Trypho [Diálogo con Trifón] 29.1; Origenes, On
Jeremiah,[Sobre Jeremías] 2.3; Didymus el Ciego, On the Trinity, [CSobre la Trinidad] 2.12;
San Cirilo de Jerusalen, Catechetical Lectures, 17.18.
22
Proto-Catechesis, 12.
23
En Mateo 2,6. Ver también Catechetical Lectures, 3.1, 3; Diodochus of Photike, A Hundred
Chapters, LXXVII (Sources Chrétiennes 5 bis), 135.
24
Treatise to Donatus on the Grace of God, [Tratado para Donato sobre la Gracia de Dios]
parafraseado por Anne Field en From Darkness to Light. What It Meant to Become a Christian in
the Early Church [De la Oscuridad a la Luz. Lo Que Significaba Convertirse en Cristiano en la
Iglesia Primitiva] (Ann Arbor: Servant, 1978), 190–92.
25
Dialogue with Trypho.
26
Against Heresies, [Contra las Herejías] 5.6.1.
27
Against Heresies, 2.32.4.
28
On Baptism, 20.
29
Catechetical Lectures, 17.19; 18.32; cf. 17.37.
30
On the Trinity, 2.35.
31
Tract on the Psalms, [Tratado Sobre los Salmo] 64.14–15.
32
Para más hipótesis sobre el porqué del declive ocurrido, ver McDonnell and Montague,
Christian Initiation, [Iniciación Cristiana] 116–132.
33
Retractions, [Retracciones] I.13.7.
34
The City of God, [La Ciudad de Dios] XXII.8.
35
City of God, XXII.8.
36
Sermon 38.2.
37
Second Apology [Segunda Apología] 6.5–6.
38
Los Padres no se referían al júbilo como “hablar en lenguas” (glosolalia), probablemente
porque ellos asociaron las lenguas con el fenómeno de Pentecostés de Hechos 2, donde las
lenguas se escucharon como idiomas humanos actuales y no como un lenguaje no-conceptual.
39
On the Psalms, 99.3.
40
On the Psalms, 97.4.
41
Moralia, 8.89; cf. 24.10; 28.35. Ver también Pseudo-Jerome, Breviarium in Psalmos, XXVI;
Cassiodorus, Ps 32.3; 80.1; 97.5; Isidore of Seville, Opera Omnia, V.43
72
42
Ver Tertullian, Apology,[Apología] 39; Egeria, The Diary of a Pilgrimage, [El Diario de un
Peregrino] trans. George E. Gingres (Paramus, NJ: Newman Press, 1970), 92; F. Van Der Meer,
Augustine the Bishop (New York: Sheed and Ward, 1961), 339.
43
Místicos medievales como Richard Rolle (1300–1349) escriben sobre el júbilo: “En los
profundo del ser está la alabanza a Dios y el canto de júbilo, y la alabanza resuena con
estruendo”; Dios “me revelaría el canto que anhelo entender, y expresaría sencilla y claramente
mi grito jubiloso” Rolle, The Fire of Love, [El fuego del Amor] 32– 34, trans. Clifton Wolters
(Harmondsworth, U.K. / Baltimore: Penguin Books, 1972), 146, 153. Ver también Santa Teresa
de Ávila, Interior Castle [El Castillo Interior], VI.6.10–11.
73
Tomás de Aquino trata sobre los carismas de manera extensa en su Summa Theologiae, II-II,
171–178.
10
Ver Cardenal Joseph Ratzinger, “The Ecclesial Movements: a Theological Reflection on their
Place on the Church” [Los Movimientos Eclesiales: Una reflexión Teológica sobre su Lugar en la
Iglesia”, en Movements in the Church. Proceedings of the World Congress of the Ecclesial
Movements [Movimientos en el Iglesia. Actas del Congreso Mundial de los Movimientos
Eclesiales][ (Vatican City: Pontificium Consilium pro Laicis, 1999), 23–51. Disponible en
www.stucom.nl/algemeen/alldocnl.htm
11
Para una visión ecuménica de esta cuestión, ver On Becoming a Christian: Insights from
Scripture and the Patristic Writings With Some Contemporary Reflections [Para ser un cristiano:
Conocimiento de la Escritura y los Escritos de los Santos Padres con algunas Reflexiones
Contemporáneas], Informe de la quinta fase del Diálogo Internacional entre algunas Iglesias
Pentecostales Clásicas y la Iglesia Católica (1998–2006), par. 227–234, publicado en PCPCU
Servicio de Información 129 (2008/III), pp. 206–7. Disponible en
www.stucom.nl/algemeen/alldocnl.htm
12
Ver el Catecismo, 1216, 1265–66, 1302–03.
13
Es importante observar que el bautismo de niños es un inestimable don y una tradición
inmemorial de la Iglesia (Catecismo, 1250–52). En sí mismo, sin embargo, no es suficiente para
el florecimiento de las gracias bautismales (Catecismo, 1231).
14
En la terminología clásica, un sacramento es administrado de forma válida ex opere operato
(por el hecho mismo de la acción que se está realizando); pero el fruto real del sacramento en
la vida de la persona es ex opere operantis (desde la acción de quien lo realiza), esto es, que
depende de factores subjetivos como la calidad de la preparación, la efectividad del ministro, y
especialmente la fe del que lo recibe.
15
Ver Agustín, Sermon 269.2; Tomás de Aquino, Summa Theologiae, [Suma Teológica] III,
67– 71, especialmente 69.8.
16
Summa Theologiae I, 43, 6 ad 2.
17
Exhortation Apostólica Christifideles Laici (1988), 31. Ver también el tercer criterio para una
auténtica “Eclesialidad” en “El Testimonio para una comunión fuerte y auténtica” mencionada
en Christifideles Laici 30.
18
Ver Mateo 10,7–8; Lucas 9,2; 10,9; Marcos 16,15–18; 1 Cor 14,1.
19
Como San Agustín escribió, “El Espíritu se promete no sólo para aquel que no lo tiene, sino
también para aquel que ya lo tiene. Porque se le es dado a quien no lo tiene para que pueda
tenerlo; y al que lo tiene, para que lo tenga más abundantemente” ( Tractates on the Gospel of
John, 74.2).
74
3
Son variado los títulos usados para este curso, tales como Seminario sobre el Espíritu Santo,
Seminario de Vida en el Espíritu, Seminario Nueva Vida, Seminario Nacer en el Espíritu, y otros.
4
Ver Raniero Cantalamessa, La Sobria Embriaguez del Espíritu, 40–41.
5
Ver el Séminaire de Vie dans l’Esprit usado en Benin, África, distribuido por Jean Pliya.
6
Sobre los dones santificantes del Espíritu, ver el Catecismo, 1831; sobre los dones
carismáticos ver 798–801.
7
Juan Pablo II, Christifideles Laici, 28.
8
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 5; Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 3.
9
Paul Josef Cordes, Call to Holiness, 13. [Llamada a la Santidad]
10
Ibid., 14.
11
Ibid., 13. Ver, por ejemplo, Gen 48,14; Deut 34,9; 2 Re 13,16; Mc 10,16; Lc 4,40; Hch
9,17; 13,3.
12
Ver McDonnell and Montague, Christian Initiation, 89 [Iniciación Cristiana]
13
Es importante reconocer que las palabras proféticas no nos dan una nueva revelación que
se añada al depósito de la fe, pero hacen que la inalterable revelación de Cristo tome vida de
una manera novedosa para la presente generación.
14
El Cardenal Suenens escribió en 1986, “Así como nos hicimos a la idea que la Renovación
Carismática era simplemente una más de varios `movimientos´, estamos perdiendo de vista
una gracia muy específica, que está penetrando la Iglesia. De hecho, no es un movimiento en
el sentido sociológico habitual del término… se le puede describir mejor como una ´corriente de
gracia´… un aliento del Espíritu Santo, válido para todo cristiano” ( Resting in the Spirit:Malines
Document 6 [Descanso en el Espíritu: Documento de Malinas 6] [Dublin: Veritas, 1986], 2;
disponible en www.stucom.nl/algemeen/ alldocnl.htm).
15
Ver Juan Pablo II, Declaración del 30 de mayo de 1998; y Cardenal Ratzinger en The
Ratzinger Report. An Exclusive Interview on the State of the Church [El Informe de Ratzinger.
Una Entrevista en Exclusiva sobre la Situación de la Iglesia] (San Francisco: Ignatius, 1985),
43–44.
16
Ratzinger, “Ecclesial Movements,” 50.
17
Rylko, Declarado en Bogotá, Colombia, 9 de marzo de 2006.
18
Homilía vespertina, 29 de mayo de 2004. Para una compilación de los mensajes papales a
la Renovación Carismática Católica, ver “Then Peter stood up…” Collection of the Popes’
addresses to the CCR from its origin to the year 2000 [“Entonces Pedro se levantó…” Colección
de discursos a la RCC desde su origen hasta el año 2000]. (Rome: ICCRS, 2000). Muchas
conferencias episcopales nacionales también han hecho declaraciones positivas sobre la
Renovación; la primera de estas fue recopilada en un trabajo de tres volúmenes por Kilian
McDonnell, Presence, Power, Praise: Documents on the Charismatic Renewal [Presencia, Poder
y Oración: Documentos sobre la Renovación Carismática] (Collegeville, Minn.: Liturgical Press,
1980).
75
19
Audiencia con miembros del Comité Nacional de Servidores y del Consejo de la Asociación
Italiana Rinnovamento nello Spirito, 14 de marzo de 2002.
20
Benedicto XVI, audiencia general del 28 de septiembre de 2005.
21
Christifideles Laici, 24.
Conclusión
1
Benedicto XVI, XXIII Jornada Mundial de la Juventud, Sidney, Australia, 23 de julio de 2008.
2
Benedicto XVI, Homilía en la Catedral de San Patricio, Nueva York, 19 de abril de 2008.
3
Benedicto XVI, Declaración hecha en la inauguración del Primer Congreso General de la
Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de Obispos, 5 de octubre de 2009.
76