LA RUTA DE LA SEDA
CHINA DE LOS TANG, EL ISLAM,
tierra, a través de la ruta de la seda, o del comercio marítimo que llegaba a
los grandes puertos del sur. En Asia Central, la noción del tributo presente
persistía, aunque en realidad se trataba de intercambios comerciales; las re-
l a c i o n e s
económico-diplomáticas estaban marcadas por las necesidades de
seguridad del Estado; los viejos peligros de los vecinos, al norte y al este, se-
guían existiendo. También seguía presente la cuestión de los caballos nece-
sarios para el ejército chino. Además, siempre había un enemigo posible,
una posible migración desastrosa o una oleada de incursiones. También la s
mismas dificultades para controlar militarmente los territorios situados a
3.000, 6.000 o 9.000 li de la capital, control que resultaba agotador para las
finanzas del Estado y costoso en vidas humanas y que requería una com.
pleta administración civil y militar así como el transporte de suministro s y
armamento. El comercio en los puertos marítimos, controlado más fácil-
mente, no comportaba las mismas dificultades.
En la primera mitad del siglo viii, dos nuevas potencias, erigiéndose en el
centro de Asia frente a China, le plantaron cara en igualdad de fuerzas: los
árabes y los tibetanos. Los primeros, en su fase de dinamismo conquista.
dor; los segundos, en el único período de su historia en que fueron un im-
perio potente.
Después de la desaparición de la dinastía sasánida y la aparición del ca-
lifato de los omeyas, inicialmente las fuerzas árabes sólo progresaron de
manera lenta hacia el este. A mediados del siglo vil, la conquista árabe to-
davía no había sobrepasado Merv y Balj. A mediados del siglo \mi, el cali-
fato había conquistado Tokharistán (la antigua Bactriana), con Balj, Kabul
y Badajshan; una buena parte de la antigua Sogdiana, con Samarcanda y
Bujara; el Khorezm, en el curso inferior del Amu Daria, con Khiva y Urg-
hentch; Fergana y la región situada al norte del Sir Daria, casi hasta el río
Chu. Lo que aquí se designa de manera global mediante nombres de re-
giones era, en realidad, una constelación de pequeños reinos semiindepen-
dientes (hubo hasta 72), que pasaron entonces de un amo a otro, con algu-
nos reinos más poderosos que guardaron durante más largo tiempo su
independencia. A menudo se trataba de conquistas provisionales. Todo
esto iba acompañado de levantamientos por parte de las poblaciones de-
masiado maltratadas o robadas; sin avances y retrocesos, pérdidas y recu -
peraciones de ciudades.
Los juegos de alianzas entre los turcos occidentales, los chinos, los ira-
244 L A
LOS TURCOS Y EL TÍBET
bes y los tibetanos cambiaban constantemente para combatir a los árabes,
los tibetanos, los chinos o los turcos. Los pequeños reinos oprimidos pedían
ayuda a sus vecinos o bien a China. Se perfilaban entonces breves fe-
deraciones de príncipes, que después desaparecían. En cada una de las
cuatro grandes potencias que ganaban terreno unas sobre otras en Asia
Central, sobrevenían desórdenes interiores, anulando así durante algún
tiempo su fuerza. Este momento era aprovechado por las otras potencias
para desplegarse todavía más. Entonces, las «cuatro guarniciones» del oeste
chino—Khotan, Kashgar, Kucha y Karachar—cambiaron varias veces de
manos. En toda Asia Central constelada de defensas y fortalezas, fue un
período caótico de cabalgadas, de sitios y de batallas campales, cuya des-
cripción detallada significaría páginas y más páginas aburridas, como
aburrida sería también la enumeración de las ciudades tomadas, saquea-
das, robadas o desprovistas de su población—masacrada o dispersada ha-
cia todos los mercados de esclavos, a veces quemadas y arrasadas—. En
otras ocasiones, escapándose a tiempo, los habitantes consiguieron emigrar
y formar colonias extranjeras en China o en otros lugares. Toda operación
militar de envergadura implicaba un desplazamiento de la población y de
las riquezas públicas y privadas, del tesoro del Estado o de los monasterios,
de las reservas de productos útiles—el botín a menudo fue fabuloso
cuando se trataba de grandes ciudades o puertos de comercio como
Samarcanda o Baykend, por no citar más que dos—y, en algunos casos,
también implicó un nuevo fenómeno: la desaparición de libros u objetos
religiosos que el conquistador no podía tolerar. En efecto, a partir de
aproximadamente el 720, los califas se esforzaron por convertir al islam a
las poblaciones sobre las que reinaban.
Hasta entonces poco importante en el juego político de Asia, el reino tibe-
tano, que se había constituido en el siglo vii en el valle de Yarlung, en el Tí-
bet central, y que ya incluía lo que será Lhasa, en un período de poder y ex-
pansión, avanzó hacia el noreste contra los turcos y los tanguts, y es en este
momento cuando el rey Song-tsen Gampo amenazó con dirigirse a la ca-
pital china si no se le concedía a una princesa en matrimonio, lo que final-
mente obtuvo en el 641. Después de algunos años de alianza sino-tibetana,
los tibetanos hicieron una incursión en el noroeste, hacia el Karakorum,
ocuparon el corredor de Wakhan (entre los actuales Afganistán y Pakistán)
y descendieron a Kashgar; aliados con los turcos, durante un breve tiempo
245
 LA RUTA DE LA SEDA
arrebataron a los chinos esta ciudad reino. Ello señala
el principio de una confrontación entre chinos y
tibetanos, que durará, entremezclándo se coi; la conquista árabe y las
resistencias turcas, hasta el final de la dinastía Tan con períodos alternantes
de supremacía de una u otra de estas potencias.l El Tíbet y China se
disputarán la supremacía en el Pamir, en Khotan y en Dunhuang, lugares que en
los siglos vil' y ix serán tibetanos durante m u. cho tiempo. Con el califato de
los abásidas, en tiempos de Harun al-Rashid (786-809), tropas tibetanas
apoyaron en Samarcanda una rebelión Contra el califato; el propio Harun al-
Rashid avanzaba hacia sus provincias orientales para restablecer allí su
autoridad, aunque murió durante la ruta. Su segundo sucesor, su hijo al-
Mamun, estableció su capital en Merv y decl a_ ró la guerra santa en todas las
direcciones, incluso hacia el Tíbet; hacia el 814, el ejército musulmán derrotó
a los tibetanos en el Karakorum y envió como prisioneros a Bagdad a un
general y varios funcionarios tibetanos.
La era del Tíbet como gran potencia finalizó a mediados del siglo tx,
Los desórdenes interiores, las rivalidades entre las grandes familias nobles,
entre budistas y partidarios de la religión bón, la persecución del budismo
por el rey Lang Darma y el asesinato de este rey por un monje budista en el
842, implicaron la disgregación de la unidad tibetana y la pérdida de todas
las conquistas: Dunhuang, Hami, Qotcho, Khotan, todas las ciudades ane-
xionadas al noroeste y noreste... En el 866, no quedaba nada del imperio ni
de la potencia tibetana.
Entre los califas y China, la confrontación ya había tenido lugar en el 751, a
orillas del río Talas, casi veinte años después de que, en el otro extremo del
mundo, Carlos Martel hubiera frenado en Poitiers la invasión árabe.
La corte china y el califato habían tenido un período de buenas rela-
ciones en el 741-742; una embajada árabe había sido recibida en Chang'an,
desde donde había partido con un vestido púrpura, un cinturón de oro y
un título oficial chino: regalos rituales. En los años siguientes, la dinastía
omeya, presa de desórdenes internos, se hizo menos presente en sus pose-
siones orientales. China disputaba el Pamir y el corredor de Wakhan a los
tibetanos. En el 747, un general chino de origen coreano, Gao Xianzhi, fue
nombrado «asistente-protector general del Oeste Pacificado» y «comisario
general para las tropas y caballos de las cuatro guarniciones». Tras partir de
Kucha con diez mil soldados, pasando por Aksu y Kashgar, alcanzó estas
regiones de altas montañas y aplastó a un ejército tibetano. Para resumir,
LA CHINA DE LOS TANG, EL ISLAM, LOS TURCOS Y EL TÍBET
cometió el reino de Bolor, en el Pamir, y trajo a Chang'an como prisione-
ros al rey y a su esposa tibetana. La capital china era entonces, en el 750, un
unto de encuentro de reyes venidos a rendir homenaje o semiprisioneros. punto
Tang eran los amos del Tarim, Dzungaria, el Pamir y Wakhan, y estaban
aliados con Fergana.
Gao Xianzhi, que tenía en su favor el «haber introducido en la órbita
china a 72 reinos», fue nombrado gobernador militar de las cuatro guarni ciones.
Un año más tarde, no pudo librar a China de una de las grandes de rrotas de su
historia, en la primera y última confrontación que enfrentó a los ejércitos
chinos a los del imperio musulmán.
En el 750, en el marco de una agresión y de un movimiento antichino
por parte del rey de Tashkent y de grupos turcos, Fergana pidió ayuda a
China. Gao Xianzhi, que tenía a Fergana bajo su incumbencia, asedió y
tomó Tashkent, y redujo también a su aliado turco; después de haber sa-
queado la ciudad, exterminado a los ancianos y a los débiles y reducido al
resto de la población a la esclavitud, trajo o hizo traer presos a Chang'an a
los reyes y jefes turcos (y tibetanos) implicados en el asunto. Pero el hijo del
rey de Tashkent había conseguido escapar y llegar a Samarcanda, donde
gobernaba para el califato Ziyad Ibn Salih al-Khuza'i. Éste pidió refuerzos
al gobernador de Jorasán.
Un año más tarde, en el 751, Gao Xianzhi, advertido de la cercanía del
ejército árabe, hizo avanzar hacia el oeste a sus tropas, ampliadas con gru-
pos turcos qarluq y con tropas de Fergana. El ejército de Ziyad Ibn Salih,
que reagrupaba a las tropas de Sogdiana y las de Jorasán, y el ejército chino
se enfrentaron durante cinco días delante de la ciudad de Atlakh, 4 cerca de
Taraz, la actual Djambul, en Kazajstán. Traicionados por los qarluq, que se
pasaron al enemigo, los chinos fueron repelidos y se batieron difícilmente
en retirada por un desfiladero lleno de fugitivos. Gao Xianzhi consiguió
escapar. Miles de soldados chinos fueron capturados, hechos prisioneros y
llevados a pie hasta Samarcanda.
Sin embargo, el general musulmán no siguió avanzando hacia el este:
durante mucho tiempo, la influencia china, por una parte, y la influencia
arabopersa musulmana, por la otra, se detuvieron en esta línea divisoria.
Entre los miles de soldados chinos civiles o militares capturados por Ziyad
Ibn Salih se encontraban tejedores de seda, orfebres y técnicos de la fabri-
cación del papel, producción que parece haber sido hasta entonces una ex-
 LA RUTA DE LA SEDA
clusividad china, al menos por lo que respecta a este tipo de soporte P ata la
escritura, que no se obtiene del papiro corno en Egipto, ni de la co rteza del
abedul como en Rusia, ni tampoco de hojas de árbol como en la In4: a Los
tejedores de seda fueron enviados a Kufa, en el actual Irak, entonces capital
del califato, donde permanecieron hasta el 762, fecha en la que fueron
transferidos a Bagdad, la nueva capital recientemente fundada. Uno de es-
tos viajeros a su pesar, llamado Duhuan, tuvo que regresar a Kufa y más
tarde, en el 762, tuvo la suerte de volver a su país. El relato de sus aventur as
cuyo texto original se ha perdido, se reproduce en una enciclopedia chi na:
según Duhuan, fueron artesanos y artistas chinos quienes enseñaron a los
árabes, en Kufa, a tejer sedas ligeras, a trabajar el oro y la plata, y el arte de
la pintura. Cita incluso el nombre y la provincia de origen de estos maes-
tros chinos.
Los técnicos chinos del papel fueron trasladados a Samarcanda, gran
centro del libro. Allí enseñaron a los vencedores la técnica de la fabricación
del papel, y fue así como Samarcanda se convirtió en el primer centro de
esta industria en el mundo musulmán, que iba a convertirse en el prove e.
dor del mundo cristiano. Se trata de una revolución cultural más impor-
tante que la que supuso la diseminación de la sericultura en el ámbito eco-
nómico. En primer lugar, por la reproducción cómoda y barata del texto
escrito. En segundo lugar, porque únicamente el papel así fabricado per-
mitió el nacimiento de la imprenta y, a partir de ahí, la enorme difusión del
libro: libros santos del canon budista, libros clásicos confucianos, anales
históricos, libros científicos o médicos, todos los conocimientos humanos
en un gran número de ejemplares y con precios relativamente accesibles.
Después de los chinos, aprovecharon los beneficios de la imprenta las otras
civilizaciones, musulmana, cristiana y el resto del mundo...
Los chinos habían inventado el papel siete u ocho siglos antes, aunque ini-
cialmente no lo habían utilizado para la escritura. Durante su larga histo-
ria, escribieron sobre todo lo que se les presentaba, como cada pueblo: so-
bre huesos o caparazones de tortuga, en grabado o moldeado sobre bronce
o sobre piedra, con pinceles sobre madera, sobre placas de bambú, sobre
seda... al tiempo que, en otras partes, se escribía sobre tablillas de arcilla,
capas de cera, papiro o pergamino. En China, el papel para escribir resulta
de una primera invención de papel grueso, hecho, o bien con residuos de pe-
lusa de seda, o bien con fibras de cáñamo o de bambú, que servía para era-
248 L A C H I N A D E L O S T A N G , EL I S L A M ,
LO S TU R C O S Y EL T Í BE T
j Esto ha sido constatado gracias a hallazgos arqueológicos desde el si-a
ba an
C-5
glo
A partir de la idea base (empapar, desmenuzar, aglutinar, extender, se car,
etc.), se atribuye a un tal Cailun, eunuco natural de Sichuan e inten -lente
general de palacio, la invención, o más bien la puesta a punto, de un Papel que
podía servir para escribir, técnica que presentó al emperador Hedi de los
Han en el año 105 d. C., tal como escribe Fan Ye en el Hou Han ;bu en el
siglo v. La materia prima se hacía con corteza de árbol machaca-cía y con
la sustancia leñosa que se encuentra bajo la corteza (se utilizará mucho la
morera), con cáñamo, con trapos viejos de distintos tejidos y con redes de
pesca viejas... todos ellos, ingredientes que se encontraban de manera
abundante y a buen precio. Esta materia se pegaba (con liga, yeso, gelatina,
almidón), y el resultado era una hoja fina y flexible sobre la que se podía
escribir fácilmente con tinta y pincel, método de escritura ya empleado desde
hacía siglos sobre la seda y el bambú. Dado que tal técnica no podía hacerse
remontar hasta la época de los emperadores míticos, era necesario que esta
invención estuviera relacionada con la corte. Si bien se atribuye a Cailun la
paternidad de la técnica y el emperador Hedi es quien la hace aplicar, tal
acontecimiento es seguramente el resultado de largos tanteos y pruebas de
varias gen-eraciones de artesanos. No obstante, al parecer todavía no se
había utilizado la propiedad más preciosa de este nuevo producto de la
astucia humana: la de prestarse al estampado, después a la xilografía y
luego a la tipografía: es decir, a lo que nosotros denominamos «imprenta»
o, restringiendo algo más el círculo, «la civilización
Gutenbe
LatécrgZa china de la fabricación del papel se había extendido por In-
dochina, Corea, Japón y la India desde hacía tiempo, y el papel chino tam-
poco era desconocido en el mundo musulmán cuando la derrota china en
Kazajstán implicó ese nuevo secuestro de técnicos en el 751. Pero todavía se
trataba, en cuanto a la escritura, de copias manuscritas. Por lo demás,
cuando el papel apareció en Occidente, inicialmente no fue aceptado como
soporte para los textos administrativos. Los usos que prevalecían eran el
papiro de Egipto y el pergamino de piel de oveja. En la Persia musulmana,
etulypapiroóenel
e había sido habitual durante los omegas; la dinastía que los susti-
750, justo antes de la Batalla de Talas, la de los abásidas, optó en
primer lugar por el pergamino; luego, a finales del siglo virr, con el califa
Harun al-Rashid, el visir Ja'far hizo adoptar el papel tal como se fabricaba
en Samarcanda. Una de las razones que motivó tal cambio es que éste no
249
 LA RUTA DE LA SEDA
podía rasparse o lavarse sin dejar rastro, cosa que sí era posible
con el papi,
ro y el pergamino. Era una medida, pues, para evitar las falsificaciones.6 En
Occidente, en cambio, esta fragilidad inherente al papel era el motivo por ci'
que, durante mucho tiempo, se rechazó este soporte para los docu mentos
oficiales. El mismo visir Wfar, en el 794 o 795, creó la primera fábrica de pa_
pel en Bagdad, seguramente con la ayuda de los técnicos de Samarca nda
> plancha a plancha. Los textos salían de página en página hasta que se
ciudad en la que entonces era gobernador su hermano. Posteriorm ente
creó otras en Siria, Sicilia, Andalucía, Marruecos y Egipto; poco a p oca> a
partir del siglo x, el mundo occidental cristiano comenzó a renunciar al p a-
piro y se abasteció de papel en todos estos centros musulmanes. Durant e
mucho tiempo, Damasco fue el principal proveedor de papel, producto qu e
en esa época se conocía corno «carta damascena»; «carta» designaba cual_
quien documento escrito (sobre papiro, pergamino u otro soporte), y lueg o
más especialmente el papel; Marco Polo llamará al papel moneda del em-
perador Kubilai «moneda de carta».
En el siglo xt, el control del Mediterráneo empezó a pasar de manos de los
musulmanes a los reinos cristianos. El jefe normando Rogelio reconquistó
Sicilia. Pisa, Génova y Venecia acabaron imponiéndose en el mar y consi-
guieron acceso en los puertos sirios donde se compraban los productos
orientales. Con las cruzadas, Venecia se convirtió en el primer transportis-
ta marítimo de los reinos cristianos. Es durante el periodo de las cruzadas
cuando los cristianos, hechos prisioneros po'r los sarracenos, se iniciaron
en la fabricación del papel, a partir de paja de trigo según A. Maalouf.' Sin
embargo, en Siria se utilizaba más bien el cáñamo.
En cualquier caso, aparte de en la España musulmana, la primera fá-
brica de papel europea aparece quizá en Francia, en el Hérault, en el año
1157, o quizá en Italia. En el año 1250, la ciudad de Fabriano, cerca de Anco-
na, era el primer proveedor registrado del Occidente no musulmán.
En China, los textos confucianos habían sido grabados en piedra, en un
«bosque de estelas», para así garantizar su perpetuidad: en la historia chi-
na ya había existido un gran destructor de libros, Qin Shihuangdi... (¡Lás-
tima que no se imitara «el bosque de estelas» en otros paises!) En una épo-
ca indeterminada, lógicamente cuando se dispuso de papel de la calidad
que convenía, se comenzaron a reproducir estos textos por el método del
LA R U TA DE LA S E D A
LA CHINA DE LOS TANG, EL ISLAM, LOS TURCOS Y EL TÍBET
do, por aplicación de papel y tinta, por presión, contra la piedra; lile
estampa
el primer paso de la imprenta. Este método sencillo y rápido—muy colocado
más tarde entre los arqueólogos, antes de la invención de la fo tografía, para
copiar las inscripciones sin dañar el original—ha proporcio nado
innumerables copias... A partir de este momento, ya sólo quedaba sustituir
las pesadas estelas por planchas de madera dura movibles, menos costosas de
grabar que la piedra, y con ello se llegaba a la xilografía y a la imprenta
desgastaba la plancha. Éstas eran transportables y fáciles de almace nar; la
materia prima no era escasa.
Es así como se imprimieron los primeros textos budistas en China. El
libro impreso más antiguo que se conoce es una Sutra del diamante, uno de
los grandes textos canónicos del budismo, encontrado en Dunhuang. Se
imprimió en el 868. A continuación, los dos más antiguos son unos calen-
darios chinos del 877 y 882, también encontrados en Dunhuang, entre los
infles de manuscritos que habían sido ocultados en escondites para salva-
guardarlos. Estos tres textos, así como otros muchos también descubiertos
a principios del siglo xx por los arqueólogos occidentales y japoneses, fue-
ron «comprados» y llevados a Inglaterra por Marc Aurel Stein; desde en-
tonces se conservan en el British Museum de Londres. La Sutra del dia-
mante es un rollo, una de las formas antiguas del libro, compuesto de hojas
encoladas de punta a punta; mide 4,65 metros de largo por 33 centíme-
tros de ancho. La calidad de los ideogramas y del dibujo grabado refleja la
maestría técnica que habían alcanzado los chinos en esa época, y hace pen-
sar que esa técnica se practicaba por lo menos desde hacía un siglo.' Más
tarde se utilizó el papel doblado en acordeón, lo que permitió la pagina -
ción y facilitó la lectura; después se inventó la encuadernación cosida, etc.
Esta impresión xilográfica, pero en pequeñas hojas separadas, siguió utili-
zándose hasta mucho después de la invención de la tipografía moderna,
casi hasta nuestros días, por los religiosos tibetanos. En las bibliotecas de
los monasterios existen obras compuestas de esta manera, a partir de hojas
superpuestas que se guardaban entre dos tablillas decoradas, todo ello en-
vuelto en seda y provisto de una etiqueta visible que permite encontrar las
obras en los diferentes estantes... Y a finales del siglo xx, el monasterio de
Dergue, en un distrito tibetano de la actual provincia de Sichuan, monas-
terio que durante mucho tiempo fue famoso como centro de impresión de
sus ptosubbluicclaicsintoas,etso.davía utilizaba este procedimiento de la xilografía para
 La extrema sequedad de los desiertos de Asia Central permitió una
conservación excepcional de las momias, de los productos textiles y de los textos
sobre papel. Para los grandes textos religiosos, también es necesario añadir que
se utilizó, en algunos países budistas, papel tratado con venenos para eliminar la
presencia de insectos o ratas, aunque ello no esté en con. sonancia con el rechazo
a matar.
La siguiente fase fue, por supuesto, la imprenta con caracteres móviles, que
en China aparece mucho más tarde, en el siglo xi, en forma de caracteres
modelados en arcilla y cocidos, y utilizados según un proceso bastante lar-
go y complicado que inicialmente no permitió a este sistema competir con
la xilografía. Fue necesario esperar hasta el siglo xiir para que se idearan
los caracteres móviles en metal y diversos perfeccionamientos útiles para
acelerar la composición, mucho más dificil con 4.000 o 5.000 caracteres di-
ferentes que con alfabetos de 26 o 3o letras... En cuanto a la invención pa-
ralela de caracteres móviles por Johannes Gutenberg, en Alemania hacia el
1450, parece haber sido concebida de manera independiente de todo con-
tacto con el extranjero, aunque a menudo se haya sugerido que encontró la
idea inicial en los encuentros múltiples causados por las cruzadas. Sin em-
bargo, no tenemos ningún relato fndacional, ningún testimonio preciso
que lo certifique.
El desarrollo de la fabricación de libros en papel, manuscritos o xilografia-
dos, durante la época Tang, en China y Asia Central, se pone de manifiesto
por la gran cantidad de textos encontrados en yacimientos arqueológicos
como Dunhuang o Qotcho, y también por el hecho de que se comienza a
mencionar el comercio de libros. Antes, en efecto, un libro no se compraba
sino que se encargaba una copia y se pagaba al copista. Naturalmente, era
un artículo raro y costoso. A partir del momento en que fue posible obtener
un gran número de impresiones a la vez y en poco tiempo a partir de la
misma plancha grabada, nació el comercio del libro.
La conquista árabe había sido bloqueada en Poitiers en el 732, y en Ka-
zajstán en el 751 con la victoria definitiva de Talas. Al mismo tiempo, que-
dó bloqueada en el Cáucaso por un kanato cuyo apogeo de poder se sitúa
precisainente hacia el 750: los jázasos. De esta manera, protegieron a Bi-
zancio de los árabes. En la época en que, al este, las grandes potencias en vi-
LA CHINA DE LOS TANG, EL ISLAM, LOS TURCOS Y EL TÍBET
LA RUTA DE LA SEDA
por eran China, el califato islámico, los turcos y los tibetanos, al oeste se en-
irentaba n el califato, el imperio cristiano de Bizancio y el reino de Jazaria.
Lo jázaros eran un pueblo de origen y lengua turca que había emigrado, en
la época de Atila, en el siglo v, abriéndose un paso hasta el norte del
clucaso e instalándose en las estepas, entre el Volga, el Don y el Cáucaso.
Arrollaron y tuvieron en vasallaje a los búlgaros y otros grupos turcos; in-
ie la esfera bizantina, ocupando una parte del litoral del mar Negro.
va d r ° n
A p ar ti r del 652, en repetidas ocasiones tuvieron que luchar contra los con-
quistadores árabes, y para ello establecieron alianzas con Bizancio. Así, a
mediados del siglo vil', una hija del kan jázaro, convertida al cristianismo y
bautizada con el nombre de Teodora, se casó con el príncipe heredero al
trono bizantino y se convirtió en emperatriz. A lo largo de los años, el reino
tuvo varias capitales sucesivas. La tercera y la más importante fue Itil,
creada en el siglo \Tm en un meandro del Volga. La ciudad estaba situada
enlas
dos orillas del río, con una parte occidental fortificada que albergaba
los dos palacios, y una parte oriental prácticamente reservada a la población
musulmana, con sus numerosas mezquitas, baños y mercados. El poder era,
en efecto, doble. Un kan, soberano religioso, obligatoriamente de religión
judía y descendiente de un determinado linaje; y un bek que ejercía el poder
temporal. La población era mixta, y entre ella había una aristocracia de
religión judía, musulmanes, cristianos y una masa rural fiel ala religión turca
de las estepas. Hacia el 74o, el kan de los jázaros se había convertido al
judaísmo, y una parte de su pueblo le había seguido. Esta conversión puede
sorprender. Sin embargo, en la misma época y en el otro extremo de Asia, ¿no
se había convertido otro grupo turco al maniqueísmo? Por lo demás, las
conversiones al judaísmo no eran excepcionales, tal como demuestra el
ejemplo del reino de Himyar.
En el caso de los jázaros, parece ser que hubo motivaciones políticas:
una voluntad de independencia con respecto a la influencia de la cristiana
Bizancio y a la del califato, dos estados en los que en ese momento se vivía
una oleada de intolerancia y donde se consideraba que el hecho de adoptar
una religión implicaba estar bajo la tutela de los jefes de la religión en
cuestión, es decir, Bizancio o Bagdad. Intolerancia, por ejemplo, frente alas
judíos. Al reino jázaro afluyeron los judíos expulsados de Bizancio durante los
diversos períodos de persecución que tuvieron lugar en los siglos vi y VII,
y todavía durante el reinado de León III, en el siglo vil'. Otros ju-
dios huyeron del Asia Menor conquistada por los árabes; y también aCth
dieron en gran número los judíos expulsados de Khorezm por Kutevh a
conquistador de Asia Central, después de la
campaña de 712-714• Ent •
ie es-
tos judíos de Khorezm había eruditos y médicos.
La conversión de la década del 740 correspondía, quizás, a una f ormad
judaísmo khorezmita, menos ortodoxo, ya que se sintió la necesidad, de,:
pués del período 760-770, de realizar una gran reforma religiosa, de hacer
venir a sabios rabinos de Bagdad, de Jorasán e incluso del imperio bizantino.
La particularidad del reino jázaro era su vocación comercial; e ra el
agente de tránsito entre el mundo arabopersa musulmán (que ahora d o.
minaba una parte de Asia Central), el mundo bizantino, las tribus eslav as
del norte y Khorezm, que en la Edad Media fue un Estado floreciente si.
tuado en el valle inferior del Amu Daria. Una ruta comercial unía Itil con
Gurgandj, la antigua Urghench, una ciudad que existía desde el sig lo d.
C., situada muy cerca de la actual Kunya Urghench, en la República de
Turkménistán, cerca de la orilla izquierda del curso inferior del Amu pa-
ria.* Jazaria, poco productivo, vivía esencialmente del comercio.
El kanato jázaro desapareció a principios del siglo xi, no como conse-
cuencia del imperio musulmán, sino reducido por los ejércitos aliados de
Bizancio y el príncipe del primer Estado ruso, el principado de Kiev.
Veamos otro ejemplo de conversión de un pueblo turco a una religión to-
talmente extranjera a su propia civilización: los uigures adoptaron el ma-
niqueísmo como religión de Estado, aunque el resultado fue todavía más
efímero, ya que el reino maniqueo uigur no durará ni un siglo. Curiosa-
mente, la conversión oficial se sitúa a unos veinte años más o menos de la
del kan jázaro al judaísmo: en el 762, el emperador Tang Suzong, para po-
ner fin a un grave levantamiento que amenazaba la existencia del imperio,
la rebelión de An Lushan, recurrió a uno de sus aliados entre los turcos
orientales, el kan de los uigures. Durante esta campaña en China, en la que
redujo Chang'an y Luoyang en beneficio del emperador, el kan se entrevis-
tó con un sacerdote maniqueo. El maniqueísmo estaba presente en China
No debe confundirse con la actual ciudad de Urghench, situada sobre el Amu Dará
en la República de Uzbekistán, ciudad fundada en el siglo xvii por el emir Abdulgazi. 9e
la pobló con los pocos habitantes que permanecían entonces en Gurgandj, la antigua Urg-
hench.
2
54 LA C H I N A D E L O S T A N G , E L I S L A M ,
LOS TURCOS Y EL TÍBET
LA R U TA DE LA S E D A
era muy discreta: había uno o dos templos en la capital. En poco
de man
tierripo , el kan se convirtió a esta religión, y con él todos sus súbditos. Por
lo, durante unos ochenta años hubo—hecho único en la historia—un
reino cuya religión oficial era el maniqueísmo. Por cuestiones políticas,
ora velar por este aliado, el gobierno chino protegió esta religión y auto-
'rizó la construcción de numerosos templos. Sin embargo, los uigures, nu-
en Chang'an y en otras partes de China, se volvieron indeseables
PPIn r° ear r: ts:u : as cr:
c i 0 n e s s e deterioraron. Y como maniqueísmo y uigures iban a la par, cuan do
entre otras cosas en el comercio y los oficios,
co mportamiento,
usura en exceso y se mostraron tan incómodos que las rela-
do se consiguió eliminar a éstos, inmediatamente se prohibió aquél. El
reino uigur fue atacado por otros kanes, los kirguises, y pronto fue aniqui-
lado. En el 843, el gobierno chino adoptó medidas contra los residentes
uigures en China y proscribió el maniqueísmo en el imperio. Esta pros-
cripción se repitió en el 845, cuando fueron prohibidas todas las religiones
«extranjeras», incluido el budismo, aunque la religión budista estaba pre-
sente en China desde hacía setecientos años (no tardó mucho en florecer
nuevamente). Muchos uigures emigraron hacia el oeste. Es posible pensar
que durante algún tiempo hubo fieles maniqueos dispersos por Asia Cen-
tral, e incluso quizá en el Tíbet, a partir del siglo ix o más tarde. Hoy no
queda nada. El Xinjiang chino, actualmente «Región Autónoma Uigur de
Xinjiang», es musulmán o ateo, y el Tíbet es la tierra, mayoritariamente,
del budismo y, en menor medida, de la religión bón.
En China, la doctrina de Mani tuvo una presencia relativamente oficial
pero breve. Muy discreta, aunque más duradera, fue la presencia de las an-
tiguas creencias iraníes, mazdeísmo o zoroastrismo, al que los chinos nom-
braron como la doctrina del «dios del cielo de los Hu» (de los bárbaros del
Oeste) o «doctrina del Fuego». Establecido desde muy antiguo en Sogdia-
na, el mazdeísmo penetró en China, probablemente a través de los sogdia-
nos, a partir del siglo Tv d. C. según Zhang Guangda, 9 que ha encontrado
en los anales dinásticos, así como en los manuscritos de Dunhuang y en
otras fuentes arqueológicas, pruebas de su presencia, en especial prácticas
funerarias típicas del zoroastrismo (la descarnadura de los muertos ex-
puestos a los animales salvajes). Fieles de esta doctrina aparecen atestigua-
dos en la corte de los Wei del Norte y luego con los Sui. Con los Tang, en el
6
31, un mago discípulo de Zoroastro hizo una gestión ante el emperador
255
Taizong en favor de su religión y consiguió la construcción de un tem pla en
la capital. Por otra parte, no resulta nada sorprendente que por entott ces las
doctrinas iraníes hubieran ocupado o retomado un lugar en ch ina si se
considera el número de comerciantes persas que vivían en la capital china y
la regularidad de las relaciones que China y Persia habían mame_ nido
anteriormente.
Después del edicto de proscripción del 845, el mazdeísmo parece ser que
no dejó rastro en China, lo que no quiere decir que no hubiera existido muy
discretamente, como toda religión prohibida cuyo escaso número de fieles
no pueda representar un peligro político.
El cristianismo nestoriano—por conveniencia lo denominaremos con este
nombre aunque ha sido discutido—había desarrollado en Asia Central y en
China múltiples raíces. Con los primeros califas, los cristianos habían goza.
do en Irán de cierta tolerancia, y su patriarca, con la sede en Ctesifonte, Ti.
moteo I, que ocupó estas funciones entre el 780 y el 823, había consagrado
un obispo para China y había creado una provincia tibetana. En el año 6 35,
se inició un período de proselitismo activo, tal corno certifica una estela de
piedra muy famosa, la «estela de Xian Fu», conservada en el museo de Xi'an
y de la que el Museo Guimet de París posee un molde. Esta estela de piedra
negra, de más de dos metros de altura, tiene un largo texto grabado con ca-
racteres chinos que ocupa casi su totalidad, con algunas líneas en alfabeto
siriaco. Fue erigida en el 781 muy cerca de Chang'an, probablemente fue en-
terrada por un sacerdote o por los fieles cuando se emitió el edicto del 845,
y fue hallada por azar en 1623 o 1624, cuando se estaban haciendo unos tra-
bajos de nivelación. Los misioneros jesuitas presentes en China se interesa-
ron por ella; se trataba de un documento único que demostraba la antigüe-
dad de la presencia del cristianismo en China, presencia que el texto hacia
remontar hasta el año 635 de la era cristiana (las fechas del 635 y del 781 apa-
recen, evidentemente, expresadas de acuerdo con los años de los reinados de
los emperadores). El descubrimiento tuvo grandes repercusiones. Sin em-
bargo, resultó que no se trataba del cristianismo romano, sino de una secta
herética, el cristianismo caldeo, también llamado «nestorianismo». El texto
fue estudiado de manera detenida (se sigue estudiando hoy) y en 1667, el
padre jesuita Atanasio Kircher lo incluyó en latín en su China illustrata —
obra célebre publicada en Amsterdam y muy pronto traducida a varias
lenguas occidentales—, junto con toda una serie de comentarios.
LA CHINA DE LOS TANG, EL ISLAM, LOS TURCOS Y EL TÍBET
El monumento sino-sinico o sínico-caldeo relata la historia de la introducción de
la «religión de la luz» en China, en la persona de A lo pen, «pro.edente de Da
Qin», durante el reinado de Taizong. Fue bien acogido por el emperador, que,
después de haber hecho traducir y haber examinado los li bros y las imágenes
(¿pinturas?, ¿estatuas?) que él había traído, ordenó que esta doctrina se
predicara en el imperio e hizo construir un monasterio para veintiún hombres.
El. texto, exposición del acontecimiento, y luego de la doctrina, es obra,
según- escribe el padre Raguin,'° «de un monje persa muy culto llamado
Adán, de nombre chino Jingjing; sabía sánscrito y ayudé a un monje budista
procedente de la India a traducir los textos búdicos d el sánscrito al chino».
«Era un gran conocedor del budismo, el taoísmo y la filosofía confuciana».
El vocabulario utilizado y los conceptos expuestos usan expresiones y se
refieren a nociones del budismo o el taoísmo: procedimiento que por aquel
entonces empleaban los traductores en este tipo de trabajo, y que añadió por
medio de la mezcla nuevas nociones religiosas en este período de tolerancia y
apertura, entre el 630 y el 84o... Los nestoria nos, protegidos por varios
emperadores Tang, predicaron y al parecer lograron numerosas
conversiones. Cuando el edicto de proscripción expulsó de China a todas las
religiones extranjeras, unos cuantos de estos cristianos emigraron a los países
vecinos; en Asia Central los nestorianos fueron numerosos hasta finales del
período mongol, en el siglo xrv. Su presencia en el Tíbet dejó las
suficientes huellas como para hacer surgir en Europa, en los siglos xvrt y
XVIII, la creencia de que este país había sido cristiano y que quizá lo era aún, y
que, por lo tanto, sería fácil reevangelizarlo.
 l MERCADO MUNDIAL EN TIEMPOS DE SIMBAD EL MARINO
14
lil
iorna
apareceunacivilizacióncomercianteenla
MERCADO MUNDIAL EN TIEMPOS DE SIMBAD EL MARINO
¿Puede ser que los letrados chinos despreciaran el comercio? Los anales di-
násticos de los Han o de las dinastías del norte, en todo lo relacionado con
la historia de los intercambios, juzgan sobre todo las rarezas y curiosidades
incluidas en el «tributo» aportado por las diferentes embajadas lejanas. En
época Tang, se dispone de mucha información interesante acerca de la eco-
nomía y del comercio, documentación con la que han trabajado los histo-
riadores. Por otra parte, la multitud de viajeros extranjeros que visitaron
China o Asia Central ha generado relatos de viaje que aportan una visión
exterior de la situación de China. El abanico de viajeros era amplio, desde
el monje japonés Ennin hasta el mercader árabe Solimán.
También los chinos habían avanzado en un radio más amplio alrede-
dor de China, como, por ejemplo, el peregrino Xuanzang y otros monjes
chinos que viajaron a la India, así como también un número considerable
de funcionarios civiles y militares nombrados para los protectorados de
Asia Central; algunos comerciantes chinos también fueron a Ceilán. Sin
embargo, los chinos seguían siendo gente de tierra adentro. En la época
Tang parece ser que no existe el equivalente chino de los relatos árabes de
viajes marítimos, como, por ejemplo, el del mercader Solimán. Los viajeros
árabes describieron Cantón, uno de los mayores puertos del mundo en esa
época; no existe (salvo error) ningún relato de mercader o viajero chino
que describa Siraf, y todavía menos Alejandría.
Para darse cuenta del lugar que ocupaba el comercio a larga distancia
en la civilización musulmana y las resonancias que tenía en el imaginario
de todo un pueblo, únicamente es necesario leer Las mil y una noches. Es
sorprendente el número de historias de mercaderes que pueden encon-
trarse, historias sin duda recogidas aquí y allá en los caravasares y los puer-
tos. Seguramente estos cuentos empezaron a fijarse en el siglo x, aunque
Harun al-Rashid y su famoso visir Ja'far y la bella Zobeida, que aparecen
con frecuencia en los relatos de Sherezada, sean contemporáneos de Caí-
258
gn
o. En ellos
que, por una
raz ón u otra—
miedo de alguien, pena por la muerte de alguien, presencia de un
enemigo o simplemente deseo de visitar el país—, la gente abando-
na la ciudad, o compra, en efectivo o a crédito, una carga de productos para
vender, aunque no se sea inicialmente mercader. Se alquilan carava-
neros, se compran o alquilan camellos, mulas, asnos, caballos, se establece un
acuerdo con el capitán de un buque o un empresario de transportes
marítimos, y se parte para dos o tres años hacia Sin al-Sin, Sin-i Kalan,
China y Khanfu (Cantón). En el transcurso del trayecto se recogen las le-
yendas acerca de las islas Wak Wak y el Reino de las Mujeres, el valle de los
Diamantes y el pájaro Rok, pero también se compra y se revende obte niendo
cada vez mayor beneficio. Tras ello, se regresa rico y triunfante, con historias y
beneficios del L000 por loo, con oro barato, vestidos dignos de príncipes,
almizcle de la mejor calidad y con un esclavo negro, fuerte y fiel; o bien se
regresa arruinado después de un naufragio del que se escapó de milagro, o
bien no se retorna nunca más. Se trata de una sociedad móvil y sin castas
estancadas, en la que, gracias al comercio, uno puede reconvertirse muy
rápidamente. Todos los cambios de futuro son posibles...
Los cuentos nos hablan de zocos, con su jefe y sus reglamentos, de fun-
cionarios molestos, de magos persas, de timadores astutos, de jeques sabios y
prudentes y de mozos de cuerda pobres. Los mercaderes, los príncipes y los
visires, las muchachas encantadoras, los esclavos y los genios malvados
(encerrados o no en una botella). Éstos son algunos de los personajes ha-
bituales en Las mil y una noches.
En los cuentos queda perfectamente reflejado el papel polifacético del
mercader: no es un simple negociante sino que también es el encargado de
la misión diplomática, mensajero, transportista de correo, espía, agente de
información, guía... Un ejemplo muy significativo es el cuento de Aziz, el
príncipe Diademe y la princesa Donia, que ocupa la noche 128 y varias de
las siguientes. Aziz, hijo de un gran mercader, tiene que informarse acerca
de una princesa muy lejana, la princesa Donia, que vive en las siete islas del
Alcanfor y del Cristal. Precisamente hay una caravana que está a punto de
partir hacia allí. Con gran presteza, Aziz compra mercancías de gran valor y
se une a la caravana. Su objetivo es 1 -egresar a su país, juntamente con la
princesa, al cabo de tres años. Después de un año de su salida, llega a la
corte del rey Shahramán, padre de la princesa Donia.
259
 Resumamos: información, regreso, informe. Sí, la princesa posee todas las bellezas. El
rey de Persia, Soleyman-Shah, lo despacha de nuevo de Is-
LA RUTA DE LA
SEDA
pahán hacía las islas del Alcanfor con la
misión de pedir la mano de
ajo_
ven para su hijo, el príncipe Diademe.
Segundo regreso. Desgraciadamen-
te, la princesa odia la idea del
matrimonio y su padre no pued e f orzarlo
o] zar',
Soleyman-Shah, muy enojado, está
decidido a conquistar el reino de este
insolente. Finalmente le convencen de no
hacerlo. El príncipe Diaden-ie re_ suelve
que él mismo irá a conquistar a la joven
(aunque no la ha visto,
es de confianza). Los tres se ponen en
marcha: el príncipe (disfrazado za o de
mercader), el visir y Aziz. Este último
es la tercera vez que hace el' ;
viaje.
Hace de guía y de consejero, al mismo
tiempo que ejerce su oficio de Co-
merciante, puesto que los tres pasan por
tales: el visir hace de mercader, y los dos
jóvenes se hacen pasar por sus sobrinos, a
los que quiere mostrar el mundo.
Al cabo de un mes, llegan a la capital
del rey Shahramán, se instalan en el gran
zoco de los mercaderes y alquilan «en el
gran khán, todos los alma. cenes de la parte
baja y todas las habitaciones de la parte
superior»: llevan un gran cargamento y, sin
duda, numerosos servidores. El cargamento
está compuesto principalmente de tejidos.
Guardan todos sus paquetes en los
almacenes y descansan durante cuatro
días. Después deciden pedir un local en el
zoco de las sedas (Diademe, disfrazado de
comerciante, lleva un vestido espléndido).
El jeque del zoco les asigna una tienda en
medio del recinto para que puedan
exponer las bonitas telas que han traído
con ellos... y la historia continúa
(Sherezada tiene para varias noches) con
numerosas aventuras, que, por supuesto,
siempre acaban bien, porque al final el
príncipe Diademe regresa junto con su
prometida. Tenemos aquí un mercader
hijo de mercader, encargado de misiones
difíciles, tales corno negociar un
matrimonio principesco, participar en
una artimaña ❑ guiar a sus compañeros,
dado que conoce los países e itinerarios
gracias a su experiencia con viajes y
negocios anteriores. También tenemos a
un visir y a un príncipe disfrazados de
mercaderes, pues ningún disfraz hubiera
sido mejor (en Asia será así durante
mucho tiempo: mercader o peregrino; en
Occidente, en cambio, la gente se
disfrazaba más bien de monje). ¿Quién
sospecharía que tres mercaderes quisieran
casarse con la hija del rey o llevársela?
¿Quién pondría en duda la seriedad y las
buenas intenciones de un comerciante de
sedas, que expone en el zoco de la capital,
como el mejor producto que tiene, una tela
sobre la cual, en la noche 133, el califa
escuchó la descripción: «Una tela que
había sido engastada para hacer un único
vestido destinado a alguna hurí o a alguna
princesa maravillosa. Para describirla o
enumerar las pedrerías con las que se
enriquecía o los bordados
2,6o
MERC
ADO
MUND
IAL
EN
TIEMP
OS DE
SIMB
AD EL
MARI
NO
j los cuales la trama desaparecía,
iyi o
únicamente los poetas inspirados por mis
podían hacerlo en versos con cadencia. Por
lo menos debía valer, sin la envoltura, 10.000
dinares de oro». Efectivamente, la
envoltura también estaba hecha de una tela
extraordinaria: estaba «franjeada con
borlas de oro, ), hecha con un terciopelo
de Damasco donde corrían, ligeros y
coloreados, dibujos de flores y pájaros, y en
el centro un elefante que bailaba embriagado.
Y de todo este paquete se desprendía un
perfume que exaltaba
el alma».'
l n los relatos que no son historias de
inc uso e
mercaderes, aparece, casi con
toda probabilidad, la figura de un viajero.
El mundo musulmán de los si-
glos
x, x y xi era una civilización de
textiles, comercio y viajes, tres aspectos
que activarán, como consecuencia, la vida
económica de sus proveedores y clientes, la
China de la época Tang y de principios de
la época Song, pero también toda
Indonesia, e incluso la India, el África
oriental, el norte de África y Asia Central.
Y es el mundo musulmán el que
proporcionará a toda la cristiandad los
productos orientales, ya sea en su propio
territorio ya sea en regiones extranjeras,
excepto allí donde son enemigos
declarados. En todos los puertos, en todos
los zocos, bazares, ferias, etc. aparece un
comerciante musulmán.
LA RUTA DE LA
SEDA
siglos del islam («el islam en su primer
esplendor», según M. Lorribard,cli bre el
período que va del siglo vitt al xt), en los
siglos ix y x, el imp erio los califas se
convertirá en la primera potencia mundial.
Este imperio se e: tiende desde Marruecos
hasta el mar de Aral y todavía más allá,
engloban_ do una parte de África y Europa,
con Bagdad como centro. La islami za.
Dejando a un lado los cuentos que
acabarnos de mencionar, para la Edad
Media también disponemos de sólidas
descripciones geográficas, relatos de
viajeros mercaderes o no, trabajos de
historiadores, obras literarias y
científicas, en árabe o en persa, es decir,
una masa documental mucho más rica
que la existente en el mundo cristiano de la
misma época. La cristiandad estaba
encerrada, en gran parte, precisamente,
porque las potencias musulmanas le
bloqueaban todas las salidas. El mundo
musulmán, en cambio, era móvil, como
una tienda desmontable y transportable;
en cierto modo era supranacional y
multiétnico. Una misma religión y un
mismo modo de vida garantizaban su
cohesión. Esta movilidad y la importancia
económico-social de la red comercial
actuaron no sólo como transmisoras de
sus propios bienes materiales y culturales,
sino también como transmisor-traductor-
mensajero de las producciones y de la
cultura de los distintos países en los que
sus súbditos residían durante temporadas
más o menos largas.
El mundo musulmán, por otra parte,
se había extendido. Si en los siglos vitt y
IX el gran período Tang acompaña a los
dos primeros grandes
261
ción, siempre fomentada aunque
frecuentemente impuesta, si guió a la
conquista, y a veces fue espontánea.
Numerosos grupos turcos se convir_ tieron
libremente al islam, de la misma manera
que otros se habían Con_ vertido al
maniqueísmo o al budismo. Incluso había
musulmanes chinos Además de las colonias
comerciales extranjeras que había en la
capital chi: na y en Cantón, la religión
musulmana consiguió muchos adeptos en
las poblaciones locales.
Pero ¿de qué naturaleza era esta inmensa
circulación comercial que irriga.
ba los tres continentes del Viejo Mundo:
Europa, Asia y una parte de África?
Olvidemos de una vez, pues, los
productos raros y curiosos, el rubí que
irradia por la noche, la perla que brilla
como la luna, los objetos de arte de oro y
cristal de roca, los melocotones de oro de
Samarcanda, los acróbatas y los enanos,
los prestidigitadores, los perros
amaestrados, vengan de don. de vengan, e
incluso las arpistas y las bailarinas...
Todo ello no sirve más que para la
curiosidad y el esplendor de las cortes.
En realidad, era otra cosa lo que
rentabilizaba los viajes de dos ❑ tres
años, el mantenimiento ❑ la pérdida de
miles de bestias de carga, de caballos de
silla o albarda, las sucursales y agentes
lejanos, los miles de comerciantes
exiliados—de Chang'an a Bagdad, de
Siraf a Cantón, de Samarcanda a Ceilán
—, los navíos y náufragos, y las escoltas
armadas contra los piratas tanto en la ruta
terrestre como la marítima.
Por supuesto, en la descripción del
comercio que hacemos en esta obra
dejamos a un lado las mercancías
pesadas o voluminosas y de poco valor
en relación al coste del transporte, y que son
objeto de un comercio de supervivencia y
de proximidad. Por ejemplo, la madera
para quemar, la sal, los cereales, los
animales vivos, todos los productos
alimentarios y otros de consumo corriente.
Generalmente, lo que es grande, pesado y
barato es objeto de un comercio cercano;
lo mismo pasa con las materias primas
como los minerales o la lana en bruto. En
cambio, el comercio de larga distancia
privilegia las mercancías que tienen un
gran valor y poco peso y volumen (siempre
que sean, obviamente, no perecederas):
sedas, gemas, oro,
MERCADO MUNDIAL EN TIEMPOS DE
SIMBAD EL MARINO
l , armas, medicamentos, sustancias
per as
aromáticas, etc. De no ser así, no se podría
rentabilizar el coste del transporte y el
funcionamiento de la red L ornercial., así
como tampoco las posibles pérdidas o
riesgos. Pero algunas producciones que
son necesarias, como, por ejemplo, el
armamento o los metales, o ciertas
sustancias industriales, son importadas
aunque re-
sulten caras.
Si dejamos a un lado los textiles, que
eran la industria más importante del
mundo, el mayor de los intercambios en
valor, con índices variables de rendimiento
entre los gastos de transporte y el
beneficio que se obtenía, probablemente
consistía no tanto en objetos preciosos,
como, en cambio, en productos necesarios
o indispensables. Entre éstos, caballos,
esclavos, armas, metales monetarios y otros
minerales, cueros y pieles, productos
utilizados esencialmente en la
metalurgia, el tinte y otras industrias, así
como sustancias medicinales y aromáticas.
Si bien China seguía exportando seda,
cruda o trabajada, en grandes cantidades—
en ocasiones el depósito del Estado llegó a
albergar millones de piezas de seda—, las
sederías chinas ya no eran las únicas que
circulaban en el mundo. En la época Tang,
la producción persa de sedas bonitas es
considerable, y éstas se exportan hacia el
este y hacia el oeste, difundiendo así los
motivos decorativos sasánidas desde
Bizancio hasta Japón. Estos motivos
específicos se reprodujeron durante
mucho tiempo después de que el islam
hubiera intentado proscribir la
representación de seres animados. En
Occidente fueron retomados y
perpetuados por los tejedores bizantinos:
la industria bizantina de la seda, tan
espléndida como la de Persia, conoce en
efecto un importante desarrollo en el
marco del renacimiento artístico que
florece en Bizancio desde finales del siglo
tx, durante la dinastía macedonia.
Entre estos motivos tan reconocibles, a
menudo aparecen personajes o animales
enfrentados a ambos lados de un eje
central, generalmente un árbol o un altar
del fuego. Por lo general, los motivos
suelen estar insertados en un medallón
bordado con un ribete importante,
adornado con perlas o motivos florales.
Los elementos principales más corrientes
son el león, el leopardo o guepardo, el
águila, el grifo, el cazador a caballo y el
elefante. A pesar de las prohibiciones del
islam, durante mucho tiempo estos
motivos siguieron figurando en las
sederías de la época de los califas, con
gran profusión de pájaros, flores y
follajes. La industria bizantina de la seda
adoptó, Y extendió por todo el Occidente
cristiano, águilas y grifos, unicornios y