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Couñago de Palermo, María del Carmen y otro c.

Palermo, Mario Sabino y otro s/ sumario

En Buenos Aires, a los 9 días del mes de marzo del año dos mil reunidos los Señores Jueces de Cámara en la Sala de
Acuerdos, fueron traídos para conocer los autos seguidos por: “COUÑAGO DE PALERMO, MARIA DEL CARMEN Y
OTRO C/ PALERMO, MARIO SABINO Y OTRO S/ SUMARIO”, en los que según el sorteo practicado votan
sucesivamente los doctores Rodolfo A. Ramirez, Martín Arecha y Helios A. Guerrero.

Estudiados los autos, la Cámara plantea la siguiente cuestión a resolver.

¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs. 1193/1232?

El Señor Juez de Cámara, doctor Ramirez dice:

I. La sentencia dictada a fs. 1193/1232 –cuyos dos primeros capítulos, a los que me remito por razón de brevedad,
reseñaron prolijamente el objeto de cada una de las pretensiones deducidas en el escrito inicial y las posiciones
esgrimidas por los contendientes- hizo lugar parcialmente a la demanda deducida por María del Carmen Couñago de
Palermo con los siguientes alcances: a) decretó la nulidad de la sociedad colectiva Palermo y Marigo, disponiendo su
liquidación en los términos previstos por el art. 29 de la ley 19.550; y b) condenó a Mario Sabino Palermo a rendir
cuentas a la actora sobre su actuación como administrador de la sociedad irregular Palermo y Marigo, en relación a los
ejercicios posteriores al 4.6.90.

Declaró abstracto pronunciarse sobre la acción de responsabilidad social e individual conforme lo resuelto en los puntos
anteriores e impuso al vencido las costas concernientes a lo decidido en los mismos.

Rechazó, en cambio, la acción deducida contra Rafaella Celestre de Palermo, con excepción de lo resuelto en el primer
punto, con costas a la actora. Y rechazó, finalmente, la acción deducida contra Luis Maringo y Juan Carlos Maringo, con
costas a su contendiente.

El pronunciamiento fue apelado por la accionante y por el codemandado vencido, a través de sus respectivas
representaciones letradas.

A fs. 1236/37 el señor juez de primera instancia hizo lugar a un pedido de aclaratoria formulado por la actora,
estableciendo que las costas correspondientes a la pericial contable serán a cargo de Mario Sabino Palermo. Esta
decisión también fue apelada por el nombrado, mas el recurso fue denegado mediante auto de fs. 1247.

La actora mantuvo su apelación mediante el incontestado escrito de fs. 1277/1284 vta.; mientras que el codemandado
Palermo expresó agravios a fs. 1291/1292, los que fueron respondidos por aquélla a fs. 1295/1296.

II. Comenzaré por expedirme sobre la procedencia del recurso deducido por el codemandado, quien plantea dos
agravios: 1) la condena a rendir cuentas, y 2) la condena al pago de las costas relativas a la pericial contable.

II.a. Respecto a la primera impugnación, sostiene el recurrente no encontrarse obligado a rendir cuentas de la gestión
realizada argumentando “que la presentación del balance y su tratamiento por el órgano societario” excluye la
procedencia de esa acción.

Conviene inicialmente señalar que el fallo de esta sala individualizado en el memorial de quejas es inaplicable al caso,
habida cuenta que la sociedad allí involucrada estaba regularmente constituida (cfr. “Salamone Genaro y otro c/ Santa
María S.C.A. s/ sumario, 23.12.93, Interlocutorios, L. XIII T. XI, p. 2553), mientras que el ente administrado por Palermo
devino irregular, según lo ha establecido el a quo en fundadas e incontrovertidas consideraciones.

Y tratándose de una sociedad irregular, es claro que no debe exigir al socio la acreditación del “agotamiento de los
recursos internos”, como genérica y dogmáticamente asevera el administrador de la sociedad.

Ello sentado, pienso que el agravio debe reputarse desierto, desde que no ha sido controvertida la motivación esencial
expresada por el juez al acoger la demanda, según la cual “la rendición de cuentas, inadmisible en las sociedades
regulares en las que está reemplazada por el funcionamiento de la estructura orgánica, es procedente en las
sociedades irregulares contra quien ha administrado el patrimonio social, ha dirigido su actividad y ha concluido
negocios en su representación”. Fundamentación ésta que ha sido respaldada con importantes citas de jurisprudencia y
doctrina, absolutamente soslayadas por la quejosa.
II.b. Desestimada la impugnación bajo examen, debo advertir que el capítulo introducido como segundo agravio no
puede ser fallado por esta alzada. Ello por cuanto el decisorio que, por vía de aclaratoria, impuso a Palermo el pago de
las costas parciales, ha adquirido firmeza al ser denegado por el juez el recurso de apelación interpuesto por el
nombrado.

III. Corresponde ahora dilucidar la procedencia de los agravios formulados por la parte actora.

III.a. Cuestiona esta recurrente que se haya fijado como dies a quo de la obligación de rendir cuentas el 4.6.90. Al
respecto, atribuye al juez haber interpretado erróneamente la resolución dictada por la Sala el 22.4.94. refiere que no
han existido las publicaciones aludidas por el art. 848 del cód. de comercio. Y sostiene que,  ante la apuntada carencia,
el plazo de prescripción jamás pudo comenzar a correr; por lo que –concluye- no existe limitación temporal en orden a la
rendición de cuentas.

En oportunidad de dictar el decisorio de fs. 272 y sgtes., este tribunal ha considerado que “se encuentra prescripto el
reclamo relativo a los ejercicios que hayan sido cerrados con anterioridad al 4 de junio de 1990, esto es 3 años antes de
la promoción de la demanda”, resolviendo en consecuencia hacer lugar con ese alcance a la excepción de prescripción
opuesta por la parte demandada (v. especialmente fs. 274/275)

Contra dicha resolución la actora interpuso aclaratoria con el objeto de que se precisara “que el plazo de prescripción
indicado no será aplicable a aquellos ejercicios en los cuales no se haya cumplimentado las normas de publicidad
legales” (fs. 286/vta), petición que fundó en el citado art. 848 del cód. de comercio.

La solución fue juzgada improcedente por este tribunal en razón de entender que la resolución dictada el 22.4.94 no
incurrió en omisión al explicitar los alcances de la prescripción operada, añadiendo que, en rigor, el planteo tendía a
modificar aspectos sustanciales del fallo (fs. 289).

En este contexto y dado que –pese lo anunciado en el cap. I de fs. 286-  la actora no dedujo recurso extraordinario, me
parece  indudable que el capítulo no puede ser reeditado en esta instancia sin infringir los institutos de preclusión y cosa
juzgada.

Por ello y dado que la limitación temporal de la obligación de rendir cuentas fijada en la sentencia de grado se adecua
plenamente a lo decidido por este tribunal al admitir parcialmente la excepción de prescripción, concluyo que el agravio
debe ser desestimado sin otras consideraciones.

III.c. También critica la actora que la sentencia haya acogido la excepción de falta de legitimación pasiva opuesta por la
codemandada Rafaella Celestre de Palermo –cónyuge de Mario Sabino Palermo-, en tanto no cumplió tareas de
administración, y postula que la socia sea condenada a rendir cuentas.

Ahora bien, los arts. 127 y 128 de la ley de sociedades –invocados por la recurrente– son inaplicables en la especie, ya
que la sociedad colectiva Palermo y Marigo devino irregular con la incorporación de la codemandada Celestre de
Palermo.

De otro lado, la legitimación para administrar que tiene cada uno de los integrantes de una sociedad irregular (art. 24 de
ley 19.550, también citado por la agraviada) no constituye fundamento suficiente para justificar una condena a rendir
cuentas si es indiscutido que la emplazada no ha tenido parte en la administración (art. 71 del cód. de comercio a
contrario sensu; v. en igual sentido, esta sala en autos “Pouso Bello, Ricardo c/ Sanjurjo, Luis Carlos y otros s/ sumario”,
6.3.98, publicado en ED t. 180, p. 171).

Y, en el caso, la falta de participación de la Sra. de Palermo en los negocios sociales resulta de las propias
manifestaciones formuladas por la actora, tanto en sede penal cuanto al absolver posiciones en autos, adecuadamente
valoradas por el a quo (v. cap. III, fs. 1219).

No mejora la posición recursiva el argumento ensayado sobre la base de distintas normas del derecho común
relacionadas con la administración de los bienes de la sociedad conyugal, pues el planteo desatiende un aspecto
esencial, cual es el hecho de que la codemandada nunca ha intervenido en la administración de la sociedad mercantil.

Finalmente, tampoco cabe –a mi juicio- obligar a Celestre de Palermo a rendir cuentas por los 6 meses transcurridos
desde su incorporación a la sociedad colectiva, como “al menos” reclama la recurrente. Es que, al no haberse seguido
el procedimiento previsto por el art. 27, 2º párr, de la ley 19.550, la sanción de nulidad absoluta prevista en su art. 29
debe juzgarse operada desde el mismo momento en que la cónyuge de Palermo adquirió la calidad de socia. Más, si se
entendiera que la sociedad colectiva mantuvo tal carácter hasta el vencimiento del plazo para su transformación, el
planteo no podría correr mejor suerte habida cuenta la improcedencia de la demanda por rendición de cuentas en
sociedades regularmente constituidas (confr. esta sala in re “Pagliai, Aníbal E. c/ Fernández Lacour, César y otro”,
27.12.91, ED, t. 148, p. 553).

Por todo lo cual, propicio confirmar el pronunciamiento absolutorio dictado respecto de la codemandada Celestre de
Palermo.

III.d. Agravia asimismo a la actora la absolución de los codemandados Luis Marigo y Juan Carlos Marigo.

La recurrente asevera que éstos fueron cómplices de un obrar fraudulento en perjuicio de su parte y sostiene –en contra
de lo considerado por el juez- que su conducta ha producido un daño efectivo, por el que deben responder.

Antes de examinar si se encuentra configurado el obrar antijurídico atribuido a los codemandados absueltos,
corresponde determinar si realmente existe un daño resarcible.

En tal sentido y siguiendo a Henri y León Mazeaud y André Tunc puede afirmarse que el primer elemento constitutivo de
la responsabilidad civil es el perjuicio sufrido por el acreedor, ya que no puede haber responsabilidad sin un daño. Tal
requisito aparece como integrando la esencia de la responsabilidad civil. Puesto que se trata de reparar, hace falta
desde luego que exista algo que reparar. En esta materia, la regla general es: “donde no hay interés, no hay acción” y
ella es aplicable tanto a la responsabilidad delictual como a la responsabilidad contractual (v. Tratado Teórico y Práctico
de la Responsabilidad Civil Delictual y Contractual, capítulo III, págs. 293 y sgtes., Ed. 1961).

Frente a la existencia del daño, cabrá preguntarse si es imputable al deudor y si se dan los demás presupuestos de la
responsabilidad civil. Inversamente, si no hay daño alguno, aparece superfluo indagar la existencia e inexistencia de
esos elementos.

Ahora bien, la recurrente puntualizada que dos de los cheques librados en la cuenta corriente bancaria abierta a nombre
de la sociedad colectiva fueron suscriptos por Luis Marigo, pese a encontrarse desvinculado de la sociedad. Se trata de
los giros que en fotocopia obran a fs. 943 y 949, librados a favor de Ethel Ellien Jung y del banco girado,
respectivamente.

No parece dudoso que Luis Marigo ha sido, efectivamente, el suscriptor de esos cheques, porque: a) el trazo de la
rúbrica permite leer su nombre y apellido; b) el mismo tenía registrada su firma en el banco girado (v. oficio de fs. 354); y
c) los cheques fueron abonados.

Sin embargo, entiendo que la comprobación de que las libranzas mencionadas hayan sido realizadas por parte de quien
había dejado de integrar la sociedad titular de la cuenta corriente, no es suficiente por sí para tener por justificado el
daño.

Efectuada estas precisiones, debo advertir que la beneficiaria del cheque copiado a fs. 943 era a la época de su emisión
–y desde muchos años atrás- empleada de la sociedad (v. su testimonio a fs. 672/680) y que, antes y después de la
fecha de ese libramiento, había recibido otros cheques sobre la misma cuenta firmados por el socio Mario Sabino
Palermo (v. instrumentos fotocopiados a fs. 890, 896, 931 y 950 –endoso-). Ello así, no es aventurado inferir que el
pago destacado por la recurrente pudo estar destinado a cancelar una deuda laboral de la sociedad empleadora con su
dependiente.

Y en cuanto al cheque de fs. 949, puntualizo que –según la constancia inserta al dorso- el mismo fue librado para
cancelar una tasa de Alumbrado, cuyo número de partida coincide con el consignado en otro cheque emitido con igual
finalidad por el propio Mario Sabino Palermo (v. fotocopia del cheque nº 96348836 a fs. 860/vta.). Lo cual, parece
descartar que el giro en cuestión hubiese sido emitido en beneficio personal del firmante.

En estas circunstancias y no existiendo ningún elemento de convicción demostrativo de que los dos cheques firmados
por el codemandado Marigo sobre la cuenta social, hubiesen producido un efectivo menoscabo patrimonial al ente
societario integrado por la actora, corresponde rechazar la impugnación de que se trata sin necesidad de ingresar en el
aspecto relativo al ilícito reprochado por la recurrente.

La quejosa sostiene, igualmente, que los Marigo deben ser condenados a indemnizar el perjuicio producido al haber
permitido la enajenación de la marca “Raffi-Lu”.

El agravio deducido al respecto carece –a mi juicio– de aptitud crítica. Como bien ha establecido el señor juez de grado,
el informe de fs. 660 indicó que la marca obra registrada a nombre de la sociedad colectiva Palermo y Marigo, en tanto
la Dirección a cargo del registro no se ha expedido sobre el pedido de renovación efectuado en el año 1990 por Mario
Sabino Palermo (v. sentencia, cap. III, fs. 1224). Cabe acotar que el informe fue emitido cuatro años después de la
aludida solicitud de renovación y que –a estar a sus constancias- el expediente administrativo respectivo se encontraba
extraviado.

En tales condiciones y teniendo en cuenta que luego de diligenciar un oficio reiteratorio a la oficina de patentes y
marcas (fs. 1106/1107 y 1112/3), la actora desistió  de la producción de la prueba informativa pendiente por considerarla
innecesaria (fs. 1122), considero que la conjetura manifestada en el primer párrafo de fs. 1284 –según la cual el informe
“no indica que la transmisión del dominio no haya ocurrido”- es manifiestamente insuficiente para justificar la existencia
del daño. En todo caso y en la mejor hipótesis, se trataría de un daño eventual que, como principio, no es resarcible.

En congruencia con estas consideraciones, también corresponderá la absolución de los codemandados Marigo.

IV. Como corolario de todo lo expuesto, propongo al acuerdo: 1) desestimar el recurso de apelación del codemandado
Mario Sabino Palermo; con costas (art. 68, 1er. párr. del código procesal), y 2) confirmar la sentencia de primera
instancia en cuanto ha sido impugnada por la actora; sin costas en razón de la ausencia de contradictorio.

El Señor Juez de Cámara, doctor Arecha dice:

Comparto los fundamentos vertidos por el Señor Juez preopinante por lo que adhiero a la solución por él propiciada.
Voto, en consecuencia, en igual sentido.

Por análogas razones, el Señor Juez de Cámara, doctor Guerrero, adhiere a los votos anteriores.

Con lo que termina este Acuerdo, que firman los Señores Jueces de Cámara doctores: Rodolfo A. Ramírez, Martín
Arecha, Helios A. Guerrero.

Buenos Aires, 9 de marzo de 2000.

Y VISTOS:

I. Por los fundamentos del acuerdo precedente: 1) se desestima el recurso de apelación del codemandado Mario Sabino
Palermo, con costas; y 2) se confirma la sentencia de primera instancia en cuanto ha sido impugnada por la actora, sin
constas.

II. Atento el mérito de la labor profesional cumplida, apreciada por su calidad, eficacia y extensión, así como también las
pautas consideradas por el a quo, las que no fueron materia de concreta impugnación, se confirma la totalidad de los
honorarios regulados a fs. 1230/1232 a favor de los Dres. Stella Maris Soria y Rafael Matozo Gemignani (ley 21.839, t.o.
ley 24.432: arts. 6 incs. b a f, 7,9, 19, 37 y 38).

Por las actuaciones de alzada relativas al recurso interpuesto por el codemandado Mario Sabino Palermo, se fijan en
DOS MIL CUATROCIENTOS PESOS ($2.400) y en NOVECIENTOS CINCUENTA PESOS ($950) los honorarios
correspondientes a los Dres. Jorge Bouzas y Enrique R. Hidalgo, respectivamente; y en DOS MIL TRESCIENTOS
PESOS ($2.300) los honorarios del Dr. Rafael Matozo Gemignani (ley cit.: art. 14).

Por el recurso interpuesto por la parte actora se fijan en CUATRO MIL PESOS ($4.000) y en MIL SEISCIENTOS
PESOS ($1.600) los honorarios de los Dres. Jorge E. Bouzas y Enrique R. Hidalgo, respectivamente (ley cit.: art. 14).
Rodolfo A. Ramírez, Martín Arecha, Helios A. Guerrero. Ante mí: Gerardo D. Santicchia.

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