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Gombrowicz Contra El Territorio
Gombrowicz Contra El Territorio
Curso de doctorado:
“Escribir en tierra extraña en la Europa del S. XX”
Profa. Ana Ruiz
Noviembre 2006-Febrero 2007
1. Extraviado en el siglo
“[…] se rompieron las fronteras de los Estados y las tablas de las leyes, se abrieron las
compuertas de las fuerzas ciegas y — oh — de pronto heme aquí en Argentina,
completamente solo, aislado, perdido, extraviado, anónimo” (Gombrowicz, 1991, 15)
Las primeras páginas de Trans- Atlántico narran la peripecia del autor a través
de un personaje también llamado Gombrowicz, quien, incapaz de comunicar su deseo
de no retornar a Polonia, tiene que escapar del barco deslizándose sigilosamente por
una cuerda. Tras este gesto de cine de mudo 1, de cabaret apresurado, sin dramatismo
alguno, el protagonista revela su otra condición (además de la comicidad): la traición de
la patria:
1
Es curioso cómo el texto me invitó a imaginar así, muda, esta escena gombrowiczeana, y, tiempo
después, encontré este testimonio de alguien que conoció al autor: “Era cómico, pero al mismo tiempo
tenía como una especie de dignidad aristocrática, un orgullo. Creo que había asimilado en sus gestos
mucho del cine mudo. Un día le pidió prestada la bicicleta a uno de los muchachos y se puso a andar,
logró andar cada vez a menor velocidad hasta dejarla casi detenida y como el piso era de arena iba
dibujando cuadrados en vez de círculos con una lentitud cercana a la inmovilidad. Era un perfecto corto
de cine mudo y nosotros llorábamos de la risa...” (Jorge de Paula citado por Kamenzsain, 1976)
diciendo― ¡Volved a vuestra Demente, a vuestra Loca y Santa y ay, tal vez Maldita
aberración […] Una vez pronunciada esa Maldición, di la espalda al barco y entré en la
Ciudad”2 (Gombrowicz, 2003, 18)
Es necesario que quien lea estas páginas crea en mi lectura básica de la obra del
polaco, pues no es posible, por cuestión de espacio, citar suficientes fragmentos que
confirmen la versión satírico-blasfema de su vida. Gombrowicz es, o mejor, se escribe a
sí mismo, como desertor de la tragedia y de la patria, acaso formas de lo mismo, como
veremos. En este punto, no puede cegarnos la experiencia real de soledad, aislamiento,
extravío y anonimato que presuponemos a cualquier biografía de exilio y que, incluso,
leemos entre las líneas de la prosa gombrowiczeana. El relato de exilio al que
accedemos a través de todos sus testimonios (narrativos, biográficos y periodísticos) es
un papel continuo, una construcción artística que propone un pacto de no agresión
asimétrico: no debemos vencer, tocar detrás, el parapeto verbal de los textos de
Gombrowicz, si bien él sí pretende atacar nuestros más firmes principios morales. En
virtud de este pacto comunicativo desigual, Gombrowicz siempre protege su faceta de
provocador con las armas del escándalo, a saber, la distancia, la sátira corrosiva, el
espectáculo lingüístico. Es más, como observa muy bien Sandauer (1972), cada vez que
Gombrowicz toca un tema escabroso, inventa un doble, un personaje-paralelo, que
oculte su yo protagonista3. El discurso sacrílego y desmesurado de Gombrowicz es,
como digo, una recreación particular de la memoria de exilio y así habremos de leerlo,
sin hurgar en el porqué de una versión tan depredadora del sujeto enunciador, pues con
este relato parece que Gombrowicz cultivó no sólo el fracaso social (enemistades,
desprestigio) sino el más absoluto fracaso personal, el que, a priori, resulta de atacar
todos los pilares de la identidad individual (nación, lengua, clase, género, oficio,
comunidad, familia…). ¿Será el fracaso la única manera de vencer?
Gombrowicz escribe, aparentemente, a la contra de su subjetividad y de su
estatus. Se trata de un plan de exilio poco visto en la Literatura Occidental. Aunque lo
comparáramos con otras tradiciones de literatura traidora (el apelativo es, claro, un
invento de la crítica del país agredido), no encontraríamos muchos casos de tan alta
corrosión. Pienso, por ejemplo, en la línea literaria contra España de escritores como
2
La peculiar ortografía de Trans-Atlántico es, sin duda, uno de los rasgos más intensos de la obra de
Gombrowicz en relación al territorio lingüístico, como intentaré exponer en el punto 5.
3
Es el caso de Gonzalo, el doble de Gombrowicz en Trans-Atlántico: homosexual, promiscuo,
masoquista, pederasta y, sobre todo, pervertidor de los jóvenes hijos de la patria polaca, como veremos.
Larra, Blanco White, el Cernuda del exilio, Martín Santos, y, sobre todo, Juan Goytisolo
(Reivindicación del conde don Julián). Todos ellos trabajaron con las peores esencias
del supuesto “ser nacional español” para ridiculizar y agredir la tradición caciquil,
atrasada, bárbara, opresiva. Sin embargo, ni en el más brutal Goytisolo deja de encender
en sus palabras una chispa de melancolía, de dolor, de tristeza, por aquel territorio
robado. Los traidores no alcanzan a alejarse lo suficiente del hogar; ni desde otro
continente, desde Marruecos, Goytisolo se permite reírse de España más de dos páginas.
Es cierto que el horizonte estético de cada período histórico los separa. Muy
probablemente, Gombrowicz escribe desde el zeitgeist de las vanguardias. Aunque el
polaco siempre rechazara los ismos de Varsovia, un matiz dadaísta se filtra en su actitud
salvajemente en contra. La expresión de radical rechazo, el humorismo atroz, la
distancia irreverente respecto del objeto poético, son maneras imposibles de encontrar
en otro contexto diferente a la Europa de los treinta y los cuarenta. Obviamente, la
apuesta narrativa de Gombrowicz va más allá que la de los otros traidores en el
sarcasmo y en el juicio; en la derrota; pero, insisto, no debemos correr el riesgo de salir
de su relato para verificar biográficamente la pose o para justificar históricamente el
discurso. Gombrowicz amarra su relato, él dirige las tramas de su vida; no en vano, su
producción escrita en Argentina no es inmediatamente posterior a su llegada.
El escritor polaco, quizás por su irreverencia o quizás por ser todavía poco
reconocido, no gozó de una gran cobertura económica por parte de su embajada. Tras
una serie de ayudas, se lanzó a la dura tarea de la supervivencia en una ciudad
(“Ciudad”) de la que desconocía todo. El gran individualista de Gombrowicz se
asombraría de observar, en este punto, que su enmudecimiento inicial es un rasgo
compartido por infinidad de migrantes a lo largo de siglo XX. Las carencias económicas
y esa experiencia dramática de corte que sufren todos los desterrados podrían explicar el
prolongado silencio de Gombrowicz. Él, en el Diario, explica tanto la pérdida de la
escritura como la reapropiación, a partir de causas ontológicas (llevar o no llevar dentro
un libro) y económicas. El polaco sabe que para recuperar su estatus privilegiado ha de,
primero, ganar un puesto entre las letras argentinas. Para ganar ese puesto en Argentina
debe primero conquistarlo en París, pues el país del cono Sur es famoso por su
europeísmo ciego. Es así como comienza a traducir su novela previa al exilio, su famosa
Ferdydurke (1937)4. La traducción se realiza entre varios compañeros intelectuales
durante las tertulias del café Rex5. A pesar de los esfuerzos colectivos, la novela no
termina de romper el hielo comercial y Gombrowicz sigue penando económicamente.
Un segundo intento de escribir, también justificado por la venida del texto y por
la necesidad de recuperar estatus, es la redacción de Trans- Atlántico. Lo escribió entre
1948 y 1950, durante sus horas de trabajo en el Banco Polaco. Más tarde, de 1953 a
1969, escribe de manera planificada su Diario para Kultura, la revista del exilio polaco
en París. No se trata, por tanto, de anotaciones rápidas sobre acontecimientos como el
desembarco en Buenos Aires, sino reconstrucciones programadas a la luz de la
experiencia del exilio. En los dos textos, Diario y Trans-Atlántico, Gombrowicz narra la
peripecia inicial de su exilio. En los dos erige como protagonista a otro Gombrowicz.
En los dos relata un mismo guión cómico y traidor. Los dos blasfeman contra la patria.
Los dos caricaturizan la institución literaria. Uno adopta la forma de diario, más
próximo al ensayo que a la crónica. El otro adopta la forma de relato, más próximo a
cualquier otra invención (sátira, crítica, tratado, divertimento, absurdo, drama6) que a
la novela. No creo que Gombrowicz los distinga abiertamente. No es el respeto a las
formas lo que caracteriza a este autor. Defiende constantemente su escritura a través de
un argumento vitalista: su vida, su deseo de vida, es lo que desea enunciar: “no es otra
cosa sino yo mismo, mi “vibración”, mi desahogo, mi existencia” (2003, 10). Quizás en
Trans-Atlántico obtengamos la revisión dramática (teatral) del Diario; y en Diario, la
trastienda filosófica de Trans-Atlántico. La ficción de la novela sobre la reflexión del
Diario; la lucidez del Diario sobre la maraña de la novela. Una y otro, trampas de sí
mismo. Si entras por el primero (significado) y sales por la última (significante) corres
el riesgo de no entender. Si aplazas a uno y a la otra la interrogas, corres el riesgo de
perderte. Viajan en paralelo y a través de la misma escritura del polaco. En cualquier
caso, son dos caras de lo mismo, de una máscara que Gombrowicz se vistió con la
ocasión de hacer y deshacer Literatura:
7
Barrio periférico de Buenos Aires. [La nota es mía]
8
Pan en polaco no significa ‘todo’ Sólo hago un juego de palabras.
“Mi segunda entrada en la literatura patria, tras doce años de silencio, se desarrollaba
bajo el signo de la rebelión contra la patria” (Gombrowicz, 2005, 353)
“En mi situación, era necesario escribir deprisa algo que fuera susceptible de ser traducido
y editado en lenguas extranjeras; o bien, si quería escribir para los polacos, algo que no
atentara en lo más mínimo contra sus sentimientos nacionales. ¡Y yo osaba fabricar, en el
colmo de la irresponsabilidad, una novela inaccesible para los extranjeros dadas sus
dificultades lingüísticas, y al mismo tiempo provocadora para la emigración polaca, el
único medio con el que podía contar!” (Gombrowicz, 1991, 115)
“[…] cuando se publicó Ferdydurke lo llevé allí “donde se eleva la torre construida por los
ingleses” y se lo mostré a Retiro: para despedirme, seguramente como señal de una ruptura
definitiva.” (Gombrowicz, 2005, 207)
Nos encontramos de nuevo ante una escena similar a la del barco. Acudir al bajofondo
con el libro recién publicado en una mano y la promesa interna de no regresar en la otra,
resulta una peripecia cómica falsamente épica, sobre todo si se tiene en cuenta que,
después de la publicación, la fama y el dinero de Gombrowicz apenas crecieron algo, ya
que el libro, en sus palabras, “no complacía ni al grupo de la intelligentsia argentina,
que estando bajo el signo de Marx y del proletariado, reclamaba una literatura política,
ni al de aquel que se nutría de las exquisiteces de la cultura que se guisaba en Europa”
(Id.) Gombrowicz, experto en escribirse como héroe de opereta, reconstruye de este
modo, mediante el rito y la sátira, una versión rebajada de su contradicción
fundamental, a saber, la necesidad/repulsa hacia la literatura. El dilema atravesará su
vida y su obra con una recurrencia apabullante.
11
“Un lector de la pampa salvaje”, conversación recogida en Tamara Kamenzsain, 1976.
Así lo reconoce a una pregunta de Dominique de Roux acerca de la provocación de
Trans-Atlántico:
Entonces, entrar y salir de la patria pueden ser caras de lo mismo, tomas de poder en un
sentido u otro, versiones de una Literatura igual. ¿Qué hacer? Son preguntas muy
fuertes las que plantea Gombrowicz, quien, al cabo, sólo cuenta con las clásicas
respuestas de la literatura-institución.
3. Trans-Atlántico: Contra la Literatura = Contra Polonia = Contra Gombrowicz
“[…] Trans-Atlántico es una nave corsaria que contrabandea una fuerte carga de dinamita,
con la intención de hacer saltar por el aire los sentimientos nacionales […] Es más, eso
oculta en su interior una explícita propuesta que tiene que ver con aquel sentimiento:
“superar la polonidad”. Aflojar esa relación que nos vuelve esclavos de Polonia.
¡Independizarnos por lo menos un poco! ¡De pie, basta ya de vivir arrodillados! Hagamos
evidente, legalicemos el otro polo de las percepciones que obligan al individuo a la
actitud defensiva en relación con la Nación, como ocurre en el caso de cualquier violencia
colectiva. […] aunque sigamos siendo polacos, busquemos ser algo más amplio y superior
al polaco.” (Gombrowicz, 2003, 9; el subrayado es mío)
Hemos visto que en el corazón de la antipolonidad si no hay patriotismo, al
menos hay una pregunta por la patria. La Nación, al igual que la Literatura, es una
configuración política y simbólica que encuentra en el Romanticismo su constitución
efectiva, su triunfo. Cuando Gombrowicz trabaja contra la Nación/Literatura, trabaja
contra la poética épica en sus variadas formas. Por eso utiliza la sátira, el lenguaje
burlesco, el absurdo, la polémica. Por eso utiliza un modelo formal del pasado: la
gaweda, narración oral de la nobleza polaca. Trans-Atlántico es una autobiografía
barroca construida a través del pirateo estilístico y de la propia vida.
12
En español, en el original; significa “homosexual” en argot argentino, figura despectiva. Del porqué del
uso con mayúsculas y en idioma extranjero de la palabra, hablaré más adelante.
conoce el barrio del Retiro y las fiestas populares. En una de esas fiestas, Gonzalo se
enamora de Ignatius e inventa una estrategia para seducirle. El resto de la trama
consistirá en una guerra de posiciones entre el viejo Tomasz, que quiere salvaguardar el
honor de su hijo, y el argentino homosexual, que quiere pervertir al joven. En medio de
la guerra, a través de duelos, juegos, cacerías, mentiras y equívocos se debatirá
Gombrowicz, pues su corazón está partido entre el nuevo amigo (Gonzalo) y la
fidelidad a su vieja patria (Tomasz).
“¡Así, pues, Caminé! Me miraban con terror porque con toda seguridad nadie había
Caminado así nunca en ninguna Recepción… Quietecitos junto a las paredes como
conejitos, uno se metió debajo de un Mueble, otro se escondió detrás de un Sillón…Y yo
Caminé, Caminé, pero no sólo Caminé, sino que Caminé con un Caminar de todos los
Diablos; por poco me rompo todo… ¡Ay, Jesús, María! Los Míos no podían creerlo,
callaban, con el rabo entre las piernas, cual perros regañados, y yo Caminé y seguía
Caminando, Caminé y mis pasos resonaban como si estuvieran sobre un puente; Diablos,
ya no sabía qué hacer con aquel Caminar, porque Caminé y Caminé y ya me resultaba
pesado, difícil seguir cuesta arriba, arriba, arriba […] Y aunque uno palideció, y otro
frunció el entrecejo, y otro más hasta levantó el Puño, siguieron comiendo pastelillos,
emparedados de jamón y diciendo:
-- ¿Salió ya la Revista?
-- Acabo de comprar Azulejos…
-- He publicado un nuevo libro de Poemas…” (Gombrowicz, 2003, 60)
Tres van a ser, por tanto, las sedes importantes de mi lectura de Trans-Atlántico:
el tema de la Nación, el aparato verbal y los personajes-símbolo. Los tres ejes se
combinaron para enmascarar y desenmascarar una subjetividad a la deriva, la del
autor/personaje, hijo de las contradicciones y de las contrariedades; hijo, además, de una
experiencia excesiva respecto al territorio. Porque la hipótesis de mi lectura, gracias a
las herramientas del curso y a la idiosincrasia de esta rara novela, es que dentro de la
parábola barroca un hecho brilla entre todos: que ha sido escrita por un
desterritorializado, como él mismo avisa en el prólogo:
¿Cuáles hubiesen debido ser, según ustedes, mis sentimientos en semejante momento?
La pregunta es inquietante. Desenmascara el pacto de agresión asimétrica que arriba
expliqué: ‘no me pregunten por qué escribí esta farsa, no crean que pueden saber quién
soy yo/qué cosas sentí, no crean que pueden comprenderme’13.
4. Gombrowicz contra el territorio
“Para manifestarse hacia el exterior y, sobre todo, frente a los demás hombres, necesita
la forma (y entiendo por “forma” todas nuestras posibilidades de manifestación, como la
palabra, las ideas, los gestos, las decisiones, actos, etc.) Pero esta forma le limita, le
deforma y le viola. Expresándose a través de un ritual ya establecido de actitudes y de
formas de ser, stá siempre falseado y se siente actor. ¡La forma es el traje que nos
ponemos para cubrir nuestra vergonzosa desnudez!…Y, sobre todo, para parecer delante
de los demás más maduros de lo que somos” (Gombrowicz, 1972, 27)
1. Territorio
“Distanciarse de la Forma, en este caso, de la forma nacional. Esa idea, ¿resultaba
excéntrica, inadmisible en las circunstancias que atravesábamos? En lo más hondo de la
catástrofe, ¿suponía presumir posibilidades en la élite intelectual polaca (como, creo yo,
en cualquier élite nacional) el proponerle un programa semejante? No me preocupaba en
absoluto. Una vez expresada, la idea más salvaje se civiliza cien veces más deprisa de
lo que cabría imaginar.” (Gombrowicz, 1991, 113, el subrayado es mío)
Si nos guiamos por esta definición general, territorio es ley familiar, social y
nacional; algo de lo que Gombrowicz siente no se puede escapar. Incluye en su seno las
manifestaciones artísticas, las palabras que salen de la boca del escritor. Y esa
territorialidad de todo es lo que se hace insoportable para el autor que, vital y
literariamente, quiso contradecir las normas trascendentes. No sé a ciencia cierta qué
especie de libertad existencial perseguía Gombrowicz; lo que sí he leído es el deseo
impertinente por liberarse de los trajes formales-territoriales que lo atenazaban. Ese
deseo de huida que a veces se resuelve en la derrota y en la farsa (como vimos en 1) y a
veces en la contradicción (como vimos en 2); no supone necesariamente un salida real
de Polonia. Es más, Gombrowicz no sale nunca de Polonia; siempre está dentro, a la
contra. No entra jamás, por otro lado, en Argentina. ¿Se queda en el océano intermedio,
en el trans del Atlántico? No creo, no sé. Pero vayamos descubriendo una a una, y
rápidamente, las fronteras territoriales que asfixian a Gombrowicz.
2. País, Continente, Hemisferio.
Para Gombrowicz, Argentina y Polonia están igual de lejos de París. Son países
de la periferia cultural, tradiciones literarias basadas en la hiperimitación de las formas
centrales europeas. Es más, a algún punto de su Diario, Witold llega a equiparar las dos
naciones porque: 1) son un país extraeuropeo 2) cuyas élites literarias pasan siempre por
París para conocer el canon 3) mientras una cultura baja muy potente se desarrolla
afuera de las obras nacionales 4) que son obras claramente inmaduras. “Inmaduras” es
un adjetivo prototípicamente gombrowiczeano y se refiere a subformas, obras
inacabadas. Esta postura excéntrica es lo que para Juan José Saer (1989) caracteriza
totalmente la Literatura Argentina, siempre obsesionada con la perfección, pero
originariamente escrita por comerciantes, mercaderes, exploradores y marineros. El
novelista argentino, además, señala que Gombrowicz hizo de su exilio un medio para
ensanchar las diferencias con Occidente. La “perspectiva exterior” que Gombrowicz
aplica a todo lo que examina “es el resultado de su exilio argentino” (Saer, 1989).
“― Te has vuelto loco, completamente, imbécil. ¿No te das cuenta de que estamos en
guerra y que en un momento semejante necesitamos con urgencia Grandes Hombres,
porque sin ellos quién sabe qué podría ocurrirnos? Yo soy aquí Ministro para eso, para
proporcionarle Grandeza a nuestra Nación. ¡Ay! ¿qué hacer contigo? LO mejor sería que te
rompiera la Cara […] Espera. ¿Qué eres? ¿Un Hombre de Letras? ¿Qué cosa has guisado?
¿Libros? […] ¡Un comemieda!” (Id., 30)
“― ¡Es un Honor para nosotros! Un Honor tener como huésped a un Gran Escritor Polaco,
tal vez el más Eminente. Es un Gran Escritor nuestro, Trans-Atlántico vez hasta un Genio.
¿Por qué pones los ojos en blanco, Sroka? Saluda al gran Comemier…perdón, quería decir
nuestro Genio” (Id., 31)
“Cuando leo
Cuando escribo
Cuando participo
Cuando actúo
En todas partes y siempre, caigo bajo la ley
Cuanto más inteligente se es,
Más estúpido”
(Gombrowicz, 1972b, 71)
La Literatura con mayúsculas, el Arte, como participantes privilegiados de la Forma,
son territorios de ley marcada. Cuando el Thomas Mann del exilio afirma “piensan que
ellos son Alemania, pero lo soy yo”, marca claramente las fronteras de un lugar cultural
del que quiere expulsar a los nazis. Y lo logra. Pero ¿qué puede decir un traidor, un
trasgresor, un naufrago respecto de Polonia? ¿Y respecto de la Literatura? Gombrowicz
siempre vivió esa contradicción, como ya vimos, pero, en este camino, no viajó solo.
Otros artistas europeos del momento le acompañaban en sus preguntas antinormativas.
Es el caso de Jean Dubuffet (1901-1985), pintor y precursor del Art Brut.
“Se trata de otra cosa. La vaca. ¿Cómo debo comportarme ante una vaca?
La Naturaleza, ¿Cómo debo comportarme ante la Naturaleza?
Camino por este sendero, rodeado por la pampa ― y siento que entre esta
naturaleza yo, en mi piel de hombre, soy un extranjero…Ajeno de manera
inquietante. Una criatura diferente. Y veo que las descripciones polacas de la
naturaleza, igual que todas las demás, no pueden servirme de nada en esta repentina
oposición entre yo y la naturaleza” (Gombrowicz, 1972b,73)
“Caminaba con decisión: rígido, ahogado en la no-vista, en la absoluta certidumbre
de ser un demonio, el anti-caballo, el anti-árbol, el anti-naturaleza, un intruso, un
extranjero, otro. Un fenómeno que no era de este mundo. De otro. Del mundo
humano.” (Id. 76)
La animalidad es un afuera por completo que la Literatura, al fin y al cabo, Forma, no
puede agarrar. Lo cual desquicia a Gombrowicz.
4. Virilidad, Madurez.
“Arrojar al joven en los brazos de ese “puto” supone entregarle al vicio, lanzarle a unos
caminos que no llevan a ninguna parte, a las aguas turbulentas de la anomalía, de una
libertad sin límites, de un devenir incontrolable.
Arrancárselo al pederasta y hacerle volver junto al padre equivale a mantenerle en la
postura polaca honesta y tradicional.” (Gombrowicz, 1991, 116)
Cano Gaviria explica muy bien por qué la sexualidad del puto tiene más relación
con la vida que con la Forma: “[…] la perversión evoca, sobre las ruinas de una
sexualidad empobrecida (Waclaw y Henia), la estructura de una sexualidad menos
comprometida con un principio de rendimiento social y más cercana a un principio de
realidad […]” (Cano Gaviria, 1972 ,77) Es real el deseo de Gonzalo, pero no tiene
derecho de existir en la Nación de Tomasz. No tiene carta de ciudadanía. Gombrowicz-
protagonista, por su parte, se sitúa en una posición intermedia. Por un lado, truca las
balas. Por otro, avisa al militar de la trampa. En el duelo también intervienen los tres
extraños jefes de la empresa polaca para la que trabaja Gombrowicz: Pyckal, el Barón y
Ciumkala. Ellos oscilan de la alta moral patriótica a la moral del bajofondo según se
encuentren en el duelo o en una fiesta. Participan de los ritos de honor y de las
traiciones. Son dobles, como el discurso de las instituciones. Se jactan de su virilidad al
tiempo que quieren comprar los servicios de Gombrowicz. Entre todos, alimentan el
discurso violento del militar, de la patria defensora de los valores contra enemigos tan
fatuos:
“Era algo notable. Tenían miedo de la Mula [Gonzalo], y por eso querían
transformar aquel Duelo ficticio, Santo Cielo, sin balas, en un encuentro
encarnizado y sangriento; entre tanto, sus Rostros permanecían a la sombra”
(Id.,109)
De nuevo, Gombrowicz-autor consigue escribir de tal forma que queda claro que dentro
de la actividad de la Nación la traición es similar al honor. La conclusión de
Gombrowicz-protagonista no puede ser más delirante: “No sabíamos si estábamos
discutiendo como Hombres de Honor las condiciones del duelo o si estábamos
complotando” (Id., 110)
“Los que han leído mis novelas y mi Diario tal vez recuerden esa “Inmadurez” que se
opone, en el hombre, a la forma. ¿Qué significa exactamente “no estar maduro”? Es estar
subdesarrollado, por debajo de la plenitud de sus posibilidades, de su “máximo”, no ser
todavía “del todo”; en nuestra realidad interior, privada, somos la inmadurez”
(Gombrowicz, 1972a, 31)
16
Sería interesante comprobar en los textos de Gombrowicz cómo las oposiciones joven< > viejo y
macho < > puto excluyen en todo caso a la mujer. El sistema territorial propuesto por el polaco se basa en
el joven varón como único lugar de vida, una suerte de repetición del cuerpo ya formado del autor y un
variación sobre la misoginia. Por ejemplo, leemos en el Diario: “La mujer no podía salvarme, la mujer
podía salvarme únicamente en tanto que hombre, pero yo también era simplemente un ser vivo, sin más.
Y de nuevo volvía el deseo de “mi” juventud, es decir, de una juventud igual a mi, la que se repetía ahora
en otros más jóvenes…; de modo que ése era el único lugar para mí en la vida, un lugar donde se
desarrollaba el florecimiento, mi florecimiento, este algo tan absolutamente encantador que me había sido
quitado. Todo lo demás era humillación, compensación.” (2005, 204)
¿Qué puede elegir Ignatius, el hijo a quien su padre quería mandar a la guerra de
Europa?
Creo que estas preguntas, pese a su formulación satírica, son centrales en la
experiencia de destierro. Salir sucesivamente de cada instancia de la Forma le ha
acarreado al Gombrowicz- personaje una profundización mayor en su primer dilema:
ser o no ser polaco. ¿Cómo resolver? ¿Cómo terminar, por otro lado, esta farsa relatada?
5. Subcultura y sublenguaje
“La basura. He aquí el quid: es en vuestra basura donde hundo mis raíces. Soy el eco de
todos los desperdicios que habéis arrojado a lo largo de los siglos. Si mi forma no es
más que una parodia de la forma, mi espíritu no es más que una parodia del espíritu, y
mi persona una parodia de la persona” (citado por Sandauer, 1972, 24)
A través del recorrido por los territorios gombrowiczeanos parece que hemos
podido observar ciertas tendencias interesantes. 1) Todo lo indeterminado-inferior-
mestizo-periférico se asocia. Es una suerte de universalidad, de transculturalidad, que en
el libro aparece como concepto denominado Filiatria. Gonzalo lo defiende y
Gombrowicz- personaje llega a fantasear con él. 2) Sin embargo, lo otro, el afuera de la
Forma, no ofrece respuestas cerradas que supongan una verdadera alternativa. Es más,
lo alto contiene a lo bajo. Lo Inferior, en algún punto, se disuelve en lo Superior. 3)
Entonces, siempre se llega al dilema completamente personal. El dilema también se
produce entre las dos fuerzas narrativas de Trans-Atlántico: la actividad de la Nación y
la actividad de la anti-Nación. En cierto sentido, el dilema llega a trasladarse hacia
arriba, al campo de la expresión. ¿Cómo cierra Gombrowicz-autor la ficción que ha
inventado sin caer en la tragedia y sin hallar una respuesta que supondría, del algún
modo, una Forma?
“Tenía que dar apariencia de razonamiento a lo que en realidad era en mí una pasión, y eso
me conducía a un sinfín de construcciones mentales que a decir verdad me eran
indiferentes… Pero ¿no es así como nace el pensamiento: como un sustituto indiferente de
las tendencias, necesidades y pasiones ciegas, para las que no sabemos conquistar su
derecho de ciudadanía entre los hombres?” (Gombrowicz, 2005, 198, el subrayado es
mío)
Todos los subrayados que hice en este trabajo venían a confluir en este último. Porque
la ciudadanía es un concepto politológico que permite pensar cuestiones de territorio:
“es aquel estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad.
Sus beneficiarios son iguales en cuanto a los derechos y obligaciones que implican.”
(Marshall, 1998, 11) La obra de Gombrowicz se pregunta por una cuestión de tanta
actualidad hoy como la de dar derechos literarios (privilegios simbólicos) a
manifestaciones artísticas, sociales, culturales, sexuales, raciales, marcadas por su
extranjeridad. Pero el polaco no sabe responder. El Diario argentino y Trans-Atlántico
son la representación extrema de su debate acerca de la cultura y el lenguaje polacos.
“Los poetas se han vuelto esclavos, y podíamos definir al poeta como un ser que no puede
expresarse a sí mismo, porque tiene que expresar el Verso” (Id., 315)
“Sea como fuere, es en este barco que he regresado a Polonia. Se Acabó el tiempo
de mi exilio.
He regresado, pero ya no como un salvaje. Tiempo atrás, en la época de mi
juventud en el país, me sentía completamente salvaje ante Polonia, no sabía
afrontarla, no tenía estilo, ni siquiera era capaz de hablar de ella; ella sólo me
atormentaba. Después, en América, me hallé fuera de ella, separado. Hoy las cosas
son distintas: regreso con unas exigencias concretas: sé qué es lo que debo pedir
a la nación y sé lo que puedo darle a cambio. Me he convertido en ciudadano”
Fuentes primarias
Bibliografía secundaria