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Cap Jesus Gonzalez Fisac
Cap Jesus Gonzalez Fisac
Resumen
El propósito de este trabajo es mostrar por qué puede hablarse con propiedad de “feno-
menología” en el trabajo de Austin. Como es sabido, Austin se sirvió de la expresión
“lingüística fenomenológica” para referirse a su trabajo. En lo que sigue intentaremos
mostrar que, con independencia de la justeza filológica del uso de ‘fenomenológico’,
en el análisis de Austin puede reconocerse la necesidad de esta clase de trabajo como
respuesta a la propia naturaleza de las emisiones performativas, que ante todo no son
ni dependen de ninguna clase de entidad, ni lógica ni psicológica.
Palabras clave: lingüística fenomenológica, Austin, mundo, clarificación, análi-
sis del lenguaje.
Abstract
The aim of this paper is to show why it can be properly named Austin’s work “phe-
nomenology”. As it is well known, Austin once used the expression “linguistic phe-
nomenology” to refer to his own work. In what follows we will try to point out that,
apart from the philological adequacy of the word ‘phenomenological’, we can rec-
ognize in Austin’s analysis the necessity of this kind of work according to the very
nature of performative utterances, which, before all, do not depend on any kind of
entity, neither logical nor psychological.
Key words: Austin, linguistic phenomenology, world, clarification, analysis of
language.
2 Salvo que se indique lo contrario, las traducciones de los textos de Austin son nuestras.
Notas fenomenológicas a la teoría performativa de John L. Austin 81
“Una cosa, sin embargo, sería la más peligrosa, ... dar por hecho que de
alguna manera sabemos [J.L. Austin] que el uso primario o primitivo de las
oraciones debe de ser, must be, enunciativo o constatativo, porque debería
ser, ought to be, así [J.G.F.]” (Austin 1975:72)
4 El otro autor que sigue una trayectoria parecida, digamos en paralelo, al menos en
punto a la recurrencia al lenguaje ordinario es, obviamente, Wittgenstein, que con frecuen-
cia ha sido vinculado con Austin (cf. S. Cavell, S. Felman, etc.). También, incluso, en lo que
sería una fenomenología de hondo calado aporético, como la que nos parece que es la propia
de Austin. En todo caso, debe tenerse en cuenta que las Philosophische Untersuchungen apa-
recen en 1953 (Wittgenstein muere en 1951) y que todas sus clases y notas producidas en la
década de los cuarenta van a ir apareciendo a partir de esta fecha (y así hasta nuestros días).
5 AA.VV. 1962, p. 293. “Lo mismo sucederá con la lingüística: una ciencia del lenguaje
terminará por desprenderse o liberarse, dégager, de la filosofía y abarcará un gran número de
cosas de las que la filosofía se ocupa hoy”.
Notas fenomenológicas a la teoría performativa de John L. Austin 83
6 El subrayado es mío.
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algún momento (Austin 1975: 21), pues ello supondría comenzar más
bien por el final, al menos desde el punto de vista fenomenológico, para
el que lo primero son los casos y el campo y lo último las reglas (donde
fenomenológico se opone a analítico-deductivo). Y por eso, para ter-
minar, Austin será particularmente reticente a hablar de un “método”,
que sería el nombre que ha asumido el examen, pero también el proce-
der interno, que da cuenta reductiva y prescriptivamente del lenguaje,
en fin, el proceder que estaría contemplado por teorías generales, prefi-
riendo más bien, para referirse a su propio trabajo (y dada esta particu-
lar reverberación entre objeto y proceder), el término “técnica” (Austin
1975:348).
La facticidad del lenguaje ordinario no está en su condición mos-
trenca sino en su ejecutividad o efectividad. En primer lugar -luego
vendremos sobre le especificidad del fenómeno performativo- porque
el lenguaje es algo que está ahí y se ha podido sostener todo el tiempo
como herramienta de nuestras ocupaciones, bussines. Sean éstas las
ocupaciones de cualquiera, sean las de los filósofos, el lenguaje no tiene
ningún sentido si no se comprende en ese ámbito de sentido que es la
vida de cada uno, eso que en otro lugar Austin llama “hechos vivien-
tes, que constituyen nuestra experiencia”(AAVV 1962:333). Porque,
siguiendo con el paralelismo con Wittgenstein, los hombres concuer-
dan en el lenguaje, concordancia que “no es una concordancia de opi-
niones, sino de forma de vida, Lebensform”.
“En conclusión, vemos que para explicar qué es lo que puede andar mal con
los enunciados, statements, no podemos concenctrarnos únicamente en la
proposición, proposition, en juego (sea lo que fuere esto), tal como se ha
hecho tradicionalmente. Debemos considerar la situación total en que la que
la emisión es producida, the utterance is issued, -el acto de habla, speech-act,
total-, si es que vamos a ver el paralelo entre los enunciados y las emisiones
performativas y cómo unos y otros pueden andar mal” (Austin 1975:52)
4. Pero el texto nos indica además otra cosa. Porque, ¿qué es lo que
nos revela la situación lingüística total?, es decir, si el fenómeno no es
la “proposición”, que sería un constructo lógico-analítico, ¿qué es lo
que funciona inmediatamente como índice de esta situación total? Pues
bien, son los “casos especiales”, aquellos en los que la situación comu-
nicativa per se, en cuanto situación, fracasa. Porque es entonces cuando
el lenguaje se dirime por su eficacia, funcionando en el hecho comuni-
cativo mismo, y no aisladamente en el entorno formal y reglamentador
del análisis, que es cuando la regla, y no la excepción, domina la escena
(porque la escena, decimos, ha quedado debidamente minimizada y
7 El subrayado es de Austin. Para esto cf. también el texto citado anteriormente del colo-
quio de Royamount (AA.VV. 1962, pp. 292-293).
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reducida a la sola proposición). Por eso Austin se sirve del término pro-
posición, que sería el nombre lógico sensu stricto, mientras que el de
enunciado, statement, lo mismo que el de emisión, utterance, apuntan,
cada uno a su manera, al sentido de la proposición -en el primer caso
como constatación de algo, en el segundo como acto.
Entre otros, Felman ha apuntado que para Austin la capacidad de
faltar o de malograr, manquer, el objetivo o la consumación del acto es
algo constitutivo del acto performativo, que la pérdida o en el fracaso,
ratage, es una dimensión fundamental del mismo (Felman 1980: 111ss).
Pero esto tiene un valor fenomenológico fundamental. Pensemos que
cuando un acto performativo fracasa, cuando tiene lugar una misfire,
como la llama Austin, no sucede simplemente que nada haya tenido
lugar. El acto es “sin efecto”, without effect, lo que no significa que
sea “sin consecuencias, resultados, efectos, effects” (Austin 1975:17).
No pronunciar correctamente la fórmula de juramento o no hacerlo en
las circunstancias debidas no significa que no se haya producido una
cierta emisión, que no se haya pretendido llevar a cabo un juramento
ni muchas otras cosas, cosas que, en realidad, pertenecen a la situación
total. Por eso en ambos casos, para explicar qué no significa sin efecto
no se puede renunciar a precisar que, no obstante, hay efectos, que son
los que pertenecen a la situación que rodea a la emisión. Así, mien-
tras que gramaticalmente el acto ha fracasado si no se cumple la fór-
mula, a la que la convencionalidad impone una rigidez inalienable (es
la marca y el criterio de la convención), fenomenológicamente es rele-
vante lo que no ha tenido lugar, es decir, fenomenológicamente es rele-
vante que no ha tenido lugar, que es algo que hay que considerar por
igual, porque es algo que se revela igualmente. No es una simple nega-
ción de la regla lo que se da aquí sino que acontece algo que es positi-
vamente fenómeno. Estamos ante una negación que revela su amplitud,
la amplitud del campo (si ha habido un fallo, misfire (Austin 1975:16 y
ss), literalmente un “tiro errado”, es porque hay un espacio que rodea
al lugar concreto del acierto). Por eso dice Austin que una de las difi-
cultades del análisis gramatical es que oculta o vela el campo. La estre-
chez de la forma gramatical y de sus exigencias obvia la presencia de
algo más que la forma. De la misma manera que su subversión, que en
cuanto a la forma asume la figura de la sola contradicción, no revela en
absoluto nada. O si revela algo es, justamente, la sola fuerza de la regla,
tan estricta como estrecha. Esta estrechez, pero también la fuerza que
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“Comencé llamando su atención, por medio del ejemplo, sobre unas pocas
emisiones conocidas como de la clase de las performatorias o performati-
vas. Estas tienen en su rostro la apariencia, look -o cuando menos el aliño o
arreglo, make-up, gramatical-, de ‘enunciados’; sin embargo, siempre que
han sido inspeccionadas más de cerca no han sido tenidas, obviamente, por
emisiones que pudieran ser ‘verdaderas’ o ‘falsas’” (Austin 1975:12)
8 Nos atreveríamos a decir que Austin se sirve del término “circunstancia”, circums-
tance, en su sentido etimológico estricto. Digamos que se hace cargo de ese carácter superfi-
cial y lleno de sentido de que carecen los términos de la tradición filosófica, y que, por tanto,
la palabra circun-stancia es un modo expreso de significar la amplitud del campo, frente a
la reducción de la regla. De una manera, por qué no decirlo, no muy distinta a la que llevó a
Ortega a elegirla como término fenomenológico (si es que, como han sostenido los críticos,
en las Meditaciones hay ecos innegables de la fenomenología).
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9 El análisis de estos supuestos (en modo en que podría hablarse de una particular reduc-
ción en Austin) ocupará la tercera de parte de nuestro trabajo.
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10 En otro lugar Austin (2007c:.233) señala que, si tuviera que hacerse un catálogo de los
usos, sería un catálogo infinito.
11 A la tradición de la “filosofía analítica”, que es el título de las Conferencias de Royau-
mont. La expresión está en AA.VV. 1962, p. 334.
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12 Austin podrá decir que las técnicas, que no son propiamente métodos sino modos de
proceder, vienen a ser un arte (AA.VV. 1962, p. 332).
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cuando menos, sería un algo psicológico, una certeza). Lo que obran tales
acciones es un sentido, algo que es real pero sólo a cuenta de considerarse
como parte (en realidad como nudo) de la trama del mundo, pero no de la
naturaleza (que es el peligro que corren las acciones perlocucionarias). En
fin, la acción ilocucionaria es la in-stauración de la trama en la que sólo
va a poder reconocerse quien habla, la instauración de la trama del len-
guaje en y como el ámbito del hablante.
En realidad, las emisiones peformativas (sea como logradas, pero
también como malogros) no obran nada distinto del mundo mismo, es
decir, son una confirmación de la trama y de la complicación de las
experiencias que constituyen el mundo. Las emisiones performativas
re-stauran el mundo (o nos ponen en la necesidad de hacerlo) cada vez
que una de ellas es puesta en obra. Cada vez que esto pasa el mundo
destella en ellas de una vez por todas, como situación total pero también
como momento absoluto. Por eso Austin ha apuntado que las expresio-
nes performativas son iterativas, pero que lo son en un modo muy parti-
cular. Esta iteración no supone una repetición monódica de un modelo.
En tal caso estaríamos nada más que ante la reproducción de casos, ante
un uno-y-uno-y-uno ... indefinido, unos idénticos que podrían compren-
derse bajo una representación común que los subsumiría. La iteración
es en cierto modo productiva, ya que en ella el sujeto que habla se con-
vierte en una singularidad de la trama del mundo. Por eso no basta
una pregunta por el qué y hace falta además que lo que se diga, el qué,
incluso el modo incluso en que se diga, la fórmula (Austin habla de
performativos explícitos), esté igualmente, es decir, simultáneamente
supeditado a un cuándo, que es donde se agotaría el qué y donde que-
daría convertido en un singular. Y al contrario, toda vez que el cuándo
pertenece a una trama de circunstancias y es puntual, tiene que estar
supeditado al qué, que lo devuelve sobre la trama otorgándole un esta-
tuto abierto y mundano.
Lo que acontece en la emisión performativa es, pues, una suerte de
quiasmo simultáneo de la acción, abierta en una particular doblez de
esencia y existencia que funcionan como términos intercambiables.
De acuerdo con esto, las emisiones performativas exigen un modo de
dilucidación que, para empezar, no consiste en el establecimiento de cade-
nas causales. La explicación, que sería el nombre señalado para este modo,
no se atiene al campo sino que lo obvia y, en realidad, lo termina reduciendo
a una regla de concatenación entre términos uniformes (los términos que
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Referencias bibliográficas