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María Elena Ríos posa con su saxofón en el parque central de su pueblo, Santo Domingo Tonalá , Oaxaca. En video, María Elena habla sobre su proceso y su vida actual.
GLADYS SERRANO
ALMUDENA BARRAGÁN
María Elena Ríos recuerda la mañana en que contempló por última vez su cara en el
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espejo. Tenía el cabello mojado, sonaba Debussy y por la ventana entraba un sol Recibe el boletín de México en tu
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radiante. Aquel 9 de septiembre de 2019, Malena, como le dice su familia, tenía prisa
porque había quedado temprano con un cliente para tramitar un pasaporte. Además
de tener un negocio para gestionar viajes en Huajuapan de León (Oaxaca), la joven LO MÁS VISTO EN...
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sido contratado para derramar sobre su cuerpo una cubeta con ácido.
“Cuando empezó a arderme y a dolerme la piel entendí que era ácido y lo que hice
fue pedir ayuda”, cuenta Malena a través del teléfono. Su madre salió disparada de
casa al oír los gritos y como haría cualquier madre, abrazó a su hija para protegerla.
El ácido también alcanzó a quemar su piel. Como pudo, María Elena corrió hacia la
casa de una vecina donde se echó agua para limpiar el líquido que le dejó
quemaduras por todo el cuerpo y la cara.
Tras cinco largos meses postrada en la cama de un hospital, la joven exige justicia.
No quiere mostrar el rostro pero su voz es firme y clara sobre lo que le hicieron.
30.000 pesos (1.400 dólares) costó arrebatarle la vida que tenía hasta ese
entonces, según la Fiscalía de Oaxaca. Ha pasado un año desde el ataque y el
proceso penal contra sus agresores aún no comienza. Según la investigación de la
Fiscalía de Oaxaca, hay cinco implicados y cuatro detenidos, entre ellos Juan
Antonio Vera Carrizal, su expareja. Vera Carrizal, empresario gasolinero y
exdiputado local del PRI, ha sido señalado como el autor intelectual del ataque y se
entregó a las autoridades el pasado abril.
Su familia, el gran apoyo de María Elena, ha sido fundamental para que su caso no
cayera en el olvido. La presión mediática y política de su hermana Silvia, su padre y
su madre han obligado a pronunciarse sobre el tema al propio gobernador de
Oaxaca, Alejandro Murat, y al presidente, Andrés Manuel López Obrador. “Que se
haga justicia”, dijo López Obrador en diciembre pasado, pero la Fiscalía local sigue
sin atender por completo el caso. Sin embargo, más allá de las buenas palabras, esta
no llega para la saxofonista.
Sus familiares también pelean una iniciativa en el Congreso local de Oaxaca para
que se persigan los ataques con ácido como delitos de odio contra las mujeres. En
México estos ataques ni siquiera están tipificados en el Código Penal, excepto en la
capital, donde se castiga con penas de 9 a 12 años de prisión. Tampoco existen
datos oficiales sobre el número de víctimas. Notas periodísticas dan cuenta de que
en los últimos años al menos diez mujeres han sufrido ataques similares en el país.
María Elena está harta. Harta de resistir, harta de que la revictimicen, harta de que
siga habiendo ataques con ácido: el último, contra una mujer en Querétaro el mes
pasado. Harta de que juzguen a las mujeres por su aspecto, harta de declaraciones
como las del fiscal de Baja California, que relacionó los tatuajes de una víctima con
su feminicidio. “Yo también tengo un tatuaje, ¿y por ello me tienen que denigrar? Es
mi cuerpo y nadie tiene el derecho de tocarlo ni maltratarlo y conmigo lo hicieron. La
Fiscalía de Oaxaca no quiere, no puede o no tiene la capacidad de ejecutar la quinta
orden de aprehensión?”. La joven explica que su vida está detenida hasta que haya
justicia.
Malena no quiere ser un número más. En todos estos meses ha sentido el respaldo
de miles de mujeres que han tomado su causa como propia. “Me hacen sentir
verdaderamente abrazada”, dice emocionada. La fuerza de Malena es poderosa, sus
ganas de seguir por ella y por todas. “Somos supervivientes de este sistema
patriarcal tan nefasto en el que estamos. En México no todo es bonito. Esa parte de
la cultura que es el machismo y la misoginia genera violencia física y psicológica, las
que lo vivimos en carne propia lo sabemos”.
Cuenta que fue muy doloroso volver a caminar, moverse… No podía hacer nada sola,
dependía para todo de sus padres, como si volviera a ser un bebé. “Es un proceso
largo, desgastante y doloroso; en el caso de mi salud tengo que someterme a
tratamientos en donde la piel se hincha, se contrae, me duele e impide que me
mueva por días”, dice con pesar.
El estuche de su saxofón, como una parte más de su cuerpo, quedó marcado por el
ácido. “Sentí terror volver a tocarlo de nuevo porque emocionalmente y físicamente
no me siento bien”. Después de meses de rehabilitación, Malena pudo volver a
soplar la boquilla y a sostener el instrumento. Poco a poco ha vuelto a tocar.
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