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Arrepentimiento y Perdón

El pecado de todos los hombres: Todos los hombres hemos pecado y la paga del pecado es la muerte. El pecado
es la independencia de Dios, es vivir a nuestra manera, dictaminando nuestras propias normas de conducta,
gobernándola y juzgándola por nosotros mismos. El pecado es el mal que produjo la separación entre Dios y los
hombres, que trajo la muerte y la gran cantidad de maldiciones sobre el mundo (Romanos 5.12) El Hijo Pródigo
Un ejemplo del pecado del hombre, el arrepentimiento y el perdón de Dios es la parábola del hijo pródigo en
Lucas 15.11-32. El hijo menor exigió de su padre sus derechos; él dijo: “dame la parte de los bienes que me
corresponde”. El demandó su parte. En aquellos días la herencia se transmitía hasta la muerte del padre, y en su
gran mayoría, al hijo mayor. Pero este hijo, pensando en sí más que en los otros, exigió lo suyo: amor para sí,
comprensión para sí, tiempo, dinero, atención, etc., luego tomó su propio camino. Todo aquel que con soberbia
piensa en sí, se separa de sus seres queridos y decide vivir a su manera, gobernándose por sus dictados. Se
endiosa, pensando tener la razón, y toma un rumbo equivocado. Esto es vivir independientemente de Dios; es
vivir a mi manera, no a la manera de Dios. El resto es historia y resultado de la vida separada de Dios: malgastó
los bienes, vivió perdidamente, tuvo gran necesidad y terminó apacentando cerdos. Fue humillado en extremo,
pues su fin fue desear comer lo que los cerdos comían. No sólo sufrió la vergüenza de estar con cerdos, sino que
además fue maltratado por un amo que tenía dinero para darle de comer a sus animales, pero no para sus
criados. Estando en esa condición volvió en sí, se le abrieron los ojos y se dio cuenta de su error. Se había
apartado de su padre y había pecado. Ahora deseaba volver. Decidió humillarse, reconocer su error, regresar a
su padre y pedir perdón. Decidió someterse al castigo y a las consecuencias de su desobediencia. Había vivido
perdidamente y había hecho multitud de pecados, pero reconoció el origen de su mal: había llevado una vida
independiente y separada de su padre. Se arrepintió y volvió, y fue perdonado y restaurado. El genuino
arrepentimiento: El arrepentimiento es un “volver en sí”, dar una vuelta de 180 grados y dirigirse en una
dirección opuesta; es cambiar la forma de pensar y tomar la de Dios. Como el hijo pródigo, debemos estar
dispuestos a humillarnos y reconocer nuestras faltas, así como a aceptar la determinación de nuestro Padre
celestial. El arrepentimiento debe tocar, al menos tres áreas de nuestra vida: Nuestra opinión acerca del pecado:
Debemos reconocer que el pecado es una ofensa a Dios y no meramente un mal moral o una acción que me trae
malas consecuencias. Nuestro sentimiento acerca del pecado: Dios aborrece el pecado, y éste nos separa de Él.
El genuino arrepentimiento nos hace sentir lo que Dios siente acerca de Él; por eso es que lloramos, gemimos y
nos humillamos por haberlo cometido.

Nuestra decisión acerca del pecado: El arrepentimiento genuino lleva consigo la consecuencia de un cambio real
y efectivo de vida, por lo tanto, la decisión de hacer lo correcto y justo. Todo el bien para nuestra vida está en
Dios. Pero la relación con Él fue rota a partir del pecado, por lo que fuimos destituidos de la gloria de Dios
(Romanos 3.23). Le dimos la espalda, pues al pecar el hombre se volteó de Dios. Pero Dios, queriendo
restablecer la relación con el hombre, envió a Jesucristo su Hijo para ofrecerles salvación, “volviéndose” hacia el
hombre en su gracia. Ahora El pide que todo hombre se arrepienta y se “vuelva” hacia él. En Jesús, Dios le ha
dado a la humanidad la oportunidad del perdón de sus pecados, por lo que ha mandado a todo hombre que se
arrepienta de su independencia y se someta al Dios todopoderoso y lleno de amor (Hechos 17.30). Cuando un
hombre se arrepiente y se voltea a Dios restablece su relación con El. La Biblia dice: “Así que arrepentíos y
convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de
refrigerio” (Hechos 3.19)
Libre de Culpa

Qué es la culpaEl Señor no solo perdona nuestros pecados sino que nos libra de la culpa de haberlos cometido.
La culpa es el sentimiento de haber fallado, el cual nos acusa del mal, condenándonos por nuestras
acciones.“.He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Esto fue lo que escuchó el
profeta Isaías al confesar que era inmundo de labios. Como profeta, a través de su boca había hablado varias
veces la palabra de Dios. Pero también había pecado con ella. Cuando Dios se le reveló sintió culpa por su
pecado, y Dios, lleno de amor y misericordia, no sólo limpió su pecado, sino que también le quitó el peso de la
condenación de la culpa. (Isaías 6.1-7) Jesús nos libra de la culpaUn ejemplo de la libertad de la culpa que Jesús
nos ofrece se nos relata en el pasaje de la mujer adúltera. Esta era una mujer que los fariseos llevaron ante Jesús
tras de haberla descubierto en el acto de pecar, preguntándole al Señor si debían o no apedrearla. Ante la
insistencia, Jesús dijo que aquel que no tuviera pecado fuera el primero en tirar la piedra, y aquellos, acusados
por su conciencia y no estando libres de culpa, abandonaron el lugar. Quedaron Jesús y aquella mujer solos, y el
Señor, el único libre de pecado entre ellos, dijo a la mujer que él no la condenaba (Juan 8.1-11). La actitud y las
palabras de Jesús revelaban su propósito de perdonarle el pecado y librarla de toda culpa.La Biblia nos enseña
que Jesús vino a salvar al mundo, no a condenarlo (Juan 3.16-17), y que por su sangre nos limpió la conciencia
de toda culpa (Hebreos 9.14).Otro ejemplo de lo que el Padre hace por limpiarnos la culpa es el relato del hijo
pródigo. Después de vivir perdidamente y malgastar los bienes, el hijo se arrepintió y decidió regresar a la casa
de su padre, pensando que había perdido su posición de hijo y que ahora le correspondía ser un jornalera.
Cuando el padre lo vio lo recibió lleno de misericordia, recordándole su dignidad de hijo y restaurándolo en su
posición; mandó a vestirlo espléndidamente y ordenó a los jornaleros servirlo y hacerle una gran fiesta, dejando
claro a su hijo que le extendía su perdón y que su pecado no había disminuido su amor hacia él (Lucas 15.11-
32).La mujer con flujo de sangre nos presenta otro ejemplo de la gracia de Dios para librarnos de toda la culpa.
Esta era una mujer enferma por 12 años, que al oír hablar de Jesús de le acercó a tocarle el manto, creyendo que
sería sana. En aquellos tiempos una mujer con flujo de sangre no podía tocar ni acercarse a un hombre, pues lo
hacía impuro; las leyes y las costumbres eran bien rígidas, y las mujeres que lo hacían eran rechazadas y hasta
apedreadas. Pero ella fue valiente y creyó en el poder y la misericordia de Dios y fue sana. Jesús al saberlo
preguntó quien la había tocado, pues de no hacerlo aquella mujer, aunque sana, hubiera quedado con la culpa
de haber hecho algo prohibido. Al descubrirse, Jesús declaró públicamente que era salva por su fe, dejando claro
que no la culpaba por lo hecho. Tocar el manto sanó a aquella mujer, pero la atención de Jesús la liberó de la
culpa.
El Perdón
Los dos deudores
En Mateo 18.23-35 se narra la historia de los dos deudores, que Jesús contó para ilustrar la importancia del
perdón. Cuenta que el Señor quiso hacer cuentas con sus siervos, tal y como Dios quiere hacer cuentas
con nosotros. Uno de ellos le debía 10,000 talentos, los cuales no podía pagarle y le rogó que tuviera
misericordia de él y el Señor lo perdonó. Veamos que significan esos talentos
1 talento = 21,600 gramos de plata; por lo que 10,000 talentos = 216 toneladas de plata (216,000,000 grs.)
Además, si el pago al trabajador por un día de trabajo, (a lo que se le llamó “denario”) = 4 grs. de plata;
entonces: 1 talento = 5,400 días de trabajo (Por regla de tres: 21,600 grs. de plata de 1 talento / 4 grs. de
plata de 1 día de trabajo). O más de 14 ½ años de trabajo. Por lo que: 10,000 talentos = 54,000,000 de días
de trabajo, o más 147,495 años continuos de trabajo.

Esos 54 millones de días o 147,000 años representan la calidad de ofensa que hicimos contra Dios
al pecar y el pago de todos nuestros pecados: cometidos de fornicación, adulterio, idolatría, borracheras,
ofensas, celos, pleitos, divisiones, etc, etc, etc.
Ese siervo hubiera pasado trabajando todos los días de su vida tratando de pagar la deuda, y no hubiera ni
quedado cerca de cancelar el 1% de ésta. Ni aún hubiera alcanzado el trabajo de todos sus familiares ni el
de sus descendientes por muchas generaciones para pagar toda la deuda. Pero aun así él le dijo a su
Señor: “Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo”. Muchos creen que obras podrán ser perdonados de
todos sus pecados, pero sólo la gracia del Señor nos puede perdonar, pues de otra forma hubiera sido
imposible. De igual forma tú debes perdonar a otros por gracia, no por obras.
El siervo de la parábola iba a ser vendido como esclavo, él y su familia, para pagar la deuda.
Aquellos que no han recibido el perdón son como esclavos, y necesitan la libertad del Señor. Aquel siervo
fue perdonado y liberada su familia, porque el Señor fue movido a misericordia. La salvación es tan cara
que nadie la puede comprar y solo se puede recibir gratuitamente. De igual forma él ha tenido de ti
misericordia espera que extiendas ese amor a los que te han ofendido.
Éste siervo que fue perdonado, cuando halló a un consiervo que le debía 100 denarios que le pidió que le
tuviera paciencia, no quiso y lo echó en la cárcel para que le pagara. Lo que debía el consiervo era
equivalente: 1 denario = 1 día de trabajo; por lo que 100 denarios = 3 meses y 10 días de trabajo El no hizo
misericordia a otro que le debía mucho menos en comparación lo que su Señor le había perdonado. Así es
una persona que no perdona a un hermano, pero pide el perdón de Dios.
Cuando el Señor se enteró de lo que éste había hecho, lo reprendió: “Siervo malvado”: en el rencor no
habita el amor de Dios. No pienses que harás “justicia” o te vengarás de tu ofensor al no perdonar; renuncia
a esta frase: “nunca lo perdonaré por lo que me hizo”. Abandona el orgullo y perdónalo hoy. Le dijo que
debió haber perdonado como el mismo fue perdonado (Col 3.12-13). Debemos dar de gracia lo que de
gracia recibimos.
Le entregó a los verdugos: demonios que atormentan. La falta de perdón atrae más sufrimientos. Al único
que le estás haciendo daño con no perdonar es a ti mismo. Si ya te hirió la ofensa, no te lastimes más no
perdonando.

Aunque ya se le había perdonado la deuda anteriormente, tuvo que pagarla de nuevo... “Así también mi
Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.”
Dice Lucas 6.37-38 que con la misma medida que damos seremos medidos; esto es válido para el dinero,
pero en el contexto es aplicable también a juzgar, condenar y perdonar.
¿Cuánto debo perdonar?
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra
mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
(Mt 18.21-22). ¡Pídele a Dios la gracia de perdonar a todos tus ofensores y serás libre!

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