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MONIMBO “Nueva Nicaragua” Edición 594 • Año 24

Estaciones comentadas e
ilustradas del “VÍA CRUCIS”
nardo de Porto Maurizio. lo que vieron e hicieron todos
El Vía crucis consta de 14 aquellos que tomaron parte en
estaciones, cada una de las cua- este drama, nos hablan conti-
les se fija en un paso o episodio nuamente. En su pasión y en su
de la Pasión del Señor. A veces muerte, Cristo nos revela tam-
se añade una decimaquinta, de- bién la verdad sobre Dios y so-
dicada a la resurrección de bre el hombre.
Cristo. En la práctica de este Hoy queremos reflexionar
ejercicio piadoso, las estaciones con particular intensidad sobre
tienen un núcleo central, expre- el contenido de aquellos acon-
sado en un pasaje del Evangelio tecimientos, para que nos ha- para que fuera crucificado.
o tomado de la devota tradición blen con renovado vigor a la San Juan el evangelista nos
cristiana, que propone a la me- mente y al corazón, y sean así dice que, pocas horas después,
ditación y contemplación uno de origen de la gracia de una junto a la cruz de Jesús estaba
El Vía crucis es una de- los momentos importantes de la auténtica participación. Partici- María su madre. Y hemos de
voción centrada en los Miste- Pasión de Jesús. Puede seguirle par significa tener parte. Y ¿qué suponer que también estuvo
rios dolorosos de Cristo, que se la exposición del aconteci- quiere decir tener parte en la muy cerca de su Hijo a lo largo
meditan y contemplan cami- miento propuesto o la predica- cruz de Cristo? Quiere decir de todo el Vía crucis.
nando y deteniéndose en las ción sobre el mismo, así como experimentar en el Espíritu Cuántos temas para la re-
estaciones que, del Pretorio al la meditación silenciosa. Ese Santo el amor que esconde tras flexión nos ofrecen los pade-
Calvario, representan los episo- núcleo central suele ir precedido de sí la cruz de Cristo. Quiere cimientos soportados por Jesús
dios más notables de la Pasión. y seguido de diversas preces y decir reconocer, a la luz de este desde el Huerto de los Olivos
La difusión del ejercicio del oraciones, según las costum- amor, la propia cruz. Quiere hasta su condena a muerte:
Vía crucis ha estado muy vin- bres y tradiciones de las dife- decir cargarla sobre la propia abandono de los suyos, nega-
culada a la Orden franciscana. rentes regiones o comunidades espalda y, movidos cada vez ción de Pedro, flagelación, co-
Pero no fue San Francisco eclesiales. En la práctica comu- más por este amor, caminar... rona de espinas, vejaciones y
quien lo instituyó tal como lo nitaria del Vía crucis, al prin- Caminar a través de la vida, desprecios sin medida. Y todo
conocemos, si bien el Pobrecillo cipio y al final, y mientas se va imitando a Aquel que «soportó por amor a nosotros, por nuestra
de Asís acentuó y desarrolló de una estación a otra, suelen la cruz sin miedo a la ignominia conversión y salvación.
grandemente la devoción a la introducirse cantos adecuados. y está sentado a la diestra del Segunda Estación
humanidad de Cristo y en par- Aquí ofrecemos el Vía cru- trono de Dios» (Hb 12,2). Condenado muerte, Jesús
ticular a los misterios de Belén cis con textos e imágenes que Primera Estación quedó en manos de los soldados
y del Calvario, que culminaron ayuden a meditar y contemplar «Reo es de muerte», dijeron del procurador, que lo llevaron
en su experiencia mística en la «los excesos del amor de Cris- de Jesús los miembros del consigo al pretorio y, reunida la
estigmatización del Alverna; to». Los fieles y las comuni- Sanedrín, y, como no podían tropa, hicieron mofa de él.
más aún, San Francisco com- dades sabrán escoger lo que les ejecutar a nadie, lo llevaron de Llegada la hora, le quitaron el
puso un Oficio de la Pasión de sea más útil en sus circuns- la casa de Caifás al Pretorio.
marcado carácter bíblico, que tancias y lo que mejor les ayude Pilato no encontraba razones
es como un «vía crucis fran- a seguir a Cristo, acompañando para condenar a Jesús, e incluso
ciscano», y que rezaba a diario, a María y acompañados de ella. trató de liberarlo, pero, ante la
enmarcando cada hora en una Nosotros, cristianos, somos presión amenazante del pue-
antífona dedicada a la Virgen. conscientes de que el vía crucis blo instigado por sus jefes:
En todo caso, fue la Orden del Hijo de Dios no fue sim- «¡Crucifícalo, crucifícalo!», «Si
francisana la que, fiel al espíritu plemente el camino hacia el sueltas a ése, no eres amigo del
de su fundador, propagó esta lugar del suplicio. Creemos que César», pronunció la sentencia
devoción, tarea en la que des- cada paso del Condenado, cada que le reclamaban y les entregó
tacó especialmente San Leo- gesto o palabra suya, así como a Jesús, después de azotarlo,
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ESTACIONES... pellones, logró levantarse para transmiten. otros, como enseña San Pablo.
Página 2 seguir su camino. Nos es fácil adivinar lo que En los que más sufren hemos
Isaías había profetizado de padecerían Jesús y María pen- de ver a Cristo cargado con la
manto de púrpura con que lo Jesús: “Eran nuestras dolen- sando en lo que toda buena ma- cruz que requiere nuestra ayu-
habían vestido para la burla, le cias las que él llevaba y nues- dre y todo buen hijo sufrirían en da amorosa y desinteresada.
pusieron de nuevo sus ropas, le tros dolores los que soportaba. semejantes circunstancias. Esta Sexta Estación
cargaron la cruz en que había Yahvé descargó sobre él la cul- es sin duda una de las escenas Dice el profeta Isaías: «No
de morir y salieron camino del pa de todos nosotros”. El peso más patéticas del Vía crucis, tenía apariencia ni presencia; lo
Calvario para allí crucificarlo. de la cruz nos hace tomar con- porque aquí se añaden, al cú- vimos y no tenía aspecto que
El peso de la cruz es exce- ciencia del peso de nuestros mulo de motivos de dolor ya
sivo para las mermadas fuerzas pecados, infidelidades, ingrati- presentes, la aflicción de los
de Jesús, convertido en espec- tudes..., de cuanto está figura- afectos compartidos de una
táculo de la chusma y de sus do en ese madero. Por otra madre y un hijo. María acom-
enemigos. No obstante, se parte, Jesús, que nos invita a paña a Jesús en su sacrificio y
abraza a su patíbulo deseoso de cargar con nuestra cruz y se- va asumiendo su misión de co-
cumplir hasta el final la voluntad guirle, nos enseña aquí que rredentora.
del Padre: que cargando sobre también nosotros podemos caer, Quinta Estación
sí el pecado, las debilidades y y que hemos de compren-der a Jesús salió del pretorio lle-
flaquezas de todos, los redima. los que caen; ninguno de-be vando a cuestas su cruz, cami-
Nosotros, a la vez que con- quedar postrado; todos he-mos no del Calvario; pero su prime-
templamos a Cristo cargado con de levantarnos con humil-dad y ra caída puso de manifiesto el
la cruz, oigamos su voz que nos confianza buscando su ayuda y agotamiento del reo. Temerosos
dice: «Si alguno quiere venir en perdón. los soldados de que la víctima pudiésemos estimar.
pos de mí, niéguese a sí mismo, Cuarta Estación sucumbiese antes de hora, Despreciable y desecho de
tome su cruz cada día, y sí- En su camino hacia el Cal- pensaron en buscarle un susti- hombres, varón de dolores y
game». vario, Jesús va envuelto por una tuto. Entonces el centurión obli- sabedor de dolencias, como uno
Tercera Estación multitud de soldados, jefes gó a un tal Simón de Cirene, que ante quien se oculta el rostro,
Nuestro Salvador, agotadas judíos, pueblo, gentes de bue- venía del campo y pasaba por despreciable, y no lo tuvimos en
las fuerzas por la sangre per- nos sentimientos... También se allí, a que tomara la cruz sobre cuenta». Es la descripción pro-
dida en la flagelación, debilitado encuentra allí María, que no sus hombros y la llevara detrás fética de la figura de Jesús ca-
por la acerbidad de los sufri- aparta la vista de su Hijo, quien, de Jesús. Tal vez Simón tomó mino del Calvario, con el rostro
mientos físicos y morales que a su vez, la ha entrevisto en la la cruz de mala gana y a la desfigurado por el sufrimiento,
muchedumbre. Pero llega un la sangre, los salivazos, el polvo,
momento en que sus miradas se el sudor... Entonces, una mujer
encuentran, la de la Madre que del pueblo, Verónica de nombre,
ve al Hijo destrozado, la de se abrió paso entre la muche-
Jesús que ve a María triste y dumbre llevando un lienzo con
afligida, y en cada uno de ellos el que limpió piadosamente el
el dolor se hace mayor al con- rostro de Jesús. El Señor, como
templar el dolor del otro, a la respuesta de gratitud, le dejó
vez que ambos se sienten con- grabada en él su Santa Faz.
solados y confortados por el Una letrilla tradicional de es-
amor y la compasión que se ta sexta estación nos dice: “Imi-
fuerza, pero luego, movido por ta la compasión / de Verónica y
el ejemplo de Cristo y to-cado su manto / si de Cristo el rostro
por la gracia, la abrazó con santo / quieres en tu corazón».
le infligieron aquella noche, en resignación y amor y fue para Nosotros podemos repetir hoy
ayunas y sin haber dormido, él y sus hijos el origen de su el gesto de la Verónica en el
apenas pudo dar algunos pasos conversión. rostro de Cristo que se nos hace
y pronto cayó bajo el peso de la El Cireneo ha venido a ser presente en tantos hermanos
cruz. Se sucedieron los golpes como la imagen viviente de los nuestros que comparten de
e imprecaciones de los sol- discípulos de Jesús, que toman diversas maneras la pasión del
dados, las risas y expectación su cruz y le siguen. Además, el Señor, quien nos recuerda: «Lo
del público. Jesús, con toda la ejemplo de Simón nos invita a que hagáis con uno de estos, mis
fuerza de su voluntad y a em- llevar los unos las cargas de los pequeños, conmigo lo hacéis».
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ESTACIONES...
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Septima Estación
Jesús había tomado de nue-
vo la cruz y con ella a cuestas
llegó a la cima de la empinada
calle que daba a una de las
puertas de la ciudad. Allí, exte-
nuado, sin fuerzas, cayó por se-
gunda vez bajo el peso de la
cruz. Faltaba poco para llegar
al sitio en que tenía que ser cru-
cificado, y Jesús, empeñado en
llevar a cabo hasta la meta los
planes de Dios, aún logró reunir
fuerzas, levantarse y proseguir
su camino.
Nada tiene de extraño que
Jesús cayera si se tiene en
cuenta cómo había sido casti-
gado desde la noche anterior, y
cómo se encontraba en aquel
momento. Pero, al mismo tiem-
po, este paso nos muestra lo
frágil que es la condición huma-
na, aun cuando la aliente el me-
jor espíritu, y que no han de des-
moralizarnos las flaquezas ni las
caídas cuando seguimos a
Cristo cargados con nuestra
cruz. Jesús, por los suelos una
vez más, no se siente derrotado
ni abandona su cometido. Para
Él no es tan grave el caer como
el no levantarnos. Y pensemos
cuántas son las personas que se
sienten derrotadas y sin áni-mos
para reemprender el segui-
miento de Cristo, y que la ayuda
de una mano amiga podría sa-
carlas de su postración.
CONTINUARA...

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