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LA CRISTIANIZACIÓN DE LAS CIUDADES DE HISPANIA EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA

Las ciudades hispanas participan de los fenómenos de transformación urbana producidos entre el mundo clásico y el mundo medieval, que han sido bien definidos en otras ciudades romanas del Occidente mediterráneo.
En la Antigüedad tardía, los centros urbanos continúan siendo los principales asentamientos de administración y comercio. Pero, progresivamente, en Caesaraugusta, Carthago Nova, Complutum, Corduba, Emporiae, Segobriga, Tarraco y Valentia, entre otras, el
esquema urbano reticular propio del urbanismo clásico va a desaparecer, hasta llegar a definirse un nuevo concepto de espacio, donde se fundamentará la posterior ciudad medieval, según el cual, la ciudad gravitará en torno a unos nuevos referentes urbanos.
Todo ello se concreta, en primer lugar, a través de distintas fases de abandono, expolio, amortización, e incluso reocupación de los edificios públicos y privados de época altoimperial; y en segundo lugar, en la aparición de otras formas de hábitat, zonas de
producción y en la consolidación de los nuevos centros de poder religioso (grupo episcopal) y civil (palatium).
Como fenómeno de largo alcance, el cristianismo será también a partir del siglo IV uno de los elementos determinantes en la profunda transformación de las sociedades urbanas, y consecuentemente en la ordenación y estructuración del urbanismo.
La condición episcopal que adquieren numerosas ciudades permitirá el afianzamiento de la figura del obispo como máxima autoridad local. Barcino, Emerita, Tarraco y Valentia son algunos ejemplos hispanos donde se ha constatado que el evergetismo episcopal y
el desarrollo de una arquitectura sacra de carácter monumental configurarán una topografía distinta, articulada a partir de un itinerario estacional que conecta los nuevos hitos sacros donde se vertebra la liturgia de la ciudad.
En la ciudad cristiana tardoantigua, policéntrica, la constitución de los conjuntos eclesiásticos, como son el grupo episcopal y los centros martiriales, polarizarán toda la actividad urbana. También las necrópolis adquieren un cometido relevante en la
dinámica de la ciudad tardía y en la transformación global de la imagen urbana, especialmente cuando se trata de contextos funerarios establecidos intramuros.

El grupo episcopal

Es el referente urbano principal en las ciudades que son sede episcopal. Se caracteriza
por su complejidad monumental, y está constituido por un variado número de
construcciones que asumen funciones tanto litúrgicas como profanas: ecclesia,
baptisterio, lugares de conmemoración martirial, necrópolis episcopal, residencia del
obispo, salas de recepción, baños, almacenes, etc. Estos conjuntos cristianos son espacios
dinámicos, pues es habitual su continua transformación, llegando incluso a ocupar una
extensión considerable de la superficie total correspondiente a la ciudad tardoantigua,
como parece comprobarse en Valentia y en
Barcino.
En otras ciudades del Mediterráneo occidental, la inserción en la trama urbana clásica
de los grupos episcopales no responde a un esquema organizativo único. Sin embargo, se
observan ciertas frecuencias, entre las cuales, la más extendida consiste en la ubicación
del conjunto episcopal intramuros, pero habitualmente en una zona periférica con
respecto al foro de la ciudad altoimperial.
La evidencia material en Hispania permite actualmente conocer la situación del
episcopio intramuros en Barcino, Corduba, Tarraco y en Valentia. La Arqueología está
propiciando, además, la documentación de nuevas sedes episcopales, la mayoría son del
siglo VII, que se crearán en asentamientos menores o al margen de un contexto urbano.
En este sentido, junto al grupo episcopal probablemente identificado en el antiguo
municipium de Ilunum (El Tolmo de Minateda, Hellín, Albacete), debemos enmarcar el
grupo episcopal de Egara (Terrasa) que, fundado a mediados del siglo V posiblemente
con una vocación territorial, se asienta en un espacio donde con anterioridad había una
ocupación de carácter funerario.
Intramuros, además del grupo episcopal, aparecen otras construcciones eclesiásticas
(iglesias titulares, monasterios, xenodochia, etc.), así como pequeños grupos de Necrópolis y culto martirial
enterramientos vinculados a estos espacios sacros, que contribuyen igualmente a la Los antiguos suburbia participan de una transformación espacial y funcional paralela a la desestructuración del urbanismo romano. La
definición del proceso de sacralización de la topografía. La documentación literaria y la progresiva cristianización de las necrópolis es uno de los fenómenos más influyentes en los cambios que se producen en el mundo funerario que
epigrafía relativa a la fundación y consagración de iglesias constituye, en la actualidad, terminará consolidando un nuevo paisaje extramuros. En ciertas ocasiones existen dificultades para identificar los enterramientos cristianos adscritos
las principales fuentes disponibles para su conocimiento. a la Antigüedad tardía, debido a la escasa información que en general facilitan estos contextos en relación a los aspectos sociales y cultuales de la
población urbana. En otros casos, es posible documentar elementos funerarios identitarios, o al menos, se tiene la certeza de su utilización en las
necrópolis por parte de grupos cristianos. Se trata, por ejemplo, de la presencia de mensae en sigma empleadas para la celebración del banquete
funerario o refrigerium (Carthago Nova, Emerita, Hispalis, Tarraco); epitafios y laudas sepulcrales de mosaico que se disponen cubriendo la sepultura
(Barcino, Caesaraugusta, Emporiae, Tarraco); el uso de sarcófagos esculpidos con una iconografía cristiana (Tarraco, Corduba), y la propia posición
espacial de los enterramientos cuando se organizan ad sanctos, es decir, en torno a un lugar sacro (Emporiae, Tarraco, Valentia).
Los martyria y memoriae son algunos de las principales construcciones sacras derivadas del culto martirial que darán origen a las áreas cristianas
(basílica-memoria del anfiteatro de Tarraco) o bien a la cristianización de necrópolis ya existentes (Emerita, Hispalis). El fenómeno del culto a los
muertos dentro del cristianismo se generaliza con la búsqueda creciente por parte de los fieles de enterrarse ad sanctos, a la vez que su manifestación
se monumentaliza con la aparición de una arquitectura especializada relacionada con el mundo funerario. La veneración de los nuevos lugares santos
dedicados a los mártires o a figuras ilustres de la fe cristiana generará, con el tiempo y en determinados territorios, un autentico peregrinaje que,
además de la aparición de nuevos edificios e iglesias funerarias capaces de albergar un gran número de inhumaciones, beneficiará la construcción de
auténticos complejos asistenciales y de gestión en su entorno (xenodochium de Emerita), sin descartar la posibilidad de que el propio núcleo rector de
la ciudad cristiana, el grupo episcopal, se instalara próximo a estos nuevos espacios generadores de fe.
En el territorio peninsular hispano destacan varias ciudades por la constatación de necrópolis formadas en torno a un contexto martirial
o por la presencia de reliquias, y la existencia de algunos conjuntos monumentales en sus suburbia. Entre los casos más significativos se encuentran la
necrópolis paleocristiana de Tarraco en el suburbio suroccidental, junto a la que se establece un importante conjunto eclesiástico del siglo V, y varios
metros hacia el Norte, una gran iglesia funeraria; el monumento funerario con lauda sepulcral de mosaico de Barcino que reutiliza una antigua villa
suburbana; la necrópolis y la basílica martirial de Santa Eulalia de Emerita; la necrópolis de los Afligidos en Complutum; la necrópolis e iglesia de la
Neápolis de Emporiae, así como las sepulturas que rodean el baptisterio del siglo V de Santa Margarita de Ampurias, y la basílica de Myrtilis (Mértola)
que alberga bajo su pavimento numerosos enterramientos.

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