Está en la página 1de 352

1 JUEGO DE INTERESES

El metro acababa de salir de la estación donde Marcelo había entrado en el vagón que le
llevaría al trabajo, a cumplir con sus responsabilidades diarias.

Como era su costumbre, dejaba su coche en un aparcamiento cercano y, utilizando el tren


subterráneo, llegaba más rápidamente a su destino, sin los inconvenientes del tráfico intenso.

Del mismo modo, garantizaba la tranquilidad de volver a casa, al final de la jornada en el


despacho de abogados donde militaba.

Su rutina sólo cambiaba cuando, en ocasiones puntuales, necesitaba utilizar el vehículo para
transitar durante el día o la lluvia le imponía tal requisito.

Sin embargo, su mente estaba más cargada que el vehículo que lo transportaba. No sólo le
molestaban los problemas de la oficina. Sus compromisos con los clientes, las
responsabilidades con los plazos, las peleas con las tesis jurídicas y las presiones de sus jefes,
siempre más ligadas a las victorias en el foro que a respetar los dictados de la ley y la justicia.

Fue uno más entre tantos otros abogados que, ávidos de ser promovidos en la confianza de
sus mayores, establecieron una relación difícil y llena de disputas.

Cada semana, sus oídos y sus ojos tenían que estar atentos a las más pequeñas ocurrencias, a
las frases más inocentes, a los papeles que iban y venían, porque siempre existía el riesgo de
que se tendiera alguna trampa contra él o de que se le excluyera de algún caso importante
cuyo énfasis promoviera a otro en su lugar.

A pesar de que llevaba unos meses conviviendo con todos, sentía que no tenía amigos de
confianza y se había adaptado a esa rutina mentirosa de hablar banalidades, reírse de los
chistes, tomar copas al final del día y no dejarse penetrar por los que rodean sus pasos y
pensamientos.

Los dueños de la gran oficina, hombres experimentados en los negocios del mundo, habían
perdido hace tiempo el sentido del ideal y el deseo de buscar el orden legal, acostumbrados a
intercambiar favores con otras autoridades que, igualmente, cansadas y desencantadas de las
rutinas humanas y del volumen de tareas, se limitaban a impulsar las cosas sin el calor del
idealismo.

E interesados en ganar siempre, los dueños de ese establecimiento, tan respetado en los
círculos profesionales de esa ciudad, estimularon ese clima de desconfianza mutua, a través
del cual pretendían desarrollar la astucia, la ambición, la capacidad de juego, el ingenio en
quienes allí servían y aportaban las ganancias económicas que venían a engordar el ya gran
patrimonio persona que tenían en sus manos.

Sólo los mayores casos legales, tanto en la dimensión económica como en la esfera política,
estaban bajo la responsabilidad directa de uno de los propietarios de ese negocio, cuando sus
influencias sociales con las autoridades eran otro factor que interfería directamente en la
estructura de la Justicia o en la legalidad de los procedimientos.

Marcelo se había adaptado de forma natural a este entorno, aunque no se sentía bien en el
contacto con las mentiras del mundo, con la mezquindad de la gente, con los clientes
irresponsables que querían huir de las consecuencias de sus actos.
Para Marcelo, lo que importaba era el pago, el dinero que recibiría a fin de mes, por el
régimen de producción, que le hizo "tragar todas las ranas" y, hace tiempo, renunciar a los
sueños de la Ley como instrumento de justicia.

Sin embargo, estos no fueron los únicos problemas de Marcelo ese día.

Como ocurre con todos los que están en pruebas en el mundo físico, vivía con otras personas
en su entorno familiar.

Marisa, su compañera, también se había acercado a él a través de viejos lazos establecidos en


otras existencias y que ahora debían ponerse a prueba para superar los defectos comunes.

Asociada a las ambiciones de su marido, Marisa tenía un gusto refinado por las cosas
materiales y, dotada de una belleza exuberante, la utilizaba como arma para conquistar todo
lo que quería.

Marcelo y Marisa hicieron vibrar el Espíritu en la misma armonía de intereses, lo que hizo
posible que el deseo de uno correspondiera al del otro.

Cuando Marcelo se cruzó en su camino, Marisa quedó encantada con sus recursos materiales,
sus ropas bien talladas, su fluida forma de hablar, su estilo de vida, previendo una vida fácil al
lado de aquel joven, trató de poner sus armas al servicio de sus planes

Empezó a acosarle con ropa provocativa, llevada con inteligencia y astucia para que no
pareciera una mujer corriente que se ofrecía, cuando eso es exactamente lo que hacía.

Además del desafiante panorama físico, Marisa sabía que Marcelo no tardaría en sentirse
atraído si utilizaba la técnica que mezclaba la sensibilidad con el desinterés.

Dejaba que el chico percibiera su inteligencia durante las conversaciones sobre las tonterías
del mundo, hablando de películas, de temas filosóficos, cultivando el gusto por la música,
cosas sobre las que, ella sabía, el joven no dominaba mucho.

Así, cuando estaban juntos, demostraba que tenía conocimientos variados y, para un hombre
que se consideraba muy inteligente, nada mejor que estar al lado de una mujer que, sin
competir frontalmente con él, también poseía habilidades admirables. Por otro lado, en su
plan de conquista, Marisa se haría la difícil, rechazaría algunas invitaciones, alegaría
compromisos ya adquiridos con anterioridad, para que Marcelo se impacientara y confundiera,
por miedo a perder la tan codiciada presa.

Y, en medio de todo eso, estaban las ropas insinuantes, su belleza natural, enriquecida por las
producciones artificiales, los cabellos bien ajustados, los modales finos mezclados con las
formas simples, todo bien estudiado para el fin deseado.

No hay nada más interesante que aceptar la condición de cazador, sabiendo, sin embargo, que
se está en la condición de cazador.

Hacerse frágil para atraer el interés del que parece más fuerte con el fin de motivarlo a una
lucha en la que seguramente acabará derrotado. Este ha sido el antiguo procedimiento de
afecto a lo largo de los siglos.

El juego de la mentira produce las frustraciones y los dolores del corazón que buscan un
sentimiento verdadero.
Marisa, como puede comprobar el lector, era también una astuta profesional como Marcelo,
poniendo su talento en otro ámbito de actuación, el de la consecución de sus objetivos,
haciendo uso tanto de sus armas personales como de las debilidades de los demás, que sabía
manipular con maestría.

Y el chico que representaba el objetivo principal para ella llevaba el corazón disfrazado,
deseando encontrar compañía, al mismo tiempo que, dentro de las naturales levas masculinas,
anhelaba tener a su lado una exuberante representante del sexo opuesto, como para
demostrar su capacidad de conquista.

La vanidad y la falta por un lado; la astucia, la ambición por el otro - esto representaba bien a
la pareja Marcelo y Marisa.

Como hemos hablado antes, ese día el pensamiento de Marcelo se vio abrumado por otras
preocupaciones además de las naturales de su rutina laboral.

A primera hora de la mañana, había tenido una discusión con Marisa que, desde hacía tiempo,
le presionaba para que se colocara mejor dentro de su propio despacho.

Sin participar en las actividades profesionales de su marido, Marisa no tenía ni idea de


la verdadera guerra de intereses y ambiciones que se libraba en su profesión. Sin embargo,
ambiciosa y con ganas de presumir de una condición social aún mejor, sabía que tenía que
presionar a su marido para que empezara a ganar más espacio en su trabajo remunerado.

Para ello, desde hace algún tiempo, comenzó a utilizar ciertas estrategias de presión velada,
comentando con él, como si no quisiera nada, las conquistas materiales de ciertos amigos con
los que convivían, alabando su capacidad, alabando su inteligencia para disminuir la
autoestima de Marcelo.

Inmaduro para ciertas cosas, el marido se encontró apegado a la admiración de su esposa,


ante las referencias elogiosas dirigidas a otros hombres que no eran él?

No era una cuestión de celos, ya que Marisa se cuidaba de que las cosas no fueran por ahí.

La mujer supo ser cariñosa hasta el extremo en los momentos de intimidad de la pareja;
momento en el que supo dominar las atenciones del compañero y manipular a su antojo. En el
ámbito del placer físico, Marisa supo utilizar los instrumentos de persuasión más importantes y
convincentes para aplicar sobre la voluntad tibia de Marcelo.

Así, el marido no se sentía amenazado en su relación personal con su mujer, pero el simple
hecho de que ella alabara los logros de los demás, en su mente emocionalmente infantil,
sugería el hecho de que eran mejores que él.

Acostumbrado a las constantes competencias de la vida cotidiana, en el tráfico, en la oficina,


en el foro, Marcelo interpretaba esas referencias elogiosas de los demás como su propio
demérito, presionándose aún más para que su éxito atrajera las mismas referencias de la
mujer deseada.

Naturalmente, era el mismo juego de siempre.

Sin embargo, por mucho que se esforzara en sus actividades y métodos, Marcelo no pudo
superar de inmediato ciertas barreras que sólo las oportunidades muy bien exploradas pueden
superar.
El tiempo pasó así, y las cosas no cambiaron en la oficina. Sin embargo, en casa no les faltaba
nada, ni dinero, ni comodidad, ni los favores de la suerte. Al menos eso es lo que él pensaba.

En la mente de la esposa, sin embargo, acostumbrada a las vacuidades de la vida, a las


frivolidades del mundo, a la superficialidad de las apariencias, pesaba la monotonía, la falta de
algo nuevo, el deseo de aventurarse en actividades náuticas, el cambio de un apartamento por
otro más grande y confortable, el deseo de destacar más en los encuentros con otras mujeres,
tan o más locas que ella.

Esta diferencia en la forma de ver las cosas llevó a una nota discordante entre ellos. Marisa no
hablaba de estas cosas abiertamente porque era consciente de la exageración de sus deseos,
aunque los cultivaba de todos modos, como una forma de mostrarse importante ante quienes
quería impresionar. Sabía que al exigirlo explícitamente podría interpretarse como una
frivolidad grotesca, demostrando su carácter exageradamente materialista y esto la expondría
a las justas críticas de su marido.

De este modo, tuvo que utilizar otros medios.

A continuación, comenzó a verter alabanzas en los oídos de su marido por los logros
materiales de sus amigos, demostrando lo mucho que una mujer admira a un hombre por las
cosas que posee o logra.

Sin embargo, Marcelo no respondió a la velocidad que ella deseaba.

Así que había decidido utilizar otra técnica.

Después de mucho hablar sin efecto, Marisa decidió modificar la rutina de la convivencia
íntima, de modo que, cuando su marido la buscaba en la cama, ansioso por hacerla sentir
varonil y conquistadora, la esposa alegaba una tonta indisposición y rechazaba sus caricias,
que no correspondían a la efusividad volcánica de antes.

Era la primera vez que Marcelo se encontraba alcanzado en sus valores virales con quien,
desde el inicio de la relación física hacía unos años, se había convertido en su compañera en
los placeres más exagerados, compartiendo sus deseos e intensas sensaciones.

Al principio le sorprendió la actitud de Marisa y se imaginó que se trataba de algún tipo de


enfermedad.

Pronto se dio cuenta de que no era un problema de salud, sino de fatiga. Marisa
estaba cansada...

- ¿Cómo es posible? - se preguntaba Marcel. - Este día libre no hace nada en todo el día.
¡¡¡Cuando un lote va al centro comercial a comprar y gastar mi dinero, mientras que yo estoy
luchando como un alucinado para satisfacer su locura!!! - Y ahora, cuando lo he buscado,
viene con ese cansancio... - se exaspera. Sin embargo, ese era el hecho. Él era todo dulzura,
tratando de despertar el deseo de su mujer y ella se mostraba intencionadamente indiferente.

Marcelo pretendía forzar la situación, pero Marisa le advirtió que no conseguiría nada con ella
y que sería mejor que durmiera para que, al día siguiente, todo se resolviera tras una noche de
descanso.

Su marido se volvió hacia un lado y empezó a pensar en ese nuevo escenario.


Con sus neuronas acostumbradas a ver trampas, mentiras y medias verdades en todos los
casos de su despacho, en todas las relaciones personales con sus compañeros y en cada juego
de intereses que se veía obligado a montar para defender las pretensiones de sus clientes,
Marcelo no tardó en ponerse a investigar las posibles causas de aquella extraña reacción y no
le fue difícil añadir al hecho, las palabras de admiración que Marisa había ido lanzando a sus
oídos cuando hablaban de tal o cual de sus amigos de profesión.

Ahogado en sus revoltosos pensamientos, apenas durmió en toda la noche, irritándose aún
más cuando escuchó la profunda respiración de su esposa a su lado, indicando que dormía
plácidamente.

Aquella mañana se levantó rápidamente antes de que sonara el despertador y, tras intentar
borrar los peores presagios del pensamiento, tomó un café rápido, se dirigió al garaje de su
apartamento y se encaminó al aparcamiento cercano a la estación de metro donde comenzaría
su jornada.

De este modo, Marcelo no pudo percibir el vaivén del carro, mecido por los pensamientos más
atribulados y sintiéndose despreciado en el afecto físico de quien, hasta entonces, había sido
el amante perfecto, compartiendo las mismas aventuras y placeres. La presión en sus
pensamientos había aumentado, por lo que Marcelo habría sido un día un poco más difícil que
los anteriores.

LOS ESCENARIOS, LOS PLANES Y LOS DESEOS

Desde esa fecha, la relación de la pareja se ha visto sacudida por la conducta más fría e
indiferente de la esposa, que ha querido así inducir a su pareja a adoptar una forma de ser más
agresiva frente a las tareas profesionales. En las discusiones que siguieron, siempre con el
mismo escenario, Marcelo intentando acercarse íntimamente y Marisa mostrando su
desinterés, la mujer supo castigar la vanidad masculina, sobre todo, insinuando que quizás el
marido no era tan competente profesionalmente como presumía.

Pronto quedó claro para el marido que había una oposición frontal de opiniones y que si
quería obtener el afecto de la mujer deseada, tendría que demostrar su astucia en la
capacidad de sobresalir en la estructura administrativa.

Al mismo tiempo, se encontró en una posición difícil porque no había muchos caminos legales
por los que se pudiera lograr esa mejora de las condiciones.

La disputa interna por las mejores cuentas y los mejores clientes imponía a todos el deber de
no resbalar, de no perder ninguna oportunidad, de no resbalar nunca en el cumplimiento de
los plazos legales, observando el rigor de los procedimientos.

Todos los días, Marcelo buscaba la oficina en la rutina del trabajo, castigado por la
insatisfacción afectiva, la depreciación velada de su esposa, el orgullo herido y la necesidad de
revertir todo este cuadro para poder retomar, en la atención de su mujer, el mismo respeto y
consideración de antes.
En ningún momento se le ocurrió la idea de que, para ganarse esa admiración, se vería
obligado a engañar de alguna manera. La cuestión ética era poco considerada por todos los
que trabajaban allí, solían hablar mucho de ella en sus escritos, para evaluar su existencia en
conductas formales con las autoridades, pero no para vivir sus dictados en las horas ordinarias
del día.

Así, entre los hombres y mujeres que vivían en el entorno de los despachos, las guerras
ocultas o declaradas eran un capítulo aparte, en la experiencia de la convivencia entre
profesionales del derecho que allí se comprometían a defender una versión de la verdad y no
la Verdad completa.

Con el paso de los días, el ambicioso abogado estaba dispuesto a establecer una estrategia
deformativa para aprovechar los acontecimientos fortuitos y las relaciones laborales que se
establecían en el entorno de trabajo.

El bufete era propiedad de dos antiguos causídicos, el Dr. Alberto y el Dr. Ramos, cada uno al
frente de un grupo de profesionales que, según su propio criterio de selección, se definían
para servir como equipo jurídico al servicio de su líder.

De este modo, se impusieron dos grupos, en disputas por la producción de resultados


estampados en el número de victorias ganadas, casos resueltos y honorarios embolsados.

Y aunque todos participaban en las tareas generales y eventualmente ayudaban a


intercambiar favores, siempre había una sutil disputa entre los dos grupos, disputa que era
igualmente estimulada por los dos líderes principales, que la veían como una competencia
saludable para favorecer los objetivos deseados.

Ni que decir tiene que casi todos los profesionales que se agolpaban en torno a las dos águilas
solicitaban convertirse también en águilas, ganando la atención y los favores de su líder, la
admiración de algunos y la envidia de todos los demás.

El Dr. Leandro era el que se mantenía más cerca del Dr. Alberto, mientras que por parte del Dr.
Ramos, la Dra. Clotilde era la que correspondía a la persona de su confianza.

Después de ambos venían los otros, que se medían y consideraban por el número de años de
trabajo en ese oficio, siendo los más viejos los que tenían cierta ascendencia sobre los más
jóvenes.

Esta regla sólo se rompía cuando algún novato conseguía un logro rotundo, ya fuera en
disputas legales o en el valor de los honorarios, que catapultaba su calificación a los ojos de los
principales dirigentes, mientras que creaba en los que estaban inmediatamente por debajo el
justo temor a perder su posición a manos de algún afortunado u oportunista.

Marcelo no era ni el mayor ni el menor de su grupo. Había permanecido en el equipo de


Alberto, al que se había vinculado desde su llegada, propiciada por el nombramiento del
anterior titular, el doctor Josué, que se retiraba del bufete por motivos de salud. Desde
entonces, fue acogido por Alberto y pasó a formar parte de su equipo, que además de él y
Leandro, estaba compuesto por otros tres abogados.

El equipo de Ramos era más pequeño que el de Alberto. Además de Clotilde, había otra
abogada inexperta, recién graduada, que componía así una plantilla de dos asistentes.
Además de los abogados, estaban los secretarios que organizaban las agendas de los dos
grupos y tenían actividades diversificadas en la estructura administrativa.

Otros jóvenes atendían los teléfonos, mientras que algunos empleados menos cualificados se
ocupaban de la limpieza, la cocina y la higiene en general para que el local impresionara por su
orden y perfecta sincronía.

- A los ricos les gusta que les traten como a un rey, aunque acaben entregando todo su tesoro
a la hora de pagar la factura - decía Albert en las reuniones de trabajo de la oficina que se
celebraban periódicamente con todos los miembros, donde se exponían los problemas y se
discutían temas delicados a puerta cerrada.

- Es cierto, la gente -añadió Ramos- cuanto más impresionada está con la estructura física,
más segura se siente de defender sus derechos y, por tanto, más inclinada a darnos sus casos,
aunque les cueste más.

Todos somos así. Si vemos algo barato y, al lado, un producto similar más caro, si tenemos
condiciones elegimos el más caro porque tenemos la idea de que el más barato es de peor
calidad, aunque sean iguales.

Los demás escucharon y negaron con la cabeza, coincidiendo con las opiniones de sus jefes,
sin querer contradecirles en los conceptos establecidos por décadas de servicio jurídico.

Marcelo siempre se mantuvo neutral en cualquier discusión que no fuera sobre los casos que
llevaba en su área de especialización, porque sabía que cada palabra que dijera, mostrando su
forma de pensar sobre los otros temas, revelaría cosas de sí mismo que no sería conveniente
dar a conocer, ya que sabía que revelarse, íntimamente, en ese ambiente, era volverse más
vulnerable a los ataques de los adversarios.

Y, en su mente, desde ese giro en su vida personal, debía haber alguna forma de lograr el
cambio en su nivel de valoración, que correspondía a un cambio de respetabilidad, un ascenso
en la jerarquía interna y un cambio en la remuneración final.

Sus sentimientos se inclinaban hacia la loca intención de volver a su casa como vencedor y
entregar a la mujer deseada el trofeo material de sus conquistas.

Estaba dispuesto a todo para volver a su antigua condición de compañero seductor y


dominante del afecto femenino.

Y en este proceso no hubo más remedio que abrirse paso con los recursos que tenía, y quedó
claramente definido que Leandro era el enemigo a combatir, ya que los demás compañeros del
grupo de Alberto no le hicieron frente.

Leandro llevaba mucho tiempo siendo cómplice de Alberto, conociendo la intimidad de sus
negocios y ganándose la confianza participando en las grandes tramas de la oficina,
comprando autoridades, manipulando intereses, ocultando delitos, estableciendo políticas de
presión para solucionar el problema por vías no legales.

Entre estas tareas estaba la de manipular la vida privada de ciertas autoridades que, teniendo
compromisos morales con los antiguos legisladores, se vieron en la contingencia de torcer la
ley para garantizarles una decisión favorable.

Un favor por aquí, colocando al hijo recién graduado de un juez para trabajar como abogado
en su importante despacho, un hecho más por allá, con el patrocinio gratuito de la separación
judicial de otro magistrado, además de indicaciones de secretarios competentes para trabajar
con los jueces, todo ello había producido, a lo largo de los años, una red de poderosas
influencias que Alberto, al igual que Leandro, manipulaban conjuntamente para utilizar como
fuerza en las disputas de vanidad, en el escenario legal de la sociedad donde vivían.

- Un buen abogado es el que gana la causa - repiten siempre los dos dueños del zorro en los
pasillos del despacho. - El cliente no quiere un profesional que conozca las leyes y todos los
detalles de los códigos, pero que pierda su caso, aunque sea por falta de razón o por falta de
derecho propio. El cliente prefiere un profesional mediocre, pero que, utilizando medios
legales o no, pueda ganar la causa u obtener la ventaja que desea. Ese es el buen abogado.

Esta era la cultura que se formaba en el alma de los profesionales allí involucrados en la
sagrada tarea de buscar la verdad, pero que la habían convertido en la actividad espuria de
corromper los hechos y a las personas para conseguir los objetivos deseados.

Marcelo había definido su estrategia general.

Para derribar a Leandro y ocupar su lugar.

Para ello necesitaba apoyo, ya que Leandro se había rodeado de una línea de defensa que
implicaba la protección de la secretaria principal y de otros becarios que estaban siempre a su
lado, aprendiendo a trabajar en los procesos, sin un vínculo laboral con la propia oficina.

Y dentro de su nueva aventura, estimulada por el desafío propuesto por el comportamiento


de su esposa, que despertó en su alma vanidosa e inmadura el deseo de demostrar su poder y
su capacidad, Marcelo sintió la necesidad de informarse, de saber, de conocer detalles sobre
todo, porque en aquel pequeño universo la información era un bien muy preciado.

Con tal idea en la cabeza, esbozó cómo acercarse a los otros abogados con los que convivía a
diario, para ganarse su simpatía y, de forma imperceptible, crear un subgrupo dentro del grupo
que Alberto lideraba con el apoyo de Leandro.

Si Marcelo se convertía en líder de los otros tres que componían con él la fuerza de trabajo
con la que contaba Alberto, sería más fácil conseguir el apoyo para tramitar las cosas y poner
en solfa a Leandro que, por su condición de superioridad, no se prodigaba mucho con los
demás, prefiriendo la cercanía con Alberto.

Leticia, Camila y Silvia serían su primer objetivo, por lo que una vez que consiguiera su apoyo,
unidas en torno a él, tendría el apoyo y el peso para alargar la lucha y destituir a Leandro de su
puesto.

Por supuesto, no sería fácil ni rápido conseguir todo eso.

Entre ellos nunca habría un enfoque que pudiera calificarse de confianza. No era más que una
relación profesional superficial en la que uno ayudaba al otro cuando era conveniente, pero
nunca se dejaba comprometer o profundizar.

Por lo tanto, Marcelo tendría que adoptar estrategias adecuadas para iniciar un proceso de
acercamiento, sin levantar sospechas.

Mientras tanto, se tomaba las cosas con Marisa, su mujer, para intentar convencerla de que
estaba ganando terreno y conquistando espacio en la oficina.
En sus milagrosas ideas, ella arquitecturaría el plan para dormir fuera de casa unas cuantas
veces, alegando haber sido convocada a viajar para atender a clientes lejanos, deseando
demostrar que se estaba ganando la confianza de los jefes.

Su cabeza trabajaba a toda velocidad, como si una fuerza desconocida alimentara la


humeante caldera con más y más madera, haciendo que todo encajara de forma lógica, serena
y perfecta, hacia la consecución de sus objetivos.

Las ideas se sucedían con nuevas inspiraciones y, entusiasmado por tal perspectiva, Marcelo
llegaba a casa todas las noches y se quedaba en el despacho de su apartamento, dedicándose
al montaje y mejora de sus trampas. Marisa notaría el cambio en su rutina y, sin duda, le
facilitaría las cosas.

Sin embargo, aunque al principio la vanidad y el orgullo herido fueron los primeros
estimuladores de su voluntad, desde el momento en que se centró en el fatídico plan,
comenzó a alimentarse de su propio placer de crecimiento y de realización personal.

Ya no lo era tanto para Marisa, cuya postura interesada había desencadenado el proceso.
Ahora era para él mismo, realmente convencido de que su capacidad merecía una mejor
consideración por parte de los propietarios del cargo y que Leandro ya se había acomodado al
puesto, sin presentar méritos para permanecer allí indefinidamente.

Sin ningún cuidado mental, Marcelo se dejaba arrastrar por los sueños de realce, defectos de
carácter que poseía y que Marisa, conociéndolo bien, utilizaba cuando le parecía oportuno
para conseguir lo que quería, controlando las actitudes de su marido.

Ahora el joven causidista creía que realmente merecía más de lo que tenía, y su inteligencia,
como si preparara una estrategia para defender a un cliente, se deleitaba en su propia
brillantez, trazando los pasos más delicados y las rutas más seguras; no sólo para derribar a
Leandro, sino para que pareciera una caída natural, sin ninguna provocación externa, sin que
él apareciera como el responsable. A partir de ahí, con el apoyo del liderazgo que había ganado
con los tres jóvenes abogados, sería fácil ser elegido para sustituir al que se había deshecho
con el abogado principal.

Hasta altas horas de la noche, Marcelo permaneció aislado, meditando, evaluando las
ventajas, los pros y los contras, la estrategia de acercamiento, las tácticas más sutiles para que
todo sucediera de forma natural.

Marisa no tenía ni idea de todo esto. Sólo notó los cambios en el comportamiento de su
marido, atribuyéndolo a su táctica, lo que la llevó a darse la razón a sí misma, en el concepto
de que su marido necesitaba ser empujado para salir del estancamiento y seguir luchando por
nuevas posiciones.

- La vida es esa disputa constante. Quien no quiera luchar será devorado por otros. Y si es así,
es mejor ser el que se lo come que servirlo a los tiburones...

Tales pensamientos eran comunes a ambos e igualmente distantes de los principios éticos que
deberían servir de base para una vida sana.

Como puedes ver, Marisa y Marcelo se dedicaron a una vida material, una vida más profunda
y sin sentido, en la que los conceptos y los valores morales sólo sirvieron para juzgar a los
demás, pero nunca para establecer normas de comportamiento para ellos mismos.
La vida, según pensaban, valía por las facilidades y comodidades que podían disfrutar, los
viajes que hacían, la calidad del coche que tenían en el garaje, el estilo de vida que mostraban.

De ahí se llevaron todo el sentimiento de felicidad, mezclado por la saciedad de sus


ambiciones y el orgullo de sí mismos, en las disputas con los demás donde, tanto como en el
foro, tenían para sí el claro concepto daba que el ganador era el que exhibía las riquezas que
poseía mientras que el perdedor era el que no era capaz de responder a las exigencias sociales,
en lo que se veía como un signo de riqueza e importancia.

Si para los clientes, un buen abogado era el que ganaba el caso, sin importar los caminos, para
la gente en general, un buen abogado era el que tenía un coche nuevo, una casa vistosa,
buena ropa y buena figura por donde andaba.

Y tanto para Marisa como para Marcelo, la buena vida era aquella que propiciaba la
superioridad sobre los demás amigos, disfrutaba y abusaba de las sensaciones físicas, del
estatus social, de la apariencia refinada; no importaba si producía envidia en los demás, algo
que consideraban una reacción que indicaba pobreza e incompetencia. Aunque ambos se
dejaban llevar por la envidia, en las competiciones con otros que vivían inconscientemente,
consideraban que la envidia de la que podían ser víctimas era una expresión de la mediocridad
de los envidiosos que, en lugar de trabajar y tener competencia para conquistar las mismas
cosas, no hacían más que mirar con ojos gordos las victorias que habían obtenido en la arena
del mundo.

Dios era sólo una cuestión de creencia y conveniencia; una parte de las rutinas de la vida y, sin
duda, una oportunidad más para la exhibición de sus condiciones materiales, ya que la
expresión de su fe venía revestida de ropajes extravagantes, suntuosos y atractivos en los
templos a los que se veían convocados en virtud de las conveniencias sociales.

Sin embargo, la realidad espiritual no tenía importancia en el universo de sus preocupaciones,


relegando tal cuestión a momentos episódicos a los que eran convocados por la inclemencia
de la muerte, en aquellas ocasiones en las que necesitaban acompañar el entierro de algún
conocido, algo que hacían con profunda vergüenza y casi fastidio, huyendo de tal compromiso
con inexorabilidad siempre que les era posible.

En sus espíritus inmaduros, la noción de transitoriedad era incómoda porque conspiraba


contra todos sus objetivos inmediatos, torpedeando sus deseos.

¿Cómo puede alguien que desea comprar un yate porque ya no tiene nada para divertirse,
enfrentarse a un fenómeno que trae a su mente la inutilidad de todo, la finitud de todos los
caprichos y sueños?

Si el deseo es más intenso, todo lo que venga a combatirlo con los argumentos de la Verdad es
mal visto por quienes se permiten la ilusión del descuido y los sueños locos.

¿Cómo decirle a una mujer rica que es una locura adquirir otra subvención cuyo valor podría
mantener a una familia de cinco personas durante dos meses?

¿Cómo decirle a un joven que tiene abundantes recursos que lo que gasta con un coche sería
suficiente para adquirir una pequeña casa para un grupo de personas que no tienen dónde
vivir?
¿Cómo decirle a un hombre que la cantidad que gasta en fiestas, bebidas y excesos podría
salvar la vida de muchas personas que necesitan simples medicinas pero no tienen recursos
para comprarlas, mientras él mismo gasta para matarse en la ilusión del placer?

Todo esto son noticias que vienen en sentido contrario a los intereses y, por tanto, no son
susceptibles de ser escuchadas.

Por eso, Jesús afirmó sabiamente en su momento:

Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los
cielos. (MT, capítulo 19 v.24)

3 LOS OBJETIVOS DEL MUNDO ESPIRITUAL INFERIOR

- Entonces, Juvenal, ¿el jefe ya tiene las instrucciones? - preguntó, curiosamente, un ente de
aspecto horrible que respondió con el apodo de "lisiado", a pesar de darse a conocer con el
nombre de Gabriel.

- Cállate, lisiado, ¿no ves que el jefe está ocupado, recibiendo las últimas determinaciones del
presidente?

- Pero esto de esperar no va conmigo. Tengo ganas de aprender.

- Sí, sé que vas a terminar enjaulado por el jefe con tu curiosidad para no poner en peligro el
progreso del plan. Con tu falta de criterio, casi lo pierdes todo cuando hiciste que el idiota de
Marcelo decidiera caminar a 180 por hora en esa avenida tan transitada...

- No hice nada... el tipo estaba loco de todos modos... era más de una madruga, hombre... y el
movimiento se acabó... corrió porque quiso... pensó que no tenía a nadie en la calle...

- Sí, pero siempre hay algún otro idiota que piensa lo mismo, y si no fuera por el golpe de
última hora, las cosas habrían terminado ahí, justo ahora que nuestros proyectos están
funcionando.

Y mientras Juvenal le hablaba, amenazante, Gabriel estaba callado, sumiso, murmurando


algunas justificaciones.

La atmósfera que los rodeaba a los dos era aterradora e insoportable por las degradantes
emanaciones vibratorias.

Ambas entidades aguardaban las nuevas órdenes que dictaría un superior jerárquico que
comandaba la acción obsesiva dirigida contra el encarnado, esperando en una pequeña sala
oscura, cubierta de objetos y muebles de pésimo gusto, como si fueran adornos grotescos del
entorno.

En la pared, un lienzo que representaba el infierno de Dante producía en quienes lo miraban


la sensación de repulsión y espanto, como si estuviera allí, moldeado en un material pastoso
similar al betún denso o al alquitrán, con los contornos de las figuras pintados en tonos rojos y
quemados por la tierra.
Del cuadro que colgaba en la pared, las almas más sensibles podían recoger las emanaciones
más bajas de un mensaje amenazador, como si hablaran, en el lenguaje de las imágenes, de
que no había mejor destino para el ser espiritual que el que estaba allí en colores repulsivos.

Durante unos instantes, mientras esperaban, las dos entidades, acalladas por la expectación
de las nuevas órdenes, se dejaron contemplar aquella siniestra representación, como si
estuvieran en la antesala que les llevaría a los humeantes furnas.

No les faltaban en el pensamiento las ideas de esos lugares inferiores, ni las figuras
horripilantes dos demonios y diablos que la tradición religiosa había engendrado y que durante
muchos siglos habían poblado las mentes de los incautos, amenazantes y exigentes. Así, esos
recuerdos se movilizaron por la acción nociva de la imagen que veían delante. Parecía que
estas figuras demoníacas aparecían ante sus propios ojos, como en la advertencia amenazante
de que serían consumidos por las llamas si se conducían incorrectamente en el cumplimiento
de las órdenes superiores.

Junto a ellos se colocó un guardián de la puerta de acceso al

Presidente, un Espíritu de gran tamaño y rasgos violentos y fríos, cuya función era mantener
intimidados a los que esperaban para que no se aventuraran en la sala principal.

En realidad, las prisas de Gabriel, el cojo, se debían a que ni él mismo, aparentando estar mal,
podía permanecer allí mucho más tiempo sin pasar mal ante este panorama intimidatorio e
insoportable.

Aquello no era más que una antesala de la sala principal donde se concedían las audiencias
por parte del llamado presidente que, de forma directa, coordinaba todo el trabajo de aquel
grupo.

En el exterior, el edificio se extendía a varias otras habitaciones y pasillos, en los que los
diversos espíritus de la misma condición que Gabriel y Juvenal o incluso peor, iban y venían,
siempre en alguna tarea de desajuste o perturbación, para la que buscaban el apoyo de los
principales líderes.

El jefe al que esperaban no tardó en marcharse.

- Vamos, tenemos cosas que explicar y tareas que hacer.

En cuanto cerró la puerta tras de sí, Juvenal y Gabriel trataron de levantarse y, sin demora,
salieron acompañando a la entidad que dominaba su voluntad, como si fueran dos perros
amaestrados, esperando la orden de su dueño para actuar de inmediato.

Los tres salieron y tomaron la ruta ya conocida que les llevaría a las oficinas de trabajo -si es
que se pueden llamar así los lugares donde se reunían-, una mezcla de oficina y cocina
mugrienta, sin ningún tipo de orden e iluminación, en ese mismo ambiente espiritual
degradante.

- Entonces, ¿qué pasa, mi jefe, tenemos un trabajo que hacer? - ¿Trabajo que hacer? -
preguntó Juvenal, con la intención de intimar más.

Mirándolo con desprecio, la entidad a la que se había dirigido le disparó dardos visuales, como
si chispas anaranjadas saltaran de sus ojos e impactaran en la mirada de la entidad servil,
haciéndola retroceder, intimidada, sin tener que pronunciar una palabra.
Al ver la reacción del Jefe ante su compañero, Gabriel permaneció momificado, sin emitir
ningún sonido ni movimiento para no despertar la misma ira contra él.

Tras largos minutos, el Jefe tomó la palabra y tronó:

- Ustedes dos, idiotas. Estás agotando la paciencia de nuestro Presidente. Me costó mucho
salvaros del merecido castigo, cosa que no volverá a ocurrir porque no pienso humillarme de
nuevo para intentar proteger a gente mía que no hace nada por protegerse. De la misma
manera, están cansando mi voluntad de aguantarles por la incompetencia que han
demostrado en la conducción de un disturbio tan simple. Para garantizar la posición de ambos
en la organización, he tenido que prometer a nuestro jefe mayor soluciones a corto plazo, para
que las tareas no se retrasen, ya que tiene interés en que representemos su deseo personal.

Mientras hablaba de este modo, los dos espíritus que estaban atados a él se encogieron en un
rincón, aterrorizados por las posibles sanciones que se le atribuirían en aquel antro de
perversidad y perturbación.

Viendo el resultado de su discurso, medido especialmente para ese momento, para que
causara en ambos los efectos deseados, el jefe continuó diciendo: - Durante algunos años,
nuestro líder ha estado planeando los pasos, junto con sus asesores, para que finalmente los
culpables paguen por sus crímenes. La venganza no ha muerto, y lejos de lo que piensan los
"calaveras vestidos", la mano vengadora es la ley que ordena los destinos y se hará sentir en
aquellos que llevan la culpa almacenada en su propia conciencia.

Cada palabra del jefe tenía la dimensión fluida de su imperativo y el tono enérgico de una
intimidación, para que los dos que le servían salvaguardaran esa información y redoblaran sus
actitudes de vigilancia y dedicación a la desafortunada causa, para que todo saliera como
estaba previsto.

Al comprender que ambas entidades estaban atentas e interesadas, a pesar del aspecto
asustado, el jefe continuó:

- Gracias a la diligente actuación de nuestra dirección, todo está bien orquestado para que las
cosas terminen según los deseos personales del Presidente.

Según nuestras antiguas órdenes, debemos seguir acompañando a las mismas personas que
estaban bajo nuestra responsabilidad. Sin embargo, a partir de ahora, tú, Juvenal, actuarás
sobre la mujer para que cambie su comportamiento y, haciendo uso de las debilidades tan
típicas de cualquier mujer del mundo actual, le sugerirás que la comodidad que ya posee no es
suficiente.

Durante la noche, les presentaremos ciertas imágenes para que su codicia se estimule y, como
podemos contar con una gran facilidad de sintonía con ella, produciremos la situación
necesaria para que las cosas empiecen a moverse en la dirección que desea nuestra
presidenta.

Dirigiéndose a Gabriel, menos experimentado que Juvenal en las cosas de la persecución


espiritual, el jefe dijo:

- Y en cuanto a ti, lisiado, estarás cerca de ese niño las veinticuatro horas del día. No vas a
dejar que ocurra ningún accidente y vas a escuchar sus ideas para que nos diga cómo vamos en
el desarrollo de los planes. Otra vez nada de adrenalina... porque si no ya verás lo que es la
adrenalina en presencia de nuestro mayor líder. ¿Está claro?
Y poniendo cara de desánimo, Gabriel respondió:

- ¿Así que estás diciendo que sólo voy a observar al tipo y ver cómo reacciona? Entonces, ¿voy
a venir a contarlo todo? ¿Es eso?

- Muy bien - dijo la entidad que los dominaba. - No eres tan tonto como siempre me has
parecido...

Al decir esto, dio una animada palmada, seguida de la risa servil de Juvenal y la sonrisa medio
nerviosa y torpe de Gabriel, que en esos momentos no podía dar la más mínima señal de
irritación ante la ofensa directa, demostrando su orgullo herido.

- Esa noche comenzaremos el proceso. Iremos juntos a la casa de nuestro viejo conocido, para
prepararlo todo y, en cuanto los dos se acuesten a dormir, actuaremos primero junto a la
esposa para que, después, podamos recoger los frutos junto al marido.

Una vez acordadas las condiciones, han fijado la hora de la reunión en la residencia donde
comenzarán las actividades más intensas, según los planes recibidos.

Así fue como, ese día, los tres entraron en la residencia de Marisa y Marcelo.

Cada lugar donde la gente establece su residencia, querido lector, es el ambiente que
comienza a vibrar de acuerdo a las vibraciones de los que allí se reúnen.

Por lo tanto, ya sea para la compañía individual que elijamos, o para el contenido de las
emanaciones íntimas de la propia casa, la ley de sintonía atraerá hacia esas fuentes a las
entidades que sintonicen con ellas, lo que puede producir la sensación de armonía y serenidad
o de angustia y desesperación.

Cuando la morada está provista de buenos pensamientos, sentimientos y actos de nobleza de


sus ocupantes, la energía positiva establece los límites del acoso de las sombras que, de
manera frontal, se sienten impedidas de entrar o permanecer allí porque el tenor de las
fuerzas del entorno las obliga a retirarse de allí, ya que muchos Espíritus inferiores no soportan
las energías de alto voltaje de bien.

En tales ocasiones, las almas amigas, los espíritus familiares en equilibrio, permanecen en el
hogar, actuando a favor de sus habitantes tanto como reciben a los desencarnados que llegan
en la tarea de apoyo o investigación, quienes ciertamente podrán encontrar, en ese ambiente,
las condiciones para desarrollar sus búsquedas o energías para reponerse en las luchas que
enfrentan.

Cuando ocurre lo contrario, es decir, cuando no nos prevenimos, con la adopción de


pensamientos luminosos, sentimientos generosos y vibraciones elevadas, nuestro entorno no
se cubre de tal condición y se vuelve vulnerable a cualquier tipo de invasión espiritual, no se
puede evitar que penetren entidades de poca evolución, ya que se convierten en huéspedes
de nuestras conductas inferiores e invigilantes.

Eso fue exactamente lo que ocurrió con Marisa y Marcelo, como podremos seguir a
partir de ahora.
4

LA ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS NEGATIVOS

Esa misma noche, cuando la pareja se posicionó para el descanso físico sin el cuidado de la
oración, como suele ocurrir con muchas personas, en cuanto los dos se dejaron llevar por las
alas del sueño, la entidad negativa que se posicionaba como cabeza del grupo se presentó ante
la joven, modificando sus apariencias para que asumiera la fisonomía de uno de los amigos de
Marcelo, precisamente el que Marisa observaba con más atención en las reuniones sociales en
las que mostraba la mejora de su condición vital.

Al abandonar el cuerpo carnal, el periespíritu de la esposa se presentó absurdamente


diferente a las formas del cuerpo carnal, perdiendo su exuberancia y ganando la desarmonía
de las líneas generales, lo que hizo que no fuera ajena a la entidad que le ofrecía sus brazos,
disfrazada con la apariencia de Glauco, el conocido de las cenas sociales.

Ante la pregunta de la que creía que era la amiga que tanto admiraba por su belleza física y su
éxito profesional, Marisa se dejó envolver por la seductora y amable sonrisa, aferrándose al
brazo de la entidad que la invitaba, sin ningún pudor, a una excursión por los alrededores.

No hubo violencia, ni gesto de imposición.

Sólo la sonrisa, la postura envolvente, la inclinación de Marisa y la posibilidad de estar al lado


de un chico que dominaba su admiración como mujer.

Siguiendo las órdenes de la entidad principal, Juvenal permaneció junto a la cama de Marcelo,
imponiendo sus densos fluidos en el centro cerebral para producir una dificultad de
exteriorización, como si tuviera que luchar contra el peso de sus propias ideas.

Por la acción de Juvenal, los problemas del oficio se le aparecieron, aumentaron, las causas
desafiantes se convirtieron en el centro de sus preocupaciones y, sacando del archivo de sus
pensamientos cotidianos, las imágenes que guardaban el interior de su conciencia se
estimularon de manera que compusieron una especie de sueño cuyo material no era el de la
experiencia del alma fuera del cuerpo, sino el de las ideas mismas, las propias escenas
acumuladas en su pensamiento que se hicieron vivas, haciendo que Marcelo tuviera que luchar
contra este conjunto de ideas, sin poder ausentarse de la materia orgánica.

Mientras tanto, acompañando al jefe y a la joven, ilusionados por su invigilancia, Gabriel


caminaba a cierta distancia, detrás de la pareja, para que su bizarra forma no produjera
ninguna sacudida en la delicada estructura de aquella alma que, aunque igualmente fea en su
estructura vibratoria, se asustaría fatalmente con visiones impactantes como la que el "Cojo"
representaría a sus ojos.

La excursión se dirigió a un centro del plano espiritual inferior, en el que un gran grupo de
entidades adictas a las dudosas diversiones del mundo se unieron al son de la música primitiva,
para deleitarse en la extravasación de los peores impulsos. Algo así como algunas
manifestaciones degeneradas de la búsqueda de entretenimiento tan común hoy en día
donde, a los ambientes oscuros y ruidosos, se unen los excesos del alcohol, las intensas
aventuras de la intimidad sin compromiso, las locas formas de involucrarse por unos instantes
con desconocidos por unos momentos de emoción carnal.

Del mismo modo, las libaciones alcohólicas encontraban su correspondencia en ese ambiente,
con la ingesta de ciertas sustancias viscosas que se servían a los participantes del encuentro
grotesco.

Como no era muy diferente del ambiente al que Marisa y Marcelo se habían acostumbrado en
sus veladas en el mundo, en las diversas "baladas" que frecuentaban, la joven se dejó llevar
por los brazos del muchacho, secretamente codiciado por su admiración. La música ruidosa, el
ambiente oscuro y la implicación desequilibrada de las vibraciones de muy bajo contenido,
hicieron que Marisa se entregara a las emociones primitivas que formaban parte de su
naturaleza poco ennoblecida, sin ninguna cogitación en el orden de la responsabilidad hacia su
compañero elegido como marido, la joven se dejó envolver por la figura cuyo aspecto le
recordaba a Glauco, el joven amigo de la pareja.

De los pasos inconexos del baile a la estrechez de la intimidad en la oscuridad del ambiente,
no pasó mucho tiempo.

La emoción euforizaba el alma de la joven dormida en su cuerpo, mientras que el


experimentado Espíritu Trevoso sabía cómo manipular los centros de fuerza genética de la
mujer para que experimentara aún más excitación y euforia en sus brazos.

A una señal imperceptible de su jefe, Gabriel regresó al entorno de su residencia e,


informando a Juvenal de que había llegado el momento oportuno, observó las operaciones
magnéticas a través de las cuales Marcelo se desprendía de su cuerpo, aún envuelto en los
problemas de la oficina y, como si alguien le invitara a aliviar las tensiones de una extenuante
jornada de trabajo, se dejó arrastrar a ese mismo ambiente de diversión que le resultaba muy
familiar.

Al verse rápidamente trasladado al lugar donde se desarrollaba la "balada espiritual", pronto


pensó en ir a buscar a su compañera, ya que era junto a ella que se divertía en oportunidades
como aquella. Sin entender bien el mecanismo de inducción espiritual del que estaba siendo
objeto, Marcelo escuchó a Juvenal susurrarle al oído que Marisa ya había llegado y que pronto
la encontraría, sólo tenía que observar a los que bailaban frente a él.

Conociendo las condiciones previas del astuto plan, nada más llegar al lugar, Gabriel se dirigió
a la pareja e informó a su jefe, con gestos que Marisa no pudo ver, de la presencia de Marcelo
en una zona determinada del entorno, preparando así el encuentro de la pareja.

Manipulando a la joven, que ya se había entregado por completo a su afecto, el astuto ente se
dirigió lentamente, aprovechando el baile, al lugar donde estaba Marcelo, manoseado,
esperando la llegada de su esposa.

Mientras esto ocurría, el ente travestido de Glauco involucraba aún más a la joven,
susurrándole cosas al oído, atrayendo aún más su cuerpo, haciendo que sus besos e
intimidades fueran aún más ardientes, justamente para que todo terminara atrapado por el
Espíritu de Marcelo.

A Marisa ya no le quedaba ningún pudor ante ese acoso que, lejos de ser apartado por la
fuerza de voluntad, anhelaba los deseos de una mujer caprichosa que sueña con estar en los
brazos del hombre que admira.
Para ella, Marcelo apenas existía, ni representaba para ella al marido con el que cumplía sus
propias fantasías íntimas, en la comodidad de su hogar.

Sólo Glauco le interesaba...

Sin embargo, en cuanto las cosas se tornaron favorables, el jefe se acercó al lugar donde
estaba Marcelo, ansioso y confundido, mientras Juvenal le indicaba la llegada de su esposa,
atrayendo la atención del marido en dirección a la voluptuosa pareja que giraba frente a él.

Inmediatamente, Marcelo identificó a su mujer en brazos de otro hombre y se asustó más


cuando se dio cuenta de que era su amigo Glauco.

La situación había terminado. Marisa se estaba besando y acariciando íntimamente con otro
hombre, allí mismo, delante de él.

Descontrolado, Marcelo saltó de su sitio y se fue al centro de los dos gritando.

Los distintos bailarines que allí se encontraban hicieron poco caso de su reacción, cada uno
siguió disfrutando de su propio ambiente adictivo.

Sin embargo, en cuanto llegó al lugar donde se encontraba su esposa, quiso partir para la
agresión a su compañero de baile, en lo que fue obstaculizado por Juvenal, que se hizo uno de
los responsables del lugar.

- No, amigo mío, aquí no permitimos una pelea. Si no te controlas, te sacaremos por tu
cuenta.

- Pero es mi mujer", gritó, "me está engañando con mi amigo en mi cara".

- Ese es un problema que tienes que resolver en tu casa y no causar un escándalo aquí.

Descontrolado ante la sorprendente visión, no podía entender qué había pasado con Glauco,
que había desaparecido sin dejar rastro.

La propia Marisa, asombrada por la bochornosa escena de su encuentro con su marido,


recuperó una clara conciencia de lo que estaba ocurriendo. Buscando una explicación a su
inusual participación, deseaba utilizar el apoyo de Glauco para ayudarla a disculparse. Sin
embargo, para su sorpresa, vio que el chico había desaparecido como por milagro.

Esa era la primera parte del plan. En cuanto Marcelo se percataba de la conducta irregular de
su mujer con el que parecía ser su amigo, el jefe abandonaba la forma periespiritual en la que
se escondía como Glauco y, volviendo a su aspecto habitual, se convertía en un extraño entre
los demás, fomentando los celos y la ira entre la pareja y dejando a Marisa y a Marcelo solos.

Ella, mezclando la excitación y el erotismo de aquel estimulante encuentro, con la vergüenza


de haber sido sorprendida por su marido en una actitud inexplicable. Él, por estar allí, en la
condición de marido doblemente traicionado, tanto por su mujer como por su amigo.

En esta etapa de implicación, los dos intercambiaron mutuamente palabras de agresión,


ofensas violentas, vibraciones inferiores que casaban con el desequilibrio del ambiente y
parecían hacerles aún más fuertes en su indignación y deseo de ser heridos. Finalmente, se
enzarzaron en una lucha física, en la que Marcelo abofeteó la cara de su mujer y enterró sus
uñas en la carne aparente de su marido.
Y fue en este alboroto que, profundamente desajustado por la escena, Marcelo se vio
arrastrado al cuerpo carnal, que, identificando sus disfunciones emocionales, había disparado
los mecanismos de defensa para evitar un colapso de los principales centros vitales,
canalizando el sentimiento de odio y las descargas de agresividad en las glándulas sudoríparas
que, A todo vapor, producían un sudor frío y agrio, con el que buscaban drenar sus fuerzas
inferiores y sus emociones sin sentido, con la aceleración de los latidos del corazón debido a la
eliminación de una gran dosis de adrenalina en el torrente sanguíneo.

La desestructuración del equilibrio somático producida por las emociones verdaderas de ese
sueño inferior llevó al desencadenamiento de señales de alerta que producen la inmediata
retracción del Espíritu para recuperar el control de las fuerzas biológicas con el despertar en la
cama.

Así, Marcelo se despertó de la larga pesadilla, dándose cuenta de las difíciles condiciones y
conservando, de alguna manera, la idea de un mal sueño que involucraba los sentimientos
hacia su propia esposa.

Al estar más intensamente marcado por el conflicto verbal y físico con Marisa, la imagen de
Glauco como que se desvaneció de su memoria consciente, decayendo a la zona más baja de
sus recuerdos, aunque quedaba clara la idea de que Glauco había estado produciendo algún
tipo de amenaza a su condición de esposo y al equilibrio de su unión.

Recordaba con claridad la discusión con Marisa que, por lo que sentía, sabía que se
había producido por una conducta frívola por su parte.

Sin embargo, más que un recuerdo claro, la constatación de su abundante estado de sudor,
empapando su ropa, mojando la colcha sobre la que dormía, impuso la necesidad de una
atención inmediata.

- Uf... fue sólo un sueño... pero qué desgracia... las tragedias de la oficina ya no son
suficientes... ni siquiera por la noche tenemos paz... - fueron las palabras mentales que
Marcelo se dirigió a sí mismo.

Tratando de observar las condiciones de Marisa, encendió su lámpara de cabecera y notó en


ella la extrema palidez, como si le estuviera ocurriendo alguna situación aterradora.

Trató de no hacer demasiado ruido y, levantándose suavemente, se fue al baño, donde no


tuvo más remedio que bañarse para aliviar el abundante sudor que lo envolvía.

A su regreso, Marisa estaba despierta, intentando recuperarse de un sueño confuso que había
tenido.

En sus recuerdos, la emoción de la implicación física con lo que ella creía que era Glauco había
estimulado sus glándulas genéticas en la emisión de hormonas femeninas que se activan
típicamente durante las relaciones sexuales. Así, en sus sentimientos despiertos se mezclaban
el éxtasis y el miedo, el placer y la ira, y no podía dejar de identificar que había tenido un
sueño apasionado con Glauco, pero que, sin una explicación, Marcelo se interpuso entre ellos,
estropeando ese momento de encanto.

Seguramente no le convendría contar todos los detalles de su recuerdo a su marido que, como
ya comprobó con sus propios ojos, también había tenido un sueño difícil.
Con el dominio de la situación, Marisa fingió haber sido despertada por los ruidos de Marcelo
y se negó a revelarle el alcance de las experiencias que había tenido, naturalmente para evitar
cualquier sospecha o actitud de celos por parte del marido.

- No, querida, estaba durmiendo bien... - habló la mujer cuando su marido le preguntó qué le
ocurría durante su descanso.

- Porque yo, Dios no lo quiera, estaba teniendo una pesadilla así. Estaba peleando contigo en
un lugar que parecía la discoteca a la que solíamos ir los fines de semana, y lejos de estar
enamorado de mí, te burlaste de mí, me ironizaste, te deshiciste de mi persona y, sin poder
contenernos, empezamos a golpearnos como dos desesperados, Parece que Glauco estaba allí
contigo... No puedo decirte exactamente lo que estabas haciendo... Tuve la suerte de acabar
despertando, agonizando, ante esta situación que parecía no tener fin... Viendo que su marido
se refería a algo parecido a las experiencias que ella misma recordaba, Marisa intentó llamarle
de nuevo a la cama para hacerle sentir la falsedad de aquella pesadilla, envolviéndole en
caricias físicas con las que realmente pretendía dar salida a sus propias presiones psíquicas de
la sexualidad acumulada durante la aventura infiel que había vivido.

Marcelo acabó aceptando las caricias y, restablecido en su estado emocional, intentó sustituir
el mal sueño por experiencias agradables junto a la mujer que creía amar.

Sin embargo, en ambos se sembró la semilla de la divergencia.

Pocos días después, Marisa comenzó a alabar el desarrollo profesional de Glauco, como si la
secreta admiración que antes le bastaba tuviera que ser declarada para que Marcelo se
motivara a buscar más conquistas iguales a las del joven mencionado.

El marido, al escuchar el discurso de su mujer, sin entender por qué, sintió una agónica
tirantez en su sentimiento, como si su estabilidad emocional estuviera en riesgo, seguramente
inspirada por la insólita visión de aquella noche en la que había presenciado a su mujer en
brazos del mencionado muchacho, archivada en su más profunda memoria.

Al principio, relegó esta referencia a una forma normal de mencionar a sus amigos comunes, y
luego, cuando las expresiones se repitieron en el mismo sentido, Marcelo comenzó a
preocuparse intensamente por los intereses de su esposa, imponiéndose la necesidad de
competir con el éxito de Glauco para recuperar la admiración de su mujer.

Sin embargo, en las noches siguientes, las visitas del trío de entidades negativas fueron
constantes.

Por un lado, el jefe utilizó la fragilidad emocional de Marisa para estimular sus sueños de
mujer, comprometiéndola con la galantería, convirtiéndola en un pozo de mimos y haciéndola
sentir poco valorada en las atenciones de Marcelo, teniendo siempre la aparición de Glauco
como el notable conquistador.

Cuando Marisa se despertó en la cama por la mañana, se dejó llevar por los suaves recuerdos
de tales palabras y por la falta de cariño que, alimentada por aquel Glauco nocturno, se vio sin
la correspondiente atención de aquel Marcelo diurno.

De hecho, la modificación de la conducta de Marisa se fundamenta en motivos


distintos al mero deseo de empujar a su marido a una mejor posición social.
Adoptó la estrategia de obligar a su marido a cambiar el rumbo de su vida, como una forma de
castigarlo por no corresponderle con el mismo afecto y cariño, atención y cortejo que Glauco
le presentaba en las reuniones nocturnas.

Sin embargo, en ningún momento Marisa comentó con Marcelo las ocurrencias de tales
aventuras oníricas.

Cuando se convirtieron en la expresión de un placer sexual explícito; Marisa tomó la decisión


de negarse a la búsqueda de su marido, alegando cansancio físico, desajuste orgánico, lejos de
darse cuenta de que estaba siendo involucrada por la acción inteligente de entidades que, con
ello, intentaban llevar el desequilibrio al entorno familiar, vulnerable a la lucidez de Marcelo.

Marcelo identificó la extraña postura de su mujer, unos días después, cuando, como ya hemos
explicado en los capítulos anteriores, comenzó a tratarle con indiferencia, atribuyendo este
comportamiento a la frustración de su esposa por su retraso en alcanzar los mismos valores de
éxito y brillantez social que Glauco mostraba en su propia carrera.

Acostumbrados a una intensa vida social, en la que cada uno tenía que dar señales a los
demás de sus progresos, las veladas en las baladas del mundo, en los restaurantes o en las
diversas tertulias tenían más la función de permitir que cada uno se expusiera a los demás, en
sus logros, en sus progresos personales, que, propiamente, de convivir sanamente e
intercambiar afectos naturales y espontáneos entre ellos.

Era más una reunión de personas solitarias que querían seguir estando solas que una reunión
de amigos que querían alimentar buenos sentimientos de consideración y estima.

Por eso, para Marisa, la posición de Glauco era tan interesante y la de Marcelo tan poco
inspiradora para sus cogitaciones femeninas.

Y si en el mundo espiritual inferior se permitió toda clase de aventuras con la entidad


espiritual que era Glauco porque ya había comprendido su admiración por él, en la vida
material aún no se había permitido una manifestación de infidelidad como la que ella confiesa,
prefiriendo, al principio, presionar a su marido para que se igualara en éxito e importancia al
joven que convocaba su simpatía como mujer. Junto con la presión que recibió de su esposa,
Marcelo fue inducido durante el descanso nocturno a volver a la oficina de trabajo, a verse
valorado en el ámbito profesional, a recibir las intuiciones maliciosas para luchar por una
mejor posición.

Sutil y feroz, la acción de los entes negativos fustigaba sus vicios de carácter, ya sea en el
ámbito de la necesidad o de la vanidad, cuando hablaban con el vigoroso pensamiento de que
Marisa se sentiría orgullosa de él si lograba convertirse en el brazo derecho de Alberto,
ocupando el lugar de Leandro en el despacho.

Cuando Marcelo regresó a su cuerpo al día siguiente, sin entender el motivo de su ansiedad,
aceptó la sugerencia que había sido sembrada en el Espíritu por la sutil sugerencia de los entes
nublados la noche anterior y, comprendiendo que su esposa esperaba más de su desempeño
profesional, comenzó a vislumbrar la necesidad de adoptar una estrategia para alcanzar la
posición que ocupaba. Leonardo, en aquella ocasión, como hemos visto antes, empezó a trazar
el plan para conquistar a los otros tres abogados que trabajaban allí, para poder contar con
ellos a su lado, cuando el momento fuera propicio para la sustitución del que era el brazo
derecho del socio principal.

Fue por eso que, en las noches que siguieron, el plan de Marcelo tuvo tanta lógica, tanto
equilibrio y tanta exactitud, ya que, además de su vano interés como hombre y como
profesional, se presentaron las inteligencias invisibles que querían sembrar en él ese clima de
astucia y planificación maliciosa.

Ya no era sólo su pensamiento el que funcionaba. Era su pensamiento, asistido por las
pequeñas intuiciones de sus compañeros invisibles que, habiendo organizado ya el curso del
ataque, no hacían más que tocar las cuerdas necesarias en sus profundidades para que los
siguientes pasos se desarrollaran en la dirección deseada.

Y todo esto, queridos lectores, gracias a la ausencia de elevación o de una simple oración que
pudiera apoyar sus caminos y los de su esposa, en el sentido de preservarse contra la acción de
entidades negativas que, lejos de violentar los deseos de quienes acosan, se valen de sus
debilidades que estimulan, de sus caprichos que alimentan, de sus necesidades que aumentan,
de sus hormigueos que explotan, de su orgullo que exaltan, con el fin de transformar a cada
persona en una "persona bomba", es decir, estimular el combustible que ya existe y poner en
él la mecha para que se encienda en el momento que sea más favorable.

Cuando aprendamos a ser dueños de nosotros mismos, cada uno sabrá poner freno a sus
impulsos y adaptar su vida a los más altos estándares del Espíritu, sin olvidar que todas las
estructuras de la Tierra, materiales por excelencia, estarán destinadas a transformarse con el
tiempo, incluso aquellas que parecen inalcanzables en el poder o la riqueza que ostentan.

Marisa había aceptado la sutil invitación del placer en la acústica de su espíritu astuto y
ambicioso, y, alimentada por él, había comenzado a castigar a su marido con una conducta
inconveniente para su condición de esposa.

Marcelo, vanidoso y necesitado, deseoso de vencer y competir siempre, aceptó la provocación


y se permitió actuar en el sentido de la ilegalidad y la malicia, para perjudicar a alguien que, en
rigor, no suponía ninguna amenaza para la ya sólida posición de causidiano en un cargo
respetable.

Comprendiendo la acción nociva del mundo espiritual invisible en la vida de Marisa y Marcelo,
podemos situarnos como los innumerables Marcelos y Marisas que viven una vida superficial,
sin profundización espiritual, dominada por las búsquedas materiales y el aplauso de los que
sólo alaban lo que es apariencia, porque sólo se trata de apariencias.

Así, al darse cuenta de este tipo de interferencia en la rutina de las personas, Allan Kardec
elaboró la pregunta 459 contenida en El Libro de los Espíritus:

¿INFLUYEN LOS ESPÍRITUS EN NUESTROS PENSAMIENTOS Y ACCIONES?

Respuesta:

EN ESE SENTIDO, SU INFLUENCIA ES MAYOR DE LO QUE CREES PORQUE A MENUDO TE


DIRIGEN.

Y como hemos podido comprobar hasta ahora, no ha habido violencia por parte de los
espíritus, obligando a una persona a hacer algo que no deseaba.
Se han aprovechado de las debilidades y deseos de todos, y los han estimulado a dar rienda
suelta a sus caprichos y placeres.

Sabiendo que nos gusta el fuego, sólo nos presentan la caja de cerillas y nos estimulan a rascar
el primer palillo, por la aventura de ver brotar el fuego del inocente palillo. Y cuando se
enciende, nos damos cuenta de que estamos en medio del depósito de gasolina, a punto de
explotar y de llevarnos con él.

EL PERFIL DE LOS IMPLICADOS.

Marcelo, entonces, envuelto por las sutiles sugerencias del mundo invisible y por las
tendencias internas de su personalidad, comenzó a poner en marcha su plan, tratando de
acercarse a sus tres compañeros de trabajo, teniendo el cuidado necesario para que tal
postura no levantara sospechas.

Comenzó su acción ofreciendo pequeños favores que podrían resaltar la bondad masculina,
en la atención con la que honra al sexo opuesto. Un ofrecimiento de café, un favor con
documentos que estaban en un lugar indebido, la posibilidad de solicitar la opinión de alguno
de ellos por sus dudas como profesional en cierto caso más espinoso, todo ello se convirtió en
una conducta bien medida del abogado para que, de una u otra manera, sus tres colegas se
ganaran el favor.

Marcelo no tenía ningún interés en involucrarse afectivamente con ellos. Su deseo era
estrechar los lazos de amistad para que, contando con la inclinación de los tres a su lado, en el
momento oportuno, pudiera asestar el golpe mortal a la posición de Leandro.

Los tres compañeros de tareas legales eran independientes en sus actividades, contando cada
uno con su sala separada, sus procesos y clientes, por lo que no tenían una comunicación muy
íntima que pudiera, desde el principio, identificar en Marcelo un cambio radical de
comportamiento, una indicación de estrategia. Letícia era, entre las tres, la más veterana de la
oficina. Tenía una personalidad necesitada por dentro, con una apariencia exterior de absoluta
seguridad. Profesionalmente era competente y sabía que debía demostrar sus atributos de
inteligencia para mantenerse en una estructura tan competitiva.

Su vida laboral estuvo marcada por la carrera hacia el éxito y las victorias en el foro, su vida
afectiva estuvo herida por la infelicidad y la soledad, ya que su postura exterior de sólida
seguridad y opinión inflexible terminó por alejar a cualquier posible pretendiente que, ante su
carácter fuerte y casi varonil en ciertas cosas, prefería acercarse a mujeres menos firmes y
aparentemente autosuficientes.

Esto angustiaba mucho a Leticia, pues sus ansias y búsquedas entraban en conflicto en la zona
de su corazón, lo que hacía difícil conciliar su carácter decidido y seguro con la necesidad de
mostrarse dócil e insegura para no asustar a los que pudieran estar interesados.
Si podía jugar a este juego durante un tiempo, siempre llegaba el día en que la puesta en
escena terminaba, cuando, en las discusiones y diferencias de opinión, siempre se revelaba
ante el interlocutor, asombrado por sus formas que no admitían la derrota en los argumentos.

Cuando se dio cuenta de que estaba siendo traicionada por esta personalidad volcánica,
estimulada por la necesidad de sobrevivir en un ambiente extremadamente marcado por el
liderazgo masculino como era la oficina donde trabajaba, tuvo que arrepentirse amargamente
por la falta de control, encontrando de nuevo la soledad como resultado de la eliminación de
la parte interesada.

Camila, la segunda compañera de trabajo, era muy diferente a Leticia.

De las tres, ella era la más bella y, por tanto, había aprendido a utilizar su apariencia como
instrumento para conseguir más fácilmente todo lo que quería.

Gracias a este "argumento", había identificado la fragilidad masculina, siempre atraída por la
estética y las formas, rodeándola de bondades y galanterías, que aceptaba o despreciaba
según sus necesidades o conveniencias inmediatas.

Por eso, Camila solía alternar su procedimiento, templando la necesidad de hacerse frágil con
la de mantenerse astuta e inteligente en las horas en que tales calificaciones emergían para su
supervivencia.

Camila a menudo se hacía pasar por ingenua, tonta o necia, de modo que esto era más una
ventaja en sus estrategias que un defecto natural de su personalidad.

Como puede verse, este segundo abogado no tenía problemas afectivos de soledad o
frustraciones de esa naturaleza, por falta de pretendientes.

Sin embargo, sus penas íntimas eran tan grandes o mayores que las de Leticia ya que, por su
aspecto, nunca podía saber si los hombres la buscaban porque les gustaba o porque querían su
cuerpo.

Acostumbrada al entorno social en el que las apariencias se utilizaban como armas de


seducción, mucho más que como un primer paso hacia la profundización del conocimiento
mutuo y el establecimiento de un proceso de sana implicación, Camila se veía a sí misma en
revoluciones con el acoso constante de hombres de todo tipo, que, sabía, en su mayoría, sólo
deseaban una velada agradable y nada más.

Ante tales peculiaridades, se dedicó a jugar al equívoco, fingiendo aceptar las atenciones
masculinas, pero sin dejarse llevar por ellas. Con ello, mantenía el interés de los hombres y,
dominando el mercado afectivo que destacaba por el exceso de demanda, seleccionaba a los
más bellos y atractivos para permitirse las aventuras de unas horas, sin los compromisos que
podrían durar para siempre.

En el fondo, Camila tenía miedo de enamorarse de alguien que no representara un


compañero sincero y confiable, ya que, en el orden de las relaciones, la mayoría sólo quería un
encuentro fácil, fortuito y rápido, y aunque todos tenían el mismo discurso de hombre solo y
en busca de la compañera adecuada, esto sólo duraba mientras se comprometían a llevar a la
chica pretendida a la intimidad de la cama. Poco después de que esto ocurriera, perdieron la
aparente sensibilidad que habían mostrado antes y se volvieron toscos y fríos, incluso
groseros, situándose dentro de los límites de aquel encuentro afectivo de momentos antes,
como queriendo decir que no querían nada más serio, que no querían "atarse" a nadie, que
había sido "disfrute" y placer físico solamente.

Así, Camila, siendo hermosa y solicitada por muchos, sufrió más que la pobre Leticia, siempre
buscando a alguien interesado en llenar su vacío interior.

Finalmente, quedó Silvia, la tercera de los compañeros de oficina de Marcelo.

Sin lugar a dudas, era la más experimentada de todas.

En sus relaciones profesionales. Mantuvo la marca de integridad y competencia, tanto como la


de sus amigos.

De hecho, esta fachada era uno de los signos contradictorios, en ella y en la mayoría de las
personas inauténticas. Están limpias durante el día y embarradas en cuanto oscurece. Son
éticos durante las horas de trabajo y pervertidos durante otros períodos. Son moralistas en
público, pero son libertinos y degenerados en la intimidad de la vida privada.

Esta marca se encontró peligrosamente en Silvia.

Además de los atributos de belleza natural de Camila, que envidiaba y odiaba por razones
obvias, Silvia supo defenderse con los recursos de la belleza artificial, desarrollando muecas y
utilizando productos que resaltaban sus posibilidades menos exuberantes.

- Los hombres son idiotas. En las mujeres, están encantadas con lo que no ven, con lo que
imaginan y cuando, por fin, llegan al ansiado momento de la intimidad, están tan locos y
ansiosos, además de que el entorno está, en general, tan poco iluminado, que la perfección o
la belleza exuberante es lo que menos les importa. Cuando se acaba, cada uno sigue su camino
y la vida continúa... - era la teoría de la Silvia vivida.

Sin embargo, esta forma astuta y casi vil estaba bien escondida por una postura seria que
incluso mostraba cierta timidez.

Silvia era la única casada de las tres, lo que no era más que un mero detalle en el universo de
su bajo carácter.

Su marido, otro abogado, siguió la vida por el mismo camino de irresponsabilidad afectiva,
manteniendo la unión como una fachada para aparentar felicidad y compartir gastos,
aprovechándose el uno del otro en los momentos en que sus agendas de reuniones
clandestinas estaban vacías de emociones diferentes.

Entre ellos existía esa combinación tácita de que podían hacer lo que quisieran, siempre y
cuando mantuvieran un perfil bajo y el otro no se diera cuenta de la locura cometida en la
infidelidad permitida pero no conocida.

Y así, Silvia vivió de aventura en aventura, ya sea con colegas de profesión, convenientes e
interesantes, o con ex-clientes, afligidos y necesitados, en una posición destacada, o como
forma de conmemoración por la victoria de la causa del medio ambiente del foro.

Silvia, sin embargo, no era muy exigente en cuanto a la implicación física. Bastó que sus ojos
se alegraran para que sus estrategias de seducción se pusieran en marcha.

Sin embargo, sabía cómo ser interesante durante su participación y volverse fría poco después,
para no crear enredos y problemas desagradables con los socios que querían atarla a su
corazón.
Silvia estaba vacunada contra la sensibilidad, un entrenamiento que se había dado a lo largo
de su juventud en los innumerables desengaños amorosos, traiciones recibidas,
involucramientos superficiales y sin sentido que, vividos constantemente, acabaron abriendo
en su alma, la brecha del desencanto y el descreimiento del romanticismo. Para ella, el amor
romántico era una cosa de película para hacer llorar a los solitarios y frustrados. No deseaba la
sensación de limpieza, que aceptó cambiar por la confusa sensación de las hormonas en
ebullición. Su matrimonio tampoco representó una expresión del sentimiento sincero, sino un
acuerdo de intereses entre los cónyuges implicados. En el fondo, Silvia era la más astuta y la
más infeliz de las tres porque tenía que luchar para engañar a los hombres sobre un cuerpo
interesante que no poseía, tenía que saber ser interesante para conquistar, y luego no podía
poner las cosas fáciles para no estar atada a una relación íntima que pesara sobre su libertad
de acción.

Por esta razón, la mayoría de sus conquistas y aventuras fueron con hombres igualmente
casados, recurso que había elegido para librarse de la difícil condición de compromiso y pasión
que surge más fácilmente en los corazones de los no comprometidos.

Tenía miedo de volver a involucrarse con un amor sincero que la hiciera débil a los ojos de los
hombres, al menos del hombre al que se dedicaba, chocando con la necesidad de mantenerse
fuerte en el entorno profesional en el que se movía. Este carácter voluble y volátil suyo hacía
que Silvia discrepara fácilmente consigo misma, estando en una lucha constante entre el deseo
físico que la dominaba y el hambre afectivo que la consumía.

Por razones obvias, Silvia era la más perturbada espiritualmente, dominada por instintos
sexuales inferiores para dejarse rodear por la intimidad sin la protección del afecto sincero, lo
que la hacía extremadamente vulnerable a las perturbaciones espirituales que siempre se
instalaban en las zonas de mayor fragilidad del carácter.

Como puede ver entonces, querido lector, la situación de las tres era íntimamente muy
compleja, aunque exteriormente se presentaran con hermosas ropas, excelentes posturas
profesionales, seriedad en todos los sentidos, competencia y delicadeza en el trato.

Sin la preparación psicológica para enfrentarse a un reto tan grande, allí encontramos a
Marcelo, ingenuo y convencido de que puede meterse en el bolsillo a los tres colaboradores,
en la visión bizca del individuo inmaduro que se considera el más inteligente, el más bello y el
más astuto, como un Narciso que sólo se admira a sí mismo, peligrosamente vanidoso y
necesitado, esperando hacerse admirar, sin advertir que la fuente cristalina le espera para
ahogarle, consumiéndole por completo.

Al lado de todos ellos, puedes imaginar cómo era el ambiente espiritual de ese bufete de
abogados en el que estaban viviendo estas experiencias.

Si el infierno existía, el lugar donde todo esto estaba ocurriendo era comparable a su puesto
de avanzada en la superficie de la tierra.

Las entidades que permanecieron dominantes allí trajeron consigo las mismas o peores
marcas de los defectos internos de los propios encarnados. La arrogancia, la astucia, la
petulancia, la malicia, el cinismo, la depravación, la vileza, correspondían a las características
de los numerosos

Los espíritus perturbadores se acumulaban allí, transformando el ambiente magnético de


aquel lugar de trabajo en un pozo de estiércol de la peor clase. Y lo más interesante era el
hecho de que, tanto como en el plano físico donde las cosas estaban muy limpias y organizadas
por el patrón de apariencia para atraer a los incautos, en el plano espiritual la oficina se
extendía, prestando servicios a los clientes que se presentaban allí buscando una solución a
sus pendencias.

Así, en la atmósfera invisible, la oficina también estaba marcada por una estructura
degenerada que incluía asistentes, personal interno y "abogados" dispuestos a defender la
causa de quienes solicitaban sus servicios.

Naturalmente, la naturaleza de tales tareas no se correspondía con la que era objeto de las
causas humanas.

Allí, innumerables entidades rebeldes se alistaron para captar la atención de los espíritus
perversos, que fueron consultados como planificadores de las tinieblas, a fin de establecer
procesos de persecución personal, lo que llevó a dichos espíritus, de carácter inferior pero
poderosamente inteligentes, a examinar la cuestión del interesado, a evaluar los puntos
débiles de sus víctimas, y luego a elaborar un plan de ataque que los alcanzara directa e
indirectamente.

Tal elaboración era meticulosa, y no tenía en mente sólo a quienes se pretendía dañar de
inmediato. Muchas veces, acostumbrados a la astucia y malicia desarrolladas en la actividad
profesional que había marcado su paso por la Tierra, allí, abogados corruptos, magistrados
venales, políticos indecentes se reunían en una "sociedad" cuya finalidad era la continuidad de
sus planes y estrategias en el lado invisible de la vida

La estructura espiritual de este grupo de entidades estaba vinculada a la Organización más


amplia, donde encontramos a nuestros personajes Juvenal y Gabriel hablando con el Jefe a la
espera de las órdenes de su Presidente.

Por lo tanto, los Espíritus Planificadores que trabajaban en ese ambiente astral, que
correspondía a la oficina física, podían contar con los recursos de persecución que se activaban
de esta manera, ya sea que hubiera un acuerdo de intereses entre los que llegaban pidiendo
"ayuda profesional" y la estructura atrevida que los atendía.

Una vez que los detalles fueron correctos, los empleados de la Organización salieron como
estaba previsto, yendo a pedir a la Organización que suministrara trabajadores para iniciar el
proceso de perturbación de algún encarnado sobre el que se dirigía la atención de las
entidades que querían llegar a él.

En la Organización encontraron, en mayor número, espíritus capaces de ayudar, hipnotizados


por inteligencias más poderosas, para que obedecieran ciegamente los procesos de obsesión a
los que estarían sujetos.

En general, como puede comprender el lector, éste era el precio que cobraba la "oficina" de
quienes solicitaban sus servicios ocultos. El interesado sería asistido, pero se comprometería a
servir a la Organización en las demás actividades que se desarrollarían en otros procesos
obsesivos.

De la misma manera que servía a las entidades malvadas e ignorantes que, revueltas, querían
sembrar el mal sobre la vida de los encarnados que no simpatizaban con ellos, esta estructura,
que se basaba en la oficina física de Alberto y Ramos, también se encargaba de ayudar a estos
dos encarnados a resolver los problemas más graves, conseguir que sus ideas sean sembradas
con sugerencias sutiles y eficaces, todavía ilícitas, para sortear los problemas, comprar
autoridades, ejercer presión, chantaje sutil o declarado, negociando soluciones para satisfacer
los problemas emergentes de sus clientes comprometidos en el mundo físico.

Alberto y Ramos, por lo tanto, poseían, además de los ayudantes encarnados representados
por los profesionales de su equipo, un grupo de espíritus perversos que se conectaban a ellos
por los lazos sutiles del pensamiento, haciendo que terminaran constantemente conectados a
las fuentes oscuras desde donde se podían deformar los trucos y, a la luz de las normas, a la luz
de la Ley, encontrar formas de escapar del camino de la Verdad a través de los atajos de la
conveniencia.

Por eso, entre las entidades que sirvieron en el malogrado despacho espiritual, se
confabularon innumerables representantes de las diversas áreas de actividad, aportando
siempre la misma impronta de inclinación y adicción al fraude, la violencia dan la Ley y la
construcción de soluciones que se apoyaban en otras bases que los principios y los altos
valores.

Esta rama umbralina tenía, en sus cuadros, entidades que, como ya se ha dicho, habían
llevado en la vida física, la toga de magistrados corrompidos por intereses materiales, hábiles
en construir soluciones inmediatas y en distorsionar los cánones para satisfacer los intereses
que les parecían más convenientes. Otros entes oscuros, cuando se encarnaron, habían sido
inspectores venales, delegados corruptos, autoridades públicas diligentes en la práctica de
actos espurios bien ocultos por el humo de la integridad.

Así, si la oficina materializada en el mundo de los vivos era muy solicitada por ser muy famosa,
competente y organizada, se puede imaginar el tamaño de la clientela que existía en el mundo
de los llamados muertos, deseando valerse de los servicios de esa banda de bandidos
espirituales para la realización de sus intentos persecutorios y vengativos.

Innumerables espíritus furiosos llamaron a las puertas de este ambiente pestilente, buscando
interceder por sus parientes en la Tierra, heridos por la persecución en el trabajo, por los jefes
arrogantes que los humillan, tratados sin consideración en los diversos servicios públicos del
mundo.

Acudieron entonces a pedir la apertura de procedimientos de persecución específicos contra


los jefes arrogantes que hacían sufrir a sus hijos, contra los superiores mezquinos que
maltrataban sus afectos desprotegidos de su presencia, contra los profesionales indiferentes
que no se ocupaban de los casos que tenían a su cargo. Es cierto que estos desencarnados,
por amor a los que habían dejado en el mundo, intentaron ayudarles de alguna manera. Sin
embargo, no tenían la comprensión o la elevación para entender o ayudar a alguien dañando a
otro. Trajeron el Espíritu adicto a los antiguos procesos de venganza, y por ello se alistaron
entre los que promovieron tales peticiones a las Organizaciones o a sus ramas, como era ese
departamento del mal, con el propósito de responder con la misma violencia a la agresión que
vieron soportar a sus seres queridos.

Acabarían siendo víctimas del mal que contrataban porque se sumergirían y tarde o
temprano, sometidos a tratamientos hipnóticos, se convertirían también en zombis, que se
emplearían en los disturbios de otros tantos vigilantes del mundo.

Por lo tanto, queridos lectores, no os permitáis nunca tomar un camino inferior o negativo, ya
sea en el comportamiento, en el pensamiento o en el sentimiento, porque al tocar el mal,
todos nos manchamos con él. Esta mancha la tendremos que quitar nosotros, pero ante los
efectos que produce en los demás, nos puede costar, en procedimientos de limpieza, mucho
más de lo que nos costó cuando decidimos ensuciarnos con ella.

Y entre la creación de estrategias para atender la cola de clientes espirituales y la intuición


negativa destinada a los miembros más importantes de esa oficina material, las rutinas de los
encarnados y desencarnados continuaron por los caminos tortuosos por los que los Espíritus
ignorantes, tanto como los hombres y las mujeres, se crean espinas para descubrir lo doloroso
e inconveniente que son, en los aprendizajes que la vida propicia a todos.

EMPEZANDO BIEN...

Para continuar con sus ingenuos planes de derribar a sus compañeros de oficina ganando el
apoyo de sus otros colegas forenses, Marcelo decidió que, a partir de esa semana, iría con su
propio coche al centro de la ciudad, dejándolo estratégicamente colocado en un aparcamiento
cercano para que, en cualquier necesidad laboral, el famoso "autoestopista" pudiera formar
parte de su táctica de aproximación, llevando a uno de sus futuros amigos al foro o a cualquier
otro lugar que fuera necesario.

Para los servicios más sencillos, la oficina contaba con innumerables jóvenes, que servían de
apoyo al trabajo que allí se desarrollaba. Sin embargo, ya sea como sirvientes o incluso como
pasantes, había tareas que no podían ser evitadas por el propio abogado.

Así que -pensó Marcelo- estaría mejor armado si el vehículo pudiera corresponder a sus
intenciones, aprovechando cualquier ocasión para proporcionar el acercamiento deseado,
dentro de sus planes.

-Marisa no lo sabrá realmente, así que no tendré problemas con sus celos, ni con preguntas
incómodas. Al fin y al cabo, como siempre dejaba el coche en el metro, nunca podría haberse
enterado del cambio en mi rutina: era la conversación que mantenía consigo mismo. Recordó
la conducta indiferente de la esposa y el extraño sueño que había tenido, días antes, en el que
había sido golpeado por el atrevido acoso de Glauco, en aquel entorno que más bien parecía la
pista de baile de la discoteca a la que solían acudir varias veces al mes, para las diversiones del
fin de semana, sin darse cuenta de que, en realidad, todo se había producido gracias a una
acción espiritual inferior, que les había conducido a un ambiente tembloroso en el que, al igual
que ocurre en el mundo físico, las entidades daban rienda suelta a sus impulsos animalizados y
viciosos, con la excusa de la diversión.

Nada más llegar a la oficina esa mañana, traía la mente llena de ideas y el corazón agitado
porque sabía de la necesidad de responder a los deseos de la mujer que se había
convertido en su compañera en los placeres de la carne y, por tanto, se permitía la
dependencia emocional del hombre que hace todo lo posible por complacer a su
pareja con la que comparte las más intensas sensaciones de atrevida intimidad.
Observando el perfil de sus amigas en el trabajo, imaginó que la más accesible al primer
ataque sería Camila, la más bella y aparentemente la más accesible por ser menos altiva en sus
manifestaciones.

La relación entre todos ellos no era hostil en la superficie, aunque, por dentro, todos tenían
sus bazas y armas contra todos. Por ello, no dejaron de tener sus conversaciones y discusiones
teóricas sobre los distintos casos, pero buscando la independencia y la seguridad, no
permitieron que las cosas pasaran de esto a una amistad más íntima en la que acabarían
revelando sus propias debilidades.

- Buenos días, Camila, ¿cómo van las cosas? ¿Muchas audiencias hoy en día? - preguntó
Marcelo, llegando sigilosamente a la puerta de la habitación del abogado, no sin antes haberse
pulido tanto en el traje que llevaba como en el perfume que había elegido con especial
cuidado en una tienda especializada en esencias importadas y caras.

- Hola, Marcelo, estoy aquí tan perdida en medio de los papeles que tengo que organizar que
aún no he parado a mirar mi agenda. No creo que tenga ninguno programado para hoy, salvo
los casos de emergencia que llegan con poca antelación.

- ¡Ah! Qué bonito. Un día sin audiencias es un privilegio, casi un día de fiesta en nuestra loca
rutina. Espero que pueda disfrutarla con mucho gusto.

- Ojalá pudiera, Marcel. Tengo tanto que hacer aquí que a veces salir de la oficina, aunque sea
para celebrar audiencias, es una forma de dar un paseo y alejarse de tantos problemas y
exigencias. A veces, Marcelo, este ambiente de oficina me pesa terriblemente y sólo el aire
fresco del exterior me reanima.

- Ahora, Camila, eres tan exigente contigo misma que acabas siendo arrastrada por los
compromisos y problemas de tus clientes. Intentar no implicarse tanto, no llevarse el trabajo a
casa, no desgastarse con estos papeles porque, cuando nos muramos, las cosas seguirán sin
nosotros...

- Sí, Marcelo, sé que tienes razón, pero ¿hacer qué? El Dr. Alberto siempre me carga y me pasa
cosas para hacer que no le puedo fallar. Al fin y al cabo, él es el jefe y siempre está informado
por Leandro sobre nuestro rendimiento.

Y hablando en voz baja como si quisiera revelar un secreto, le hizo un gesto a Marcelo para
que se acercara a él, luego dejó el tope de la puerta donde estaba y dio dos pasos hacia el
escritorio de su colega para garantizar el secreto, aunque la oficina estaba casi vacía a esa hora
de la mañana, y estaba atento a escuchar la revelación:

- ¿Sabías que sospecho que Leandro viene a mi mesa y examina las carpetas que dejo aquí
arriba cada vez que salgo del despacho?

- No lo creo -respondió Marcel, realmente sorprendido-.

- ¿Por qué crees que vengo aquí tan temprano todos los días?

- Bueno, no lo sé. ¿Quizás para que el trabajo no se retrase, para ponerse al día, para
responder a las peticiones?

- Todo eso está muy bien, pero más que nada para poner orden antes de que llegue Leandro,
porque me he dado cuenta de que está muy ocupado vigilándome.
- ¿No te impresiona? Siempre ha parecido un colega muy respetuoso con nuestros espacios.

- Sí, yo también lo pensé. Sin embargo, incluso hice algunas pruebas y pude comprobar que
ciertas hipótesis que yo mismo había inventado en notas que había dejado dentro de las
carpetas de mi escritorio, pronto fueron conocidas por Leandro. Y, como he dicho, eran
situaciones ficticias que había dejado anotadas en medio de los papeles, para pensar en ellas
después, como si pudieran dar otro destino a los casos.

- Una vez, vino a la puerta de mi despacho y me preguntó si había obtenido el poder para el
inventario de un cliente, sugiriendo que atendería a la gente de fuera, para no tener que
compartir los honorarios. Además, hay otras cosas de las que no puedo hablar y que, de forma
aún más intensa, me hacen suponer la participación del jefe, manipulando todas estas cosas.
Pero este es un asunto explosivo que no quiero poner en sus manos.

Viendo que aquel coloquio ya había dado más de lo que él mismo esperaba, Marcelo no
insistió en el tema, terminando por decir:

- Te agradezco mucho tu advertencia porque, a partir de ahora, voy a intentar prestar más
atención a las cosas de mi habitación, evitando los ojos fisgones para descubrir las cosas que
no le corresponden, aunque no tenga nada que ocultar. - Sólo he hablado, Marcelo, para
advertirte, porque me parece muy desagradable para cualquiera de nosotros. Sólo le pido que
nos mantenga en secreto esta información, porque no tengo pruebas y no deseo acusar a
nadie a la ligera.

-Puedes dejarlo, Camila, va conmigo al cementerio -respondió, orgulloso, sintiéndose ya


mucho más cerca de ella, sobre todo por la expresión "...nuestro secreto...".

Saliendo de allí para dejar a la bella joven en círculos con sus rutinas, Marcelo pasó por la
cocina y preparó dos cafés, uno para él y otro para llevar a la habitación de Camila, como una
amabilidad especial y una forma de mostrar su gratitud por la revelación.

- Le llevé un café caliente para testimoniar mi gratitud y desearte un buen día, Camila,

Gratamente sorprendida por la insólita e inusual actitud de Marcel, la joven extendió su mano
para recibir la copa, con una franca sonrisa en su rostro, que la hacía aún más bella, mientras
le agradecía el ofrecimiento, le devolvía la galantería, diciendo:

- Dios, Marcel, hoy hueles muy bien. ¿Qué es ese delicioso perfume, amigo mío? Y para estar
así a primera hora de la mañana, me imagino lo agradable que debe haber sido tu noche, ¿no?

Al recibir esas palabras de Camila, Marcelo se dejó sonrojar, pero, para no perder las formas ni
el estilo, esbozó una sonrisa misteriosa y agradeció el cumplido, diciendo que era un perfume
común, sin nada especial, mientras pensaba con sus botones, que ella ni siquiera imaginaba la
mala noche que había tenido, sin ninguna emoción y sin ningún romanticismo.

- Emoción, incluso, Camila, estoy teniendo esta mañana, con tantas revelaciones
inesperadas... - respondió Marcelo, sintiendo ahora, en su instinto masculino, que había
llegado el momento de retirarse para dejar a la joven con el recuerdo de su perfume, mientras
tomaba el rumbo de su habitación.

Para él, el día ya estaba ganado. El acercamiento de Camila ya había permitido descubrir
muchas cosas, sobre todo que estaba molesta con la actitud de Leandro y quizás hasta con el
Dr. Alberto, lo que facilitó sus acciones, imaginando que con ella la mitad del trabajo ya estaba
hecho.

Al mismo tiempo, su mente se dejaba invadir por las nuevas emociones, entre ellas, aquella
sonrisa seductora de Camila, su sutil forma de decir las cosas, su percepción sobre su perfume,
en una referencia al estado de placer que había podido disfrutar durante la noche, llevando el
tema a una esfera de intimidad nunca antes experimentada entre ellos.

No podía evitar sentir una especie de orgullo masculino por el hecho de ser admirado por una
mujer tan hermosa y aparentemente tan vulnerable en medio de tantas miradas indiscretas de
otros hombres mejor posicionados que él.

Esto representó una puerta abierta a su táctica, imaginando que, con las revelaciones de
Camila, él se dio cuenta de que ella siempre llegaba más temprano a la oficina, lo que
favorecería sus conversaciones más íntimas, la siembra de nuevas semillas y la conquista de
más confianza por parte de ella, para que, más rápidamente, la solución a su problema se
materializara con la salida de Leandro, definitivamente, de su camino.

Mientras tanto, en el mundo invisible, el jefe, Juvenal y Gabriel, el Tullido, estaban al acecho,
influyendo directamente en la emoción de Marcelo, tanto como inspirando las palabras de
Camila, para que todo corriera en la dirección deseada.

El lector debe saber que, en el mismo ambiente de la oficina física, en el mundo espiritual
existía otra oficina, dedicada a patrocinar persecuciones mediante el pago correspondiente a
la adhesión del interesado, un departamento que tenía dirección y un gran número de
empleados dedicados a producir diversas acciones en la vida del encarnado. Esta institución,
vinculada a la Organización, dio apoyo a las acciones de los tres Espíritus a los que nos
referimos anteriormente, vinculados a la persecución de nuestros personajes, pero que
dependían directamente del Presidente de la Organización al que estaban directamente
vinculados. Por tanto, los tres tenían libre tránsito y carta blanca dentro del trevoso despacho
que les servía de punto de apoyo en la zona vibratoria bajo la que se asentaba el despacho
físico de Alberto y Ramos.

De esta manera, el jefe, Juvenal y Gabriel tenían plena libertad para acompañar a Marcelo y
establecer todo tipo de actitudes que creyeran necesarias, sin preocuparse por la autorización
de los dirigentes del trébol de ese departamento.

Se dirigían a los consultores ignorantes que llegaban allí, no sólo para obtener favores
destructivos del desafuero, sino también para pedir cosas en beneficio de los seres queridos
que pasaban por dificultades materiales.

Esto se debe, querido lector, a que las criaturas que están en proceso de evolución espiritual,
en el momento de la muerte física, no suelen prepararse para adoptar una postura mental
elevada mediante la oración sincera.

Desencarnan a miles de personas absolutamente desprevenidas para las cosas del Espíritu,
olvidando que en la vida de la Verdad, los procedimientos no podrían ser los mismos que en la
vida de la Mentira, la que suelen vivir los encarnados, basados en las apariencias, en la
fantasía, en lo transitorio.
En la Tierra, muchas personas buscan religiones que satisfagan sus necesidades materiales,
acudiendo a los templos como los inversores que transitan por los bancos o las casas de
inversión.

Y cuando no obtienen la remuneración material o emocional que tanto desean, no se sienten


obligados a cambiar sus inversiones o sus bancos, siempre que sepan que algún otro amigo
está obteniendo mejores ingresos en otro lugar.

Del mismo modo, la mayoría de la gente se deja arrastrar por los éxitos de otros en las
acciones de fe para invertir sus fichas en ese mismo negocio, con el fin de obtener los mismos
ingresos.

Cambian de religión cuando alguien transfiere recursos de una cuenta o inversión a otra,
siempre que las garantías de remuneración sean mayores.

Y entonces, cuando ven que el cuerpo muere, pero la vida continúa, sin estar preparados para
una vida espiritual más elevada, se lanzan a la búsqueda de los medios para obtener los
beneficios de sus inversiones, los dividendos de su fidelidad, las contrapartidas de sus
ofrendas, como era muy común que ocurriera, en aquel oficio tembloroso, cuya fama cuenta
de boca en boca, en la mitad inferior de los que se agolpaban en la dimensión espiritual de
aquella inmensa ciudad.

Lejos de espiritualizarse, un buen número de las almas que perdieron sus cuerpos
permanecieron materializadas en sus intenciones y, a pesar de ser Espíritus, se sintieron como
personas necesitadas de apoyo para seguir manipulando las cosas según los antiguos criterios
religiosos vividos en el extraño mundo de los hombres de carne.

Otros sabían que habían perdido el cuerpo de carne. Sin embargo, como aún deseaban seguir
actuando en la esfera de lo encarnado, buscaron el apoyo de esa "institución" tan apreciada
para que, teniendo sus medios de injerencia directa en el mundo y sobre las personas vivas,
pudieran establecer procesos de venganza, posibilitar medios de apoyo a los familiares que
quedaban, todo ello cediendo para que sus deseos se cumplieran.

En general, las entidades dispuestas a establecer procesos obsesivos, desequilibrando a los


encarnados, apartando a ciertas personas de su camino, llamaron a la puerta del notorio
despacho. Eran esposas y maridos desencarnados que deseaban aumentar la persecución
sobre el cónyuge que permanecía en la carne, ahora que buscaba sustituirlos por otro u otra,
tanto como alejar a cualquiera que se interesara por el puesto que les había correspondido en
vida.

Eran ricos y apegados a la posesión, que se veían privados de la acción directa sobre sus
bienes y que no querían dejar de gobernarlos, solicitando desde el cargo medidas sobre sus
herederos directos para controlar su voluntad y evitar que hicieran chapuzas con el dinero que
no les pertenecía. Eran espíritus que se encontraban víctimas de la acción agresiva de alguien
que llamaba a las puertas de la desafortunada institución para solicitar procesos de venganza,
en la exteriorización del odio que alimentaban en su alma contra sus verdugos.

Y aunque todas estas entidades podían llevar a cabo la persecución con sus propias fuerzas,
actuando negativamente sobre sus víctimas, sus recursos eran menores que si hubieran
obtenido el apoyo de ese grupo de entidades inferiores que, mediante el precio estipulado,
podían ampliar el abanico de recursos negativos a emplear sobre los objetos de su persecución
personal. Esta era la fama de la oficina, en el plano astral. Con los recursos de la hipnosis, de
los procesos de succión de fluidos, de la actuación sobre la intuición y la voluntad, de la
manipulación del pensamiento invigilante, del sentimiento de necesidad de las personas, las
actividades vengadoras se volvieron aún más activas y eficaces.

De la misma manera, utilizando ciertos recursos propios del magnetismo y de la acción del
pensamiento, las entidades dirigentes del referido oficio, antiguas autoridades venales,
corruptas, políticos degenerados, llegaron a posibilitar cierta clase de ayuda cuando el cliente
que los buscaba, en lugar de querer desgraciar la vida de alguien, pedía apoyo para familiares
que habían quedado en la Tierra sin sustento.

Siempre que la entidad solicitante aceptara la pérdida estipulada, que siempre era la de
entregarse a la labor de la institución, incluso promoverían procesos de ayuda material,
favoreciendo la mejora de aquellos que estaban olvidados en el mundo, víctimas de la mala
suerte y de las duras contingencias de la existencia.

En aquella ocasión, utilizando personas encarnadas con instintos inferiores que dominaban en
las diversas instituciones materiales que eran controladas por la intensa acción de entidades
de ese patrón, utilizando los mismos recursos que manipulaban cuando en vida, cuando
desviaban fondos para favorecer a personas, cuando manipulaban números para defraudar
resultados, cuando concedían favores a unos pocos apaniguados que les convenía proteger;
Estas entidades influyeron a través de la intuición para que, de forma directa, el familiar
desempleado consiguiera la colocación que necesitaba, actuando directamente sobre la mente
de los dirigentes encarnados que los sintonizaron con la ola de corrupción y bajeza para elegir
a alguien en particular.

Esta era la rutina que tal departamento espiritual inferior solía utilizar, valiéndose de los
numerosos socios y trabajadores encarnados que mantenían bajo su influencia en la esfera del
mundo material, a través de los cuales producían las mismas redes de influencias y
corrupciones que han dominado la vida de las personas en relación con los procesos
administrativos vigentes hoy en las diversas regiones del mundo.

Y era natural que de una esfera a otra, del mundo invisible al mundo visible, las propias
tinieblas prepararan reencarnaciones de sus miembros para seguir insertados en los mismos
procesos de malas prácticas, desviaciones y controles de poder, tal como los recibieron sus
antiguos representantes terrestres, cuando desencarnaron en las condiciones de inferioridad
moral, colocándolos en las mismas redes administrativas invisibles. Nada peor para estos
organismos que un administrador honesto y cumplidor de sus deberes, seguro en sus tareas y
responsable ante su propia conciencia.

Cada vez que aparecía una persona así, estos grupos inferiores trataban de encontrar la
manera, estudiando sus debilidades personales, mentales o morales, de actuar sobre ellas para
que tal individuo se viera tentado hasta no poder resistir más, cayendo en la misma venda
moral y dejándose arrastrar luego al fondo fangoso donde ya estaban todos.

Nada peor para un entorno corrupto que una persona virtuosa, cuya conducta se asemeja a
las agresiones al "modus operandi" ya establecido, porque el error odia a la virtud que le odia
aún más ante sus propios ojos.

Y cuando la persona en su totalidad no se doblega, tales entidades crean situaciones de


ataques a familiares, de persecución judicial, de presión política hasta obligar a la persona a
graduarse del puesto, a dejar el trabajo, no descartando incluso la acción solapada de
delincuentes que utilizan la oscuridad para disparar al individuo que se pone como una piedra
en el zapato, tanto de los vivos que quieren seguir explotando las ventajas del poder y la
riqueza, como de los desencarnados que se asocian con ellos en el disfrute de iguales placeres
terrenales.

La acción, por tanto, de tales instituciones, en las que milita este tipo de espíritu delincuente y
pervertido, buscaba, en algunos casos, utilizar las maquinarias administrativas corruptas que
manipulaba para favorecer a algún pariente encarnado de la entidad solicitante, de modo que
quedara vinculado a ellas por algún beneficio conseguido, y por tanto no pudiera dejar de
desempeñar su papel en los turbios manejos que se habían hecho.

Ni que decir tiene que, en todos estos asuntos, no hubo elevación espiritual por parte de los
Espíritus que buscaron ayuda en tales lugares de engaño e ilusión, porque si estos Espíritus, a
veces más incautos que malvados, se permitieran aferrarse a la verdadera fe por medio de la
oración sincera, no se comprometerían con opciones y compromisos de los que tardarían
mucho tiempo en librarse, pagando un precio muy doloroso por la negligencia que
demostraron en el trato con las cosas de Dios.

Pero, ¿cómo podrían explicar estas cosas a personas que, al encarnar, dejaron una religión por
otra en la que el beneficio material era más ventajoso? ¿Cómo hacer ver a la gente que se
dejó llevar por los éxitos materiales de sus amigos, que prosperaron materialmente después
de cambiar una iglesia por otra? ¿Quién aceptó utilizar este criterio material como base de su
elección en materia de fe?

Si los éxitos materiales hacen que algunas personas renuncien a los principios que han
adoptado en las rutinas espirituales que han elegido, se trata de personas que no tienen
escrúpulos, que se doblegan ante cualquier imperativo de ventajas y favores, que se dejan
corromper y corromper mientras sea necesario, que no buscan las nociones más elevadas de la
vida del Espíritu para transformarse moralmente para mejor, sino que buscan a Dios como una
forma de preservar sus privilegios materiales y adorar sus intereses en el "Becerro de Oro" que
aman más que al propio Creador de sus almas.

¿Cómo evitar que los que se quieren dejar llevar por los ciegos y se dejan llevar por ellos
caigan efectivamente en el agujero?

Caer en la zanja, tal vez, representa la única manera de que despierten a su propia locura,
despertando de la locura a la lucidez de una vida cuya esencia se basa en las fuentes sagradas
del Espíritu, la Bondad y el Amor.

Por eso, Jesús enseñó que "CADA UNO, SEGUNDA OBRA".

LETHALLY
Dentro de las estrategias planeadas por Marcelo, las cosas iban muy bien, pues las relaciones
con Camila ya se habían establecido y, entre ellas, cada día que pasaba, la amistad se hacía
más intensa. Eso hizo mucho bien al ego del muchacho que, apartado por su mujer, empezó a
encontrar en los piropos de su amigo una fuente de satisfacción para el orgullo masculino,
compensando así, de alguna manera, la ausencia de interés de la antigua compañera.

Ahora, dentro de sus expectativas, estaba la necesidad de acercarse a los otros dos, algo que
ocurriría de forma natural, sin perjudicar las nuevas relaciones con Camila, ya que, según él,
también había una competencia sorda entre ellos, cada uno defendiendo su espacio y
disputando sus propias relaciones con cierta exclusividad. Sin embargo, Marcelo supo actuar
con cautela, sin mostrar exclusividad ni dejarse llevar por la devoción aislada a una sola de las
mujeres de la oficina. Así, comenzó a intentar acercarse a Leticia, utilizando recursos que,
según su evaluación psicológica, podían facilitar este acercamiento.

Frente a su carácter y su forma directa de posicionarse, Marcelo no pudo utilizar la misma


técnica que había favorecido el enfoque de Camila.

Sabiendo que a Leticia le gustaba ser admirada por sus dotes intelectuales, ya que su belleza
no era diferente ni mayor que la media de las mujeres, Marcelo sabía que debía llevar las cosas
hacia el lado que más le agradaba a la joven. Por eso, en un desacuerdo sobre cierto asunto
legal, un día que Camila ya había salido a atender compromisos en el foro, llamó a la puerta de
la habitación de Leticia.

- Dra. Leticia, realmente necesito su ayuda.

- A ver, Marcelo, en primer lugar quita lo de "doctor" porque aquí todos somos iguales. En
cuanto a la ayuda, amigo mío, parece que nunca has tenido dificultades ni has necesitado
nada, pero en lo que pueda ayudar, estoy a tu disposición.

- ¿No estás ocupado ahora mismo?

- Estoy un poco ocupado con algunas ideas, pero nada que no pueda dejar de lado para
escucharte. Entra y siéntate aquí.

Agradecido por su receptividad, Marcelo respondió a la invitación de Leticia y se situó en el


entorno de su habitación, organizada y bien iluminada por la ventana que daba a la avenida
principal.

Lo que Marcelo no sabía era que, entre los tres compañeros, Leticia era la que más se
inclinaba por un acercamiento afectivo hacia él.

Desde que llegó a la oficina, cuando fue recibida por Marcelo, quien se encargó de mostrarle
las instalaciones y explicarle su funcionamiento, Leticia se había observado en compañía del
muchacho, admirando su aspecto físico, sus gestos varoniles, su forma segura de sí misma y a
la vez gentil de ponerse a disposición de cualquier problema que se le presentara.

Naturalmente, dentro de su psicología, Leticia no mostraba ningún interés personal y, menos


aún, alguna debilidad en sus conocimientos, lo que demostraría una falta de preparación para
las luchas de la oficina, perceptible en la primera petición de ayuda que hizo.

Se mantuvo firme, incluso recurriendo a la información de las asistentas y aprendices que ya


estaban allí, pero no dio su brazo a torcer para esperar que su posición de seguridad e
independencia marcara pronto su condición de profesional competente y decidida.
Sin embargo, ella misma no podía negar el interés femenino que la convivencia con Marcelo,
cada día, hacía más grande, aunque supiera respetar su condición de hombre casado.

- Mirar no quita una pieza -pensó- repitiendo la vieja frase con la que mujeres y hombres se
observan con segundas intenciones, aunque no sean declaradas ni vividas.

Además, nunca escuché de Marcelo ninguna referencia a su mujer y las pocas veces que
intenté saber algo sólo me dijo que no tenía ninguna actividad, quedándose en casa cuidando
de las cosas o paseando para divertirse comprando.

Dios, qué mujercita más aburrida... No estudia, no se dedica al desarrollo. Para que un tipo
esté con una mujer así, debe ser una belleza.

El pensamiento de Letícia, durante mucho tiempo, ya había escudriñado el perfil de Marisa, ya


que, siendo muy competitiva por naturaleza, la joven abogada trataba de evaluar qué llevaba a
Marcelo a mantenerse al lado de una mujer sin atractivos culturales, competencia profesional
o hábitos intelectuales que causaran admiración.

Ese era su caso personal. Sabiendo que, sin ser fea, no era la más maravillosa de las mujeres,
necesitaba compensar sus limitaciones en la belleza con atractivos en otras áreas de su
carácter, lo que la hizo dedicarse siempre al enriquecimiento intelectual, asistiendo a cursos,
visitando museos, viendo películas, leyendo varios libros.

En el fondo, sin embargo, admiraba a Marcelo que, sin saber de tales sentimientos ocultos, se
mantenía diariamente a su lado, dentro de una distancia natural que más provocaba la
curiosidad de Letícia que protegía a Marcelo de cualquier intimidad, intimidad que ahora
pretendía aumentar deliberadamente.

Allí estaban. Él, deseando una mayor cercanía de Leticia para utilizarla, sin imaginar cuáles
serían sus sentimientos y ella, deseando aún más una cercanía con Marcelo, intentando
conquistar su interés para, quién sabe, una futura relación amorosa.

Sin embargo, ninguno de ellos podía revelarse inmediatamente, ya que en ambos las
intenciones ocultas eran mucho mayores de lo que sus palabras revelaban.

- ¿Puedes hablar, Marcelo, cuál es tu problema?

- Bueno, Leticia, estoy atrapado en un problema para el que no encuentro una solución mejor
que la otra.

Y tratando de exponer los hechos, señalando los implicados en la delicada cuestión jurídica,
lanzaba sobre la joven su argumentación jurídica para explicar sus dificultades, de modo que
quedara claro que no era una falta de competencia por su parte, sino que, dentro de las
innumerables salidas que podía encontrar, ninguna era lo suficientemente buena o adecuada
para satisfacer los intereses de su cliente. Por eso recurrió a su ayuda para que ella, erudita,
inteligente, competente, pudiera evaluar la situación como alguien que está fuera y, con todas
estas virtudes, aconsejar un camino más adecuado a seguir.

Este discurso de Marcelino cayó como una pluma en el corazón y en el ego de Leticia, que no
tenía otro deseo en el mundo que ser admirada por un hombre inteligente, ser respetada por
sus conocimientos, tener la oportunidad de demostrar su competencia y sentirse así
importante.
- Ahora, Marcelo, te agradezco mucho tu consideración, pero estoy seguro de que tu
capacidad personal te capacita muy bien para decidir el mejor camino.

- Pero, ya sabes, Leticia, por mucho que tengamos las cosas claras, nuestra cabeza no siempre
está en el camino correcto. Por ello, y teniendo en cuenta todo tu talento y dedicación,
además de tu exquisita inteligencia, no veo mejor ocasión para acudir a ti como consultor, para
que, no estando involucrado, sin compromisos personales con las partes, puedas alertarme,
corregirme y orientarme en el sentido de no equivocarme a la hora de elegir la solución
jurídica.

- Muy bien, Marcelo, sólo creo que tendré que estudiar esto más detenidamente para no
equivocarme en la opinión que me pides.

- Vale, Leticia, ya estaba esperando esa petición. Tengo que dar una respuesta a mis clientes
en un plazo de treinta días. De este modo, tendrá tiempo suficiente para conservar los
documentos y estudiarlos como desee.

- Bien, Marcelo. Sacaré copias y me llevaré los documentos a casa, donde suelo pensar mejor
porque hay más tranquilidad que aquí.

- Dios, te envidio, Leticia. En casa no puedo trabajar. - ¿Por qué, Marcelo? Me parece que el
ambiente en casa es más agradable para desconectar de las cosas y concentrarse en un tema
determinado.

- Vives solo, ¿no?

- Sí, vivo solo.

- Pero en casa -continuó Marcelo- lo duro es tener que convivir con alguien a quien le encanta
escuchar música ruidosa las 24 horas del día. A menudo, ni siquiera para dormir tengo
tranquilidad. Mi mujer sólo me da un respiro cuando sale con una amiga, cuando va al centro
comercial o cuando está durmiendo.

Al escuchar estas revelaciones, Leticia se sintió más importante ante sí misma ya que, de
forma poco velada, Marcelo se refirió a su mujer revelando cierto hastío, cierto cansancio en
sus formas, mostrando un desencuentro que le alejaba de alguna manera de su mujer.

- Pero no te quejes, Marcelo. No todas las cosas pueden complacer a una sola parte. Una
pareja debe respetarse y armonizarse en todo para que la relación funcione.

- Al principio, Leticia, hablaba, discutía, peleaba. Sin embargo, luego me di cuenta de que
Marisa se distraía con ciertas cosas y que yo terminaba arruinando lo bueno de nuestra
relación por detalles que podía manejar con más paciencia. Después de todo, el matrimonio no
está hecho sólo de música ruidosa, ¿verdad?

La expresión de Marcelo dejaba claro que sus íntimas relaciones maritales con Marisa eran la
causa de la aceptación de su impertinente conducta, demostrando así que sus lazos con su
esposa se mantenían firmes por la condición de amante atrevida que, ante las reticentes
palabras de Marcelo, Leticia imaginaba ahora que debía ser Marisa. Y esa era toda la verdad.
Marido y mujer se entendían muy bien en sus aventuras sexuales y en este ámbito era el gran
vínculo que los unía.

- Pero sabes, Marcelo, no te imaginas lo bueno que es estar en casa, con una canción suave,
con un buen libro, una taza de café con olor, un baño caliente, una bata suave. Eso es algo muy
agradable porque nos hace relajarnos y estimula nuestro pensamiento. Por eso, cuando tengo
causas complicadas, me lo llevo todo a casa y allí siempre encuentro la mejor solución.

-¡Oh! ¡Qué bien, Leticia! Por la forma en que hablas, suena muy bien. Sólo que, en casa, eso es
imposible para mí.

Disfrutando del curso natural que estaba tomando la conversación, Leticia siguió hablando,
buscando ya una forma de seguir conectada con Marcelo.

- ¿Tienes un teléfono móvil al que pueda llamarte personalmente, por si tienes alguna duda en
los documentos y necesitas pedir alguna aclaración?

- Por supuesto, Leticia, disculpa mi distracción. Me gustaría que me llamara a este número si
tiene algún problema o necesita más información, y le agradeceré mucho la atención que me
presta en este caso. - ¿Pero no crearé problemas con Marisa llamando a su móvil?

- No, en absoluto. Marisa tiene su teléfono móvil y sabe que muchos clientes, hombres y
mujeres, me llaman. No hay ningún problema con eso.

- Muy bien entonces, Marcelo.

- Una vez más, siento quitarte el tiempo y ponerte a trabajar para tu momento de descanso,
Leticia.

- No te molestes con eso, Marcelo. Estaré encantado de ayudarle.

Al darse cuenta de que el asunto había terminado, el chico pidió permiso para salir y
abandonó la habitación de Leticia, llevando en su corazón el sentimiento de alegría por haber
conseguido romper el hielo entre ellos, por la distancia que a ella siempre le había gustado
mantener.

Marcelo, en el salón de su casa, podía catalogar ahora un nuevo éxito en su empeño por
acercarse, imaginando que la próxima semana aún quedaba Silvia por abordar.

Letícia y Camila ya estaban en su bolsillo, para no tener más dificultades en mantener la


relación profesional con ambas por los caminos más encendidos de la amistad y la sana
intimidad para sus proyectos.

Leticia, sola en su entorno de trabajo, con la puerta de su salón cerrada para poder entregarse
mejor a sus propias ensoñaciones, se sentía en las nubes como hacía tiempo que no se veía.

Su emoción se activó de nuevo.

Ante ella, el atractivo y deseado joven le ofreció la oportunidad de acercarse a ella,


reconociendo su capacidad y dándole innumerables informaciones sobre su relación afectiva
con su esposa.

Se dio cuenta de que Marcelo se había enganchado a la hembra con la que se había casado, y
ahí trató de mantener su relación, mostrando así dónde estaba su punto débil, lo que, como
hombre, predominaba en su unión con una mujer.

El rápido razonamiento de Leticia supo profundizar en las palabras y expresiones de Marcelo,


reconociendo que estaba enfadado con la forma de ser de su mujer, aliviándose cuando estaba
fuera de casa, la única ocasión en la que tenía algo de paz.
En cualquier caso, para ganar su interés, tendría que invertir en provocar su instinto
masculino, sin vulgarizarse y sin ofrecerse para que no acabe volviéndose contra sí misma.

Dentro de su corazón agitado por la excitación producida por aquel encuentro, Leticia supo
que aquella era su oportunidad, era el momento de invertir para que el hombre deseado
acabara interesándose por ella y, descubriendo sus cualidades femeninas, además de las
muchas intelectuales, acabara aceptando cambiar de mujer, reconociendo que, con ella,
ganaría mucho, porque ganaría una compañera igualmente atrevida, pero, además, una mujer
inteligente, interesante y competente, dentro de la misma rama de actividad profesional que
él mismo desarrollaba.

Ni que decir tiene que, al lado de ambos, actuaba el mundo espiritual inferior, llevando
siempre sus pensamientos en la dirección de las debilidades naturales que dominaban su
carácter.

Marcelo, cegado en su plan para derrocar a Leandro, estaba ahora excitado por las atenciones
de Camila, la guapa mujer de la oficina que cada día se acercaba más a él. Al mismo tiempo,
desarrollando su estrategia, comenzó a ganar el interés de Leticia, sin imaginar que ella estaba
más interesada en él como mujer que como colega profesional.

Engañado por sus pensamientos erróneos, Marcelo estaba siendo estimulado por el Jefe y por
Juvenal, las dos principales entidades involucradas en su proceso de persecución directa,
ayudado por Gabriel, el lisiado. En realidad, este Espíritu podría ser considerado más como un
aprendiz de maldad, un aprendiz, que un perseguidor activo. Tanto es así, que era visto por sus
compañeros como alguien aún no preparado para ejercer las actitudes firmes de los
perseguidores, asemejándose a un Espíritu juguetón y lúdico, mucho más que a un Espíritu
malvado.

De hecho, su aceptación en el grupo estaba efectivamente dada, por su estado de


deformidad, que producía espanto o repulsión incluso en entidades experimentadas en los
procesos de persecución.

Tanto el Jefe como Juvenal sabían que Gabriel sería un excelente instrumento en las horas en
que fuera necesario asustar a algunos de los implicados en los procesos de persecución, en
momentos de sueño físico.

- ¿Has visto, jefe, cómo van las cosas? Marcelo está entrando en la nuestra y las dos gallinitas
serán nuestro brasero para cocinarlo bien? - ...dijo, burlándose, Juvenal.

- Sí, Juvenal - respondió el jefe, mostrando intimidad. - Marcelo va en la dirección correcta. La


próxima semana invertiremos en el último que falta. Para facilitar las cosas, organizaremos una
visita a la casa de Silvia, produciendo las sensaciones que pueden favorecer la acción de
Marcelo, creando en el Espíritu de nuestro viejo amigo el ambiente favorable que tanto él
como nosotros necesitamos.

- Yahoo!, Jefe, vamos a tener una buena fiesta, así que.... - Juvenal.

- Creo que sí, pero sólo tendremos que participar nosotros dos.

- Sí, claro. El único problema es el lisiado... - dijo Juvenal, bajito.

Eso no será un problema porque le dije que se mantuviera cerca de Leticia, siguiendo sus
pensamientos y estimulando sus sentimientos en dirección a Marcelo. Será como una
evaluación para su continuidad con los años. No podrá abandonar su presencia durante todo el
fin de semana. Luego, el lunes, volveremos para ver cómo fueron las cosas, lo que nos
garantiza dos largos días en la buena compañía de esa mujer...

- Bien, jefe. ¿Pero qué pasa con el personal del departamento?

Al preguntar esto, Juvenal se refería a las entidades turbias que seguían trabajando en el
oscuro despacho espiritual y que solían enredarse en la vida personal de sus miembros
encarnados, tanto dentro como fuera de sus actividades profesionales.

Era muy común que cada uno de los abogados encarnados en el despacho, las cabezas
pensantes de ese entorno, se vieran constantemente acompañados, inspirados por Espíritus
que sintonizaban con sus tendencias al mismo tiempo que eran vigilados o "protegidos" por
ese tipo de malas compañías que los veían como socios materializados de sus oscuros
intereses.

- No te preocupes, Juvenal. Ya me he comunicado con el jefe del departamento -como


llamaban a la oficina espiritual- y, haciendo uso de la carta blanca de la organización, he
solicitado el despido de los empleados asignados a la escolta de fin de semana, porque nos
haremos cargo del servicio de las dos mujeres, Leticia y Silvia. Les pedí que continuaran con la
"escolta" en relación a Marcelo y Marisa, para que el estado de desajuste entre ellos siga
sucediendo, favoreciendo nuestros objetivos.

- Muy bien pensado, jefe. El fin de semana será de completa diversión. - Sí, Juva, sin embargo,
tendremos que hacer uso de la "fantasía" para que nuestros planes tengan éxito.

- Muy bien, jefe. Con o sin fantasía, el placer será el mismo... No puedo esperar.

Como el lector ya puede imaginar, la fantasía a la que ambos se referían correspondía a la


forma física o a la apariencia del propio Marcelo, que ambos adoptarían para involucrar a
Silvia, antigua compañera de orgías en el mundo invisible, en la sensación de placer en
compañía del compañero de oficina.

Tales sensaciones serían tan fuertes, fácilmente cultivadas por el espíritu depravado de Silvia,
que al reanudar el cuerpo físico, después de una noche de sueño, la figura de Marcelo
dominaría sus recuerdos de tal manera que, en el siguiente encuentro con él, todas esas
emociones volverían a la superficie de su conciencia, provocando su más cálido interés por
aquel cuya imagen se cristalizó en su mente como resultado del sueño abrumador. En realidad,
sin embargo, Marcelo no tendría una participación directa en esa reunión, sino que su figura
estaría representada allí por Juvenal y por el Jefe, que, vestido como Marcelo, utilizaría la
misma técnica empleada al principio de la desarmonización que se produjo entre él y Marisa,
su mujer, cuando el Jefe utilizó la apariencia de Glauco, el amigo común.

El lector puede preguntarse por qué tales espíritus pueden utilizar la forma de otros para
crear este tipo de confusión. ¿Dónde estaría Dios, que no lo impediría?

Estas preguntas, aunque comprensibles en el profano, pierden sentido cuando el


conocimiento de las leyes espirituales es mayor.
Al principio, todos los hombres tienen garantizado el acceso a las altas regiones espirituales y
a la protección luminosa de los amigos invisibles, ganada con buenas acciones, nobles
sentimientos y oración sincera.

Sin embargo, la ley de la libertad garantiza a cualquier persona la elección de lo que más le
interesa, y en los casos descritos hasta ahora no encontramos a ninguno de nuestros
personajes deseando la compañía de seres luminosos.

Además, dentro de las leyes espirituales que rigen la forma de las entidades, tenemos la
doctrina del espíritu que explica que una de las características del cuerpo fluídico que todos
poseemos, y que se llama Periespíritu, es su maleabilidad. Al ser un cuerpo de materia
enrarecida, más sutil, sus moléculas son fácilmente moldeables según el deseo del espíritu que
lo dirige.

Comparativamente, el periespíritu sería como una prenda que el lector se pondría y que,
maleable por excelencia, adoptaría la forma, la estructura general de las líneas que su voluntad
quisiera darle.

Es natural que la mayoría de las entidades espirituales, ignorantes de estas características,


impriman en este ropaje que cubre su esencia espiritual la forma que su individualidad poseía
durante su vida física, siendo la mente la fuente determinante de las formas exteriores.

Esto explica, muchas veces, la presentación enfermiza de ciertos Espíritus que, incorporando a
su personalidad la enfermedad física de la que fueron víctimas en el cuerpo carnal después de
su muerte, continúan presentándose espiritualmente con las mismas características
enfermizas, porque han moldeado su forma fluídica de acuerdo con las ideas que conservan
archivadas en su mente inmortal, todavía muy ligadas a la noción de la enfermedad que los
afligió durante tal etapa evolutiva.

Sin embargo, hay espíritus que, a pesar de estar dedicados al mal, guardan el conocimiento de
estas leyes naturales del periespíritu y, comprendiendo el mecanismo de la voluntad y de la
fijación del pensamiento, manipulan estas estructuras plásticas que revisten el alma, pudiendo
imprimir en su apariencia la forma que desean, especialmente si es para impresionar, asustar o
atemorizar.

Y así, no es difícil que los Espíritus entrenados en estos procesos por organizaciones de
entidad ignorante y temporalmente dedicadas al mal, desarrollen esta capacidad que puede
ser comparada con la capacidad de la memoria, de la mente fotográfica, de la concentración,
facilidades que, perteneciendo a la naturaleza del ser humano, pueden ser utilizadas tanto
para el bien como para el mal, como sucede todos los días, cuando personas dotadas del poder
mental de la misma se valen de ella para producir daños y fraudes de todo tipo en los caminos
de sus semejantes.

Estas enseñanzas son fácilmente comprensibles y se encuentran en los textos contenidos en El


Libro de los Espíritus,... "El Libro de los Médiums"... y en varias obras de la Doctrina Espírita,
para la profundización de tales conocimientos, y que explican la naturaleza, las características
y peculiaridades de ese cuerpo fluídico que Pablo de Tarso llamó CUERPO ESPIRITUAL, que los
egipcios llamaron KÁ, que otras corrientes eruditas llaman CUERPO BIOPLÁSMICO, PSICOSO y
que la Doctrina Espírita llama PERISPIRITO.

Las afirmaciones de Jesús son claras en la acústica mental de todos nosotros:


"Reza y vigila" - enseñó el Divino Amigo, en la indispensable alerta para todos los que
pudieran tener oídos para oír y ojos para ver, manteniéndose protegidos y no metiéndose en
situaciones que pudieran, personalmente, evitar.

Ninguno de nuestros personajes se dedicó a eso tan anticuado -como dicen muchos- de rezar
y velar, de evitar situaciones difíciles y tentadoras, de actuar correctamente, de no querer lo
que es del otro, de evitar causar daño.

Y como casi nadie se protege a sí mismo, los hombres y mujeres que han perdido sus cuerpos
carnales, pero siguen viviendo en el Espíritu, llevando consigo las mismas deficiencias de
carácter que marcan a los que aún viven en el mundo, se acercan a disfrutar de las mismas
sensaciones de antes, de las mismas aventuras de antaño, de los mismos bajos placeres y
contenidos animales que caracterizaron su incipiente etapa evolutiva durante sus vidas
carnales.

Así, encuentran muchos compañeros en los mismos niveles de sensación y deseo, y es muy
fácil que influyan en ellos o los animen a desarrollar las mismas tendencias y se conviertan en
elementos de los que puedan chupar el nivel inferior de energía que los abastece incluso
después de la muerte física.

Y tales grupos de entidades, ignorantes de las leyes espirituales que rigen la vida antes y
después de la tumba, constituyen verdaderas pandillas que se agitan en torno a la fuente
fangosa a la que se unen, de la que beben el barro y, al mismo tiempo, hacen todo lo posible
para proteger esa fuente de las acciones transformadoras del bien.

Así es como tales entidades se conducen con los encarnados que les proporcionan el material
fluídico denso con el que se alimentan en la locura del momento en que viven.

Cada encarnado se ve envuelto en el tipo de protección que elige para sí mismo.

En ninguno de nuestros amigos hemos podido ver un instante de elevación, una actitud de
limpieza moral, un esfuerzo por vivir principios nobles.

Todos ellos estaban muy contentos de permanecer en la jerga común, en la zanja de la


mayoría de la gente, como si encontraran allí la normalidad que les absolviera de cualquier
delito con la excusa simplista de que "todos hacían lo mismo".

Recordemos que Jesús nos enseñó que "lo grande es el camino que lleva a la perdición".

Y al mismo tiempo que se refería a esta largueza, queriendo enseñar que era un camino
amplio y fácil de seguir, tenemos también la idea de que, sin alterar el sentido principal del
mensaje de Cristo, el camino que lleva a la perdición es también amplio, para que pueda dar
cabida a la inmensidad de personas que utilizan el criterio de la mayoría insensata, para
justificar sus actitudes igualmente insensatas.

Así nos atrevemos a interpretar las palabras de Jesús, diciendo que el camino de la perdición
es amplio para que en él quepan también la MAYORÍA DEL PUEBLO, los INCONSEJABLES Y LOS
ADORMES.

8
LAS ESTRATEGIAS

Mientras el fin de semana prometía algunas aventuras extravagantes para las entidades
equivocadas en el mal, en la explotación de los placeres inferiores, observemos el panorama
que envolvía a Marisa, la esposa de Marcelo.

Desde aquella fatídica noche en la que, a través de su sueño, se vio envuelta en la imagen de
Glauco, su inmadura mente vivió por turnos la idealización de aquellos emocionantes
momentos.

Sin comprender el potencial creativo y modelador del pensamiento que, impulsado por la
voluntad, comienza a producir las figuras vivas que orbitan en la atmósfera magnética del
encarnado y las generó, Marisa fue la expresión de la ilusión femenina, enamorada de una
imagen que había sido sembrada en el Espíritu invigilante durante el sueño.

Glauco, de hecho, era un chico que, de vez en cuando, formaba parte de las divertidas
reuniones de los fines de semana, normalmente acompañado de su prometida, siempre que
dichas reuniones tenían lugar en algún restaurante o bar de la ciudad.

Era un joven bien posicionado, seguro de sus opiniones, sincero en su relación con Gláucia, su
cariñosa compañera. Sus tareas profesionales en el ámbito de la consultoría empresarial
favorecieron su ascenso social, reflejado en la calidad de su ropa y sus coches. Y aunque no
tenía el defecto de presumir ante sus amigos, los que formaban parte de su convivencia,
naturalmente acostumbrados a medirse por sus apariencias, siempre veían en él a la persona
mejor posicionada, hecho que despertaba mudos celos en la mayoría de sus "supuestos
amigos", cuando no despertaba claras envidias en el corazón de algunos otros.

Marisa miraba a Glauco como si codiciara algo valioso y, aunque permaneciera unida a
Marcel, en ese tipo de unión cuyo fundamento principal es el interés físico y la conveniencia de
las apariencias, sus miradas sabían buscar un buen partido y la posibilidad de destacar que tal
conquista representaba en la vida de cualquier mujer.

La propia prometida de Glauco era vista por sus falsas amigas como una mujer pretenciosa
que desfilaba por los lugares junto a su futuro marido con aires de superioridad, provocando
malestar en la intimidad de las demás mujeres del grupo, que la veían como una arrogante y
snob.

De hecho, las mujeres que evalúan a las mujeres siempre se han permitido tomar el espinoso
camino de la desconfianza porque, desgraciadamente, en los desarrollos sociales y culturales
que han guiado la evolución de las mujeres hasta hoy, siempre han sido entrenadas para no
confiar en ninguna otra.

Salvo raras excepciones, todos padecían la ausencia de amigos sinceros, compensando tan
esencial soledad con la superficial convivencia entre ellos, cuando todos eran muy amigos,
pero en el fondo siempre estaban armados y vigilándose mutuamente.

No importaba que fueran mujeres casadas. Para ellas, que se conocían muy bien, bastaba con
que fueran mujeres y el peligro ya estaba anunciado.

Del mismo modo, Marisa se dirigía a sí misma, sin que los demás lo notaran.
Su admiración por la figura de Glauco ya estaba ahí más allá de una simple condición normal
en la que uno observa las virtudes de otro para intentar vivirlas en uno mismo.

En el fondo, Marisa se permitía arrastrarse a esos momentos sociales con la expectativa de


encontrar al chico que sentía que, en el fondo, era el que le garantizaría la mejor posición
entre los demás.

Y eso le dolía en el alma, ya que Marcelo, aunque no era menos guapo que Glauco, estaba
dotado de una clase inferior, no tenía el mismo estilo y el gusto refinado del prometido de
Gláucia.

Así, Marisa sufría, tanto cuando la pareja no se presentaba en las reuniones festivas del grupo
porque, a partir de entonces, ya no interesaban sus deseos, como cuando la pareja estaba
presente en ellas porque, entonces, tenía que gestionar sus propias emociones, tenía que
estar constantemente vigilante para que sus sentimientos e intereses por Glauco no se
hicieran evidentes ante las miradas inteligentes de las demás mujeres del grupo.

Además, mientras se deleitaba con la visión del hombre codiciado, tenía que aguantar la
postura esponjosa de Gláucia, la novia, que siempre se esforzaba por participar en las
conversaciones, hablando de las rutinas de felicidad que vivía junto a su compañero, en viajes,
salidas, en eventos.

De hecho, Gláucia no era una mujer fútil como la clasificaban los demás. Sólo que, ante la
curiosidad de sus supuestos amigos, informó un poco de su vida cotidiana con su prometido,
para que no la consideraran una persona desagradable que no revelaba nada de su vida diaria.

Sin embargo, cuando decía algo interesante, siempre era interpretada por los demás, infelices
y frustrados, como una snob, pretenciosa, arrogante y convencida.

No importaba la condición, Marisa siempre estaba dolida, ya fuera por la ausencia de aquel
viril representante de la estirpe masculina, o por su presencia y la imposibilidad de disfrutar de
la íntima compañía de Gláucia.

Por eso, hace tiempo que la mujer de Marcelo no se quita de la cabeza a Glauco, siempre
intentando inducir a su marido a parecerse a él, a imitar su estilo, llevando su nombre a las
conversaciones íntimas, como si no quisiera nada, pero que, en el fondo, está aprovechando
una oportunidad para castigar a su compañero. Marcelo no tuvo tanta perspicacia para
prestar atención a la profundidad de estos temas o comentarios, llevándolos siempre al lado
de la provocación de su vanidad masculina, sin evaluar lo que, en realidad, podría estar
ocurriendo con su esposa. Y como Marisa, en el patrón de formas de pensamiento que creó a
su alrededor en el plano espiritual, demostró su vulnerabilidad afectiva y su deseo de
involucrarse más íntimamente con Glauco, este fue el camino que tomó la acción de la
espiritualidad inferior para, utilizando esta inclinación, estimular en su alma un deseo aún
mayor por el conocimiento del fin de semana, como Glauco realmente se presentó. A partir de
entonces, lo que era un interés contenido en el pensamiento de Marisa se convirtió en una
idea obsesiva, descontrolando sus emociones de tal manera que huyó de la propia compañía
masculina de su marido.

Muchas veces había soportado la intimidad con Marcelo sólo para fantasear con relacionarse
con Glauco, lo que se convirtió en un martirio para sus sentimientos, momento en el que
decidió no mantener una relación íntima con su marido hasta que pasara dicha fase. Además,
como ya se explicó al principio, utilizaría esta arma como una forma de influir en su marido
para que busque ser como la que atrajo sus intereses como mujer.

Si Marcelo se esforzaba por parecerse al que ella admiraba, tal vez podría trasladar el foco de
su admiración a su propio marido y, así, las cosas volverían a la normalidad, entre ellos.

Sin embargo, no hizo nada al respecto. No vigiló sus pensamientos, no mejoró la calidad de
sus sentimientos, y desde el fatídico y excitante sueño no hizo otra cosa que cultivar la
emoción que había experimentado en él, esperando hacerla realidad a cualquier precio.

No había tratado de combatir en sí mismo las ideas nocivas, ni había alejado de sus
pensamientos tal sugerencia subliminal, tratando de realzar las cualidades de su propio
marido, tratando de valorar su figura personal, desarrollando ojos generosos para sus
esfuerzos, para sus virtudes como compañero de todas las horas.

Al fin y al cabo, llevaban algunos años juntos y, hasta entonces, sus vidas siempre tuvieron el
sello del placer común, de las aventuras atrevidas en busca de emociones exóticas, de los
viajes de exploración, de las vacaciones interesantes en lugares nuevos y diferentes.

Y fue gracias a Marcelo que ella, sin tener que trabajar, pudo llevar una vida de tranquilidad y
facilidad, una vida que no pudo aprovechar en cosas útiles y oportunidades de aprendizaje.

De hecho, Marcelo se había convertido en un estorbo en su existencia al compararlo con el


nuevo príncipe de sus ilusiones femeninas.

Su voz era molesta, sus modales en la mesa eran descuidados, sus expresiones no tenían la
brillantez de las que utilizaba Glauco, su conversación era siempre banal y sus comentarios
superficiales sobre todas las cosas.

Por culpa de Glauco, Marisa había empezado a adoptar otras rutinas que sabía que eran
apreciadas por él. Empezó a cuidarse más el pelo, ya que a Glauco parecían gustarle las
mujeres con pelo largo y liso. Comenzó a preocuparse por el color de su piel, naturalmente
blanca, observando que Glaucia siempre llevaba su tez amorenada por el sol, lo que la obligaba
a seguir este mismo patrón para atraer la atención del chico.

- Todavía está sólo comprometido. Si con los hombres casados las cosas pueden retroceder,
¿qué pasa con el que aún no se ha colgado definitivamente? - Marisa hablaba para sí misma,
justificando sus esfuerzos por ganarse los ojos de Glauco a su lado, sin recordar que ella misma
estaba comprometida con Marcelo. Así, Marisa comenzó a cambiar sus hábitos, dedicándose a
sesiones de bronceado, disculpándose con su marido, alegando que se había cansado de ese
color enfermizo y que la moda, ahora, era presentarse más morena.

Al mismo tiempo, comenzó a asistir al club, buscando las horas de sol natural para reforzar el
color del bronceado, resaltando las marcas de las piezas utilizadas en la piscina, mejorando su
aspecto. No despreciaba algunas sesiones de gimnasio con las que intentaba dar un mejor
tono muscular a sus ya insinuantes formas.

Unas cuantas sesiones más en la peluquería y, según sus intereses ocultos, estaría en
condiciones de luchar por aquel interesante chico que, hasta esos días, nunca la había tratado
con ninguna deferencia ni privilegio.

Glauco siempre se había mantenido a distancia de ella como de cualquier otra, tratando
siempre de resaltar su conexión con Gláucia y su aparente estado de felicidad.
Esto fue una puñalada no sólo en el corazón de Marisa, sino en el de algunas otras mujeres del
grupo que, al observar su carácter de fidelidad y alegría al lado de la novia, se molestaron aún
más, comparándolas con las relaciones vacías y mentirosas que tenían con sus maridos o
novios.

La felicidad de los demás es siempre una amarga espina en la garganta de quienes son
incompetentes para construir su propia felicidad.

- Dudo que sean tan felices como parecen en los chiringuitos de la vida -habló Marisa para sí
misma, queriendo creer que, en aquella fortaleza de entendimiento, debía haber alguna
brecha de insatisfacción que pudiera ser aprovechada por ella.

Y cuando la conversación íntima entre las mujeres se centraba en el tema Gláucia/Glauco,


siempre había un pequeño grupo que compartía las mismas ideas, imaginando que la pareja
interpretaba muy bien el papel de tortolitos apasionados.

No faltó quien dijera que había notado cierto aire de aburrimiento en la mirada de Glauco o
que había presenciado una expresión de desaprobación en su rostro ante algún comentario de
Gláucia.

Este tipo de conversación alimentó la emoción de Marisa por la conquista. Al cabo de unas
semanas, ya estaba trabajando con la posibilidad concreta de elaborar una estrategia para
involucrar al chico en las redes de seducción. Esto pidió la transformación de su apariencia,
adoptando algunas que Glaucia presentaba y que parecían contar con la aprobación de Glauco,
además de comenzar a exhibir partes del cuerpo que, según las tácticas femeninas, serían
atractivas para las miradas masculinas, pero haciéndolas de una manera especial que mezclaba
la discreción con el atrevimiento.

Y si Glauco se inclinaba a su favor, a Marisa ya no le importaba la relación que mantenía con


Marcelo, y aunque éste obtuviera todas las mejoras profesionales que le equipararan al novio
de Gláucia, eso no le impediría dejarlo para establecer su idilio con el nuevo pretendido.

Al establecer este plan, parece que una nueva vida se ha apoderado de la monótona rutina de
Marisa.

Una emoción diferente la despertaba cada mañana porque podía tener un día más en el
empeño de acercarse al objeto de su deseo.

Mientras Marcelo estaba en casa, ella se sentía incómoda, pero en cuanto él se iba a trabajar,
podía dar rienda suelta a toda la pasión que crecía en su interior. Puso música romántica en su
entorno y bailó sola, imaginándose abrazada a Glauco.

Después de un tiempo en el que sus pensamientos fueron estimulados aún más por la
presencia de los entes inferiores, que se aprovecharon de esta aceleración desenfrenada de las
emociones de la joven; comenzó a desear intensamente que Marcelo se involucrara con otra
mujer porque, de esta manera, todo sería más fácil para deshacerse de él.

- Quién sabe si, sin dar rienda suelta a sus impulsos masculinos, no acaba buscando alguna
otra mujer por ahí y así me permite ser libre para ir a donde más quiero. Intentaré mantener la
calma para que él, alucinado como siempre, se sienta empujado a satisfacerse con alguna otra
y, en cuanto me entere, romperé la relación alegando todas las razones del mundo por haber
sido traicionado. Al fin y al cabo, mujer en esa oficina no falta.
Marisa sabía que sus actitudes podían desequilibrar el interés de su marido, poniéndolo,
vulnerable, en contacto con las otras mujeres que conocía allí en la oficina y que, como
hembras en un mundo de perros, podían aprovecharse fácilmente del hombre necesitado e
iniciar la participación ilícita.

Como esposa, entonces, empezaría a supervisar las actitudes de Marcelo, como quien no
quiere la cosa y sin que él se dé cuenta, para que, en cualquier situación, sospechosa, pueda
encontrar motivos para alegar traición y deshacerse de su compañía, sin perder la razón
aparente.

Mientras tanto, seguiría con sus estrategias de conquista en relación a Glauco que exigían,
además de las modificaciones naturales de su apariencia, una investigación detallada sobre los
intereses, hábitos, gustos y usos respecto a Gláucia, la novia.

Tendría que saber quién era, dónde vivía, quiénes eran sus padres, cuáles eran sus hábitos,
cómo pensaba. Esta necesidad imponía un determinado enfoque para que, conociendo mejor
el terreno donde iba a luchar, supiera qué armas elegir para la lucha de conquista contra su
principal enemigo.

Después de establecer este proyecto, decidió que necesitaría acercarse a Glaucia, buscando
intercambiar ideas, pedir consejo y establecer una forma de convivencia más íntima, que
incluso podría facilitar el acercamiento con el propio Glaucia, así como conocer sus hábitos y
gustos para insertar todo esto en su estrategia.

Por eso, en el fin de semana que tendría por delante, había concertado con Gláucia un
encuentro en un centro comercial de la ciudad para hablar, alegando la necesidad de
desahogarse y pedir consejo por la difícil relación personal que mantenía con Marcelo.
Necesitaba pretextar alguna motivación más seria para que la joven no eludiera la invitación.

Entonces, por teléfono, Marisa y Gláucia dijeron.

- Sabes, Gláucia, admiro mucho la relación equilibrada que tenéis tú y tu prometido y me hace
pensar que tu opinión es la más armoniosa que podría tener, cuando se trata de la dirección
de mi matrimonio.

- Cielos, Marisa, tú y Marcelo siempre me parecieron tan bien... - exclamó Gláucia.

- Eso es para que veas lo superficiales que son las cosas. Me estoy desesperando y no sé cómo
proceder. Por eso me gustaría hablar con alguien que me ayude, me escuche, me aconseje,
para que si el error está en mí, pueda corregirlo y mantener mi matrimonio unido, ya que no
quiero separarme.

- Pero, ¿las cosas están ya en esa tesitura?

- Mira, Gláucia, van en esa dirección. Ya ni siquiera mantengo la intimidad con él porque
sospecho de ciertas cosas que hace. No tengo pruebas contundentes, pero... ya nos conoces a
las mujeres... Una conversación torcida por aquí, una llamada telefónica por allá, un retraso
por allá, un nombre de mujer en medio... luego se juntan las cosas y el panorama se vuelve
más o menos peligroso.

Así que necesito contarle las cosas a alguien que me escuche y que, por experiencia, pueda
decirme si tengo razón al sospechar o si todo es una locura por mi parte.
A veces me enfado... no sé qué pensar. Y antes de volverme loco o hacer alguna tontería,
necesito hablar con alguien.

Viendo el drama aparentemente real que la esposa de Marcelo le presentaba por teléfono,
Gláucia se vio llamada a dar una solidaridad fraternal a lo que le parecía más bien una esposa
feliz, en la manifestación de las apariencias de un mundo ilusorio, pero que, en verdad, estaba
desesperadamente perdida para ella, en busca de una solución a sus problemas afectivos.

Como esto no le costaría nada, Gláucia aceptó la invitación y así concertaron un encuentro ese
fin de semana para que Marisa se desahogara.

Sería la primera vez que las dos se verían a solas, en una conversación más larga, a través de la
cual Marisa estudiaría el terreno y conocería mejor la forma de pensar de Gláucia. Y nada
mejor para ello que estar necesitado de consejo, inventando mentiras e invirtiendo la
verdadera historia, ya que la joven novia de Glauco nunca conocería la realidad porque no
tenía intimidad con Marcelo y porque Marisa pediría el más absoluto secreto de esa
conversación para que el propio Glauco no acabara poniendo en peligro la solución de esos
problemas personales.

Su salida de casa no despertaría sospechas en Marcelo que, de hecho, ya estaba


acostumbrado a dejar que su mujer pasease por los centros comerciales de la ciudad, en esa
distracción tan común para la mayoría de la gente.

En realidad, la ausencia de Marisa en casa representaba para Marcelo un verdadero alivio,


ahora que, con su acercamiento a Camila y sus contactos diarios con la joven belleza de la
oficina, él mismo ya no se sentía atraído por la compañía de su mujer, encontrando, en su
colega de profesión, el reconocimiento y el aprecio que su propia esposa había empezado a
negarle.

El fin de semana, entonces, sería de ensoñaciones afectivas para el marido y de exploración


estratégica para la mujer, ambos trabajando en una dirección diferente de la unión que antes
habían adoptado como camino común hacia la felicidad.

Detrás de ambos estaban las entidades vinculadas al Departamento, estimulando, en Marcelo


y en Marisa, los sueños y las construcciones espurias de un sentimiento infiel, lejos de la
conversación franca y honesta de uno con el otro que, una vez sucedida, podría evitar para
ambos los dolores y las incomodidades que fatalmente les estarían reservadas para el futuro.

Mientras tanto, el jefe y Juvenal se deleitaban en las emociones animadoras que compartían
al lado de Silvia, retiradas del cuerpo y conducidas, en Espíritu, a los encuentros lascivos y
licenciosos en los que, implicados ambos que, haciéndose parecer a Marcelo, despertaban en
la mujer las emociones más degradantes y los deseos mal controlados, en una noche de
desajustes que no nos conviene detallar para que las imágenes inferiores no se multipliquen
en la mente de los lectores.

Lo que debemos señalar, sin embargo, es el hecho de que, durante el descanso físico,
nuestros Espíritus buscan o son llevados a aquellos ambientes con los que están en sintonía,
junto con entidades que comparten las mismas inclinaciones y deseos.

Si estamos dotados de sentimientos nobles, buscaremos o nos llevarán a esos lugares. Si nos
dejamos envolver por sentimientos inferiores, encontraremos los lugares igualmente inferiores
que nos reciben como invitados y en los que siempre tendremos la compañía adecuada a lo
que buscamos.

Y no faltan, en las regiones astrales, en las dimensiones espirituales que se encuentran cerca
de la superficie de la Tierra, ambientes degenerados en los que Espíritus de igual contenido se
permiten las mismas bajas emociones que los niveles más bajos de la animalidad irracional.
Así como la Tierra está poblada de lugares conocidos como clubes nocturnos o "infiernos",
nombre sugestivo que hace referencia al tipo de vibraciones que allí se desarrollan, el
ambiente que le sucede inmediatamente en la dimensión fluídica del mundo invisible también
tiene una extrema similitud con los ideales más inferiores del ser humano, y los
correspondientes clubes nocturnos e "infiernos", siempre visitados por criaturas aún más
degeneradas que las que frecuentan tales lugares en la Tierra. En los ambientes de la
dimensión vibratoria inferior, las almas que son atraídas allí o que los buscan como ejercicio de
placer adictivo, se presentan según el estado de desequilibrio mental y emocional, que muchas
veces los transforma en seres grotescos y deformes, exhalando una atmósfera pestilente que
produciría sensaciones de repulsión en el más vicioso de los encarnados frecuentadores de
este tipo de entretenimiento en las noches terrestres.

LA REUNIÓN DE LA ASTUCIA

INOCENTEMENTE

A la hora y en el lugar señalados, Gláucia y Marisa se reunieron, tal y como habían acordado,
para que durante un tiempo pudieran entenderse sin ser molestadas por compañías
indeseables.

Se saludaron de forma habitual y, habiendo elegido un rincón más aislado, pudieron colocarse
para el inicio de la conversación, tal y como había pedido la mujer de Marcelo.

- ¡Ah! Gláucia, no sé ni por dónde empezar -se expresó Marisa, queriendo imprimir un tono
trágico de sufrimiento a su discurso.

- Vamos, Marisa, empieza por donde quieras que te escuche. - contestó la amiga que ni de
lejos se imaginaba que en realidad era una situación simulada para que su vida personal y las
rutinas de su relación con Glauco acabaran en conocimiento de Marisa.

- Bueno, Gláucia, en primer lugar me gustaría agradecerte tu comprensión al escucharme


porque, hoy en día, es muy difícil que contemos con alguien que tenga tiempo para perderlo
compartiendo nuestras dificultades con nosotros. Pero si no fuera por ti, que nos conoces
desde hace tiempo, no sabría a quién recurrir, ya que no veo en nadie más las cualidades de
equilibrio y madurez que percibo en ti y en Glauco.

- No del todo, Marisa. Somos gente corriente, sin nada especial. - Puede que a mucha gente le
parezca así, pero yo siempre he observado cómo os lleváis tan bien, cómo estáis siempre
contentos y os tratáis con cariño, algo que es tan raro incluso en aquellas parejas de amigos
nuestros que llevan más tiempo en contacto.
- Es cierto, Marisa - respondió Gláucia, sonriente y feliz. - Nos llevamos muy bien y creo que
pocos de los que conocemos se entienden tanto como nosotros.

- Por eso he pedido tu ayuda para que me aconsejes.

- Así que habla de lo que te preocupa, Marisa;

Y a partir de entonces, la esposa de Marcelo empezó a denunciar que su marido era diferente
a ella, adoptando una actitud de distanciamiento, diciendo que ya no la buscaba íntimamente,
lo que le hizo sospechar de la existencia de otra mujer.

Con la mentalidad creativa que la mala intención sabe estimular en la mente de quienes se
conducen por los tortuosos caminos de la intriga, alimentada por la compañía de los entes
ignorantes que la asesoraban al mando del Departamento, Marisa alineó una serie de hechos
que, a los ojos de cualquier persona más desprevenida, podrían producir la clara impresión de
que su marido se conducía por caminos sospechosos.

Habló de los teléfonos de las mujeres, del acoso de algunas amigas en la oficina que siempre
consideró peligroso para la estabilidad de su matrimonio, entre otros detalles.

En ningún momento se refirió a su posición de desprendimiento deliberado, ni a su relación


abierta y sin policías. Revirtiendo todas las noticias, atribuyó sólo a su marido la
responsabilidad de cambiar la rutina familiar.

Gláucia escuchaba y, al mismo tiempo que se sentía sorprendida, en su fuero interno, con
aquella conducta de Marcelo, procuraba mantener una postura exterior de serenidad para que
ninguna reacción física por su parte fuera interpretada como un prejuicio o una aceptación de
la sospecha de Marisa.

- ¿No crees -dijo Gláucia- que el tipo de actividad profesional que posee Marcelo permite o
impone un contacto con las mujeres tanto como con los hombres? Al fin y al cabo, hay
clientas, por no hablar de los compañeros de oficina, con los que Marcelo necesita tener una
relación profesional. Esto es normal en las actividades de las personas que trabajan en el área
jurídica, en el área empresarial, en el área médica, entre otras.

- Sí, Gláucia - respondió Marisa, deseando parecer maleable en las observaciones. - También
trato de pensar en ese lado. Sin embargo, eso sería aceptable si todavía se interesara por mí, si
me buscara como antes. Pero como se aleja sin una explicación, me pierdo y empiezo a pensar
en todas las hipótesis posibles. ¿No harías lo mismo si yo fuera tú?

La pregunta sonó como una invitación a que Gláucia revelara su forma de proceder en
relación con su prometido, entrando en el verdadero tema que interesaba a Marisa.

Sin embargo, el amigo, pareciendo no entender su deseo, le respondió preguntando:

- ¿Has hablado con Marcelo de ello? ¿Has estado en su oficina para conocer a sus amigos y
presentarte como su esposa?

- Bueno, Gláucia -dijo Marisa, disimulando la irritación por no poder entrar en el tema
deseado- no tengo mucho tiempo para hablar con él y, de hecho, no hay muchos temas de
interés común. Siempre llega cansado, cuando no es demasiado tarde y me encuentra
durmiendo. A menudo, cuando llega, no estoy en casa. Eso nos dificulta la comprensión.
Además, las pocas veces que intenté tocar el tema, se mostró hostil y evasivo, negando
cualquier situación extraña y diciendo que me estaba volviendo loca porque no tenía nada que
hacer en todo el día. Que seguía pensando en tonterías por tener la mente vacía.

- Y la oficina, ¿has estado alguna vez allí? ¿Se ha dado a conocer a las demás personas que
trabajan con él?

- A decir verdad, sólo he estado allí una vez en mucho tiempo. Algunas de las personas que
están hoy en día ni siquiera estaban allí todavía. Fue justo al principio, cuando el doctor Josué,
muy enfermo, presentó a Marcelo a los otros dos socios para que se quedara en la consulta
atendiendo los casos que ya no podía seguir por la enfermedad que finalmente le llevó a la
muerte.

Por cierto, Gláucia, sentí algo tan malo por dentro que me juré no volver a poner los pies en
ese lugar.

Y con la intención de dar más espacio a las confesiones de la mujer de Marcelo, Gláucia
preguntó:

- ¿Qué quieres decir? ¿Hicieron algo por ti?

- No, directamente nada. Sin embargo, desde ese momento pude ver que ese lugar debía
tener una atmósfera negativa..... Los tres socios principales parecían tres águilas dispuestas a
cortejarse, aunque se trataban con cordialidad y respeto. Ninguna palabra era pronunciada sin
una intención liberadora, y cada exclamación de admiración traía una segunda intención
detrás.

- Una cosa de abogados, mi niña... - comentó Gláucia.

- Sí, más bien una cosa de demonios...

- ¿Así de serio?

- Lo hace. Al fin y al cabo, el lugar es muy suntuoso, hay mucho dinero corriendo, mucha gente
influyente pasando por allí, políticos, empresarios, gente peligrosa y poderosa y, ya sabes,
donde hay mucho dinero, siempre hay mucha suciedad.

Todos son más señores que chicos, pero durante el poco tiempo que he estado allí, he podido
sentir sus ojos desnudándome como si fuera un trozo de carne expuesto al aprecio. Tenía muy
mala pinta. Sin embargo, evité comentarlo con Marcelo para que no se impresionara por ello,
sino que, por el contrario, aceptara el trabajo que representaba un salto en su carrera como
abogado. Sólo el doctor Josué me pareció menos peligroso, seguramente por la avanzada
enfermedad que le consumía. Sin embargo, pude sentir que entre los tres había mucha
divergencia y poca confianza.

Tanto es así que, justo después de la muerte de Josué, sus clientes pasaron a la
responsabilidad de los otros dos principales propietarios del despacho y Marcelo acabó siendo
invitado por Alberto a permanecer en su equipo, en el que acabaron incorporándose los otros
abogados a los que me refería.

Entre ellas, sólo conocí a la mayor, Silvia, que ya estaba casada y me pareció una mujer
normal, sin nada diferente a las demás. Me trató muy bien en los pocos momentos que pude
estar con ella, en una fiesta de un conocido de mi marido, a la que asistí con él. A los otros dos
no los conozco y ellos no me conocen a mí, y Marcelo siempre trató de evitar tocar sus
nombres para no darme celos.
- Pero tú, Marisa, eres una mujer hermosa y atractiva, con una cualidad que no se encuentra
fácilmente en las mujeres que hay. Confía en ti mismo y no te dejes llevar por fantasmas o
sospechas que pueden no ser ciertas. Además, hay periodos en la vida de las personas en los
que los intereses físicos se vuelven menos activos, sin que ello se corresponda con una
disminución del afecto. Sé tú el que se queda como amigo de Marcelo, hablando de las cosas
normales de la vida, no intimidándole con interrogatorios o sospechas, haciéndole sentir
querido en esos momentos difíciles para que si está realmente involucrado con alguien o con
ganas de involucrarse, su forma de proceder sea más suave, más agradable, más blanda,
pueda actuar en su propio beneficio, haciéndole sentir seguro a su lado y sin nada que le
empuje al paso equivocado o le estimule a una conducta de la que sabe que puede
arrepentirse.

- Entiendo...

- Cuando las mujeres se ponen en disputa con el mismo hombre, las que son más jóvenes en
la relación tienen inicialmente una gran ventaja porque producen diferentes estímulos en la
psique masculina. Sin embargo, los hombres que se encuentran comprometidos con una
relación anterior se sienten inseguros de cambiar su situación, poniendo en riesgo la seguridad
de lo que ya conocen, cuando la antigua pareja se muestra segura de su afecto, amiga y
comprensiva con las debilidades del otro, sin hacer presión ni crear situaciones de desgaste.
Ahí está la gran ventaja de la vieja relación ante la que parece nueva.

Si antes teníais un buen entendimiento físico, si seguís siendo una persona atractiva, si nada ha
cambiado en la estructura material de la vida de los dos, si consideráis que Marcelo puede
estar teniendo realmente una implicación externa, tened por seguro que la euforia de la
novedad acaba perdiendo ante la seguridad de la unión ya establecida, sobre todo si la antigua
compañera sabe entender este momento difícil que puede estar pasando y, en lugar de verlo
como tu hombre, entenderlo como tu hijo, en un proceso de crisis afectiva.

- Pero esa es la teoría de "Amélia", Gláucia. Lo aguanta todo tranquilamente y se hace la


muerta para no perder a su marido...

- Algunas personas interpretan las cosas de esa manera, Marisa, pero creo que de una manera
u otra todos tenemos que aprender a tener cierta tolerancia con nuestros propios errores. Y
como no somos infalibles, también admiramos la paciencia que puedan tener los demás con
nuestros errores, dándonos la oportunidad de corregirnos y volver al buen camino.

La expresión "Amelia" no puede ser la vulgarización de la inercia asustada ante la soledad.


Puede significar la mujer sin voluntad propia, el felpudo de su pareja, afectivamente
dependiente de él para todo. Sin embargo, no es eso lo que le estoy diciendo.

- ¿Qué es, entonces? - preguntó Marisa confundida, con su habitual superficialidad.

- Es una actitud activa, valiente y proactiva en el bien, sobre todo como forma de ayudar al
compañero a superar la dificultad a la que se enfrenta. No se trata de atosigarle en el
momento de la dificultad o de la duda, sino de intentar dejar caminos abiertos para la
comprensión sincera, aunque esto pueda suponer la actitud madura de dejarle libre para vivir
la aventura que esté dispuesto a vivir.

Pocos hombres se resisten a una sabia postura de su antigua compañera que, lejos de temer
perderlo por uno más joven, pone las cosas en su sitio, dándole la libertad de asumir la nueva
relación para que, si le hace feliz, se permita buscar la tan soñada felicidad.
La mujer que se posiciona con tal decencia que no se esconde tras el silencio de las puertas
para llorar sus penas y luego fingir que todo está bien como siempre ha sido, muestra a su
pareja tal capacidad de gestión y tal fortaleza que esto provoca un impacto positivo en la
estructura del hombre, esperando siempre una mujer llorona, tormentosa, amenazante,
escandalosa o casi suicida.

Cada vez que las mujeres se permiten este comportamiento desesperado, demuestran que no
merecen los esfuerzos de su pareja para mantener la relación que tenían con ellos. Parecen
niños malcriados, llorones y chantajistas que quieren usar trucos y brujería para mantener a
sus hombres. Esto las empequeñece ante las miradas masculinas, que se aseguran de que
sean más un estorbo o una piedra en el zapato que una mujer fuerte y segura a la que
admiran.

Esta fuerza y seguridad suele ser característica de la amante o pretendiente que, con su
discurso comprensivo, deja al hombre tranquilo para que decida el momento adecuado de
romper la antigua relación para mantener la novedad.

Y así, la esposa acaba empujando al inseguro marido y al hijo a los brazos del otro que, en el
fondo, no es diferente de ella. Sólo es capaz de jugar con las armas que posee, utilizando la
sensualidad y la astucia para sembrar en el objeto de su conquista los valores que la esposa ya
debería haber sembrado desde hace tiempo.

Cada vez que la esposa rechaza esta figura de la "Amelia" tradicional, y comienza a actuar
como alguien que tiene seguridad en sí misma, que no se deja engañar por las pretensiones,
que habla con franqueza y deja notar a su pareja que está interesada en su verdadera
felicidad, aunque sea con otra persona, esto provoca, como ya he dicho, un fuerte impacto en
el Espíritu masculino que, en ningún momento, espera tal reacción de ella. Y más que eso, el
hombre razonablemente ilustrado sabrá que pocas mujeres tendrán tanta confianza en sí
mismas como para actuar de esta manera, lo que se convierte en un punto favorable en su
valoración del escenario, de modo que las dudas e incertidumbres producidas por la
expectativa de la nueva aventura se disiparán al sol fuerte y firme de la conducta de la antigua
compañera, capaz de obtener de él una justa valoración de sus virtudes y valores.

Si su marido decide vivir la aventura de todos modos, puede hacerlo a la vista, ya no en la


clandestinidad que de por sí trae un ingrediente estimulante y atractivo. Cuando lo que era
prohibido y secreto se convierte en permitido y público, todo pierde un poco de emoción y la
relación espuria se convierte en otra relación normal, sujeta a los mismos problemas de un
matrimonio tradicional. Ya no hay enemigos que ganar, cosas que ocultar, complicidades que
mantener en el clima de batalla secreta que une a ambos contra el enemigo común: la esposa
engañada.

Como la esposa ya se ha posicionado liberando a su marido para que siga su camino, tanto él
como la nueva empresa estarán ahora atados el uno al otro, teniendo que gestionar los
mismos problemas que la pareja que se rompe probablemente ya se había planteado hace
tiempo en la antigua relación.

Ahora bien, si el hombre sólo estaba envuelto en la nueva emoción producida por la
experiencia de la quema, la postura adulta de su esposa producirá en él una conmoción de tal
naturaleza que será capaz de devolverle a su propia conciencia, recordándole que será muy
difícil que el ama posea la nobleza que la propia esposa está mostrando al permitirle, sin
escándalo, vivir la aventura de la manera que le parece buena.
Mientras Gláucia hablaba, Marisa se quedó con la boca abierta, admirando la manera firme y
sincera con la que la joven exteriorizaba estos conceptos que, en su mundo íntimo, eran
totalmente nuevos y un tanto absurdos.

Sin embargo, de un absurdo lógico inseparable. Ella misma, astuta como siempre se había
considerado, nunca había imaginado una evaluación tan precisa de las reacciones humanas al
contacto con una dificultad afectiva de esa naturaleza.

Al mismo tiempo que se perdía en cavilaciones filosóficas demasiado profundas para su hueca
cabeza, comenzó a observar a Glaucia como una peligrosa adversaria en el tratamiento de las
cosas del afecto, porque sabía que si todo lo que decía era algo que ella misma experimentaba,
sus posibilidades con Glaucia eran muy escasas, ya que estaba totalmente de acuerdo con los
conceptos que la joven que tenía delante le había expuesto en aquellos pocos minutos de
conversación.

Ningún hombre es capaz de cambiar un amigo seguro e incondicional por una aventura
atrevida que podría resultar un gran problema más adelante.

Incluso cuando la sexualidad interfiere en la opción inicial, haciendo que algunos hombres
inmaduros busquen aventuras con "cuerpos femeninos" para saciar sus dependencias
psicológicas, cuando se encuentran con las "almas femeninas", exigentes, caprichosas, celosas,
mezquinas, escondidas dentro de los cuerpos torneados; estos mismos hombres empiezan a
observar que, en general, estas "novedades" acaban siendo mucho peores que las antiguas
compañeras, que les dejaban libertad para partirse la cara en las aventuras físicas.

Marisa, como mujer, tenía esas ideas grabadas intuitivamente en su corazón, pero nunca
imaginó que encontraría a alguien que las defendiera de forma tan clara y convincente como
Gláucia.

Aprovechando su elocuencia, Marisa se arriesgó a preguntar:

- Es una teoría muy bonita, Gláucia, pero dudo que ninguna mujer la siga. En el fondo, todos
hacemos lo mismo siempre, tratando de demoler al traidor con la voluptuosidad de un tractor,
para verlo destrozado. ¿No lo crees?

- Creo que esa es la elección que la mayoría de la gente ha hecho porque no tiene la seguridad
de su propio afecto por su pareja.

Cuando una persona ama de verdad, su preocupación por la felicidad del otro es lo primero y
esto incluye incluso esta capacidad de renunciar para que la otra persona pueda buscar su
propia felicidad personal. Preferimos, Marisa, convertirnos en jaulas de oro, llenas de riquezas
o tesoros, pero permanecer cerrados en torno a aquellos a los que nos dedicamos. Cada uno
de los barrotes de esta jaula lo construimos con uno de los servicios que les prestamos. Así,
transformamos nuestras concesiones sexuales en algunas partes de la jaula. Convertimos la
ropa que lavamos, la comida que cocinamos, los niños que criamos en otros tantos barrotes de
esta jaula. Utilizamos el dinero que ganamos, las deudas que tenemos, los celos que
mostramos, la trepidación física como otras fuentes de encarcelamiento, pero en ningún
momento aceptamos que nuestros compañeros sean libres de volar donde quieran. Hasta que
no seamos así, nunca estaremos seguros de que están con nosotros por lo que representamos
en sus vidas y no porque estén suficientemente atados a nosotros, sin poder elegir o sin tener
el valor de arriesgar algo diferente.
Cuando alguien no es libre de irse, su permanencia no indica alegría por estar de nuestro lado.

Sólo cuando las puertas de la jaula están abiertas podemos admirar la fidelidad de quien está
a nuestro lado, que aunque se vaya, sigue ahí porque nos ama y nos quiere de verdad.

Es por falta de este sentimiento real que la mayoría de las mujeres se permiten esta estrategia
de actuación para atar con sus pegajosas telarañas, en las disputas entre ellas, a quienes
consideran su patrimonio y sobre los que deben ejercer una cruel y canina vigilancia.

En cualquier caso, pocos de ellos son capaces de disfrutar de la verdadera felicidad junto a la
persona que dicen amar.

Encarcelar a alguien, por muy doradas que sean las ataduras o las cadenas, no deja de ser una
prueba de desafuero.

Y aunque pudiéramos pasar por encima de nuestro compañero y su nueva compañía,


destruyendo la felicidad de ambos, matándolos para siempre, no nos haría felices recuperar al
ser amado de nuestro corazón.

Sólo sería, como siempre ha sido, la expresión de nuestra animalidad que no soporta perder
una disputa.

Todo esto es fruto de nuestro orgullo y no del amor que dijimos tener por aquel o aquella que
nos cambió por otra compañía.

Siempre le digo a Glauco que le tengo tanto amor que si por casualidad encuentra a alguien
que le haga más feliz que yo, está autorizado a dejarme y seguir con esa persona para construir
su felicidad junto a él.

Asombrada por la frase que parecía sincera, Marisa comenta entre dientes:

- No puedo creer que le digas eso.

- Siempre hablo y no en tono amenazante. Hablo ante todo como amigo que desea su
verdadera felicidad y que será más feliz de verte bien con otro que de verte triste en mi
compañía. No podría soportar una vida al lado de alguien que tuviera que abrazarme,
acariciarme, de forma forzada o artificial.

En palabras de Gláucia, Marisa no sabía qué decir. Sus pensamientos no tenían una dirección
correcta para avanzar o retroceder. Ella misma ya no sabía qué decir para devolver la
conversación a su tono original. Había pensado en llevar a Gláucia a revelar parte de su
intimidad y, en realidad, había llegado a comprender no sólo las verdaderas virtudes de su
oponente, sino lo difícil que sería la lucha por conquistar a su prometido.

La novia de Glauco parecía estar tocada por una fuerza espiritual que producía un torrente de
enseñanzas elevadas a los oídos de Marisa, poco acostumbrada a este tipo de conceptos
porque había sido conducida, a lo largo de su vida, por los caminos ordinarios de la mayoría de
la gente, poco profundizada en los verdaderos sentimientos, repitiendo siempre las viejas
reacciones del orgullo herido en busca de venganza.

Y como Gláucia era una joven ilustrada en el sentido de las cuestiones espirituales, aprovechó
la ocasión en que Marisa se quejaba de los cambios de comportamiento de Marcelo para
informarle también de esas realidades.

Aprovechando el silencio del otro, Gláucia continuó diciendo:


- Y eso, Marisa, por no hablar de las influencias externas e invisibles que nos hacen cambiar
nuestro comportamiento sin explicación.

Marisa seguía tan absorta en las revolucionarias palabras que habían caído en los
últimos minutos, que no había comprendido la amplitud de las nuevas revelaciones.

- Co... ¿cómo es, Gláucia? ¿Qué es eso de las influencias externas invisibles? ¿Podrían los
microbios voladores estar haciendo que Marcelo cambie su comportamiento?

- No, Marisa - dijo Gláucia, sonriendo ante la falta de preparación de la otra. - Hablo de
influencias externas e invisibles, pero no me refiero a los microbios. Me refiero a los Espíritus
que a veces nos influyen de tal manera que cambiamos nuestro comportamiento sin darnos
cuenta de que nos permitimos esos cambios.

Enderezándose en su silla, Marisa se estremeció, exclamando:

- Dios, Gláucia, la macumba no es uno de mis temas favoritos.

Marisa había utilizado esta expresión porque, en el pasado, ya se había aprovechado de


ciertos rituales africanos para intentar obtener cierta clase de ventajas, conociendo, por tanto,
las posibles interferencias del mundo invisible sobre el mundo físico.

- Ni la mía, Marisa. No hablo de macumba, ni de magia, ni de demonios, sino de la acción de


Espíritus ignorantes que se valen de nuestras debilidades para inducirnos a conductas que
ellos también desean tanto como nosotros.

- Pero, ¿existe realmente? Siempre has parecido demasiado inteligente para creer en esas
cosas.

- Todo lo que no conocemos lo tememos, amigo mío. El conocimiento de las relaciones


espirituales y de nuestra condición de espíritus inmortales nos beneficia enormemente para
poder actuar dentro de ciertas normas, que defienden nuestra vida personal de los ataques de
entidades menos iluminadas, porque nos pone en sintonía con fuerzas elevadas que vibran en
otras dimensiones inaccesibles a los ataques de las sombras. -¿Pero cómo puede actuar esto
en nuestra vida personal? Siempre he sido una buena persona. Marcelo nunca hizo nada malo,
al menos no que yo sepa. Incluso vamos a misa de vez en cuando.

- Sí, Marisa, hay leyes que explican cómo se produce esta influencia y no depende de nuestras
aparentes buenas intenciones, ni mucho menos de las veces que acudimos a las ceremonias
religiosas. No hay amuletos que nos defiendan de esas influencias, salvo nuestras propias
vibraciones, que no son más que la expresión de nuestros pensamientos y sentimientos.

- ¿Cómo es eso?

- Todo lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hablamos y lo que hacemos indica la
naturaleza evolutiva de nuestra alma. Y si está en sintonía con las cosas elevadas, emitiremos
fuerzas elevadas que atraerán a los Espíritus amigos a nuestra compañía. Pero si hacemos lo
contrario, en el transcurso de nuestro día, irritándonos, pensando cosas malas, sintiendo cosas
inferiores, deseando o haciendo cosas malas a los demás, nuestras vibraciones se fusionarán
con sombras e imágenes horribles que señalarán nuestros deseos y nos permitirán la
compañía de entidades igualmente perversas, para explorar nuestras tendencias inferiores y
producir en nosotros una estimulación para que esos defectos sigan exteriorizándose en
nuestro comportamiento.
Esto es lo que le ocurre a la persona que, teniendo cierta inclinación a beber alcohol, no
quiere poner un control a su impulso, dominando su voluntad. Poco a poco, permite que
algunos socios invisibles tengan derecho a hacerle beber un poco más y, como se imagina que
sólo atiende a su propio gusto por la bebida, permite que las dosis aumenten, que una botella
suceda a la otra, hasta que la embriaguez le domine por completo y, de este modo, se
convierta en un instrumento fácil de ser dirigido por entidades inferiores.

Algunos se vuelven violentos por dentro, otros son utilizados en el tráfico para producir
accidentes que matan a otras personas; otros son explotados en la adicción por oponentes
invisibles hasta que son reducidos a la cuneta, la mendicidad o la enfermedad. Todo ello
porque los interesados se han dejado llevar por la permisividad y la experiencia de sus propios
deseos que no quisieron o supieron frenar o dominar adecuadamente.

De esta manera también sucede con todos los demás vicios, incluyendo los temas de la
sexualidad, la gula, los excesos en todos los ámbitos, la mentira, el chisme, la violencia,
siempre y cuando se trate de la debilidad del carácter de la persona invigilante.

Ningún espíritu tendrá el poder de obligar a ninguno de nosotros a convertirse en lo que no


queremos, de un día para otro, en los arrebatos de mediumnidad desequilibrada a los que se
dejan llevar ciertas personas, sin saber controlarse en las influencias espirituales que la
mediumnidad explica, para asumir comportamientos extraños, incluso transitorios, como si
otra personalidad hubiera asumido el mando de ese cuerpo.

Excepto en estas cuestiones, en las que el trance mediúmnico hace lugar en la mente de la
persona no preparada para que la influencia de otra entidad se vuelva más activa en los actos y
palabras que ese cuerpo comienza a expresar; excepto en este caso, las otras influencias sobre
el encarnado se manifiestan primero de manera sutil. Si los encarnados no las identifican y se
permiten vivir tales invitaciones, estas influencias se harán más fuertes, como una mala hierba
que no fue arrancada tan pronto como brotó en la tierra fértil. El encarnado lo vio entonces
crecer, volviendo al mismo comportamiento que agota su voluntad de resistir, ahora
estimulada no sólo por sus gustos, sino también por los gustos de sus asociados invisibles que
lo intuyen para que siempre repita ese acto o consuma ese producto que ellos mismos
-Espíritus sin brazos físicos- ya no pueden hacer sin la ayuda del encarnado. La hierba se hace
más fuerte y está más arraigada en las propias tendencias del encarnado, que no sospecha que
ya no actúa solo.

Y a medida que pasa el tiempo y las actitudes se vuelven más repetitivas, comienza a
producirse algo llamado simbiosis, una mezcla de las voluntades del encarnado y del Espíritu,
en una asociación perfecta, en este caso para las cosas malas. Entonces, en ese momento, el
encarnado puede cambiar mucho de comportamiento y no se dará cuenta de lo lejos que ha
llegado, pensando siempre que son los otros los que son diferentes.

Por eso tampoco se puede dejar de lado esta cuestión al abordar el problema de Marcelo que,
de una u otra manera, puede haber permitido que influencias perniciosas hayan establecido
una línea de acción en su psiquismo y lo estén explorando, haciéndole cambiar el curso de su
vida.

Desconcertada por toda esta información, Marisa no supo cómo reaccionar y entonces
preguntó, algo asustada:

- ¿Pero cómo te proteges de todo eso si no puedes ver estas cosas a tu lado?
- Esa pregunta es muy común en los laicos, Marisa. Creen que hay un amuleto mágico que les
hace invulnerables a esas influencias, pero eso no existe.

En el pasado, íbamos a las iglesias y si el sacerdote nos absolvía de nuestros pecados,


volvíamos a casa ligeros y dispuestos a seguir pecando un poco más, porque el pecado nos
producía placer.

Pensamos en deshacernos del peso de la culpa sin querer sacudirnos el peso de la voluntad de
seguir cometiendo errores.

Pero cuando comprendemos las leyes espirituales, llegamos a ver que la única manera de no
permitirnos ceder a este acoso es modificar nuestro carácter, alterar nuestras inclinaciones,
mejorar nuestras ideas, cambiar nuestros sentimientos por otros más elevados, y entonces
nuestra sintonía se alejará de los niveles inferiores para alcanzar lugares más elevados y
establecer contacto con Espíritus más puros, que nos aman y nos ayudan a superar nuestros
problemas a través de caminos rectos y conductas dignas.

Todo fue una auténtica bofetada para Marisa que, sin dejar que Gláucia se diera cuenta,
interpretó estas enseñanzas desde su propio punto de vista, interesada en utilizar a la novia
para sorprender a su prometido, lo que motivó un malestar en su interior, obligándola a
terminar aquella conversación que había iniciado con un propósito y que se había convertido
en una auténtica alerta para sus más oscuros deseos.

- ¡Ah! Gláucia, este tema me asusta. Quién sabe si, con tus consejos, puedo hablar un poco
con Marcelo y las cosas cambian a mejor. Perdón por el tiempo que he tardado y gracias por
atenderme y explicarme estas cosas.

- Bueno, Marisa, es un placer poder escucharte y compartir algunas cosas en las que creo. Si
por casualidad las cosas no mejoran con Marcelo, búscame de nuevo, porque en esto de los
acompañantes espirituales, quizás tu ida a un centro espiritista ayude mucho en la mejora de
tus vibraciones y en el apoyo tanto a tu cónyuge como a las posibles entidades que te están
influenciando. Conozco a uno, que es muy bueno y que no tiene nada que temer la gente
porque no saben lo que es el espiritismo de Allan Kardec. Si me necesitas, llámame y te
acompañaré, ¿vale?

- Muy bien, Gláucia. Pensaré en todo y, cualquier cosa, te llamaré de nuevo. Lo único que te
pido es que no lo comentes con nadie, ni siquiera con Glauco, porque no quiero que Marcelo
se entere de nuestra conversación hasta que yo defina lo que quiero hacer. Y ya sabes que los
hombres se apoyan unos a otros, ¿no?

- Por supuesto, Marisa. Tu secreto se irá conmigo a la tumba, como me estás pidiendo. Pero no
olvides la ayuda espiritual para arreglar este asunto antes de cualquier ruptura de tu unión con
tu marido, ¿vale?

- Lo tienes.

10
LAS EXPERIENCIAS DE LA GULA Y EL GLAUCO

Frente a todos los consejos, el lector puede imaginar que Gláucia sólo teorizaba sobre cómo
conducirse en las difíciles horas del afecto. Sin embargo, sus palabras estaban revestidas de
sus propias experiencias en este campo.

En realidad, ella y Glauco se habían relacionado desde los días de la adolescencia tardía y
habían demostrado tener un sentimiento sincero y recíproco.

Sin embargo, estas impresiones durante su entrada en la edad adulta sufrieron un choque
muy grave.

En cuanto Glauco entró en la Universidad, las nuevas compañías masculinas, el nuevo entorno
y las innumerables presencias femeninas que allí se encontraban hicieron que los
pensamientos del chico cambiaran respecto a su antiguo noviazgo.

Nuevos amigos le invitaban a diferentes aventuras y, en su condición de estudiante


universitario, no podía dejar de corresponder.

Engañado por la nueva etapa de su vida que le otorgaba cierta importancia social, Glauco se
había dejado llevar por el velo de la vanidad, relegando a un segundo plano la relación con
Gláucia, que, a pesar de las protestas, estaba siendo apartada por su entonces novio.

Esta fase de sus vidas ya había ocurrido hace más de diez años y requería una maduración
acelerada de la joven para que, gustándole Glauco como le gustaba, pudiera superarlo,
ayudando a su inmaduro compañero.

Involucrado por amigos que siempre reclamaban su compañía sin la presencia de su novia
durante tanto tiempo, Glauco había comenzado a asistir a fiestas nocturnas, conociendo a
nuevas mujeres y enredándose en comportamientos complicados de los que tendría grandes
problemas para salir.

Glaucia sufrió las consecuencias de este giro, tratando de hablar seriamente con su novio, que
siempre negó cualquier cambio de comportamiento, diciendo que era su implicación.

Ya llegaron a sus oídos las alarmantes noticias que le transmitieron amigos y conocidos,
dándose cuenta de que habían encontrado a su novio en brazos de otras chicas, además de la
noticia que corría en boca de varios otros amigos comunes que, conociendo la nueva conducta
irresponsable de Glauco, evitaban presumir de ella para no herir a su joven novia.

Glaucia, en estas ocasiones, se rebeló contra lo que consideraba una falta de respeto hacia sí
misma, no avanzando las conversaciones con su novio, sus negativas y sus promesas de que las
cosas volverían a ser como antes.

Los compromisos de la universidad, los exámenes, los estudios, todo ello le quitaba tiempo de
atención, sin hablar -se justificaba- de las intrigas de las chicas que se ofrecían descaradamente
y eran rechazadas por su interés masculino.

De ahí las innumerables habladurías sobre su procedimiento. Nada más que eso.

Glaucia, naturalmente herida, sabía que todo no podía ser una invención de las chicas
frustradas y que Glauco ocultaba la realidad.
Sufriendo en silencio, decidió pedir ayuda a su madre, que, desde la distancia, seguía el
cambio de rutina de su hija, que, aunque era estudiante universitaria en otra institución, se
negaba a adoptar el mismo estilo de vida que su novio.

Gláucia había nacido y crecido en una familia de personas vinculadas al espiritismo cristiano y,
así, desde la infancia, extrajo los principios claros y sencillos de una fe sincera basada en el
razonamiento, lo que le produjo mucho consuelo y explicaciones para varios de sus problemas
personales y de relación. Así, tuvo el valor de hablar con su madre sobre el tema.

Escuchándola atentamente, en el secreto del confesionario del corazón materno, doña Olivia,
su genitora, dejó que su hija se desahogara tanto con las palabras como con las lágrimas de un
corazón que sufría y que, de manera consciente, estaba concluyendo que la ruptura sería
indispensable para que aquella situación mentirosa tuviera un final. Después de haber
escuchado los dolores de su hija sin interrumpir su relato ni dejarse llevar por el
sentimentalismo de verla como la más infeliz de las jóvenes, como ocurre con ciertos padres
en relación con los que hacen sufrir a sus hijos, contaminando su sentido común, Olivia tomó
la palabra, comenzando a responder a las dudas de Glaucia.

- Hija, te haré algunas preguntas sencillas. Me respondes como si lo hicieras por ti misma,
¿vale?

- Sí, madre, está bien.

- ¿Quieres a Glauco?

Sorprendida por la primera pregunta, Glaucia dudó en responder, obligando a Olivia a


aclararla mejor.

- Hija, no me refiero a este Glauco que está ahí, en esta vida aventurera. Me refiero al chico
que tiene virtudes y valores que conoces desde hace tiempo. Al fin y al cabo, lleváis años
saliendo y esta relación permite que tus sentimientos le hayan conocido tanto como él a ti,
¿verdad?

Comprendiendo lo que su madre quería decir, Gláucia respondió:

- Mamá, es una hermosa persona, llena de buenos sentimientos, alguien que sabe ayudar a la
gente y hacer siempre lo mejor para ellos. En cuanto a mí, siempre me ha ayudado en todo;
nunca ha utilizado la violencia ni la agresividad, siempre ha sido un compañero en mis crisis y
un amigo en los momentos difíciles. Nunca he conocido a nadie mejor. Por eso me duelen
tanto estas cosas que está haciendo, porque parece que no es él... sí, madre, a pesar de todo,
le quiero.

Contenta con la respuesta sincera, Olivia se marchó el lunes:

- Por todo lo que te ha dicho, por lo que ha pasado entre vosotros, ¿crees que te quiere?

- Oh, madre, solía pensar... pero ahora... hay tantas noticias que ya no sé nada.

Comprendiendo la duda de la hija, Olivia continuó:

- Lo que quiero saber, Gláucia, es si lo que construyó contigo le será fácil construirlo
con cualquier otra persona que esté por ahí.

- Bueno, madre, las intimidades sabes que cualquier mujer puede dar para conquistar al ser
deseado. Sin embargo, estoy seguro de que el cariño, el afecto, la forma amable y comprensiva
de tratarlo, las conversaciones abiertas y francas que siempre hemos tenido, las aventuras que
hemos vivido juntos, todo esto estoy seguro que va mucho más allá de los contactos físicos
pasajeros.

- Y si él encontrara a alguien que le diera todo lo que usted le ha ofrecido, y por lo tanto fuera
mejor que usted en su vida, ¿cómo interpretaría este hecho?

- ¡Ah! Mamá, va a ser difícil para él encontrar otra como esa... - dijo con una sonrisa, un poco
tímida, un poco arrogante.

Su madre sonrió ante la positiva confianza en sí misma que mostraba su hija, lo cual era una
buena señal para ese momento.

- Pero imaginemos que encuentra una super-Gladilla por ahí, más bella, más amable, más
cálida, más compañera, más todo que tú.

- Ahora bien, si hubiera una persona así, más todo que yo, sería un idiota si no se quedara con
ella...

- De la misma manera que tú, hijo mío, si te encuentras a un super Glauco dando sopa, serías
otro tonto si lo dejas escapar, ¿no?

- Sí, madre, lo haría.

- Bueno, Gláucia. Hasta ahora no hemos concluido nada. Sólo estamos estudiando el terreno
en el que se encuentra su afecto para saber cómo actuar mejor.

- Muy bien, madre.

- Hemos visto que le quieres a pesar de las tonterías que hace y que probablemente le será
difícil encontrar a alguien que le quiera como tú, aunque tenga algunas aventurillas con ciertas
aventureras de turno, algo que existe desde que el mundo es mundo. Porque si todo el mundo
busca a alguien interesante y que le haga feliz, ellos también.

Así que, Gláucia, si terminas la relación porque estás dolida, puede que esto te
produzca algo bueno al principio, pero también puede ayudar a tu novio a ser libre
para seguir en la ilusión de una vida diferente y estimulante que durará mucho
tiempo, ya que la nueva situación universitaria le proporcionará un gran arsenal de
nuevas emociones, y hasta que se canse de tales aventuras para recordar las cosas
buenas que tuvo contigo, puede que ya tenga que estar casado con alguna
aventurera embarazada por ahí. El viejo golpe sigue funcionando muy bien, Gláucia,
y todavía hay muchos jóvenes que se encuentran atrapados en la visión de los
placeres desenfrenados, aunque se les haya permitido vivirlos sólo para dar rienda
suelta a la curiosidad o a la excitación por un momento. Por eso, tantas familias
están desajustadas, empezando por la facilidad del sexo sin responsabilidad afectiva,
pero basándose en la actitud equivocada de ciertas mujeres, con la idea de sujetar a
su pareja por el vientre y no por el corazón.

Si observamos bien, Glauco está enfermo de afecto. Esta enfermedad ataca a muchos chicos
como él que, inmaduros para ciertas transformaciones, se permiten ciertos comportamientos
para sentirse parte de ciertos grupos. ¿Recuerdas, Gláucia, cuando te íbamos a llevar al colegio
todos los días y, a partir de cierta edad, nos pedías que te dejáramos a una manzana de
distancia, porque no querías que tus amiguitos te ridiculizaran por el hecho de que tu madre o
tu padre te llevaran a la puerta del colegio?

Al recordar sus rabietas en el coche cuando iba a clase, Gláucia sonrió medio avergonzada y
negó con la cabeza, dándole la razón a su madre.

- Así que, del mismo modo, Glauco se siente importante y, en medio del baile de novedades
que te ofrece la vida, tú eres la vieja compañía, un poco pasada de moda, como un vestido que
quiere repetirse en cada ocasión festiva, a falta de otras diferentes.

No hace falta decir que es doloroso escucharlo porque sé que es así. Pero esta es nuestra
valoración de lo que ocurre con Glauco. No ha dejado de ser ese joven que conociste y
ayudaste a construir con tu cariño. Sin embargo, está envuelto en una fiebre que le hace ver
las cosas de forma equivocada, incluso en relación con él mismo.

Por lo tanto, si lo abandona, estará abandonando a un enfermo en medio de la crisis, lo que


puede producir un marcado empeoramiento.

Es como si el padre dejara a su hijo afiebrado porque el niño se pone muy berrinchudo o
nervioso.

Ahora, mi niño, el niño con fiebre se vuelve bullicioso, nervioso, inquieto, incluso agresivo. Si
los padres no lo toleran en esta etapa, ¿cómo podrán devolver la salud a ese niño, cuándo lo
tendrán de nuevo dócil, simpático, feliz y juguetón?

Así que no creo que sea el momento de destruir lo que los años han ido sedimentando con
paciencia y cariño. Al contrario, es el momento de poner a prueba todos esos cimientos que tú
y él habéis puesto en el suelo del experimento para dos.

Descubrirá cosas al respecto y usted podrá evaluar la profundidad de la misma.

Escuchando a su madre, serena y experimentada, Gláucia reflexionó:

- Pero, madre, así las cosas seguirán por el mismo camino... Si es una enfermedad, ¿cómo va a
ayudar?

- Sí, hija mía, es una pregunta sabia. Al principio, te tragarás tu orgullo herido como los padres
se tragan las irritaciones de su hijo enfermo para poder cuidarlo mejor.

Entonces habrá que poner a prueba aún más tu capacidad de mostrar afecto a Glauco,
porque, sin ser meloso, sin ser pegajoso, sin forzar las cosas, dejarás de quejarte y, siempre
que sea posible, aprovecharás las horas que disfrutes junto a él para hacerte el blando y el
simpático, no permitiendo que la amargura, la irritación o la indignación consuman los minutos
que deberían dedicarse a ofrecer tu más sincero afecto.

No veas a Glauco como el que te está traicionando. Véalo como el compañero que se engaña
temporalmente. Para traerlo a la realidad debes recordarle las cosas buenas de vuestra
relación, para que no te ocurra hacer el papel de la bruja gruñona, mientras los demás toman
el papel fácil del hada buena.

- ¿Pero eso es todo? ¿No tienen un tratamiento de "choque" que pueda hacer efecto más
rápidamente? Un atropello, un ladrillo en la cabeza, contratar a alguien para que te patee el
trasero... - dijo Gláucia, con una media sonrisa en el rostro.

Acompañando su vena humorística, la madre respondió;


- Este tipo de choque no es bueno, Gláucia, porque puede ocurrir que para la bruja gruñona
quede un Glauco tullido, paralítico, ya que a este tipo de hombre el "hada voladora" no querrá
cuidarlo. Y estamos tratando de salvar a Glauco en una sola pieza y no en pedazos.

- Muy bien, mamá, lo entiendo...

- Pero tienes razón cuando preguntas por un tratamiento paralelo...

- ¿Lo estás? - preguntó la hija, más animada.

- Sí, mi hija. Conocemos las interferencias negativas que producen ciertas entidades en la vida
de las personas que se dejan arrastrar por tendencias y debilidades, ayudándolas a perderse
en los caminos tortuosos que se han permitido. Así que, antes de que tengamos que adoptar
alguna otra postura más seria que pueda llegar a la ruptura por tu parte, hija mía, utilicemos
esta forma de medicar a Glauco por ambas partes. Su afecto sin reclamos y nuestras
constantes oraciones allí en el centro serán nuestra forma de tratamiento de choque. Das un
"ladrillo" usando tu dulzura y tu cariño, recordando a Glauco como ese niño que conoces y que
existe debajo de este lunático y vamos al centro, toma la petición para que los Espíritus te
"pateen el trasero" con buenos fluidos, alejando las malas compañías invisibles y así
restablecer tu equilibrio a través del apoyo magnético, incluso a distancia.

- ¿Y crees que funciona? - preguntó su hija, ansiosa.

- Si funciona con tantos otros, hijo mío, ¿por qué no va a ser eficaz con Glauco, que siempre ha
sido un buen chico, mostrando sus buenos sentimientos y la generosidad de su corazón?

Además, hay reuniones en las que se atiende a las entidades que perturban a las personas
para que se les ilumine sobre su situación real, se les alerte de su mala conducta y se les invite
a seguir otros caminos que den mejores resultados. Esto genera una gran transformación tanto
en la vida de los espíritus ignorantes como en la de los encarnados que estaban influyendo
directamente.

Empecemos a trabajar en ambos frentes, Glaucia, y por eso me gustaría que vinieras conmigo
unas cuantas veces al centro para que tu presencia sirva también de centro emisor en
beneficio de Glauco, ya que los dos estáis directamente unidos por lazos fluídicos que facilitan
el proceso de conexión mental y energética.

Y esto le permitirá al mismo tiempo reponerse de energías positivas para la continuación de


las luchas del afecto sincero, que no puede descender al fango de las reacciones mezquinas y
destructivas.

También necesitarás fuerza para no dejarte abrumar por las actitudes descontroladas de tu
pareja enferma, y durante un tiempo tendrás que interpretarlo más como tu hijo que como tu
pareja.

¿Estamos de acuerdo?

Y comprendiendo lo que su madre quería decirle, Gláucia se enjugó las últimas lágrimas que
insistían en caer sobre su joven y bello rostro y coincidió con su genitor en ir a la casa
espiritista.

Mientras tanto, por parte de Glauco, las aventuras y le consumían en la vid de nuevas
experiencias y nuevos desgastes.
La euforia de las baladas, la novedad de los cuerpos nuevos, las sensaciones lascivas de las
compañías cálidas y superficiales lo convirtieron en una pequeña marioneta en las manos
experimentadas de las mujeres vivas, a pesar de ser joven.

Parecía que Glauco deseaba encontrar en cada chica un trozo de Glaucia, una forma de
hablar, un estilo de ser, un contorno físico similar, sin que esto quedara claro en su mente.

Sabía que se estaba comportando de forma incorrecta y, para intentar sortear esta situación
moralmente ilícita, siempre revelaba a todas las nuevas compañías nocturnas su condición de
chico comprometido.

Era una forma de preservar un poco su propia cordura, recordando a todos los que lo
involucraban su condición de indisponible.

Si querían unos momentos de euforia en su compañía, bien. Sin embargo, que todos sepan
que estaba seriamente involucrado con otra mujer.

De este modo, trató de mantener una cierta atmósfera de responsabilidad afectiva, utilizando
a Gláucia como escudo protector de su personaje que, temporalmente infantilizado por las
noticias que estaba viviendo, deseaba disfrutar de los beneficios sin querer implicarse
intensamente con ellos.

Las mujeres que le rodeaban, sin embargo, jugaban a otro juego. Sabían que "el agua blanda
en la piedra dura, tanto golpea hasta reventar". Y si una persona tan interesante como Glauco
trataba de mantener tales involucramientos clandestinos, a pesar de la relación seria que
siempre dijo tener, esto indicaba que no era plenamente feliz con su novia, lo que daba cabida
a las ofertas de afecto de los nuevos candidatos, para tolerar la escolaridad secundaria, hasta
que se convirtieron en algo tan importante en su vida que asumieron el "estatus" de estrella
principal.

En este pequeño juego, sin embargo, había una de las mujeres que, más ansiosa, menos
paciente y más decidida a ganarse al chico, había utilizado otros medios para intentar captar su
interés.

Utilizando los artificios que la intimidad temporal hacía posible entre ellos, consiguió un
pequeño pañuelo, que el propio Glauco había ofrecido para secar el llanto que ella había
escenificado para demostrar su afecto por el muchacho. Y en posesión del pañuelo, trató de
acercarse a una casa sospechosa, en la que personas sin ninguna noción de los compromisos
espirituales que acumulaban sobre sí mismas, realizaban trabajos de magia con el propósito de
"atar" a la buena parte, ganando finalmente su atención.

Glauco no sabía nada, pero la joven interesada, tras quedar encantada con la intimidad
experimentada en unos pocos encuentros, había imaginado haber encontrado al chico con el
que debería pasar el resto de sus días, necesitando así vencer su resistencia afectiva.

Así, la chica buscó recursos en ese entorno donde se prometía trabajo para todo tipo de
intereses, especialmente los que deseaban pervertir el orden de las cosas, interferir en el
destino de las personas y producir cambios en el curso de los acontecimientos.

Para ello, se valió de un consorcio espurio e ilícito con el plano espiritual inferior, de modo
que, proporcionando a tales entidades ciertos recursos energéticos que aún les abastecían de
vicios, podía obtener de ellas el apoyo de proyectos personales, la interferencia directa para
que sus objetos pudieran ser alcanzados.
El lugar donde se celebraban estas reuniones estaba lleno de gente y el patrón de las
vibraciones era el peor que se podía imaginar.

Sin embargo, el viejo deseo de imponer su voluntad sobre la de los demás, hizo que todos los
presentes soportaran los momentos grotescos a los que fueron sometidos, ya que, al querer
hacer uso de los favores de tales Espíritus, tuvieron que soportar la compañía de los mismos,
personalmente, a través de los médiums o "caballos", como se les llamaba en los rituales que
realizaban.

Hombres que deseaban mantener a ciertos adversarios fuera de su camino, o conquistar


puestos importantes. Tanto las mujeres que querían destruir la vida de sus enemigos en el
afecto como las que deseaban hacerse desear por los sentimientos de los hombres hasta
entonces indiferentes; las personas que querían resolver los problemas materiales de forma
inmediata y fácil, todas ellas se valieron del comercio con el mundo invisible, con la ilusión de
que podían burlar la ley del Universo y abrirse camino hacia el objeto de sus deseos,
adulterando las voluntades, corrompiendo la ley de la Justicia y engañando a la Sabiduría
Divina.

En medio de fuerzas inferiores y animalizadas, el pañuelo de Glauco terminó por detenerse,


justamente a través de quien decía desearle compañía para siempre. Esta joven, de espíritu
decidido y frío, tenía el perfil de las víboras manipuladoras que miden los pros y los contras y
se arriesgan en las luchas de conquista cuando ven posibilidades de éxito, todo ello
esforzándose para no verse amargadas en el fracaso de sus planes.

Su petición, de hecho, era tener a Glauco para él o bien, no ser feliz con nadie más.

Las entidades inferiores allí presentes, estableciendo el precio del servicio, dijeron que se
comprometerían con ella en el cumplimiento de su petición, siempre que les fuera fiel.

Esta fidelidad no sólo consistía en llevarles las cosas y pagar las cantidades solicitadas. Fue
más allá al adoptar una conducta ritualista en su intimidad, así como al participar en algunas
de las ceremonias que se celebraban periódicamente en ella.

Si no participara, todo el esfuerzo podría verse frustrado y se perdería dinero y tiempo.

Así, la joven testaruda aceptó tales exigencias, siempre que garantizaran el éxito de su
alegato.

Tal compromiso fue fácil de obtener, y desde entonces la joven se encontró conectada a ellos
de forma directa y personal.

A partir de entonces, la acción negativa sobre Glauco se hizo más intensa. No es que el
pañuelo tenga poderes destructivos. Sin embargo, la gente se siente más apegada a los objetos
que lleva a esas ceremonias, confiando en que gracias a ellos será más fácil conectar con sus
dueños.

Piensan con más ardor, con más determinación, y creen que la "magia" que se ejerce sobre el
objeto trastocado de la víctima puede hacer más efectivos los efectos previstos.

Por ello, las entidades asalariadas por los bajos niveles de energía que trabajaban en aquel
entorno indigno de cualquier denominación, se hicieron cercanas a Glauco, siguiendo sus
pasos y acelerando sus deseos invigilantes en el uso de sus debilidades para empujarle en
dirección a la joven que les había contratado para tales actividades.
Durante muchos meses, Glauco se ha visto confundido por esas influencias. Desacostumbrado
a la elevación de los pensamientos, alejado de las buenas influencias de su novia, terminó por
dejarse hundir en los placeres sexuales al lado de la joven, productora de euforia,
manipuladora de sus sentidos, estimuladora de sus deseos, siempre en connivencia con las
mencionadas entidades inferiores.

Muchos de ellos pasaron a formar parte de las orgías que ambos vivían, en las reuniones
clandestinas que auspiciaban. En este período de mayor decadencia, Glauco intentó alejarse
aún más de Gláucia, alegando mayores compromisos en la universidad.

Era exactamente el momento en que Gláucia iniciaba las medidas directas e indirectas de
tratamiento que había planeado desde la conversación con su madre, y fue justamente
durante este período más crítico de la vida enferma del muchacho que los dos comenzaron a
envolverlo con doble afecto, en las ocasiones en que vivieron algunas horas y en las sucesivas
oraciones, tanto en el centro espiritista como en la intimidad de sus corazones.

Las numerosas entidades que se dedicaban al trabajo de implicación de Glauco empezaron a


ser identificadas en las reuniones mediúmnicas de la casa espiritista y, gracias a la acción de
benefactores amigos, fueron canalizadas a los médiums que sirvieron de puente con el mundo
real, habiendo despertado los sentimientos más profundos y, de este modo, llegando a
comprender la inutilidad de ese comportamiento, desde el punto de vista de producir cosas
buenas para ellos mismos.

Con el paso del tiempo, todo se fue sorteando y las presiones espirituales negativas sobre
Glauco terminaron por neutralizarse.

El joven no cedió.

La demora en la entrega a sus encantos produjo aún más ansiedad y violencia en la muchacha
que lo deseaba ardientemente, llevándola a valerse de cartas anónimas dirigidas a Glaucia, en
las que denunciaba sus encuentros con su novio, dando direcciones y horarios para que
pudiera ver con sus propios ojos, misivas que estaban cargadas de una energía perversa, como
si se tratara de una bomba magnética dispuesta a explotar en cuanto fuera abierta por el
destinatario.

Sin embargo, las cosas no tuvieron el efecto que ella quería.

Así que, en un gesto de desesperación para hacer valer sus nefastos planes, la joven se
presentó embarazada. Con pruebas positivas y todo, para obligar a Glauco a tomar una
posición.

No sabía que tal embarazo era el resultado de una relación con otro chico, un hombre con el
que la chica buscaba aventurarse para vengar la indiferencia de Glauco, manteniendo una vida
promiscua como forma de satisfacer su Espíritu ávido de placeres.

Sabiendo que esta sería una forma casi infalible, se presentó con un aspecto debilitado, como
si tuviera miedo al futuro, y le comunicó su sorprendente estado de embarazo.

Esto fue suficiente para desesperar al joven que, desde que se alivió de las presiones
espirituales negativas, buscaba ahora la manera de alejarse de esta peligrosa mujer, que se
había convertido en una verdadera sombra para él, persiguiéndolo con su desequilibrio
afectivo en todos los momentos del día.
Gláucia, apoyada por la oración, por las constantes palabras de estímulo de su madre y por el
trabajo de apoyo que la casa espiritista le proporcionaba a través de conferencias y pases de
recuperación, se mantuvo firme e imperturbable, sintiendo que la lucha estaba a punto de
terminar.

Cuando los efectos en el comportamiento de Glauco ya eran visibles, pues el muchacho había
comenzado a volver más a la antigua convivencia, como quien comienza a despertar de la
borrachera, al día siguiente de la misma, con los dolores propios del exceso, la señora Olivia
llegó a casa con buenas noticias y una alerta.

- Hija, nuestros amigos espirituales nos envían a advertir a través de uno de los médiums más
experimentados del centro, que debemos estar atentos porque la perturbación está llegando a
su fin, pero es precisamente ahora cuando las pruebas serán más difíciles para nosotros.

- Oh, madre, Glauco ya me está buscando, volviendo a ser como el que conocí. ¿Volverá a
empeorar todo?

- No lo creo, mi niña. Sólo creo que, como se involucró con el error, los que defienden el mal
siempre intentan una última y decisiva reacción, que nos pide mayor equilibrio y confianza en
el bien que hemos elegido para ayudar a Glauco a salir de este mundo de sufrimiento y
decepción.

- Sí, mamá, entiendo el mensaje.

- Y si las últimas tormentas son demasiado ruidosas, alegrémonos de que sean las
últimas. Después, el sol volverá a brillar.

- Aquí tienes, mamá. Ojalá fuera así, para poder volver a tener paz afectiva.

Y así fue como, después de haber pasado casi dos años en aquel maratón de frivolidad,
Glauco, arrepentido y menos infantil, pidió una noche la atención de Glaucia y, entre el llanto
del desesperado y la vergüenza del quebrado, abrió su corazón con la que, hasta ese día, había
sido su única amiga verdadera. Le contó todas las aventuras, todas las mentiras, todos los
momentos de engaño que había vivido, le habló de su posición frívola ante la noticia, deseosa
de conocer mejor las aventuras de la vida, después de una adolescencia vivida junto a ella.
Informó de los errores, los malos amigos, las emociones turbulentas y, finalmente, reveló las
amenazas de la joven que le había presentado los exámenes de paternidad, alegando que él
era el responsable.

En su relato, dejó claro que nada más le retenía la joven atrevida, pero ahora,
lamentablemente, no quería que Gláucia no se enterara de todo lo que le estaba pasando.

La joven novia lloró de emoción y tristeza, al ver cómo el muchacho, con todas las virtudes que
poseía, se había visto envuelto en tantos malentendidos, influenciado por tantas fuerzas
negativas que ni siquiera él sabía que actuaban sobre su débil voluntad.

Al mismo tiempo, la confesión representaba el regreso del compañero fiel, arrepentido por los
arrebatos, en camino de convertirse en un hombre más sabio, menos vulnerable, menos tonto.

Glauco no pidió que lo aceptaran de nuevo. Sólo confesó sus errores ante alguien que le
conocía profundamente y que, no sabiendo comprenderse a sí mismo ni cómo había caído tan
bajo, le pidió ayuda para volver a levantarse, incluso como simple amigo, si no veía más
condiciones para ser su compañero como en el pasado.
En ese momento Gláucia había sentido cuánta razón tenía su madre. Como Glauco había
estado enfermo de afecto, y perturbado en su propia capacidad de elección, frente a las
influencias nocivas de las vibraciones inferiores que el mal y la ignorancia saben producir.

Sí, ése fue el golpe final de las fuerzas nubladas, un golpe que, sin embargo, le devolvió a sus
brazos más maternales que nunca.

No, ese era el momento del reencuentro, no de la venganza.

Entonces Gláucia le abrazó y le dijo:

- Glauco, no puedes imaginar cómo mi sufrimiento, en este momento, se convierte en


venganza, y sólo ahora puedo entender lo que significó el regreso del hijo pródigo a la granja
de sus padres, como nos dice el Evangelio. Eres mi amigo, mi compañero, mi verdadero amor,
y ten por seguro que si he podido pasar por todo esto solo, ahora que estamos juntos de
nuevo, no habrá problema que no se pueda afrontar y superar. Comprendo tu miedo a
revelarme la verdad, a mentir para no herirme. Sin embargo, no olvides que siempre que la
verdad se nos escapa, somos vulnerables a la mentira del mundo que produce mucho más
daño que cualquier otra arma que el hombre haya inventado.

A partir de ahora, ya sabes que puedes contarme cualquier cosa, por mala que sea, porque
sabré escucharte sin querer hacerte daño. En cuanto a esa chica, no sabemos si lo que dices es
cierto.

Así que ni se te ocurra obligarla a sacar a su hijo del vientre, un hijo que, si es tuyo, asumirás,
aunque no sea a la madre. Ahora el tiempo dirá si el embarazo es cierto y, tras nacer, los
exámenes podrán decir con exactitud si el niño es realmente suyo.

Tengan serenidad. Pide una cita con ella y si aceptas, estaremos los dos juntos para que todo
quede claro.

Sorprendido por tal postura, Glauco dijo que no era necesaria ninguna otra reunión. Que
hablara con la niña por teléfono y le dijera que todo había terminado entre ellos y que si
realmente era el padre, tras el parto y los exámenes, se haría cargo de la paternidad,
informándole de que Gláucia lo sabía todo y le apoyaría en cualquier decisión que tomara.

Así fue como Glauco recuperó la conciencia y el equilibrio, convirtiéndose en el mismo niño de
antes, pero mejorado en su madurez, mientras que Gláucia había ganado un verdadero amigo
y confidente que no le ocultaba las cosas más pequeñas de su día, por el placer de compartir
con ella todas sus experiencias personales.

Como el lector pudo comprender, Gláucia no había hablado con Marisa sólo de una teoría del
entendimiento. Había hablado de todo lo que había aprendido, viviéndolo en sus propias
carnes.

11

DELEITE Y SOLEDAD
Mientras todo esto ocurría con Marisa y Gláucia, ese fin de semana los espíritus inferiores
trabajaban con Silvia y Marcelo, para que los planes turbios continuaran.

Además, Leticia continuó con sus sentimientos estimulados por el interés de su compañero de
oficina, dedicándose al estudio del caso concreto que le había presentado.

Su deseo de resolverlo, para poder demostrar su capacidad profesional y superar, en parte, la


ausencia de otros atributos externos, dominaba sus pensamientos.

Al mismo tiempo, ensoñaciones y más ensoñaciones formaron parte de sus horas ese fin de
semana, en el que la soledad, acompañada de una música suave y una necesidad afectiva se
unieron en una combinación explosiva para el corazón que sueña con ser correspondido.

Antes, la afectividad de Leticia para Marcelo era algo que existía en el mundo platónico, sin
posibilidad de realizarse en el mundo real. Sin embargo, después de que el chico empezara a
pedirle consejo, envuelto por la ola de perfume embriagador, la forma amable y las palabras
de alabanza, esta posibilidad de pasar del sueño a la realidad pasó a dominar los pensamientos
de la joven.

Sabía que estaba casado, pero hasta entonces, ¿qué le impedía hacerse notar?

Él mismo había dicho que no debía preocuparse, porque a su mujer no le importaba el acoso
femenino. Al escuchar este tipo de información, la astucia de su mujer creó el escenario de una
esposa indiferente, relegando a su marido a un segundo plano, lo que facilitó sus posibilidades.

Por otro lado, no fue ella quien fue a buscarlo, sino todo lo contrario. Estaba en su rincón,
cuidando de su vida, sin permitirse ningún tipo de acercamiento al chico, porque imaginaba
que nunca podría tener una oportunidad con él. Leticia, así, reuniendo todas las pruebas, se
vio alimentada por la esperanza de seguir en su carta de involucrar a Marcelino y de ganarse su
afecto, aunque eso no fuera más allá de unos pocos contactos más íntimos, algo que, de
producirse, ya le permitiría hacerse sentir por el hombre que quería y, quién sabe, le
favorecería a él sentirse sacudido o poner en duda sus elecciones íntimas. Así, en el sueño de
una mujer solitaria en la tarea de la conquista, Leticia revisó las prendas que tenía en su
armario, sacando de circulación las que consideraba desfasadas para la labor de seducción,
dando preferencia a las más vistosas, que mejor resaltaban sus atributos femeninos y que
provocaban el interés del hombre deseado, en esos procesos que la mujer bien sabe
manipular, en un mundo dominado por hombres todavía muy animados en sus instintos.

Con esto, Leticia se proveyó de nuevas adquisiciones para componer la escenografía adecuada
que traía en mente, para hacer posible la adhesión de Marcelo al proceso de seducción que
ella iniciaría.

Y aunque sus dos perseguidores invisibles habían determinado que el tercero, Gabriel el Cojo,
permaneciera allí con el propósito de observar y estimular sus deseos e inclinaciones. Lo que
se pudo observar es que Leticia se mantuvo en ese patrón de pensamientos e ideas, sin
ninguna interferencia de dicha entidad que, con tal cooperación, ni siquiera permaneció allí
por mucho tiempo, habiéndose ausentado para dedicarse a otras cosas.

Como puede observarse, Leticia se entregó al poder creador de sus propias ideas, sin la
inspiración negativa o maliciosa de ningún Espíritu, para que el amado lector comprenda que
la acción negativa o positiva del mundo invisible no se impone a las personas, adulterando su
voluntad. Por el contrario, como ya se ha dicho, se trata de un proceso de sugestión sutil al
que el encarnado se adhiere según sus deseos más íntimos y sus intenciones más ocultas,
siempre vinculadas a la búsqueda del placer, la satisfacción de sus intereses o la experiencia de
sus debilidades.

A partir de esta adhesión, las entidades comienzan a colaborar con el proceso de inducción,
sutil al principio. Con el paso del tiempo, a medida que esos Espíritus se apoderan de la
voluntad del encarnado y se instalan en la casa mental del ser sobre el que influyen,
comienzan naturalmente a actuar con mayor libertad, adoptando un proceso de simbiosis, que
funde su voluntad con la de quien los aloja, su pensamiento con el de él, de modo que ya no es
posible, con facilidad, identificar cuál es el pensamiento de uno y cuál el del otro.

Letícia estaba allí, encantada con sus propios sueños, sin la participación directa o embarazosa
de ningún Espíritu, mientras que, en otra parte de la ciudad, Silvia estaba en la relación
aventurera con sus dos cómplices, dando rienda suelta a sus bajos instintos, que ambos
exploraban como si se divirtieran a costa de un niño eufórico, produciendo la implicación y
extrayendo las energías de bajo nivel que tal intercambio es capaz de generar.

Queremos recordar a nuestros queridos lectores que la sexualidad es una de las más bellas y
poderosas fuentes de energía de realización de que está dotado el ser humano.

Pero no la sexualidad que está representada por los órganos físicos, situados en los
instrumentos biológicos, desarrollados por la evolución para la multiplicación de la especie.

La fuerza y el poder creador están arraigados en la estructura del psiquismo de cada ser, en el
que las relaciones energéticas trazan las líneas de la afectividad y que, por órdenes directas,
estimulan los demás centros biológicos en la producción de las células responsables del
proceso de procreación.

Las acciones de tales órganos y centros son extremadamente más mecánicas de lo que se
supone, y por lo tanto las fuentes sublimes del potencial creativo no echan raíces en la región
genética. Dicha estructura se vincula a la mente y al sentimiento de las personas de tal manera
que cuando la vida, en sus procesos de reparación o rescate, impone la soledad al individuo
como forma de reconstrucción de la experiencia, la sexualidad y las fuerzas que la representan
pueden trasladarse de la acción procreadora de los cuerpos a la acción plasmadora de los
ideales, fecundados en las inspiraciones superiores del alma, al servicio de la transformación
del mundo y del reequilibrio de uno mismo.

Así, cuando alguien se ve en la condición obligatoria de aislamiento afectivo, atendiendo a los


imperativos del camino evolutivo, esto no le impide convertirse en generador o generadora de
hijos, que no serán representados por seres corporales, sino por construcciones idealistas en el
ámbito del arte, del conocimiento de la ciencia, de la devoción al prójimo, dejando fecundados
no con el semen biológico, sino con la semilla espiritual los caminos por los que pasó, a través
del ejemplo de la entrega y la renuncia.

Así, cada persona en el mundo es un transformador potencial de estructuras emocionales,


utilizando todas las fuerzas disponibles y, más allá de las que el propio organismo físico
concentra en sus células, las que le llegan a través de la conexión con la fuerza cósmica del
Universo, en absorción de principios regeneradores y suministradores que el Principio Cósmico
Universal es rico por excelencia.
Las personas que se ven abocadas a una vida de soledad y aislamiento afectivo podrán utilizar
esas fuerzas disponibles para canalizarlas en la realización de buenas obras en los distintos
sectores de la vida, respetando en sus semejantes los compromisos afectivos ya adquiridos, en
lugar de crear trampas para que se vean enredados por sensaciones, intereses o conductas
que puedan complicar la vida de ambos, que es lo que suele ocurrir.

Sin ajustarse a la condición solitaria que la vida les ha señalado con su acuerdo -un acuerdo
que corresponde, de hecho, a la solicitud personal, antes del renacimiento físico- muchas
personas comienzan a martirizarse en los procesos de búsqueda desesperada de una
compañía, insatisfechas con la lección solicitada que propiciaría una mayor maduración de la
cuestión de la responsabilidad de las relaciones han promovido una creciente promiscuidad
entre los seres humanos en busca de aventuras, sin mencionar todavía, Las presiones sociales
que pesan sobre quienes permanecen solteros, como para hacerlos sentir seres extraterrestres
o problemáticos, lo que debería ser utilizado como una experiencia productiva, termina
transformado por la persona en un martirio vergonzoso e insoportable, abriendo espacio en
sus pensamientos más secretos para estrategias de conquista, la adopción de posturas
seductoras y peligrosas, la repetición de los errores de otras vidas cuando la sexualidad era
utilizada como arma para atraer y destruir los sentimientos de los demás. Como el lector
puede percibir a menudo, la causa de la soledad en una vida tiene su origen en la
irresponsabilidad afectiva experimentada en otras existencias.

De tanto viciar el centro afectivo con aventuras superficiales de sentido o con una sexualidad
depravada a través de comportamientos que la degradan, el hombre y la mujer solicitan, en
una nueva vida física, una travesía por el desierto en la afectividad, durante la cual, sintiendo la
falta de compañía, reconduzcan el impulso primitivo a la esfera superior de los sentimientos,
reprogramando su psiquismo para que la levedad antes experimentada deje de formar parte
de sus opciones naturales.

Pero en lugar de ser conducidos por ese camino, con la opción de modificar el mundo interior
y el mundo que les rodea con gestos de devoción ofrecidos a causas nobles, muchos de los así
considerados exiliados del afecto se pierden de nuevo, recordando los viejos procesos de
seducción, y saliendo al terreno de las experiencias atractivas y estimulantes, con los que
reviven sus viejos vicios, buscando compañía, exactamente en los lugares donde no
encontrarán a nadie más que se aproveche de sus carencias, dispuestos a abusar de sus
sentimientos hambrientos para luego desecharlos en el vacío de un placer físico que
rápidamente termina y frustra a quienes esperaban algo más que eso.

Así, forzando la situación, muchas personas que podrían estar recuperándose y haciéndose
querer por sus hermanos menos felices, comienzan a ajustarse en dolorosos procesos a
hombres frívolos, a mujeres exigentes y caprichosas, a personas que jugarán con sus
sentimientos, explotando su fuerza para, poco después, complicarles la vida con interminables
exigencias, representando así la triste pero justa expiación que ese individuo terminó
imponiéndose, cuando podría haber elegido otro tipo de actividad creativa que, en las bellezas
del ideal realizado, lo mantendría libre para seguir los caminos que mejor eligiera.

La teoría que suele prevalecer en la actualidad es la que, simplificada en el dicho popular,


invierte sus términos diciendo:

"Mejor acompañado que solo".


Y si, por casualidad, tal opción es comprensible, no quiere decir que no produzca sus propios
efectos nocivos, de los que esa persona podría librarse si hubiera comprendido el camino que
podría desarrollar guiándose por la vieja fórmula de ANTES SÓLO LO QUE MAL ACOMPAÑADO.

Ese era el caso de Leticia, de Silvia y de Camila, además de ser el problema de la propia
Marisa, que, unida a Marcelo por sentimientos e intereses superficiales, estaba ya separada de
él desde hacía tiempo.

Por lo tanto, en cualquier forma, quien, para verse feliz, se aventura a producir la ruptura de
otras relaciones, se permite destruir las suyas con comportamientos frívolos, falta de respeto a
los compromisos de afecto libremente asumidos, se sirve de las necesidades de los demás para
utilizarlos en la conquista y bienes materiales o situaciones que ambiciona, se aprovecha de la
soledad de los demás para disfrutar del placer sin compromiso, se relaciona de manera vil para
compensar el vacío del corazón, sin respetar los sentimientos de los demás que utiliza como
alimento sin poder corresponderle sinceramente, por más que uno desee ser feliz a costa del
dolor de otro, esto producirá los efectos de sufrimiento y responsabilidad que le obligarán a
reparar en el futuro, cargando cada uno con la parte de los deberes correspondientes a los
sufrimientos que ha roto.

Por eso, queridos lectores, son muy graves, por lo más triste, los dolores que podemos
producir con nuestras conductas irresponsables, tanto en el ámbito de los afectos como en el
de la sexualidad, ya que ésta no se reducirá a una relación física, con contracción muscular,
con la expresión transitoria de un placer biológico, con la producción de hormonas. Esto
representará una conexión de Espíritu a Espíritu, con reflejos en la estructura de la mente, en
la construcción de sueños, en la creación de expectativas, en la desestructuración de otras
vidas y otras relaciones que pueden, según el grado que alcancen, ser responsables del
desajuste del equilibrio de la propia psique, produciendo procesos obsesivos, ideas fijas,
autodestrucción moral e incluso suicidios, caminos infelices no sólo para quienes han elegido o
se han dejado pasar por ellos, sino sobre todo para quienes han ayudado a construirlos en la
vida de sus semejantes.

12

EL CENTRO DE MENSAJES

Dos entidades luminosas, en un centro de información situado en un plano por encima de los
niveles de vibración más cercanos a la corteza terrestre, recibieron las últimas noticias de las
regiones del umbral donde se produjeron todos estos acontecimientos.

Era un lugar destinado a captar todas las emisiones energéticas originadas en los
pensamientos y emanaciones articuladas en forma de oración para los encarnados en el
mundo e, igualmente, para aquellos Espíritus sin cuerpo físico que permanecían en la oscura y
densa región astral, inmediatamente vinculada a los intereses materiales más groseros. Por lo
tanto, estaban en sintonía tanto con los que estaban en aflicción como con los que iban a
realizar tareas salvadoras, en la estela de amigos, familiares o tutores que mostraban allí algún
tipo de transformación, siempre expresada en la modificación de su potencial magnético y por
el tipo de energía emitida.

El centro de mensajes de ese núcleo de trabajo congregó una infinidad de servidores


espirituales, dando un destino adecuado a cada una de las innumerables conexiones
magnéticas identificadas, desde su origen, su emisor, sus condiciones, sus compromisos
personales, el estado actual de comprensión, los niveles magnéticos positivos o negativos, el
contenido de su manifestación -ya sea en forma de petición, clamor, rogativa, imposición,
alabanza, queja, lamento, etc. - Su etapa expiatoria de prueba, de tarea - si se trataba de
alguien conectado personalmente con esa colonia espiritual, todo esto era observado por los
trabajadores espirituales que se encargaban de recibir, organizar y dirigir a los canales
competentes todo tipo de conexiones mentales rotas por los seres humanos en etapa en el
planeta terrestre, en esa región bajo su competencia y responsabilidad.

Así, con una pequeña ficha en sus manos, cuyo pequeño tamaño no hacía suponer un volumen
tan grande de informes e inscripciones, el instructor espiritual tejía comentarios con el
compañero de tareas, ambos directamente relacionados con los problemas de nuestros
personajes.

- Como puedes ver, mi querido Magnus, el Presidente está haciendo todo lo posible para
buscar venganza contra sus antiguos socios.

- Sí, noble instructor, la vieja y repetida fórmula que ha mantenido a los seres humanos
enredados en sí mismos por la incomprensión del poder liberador del perdón. - Muy bien
observado, Magnus. Cuando los hombres comprendan hasta qué punto el perdón vivido con
sinceridad es fuente de consuelo y de bendiciones para quien lo proporciona, abreviarán una
enormidad de sufrimiento que arraiga en cada uno que, más que no olvidar, cultiva el dolor
personal como un hongo venenoso en su propio corazón.

- Pero, ¿crees, Instructor Félix, que llegará un momento en que la gente sea capaz de
comprender la importancia de esta conducta íntima? Hay tantos siglos, por no decir milenios,
en los que cada uno se permite cristalizar la respuesta agresiva, heredada de los seres
primitivos de los que evolucionamos... - comentó Magnus.

- Acaba de tocar el tema más importante de nuestra trayectoria. Hemos evolucionado, hijo
mío. Un día también compartimos el mismo botín humeante conquistado en guerras que
mataron, esclavizaron e hirieron a muchos, pero que, irremediablemente, abrieron abismos
dentro de nuestra alma, de culpa, remordimiento y angustia. Y tanto como las piezas de oro y
plata que llevábamos por tesoro, debíamos guardar en el escrutinio de nuestra conciencia los
gritos desesperados de nuestras víctimas, las lágrimas de los niños masacrados por nuestros
caballos o carros, las maldiciones de tantos que murieron por nuestra voluptuosidad de poder.

Siempre llega, Magnus, el momento en que todo esto nos pesa demasiado. Así, primero la
criatura necesita cansarse de llevar esta carga para poder pensar en deshacerse de ella y
adoptar otro tipo de carga menos difícil. Y para ello, el tiempo es un aliado indispensable.

A nosotros nos pasó lo mismo y, como puedes ver, ganamos, al menos en parte, nuestros
desencuentros.

Y en el tema de la venganza encontramos una de las manifestaciones más bajas del


primitivismo en nuestro ser esencial. Cuando estamos heridos, nos enfrentamos a nuestras
acciones de ayer, hiriendo a nuestras víctimas, destruyendo y causando un dolor indecible a
tantos que estaban delante de nosotros, interponiéndose entre nuestras ambiciones y
nuestros objetivos. Por eso, los ataques que tenemos que soportar son el resultado de la Ley
de Causa y Efecto, que se originó en la libertad de actuar, produciendo los resultados que se
vuelven contra el agente, tanto en el bien como en el mal.

Sin embargo, cuando nos apegamos a la venganza, al remordimiento, a la pena, después de


haber recogido nuestra cuota de dolor, como legado de nuestros actos ante el Tribunal de
Justicia Celestial, estamos actuando, de nuevo, con la misma libertad que antes y, en lugar de
poder mejorar un poco las cosas, nos dirigimos por segunda vez a la condición de
atormentadores de nosotros mismos por querer ver el sufrimiento de quien nos hizo sufrir.

Repetimos la desafortunada conducta, demostrando poco o nada que hemos aprendido de los
desastrosos efectos de nuestras actitudes equivocadas. Si pedimos o ideamos la venganza,
demostramos ser igualmente belicosos y no estar preparados para la comprensión de los
principios superiores de la vida.

Para evolucionar en un proceso vertical hacia la superioridad necesitamos abdicar, ceder,


renunciar al animal interior que pide retribución por la agresión recibida, porque en los niveles
superiores de la vida, la condición espiritual se dirige hacia la angelicidad, y por mucho que
busquemos la forma de vislumbrar a los ángeles de nuestras tradiciones religiosas, Nunca los
encontraremos pidiendo venganza por sus innumerables sufrimientos, muchos de los cuales,
por el contrario, dejaron sus imágenes heroicas de renuncia y entrega, retratadas hasta hoy
con las gloriosas cicatrices, conquistadas en inocente martirio, pidiendo perdón a sus
verdugos.

Sin querer interrumpir las enseñanzas de Félix, Magnus pensó en todo lo que escuchó,
alineando ideas en dirección a la cuestión afectiva que debían evaluar.

Y sin necesidad de las articuladas palabras de su amigo aprendiz, el benévolo instructor se


manifestó acertadamente al respecto, diciendo:

- Y en lo que respecta al sentimiento, hijo mío, las cuestiones de violencia y venganza son aún
más candentes que en lo que respecta a las viles guerras de conquista.

En el sentimiento, los hombres guerrean. Se arman de estrategias de combate, se dotan de un


innumerable arsenal, adoptan fantasías o disfraces para engañar mejor a sus víctimas, se
disputan cada centímetro del territorio conquistado, se ejercitan para estar en forma,
publicitan su causa para atraer el apoyo moral de sus compañeros, arrojan las armas sin miedo
ni piedad, desprecian a las víctimas de sus ataques y se adueñan, cuando creen que han
vencido, del premio resultante de sus esfuerzos, como algo que les pertenecía por derecho,
como le ocurría al vencedor de antaño.

Pero el que pierde, en general, insatisfecho con la derrota, suele atrincherarse en el odio, en
la desastrosa pena corrosiva y, a su vez, articula el contraataque, a ser posible mortal, para
despreciar a sus adversarios.

En este ambiente están todos los que se consideran hombres y mujeres en las luchas de
conquista afectiva, guerreros que, en nombre de un amor que dicen alimentar, difunden el
odio, las divisiones, el engaño, la mentira, la agresión, las malas palabras, la calumnia, jugando
con el afecto de los demás para obtener alguna ventaja personal.
Y cuando alcanzan sus objetivos, después de destruir relaciones estables, después de
incendiar la tranquilidad de otras relaciones, dejan de tener que soportar las exigencias de la
nueva conquista, ahora bajo su tutela, al mismo tiempo que tienen que gestionar el odio de los
perdedores y sus estrategias de ataque para destruir la nueva situación afectiva implantada.

Por eso, muchas personas, tras ser abandonadas por su compañero, adoptando la postura de
la venganza, en lugar de reconstruir sus vidas sobre otras bases más luminosas y limpias,
entregando a los que se fueron al destino que los educará, se empeñan en hacer la infelicidad
de los que escaparon al compromiso.

Muchos dicen: si no eres feliz a mi lado, no serás feliz al lado de nadie. Si no es para estar
conmigo, moveré cielos y tierra para acabar con ellos. No creas que me vas a dejar aquí, en
soledad, mientras sonríes como dos tortolitos, eso es lo que no eres.

Si el abandono les dolió como efecto de un pasado cometido en el ámbito del afecto, cuando
sus otras vidas pasadas fueron testigos de su comportamiento irresponsable, produciéndoles
ahora el sufrimiento de la soledad para aprender la amargura de tal comportamiento, cuando
adoptan el camino de la venganza, vuelven a caer en la misma condición de agresores,
propagadores del mal, sembradores de tragedias.

Y esto es así en todos los sectores de la vida.

El Presidente, como pueden ver, está extendiendo sus tentáculos de venganza porque ha sido
traicionado.

Para ello, utiliza su potencial de inteligencia y organización, imaginando que el mundo se


agota en su patio trasero y que el Universo no está dirigido por fuerzas soberanas y justas. Por
mucho que parezca estar en el camino "de lograr sus intenciones, llegará el momento en que
tendrá que enfrentarse a las fuerzas de Dios, representadas ya no por un ejército de ángeles
que blanden espadas de fuego, sino por las leyes que rigen la vida y que no reconocen la
venganza como una de las manifestaciones del Creador.

Y en la paciencia con que administra las santidades de los humanos inmaduros, el Creador, a
través de las manos del Venerable Maestro Jesús, busca educarnos a través de las espinas que
plantamos.

¿Puedes imaginar otro método más justo y sabio para despertarnos que ser sorprendidos por
los efectos de nuestras propias elecciones?

Por eso la expresión Pedagogía está muy bien aplicada cuando se refiere a la forma en que el
Padre dirige a sus hijos hacia la evolución, porque en su raíz griega original, pedagogo es el
CONDUCTOR DE HIJOS.

Niños como nosotros, bulliciosos, caprichosos, testarudos, pero capaces de convertirse en


ángeles algún día.

Buscando ampliar el aprendizaje de esa hora, Magnus preguntó al instructor hasta qué punto
el Presidente seguiría actuando sin que las fuerzas del bien se interpusieran en su camino.

- Bueno, hijo mío, las estrategias de Dios son un poco diferentes de las que suelen utilizar los
hombres insensatos, porque al Creador no le importa perder algunas batallas, con tal de ganar
la guerra. Y a día de hoy no veo ninguna guerra en la que el bien haya sido derrotado. El
Presidente cuenta con las fuerzas que ha encontrado en sus propios aliados, sin darse cuenta
de que sus esfuerzos están gastando sus propias estructuras. Sólo los que se conectan con la
fuente del Universo permanecen siempre abastecidos y armonizados para luchar sin dejarse
llevar por el agotamiento.

Todos los demás tipos de luchas no son más que la manifestación del mal consumiéndose a sí
mismo y extendiendo las heridas en la carne o la energía de los propios malvados. Así que al
dejarles entretenerse con sus pequeñas estrategias, Dios les está ayudando a cansarse de jugar
con la pólvora del mal, precisamente quemándose con sus imprevisibles explosiones.

Además, la acción del Bien está siempre encima de todo, vigilando los efectos de este proceso
en cada uno de los implicados y, si alguno de ellos muestra que ha cambiado el rumbo de sus
pensamientos y sentimientos, estaremos dispuestos a ayudarle directamente.

Y no puedes olvidar a los abnegados trabajadores que están en el campo para ayudar en todos
los ambientes, soportando los más intensos toques vibratorios para traernos a los heridos y
cansados de la lucha que presentan la entrega incondicional, arrepentidos de las viejas
posturas de crueldad y venganza.

Hay representantes del Bien en todas partes, y si a la vez parece que el Mal galopa mientras el
Bien se arrastra, es porque la gente no se imagina que el caballo en el que galopa el Mal está
atado por las riendas que ha producido el Bien.

Cuando sea el momento adecuado, se sacarán y se restablecerán las cosas, con todos los
rescates posibles.

Esta estrategia también se utiliza en medio de los hombres cuando quieren acabar con un
gran núcleo del crimen organizado.

A menudo, si detienen al primer corrupto que encuentran, alertan a todos los demás, que
huyen como ratas a punto de ser capturadas, fructífera acción policial.

Por ello, muchas operaciones de los representantes de la Justicia Humana ya han adoptado
esta otra forma de proceder. Están dando cuerda a los miembros de la banda, que, creyéndose
seguros de su conducta, están demostrando cómo funciona su organización criminal, quién
obedece, cómo es la escala de mando hasta que se puede entender quién es su jefe y quién le
apoya. Así pasan los meses, los años, hasta que en esta paciente lucha por escuchar sus
comunicaciones, seguir discretamente sus pasos, observar su estructura operativa en pleno
acto delictivo, filmar sus acciones, documentar sus golpes y, en el momento oportuno,
organizar el asedio con una gran cantidad de fuerza intimidatoria y desmantelar a toda la
banda, metiéndola en la cárcel y cerrando el esquema delictivo.

En lugar de ocuparse del ratoncito que roe la cuerda del barco, la inteligente acción acaba por
apoderarse del propio barco, donde están todas las ratas, incluido el propio capitán del barco.

El bien sabe cómo actuar y, tenga razón, Magnus, todo está bajo su completa supervisión.

Comprendiendo las afirmaciones del instructor, siempre sereno y oportuno en sus


esclarecedoras palabras, ambos salieron del ambiente donde la labor de recepción de
oraciones continuó sin interrupción, dando continuidad a sus actividades de apoyo a ese
contingente de almas que recurrían a la fuente del Universo para que, de una u otra manera,
ejercieran sus conexiones con la Bondad del Padre, aunque, muchas veces, a través de la
oración, pidieran la venganza divina contra algunos de sus propios hijos.
Mientras tanto, en la superficie de la Tierra, nuestros personajes se preparaban para una
nueva semana de actividades vitales, una fuente inigualable de experiencia y aprendizaje que
asegurará a todos ellos nociones más precisas sobre las responsabilidades del afecto y los
efectos directos de sus elecciones.

Leticia se estaba probando su atuendo más provocativo, sin llegar al exhibicionismo.

Marcelo se dirigía ahora a la aproximación de Silvia.

Silvia, alimentada por las vibraciones lascivas, estaría frente a aquel cuya imagen habría
estimulado sus placeres íntimos en los sueños y sensaciones del fin de semana.

Marisa, luchando con la planificación de su estrategia para ser mejor y más atractiva que
Gláucia, la misma que le había revelado la autorización que le dio a su prometido para
cambiarlo a otro color, si ese otro era capaz de hacerle más feliz. Sin embargo, mientras
Gláucia había dejado muy claro que su interés era la felicidad de su prometido, Marisa se
preocupaba por conquistarlo con vistas a su propia felicidad, resumiendo este esfuerzo en una
presentación física más interesante, más exuberante, más llamativa, improvisada sobre la
antigua forma egoísta de conducirse, como un niño que lo quiere todo para sí, sin medir las
consecuencias de sus actos para conquistar.

Camila siguió con su procedimiento rutinario, disfrutando del pequeño juego de seducción
que había iniciado con Marcelo, en el que se colocaba en el centro de la atención del chico,
lanzándole las migajas tan apreciadas por la vanidad masculina, representadas por algunos
piropos y por cierta forma frágil de ser, posicionándose en la dependencia de la atención del
chico.

Leandro, Alberto y Ramos se mantuvieron en sus rutinas normales, mientras que el


Departamento de Trevoso, construido en la atmósfera fluida de aquella suntuosa oficina, se
ocupaba cada vez más en la labor de venganza que solicitaban los espíritus infelices y necios,
alejados de la comprensión de las verdaderas leyes de la vida y que, después de haber sido
atendidos, se encontraban atados al mal que habían solicitado.

Sólo Glauco y Glaucia no se vieron involucrados en esta sórdida trama, protegidos por la
inocencia y las más altas formas de entender las cosas del Espíritu.

Como el querido lector puede percibir, todo esto sucedía, involucrando a ambos, sin ninguna
sospecha.

Seguramente pensarán que se trata de una injusticia y que el bien debería protegerlos contra
las acciones clandestinas del mal.

Y como puedes darte cuenta, el Bien siempre protege a todos, pero más que eso, busca
enseñar a cada uno que lo acepte, que el Bien debe demostrar que ha aprendido a usar la
Bondad como la mayor protección de sí mismo.

En este sentido, Glauco y Gláucia iban por el buen camino.


13

SILVIA Y LOS PLANES DE MARISA

La nueva semana comenzó con normalidad para todos los implicados en el drama de la vida,
dejándose llevar cada uno por sus intereses personales para conseguir sus objetivos.

Como ya se ha explicado antes, Marcelo tendría que dedicarse, en estos próximos días, a los
ajustes relativos al acercamiento de Silvia, sin que esto pueda o venga a perturbar sus
prometedoras relaciones con Camila, la bella y deseable abogada, ni con Leticia, la inteligente
y accesible fea.

Marcelo, dentro de su experiencia masculina, sabía que ninguna mujer aprecia que la
coloquen en un plano secundario en relación con otra que, por muy cercana que le parezca,
nunca dejará de tener el perfil de competidora potencial, ni siquiera en la simpatía o la
atención amistosa de un chico.

Por eso siempre trató de pasar desapercibido en público, para que ninguno de ellos pudiera
imaginar que su implicación con los demás se producía de forma tan directa como él
pretendía. Al fin y al cabo, después de unos años de relación formal en el curso de los casos en
la oficina, esto podría obstaculizar sus planes al denunciar por sí mismo un comportamiento
sospechoso y anormal.

Para evitar ese bochorno, Marcelo se dedicó a llegar por la mañana a la misma hora que
Camila, cuando las cosas estaban siempre más tranquilas y el ambiente más vacío.

Sólo los empleados más indispensables estaban allí, organizando las cosas para el
funcionamiento diario. En estas ocasiones, Marcelo y Camila se permitían los diálogos más
íntimos, como si se estableciera entre ellos un suave y delicado proceso de cortejo, para
alegría del chico.

Sin embargo, en cuanto las rutinas internas se hicieron más ajetreadas, ambos sabían que
debían recogerse a su trabajo personal para evitar más comentarios dañinos o suspicacias, ya
que no era conveniente que los dueños de la oficina se involucraran afectivamente porque
esto posibilitaría la formación de grupos divergentes a la orientación principal, con la
formación de aliados y asociados en el trabajo, como era el entendimiento de sus líderes,
Alberto y Ramos.

Estimularon la disputa, la envidia mutua, la competencia por mantenerlos a todos dentro de


sus bahías legales, como animales aislados para sus propias ambiciones, prisioneros en el
estrecho límite de sus metas de éxito, teniendo a todos los demás como potenciales
adversarios, lo que los transformó en enemigos cordiales solamente.

Así, las actividades siguieron siendo las mismas en esa nueva semana de trabajo, con la
excepción de que Marcelo necesitaba encontrar una forma de acercarse a Silvia.

Así, informándose con uno de los varios secretarios sobre las actividades de ese día, descubrió
que sólo Silvia tenía una audiencia programada en el foro central, momento en el que,
aprovechando la ocasión, se ofrecería a llevarla al lugar.
Esta estrategia improvisada podría, por la sencillez y la coincidencia de la actividad
profesional, ser vista como algo normal, sin levantar ninguna sospecha, a la vez que facilitaría
el acercamiento entre ambos, en los diálogos que el viaje posibilitaría.

Marcelo, entonces, atento a la oportunidad favorable, observó desde su entorno de trabajo la


llegada de su compañera que, debido a sus compromisos familiares, fue la que más tarde
entró en la oficina.

En cuanto notó los movimientos y ruidos en su habitación, dejó pasar el tiempo y, como si no
quisiera nada, se dirigió al pasillo de distribución de las habitaciones y, queriendo ponerse a
disposición de sus compañeros, habló para que todos le oyeran:

- Hoy iré al foro allí a las catorce horas. Si alguien necesita que lo lleven, estaré disponible...

Dando un tono de juego que hizo su oferta agradable a los oídos de sus amigos, ninguno de
ellos mostró interés en atender su oferta, lo que la motivó a insistir.

- ¿Quieres decir que justo cuando vengo con mi coche y estoy dispuesto a gastar gasolina en
mujeres tan guapas, dando envidia a muchos hombres por ahí, soy descartado por ellas?
Interpretaré tal indiferencia como la manifestación del buen gusto de los tres, que obviamente
no desean ser vistos al lado de alguien tan poco interesante como yo, ¿verdad?

Ante el comentario autocrítico, Camila y Leticia protestaron diciendo que no tenían


compromisos en el foro y que no podían faltar porque tenían que atender a clientes justo en
ese momento.

La única que no respondió fue Silvia.

Al ver su silencio, Marcelo se dirigió a la puerta de su habitación y, impecablemente vestido,


con el pelo peinado de forma moderna, embriagando perfume, se apoyó en el tapón, imprimió
en su cara el semblante de un chico despreciado por los demás y dijo:

- Todos sus amigos, la Dra. Silvia, me dieron una razón para rechazar la empresa. Sólo faltas
tú... - ...dijo con una cara de pereza.

Silvia, mirando a aquel atractivo muchacho, con el perfil semioculto tras la parada, el perfume
varonil que empezaba a llegarle, en un atisbo momentáneo de su subconsciente, surgió en su
memoria la sensación del sueño del fin de semana.

De hecho, hasta ese momento, no recordaba nada, no tenía la menor noción de lo que le
había sucedido durante las horas de orgía en las que se había visto envuelta no por uno, sino
por dos Marcelos. Sin embargo, en ese mismo instante, la figura del muchacho, su tono de voz,
sus modales a medias, hicieron lo suficiente para despertar de sus sentimientos más profundos
los recuerdos de aquellos emocionantes momentos.

En una fracción de segundo, Silvia recordó que había soñado con Marcelo durante el fin de
semana. Más que eso, destellos de implicación acudieron a su mente con inquietante claridad,
haciendo que se interesara por aquel representante masculino que siempre había estado en la
habitación de al lado y por el que nunca había dado valor.

Para estar segura de tales sensaciones y poder alimentar ese sentimiento tan envolvente que
le producía el recuerdo secreto del sueño erótico, sonrió, misteriosa y, mirando a Marcelo,
respondió:
- ¿Qué no hago para salvar a ese joven, abandonado, de las penas de rechazo que mis colegas
produjeron en su corazón?

- Aleluya - dijo el chico, eufórico. - Todavía no necesito ir a la represión como ya me obligaron,


por la indiferencia de los demás.

- No, Marcelo, te salvaré de esta tragedia emocional. Sin embargo, para que te acompañe, te
impongo la condición de que dejes de llamarme doctor o señora, porque si lo haces, prefiero
coger el metro que ir contigo.

- Muy bien, Dr...., quiero decir, Silvia... - bromeó Marcelo. - A las trece salimos de aquí, ¿vale?
Ya sabes cómo son los atascos... - De todos modos, no voy a ir a casa a comer.

Marcelo dejó pasar el último comentario de Silvia, conteniéndose en el deseo de ofrecerle el


almuerzo o la merienda, lo que podría complicar sus relaciones con los otros dos, levantando
sospechas o celos.

Tras despedirse de Silvia, pasó por las habitaciones de sus amigas y, en broma, les informó de
que ya tenía compañía para salir y que, por ese motivo, las descartaba de la invitación que les
había hecho, una forma lúdica de meterse con la vanidad femenina, sin perder la oportunidad
de lucirse.

Todos se rieron en sus formas menos formales e imaginaron que debió pasar un gran fin de
semana con su mujer para encontrarse en ese estado de "gracia".

En cuanto el horario resultó favorable, Marcelo llamó a la puerta de la habitación de Silvia


que, desde el momento de la conversación, se esforzó por revivir los detalles de los sueños
que había tenido, en los recuerdos eróticos que guardaba archivados en su mente.

A su lado, el trío de entidades acechantes se mantenía a la espera, y el Jefe ponía sus manos
en los centros cerebrales para facilitar la visualización de los archivos oníricos, Juvenal
manipulaba ciertos centros genéticos para producir un grado favorable de excitación física, y el
Cojo observaba la acción de ambos, como si estuviera aprendiendo las técnicas de
interferencia con la voluntad del encarnado.

Gracias a este tipo de cooperación, Silvia había conseguido reconstituir buena parte de las
imágenes mentales que había grabado durante las dos noches, fácilmente asimilables por
estar producidas por la compañía de las dos entidades negativas, sus viejas conocidas de
aventuras ilícitas en periodos de sueño físico.

Cuando Marcelo llegó a la puerta, Silvia ya había sido trabajada por ellos para que, más que
compañía durante un viaje, tuviera la disposición y el interés despertado para el
establecimiento de un camino que favoreciera la intimidad entre ellos, sobre todo porque,
acostumbrado a aventuras de este tipo, dando preferencia a los hombres casados, para evitar
los desagradables apegos emocionales, Marcelo se presentó con el perfil de los posibles
candidatos bien preparados.

Bajaron al garaje y, pronto, ganaron la calle que, ese día, estaba llena de vehículos, haciendo
el tráfico lento y aburrido, si no fuera por la oportunidad de la conversación.

Nada más ponerse en marcha, Silvia comenzó la conversación, fingiendo tranquilidad y


naturalidad.
- Marcelo, no he visto ninguna audiencia programada para ti en el foro. ¿Por qué necesitas ir
allí hoy?

Sorprendido por la inocente pregunta, formulada sin pensarlo dos veces, Marcelo tuvo que
improvisar una excusa que le pareciera convincente, para no levantar sospechas sobre sus
planes.

- Sabes lo que es, Silvia, una persona que conozco está teniendo problemas legales y no está
contenta con el abogado que acompaña la causa. Por eso, ayer, por teléfono, me pidió que
evaluara la marcha del caso, lo que, al no ser un acto que se lleve a cabo en secreto, me
permitirá analizarlo y presentarle una opinión exenta sobre la forma en que se está llevando a
cabo.

- ¡Ah! Estos clientes traidores que siempre están tratando de soplar a sus colegas por la
espalda... - dijo Silvia, evaluando la conducta de Marcelo que, de forma clandestina, estaría
juzgando el comportamiento de otro compañero. - Y lo que es peor, Marcelo, que para eso
siempre utilizan a otro compañero que, por querer ganarse el dinero, siempre menosprecia el
trabajo para sustituirlo en el puesto, aunque tenga que seguir haciendo lo mismo que el otro.

Observando la agudeza del experimentado abogado, Marcelo trató de llevar la cosa hacia el
lado del deber familiar que le obligaba a asistir, lejos de intentar robar la causa para su
patrocinio.

- Sí, Silvia, este mundo es así, con gente que se devora para poder sobrevivir. Sin embargo, no
tenía forma de excusarme de esta petición, ya que era un medio de comunicación,
recomendado por mis padres, que se dirigió a mí porque era el único abogado más cercano al
caso, en el que crearía con exención.

Sin embargo, ya le dije que no me haría cargo del caso en ningún caso, lo que me permitiría
una mayor libertad de opinión sobre el caso.

Comprendiendo los escrúpulos de Marcelo y, para castigarlo un poco más, Silvia respondió:

- Por supuesto, Marcelo, tu cuidado es muy ético y encomiable, pero no olvidemos que los
abogados siempre tienen buenos amigos que también son muy competentes, y que, con gran
alegría, pueden ser designados para el caso siempre que compartan alegremente los
honorarios con quien les consiguió la causa; ¿no es así como lo hacemos?

- Ahora, Silvia, cuánta desconfianza por el hecho inocente de ir al foro sin audiencia. ¿Está
dispuesto a convertir este curso en una audiencia de instrucción y juicio?

Sonriendo ante el humor de Marcel, Silvia reconoció que había llegado el momento de
suavizar las cosas y hacerlas más favorables.

- Nada de eso, Marcelo, estoy entrenando tu capacidad de pensar rápidamente, ya que


siempre te he admirado por tu talento jurídico en la defensa de las causas de nuestro
despacho, pero nunca he podido tener el placer de hablar contigo más íntimamente como
ahora. - Pues no lo estés, hablemos entonces, porque el tiempo nos es favorable, mientras
que el tráfico no lo es.

- Siempre he dejado que las preocupaciones profesionales ocupen mi tiempo cada día, y por
eso reconozco que nunca he podido prestarte más atención como persona (quise decir como
hombre, pero utilicé una estrategia menos directa). Espero que podamos acercarnos porque la
actividad que realizamos es muy aburrida y desgasta nuestras fuerzas, manteniéndonos sin
alimento mutuo en nuestra convivencia diaria.

- Eso es cierto, Silvia, aunque lo consigas a través de la relación familiar que, de una forma u
otra, compensa la aridez de la vida, ¿no?

Entendiendo que Marcelo había hecho tal referencia sin una segunda intención, sólo como un
argumento, Silvia continuó, aprovechando el taco:

- Ah! Marcelo, eso es cuando las empresas que tenemos nos llenan el corazón y los ideales,
que no es mi caso. Mi hijo ya está entrando en la adolescencia y mi marido está lejos de ser el
mejor compañero para mis necesidades.

Al darse cuenta de que el tema se dirigía naturalmente hacia un proceso de revelaciones


espontáneas, Marcelo trató de ponerse a disposición de cualquier desahogo, sin parecer
entrometido.

Luego, comentó, genérico:

- Es cierto, Silvia, las personas suelen atravesar verdaderos desiertos en sus sentimientos,
aunque estén acompañados por otros que estén constantemente a su lado.

- Así es, amigo mío... la soledad de dos es peor que cualquier otro tipo de soledad.

En ese momento, el chico se dio cuenta de que había encontrado la forma más fácil de
hacerse interesante para la debilitada mujer que tenía a su lado. Sabía que ninguno de ellos
rechazaba al amigo del hombro que podía escuchar sus quejas.

No suponía que detrás de algunas de las verdades que Silvia le contaba estaba la astucia de la
hembra acostumbrada a los juegos de seducción que, entendiendo la psicología masculina,
sabía cómo manipularla para sacarle los frutos que deseaba.

De hecho, la relación de Silvia con su marido, desde los viejos tiempos de las aventuras
juveniles, era más una formalidad oficial que un verdadero afecto. Cada uno utilizaba al otro
en los momentos favorables, pero en los momentos del día, en función de las ofertas
disponibles, ambos se llevaban bien con los extraños y desconocidos de la forma que
quisieran, sin dramas de conciencia ni complejos de culpa, sólo garantizando la integridad
moral del entorno en el que vivían, negándose a acoger ningún "caso" en su propia casa.

Esto hizo que la relación entre ella y su marido fuera más una "aventura soportable" que una
verdadera unión, mantenida entre la mentira y la promiscuidad, debido a la existencia del hijo
común, ahora de doce años, carente de la compañía de su madre y de su padre.

No se dieron cuenta de que el hijo necesitaba mucho más el verdadero afecto de ambos,
aunque estuvieran separados, que la formalidad familiar, constituida de manera mentirosa,
pretendiendo una estabilidad que era torpedeada por ellos, cada día, en la conducta irreflexiva
e irrespetuosa mantenida fuera de los muros domésticos.

Nunca se les había pasado por la cabeza que su hijo, tarde o temprano, se enfrentaría al estilo
de ser de ambos padres, que amaba como los dos seres más correctos y dignos que había
conocido. Y cuando esta imagen se desmoronaba gracias a los crueles descubrimientos de las
relaciones espurias de unos y otros, el equilibrio emocional del niño en su camino a la edad
adulta podía sufrir graves sacudidas, comprometiendo sus días futuros y generando
adulteraciones conductuales basadas en las frustraciones sufridas ante el derrumbe de su
mundo moral, con la reducción de sus ídolos afectivos a la condición de imágenes rotas.

Por eso, las opiniones de Silvia sobre su relación conyugal, en cierto modo, expresaban la
verdad de sus sentimientos, dejando una amarga soledad que intentaba combatir con
conquistas y relaciones infieles que, durante un tiempo, la mantenían satisfecha, aunque
frustrada.

Sin embargo, la experimentada mujer no tocaba este asunto para obtener un consejo que
resolviera su problema. Esta cuestión, ya la había considerado en su mente, aceptando, en vida
_duplicada, como madre de día y prostituta de noche, la forma normal de ser.

Silvia utilizó esta estrategia porque sabía que era muy difícil encontrar un hombre que no se
sintiera atraído por una mujer que se mostraba frágil en sus afectos, carente de deseos,
incomprendida en sus relaciones.

Este signo, sobre todo en una mujer como ella, aparentemente segura de sí misma, dueña de
una vasta experiencia profesional, mayor que Marcelo, sin por ello haber perdido la frescura
de la juventud femenina, bordeando la franja de los treinta y cuatro años, era una señal de
alarma que sonaba en el interior de los representantes del sexo opuesto, indicándoles que
había alguien favorable, disponible a su atención y dispuesto a responder positivamente a sus
caricias, si el hombre sabía actuar de manera gradual y correcta.

Sin darse cuenta de este juego, y porque él mismo llevaba unos meses amargando este tipo de
relación, desde que Marisa empezó a actuar de forma diferente a él, Marcelo se dejó llevar por
la trampa emocional y, al ver que la brecha de la intimidad se abría aún más, exclamó
sorprendido:

- Cielos, Silvia, nunca imaginé que tú, tan segura, tan convencida de tu capacidad, pareciendo
tan autosuficiente, en lo más profundo de tu ser, también tuvieras ese tipo de sentimientos...

Ese "también" fue la siguiente pista que Silvia advirtió entre líneas y la hizo actuar con
agilidad, respondiendo, fingiendo desinterés:

- Sí, Marcelo, seguro que mucha gente pasa por el mismo dolor moral que yo. Pero, como yo
también, se esconde detrás de esas ropas de moda, de los uniformes sociales, de las etiquetas
de moda, tratando siempre de mostrar una realidad que no se corresponde con la verdad de
sus sentimientos.

Y me alegro de poder hablar contigo de esto porque los hombres, en general, parecen
entendernos mejor a las mujeres. Entre nosotras, somos muy críticas y recelosas unas de otras,
hasta el punto de temer a nuestras propias amigas, algunas de las cuales, sin ningún escrúpulo,
lanzarán su encanto sobre nuestras compañeras y aceptarán acostarse con nuestros maridos
en cuanto les demos la espalda, sólo para demostrar cómo son más competentes que nosotras
en las artes de la conquista.

Es bueno poder hablar con alguien que, aunque no esté pasando por problemas como los
míos, al menos pueda escucharlos sin prejuicios o sin querer robarme a mi marido... Espero,
¿no es así, Marcelo?

Al entender el comentario provocador, el chico se rió de buen humor y, para rebajar el tono
de la conversación, habló:
- No te preocupes, Silvia, tu marido y cualquier hombre, no quiero ningún acercamiento salvo
para pagar mis honorarios.

Riéndose de las referencias del conductor, Silvia sembró el comentario:

- Además, debes tener una hermosa mujer esperándote todos los días, si es la que conocí
en nuestra fiesta hace años...

- Sí, Marisa es una excelente compañera, llena de vida y belleza, aunque, de vez en
cuando, tengamos nuestras diferencias como toda la pareja.

Marcelo, en estos momentos, no deseaba pisar el camino de los hombres igualmente


necesitados, para que no pareciera una presa fácil de conquistar. Por el contrario, sabía que
cuanto más satisfecho estuviera en su relación con Marisa, más despertaría el deseo de Silvia
de competir con su mujer, manteniendo su interés en la lucha y en acercarse a él.

Recordando las buenas etapas, cuando la relación íntima de ambos era muy creativa, Marcelo
añadió:

- Pocas veces he encontrado una mujer más interesante y excitante que Marisa.

- Qué maravilla... el primer marido que conozco que habla bien de su mujer lejos de su
presencia... Creía que esta raza se había extinguido de la Tierra -se rió, maliciosa, con un deje
de envidia.

La mayor facilidad de tránsito permitía ahora avanzar rápidamente hacia el foro que, una vez
alcanzado, impedía continuar la conversación. Fijaron un punto de encuentro para el regreso.

Pero antes de despedirse, como para sembrar a Marcelo con una semilla fértil, para favorecer
su interés, Silvia reveló, misteriosa:

- Sabes, Marcel, eso nunca me había pasado, pero mientras estábamos aquí, hablando, se me
ocurrió que, este fin de semana, soñé contigo...

- ¿Ah sí? No me digas... Esto debe ser una maldición para ti...

- Vamos, Marcel, no bromees con eso porque lo digo en serio... - ...Silvia reafirmó, con cierta
intimidad...

- Entonces, cuéntame lo que has soñado - convocó el chico, lleno de curiosidad.

- Ahora no, imprudente. Después de la audiencia continuaremos la conversación, porque llego


tarde.

- Muy bien, Silvia, te voy a cobrar esta revelación, que también tiene que ver conmigo.

Se despidieron, sonriendo, yendo cada uno por su lado. Ambos, sin embargo, continuaron con
sus pensamientos llenos de ideas interesantes sobre el coloquio que habían tenido.

Marcelo, identificando a Silvia como una mujer en busca de afecto, y ella, teniendo que sacudir
repetidamente la cabeza para alejar de sus pensamientos las tentadoras imágenes de un
Marcelo que la tomaba entre sus brazos y la correspondía en los más íntimos anhelos
femeninos, fruto del recuerdo del fin de semana.
Además, si Marcelo se refería a su esposa como una mujer capaz de producir sensaciones
excitantes, esto lo convertía también en un amante experimentado, además de estimular en
Silvia la idea de superar a la mujer en las atenciones y la euforia masculinas.

Finalmente, el sueño no revelado garantizaría, para el regreso, un buen trozo de conversación,


que no podía descartarse como otra forma de profundizar ese contacto, haciéndolo más
seductor e interesante para que acabara despertando en Marcelo los mismos deseos que le
había despertado durante las noches anteriores.

Mientras tanto, Marisa intentaba ahora encontrar actitudes que generaran una forma de
hacerse interesante para Glauco.

Inicialmente, había iniciado una búsqueda de los gustos del chico. Como consultor
empresarial, sus intereses se centraban en los números, las bolsas de valores, las estrategias
de marketing, los balances, los procedimientos administrativos, las directrices generales para
los empresarios y las personas que querían entrar en el negocio.

Al recordarlo, se le ocurrió la idea de establecer un contacto personal con el chico, con la


excusa de utilizar su información para entrar en el negocio o, al menos, ver si valía la pena.

De hecho, sea cual sea la orientación, positiva o negativa, valdría la pena permitir que ella y
Glauco se encontraran como un cliente que busca un amigo al que pedir consejo. En su
compañía, tras exponer sus dudas, sabría llevar las cosas hacia el lado más afable y menos
comercial, manteniendo los canales de comunicación abiertos en esa dirección.

Más rápido aún, consiguió el número de teléfono de la empresa de Glauco en la agenda de su


marido y, llamando a la oficina, pidió a la secretaria una entrevista de consulta con el chico,
presentándose con su nombre de soltera para no levantar sospechas sobre su identidad.
Además, las relaciones de Glauco con Marcelo no eran de mayor intimidad, y se reducían a
encuentros de fin de semana y a algunos amigos comunes que servían de puente entre ellos.

Esto los mantuvo cerca sin que se convirtieran en grandes amigos.

Cuando se programó la entrevista para la consulta de negocios, le correspondió a Marisa


presentarse a ella con seriedad y respeto, porque a su llegada, Glauco la identificaría
naturalmente como la esposa de Marcelo y, por razones obvias, la trataría con exageraciones
de respeto y distancia.

Por lo tanto, no se aventuraría a usar trajes exóticos o conductas indignas con esta condición,
para no mostrar intereses diferentes a los que expresó.

Y si las cosas se presentaban favorables, después de los primeros entendimientos, le llevaría a


Glauco las mismas noticias que le había presentado a Gláucia, como una forma de ponerlo al
día y pedirle algún tipo de consejo.

Sin embargo, la fecha de la entrevista era más lejana de lo que ella misma deseaba. Sólo había
espacio en su agenda para diez días.

Durante este tiempo, Marisa se dedicaría a planificar la estrategia de sus pasos y a profundizar
un poco más en la comprensión de los mecanismos del mercado, como quien pretende abrir
una pequeña tienda de venta de joyas en un centro comercial de la ciudad. Algunos términos
contables, nociones de costes, organizaciones generales que tendría que dominar para no
parecer lo que realmente era: una tonta con una buena excusa para acercarse al hombre de
los demás.

14

SILVIA, MARCELO Y LOS ESPÍRITUS

El regreso del foro marcó la reanudación de las conversaciones entre Marcelo y Silvia, y,
experimentada como era, la chica no tocó el tema del sueño, pues quería dejar la información
en el aire para despertar la curiosidad del chico.

Marcelo, acostumbrado a los trucos femeninos, fingió olvidar la revelación, como alguien que
no le había dado mucha importancia, para evaluar también en Silvia el grado de su ansiedad
por revelar el contenido del mencionado sueño.

El tema giró en torno a la audiencia de Silvia, mientras que Marcelo tuvo que presentar el
resumen ficticio del proceso inventado, así como su evaluación sobre la actuación del
profesional que lo había propuesto al tribunal.

Ambos, sin embargo, evaluaban con ansiedad el terreno que pisaban, mirándose el uno al
otro.

A mitad de camino, Marcelo no pudo contenerse y, tocando ligeramente la rodilla de Silvia, en


un delicado gesto de intimidad, le preguntó:

- Entonces, Silvia, ¿no me vas a contar tu sueño?

- ¡Ah! El sueño... - dijo, aparentemente olvidada. - Si no me preguntan, ni yo mismo lo


recordaría.

- Sí, las mujeres suelen olvidar fácilmente las cosas sin importancia. Además, un sueño sobre
mí tiene que ser fácilmente olvidado porque no debe haber sido muy interesante.

Entendiendo las referencias autodespectivas de Marcelo como una forma de ganarse su


simpatía para revelar más fácilmente el contenido de su experiencia durante su descanso
físico, Silvia mantuvo el misterio, diciendo

- Marcelo, no puedo revelarte el sueño de forma clara, porque entre nosotros no hay libertad
ni intimidad para poder describir ciertas cosas que una mujer y un hombre realizan en las
horas más calientes de sus encuentros.

Sin embargo, puedo decirte que, para mi sorpresa también, ya que no esperaba algo tan
interesante y placentero con alguien con quien nunca he estado más cerca, haber soñado
contigo como lo hice fue una de las mejores cosas que me han pasado en estos tiempos, por lo
que tal vez algún día, si terminamos acercándonos, te revelaré completamente el contenido.

Entendiendo que tales expresiones remitían a un sueño de contenido provocador, Marcelo se


sintió envaidado en las fibras masculinas, respondiendo a Silvia:
- Pero eso no es justo. Entiendo su modestia y estoy de acuerdo con ellos, pero somos adultos,
Silvia. Eso no significa que nos comprometamos con el otro. Es sólo un sueño. Vamos.
Cuéntame para que yo también pueda disfrutar de este interesante momento.

- ¿Tú también crees que es interesante? - preguntó, con segundas intenciones.

Marcelo había entendido la referencia y, tratando de ser respetuoso sin ser grosero para
establecer un juicio masculino sobre la mujer que tenía a su lado, respondió:

- Por supuesto, Silvia. ¿Cómo no iba a encontrar un momento de intimidad con alguien tan
atractivo, aunque fuera en un sueño el encuentro?

Al sentir que Marcelo mordía el anzuelo, la mujer se sintió avergonzada por el elogio directo y
dijo:

- Sabes, Marcelo, hay cosas que, a partir de cierta edad, ya no sueles escuchar de los hombres,
ni siquiera de tus propios maridos. Lo que acabas de decirme tiene mucho más valor del que
crees.

E imaginando que Silvia sólo hablaba de forma genérica, Marcelo trató de aumentar su
autoestima, añadiendo:

- Ahora, Silvia, con todo respeto, si los hombres no honran tus atributos personales, el
problema no es contigo. Es con ellos, deben ser ciegos.

Con tales referencias, Marcelo pretendía hacerse el simpático y, por supuesto, favorecer las
intenciones de Silvia, quien, al escuchar la amable palabra, seguramente consideraría mejores
sus disposiciones al revelarle sus experiencias oníricas.

- Gracias, Marcelo, eres muy amable y, a modo de guardar este momento especial para los
sentimientos de mujer que me producen tus palabras, haré como si correspondieran a la
verdad.

- Pero eso no es una pretensión, Silvia. Es usted una mujer muy atractiva, exuberante, con una
postura que pocas mujeres poseen y que, de forma indiscutible, impacta siempre que se
presenta en cualquier lugar.

- ¿De verdad lo crees, Marcelo? No me engañes sólo para que te revele mi sueño. Al fin y al
cabo, tienes una mujer hermosa y tu valoración se basa en ese punto de vista, es decir, en tu
refinado gusto por las personas del sexo opuesto.

- Por supuesto, Silvia, no estoy aquí para comprar tu buena voluntad sólo para que me reveles
tus experiencias nocturnas. Como hombre acostumbrado a evaluar la belleza femenina, puedo
decirle que sólo quien no sabe apreciarla puede dejar de reconocer su atractivo y elegancia.

- Sabes, Marcelo, en el mismo piso de nuestra oficina hay otra mujer que también atrae las
miradas masculinas y es muy elegante. Es simpática, sonriente, alegre y viste con exquisitez.
¿No la conoces?

- Vamos, Silvia, hablando así, no recuerdo a nadie con ese perfil. - ¡Ah! Es la Dra.
Ursula, una doctora jubilada que tiene más de 80 años y, como usted ha dicho, es igualmente
atractiva y elegante.
- Pero, mujer... hoy estás difícil, ¿no? - dijo Marcelo, mostrando una humorística molestia...

- Al fin y al cabo, Marcelo, a los treinta y cuatro años, ya no soy una jovencita bien modelada
con un cuerpo de cero kilómetro.

En el punto donde Silvia quería, por fin, dijo Marcelo, decidido:

- Todo lo que he dicho de ti, Silvia, me he referido a ti como una mujer deseable, como alguien
capaz de atraer miradas masculinas y de inspirar pensamientos impublicables, cosa que estoy
seguro que la doctora Úrsula ya no es capaz de hacer.

Ahora le tocó a Silvia tocar la rodilla del conductor con un pequeño movimiento de su mano
caliente y sudorosa ante ese diálogo más templado entre ambos.

- Sabes, Marcelo, además de ser amable, sabes cómo ganar el interés de una mujer.

Hagamos esto: ¿tienes una cita el próximo miércoles por la tarde?

Sin entender a qué quería llegar Silvia, respondió:

- No, Silvia, esta semana estoy más libre.

- Así que, como tengo otra audiencia a esta hora, algo más rápida que la de hoy, me gustaría
invitarte a que me acompañes al foro, y así, lejos de la oficina, podremos hablar mejor y te
podré contar todo. ¿Aceptas mi invitación? Como no podía dejar pasar la oportunidad de
acercarse al que le parecía el más difícil de los tres compañeros de oficina, Marcelo no dudó:

- Muy bien, Silvia, acepto la invitación para el próximo miércoles.

- Pero esta vez, voy con mi coche y tú serás mi pasajero.

- Es un trato. Una vez cada uno.

- Ah! Me gustaría, si no es molestia, que me dieras tu número de móvil para poder


comunicarte directamente conmigo, en caso de que ocurra algún imprevisto y tenga que
cancelar nuestro encuentro.

- No hay problema, Silvia. Tengo mi tarjeta aquí conmigo, que tiene el teléfono en el
que me encuentras personalmente.

- Y a tu mujercita, ¿no te parecerá mal que te llame al móvil? - preguntó Silvia, medio irónica,
medio en broma.

- No te preocupes, Silvia, Marisa no se molesta, porque sabe que tengo citas profesionales y
tengo que atender a quien me busca.

Y aprovechando la oportunidad de devolver la misma moneda, Marcelo preguntó,


atrevido:

- Y su marido, ¿no se sorprenderá de ver a su mujer llevando a otro hombre en su coche?

- Ahora, Marcelo, mi marido, y nada es lo mismo. Como te he dicho, no somos casi nada el
uno para el otro. Él tiene su vida y yo la mía. Así, nos entendemos bien. No te preocupes por
eso.

- Bien, ya no hay nadie aquí para preguntar.


El coche acababa de entrar en el aparcamiento subterráneo donde Marcelo tenía una plaza.
Antes de bajar del coche, Silvia le dijo, feliz:

- Marcel, no puedo decirte lo bueno que ha sido estar contigo estas horas. Nunca pensé que
su compañía me resultara tan agradable. Gracias.

Así que se acercó al chico en la penumbra del sótano y le dio un beso en la mejilla, la primera
vez que se permitió ese tipo de saludo.

El chico, medio defraudado, medio alegre, la abrazó, respetuoso, y le contestó: - Lo mismo


puedo decir de ti, Silvia. Fue muy bueno y será igualmente agradable nuestra próxima reunión.
No olvides, sin embargo, el sueño que debes contarme como prometiste.

- Por supuesto, Marcelino, no olvido mis promesas. Te contaré todos los detalles.

Se bajaron del coche y volvieron a la oficina manteniendo la misma actitud que antes, para
que la intimidad nacida allí no fuera conocida por nadie más. Esa era ya una postura casi
instintiva de todos los que trabajaban en ese lugar.

Fingir amistad en la superficie, pero no permitir ningún tipo de demostración de afecto o una
mayor conexión entre ellos.

Ninguno de los dos lo sabía, pero en el interior del coche se encontraban los tres entes
perturbadores, desprendidos directamente por el Presidente de la Organización: el jefe al
mando, Juvenal asesorándole directamente y el repugnante Tullido acompañándoles en su
negativo aprendizaje.

En cada giro de la conversación, en cada acento de malicia o de fingida ingenuidad, el Jefe


enseñaba a los dos aprendices a manipular el pensamiento de cada uno, utilizando sus
tendencias personales para atrapar a cada uno en una trampa retorcida con fines oscuros.

Mientras cada personaje hablaba, tenues hilos de energía parda salían de la mente del Jefe y
se conectaban a los centros cerebrales de Silvia y Marcelo, a través de los cuales sus
intuiciones podían llegar a los centros de pensamiento, al mismo tiempo que, con anticipación,
le permitían conocer el contenido de sus ideas.

Con este conocimiento previo de las cosas, el Jefe podía manipular mejor los intereses y la
dirección de las conversaciones, en la dirección que le parecía más adecuada, apuntando a los
fines colimados establecidos por la dirección de la Organización.

Juvenal ya estaba más entrenado que Gabriel, el Cojo, buscando cooperar con el Jefe, así
como el subordinado servil y adulador quiere caer en las gracias de su superior.

El lisiado observó que mostraba interés por aprender.

Para él, sin embargo, faltaban ciertos requisitos que sólo el tiempo de observación podía
favorecer. El Jefe, sin embargo, reconoció que su grado de fealdad y deformidad sería un arma
muy importante para los momentos de producir un choque en los encarnados, al encontrarse,
durante su sueño, con una entidad tan vilipendiada en su forma exterior.

Este miedo era capaz de aterrorizar y desorientar a quien estuviera más desprevenido, por lo
que Gabriel se correspondía con un arma eficaz que debía ser disparada en el momento
oportuno, con fines concretos, lo que hacía que el Jefe tolerara su casi inutilidad, sabiendo
que, en el momento oportuno, podría compensarle los beneficios que le proporcionaría en el
desequilibrio de aquellos a los que les correspondía atacar.

Y cuando el coche aparcó por fin en el garaje, todos bajaron, incluidos los Espíritus, tomando
cada uno su rumbo.

Las entidades, sin embargo, nada más presentarse en las oscuras dependencias del complejo
Departamento de Trevoso que se estaba construyendo en la oficina del suelo, fueron
informadas de que el Jefe debía comparecer urgentemente ante el Presidente de la
Organización, para dar cuenta de cómo avanzaba el proceso de persecución que estaba en
marcha desde hacía tiempo.

Mirando a los dos que seguían sus pasos, el Jefe exclamó, un poco preocupado:

- Bueno, amigos, el grandote quiere hablar con nosotros. Tenemos que hacer nuestro viaje a
la oficina. Informarles de que ya hemos recibido la citación y que en breve acudiremos, sólo
dependiendo de algunos detalles que aportaremos inmediatamente, para poder salir.

El Departamento que les sirvió de base para sus acciones con Marcelo, Marisa y otros recibió
la comunicación e intentó enviar un rápido mensajero para que el Presidente fuera informado
de que, en breve, su citación sería atendida por el grupo de acosadores.

Mientras estaba alejado del entorno, el Jefe trató de dar algunas órdenes a los propios
servidores del Departamento que estaban a su disposición, para que no se redujera la carga de
presión sobre los miembros de su trama de persecución.

Al fin y al cabo, no quería que nada saliera mal mientras él estaba fuera.

Además, dos días después debería estar listo para el nuevo encuentro de Marcelo con Silvia.

Establecieron una vigilia reforzada en la casa de la susodicha, procurando alejar de ella todo lo
que pudiera avergonzarla en el camino y, por el contrario, estimulando su excitación femenina
con los recuerdos detallados del sueño de días atrás.

Junto a Camila, la acción negativa seguía haciéndole imaginar las ventajas de la compañía de
Marcelo cada mañana, además de darle la certeza de que el muchacho estaba muy interesado
en sus concesiones de confianza, en la conversación sobre los procesos de espionaje llevados a
cabo por el Dr. Leandro, por mucho que su perspicacia femenina supiera lo mucho que
Marcelo estaba encantado con su belleza física, lo que la había hecho volverse aún más
cuidadosa con su ropa y con la forma de mostrarse ante el chico, pretendiendo ocultar lo que,
efectivamente, dejaba ver la mirada embobada de Marcelo.

Con Leticia, la joven ansiosa, los sentimientos que tenía por él eran el combustible para
movilizar sus actitudes, siendo fácilmente manipulada por las intuiciones espirituales inferiores
que se valían de sus necesidades y sueños como mujer para idealizar la relación con su
compañero de trabajo.

Todos estaban rodeados, a la vez que Alberto y Ramos, siempre acompañados por Leandro y
Clotilde, dirigían aquel lugar, que podría ser el altar del derecho, en el culto a la verdad real, en
el desarrollo de valores sociales adecuados, en el rechazo a patrocinar causas indecentes,
clientes indignos, pero que sólo se había convertido en una máquina tragaperras, utilizando las
desgracias del mundo para su propio enriquecimiento, como las aves de rapiña que se
proyectan sobre sus víctimas para desgarrar su carne, incluso antes de que estén
definitivamente muertas

15

LOS DETALLES DE LA ORGANIZACIÓN

Allí estaban los dos Espíritus, inferiorizados por la ignorancia, en la misma antesala, esperando
el diálogo que el Presidente mantenía con el Jefe.

El edificio donde se encontraba la sede directiva de ese grupo, situado en las zonas vibratorias
más inferiores y densas que rodean el entorno de los encarnados, era un conjunto mal
organizado de habitaciones y pasillos, todos ocupados por entidades de igual inferioridad,
algunas responsables de organizar los ataques a los encarnados, otras como subordinadas
directas de la presidencia, para asesorar y planificar la acción de la Organización.

De este centro oscuro, como de varios otros que existen, similares, surgieron vínculos con
muchas instituciones gubernamentales y políticas, así como con sus representantes terrenales,
aquellos hombres que, dejando de lado el idealismo del Bien, se dejaron entregar a las
mezquinas aventuras de las negociaciones y los beneficios personales, que ahora eran
asesorados por equipos de entidades inferiores, provenientes de diversas organizaciones,
entre las que nos referimos a ésta.

Además, mantenía departamentos dispersos en algunos puntos, lugares de contacto directo


con Espíritus infelices que buscaban su servicio y, gracias a los cuales, podían reunir más y más
trabajadores para la misma y siempre interminable función de influir en los hombres hacia el
mal, a través de los procesos obsesivos de intuición negativa, de acompañamiento, vigilancia y
protección de los que representaban sus intereses materiales en la Tierra.

Es interesante notar que las diversas dependencias de tal edificio, si podemos llamarlo así,
estaban llenas de una extraña decoración, sin el normal cuidado estético, no poseyendo
ningún atractivo que representara el gusto por la belleza, limitándose a esparcir muebles y
objetos por los espacios que permanecían iluminados por fuentes de luz similares a las
antorchas alimentadas con betún, utilizadas por los habitantes de las cuevas. En las paredes de
algunas salas de trabajo, dibujos o lienzos que muestran imágenes grotescas de mal gusto, que
suelen implicar actos sexuales o que presentan la desnudez como fuente de explotación en lo
que podría representar de más pornográfico.

Al mismo tiempo, deambulando por los pasillos y habitaciones, una procesión de hombres y
mujeres malformados e inadaptados, con apariencia de mendigos, vestidos con harapos, a
primera vista sin una noción clara de su propia condición de inadaptación o repugnancia.

Además de los que trabajaban allí con funciones más o menos definidas, se admitían allí
entidades desocupadas como las que servían de corte bajulante de los poderosos,
representando algo que faltaba a las antiguas poblaciones de los palacios terrestres de todos
los tiempos, cuando se buscaba la proximidad del poder para poder disfrutar de él en cierta
medida e influir en las decisiones.
Así, muchas de las mujeres allí presentes se movían de un lado a otro, utilizando el cuerpo que
creían tener todavía para llamar la atención de las "autoridades" o para favorecer a los
interesados en algún negocio turbio, como forma de facilitar su acceso a las salas más
importantes.

Se ofrecieron porque estaban orgullosos de conocer la manera de obtener los favores de las
mayorías. Por esta razón, dichas entidades se presentaban vestidas con diversos estilos de
ropa. Algunas iban vestidas a la moda francesa de la época de los Luizes, otras, según las cortes
italianas, inglesas, alemanas de antaño, junto con muchas con ropas modernas, lo que denota
que eran mujeres que vivían en la esfera de los intereses políticos en tiempos más recientes.

Invariablemente, todas tenían el mismo patrón de conducta indiscreta, atrevida y promiscua,


que las caracterizaba por una tonelada de energía propia de sus pensamientos y sentimientos
enrojecidos. Todas, por igual, trataban de utilizar su semidesnudez para ganarse la atención de
los más importantes mientras se permitían comportarse íntimamente con cualquier
desconocido que les pareciera interesante.

Para la visión de los Espíritus buenos, esto era un circo de los horrores, ya que todos eran casi
cadáveres que caminaban de un lado a otro, deseando ser seductores y atractivos. Las ropas se
habían convertido en trapos sucios y repulsivos, y las partes expuestas de sus cuerpos llevaban
las marcas de la descomposición o dejaban ver ya la estructura de los huesos, como si aquellos
Espíritus tuvieran todavía cuerpos densos como los de los seres encarnados en la Tierra.

Sin embargo, para ellos, cuya visión cristalizaba en el clima mental en el que aún vivían, el
entorno de los intereses políticos, las influencias y el poder, todos se veían a sí mismos en
perfecto estado y permitían las relaciones físicas como si no les hubiera pasado nada, salvo el
traslado de un lado a otro de la vida.

Sabían que ya no formaban parte del mundo de los hombres, pero tenían tal influencia sobre
ellos que seguían pensando que estaban en la otra cara de la misma moneda material.

Por lo tanto, la conducta de esta agrupación de espíritus no se limitó a los procesos de


persecución o influencia de los encarnados. Se extendía al disfrute de las mismas sensaciones
físicas que habían desarrollado a lo largo de sus vidas vacías y fútiles, cuando orbitaban el
poder para succionar las bendiciones de ellos y se dejaban absorber por los poderosos,
siempre interesados en cuerpos hermosos y aventuras audaces.

Las relaciones íntimas que allí se propiciaban involucraban tanto a heterosexuales como a
homosexuales, ya que para tales entidades los objetivos morales no eran obstáculos para el
logro de sus metas.

Además, con base en las mismas tendencias humanas, grupos de Espíritus, que se
aprovecharon de las fragilidades emocionales de los encarnados, se acercaron a ellos para
castigar sus inclinaciones a la sexualidad, buscando atarlos en actitudes depravadas, cuando la
excitación o la voluptuosidad por el placer asumieron el mando de las conciencias para, Poco
después, cedieron a la culpa por su comportamiento degenerado, lo que acabó produciendo
las lagunas mentales y emocionales que tales Espíritus necesitaban para acosar
psicológicamente a quienes se dejaban degenerar, vampirizando sus fuerzas físicas como ya
hicieron con Silvia.

Por tales razones, ese centro de Espíritus inmundos era un núcleo de variadas funciones,
siempre destinadas a explotar las debilidades de los encarnados sobre los que se fijaban, ya
sea para seguir manipulando las cosas del mundo, para extraer ventajas a través de ese
consorcio negativo, para perseguir con sed de venganza, o para proteger a sus representantes
físicos encarnados, los que les servían directamente para el control de las instituciones
humanas, porque estaban en sintonía con el mal.

Las innumerables dependencias, por lo tanto, eran una mezcla tal de personas, objetos,
suciedad y hedor, que algunos de los propios espíritus atrasados que servían a los intereses de
la Organización no podían soportar permanecer en ellas por mucho tiempo.

A muchos de ellos les asustaba llevar más tiempo del necesario dentro de sí mismos.

Sabían, muchos de ellos, que había trampas esparcidas por todos lados, exponiendo a los más
incautos o menos maliciosos a riesgos innecesarios.

Entidades bruscas y violentas se erigen en guardianes duros y agresivos, con la clara función
de intimidar a los más exaltados y a los que desean forzar la situación.

La única parte del edificio que se presentaba con cierta limpieza o relativo orden era la
cercana a la oficina central, desde donde el Presidente comandaba la Organización.

La estructura administrativa estaba poco desarrollada.

El Presidente, que tenía poderes ilimitados sobre todo y todos, se valía de unos pocos, que
elegía personalmente por afinidad en la maldad y simpatía de gustos e inclinaciones, para
hacerlos Jefes y enviarlos a misiones de su estricta confianza, tanto dentro de la estructura de
ese edificio como fuera de la institución.

También era él quien elegía a los responsables de los "departamentos", la extensión de la


Organización junto a los encarnados, normalmente ubicados en las propias estructuras
vibratorias de las construcciones físicas que mantenían en la Tierra, como era el caso del
despacho de Alberto y Ramos.

En todas ellas, el Presidente fijaba a sus elegidos, pero, como forma de mantener el terror y el
miedo controlados, los Jefes tenían autonomía para actuar en todas las situaciones con carta
blanca, convirtiéndose, igualmente, en espías e inspectores de la presidencia por la que
pasaban. Disfrutando de tales poderes, reconocidos como íntimos del comandante de esa
estructura, eran cortejados y temidos por todos los que formaban parte de esa Organización,
situación que les agradaba mucho y de la que siempre sacaban el mejor provecho, ya sea en el
uso abusivo de concesiones en el ámbito de las relaciones íntimas con diversas entidades,
hombres o mujeres, que se lanzaban a sus brazos, ofrecidos, o en la persecución de otros que
se presentaban en el camino de sus intereses personales, utilizando su influencia negativa para
alejarlos o castigarlos.

Eran los que gestionaban, en nombre del Presidente, la mayoría de los diferentes sectores de
la organización en el mundo de los hombres, dando cuenta de todas sus actitudes y de los
procesos de los que eran responsables.
Cualquier error o falta se castigaba severamente con el despido inmediato y con el castigo
físico, lo que representaba una humillación para cualquiera de los Jefes que, a partir de ese
momento, se vería ridiculizado por todos aquellos a los que había humillado antes, por lo que
era un doble castigo.

Así, los jefes hicieron todo lo posible para no permitirse el fracaso, incluso exigiendo la misma
conducta a sus subordinados inmediatos.

Esta máquina funcionaba muy bien, gracias a los impulsos inferiores de los propios
encarnados, que se adaptaban a ella fácil y perfectamente.

Además de ellos, los propios Espíritus, poco elevados y descuidados en la oración y en el


perfeccionamiento de sus sentimientos, acabaron por atarse a tal organismo para obtener los
favores que necesitaban a condición de entregarse como pago a las concesiones negativas en
los servicios que solicitaban.

Por ello, tras ser aceptados y atendidos sus casos, estos Espíritus, que solicitaron los servicios
de la Organización, tuvieron que aceptar trabajar para ella en sus más diversos sectores. Para
preparar a tantos nuevos siervos o casi esclavos, contaban con grupos de entidades
inteligentes que conocían los procesos hipnóticos y, sometiendo a los nuevos candidatos a sus
terapias, conseguían el control sobre el pensamiento y la voluntad de estos Espíritus
invigilantes que, a partir de entonces, sufrían una especie de lavado de cerebro basado en la
culpa, en la deuda que contraían y comenzaban a aceptar la esclavitud a las determinaciones
de la Organización.

Se les informó de que los que no obedecieran sufrirían los castigos atribuidos a los mal
pagadores, ya que estaban allí después de haber recibido los favores que habían solicitado, por
el precio que habían aceptado pagar libremente.

Se les dijo que nadie podía escapar de la institución y que los que lo habían intentado habían
sido recapturados y sometidos a espeluznantes torturas.

Todo esto, de hecho, era una intimidación psicológica a través de la cual las entidades
hipnotizadoras que servían a la Organización se sometían a las voluntades tibias de aquellos
que estaban atados al mal.

En realidad, innumerables espíritus ya habían logrado escapar de la zona de influencias


negativas en la que operaba dicha institución, sin haber regresado nunca a su seno. Sin
embargo, tales noticias no se difundieron entre sus miembros que, para continuar en la misma
condición de dependencia y miedo, recibieron la información de que los fugitivos habían sido
recapturados y estaban aislados, recibiendo los castigos que merecían por su conducta frívola
e irresponsable.

Así, basándose en la mentira, hicieron creer a los siervos que no había forma de escapar de allí
y, al mismo tiempo, mantuvieron el imperio del terrorismo, intimidando cualquier actitud
similar.

Junto a los hipnotizadores, estaban los espíritus planificadores, cuya meticulosa inteligencia
era la fuente de las estrategias de acción en las diversas áreas de influencia de esa
Organización.

Luego estaba el grupo de entidades responsables de la seguridad, compuesto por criaturas


violentas y frías, sometidas ciegamente a las órdenes superiores.
Luego estaba el grupo de entidades responsables de la ejecución de las víctimas invigilantes,
estableciendo los procesos de persecución obsesiva, incluso sobre aquellos contra los que
personalmente no tenían nada que acusar. Sin embargo, eso era como un trabajo a realizar
que estaba bajo su responsabilidad y que, si no se llevaba a cabo, podía causarles
desagradables sanciones personales.

Como herramientas importantes en los procesos obsesivos, había un grupo de entidades


ovoides que eran ajustadas por los ejecutores en las áreas físicas o mentales de los encarnados
para producirles alucinaciones auditivas o visuales, para drenar sus fuerzas vitales, para sugerir
dolores o enfermedades ficticias que se hacían reales, aunque no se detectaran en los
exámenes médicos.

Como se puede ver, era una estructura compleja que aquí no se está detallando más para que
el lector no se impresione negativamente, imaginando que es un poder que supera al Poder
Divino y que hay que temerlo como una fuerza maligna indestructible e irresistible.

Informamos para que los encarnados estén atentos a este tipo de asociación que, en verdad,
no difiere mucho de las que existen desde hace mucho tiempo en el medio material humano,
en las grandes bandas de delincuentes de todo tipo, organizadas para coordinar mejor las
acciones ilícitas, obteniendo las mayores ganancias posibles.

No hay mucha diferencia entre los dos tipos, incluso porque los Espíritus que componen las
Organizaciones del Mal son del mismo patrón que los encarnados que se lanzan
voluptuosamente sobre las riquezas de los demás. Por ser del mismo patrón, tales encarnados,
cuando pierden su cuerpo físico, suelen adherirse a instituciones similares que están en el
mundo invisible inferior, dando continuidad al mismo tipo de conducta que tenían cuando
estaban en el cuerpo físico.

Por eso Juvenal y Gabriel el Cojo, a pesar de formar parte de ese entorno, se sintieron tan
incómodos cuando aguardaban en la antesala, esperando al Jefe, bajo la atenta mirada de dos
hombres malvados.

Se podría decir que llevaban los pelos de punta, si es que tenían pelo en la piel, sólo porque
estaban ahí, a pesar de pertenecer a la misma Organización.

El siguiente diálogo tuvo lugar dentro de la sala de la presidencia:

- ¿Cómo son las cosas en el caso que me interesa? - Preguntado

Presidente, serio y decidido.

- Bueno, mi señor, lo están haciendo muy bien. Ya hemos conseguido cambiar las
disposiciones de Marisa, lo que ha influido en Marcelo, que, en consecuencia, ha aceptado
nuestras sugerencias de desprenderse de Leandro y, para ello, ha definido como mejor
estrategia, acercarse a los tres diputados para conseguir lo que quiere para recuperar el
interés de su mujer.

- Muy bien. Según mis previsiones, pues, unos meses más y todo se resolverá como deseo.

- Sí, Presidente, creo que en dos meses todo estará en el punto en que

El señor espera el golpe final.

- Bien. Sin embargo, las cosas con Glauco no van tan rápido, ¿verdad?
Atrapado por la inesperada sorpresa, el Jefe respondió tratando de parecer seguro de sí
mismo:

- Es que nos hemos dedicado en primer lugar a aquellos que estaban más inclinados a aceptar
nuestras sugerencias, mi señor. Ya hemos establecido un primer contacto con Glaucia y
Glauco, y pronto lo verá Marisa, en cuya ocasión pretendemos hacernos presentes de forma
más directa en sus pensamientos.

- Es muy importante para que nuestros planes funcionen a la perfección, jefe, y espero
que no me decepcione, ya que confío plenamente en su competencia.

- Gracias, Presidente. Tengan la seguridad de que eso no va a ocurrir, porque estoy llevando el
caso personalmente.

- Yo también lo espero.

- Utilizaré algunos recursos provocativos más potentes a partir de la semana que viene,
cuando todos los implicados ya se habrán permitido, según mi opinión, caer bajo nuestro
control más intenso.

- Los recursos que tenemos estarán siempre a nuestra disposición y, para utilizarlos, sólo hay
que pedirlos, como sabéis hacer, y no se os negarán -dijo el Presidente.

- Usted sabe de mi interés personal en este caso, y no dejaré de utilizar todas las
fuerzas para llegar a donde quiero.

Comprendiendo la poderosa voluntad de su interlocutor, el Jefe guardó silencio, moviendo la


cabeza afirmativamente, y con ello se dio por concluida la entrevista.

Abandonando el ambiente, convocó a sus dos ayudantes y partió de vuelta a los suntuosos
despachos de la oficina, no sin antes reunirse con los responsables de los procesos obsesivos
más intensos, a los que informó de que necesitaría recibir su colaboración para profundizar en
sus acciones de convencimiento -como solían llamar al proceso obsesivo- encaminadas al éxito
en aquel caso de interés personal del Presidente.

Una vez acordadas las formas más adecuadas para que la tarea continúe dentro de los planes
previstos, he aquí que, tiempo después, los tres se reunieron de nuevo con nuestros
personajes, observándolos y tratando de asegurarse de que todo va según lo previsto.

Mientras tanto, Félix y Magnus hablaban, buscando un entendimiento de los temas que tenían
bajo análisis.

De hecho, las dos entidades luminosas disponían de recursos personales para hacerse
presentes en el seno de tales Organizaciones y asistir a sus reuniones sin ser observadas por
sus miembros, ya que las diferencias vibratorias de ambas en relación con quienes las
habitaban les imponían una invisibilidad natural, resultante de la falta de capacidad de los
demás Espíritus para sintonizar con las energías más purificadas de las que ambas eran
portadoras.

- ¿Ves, hijo mío, cómo las almas no se modifican por el simple hecho de haber dejado la
envoltura carnal a los gusanos de la tierra?

- Sí, instructor. Es triste ver esto, pero no hay duda de que esta es la Verdad bajo nuestros
ojos.
- Y por mucho que Dios ofrezca para todos sus hijos los tesoros celestiales de la belleza, la
compasión y la fraternidad, la mayoría sigue prescindiendo de las concesiones para aferrarse a
los instintos de venganza, odio, codicia y crimen con los que se complican la vida.

En cuanto al sufrimiento, sería un simple gesto de perdón sincero, olvidando la ofensa. Qué
positivo sería para ellos dejarse llevar por la invitación del Bien, partiendo para la
transformación personal con el cambio de sentimientos.

Una simple lágrima que derramen, en el cansancio de la maldad, en el hastío del crimen
reiterado, en la frustración de décadas o siglos de existencia fallida en la adicción, podría
cambiar el curso de su destino, pues la más mínima demostración de arrepentimiento les daría
la ayuda que Dios les extiende constantemente, pero que ellos no entienden, no ven o no
quieren recibir.

Magnus escuchó con atención e interés y, aprovechando las referencias de Félix, añadió:

- Y lo más interesante es que los encarnados también aceptan este tipo de influencia negativa,
casi sin ninguna diferencia con los que ya no tienen el cuerpo físico.

- Muy bien recordado, Magnus. Las mismas afirmaciones se aplican a los encarnados que, sin
cuidar el pensamiento, las palabras, los sentimientos y las actitudes, se asocian con los
Espíritus que observan sus inclinaciones para servir de instrumentos activos en el mismo plano
bajo de los deseos inferiores o en el plano superior de los ideales de nobleza.

Todo es cuestión de dirección o elección personal, hijo mío.

Si Marisa no hubiera aceptado las sugerencias inferiores de las entidades que se inmiscuyen
en su mundo íntimo porque encuentran espacio en su frivolidad y futilidad personal, no habría
cambiado su comportamiento con su marido y nada de esto estaría ocurriendo ahora.

Lo mismo ocurre en todos los hogares cuando la gente no se hace cargo de los problemas, de
los comentarios negativos.

Cada palabrota pronunciada por una boca suelta, acostumbrada a maldecir como forma de
respiro, es comparable a un camión de la basura que vierte su cubo en el interior del
ambiente, reverberando no sólo en las oscuras vibraciones que retumban en la atmósfera del
hogar, cómo afectan a cada uno de sus miembros, en la medida de sus sensibilidades,
produciendo malestar, revuelta, depresión, sufrimiento, lágrimas, ira, o desencadenando una
nueva oleada de palabras chulescas que otros pueden lanzar en forma de represalias verbales
o mentales.

Por si fuera poco, la degeneración fluídica que una sola expresión es capaz de iniciar puede
abrir las puertas de la estructura familiar, dando entrada a un sinnúmero de espíritus inferiores
que, posicionados en el entorno, acompañando a otras personas en la acera, o incluso vagando
sin rumbo por la calle, se encuentran atraídos por ese choque magnético que identifican como
una firma fluídica inferior para atraerlos al entorno en el que encontrarán los hábitos y temas a
los que se han apegado.

De este modo, la casa está siendo ocupada por todo tipo de entidades sufrientes o malignas
que, a su vez, salen en busca de sus amigos y los traen al nuevo hogar, empeorando el estado
general de la vibración colectiva, produciendo una profundización de los problemas psíquicos
de sus miembros, apestando los fluidos del lugar, y aconsejando a aquellos con los que
mantienen una mayor afinidad por los hábitos mentales descontrolados o invigilantes de
alguno de sus residentes.

Al escuchar tales advertencias, Magnus consideró, interesado:

- Pero si un solo miembro puede causar tal daño al entorno familiar, ¿qué pasa con los que no
merecen tal compañía, pero que viven al lado de este individuo complicado por el
desequilibrio emocional y el desequilibrio verbal?

- Bueno, hijo mío, la ley es justa y sabia. Todos aquellos que se mantienen en la elevación de
los pensamientos y sentimientos y que no se permiten entrar en la onda de las vibraciones
inferiores, son los salvaguardas del hogar, guardando los faros luminosos que lo defenderán y
que, iluminados por la abnegación y el equilibrio de los que velan por su clara estructura,
recibirán a estos componentes desajustados como a un paciente medicado por el hospital de
la familia equilibrada. Sin embargo, lo que suele ocurrir, en la mayoría de los casos, es que la
regla naranja funciona invariablemente.

Al no entender bien la referencia humorística, Magnus sonrió y preguntó:

- ¿Regla naranja? ¡Nunca he oído hablar de él!

-Ora, amigo mío, por supuesto que sí. Es la que dice que una naranja estropeada en medio de
la caja suele acelerar la putrefacción de las demás.

Recordando que ya lo sabía, Magnus sacudió la cabeza y dejó que el instructor continuara:

- Así, gracias a la regla de la naranja, la mayoría de los miembros de la familia se encuentran en


la condición de tener, entre sus miembros, una persona difícil, intransigente, habladora,
mentirosa, intrigante, calumniadora, maldiciente, en lugar de mantener la calidad de los
valores y las virtudes en alto, Prefiere caer en el mismo patrón de locura y, asemejándose a la
naranja podrida, comienza a pudrirse igualmente, haciendo que el ambiente de la casa sea
más abierto a los invasores que contaminan sus pensamientos y sentimientos, estableciendo el
desajuste general como ley de convivencia.

Por ello, el mundo espiritual no se cansa de aconsejar la oración semanal en familia como
fuente de reequilibrio y saneamiento de las vibraciones del entorno, actividad que debe
realizarse de forma natural con quienes acepten participar en ella.

- Pero, ¿el simple hecho de rezar en familia puede servir tanto para el equilibrio del
hogar?

- No tienes ni idea de lo beneficioso que es esto. Ya que estamos aprendiendo, Magnus,


visitaremos un núcleo familiar que, estando atento a las advertencias de Jesús de la Oración y
la Vigilia, servirá de laboratorio para la observación de tales beneficios.

Observando el ambiente degenerado de aquel edificio donde se reunía la Organización, el


instructor terminó:

- Naturalmente, cualquier entidad que se presentara con la idea de rezar sería inmediatamente
acosada, arrastrada a alguna oscura mazmorra o sometida a la nueva sección de hipnosis por
las malvadas inteligencias que aquí actúan. Para este tipo de entorno, la oración no
representaría más que una amenaza que habría que desterrar con el destierro de su defensor.
Además, nos encontramos con un grupo de personas desequilibradas, que se presentan así
precisamente porque se han alejado de su conexión con Dios durante mucho tiempo.
- Pero en el ambiente familiar, donde no hay un marcado predominio del mal, cualquier tipo
de vibración elevada es capaz de encontrar repercusiones positivas en las inteligencias
invisibles que lo adornan, y no podemos olvidar que cada encarnado es seguido muy de cerca
por un Espíritu protector que es necesariamente superior a él en la evolución. Así, aunque la
mayoría de los miembros de la familia no encuentren el tiempo o la voluntad de participar en
la oración familiar, todas estas entidades cooperarán de este modo para que sus beneficios
sean percibidos por sus miembros, indistintamente, del mismo modo que cualquier habitante
de una casa se beneficia del agradable olor de un frasco de perfume que uno solo de sus
miembros ha destapado para odorizar el ambiente colectivo.

Vamos a esta casa porque hoy es un día de oración y me gustaría que pudieras observar el
lugar antes de que llegue la hora que marca el inicio de la oración familiar semanal.

Así que dejaron las turbias dependencias de la Organización y se dirigieron a esa agrupación
familiar donde observarían los beneficios de elevar los sentimientos a través de la oración.

16

PREPARACIÓN PARA EL EVANGELIO

EN FAMILIA

No pasó mucho tiempo antes de que ambos amigos de los espíritus pudieran verse en la casa
de Olivia, la madre de Glaucia, donde más por la noche tendría lugar la reunión familiar con el
fin de celebrar la oración colectiva.

El período de la tarde apenas había comenzado y en el mundo invisible las actividades


espirituales eran intensas.

Aquel pequeño reducto doméstico, sencillo sin ser empobrecido y confortable sin ser lujoso,
asombraría a algunos más inconscientes que de un momento a otro llegarían a vislumbrar las
innumerables tareas que allí se realizaban.

Trabajadores de todos los matices se encargaban de controlar la calidad del aire atmosférico,
ionizando todas las estancias de la residencia para garantizar el grado de pureza necesario para
que los procesos espirituales tuvieran la mayor eficacia posible.

Al mismo tiempo, innumerables trabajadores preparaban el entorno invisible que


correspondía al hogar terrenal, aislando con tiras luminosas ciertas zonas destinadas a las
entidades que serían llevadas por sus mentores o tutores para que pudieran escuchar la
lectura y los comentarios del Evangelio de la noche.

Otro grupo de Espíritus amigos utilizó su poder luminoso para aislar, en otra franja de la
residencia, a las entidades sufrientes que acudían a ese rellano de equilibrio con el propósito
de encontrar un consuelo para sus dolores, haciéndose científicos de que ya no poseían el
cuerpo carnal.

Además, se mantuvieron aislados equipos espirituales de delicada constitución para que los
Espíritus, según sus necesidades, pudieran manipular los fluidos necesarios para la formación
de cuadros fluídicos, acompañando muchas veces con imágenes los textos evangélicos o los
comentarios más inspirados de los participantes, en cuya ocasión se observó la participación
directa de los benefactores que los asistían.

Alrededor de la residencia, un grupo de guardias espirituales permanecía atento, valiéndose


de grandes perros que, debido a su gran tamaño, imponían temor a cualquier visitante no
invitado que quisiera entrar en el entorno sin el permiso necesario.

También se reservaba un espacio para los Espíritus que acompañaban a los encarnados que
iban a participar en el culto del Evangelio, a los que se recogía con gran fraternidad para que
pudieran ser escuchados, no permitiéndose ejercer la influencia habitual sobre los miembros
más desprevenidos o invigilantes de la familia.

En esas ocasiones, muchos de esos Espíritus perturbadores, sabiendo que podrían quedar
aislados de sus compañeros, hacían todo lo posible para impedir que asistieran a la reunión,
creando múltiples vergüenzas, provocando ocurrencias físicas para dificultar la llegada
oportuna de esa persona a su casa, induciéndola a elegir la ruta más congestionada del tráfico,
o a que las personas las buscaran en el último momento para hablar de inutilidades, o incluso
provocando molestias repentinas, sueño, cansancio, para que el encarnado no se sintiera
animado a participar en la reunión.

Entonces, cuando nada de eso resultó por la determinación y responsabilidad del participante
que pretendía interponerse, al acercarse al ambiente, acompañando a esa persona, algunos de
esos Espíritus desistieron de entrar porque la diferencia vibratoria era inmensa y, asustados
por las fuerzas del Bien, prefirieron mantenerse alejados, en la calle, antes que aventurarse en
las persecuciones interiores.

Esto favoreció mucho a los encarnados que, después de sus luchas diarias aumentadas por la
presión psíquica que sufrían, lograron finalmente un poco de paz interior y equilibrio mental
para el indispensable reequilibrio.

Mientras tanto, el hogar de Olivia no era un entorno especial, diferente de cualquier hogar
terrenal, o exento de los problemas normales de cualquier familia. Era un hogar que no se
diferenciaba en nada de las miles de viviendas que existen, salvo por el interés que mostraban
algunos de sus miembros en la elevación de los pensamientos y sentimientos a través de la
buena conducta, las palabras compasivas y la oración sincera. Sin embargo, en la lista de
problemas comunes, encontramos los mismos escenarios que muchos otros grupos familiares.

John, su marido, era un hombre poco sensible a ciertas cosas, aunque se presentaba como un
buen padre de familia. No entendía las cosas espirituales y permanecía apegado a Dios a su
manera, sin creer o descreer de manera sistemática. Cuando su salud estaba en peligro o sus
problemas materiales se hacían más grandes, recurría a las oraciones como una forma de
encontrar apoyo en esos desafíos que lo aquejaban. Sin embargo, cuando todo iba bien, a
menudo dejaba de participar para dedicarse al partido de fútbol que se solía emitir en esos
días y horas o a las noticias sobre las tragedias y problemas del día. Para ello, se dirigía a su
habitación, donde se mantenía cerrado, dejando el ambiente de la copa disponible para la
oración colectiva.

Gláucia, la hija mayor del matrimonio, era, con mucho, la más íntima colaboradora de su
madre, con sus oraciones e ideales, ya que desde pequeña había aprendido los más bellos
conceptos espirituales en las pacientes palabras de su suegra, incluso en las peores crisis a las
que se había enfrentado, cuando encontró la serenidad gracias a la sabia guía de sus consejos
maternos.

Luiz era el hermano menor, segundo y último hijo de Olivia y João. Era un niño inquieto, en la
efervescencia de la vida y lleno de aventuras en su cabeza.

Luchó por conseguir el mejor trabajo y siempre se vio envuelto en cambios repentinos de
dirección, probando nuevos campos, dedicándose a muchas cosas simultáneamente.

Su inestabilidad emocional era evidente, ya que su escasa madurez espiritual le ayudaba a


mantenerse ansioso e inestable, dependiendo en gran medida del equilibrio de su madre y de
las conversaciones que mantenía con su hermana en las horas en que esto era posible.

Gláucia procuraba aconsejarle en cuestiones afectivas, valiéndose de su posición de mujer


mayor y con mayor comprensión espiritual, informando a su hermano sobre las leyes
espirituales y sus repercusiones en la vida para alertarle de las trampas que la observancia
ciega de las costumbres de la "mayoría mundana de la gente" solía producir en el camino de
quienes las adoptaban como hábitos propios.

A Luiz le gustaba escuchar a su hermana, pero no hacía mucho por seguir sus consejos.

Siempre se relacionó con muchas chicas y cada fin de semana estaba dispuesto a poner a
prueba su masculinidad en diferentes compañías, conseguidas en las fiestas de empaque, en
las diversas baladas donde la oscuridad, la música ensordecedora, la bebida alcohólica fácil y,
no pocas veces, las drogas varias, hacían el cóctel del desajuste personal y emocional,
terminando siempre en una noche de aventuras en los lugares destinados a los modernos
encuentros íntimos, comúnmente conocidos con el nombre de moteles.

Así, a excepción de Gláucia y Olivia, los otros dos miembros del entorno familiar eran hombres
poco vinculados a los gestos del Espíritu y a las transformaciones indispensables para el
mantenimiento del equilibrio doméstico.

João y Luiz estaban fuera de casa durante el día, en un trabajo profesional. Gláucia se
mantenía al margen por la tarde, cuando daba clases a los niños en una escuela privada,
mientras que Olivia se dividía entre las tareas domésticas y sus deberes como costurera,
recibiendo en casa las tareas a realizar, que le enviaba una gran confitería de los alrededores.

Además, ayudó en la casa espiritista como voluntaria, asistiendo a los que llegaban,
entregando mensajes a la entrada de la sala de conferencias, al tiempo que ayudaba como
donante de fluidos magnéticos y dialogante en reuniones de conversación espiritual con
entidades afligidas.

Mantenía sus pensamientos constantemente elevados y sus suaves vibraciones eran una
poderosa atracción para los Espíritus amigos que deseaban encontrar un ambiente de paz y
consuelo, siempre presente a su alrededor.

Así, en el entorno físico de ese hogar familiar, a esa hora del día sólo se encontraba Olivia.
Después de terminar sus tareas con la vajilla, se sentó junto a la máquina de coser para dar
cuenta de su cuota diaria de servicio.

Félix y Magnus observaron la indescriptible actividad espiritual en aquel pequeño núcleo


familiar en la superficie del mundo, que contrastaba con la calma física que dominaba su
interior, en el plano carnal.
- Nunca imaginé que una casa como ésta pudiera contener semejante obra de asistencia de
espíritus amigos. Al fin y al cabo, ¡esto no es un centro espiritista! - Sí, Magnus, y
probablemente ni siquiera sea un centro espiritista. La casa espiritista debe estar situada en un
entorno deshabitado, siempre que sea posible, para que no se produzcan interferencias de un
plan de vida en el desempeño de las actividades del otro y viceversa. Cada vez que se produce
esa identidad, es decir, cada vez que los encarnados fundan un centro espiritista en su propia
residencia, eso puede parecer bueno en un primer momento. Sin embargo, por mucho que los
amigos invisibles impliquen a todo el mundo en una atmósfera de elevación, las propias
personas no siempre desean permanecer elevadas. Además, cuando la gente va a una casa
espiritista, después de la reunión se aleja, pero los espíritus necesitados que han estado allí
por alguna razón grave permanecen para la continuidad de su tratamiento. Sin embargo,
cuando la casa espiritista se confunde con la casa física de las personas, esos Espíritus no
encuentran el ambiente de neutralidad indispensable para su recuperación, y quedan
inmersos en los médiums, los sensibles y los participantes de la reunión, de tal manera que ese
contacto puede acabar siendo perjudicial, incluso para la salud y el equilibrio físico-mental de
los que allí viven.

Mostrando un gran interés por las lecciones, Félix continuó:

Ahora, amigo mío, diferente es el caso de la reunión familiar destinada a la oración simple y
sincera. Hay tantas necesidades en el mundo y tan necesitados están los espíritus superiores
de más instituciones dedicadas a la obra de amor a los afligidos, en ambos lados de la vida que,
una vez que alguien aparece interesado en cultivar buenas lecciones y santificar vibraciones
consoladoras, estableciendo esta obra con la responsabilidad que se espera de las personas
serias, sus amigos invisibles no miden sus esfuerzos para que, durante los rápidos minutos de
la simple reunión, muchas criaturas encuentren la ayuda que buscan, además de, por
supuesto, promover la ayuda inmediata a los propios miembros de la familia que se reúne.

Por eso estamos viendo toda esta intensa actividad. De hecho, esta pequeña casa parece una
institución espiritista, aunque han tenido la precaución de no permitir las rutinas de una casa
espiritista normal, como preceptúan los postulados de la Doctrina Kardetiana.

Así, como se puede ver, dicha reunión no estará destinada sólo a los cuatro miembros de esta
familia y al quinto miembro, en la condición de prometido de Gláucia. Nuestro Glauco,
atendiendo a las invitaciones de su amada novia, siempre que puede asiste al grupo, en la
oración semanal que realizan. Tampoco se trata de transformar el culto a domicilio en una
reunión pública a la que se invitará a todo el vecindario o a los familiares. Glauco, de hecho, es
ya casi un miembro de la familia y, además, está estrechamente vinculado a los destinos y
objetivos espirituales que se desarrollan en esta pequeña comunidad. Por eso, nada es más
justo que participar en sus encuentros íntimos para que pueda integrarse plenamente en la
obra del Espíritu y crecer en los conceptos importantes del alma.

Además, Glauco está dotado de algunas facultades mediúmnicas que están siendo
desarrolladas por sus amigos invisibles que, en estas ocasiones, se aprovechan del ambiente,
de las energías amorosas de los miembros de la familia y se aplican a mejorar sus
percepciones, preparándolas para los desafíos que el futuro les depara, en las tareas del Bien a
las que se comprometieron antes del renacimiento, para desarrollarse plenamente en la Casa
Espírita, en el momento oportuno.

Y tan grandes son las necesidades de los desencarnados de forma general que, de forma eficaz
y muy objetiva, los responsables espirituales de los trabajos se esfuerzan por buscar el mayor
número de participantes invisibles para que escuchen las orientaciones de las generosas y
sabias palabras que el Amor de Jesús propicia a todos nosotros, llevándolas consigo al final del
encuentro.

Al escuchar tales revelaciones, Magnus aventuró la pregunta natural:

- Pero el aumento de entidades necesitadas en torno a la vivienda, ¿no puede crear mayor
perturbación en los que la habitan? Y si los encarnados lo saben, ¿no puede este
descubrimiento hacerles imaginar que la oración atraerá a más seres sufrientes,
perjudicándoles; energías del interior de su casa, lo que les llevaría a negarse a realizarla?

- Además, Magnus, estamos hablando de un hogar con personas de buena voluntad y


comprometidas con la mejora moral, como es el caso de Olivia, Glaucia y Glauco. Ahora bien,
en cuanto al hecho de que sus habitantes teman la invasión de su hogar y por ello no lleven a
cabo el Evangelio semanal, esto sólo puede considerarse plausible en el caso de personas poco
preparadas en las que la ignorancia de las leyes espirituales y la falta de sentido común
producen algún tipo de comportamiento anacrónico como éste. De hecho, hijo, los encarnados
son los mayores productores de perturbación para ellos mismos. Ya sea en la calle, en el
trabajo, en las relaciones sociales o incluso en el ocio, sus sentimientos revoltosos son
innumerables puertas de entrada a entidades de todos los niveles de inferioridad y
sufrimiento.

Siendo ellos mismos suficientes para producir tal procesión temblorosa a su alrededor, la
oración familiar es la única forma más accesible para que puedan apoyar tales necesidades de
paz, ayudando a las entidades que han traído de sus aventuras irreflexivas.

En relación a estos otros que son llevados por sus tutores y mentores espirituales, esta
presencia se encuentra aislada en el ambiente, no provocando ni el agravamiento ni la
aparición de más problemas. Los generadores de problemas son invariablemente la
encarnación de los invigilantes.

Tan pronto como la reunión termine, estos Espíritus serán enviados a sus respectivos
ambientes, y no quedará el más mínimo residuo vibratorio que pueda atestiguar su paso. Por
el contrario, de las emociones que se han despertado en el fondo de estos infelices Espíritus,
de las oraciones que han aprendido o recordado hacer, de los encuentros con seres queridos
que los han buscado durante mucho tiempo, quedará en el ambiente familiar un sentimiento
de gratitud para todos los que componen este pequeño grupo, gratitud que se elevará a los
planos superiores como testimonio del amor incógnito de los que han mejorado en los
encuentros celebrados en esta familia. Esto caerá sobre todos sus componentes como
bendiciones de equilibrio y paz.

Ningún temor, por tanto, debe revestir el sentimiento de quienes viven en una casa adornada
por las buenas obras, que siempre se traducirán en buenos fluidos para todos los que
participan en ella.

Además, está la alegría de los mentores superiores, de los trabajadores de la Bondad, de los
servidores de la Verdad que pueden, aquí, encontrar una posada serena para reconstruir,
aprender y ayudar, así como el alma puede sentirse feliz cuando observando el hambre de un
ser querido, se sorprende al encontrar un lugar donde ese mismo ser querido encuentra el
alimento que necesita. La gratitud del hambriento debe ir unida a la gratitud superlativa de
aquel que tanto le quería y que pudo verle apoyado, gracias a la ayuda espontánea de un
desconocido que se hizo fraternal con él.

Pensando mejor en lo que estaba aprendiendo de la conversación, Magnus se puso el dedo


índice en la barbilla, en un gesto propio que atestiguaba la sorpresa ante el revelador
razonamiento y reflexionó:

- Estoy recordando la conversación del Presidente con el Jefe, que acabamos de presenciar.
Recuerdo que decían que el proceso iba detrás de Glauco y que el Jefe podía utilizar otros
recursos para agilizar las influencias. Observando esto, ahora, ¿podríamos establecer alguna
correspondencia directa entre la dificultad de acceso a Glauco y su participación en este
trabajo de oración colectiva?

- Muy bien observado, hijo mío. Poner la información a trabajar en nuestra mente es
aprovechar el estudio para desarrollar la madurez. Seguramente no he olvidado el comentario
de esos dos hermanos nuestros, infelices en los señuelos que el mal les está dando. Y con
respecto a los efectos de este acto de devoción que es el Evangelio en casa, sobre sus
miembros, dejaré que su observación personal, más tarde en la noche, responda a esta
pregunta, sin que yo tenga que adelantarme a ella.

De este modo, las dos entidades permanecieron allí esperando el inicio del estudio de "El
Evangelio según el Espiritismo" en la casa de Olivia, tomando contacto con los Espíritus
responsables de la organización y poniéndose a disposición para cooperar en todo lo que
pudiera ser útil a las necesidades de aquella hora.

- El Presidente nos encargó un mayor compromiso en el caso de Glauco - habló el Jefe,


dirigiéndose a los dos comandantes. Prometí que actuaríamos rápidamente, así que pedí más
refuerzos para el proceso de interferencia directa con él.

- Sí, pero no has dicho que haya "ángeles" en este entorno, ¿verdad?

- Por supuesto que no, Juvenal. ¿Crees que soy un idiota? - contestó el Jefe, con un gesto de
indignación. - Si le digo eso, podría pensar que estamos intimidados. Sólo dijo que actuábamos
primero sobre los más fácilmente influenciables, lo que sigue siendo cierto. Y ahora que las
cosas van bien con los verdaderos idiotas, nos dedicaremos más a la "parejita brillante".

- ¿Y cómo vamos a proceder, yo y el lisiado aquí? - preguntó el rudo Juvenal frente a


Gabriel, el aprendiz adulador.

- Bueno, como estamos entrenando al chico, no podremos contar mucho con él, salvo para
espantar a los espíritus de los vivos y de los muertos. Sin embargo, las cosas ya están
arregladas y, hoy, buscaremos emisarios de la Organización que hagan las conexiones
indispensables para que Glauco y Gláucia no se olviden de nuestra influencia. Deberías ir a
averiguar dónde estará hoy para que podamos atacar lo antes posible.

Diciendo esto, ordenó a Juvenal y a Gabriel que fueran al lugar de trabajo de Glauco para
obtener información sobre su rutina nocturna, periodo en el que siempre parecía más fácil que
las entidades turbias actuaran sobre los encarnados que, desconectados de la preocupación
del trabajo diario, se permitían los excesos de las "horas felices", de las aventuras divertidas en
las que los abusos aparecían como válvula de escape de las emociones reprimidas, entre otras.

- La noche es una fabricación de horrores - ironizó Juvenal en lo que acompañó la risa


divertida de Gabriel, mostrando ansiedad por preguntar cómo funcionaba ese proceso de
interferencia en el mundo de los "cráneos vestidos", como solían referirse a los seres
encarnados.

- Ahora, Cojo, vete tranquilo que hoy recibirás una lección del Jefe, para aprender cómo
suceden las cosas en el mundo de los muertos vivientes, los que se creen vivos, pero están más
muertos que nosotros, los verdaderamente vivos.

- Dios, qué lío, Juva, muertos con vivos, no entiendo nada.

- ¿Cómo no hacerlo? Los que están vivos mandan y los que están muertos mandan. Ponemos
las cosas en la mente de los imbéciles y ellos obedecen, creyéndose dueños de la verdad y de
sus propias voluntades. ¿Quieres algo más muerto que eso? Son títeres que mueven el
esqueleto, haciéndose los importantes, los guays, escondiéndose detrás de las gafas y los
paquetes de cigarrillos, las drogas y los placeres, de los que nosotros somos los que más
disfrutamos, chupando todo lo que nos ofrecen. Si lo haces bien, son como pequeñas vacas
que nos dan la leche cada día sin que tengamos que pagar nada por ella. Sólo hay que
encontrar al tipo adecuado y decirle lo que se quiere oír que a partir de ahí es fácil que nos
sirva hasta la extenuación. ¿Quién está muerto y quién está vivo?

Mirando al amigo que se divertía con los conceptos que manipulaba para su comprensión,
Gabriel sonrió medio encantado y habló sin venir a cuento:

- Sí, Juva, pensando así, somos aún más inteligentes que ellos, ¿no?

- Claro, tonto... por eso hay que atacarlos y alejarlos de todo lo que pueda abrirles los ojos a su
verdadera condición, porque cada uno que nos abandona deja de servirnos como fuente de
alimento. Por lo tanto, tenemos que perjudicar a todas las personas que se dedican a este
negocio de hablar con los difuntos, perturbando sus vidas, perturbando sus negocios, haciendo
todo para que se desequilibren y abandonen esta cosa de la iluminación, del aprendizaje, de la
reforma íntima.

- Así es - aceptó Gabriel, para complacer al amigo que se estaba excitando.

- Si esto de manifestarse y manifestarse funcionara aquí, saldría una pancarta escrita


"MATEMOS OS MÉDIUNS", "FOGO NOS CENTROS ESPÍRITAS", "MUERTE A LOS CORDEIROS
FALSOS", para hacer un movimiento que defienda nuestro derecho a alimentarnos de los vivos
que nos quieren servir para su propio gusto.

Imagínate, lisiado, qué sería de nosotros si toda la gente dejara de beber, de fumar, de
drogarse, de robar, de abusar del sexo, ¿dónde nos quedaríamos, cómo nos sentiríamos si
nuestras vaquitas abandonaran nuestros corrales y se fueran? Y nuestra leche, nuestro queso,
nuestro filet mignon, nuestros placeres, ¿dónde se quedarían? Este movimiento de
iluminación de las conciencias es un verdadero ataque a nuestros intereses personales más
sagrados y no podemos permitir que siga adelante sin hacer algo para detener esta locura. Si
creen en el Bien y en este asunto de Jesús, que elijan otro mundo, de los que andan por ahí, y
que se trasladen allí, dejándonos este, que nos pertenece desde hace mucho tiempo. Ve a
fingir la bondad en otra parte.

Mientras hablaban, llegaron al lugar donde estaba Glauco y, para su sorpresa, fueron
recibidos por un Espíritu amigo que lo protegió.

- Buenas tardes, hermanos míos, ¿qué quieren con Glauco?


- Buenas tardes, pequeño camarada fantasma -habló, insolente, Juvenal, que había tomado la
delantera ante la inexperiencia de Gabriel. - Estamos aquí para saber sobre Glauco y lo que va
a hacer con la vida esta noche, porque tenemos una cita.

Sin mostrar ninguna irritación o intimidación con la postura arrogante, la entidad amiga no
hizo ninguna petición e informó:

- Glauco estará, como siempre, en casa de la novia, donde disfrutará de la compañía de


la familia.

- ¿La familia del abordado? ¡Qué bonito! El Jefe estará encantado de saberlo. Muchas gracias
por la información, alminha penada... - habló Juvenal, arrastrando a Gabriel cerca de ti,
retirándose de la escena.

- ¿Qué es eso de la familia a bordo, Juva?

- Ah! Es la familia que siempre se embarca y casi nunca se equilibra en el cable. La "veinha e a
moçoila" son las únicas que aguantan el trance. Pero los dos marmanjos son los mayores
idiotas que he conocido. De vez en cuando nos reunimos con ellos en nuestras fiestas repletas
y disfrutamos de algunas emociones mientras duermen.

Será bueno encontrar a ese pequeño para la operación de hoy.

Sin entender mucho, Gabriel preguntó:

- ¿Quién fue el que llamó fantasma y qué operación va a pasar hoy?

- Bueno, lisiado, era el espantapájaros de turno. Los ángeles tienen estas cosas. Siguen
protegiendo a sus elegidos y como espantapájaros se plantan junto a ellos para que donde
estén no puedan ser atacados directamente por nosotros.

- ¡Pero el pequeño parecía inofensivo! Ni siquiera se asustó de mi fealdad...

- Es que están muy bien entrenados para esta tarea, como lo es en la Organización. Ahora, en
cuanto a la operación, es la que vamos a hacer esta noche, junto al tonto apasionado, el
mismo tipo que casi conseguimos hundir hace unos años y que sólo se salvó por el lametón de
su prometida y la presencia de estos espantapájaros alrededor. Esta vez, sin embargo, no
habrá ningún espantapájaros que resista nuestro ataque. Informemos al Jefe de lo favorable
que son las cosas para nosotros.

Informado de esto, el Jefe se exultó y, más que rápido, hizo arreglos para que las entidades
hipnotizadoras del lugar donde vivían Gláucia y su familia se presentaran para trabajar más
directamente sobre él y, si era posible, sobre la novia.

En los planos espirituales inferiores, pretendían implantar los cuerpos ovoides en la estructura
mental de Glauco, utilizando algún momento de invigilancia de sus pensamientos.

Como estaban acostumbrados a hacer, esperaban que el encarnado permitiera alguna


irritación, disminuyendo el patrón de sus ideas, o exploraban las naturales tendencias malignas
que los resabios se permitían activar, cuando sus deseos les aconsejaban hacer poco.

Entre las técnicas que estos Espíritus perturbadores utilizaron, y suelen utilizar, está la de
intuir a alguien de la familia para que sintonice algún programa de televisión que presente un
tema controvertido o escandaloso que sirva más fácilmente para disminuir el equilibrio
emocional, o que se convierta en la mecha de una discusión y un debate colectivo, En cuanto
se instala, magnetiza estas entidades ovoides perturbadoras del equilibrio con los encarnados
que se dejan desequilibrar, inmantándolas en los centros energéticos y conductos nerviosos de
la médula, con el fin de interferir lenta pero eficazmente en el equilibrio de sus víctimas.

La televisión, por tanto, apareció en aquel momento como una gran aliada para la
instauración del clima de terrorismo, miedo o inadaptación porque era la puerta de entrada a
los pensamientos distorsionados, favoreciendo la invigilancia de los encarnados pasivos ante
los mensajes que transmite, abriendo el espacio mental para que tales Espíritus turbios
puedan llevar a cabo sus obsesivas hazañas.

Destacamos aquí que los programas de televisión tienen la misma función en relación con la
mejora de quienes los ven. También sirven de canal para que los Espíritus buenos ayuden a los
encarnados, a través del buen mensaje, la belleza de la enseñanza y los consejos favorables,
cuando tales asuntos están disponibles en los programas de vídeo que emiten.

Con las ideas positivas que también posibilita esta programación, puede aparecer como un
antídoto contra los procesos de desánimo, de desesperación, porque presenta a los
espectadores un alimento que puede estimular sus virtudes íntimas.

Sin embargo, cuando uno se permite dedicarse a la siembra de basura moral, emocional y
cultural, el mismo vehículo se convierte en generador de trastornos mentales en la mayoría de
los invigilantes que se rebelan o desesperan ante lo que ven o aprehenden, abriendo espacio
para que los Espíritus negativos, de servicio al mal, se aprovechen de los tortuosos caminos del
desequilibrio e instalen en el encarnado los procesos de obsesión y persecución que pueden
llevarle a los más tristes desajustes emocionales, mentales y, a medio o largo plazo, de salud
física.

Esto es lo que ocurre con todos los medios de divulgación, que funcionan como medios para
sembrar ideas e imágenes en lo más íntimo de las personas.

Tan poderosa es la noticia, en forma de sonido o de imagen, que los medios de comunicación
ya se están encargando de evitar la difusión de noticias sobre suicidios, ya que han
comprobado que cada vez que se difunden estas noticias, se produce un brote de suicidios que
afecta a la comunidad que ha consumido la información, dejándose llevar por influencias
sugestivas de las entidades perturbadoras de su equilibrio, induciendo un aumento de los
intentos de autodestrucción y la acumulación de víctimas de esta tragedia moral.

Este es el mecanismo natural que tales entidades utilizan para iniciar un proceso obsesivo o
amplificarlo, necesitando siempre la aceptación tácita de la víctima, que no debe reaccionar
contra la inducción al mal pensamiento, al mal sentimiento o a la condición de autocompasión.

Una vez establecida la discusión, la irritación, la indignación, la rebeldía, el rencor, todo ello
facilita que dichas entidades, ahora alimentadas por las emisiones energéticas inferiores,
establezcan las conexiones de los hilos magnéticos con la mente y con los canales nerviosos de
sus víctimas, dejando que los desequilibrios se asienten y las consecuencias se acumulen en
sus energías atacadas y drenadas por estos chupópteros magnéticos.

Pero si el encarnado permanece en constante vigilancia y no acepta tales provocaciones


porque ya conoce el riesgo y sabe que son trampas peligrosas para sus pensamientos, estos
Espíritus inteligentes no ceden. Muchas veces, entonces, comienzan a atacar a sus parientes,
algunos de los cuales, lejos de cualquier principio moral superior o conocimiento de las leyes
espirituales, comienzan a ser utilizados como instrumentos de irritación, de desajuste del
grupo, de pérdida de equilibrio, hasta que aquel encarnado que es el principal blanco de los
ataques, cansado de tales perturbaciones y de los tormentos en medio de los cuales se
encuentra colocado, termina por entregarse a la perturbación, perdiendo la paciencia,
irritándose y, al disminuir su propia vigilancia, termina por abrir espacio para la acción de los
invisibles y horribles perseguidores.

Este era el método que el Jefe demostraría a Glauco, con la ayuda de hipnotizadores y cuerpos
ovoides que pretendía implantar en su estructura vibratoria.

Esa noche del Evangelio en el Hogar sería muy interesante e instructiva para todos.

17

EL MOMENTO DE LA ORACIÓN COLECTIVA

Una hora antes del inicio de la reunión familiar, se podía observar la agitación operativa de los
trabajadores del mundo invisible, organizando la llegada de las diversas entidades que
participarían como oyentes, en sus respectivos lugares, aislados magnéticamente del entorno,
para que sus emanaciones inferiores no comprometieran el contenido energético de la
reunión.

Otros trabajadores se encargaron de los Espíritus que serían sometidos a los distintos
tratamientos, recogidos en las cercanías, incluso en las casas de los vecinos, mientras que no
faltaron los que se dedicaron a llevar a la reunión a las entidades que molestaban a los propios
residentes de la casa donde se celebraba la oración. Aquella noche, los encarnados que se
unirían a las oraciones habituales de todos los martes eran, además de Olivia, su marido João,
que había aceptado participar porque, desde hacía algún tiempo, presentaba fuertes dolores
en las rodillas y, según creía, la oración podía ayudar a mejorar su sufrimiento.

Gláucia y Glauco serían los otros dos miembros de la reunión.

Luiz, el hijo menor, no quiso venir, aunque era esperado por todos, ya que, poco afín a las
cosas espirituales, las entidades que lo perturbaban le habían creado ciertas vergüenzas
personales que impedirían su presencia en el momento de la oración.

Los miembros de la familia, sin embargo, aún no sabían de esta ausencia, permaneciendo a la
expectativa de su inminente llegada, hasta momentos antes de la hora prevista.

En el mundo invisible, los Espíritus responsables de la defensa del hogar y que hacían rondas
externas ya estaban en todos los ángulos, acompañados por los enormes perros que ya hemos
mencionado y que comandaban con precisión.

Además, poseían instrumentos de descarga magnética para cualquier eventualidad más grave,
incluso para hacer frente al intento de invasión de entidades desequilibradas, en caso de que
se presentaran en grupo voluminoso.

Transformada en un centro luminoso, la residencia de Olivia comenzó a mostrar el brillo que


atraía a muchos afligidos de la región espiritual circundante. Así, como medida de refuerzo
protector, se levantaron carreras magnéticas externas, que parecían campos eléctricos
concéntricos, fijados a varias distancias, teniendo como centro el hogar. Tales defensas tenían
una función igualmente selectiva, permitiendo el paso de Espíritus con vibraciones menos
agresivas, pero manteniendo alejadas a las entidades más violentas, a las que se impedía
seguir acercándose al alcanzar el campo eléctrico con el que reaccionaban sus propias
vibraciones, produciendo el efecto repulsivo. Sin embargo, las entidades que traían las
vibraciones menos agresivas podían caminar en dirección a ese foco luminoso hasta llegar a la
frontera energética que les impedía avanzar, siendo importante señalar que, en todas esas
franjas, había espíritus guardianes que mantenían la dirección y evaluaban las posibles
asistencias de emergencia, incluso para asegurar que los espíritus más bruscos no impidieran
avanzar a los menos toscos, mientras no pudieran pasar.

Este peregrinaje de sufridores tuvo lugar porque, como ya se ha dicho, con la llegada de las
labores nocturnas, la casa había dejado de ser una mera morada de personas, sino que, gracias
a la intensa acción magnética, tanto de las entidades desencarnadas que trabajan por el Bien
como de los corazones armoniosos de Olivia, Gláucia y Glauco, ese núcleo se transformó en un
pequeño Sol resplandeciente, brillando en la oscuridad nocturna y atrayendo la curiosidad de
innumerables espíritus perdidos, afligidos, que vagaban sin rumbo, y que imaginaban que allí
estaba la salida a sus dificultades o la forma de mejorar sus situaciones.

Como los espíritus más primitivos no podían acercarse al centro por su condición de repulsivos
y por las barreras energéticas que no les permitían pasar, seguían tratando de impedir que los
demás siguieran adelante, lo que obligó a varios trabajadores de seguridad a permanecer en
estos distintos puntos de paso de los límites de selección de fluidos, garantizando el acceso de
los que querían, a pesar de la oposición de los rebeldes a los que se les impedía seguir.

En el entorno físico, cada encarnado, además del Espíritu protector que le acompañaba
durante su viaje terrenal, tenía un equipo de mentores, responsables de la estructuración de
su sensibilidad para ese encuentro

Quince minutos antes de que empiecen, Olivia colocó sobre la mesa los vasos y la botella con
agua que serviría de vehículo para los fluidos medicinales específicos que las entidades amigas
utilizarían para la continuidad de los tratamientos. Al mismo tiempo, invitó a los demás
miembros de la reunión a sentarse a la mesa, disponiendo la desconexión temporal de los
teléfonos y sus extensiones, además de pedirle a João, su marido, que apagara la televisión
que miraba, interesado en las siempre viejas noticias sobre los resultados deportivos de su
equipo de fútbol favorito.

- Espera un momento, Olivia, ya voy... - replicó a su marido, atrapado en un interés fútil y que
lo distrae del camino de la iluminación personal manteniéndolo ilusionado con las baratijas de
la vida, como quien puede llegar a la mina de oro, pero que, por el camino, se distrae como los
guijarros del camino, deteniéndose en los puestos que le proporcionan regalos de cristal y
distracciones, olvidando que el yacimiento de oro está más adelante.

- No tardes, cariño, ya estamos todos aquí, sólo tú.

- Y Luiz, aún no ha llegado - dijo João, queriendo ganar algo más de tiempo.

- No estará aquí. Si viniera, ya habría llegado. Sólo faltas tú -dijo Olivia, afectuosamente, en
tono de convocatoria, mientras miraba a Gláucia y Glauco frente a ella, con el aire de quien se
refiere a la condición desinteresada de su marido.
Comprendiendo que Juan necesitaba un poco de ayuda, Alfonso, el mentor espiritual
encargado y líder de la reunión, una entidad de alta condición, con un pequeño gesto
determinó que una de las ayudantes de la obra, que estaba vinculada a esa familia desde hacía
algunas décadas, tomara las medidas para acelerar la llegada de su marido, para que la
reunión no sufriera retrasos innecesarios.

Discretamente, el simpático espíritu se dirigió a la habitación donde Juan se dejaba llevar por
las escenas de fútbol, como si eso fuera lo más importante del mundo y, sin ninguna violencia,
pero incluso con una carga de humor, habló en voz alta:

- Sí, amigo mío, llevas unos cuantos siglos de retraso. Tienes que recordarlo y no perder más
tiempo en tonterías.

Al decir esto, la entidad colocó sus manos en la zona de la rodilla dolorida de John y, con un
rápido movimiento, como si lo apretara, produjo una descarga magnética que alcanzó su
sensibilidad física como si una aguja hubiera penetrado en sus fibras de carne.

- ¡Oh, qué dolor de rodilla! - exclamó Juan, llevándose inmediatamente la mano al lugar,
recordando que estaba enfermo en esa zona de su cuerpo.

Y en ese mismo momento, se desinteresó del deporte y recordó que era mejor rezar para
mejorar que quedarse allí, sin producir nada bueno para sí mismo.

Apagó el televisor y se dirigió, medio manquitolando, a la taza donde le esperaban los demás.

Tras acomodarse, Olivia atenuó la luz del entorno, dejando sólo un pequeño foco que salía de
la cocina, puso música y luego pidió a Glaucia que dijera la oración que, con la entonación
amorosa de su alma, fue sencilla, breve y espontánea.

Entonces, sin necesidad de aumentar la luminosidad porque su posición en la mesa le


proporcionaba suficiente claridad para la lectura, Glauco leía el libro elegido para las
meditaciones. Para ello, Olivia pidió a su marido que abriera "El Evangelio según el Espiritismo"
al azar y se lo pasó a su futuro yerno, que leería algunos párrafos, de forma clara y pausada,
para que todos pudieran entenderlo.

En medio de este "todo" estaban las entidades invisibles que habían sido llevadas al
aprendizaje.

Antes de comenzar la lectura, los Espíritus que los guiaban y dirigían, les explicaron que
debían abrir bien sus oídos espirituales para no perder ninguna lección porque se trataría del
capítulo más largo del Evangelio, el quinto, el que habla de las aflicciones.

Glauco, entonces, después de que Juan lo abriera al azar, leyó el pasaje que le correspondía:

CAUSAS ACTUALES DE MALESTAR

Las vicisitudes de la vida son de dos especies, o, si se quiere, tienen dos fuentes muy
diferentes que hay que distinguir: unas tienen su causa en la vida presente, otras fuera de ella.

Volviendo al origen de los males terrenales, se reconocerá que muchos son la consecuencia
natural del carácter y la conducta de quienes los soportan.

¡Cuántos hombres caen por sus propias faltas! ¡Cuántas son las víctimas de su irreflexión, de su
orgullo y de su ambición!
¡Cuántas personas se arruinan por falta de orden, por perseverancia, por mala conducta y por
no haber limitado sus deseos!

¡Cuántas uniones infelices porque son de interés calculado o de vanidad, con las que el
corazón no tiene nada!

¡Cuántas disensiones y agravios podrían haberse evitado con más moderación y menos
susceptibilidad!

¡Cuántos males y enfermedades son consecuencia de la intemperancia y los excesos de todo


tipo!

¡Cuántos padres son infelices con sus hijos, porque no lucharon contra sus malas tendencias al
principio! Por debilidad o indiferencia dejan que se desarrollen en ellos los gérmenes del
orgullo, del egoísmo y de la necia vanidad, que secan el corazón; luego, recogiendo lo que han
sembrado, se asombran y afligen por su falta de respeto y su ingratitud.

Que todos los que son golpeados en su corazón por las vicisitudes y desengaños de la vida
interroguen fríamente a su conciencia; que se remonten progresivamente a la fuente de los
males que los afligen, y verán si, la mayoría de las veces, no pueden decir: Si hubiera, o no,
hecho tal cosa no estaría en tal situación.

¿A quién, pues, hay que culpar de todas sus aflicciones sino a ellos mismos? El hombre es así,
en un gran número de casos, el artífice de sus propias desgracias; pero en lugar de
reconocerlo, encuentra más sencillo, menos humillante para su vanidad, acusar a la suerte, a la
Providencia, al azar desfavorable, a su mala estrella, mientras su mala estrella está en su
descuido.

Los males de esta naturaleza forman ciertamente un contingente notable en las vicisitudes de
la vida; el hombre los evitará cuando trabaje por su mejoramiento moral tanto como por su
mejoramiento intelectual.

La ley humana alcanza ciertas faltas y las castiga; el condenado puede, por tanto, decir que
soporta la consecuencia de lo que ha hecho; pero la ley no alcanza ni puede alcanzar todas las
faltas; más especialmente alcanza las que perjudican a la sociedad, y no las que perjudican sino
las que las cometen. Pero Dios quiere el progreso de todas sus criaturas; por eso no deja
impune ninguna desviación del buen camino; no hay una sola falta, por pequeña que sea, una
sola infracción de su ley, que no tenga consecuencias más o menos tristes e inevitables. De ello
se deduce que en las cosas pequeñas, como en las grandes, el hombre es siempre castigado
por lo que ha pecado.

Los sufrimientos que son la consecuencia para él son una advertencia de que se ha
equivocado. Le dan experiencia haciéndole sentir la diferencia entre el bien y el mal y la
necesidad de mejorarse a sí mismo para evitar, en el futuro, lo que ha sido una fuente de dolor
para él. Sin esto, no ten`` razón para enmendarse y, confiando en la impunidad, retrasaría su
progreso y, por tanto, su futura felicidad.

Pero la experiencia a veces llega un poco tarde. Cuando la vida se ha disipado y perturbado,
las fuerzas se han desgastado y cuando el mal ya no tiene remedio, entonces el hombre
empieza a decir: Si al principio de la vida hubiera sabido lo que ahora sé, cuántas faltas habría
evitado; si pudiera volver a empezar, haría todo lo demás; ¡pero ya no hay tiempo!

Como el trabajador perezoso dice: he perdido mi viaje, también dice: he perdido mi vida.
Pero al igual que para el obrero el sol sale al día siguiente y comienza una nueva jornada que
le permite recuperar el tiempo perdido, también para él, tras la noche del sepulcro, el sol
brillará en una nueva vida, en la que podrá disfrutar de la experiencia del pasado y de sus
buenos propósitos para el futuro.

Al final de la lectura, Olivia me pidió que comentara lo que había entendido del asunto.

Tratando de ser lo más auténtico posible, Glauco buscó la lección por sí mismo, en lugar de
situarla en el terreno abstracto de los comentarios teóricos.

- Por lo que tengo entendido, Olivia, somos nosotros los que agravamos nuestros males,
innecesariamente. Si bien es cierto que hay cosas que tenemos que pasar a nuestra mejora
moral, a menudo creamos dificultades que no están en nuestro programa, como quien busca
sarna para acunar.

Y cada vez que leo este pasaje, me acuerdo de mí mismo, tiempos atrás, del sufrimiento que
pasé y os hice pasar a todos por mi frivolidad, durante la universidad, encantado con el
sinsentido de una vida sin profundidad. Naturalmente, las empresas me ayudaron a cometer
un error, pero en realidad, el error fue mi elección, mi inmadurez. Por supuesto, no tuve que
pasar por todo eso, arriesgando mi futuro y mi felicidad. Para mí, esta lección es siempre muy
bienvenida, especialmente hoy que me han dado la lectura del Evangelio. No quiero huir de
mis propias responsabilidades, que la clara lección me recuerda, y por eso soy el ejemplo vivo
de tales exhortaciones.

Reconociendo el íntimo dolor que aquella confesión debía causarle, pero valorando la
honestidad de Glauco, Olivia esperó a que terminara y añadió:

- Gracias a tus errores, hijo mío, hoy tenemos a este hombre virtuoso que ha despertado
desde lo más profundo de su ser por sus propias caídas y arrepentimientos. Si nuestro pasado
no fuera el conjunto de conceptos erróneos que suele ser, Glauco, seríamos mucho más
vulnerables en el presente a las trampas de la vida que, tomándonos por sorpresa, nos
devastarían fatalmente en los deseos nacientes del Bien.

Cuando nos equivocamos y queremos salir del error, las fuerzas del Amor nos tienden sus
dulces manos y guían nuestros pasos hacia arriba.

Pero mientras esto no ocurra, mientras nos complazcamos en el mal, mientras no nos
cansemos de disfrutar de la vida, las cosas no están maduras para que se produzca nuestra
eclosión. Normalmente, hijo mío, sin el sufrimiento, seguimos perdiendo el tiempo. - Yo lo
digo... - dijo Juan, escuchando las palabras de su mujer y recordando lo que había pasado
momentos antes, sonriendo medio sin gracia.

- ¿Qué quieres decir, Padre, por qué "lo dices"? - preguntó Gláucia, sorprendida por el
comentario algo gracioso de su padre.

- ¡Ah! Hija mía, ya sabes cómo son las cosas y cómo le gusta a tu padre un poco de fútbol.

- Sí, papá, sabemos...

- Así que... Me estabais esperando y no quería perderme algunas de las fotos tan chulas que
mostraba la televisión. Casi me molesta tener que salir de allí, justo en el mejor momento.

- Sabemos cómo eres, mi marido -dijo Olivia, sonriéndole-. - Sí, pero de la nada, de repente,
sentí un pinchazo tan fuerte en la rodilla que inmediatamente me olvidé de la participación de
las ofertas y recordé el dolor y mi problema. Para entonces, el fútbol ya no era divertido, así
que apagué la televisión sin rechistar y me vine aquí. Como puedes ver, estoy aquí sin
quejarme del dolor de rodilla... porque si fuera por mí, podría estar sentado en la cama, viendo
cómo se patea una pelota de lado a lado.

Al entender la confesión espontánea del dueño de la casa, los demás miembros de la mesa
sonrieron y Gláucia completó diciendo:

- Estuve a punto de aumentar las aflicciones de nuestras vidas y de la mía propia, Glauco,
cuando pensaba pasar un tractor por encima de ti en ese momento.

Mi sufrimiento, a causa de mi inmadurez, también habría servido para complicarme la vida, si


no hubiera tenido el consejo de una madre, advirtiéndome que debía ACTUAR, en lugar de
REAGIR.

Gracias a esta elección adecuada pude comprender lo que te ocurría, pude aprender sobre
nuestras inclinaciones personales, sobre la acción de las entidades espirituales que nos llevan
tanto al Bien como al camino del error.

Si no hubiera sufrido de esta manera, buscando una solución a todo eso, todavía estaría en la
condición de una mujer manipuladora y vengativa, en lugar de haber mejorado y madurado en
la comprensión del verdadero afecto.

Cuando comprendí el significado del Amor Real, aprendí que no depende de nadie, ni siquiera
de ser amado. Es un valor que existe en cada uno de nosotros y que se ofrece como un tesoro,
poniéndolo a disposición del ser querido, aunque éste no lo desee ni lo aproveche.

Fue en ese momento, Glauco, cuando todo era tan confuso, que descubrí cuánto lo amaba
realmente, y entonces decidí cambiar en mí las malas inclinaciones para no colaborar en su
pérdida.

Si no hubiera pasado por eso y tuviera la guía de este cristianismo espiritista, hoy sería
fatalmente una mujer infeliz, frustrada y arrepentida, llena de añoranza por ti, haciendo la
infelicidad de algún otro hombre con el que me relacionara para no estar sola en la vida.

Entonces, además de ti, creo que seríamos otros cuatro infelices, porque mis padres, de la
misma manera, no estarían bien cuando me vieran abajo.

Los comentarios positivos de todos, aunque se dirigieran a sus propias faltas, fueron un
bálsamo para sus corazones, además de representar una postura auténtica que asumieron
para sí mismos, autorizando, por parte del mundo espiritual que presenció la verdadera
conducta, la movilización de los potenciales energéticos para que se aplicaran en beneficio de
todos.

Por ello, Glauco se vio fortalecido moralmente, con la implantación de una energía vigorizante
en los centros cerebrales y emocionales, quedando envuelto por una luminosidad azulada que
transmitía calma a la conciencia y un agradable calor al corazón.

También Glaucia vio enriquecidos sus sentimientos por una descarga vibratoria de la entidad
amiga que la cuidaba, en una energía vibrante que transmitía una fuerza y un sentido de
invencibilidad moral aún más estimulante en el Bien.

Cuando Juan confesó que estaba alejado de su interés por su propia elevación, prefiriendo la
televisión a la oración colectiva, revelación que podría haber ocultado a todos los presentes, se
vio envuelto por las fuerzas más luminosas que allí se encontraban, ayudado por médicos
espirituales, apoyado por amigos de otras épocas, al tiempo que Alfonso, el líder de la reunión,
se dirigía a aquel benévolo cooperador que se había encargado de llevar a Juan a su propia
realidad, momentos antes del inicio de la reunión, le recomendaba:

- Ve, ahora, querido Sebastiãozinho, atiende a nuestro amigo que está creciendo en la
realidad. Tú, que supiste llevarle a través del dolor que despierta a los dormidos, también
sabrás ayudarle a través del sentimiento del Amor Verdadero. Emocionado, Sebastiãozinho se
acercó y, acariciando su pelo, comenzó a aplicarle pases en la zona de la rodilla para que sus
dolores se aliviaran durante algún tiempo.

Al volver más tarde, le dijo a su mentor espiritual:

- Hice el trabajo, pero no le quité todo el protagonismo para que Juan siguiera siendo dócil a
nuestras sugerencias.

- Lo has hecho muy bien, amigo mío. Para ciertas personas, librarlas de todos sus sufrimientos
sería llevarlas a un sufrimiento mayor y más grave. Con unos cuantos esguinces en los pies,
evitamos que un individuo inmaduro cayera al precipicio - respondió, aprobando la acción de
Sebastiãozinho.

Olivia, la persona encarnada con mayor jerarquía espiritual en aquel pequeño núcleo, vio con
satisfacción los comentarios y, como la más preparada por la vida para amar por encima de
todas las cosas, emitió rayos de una luz pura y emocionante, que se desprendió de su pecho de
tal manera que, a los ojos de los Espíritus allí reunidos, no se parecía en nada a la humilde
costurera, a la anónima trabajadora del hogar, a la que soportaba los descuidos del hijo y las
chiquilladas del marido. Parecía un ser diáfano, disfrutando de la felicidad de ver a sus seres
queridos aprendiendo a ser mejores y a superar sus obstáculos.

Con los comentarios allí vertidos, infinidad de Espíritus sufrientes, reflexionando sobre su
propia conducta, dieron paso a lágrimas de arrepentimiento, sinceras y espontáneas. Ya no es
un acusador, sino un demonio aterrador, un ser poderoso y temible que los juzgaría. No. Era la
voz de la conciencia que despertaba desde su interior, señalando las faltas que habían olvidado
o no querían recordar. Mientras recibían la atención de las enfermeras espirituales que les
acompañaban, otro trabajador del mundo invisible, encargado de supervisar la seguridad,
buscó a Alfonso, el mentor del grupo, para llevarle noticias importantes.

- ¡Habla, Carlos! - respondió, afectuosamente, el Espíritu responsable.

- Estamos con el principal observador de Luiz en las líneas más cercanas a la casa. ¿Podemos
dejarle entrar? Hago esta cita porque conozco su interés personal en el niño y en quienes lo
acompañan.

Demostrando una inmensa satisfacción por la noticia, a pesar de saber que era una entidad
extremadamente inferior, organizó un campo de energía más intenso en la zona destinada a
los obsesores de la familia, para que este hermano fuera contenido y no pudiera ser visto con
claridad por los otros Espíritus sufrientes que se verían fatalmente perturbados por su
aparición.

Una vez organizado todo, avisó a Carlos para que organizara su entrada en el local.
Cuando lo trajeron, parecía que la entidad perturbadora estaba envuelta en una red fluídica
que retenía sus movimientos y hacía algo de adormecimiento, evitando que se revolviera
durante el transporte.

Cuando se colocó en la cámara de protección, la red se desintegró de forma natural, como si


se incorporara al campo de energía positiva que la rodeaba.

Allí la entidad permanecería recogida, recibiendo las más altas vibraciones del campo
magnético que la rodeaba, hasta que tuviera mejores condiciones de comprensión y voluntad
de diálogo.

Allí no se hizo nada con violencia o brutalidad. Todos los Espíritus hacían lo posible por
atender el dolor de los demás con la sacralidad de quienes se acercaban a un altar, como si
cada entidad lo representara de esta manera.

Al ver tal conducta por parte de todos, Magnus comentó en voz baja al instructor Félix:

- ¿Cómo es que todos son tratados tan bien, incluso los más terribles, no?

- Cuando recordamos que estamos cuidando de criaturas divinas, Magnus, recordamos que al
tratar con cada una de ellas, estamos tocando una parte de Dios mismo, hijo mío.

Muchos buscan a Dios en los lugares, en las cosas, en las iglesias, en las ceremonias, y se
olvidan de encontrarlo en la persona de aquellos que Él ha puesto en el mundo.

Podemos mantener el respeto por la ropa, los objetos, las pertenencias de alguien que ha sido
un personaje importante en la sociedad y que ya se ha marchado al lado de la verdadera vida.

Sin embargo, nada se compara con la convivencia con los parientes consanguíneos de esta
importante personalidad, nada se compara con el contacto con los que han vivido y
descienden de ellos, ¿verdad?

Lo mismo ocurre con nosotros en relación con Dios, hijo mío. Podemos alabar las obras de la
naturaleza, la perfección de las estrellas, la grandeza de los océanos, la sabiduría de las
fórmulas matemáticas, la exactitud de las leyes cósmicas. Sin embargo, cuando estamos con
cada persona, estamos con los descendientes directos del Creador, aquellos que están dotados
de sus propias virtudes, para que se desarrollen y lleguen a ser tan grandes como el Padre les
permita ser.

No importa que sean rebeldes, malvados, ignorantes. Para nosotros son trozos de Dios tanto
como el hijo recién nacido de un poderoso rey será siempre un príncipe, aunque necesite
papillas y pañales.

La reunión siguió, sencilla y rápida, con algunos breves comentarios más entre los presentes
encarnados.

Después de que el obsesor de Luiz, el hijo ausente, fuera acomodado, en cuanto se


prepararon las actividades para la magnetización del agua que se colocó en el centro de la
mesa, se le escuchó, fuera del ambiente, exaltado gritar.

Sin perder la serenidad, Alfonso, dejando la tarea interna a cargo de sus numerosos
ayudantes, solicitó la compañía de Félix y Magnus y, juntos, se dirigieron a las líneas de
defensa externas.
- Nuestros servicios de inteligencia superiores me dijeron que hoy seríamos objeto de un
ataque más intenso. Por eso les pedí que me acompañaran, ya que esa iniciativa de nuestros
hermanitos inferiores en maldad está ligada al mismo proceso que ambos acompañan. Por
eso, hoy, más de lo habitual en días normales, he reforzado la guardia con los animales que
podían ver alrededor, un factor muy positivo en el sentido de la intimidación pacífica.

- Sí, Alfonso, entendemos la sensatez y la necesidad de tus medidas preventivas -dijo Félix,
acostumbrado a este tipo de problemas.

- Veamos de qué se trata, efectivamente.

Cuando llegamos a la primera línea de defensa, la más alejada del centro de las oraciones
familiares, pudimos ver un montón de espíritus, todos deseando pasar, pero impedidos de
hacerlo.

Entre ellos estaban nuestros tres conocidos, el Jefe, Juvenal y Gabriel, acompañados de otros
cuatro magnetizadores que habían venido directamente de la Organización para iniciar el
proceso de influencia más profunda sobre Glauco.

Al ver las medidas de protección que la guardia había adoptado antes de que tales Espíritus
invadieran, bloqueando el paso no sólo de los que formaban ese grupo, sino de todos los que
querían seguir acercándose al foco central, el responsable de ese sector de vigilancia se acercó
a responder al mentor.

- Yo soy el responsable de esta parte de las defensas, mentor Alfonso. Y en el momento en


que estos Espíritus se presentaron, agresivos y atrevidos, para no tener que disparar los dardos
magnéticos inmovilizadores, en vista de la carga adormecedora y el susto que producen tanto
en los que son objetivos como en los que les rodean, decidí bloquear todo el paso, cerrando el
círculo de fuerzas e impidiendo la entrada de cualquier hermano, ya que el volumen dificulta el
trabajo de selección y, después de que hayan pasado por aquí, siempre es más difícil traerlos
de vuelta.

- Tienes toda la razón, Servilio. Sus medidas indican la perfecta preparación que tiene para
dirigir nuestras principales líneas de defensa. Actuar en defensa no significa abusar de la fuerza
como exhibición de poder. Seguramente te habrían dado menos problemas si les hubieras
dado con la carga inmovilizadora. Sin embargo, ¿cómo podemos dar ejemplos de amor si
nuestras primeras opciones son las armas?

¿De qué sirve haber adquirido cierta comprensión de las cosas si, al primer desafío, volvemos
al hacha, la espada y la ametralladora? ¿Habríamos dejado de ser los mismos bandidos del
pasado? Claro que no, hijo mío. Actuaste correctamente y tus medidas de protección
corresponden al sentido del Amor Divino que hace todo, primero, para que no suframos y, sólo
cuando no dejamos otras opciones, terminamos abandonados a nuestra propia negligencia.
Vamos a hablar con ellos para saber qué quieren.

Y diciendo esto, Alfonso entró en ferviente oración para que su voluntad, perfectamente
adiestrada, le diera la condición necesaria de visibilidad para que todos los allí presentes
pudieran percibir su presencia.

En cuanto su periespíritu comenzó a espesarse, una exclamación de asombro se apoderó de


los espíritus allí contenidos. Al mismo tiempo que Alfonso se volvía más denso a los ojos
acostumbrados sólo al entorno fluídico elevado, a los ojos de las entidades abruptas aparecía
como en una túnica translúcida y diamantina, esparciendo rayos azules en dirección a la
multitud.

Levantando la mano en señal de saludo general, se dirigió a todos:

- Mis hermanos en Dios, sabemos que los propósitos de esta visita no son los mejores, por lo
que la oscuridad de sus proyectos ha impedido su paso hacia el destino.

Al escuchar sus fulminantes revelaciones, el Jefe expresó:

- ¡Esa es una perra chismosa! Incluso los ángeles ya los utilizan para espiarnos.

Sin dar importancia a los comentarios irónicos y provocadores, Alfonso continuó:

- Este ambiente bendecido por Dios y protegido por el Amor de Jesús se sentirá siempre
honrado de recibirlos, siempre que haya, en el fondo de quien pide el paso, una sincera
intención de aprendizaje y transformación. De lo contrario, vuestros malos propósitos son,
para vosotros mismos, el mayor obstáculo que os impide avanzar.

Al ver que no podíais superar esas barreras sin las indispensables modificaciones, el Jefe
respondió, entre asustado y enfadado:

- ¿Vinimos a visitar a un viejo amigo y así es como nos recibes?

- Buscan a Glauco, que también es nuestro querido hermano. ¿Qué quieres con él?

- Ahora, nosotros también queremos abrazarlo, como tú. Nos pertenecía hace tiempo, era uno
de los nuestros y le echamos de menos; ¿es eso un crimen en el cielo?

- Nuestra voluntad es amarlo y hacerle el bien. ¿Y el de usted es el mismo?

¿Quererlo y hacerlo bien? - dijo Alfonso, firme y tranquilo. El silencio fue la respuesta.

- Veo que la amistad y el anhelo que dices dedicar a Glauco no están llenos ni de Amor ni de
Bien, porque tu silencio lo atestigua.

Viendo que esto no permitía el paso, uno de los hipnotizadores, acostumbrado a las tareas de
persuasión por su capacidad intelectual, pidió la palabra y respetuosamente habló con
serenidad:

- Noble mensajero de la defensa, reconocemos las diferencias que existen en la forma de


nuestra amistad con el mencionado individuo. Sin embargo, consultamos su sabiduría
solicitando, si no la entrada de todos los presentes, al menos una pequeña comisión que
pudiera acercarse a él para que, atendiendo a los propios deseos de Glauco, que ya se ha
encariñado con todos nosotros, le pudiéramos dar lo que hemos venido a traer. Al fin y al
cabo, ¿no depende de cada uno aceptar o no aceptar lo que sintoniza?

La lógica e irremediable argumentación de la trepidante entidad nos sorprendió a todos,


excepto a Félix y Alfonso, acostumbrados a estas estrategias.

Mientras Alfonso escuchaba la manifestación del Espíritu inteligente, Félix, invisible como
Magnus para todos ellos, se acercó al mentor y, teniendo tareas espirituales que realizar con el
grupo al que Glauco estaba vinculado, a través del pensamiento hipotecó a Alfonso toda la
cooperación y vigilancia indispensables para el caso, si él, líder de los trabajos, juzgaba
oportuno el cumplimiento de la petición de estas entidades.
Recibiendo su apoyo en el alma, sin alterar su apariencia, Alfonso respondió, sereno y firme:

- Esta es la oportunidad luminosa en sus vidas. Su inteligencia y sagacidad demuestran que no


hay más ingenuidad que justifique sus caídas. En este entorno no hay lugar para lo que han
venido a hacer, ni para los problemas y la inadaptación. Si quieren entrar, incluso un pequeño
grupo tendrá que disciplinarse según nuestras propias reglas. De lo contrario, se someterán a
las consecuencias de los actos indignos. En cuanto a Glauco, no está encerrado en una cúpula
que hemos construido. Es libre de actuar como crea conveniente. Sin embargo, advertimos a
los que entren que se comporten con dignidad porque no habrá lugar para juegos o
maniobras. Sólo entrarán los que hayan venido con tareas específicas cerca de Glauco.

Entonces el Jefe señaló a sus dos cómplices y a los otros cuatro Espíritus responsables de la
instalación de los ovoides junto al cuerpo físico del muchacho.

Convocando a Servílio, pidió una escolta para acompañar al grupo de siete entidades del
trébol que habían solicitado entrar en el entorno, reforzando la adopción de medidas de
contención y choque magnético si fuera necesario.

Para los siete miembros del grupo inferior, ése pareció ser el primer éxito en sus estrategias
de penetración.

Lograron burlar la primera línea de defensa y ahora los llevaban al núcleo donde Glauco se
escondía de ellos.

Cuando lleguen allí, tal vez todo sea más fácil.

- Qué mentor más idiota, el tal Alfonso -le dijo en voz baja el jefe a Juvenal, que le seguía de
cerca, asustado, queriendo parecer fuerte.

Nos va a escoltar hasta el que vamos a atacar.

A medida que avanzaba el acercamiento, las altas fuerzas que irradiaban desde el interior del
hogar eran tales que los siete miembros ya no sentían las descargas eléctricas, lo que hizo que
Alfonso determinara la creación de un campo magnético de protección alrededor de las siete
entidades para disminuir el contenido energético que les golpeaba, ya que podían perder los
sentidos y eso no era el deseo tanto de los invasores, ahora invitados, como de los anfitriones.

Además, esta protección los aislaba de los demás Espíritus sufrientes que, contados en más de
doscientos para compartir el encuentro de los cuatro encarnados, estaban compuestos
masivamente por Espíritus infelices en proceso de recuperación, recuperación que podía verse
obstaculizada por el encuentro con entidades malignas y temibles, haciéndoles suponer que
tales Espíritus malignos estaban allí para buscarlos de nuevo.

A los ojos de los siete Espíritus que componían el pequeño grupo oscuro y denso, además de
Glauco y los otros tres participantes encarnados, sólo un pequeño número de entidades
espirituales de trabajo podía dividirse en el ambiente, además, por supuesto, del propio
Alfonso.

La reunión se dirigía a su fin, cuando se utilizó la oración final a las vibraciones destinadas a los
afligidos de todo tipo de aflicciones, siempre realizada por uno de sus miembros.

En ese momento, aquel espíritu tembloroso que parecía ser el más capaz de los siete, como
hipnotizador experimentado, pidió permiso a Alfonso para acercarse a Glauco y entregarle el
regalo que habían traído.
Era una especie de bolsa que contenía tres cuerpos ovoides que debían instalarse en el joven.

Demostrando el control de la situación, Alfonso le respondió:

- Mi hermano, nuestro Glauco, como te dije, no es nuestro prisionero. Puedes acercarte a él,
siempre que te comprometas a no forzarlo ni violar su voluntad.

- Acepto sus estipulaciones. Sin embargo, tendré que buscar los medios para entregarle el
regalo, aunque lo haga sin violar la disciplina de la reunión. Sólo entonces sabremos si Glauco
aceptará o no el pedido.

- Observaremos su intento y, dentro de nuestro criterio, podrá actuar como considere


oportuno.

Diciendo esto, Alfonso extendió su mano al hipnotizador para que saliera del capullo
vibratorio, que se asemejaba a una burbuja acrílica oscura, que protegía a sus componentes de
los rayos de luz del exterior y, al mismo tiempo, protegía a los que estaban fuera de la
desagradable visión que representaban.

Soportando el choque fluido de su voluntad, el hipnotizador se acercó a Glauco que, en ese


mismo momento, iniciaría las vibraciones amorosas que cerrarían el encuentro de ese día.

Habían pasado 25 minutos desde la oración inicial.

Olivia, intuida por Félix, había pedido al muchacho que rezara para que todos los afligidos del
mundo se sintieran apoyados por las fuerzas de esa oración, teniendo en cuenta el esfuerzo
del futuro yerno por confesarse moralmente deudor a los ojos de todos, como había hecho
aquel día.

Al mismo tiempo que había sugerido tal elección, el instructor Félix comenzó a vibrar,
sosteniendo el campo de fuerza de Glauco para que pudiera irradiar las energías más puras y
equilibradas de su corazón, pues a partir de ese momento él mismo sería bombardeado por las
cargas nocivas de la entidad visitante.

A continuación, fue interesante observar lo que sucedía.

El Espíritu hipnotizador se había colocado detrás de su silla y, colocando sus manos sobre el
cerebro, comenzó a irradiar, como acostumbraba a hacerlo en innumerables procesos
perturbadores, una masa viscosa y penetrante destinada al interior del cerebro físico del
muchacho.

Alfonso y Félix observaron, cada uno en un nivel vibratorio, la actuación del ente maligno,
manteniendo una posición de respeto e imparcialidad, además de la oración natural con la que
acompañaron los rezos de Glauco, pidiendo a Jesús que ayudara al joven en ese momento de
testimonio personal.

El joven, envuelto por el alto ideal de la oración, puso sus pensamientos y sentimientos en
dirección al Alto, y su mente apaciguada confesó sus caídas y su deseo de mejorar, no poseía
ninguna salida mental vulnerable o disponible en ese momento para la absorción de los fluidos
pestilentes.

La luz que se desprendía de sus centros cerebrales y emocionales repelía intensamente la


carga negativa, mientras que los ovoides, colocados sobre la mesa con los hilos magnéticos
que salían de su estructura asemejándose a la cabellera de la Medusa del mito griego, también
eran bañados por las emisiones de todos los presentes, acusando extrañas transformaciones.

Cuanto más veía sus esfuerzos, más se desdoblaba el hipnotizador para que el malogrado
presente acabara conectado a los centros inteligentes del encarnado. Sin embargo, sin el
apoyo de los otros amigos contenidos en el contenedor de energía, el hipnotizador elegido,
que era el más capaz entre los otros que le seguían como torturadores magnéticos, no tardó
en mostrar signos de agotamiento.

La oración de Glauco no difería en nada de las oraciones espontáneas por los afligidos de la
Tierra, por los enfermos, por las viudas y los huérfanos, por los seres hospitalizados, por los
desvalidos de la fortuna, por los bandidos y las prostitutas, por las personas que piensan en
matarse, en fin, por todos los hermanos de la humanidad.

Sin embargo, lo hizo con tal sinceridad que desde su corazón los rayos de luz de zafirina
atestiguaban la profunda verdad con la que se decían tales palabras.

Las lágrimas naturales mojaron sus párpados, sin siquiera imaginar lo que estaba sucediendo
en ese ambiente en esos pocos minutos.

Nunca pudo pensar que las fuerzas amorosas de Félix y Alfonso le suministraron inspiración y
sentimiento para que, con eficacia y bondad, pudiera expresarse en esa hora tan especial para
los destinos de todos.

Durante el tiempo que duró la oración, Glauco se había nutrido en su corazón de los ideales
que alimentaba y de las buenas fuerzas de sus mentores amigos. Al mismo tiempo, la entidad
negativa bombardeaba su pensamiento con las cargas deletéreas que traía, alternándolas con
la acción hipnotizante que intentaba hacer recordar a Glauco las viejas escenas de frivolidad,
rodeando su atmósfera con las formas de pensamiento de mujeres desnudas que provocaban
su memoria.

Sin embargo, parece que Glauco no los percibió, tal era su elevado estado mental.

Sin poder mantenerse por más tiempo, antes de perder por completo el control sobre sí
mismo, el tembloroso ente se alejó para no caer, víctima de un vértigo, como buscando apoyo
en algo que contuviera su caída.

Encontró los brazos de Alfonso que, sin tono de victoria, preguntó:

- Mi amigo (llamó "amigo" porque tales entidades suelen rebelarse cuando se les trata como
"hermano o hermana") tomará un poco de agua...

Al verse en manos de la entidad luminosa, el hipnotizador intentó rehacerse para mantener su


postura y no parecer derrotado.

- Estoy bien, es sólo un mareo pasajero.

- Sí, lo sabemos. Le deseamos lo mejor. Toma un poco de agua que te ayudará a superar el
mareo.

Incapaz de negar su estado, el espíritu perturbado, transformado en perturbador, ingirió el


contenido del vaso y se sintió invadido por una sensación absolutamente nueva para él.

Parecía volver a ser un niño.


Sintió el impulso de buscar el regazo de su madre, que siempre había sido acogedora y
amable, y del que había estado alejado durante muchas décadas, perdido en los tormentos de
ese tipo de trabajo en el mal.

Y mientras actuaba así, sin entender de dónde venían las ideas de un pasado tan antiguo, pero
una sensación tan inolvidable y nueva, para sorpresa de todos los que estaban allí, incluidos los
propios dirigentes, una pequeña estrella bajó del techo, como si hubiera atravesado el tejado y
su luz, pequeña al principio, empezó a crecer y a convertirse en un cuerpo de mujer, otra
antigua madona, vestida de luces plateadas como si, antes de llegar a la Tierra, hubiera pasado
por las cercanías de la luna y tomado prestada su claridad.

Se materializó a nuestros ojos espirituales, justo en el centro de la mesa física donde estaba la
botella de agua que todos utilizarían poco después, sin que ninguno de los encarnados pudiera
percibir visualmente su presencia.

- William, hijo mío, cuánto extraño tus bracitos.

Y sin entender cómo era eso posible, la perversa entidad, ahora derrotada y desgastada por el
mal que pretendía practicar, encantada por la magnífica visión de quien había dominado sus
sentimientos desde los tiempos de la reencarnación en la antigua Germania, sólo pudo
expresarse y, gritando desesperadamente, ante la crisis del llanto convulsivo:

- Madre... madre, ¿no te has olvidado de mí?

Abrazándolo como quien abraza el mayor tesoro que existe, la sublime entidad lo tomó en su
regazo y le respondió:

- ¿Cómo he podido olvidar lo que es mi propio corazón y que he buscado en todos estos
siglos? Todavía no conoces el tamaño del Amor, William, si crees que puedes haberlo olvidado.

- Pero... ¡Soy un monstruo, mamá! ¡Mira en lo que me he convertido lejos de ti!

Comprendiendo ese momento difícil pero necesario para que el hijo despertara a sí mismo, la
generosa entidad no trató de deshacer sus impresiones, sino que, por el contrario, se las
reafirmó:

- Esa es la mayor prueba de mi amor, hijo, la que hace que el corazón de la madre no vea las
deformidades del que ama y se dedique a él como si fuera la criatura más perfecta del mundo.

- ¿Sabes, William, por qué eres tan valioso para mí?

Al ver la pregunta directa, la entidad, derrotada, sacudió la cabeza sin fuerzas para responder.

- Porque me has sido dado por Dios, hijo mío. Eres un regalo del Padre para mi corazón. Para
siempre.

El infierno de una tormenta que se uniría en ese momento no podría iluminar ese pequeño
círculo con un poder y brillo mayor.

El emisario superior miró con gratitud a los cuatro miembros de esa familia que se reunieron
para una breve oración de menos de treinta minutos.

Al ver la botella de agua colocada sobre la mesa, exactamente donde estaba, dirigió su foco de
emisión de fluidos directamente al recipiente, y como si estuviera a la altura de su otrora
vientre materno, llevando la fuerza de su corazón a ese centro que marcaba simbólicamente el
nuevo nacimiento de su hijo perdido, bendijo ese líquido con la gratitud y la felicidad que sólo
el corazón de la madre sabe dar, tras recuperar la joya perdida, la oveja descarriada.

Parecía como si el sol se hubiera encendido en el interior del pobre recipiente de cristal,
contagiando a todas las moléculas de agua con un patrón de fuerzas absolutamente renovado
y energizado, haciendo vibrar cada molécula con una tonicidad especial, transformándolas
todas en verdaderos mensajeros de esperanza y armonía para las células de todo el organismo
que las ingiriera, aunque fuera en pequeñas cantidades. Podríamos afirmar que tal proceso se
asemejaría, a grandes rasgos, al enriquecimiento del uranio que tiene lugar en los laboratorios
y en los complicados mecanismos destinados a las explosiones atómicas, pero producido allí
por el elevado sentimiento de un Espíritu Superior, con fines benéficos y pacíficos.

Luego, dirigiéndose a su hijo, le preguntó si quería acompañarla.

Entonces, en un gesto casi infantil, la entidad, que se había transformado al recordar la lejana
infancia, se aferró a sus brazos como una madre desvelada, como si ya no quisiera marcharse.

Volvieron a juntarse y su deseo fue no perder más la fuente de sus afectos más profundos.

Comprendiendo que había llegado el momento de la despedida, la noble entidad, venida de


los planos superiores, se dirigió a Alfonso, en una mirada emocionada, en la que la lágrima más
suave dejaba fuera los más bellos discursos de gratitud y, humildemente, le pidió:

- Hijo mío, recógelos y prepáralos en mi nombre, pues vendré por ellos para que juntos
reprogramemos nuestros destinos.

Comprendiendo que el ente zafiro se refería a los Espíritus ovoides que allí se encontraban,
Alfonso agitó su frente iluminada y respondió:

- Serán nuestros hijos hasta que puedan volver a ser tuyos.

La noble entidad se despidió llevándose consigo al astuto y frío hipnotizador, ese mismo hijo
perdido que, tras largos siglos, había vuelto a encontrar.

Al mismo tiempo que esto ocurría, los otros seis Espíritus, aislados en la cúpula fluídica, no
sabían qué hacer, aterrorizados porque estaban dejando a su líder.

Desesperados por imaginar que quedarían atrapados en ese entorno, temían, por otra parte,
la pérdida de uno de los miembros más importantes y las repercusiones negativas en la
Organización, que les perseguirían hasta el fin del mundo.

Dirigiéndose a ellos, Alfonso preguntó, amablemente:

- También estáis invitados a seguir el mismo camino que nuestro hermano, que acaba de
encontrar la felicidad. ¿Por qué no aceptas la invitación? ¿Desea continuar con el regalo?

En el grito de la desesperación, todos, incluidos los otros hipnotizadores, pidieron que los
sacaran, que los liberaran y los dejaran en paz.

- Muy bien, hermanos míos. La paciencia de Dios es inagotable, pero no olvides nunca que el
Amor nunca te abandonará y que la vergüenza del mal que hemos hecho será mucho más
oscura que la venganza de cualquier organización temerosa.
Entonces, Alfonso autorizó a los guardias a llevar a todos de vuelta al exterior y, de esta
manera, pudo dar por concluidos los trabajos de aquella noche, al mismo tiempo que el
encarnado repartía el agua bendita.

Fue entonces cuando Félix escuchó a Magnus decirle:

- Ah! Qué ganas de beber esta agua - yo también - respondió el instructor, sonriendo.

Después de ser llevados de vuelta al exterior, las entidades perseguidoras se despidieron de la


maldición, como si hubieran sido engañados, como si ellos mismos no hubieran sido los que
llegaron allí para hacer el mal.

Como todas las criaturas mediocres, también buscaban acusar a los demás, echar la culpa a las
"travesuras" del Bien, a las artes maliciosas de los "Ángeles", a la forma de ocultar sus
debilidades, sus flaquezas de carácter.

Asustados por la suerte del más experimentado de los hipnotizadores, los otros tres que los
acompañaban regresaron a la sede de la Organización y, actuando con discreción, no revelaron
nada a sus superiores sobre la verdad, prefiriendo afirmar que habían sido despedidos por el
otro que los guiaba, que había optado por permanecer cerca de la víctima encarnada, dando
los últimos toques al proceso de conexión de las entidades ovoides. Así combinados, los tres
trataron de evitar las consecuencias personales negativas, dejando que el azar hiciera su parte
en las revelaciones de la deserción del compañero más experimentado.

De manera similar actuó el otro trío, el que se presentaba más vinculado a los personajes que,
obedeciendo el consejo del Jefe, acordó que tales fallos no serían revelados por ellos mismos
ya que no deseaban ser responsabilizados por los mandos de ese fracaso rotundo.

Además, al día siguiente deberían estar preparados para no perder las oportunidades con
Marcelo y Silvia, cuando pudieran obtener el éxito prometido al Presidente, dejando las malas
noticias para que otros se hicieran portadores.

18

LUIZ, SU SEXUALIDAD Y SU OBSESIÓN

Observemos lo que ocurrió en el lado espiritual de la vida en relación con Luiz, en esas horas
dedicadas a la oración familiar, tanto como en las que siguieron a su cierre.

Después de repartir el agua balsamada por la noble entidad que había venido a recoger el
preciado tesoro de su afecto, en la figura de la perturbadora entidad hipnotizadora que se
había reencontrado allí, los miembros del grupo familiar pasaron a las conversaciones
normales, y luego cada uno siguió con sus actividades personales, sin ninguna diferencia, salvo
el bienestar que guardaban en sus almas.

John volvió a su televisión, Olivia fue a terminar de coser para el día siguiente mientras Glauco
y Gláucia se sentaban en la sala para poder hablar mejor de ciertas cosas de la vida de dos.
Mientras tanto, las actividades del mundo invisible continuaban en el nivel espiritual de ese
hogar, en dirección a las diversas entidades afligidas que habían sido traídas para participar en
ese momento de oración familiar, al mismo tiempo que los obsesores de cada uno de los
miembros del hogar eran retenidos en un ambiente separado, y eran atendidos
individualmente por entidades amorosas que les hablaban.

En realidad, los más atacados por la persecución de los espíritus perturbadores fueron João y
su hijo Luiz.

Sobre todo, este último arrastraba graves procesos obsesivos, aunque, a primera vista, podía
considerarse una persona considerada normal por sus actitudes, que no diferían de la mayoría
de los de su edad.

Era un muchacho bien dotado, en la flor de su edad y que cultivaba los hábitos sociales
considerados tan comunes entre los jóvenes adultos, ya sean los del consumo de alcohol o los
de las aventuras sexuales sin compromiso.

Tenía una fuerte personalidad, no le gustaba dar cuenta a nadie de lo que hacía y, aunque
respetaba la postura de sus padres, era celoso de la idea de que, en su vida, era él quien
mandaba

La única persona que parecía ejercer cierta influencia benéfica sobre él era su hermana
mayor, Gláucia, que, valiéndose de su afecto y de la comprensión que había desarrollado a lo
largo de su maduración como mujer, se había ganado su atención y se había hecho oír, aunque
no tuviera poder sobre la impetuosa personalidad de su hermano.

El chico trabajaba y tenía sus recursos personales que le garantizaban vivir según su voluntad
y deseos.

Dentro de la casa, siempre intentaba ser el mismo, con una conducta más o menos
normalizada, según las enseñanzas recibidas de sus padres.

Sin embargo, lejos de ellos y en compañía de amigos, parecía transformarse, dejando que las
inclinaciones negativas que existían en su Espíritu se liberaran sin ataduras, dando rienda
suelta a sus instintos más primitivos.

Esta vida dudosa le causó varios problemas psicológicos, ya que, aunque disfrutaba de la
forma de ser que mantenía fuera de casa, no quería que su concepto o su perfil de integridad
se vieran empañados en la mente de sus familiares.

Por ello, se negaba sistemáticamente a acompañar a Gláucia y Glauco en cualquier tipo de


paseo por lugares públicos, temiendo que el encuentro con otras personas denunciara su
oscilante conducta moral.

Al establecer este patrón de comportamiento, Luiz se había dejado influenciar por entidades
que aprovechaban, vampirizaban las fuerzas vitales de los encarnados invigilantes, socios de
sus placeres y aventuras, estimulando sus tendencias inferiores para extraer de ellos una gama
más amplia de sensaciones que, de otro modo, no podrían obtener, después de que la muerte
física se llevara su cuerpo carnal.

Eran los viejos adictos, pervertidos e irresponsables de siempre que, sin querer
comprometerse con el esfuerzo de crecimiento y transformación personal, empezaban a
acompañar a los encarnados que eran sensibles a sus influencias, algo que, para que ocurriera,
debía contar naturalmente con la afinidad de gustos y deseos íntimos entre las dos partes.

Luiz era una de esas fuentes para proporcionar a tales entidades el pago en bromas y
sensaciones animadas por la eventual protección que empezaron a darle.

Entre ellos estaba el más adicto de todos, esa entidad que había sido llevada a la reunión esa
noche y que había sido aislada de las vistas de los demás.

Era un Espíritu de rasgos horribles y de vibraciones extremadamente vilipendiadas por las


prácticas sexuales desordenadas.

Actuando en la estructura afectiva aflojada por las costumbres e inducida por las imágenes
transmitidas en los diversos medios de comunicación, que impulsan constantemente a las
personas a las apelaciones del erotismo y a los pensamientos aventureros en el área de las
sensaciones, este Espíritu inferiorizado tenía conexiones muy profundas con Luiz, conexiones
que se estrechaban cada día más, estando en una fase de casi simbiosis, donde ya no se podía
distinguir quién mandaba, quién quería, quién pensaba.

Y en este panorama, el invigilante Luiz, que se había permitido actuar dentro de lo que creía
su inalienable libertad de elección, no admitiendo la influencia de ninguno de sus queridos
parientes que tanto le querían, alegando su condición de adulto y siendo dueño de su propia
nariz, era, en realidad, un peón de los espíritus turbios, prácticamente asociado al invisible
obsesor, que le sugería acciones perniciosas pero extremadamente excitantes, y era obedecido
con gusto.

Esto había provocado que Luiz buscara la satisfacción física no sólo en los compromisos
sexuales con otros jóvenes, engañados por las sensaciones físicas, sino también para facilitar el
intercambio de energías de forma ligera y sin compromisos más profundos.

Además de ellos, Luiz había aceptado participar en reuniones libertinas, donde el sexo
colectivo representaba la esencia del encuentro, en las expresiones primitivistas de contactos
íntimos sin límites, que involucraban tanto la hetero como la homosexualidad.

En estas ocasiones, había conocido a hombres con los que había comenzado a relacionarse
regularmente, entregándose, inicialmente por curiosidad, a experiencias homosexuales, que,
en su caso concreto, se hicieron más constantes y repetidas ante la novedad que suponían
para sus prácticas sexuales, que ya se habían convertido en rutinarias y aburridas, en
encuentros fortuitos con innumerables mujeres. Además, envuelto por las vibraciones de la
entidad obsesionante, Luiz pensaba obtener, en la homosexualidad ocasional, las mismas
respuestas estimulantes que la experiencia heterosexual permitía al encarnado.

El placer, en todos los ámbitos de la vida, estimula, satisface y, en las zonas más frágiles de la
personalidad, abre espacios a los excesos que provocan dependencias y tolerancias, como
cualquier droga.

Cuando el hombre comprende su condición de espíritu que debe mandar a la materia, es


capaz de dominar los impulsos que se presentan y que podrían, por abuso, convertirse en
perjudiciales.
Es más, la conciencia lúcida de un hombre es capaz de elegir, gracias al grado específico de
madurez espiritual, la mejor manera de vivir su vida según sus planes.

Sin embargo, en el mundo acelerado en el que todos se permiten vivir, las contingencias
emocionales han sido objeto de una intensa explotación, gracias al interés económico por
mantener las almas atadas a los vicios que, una vez implantados en la forma de ser, favorecen
a quienes las explotan y estimulan en busca de los beneficios financieros que tanto desean.

Por eso siempre será un buen negocio facilitar y aprovechar la adicción al consumismo, al uso
de drogas consideradas socialmente aceptables, a otras drogas, al juego, a la prostitución, a la
gula. Ante este comportamiento relajado, las personas sin voluntad propia siempre seguirán
dependiendo de quienes las explotan, proporcionándoles, a cambio, el dinero y el poder que
tanto aprecian.

Así, en el aspecto de la sexualidad, se encuentran los mismos mecanismos de adicción y


tolerancia, haciendo que la criatura de voluntad más frágil en este ámbito se permita buscar la
satisfacción constante y desmedida de esta inclinación, a la vez que la repetición del acto va
robando a su agente, cada vez que lo practica, parte de la carga emocional, pareciendo que la
antigua satisfacción ya no es la misma con la misma acción.

Esto lleva, pues, a las personas que empiezan a ser psicológicamente dependientes de la
satisfacción sexual a buscar innovaciones en sus prácticas, lo que hace que las relaciones
vuelvan al antiguo potencial de satisfacción. Durante un tiempo, se sienten complementados
por nuevas aventuras, pero, de nuevo, el mecanismo de la tolerancia se presenta, haciendo
que esa novedad sea rutinaria y sin gracia, pidiendo una nueva carga de transformaciones, en
un intento de mantener el mismo nivel de placer.

Y en este viaje en espiral descendente, las criaturas se permiten experimentar otras y otras
formas de relación, hasta llegar a las consideradas tabúes en la sociedad prejuiciosa en la que
vivimos.

Pasando la línea de esta "normalidad social", la persona añade a los procesos de satisfacción
sexual la idea de romper con los paradigmas aceptables del grupo, empujándose al área de la
ilegalidad moral, con los consiguientes complejos de culpa, explorados por los Espíritus
obsesores que le acompañan en esta caída y que, desde allí, pueden dominar mejor a sus
pupilos con las intuiciones del tipo: Ahora que has llegado hasta aquí, ya no puedes ser la
persona correcta que eras. Has venido en el barro. Ahora no pienses en irte, porque ya nadie
te creerá... Nunca apestaste... ahora es demasiado tarde para salir del fango. Disfruta y
relájate...

Estas intuiciones negativas, manipuladas en el fondo de la conciencia del individuo por las
entidades inferiores e inteligentes, ponen a la persona en una fase de profundo sufrimiento
moral, enfrentando los afectos y conceptos morales recibidos de la familia, con las conductas
tortuosas y extremadamente contrarias a tales conceptos que te permitiste vivir. Entonces,
algunos deciden romper los lazos familiares con el alejamiento de los seres queridos, alegando
la necesidad de una mayor libertad para vivir una vida sin la observación más directa, o bien
optan por una doble vida, tratando de mantener dos o máscaras para los distintos momentos
de sus experiencias personales.

Naturalmente, aquí no estamos generalizando las diversas cuestiones relacionadas con la


homosexualidad, pretendiendo reducirlas únicamente a este perfil.
Estamos dando la explicación espiritual para el caso de Luiz, el muchacho que, adicto a
experimentar placer sexual, come alguien que decide permitirse el uso de drogas, estimulado
por sus tendencias personales y por la inducción mental de las entidades, comienza a no estar
más satisfecho con las respuestas obtenidas por la misma cantidad de sustancias ingeridas,
obligándose a consumir mayores cantidades hasta verse obligado a cambiar el producto por
otro más potente.

Al intercambiar experiencias sucesivamente, Luiz acabó entrando en el ámbito de la


homosexualidad, aunque no se sintiera efectivamente homosexual.

Esto produjo conflictos extremadamente dolorosos, dignos de verdadera compasión, porque


ya no era el ámbito de la ilegalidad socialmente aceptable, aunque sí reprobable. Ahora, Luiz
estaba involucrado en una conducta que, de ser descubierta, lo estigmatizaría, colocándolo en
la franja del aislamiento social, el ridículo ante los amigos y la vergüenza ante su propia familia.

Así, su conciencia, a partir de entonces, fue más vulnerable a los ataques de los espíritus
perseguidores y cultivadores de los placeres, incluidos los espíritus femeninos que, deseando
recapitular los excesos criminales a los que se permitieron en el pasado, se acercaron a él para
aumentar su disposición a relacionarse con otros hombres.

Tales influencias se daban a través de los conductos magnéticos que se implantaron en el


centro cerebral de Luiz, vinculados al placer físico, tanto como se hacían a través de las
imágenes mentales que se le avivaban desde el subconsciente, contaminando sus
pensamientos con las escenas provocativas, con las sugerencias placenteras, involucrando a
otros hombres. Tales Espíritus femeninos, acercándose a él, deseaban satisfacerse
sexualmente utilizando las sensaciones de Luiz y extrayendo de tales relaciones las fuerzas
vitales que les traían las antiguas satisfacciones de la perversión sexual.

Te preguntarás, querido lector, por qué esos Espíritus no se referían a las mujeres en
relaciones vulgares o promiscuas con los hombres.

Sin embargo, eso es exactamente lo que también ocurre.

Son Espíritus que buscan la satisfacción allí donde se les ofrece, sin importar la condición del
encarnado. Ocurre que, en la posición de Luiz, hermano de Gláucia y futuro cuñado de Glauco,
las entidades organizadoras de la persecución a la que nos referimos, encontraron en él
tendencias similares a las de Silvia, por inducción negativa. Sin embargo, a diferencia de éste,
que ya tenía su opción heterosexual bien definida, Luiz era vulnerable, siempre buscando más
placer, como si éste fuera una parte natural de la estructura humana que no merece ningún
tipo de restricción, ni social ni personal.

Entonces, sin conocer el objeto de la atención de la Organización Trevosa, fue acompañado


por sus representantes que, observando la debilidad de su carácter, planearon y ejecutaron los
pasos necesarios para conducirlo al camino que ahora recorría.

Actuando deliberadamente, los enviados del Presidente implantaron en Luiz las conexiones
magnéticas que influían en sus ideas y, como el muchacho era de personalidad altiva,
considerada como independiente, dueña de su nariz, las entidades amigas que le aconsejaban
seguir el camino del equilibrio no podían hacer nada contra las inclinaciones negativas de su
forma de ser, repeliendo sistemáticamente las buenas intuiciones. Por mucho que le intuyeran
que no debía actuar de forma tan vigorosa, tan desequilibrada en la heterosexualidad, tan
viciosa en la búsqueda incesante de placeres, siempre eran rechazadas por él, que, en sus
pensamientos, prefería invariablemente escuchar las sugerencias de entidades maliciosas que
alababan su masculinidad, la necesidad de aprovechar las mujeres fáciles disponibles, de
cultivar el placer como norma de vida y práctica normal de las personas sanas, hasta verse
dependiente del sexo, necesitado de experiencias cada vez más audaces. Dejando, entonces, a
Luiz cosechar las espinas de sus elecciones, tales Espíritus amigos le permitieron experimentar
las amargas lecciones que prefirió vivir y que, fatalmente, lo llevarían de vuelta a la conciencia
de sí mismo a través del doloroso camino.

Así, en aquella noche del Evangelio en Casa, el citado Espíritu Obsesionante, el que coordinaba
la acción de los demás que atacaban al muchacho, incluidas las innumerables almas femeninas
depravadas que lo hipnotizaban en los momentos de placer, había sido llevado a la reunión
familiar envuelto en aquella ya mencionada red magnética, permitiendo a Alfonso hablar con
él de forma directa.

El diálogo no sería muy largo, porque el espíritu, después de oír las advertencias del
instructor, se liberaría de nuevo de la influencia benéfica que lo había mantenido recogido en
su interior, para que pudiera seguir su camino, según sus propios deseos.

- Hijo mío -dijo Alfonso-, sereno.

- No tengo padre... - respondió, insolente.

- Pero por eso mismo quiero que sepas que, en las privaciones de tu corazón, desde hoy te
adopto como hijo de mi alma. - Habla suave... Prefiero ser huérfano que tu hijo.

- No importa, llegará el momento en que comprenderá la importancia de tener un padre, un


amigo sincero y desinteresado.

- ¿Qué te pasa, que me llamas hijo tuyo y me dejas atrapado aquí? ¿Qué padre te crees que
eres?

- No eres nuestro prisionero, Jefferson.

- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Eres un mago? ¡Nunca lo he visto!

- Como te decía, hijo, no eres nuestro prisionero, sino nuestro invitado. Después de hablar,
volverás al mundo exterior, donde tu conciencia te aconsejará sobre las rutas a seguir.

- Ya tengo mis planes. No necesito una conciencia. Perseguiré mis objetivos hasta el final.

- Sin embargo, Jefferson, tus actitudes están produciendo el mal en el camino de tus
compañeros. Sabes que...

- ¿Y qué, eso no es la vida? Quien más puede, menos llora. Además, estoy endeudado, y así
voy pagando mis compromisos.

- ¿Asumir mayores deudas con Dios?

- No lo sé. Lo que sí sé es que mis coleccionistas son mucho más malvados que yo.

- ¡Ah! Eso significa que tú también sabes que estás siendo malvado.

- No es que lo sea, es que tengo que serlo. Además, no voy a hacer otra cosa que lo que a ese
matón le gusta y quiere hacer. Debes saber de qué estoy hablando.

- Sí, mi hijo, Luiz está creciendo y, en este esfuerzo, está cometiendo un error para aprender.
- Nada, hombre. Es muy grande, capaz de hacer todo lo que ni siquiera crees.....

- Pero todo esto, Jefferson, corresponde a la conducta de un espíritu infantil, en las


experiencias de la vida que aclararán nuevos horizontes de aprendizaje. Además, no sólo le ha
movido la curiosidad. Su influencia también ha correspondido a una gran cantidad de culpa en
sus errores, hijo mío.

- Que nada, sólo aplaudimos....

- Sabes que eso no es todo. Y las mujeres que lo involucran, que fantasean con sus sueños
nocturnos, que despiertan ciertos deseos con la voluptuosidad de sus influencias... lo están
induciendo a cometer un error y así, ante Dios, se vuelven igualmente culpables del error.

- Bueno, entonces envía a este Dios para que venga a defender al tipo... porque yo me estoy
defendiendo...

- Eso es exactamente lo que está pasando aquí, Jefferson. Dios está cuidando de Luiz sin
olvidarse de ti. Entonces, ¿por qué no acordamos que, durante unos días, le den una tregua,
para ver si, por sí mismo, Luiz busca esa participación?

- Qué tregua que nada... Ya nos llama y nos pide que participemos en sus veladas....

- Pues bien, hijo mío, como tú has dicho y yo te estoy explicando, Dios siempre empieza a
defender a sus hijos por las vías del perdón, del amor, del apoyo colectivo.

- Muy bien, elija él....

- Si no aceptamos, las consecuencias de nuestros actos se volverán contra nosotros.

- Me estás amenazando... papá... - dijo la entidad, con ironía y dureza.

- No, hijo mío, te digo cómo son las cosas fuera de tu mundo de placeres agotadores.

- De acuerdo, debidamente anotado... ¿puedo irme ya?

- Puedes. Sin embargo, no olvides todo lo que hemos hablado. Por consideración a Dios y a su
justicia, estás, desde ahora, debidamente advertido de tu conducta y de las consecuencias.
Cuando me necesites, llámame. Soy Alfonso, para servirte.

Poniendo cara de desinterés, Jefferson negó con la cabeza sin responder.

Entonces fue conducido por los trabajadores espirituales al entorno exterior, donde pudo
seguir sus intereses y actitudes, ahora ya no en el camino de la ignorancia del mal hecho, sino
en el de la responsabilidad por los actos realizados.

Lejos de allí, Luiz yacía solo en una habitación barata, de donde, minutos antes, había salido
un chico con el que se había involucrado en las emociones pasajeras y frustrantes de una
relación pasajera e indiferente.

Alejado de la perniciosa influencia de Jefferson, Luiz se había puesto a meditar sobre su vida,
sobre las cosas que estaba haciendo, hasta dónde se había permitido llegar, pensando en el
hogar en la distancia y en las reacciones de la hermana si conocía su comportamiento.
De hecho, tales pensamientos dolorosos se habían vuelto más constantes, desde el momento
en que, en uno de esos empeños en busca de aventuras y compañeros, fue sorprendido en
actitud sospechosa por Glauco, que buscaba información sobre cierta calle de la ciudad y
decidió obtenerla de una pareja dentro de un coche aparcado en un lugar público, una pareja
que, a pesar de los besos que intercambiaron, estaba compuesta por un desconocido y el
propio Luiz.

Glauco, al presenciar la reveladora escena, había discurrido y, aunque claramente molesto por
la sorpresa, se disculpó, como si no quisiera perturbar el encuentro de ambos, alejándose para
no actuar de forma brusca o irreflexiva.

Desde entonces, Luiz había empezado a evitar las reuniones familiares en las que estaba
presente Glauco.

Había pasado más de un mes desde entonces, y Glauco, sin querer hacer sufrir a sus suegros y
a su propia hermana, había decidido no revelar nada sobre su cuñado, guardándose la
confirmación, para él decepcionante.

Sin embargo, Luiz no sabía cuál sería su conducta y, por lo tanto, prefería evitarlo, lo que sólo
aumentaba su angustia por el temor de que, cualquier día, sus aventuras homosexuales
cayeran en conocimiento de sus familiares.

La salida de Jefferson, en ese día, de la oración colectiva, había permitido que los espíritus
luminosos involucrados en los tratamientos espirituales de ese grupo familiar se acercaran a
Luiz para ayudarlo a reorientar sus actitudes.

Eran momentos rápidos, que tales amigos invisibles debían explorar al máximo, para que al
menos pudieran crear una atmósfera psíquica disimulada de las influencias directas de
Jefferson.

No sería fácil, sin embargo, ya que ambos estaban fluidamente entrelazados, el tratamiento
demandaría tiempo de las entidades amigas y debería establecerse sobre los dos que estaban
involucrados en esta trama, Jefferson y Luiz.

19

RECUPERAR EL CONTROL

SOBRE LOS ENCARNADOS

En realidad, no tardó mucho en salir a la calle para que Jefferson se presentara junto a su
víctima, como si quisiera reanudar el proceso de influencia.

Los primeros intentos fueron infructuosos.

Luiz, favorablemente impresionado por el alto nivel de emisiones magnéticas liberadas en su


beneficio por los generosos espíritus que le apoyaban, no aceptó el fluido abrazo que Jefferson
le había extendido.

La entidad, al darse cuenta de que algo había ocurrido, comenzó a vociferar como si hablara
consigo misma, desafiando a seres que no veía, gritando:
- Porque no crees que puedas ganar esto, "cuchillo" así. Oh, no lo eres. Este imbécil me
pertenece y será mi instrumento para todo lo que quiera practicar. Si tienes conciencia, no
durará más de unas horas. Hoy volveré a ocuparme de mi patrimonio.

De ese lugar de vibraciones pesadas y desagradables, Jefferson se fue, dejando a Luiz con sus
pensamientos sintonizados en otra banda, una banda de energías positivas.

Movilizando sus contactos con otras entidades burdas y malignas, consiguió inducir a una
joven prostituta que se hacía notar en esa región y que utilizaba las mismas viviendas, para
que acudiera a la puerta del dormitorio, como si estuviera sin ocupantes.

Sus diminutos y provocativos trajes y la exuberancia de sus formas serían el cebo que
Jefferson utilizaría para volver a sintonizar con Luiz.

No habían pasado más de treinta minutos, entonces, cuando el chico escuchó suaves golpes
en la puerta. Intentó recomponerse bien y fue a responder.

Nada más abrir, se encontró con la cara curiosa de la joven que, preguntándose si la
habitación estaba disponible, investigaba sobre sus ocupantes.

Al mismo tiempo, Jefferson se puso al lado de Luiz para recuperar la influencia sobre sus
pensamientos y deseos.

- ¿Qué quieres? - preguntó el chico, preguntándose si era alguien que deseaba quitarle la
habitación. Ya he pagado por este apartamento...

- ¡Ah! Está bien, joven, no quería molestarlo. Sólo estaba comprobando si había alguien aquí.

- Sí, ahora has visto... - hablaba secamente... enfadado por la situación.

Y mientras se enfadaba por la presencia de la esbelta joven de breve vestimenta, Jefferson se


asoció con su mente y exclamó, imperativo:

- Si no eres gay, ¿por qué no aprovechas y se lo enseñas a la joven? Mira qué guapa es y está
ahí, ofrecida...

Luiz no escuchó las vulgares expresiones de la entidad, pero, en el fondo de sus pensamientos,
le vino una idea que alivió el peso de su culpa.

"Vaya, nada mejor que mantener una relación heterosexual para limpiarme del contacto
promiscuo que acabo de tener. Así que al menos puedo sentirme normal..." - Así es,
demuestra que eres hombre, que no estás en la lista de los que dieron vuelta el abrigo... -
...que respondieron mentalmente a la entidad influyendo en sus intereses sexuales. - Vea lo
seductora y provocativa que es....

Y mientras hablaba de ello, en una fracción de segundos, la entidad comenzó a acariciar la


región genética del chico, como estimulando sus fuerzas sexuales para despertar su interés en
involucrarse con la chica.

Sintiéndose provocado en su masculinidad y queriendo demostrarse a sí mismo que no


entraba en la lista de homosexuales, Luiz empezó a mirar a la chica con otros ojos y,
endulzando la voz, alargó la conversación que, momentos antes, se disponía a terminar, con el
cierre de la puerta en la cara de la chica.

- Dios, ¿no la conozco? ¿Eres tan hermosa... estás siempre cerca?


Sabiendo utilizar su belleza como cebo para ganarse la vida, la joven se percató del interés del
chico y aceptó de inmediato el jueguecito que, según sus experiencias personales, bien sabía
dónde acabaría.

- Paso por aquí de vez en cuando, pero no recuerdo haberlo conocido. - Un placer... me llamo
Luiz - dijo el chico, extendiendo la mano a la chica.

- Un placer, Luiz, mi nombre es Carla...

- Introduzca un poco....

- ¡Ah! No quiero molestar... - contestó la chica, haciendo un poco de encanto.

- No te molestes, Carla. Por el contrario, sólo puedes darme placer.

Y diciendo eso, Luiz arrastró delicadamente a la chica hacia el interior de la habitación, donde,
por algún tiempo más, ambos permanecerían para los contactos íntimos y superficiales,
durante los cuales se perderían todos los cuidados de los amigos invisibles y Jefferson
restablecería las conexiones magnéticas con su asociado de placer.

Cuando los dos se despidieron, ya se veía claramente que tanto el Luiz encarnado como el
Jefferson desencarnado, en verdadera simbiosis, se integraban de nuevo recíprocamente, sin
poder decir quién hablaba o actuaba.

Sintiéndose feliz consigo mismo, Luiz había aceptado la compañía del Espíritu Obsesionado,
que lo manipulaba con facilidad, aprovechando su fragilidad sexual para utilizarlo como arma
en la realización de sus planes.

- ¿Has visto cómo eres un hombre? - declaró, mentalmente, la entidad inteligente.

- Sí, no soy gay... Sólo me divierto de vez en cuando.

- Así es... la diversión es sólo diversión... - repitió la entidad, coincidiendo con sus
pensamientos.

Y no queriendo perder la oportunidad de ese entendimiento, Jefferson le presentó a Luiz la


idea de acercarse a Glauco para aclarar la flagrancia en la que se había visto envuelto.

- Y tú, siendo hombre, ¿cómo va a tener Glauco la imagen de cuñado maricón? Puede
utilizarlo para denigrarte, hablar de ti con todo el mundo, poner a tus familiares en tu contra...

Inmediatamente, en el pensamiento de Luiz, la figura de Glauco brotó del fondo de sus


recuerdos, identificando su rostro asustado y sorprendido, además de los gestos de repulsión
que, involuntariamente, había manifestado en los rápidos minutos en que pudo verse a sí
mismo, aquella noche de juegos sexuales dentro del coche, aparcado en una calle sin
movimiento.

"Sí, el maldito Glauco está pensando que me tiene en sus manos..." - pensó el chico,
perturbado en su equilibrio.

Por supuesto, Luiz, acabará con su vida, revelando su conducta a sus amigos... ¿Dejarás que
eso ocurra? - manipuló sus ideas, el espíritu perturbador.
Identificando como propias las ideas que le venían a la mente, como si estuviera hablando
consigo mismo, Luiz continuó.

- Es hora de que mi hermana se deshaga de este tipo. Ahora, sintiéndose dueño de un secreto,
puede pensar en sacar la ventaja que quiera, imaginando que puede utilizarme. Eso no es....

En su personalidad arrogante, orgullosa y altiva, Luiz empezó a asimilar la idea de ir a su


cuñado a poner las cosas en su plato.

Por supuesto que tendría que admitir su presencia en aquel sospechoso lugar, pero, de todos
modos, podría inventar una razón plausible para aquel encuentro y, sin prestar atención a la
inexplicable situación, encontraría una excusa para aquel descuido, para aquella experiencia
pasajera, sin mayores repercusiones en su vida.

No podía huir de su cuñado toda la vida, como si hubiera cometido algún delito grave.

Buscaba a Glauco y, de hombre a hombre, hablaban. Obviamente, odiaba esa situación y esa
necesidad de entrevistar a su cuñado, que conocía sus prácticas clandestinas.

- Así es, Luiz, acabas de demostrarte a ti mismo que eres tan macho como cualquier otro
hombre. No tienes que temer a nada ni a nadie. Además, Glauco también es una persona llena
de defectos y debilidades, ¡y no es justo que sienta más que tú! - Jefferson le dijo que pensara.

"Glauco no es más que cualquiera...", pensó Luiz, respondiendo a los términos mentales
sugeridos por el Espíritu Trevous. "Recuerdo el trabajo que hizo para Glaucia, cuando se
involucró con una mujercita que, según las noticias de la época, incluso se había quedado
embarazada de él. ¿Cómo va a querer un tipo así ponerme un puesto?"

Todas estas justificaciones se debían a la inmadurez de Luiz y a las influencias de Jefferson


que, aprovechando la frivolidad del niño, hacía que sus sentimientos migraran de su condición
de agente de la frivolidad al terreno de la víctima.

Decidió entonces buscar a Glauco en algún lugar alejado de su casa y, tras más de un mes de
aquella inusual flagrancia, hablar con su futuro cuñado, de hombre a hombre.

Luiz volvió a su casa aquella noche de oración familiar, llegando cuando Glauco ya se había
despedido y se había ido a su apartamento.

- Te hemos esperado, hijo mío, pensando que te darías tiempo para participar en nuestra
oración -dijo Olivia, cariñosamente.

- ¡Ah! Mamá, los compromisos me detuvieron... pero quién sabe, la próxima vez, puedo
lograrlo.

- Muy bien, Luiz, esperaremos al siguiente. Sin embargo, no te permitas vivir sin apoyo
espiritual, sin algún fundamento más noble porque la vida es traicionera y las relaciones están
siempre llenas de trampas y espinas.

- Bien, mamá. La próxima semana lo intentaré.

Sabiendo que no era el perfil de su hijo el que aceptaba las reprimendas, Olivia se dio por
satisfecha y dejó que Luiz se fuera a su habitación a descansar por la noche.

En los próximos días, Jefferson, que estaba al servicio de la Organización, prepararía en el


fondo de las emociones y pensamientos de Luiz el ambiente necesario para que él fuera un
instrumento adecuado en la implicación de Glauco en las redes de persecución espiritual,
aunque el prometido de Gláucia, poco a poco, lo hiciera muy bien durante el intento de
implantar los cuerpos ovoides en su atmósfera vibratoria.

A partir de entonces, en la mente de Luiz, el cuñado sería el objeto de sus pensamientos


inferiores, en el deseo de no permanecer más bajo el dominio del miedo a sentirse revelado,
especialmente cuando pensaba que su condición heterosexual debía prevalecer en una lucha
constante y sufrida entre sus conductas homosexuales y el miedo a la represión o a la
repulsión social. A partir de este miedo, que Jefferson hizo crecer con la acción intuitiva que
implicaba el pensamiento de su víctima, Glauco aparecía como la peor amenaza para su
tranquilidad, porque sería capaz de acabar con su farsa.

Por ello, la mente del muchacho seguía siendo bombardeada por las intuiciones esclavizantes
del Espíritu con el que sintonizaba, jugando con sus tendencias sexuales, empujándolo hacia la
homo o la heterosexualidad.

Jefferson, entonces, organizó la acción de las entidades seductoras, espíritus de hombres y


mujeres que, como los matones de los adictos, estaban siempre dispuestos a utilizar las
energías de Luiz para suplir sus propias ansias de alegría.

La noche del niño, en cuanto su cuerpo se dormía, veía encuentros eróticos, clandestinos y
excitantes, con comportamientos atrevidos y alienantes, manipulados por los Espíritus que
Jefferson conducía, en las diversas prácticas obsesivas.

20

CAMILLA, SILVIA Y MARCELO

Tan pronto como amaneció, los Espíritus perseguidores se pusieron en marcha para la
ejecución de todos los detalles del plan.

En su casa, Silvia estaba ansiosa por ordenar para otro día de trabajo, pero no se olvidó de
caprichar un poco más, ya que eso no sería un encuentro común en su rutina.

Marcelo, por su parte, se entretenía con las noticias de Camila, la chica con la que todas las
mañanas se permitía establecer un clima de coqueteo e implicación, y la chica sabía
aprovechar su evidente belleza, haciéndose más descarada y aprovechando la inclinación de su
colega hacia su juego.

- Pero usted es cada vez más irresistible, Camila! Cada nueva mañana se hace más difícil no
reconocer sus virtudes de belleza y sus atributos femeninos. No sé cómo te las arreglas para
esquivar a los hombres que te buscan.

- Bueno, Marcelo, no es así, exageras. Además, no sirve de nada ser un hombre y buscar una
mujer. Es necesario que la mujer también se interese por él, lo cual no escaso. Su compañía ha
sido, para mí, el único alimento masculino que he encontrado, agradable, suave, interesante, y
a menudo me encuentro pensando en nuestras conversaciones, en nuestros encuentros aquí,
cada mañana, y me pregunto por qué no estuvimos más cerca antes.
- Es cierto, Camila, yo también me penitencio de haber dejado tanto tiempo para descubrir tus
virtudes ocultas, tan cercanas a mi habitación, que me harían sentir tan bien al disfrutar de tu
agradable convivencia. Creo que son las cosas de la oficina, el peso de los procesos, la
esclavitud de los plazos, los intereses materiales a los que nos entregamos, además, claro está,
de los esquemas que nuestros jefes han montado siempre para que, aunque estemos cerca,
mantengamos las distancias, casi como adversarios. ¿Tú también lo has notado, Marcelo?

- Por supuesto, ha pasado un tiempo. Y cuando me hablaste de Leandro metiéndote en tus


carpetas e inspeccionando tus maletas, no hizo más que confirmar mis sospechas. Creo que
esta conducta poco ética debería ser expuesta en una de nuestras reuniones.

- También pienso lo mismo, Mar - como Camila había llegado a llamar a Marcelo, en la
intimidad. Sólo tenemos que tener cuidado porque, él y los jefes son como las uñas y la carne.
Cualquier desliz nuestro y estamos fritos.

- Sí, yo también lo creo. Sólo diré que admiro la valentía que tienes al permitirte reconocer esa
estructura adictiva que habías identificado de lejos, pero que, cobarde y medio desconectada
para estas cosas, no me atrevería a comentar con nadie.

- Ahora, Camila, no estamos muertos y sabemos observar las cosas que nos rodean no como si
estuviéramos durmiendo despiertos. Ya he llegado a la conclusión de que somos víctimas de
una manipulación cotidiana, de la que nuestros superiores extraen muchos beneficios
materiales y un cierto placer al controlarnos directa e indirectamente.

- Sí, viéndolo así, yo también estoy de acuerdo.

Dejando correr el asunto en otra dirección, Camila comentó:

- Vaya, Mar, estás más perfumada que de costumbre. Parece que vas a tener una audiencia
con la Reina de Inglaterra, ¡qué guapa estás hoy! Así, son las mujeres las que no pueden
resistirse. Seguro que hoy tienes público en el foro.

Se enrubió un poco, confirmó Marcelo:

- Sí, pequeña perra. Tengo una audiencia a primera hora de la tarde. Ahora, el perfume es
nuevo, comprado ayer y lo estoy usando para ver si tengo suerte en la audiencia.

Voy a conseguir algún juez único, estos nuevos e interesantes sustitutos... Te acaba gustando
el perfume, y quién sabe, se pone más bonito por mi parte.

- Ahora, Marcelo, sabes que las autoridades suelen ser muy serias y no se dejan llevar por ese
tipo de influencias.

- Por supuesto, Camilita, estoy bromeando.

- Además, si sigo haciendo cosas con esos motivos ocultos, empezaré a ponerme celoso y
contrataré a un detective para que te siga. Al fin y al cabo, además de casada, eres MI
compañera de oficina y tengo que defenderte de un montón de lambiscones peligrosos que
rondan por este foro. Imagina que tu mujer te ve así.

Aprovechando el taco, ya que el ambiente entre ellos no dejaba de intimar, Marcelo exclamó
con cara de sufrimiento:
- ¡Ah! ¡Mi esposa! Buenos tiempos cuando se fijó en mí. No sé, Camila, pero parece que
estamos en la peor fase de nuestra unión. Ya no me busca y no acepta que le tire los tejos para
hacerle el más mínimo cariño.

- Vaya, Mar, tu mujer debe estar enferma. ¿Cómo puede estar enferma? Desperdiciar un
pedazo de... decir, ¿cómo no aprovechar un marido guapo y atractivo como tú?

- No lo sé, pero eso es lo que ocurre desde hace más de un mes.

- No quiero ser pesimista, pero ¿te has preguntado alguna vez si tiene algún tipo de coqueteo?

- He pensado en todo. Al principio, me indignó su postura, pero pensé que era una fase por la
que suelen pasar las mujeres, dando una serie de excusas evasivas. Luego tuve que
acostumbrarme y, por más que buscaba alguna justificación, ella siempre negaba tener otro
interés. Creo que me está presionando para conseguir las ventajas materiales que no he
podido darle hasta ahora. Lo único que me ha ayudado a superar esta difícil etapa por la que
estoy pasando es tu compañía, Camila, tus atenciones hacia mí, como los alimentos afectivos,
que me vienen suministrando desde hace más de un mes.

- Vaya, Mar, no sabía que las cosas fueran así, tan movidas. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

- Bueno, Ca, no quería molestarte, ni quería que pensaras que me acercaba porque estaba
necesitada, en busca de afecto.

Entonces la bella y joven abogada, levantándose de donde estaba sentada, se acercó en


dirección a Marcelo, que estaba de pie observando el panorama exterior. Acercándose a él,
Camila lo abrazó como quien quiere consolar a otro compañero afligido en dificultades
afectivas.

También sabía que el momento era oportuno para que sus gestos de afecto fueran más
efectivos, arropando el corazón del chico que parecía, igualmente, codiciado por ella.

El acercamiento hizo que el perfume de Marcelo fuera más penetrante y, mientras sus brazos
envolvían los hombros del chico y su rostro se pegaba al suyo, pudo susurrarle al oído, con
afecto en la voz endulzada:

- Mar, no te entristezcas. Estoy aquí a tu lado, cariño.

Con ese gesto espontáneo, Marcelo no supo qué hacer, si disfrutar o mantener la postura
responsable de un hombre casado. Lo cierto es que la emoción de ese período de soledad
afectiva se le vino encima en los ojos doloridos y las lágrimas represadas en sus ojos.

Conocedora de las carencias masculinas, Camila apartó la cara para mirarle de frente,
manteniendo los brazos alrededor de su espalda. Mientras tanto, Marcelo la rodeó por la
cintura, en correspondencia con el amplexo.

Al ver sus ojos húmedos, Camila se sintió tocada por el afecto femenino que mezcla la
sensación de mujer con la de madre y, sin decir una palabra, apoyó sus labios en los de
Marcelo que, sin más, rindiéndose a la belleza de aquella mujer exuberante y cariñosa, le
dedicó un cálido beso, mantenido en secreto por la puerta cerrada de su despacho.

Correspondiendo con el mismo ardor, la muchacha se dejó llevar por la calidez de la caricia
que Marcelo le ofrecía, olvidando ambos, en ese momento, las peculiares condiciones de
marido y compañeros de oficina. Eran, de hecho, dos corazones carentes de afecto, perdidos
en un mar de hormigón y papeles, intereses y juegos, tratando de sobrevivir entre las olas de
indiferencia y desamor que encontraban por donde pasaban.

Esos momentos parecían eternizarse en las caricias e intercambios de afecto.

Sin embargo, tomando el control de la situación y sin ser grosero, Marcelo se retiró diciendo:

- Vaya, Camilla, lo siento. No quería invadir así su intimidad. Has sido una excelente
compañera, la única con la que estoy en condiciones de desahogarme y revelar mis penas. No
quiero perder lo que es muy valioso para mí. No pienses que me estoy aprovechando de ti.

Sorprendida por ese comportamiento inusual en los hombres que conocía, siempre atrevidos
y agresivos, tratando de arrastrarte a encuentros íntimos sin ningún respeto por tu voluntad,
Camila respondió, encantada:

- Ahora, Mar, no lo pienses. Somos adultos y me interesaba mucho saber cómo se besa. Es
culpa de tu maldito o bendito perfume...

Las palabras de Camilla, lejos de desanimarle, cayeron aún más como gasolina en el fuego de
sus sentimientos provocados.

- ¿Y qué te pareció mi beso? ¿Estoy aprobado en el vestibular?

- Vaya, Mar, hacía mucho tiempo que no conocía a nadie tan simpático y provocador. No sólo
estás aprobado en el vestibular, sino que también eres universitario.

- Exagerada o mentirosa... - respondió.

Para demostrar que no exageraba ni mentía, Camilla se acercó de nuevo y, provocadora,


repitió el mismo gesto de afecto, que fue igualmente correspondido.

- ¿Has visto cómo no miente ni exagera? Gracias por darme una sensación de plenitud tan
maravillosa, Marcelo. Hacía mucho tiempo que no me sentía así con nadie.

Embelesado, el chico intentó disculparse:

- Sabes, Camila, eres una mujer hermosa, y yo estoy en una fase muy mala de mi matrimonio.
Esa combinación es muy explosiva. No quiero que me vean como una persona frívola y sin
escrúpulos, que se aprovecha de las mujeres que están a mi lado.

- Ni siquiera lo pienses, Mar. Te ataqué y no pudiste defenderte. ¿Está bien? Para mí, nada ha
cambiado entre nosotros. Por el contrario, las cosas sólo son mejores porque no tenemos que
fingir las cosas por el otro.

- Estoy de acuerdo contigo, Ca. Ahora, déjame salir de aquí antes de que te haga cosas mucho
peores... - dijo Marcel, continuando el juego de la seducción.

- O mejor -respondió Camilla, astuta y provocadora-.

- Sí, o mejor -respondió, cerrando la puerta y enviando un pequeño beso al aire a la chica-.

Al entrar en su habitación, Marcelo sudaba y buscaba fuerzas para mantener el control.


Debería haber estado preparado para Silvia, que esa tarde le había prometido revelar el
contenido del sueño de camino al foro. De hecho, el público no era de Marcelo, sino de ella,
Silvia. Sin embargo, no quiso decirle a Camilla que el nuevo perfume se debía a este nuevo
encuentro con la otra colega.
Cuando, más tarde, Silvia llegó a la oficina, más esfuziante que de costumbre, pasó por la
habitación de Marcelo para mostrarse y observar la reacción de su colega, recordando el
encuentro:

- Hola, Dr. Marcelo, ¡buenos días!

- Buenos días, Dra. Silvia, ¿cómo le fue ayer?

- Muy bien, preparándome para la audiencia de hoy.

- Bien... ¿pero sólo para la audiencia? - preguntó, deseando recordarle el tema que le
permitiría acercarse, como había prometido.

-Seguro, Marcelo, ¿para qué más debo prepararme? -Sí. - dijo ella, manteniendo el juego del
discurso para producir mayor interés en él.

- Pues que así sea. Pero, así, no creo que quieras más mi compañía, ¿verdad?

- De ninguna manera, Marcelo... Estoy recordando ahora, en este mismo momento, que me
he preparado para una cosa más que hacer contigo...

- ¡Ah! Qué bueno es tener buena memoria, Dra. Silvia. En derecho, es un factor esencial para
el éxito.

- Es cierto, Marcelo. A las trece, iremos al foro, en mi coche.

- Muy bien, Silvia. Iré a comer y te esperaré en el aparcamiento.

- Es un trato.

En el otro lado de la vida, los tres entes obsesivos se mostraron felices con los encuentros que
sus influencias lograron promover, estimulando el sentimiento de Camila, la necesidad de
Marcelo y la audacia de Silvia.

En lo que respecta a los dos abogados y al colega, las acciones intuitivas que los Espíritus
inferiores promovían eran eficaces y fácilmente asimilables por sus inclinaciones íntimas, como
una esponja absorbe el agua que se proyecta sobre ella.

La hora fijada había llegado, y entonces Silvia y Marcelo se encontraron en dirección al foro
para la audiencia que ella decía tener esa tarde.

Sin embargo, en el camino, Silvia le advirtió que tendría que pasar por otro lugar, antes de que
fueran al compromiso legal, para que Marcelo no se sorprendiera del camino diferente que
recorrerían.

Así, sin más, la conversación volvió al sueño, mientras el coche se deslizaba por las calles de la
bulliciosa ciudad. El tráfico congestionado de nuevo no le importó a Silvia. Marcelo, entonces,
aprovechando el retraso, empezó el tema. - Y entonces, Dra. Silvia, me debe algo, ¿no? - Has
hablado en broma.

- Por supuesto, Marcel, y suelo pagar muy bien mis deudas.

Entonces empezó a relatar el sueño, hablando del tiempo, de las situaciones del entorno, de la
forma en que había encontrado al chico, describiéndolo con sus diferentes ropas y su
provocativo perfume. Recordó que era tan envolvente que, durante varios momentos, tuvo la
impresión de que había dos Marcelo y no sólo uno.
Esta conversación comenzó a producir los efectos que Silvia deseaba. Sin embargo, reservó los
detalles más picantes para el momento exacto.

El chico, acostumbrado a ser honrado por sus virtudes seductoras, dio alas a su propia
imaginación, creando imágenes mentales con las palabras que iba archivando, reproduciendo
las escenas que Silvia iba describiendo.

Sin embargo, el coche corrió, pero lo más emocionante no lo había revelado, tratando de
mantener el control del juego y guardando lo mejor para el final.

- Perdona si hablo de ciertas cosas contigo, Marcelo, pero formaban parte de este sueño que
tuve y, como insistías mucho, no vi otra alternativa que revelar una parte de lo que pasó. No
quiero parecer vulgar. Después de todo, sé que estás casado y debes querer mucho a tu mujer.
No quiero avergonzarte.

- Ahora, Silvia, no hay vergüenza entre dos personas adultas que se respetan y admiran.
Además, este tipo de sueño es común en la vida de todos y por lo que he escuchado hasta
ahora, no veo mucho en lo que ha pasado.

- Sí, Marcelo, pero lo más interesante es que aún no te lo he contado y no sé si debo


revelártelo... Estoy un poco inseguro sobre su reacción.

- Cielos, Silvia, parece que has olvidado nuestra conversación de anteayer. Nada de lo que me
puedas revelar alterará en mí la admiración que siento por tu condición femenina, y en ningún
momento me dejaré llevar por ningún pensamiento que no corresponda a tu efectiva
condición de mujer envidiable.

- Aunque sea vieja, Marcelo, ¿me encuentras deseable?

- ¿Vieja, tú, Silvia? ¿Por qué, no hay un espejo en tu casa?

- Tengo más de treinta años y, como sabes, ya no despierto el deseo en mi marido...

- Y como dije, es porque debe tener una catarata o algún problema de visión, Silvia.

- ¿Crees que sigo siendo interesante?

- Si te dijera lo que pienso al respecto, sería yo quien se arriesgaría a parecer indecoroso o


irrespetuoso contigo. ¿No vas a contarme el resto del sueño?

Y mientras esperaba una respuesta, estimulada por sus últimos comentarios viriles, Silvia se
registró en un Motel que ya conocía y, para sorpresa de Marcelo, respondió.

- Por supuesto, Marcelo, te diré lo que falta. Pero quiero que sea en un lugar más cómodo,
donde mis historias puedan ser algo más que palabras, para que conozcas personalmente lo
que sólo tuviste la oportunidad de conocer en mis sueños.

Sin saber qué hacer, en ese momento de definir sus verdaderos intereses, Marcelo quiso ser
amable sin ser grosero, porque podría arruinar todos sus planes de conquista.

- ¿Pero aquí, Silvia? Además, están tu marido y mi mujer... - Y por eso, Marcelo, este es el
lugar ideal. Somos adultos, y si estás tan interesado en el sueño, es porque también deseas
conocerlo en mi compañía. Además, no creas que voy a hacer un chantaje personal con esto.
Después de todo, como ambos estamos casados, todo lo que te compromete a ti me
compromete a mí por igual. Y si es cierto que soy interesante como acabas de decir, sin querer
ser indecoroso o irrespetuoso, ahora podemos entendernos sin mayor dificultad.

La masculinidad de Marcelo estaba siendo puesta a prueba en ese momento. ¿Cómo


podemos decir que no había deseado intimidad después de todas esas conversaciones
picantes e insinuaciones elogiosas? ¿Cómo decir que ella había malinterpretado sus palabras?
¿Cómo podía descuidar las atenciones de una mujer tan importante para sus planes huyendo
ahora como un niño asustado ante el momento en que, fatalmente, tendría que comulgar con
la intimidad de esa mujer experimentada, acostumbrada a ver la vida desde el lado del fácil
placer de los encuentros clandestinos?

- ¿Ya no quieres conocer el sueño? - dijo Silvia, sin ironía, con cierta decepción en sus
palabras.

- Claro que sí, Silvia. Es que me sorprendió nuestra llegada aquí, pensando que deberíamos ir
al foro para la audiencia.

- No, querida, la audiencia se canceló ayer y, para no estropear nuestro encuentro, dejé de
comentar contigo. ¿Podemos entrar, entonces? Tenemos toda la tarde para hablar del sueño.

Viendo que no tenía otra opción, después de dejarse llevar a esa situación en la que su
hombría sería desafiada, Marcelo tragó en seco y respondió, queriendo parecer excitado:

- Bueno, si eso es así, entonces vamos al sueño...

Y pensando con sus botones, recordando la indiferencia de su esposa a la que ahora culpaba
de esa conducta que se permitía en el cuerpo de otra mujer, exclamó para sí mismo:

-y lo que Dios quiera.

Ah, queridos lectores, si realmente nos interesara lo que Dios quiere, rara vez nos meteríamos
en situaciones tan peligrosas y desafortunadas como las que se permitieron los dos
protagonistas del encuentro clandestino.

Para los dos amantes, ambos sin amor, sin afecto y sin intención de hacer feliz al otro, aquel
encuentro era sólo el ejercicio de una excitación física y un negocio corporal, cuyas energías
desperdiciadas en la formación de un compromiso negativo entre ellos corresponderían
fatalmente a dolores mayores, producidos por sus arrebatos y que acabarían cayendo sobre
ellos mismos.

Dios quiere que nos respetemos y nos amemos con una alta base de sentimientos.

Si Marcelo supiera realmente lo que Dios quiere, no se habría permitido actuar como lo venía
haciendo, involucrándose con Camila, atraído por su belleza física y sus delicadas maneras, no
habría mordido el anzuelo de la seducción que Silvia le presentaba en las revelaciones de un
sueño erótico, se habría mantenido en el trabajo honorable, sin planear dar el golpe a Leandro,
conquistando su lugar, desbancándolo del puesto para escalar los conceptos de su esposa.
Así, para todos ellos valía la misma lección del Evangelio que Glauco había leído en aquella
reunión del día anterior.

Cuántas aflicciones son causadas por nosotros mismos, en las decisiones equivocadas que
tomamos cada día, en los comportamientos inconvenientes que adoptamos en nuestros viajes
personales, involucrando a otras criaturas en nuestros intereses menores, utilizándolas como
escalones para nuestro ascenso.

Ahora Marcelo se hundía un poco más cada día. Y en este proceso de descenso moral, su
conciencia se estaba vendiendo a sus intereses materiales de conquistas transitorias.

Por eso Jesús nos enseñó, de forma poética, sencilla y directa:

"¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si, para ello, pierde su propia alma?"

21

LAS CONSECUENCIAS

SEXO IRRESPONSABLE

El encuentro de ambos esa tarde había sentado un precedente muy significativo para los días
siguientes.

Y es que, en su voluptuosidad de extravasar las emociones vividas durante el sueño, Silvia se


había vuelto extremadamente cálida, mientras que Marcelo, por unos momentos muy
envolventes, se había sentido en la antigua condición de virilidad admirada por la compañía
que compartía el mismo lecho con él.

En ausencia de Marisa, las emociones físicas, elevadas a la categoría de una verdadera


avalancha en los sentidos más íntimos de aquel muchacho, gobernado todavía por las fuerzas
de la sexualidad en plena exuberancia, hicieron de Silvia un verdadero imán para polarizar sus
deseos masculinos de goce y placer, interfiriendo, desde entonces, en su valoración personal
sobre las orientaciones que debía dar a su unión conyugal.

De hecho, había cometido el error de romper los lazos de confianza que había mantenido
hasta entonces con la que se había convertido en su esposa y compañera en las aventuras de
la sexualidad.

Sin embargo, se excusó alegando que no era él quien había creado esa situación; que en
realidad estaba siendo rechazado por la indiferencia de su mujer y que, en cualquier caso, no
podía permanecer en esa condición de abstinencia durante el resto de su vida. Al fin y al cabo,
hacía más de un mes que no tenía ninguna relación íntima con ella, percibiéndola cada vez más
distante, sin alegar ninguna razón para esa conducta.

A partir de entonces, Marcelo comenzó a actuar en una condición defensiva, utilizando su


capacidad argumentativa para excusarse ante el desliz, llegando a crear suposiciones sobre
una posible infidelidad de la mujer como base para permitir su propia conducta infiel.
Teniendo la conciencia tranquila por la traición física resultante de su relación íntima con otra
mujer, sus defensas vibratorias fueron torpedeadas por el complejo de culpa despertado, tras
pasar la euforia de la diversión para dos, por el recuerdo de que debía volver a casa, revisar a
la mujer, dormir a su lado esa noche.

Para Silvia, que, como ya se ha explicado, estaba acostumbrada a este tipo de


comportamientos frívolos, ya no le importaban los efectos de la traición en el interior de sus
sentimientos, el comportamiento frívolo ya no hacía ninguna diferencia, ya que se había
permitido revolcarse en los lodazales de los sentidos inferiores, incluso para ocultar sus
frustraciones afectivas, resultantes de viejos sentimientos no correspondidos, de posturas
indecentes del pasado. Lo único que le quedaba eran sus sentimientos maternales hacia su
hijo, ya adolescente, que no pensaba ni de lejos en las aventuras de su madre, aunque sabía
juzgar que sus padres no eran el ejemplo de una pareja feliz y armoniosa.

El pequeño Alexander no tenía ni idea de que su madre se permitía comportarse como una
prostituta de alto nivel, conociendo fortuitamente a cualquier tipo de hombre para satisfacer
sus tensiones y ansiedades en el ámbito del placer físico.

Sin embargo, de la misma manera que Marcelo se sentía correspondido por aquella mujer
experimentada, más experimentada que su propia esposa, Silvia admiraba su encanto con su
compañero de oficina, igualmente innovador y audaz, entendiéndose a sí mismo de una
manera sorprendente y bastante intensa, sobre todo porque se consideraba el primer
encuentro íntimo entre ellos. De hecho, parecían viejos conocidos en las atrevidas aventuras
de la gimnasia sexual.

Ni Silvia ni Marcelo deseaban tener más de una tarde de placeres secretos. Sin embargo, en
ambos casos, habrían tenido que ministrar una fuerza que nació en la intimidad de sus
Espíritus, y que, aunque fingieran que no había pasado nada, como habían acordado al final de
aquel encuentro, el intercambio de energías realizado en aquellos momentos les había
proporcionado sensaciones y emociones de las que ambos se sentían hambrientos, además,
claro está, de los procesos de implicación espiritual que se produjeron y se instalaron, a partir
de aquel momento, en los centros cerebrales de Marcel, unidos a los de Silvia y controlados
por los Espíritus que los manipulaban como si fueran dos marionetas sin voluntad propia.

A través de los tenues hilos de la energía oscura y penetrante, la acción del Jefe podría
hacerse más imperativa, sobre todo ahora que, contando con la caída moral de Marcelo, le
sería fácil mantenerlo en el patrón de los culpables, bloqueando, a partir de entonces,
cualquier esfuerzo por mejorarlo o por romper la cadena de encuentros ilícitos, corrigiendo el
curso de sus pasos.

Unas horas de placer físico les garantizaban unos años de perturbación instalada, en la
sintonía mental que abrían en sus emociones para que las fuerzas desequilibradas del mal
pudieran instalar sus emisores y receptores magnéticos en la acústica de la mente a través de
los cuales podían manipular muy fácilmente las sensaciones y deseos de ambos, atrayéndolos
aún más el uno al otro.

Seguramente no abordaría un asunto así con su indiferente esposa. Mejor dejar que las cosas
caigan en el olvido para que no surjan nuevos problemas que perturben aún más la ya
problemática relación de ambos.
Marcelo, mientras se deleitaba con la actuación de Silvia, buscaba, en su memoria, recordar
las emociones de la vida en compañía de la mujer legítima, en las mismas aventuras íntimas
descuidadas durante algún tiempo.

Era un intento de salvaguardar el lugar que la esposa ocupaba en sus sentimientos,


sacudiendo la cabeza para librarse de la intromisión de las imágenes de la reciente aventura
que, manipuladas por el Jefe y por Juvenal, insistían en penetrar en su intimidad sin pedir
permiso, como si la casa mental de Marcelo les perteneciera.

En su sala de trabajo, Silvia, por su parte, se deleitaba en las emociones vividas y en la


satisfacción femenina al sentir las fuerzas sexuales activadas y extravasadas con la misma
persona que había hecho realidad el sueño erótico de los días anteriores.

Se sintió satisfecha durante un tiempo.

Sin embargo, íntimamente conectada con el grupo de Espíritus que la dirigían, pronto sentiría
la necesidad de alimentarse de nuevo en la misma fuente de placeres, no pudiendo apartar a
Marcelo de sus pensamientos como era habitual hacer antes con los hombres con los que se
aventuraba.

Sin embargo, en ese momento pudo disfrutar de la sensación de euforia, cerrar los ojos y
deleitarse con los excitantes recuerdos.

Ninguno de los dos, amigo lector, tenía nociones de que el sexo no se localiza en los genitales.

Para las manifestaciones mecanizadas de la vida biológica, el cuerpo carnal talló los
respectivos instrumentos que permiten el ejercicio mecánico de la sexualidad. Sin embargo, en
la estructura íntima de cada ser, el sexo sucede en la dimensión de la mente, estableciendo
entonces sus contornos de fuerza magnética intercambiada, alimento compartido los actos de
afectividad que, en todo caso, son independientes de las constituciones morfológicas para que
puedan ser exteriorizados.

Renaciendo en condición masculina y femenina, a lo largo de sus recorridos evolutivos, cada


Espíritu debe madurar en las dos esferas entre las que orbita, polarizando la sexualidad
biológica en cada renacimiento, en ese patrón de masculino o femenino dentro del cual debe
ejercer las experiencias que se ajustan a las adquisiciones de experiencia y madurez.

Así, la afectividad es el vínculo que une a los Espíritus y que, en su aspecto morfológico sexual,
puede expresarse a través de encuentros íntimos, en los que los órganos físicos dan la
oportunidad de compartir gametos, sensaciones, estímulos, sueños, placeres, cumpliendo su
parte en la manifestación de la sexualidad biológica, ayudando en la perpetuación de la
especie, así como proporcionando la aproximación de las criaturas, en los procesos de
conocimiento íntimo y la creación de vínculos.

Por lo tanto, no es como resultado de la liberación de hormonas o secreciones compartidas


que los seres humanos se encuentran atados a las parejas con las que comparten esos
momentos de intimidad.

Durante tales actos, si hay afinidad de emociones entre ellos, se produce un intenso
intercambio de energías fructíferas y estimulantes a nivel vibratorio de sus Espíritus, saciando
en ellos esos deseos de reconocimiento, de seguridad afectiva, de calma interior, de serenidad
en la autoestima.
Precisamente porque se trata de algo mucho más grande que un simple proceso de
procreación de nuevos cuerpos, en las uniones mecánicas de los gametos, los encuentros
íntimos deben ser los que sirvan para estos intercambios de buenas energías, para lo cual, más
que los compromisos legales o humanos, El sentimiento sincero debe ser observado como
condición indispensable para que ese acto no sea sólo un encuentro de músculos y carne, sino
también un contacto de placer que involucra al alma en su conjunto, en las creaciones lúdicas,
en las alegrías repartidas entre dos Espíritus que se quieren, mucho más que dos cuerpos que
se buscan.

Muchos de los aficionados al llamado "amor libre" como medio de satisfacer necesidades que
dicen que son biológicas, podrán defender la realización del sexo a través del sexo, como
forma de extravasar sus necesidades reprimidas.

Reconocemos que, en una sociedad sedienta de novedades, con una juventud agitada y
ansiosa, desgraciadamente, tal proceder es una realidad hoy en día, con personas que se
permiten todo tipo de convivencias sexuales promiscuas sin vínculos concretos, viviendo
verdaderas orgías en las que los implicados suelen enmascararse para no ser reconocidos, o
permanecer en ambientes lúgubres para no estar en una situación embarazosa con otros que
se identifican.

Sin embargo, cuando aún existe algún principio moral dentro de quienes se permiten tales
comportamientos, tras la exaltación de los sentidos de tan demencial tipo de aventura carnal,
suele eclosionar en sus conciencias una amarga sensación, una vergüenza por lo que han
hecho, una repulsión por ellos mismos.

Muchos se ven obligados a tomar largos baños con los que desean limpiarse del barro íntimo,
dando cabida en sus pensamientos a los complejos de culpa y sufrimiento con la posibilidad de
que esta dudosa vida sea descubierta por sus amigos o familiares, aumentando su inquietud.

Otros amortiguan las fibras de su propia conciencia, considerando estas orgías como algo
normal en una sociedad sin reglas morales claras, aceptando las prácticas sexuales de la
mayoría como una forma de entregarse a los mecanismos del automatismo carnal, recurriendo
siempre al viejo eslogan de "LA CARNE ES DEBIL", frase que utilizan como escondite para sus
propias travesuras.

Sin embargo, en ninguno de estos casos los Espíritus encarnados que se permiten prácticas
promiscuas, que se dedican al intercambio de bajíos, a la multiplicidad de parejas, a las
aventuras extramatrimoniales, a la homosexualidad, a la bisexualidad, consiguen aislarse de
los procesos angustiosos de la afectividad no correspondida.

En todos los casos, el motivador de estas búsquedas suele ser el estado de necesidad o
insatisfacción de las criaturas, deseosas de construir relaciones estables con quienes
comparten el placer físico, un punto en común que puede, quién sabe, convertirse en el inicio
de la sintonía o de una relación digna de ser vivida.

Los problemas afectivos del presente corresponden invariablemente a compromisos


arraigados en las prácticas de otras vidas, y hoy se reflejan en mecanismos de frustración,
trastornos mentales o emocionales y dificultades de relación.

Algunas personas se ven obligadas o eligen permanecer solas, sin permitirse tomar los difíciles
caminos de las confusas relaciones físicas. Para estas criaturas, tales circunstancias
corresponden al régimen que reequilibra la emoción desubicada, como las que se imponen a
las personas que necesitan recuperar su salud mediante terapias de contención,
convirtiéndose en periodos de reflexión necesaria frente a los compromisos del pasado.

La afectividad mal vivida en nuestros días corresponde a un proceso de adulteración de


nuestros centros energéticos correspondientes, imponiendo, entonces, para muchos que la
han vivido de manera desregulada, restricciones temporales con el fin de reequilibrarse,
preparándolos para futuras adquisiciones en el campo del Amor Verdadero, que tiene en los
intercambios sexuales uno de los instrumentos de su exteriorización. Se trata entonces de
procesos de educación o reprogramación de las inclinaciones del Espíritu defectuoso de otros
tiempos, que, como en un proceso de aislamiento temporal, necesita fortalecerse sobre la
base de una afectividad sana, para que luego pueda construir el sólido edificio de sus nuevas
adquisiciones en el área de la emoción.

La soledad, en estos casos, funciona como un periodo de observación para mantener a la


persona en una especie de cuarentena, que sirve tanto para protegerla de sí misma como para
proteger a los demás de su presencia provocadora o amenazante. Los periodos de sequía
afectiva a los que algunas personas se ven obligadas por la vida, o a los que se permiten como
elección personal, tienen esta función, la de purificar su entendimiento y prepararles para
cosas más bellas que les depara el futuro.

Sin embargo, toda conducta de alguien que, con la excusa de no tolerar el aislamiento, de no
poder superar la soledad, de tener que ceder a las necesidades de la carne, le lleva a utilizar al
prójimo como una mercancía, como una oportunidad de respiro, como un objeto de placer
para luego desecharlo a un lado del camino, corresponderá a una responsabilidad asumida
ante quien ha sido utilizado, física o emocionalmente, como un simple instrumento de placer
físico.

Como nuestro hermano o hermana con sentimientos y sueños, se convierte en acreedor de


quien lo utilizó para que encuentre una futura reparación por las mismas manos que los
explotaron.

Por ello, en lugar de dejarnos llevar por las tentaciones que producen los músculos bien
torneados o los cuerpos bien tallados: que atraen nuestra atención o deseo, recordemos
establecer con sus dueños una relación sana y sincera, que nos permita implicarnos
responsablemente, aunque no sea de forma definitiva, sin lesiones afectivas producidas por la
frivolidad sin límites.

Cuando son verdaderas y emocionalmente sanas, cimentadas en la auténtica afectividad, las


manifestaciones de la sexualidad mental pueden transportarse también al campo de las
exteriorizaciones físicas, construyendo relaciones amorosas envolventes y sólidas, que no se
verán perturbadas por ningún tipo de amenaza, tentación, novedad que, por el contrario, son
siempre peligrosas para quien no se ha fijado en una relación afectiva segura y honesta con su
pareja en sus momentos de intimidad.

Tanto para Marcelo como para Silvia, los intercambios energéticos realizados a nivel de sus
mentes serían las fuerzas que provocarían las futuras necesidades de reencuentro y nueva
reposición, como ocurre con muchas personas infelices en el afecto, pero apegadas a las
uniones legales, buscando fuerzas y compensaciones emocionales en el contacto con otros,
fuera de los límites de la unión formal.
Cuando Marisa dejó de corresponder a las necesidades de afecto, demostradas en la rutina de
su convivencia por la feliz relación física, Marcelo empezó a sufrir, sin entender cómo, de esa
falta de suministro vibratorio en las fuerzas mentales vinculadas a los intercambios afectivos y,
para rescatar esa carencia energética, empezó a buscar la manera de volver a ser admirado por
la mujer que amaba, aunque fuera un amor a su manera sexual.

Desvinculada de Marcelo por los lazos de un Amor Verdadero, Marisa se sintió fácilmente
atraída por el sueño de estar junto a otro hombre que pudiera generar una mayor sensación
de ganancia, de complementación, lo que la hizo abrirse interiormente a la idea de conquistar
a Glauco, el chico que había dominado su atención, sobre todo después de que los espíritus
perturbadores utilizaran su debilidad de carácter que tan bien conocían para establecer la
confusión de sus sentimientos, utilizando la misma técnica empleada con Silvia.

Si existiera una verdadera y sana conexión afectiva entre marido y mujer, no habría un
hambre interior que compensara la aventura que ahora viven precisamente para intentar
suplirla.

Un eminente amigo espiritual, escribiendo a la Tierra sobre este tema, deja muy claro, al
referirse a las fuerzas sexuales, su naturaleza como soporte del alma. Textualmente,
encontramos las enseñanzas:

"...hasta que el Espíritu no logre purificar sus propias impresiones, más allá de la ganga
sensorial, en la que suele deshacerse en un narcisismo obsesivo, sirviéndose de otros seres
para satisfacer la voluptuosidad de hipertrofiarse psíquicamente en el placer de sí mismo, se le
adeudan numerosas reencarnaciones instructivas y reparadoras en el libro de la vida, porque
no piensa exclusivamente en su propio placer sin perjudicar a otros, y cada vez que perjudica a
alguien abre una nueva cuenta redimible en el momento oportuno.

Esto ocurre porque el instinto sexual no es sólo un agente de reproducción entre las formas
superiores, sino que es sobre todo la reconstitución de las fuerzas espirituales, a través de las
cuales las criaturas encarnadas o desencarnadas se alimentan mutuamente en el intercambio
de rayos psíquico-magnéticos necesarios para su progreso.

... entre los Espíritus santificados y las almas primitivas, millones de criaturas conscientes,
viajando desde la cruda animalidad hasta la humanidad ennoblecida, se arrogan en muchas
ocasiones a experiencias menos dignas, privando a su compañero o a la compañera del
alimento psíquico al que nos referimos, interrumpiendo la comunión sexual que alentaba su
euforia, y si las fuerzas sexuales no están suficientemente controladas por los valores morales
en las víctimas, suelen aparecer largos procesos de desesperación o delincuencia.

Y antes, hablando de la Enfermedad del Instinto Sexual, la misma entidad amiga nos enseña:

Las cargas magnéticas del instinto, acumuladas y desordenadas en la personalidad, la falta de


ayuda íntima para encauzarlas hacia el bien, obliteran las todavía vacilantes facultades de
discernimiento y, a la manera del hambriento, ajeno al sentido común, la criatura herida en su
equilibrio sexual suele entregarse a la rebelión y a la locura en síndromes espirituales de celos
o despecho. Ante las torturas del génesis a las que se ve relegado, genera cuentas kármicas
aflictivas que doblan su alma en el espacio y retrasan su progreso en el tiempo.

...Comprendamos entonces, que el sexo reside en la mente, expresándose en el cuerpo


espiritual y consecuentemente en el cuerpo físico, como santuario creador de nuestro amor
ante la vida, y por ello, nadie se burlará de él, desarmonizando sus fuerzas, sin burlarse y
desarmonizarse.

Con palabras esclarecedoras, te dejamos, querido lector, para que la sana y serena meditación
te inspire en las aproximaciones personales a tan importante y profundo tema, que no puede
reducirse sólo al ejercicio indiscriminado de una libertad que acaba atando a los liberados a los
pesados grilletes de los desajustes, construidos por el uso excesivo de esa misma libertad,
hiriendo y atormentando a los demás y a sí mismos.

A partir de un simple y clandestino encuentro en una habitación lejana, los fluidos lazos que
allí se entrelazan producirán, según la sinceridad de los sentimientos implicados, dulces o
dolorosas espinas que educarán a los aventureros a superarse, ya sea por la verdadera
experiencia amorosa o por el dolor de la mala conciencia.

Por eso, en el caso de nuestros personajes, no sólo Marcelo podía presentarse ante la ley
como un agente inadaptado por la infidelidad que se había permitido.

Marisa también era igualmente responsable de los caminos que había elegido para presionar
a su marido a cambiar su comportamiento social.

Ambos tendrían que rescatar esas debilidades de carácter.

Con Silvia, con su marido, con Camila y con todas las personas que se permiten utilizar la
afectividad como arma, como instrumento de seducción, como negocio comercial, como
herramienta de conquista social, como moneda de cambio, como poder de dominación, como
chantaje personal, también se producirán estas consecuencias, necesarias. De ahí la urgencia
de la renovación de nuestra conducta afectiva y del replanteamiento de nuestra forma de vivir,
retomando el sentido lúcido del Amor Responsable y, al mismo tiempo, verdaderamente feliz.

22

ES EL TURNO DEL LETARGO

En los días siguientes, las relaciones afectivas entre los miembros de la oficina permanecieron
latentes, ocultas por la conducta disimulada de todos, especialmente de Marcelo que,
involucrado emocionalmente con Camila, la que lo atraía por la belleza externa, tanto como
físicamente entrelazado con Silvia, la que se había mostrado como una excelente amante,
necesitaba cuidarse de no traicionarse en las demostraciones de intimidad que los encuentros
fortuitos en los pasillos del lugar de trabajo proporcionaban naturalmente.

Sin embargo, las dos mujeres no tenían ni idea de que Marcelo mantenía una estrecha
relación con ambas, porque tanto Silvia como Camila utilizaban igualmente al chico para sus
objetivos personales.

Junto a los dos, la tercera abogada, Leticia, seguía en su afán de acercarse al chico, ahora con
la excusa de ser la solución a sus problemas legales.

Durante esa semana, en los momentos que le eran propicios, la joven había buscado a
Marcelo para informarle sobre los avances de su investigación y que, en breve, le daría una
posición sobre lo que había aprendido sobre la situación.
Marcelo, pensando tanto en Camila como en Silvia, casi se sorprendió por la manifestación de
Leticia, tardando en recordar que ella también estaba en el horizonte de sus planes para la
conquista del puesto que le correspondía a Leandro.

Según sus evaluaciones, la implicación física que empezaba a tener con las otras dos mujeres
no era adecuada, porque podía acabar perjudicando sus objetivos. Sin embargo, el encanto
que le provocaba Camila era difícil de controlar, mientras que el tórrido calor de los momentos
pasados le producía recuerdos inolvidables.

Al menos Leticia no se involucró directamente con él, lo que le pareció una buena situación
para ser explorada con más paciencia, las emociones no tan claras.

- Marcelo, necesito hablar contigo sobre el caso que tengo para estudiar y que, creo, ya tengo
la solución.

- Muy bien, Leticia, ahora me acuerdo mejor. Al fin y al cabo, ha pasado algún tiempo y, con
tantos otros problemas en la cabeza, he acabado olvidando éste.

- Sí, ya sé cómo son estas cosas -contestó Leticia, deseando ser comprensiva con el olvido del
deseado muchacho.

- Y entonces, Su Excelencia, ¿qué descubrió sobre el caso?

Entendiendo que Marcelo imaginaba hablar de ello en ese lugar de trabajo, lo que conspiró
contra las intenciones de la chica de acercarse a él, Leticia, respondió hábilmente:

- Ahora, Marcelo, los documentos están conmigo, en mi casa. No tengo forma de exponer lo
que he encontrado aquí sin ellos. Quería que fueras allí y disfrutaras del fin de semana, si no te
importa. Así que te explicaré con calma todo lo que he conseguido plantear y cuál sería la
mejor solución al asunto.

Marcelo no tenía intención de utilizar su fin de semana en contactos profesionales, ya que


siempre intentaba alejarse de los problemas de la oficina en los momentos de ocio que le
proporcionaba la vida.

Sin embargo, recordando sus planes iniciales, pensó que era una grosería dejar a Leticia sin
respuesta después de haberle pedido su colaboración, y también era una buena oportunidad
para acercarse al pensamiento y la forma de ser del último de sus tres amigos.

Además, conocía el temperamento de la joven y sabía que era muy exigente con las cosas del
trabajo, y era natural que mantuviera una actitud profesional cuando se trataba de la solución
de un caso legal que se había sometido a su evaluación.

Cualquier negativa podría sonar irresponsable, además de ser una falta de respeto a todo el
esfuerzo intelectual que había hecho Leticia.

De este modo, no tuvo más remedio que aceptar la invitación, pero dijo que, como todavía
estaban a jueves, combinarían los detalles de la reunión que se había fijado para la tarde del
próximo sábado en casa de la joven.

Justo para el esperado encuentro, Leticia se preparó tanto para demostrar sus dotes
intelectuales como para insinuarse mediante el despliegue discreto de sus dotes físicas, con el
cuidado de su ropa y la informalidad de su postura, ya que la reunión tendría lugar en su
propio apartamento.
A diferencia de aquella mujer que se presentaba en la oficina con un atuendo formal y un
rostro circunspecto, en su propio territorio Letícia preparaba una sorpresa para el muchacho,
una ocasión en la que se ponía más a gusto, aunque no se vulgarizara con una conducta frívola
o ropas raídas. Le dejaba el pelo mojado y suelto, dándole la impresión de frescura e intimidad,
además de procurar que el ambiente diera al encuentro una agradable informalidad, con
música suave, penumbra, perfume difundido por el ambiente, etc., como si fuera la rutina en
la que Leticia vivía cada día.

También se encargó de que la bebida fuera agradable al paladar de Marcelo, así como de
conseguir algún plato sabroso que pudiera ofrecerse, de momento, como señuelo para su
estancia en el entorno durante más tiempo, mediante una cena aparentemente improvisada
para ambos.

En la mente de la joven, la única de las tres que realmente sentía un afecto sincero y confiado
por Marcelo, esa sería la gran oportunidad de tener al hombre de sus sueños secretos y
platónicos tan cerca de su influencia.

Sin imaginar siquiera lo que estaba ocurriendo en las profundidades de Leticia, Marcelo no fijó
mucho su atención en la menor de las tres abogadas, prefiriendo oscilar entre los recuerdos de
aquellos dos cálidos besos intercambiados con Camila y las ardientes sensaciones de intimidad
mantenidas con Silvia.

Por eso el chico no recordaba que al día siguiente, viernes, no estaría en la oficina,
ausentándose en un viaje profesional a una ciudad cercana para atender un conflicto familiar,
en una reunión de trabajo que, seguramente, duraría todo el día.

Quedaba entonces pendiente de confirmar los últimos detalles, el encuentro previsto con
Leticia para el sábado por la tarde, para el que la joven ya se había organizado magistralmente
y que, de no materializarse, generaría una inmensa frustración en su apasionado sentimiento.

Por eso, al día siguiente, al enterarse de que Marcelo no se presentaría en la oficina, Leticia
trató inmediatamente de encontrar la manera de ponerse en contacto con él, para asegurarse
de que la reunión "de trabajo" se había programado para el día inmediato.

Luego, utilizando el teléfono móvil cuyo número le había dado el propio Marcel, llamó para
obtener la confirmación necesaria. Sin embargo, si la situación geográfica del lugar donde se
celebraba la reunión era su condición natural de apagado para no perturbar las siempre tensas
y agitadas discusiones familiares, lo cierto es que Leticia no había podido localizar
personalmente a Marcelo, y no encontró nada más que dejar un mensaje en el contestador de
su teléfono móvil:

- Marcelo, soy yo, Leticia. Como habíamos acordado antes, le esperaba nuestro encuentro en
mi apartamento, en la Rua Florianópolis, nº 135, el sábado, a partir de las dieciséis. Ya he
avisado al portero del edificio de que llegará en su coche para que lo aparque en el garaje.
Estoy esperando que hables de nuestro caso. Cualquier problema, llámame, ¿vale?

Leticia, que estaba ansiosa, de tanto prepararse para ese momento, ahora se quedaba
aprensiva, corriendo el riesgo de no poder hacerlo, por si a Marcelo se le había olvidado.

Se sintió un poco ridícula, como toda persona apasionada que espera el encuentro soñado,
corriendo el riesgo de quedar como una tonta por el descuido de la persona a la que se dedicó
con sinceridad.
Pasó todo el viernes indispuesta, entre la posibilidad de encontrarse con el chico al día
siguiente y verse olvidada por él, perdiendo toda la preparación que había realizado.

Dos horas después del primer mensaje, Leticia no pudo controlarse y, de nuevo, llamó para ver
si podía hablar con Marcelo personalmente, sin imaginar qué problema le estaría impidiendo
contestar la llamada:

- Marcelo, soy Leticia otra vez, querido. Siento insistir, pero como no tengo móvil y no has
contestado a mi primera llamada, me voy antes, así que si necesitas hablar conmigo, llámame
a casa y allí estaré. Si no me llamas, consideraré nuestra cita fijada y te esperaré. Un beso,
Leticia.

Tras utilizar su salida de la oficina como excusa para intentar volver a hablar contigo, Leticia
decidió marcharse, dando rienda suelta a su ansiedad a la distancia de ojos indiscretos que
seguramente podrían notar en su comportamiento las huellas de insatisfacción, nerviosismo y
casi descontrol que se apoderaban de su alma.

En casa, trató de relajarse un poco, tomando un largo baño, teniendo cuidado de no perder de
vista el teléfono.

Llegó la noche y seguía sin haber noticias del niño.

Pensó en tirarlo todo. Pensó en anular la reunión, devolver el expediente sin resultado, hablar
con el chico de algunos retos, como si todo lo que estaba ocurriendo fuera un comportamiento
deliberado que había producido para hacerle sufrir.

Ciertamente, tal suposición era errónea, pero, necesitado y poco preparado para encuentros
en los que pudiera demostrar su fragilidad afectiva, la inesperada situación de ver perdidos
todos sus minuciosos esfuerzos le provocó una casi revuelta en el caprichoso y
desacostumbrado Espíritu.

- Tranquila, Leticia, tranquila. A veces no pasaba gran cosa. ¿Quién sabe, está bien y no ha sido
capaz de comunicarse contigo hasta ahora? - dijo la joven en voz alta para que ella misma
escuchara.

Se dejó llevar por la televisión, viendo los programas que se sucedían, sin prestar atención a
nada.

Cada día que había pasado, desde el primer día que había conocido a Marcelo, se había
transformado en una larga gestación de un sentimiento guardado durante mucho tiempo y de
la posibilidad de acercarse a quien ella, más que admirar, deseaba como alguien muy
interesante.

Hacia las veintidós, sonó el teléfono.

Saltó asustada del sofá, donde el sueño ya estaba presente, en el hipnotismo televisivo.

- Hola... ¿quién es?

- Leticia... soy yo... la llamada es muy mala. Estoy saliendo de una reunión y recién ahora pude
ver tus mensajes...
- ¡Ah! Marcel, está bien, pensé que debías estar muy ocupado. Estaba casi dormida, lo siento
-dijo Leticia, queriendo mostrar un poco de despreocupación.

- Siento llamar en este momento...

- Está bien, estaba preocupado por nuestro encuentro, Marcelo. Teníamos que dejarlo para
mañana y no sé si podremos reunirnos. ¿Qué te parece? - Por mí está bien, Leticia. Me
gustaría resolver el asunto de inmediato y quitarle peso a este problema. ¿Podrían ser las
dieciséis treinta?

- Para mí es aún mejor, Marcelo. Me gustaría que no tuvieras prisa, porque el negocio es un
poco complicado y puede llevar un tiempo explicarlo. Incluso he organizado que comamos
mientras trabajamos en ello. ¿Te parece bien?

- Genial, leído... para mí aún mejor.

- ¡BIEN! Así que no te olvides de avisar a la casa de que vas a tardar.

- Buen punto... ¿necesito llevar algo? ¿Un poco de vino, un refresco, unos aperitivos?

- Nada, Marcel. Sólo trae tu boca y tu inteligencia habitual... - habló Letícia bromeando.

- Sólo necesitaré la boca porque tu inteligencia da dos de la mía... - respondió en broma.

- Nada, Marcel, mañana veremos cómo se soluciona todo.

- Marcado, entonces.

- Buenas noches, Marcelo, y cuida tu espalda. Ya es tarde y no quiero posponer esta


conversación legal contigo.

- Déjame a mí, Leticia... Si no llego mañana a tiempo, puedes buscarme en la morgue... Esa es
la única razón por la que me impedirá ir.

- Deja de hacerte la macabra, Mar. Realmente te cuidas, ¿eh? Te estoy esperando.

- Besos, Lê.

- Hasta mañana, Marcelo.

Las últimas frases de Letícia han ganado la vida y la brillantez de alguien que acaba de
despedirse de un ser muy querido, con el que se preocupa profundamente y por el que está
poniendo todos sus sueños y días en el futuro, en los planes de un nuevo destino.

Esa era la emoción con la que Leticia afrontaba ese momento de acercamiento.

Para su solitario corazón, el chico era el dulce y suave alimento que satisfaría todos sus sueños
de mujer.

No es que quisiera seducirlo como mujer, como había hecho Silvia, ni que estuviera interesada
en involucrarlo en las redes del juego afectivo para manipularlo, como Camila estaba
acostumbrada a hacer con los hombres.

Letícia sentía afecto por él, lo que la llevaba a mantener sus pensamientos soñadores
alimentados con las escenas naturales que le proporcionaban las diversas parejas de novios
que conocía, yendo al cine de la mano, intercambiando afecto sincero, pasando el fin de
semana juntos, viajando y disfrutando de las bellezas naturales, haciendo fotos y teniendo qué
contar a sus amigos, en las expansiones normales de sus sentimientos femeninos.

Más que la intimidad física, igualmente placentera cuando se experimenta con quien se ama,
el deseo de Leticia estaba ligado al placer de tener una compañía con la que entenderse y a la
que cuidar como un bien personal e intransferible.

No pensó en los compromisos matrimoniales que tenía Marcelo, ya que, como siempre ocurre
con las personas egocéntricas, la satisfacción de sus sueños y caprichos siempre está por
delante y por encima de los dolores o tristezas que esa satisfacción pueda producir en la vida
de los demás o de otros competidores.

La existencia de la relación matrimonial de Marcelo fue, casi, más un estímulo que un


obstáculo.

Para ella, si el chico no la conocía, no podría darle ninguna oportunidad. Además, ¿quién le
garantizaba que Marcelo era feliz con su mujer?

¿No percibió ella misma cierta melancolía cuando él se refirió a los problemas que tenía en la
empresa de su esposa? ¿Que ella se presentaba como una individualista y que él sólo tenía
tranquilidad cuando ella estaba fuera de casa?

Esas palabras no salían de su mente, motivando todos sus esfuerzos por convertirse en
alguien interesante en aras de un hombre insatisfecho con la mujer que había elegido.

- Todo el mundo tiene derecho a equivocarse y a empezar con otra persona - pensó Letícia.

Y si la mujer es tan indiferente al pobre Marcel, ¿por qué sigue ocupando el lugar y no libera al
tipo para que sea feliz con otra?

Olvidó, Leticia, que, como consecuencia de la distorsión de los sentimientos, el objetivo


principal de los cónyuges, en muchas relaciones, ya no era hacer feliz al otro. Por el contrario,
era no dejar que la otra persona fuera feliz, si eso representaba verla al lado de otra persona.

Cuántas uniones no están orbitando en el oscuro espacio de la incomprensión y el desamor,


gracias a la conducta criminal de uno o de ambos que, al no querer ser un instrumento para la
producción de la felicidad de su pareja, se convierte en un obstáculo para cualquier intento de
que esa felicidad sea construida por ellos.

- Si no eres feliz conmigo, no serás feliz con nadie más...

Frase oscura que es tan común en la mente y el sentimiento de tantas criaturas, hombres y
mujeres, y que está detrás de muchos crímenes pasionales, tragedias familiares, décadas de
persecuciones y siglos de oscuras obsesiones en el lado espiritual de la vida.

El orgullo herido, la vanidad dolida, el egoísmo insatisfecho, todos los peores defectos están
detrás de un sentimiento tan retorcido, denunciando a sus cultivadores como personas
inmaduras, niños en el afecto, desequilibrados del alma, que merecen tratamiento por
desajustes mentales cuando no hacen justicia, También a los correctores de la justicia de los
hombres, por los delitos y persecuciones, crímenes y desasosiegos que provocan en la vida de
las personas a las que persiguen, con el deseo declarado de desgraciarlas y cortarles cualquier
intento de volver a empezar con otra persona.
Marcelo, justo después de hablar con Letícia, apagó el móvil sin preocuparse de borrar el
mensaje de su buzón.

Llegó a casa a altas horas de la noche, encontrando a Marisa ya dormida, como ya era normal
que sucediera.

Él mismo, después de haber comenzado a involucrarse emocionalmente con los otros colegas,
también se había dejado alimentar por los recuerdos agradables que había archivado, ya sea
del contacto con Camila o de la reciente y furiosa experiencia sexual con Silvia. Marisa ya no
atraía su atención.

De hecho, había empezado a percibir otro universo femenino que existía fuera del matrimonio
y que era realmente más excitante que lo que su mujer había empezado a darle, con sus
caprichos e indiferencia.

Se dio un baño para descansar y se acostó a dormir, prefiriendo la habitación de invitados


para no despertar a Marisa que, al llegar, siempre estaba de mal humor cuando la despertaban
sus ruidos.

Y este desapego le vino bien en el ambiente de culpabilidad de su conciencia, ahora


comprometida con la infidelidad física y mental con las dos mujeres.

- Fue Marisa quien lo quiso así. No es mi culpa, es de ella", se repitió Marcelo, como quien
quiere transferir la responsabilidad de sus actos clandestinos a su indiferente esposa, en el
natural mecanismo de defensa de las personas que no asumen por sí mismas su propia
conducta.

Durmió mucho y se despertó tarde el sábado por la mañana.

Sabía que Marisa solía salir temprano y sólo volvía por la tarde. A veces almorzaban juntos en
los viejos tiempos. Pero luego, cuando las cosas empezaron a cambiar entre ellos y cómo la
compañía de Marcelo parecía molestar a su mujer, que se había dedicado a hacer cursos y
gimnasios para posponer su regreso a casa, los encuentros se hicieron más escasos.

En realidad, Marisa también buscaba la forma de hacer más reales sus planes personales para
atraer la atención de Glauco.

Marcelo trató entonces de comer frugalmente, se bañó y, un poco antes de la hora prevista,
salió de casa para el encuentro con Leticia, esta vez mucho más elegantemente vestido. Al fin y
al cabo, bueno o malo, bello o no, estaría en compañía de una mujer a la que sus encantos
podrían producir un acercamiento amistoso, sin ninguna pretensión de amor.

Sin embargo, con las prisas o la emoción de los preparativos, Marcelo olvidó en casa el
teléfono móvil, oculto por un marco de fotos tras el que se había deslizado inadvertidamente
cuando el chico había depositado sus objetos personales en el aparador de la entrada la noche
anterior.

Se dirigió a la dirección que pudo localizar fácilmente, como ya le había informado Leticia en
las amistosas conversaciones de la oficina.

Según lo acordado en el móvil, el portero del edificio, tras consultar con el propietario del
apartamento, permitió a Marcelo entrar en el garaje, indicándole el lugar para aparcar. No
tardó mucho y Marcelo subió al piso correspondiente, donde le esperaba otra Letícia.
Esa tarde estaba la mujer más ansiosa del edificio.

El apartamento estaba agradablemente iluminado y decorado con sobriedad, con indiscutible


buen gusto.

El sonido del ambiente demostraba el celo de su residente, en la luz y la suave música que se
deslizaba por sus oídos.

En el aire, una sutil fragancia atrajo la admiración del sentido del olfato, en la adecuada
combinación de aspecto agradable, oído armonioso y olor atractivo.

Y frente a ella, Marcelo tenía otra mujer.

Leticia se transformó.

Para expresar su admiración y asombro, quiso volver al vestíbulo del ascensor, informando de
que debía de haberse equivocado de apartamento.

- ¡Ahora, Marcelo, cállate y entra ahí, chico juguetón! - Noooooossssaaaaa, Leticia, ¿eres tú? -
preguntó, sorprendido, el joven, sorprendido por el nuevo estilo.

- Por supuesto que soy yo, chico gracioso. ¿A quién esperabas? ¿Madame Min?

- refiriéndose, Lutetia, a la bruja de los cómics de Walt Disney.

Al darse cuenta de que su asombro podría ser malinterpretado, Marcelo ha rectificado: -


Nunca te comparé con esa bruja, Leticia. Pero estoy tan acostumbrado a verla con el pelo
pegado, tirando de la cara con su ropa de abogado formal, que nunca imaginé que un día
sustituiría esa imagen de mi retina.

- Y entonces -preguntó la chica, provocando-, ¿al menos la sorpresa valió la pena? ¿O


esperabas que te recibiera vestido de abogado?

- Vaya, por supuesto que valió la pena... Si hubiera sabido que iba a ser así, habría venido
antes, para poder disfrutar de ese momento en el que pude conocerla sin esa máscara
profesional que todos tenemos que llevar cada día.

- Como los payasos del picadero, ¿eh? - dijo Leticia, cerrando la puerta.

- Así es, lee. A veces, creo que nos parecemos a nosotros mismos, teniendo que vivir en la
cuerda floja y haciendo que nuestros clientes se rían de nuestras tripas, para conseguir que les
aplaudan después de haberse dejado su dinero en la taquilla.

Así comenzó el encuentro en el que Leticia, conquistando ya las primeras victorias en la


consideración de Marcelo, haría todo lo posible para que éste se sintiera atraído y provocado
por su agradable compañía.

No es que Marcelo se haya enamorado de su amigo del trabajo. De hecho, no había podido
alcanzar, toda ordenada, la belleza natural que poseía Camila, aunque fuera improductiva.

Pero la insólita observación de Leticia más a gusto, con el pelo suelto y escurrido por la cara,
dándole un cierto aire angelical, quitó toda esa imagen de distancia y distanciamiento que la
postura formal de un abogado producía en los distintos hombres que convivían con ella,
incluido él.
Por primera vez, pudo reconocer efectivamente en la joven una belleza física digna de
mención.

Y la conversación se alargó, recorriendo los temas filosóficos de la postura de los abogados en


el mundo de los intereses oscuros, pasando luego por los detalles de la casa que Marcelo había
empezado a observar y que Letícia le estaba explicando, llegando a los registros que tenía,
dejando para más adelante las cuestiones legales que habían sido la excusa para aquel
encuentro.

Eso era todo lo que Leticia quería.

Marcelo admiraba la vida personal de aquella chica que, perdida en medio de procesos y
casos en la oficina, no parecía ser la misma persona allí, desarmada, casi frágil, a su
disposición.

Ese aire de abandono, de mostrar debilidad, fue un poderoso componente para provocar el
instinto viril de Marcel, que, interesado en acercarse a Leticia, se dio cuenta de que era más
interesante de lo que podía parecer.

Sin embargo, los otros dos le bastaban como problemas a gestionar. Así que trató de alejar sus
pensamientos de cualquier deseo masculino, para concentrarse en los objetivos que le habían
llevado hasta allí.

Del mismo modo, Leticia no tenía intención de ofrecerse directamente a Marcelo. Quería
provocar su interés, agitar sus pensamientos, sin querer vulgarizarse al nivel de las mujeres
desesperadas por la compañía, que se entregan al primer hombre que les parece más
conveniente.

Por eso se cuidó de no dar a Marcelo la impresión de que era para conquistarlo que había
creado esa trampa.

Siguió el encuentro, atractivo y estimulante, cuando, ya después de haber comido algo para
espantar el hambre, ya después de haber abierto el sabroso vino con el que Leticia pensaba
hacer a Marcelo suelto y libre en sus emociones y conversaciones, el chico se dio cuenta de
que no traía el móvil que normalmente usaba para avisar a su mujer de que tardaría más de lo
previsto.

Sin entorpecer las cosas, Leticia le sugirió que utilizara el dispositivo de su apartamento para
llamar a su número de teléfono móvil y así tratar de localizarlo.

Aceptando la sugerencia, Marcelo procedió a llamar a su propio teléfono móvil que, tras unos
cuantos timbres, fue contestado por Marisa:

- Hola, Marisa, ¿cómo estás? ¿Ya estás aquí?

- Claro, Marcelo, si no es así, ¿cómo estabas contestando el móvil? - Así es, perdón por la
pregunta estúpida. Acabo de darme cuenta de que he olvidado mi teléfono. Y como no sabía
dónde podía haber pasado o incluso si lo había perdido, decidí llamar para localizarlo.

- Así es... Está aquí en la casa. Estaba detrás del marco de la puerta principal. Sólo lo he oído
cuando ha sonado.

- No está mal. Te llamo para decirte que estoy en una reunión de negocios y que llegaré más
tarde. Si quieres cenar conmigo esta noche, no funcionará.
- ¡Ah! Muy bien, Marcel. Ya he cenado aquí y estoy viendo una película en la televisión. En
cuanto duerma un poco, dormiré porque estoy cansado. Cuando llegues, no hagas mucho
ruido, ¿vale?

- BIEN. Adiós, Marisa.

- Adiós, Marcel.

La seca despedida fue notada por Leticia, quien más que rápidamente puso más vino en el
vaso del muchacho.

Sabía que esta bebida era muy potente para, sumándose al clima formado por los otros
detalles, dar al ambiente el contenido poético que es típico del comienzo de muchas novelas.

La indiferencia de Marisa al teléfono parecía ser una contraseña para que Marcelo se dejara
llevar por las frustraciones emocionales, liberándose de cualquier defensa del vínculo formal
que le unía a su mujer. Así, en una forma de combatir la indiferencia de su esposa con la
posible y nueva infidelidad, comenzó a sentir que estaba en el mejor ambiente para dejar
pasar cualquier tipo de situación.

Era como si se estuviera vengando de la indiferente mujer, asumiendo que ella también le
estaba traicionando, única explicación para su cambio de comportamiento hacia él.

"No hay duda de dónde estaba, cómo estaba, con quién estaba...", pensó el chico, justificando
la indiferencia de la mujer como una demostración de su falta de afecto o su desprecio por él.

A su lado, aprovechando su estado de preembriaguez, se encontraban los espíritus del Jefe y


del Juvenil, observados por el Cojo, movilizando sus fuerzas espirituales en los cuadros que
fijaban los sentimientos opuestos, de modo que Marcelo se encontró efectivamente
despreciado como hombre, despertando aún más el sentimiento de necesidad, al mismo
tiempo que Leticia se provocaba en los pensamientos aventureros de verse en los brazos de
aquel atractivo muchacho, como siempre había sentido en el más profundo y secreto de sus
anhelos.

Mientras el clima se volvía cada vez más favorable a los sentimientos incrustados en los dos
corazones necesitados, al otro lado de la ciudad, en la casa de Marcel, Marisa estaba
doblemente sorprendida.

Tras descubrir el móvil de su marido, una curiosidad irresistible asaltó su pensamiento.

¿Por qué no comprobar las llamadas que estaban en sus contactos personales?

- Bueno, ni siquiera sabrá que estuve aquí investigando sus citas. Después de todo, siempre es
bueno echar un vistazo a los secretos de los demás...

Y con ese pensamiento, Marisa accedió al buzón del móvil de Marcelo, que aún traía los dos
mensajes de Leticia.

La lectura de los mensajes hizo que la esposa se sonrojara, en la interpretación maliciosa de


aquel encuentro.

Además, había un tercer mensaje del que ni siquiera Marcelo era consciente y que, en la voz
de Silvia, proclamaba una simple poesía, como diciendo lo agradable que habían sido los
momentos vividos intensamente en esos días anteriores, un mensaje que había sido
encubierto por el anonimato, del mismo modo que parecía haber salido de un teléfono
público.

Sólo Marcelo pudo identificar su voz y, para no levantar sospechas sobre su origen, se había
originado, como se dijo, desde un número de teléfono inaccesible para la identificación del
responsable de la llamada.

Sí, era indiscutible que Marcelo tenía una aventura con dos mujeres y los tres mensajes de su
teléfono eran la prueba que ella necesitaba para hacer realidad esos argumentos ficticios
inventados tanto para Gláucia como para presentar ante Glauco, el día de su entrevista.

En su mente, todo estaba encajando.

Y fue el idiota de su marido quien le permitió todas las excusas para presentarse como víctima
de una traición.

Ella habría sabido muy bien cómo utilizar esa baza.

Tanto es así que, utilizando los mecanismos adecuados, fue capaz de reproducir la grabación
de los mensajes en una pequeña cinta magnética que llevaba consigo como prueba o indicio
claro de sus verdaderos motivos para alejarse de su marido.

Después, un maquillaje más cargado produciría la impresión de insomnio, de las pronunciadas


ojeras que demuestran el "verdadero" sufrimiento de la esposa traicionada.

En esos momentos, en el apartamento de Leticia, Marcelo y la joven ya se permitían la


intimidad que el vino y la necesidad afectiva acaban favoreciendo, siempre que la noción de
conciencia responsable se deja de lado en esos momentos decisivos de las vidas humanas.

Entre besos y caricias, Leticia se entregó a un Marcelo débil de afecto que, inspirado por
tantas novedades en aquel agradable apartamento, no había pensado en las difíciles
consecuencias de aquella implicación que, a su juicio, era sólo el encuentro de cuerpos, pero
que, para el corazón de Leticia, significaba la perspectiva de una nueva etapa en su vida
afectiva.

23

OBSERVANDO DESDE ARRIBA

ENTENDER LOS HECHOS

Como puede verse, en esa semana los espíritus inferiores habían actuado en varios frentes
con el propósito específico de tejer una red envolvente que enredara a todos nuestros
personajes invigilantes.

Luiz había sido apartado de la buena influencia.

Marisa, aquel sábado, había encontrado, en el cuaderno de su marido Marcelo, los tres
mensajes, dos de Leticia y uno anónimo, producidos por Silvia, que, directa e indirectamente,
señalaban la prevaricación del marido.
Al mismo tiempo que, como esposa, se había sentido sorprendida, esto le había parecido una
buena oportunidad para seguir los deseos de seducción de Glauco, presentándose como
víctima de la traición de su marido y no como la que la había provocado.

Por eso, al final de la noche, cuando Marcelo había regresado del apartamento de Leticia
todavía con las emanaciones alcohólicas interfiriendo en su equilibrio consciente, Marisa había
optado por no hablar ni hacer ninguna acusación, dejándole a sus propios desajustes, dándole
una cuerda a discreción para que, en el momento preciso, pudiera ahorcarle de la mejor
manera.

Antes de retirarse a dormir, la esposa había dejado su teléfono móvil visible junto a una nota,
sobre la cama donde había dormido Marcelo, en las noches en que llegaba muy tarde.

"Querida, aquí tienes tu móvil, que he encontrado escondido detrás de nuestros retratos. No
hagas ruido porque estoy muy cansado".

Marcelo, acostumbrado a esa rutina de indiferencia, no había sospechado el hecho de que sus
mensajes ya habían caído en conocimiento de su esposa, ya que no era costumbre de ambos
investigar las llamadas de sus celulares personales.

Así que, tras salir de la ducha en la que intentó despertarse mejor para valorar lo que había
hecho con Leticia en su acogedor apartamento, Marcelo decidió escuchar los mensajes de su
buzón, sorprendiéndose no con los dos que Leticia había grabado, sino con las melosas
palabras que sabía que pertenecían a Silvia, atrevidas y provocativas.

Al escuchar su voz y el seductor contenido del mensaje, Marcelo se apresuró a borrar su


comprometedor contenido, tanto como los dos que Leticia había producido para confirmar el
encuentro del fin de semana.

Aquella noche, en cambio, Marcelo se perdía tratando de equiparar la implicación amorosa e


íntima que había empezado a establecer con las tres chicas que formaban su grupo de trabajo
en la oficina.

Había empezado a enamorarse de la bella Camila. Luego descubrió en Silvia un verdadero


huracán en la intimidad y, finalmente, encontró a Leticia, una flor delicada, revelándose desde
el interior de la corteza en la que se escondía, frágil y temerosa de exponerse, revelando su
verdadera personalidad.

Por mucho que intentara poner en orden sus sentimientos, no sabía qué camino tomar.
Además, aún mantenía una relación con Marisa, lo que suponía una triple traición y un
cuádruple engaño.

A excepción de su esposa, que por su comportamiento extraño y hostil no le causaba más


atracción ni interés, Marcelo se interesaba por las otras tres mujeres, cada una por un motivo
diferente.

Con Silvia se sentía poderoso y viril, compartiendo el placer al lado de una mujer
experimentada en la materia.

Con Camila se sentía seductor y galante, alabado en su vanidad por presentarse como
conquistador de una mujer de envidiable belleza.
Con Leticia se sintió fuerte y atrevido, como un héroe que llega para salvar a la dulce e
ingenua doncella, solitaria y soñadora en sus sentimientos, deseosa de entregarse a su
caballero, en el compromiso definitivo de un afecto romántico y largamente esperado.

Con los tres, había acordado mantener la discreción en el trabajo y el respeto a sus espacios
personales, eliminando cualquier tipo de sospecha comprometedora.

Sin embargo, no podía posponer por mucho tiempo el plan de asestarle a Leandro el golpe
que lo sacara del puesto de confianza de Alberto, con el objetivo de ganarle el puesto.

Camilla fue su aliada confiesa, mientras que, gracias a su intimidad con los otros dos, no
parecía difícil conseguir su apoyo, sobre todo después de todo lo ocurrido.

Sabía, sin embargo, que todo estaría perdido si, entre ellos, se acababa conociendo la noticia
de su implicación física con todos ellos, lo que supondría una terrible novedad, aplastando sus
planes de ascensión.

Ahora, el ascenso en la empresa ya no era para encantar a Marisa. Era una forma de ser
importante para reconocerse por fin mejor que las demás y afirmarse profesionalmente ante
las mujeres y los hombres que trabajaban allí en constante competencia.

Esa noche, Marcelo, Silvia, Marisa, Leticia, Camila y Luiz estarían asumiendo sus posiciones en
el drama que iban a producir, no por la acción de las entidades negativas que los intuían, sino
por la maldad, la astucia, la invigilancia con que conducían sus vidas. En este sentido,
adoptando las actitudes más dañinas hacia ellos mismos, se convirtieron en herramientas
destructivas en manos de entidades inteligentes e igualmente dañinas, que los utilizarían de la
misma manera.

En el fondo, sin embargo, todos estaban en un proceso de crecimiento, tanto los Espíritus
encarnados como los ignorantes, aunque tal evolución viniera a realizarse a través de los
profundos dolores y recepciones del alma, abriendo heridas que sólo la noche de los siglos
podía curar.

En el plano invisible, después de que el sábado se despidiera y el domingo diera las primeras
señales en el horizonte, todos los responsables del proceso obsesivo de ese grupo se reunieron
en el bajo astral.

Ante el Presidente de la Organización, tendrían que dar cuenta de sus actos, incluyendo no
sólo al Jefe y sus ayudantes, sino a Jefferson y a los representantes del Departamento que
gestionaban las acciones negativas de la oficina donde trabajaban nuestros personajes.

Además, se les acusaría directa y agresivamente de la pérdida de la cabeza de los


hipnotizadores, pérdida que ya había sido comunicada al Presidente y que le había causado un
profundo malestar, que no se alivió ni siquiera con la revelación de los innumerables éxitos
obtenidos con los encarnados que se dejaban manipular tan bien, en sus pervertidos deseos y
sensaciones.

La reunión del grupo sería muy tensa y amenazante, sobre todo porque, con las noticias sobre
el avance del plan, el presidente había programado para las próximas semanas la
intensificación de los procesos de persecución, con el fin de alcanzar sus objetivos personales,
objetivos que aún desconocían todos sus auxiliares, incluso los más cercanos.
La verdad es que todos los miembros de este movimiento, obedientes al comandante
Trevoso, estaban siendo utilizados por él para lograr sus objetivos de destrucción y venganza
que perseguía con determinación.

Junto a esta reunión de entidades inferiores, en los círculos superiores del mundo invisible,
nuestros amigos Félix y Magnus siguieron los pasos de todos y, apoyados por la devoción de
Alfonso, pudieron establecer rutas para sus próximas acciones, previendo las estrategias
negativas planeadas por la oscuridad.

- Pero el pobre Glauco está siendo rodeado por todos lados - dijo Magnus, obligado. - Y ni
siquiera sueña con todo lo que están planeando sobre él.

- Sí, Magnus, eso es.

- Pero, ¿no sería bueno que lo protegiéramos para que no fuera víctima de tantos ataques?

- ¿Y no le ayudamos? - preguntó Alfonso.

- Sí, en cierto modo, mentor. Sin embargo, parece que nosotros hacemos estas cosas desde la
distancia, mientras que nuestros hermanitos inferiores se presentan directamente, atacándolo
de frente, sin andarse con rodeos.

- Sí, realmente estás evaluando la situación. Cuando estamos en el mundo, pensamos que la
función de Dios es crear un sistema de protección y vigilancia para defender a todos los que lo
aceptan y creen en su existencia. Pensamos que por el simple hecho de ir a las iglesias o llevar
tal o cual camiseta religiosa, tenemos derecho a exigir la protección absoluta de Dios, no
aceptando ya que nos pase nada malo.

Sin embargo, esta actitud es ingenua y atestigua el grado de infantilismo que aún existe en
cada uno de nosotros.

¿Qué padre humano quiere criar a su hijo para que esté a su cargo el resto de su vida? ¿Qué
madre no quiere ver a su hijo abandonar los pañales y caminar con sus propias piernas?
Aunque estén siempre cerca, dispuestos a prestar toda la ayuda que puedan, los padres
humanos suelen, cuando están lúcidos y son conscientes de sus obligaciones en el cuidado de
sus hijos, entregarlos a la vida, para que constituyan sus propias familias y crezcan en su
interior.

Este es también el caso de las preocupaciones divinas, Magnus. Nuestro querido Glauco es
acreedor de nuestro afecto y atención, y siempre que esté en sintonía con nosotros, estaremos
igualmente con él. Sin embargo, no queremos convertirlo en una marioneta que nos obedezca
o que se entregue a nosotros como si nos perteneciera. En la historia de su vida, amigo mío, ya
ha pasado por situaciones delicadas en su afecto desprevenido y vigorizante. No hay nada más
seguro que, después de que se le ofrezca la primera ayuda, en forma de consejo y apoyo a la
emoción inadaptada, llegue el momento de pasar la prueba decisiva para dar testimonio de
que efectivamente ha aprendido la lección.

En ese momento, no podemos interferir, convirtiéndonos en ayudantes de sus pensamientos


y decisiones libres, ya que el alumno el día de la prueba, para ser bien evaluado, necesita
responder a las preguntas lejos de sus apuntes personales, de los libros teóricos, de la ayuda
del profesor y del fraude que suponen las copias clandestinas.
Sólo así, Magnus, se puede apreciar plenamente al alumno, dejando al profesor y a sí mismo
la noción exacta de su grado de aprendizaje.

Como ves, amigo, no se trata de un descuido hacia Glauco, sino de darle libertad para que sus
avances espirituales sean puestos a prueba, tanto como su conexión con nosotros, en los
momentos más peligrosos de su camino.

Esta es una de las razones de fondo que llevan a la propia Glaucia, su prometida, a no insistir
en unirse a él, definitivamente, como es el deseo del muchacho.

Intuitivamente, sabe que hay debilidades en Glauco que sólo el bautismo de fuego podrá
evaluar si es lo suficientemente maduro para superar los desafíos de una unión verdadera y
libre, lejos de las seducciones de los cuerpos y las provocaciones femeninas que codician su
compañía masculina.

Si Glauco no sabe conducirse cuando es libre de hacerlo, demostrará que aún está en un nivel
inferior y que, por lo tanto, necesita más tiempo para estudiar las lecciones de la vida hasta
poder salir victorioso en los enfrentamientos del destino.

Esa es la razón última del proceso de reencarnación.

Magnus admiró la sabiduría de tales conceptos y, aprovechando una breve pausa del
instructor, comentó, respetuosamente:

- Sin embargo, el día de la reunión familiar, cuando fue atacado por su hermano obsesor, que
pretendía implantar los ovoides en la estructura magnética del periespíritu, pudimos
extenderle nuestras manos protectoras, defendiéndolo, de manera más directa, de las
acciones malignas del perseguidor. ¿No sería, igualmente, en prueba?

- Sí -respondió Alfonso-, tu observación está justificada. Y así fue, porque Glauco estaba en
sintonía con la elevación interior. No olvides, Magnus, que aquel día, en lugar de esconder sus
faltas en el velo del olvido al comentar el Evangelio, se puso como ejemplo del error que hay
que evitar, en una verdadera demostración de humildad, no queriendo aparecer indemne,
irreprochable a los ojos de los demás. Su demostración de valor y sinceridad atrajo
naturalmente hacia sí la simpatía de las fuerzas del Bien, que, conociendo sus debilidades,
pudieron medir bien el grado de su compromiso con su propia transformación, haciéndose
acreedor a una protección inmediata contra los ataques que sufriría.

Al mismo tiempo, existía la necesidad de rescatar la entidad perturbadora, una oportunidad


largamente esperada por el plan superior, en los esfuerzos maternos por apoyar y recuperar el
corazón perdido. Por lo tanto, no sólo para ayudar a Glauco, sino también para mantener la
alta vibración necesaria, proporcionando elementos de fuerza para que el hipnotizador
pudiera verse tocado por la querida presencia, es que tuvimos que activar el campo protector
de nuestro querido compañero encarnado, gracias a lo cual el obsesor gastó su potencial
magnético en vano, haciéndose menos resistente a la acción transformadora del Bien. Si
hubiera logrado el éxito que deseaba, no habría en su alma la disposición favorable que a
veces se logra con el desgaste, con la fatiga, con la saturación en el mal, con el desencanto
respecto a la antigua conducta inferior.

Por lo tanto, la protección ejercida por nosotros en beneficio de Glauco tenía también la
función de servir de escudo que obligaba al hipnotizador a debilitarse magnéticamente.
Sin contar con la posibilidad de rescatar a los cuatro entes ovoides que pudieron encontrar el
apoyo del corazón materno que se materializó entre nosotros como un Sol en la oscura
oscuridad de la noche.

Por todo ello, Magnus, aquel día tuvimos varias razones para asociar nuestras fuerzas a las de
Glauco. Sin embargo, no cabe duda de que se trataba de un ambiente especial, inundado por
las luces de la oración, mientras que cada uno, en su vida cotidiana, vive en el universo de
ideas y acciones que le parecen más convenientes.

Y es en este universo exterior donde el deber de Glauco es demostrar la victoria sobre sí


mismo y el deseo de superar las tendencias que, en el pasado, ya le habían envuelto y
producido la tragedia moral que conocemos.

Lo mismo se esperará de Glaucia, en la comprensión sincera, en el crédito que pueda dar a su


compañera y en la capacidad de comprender que, lejos de la protección materna, del entorno
de la oración familiar, necesitará también del dolor, del sufrimiento, de la decepción, para las
evaluaciones evolutivas sobre ella, con vistas al acceso a futuras promociones en el concepto
espiritual.

Magnus se sintió satisfecho, a la vez que Félix, callado hasta ese momento, había solicitado la
conversación reservada con Alfonso para tratar los siguientes pasos de aquel drama que,
conteniendo a los Espíritus encarnados e inferiores como actores principales hasta ese
momento, eran acompañados por la visión atenta de las entidades generosas que conocían sus
intenciones y deseaban apoyarlas de la manera más amplia posible.

Así, los dos instructores se retiraron para consultar los detalles y desdoblamientos de aquel
caso, así como para recoger las instrucciones que les llegaban de las Entidades Superiores que
dirigían los pasos de sus guardianes encarnados, buscando involucrarlos en las compañías
luminosas de instructores y mentores del Espíritu con Félix y Alfonso que, representando el
Amor de Dios y el Afecto de Jesús en la superficie del planeta, caminaban al lado de sus
protegidos para intentar ayudarlos para que no se comprometieran aún más con las
incomprensiones y el mal.

Puede parecer, querido lector, que el mal actúa sin control del bien.

Sin embargo, me gustaría que recordaran que la verdad es absolutamente diferente.

El mal actúa dentro del margen de maniobra que te conceden el encarnado y el


desencarnado, igualmente vigorizante.

Sin embargo, sobre todos ellos, el Bien gobierna los caminos e interviene en el instante
oportuno para que, indistintamente, TODOS SE ENCUENTREN DENTRO DE SÍ MISMOS Y
RETIREN SUS ATAQUES.

24

MÚLTIPLES ASTUCIAS Y

GARANTÍAS ESPECÍFICAS
En posesión de la grabación de los tres mensajes escuchados en el móvil de su marido, Marisa
esperaba el momento de su primera entrevista con Glauco, en la sede de la empresa donde
trabajaba como consultora, con la excusa de pedirle orientación para abrir su propio negocio.

Y si, en un principio, se había visto contradicha por el hecho de que la primera reunión se
había programado para un periodo de diez días, ahora, con la evidencia de la traición de su
marido, bendecía la suerte que le había concedido ese periodo gracias al cual había reunido las
pruebas que darían más consistencia a sus palabras.

La semana había comenzado y, preparándose para los próximos movimientos, Marisa se volcó
en la obtención de información adecuada para quienes quieren iniciar un trabajo autónomo en
la rama del comercio de bisutería en algún Centro Comercial.

Marcelo, por su parte, había vuelto a la rutina de la oficina, poniendo especial cuidado en no
levantar sospechas sobre su relación con los tres amigos al mismo tiempo e, igualmente, en no
cambiar su conducta con ninguno de ellos.

A primera hora de la mañana, se reunió con Camila en el salón de su casa, donde fue recibida
con una dosis de mayor intimidad que la existente antes del intercambio de cálidos besos.

- Marcelo, pensé mucho en ti el fin de semana... - dijo Camila, mientras abrazaba a su amiga
nada más entrar, como de costumbre, depositando un rápido beso en sus labios.

Sintiéndose deseado por la mujer que también codiciaba, Marcelo trató de asegurarse de que
la puerta estuviera cerrada y respondió caballerosamente, aunque su conciencia le decía que
no había sido así, como dirían sus palabras: - Yo también, Camila, pensé mucho en ti. Creo que
nuestro enfoque ha sido algo muy bueno, pero al mismo tiempo me ha dejado confundido.

- ¿Qué tan confundida, Mar...?

- Sí, Camilla, confundida porque mis sentimientos se han mezclado. Tu beso, tu calor, tu forma
de hacerme sentir importante, entran en conflicto con mis responsabilidades.

- Pero somos adultos, Marcelo, y si te sientes así cuando nos acercamos es porque hay un
vacío en tu corazón, acomodándose quizás a una relación que ya no te satisface.

- Eso es lo que me ha estado molestando también, Ca... Antes de acercarnos, todo era normal.
Sin embargo, con el paso del tiempo, empecé a darme cuenta de que las rutinas del
matrimonio se hacían más pesadas y las dudas crecían. Personalmente, quiero que sepas que
no tengo ningún deseo de involucrarte para aprovecharte o engañarte. Me haces mucho bien
y, por mi parte, no quisiera causarte ningún sufrimiento.

Las palabras de Marcelino eran sinceras, propias de un corazón que se entrega al sentimiento
apasionado, engañándose con la belleza de la joven que supo utilizar sus atributos para
confundir a los corazones masculinos que la reclamaban.

Además, fueron dichas en un tono de tristeza, lo que las hizo aún más conmovedoras a los
oídos de Camila, que estaba así segura de la dificultad afectiva que ardía en el interior de
Marcelo.

Atraída por tal fragilidad, Camila, inteligente, respondió tomando las manos del chico entre las
suyas:
- Mar, no te preocupes tanto. Yo también he sentido lo mismo por ti, con la ventaja de no
estar liada con nadie. Pero no haré de tu vida un infierno. Cada uno de nosotros podrá
disfrutar de este sentimiento como dos adultos que se entienden bien, hasta que, por tu parte,
aclares estas cuestiones contigo mismo y, si el futuro lo permite, podamos acercarnos... ¿qué
te parece?

Viendo la forma comprensiva de Camila de no presionarlo en la adopción de conductas


tendientes a asumir una nueva relación, con la ruptura de la unión conyugal, Marcelo sonrió,
agradecido, y respondió:

- Por eso las cosas se me han hecho cada vez más difíciles, Ca. Eres muy especial, muy
importante cada día en mi vida.

- Así que, Marcelo, sigamos viviendo un día a la vez.

Acarició la cara del chico y, para cambiar el rumbo de la conversación, habló susurrando,
como si las paredes tuvieran oídos:

- Marcelo, he pillado otra invasión de Leandro en mis maletas.

- No es posible, Ca. ¿No puede aprender este tipo?

- Sí -respondió la chica-, cada vez es más atrevido.

- Es una falta de respeto a su intimidad. Dice que desconfía de tu honestidad en la tramitación


de los casos e insinúa que puedes estar desviando recursos de la oficina.

- Sí, he pensado en todo eso. Pero no sabes lo peor.

- Habla... habla...

- Sospecho que es él mismo quien está malversando valores.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Marcel, curioso.

- Tengo un cliente que tiene familiares relacionados con Leandro, también como
constituyentes, que utilizan sus servicios legales. - Sí...

- Y mi cliente me ha informado de que sus familiares han tenido reuniones confidenciales con
Leandro, fuera del despacho, en las que le entregan dinero, con la excusa de que es una coima
para comprar decisiones favorables y que, obviamente, no se puede declarar.

Cuando mi cliente se enteró de esta práctica, vino a preguntarme si, también en su caso, no
podía adoptar esta rutina. Di por sentado que estaba desinformado sobre el asunto, así que le
pedí que me explicara qué procedimiento utilizaba Leandro, momento en el que me puso al
día.

Rascándose la cabeza como lo hacía ante un enigma desafiante, Marcelo respondió, intrigado:

- Pero eso es muy serio, Camila. Esto de pedir dinero por fuera es muy serio. Sabemos que hay
autoridades y autoridades, algunas de las cuales, de forma velada, piden favores, indican
caminos basados en el intercambio de intereses. Sin embargo, ¿cómo podemos demostrar que
ese dinero no era realmente para el propio Leandro?

- Eso es lo que yo también pienso, Mar. Cuando me enteré de ello, examiné más
detenidamente su procedimiento. Y para mi sorpresa, descubrí que esta rutina no era sólo con
mi cliente. Varias veces pude ver que tenía reuniones con otros en puntos estratégicos de la
ciudad. Una vez, incluso encontré una excusa para salir a la vez y, con mucho cuidado, seguí su
coche hasta el punto señalado. Con una cámara fotográfica, tomé varias instantáneas de su
llegada al lugar, de la llegada de sus "clientes", portando una carpeta con los "documentos" y,
finalmente, de su salida con la entrega bajo su custodia.

Intrigado por la práctica, contraté a un detective por unos días y, sabiendo que era más grave
de lo que parecía, conseguí mucha información, nuevas fotografías e información fidedigna
que atestiguaba el depósito en varias cuentas, todas a su nombre.

Esto a veces coincidía con la compra de algún coche nuevo, de esos caros que todos soñamos
tener.

Pensando en las repercusiones de este descubrimiento, dentro de los planes que tenía para
ocupar su lugar, Marcelo agudizó su interés por la noticia.

- Pero, ¿y el Dr. Alberto, Camila, no sabe todo eso?

- No tengo ni idea, Mar. El viejo ya está un poco alejado de esos procesos y está ocupado
administrando su imperio, cobrando la parte gorda que le corresponde. Debe imaginar que
Leandro dará sus saltos, pero a la vista de las ventajas, debe mirar para otro lado. También
sabrá cuánto no ha extorsionado el anciano a lo largo de su vida, obteniendo recursos con este
tipo de palabrería.

- No olvides, Marcelo, que es un abogado más viejo que nosotros...

Observando las maliciosas referencias de Camila, Marcelo dijo, indignado:

-Muy bien, Camila, los abogados están entrenados para "resolver" los problemas por medios
posibles o imposibles. Sin embargo, nunca he tenido la cara de palo de llevar dinero a las
autoridades o de, con esa excusa, embolsarse recursos utilizando mentiras y estrategias de
corrupción.

- Por eso, Marcelo, estamos tan abajo en la escala de importancia de la oficina. Si ya nos
hubiéramos comprometido con los esquemas podridos, ya habríamos subido y seguro que
andaríamos con coches como los que ellos tienen. Sólo creo que un día esto tiene que
terminar....

Al escuchar las palabras de Camila, dentro del mismo diapasón, Marcelo aprovechó su señal y
respondió:

- Yo pienso lo mismo, Ca. Un día todo esto tiene que acabar y, en lugar de utilizarnos para
conseguir clientes y abastecer con nuestro sudor las tramas corruptas en las que se meten,
perderán la reputación que parecen poseer, con la caída de la máscara de honrados y
guardianes limpios de ética y honradez.

- Por mi parte, Marcelo, sueño con ese momento. No para sacarlos del cargo, sino para ver sus
caras rotas por la aparición de la verdad. Y sospecho que Leandro vigila mis pasos porque sabe
que tengo alguna relación con los clientes que ha estado utilizando para conseguir dinero con
mentiras. Como sabe de mis relaciones profesionales, parece que me sigue
amenazadoramente para intimidarme o para recordarme que me vigila. No tienes ni idea, el
idiota, de que incluso tengo fotos de sus aventuras.
Tranquilo por el peso de la noticia, Marcelo se mostró indignado y de acuerdo con las
sospechas de la joven.

Al ver que el chico seguía siendo favorable a sus propósitos, Camilla continuó, cautelosa:

- Pero, de hecho, no puedo luchar contra estos tiburones solo. Me devorarán fácilmente y
quedaré como un tonto ambicioso con interés en ascender profesionalmente, derribando a sus
superiores. Creo que estos documentos acabarán olvidados en mis archivos privados porque
no sé cómo detener esta persecución.

- Creo que tienes todos los activos en la mano, Camilla. Estos son fuertes indicios de la
participación de Leandro en negocios turbios que pueden perjudicar los propios intereses de
Alberto. Para que logremos este propósito, al menos el de desenmascarar al maldito ladrón,
debemos comprometerlo ante el dueño, presentando las pruebas que pondrán a Leandro en
una situación, cuando menos, delicada e incómoda. Además, están sus ataques clandestinos a
su privacidad. Además, las cuentas bancarias repletas, los tratamientos externos, las
fotografías se verán pequeñas frente al océano de podredumbre.

También puede contar con el testimonio de su propio cliente que, naturalmente, vino a
pedirle que utilizara los mismos medios que Leandro estaba utilizando para conseguir los
favores de la ley en la solución de sus pendencias.

Al ver cómo Marcelo se involucró en el asunto, Camila dijo:

- Sabes, Mar, me gustaría ser como tú. Lo que más admiro de un hombre es su valor, su
inteligencia, su capacidad de luchar por las causas justas en las que prevalecen los más altos
principios morales. Lástima que sea una mujer, siempre en una posición mucho más delicada.
Si yo fuera hombre, me iría a la confrontación porque eso es precisamente lo que más me
atrae de la fuerza masculina, la capacidad de ir hasta las últimas consecuencias para que se
defiendan los valores y los principios.

- Ahora, Camilla, incluso como mujer puedes hacer eso.

- Pero mis posibilidades de éxito o de crédito son insignificantes, estoy solo y eso es suficiente.

- ¡Claro que no, Camilla! No estás sola. ¿Qué estoy haciendo aquí?

- Vamos, Marcel, esto no es asunto tuyo, amigo mío. Es parte de mis problemas y puede
costar incluso la vida de cualquiera. Sí, Marcel, las cosas son tan graves que incluso podrían
correr el riesgo de ser asesinados.

Tal y como están las cosas, es mejor quedarse solo y vivo, que aspirar a defender la verdad y
acabar en el cementerio. ¿No crees que soy demasiado joven para vivir bajo tierra?

Mientras preguntaba esto, Camila se acercó a Marcelo, que estaba de pie, mirando por la
ventana el movimiento de la calle de abajo y lo envolvió en sus largos y perfumados brazos,
como pidiéndole el consuelo de su pecho masculino y acogedor.

- No has nacido para vivir bajo tierra, Ca... tienes, en mi pecho, un lugar más cálido y agradable
para vivir....

Sujetó la cabeza de la joven que se entregaba, necesitada, a sus caricias y, entrelazando sus
dedos en el largo cabello de su nuca, dirigió los pasivos y ansiosos labios de Camila al
encuentro con los suyos, en la renovación del beso cada vez más apasionado, con el que
Marcelo demostraba su sentimiento y su conexión con la chica.

La apasionada escena mantuvo a ambos excitados durante unos instantes, hasta que las
actividades necesarias y la llegada de más gente a la oficina les aconsejaron separarse,
prometiendo el secreto de todos los asuntos que formaban parte de su intimidad, ya fuera en
relación con Leandro o con sus sentimientos.

Sin embargo, dentro de la cabeza del chico, las condiciones para el golpe en Leandro se hacían
cada vez más evidentes.

Había pruebas, entonces....

Leandro era vulnerable... tenía el "trasero pegado"... hacía cosas indecorosas que podían
mostrar a Alberto su deshonestidad....

Todas estas ideas le vinieron a la mente excitadas por la posibilidad de que sus planes fueran
conducidos en la dirección revisada, gracias a la confianza de Camila.

El Jefe y Juvenal se mantuvieron a punto, con las técnicas de inducción negativa, estimulación
favorable e ideación fotográfica, a través de las cuales hicieron llover sobre Marcelo un mar de
informaciones, ideas e inspiraciones que lo estimularon en el mal camino que se le permitió
recorrer, pues comenzó a buscar mejorar su posición profesional no por sus méritos, sino por
su baja conducta.

El cerebro de Marcelo estaba hirviendo.

Un sinfín de ideas circularon en un torbellino, atemperadas por la dulce forma en que Camila
se refería a las cualidades masculinas que le causaban admiración. Por fin podría ser el hombre
de los sueños de aquella necesitada y delicada belleza frente al perseguidor Leandro.

Sus ambiciones profesionales se unieron a sus deseos viriles, involucrándose más


profundamente con Camila, aunque todavía no habían mantenido ninguna relación íntima
como los otros dos.

Camila correspondía al premio adecuado a sus ideales de conquistador como hombre galante,
mientras que Marisa no era más que una dondoca superficial que sólo disfrutaba del nivel de
vida que él le ofrecía y, un día, fue su pareja sexual.

No. Marisa no llegó a los pies de Camila.

Y mientras pensaba así, los espíritus que le "ayudaban" seguían aprobando el contenido de
sus ideas, estimulando cada vez más en su alma la noción de insatisfacción afectiva, en las
comparaciones siempre desfavorables al mantenimiento de la unión con Marisa.

La posibilidad de ser reconocida por Camila como la elegida de su afecto produjo una euforia
en su alma, transformando sus pensamientos y aconsejando la adopción de todas las
conductas más adecuadas para que, de un solo golpe, pudiera alcanzar todos sus objetivos.

Derribaría a Leandro y se convertiría en compañero de Camila, rompiendo la unión con Marisa


y alcanzando la felicidad que no había disfrutado con ninguna mujer hasta entonces.

Mientras sus planes continuaban, junto a los de Marisa, Silvia y Leticia también planificaban,
teniendo a él en el centro de sus estrategias.
Silvia, encantada con las sensaciones sexuales que había experimentado en su compañía, ya
había mostrado el interés por renovar aquel encuentro de intimidad y desenfreno.

Acostumbrada al insaciable ejercicio de la sexualidad, Silvia se había vuelto también adicta a


los centros de placer y, de este modo, necesitaba más y más experiencias, como si nada más
terminar de alimentarse, ya anhelara reponerse en el mencionado ámbito del placer físico.

Como consideraba la sexualidad de forma ligera y superficial, lo que le interesaba era disfrutar
de esos momentos, sin querer más profundidad emocional. No deseaba tener que administrar
pasiones, mostrar sentimientos. Sólo quería una buena relación íntima y nada más. Para su
sorpresa, Marcelo apareció como el amante ideal, fogoso, creativo, intenso, algo que no
encontraba todos los días por ahí, como solía notar cada vez que se aventuraba con otras
compañías masculinas.

Por ello, Silvia jugaría sus cartas en la repetición de aquellos encuentros, presionando al chico
para que se renovara, aunque para ello tuviera que chantajearle, algo que, por cierto, le venía
muy bien cuando quería realizar sus intereses. Y su deseo físico, alimentado por las
provocaciones invisibles que le promovían los citados Espíritus, que explotaban su sexualidad,
succionando sus fuerzas y absorbiendo la sensación de placer efusivo, le decían que ese nuevo
encuentro no podía demorarse, para que sus emociones no acabaran olvidadas o enfriadas.

Al mismo tiempo, Leticia, cada vez más alimentada por la intimidad lograda esa noche, regada
por el vino y el ambiente seductor, se dejaba enamorar más y más ante la posibilidad de
acercarse al hombre deseado.

No se le ocurrió pensar que lo que había sucedido entre ellos era el resultado de una
combinación de varios factores que, reunidos, podían hacer que un hombre y una mujer se
encontraran íntimamente, sin querer significar que entre ellos, o por parte de uno de ellos,
existiera un verdadero sentimiento de establecer una relación conyugal.

Sin embargo, el simple hecho de que Marcelo, débil y adicto a la sexualidad irresponsable, se
dejara llevar por el clima y los vapores alcohólicos, ya era un poderoso indicador para Leticia
de que el muchacho disfrutaba de su compañía y, más aún, que correspondería cálidamente a
sus anhelos de mujer.

La joven se permitió así emprender el camino de la pasión largamente represada que, una vez
liberada por un pequeño desagüe, comenzó a ejercer una presión insoportable sobre la presa,
anhelando la liberación de todo el volumen emocional largamente contenido, representado
por un afecto nunca correspondido adecuadamente a otro.

Su intención era incorporarlo a la compañía definitiva y, a su lado, formar una familia, una
inquietud que pesaba sobre su condición de mujer, sobre todo ante las exigencias sociales y el
hecho de que todas sus demás amigas ya se ocupaban de sus propios hijos.

No entraba en sus planes ser vista como la solterona frustrada aunque fuera la más
inteligente.

En el fondo, sabía que Marcelo podía afrontar esos momentos como una aventura fugaz y
agradable. Sin embargo, como mujer, sabría sacar de esa intimidad todos los frutos y
consecuencias que estuvieran a la altura de su condición femenina.

Sabría mover los palillos con astucia y, más que torpedear su unión con Marisa, conseguiría
atraer el interés del chico para que, a su lado, acabara experimentando la tan soñada felicidad.
¡Marisa, que se convierta en la suya!

Mientras la malicia, la perversidad y el interés materialista servían de combustible para tales


aventuras en la previsión de dolores en la vida de todos los implicados, observemos lo que
ocurría con Olivia y Gláucia.

Buscando mantener el hogar abastecido con los recursos materiales obtenidos con
honestidad, Olivia ayudaba a su marido en las actividades productivas, gastando sus ojos en la
máquina de coser, dando cuenta diariamente de la producción que le era destinada por
confección cercana.

Al mismo tiempo, tres veces por semana, Olivia se dedicaba a las actividades diarias del núcleo
espiritista con el que sintonizaba y encontraba un respiro para sus energías. Inspiración para
sus deseos evolutivos, conocimientos para mejorar los conceptos de vida que ponía en
práctica.

Dotada de una percepción mediúmnica razonablemente desarrollada en el área de la intuición


consciente, fue un elemento útil en la institución benéfica por los servicios que prestaba, tanto
en el área de confección de ropas para los necesitados que allí encontraban asistencia, como
en la posibilidad de servir de fuente de consuelo a los que llegaban, necesitados de una
palabra de afecto y comprensión, sean los encarnados, o los Espíritus necesitados, que se
manifestaban en reuniones privadas, de intercambio mediúmnico.

Sus experiencias, enriquecidas largamente por las innumerables vidas anteriores,


reencarnaciones de sufrimiento y purificación, habían esculpido sus almas para la resistencia
en los choques del camino, como el áspero mango de la azada beneficia la delicada piel de las
manos mediante la formación de callos que las hacen más resistentes a las espinas y astillas
que las atacan.

Siguiendo sus buenos ejemplos, Glaucia la acompañaba siempre y, en la medida de lo posible,


Glauco se hacía acompañar en esas ocasiones, aunque no pudiera dedicarse plenamente a las
tareas de amor al prójimo. Era un frecuentador sincero, que seguía con devoción las lecciones
espirituales que recibía a través de la lectura o las conferencias, al tiempo que intentaba
transformarlas en actitudes, vigilando sus deseos y midiendo su conducta con los criterios de
los altos mensajes aprendidos.

Quería ser un hombre de bien, aunque tuviera que ser perseguido por las culpas y los errores
de su juventud, que tocaban su conciencia.

Así, Olivia era la única que tenía acceso a las obras más complejas de la casa espiritista, ya que
los demás miembros de la familia que la acompañaban estaban vinculados a otros intereses, lo
que le dificultaba participar con mayor claridad en los trabajos que allí se realizaban.

Este era el ambiente en el que se reunían los mentores, los instructores y los Espíritus amigos
para la realización de los buenos esfuerzos en el camino de los que buscaban apoyo para sus
dolores. Lejos de ser un tribunal que identificaba culpables y araba sentencias condenatorias,
lejos de ser una bolsa que buscaba recursos de la moneda del mundo como condición para
ofrecer apoyo, la Casa Espiritista era el puerto seguro en el que se activaban fuerzas elevadas
por el contenido de pensamientos mejorados, sentimientos fervientes y oraciones sinceras,
Permitiendo así que todos los que venían de allí, aunque siguieran con sus viejos problemas,
salieran fortalecidos, renovados en el alma, llevando siempre un alimento saludable para sus
necesidades íntimas, ya sea en forma de información, o de pase magnético, o en la alegría de
comprender y sentirse amados por otras personas.

Y así, pequeña rama celestial en la superficie del mundo, esa agrupación de trabajo en el Bien
fue la sede de los esfuerzos de la Bondad en la ayuda incondicional a los encarnados, desde los
más ingenuos hasta los más viciosos o degenerados.

De ahí salieron los trabajadores invisibles que hicieron los compromisos evangélicos en el
hogar celebrado en la casa de Olivia, todo ello basado en la institución espiritista a la que
llevaron las entidades reunidas en dicha reunión y de la que sacaron los recursos fluídicos para
la atención de las necesidades familiares.

En esta benévola institución, Alfonso ocupó un lugar destacado, mientras que Félix y Magnus
fueron admitidos allí como valientes trabajadores en el desarrollo de la delicada tarea de
apoyar a los encarnados sobre los que se centraban las atenciones espirituales, especialmente
en el caso de nuestros personajes.

Así, en las reuniones públicas o privadas de los grupos mediúmnicos, las entidades amigas se
desplegaron para combatir los pensamientos depresivos, las penas más ocultas, las angustias
morales, las desesperaciones materiales, las rebeldías de la ignorancia, utilizando los
instrumentos que sólo el amor dispone con sabiduría y desterrando para siempre las
herramientas del mal con las que el mal se acostumbra a intentar resolver sus pendencias.

De allí salieron las caravanas de auxilio espiritual que, en los días marcados, tenían
compromisos con los diversos visitantes del centro espírita que realizaban la oración en sus
respectivos hogares, lo que transformaba cada casa en un foco luminoso para rescatar a las
entidades sufrientes que componían la población invisible de ese hogar, tanto como la que se
perdía en los barrios, en los hogares aún no atentos al valor de la oración íntima.

Y como miembro integrante de los trabajadores dedicados a la causa de Jesús en la tierra, en


la implantación del Reino de Dios en el corazón de las personas, Olivia se apoyó siempre en las
sugerencias del Bien, para fortalecer las fibras de su alma para los desafíos en la orientación de
los que orbitaban su vida, en las diversas condiciones sociales, como hijos, como yerno, como
esposo, como amigos, como parientes lejanos.

Para ello, Olivia recibía ocasionalmente avisos que la reparaban espiritualmente para afrontar
con sabiduría y atención las fases más agudas de los testimonios.

Así, en una de las obras de aquellos días, valiéndose de otro medio responsable que militaba
allí con denuedo, Alfonso se dirigió a Olivia, informándole, sereno y amable:

- Hija mía, gracias a tus ejemplos de amor y equilibrio, te has ganado el respeto y la gratitud
de todos nosotros, lo que nos autoriza a fortalecerte y a extender esa protección a quienes son
objeto de tu afecto.

- Gracias, querido hermano, a pesar de mi negligencia, te estoy muy agradecido.

- Es lo mismo que sentimos por la preocupación de Jesús por nosotros, Olivia. Nuestra
devaluación moral no impide que el Maestro nos ame y nos ayude, siempre. Sin embargo,
aprovecho estos momentos para deciros que necesitaremos todo vuestro equilibrio de cara a
una fase delicada que implicará a vuestra casa, en los testimonios necesarios para el
crecimiento de los que componen este grupo de almas afines.
- Estaré listo con lo mejor de mí, querido hermano.

- Estamos seguros de eso, mi niña. Sin embargo, como tal período no sólo te involucrará a ti,
sino a todos los componentes de tu hogar, te advertimos que te refugies en la oración, y
prepares a nuestra querida Gláucia para que te sirva de apoyo vibratorio.

No podemos anticipar los detalles de la dificultad. Sólo podemos informarte de que eres capaz
de superarlo si sabes mantener el equilibrio y la paz interior. No te permitas ser una madre
indignada, una mujer desconsiderada, una suegra implicada.

Serás probada en la posición de hermana de todos, dejando de lado los eventuales deseos de
ser aceptada como algo más que una simple hermana.

Juan, su marido, es un poco inmaduro para ciertas cosas y no podemos esperar que tenga una
actitud diferente a la que supone su evolución espiritual.

Luiz está en una condición moral difícil y, huyendo de sí mismo, necesitará sufrir muchos
dolores para despertar a la realidad.

Gláucia y Glauco pasarán por momentos dolorosos en los que podrán liberar el peso de la
culpa del crimen de ayer. No olvides que no debes estar entre ellos como quien juzga o
sentencia. Debes ser como quien apaga los fuegos que el mundo y la insensatez de los
hombres ponen en marcha con la intención de destruir la felicidad de los que parecen felices.

Habla con tu hija y prepara tu Espíritu para definir tu afecto por Glauco, independientemente
de cualquier situación u ocurrencia, pues esta es la prueba de fuego que tendrás que enfrentar
para construir una unión feliz y afortunada, si sabes soportar los choques y desarrollar la
confianza y el perdón incondicionales.

Si es posible, cuidando de no crear un clima de terror en sus pensamientos -lo que podría ser
muy negativo para la victoria, ya que el miedo que se propaga consume las fuerzas de
resistencia que son preciosas para el equilibrio y la reacción-, invítelos a venir más a la casa
espiritista para recibir los tratamientos de fluidoterapia, a través de los pases magnéticos
semanales y las conferencias preparatorias. Sin que lo imaginen, se abastecerán de energías
positivas y balsámicas, ya que las necesitarán para las delicadas horas que les esperan.

Y en cuanto a ti, no olvides nunca que la mejor manera de luchar contra el mal es dejarlo
pasar y no revivir tus emociones, que sería darte mucha más importancia de la que realmente
tienes.

El mal sólo es importante para el malvado, por los sufrimientos que producirá a su paso,
gracias a los cuales, un día, cambiará de opinión.

Seamos, pues, aquellos que confían en el Bien por encima de todo y que, con la tolerancia, el
amor sincero, la comprensión incondicional, la capacidad de perdonar las faltas de los demás,
se convierten en el fundamento del Amor para la edificación de las almas enfermas que, tarde
o temprano, encontrarán el remedio que buscan.

Dígale a Glaucia que contamos con que se comporte de la misma manera, porque sólo con
este patrón de conducta podremos garantizarle la felicidad que merece al lado del hombre
amado.

Ahora es el momento de sembrar. Entonces llegará el momento de cosechar.


Sembremos buenas semillas para que a su debido tiempo podamos cosechar frutos dulces y
sabrosos.

No olvides, hija, que siempre estaremos contigo, pase lo que pase.

Tras el coloquio fraterno, Olivia, emocionada, agradeció la distinción de aquellos momentos


de atención y prometió, en alta oración, hacer todo lo posible para no defraudar el afecto de
generosos benefactores y los dones de Amor que el Maestro Jesús dispensó a todos los
enfermos del mundo, para llevarlos a una mejora duradera.

Llena de confianza, aunque advertida de las turbulencias que le sobrevendrían, Olivia regresó
a su casa aquella noche, esperando el remedio del tiempo que, como ya se ha dicho, en su
lento e inflexible curso, tanto trae las tormentas como las aleja.

25

MARISA COMIENZA EL ATAQUE

El día fijado para su primera entrevista con Glauco, Marisa se esforzó en su aspecto para
parecer natural y exuberante a la vez ante el ojo masculino.

Así, trató de presentarse con un look muy similar al que solía llevar Glaucia, ya sea en el estilo
de su peinado, en la estructura de su ropa y, sobre todo, en el llamativo perfume, para que la
memoria olfativa de Glauco pudiera facilitar la asociación.

En su encuentro con su prometido, Marisa había identificado la fragancia que solía usar y,
adquiriendo una idéntica, le había dado el toque final en la composición de su apariencia.

Su estado íntimo era el de una adolescente en su primera cita.

Ni siquiera podía decir por qué estaba tan interesada en Glauco, pero como todas las personas
buscan encontrar la felicidad y la mayoría imagina que tiene fijación por las personas cosas u
objetos, Marisa había idealizado que sería en el novio de Gláucia donde encontraría la solución
a sus deseos femeninos.

No sabía de la influencia espiritual negativa, llevando sus sentimientos a intereses


clandestinos, con el uso de imágenes sugestivas o envolvimientos oníricos, despertando el
interés de los desprevenidos, como fue el caso de Marisa.

Aun así, la novedad de la aventura conquistadora valía una buena dosis de adrenalina en su
vida monótona y rutinaria, en las superficialidades de una existencia prácticamente inútil y sin
sentido.

Glauco, por el contrario, aparecía como el ideal masculino, no sólo por su aspecto cautivador,
por el éxito profesional que demostraba, aunque sin ostentación, sino, sobre todo, por la
forma pacífica y cariñosa de relacionarse con Gláucia.

Después de la conversación que había mantenido con la joven, Marisa se sintió aún más
estimulada a castigar al muchacho, buscando el punto débil para que, imaginando que era un
excelente partido, pudiera arrastrarlo a su lado, sobre todo después de escuchar de su propia
prometida la solemne declaración de que dejaba libre a Glauco para que pudiera cambiarlo
por cualquier otro que le pareciera mejor.

Se trataba de un verdadero reto en el universo femenino: ser mejor que Gláucia, aunque
necesitara mentiras, artificios y estrategias de conquista.

Sólo esos pensamientos la hacían moralmente mucho peor que la novia de Glauco. Sin
embargo, Marisa estaba muy lejos de cualquier cogitación moral, ética o filosófica. Lo que
realmente quería era una forma de darse a conocer al chico. El día señalado, por tanto, con el
guión de su presentación bien estudiado y guardado en la memoria, Marisa acudió a la oficina,
donde Glauco esperaba a un cliente sin saber que era la mujer de Marcelo.

Cuando la secretaria le dio el pase a Marisa, Glauco puso una expresión de sorpresa y,
levantándose de la mesa donde pretendía comenzar la entrevista, se acercó a Marisa para
abrazarla e intercambiar los habituales besos de bienvenida tan habituales en la rutina de
quienes ya se conocen.

- Entonces, ¿esta Marisa de mi agenda eras tú?

- Sí, Glauco, entre tantas mujeres que debes atender, esta Marisa soy yo... Sólo espero que no
te decepcione... - dijo Marisa, provocadora. Mirándola con simpatía y sin conocer las
intenciones de la esposa de su conocido, Glauco respondió:

- Vaya, Marisa, más que sorprendido, me siento halagado por tu presencia en mi despacho.
¿Qué puedo hacer por ti que el propio Marcelo no pueda atender?

La mención del nombre de su marido no le convenía, ya que no era interesante llevar la


conversación hacia el lado de su relación afectiva antes de que pudiera poner las cosas en su
sitio.

- Bueno, Glauco, estoy muy necesitado de la ayuda de alguien que tenga experiencia
empresarial para que me guíe en ciertas decisiones importantes que debo tomar, con cierta
urgencia.

- No, Marisa, siéntate ahí y hablemos.

- Necesito montar un pequeño negocio del que pueda sacar algo de dinero y mantener mi vida
personal, sin muchos riesgos ni grandes inversiones. Tengo ciertos recursos guardados, pero
no tengo mucha noción de las repercusiones fiscales, tributarias, contables. Así que necesito a
alguien que pueda darme ese consejo.

Mientras Marisa hablaba, tratando siempre de aparentar cierta melancolía en sus palabras,
Glauco observaba sus formas.

Era más vistosa, más bella, más agradable a la mirada masculina, por no decir más
provocativa.

Glauco, que ya había probado el amargo cáliz de la frivolidad en el pasado, conocía muy bien
las muecas que suelen hacer las mujeres cuando tienen la misión de seducir.

Esto le hizo permanecer controlado y frío, ante las primeras palabras de Marisa.

Sin embargo, tuvo que responder a las afirmaciones de la mujer de Marcelo, que le preguntó:
- Pero este negocio que pretendes abrir cuenta con la participación de otra persona como
socio. ¿Marcelo, por ejemplo, estará contigo en esta aventura?

Mostrando irritación ante la mención del nombre de su marido, Marisa movió la cabeza
negativamente y, expresando su condición de desacuerdo, habló:

- Marcelo es la causa de mi necesidad...

- ¿Qué quieres decir, Marisa? Por lo que siempre he sabido, tú y él siempre habéis estado
bien, sin necesidad de otras rutinas comerciales para satisfacer las necesidades personales.
¿Tenía Marcellus problemas financieros?

Al ver que Glauco se lo llevaba a otra parte, intentó explicárselo:

- No, Glauco, Marcelo está bien y siempre ha tratado de darme todo lo que quiero. Sin
embargo, desde hace unos meses, está presentando un cambio de comportamiento, un
cambio de rutina que empezó a causarme extrañeza. A medida que pasaban los días, llegaba a
casa cada vez más tarde y me prestaba poca atención a mí y a nuestras cosas en común.

Al darse cuenta de que Marisa se dejaba llevar por la emoción, Glauco le extendió un pañuelo
para secar las lágrimas falsas que parecían querer brotar de sus ojos tristes.

De hecho, estaba haciendo verdadero teatro, tratando de sensibilizar el corazón del chico.

Viendo que la actitud de Marcelo podría ser el resultado de algún fracaso profesional, Glauco
dijo:

- Pero Marisa, tú sabes que alguien que es abogado en una ciudad como ésta está siempre
sujeto a inestabilidades en el trabajo, con compromisos que se alargan en la noche, con
clientes que hay que atender a tiempo. Ya está bien de que nosotros, que somos nuestros
jefes, tengamos que ocuparnos de los que nos pagan el sueldo, según su conveniencia y no la
nuestra.

- Sabes, Glauco, durante mucho tiempo yo también pensé así y, de forma comprensiva, intenté
no crearle problemas a Marcelo. Pero los meses pasaron y las cosas sólo empeoraron. Así que,
hace unas semanas, pedí consejo a Glaucia sobre su extraño comportamiento, sospechando
que se trataba de alguna participación femenina en su vida. Ya sabes cómo son las cosas,
Glauco. Los hombres que viven una vida de soltero, lejos de sus esposas, en medio de muchas
personas igualmente interesantes, mujeres audaces, seductoras y necesitadas, todo esto es
gasolina en medio del fuego.

Comprendiendo lo que estaba sucediendo, Glauco aún intentó argumentar contra la idea de
que Marcelo pudiera estar actuando de forma frívola, con falta de respeto al compromiso que
había adquirido.

- Esas fueron las mismas palabras que me dijo Glaucia cuando le pedí consejo sobre cómo
actuar. Intenté hacer lo que me pedía, comprendiendo a Marcelo en sus problemas. Sin
embargo, ahora que todo está más claro, ahora que hay pruebas de todo lo que está
ocurriendo, para mí las cosas son mucho más definitivas.

- ¿Qué quieres decir, Marisa?

- Escucha, Glauco. He traído aquí una grabación que hice del móvil de Marcelo. Nunca me
había ocupado de sus llamadas personales porque siempre le dejaba resolver sus problemas
profesionales sin involucrarse. Más aún, siempre hay mujeres en medio de los distintos
procesos, como abogadas, como clientes, como pasantes, como secretarias. Si tuviera que
ocuparme de todos ellos, acabaría loco.

Sin embargo, hace unos días, habiendo olvidado el teléfono en casa, pude escuchar algunos
mensajes en su buzón y, para mi sorpresa, eran demasiado explícitos para mi inocencia de
esposa confiada en su marido. Escúchelos....

Diciendo esto, sacó de su pequeña bolsa grabadora donde, de forma clara e innegable, se
podía escuchar la voz de Leticia, refiriéndose a la reunión que se había programado antes,
dando la dirección y, poco después, el mensaje anónimo en la voz de Silvia, haciendo
referencias al encuentro íntimo que habían tenido en esos días, para no dejar ninguna duda a
quien escuchara.

Glauco palideció al escuchar esos dos mensajes telefónicos.

Intentando dar una explicación, Glauco se aventuró:

- Pero esto podría ser una broma, Marisa. Mucha gente hace estas cosas hoy en día, como una
forma de generar algún problema en la vida del adversario. ¿Has pensado que esto podría ser
plantado por alguien enfadado con Marcelo? Eso podría ser algo de una mujer celosa, que
intentó algo con él y no pudo.

- Es cierto, Glauco. Por eso estoy aquí. Inicialmente, quiero que nuestro encuentro
corresponda a una consulta profesional, sujeta al secreto legal que garantiza mi confianza en
usted.

- Por supuesto, Marisa. Desde que acudiste a mí como profesional, me he sometido al secreto
indispensable para tu seguridad y la mía.

- No deseo su consejo para salvar mi matrimonio. Si lo hubiera hecho, habría ido a un


psicólogo. Te necesito como alguien que me guíe en la dirección que estoy tomando, ya que,
por lo que veo, Marcelo se está involucrando con otras mujeres y eso podría costarme mi
seguridad financiera.

Nos hacemos mayores mientras las nuevas chicas, eufóricas y más exuberantes, saben utilizar
las viejas armas para provocar a los hombres frívolos dispuestos a experimentar su
masculinidad con hembras más atractivas.

No quiero que me sorprenda la dura situación de verme sustituido por mocosos golpistas que
se insinúan al lado de un Marcelo vanidoso y me exponen a dormir en un palacio y, al día
siguiente, despertar en la cuneta.

Tengo que ocuparme de mi futuro, Glauco.

En ese momento de la conversación, las lágrimas, largamente represadas, brotaron por fin del
rostro triste de aquella verdadera actriz que, tan convencida en sus objetivos, comenzó a
sentir el sufrimiento de ser, efectivamente, abandonada, como si su historia fuera la expresión
de la realidad.

- Tengo ganas de conocer el coste y la documentación necesaria para montar una empresa,
aunque al principio no tenga el lugar definitivo donde instalarla.
- Pero Marcelo tendrá que conocer esta empresa porque estáis casados y, en esta condición,
también tendrá que aportar documentos específicos.

- Está bien. No haré nada a escondidas de él. Sólo que no mencionaré las verdaderas razones
de mi iniciativa. No quiero que sepas nada hasta que tenga pruebas contundentes de tu
maldad y pueda decidir una separación legal.

- Bien, Marisa. Sin embargo, tómatelo con calma, porque la vida pone a las personas en
situaciones difíciles en las que sólo el dolor puede despertarlas.

- Espero que Marcelo sienta mucho dolor y pueda despertar pronto, Glauco.

- Intentaré estudiar su caso y, mientras tanto, le daré una lista de documentos para que pueda
hacer los arreglos necesarios para que podamos reunirnos de nuevo en ... dos semanas... ¿de
acuerdo?

- ¿Dos semanas, Glauco? ¿Tanto tiempo?

- Podría ser en una semana... no hay problema para mí.

- Está bien. Una semana después...

Viendo que la entrevista se dirigía al cierre, Marisa reforzó la petición:

- Glauco, te busqué porque confío en ti. No quiero que Marcelo sepa nada, salvo lo que yo
misma pienso revelarle en el momento oportuno. Ni siquiera me gustaría que Glaucia lo
supiera, ya que ahora estoy hablando de hechos nuevos, basados en las pruebas concretas de
estas grabaciones, por lo que cuantas menos personas lo sepan, más seguridad tendré para
poder actuar con libertad.

- Como te dije, Marisa, ya no eres mi conocida ni la esposa de Marcel. Eres mi cliente hasta el
momento en que te sientas satisfecho con mi trabajo o hasta que no quiera seguir sirviéndote
en esta condición. Aun así, incluso después de eso, seguiré respetando el secreto profesional
de toda la información que pude obtener como resultado de esta relación.

- Muy bien, Glauco, sabía que podía estar tranquilo buscándote.

- Disculpa mi estado de desequilibrio emocional. Por mucho que intentes mantenerte fuerte,
siempre es difícil aguantar todo sola, sin tener a nadie con quien hablar o desahogarse. Incluso
he temido por mi cordura o por mi vida. Después de todo, lo único que he tenido es al lado de
Marcelo y no sé qué será de mí si esta vergonzosa traición se presenta realmente. Creo que
prefiero morir. Por eso busco algo que me ate a la vida para que no me pase lo peor por la
circunstancia que parece delinearse en mi destino.

Marisa dio a esas palabras la entonación de una verdadera despedida. A los oídos de Glauco,
aquella muchacha parecía ahora un pájaro perdido en la tormenta de la existencia, largamente
ilusionado por las luces y las bromas sociales, y que de repente se encontraba equivocado en
la base de su edificio afectivo.

Las últimas palabras de Marisa penetraron en su alma, por lo que la idea de ofrecerle ayuda
espiritual le pareció muy adecuada.

Recordando las fuerzas invisibles que una vez lo habían reajustado en sensaciones y
pensamientos, salvándolo del oscuro abismo de las caídas morales, Glauco buscó hablar con
Marisa con afecto y amistad:
- Sabes, Marisa, todos hemos pasado por problemas morales difíciles en el ámbito de la
afectividad. Así que, independientemente de nuestra relación profesional, creo que puedo
hablarte de temas espirituales que envuelven a las personas en ideas y sentimientos
problemáticos, especialmente cuando no somos conscientes de su poder de penetración.

Al ver que Glauco se interesaba por ella, Marisa se permitió quedarse para poder aprovechar
un poco más ese primer encuentro.

Sabes, no soy un profundo conocedor de estas cosas, pero por la experiencia que he tenido
personalmente, puedo asegurar que muchas cosas mejoran cuando buscamos ayuda espiritual
en algún lugar serio o con alguien que nos lleve a la comprensión de ciertos problemas que, al
principio, carecen de un misterio insoluble, pero que se aclaran con la comprensión de las
verdaderas causas.

- ¿Cómo es eso, Glauco? - respondió Marisa, preguntando como si no entendiera.

- Hay fuerzas espirituales que actúan sobre los vivos y pueden ayudar tanto como perturbar
nuestra vida.

Tanto los tuyos como los de Marcelo pueden estar influenciados por espíritus ignorantes,
tratando de alejarlos y produciendo ilusiones afectivas en sus caminos.

Pensando en este tema para responder al chico, Marisa impugnó: - Pero siempre he
aprendido que también tenemos espíritus que nos protegen. ¿Qué es lo que hacen para que
no se juzgue a mi marido o para que no sufra lo que estoy sufriendo?

- Sabes, Marisa, como ya he dicho, no comprendo muy profundamente estos mecanismos,


pero puedo confirmarte que hay Espíritus amigos que nos ayudan. Pero lo que nos explican es
que, en primer lugar, hay que sintonizar con sus vibraciones. Siempre que no nos elevamos,
acabamos vinculados a Espíritus oscuros y malignos, que se aprovechan de nuestras
debilidades y se aprovechan de las cosas malas que hacemos.

- ¿Quieres decir que hay algún espíritu demoníaco que hace que Marcelo se involucre con
algún lambiscón de turno?

- No digo demoníaco, porque si Dios existe y es Bueno, el diablo no puede existir como nos lo
pintan. Pero puedo afirmar que hay Espíritus maliciosos, los propios seres humanos que han
perdido su cuerpo carnal, que, en el otro lado de la vida, se acercan a personas que tienen las
mismas inclinaciones y conspiran para el mismo objetivo. Usted mismo está buscando ayuda
para abrir un negocio y necesitará un socio que tenga los mismos objetivos que usted. Así, las
entidades negativas viven en busca de socios que compartan sus intereses inferiores y, con
ello, puedan corresponder, juntos, a los actos que los realizan.

- Pero, ¿qué ventaja obtendrían con ello?

- Bueno, depende... Algunos están contentos con la bebida que toman los vivos porque
pueden sentir la misma sensación que cuando se emborrachaban en la tierra.

- Otros se complacen en las explosiones de placer cuando se asocian con los depravados de
turno. Otros prefieren acompañar a los fumadores y adictos para proporcionarles las antiguas
sensaciones de la droga. Otros animan a los glotones a seguir saboreando las noticias. Muchos
de ellos lo hacen para estimular a sus antiguos adversarios en caídas morales, con las que
pretenden vengar antiguos sufrimientos.
Otros más, quieren ver las lágrimas de los humanos como una forma de compensar su propia
infelicidad. En lugar de luchar por resolver sus problemas, cada vez más se esfuerzan por
perjudicar a los que persiguen por pura envidia, inculcándoles la amargura de la maldición que
llevan dentro, como si nadie pudiera ser feliz. Como esas entidades ignorantes no pueden
construir su propia felicidad, no quieren dejar que los demás lo sean.

Algunos todavía se prestan a la persecución, recibiendo órdenes de entidades más duras que
ellos, aferrándose al cumplimiento de tareas en el mal, como forma de intercambiar esto por
el apoyo de sus líderes en la conquista de ciertos favores mundanos.

Todo esto sucede, y estas circunstancias producen una multitud de tragedias morales en la
vida de los hombres.

En este caso concreto, puede darse la existencia de entidades que quieran hacerle daño y, no
teniendo que hacerlo de forma directa, se acerquen a Marcelo para llevarle a practicar actos
que puedan perjudicarla.

Hay espíritus que se acercan a los espíritus encarnados audaces, y los estimulan a aumentar la
velocidad de los coches o de las motocicletas, porque saben que, amantes de la velocidad en
busca de adrenalina, se atentarán fatalmente más adelante, en accidentes que dan causa, o
bien pueden producir la muerte de algún otro encarnado a quien los espíritus malignos
persiguen.

Asustada por tantas explicaciones, Marisa se llevó la mano a la boca y refunfuñó:

- Jesús, Glauco, ¿qué desfile de terror es este?

- Bueno, Marisa, fuiste tú quien preguntó. Al fin y al cabo, eres tú quien habla de morir, de no
resistir las dificultades ni las posibles traiciones... ¿Has pensado alguna vez que esto puede ser
inducido por algún Espíritu maligno que quiere hacerte sufrir aún más?

- Bueno, si muero, se acabó todo, y mejor que eso, Marcelo se sentirá culpable.

- Pero debes saber, Marisa, que el suicidio es una de las formas más dolorosas de descubrir
que nadie muere. El otro día, hablando con mi suegra sobre el tema, me contaba una
conversación que tuvo con un Espíritu que se comunicó en el centro espiritista donde trabaja,
revelando su sufrimiento por el suicidio que había cometido.

- De verdad... ¿crees que es posible?

- No, estoy seguro de que es... La entidad dijo, llorando de dolor, que se la estaban comiendo
viva, que sentía millones de dientes atravesando su carne, que era el peor tormento que podía
existir....

Al principio, mi suegra no sabía que era suicida. Sin embargo, a su lado, una vidente que
ayudaba a asistir, pudo ver la triste escena en la que un joven, herido por la traición de su
prometida, había decidido matar el cuerpo, creyendo que así huiría de la dolorosa situación de
verse cambiado por otro, al tiempo que ponía a la joven novia en la posición de culpable por su
delito moral.

Y mientras el vidente describía el cuadro, el espíritu que se manifestaba por otro médium, y
que era atendido por mi suegra, comenzó a responder, confirmando su estado. Gritó, bramó,
lloró, se arrepintió y clamó con desesperación que Dios le permitiera volver a su cuerpo, que
aceptara ser traicionado mil veces, pero que ya no podía soportar la dantesca escena de su
cuerpo devorado por los gusanos y, al mismo tiempo, escuchar sin parar el ruido del disparo
que le volaba los sesos.

Parecía que todo aquello no tenía fin. Y cuando pudo salir de la tumba, en cuanto abandonó el
subsuelo, grupos de entidades vampíricas le persiguieron, deseando chupar sus fuerzas como
animales que roen los huesos de sus presas, lo que le obligó a sumergirse de nuevo en los
horribles despojos para huir de tales almas perseguidoras, la mayoría de las cuales no se
aventuraron a buscarle por el cadáver.

Marisa escuchó esa noticia, mezclando la creciente admiración por Glauco y el miedo a esas
escenas que le describía.

- ¡Ah! Glauco, qué horror... para, porque si no no duermo... - Le dije lo mismo a mi suegra,
Marisa. Pero la enseñanza quedó en mi memoria para siempre. Además, me informó que en la
obra espiritista "EL CIELO Y LA VOLUNTAD", de Allan Kardec, hay una parte que trae los relatos
de los Espíritus en diversas condiciones de evolución, hablando de su condición espiritual
después de la muerte física y de lo que les sucedió después de la desaparición del cuerpo.
Entre ellos está el de los que se suicidaron. Tuve la curiosidad de leer y puedo confirmar todo
lo que me dijo mi suegra.

Parece ser una consecuencia natural de este tipo de desajuste emocional que ataca la
integridad biológica del cuerpo carnal. Lo que puedo decirte, entonces, es que es mejor, mil
veces, soportar el dolor de la traición, que tomar la desafortunada y equivocada decisión de
quitarse la vida física, que mantendrá a esa persona en un estado de dolor y sufrimiento
durante varios y varios años, incluso décadas.

- Pero, ¿qué hacen allí los llamados protectores? - preguntó la señora impresionada, con
ligereza.

- Ahora, Marisa, lo intentan todo para evitar que nos despistemos, incluso la aparición de
enfermedades menos graves, o la ocurrencia de pequeños accidentes que entorpezcan
nuestros planes. Pero si nosotros, decididos a saltar al abismo, decidimos superar todos los
consejos en contra, superar todas las adversidades que surjan y, buscando el precipicio con
nuestras propias piernas, nos lanzamos a él, los entes invisibles no tienen forma de superar la
ley de la gravedad.

Y mira, a veces hay Espíritus que consiguen ayudar al saltador alucinado haciendo que se
enganche a alguna rama perdida en medio del camino...

Pero en la mayoría de los casos, la propia muerte que no mata será la lección que el fugitivo
invigilante de la vida tendrá que afrontar para vacunarse contra futuros intentos iguales en
otras existencias.

Al ver que sus palabras tenían algún sentido ante la mirada impresionada de Marisa, Glauco
terminó:

- Por lo tanto, Marisa, ni siquiera bromees con la idea de quitarte la vida porque, por lo que
cuentan los que lo han intentado sin éxito, la vida espiritual que sucede a la física, en estos
casos, es sumamente amarga y desesperante que el más cruel de los problemas que llevó a los
vivos a intentar escapar de la vida, matando el cuerpo.

Es mejor afrontar cualquier tragedia material que pensar en dejar atrás el problema, creando
otro mucho mayor.
Mientras estamos en la carne, las traiciones se olvidan, las parejas se reajustan al gusto de sus
propias aventuras, acabamos aprendiendo de nuestros errores y dejamos de cometerlos,
podemos pedir perdón o perdonar a quienes nos hicieron daño, podemos finalmente
continuar nuestros días, sembrando nuevas relaciones y disfrutando de nuevas alegrías. Pero
después de haber escapado de la existencia, no podemos dejar de pasar por las etapas de
purgación y amargura que esperan al que se suicida, como un fruto agrio que marca su
experiencia espiritual para que nunca delibere cometer el mismo crimen contra las leyes del
Universo.

Viendo que Marisa no impugnaba sus afirmaciones, Glauco terminó diciendo:

- Si un día quieres ayuda en ese sentido, habla conmigo o con Glaucia y estaremos encantados
de llevarte al centro espiritista al que vamos para que, a través de las conferencias, los libros,
los mensajes y el pase magnético, esa situación que estás viviendo pueda ser atendida y, quién
sabe, hasta Marcelo pueda acabar beneficiándose de tu búsqueda espiritual.

Comprendiendo que su entrevista había llegado a su fin, Marisa contestó, aparentemente


dándole las gracias:

- Glauco, sabía que sería bueno venir a buscarte. Perdona que te tome el tiempo y ten por
seguro que lo pensaré todo. En una semana, volveremos a hablar de todo, ¿vale?

Ambos se levantaron y, tal vez porque Marisa estaba emocionada o porque quería consolarla
fraternalmente, Glauco abrazó a la clienta, que le correspondió efusivamente apretándose
contra su tronco como una orquídea que quiere apegarse a la seguridad del árbol donde se
refugia.

En ese momento, Glauco sintió que el perfume de Glaucia penetraba en sus fosas nasales y,
sin pensar que se trataba de un arma, su inconsciente hizo una conexión inmediata entre la
novia y aquel cuerpo que estaba cerca del suyo.

Tras el rápido momento de despedida, Marisa se retiró de su despacho y Glauco se quedó


pensativo, imaginando las penas que había detrás de las innumerables parejas que parecían
ser excelentes compañeros en las tardes de encuentros en los pequeños bares de la vida.

Involucrándolo en el provocador entramado, el Jefe, Juvenal y el Tullido que estaban allí


siguiendo toda la escena, comenzaron a actuar sobre la memoria de Glauco, trayendo a su
memoria las formas de Marisa, las ropas justas pero discretas, el volumen de sus pechos, el
perfume conocido, la fragilidad de su aspecto, necesitando algún héroe que pudiera salvarla o
ayudarla a resolver tales problemas.

De hecho, el espectáculo le había resultado sumamente agradable, aunque no quisiera


admitirlo. Estaba mucho más guapa que en las rápidas reuniones sociales que había tenido.
Nunca me había fijado tanto en ella. Debía ser más interesante que esos momentos fugaces
vividos en los ruidosos restaurantes de la ciudad.

El chef provocó a Glauco con las tentadoras escenas de aquella frágil mujer frente a sus
brazos. Juvenal lo apoyó, tratando de establecer una conexión magnética en los centros
cerebrales y genéticos del bajo vientre del muchacho, fustigando las células reproductoras y
activando las reacciones mecánicas biológicas en las descargas hormonales que preparaban al
representante masculino para las posibilidades de reproducción y perpetuación de la especie,
mecanismos estos experimentados desde hace tiempo por los seres en las diversas gamas
inferiores de la creación, cuando los hombres pasaban por los dominios del instinto.

Y el sexo, como instinto, fue uno de los grandes caminos a través de los cuales las entidades
inferiores pudieron dominar a los seres humanos, estimulándolos en las áreas de la animalidad
biológica mientras, actuando en la mente, creaban en su estructura la idea falaz de que la
sexualidad debía ser sólo el ejercicio natural incontenido y libre de las exigencias del cuerpo.
Pensamientos sutiles de libertinaje se suscitaron y se suscitan en las mentes humanas para
permitir el disfrute de los placeres como imposición del cuerpo, necesidad del instinto,
exigencia de la carne, apartando a la persona de las disciplinas emocionales y de los
comportamientos morales que elevan la dignidad de los seres por encima de la dignidad de los
animales.

Esto es lo que Juvenal y el Jefe se comprometieron a hacer en ese momento.

Aprovechando la buena impresión y las imágenes placenteras producidas por la exuberancia


femenina de Marisa, ambos se dedicaron a profundizar en las lagunas morales que, en general,
están siempre abiertas en el Espíritu masculino, acostumbrado a la pornografía socialmente
permitida, a las conversaciones excitantes de los círculos de amigos, a los comentarios
picantes sobre los cuerpos de las mujeres, al relato de experiencias sexuales atrevidas que
tanto hombres como mujeres acostumbran a hacer, incluso a destacar sus potencialidades y
actuaciones ficticias sobre los demás.

Glauco se había permitido, en un primer momento, atraído por las agradables formas de
Marisa, pensar en su belleza, sobre todo en la coincidencia de olores entre ella y Gláucia, la
amada novia, que ni de lejos sospechaba, tanto como él mismo, de las secretas intenciones
que alimentaba la esposa de Marcelo y que, en verdad, habían motivado su presencia en el
lugar de trabajo del futuro marido.

Las imágenes que los Espíritus proyectaban a su alrededor mezclaban las emociones
agradables que sentía con Gláucia con las posibles situaciones que involucraban a Marisa, su
cuerpo escultural ofrecido allí a sus ojos con ropas que lo ocultaban y revelaban al mismo
tiempo.

Sin embargo, tras unos minutos de sucesión de imágenes, Glauco sacudió la cabeza y recordó
que no debía permitirse el acoso de los pensamientos lascivos que ya un día le convirtieron en
la tragedia emocional que no se cansaba de recordar.

Vacunados por el dolor de ayer, en ese mismo momento, las fuerzas negativas de Juvenal y del
Jefe fueron rechazadas y las conexiones que comenzaban a magnetizarse pudieron ser
bloqueadas temporalmente.

- Maldita sea, Jefe, el tipo es duro...

- Está bien, Juva, continuaremos más tarde. En el momento en que la pequeña y brillante
pareja consiga sus intimidades, podremos actuar con facilidad. Tengamos un poco de
paciencia. - respondieron los más experimentados, dominando los procesos de obsesión. - A
ver si lejos de rezar, a la hora del lío, esta gente tan devota es capaz de no dejarse llevar por la
picardía... - comentó y se rió, estentóreo.
26

MARCELO Y CAMILA

SU ELLOS

Mientras estas cosas involucraban a Marisa, Marcelo había examinado muy bien las nuevas
perspectivas.

Embelesado por el creciente sentimiento por Camila, ahora deseaba conseguir no sólo un
objetivo más. No sólo quería apartar a Leandro de su cómodo y ventajoso puesto, sino que
también quería elevarse en la consideración de su bello colega, a través de las valientes
posturas que mostraban su liderazgo.

Sabía que una oportunidad así no se renovaría fácilmente y que, dentro de la suerte que
parecía sonreírle, debía esforzarse por aprovecharla al máximo.

Más aún ahora que se había acercado a las demás mujeres de la oficina, consideraba la
posibilidad de ponerlas a su lado para poder contar con el apoyo decisivo de todas para la
modificación de las estructuras administrativas de la oficina.

En cuanto a Marisa, ya no se preocupaba por ella. En el momento adecuado, rompería la


unión que ya no tenía sentido.

Gracias al empujón inicial que le había dado su mujer, había descubierto otras empresas y,
lejos de odiar a la mujer que se había vuelto indiferente, Marcelo pensó en agradecerle la
postura que le había permitido descubrir una nueva visión del mundo afectivo.

Ahora había vuelto a su corazón calentado por la nueva emoción de la conquista de otra
persona tan o más bella que su propia esposa.

Además, sus prácticas sexuales se habían reanudado en compañía de las otras dos
compañeras, alimentadas por las emociones físicas al mismo tiempo que se sentía orgulloso de
ser, igualmente, deseado por Silvia y Leticia.

Ya no se echa de menos a Marisa.

Siempre mantenía la misma postura y se dejaba llevar por la inutilidad de una vida sin sentido,
algo que no ocurría con Camila. Con ello, pudo sentir la emoción de un amor que se
completaba en la armonía del entendimiento y la división de los mismos intereses, ya que los
dos trabajaban en la misma actividad y podían así compartir las alegrías y dificultades mutuas,
acercándose por la comunión de la misma lengua y por vivir en el mismo universo jurídico.

. Al mismo tiempo, debía reencontrarse con Leticia, para quien su presencia era la del
caballero audaz, el hombre esperado, el valiente que acogía a la afligida y frágil dama.

Sí. Leticia, aunque adulta para los asuntos profesionales, guardaba en su corazón, como
hemos visto, la fragilidad de los afectos, el vacío de los sentimientos, siempre en la ansiedad
de ser llenada por la presencia del príncipe azul.
Y Marcelo, con su forma de ser, su manera segura y su apreciable belleza, correspondía a su
sueño.

El chico, sabiendo del interés de Leticia gracias a la fatídica noche en el apartamento de la


chica, en las confesiones íntimas que había escuchado de sus labios, lo mucho que había
soñado con ese momento desde los primeros días en que se conocieron en la oficina, tenía una
noción exacta de lo importante que era su personalidad masculina en los sentimientos de la
chica.

A pesar de los cuidados que ambos prometían para que, en el ámbito profesional, nadie
pudiera sospechar de sus encuentros, alegando Marcelo que su condición de casado no
permitía tal exposición ante el resto de compañeros, durante los días que siguieron al
encuentro íntimo con Leticia, de forma cuidadosa y disimulada, el chico siempre dispuso una
delicada forma de mimarle, bien en forma de mensajes de texto en su móvil, bien en la de
sutiles atenciones, invisibles a ojos ajenos.

Esto fue un verdadero alimento para el corazón de Leticia que, largamente seca en la soledad
del desamor, recibía ahora cada pequeña gota de atención de Marcelino como la lluvia bendita
en su reclusión de afecto.

De hecho, la verdadera preocupación del chico era no comprometerse con las otras dos
mujeres con las que también se relacionaba.

Él, preocupado sólo por sí mismo, no quería perder la pose de caballero junto a Leticia. De
hecho, había sabido ocultar al máximo su verdadera debilidad en el ámbito afectivo. En ningún
momento, ni siquiera durante las confesiones de esa noche, la chica reveló una situación de
dependencia emocional, de entrega absoluta a su afecto. Leticia, como buena hembra, trató
de mantener bajo control la postura de la mujer, una dama de sí misma, aunque le dio al chico
el secreto de su admiración por él desde el inicio de su actividad en ese ambiente.

Por todo ello, Marcelo lanzó unas cuantas perlitas, sin imaginar que, con ellas, Leticia estaba
tejiendo un vestido de novia.

Dentro de esta ingenuidad en la evaluación masculina, el muchacho había sentido que sería
indispensable acercarse nuevamente a Leticia para consolidar sus dominios y, de esta manera,
conseguir su apoyo, contándole los hechos de manera más detallada, sobre Leandro y su
peligroso comportamiento.

Antes de nada, sin embargo, necesitaba la autorización de Camila, su amada, para que, dentro
de los planes, asumiera la postura valiente de quien inició el proceso de denuncia.

Por eso, el mismo día que Camila le reveló las artimañas de Leandro, Marcelo pidió hablar con
él en privado.

No podrían hablar en el ambiente de la oficina porque no sabrían cómo de secreta sería la


conversación, ante las sospechas de espionaje que se cernían sobre Leandro en relación con
Camila.

Así que acordaron reunirse en un restaurante del centro de la ciudad, algo alejado del lugar
donde cada uno entretenía sus experiencias profesionales.

A la hora prevista, se sentaron despreocupadamente y, como dos compañeros de trabajo,


pidieron algo de comer, en ese almuerzo tardío.
- Camila, he estado pensando en ese tema que involucra a Leandro y, dentro de las
dificultades que has planteado para desenmascarar tu conducta, reconozco que es realmente
un riesgo muy grande para ti, un riesgo que puede llevar al descrédito esa denuncia.

- Es un alivio que me entiendas, Mar, porque sigo acusándome de ser cobarde, de ser débil, de
todas las cosas bajas...

- Sabes, Camilla, incluso has sido muy valiente ante estos hechos. Fíjate, ¿cuánto tiempo lleva
esto y tu conducta ha sido discreta, en tu capacidad de asimilar y no explotar? Otra persona,
tal vez, no podría soportar esa presión.

- No sé... Hablo por mí, y sabiendo esas cosas con las pruebas que tengo, temo por mi propia
vida, tanto que las guardo conmigo en una caja fuerte personal.

- Pues bien, Camilla. De eso me gustaría hablar. Tampoco soporto esto de encubrir a un
sinvergüenza en nuestro medio, defraudando nuestros esfuerzos por lograr una mejor posición
social y la realización de nuestros sueños materiales.

De nuestro trabajo, nuestras ganancias se dividen con la dirección del bufete, que
invariablemente gana la mitad de nuestros honorarios, alegando que los clientes que acuden a
nosotros lo hacen por la estructura jurídica y el respetable nombre que ya estaban
consolidados cuando llegamos.

Es cierto que aceptamos este juego y, lejos de perjudicarnos, lo que hemos ganado nos ha
bastado para vivir, aunque no podemos darnos el derecho a ciertos lujos que se observan en
Alberto, Leandro, Ramos y Clotilde.

Los cuatro no trabajan casi nada y nadan en los recursos que nos esforzamos por conseguir. Si
nos dejaran en paz, al menos, aunque eso pudiera continuar. Sin embargo, esta presión por
más y más dinero, unida a la condición de chantaje barato de los clientes corruptos como me
comentas, en las prácticas de Leandro, nos pone en una situación delicada en la consideración
de nuestros contratantes, de nuestros clientes, haciéndoles creer que nosotros también somos
tan corruptos como los que dirigen la oficina.

Para mí, reconozco numerosos defectos morales en mi interior. Sin embargo, no acepto que
se me considere parte de la olla de los ladrones sin querer participar en ella. Todo el lodo que
pueda salpicarme de estos sinvergüenzas que ponen en el banquillo a los jueces juzgadores del
mundo será una mancha que no aceptaré y que, creo, puede perjudicarle a usted también.

Camilla escuchó, admirando el razonamiento de su colega, mostrando un velado acuerdo con


sus alegaciones.

Aprovechando su actitud favorable, Marcelo continuó:

- Así que, Ca, se me ocurrió algo que me pareció lo correcto, en el sentido de poner fin a esta
payasada por completo.

- ¿Hacer qué, Mar...? Es una basura que cuanto más se mueve, más apesta.

- Sí, pero hay que acabar con el vertedero sacando su contenido del sitio y retirándolo.

- Pero, ¿en qué estás pensando?

- Bueno, después de todo lo que me has dicho, creo que he encontrado una manera de hacer
que esto suceda. Si estás de acuerdo y me apoyas, presentaré estas pruebas el día de nuestra
reunión de grupo, cuando todos los miembros de los dos grupos de la oficina se reúnan para
hacer una evaluación general de los problemas y las rutinas.

Demostrando una sorpresa superior a la esperada, Camila imprimió en su rostro una expresión
de molestia y respondió:

- No puedo, Mar, no puedo dejar que sea así, Ese no es tu problema. Es conmigo que las cosas
están sucediendo y no es prudente que otras personas inocentes se involucren en ello.

- Pero si nadie hace nada, esto nunca se detendrá y yo mismo puedo acabar siendo golpeado
por la sucia conducta de esta gente.

- Sé que es cierto, pero no quiero que pagues ese precio.

Y tomar sus manos, como dar flujo a un sentimiento de cuidado e importancia, dijo Camila:

- No ahora, que estás siendo tan importante para mí, Mar. No quiero que corras un riesgo tan
grande al involucrarte en este asunto.

Conmovido por tan indirecta confesión de amor, el espíritu del muchacho se ha revestido de
tal determinación que sólo se da en los corazones apasionados que, en la ceguera del afecto,
se lanzan a los abismos más desafiantes para demostrar su capacidad de amar y decir:

- Porque así como yo soy importante para ti, tú eres importante para mí. Desde hace mucho
tiempo, mi sentimiento estaba envuelto en la penumbra de la rutina, en la compañía de
alguien que no representaba más que el contacto sexual en las horas nocturnas de cada día.

Contigo, Camila, las cosas son muy diferentes. Una nueva vida se ha apoderado de mi ser y, al
sentir el sabor de tu beso, mi alma parece haber redescubierto la alegría de vivir, lo que me
fortalece para la adopción de cualquier medida que pueda representar la protección a alguien
que es mucho más importante para mí que cualquier otra cosa.

Las manos de ambos estaban delicadamente unidas sobre la mesa casi vacía del restaurante,
desde donde se podía ver la avenida justo delante, igualmente sin el movimiento habitual. Sus
dedos se entrelazaron como si quisieran apretarse mutuamente en un abrazo privado y cálido.

Sintiendo la emoción de Camila, Marcelo continuó:

- Porque si no me ayudas, denunciaré los hechos solo con las pocas alegaciones que tengo,
escuchadas de ti.

- Pero eso, Marcelo, no servirá de nada. Leandro es un ratón que huye y un león que ataca. Si
no actuamos con precisión, su rugido se hará sentir sobre nosotros y sus dientes nos
destrozarán sin remedio. Nuestra única posibilidad es intimidarle con demostraciones de
fuerza para que no tenga más remedio que huir como un roedor atrapado en el acto.

- Yo también lo creo. Pero lo estás haciendo difícil.

- Es que no quiero exponerte, Mar. Quiero que todo salga bien, pero no quiero que sufras.

- Pero si me apoyas, ambos podemos tener una voz más grande que la mía, solo. Además,
podemos hablar con las chicas, preparando sus ánimos con las noticias que ya tenemos, y así
ellas también podrán ayudarnos en este empeño.

Sacudiendo la cabeza, Leticia reflexionó:


- Hasta que el apoyo de ambos sea muy bienvenido. Sin embargo, son mujeres, son partes
débiles en esta relación y no puedo garantizar que acepten esos riesgos.

- Pero si me permiten, me encargaré de hablar con ellos, presentar las pruebas como si las
hubiera conseguido yo mismo y decirles que un procedimiento tan frívolo nos compromete a
todos.

Estoy seguro de que también estarán indignados por la conducta de Leandro y seguro que nos
apoyarán. Una vez conseguida dicha base, el día, después de presentar las pruebas a la vista de
todos, puedes contar en persona las experiencias personales que te han ocurrido y que tienen
que ver con la conducta clandestina de Leandro, entrando en tu habitación e inspeccionando
los documentos de tus carpetas sin tu autorización.

Y, si te lo ha hecho a ti, ¿quién nos asegura que no lo esté haciendo también con los otros
dos?

Creo que, sabiendo contarles todos los hechos, encontraremos en ellos el apoyo que nos falta
para que se pueda hacer una verdadera limpieza, presentando tales hechos a Alberto y Ramos,
los primeros afectados por el desfalco.

Serán condenados, ya que son los propietarios del negocio.

Finalmente, tendremos libertad de acción, con la defensa de nuestras conciencias


profesionales, liberándonos de la acción de un individuo pernicioso.

Dando la impresión de que la sugerencia de Marcelo le parecía muy favorable, Camila dijo:

- Esta es una posibilidad real, Mar. Pero la idea de exponerte todavía me pone la piel de
gallina en el cuerpo y el corazón. Esto es un avispero en llamas y, por muy tranquilo que
parezca, cuando abras la caja, los marimbos volarán sobre ti para acabar con tu vida.

Echándose a los hombros, Marcelo respondió con seguridad:

- Estoy preparado para todo, Ca. Sobre todo con tu apoyo, estoy seguro de que todo saldrá
bien. Y si la situación se vuelve peligrosa, el colegio de abogados, la policía y la justicia pueden
ser los tribunales a los que acudir para que la verdad prevalezca.

- Además, tenemos los clientes que han sido llamados a cooperar con el dinero para la compra
de las autoridades.

- Así es, Ca. Son otra fuente de pruebas. ¿Los conoces? - Sí, sé quiénes son, y si eso lo hace
necesario, podemos llamarlos o conseguir sus declaraciones.

Ya metida en la idea, después de haber sido muy reacia a aceptarla, Camila empezó a darle la
razón tácitamente a Marcelo, demostrando que estaba satisfecha con su valentía y
obstinación.

- Pero prometerás cuidarte, Mar. Esta gente es muy peligrosa, incluso en lo que se refiere a
deshacerse de los problemas contratando a profesionales para que acaben con la vida de los
que no les convienen a sus intereses.

- Déjalo en mis manos, Camila. Yo también sé disparar y tengo mis recursos para defenderme.
Pero no creo que las cosas lleguen a eso...
Es importante conocer al querido lector que, una vez que se dio cuenta de que su enfermedad
era irreversible, el Dr. Josué, cuando llevó a Marcelo a la consulta meses antes de su muerte, le
instruyó sobre muchas cosas y le dejó varios documentos sobre la suciedad que se había
escondido bajo la alfombra.

Era algo grande para implicar personalmente a Alberto y a Ramos y ninguno de los dos
propietarios tenía la menor idea de que Josué también lo sabía, y mucho menos que tenía
documentos que probaban tales delitos. Por eso, antes de su muerte, Josué había instruido a
Marcelo sobre los hechos graves, sin revelar los detalles al muchacho que lo sucedería en la
actividad de la oficina.

Lo guió en el sentido de que había dejado los sobres cerrados, con todas las pruebas, en una
caja de seguridad y las llaves, una en poder de Marcelo y otra en poder de una autoridad
judicial influyente, un juez, su amigo íntimo desde los tiempos del colegio.

Sólo se podía acceder al contenido con las dos llaves que favorecían la apertura de la caja
fuerte, teniendo la certeza de que, si era necesario, los sobres debían ser entregados al juez
para que los remitiera a las instancias judiciales, penales, civiles, tributarias, fiscales, para la
comprobación y las medidas punitivas imprescindibles.

Esta condición le permitía a Marcelo cierta tranquilidad.

Sería él quien, al evaluar las circunstancias, definiría la conveniencia de solicitar al otro titular
de la llave que inicie el procedimiento. Y si algo pusiera en riesgo su vida, Marcelo debería
remitir su copia de la llave al otro poseedor de la misma, para que su muerte no impidiera las
investigaciones.

Marcelo había dejado la llave en un sobre cerrado a la destinataria, informándole de que, si le


ocurría algo, debía hacer llegar personalmente la carta a manos de esa persona.

Como esto sería fatal para los antiguos propietarios, una actitud tan drástica sólo debería
adoptarse como último recurso, ya que todos los demás miembros de la oficina también se
verían afectados por la fuerza de las denuncias probadas por documentos.

Era la forma en que, incluso en el otro lado de la vida, Josué podía llevar a los tribunales a
quienes utilizaban conductas deshonestas y corruptas para seguir siendo ricos e influyentes,
respetables y admirados durante las décadas de asociación profesional que había mantenido
con Alberto y Ramos.

Incluso después de su muerte, seguiría asociado a los dos antiguos miembros como elemento
importante en la decisión final sobre la supervivencia de la empresa.

Sin embargo, nadie más que Marcelo conocía la existencia de los documentos, algo que el
chico tuvo el buen tino de no revelar ni siquiera a Camila, aunque su pasión iba en aumento.

Y basándose en esta baza oculta, también reunió el valor suficiente para presentarse como
responsable de las acusaciones directas que presentaría en la reunión colectiva.

Así se acordó con Camila que, sin conocer estos detalles, admiró aún más la valentía del
muchacho, accediendo a entregarle las fotografías y las pruebas contra Leandro.
La hora era tardía y, envueltos en el acuerdo sobre el asunto, decidieron aventurarse en una
sesión de cine, donde una película garantizaría la oscuridad necesaria para que pudieran, a la
manera de sus antiguos novios, intercambiar afectos sin los ojos curiosos de la gente conocida.

Marcelo, entonces autorizado por Camila, sabía que el siguiente paso sería buscar a Leticia y,
aprovechando los sentimientos de la joven, encontrar la forma de conseguir su apoyo en las
denuncias.

27

MARCELO EN BUSCA DE APOYO

Marcelo había llegado al apartamento de la chica, que le esperaba entre


ansiosa y feliz.

De nuevo todo estaba preparado para otro encuentro de sensaciones inolvidables para su
corazón. Ya habían pasado dos semanas desde la primera intimidad entre ellos y eso le parecía
más de dos décadas.

Leticia, aunque exultante y excitada, cuidadosa como estaba, no pretendía dar a Marcelo la
idea de hasta qué punto se encontraba en total dependencia emocional de sus caricias. La
implicación física que ya se había producido entre ellos prescindió de los rituales previos, lo
que permitió a Leticia, nada más poner los pies en el ambiente, tomarle de las manos con
intimidad, conduciéndole al cómodo sofá, situado en el ambiente agradablemente oscurecido
del salón de su apartamento, aderezado con los aperitivos y el inolvidable vino.

Para dar la bienvenida al chico, ahora se había hecho más envolvente, vistiendo ropa ligera y
provocativa, sin ser vulgar.

Ella sabía que Marcelo, como todo hombre, después de la segunda o tercera copa de vino, se
soltaba y accedía más fácilmente al intercambio de caricias.

Con ellos, Leticia esperaba construir en el interés de Marcelo una dependencia que le
garantizara alguna ventaja en la disputa con Marisa, sobre las preferencias del hombre
deseado.

Mientras los dos se permitían jugar con los adolescentes que se encontraban aislados,
pudiendo dar paso a su más auténtica forma de ser, Marcelo pensaba en la mejor forma de
empezar el tema, mientras Leticia deseaba cada vez más alargar esos momentos que, en el
fondo, sabía que no serían tan largos como ella deseaba.

A Marcelo le pareció más prudente hablar con ella antes de que los vapores del alcohol les
quitaran a ambos la lucidez para un entendimiento claro y seguro.

De este modo, el muchacho prefirió tocar el tema, alegando que estaba allí tanto para
reanudar la satisfacción de su compañía interrumpida por la madrugada de aquel domingo,
como para compartir con ella una preocupación que le corroía.

Y sin contar con la oposición de la joven, como ya se imaginaba, denunció los hechos a su
manera, haciendo hincapié en las cuestiones financieras y éticas que ponían en riesgo la
integridad de sus propias carreras.
Evitó revelar detalles de la conversación con Camila para que Leticia no sospechara de su
relación con la otra amiga de la oficina.

Habló de las pruebas fotográficas, de los posibles clientes a los que se puede pedir que aclaren
los hechos. Sabiendo que se trataba de algo muy serio que podía afectar a todo el mundo, ella,
que era extremadamente celosa de su conducta profesional, abrazó las preocupaciones de
Marcelo con mayor ardor que él, asumiendo para sí las posibles consecuencias desastrosas
que un procedimiento así podría causar en su reputación.

Dándole a Marcelo la certeza de que podía contar con ella, ya que siempre fue muy estricta
con los valores de la profesión, en la seriedad y dedicación que siempre había mostrado con
los innumerables casos que llegaban a sus manos, Leticia confirmó que apoyaría la
restauración de la Verdad, sin importar el costo. Además, para sorpresa del propio Marcelo,
reveló su sospecha de que sus papeles personales solían ser entregados por alguien, con el fin
de descubrir ciertos secretos o informaciones que se interpretarían como confidenciales.

Nunca dio a conocer tales prácticas porque no comprometían sus actividades y podían
confundirse, incluso con la acción de los empleados de su propio orden y limpieza. Sin
embargo, siempre había estado atento a cualquier cambio en el orden de los documentos en
cada una de sus carpetas y, como, entre los tres abogados, era el que todos sabían que era el
más organizado y metódico con los papeles de los distintos casos que llevaba, las ocurrencias
de este tipo no se multiplicaban.

Sin embargo, las palabras de Leticia cayeron como un guante en el espíritu ya preparado por
el testimonio de Camila, reafirmando la conducta desleal y peligrosa del abogado de confianza
y brazo derecho de Alberto.

Así, no le fue difícil aclarar a la joven sus intentos de poner todas estas cosas en claro,
contando con su apoyo, incluida su palabra en el momento necesario, informando de tales
hechos como importantes sospechas que se unirían a los demás acontecimientos para
componer el escenario de las pruebas.

Admirando la valentía de Marcelo, Leticia le garantizó el apoyo para las horas decisivas y,
como queriendo aprovechar esos momentos a solas, volvió a llenar la copa con el sabroso vino
y, en homenaje al momento que los unía un poco más, levantó el brindis que sería la antesala
de nuevos encuentros íntimos en la alimentación de la llama que ardía, en llamas altas, dentro
de su sentimiento femenino.

Marcelo sintió envidia del trato afectuoso del que se veía como objeto y, al darse cuenta de
que Leticia dirigía su afecto hacia el camino del compromiso, siempre previó su condición de
casado para justificar la imposibilidad de cualquier ajuste más definitivo con ella.

Al recordar el hecho, Leticia trató inmediatamente de aflojar los argumentos que construyó
alrededor del cuello y las orejas de Marcelo, asumiendo la actitud de la joven comprensiva
que, con paciencia, supo esperar su decisión respecto al compromiso que había asumido
previamente. Siempre estarían ahí para disfrutar juntos de los buenos momentos de afecto
sincero y sin concesiones.

Eso hizo que las cosas volvieran a la cómoda situación en la que Marcelo mantenía su euforia
masculina abastecida por los afectos de Letícia, al mismo tiempo que no se veía obligado a
asumir nada más profundo en relación con Letícia, utilizando su matrimonio con Marisa como
excusa para no construir una relación más profunda con la joven, un matrimonio que nunca le
había ocultado, antes del inicio de los encuentros íntimos.

La joven, en su intimidad, sabía que Marcelo nunca se había presentado como un ligón barato
y que no había sido engañada por él, con promesas seductoras para ganar favores sexuales,
no.

Marcelo, desde el inicio de su relación profesional siempre se había presentado como casado
y muy bien casado. En su fuero interno, Leticia era consciente de que era ella quien, en su
soledad, había pretendido crear en torno al muchacho un ambiente que le favoreciera a la
prevaricación, aprovechando el estado de insatisfacción que habitaba en el sentimiento del
muchacho hacia su indiferente esposa.

Sin embargo, cuando Leticia se encontró con unas cartas tan favorables, empezó a invertir
todo lo que tenía en ellas, con la idea de conseguir más tarde para sí el marido que le
correspondía a la otra.

Es cierto que Marcelo nunca le había dado esperanzas de asumir ninguna relación. Pero en las
horas más cálidas e impetuosas de su sentimiento, como toda mujer, Leticia buscó transformar
las estructuras que constituían la base de la relación informal con la que habían comenzado,
llevándolo al terreno del compromiso.

Esta era una conducta que ocurría siempre que la muchacha descuidaba la atención a la
verdad de los hechos, en el afán natural que tienen las personas de unirse sinceramente a otra
y recibir de ella la misma clase de consideración.

Por eso, Leticia se manejaba entre la estrategia cautelosa de dar placer a Marcelino,
haciéndole encontrar allí el ambiente acogedor que le permitiera intercambiar caricias sin
cargas inmediatas, y la esperanza de que algún día acabara enganchado a sus encantos.

En este pensamiento, ambos se permitieron las alegrías de aquel fortuito encuentro sexual, en
el que Marcelo era considerado por Leticia como el príncipe azul, mientras que él, por su parte,
consideraba a la joven como una mujer fácil, agradable y cariñosa que podría, bien gestionada,
ser muy útil para sus intereses, antes de ser desechada.

Sin embargo, de todas las mujeres que se relacionaron con el niño, la forma en que Letícia lo
trató fue, con mucho, la mejor y más sincera, en el sentido de verdadero afecto.

Para ella, él se presentaba como el héroe, admirado y acogido, una consideración que
exaltaba en la personalidad masculina todo lo que un hombre desea obtener de una mujer con
la que se relaciona, lo que le atraía enormemente a su compañía.

Sólo la pasión que sentía y los sueños que construía con Camila le impedían entregarse más
profundamente a su relación con Leticia, además, claro está, de que no estaba, el joven
enamorado, dotado de una especial belleza física.

Sin embargo, la relación sexual que los envolvía estaba marcada por el sello del afecto, del
cariño espontáneo por parte de la chica, que hacía todo lo posible por corresponder a los
deseos del chico.

Con el fin de la reunión, las despedidas de ambos fueron selladas por los nuevos ajustes, con
vistas a la futura reunión que reunirá a todos los miembros del despacho, la renovación de la
confidencialidad sobre la relación y los cálidos besos.
- Ahora todo lo que necesito es hacerlo bien con Silvia, y mis planes pueden considerarse
bien ajustados en todos los sentidos.

Reunirse con Silvia no sería difícil.

En el móvil del joven abogado ya había otro mensaje anónimo hablando de la falta que estaba
haciendo y del deseo que había despertado en la mente de la experimentada mujer.

Así, una rápida llamada telefónica fue suficiente para que ambos concertaran una reunión en
un entorno favorable para que Marcelo pudiera hablar con Silvia y exponerle el problema.

Para evitar mayores riesgos, el chico trató de fijar el encuentro en el mismo lugar donde
ambos ya se habían permitido los primeros vuelos libertinos, pero antes de que Silvia pudiera
imaginar que el sexo sería el motivo principal del evento, Marcelo había dejado claro que
elegía ese entorno para revelar un asunto serio, de la forma más privada posible.

Sabiendo que no sería constructivo ir en contra de un hombre casado, que tiene la valentía de
concertar una cita en un motel alegando que lo hace para ocuparse de otros asuntos, Silvia
estuvo de acuerdo con el argumento y, de forma práctica, pensó consigo misma:

- Ahora, lo importante es llegar al motel. Luego, lo que ocurra dentro, es lo de menos.


Podemos hablar de política, de las guerras del mundo, de la filosofía del derecho, pero, sobre
todo, estaremos dispuestos a resolver todos los problemas políticos, conflictivos y jurídicos,
por la fuerza de los argumentos y la seducción del cuerpo.

No hay tema, en un motel, que nos impida llegar a lo importante.

¿Por qué seguir discutiendo los preliminares si lo importante es lo definitivo?

Y, respondiendo a Marcelo, dijo:

- Muy bien, Dr. Marcel, estaré allí, listo para cualquier cosa... - dijo, provocando.

- Bien, Silvia, yo también... - respondió, astuto, el muchacho, comprendiendo el doble sentido


y correspondiéndole, como el macho atraído por los seductores olores de la hembra.

Su encuentro fue similar al primero que habían tenido en ese mismo lugar.

Calidez y excitación al principio, porque Marcelo sabía que sería difícil hablar de cosas más
serias con una Silvia ansiosa de relaciones sexuales y que, en su caso, sería mejor satisfacerla
primero para conseguir su propia satisfacción al obtener su apoyo.

La relación física de ambos, a diferencia de la que había tenido el día anterior con Leticia,
estuvo marcada por los excesos y la condición tórrida, estimulando en ella la virilidad y las
emociones más primitivas.

Por lo tanto, el agotamiento de sus poderes era mucho mayor y la tensión emocional producía
un entumecimiento más difícil de sortear.

Aun así, Marcelo sabía que los mejores momentos para el entendimiento vendrían después de
la satisfacción física, lo que le obligaba a largas horas de vigilia para alcanzar el deseado
entendimiento sólo después.

Sin embargo, tenía razón. Tras ser satisfecha en sus anhelos carnales, Silvia se convirtió en una
gatita dócil y agradecida, y respondiendo a los deseos de Marcelo, se hizo toda oídos y mostró
la misma indignación que Leticia, en el sentido de que también tenía que defender su
reputación profesional sobre la que ejercía un celo cuidadoso y atento.

Aceptó perder su dignidad como mujer, como madre, como esposa, pero no aceptó empeñar
su dignidad profesional, siendo considerada parte de una pandilla de aduladores y
profesionales deshonestos. Sabía que, de hecho, ciertas autoridades sólo funcionaban
correctamente cuando se hacían sobornos y favores materiales diversos. Sin embargo, nunca
había adoptado ese procedimiento como práctica habitual con sus clientes, cobrándoles
dinero para embolsárselos.

Con los informes de Marcelo, Silvia había demostrado su conformidad en asistir a la reunión y
presentar los hechos.

Cuando le preguntó al muchacho cómo había obtenido tales pruebas, le escuchó: - Llevaba
tiempo evaluando a Leandro y, entre las sospechas de que invadía nuestra intimidad
manipulando nuestros documentos y de que había empezado a exhibir una riqueza
incompatible con sus ingresos, pude valerme de un detective privado que, confirmando mis
sospechas, reunió las pruebas incontestables de su levedad y deshonestidad en el manejo de
las cosas de la oficina.

- Eso es inconcebible. ¿Está seguro de que esta fuente es fiable? - preguntó Silvia, con
cuidado.

- Sí, estoy absolutamente tranquilo por el hecho.

- Si las cosas son tan serias, puedes contar conmigo para sacarlo todo.

Sólo que me gustaría ver los documentos primero, si no te importa.

- Por supuesto que no. En cuanto quieras, te los presentaré.

- De acuerdo, te llamaré para concertar una cita, ¿vale?

- ¡Ah! ¿Esas traviesas llamadas que me has hecho al móvil? Son muy poco claros... - se burló
Marcel.

- Pues bien, permítanme ser más directo. Marcaré el lugar y dejaré todo claro en tu teléfono,
¿de acuerdo?

- Trato, leona... - ... respondió Marcel, cansado.

Mientras tanto, involucrando a los miembros de la oficina, encontraremos a Félix y Magnus,


almas generosas que acompañan a nuestros personajes como instructores y aprendices,
siendo testigos de otro diálogo en otra parte de la ciudad:

- ¿Cómo están las cosas?

- Todo va según nuestros planes.

- ¿Han mordido el anzuelo?

- Totalmente... cayeron como tontos.


- Magnus, mira cómo la propia gente crea las condiciones para que se produzcan todas las
tragedias. Estos dos hermanos, sin entender lo que hay detrás de sus actitudes, están siendo
un escándalo en la vida de toda una comunidad. - Sí, Maestro, conociendo las cosas como
puedo, comprendo cómo la frivolidad, el egoísmo, las ambiciones desmedidas y el descontrol
emocional de nuestros hermanos encarnados acaban siendo herramientas fácilmente
manipulables por las inteligencias humanas privadas del cuerpo.

- Y tales inteligencias desmaterializadas utilizan los mismos principios y estrategias llamadas


racionales que traían de sus etapas en el mundo, cuando estaban bajo el manto del cuerpo
carnal.

- En realidad, sólo cambiaron de dimensión, llevando consigo todo el mal que acumularon, ¿no
es así?

- Sí, hijo mío. Así acaban las cosas, sobre todo cuando no hay un ascendente moral, una base
sólida de valores espirituales que sustente una conducta que deben modificar por la necesidad
de mejorar.

Las diversas religiones formales, que no hacen otra cosa que obligar a las personas a practicar
rituales o concesiones económicas sin transformarlas para bien, son una inútil pérdida de
tiempo y un agravante de los compromisos morales, tanto para los que las practican a ciegas
como, aún más, para los que las dirigen.

El precioso contenido de cualquier creencia radica esencialmente en la transformación del ser


humano, haciéndolo menos inferior en sus instintos, menos apegado a las cosas mundanas,
menos entregado a las prácticas viciosas, en definitiva, menos imperfecto.

Si una creencia no transforma al creyente para bien en el ámbito moral, no es una buena
creencia, aunque haga ciertas concesiones a Jesús y a algunas de sus enseñanzas.

Las fuerzas de la vida prefieren invariablemente a los ateos sinceros para el bien que a los
creyentes indiferentes al bien.

Como estamos viendo, a excepción de Olivia, Glauco y Glauco, todos los demás son personas
inmaduras que no están preparadas para las consecuencias de sus actos, pero que se permiten
jugar con fuego, imaginándose capaces de hacerlo. A nuestros ojos, son como personas que se
creen lo suficientemente maduras para encender la mecha de los explosivos que imagina
simples rojões sin darse cuenta de que están presionando el botón de las armas nucleares.

Acaban siendo lo suficientemente valientes para disparar, pero no se sienten competentes


para asumir los efectos de sus explosiones destructivas.

Mientras estos Espíritus hablaban en el plano espiritual sobre la locura de sus guardianes, en
otro lugar el Jefe, Juvenal y el Cojo estaban reunidos para las evaluaciones de los últimos
hechos.

- Estamos llegando a nuestro objetivo principal.

- Así es, Jefe, estoy muy ansioso por ver esta cosa en llamas.

- Yo también -dijo el lisiado, que era el que más necesitaba un hijo mayor-.

- Pronto -respondió el Jefe- informaremos al Presidente del éxito de nuestro empeño,


marcando la fecha final para la solución definitiva del caso que se nos ha encomendado. Estoy
deseando alejarme de este entorno y buscar la diversión en otros lugares. Ya me estoy
aburriendo de la misma música, las mismas drogas, la misma locura. Quiero noticias....

- Yo también - exclamó Juvenal, siempre deseando corresponder a las corazonadas y


opiniones del Jefe.

- Sólo nos falta terminar las cosas con el idiota de Luiz y Jefferson.

- ¡Ah! El cobarde... se había olvidado de él... o mejor... su... - se rió Juvenal.

- Sí, vamos a arreglar las cosas con ellos y luego vamos a responder al presidente, darle todas
las coordenadas de cómo está organizado todo.

Y queriendo saber cuándo ocurriría eso, Juvenal escuchó la respuesta del Jefe:

- Mañana nos ocuparemos de ello, junto con Marisa, Glauco y Luiz.

28

VIDENTE DE TURNO Y

EVIL TUNE

Después de haber tenido su primera entrevista de trabajo con Glauco, Marisa recordó un
recurso que estaba dejando de lado en sus planes para enganchar al chico.

- No me extraña que Glauco me hablara de este asunto de los espíritus. Me estaba olvidando
de utilizar esta posibilidad también para facilitar mi camino... - pensó Marisa, dispuesta a
buscar la ayuda de las fuerzas invisibles.

A su lado, las mismas entidades obsesionantes que la envolvían estaban pendientes de


estimular su deseo de ir a por la ayuda invisible, pero no dentro de las normas que el chico le
había aconsejado.

Al llegar a su casa, buscó en su vieja guardia y, dentro de una caja de zapatos, encontró un
papel amarillento con la dirección de una persona a la que se le atribuían maravillosos poderes
de magia, visión del futuro, capacidad de resolver problemas amorosos, de desenredar la vida
material y afectiva, etc, etc, etc.

Marisa ya había utilizado estos recursos en otra ocasión, antes de casarse con Marcel, y, como
ahora recordaba, se sorprendió de este mecanismo desconocido que le parecía eficaz para
resolver sus dificultades.

No importaba que tuviera que pagar para conseguir lo que quería.

- Ahora bien, ¿qué es la vida sino pagar para conseguir lo que soñamos? ¿No pagamos por el
lápiz de labios, el tinte de pelo, la ropa más bonita? Aquí no se paga todo, desde el agua que
bebemos del grifo hasta el médico que puede o no salvar una vida, según el dinero que tenga
la persona? A quién le importa si hay que pagar... un servicio es siempre un servicio y si para el
dolor de muelas vamos al dentista, para el problema legal vamos al abogado, para los
problemas que los hombres no saben resolver, vamos a los profesionales adecuados para las
cosas misteriosas. Nada más justo que pagar para conseguir lo que queremos.
Cuando encontró el papel, llamó inmediatamente al número de teléfono para asegurarse de
que las cosas seguían como antes.

Una voz metálica respondió a la llamada:

- Hola, ¿con quién quieres hablar?

- — A... lô - respondió, vacilante y nerviosa, Marisa - Quiero hablar con la señora


Mércia.

- ¿Quiere concertar una cita?

- ¿Está... está todavía trabajando?

- ¿Cuál es tu problema, hija mía? - preguntó la persona, medio irónica al otro lado.

- Bueno... necesito un poco de ayuda afectiva...

- Ah! Doña Mércia está siempre disponible siempre que el interesado esté también disponible
para pagar el precio de la cita.

- Sí, ya sé que nadie trabaja gratis...

- Más aún ahora que asiste a una sesión política muy importante... Su agenda está llena.

- ¿Pero no se puede "encajar"? Tengo un poco de prisa, porque el caso es urgente...

- Nada que no puedan resolver unas cuantas notas adicionales. ¿Cómo te llamas?

Temiendo decir su verdadero nombre, Marcia lo inventó:

- Me llamo Carina...

- Está bien, Carina... puedes venir la próxima semana.

- No, la próxima semana es demasiado tarde. Pagaré lo que sea, pero tiene que ser esta
semana.

- Bueno, en ese caso, puedes venir mañana a las dieciocho.

- Ya consulté a la Sra. Mércia hace unos años y el lugar estaba cerca del terraplén y de un
supermercado en la Rua Lisboa....

- Así es, sigue en el mismo lugar.

- Bien, estaré allí mañana. ¿Y cuánto cuesta la consulta?

- Bueno, si es sólo una cita, costará quinientos. Pero si tengo que hacer otras cosas, entonces
el precio cambia. Siempre pago en efectivo. No hay cheque.

- No hay control. Está bien. No hay problema. Sin embargo, espero que pueda garantizar el
resultado.

- Se enorgullece de no defraudar nunca a la clientela. Hasta mañana - habló con dureza la


persona, colgando a continuación.

Marisa temblaba de todo corazón por el nerviosismo, pero la euforia de estar luchando por
construir su destino pesaba más que su angustia.
Al día siguiente, a la hora prevista, allí estaba ella, simplemente vestida, para la fatídica
entrevista.

El lugar era desagradable tanto por el edificio como por el entorno.

En el plano espiritual, un gran número de entidades de aspecto horrible iban y venían como si
cumplieran órdenes y trajeran noticias.

En el interior de aquella casa de barrio, una mujer desgastada por el tiempo parecía ser el
centro de energía de un grupo de Espíritus que le chupaban cierta fuerza, como si fuera una
central eléctrica que abastecía de receptores magnéticos a los seres que se sucedían de vez en
cuando.

Todos ellos se relacionaban con la mujer como sirvientes que respondían a sus llamadas y
estaban dispuestos a recibir un pago por su fidelidad canina.

Cuidando de tal grupo, un espíritu de rasgos desagradables iría delante de cualquiera de ellos,
considerado como el "guardián" de la médium Mércia.

Todo era manipulado por este espíritu inferior, cuyo lenguaje alcahuete y formas agresivas
mantenían el orden entre los demás espíritus, hambrientos, pidiendo constantemente permiso
para chupar un poco de las energías de Mércia.

Sin saberlo, era una marioneta en manos de las entidades que utilizaban su casa y su ser como
un oscuro punto de negocio entre el mundo visible y el invisible. Acostumbrada al comercio
barato, imaginaba que la mediumnidad era sólo la posibilidad de ganarse la vida de la manera
que le parecía más conveniente.

Sin querer profundizar en sus estudios y desajustada en los centros energéticos por el patrón
de sintonía que se había permitido alcanzar, ya no era capaz de sintonizar con entidades
amigas y benévolas que siempre habían intentado ayudarla en la modificación de su
trayectoria, lo cual era irresponsable y criminal.

Alejada de las necesidades materiales inmediatas de la vida, cobrando dinero u otras ventajas,
utilizando percepciones mediúmnicas, Mércia se permitió apartarse del camino recto y seguro
de una sensibilidad vivida al servicio de Jesús y, por eso, comenzó a asociarse con los Espíritus
de muy mala estirpe, en los que depositaba una confianza ciega al mismo tiempo que recibía
de ellos una cooperación fiel y eficaz en muchos casos de la vida.

Al principio, por supuesto, su discreción y el escaso conocimiento del público sobre él le


garantizaban una cierta paz. Sin embargo, a medida que sus "oraciones" se hacían más
efectivas de lo que ella misma podía esperar, una verdadera procesión de criaturas comenzó a
buscar sus palabras, sus visiones y su visión, lo que la obligó a profesionalizarse, incluyendo la
organización de un centro de llamadas para citas.

Debido al carácter naturalmente confidencial de las consultas, su casa comenzó a ser visitada
por muchas personas importantes que, generalmente de noche, entraban por una puerta
lateral, ocultas por el velo de la oscuridad y también salían de allí, después de haber sometido
a su apreciación los problemas más graves y solicitado las cosas más absurdas.

Matar adversarios, destruir carreras, arruinar matrimonios, transformar destinos, hacer


ajustes en las fortunas, aunque para ello hubiera que perjudicar la vida de otros, era el tipo de
petición de sus asesores y el tipo de trabajo al que Mér, como era conocida, se ajustaba con
naturalidad y sutileza.

Experimentada, gracias a los largos años de convivencia con la personalidad humana, supo
entender entre líneas las intenciones del consultor que la contrató y, lejos de ponerle
en una situación embarazosa que le obligara a exponer sus intenciones por completo,
abrevió fácilmente el asunto, comprendiendo que incluso quien deseaba matar sus
desafueros tenía sus escrúpulos allí para asumir con claridad tales intenciones.

Dar salida, quitar el problema, solucionarlo tranquilamente, desatar los nudos, arreglar a la
persona, eran eufemismos que tenían allí un uso ordinario, queriendo significar siempre quitar
la vida, arruinar, hacer callar al incómodo, entre otros significados.

En estas tareas, las fuerzas mediúmnicas de la Misericordia fueron utilizadas por Espíritus
inferiores, siempre interesados en la conquista de bienes materiales o sensaciones mundanas.

Con ello, mantuvieron a Mércia bajo sus cuidados mientras obtenían los fluidos vitales
producidos con mayor intensidad por su organismo, con los que se sentían vitalizados.

Nada más llegar al entorno, Marisa fue recibida por un ayudante de Mércia, probablemente el
que había atendido el teléfono el día anterior.

El tono de su voz lo acusó, especialmente la forma directa en que tocó el tema del pago:

- Son quinientos, por adelantado...

- Oh no - dijo Marisa, nerviosa.

- Puedes esperar sentado ahí, y luego la Sra. Mér responderá.

Dijo eso, y después de tomar el dinero, desapareció por una puerta.

Unos minutos más tarde, una pequeña campana sonó y una voz ronca pronunció el nombre
de Carina.

Por un instante, Marisa se quedó sentada como si esperara que alguien entrara antes que ella.

- Carina... - repitió la voz... - puedes entrar

Sólo entonces recordó Marisa que se había cambiado el nombre.

Se levantó, rápidamente, y entró lentamente, suspendiendo la cortina púrpura que sellaba la


habitación de donde provenía la voz.

- Siéntate ahí, mi niña.

- Gracias", respondió la chica, aún más nerviosa.

- Puedes decir lo que te molesta... - dijo la Sra. Mér, una señora de unos cincuenta años.

- Sabes, Mér, hace unos años necesité tu ayuda y todo salió tan bien que me acordé de
tu poder. Por eso estoy aquí de nuevo.

- Pues bien, hija mía, no tengas miedo. Puedes decirme qué te trae por aquí...

- Es un problema del corazón....


Y utilizando su poder mediúmnico, mientras Marisa/Carina hablaba, Mér comenzó a escuchar
la voz del Espíritu que la dirigía, quien a su vez hablaba con la entidad que estaba molestando a
Marisa, nuestra vieja y conocida Jefa.

Como se puede ver, el entendimiento pasó de ser un espíritu perturbador a un espíritu


perturbador.

- Hmmm... sí... ahuuu!

La vidente pronunciaba monosílabos mientras daba la impresión de que hablaba con alguien
del mundo invisible, lo que angustió aún más a la joven.

- Bueno, por lo que veo en tu aventura, eres infeliz en tu matrimonio y te enamoraste de otro
chico.

Sorprendida por la exactitud de la información, Marisa/Carina dijo, alarmada, la frase correcta


de la señora Mér:

- Oh, querido, había olvidado lo bueno que eras en eso... Eso es exactamente lo que está
ocurriendo.

Y para impresionar al consultante, ayudada por la información de su "tutor", la médium siguió


demostrando su capacidad de visualizar el caso. - Pero el chico no está libre, ¿verdad? Por lo
que a ti respecta, está a punto de comprometerse con alguien a quien ama.

- Sí, señorita Mercia... - respondió Marisa, algo descontrolada, al borde de las lágrimas... -
Estoy enamorada y no quiero perderlo por el otro.

- Bueno, hija mía, las cuestiones del corazón son las más complicadas de resolver.

- Pero siempre he conocido tus poderes para resolver cualquier cosa que se te presente.

- Bueno... mi fama es el resultado de muchos años de trabajo. Sin embargo, cuando hablamos
de sentimientos, nuestros recursos siempre estarán limitados por el poder de resistencia de
aquellos que intentamos transformar.

- ¿Qué quieres decir?

- Todo el mundo tiene una vibración. Para llegar a la persona, hay que encontrar un pasaje en
su estructura, un momento de debilidad, una tentación no resistida, una forma de superar la
decencia, todo esto facilita nuestra acción. Cuando la persona, hombre o mujer, opone una
resistencia tenaz, las cosas se complican.

Por eso el precio de las consultas de esta naturaleza es más elevado.

Tenemos que utilizar más "trabajadores invisibles" para manejarlo.

Cuando se trata de estorbar, basta con poner un poco de dolor en la persona que está
causando el problema y eso desvía a la criatura.

Cuando el problema es el dinero, algunos ajustes en las cosas de la tierra pueden facilitar el
éxito material del individuo.

Cuando se trata de hacer aparecer el odio, el desacuerdo, este es uno de los trabajos más
baratos, porque es como llevar el fuego a la gasolina. La gente está dispuesta a prenderse
fuego.
Sin embargo, cuando se trata de hacer que alguien sea como otro, eso es más complicado. El
afecto parece crear una poderosa barrera que, sólo con mucho esfuerzo por parte de nuestros
trabajadores, generalmente contando con el desliz del individuo atacado, podemos ganar
cuando lo hacemos.

Así que no voy a engañarla con fantasías. Para meterse con las cosas del sentimiento, todo es
más complicado.

- Pero pago todo lo que tengo que pagar.

- De acuerdo, el dinero ayuda mucho, y puede abrir muchas vías. Sin embargo, también
dependerá de ti, porque si no hay ningún momento de debilidad en el chico, será un fracaso
total y en este caso no te devolveremos el dinero, ya que estabas advertido y aceptaste correr
el riesgo.

- ¿Pero qué tengo que hacer? ¿Traer algo de ropa, algún objeto personal, algo que conecte al
chico contigo?

- No. Hay que descubrir algún secreto que oculte a todo el mundo o, mejor, hay que ponerlo
en situación de tentación, porque entonces lo involucraremos con nuestros trabajadores para
que, en la hora de la debilidad, todo se consuma.

- ¿Quieres decir que si yo doy el primer paso, después tú haces el resto? - Sí. Si consigues algo
que pueda romper el vínculo emocional entre él y la novia, facilitará todo el trabajo. Y por lo
que veo, la novia está tan bien protegida como el chico.

- No sé nada. Confiaré en su capacidad y pagaré lo que haga falta. Sin embargo, no me gusta
que me engañen. - Ten por seguro que a los dos no nos gusta que nos engañen ¿Debo
llamarte Carina, el nombre que diste por teléfono, o Marisa, tu verdadero nombre?

Tomada por sorpresa por la demostración de tal poder de penetración, sin imaginar que todo
aquello se estaba logrando por la acción de las entidades negativas que la acompañaban y se
entendían en el lado invisible de la vida, Marisa estampó su cara roja y, discerniendo,
respondió:

- Cuando todo se haya solucionado, le diré a la señora cómo llamarme. - Es un trato. No deseo
perturbar la paz de quien me busca. Creo que todo el mundo tiene derecho a esconderse
como quiera. Sin embargo, no olvide que está advertido. Y por lo que he visto, no está lejos de
poder conocer al codiciado chico.

- Sí... en unos días estaré de nuevo en su oficina.

- Pues bien, no pierdas el tiempo, porque a partir de ahora trabajaremos para facilitar las
cosas, pero dependerá de ti acelerarlas.

- Bien... haré lo que pueda.

- Bien, entonces. Vuelve aquí en dos semanas.

- Trato

Mér cerró la entrevista, mientras Marisa/Carina daba al asistente, fuera de la sala de


reuniones, el nombre y la dirección del chico para que se iniciaran las primeras diligencias.
El mensaje del móvil de Marcelo era explícito.

Silvia era más atrevida que nunca. Y como tenía la intención de cambiar los lugares de sus
encuentros clandestinos, le dejó la nueva dirección, marcando día y hora, además de
especificar el número de la suite donde esperaría el coloquio especial. Cada uno seguiría con
su coche y se reuniría allí.

Dentro de sus rutinas y citas, Silvia había programado la reunión para la próxima semana, por
lo que la fecha elegida por su compañera de oficina coincidía con la del regreso de Marisa a la
oficina de Glauco. Sólo que el tiempo era diferente.

La cita de Marisa era a las dieciséis, mientras que el encuentro de su marido y Silvia, los
aventureros de la emoción irresponsable, estaba fijado para las dieciocho en la dirección fijada
por la melodiosa voz de la mujer atrevida.

Dijeron que Marisa no se ocuparía de escuchar sus mensajes, ya que ninguno de los dos
cónyuges lo hizo nunca.

Sin embargo, Marcelo no sabía que su mujer, desde aquel día en que había grabado las tres
grabaciones, había empezado a revisar el contenido de su buzón, siempre después de que él
llegara a casa después del trabajo.

En medio de la noche, la astuta mujer se dirigía a la oficina de la entrada del apartamento,


donde Marcelo dejaba sus objetos personales, tomaba su teléfono celular, lo llevaba a la
habitación donde dormía solo desde hacía tiempo y, cuando escuchaba algo sospechoso,
intentaba grabar el mensaje, devolviendo el aparato en el mismo lugar, asegurándose de que
su marido no se diera cuenta de su conducta.

La misma noche de su cita con la señora Mér, en la investigación que estaba realizando sobre
los mensajes del móvil de su marido, Marisa se percató del seductor e indudable mensaje de
Silvia, sin saber, sin embargo, de quién se trataba.

Sin que le temblaran los pulmones, la confirmación de tan flagrante prevaricación, con fecha,
hora y lugar marcados, sería la baza que necesitaba para involucrar a Glauco.

Inspirada por las entidades que la inquietaban en el equilibrio de la emoción, planeó como si
acabara de repasar los pasos del gran momento ampliamente esperado.

Sí... todo estaba ajustado y este descubrimiento la hizo creer aún más en la intervención de
los Espíritus contratados, como le había prometido Mér.

Mientras esto ocurría, Félix, Alfonso y Magnus se pusieron en el campo para que, a pesar de
los esfuerzos del mal, las actitudes del mal encontraran en el propio mal el remedio que los
tratara.

- Estás observando, Magnus -dijo Alfonso-, que el mal es un desajuste de quienes lo viven, más
que un poder personalizado. La ignorancia de sus efectos da a quienes la practican la ilusión de
poder e invencibilidad. Sin embargo, todos acaban reducidos al sufrimiento por sus propias
actitudes locas.

Complementando la observación, Félix aprovechó para decir:


- Por lo que podemos ver desde el punto de vista que observamos las cosas, no quedará casi
nadie libre de las espinas que están sembrando en los caminos de sus semejantes.

- Es cierto, instructor -respondió Magnus-. - Cuanto más comprendemos las cosas espirituales
y sus leyes infalibles, más nos alejamos de la idea de un bien inerte frente a un mal diabólico y
astuto.

La respuesta de Magnus despertó el comentario de Alfonso:

- Esta primera impresión es también fruto de la inmediatez que la ignorancia humana


proporciona a quien desea resolver su problema rápidamente y a cualquier precio, sin prestar
atención al hecho de que puede haber sido generado por siglos de desvaríos.

¿Cómo se puede arrancar un árbol secular utilizando sólo el poder de las tijeras? Pero así es
como las criaturas piensan en conseguir lo que les resulta más ventajoso.

Sólo mientras haya tontos habrá lugar para los jugadores frívolos con las fuerzas espirituales.
Sólo mientras se ignoren las leyes del universo, estos charlatanes, que se autodenominan
médiums, podrán ejercer su fantasía terrorista. Cuando la iluminación impregne a la
humanidad, nadie imaginará que la Ley de Justicia y Misericordia de Dios vale menos que una
botella de bebida o un animal muerto rodeado de velas en alguna encrucijada del camino.

La sintonía con el mal es algo que tiene dos vías. Sirve tanto para solicitar favores como para
acabar llevando al procurador las consecuencias de esta espuria y peligrosa conspiración, cuyo
precio es siempre mucho más caro que los favores que parece obtener.

Todo ello sin referirse a la cuestión de la sintonía de la víctima a la que va dirigido este tipo de
ritual. Si el receptor del mal no vibra en el mal, esas fuerzas no podrán alcanzarlo. Por eso, la
persona a la que iba dirigido el encantamiento, sabiendo que era objeto de algún "trabajo" o
algo misterioso, acaba asustada por un fantasma que no entiende, y por el miedo que empieza
a sentir, se impresionará por cualquier cosa negativa que le ocurra, incluso con un simple
tropezón en la alfombra de su casa.

Antes de que te des cuenta, ese hecho se interpretará como un descuido o una distracción.
Después de que la víctima del misterioso "envío" se entere de que está siendo objeto de una
acción oculta, el tropezón se convierte en "empujón", en "trenza", algo así.

Esto proporciona la fragilidad emocional necesaria para que las entidades perseguidoras
penetren en su campo vibratorio y, a partir de ahí, su armonía en el miedo le permitirá sentirse
mal, abatido, verse perdido....

Así actúan las entidades inferiores, impresionando a la víctima de su persecución, sin la cual
no conseguirán más que esfuerzos perdidos.

Y cuando tales energías negativas no llegan a su destino, vuelven naturalmente al origen del
que emanaron, alcanzando a quien las emitió, que se encuentra en el mismo patrón inferior
por haber sido el foco de tal emanación.

El mal vuelve invariablemente a los que lo practican. No importa el tiempo que tarde en
suceder. Esto sucederá siempre para que cada uno aprenda a conocer el sabor del fruto que ha
sembrado.

Viendo que las oportunidades de aprendizaje estaban cerca de los que se dejaban envolver por
la guarida del mal, Félix añadió:
- A pesar de todo el mal que estaremos observando en las actitudes y efectos dolorosos que
se derivan de los actos negativos, el bien buscará atender al mayor número de espíritus para
colocarlos en posición de despertar ante sí mismos.

Dentro de unos días, tal y como nos han informado nuestros Superiores, actuaremos para
cumplir nuestra tarea con estos hermanos.

Comprendiendo que había un plan superior, Magnus comentó:

- ¿Quiere decir, entonces, que no estamos aquí sin una línea de acción?

- Bueno, Magnus, ¿por qué la admiración? Si nuestros hermanos ignorantes, para practicar el
mal, se ocupan de planificar sus acciones como hemos visto en la Organización y sus
Departamentos, ¿por qué nosotros, líderes con las fuerzas del Amor, deberíamos despreciar
tal medida? ¿No crees que, con mucha más sabiduría, las fuerzas del Bien son capaces de ver a
distancia y actuar en el momento exacto? En efecto, hijo mío, cuanto más se manifieste la
evolución del alma, mayor será tu cuidado en la organización de los acontecimientos a los que
está vinculada su acción, con el fin de que, en lo posible y respetando la libertad de acción de
las criaturas, los caminos del Bien sean disfrutados por todos, rompiendo las ataduras del mal.

Todo comenzó aquí, a nuestra vista, como un descuido de una esposa infeliz, engañada por la
visión soñadora de un mejor partido para su corazón.

Entonces, todo se desarrolló.

Sin embargo, cuanto más elevados son los espíritus, más desde lo alto pueden ver y
comprender los verdaderos motivos que se esconden detrás de una esposa infeliz y de un
marido inmaduro y ambicioso.

Cuando comprendamos estas realidades, cada uno de nosotros podrá ver más profundamente
y así planificar con más cuidado todo el proceso de redención de los afligidos del mundo.

La sexualidad desordenada, la afectividad frustrada, la infelicidad material o moral, todo ello


puede parecer la causa de muchos desastres. Sin embargo, cuando profundicemos en el
análisis de su origen, encontraremos que hay hechos más graves que necesitan ser medicados,
situaciones más dolorosas que aún no conocíamos. Si nos preocupamos por atender sólo el
dolor del corazón herido, por remediar un placer sexual mal expresado, por satisfacer una
necesidad material inmediata, dejaremos escapar la posibilidad de ayudar a todos los
sufridores implicados en esos asuntos.

¿Qué es mejor, Magnus, tratar la fiebre que aflige al cuerpo o tratar la infección que causa la
fiebre?

Y para tratar la infección, a menudo no podemos utilizar medicamentos que inhiban la fiebre
para no enmascarar los síntomas y dificultar el tratamiento eficaz de la verdadera causa.

Es mejor dejar la fiebre presente durante un tiempo, aunque esté controlada, que permitir
que el cuerpo normalice su temperatura mientras la infección se extiende, poniendo en riesgo
la vida del organismo.

Así es como funciona el bien. Por eso, mientras los ignorantes y malintencionados se reúnen
en Organizaciones sin techo y Departamentos desajustados, la acción del Bien, en beneficio de
los propios malos, se prolonga en el tiempo, para que en el momento oportuno todo se
transforme en un mayor número de almas apoyadas por las bendiciones de los despiertos.
Si no fuera así, Dios no sería igualmente misericordioso con todos Sus hijos, especialmente
con los que se han desviado del buen camino.

¿Lo entiendes?

Y como la hora no permitía mayores revelaciones, todos guardaron silencio, dirigiendo su


atención a los personajes del drama humano, generalmente más inocentes que malos, aunque
se pueda presumir lo contrario de sus actitudes.

29

EXPLICANDO, OBSERVANDO

Y REFLEXIÓN

Estudiando las inolvidables lecciones contenidas en "El Libro de los Espíritus", encontraremos
preciosas observaciones sobre el proceso de interferencia con que nuestros hermanos
desencarnados se inmiscuyen en nuestras existencias terrenales.

En las preguntas 470 y 472 encontraremos una rica fuente de información, tan rica que,
dentro del contenido de los hechos que han marcado la trayectoria de nuestros personajes
hasta ahora, merece la pena ponerlos en tu conocimiento, querido lector.

470 - Los espíritus que tratan de inducirnos al mal, y que ponen así a prueba nuestra firmeza
en el bien, ¿han recibido la misión de hacerlo? Y si es una misión que cumplen, ¿dónde está la
responsabilidad?

Respuesta - El Espíritu nunca recibe la misión de hacer el mal. Cuando lo hace es por su propia
voluntad y, por tanto, asume las consecuencias. Dios puede dejar que lo haga para
experimentarlo, pero no lo ordena, y está en ti repelerlo.

472. Los Espíritus que quieren excitarnos al mal, ¿lo hacen aprovechando las circunstancias en
que nos encontramos, o pueden crear estas circunstancias?

Respuesta: Se aprovechan de la circunstancia, pero con frecuencia la provocan obligándole


inconscientemente al objeto de su codicia. Así, por ejemplo, un hombre encuentra en su
camino una suma de dinero. No creas que fueron los espíritus los que trajeron el dinero a este
lugar, pero pueden darle al hombre el pensamiento de ir a este punto, y luego sugerirle el
pensamiento de apoderarse de él, mientras que otros le sugieren el pensamiento de entregar
ese dinero a quien le pertenece. Lo mismo ocurre en todas las demás tentaciones.

A partir de estas dos preguntas y sus respectivas respuestas, podemos comprender la libertad
de nuestra conducta, como Espíritus encarnados.

Como hemos visto hasta ahora, todas las actitudes de nuestros personajes han sido el
ejercicio de su libre albedrío, en la manifestación de sus voluntades y caprichos, deseos y
placeres.

Tal vez se le ocurra, querido lector, que la presente historia es un tema inapropiado para un
libro que pretende elevar las vibraciones espirituales de quienes tienen acceso a él.
Observar la sexualidad adulterada en los juegos de seducción y conquistas, en las formas
mentirosas de expresión de la afectividad, envueltas por la cifra de intereses oscuros, en el
deseo de tomar, de obtener ventajas, de gozar desmesuradamente, de permitir todo tipo de
excesos, puede hacer más prurito a algún lector que pretendía ver, en la obra literaria, sólo el
refugio de la fantasía o la realización del mundo.

Lejos de nosotros el deseo de avergonzar o herir sensibilidades.

Sin embargo, es importante afirmar que es necesario reflexionar sobre ciertos temas para
comprender mejor sus mecanismos y ayudar en la lucha contra las dolorosas consecuencias
que surgen cuando se hace la vista gorda.

En primer lugar, nos gustaría señalar que la presente historia, si se compara con los cientos de
otras verdaderas que encontramos en nuestros anales espirituales, grotescos, violentos,
horripilantes y animalistas, se parece más a un programa infantil para niños de preescolar.

Los dolores y dramas vividos por los encarnados y presenciados por todos los Espíritus que los
aman en la vida verdadera son una página dolorosamente repetida cuando se refiere a la
sexualidad y a la afectividad en general.

En segundo lugar, querido lector, mira a tu alrededor y comprueba si hay algo enfermo en una
sociedad que utiliza el recurso de la sexualidad para publicitar incluso una caja de cerillas. ¿No
falla la vigilancia humana cuando las fuerzas del Espíritu pretenden elevar a los seres a la
superioridad moral, al mismo tiempo que se les bombardea por todas partes con imágenes,
escenas, llamamientos y chantajes de seducción, provocación y sexualidad en todas sus
formas?

¿Qué pensar del discurso pacifista basado en la producción de cañones y ametralladoras?

¿Y la propaganda de la honestidad por parte de criaturas notoriamente deshonestas?

Las consecuencias de este anacronismo, de esta contradicción, corresponden directamente a


una sociedad confusa y sin dirección moral, que no sabe qué defender y que no tiene una
opinión propia lo suficientemente fuerte como para decidir qué quiere para sus días futuros.

Es cierto que todo tipo de construcción arbitraria, basada en el moralismo o el puritanismo,


daña o adultera la noción racional de libertad de elección.

Sin embargo, cuando la gente se permita relativizar todos los conceptos y valores, estaremos
avanzando hacia una sociedad amorfa en la que todo es válido siempre que se corresponda
con la ventaja material deseada.

Si ese es tu pensamiento, asúmelo ante las conductas que creas correctas y adóptalas a la luz
del día, soportando los efectos materiales y espirituales resultantes.

Si tu pensamiento es contrario a lo que estamos observando en el escenario mundial, asume y


ejemplifica en ti mismo tu elección, sin faltar al respeto a quienes han elegido otros caminos,
pero del mismo modo, sin permitirte ajustarte a la mayoría disoluta, sólo porque es algo más
cómodo de hacer.

El presente relato, lejos de enfatizar el aspecto de lodo moral en el que un buen número de
personas se permite, pretendiendo estar entre el terciopelo y la seda, tiene la función de
demostrar cómo el esfuerzo del Bien es incansable en ayudar a los encarnados a evitar el
abismo, a escapar de la caída y a disminuir los riesgos que una vida irresponsable representa
para quienes la viven, frente a las inflexibles repercusiones de la ley de causa y efecto.

Es una forma de despertar su corazón para comunicarle un hecho innegable:

- Todos sabemos lo que estás haciendo. ¿Cuánto tiempo dependerá de ti solo para ser
engañado?

Sin embargo, más que conocer todas las debilidades humanas, una puerta abierta a la acción
de entidades similares, queremos que no olviden que no nos presentamos como jueces que
establecen sentencias condenatorias y castigos arbitrarios.

Para nosotros, los dolores de la conciencia culpable en el fondo de cada uno serán suficientes.
Estaremos a tu lado como hermanos que te visitan en los burdeles del mundo para salvarte de
la prostitución, ya sea de bajo nivel o de las altas ruedas sociales.

Estaremos a vuestro lado como testigos vivos y como enviados de Dios para entrar en los
antros donde los hombres se entrometen con la excusa de buscar el placer, pero donde se
dejan arrastrar por las locuras de las orgías, tratando de salvar a cada hermano del doloroso
desliz del error, aunque para ello tengamos que soportar los ambientes más distorsionados.

Seremos como fieles compañeros llorando por la caída moral de los que amamos, rezando al
Padre, como el propio Cristo, pidiendo su piedad para cada uno de los que están bajo su tutela,
alegando la ignorancia o la demencia del Espíritu, como si repitiéramos la triste y conocida
frase: "Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen".

Los amamos sobre todas las cosas.

Que esto sirva de alimento para que vosotros también os améis a vosotros mismos,
respetándoos en las actitudes que elegís para vuestros días, no más con la idea de que sois los
Espíritus malos, "los demonios", las entidades turbias, los culpables de vuestra infelicidad.

Si el deseo de explotar a los demás, de involucrarlos en redes seductoras para defraudar sus
sentimientos, ya no se disculpa con las antiguas excusas:

- Todo el mundo lo hace....

- Así es la vida....

- Mejor que lo disfrutes mientras sea el momento...

- Si no lo haces tú, lo hará otro.

- Que cada uno aprenda de su propio sufrimiento...

- Nadie sabrá...

Sepa que si persiste en este camino, lo encontrará:

- el destino que todos encuentran: el dolor;

- verás que la vida es lo que habrás hecho de ella: angustia y lágrimas,

- tiempo no dejará de presentarle la factura a pagar,

- el mismo destino que encontró el otro: la vergüenza de haber hecho lo que hizo, -
sufrir como su propio maestro.
- Una nube de testigos espirituales que acompañan tus pasos, atentos, y sin poder engañar a
tu propia conciencia que bien sabe lo que has decidido hacer.

Todas las redes de la presente narración podrían ser alteradas por los propios encarnados si
hubieran elegido mejor sus propios caminos, como nos enseña la doctrina de los Espíritus.
Buscando sembrar en nuestros corazones una noción elevada de la vida, responsable y
límpida, para revestir la afectividad con la ternura de la verdad, la euforia de la alegría, la
dulzura del calor y el sello de la felicidad, el cristianismo espiritista ha intentado despertar en
los corazones de buena fe.

Los hombres son libres de recorrer todos los caminos que quieran. Sin embargo, no todos
producirán la tan ansiada satisfacción: un afecto duradero.

Sabiendo entonces del futuro encuentro de Marcelo con Silvia en un ambiente destinado a tan
licenciosas y clandestinas posturas, Marisa ideó sus pasos para involucrar a Glauco en ese
especial momento, con el propósito, como ya hemos dicho, de ponerlo en la peligrosa
situación, tal como la señora Mér lo había orientado.

Al mismo tiempo, los mismos espíritus empeñados en la construcción de la trama vengadora


estaban sobre Luiz, hermano de Gláucia y futuro cuñado de Glauco que, viviendo una doble
vida entre conflictos y emociones desajustadas, insatisfecho con ambas formas de ser, había
aceptado canalizar hacia el prometido de su hermana la responsabilidad de su infelicidad, ya
que, desde el fatídico y casual encuentro que habían tenido y que había revelado su ambigua
condición sexual, la vida de Luiz se había convertido en una montaña de tormentos y
angustias.

Había huido de los encuentros familiares en los que tenía que enfrentarse a la mirada de su
cuñado, actuando a la defensiva y asustado por el fantasma del descubrimiento de su doble
condición sexual.

Recordamos la influencia del espíritu Jefferson, que, junto con Luiz, comandaba la acción de
las entidades obsesionantes, para estimular sus sensaciones y mantenerlo en la cuerda floja de
la duda y la inseguridad en cuanto a su propia definición sexual.

Esto martirizó su conciencia y, en este ambiente agitado, Jefferson había logrado sembrar el
miedo, colocando a Glauco como el responsable de todas las angustias de Luiz.

Incapaz de examinar las cosas a través del prisma de la verdad y de responsabilizarse de sus
propias elecciones, había cargado con la culpa de sus penas morales al prometido de su
hermana que, desde entonces, había asumido en su pensamiento la condición de destructor
de la felicidad.

Aprovechando este estado de ánimo, el trío compuesto por el Jefe, Juvenal y Gabriel, el Cojo,
también comenzó a ejercer su influencia sobre Luiz, sugiriéndole la necesidad de poner fin a
esta angustia.

Intuitivamente le sugirieron que debía buscarle al raro futuro cuñado un ajuste definitivo, ya
sea para escuchar su opinión sobre el flagelo que había ocurrido tiempo atrás, o para saber
qué pensaba hacer Glauco con ese conocimiento.

Así, durante los días siguientes, las entidades ejercieron todo tipo de presión psíquica sobre
un Luiz invigilante y frágil, aconsejándole la necesidad de un encuentro personal.
Al principio, Luiz luchó contra esta idea, avergonzado por la vergüenza de encontrar al niño y
tener que exponerse a vergonzosas indagaciones.

Sin embargo, comprendiendo su frágil personalidad, necesitada de consuelo y de un poco de


paz, el Jefe, astuto e inteligente, inculcó en sus pensamientos más profundos la posibilidad de
que Glauco no se hubiera molestado por lo que había visto, que no estuviera guardando ese
hecho como una baza o un arma de ataque.

- Ve a Glauco, tonto, incluso aliviará tu parte de culpa, principalmente porque eres el querido
hermanito de la novia que ama... - induciendo mentalmente al Jefe.

- Así es - repitió Juvenal - vete a ver que no te trate como a un delincuente... al fin y al cabo,
sólo fue un pequeño e inocente beso....

Estas palabras cayeron en el corazón de Luiz como la posibilidad de comprensión que tanto
anhelaba, como una forma de ayudarle a salir de esa confusión afectiva en la que se
encontraba.

Sin embargo, Luiz tenía una personalidad orgullosa y altiva, lo que le hacía imaginar a Glauco
como una amenaza peligrosa.

Esto reflejaba la propia forma de ser de Luiz.

Siempre estaba dispuesto a aprovechar las noticias negativas que caían en sus oídos para
utilizarlas como instrumento de regateo o de exposición al ridículo de cualquiera que se
cruzara en su camino.

Extremadamente crítico con la conducta de los demás, ahora se encontraba vulnerable en sus
propias actitudes, imaginando que Glauco podría hacer con él lo mismo que siempre había
hecho con otras personas.

Por eso, el dolor de verse en manos de su futuro cuñado.

Presionado por las insistentes sugerencias espirituales y, lejos de valerse de cualquier recurso
positivo de la oración, Luiz acabó acariciando la idea de ir al encuentro del prometido de su
hermana, al menos para poner en limpio aquella situación.

Dentro de los planes de las entidades inferiores, debería estar en el despacho de Glauco el
mismo día que Marisa se presentara allí para la segunda entrevista.

Así que a la semana siguiente todo pasaría.

Marcelo y Silvia se encontrarían en uno de los muchos GGH es de la ciudad,


creyéndose ignorados.

Su esposa Marisa estaría usando sus formas seductoras para atacar de acuerdo a sus
estrategias.

Y Luiz, sabiendo que Glauco solía quedarse en la oficina hasta el final de la tarde, buscaba al
futuro cuñado al final de la jornada, para que pudieran hablar sin ser interrumpidos por la
llegada de clientes inoportunos.

Con el plan bien urdido en sus pensamientos, Marisa tomó el teléfono e hizo una llamada
personal a la Sra. Mércia, para garantizar la inversión que había hecho y que, según sus
conversaciones, dependería igualmente de su conducta, para facilitar el logro victorioso de sus
objetivos.

- Hola, quiero hablar con la Sra. Mércia.

- Está ocupada - respondió la misma voz metálica al otro lado.

- Dígale que es su cliente Carina y que seré rápido.

En unos momentos, la Sra. Mércia se puso al teléfono:

- Hola, ¿quién es? - preguntó la señora, con voz cansada.

- Soy yo, Mércia, Carina, la chica que vino esta semana con problemas afectivos...

- Pero me buscan muchas chicas con ese tipo de problema...

- La que está interesada en un chico que está comprometido, que ya te consultó de nuevo
hace unos años, y dijiste que necesitabas algún tipo de ayuda de mi parte para que el
encantamiento terminara de atrapar... - ¡Ah! Sí, la del pelo rubio y la piel quemada por el sol...

- Así es... Mira, te llamo para decirle a la señora que todo está previsto para el próximo
martes. Voy a hacer mi parte, y espero que ese día tú y tus amigos podáis hacer vuestra parte.

- Sí, si pones de tu parte, todo será menos complicado y las posibilidades de éxito serán
mucho mayores. No olvides el perfume....

Sin entender el consejo, Carina respondió:

- ¿Perfume? ¿Qué perfume?

- Sí, Carina, el perfume que compraste, igual que el que lleva la prometida del chico...

- ¿Pero cómo lo sabes si no le digo a nadie que lo he comprado?

- ¿Olvidas que soy un profesional?

Asustada por la exactitud de la información, Marisa/Carina suspiró profundamente, se


estremeció y habló:

- Muy bien, he separado el perfume y espero que sus trabajadores invisibles estén listos.
¿Necesitas la dirección de nuestra reunión para que no se pierda el lugar?

- No, mi niña, ellos ya saben dónde estará el trabajo. Después de que todo pase, vuelve aquí
para que podamos terminar de arreglar las cosas.

Al darse cuenta de que "las cosas" aún estarían pendientes de arreglarse, Marisa/Carina
respondió:

- Muy bien, entonces me pasaré...

- Adiós...

Sudando frío ante las perfectas perspectivas que se desplegaban ante sus ojos inmaduros y
sus sentimientos infantiles, Marisa se frotó las manos con aires de satisfacción y afirmó:

Esta mujer es parte de la demo... sabiendo todas estas cosas sin que yo diga nada... creo que
tengo a la persona adecuada para conseguir lo que quiero.
Y si todo sale como quiero, se merece un pago extra para compensar su servicio. Menos mal
que no le debo un favor a una bruja como ella...

Con gente así, es mejor ser amigos que enemigos.

Y con Glauco en la mano, no necesito nada más.

Así que todo se ajustó en la mente de los encarnados, sin imaginar los dolorosos desarrollos
que tendrían lugar en el camino de todos.

En casa, desde la advertencia recibida en el Centro Espiritista, Olivia se había vuelto más
cuidadosa con sus palabras, con sus actitudes irritantes, y siempre manifestaba sus opiniones
con cuidado para que no fueran el detonante de desavenencias.

Rodeándose de Gláucia, con la que mantenía una conversación en sintonía sobre temas
espirituales, Olivia le hizo saber la alerta que había recibido, buscando ayudar a su hija en los
momentos difíciles que se avecinaban, aunque sin especificar a qué se referían.

Ciertamente estaban ligados a su afecto por su prometido, en primer lugar, la palabra


espiritual le pedía que adoptara una actitud equilibrada y favorable para que no se envenenara
ni se dejara abatir por ninguna circunstancia.

Sólo así su afecto mostraría un verdadero potencial de elevación y pureza, suplantando las
fuerzas pantanosas de la inferioridad y tomando vuelo en las dimensiones luminosas del
Espíritu.

Olivia informó con las amables palabras de su madre que, interesada en apoyar a su hija que
estaba igualmente involucrada en la trama de un destino aún desconocido, lo hizo sin buscar
amargarla ni asustarla.

- Confiemos en Dios, Gláucia. En las horas oscuras de la vida, el sol sigue brillando en algún
lugar del firmamento, y tarde o temprano el amanecer volverá a aparecer en nuestro
horizonte.

No nos asustemos. Sepamos esperar, pues ante la luz de la Verdad, todas las nieblas de
nuestras dudas y resentimientos se alejan, sin violencia ni terror, venganza ni crimen.

Al escuchar la palabra serena de Olivia, Glaucia estuvo de acuerdo:

- Sí, madre, siempre tengo esta advertencia en mi corazón para vigilar mis pensamientos. Sin
embargo, es una advertencia que nos causa aflicción, porque por muy atentos que estemos,
no podremos evitar lo que pueda ocurrir. Me parece que este es el contenido de la
advertencia.

- Sí, niño. Yo también entendí las cosas así. Es una advertencia cuyo propósito es prepararnos
para una tormenta que se avecina y que no podrá ser evitada por las autoridades que velan
por nuestros destinos.

Tendremos que pasar por ello, por lo que es conveniente que nos abastezcamos del
importante alimento para el alma, en la consagración de los principios de tolerancia y
compasión, comprensión y perdón que contienen los artículos del almacén de Jesús y que
deben ser utilizados sin restricciones ni medidas.

Y todo, al parecer, según las advertencias que he recibido, involucrará también a nuestro
Glauco, a su hermano Luiz y, en consecuencia, a todos los que los queremos.

Entendiendo que la advertencia había sido clara, aunque no hubiera sido precisa en cuanto al
momento y al tipo de testimonio que se pondría sobre el grupo, Gláucia complementó-.

- Pues bien, agradezcamos a nuestros amigos espirituales que nos ayuden y con paciencia y
prudencia, sepamos esperar algo con el alma lúcida y sin ansiedades, porque si estamos
atentos, no podremos quejarnos de la sorpresa.

- Eso es lo que he estado pensando, hija. Vayamos más al centro para abastecernos de las
vibraciones afectivas de los amigos que nos apoyan y no tengamos miedo de nada, sin
conducirnos con arrogancia o insolencia ante las pruebas. Cuando todo haya pasado, seremos
más fuertes y más decididos en el camino a seguir.

De acuerdo con el genitor, Gláucia recordó:

- Sigamos haciendo nuestro evangelio en familia porque sabes que sólo un partido de fútbol
saca a papá de casa. Llevar la oración a nuestro hogar será también una forma de fortalecer tu
propia defensa en los momentos difíciles que, como se nos ha dicho, caerán sobre ti también.

- Así es... el martes estaremos aquí de nuevo.

La otra semana, el martes reservaba innumerables emociones para los personajes que
acompañamos.

Marcelo y Silvia disfrutarían de los placeres carnales libremente, incluso eligiendo el lugar.

Marisa establecería el plan de ataque según su deseo de seducir al codiciado chico, utilizando
la entrevista con él reservada.

Aprovechando las circunstancias, inducidas por las entidades negativas, Luiz acudía al
despacho de Glauco para pactar con su futuro cuñado. Todos ellos, sin embargo, podrían
cambiar su forma de actuar, eligiendo otros comportamientos. Ninguno de ellos había sido
obligado por las entidades perturbadoras a actuar de esa manera. Todos aceptaron
pasivamente sus consejos.

A su vez, Olivia, Glaucia y Glauco estarían en oración familiar.

El martes, de esta manera, podría no ser lo que resultó ser para todos, encarnados y
desencarnados.

Todos pagan un precio para poder crecer según sus intereses personales. Algunos sudan,
otros lloran, pero todos evolucionan, de una forma u otra.
30

MARTES I

LA OFICINA DE GLAUCO

Por fin había llegado la tan esperada oportunidad para que Marisa pudiera comenzar por fin el
acercamiento directo, según sus planes.

En ese momento, todo estaba en juego, sobre todo sabiendo que su marido la engañaba,
incluso con una cita y un lugar.

Para conseguir el clima que necesitaba, Marisa aprovechó su condición física, ya moldeada por
los ejercicios y el estilo "Gláucia" que había adoptado, intentando que sus formas fueran aún
más exuberantes.

Sin embargo, en cuanto a la ropa interior provocativa y sensual, prefería llevar un conjunto
menos provocativo, pero que, de manera muy fácil, pudiera ceder a sus movimientos, en el
momento exacto en que fuera necesario deshacerse de ellos.

En su forma de planificar, todo estaba ya bien perfilado. Así, tanto su vestimenta exterior debe
ser informal y discreta, como extremadamente provocativa que debe despertar fatalmente el
interés de Glauco por ser irresistible y atractiva.

Atendiendo a todos los detalles, Marisa trató de anotar la dirección detallada del motel en el
que se encontraba su marido con la otra mujer en un encuentro íntimo, incluyendo el número
de la suite, al mismo tiempo que se proveía de un pequeño revólver, que daría el trágico
contorno en el escenario.

Con todo preparado, la mujer de Marcelo acudió a la cita con el consultor empresarial,
cuidando de llevar, además, un fuerte maquillaje, que enfatizaba los rasgos abatidos de un
rostro que necesitaría mostrar preocupación, un dolor moral incontenido, compatible con el
estado de desesperación que escenificaría ante el muchacho.

Ojeras, pelo un poco descuidado, ambiente triste y nervioso, manos temblorosas, todo estaba
compuesto para que Glauco percibiera su inminente estado de desequilibrio.

Llegó a la oficina un poco antes de lo previsto.

Mientras esperaba, mostró su descontento a la secretaria en la antesala.

Sabiendo que Glauco estaba solo, la joven, a través del intercomunicador, envió a su jefe la
información sobre la presencia del cliente en la recepción, momento en el que, a través del
propio aparato, el chico le pidió que la condujera al interior de la oficina.

La sala de espera estaba situada a cierta distancia de la misma, de modo que las personas que
esperaban no podían ser vistas por las que estaban dentro de su lugar de trabajo, mientras
que su posición estratégica les permitía salir sin tener que pasar por el lugar donde los clientes
esperaban el servicio.

Nada más entrar en el despacho de Glauco, Marisa incorporó el papel de la mujer


desesperada que está al borde del colapso moral.
Su temblor y su aspecto denunciaban a una persona avergonzada por graves problemas, que
no pasaron desapercibidos para el chico.

- Siéntate, Marisa -dijo, poniéndose de pie para recibirla, cortés.

- Gracias. Realmente necesito sentarme un rato.

- Vaya, pareces muy nervioso.

- Sí, Glauco, las cosas no van bien.

- Por eso hemos concertado esta reunión, para que te explique los trámites a seguir para
obtener los permisos y demás requisitos para la apertura de la empresa, tal y como me
pediste.

- Así es", respondió, monosilábicamente.

Al ver el temblor de Marisa, antes de empezar a explicarle el caso, le pidió a la secretaria que
le proporcionara agua con azúcar a la joven.

Mientras esto se atendía, las entidades que seguían la escena, especialmente las que la
Organización había destacado para el proceso de influencia sobre Glauco, las mismas que
habían sido admitidas en el culto evangélico en la casa de Olivia semanas antes, estaban
atentas para que las actitudes de los personajes favorecieran sus intereses.

Sabiendo que Marisa contaría con el apoyo de los infelices Espíritus que asesoraban a la Sra.
Mércia, todos dispuestos a actuar de acuerdo con los objetivos deseados por la joven, el Jefe y
Juvenal, observados por Gabriel, organizaron el resto del traicionero plan, ayudando a
Jefferson, la entidad obsesiva de Luiz. Reforzaron en el muchacho la necesidad de buscar al
futuro cuñado para un encuentro más íntimo, donde las explicaciones de parte a parte
pudieran poner fin a ese difícil estado en el que se encontraba.

Así, programando las reuniones, las entidades nubladas se cuidaron de que Luiz llegara a la
oficina a última hora de la tarde, para que sus intentos se vieran favorecidos con los eventos
en curso, que involucraban a Marisa y Glauco.

Dentro del despacho, Glauco había dejado de lado la pretensión de explicar las cuestiones
técnicas para las que había sido contratado, para calmar al agitado cliente, solicitando incluso
la ayuda de su propia secretaria.

A medida que Marisa se iba encontrando con el objeto de la atención del chico, se agudizaba
su afición y su talento para la puesta en escena. Las lágrimas comenzaron a brotar, naturales,
mojando su rostro, como si denotaran la existencia de un problema grave.

- Vamos, Marisa, ¿qué pasa? Habla conmigo, si eso puede ayudar a calmarla.

- ¡Ah! Glauco, creo que todo tu esfuerzo fue en vano.

- ¿Qué quieres decir, Marisa? ¿Resolvió su problema con Marcelo de alguna otra manera?

- No, amigo mío. Las cosas están en camino de resolverse por sí solas, sin mucha burocracia ni
complicaciones.

- Vamos, habla -pidió el chico, mostrando interés por su historia.


Tratando de valorar la información para que tuviera el mejor impacto en las emociones de
Glauco, Marisa empezó a recordar las mismas escenas que se habían relatado en la reunión
anterior, cuando visitó por primera vez el despacho.

- ¿Recuerdas, Glauco, que yo había traído las grabaciones que indicaban la traición de mi
marido? Usted había planteado la posibilidad de que fuera algún malvado que quisiera
chantajearlo.

- Eso, recuerdo....

- Pues bien, desde entonces, observo mejor el contenido de sus mensajes, siempre después de
que se duerma y, para mi desgracia, he descubierto que no es un error. Es un caso antiguo, ya
repetido y estimulado por una mujer peligrosa, muy segura de sí misma para dejar mensajes
obscenos incluso en el contestador del móvil de mi marido.

- No es posible, Marisa. Marcelo siempre me pareció tan correcto...

- Sí, Glauco, es abogado y sabe mantener su pose, nunca asumiendo ningún tipo de desliz
moral. Sin embargo, para mí ya no hay dudas. Me está traicionando y no ha pasado tanto
tiempo.

Ante todo esto, estoy absolutamente perdido.

Antes, me imaginaba que era un mal sueño, como usted mismo sugirió que podría ser.
Confiaba en que tal situación cayera en el olvido de un malentendido. Sin embargo, el mensaje
indecente que escuché en su contestador destruyó en mí el último refugio de esperanza, en el
que me escondía para intentar seguir manteniendo una vida que parecía equilibrada y serena,
al lado del hombre que amaba y amo.

Pero ahora, habiendo descubierto la farsa del afecto, ya no sé a quién recurrir.

Viendo el estado de desequilibrio que se controlaba mal, Glauco todavía intentó defender la
posición de integridad de su amigo.

- ¿Pero estás realmente seguro de que esto es una traición?

- Por mucho que quiera dudar, la voz que permanece en mi mente me impide pensar que mi
marido no sabe lo que está pasando. Sin embargo, hoy, dentro de unos minutos, voy a marcar
esta situación para mí.

- Ahora, Marisa, ¿cómo es?

Ese fue el punto crucial de la conversación. Así que, con mucho cuidado para llegar al clímax
del drama, comenzó a explicar:

- ¿Crees, Glauco, que la insolente mujercita tuvo la osadía de llamar a mi marido y decirle en
qué motel sería la reunión el día y la hora que ella misma fijó, habiendo incluso determinado el
número de la suite que ya había reservado? Debe ser tan golfa -perdón por la expresión- y tan
conocida en este lugar que con una simple llamada telefónica puede incluso conseguir una
reserva de habitación como si se tratara de un hotel de clase.....

- ¡No puedo creerlo! - exclamó, asombrado, el propio muchacho.

- Pero tengo la dirección conmigo, lo tengo todo escrito aquí, en mi bolso....


Diciendo esto, como si tratara de demostrar su afirmación, pareciendo descontrolado
emocionalmente, comenzó a dar la vuelta a la bolsa en busca de un papel que ella misma
había puesto en el fondo para que no fuera fácil de encontrar.

Ante tal dificultad, decidió, como parte de la puesta en escena, darle la vuelta a la mesa,
nerviosa, para buscar la nota donde estaba la dirección del encuentro de su marido con su
amante.

Esto hizo que todas sus pertenencias, cámara de fotos, llaves, objetos de estética,
documentos, incluido el pequeño revólver acabaran colocados bajo la mirada de Glauco.

Finalmente, encontró el papel y se lo entregó al chico.

Mientras lo desplegaba, observó el cambio emocional de Marisa, prestando ahora atención al


arma de fuego que podría estar allí indicando la posibilidad de que la mujer traicionada tomara
alguna medida extrema de venganza.

A pesar de abrir el trozo de papel en el que se podía leer una dirección, con un horario y otros
detalles bien definidos, escrito por una letra temblorosa e indecisa, Glauco permaneció atento
a los movimientos de Marisa que, más que rápidamente, como si quisiera esconder alguna de
sus pertenencias, comenzó a recoger todo lo que había dejado a la vista, empezando por el
propio arma de fuego.

- Cierto, Marisa, aquí tienes una dirección y una cita... ¿pero estás segura de que es un motel?
¿No puede ser la casa de un cliente o el despacho de un abogado?

- Sólo si se trata de un cliente un abogado promiscuo o de un burdel, porque he estado en esa


dirección innumerables veces en persona y he visto con mis propios ojos que es un lugar de
encuentros clandestinos.

Además, ¿desde cuándo alguien organiza una reunión de este tipo para hacer negocios
dentro de una suite? Aunque mi marido fuera abogado del dueño del motel, esa reunión no
sería en una de sus habitaciones, sería en la oficina de la "empresa".

Al no poder negar sus argumentos, Glauco, ahora más nervioso y preocupado que antes,
empezó a intentar contemporizar.

- Eso aún no significa que Marcelo te esté engañando, Marisa.

- Sí, Glauco, los hombres siempre son así. Se protegen como pueden para engañar a sus
mujeres... Pero para que no dejes de tener razón, hoy voy a verificar esa verdad.

Así que he venido a pedirle que no haga nada más en mi caso porque creo que será una
pérdida de tiempo. Hoy las cosas se definirán por sí mismas...

... ...de una forma u otra...

Imaginando que esta vaga referencia podría referirse al uso del arma de fuego, Glauco
declaró:

- No deberías pensar en hacer nada que empeore la situación, Marisa. Me doy cuenta de que
estáis armados y, en estas horas, esos instrumentos no nos ayudan en absoluto...

Tratando de justificar la presencia del arma entre sus cosas, Marisa respondió, indiferente:
- Ahora, Glauco, ese revólver siempre ha estado conmigo en mi bolso.

- Puede ser, amigo mío, pero tal vez nunca has estado en una crisis tan dura como ésta.

- ¿Me estás llamando desequilibrada?

- No, Marisa. Sólo trato de hacerles pensar que esto podría ser peligroso para todos.

- Pero no veo ningún peligro. Como han visto en este periódico a las 18:00 horas de hoy, todo
será revelado. Estaré allí en el mismo motel, preferiblemente en la suite más cercana, para
poder salir y dar esquinazo a los dos cabrones.

Al hablar de esto, Marisa gesticuló nerviosamente, moviendo sus manos, avergonzando sus
dedos, vitrificando su mirada en el vacío, como si estuviera encantada con las imágenes
mentales que creaba, apuntando al peor escenario que cualquier persona lúcida pudiera
vislumbrar o imaginar.

Viendo que Marisa no estaba equilibrada emocionalmente y que a partir de ese estado podía
ocurrir una tragedia para todos, incluida ella misma, Glauco consultó el reloj y se dio cuenta de
que ya eran más de diecisiete horas.

Sólo le quedaba una hora para evitar una tragedia anunciada.

Sin embargo, no tenía forma de violar la voluntad de su cliente, que ya mostraba signos de
ansiedad ante lo avanzado de la hora.

Mientras todo esto ocurría dentro de la oficina, Luiz llegó para el ya mencionado
entendimiento con su futuro cuñado, sin, sin embargo, identificarse como tal, prefiriendo
pasar, solamente, por un amigo que necesitaba algún consejo profesional, que había llegado
sin cita.

Tras ser remitido por su secretaria a la sala de espera, se le informó de que Glauco estaba muy
ocupado con un cliente en dificultades y, por tanto, no podía interrumpirle.

Reconociendo que no había concertado una cita previamente, prefirió sentarse y esperar,
hojeando nerviosamente alguna revista que tenía a mano.

Mientras tanto, en el interior de la habitación, acabó escuchando el timbre de voz del chico
acompañado de la naturaleza sonora, identificando que realmente era el de una mujer
desesperada.

No prestó atención al contenido del tema, pero estaba perfectamente claro que la mujer
estaba fuera de control, como mínimo, demasiado prepotente.

Interesado en todos los movimientos, mantuvo su atención en todo lo que ocurría en virtud
de la intuición que le transmitían los Espíritus Obsesores, y no tardó en escuchar el sonido del
interfono con una petición de Glauco a su secretaria.

En el interior, el chico decidió acompañar a la desequilibrada hasta el lugar donde pretendía


entregar la bandera a su marido, con el fin de evitar una tragedia mayor, ya sea un doble
asesinato, o el suicidio de la chica.
Decidido a ayudar en la situación que le parecía crítica, pidió al empleado que intentara llamar
a la casa de su prometida para poder hablar con ella, antes de tomar cualquier medida, para
explicarle la gravedad del caso y no ocultarle nada a Gláucia.

- Un minuto, Srta. Olivia, por favor, voy a informar al Dr. Glauco. Espera un momento en la
línea, sí...

- Dr. Glauco, la Srta. Olivia informa que Glaucia aún no ha llegado a casa... - dijo su secretaria,
sin saber que Luiz la estaba escuchando en la sala de espera.

Sin entender lo que ocurría, pero encontrando extraño que esos nombres fueran
pronunciados allí, justo cuando esperaba a Glauco, redobló su atención para intentar descifrar
el contenido de la conversación.

- Sí, puedes dejar... - respondió la funcionaria - está en la línea, esperando una posición suya...
puede dejarme decir...

Retomando la llamada que había hecho por orden de Glauco, la secretaria se dirigió a Olivia, al
otro lado de la línea, dándole el mensaje de su jefe:

- Doña Olivia, el Dr. Glauco me pidió que le informara, por amabilidad, que le avisara a Glaucia
cuando llegara, que tuvo un problema de última hora que lo mantendrá más tiempo en el
consultorio, por lo que tampoco podrá estar en la reunión de esta noche. También dijo que, en
cuanto lo haya solucionado todo, llamará para hablar con Gláucia, explicándole mejor lo
inesperado.

Luiz se dio cuenta de que el mensaje había sido claramente entendido y que todo era
correcto. Con eso, él mismo tendría más tiempo para hablar con Glauco, después de que su
esposa se fuera.

Poco después de colgar, la secretaria volvió a comunicar a su jefe que el mensaje se había
dado tal y como él había solicitado.

Sin embargo, para sorpresa de Luiz, que en ese momento ya estaba bastante interesado en los
ruidos que oía dentro de la habitación de Glauco, identificó que sus dos ocupantes se estaban
preparando para salir.

El ruido de las sillas, el cierre de las persianas, todo ello indicaba que Glauco estaba dispuesto
a abandonar la habitación.

No pasó mucho tiempo antes de que Luiz oyera la voz de Glauco, diciendo a su secretaria,
secamente:

- Claudete, tengo que salir ahora con mi cliente, pero si alguien me llama, dile que no puedo
contestar. Apunta el teléfono y di que en cuanto me vaya, te devolveré la llamada....

- ¿Aunque sea la señorita Gláucia? - preguntó el empleado.

- No llamará. Pero incluso si es ella, puedes decir que estoy ocupado y que la llamaré más
tarde.

- Sí, señor... haré lo que usted diga.

Luiz, al escuchar esa información, instigada por su propia malicia y la de la entidad que lo
controlaba, empezó a considerar muy sospechosa la conducta de Glauco. Primero llamó para
decir que tenía un problema en la oficina y que no podía ir a la reunión de oración esa noche.
Poco después, en contra de sus declaraciones, salió de la oficina con otra mujer y ordenó a la
secretaria que no dijera a nadie que se había ido... ...incluyendo a su propia prometida.

Los espíritus perseguidores se enfadaron, involucrando a Luiz con la preocupación de seguir a


Glauco para descubrir sus secretos e incluso para proteger a su hermana contra cualquier
desliz del novio.

Así, esperó un poco hasta que se oyó la llegada y la salida del ascensor y, como la secretaria
no lo conocía realmente, anunció que volvería otro día. Sólo entonces el empleado recordó su
presencia. Disculpándose, avergonzada, informó de que el propio jefe acababa de marcharse.

- No importa, volveré otro día. Además, las cosas estaban un poco "calientes" ahí dentro -
respondió Luiz queriendo ser amable.

- Realmente no era el mejor momento... - respondió Claudete.

Al salir de la oficina, encontró la escalera. Sabiendo que a esa hora el tráfico de los que iban a
casa congestionaba el ascensor, bajó lo más rápido que pudo y se colocó dentro de su coche
para seguir la salida del vehículo del cuñado.

Mientras procedía a esta hazaña, sus acelerados pensamientos se veían estimulados con la
idea de que estaba señalando al futuro cuñado en alguna grave infracción moral, lo que le
serviría como una importante baza que sabría utilizar para desenmascarar al muchacho, ahora
también sospechoso de traición, en la mente de Luiz.

Y cuanto más esperaba, más influía Jefferson en los puntos cerebrales que golpeaban sus
sospechas, por lo que seguiría el coche de Glauco para librarse de esa situación.

Al final de la tarde, el coche del cuñado llevando una hermosa rubia con gafas de sol, la turbia
conversación de momentos antes, todo se combinaba para una flagrante excepcional, que
reduciría al cuñado a la miseria moral.

Luiz era un espíritu tacaño y recalcitrante que, presionado por sus propias faltas, quería ver en
todos los que le rodeaban, personas igualmente viciosas como él, para que su baja conducta
moral acabara justificada como algo que también hacían todos los demás.

Y el hecho de que Glauco hubiera descubierto su comportamiento homosexual generaba una


aversión natural hacia el muchacho, porque se sentía rehén de él, algo que ahora podría
revertirse, si se confirmaba la condición de infidelidad.

Luiz, eufórico, intentó seguir el vehículo de Glauco por todas las calles y avenidas que recorría.

El horario no ayudó a la velocidad del tráfico. Por lo tanto, no fue difícil vigilar a esa pareja,
tanto como darse cuenta de que el coche se dirigía a un lugar alejado de los lugares
tradicionales frecuentados por su hermana.

Jefferson, informado por el Jefe de la sórdida trama que se establecería ese día, empujaba
cada vez más a Luiz a la corriente de la duda o la sospecha, por la que mantendría en su
espíritu la idea previa de un crimen moral, consumado a espaldas de su querida hermana,
Gláucia.
Volviendo un poco a los acontecimientos de aquel día, encontraremos a Glauco confundido
ante la evidente posibilidad de una tragedia, involucrando a Marisa y Marcelo en una situación
digna de un relato policial de lo más trágico.

Al estar más equilibrado, se dedicó a la obligación de tratar de disuadir a Marisa de la práctica


de esa conducta, tratando de ayudarla para que no cometiera ninguna locura con ella misma y
ningún crimen con los dos que atrapara.

Sin embargo, no sabía que ese era exactamente el plan de la chica. Crear en su corazón el
deseo de evitar una tragedia, gracias a la intención deliberada de dar la flagrancia a su marido
infiel acudiendo al motel donde tendría lugar el encuentro.

Así que, como Marisa no cejaba en su decisión, trató de comunicarse con Gláucia, para poner
en conocimiento de la novia el estado de desesperación de Marisa y, quién sabe, pedirle su
compañía para ir juntos al lugar de encuentro clandestino.

Como no la encontró, prefirió no dejar con otra persona la extraña noticia de que se iba con
otra mujer a un motel....

Mucha explicación para tan poco tiempo, en un momento tan complicado y emergente como
ese.

Prefirió optar por las noticias rápidas, incluso no dejar que su propia secretaria conociera su
destino o el propósito de su salida de la oficina.

Por ello, se limitó a informar de que no iría al culto evangélico ese día porque imaginaba el
tamaño del problema que tendría que gestionar si el encuentro de Marisa y Marcelo, junto con
su amante, se producía realmente, algo que estaba decidido a evitar.

Al ver que Glauco había mordido el anzuelo, Marisa aún trató de disuadirlo de que la
acompañara al motel.

- No es necesario, Glauco, puedo ir solo...

- Pero te acompañaré para que no te pase nada grave. Tal vez necesites un amigo en este
momento... - el chico hablaba, pensando en una forma de sacar su arma en el camino.

- También llevé una cámara para no dejar ninguna duda sobre la conducta del canalla.
También podría decir que no estaba allí y que todo era una locura por mi parte... después de
todo, el cabrón es abogado y sabe muy bien cómo hacer las cosas...

- La foto es mejor que el disparo, Marisa...

- Depende, Glauco... depende de la orden.

El intento de disuadirlo era parte del escenario. Lo cierto es que Marisa se puso eufórica
cuando se dio cuenta de que el chico había mordido el anzuelo.

Necesitaba mantener el equilibrio porque no podía dejar que las cosas se torcieran ahora.

Se puso las gafas de sol y aceptó bajar al garaje del edificio para seguir la dirección en el coche
de Glauco.

No tenían ni idea de que Luiz iba a seguirlos a ambos.

Todo en dirección al motel donde se había programado la reunión de Marcelo y Silvia.


Hablando de los dos, los conoceremos en los preparativos de su momento de intimidad.

Marcelo, portando los documentos que iba a presentar a su compañero de trabajo, para
demostrar la deshonestidad de Leandro, mientras Silvia, dispuesta a otra tarde/noche de
aventuras y estimulantes orgías sexuales, para las que se había arreglado con esmero, ayudada
por la compañía de sus dos socios más íntimos, el Jefe y Juvenal, ambos asociados en su larga
explotación sexual, encontrando, en sus fantasías y excesos, la fuente de intensos placeres que
la falta del cuerpo físico ya no les permitía por otros medios.

Todos los trucos, accesorios y recursos de seducción que la sociedad actual tanto ha
propiciado a sus miembros estaban al alcance de esa pobre mujer, rebajada en sus excesivas
aventuras, haciéndola ansiosa y animada en el ejercicio de las facultades sexuales cuando, en
verdad, el sexo debería servir para el intercambio de afectividad, de afecto, de energías
fecundas entre partes que se aman.

Ese lugar ya era visitado regularmente por Silvia, que reservaba libremente por teléfono las
reservas que quería, como había hecho para esa tarde.

Sabiendo del interés de Marcelo por su cuerpo y por la intimidad que ambos conocían del
encuentro anterior, Silvia había llegado antes de lo previsto para prepararse, tanto ella como
el entorno, para la llegada del esperado aventurero.

Nada más entrar en el motel, aparcando su coche en una de las dos plazas de aparcamiento,
lo dejó abierto para que Marcelo detuviera el suyo, al promover el cierre y el aislamiento de
los vehículos.

Mientras esto ocurría, Glauco y Marisa llegaron al lugar, solicitando una suite cercana a ese
número que la esposa de Marcelo conocía.

Según la información del empleado, eligieron uno que les parecía favorable porque estaba
situado justo enfrente del que ocupaba la pareja que Marisa pretendía coger, lo que facilitaría
la visualización de la llegada o salida de cualquiera de los coches.

En cuanto se posicionaron, se dieron cuenta de que ya había un coche aparcado.

Marisa bajó y trató de bajar la puerta del garaje de su suite, una valla de plástico opaco que
permitía ocultar los vehículos a los ojos de los demás a la vez que facilitaba la distancia lateral
de la cortina de plástico flexible, para la observación de los vecinos del frente, cuando llegó
Marcelo.

Glauco sabía que esta situación era peligrosa para él, ya que se había permitido ir a un motel
con otra mujer. Sin embargo, la conciencia tranquila y la compañía de los espíritus amigos que
se hicieron aún más cercanos, compensaron la presión psíquica de los espíritus inferiores que,
sobre Marisa, se hicieron más intensos para consumar su ansiado deseo de cercanía.

Sin embargo, las fuerzas del mal no se limitaron a crear esta dañina coincidencia.

En la calle, fuera, un Luiz asombrado y eufórico confirmó sus sospechas. De hecho, ese santo
Glauco era, en realidad, un taimado traidor. Le hacía creer a su hermana Gláucia que era un
hombre honesto y, mientras la familia rezaba junta, el cuñado sinvergüenza se metía en un
motel con otra mujer, poniendo excusas con las que disimulaba su conducta.

Allí, en ese momento, Luiz sintió que tenía un poder supremo.


Hasta entonces, Glauco había guardado el secreto de su homosexualidad, que le obligaba a
esconderse, a huir de su presencia. Ahora, Luiz ya no era vulnerable. También tenía el secreto
de poder sentirse limpio o tan indecente como cualquier otro hombre de su edad, como le
gustaba pensar, cada vez que sabía de los deslices de algún otro conocido.

Sin embargo, al mismo tiempo se alegró de ver que no sólo él era el débil, asumiendo la
prevaricación de Glauco, su amor por Gláucia hacía más grave la confirmación de aquella
traición del novio.

Sabía de las fechorías de Glauco en el pasado y había sido testigo del sufrimiento de su
hermana en su momento cuando su entonces novio se aventuró con una mujer mayor.

Todo había pasado desde entonces con la modificación de la conducta del muchacho. Sin
embargo, ¿había ocurrido realmente? ¿No es posible que Glauco sólo haya tenido más cuidado
en ocultar sus escapadas?

¿No sería Gláucia la ingenua que no quería ver lo que estaba pasando?

¿Por qué dejar que su hermana se casara con un individuo mentiroso que ya le había dado
pruebas de indecencia, pruebas que ahora repetía de forma clara y contundente?

Todos estos pensamientos fueron creciendo en su mente, en los momentos en los que se
había dejado estar dentro del coche, cerca del motel donde había visto penetrar a Glauco unos
minutos antes.

Jefferson, el observador espiritual estaba a la expectativa, manipulando su invigilancia para


que, con la excusa de alertar a su propia hermana, le hiciera conocer personalmente la
traición, en la puerta del lugar donde estaba ocurriendo.

Titubante, pero con la clara idea de prestar un excelente servicio al corazón de su hermana, a
la que decía amar profundamente, Luiz lo tomó de su celular y la llamó a su casa.

- Hola - dijo el chico, medio nervioso.

- Bien, ¿con quién quieres hablar? - respondió la voz jovial de la hermana, al otro lado de la
línea.

- Hola, Glau, es tu hermano, ¿de acuerdo?

- Hola, Lu -respondió la hermana, íntimamente.

- Escucha, te necesito ahora. ¿Puede ayudarme?

- ¿Qué pasó, Lu? Dime de qué se trata.

- Bueno, coge tu coche y reúnete conmigo en la dirección que te voy a dar.

Escríbelo... pero tiene que ser ahora...

Mientras su hermano pasaba la dirección, Gláucia dijo:

- Caramba, Luiz, justo hoy es un día de oración aquí en casa... y Glauco ya avisó que no podrá
venir...

- Pero es urgente, Glau. No puedo hablar por teléfono... Vengan rápido y les explicaré cuando
lleguen. No es nada serio, pero realmente te necesito. No puede tardar mucho.
- Muy bien... en esta dirección debería estar allí en media hora.

- Eso es genial. Estoy en mi coche al otro lado de la calle. Detente justo detrás de mí.

- Es un trato. Pero mira lo que estás haciendo...

- No te preocupes, hermanita. Nunca iba a hacer nada que te hiciera daño.

Colgó el teléfono y esperó a que llegara su hermana.

Ni siquiera se dio cuenta de que, al cabo de unos quince minutos, otro coche entró en el
motel, con destino a la misma habitación donde Silvia ya estaba preparada para su llegada.

Era Marcelo el que venía, acompañado de Gabriel, el lisiado, a quien, debido a su poca
experiencia en las inquietantes rutinas, se le había encomendado la tarea de asegurarse de
que el marido de Marisa viniera, acompañándolo hasta el lugar.

En el interior de la suite, el Jefe y Juvenal estaban pendientes de disfrutar de aquellos


momentos de exagerada sexualidad, implicándose íntimamente con la experimentada Silvia,
tocando sus centros genéticos, estimulando sus pensamientos lascivos, ayudando a crear un
clima de excitación mental con el que ambos se implicarían y aprovecharían aquellas
explosiones de euforia y placer.

31

MARTES II

EL MOTEL - PROTEGER A LOS MALOS

Mientras Gláucia se dirigía al lugar sin imaginar lo que le esperaba, Marcelo ya estaba
llegando, cargado con los documentos que Camila le había proporcionado como prueba de la
participación ilícita de Leandro, al mismo tiempo que Marisa y Glauco se posicionaban en el
garaje frente a la suite que recibiría a los dos amantes.

Naturalmente, el deseo de Glauco no era husmear en la infidelidad de Marcelo, sino estar


presente para tratar de evitar una supuesta tragedia. Así, mientras Marisa, la esposa
traicionada, buscaba el mejor ángulo para las fotos irrefutables, Glauco se encargó de cerrar el
coche en cuyo interior había quedado el bolso y las pertenencias de la joven, incluido el
revólver que había entregado en su despacho, evitando así cualquier actitud descabellada.

La llegada del vehículo del marido fue acompañada por la esposa traicionada, paso a paso, con
las instantáneas fotográficas registrando la entrada, el camino, el aparcamiento, la bajada de
Marcelo, su tarea de bajar el techo que sellaba el garaje de miradas indebidas, antes de entrar
en las habitaciones destinadas, en general, a encuentros fortuitos.

En todas estas etapas, Marisa trató de fotografiar la llegada y presencia física de su marido,
para tener más documentos visuales de su conducta sospechosa, además de incluir los
registros del otro vehículo que ya estaba dentro del garaje, con la mejor visualización de
detalles como número de matrícula, modelo, color, etc.
Sin embargo, como recuerda el lector, ese día la principal tarea de Marisa no era tanto atrapar
a su marido, por el que ya no sentía el mayor interés. Por el contrario, era poner a Glauco en la
condición vulnerable de un hombre bajo la tentación de la carne, como se había
comprometido al contratar los servicios de la señora Mércia y del equipo espiritual inferior que
la asesoraba.

Así, cuando su marido ya había entrado en la respectiva suite, lo que podría significar, para
Glauco, el cumplimiento de los objetivos de aquella empresa, Marisa comenzó a simular un
estado de desequilibrio emocional, indicando nerviosismo, mareo, vértigo, caída de presión,
intentando, con ello, llamar la atención de su acompañante que, como se pudo comprobar,
hizo todo lo posible para no entrar en la habitación del motel destinada a los dos. Se quedó en
el garaje, acompañando a Marisa.

Para hacer más convincente su puesta en escena, empezó a gesticular en busca de su bolso,
donde sabían que estaba el revólver.

- Glauco, ¿dónde está mi bolsa? Ya viste, ese sinvergüenza, ese bribón, ese vago me está
traicionando ahí en la cara, se está encontrando con otro en mis narices... no puede quedar
así...

- Tranquila, Marisa -intentaba tranquilizar el chico, notando el visible desequilibrio de la mujer


de Marcelo.

- Vamos, quiero mi bolso...

- El coche está cerrado...

- ¿Cómo? - gritó Marisa, fuera de control... - No puedo dejarlo así... vamos, voy a terminar esta
historia ahora mismo... dame mi bolsa!!!!!....

Y sabiendo que, en realidad, lo más importante era conseguir que Glauco entrara en la suite,
Marisa empezó a gritar, mezclando una expresión de odio con un grito desequilibrado y casi
convulsivo.

Al ver que la mujer sufría una crisis difícil de controlar, Glauco reflexionó, tratando de
calmarla:

- Cálmate, Marisa, tienes que controlarte. No sigas gritando... no resolverá nada... sólo
empeorará las cosas....

Sin embargo, al ver que Marisa empezaba a golpear el coche, en su afán por coger el bolso en
busca del arma, Glauco acabó viéndose obligado a recogerlo dentro de la suite para que, sin
escándalo, Marisa pudiera ser contenida.

Eso es todo lo que quería. Entonces, en cuanto se encontró con que la llevaban a la sala
reservada, Marisa se dio una tregua y se dejó empujar hacia el destino, donde todo podría
suceder de una manera más fácil y directa.

Todo lo que había preparado antes tenía como objetivo llegar a ese momento o a esa
situación.
Mientras esto ocurría en el plano físico, veamos el panorama desde el punto de vista del plano
espiritual.

Fuera del motel, la entidad obsesiva de Luiz controlaba sus pensamientos y sentimientos para
actuar y desenmascarar a su futuro cuñado, alertando a su hermana sobre su frívola conducta
con la prueba concreta de su infidelidad. Esta sería una doble manera de deshacerse de su
problema. Protegería a la hermana que amaba de la acción de un aprovechado mentiroso y, al
mismo tiempo, mantendría al conocedor alejado de su debilidad en el seno de su familia, sin
tener que preocuparse por encontrarse con Glauco, el único que sabía de su participación
homosexual clandestina.

Jefferson, el astuto ente, directamente vinculado a la Organización, continuó obedeciendo las


órdenes recibidas directamente del Jefe, manteniendo a Luiz bajo estricto control.

En el interior de la habitación, Silvia se vio absolutamente envuelta por el dúo de entes


obsesivos que habitualmente despotricaban con las emociones de muy bajo nivel que ella se
permitía, viviendo las alucinadas aventuras con la justificación de entregarse a una intensa
excitación, Sin darse cuenta de que esto se producía en virtud de que, mientras su cuerpo se
relacionaba con un hombre físico, su alma se veía envuelta en un sensualismo múltiple, ya que
los dos compañeros invisibles participaban activamente en el acto sexual, formando el trío
masculino con el que intercambiaba sensaciones simultáneamente.

Marcelo, al llegar al ambiente, se vio inmediatamente envuelto por el clima lascivo y


embriagador de aquella habitación. Destinado constantemente a los encuentros carnales, el
ambiente psíquico era uno de los más inferiores, correspondiendo a una verdadera arena, en
medio de la cual la cama bien ordenada y las luces estratégicamente colocadas servían de
escenario improvisado para la exhibición física, mientras que el público se revelaba, de una
habitación a otra, encontrándose siempre con los diversos patrones de perversión o estímulos
inferiores que estaban presentes en los diversos ambientes.

Junto a las vibraciones sensualistas repetidamente emitidas y condensadas por innumerables


entidades desequilibradas, las escenas transmitidas por los aparatos de televisión, en su
mayoría en sintonía con la pornografía más vulgar, correspondían a la levadura de las
emociones vulgares y animadas, estimulando a las personas a recordar sus experiencias
pasadas, en los períodos de inmadurez de la personalidad de otras vidas, cuando la cruda
animalidad empujaba a cada uno a las perversiones de la sexualidad, en los excesos, abusos y
violencias que se archivaban en el inconsciente de cada persona que los atendía.

Así, todas las fuerzas de aquel entorno cooperaban para que quienes se dejaban envolver en
sus redes acabaran abandonados a los excesos de todo tipo, bajo el aplauso del público de
entidades viles y viciosas, libertinas y pestilentes, igualmente presas de las sensaciones
corruptas de la sexualidad desequilibrada.

Verdaderos monstruos, que presentaban la apariencia de criaturas convulsas, en actitudes


flagrantemente obscenas, babeando y espumando al ritmo de la contorsión de quienes se
exhibían en el escenario de aquella improvisada arena, mientras gritaban, convocando a otros
asociados para acompañar una u otra actuación.

Así, el motel era un verdadero cúmulo de entidades, que se movía como una masa viscosa de
un lado a otro, siempre en función de dónde viniera el mayor volumen de gritos y agitaciones
del público.
Marcelo se había sumergido, como decíamos, en este ambiente que, de una u otra manera,
casaba con la excitación que le acompañaba, recordando las emociones ya vividas con aquella
mujer, allí en el papel de hembra vulgar.

Y por mucho que sus ideas estuvieran ligadas al objetivo de ganarse el interés de Silvia para
desenmascarar a Leandro, lo cierto es que sabía lo que

Esperaba, un sentimiento que llegaba directamente a sus intereses masculinos, en el ejercicio


de la actividad sexual que ya no disfrutaba al lado de su mujer.

Como la mayoría de los hombres que no aprendieron a controlar el impulso de la sexualidad,


Marcelo fue, por el contrario, controlado por ella, situando el dominio que ejercía sobre el
cuerpo por debajo de las sensaciones y los placeres que éste podía proporcionarle.

Utilizando las excusas o justificaciones tradicionales, el chico se permitió ese tipo de


implicación como alguien que ejerce su naturaleza masculina, sin importar las implicaciones
morales o los compromisos emocionales que ya había establecido.

Adepto a la filosofía de que si no se aprovecha la ocasión, algún otro la tomará, Marcelo llegó
al borde del volcán, con la conciencia de que podía salir chamuscado de este encuentro, un
riesgo que, más que aceptado, fue, de hecho, ansiosamente buscado por sus emociones.

Marcelo, entonces, apareció como quien se adhiere incondicionalmente al acto, esperando


retirar lo mejor para sus emociones masculinas, en el ejercicio de la función animal, divorciado
de los ascendentes morales que podrían hacer del sexo la expresión del afecto sincero y la
antesala del emprendimiento compartido.

Confundida con las sensaciones de la excitación instintiva, la sexualidad había terminado por
transformarse en una espina en la carne, impulsada por una necesidad de estímulos
crecientes, en el mismo campo de los vicios más comunes que siempre exigen mayores dosis a
sus usuarios.

Por eso Marcelo no pudo verse protegido, tanto como Silvia, por la acción generosa de
entidades amigas que pudieran apoyarlos con consejos positivos de contención y cuidado.

Sacerdotes del placer por el placer, adictos al ejercicio de la sexualidad banalizada por las
exigencias consumistas de una sociedad que la explora para convertirla en un instrumento de
consumo, los dos no eran más que marionetas guiadas por el deseo carnal, manipuladas por
entidades inferiores que los utilizaban para extraer la carga de energías vitales templadas por
el impulso mental erótico.

Al mismo tiempo que el ambiente vibratorio de la sala se asemejaba más al de un rodeo, con
la arena y las gradas, incluidos los anunciantes, los locutores narrando las escenas, la gran
pantalla proyectando películas grotescas, un grupo de Espíritus amorosos y misioneros
permanecía en oración en el ambiente, buscando dar continuidad al apoyo tanto de los
encarnados invigilantes como de los Espíritus alucinados que, por razones obvias, no podían
visualizarlos por estar en otro patrón vibratorio.

Allí estaban Félix, Magnus, Alfonso y otros Espíritus especializados en los rescates y en las
tareas relacionadas con la locura de la sexualidad desquiciada, utilizando la locura de hombres
y mujeres con la finalidad educativa y reorientadora de sus conductas.
Cuando Marcelo llegó al lugar, Gabriel, el lisiado, lo acompañó como si lo escoltara a salvo
hasta el fatídico encuentro.

Al mismo tiempo, el Jefe y Juvenal se encontraron enredados con el seductor y fragante


cuerpo de Silvia, a la espera de las fuertes emociones a través de las cuales ambos recogerían
el alimento para satisfacer sus necesidades igualmente viciosas.

La llegada del muchacho eufórico al público que, gritando, pedía el inicio del espectáculo,
anunciado de antemano por los Espíritus perturbadores, convocando a más y más entidades
desequilibradas para ayudar en los excesos y la excitación del encarnado.

En cuanto Marcelo se vio solo en presencia de Silvia, un grupo de entidades femeninas del
mismo desequilibrio en el área de la sexualidad se proyectaron sobre él, acariciándolo,
emitiendo rayos oscuros y pegajosos sobre su mente y sus centros de génesis, pegando su
deseo de placer y haciéndole recordar las excitantes aventuras que ya había vivido con
innumerables mujeres.

- Te queremos, queremos que te eleves a las alturas... no nos niegues esa posibilidad... eres
nuestro hombre... - eran los susurros que llegaban a la acústica de su alma, aunque sus oídos
carnales sólo escuchaban las excitantes y provocativas palabras de la propia mujer que le
esperaba.

Gabriel, el lisiado, al observar que tanto el Jefe como Juvenal estaban desconectados de su
atención hacia él, se acercó al lugar donde se encontraban las entidades amigas, como si las
estuviera identificando.

Fue entonces cuando Félix, conociendo la alucinación en la que se encontraban los otros dos
asociados, extendió sus manos sobre la mente de Gabriel y le preguntó directamente:

- Hijo mío, ¿todo es como se planeó?

Inmediatamente conmovido por la pregunta que llegó a su cerebro, Gabriel activó sus poderes
mentales y respondió:

- Sí, papá, todo está listo como lo pediste.

- Bien, entonces. Buen trabajo, Gabriel. Esperemos el momento adecuado para que comience
el proceso de rescate. Estad preparados para que vuestras poderosas energías puedan ser
utilizadas como la fuerza necesaria para la transformación de las almas, protegiéndolas de sus
propias perversidades.

- Sí, papá... soy consciente...

Fue entonces cuando Magnus, admirando la íntima relación que existía entre Félix y aquel
ente deforme, preguntó, perplejo:

- ¡¡¡Pero siempre pensé que se trataba de un espíritu ignorante y maligno!!!

¿Cómo puedes ahora escuchar sus pensamientos y tratarlo como un papá? Tranquilo y
paciente, explicó Félix:

- La obra divina no desperdicia nada ni a nadie, Magnus. Este hermano es uno de los
abnegados trabajadores del Bien, al servicio de los lugares más sórdidos como un esfuerzo de
Amor para apoyar a los que sólo piensan en hacer el mal.
Naturalmente, no guarda una evolución afilada. Sin embargo, aprovechando su estado
adulterado en la forma, remanente de su última encarnación en el sufrimiento purificador,
Gabriel aceptó la invitación de nuestros superiores para realizar la tarea del Amor, oculto por
el deformado capullo vibratorio que no le sería difícil mantener por la fijación mental de su
último viaje terrenal, a la vez que utilizaría su despierto sentimiento del Bien para ser útil en el
momento oportuno.

Dirigiría su acción con el cuidado indispensable, haciendo uso de la personalidad tullida con la
que se había revestido desde la última experiencia carnal, atemperando su conducta con su
aparente ingenuidad, de la que se apoderarían las entidades turbias. Éste, sin gran capacidad
para penetrar en la observación profunda del espíritu, sorprendido por su apariencia, lo aceptó
como resultado de ella, desajustado y espantoso, imaginando que bajo tal forma, el mal
estaría ciertamente dormido.

Y el estado halagador y palpable sería revelado por las entidades dirigentes de la oscuridad,
entrando en él la posibilidad de utilizar procesos de encarnación y espíritus aterradores,
intimidados por su forma aterradora.

No sabían, sin embargo, que Gabriel seguía interesado en el cumplimiento de la tarea a la que
se había comprometido con los generosos amigos que le han sostenido, no permitiéndose
actuar en el mal y defendiéndose de tales misiones con la actitud perturbada, propia de
entidades inexpertas o abrumadas, que necesitan ser entrenadas en el mal por otras más
conocedoras de sus mecanismos.

Así, hace unos meses, Gabriel acabó siendo aceptado en la organización como un importante
elemento de intimidación, aunque se le veía como un niño grande al que había que formar y
entrenar para las tareas de persecución.

Así pudimos mantener a uno de nuestros soldados en misión de reconocimiento, expuesto a


los más diversos riesgos, pero dispuesto a cualquier sacrificio para ayudar al encarnado, en el
nivel más amplio que traza la espiritualidad superior.

Sorprendido por la directa y clara explicación, Magnus admiró la Sabiduría Divina y


permaneció en silencio, observando el desarrollo de aquella escena, inusual para él hasta ese
momento.

Mientras tanto, en la arena, el espectáculo había comenzado con los vítores de las entidades
inferiores, observando y pidiendo más, gritando expresiones indecentes y vertiendo sobre la
pareja que estaba contorsionada por las deletéreas cargas energéticas de sus ideas ordinarias.

Mientras todo esto ocurría, Félix y Alfonso se acercaron a la pareja encarnada y, uniendo sus
vibraciones en una oración, comenzaron a crear un campo magnético que conectó aquella
habitación con los rayos luminosos que comenzaban a caer desde arriba.

Sin atender a las entidades que observaban el espectáculo, ahora agitadas por el clímax del
orgasmo físico, las dos almas se vincularon a los planos superiores de la vida para que, a partir
de ese momento, las actitudes de la ignorancia comenzaran a ser disciplinadas por la propia
ignorancia que las caracterizaba.

Mientras la pareja se permitía la relajación física, buscando fuerzas para una segunda etapa en
la disputa carnal, como la lucha de los gladiadores medievales despojados de sus armaduras
tradicionales, las entidades instructoras, experimentadas en la cuestión de la sexualidad
humana en la superficie de la corteza, confraternizaban, fraternalmente, en la emisión de
energías, pidiendo a Dios y a sus superiores espirituales poder apoyar la insensatez humana,
por los caminos que más eficazmente la hicieran volver a la conciencia, incluso a través del
sufrimiento.

- Señor, aquí estamos -dijo Félix, conmovido- como siervos de su amor para llevarlo a todas
partes, aunque nuestra función nos obligue a entregarlo a quienes se han dejado caer en la
pocilga de los placeres viles. Humildes seguidores de su voluntad, apartando de nosotros la
condición de jueces de los equívocos de nuestros semejantes, equívocos en los que ya nos
hemos centrado innumerables veces, pedimos, en este momento, la sabia concesión que
permita que la lección superior guíe a estos hermanos hacia el camino elevado de su propia
transformación.

Ayúdanos, Señor de la Vida, a que cada vez más semejantes encuentren el Granero Celestial y
se sirvan de los manjares que matan el hambre del alma para siempre.

Estos, que están aquí, son los mismos a los que su dulce y compasiva voz se había referido
cuando pidió al Padre que perdonara a sus verdugos porque no sabían lo que hacían.

Tampoco saben lo que hacen, Señor, y por eso estamos aquí para invocar tu protección
agustiniana para el momento sublime del despertar.

Concédenos, Jesús, la autorización para que sus vidas sean devueltas de la basura de la locura
al ambiente más elevado del Hospital de la experiencia, para que medie, nutra y despierte...

La oración se había vuelto luminosa en los corazones de las dos entidades, cuyos brazos
extendidos hacia arriba parecían haberse transformado en antenas que tocaban los arcos
celestes, tal era la efusión de luz que descendía desde allí sobre aquel entorno.

La oscuridad, las tinieblas, la perversidad, la maldad, la ignorancia, la atmósfera pestilente, en


un momento dado, se disolvió y, sorprendidos por tal estado de elevación, todos los entes
perturbadores y vagabundos que allí se alimentaban soportaron un choque de energía que
produjo en ellos una huida espantosa, una parálisis o un desmayo.

En contacto con las fuerzas sublimes que venían del más allá, la mayoría de ellos salieron en
carrera derrumbada, abandonando ese ambiente íntimo y buscando penetrar en otras
habitaciones, asustados.

Aproximadamente un tercio de los Espíritus que se deleitaban en las gradas del libertinaje,
tocados por el diferente contenido de fuerzas y en virtud de las condiciones de cansancio
energético en que se encontraban, entidades ya cansadas de ese tipo de emoción que los
había consumido durante mucho tiempo, Experimentaron un leve adormecimiento en el
mismo lugar donde se encontraban y, así, dormidos en su propia sede, en medio de los
hediondos escombros que producían, fueron recogidos por abnegados trabajadores del
mundo invisible que inmediatamente se precipitaron al entorno, como enviados por la
solicitud celestial a la labor de recuperar a los afligidos del mundo.

Sin embargo, ese fenómeno espiritual se limitaba sólo a las fronteras de esa suite del motel y
no se extendía a las demás habitaciones, aunque el desorden de las entidades interiorizadas
había producido igualmente desesperación en las demás galerías y gradas de las habitaciones
cercanas.
La pareja, que llevaba un tiempo en la cama, debido a la modificación de las vibraciones que
los rodeaban, se encontró tomada por una pesada somnolencia, atribuida por ellos mismos al
desgaste físico en las expresiones de la sexualidad que salía. Un sueño irresistible envolvió sus
cuerpos, liberando a las dos almas de los grilletes de la materia física y permitiendo que Silvia,
en espíritu, se encontrara abrazada por sus dos compañeros que la habían estado explotando
sexualmente durante mucho tiempo.

En ese momento la chica se asustó.

Parecía que su periespíritu, visiblemente deformado por el tenor de sus pensamientos y


actitudes inferiores, se unía al periespíritu de las otras dos, y se presentaba igualmente
adulterado. Por el contenido de las vibraciones inferiores que emitían, ambos, allí, habían
asumido una apariencia física animal, en una mezcla de hombre con hienas acosado por la
expresión facial de hocicos, pelos y risas histéricas, quedando íntimamente ligados a la mujer
que exploraban, transformados en un trío asociado por las mismas emociones.

Silvia gritó asustada, tratando de escapar de la horrible compañía. Al mismo tiempo, los dos
Espíritus se dieron cuenta de la forma grotesca en que aparecía ahora ante sus ojos, con el
aspecto de una vieja y temible bruja.

Sin embargo, por mucho que lucharan entre sí, no podían deshacerse de él, pues los tres
estaban pegados, periespíritu a periespíritu, como dos plantas saprofitas que echan raíces en
el tronco de su huésped.

Silvia, en espíritu, no podía ver a Félix y Alfonso como las entidades amigas que dirigían ese
proceso allí.

Entonces, Félix le hizo una señal a Gabriel para que se acercara.

Con la llegada del tercer Espíritu, que hasta entonces había integrado el grupo de
perseguidores, Silvia se encontró aún más desesperada, porque la aparición de la nueva
entidad era aterradora.

Al mismo tiempo, el Jefe y Juvenal, que ya lo conocían, comenzaron a gritar para que acudiera
en su ayuda:

- Oye, lisiado, ven a sacarnos de aquí... estamos atrapados como pajaritos en una trampa...
ven, haz algo, rápido...

Tratando de ayudarles, revelando ahora su verdadera investidura, aunque mantuviera lo


tullido de su apariencia, Gabriel respondió:

- Sí, amigos míos, estoy aquí para ayudaros a superar vuestros propios retos. Llega el día en
que las cosas cambian y es el momento adecuado para que sus almas despierten.

Gabriel habló inspirado por las fuerzas de Alfonso que lo envolvieron en una suave
luminosidad, propicia para favorecer la receptividad del pensamiento de los Espíritus
instructores que regían ese instante en la vida de los cuatro individuos.

- Deja de hacer discursos, idiota. Venid pronto y sacadnos de aquí, porque si tardáis mucho
tendréis que vernos personalmente -dijo Juvenal, irritado y desesperado al mismo tiempo.
- Ahora eso ya no es posible, amigos míos. Te has arraigado mucho a los placeres compartidos
con esta pobre chica. De tanto disfrutar de los excesos junto a ella, has conquistado la
posibilidad de quedarte fijado en ella por más tiempo, como ha sido de tus intensos deseos.

- Cállate, maldito... - vociferó el Jefe, sorprendido por las palabras de aquel ente que, hasta
entonces, les parecía un imbécil en el aprendizaje de los delitos vibratorios que ambos debían
enseñarle.

- Es inútil perder los nervios, jefe. Las leyes espirituales no abandonan a nadie, y de una forma
u otra todos seremos llamados a asumir nuestras elecciones. A partir de ahora, estarás en la
carne de esta mujer, como siempre has deseado.

Y diciendo esto, dirigido por las fuerzas superiores y la acción magnética de los dos
instructores, Gabriel comenzó a enviar poderosas cargas de energía muy cercanas a las fuerzas
materiales densas, hacia el útero de Silvia, preparado para la recepción de dos óvulos
fecundados, así transformados en óvulos magnetizados por las fuerzas espirituales de Juvenal
y del Jefe, intensamente vinculadas a los influjos de la sexualidad de Silvia, con cuyas fuerzas se
identificaban.

El contenido de magnetismo que caracterizaba su expresión viciosa, aliado a la condición


favorable con que Silvia, promiscua y frívola, los favoreció, creó el ambiente apropiado para
que el proceso de reencarnación obligatoria se iniciara, en ausencia de los propios interesados,
con el apoyo de las fuerzas positivas, aunque más densas, de Gabriel, responsable por la
magnetización que permitió la unión de las dos entidades alucinadas con las células
fecundadas dentro de la mujer, todo bajo la supervisión de los instructores espirituales
superiores.

Naturalmente, el lector estará pensando que, en su condición de experimentada cultivadora


de placeres, Silvia nunca se permitiría tener una relación sexual tan disparatada, sin hacer uso
de protecciones químicas, en forma de medicamentos utilizados para suspender la ovulación
regular.

Sin embargo, tampoco imagina que cuando es necesario e indispensable para la evolución de
las entidades comprometidas con el mal, tales recursos son susceptibles de ser anulados o
suprimidos por las fuerzas superiores que pueden hacer uso tanto de la neutralización de los
componentes químicos en el metabolismo físico con el objetivo de que se produzca la
ovulación, a pesar de los anticonceptivos, como de la hipnosis benéfica para producir, en el
encarnado, el eventual olvido del uso constante y periódico de la medicación.

No es desconocida la acción de entidades negativas que, implantadas en el periespíritu de los


encarnados, aprovechan los restos químicos de las sustancias ingeridas por ellos, succionando
los principios activos de las mismas, bien de las drogas que se vuelven ineficaces, bien de las
sustancias alcohólicas o de las drogas que succionan de las entrañas de los consumidores para
eliminar la sensación de adicción que ya no pueden mantener por sí mismas.

Así pues, querido lector, si las entidades nubladas tienen recursos para actuar en el medio
físico y producir efectos tan inmediatos en el metabolismo de los cuerpos, ¿por qué las
entidades luminosas no podrían utilizar principios tan idénticos en beneficio de los procesos de
reconstrucción de la personalidad, de modificación del carácter y de mejora de las relaciones,
cuando así lo autorizan las fuerzas superiores?
Así, no es de extrañar que tal fenómeno se produzca a diario en medio de hombres y mujeres
que, por mucho que se hayan protegido con el uso de preservativos o píldoras específicas,
acaban siendo sorprendidos por la aparición de fecundaciones imprevistas o no deseadas,
generando compromisos igualmente indeseables para la mayoría, al tiempo que permiten la
conexión de espíritus que necesitan volver a la convivencia del mundo para el reequilibrio de
sus vibraciones con sus parejas.

Nada más compatible con este contexto que la situación de los obsesores del sexo cuando son
arrastrados al vientre que han explotado irresponsablemente y con ligereza, y se encuentran
inmersos en él, a través de nuevos cuerpos que los unirán al organismo de la mujer del que
han abusado psicológicamente.

Por lo tanto, Gabriel siguió ese caso con extremo cuidado, llevando a Silvia las vibraciones que
garantizarían la ocurrencia del estado fértil, con la supresión de la acción química de los
medicamentos ingeridos, al mismo tiempo que garantizaría a Marcelo la despreocupación con
cualquier cuidado preventivo, por la seguridad que la mujer le ofrecía por el uso declarado de
los medios anticonceptivos. Con ello, el hombre podía dedicarse plenamente a la práctica del
acto sexual sin la adopción de las precauciones protectoras que, en palabras de muchos de
ellos, serían responsables de la disminución del propio placer.

Marcelo, por lo tanto, se había presentado al contacto intime despreocupado de cualquier


cuidado, confiando en la capacidad de Silvia para evitar el indeseado embarazo.

El juego de la invigilancia estaba montado y, así, sólo faltaba el momento de la intimidad de la


pareja, gracias al cual, el semen masculino se liberaría en la intimidad de la mujer, exigiendo el
encuentro de los óvulos que, en ese caso concreto, se liberaban doblemente, para satisfacer
las necesidades de los dos obsesores, socios del mismo crimen y víctimas del mismo tipo de
adicción.

Estimulado por la acción de los instructores, Gabriel puso todo su potencial magnético al
servicio del proceso de reencarnación, tejiendo poderosos lazos entre los dos Espíritus, que
parecían dos peces enredados en sus propias redes, y los dos corpúsculos de vida que se
alojarían en el vientre de la futura madre, como los pródromos de dos nuevos cuerpos que
crecían en el ambiente que antes exploraban.

Mientras esto ocurría, Silvia era contenida por las entidades amigas que la envolvían en
fluidos balsámicos, preparando su atmósfera espiritual para la posibilidad de la maternidad,
nunca idealizada en sus planes de mujer vulgarizada.

El único hijo que tenía y que, entrando en la adolescencia, le producía las pocas alegrías que
podía experimentar, por el amor sano y sincero que recibía de él, sería, hasta entonces, el
punto final de sus pretensiones maternales.

Por eso, el Espíritu de Silvia se debatía desesperadamente cuando se dio cuenta de que dos
almas deformes, animadas y repugnantes estaban ahora inmersas en su organización
biológica, como dos plantas espinosas que brotaban de sus entrañas, produciéndole
sensaciones espantosas.

Aunque entre los tres hubo un largo periodo de convivencia y aprovechamiento de las bajas
sensaciones, la joven los repelió, asqueada, porque no deseaba recibir "eso" en su corazón,
convertirse en sus hijos. Empezaron a pelearse como animales feroces en la misma jaula,
golpeándose, mordiéndose e hiriéndose mutuamente.

Como Espíritus, en el campo del sexo habían sido burladores de los mismos placeres. Sin
embargo, como almas que forman cuerpos dentro de otro cuerpo, esto produjo una terrible
repulsión, tan fuerte que los Espíritus responsables de tal proceso actuaron en beneficio de los
tres, produciendo el sueño espiritual para que no entraran en un estado alucinatorio o de
desequilibrio mental.

A partir de ese momento, la larga asociación en el placer y el vicio ganó la oportunidad de un


mayor entrelazamiento para que todos los implicados aprendieran a apoyarse y ayudarse
mutuamente, cambiando sus vibraciones de locura y desquiciamiento por las de verdadero
afecto, construidas a partir de pulsaciones uterinas.

Pero, naturalmente, entre los tres no había todavía ningún fondo de afecto. Sólo las
expresiones de goce y sensualidad marcaron su acercamiento, sensaciones que, mutuamente
exploradas y utilizadas, acabaron por definir los contornos de la experiencia reencarnatoria
que les esperaba, incontinenti, para los reajustes necesarios.

Utilizando el sexo como arma, los tres se encontraron ahora comprometidos con el mismo
destino, como un disparo que les salió mal.

Mientras tanto, el espíritu de Marcelo, desconectado del cuerpo físico, observaba, asustado,
aquella escena en la que los tres, unidos por el periespíritu de Silvia, debatían, se mordían
como bestias atadas entre sí y, finalmente, eran llevados a adherirse al cuerpo carnal de la
mujer, como si se hubieran convertido repentinamente en enemigos, hasta que las acciones
magnéticas que no podía identificar, provenientes de las entidades amigas, habían producido
el sueño reparador en todos ellos.

Marcelo, en el fondo, no imaginaba que de su unión sexual con Silvia se había originado el
proceso de renacimiento de esos dos Espíritus.

Sin embargo, un sentimiento de repulsión contra la chica creció en su alma. Aquella mujer la
había utilizado -pensó- mientras veía, sin entender cómo era posible, el alma de Silvia
penetrando en su cuerpo desnudo sobre la cama, desapareciendo en el recipiente carnal que
marcaba su identidad en la presente encarnación, mientras el Jefe y el Juvenil, ahora
abrumados por los fluidos anestésicos, sin entender el porqué de la sensación de encierro a la
que se veían abocados, seguían orbitando la atmósfera de Silvia en aquella habitación, como
dos locos atados a los que se les impidiera salir.

Poco a poco, comenzarían a perder su propia forma, pasando por el proceso de restricción y
ovoidización y, penetrando en el útero de la futura madre, allí se convertirían en asilos,
desapareciendo de toda vista.

La primera etapa de la unión obligatoria de los obsesores sexuales de la mujer que había
utilizado tanto su propia sexualidad indómita como fuente de placer y poder había terminado.

Gabriel, a partir de ese momento, no necesitó hacerse el tonto como parecía, pues ahora ya
no estaba en medio de los dos Espíritus imperfectos, pudiendo presentarse a los ojos de todos,
como una entidad ya ocupada en la práctica del Bien, en la condición de Espíritu benévolo en
la que ya se encontraba, aunque siguieran apareciendo los defectos físicos que lo
caracterizaban.
- Todavía no es conveniente, Gabriel, que dejes la forma que marcó tu última existencia, ya
que muchos de los secuaces del Presidente, servidores de la Organización, te buscarán
pidiendo información sobre el paradero de nuestros dos hermanitos. - Sí, yo también me lo
imaginaba - respondió Gabriel al instructor Félix. Y como si pidiera que se cumplieran las
pautas a partir de entonces, escuchó del mismo Espíritu amigo la información que buscaba:

- Quedaréis como antes y responderéis a quienes os busquen pidiendo información, que los
dos se han despedido diciendo que os dejarían en el cumplimiento de otras tareas, dejándoos
con Leticia, la joven que necesitará nuestra ayuda en su momento.

- Sí, papá. Haré lo que dices.

Mientras esto ocurría en el plano espiritual, Silvia se despertó en el cuerpo carnal guardando la
extraña sensación del oscuro sueño que acababa de tener, atribuyendo las horripilantes
visiones a la rutinaria pesadilla que puede ocurrir en la vida de cualquiera.

A su lado, Marcelo roncaba.

Por un momento, la eufórica y depravada mujer se encontró cansada de ese tipo de


emociones.

Aunque no culpara al hombre que dormía a su lado, su estado de mujer inadaptada entraba
en conflicto con la noción de madre de su hijo adolescente.

La sensación de maternidad se despertó en sus sentimientos y, por un momento, Silvia se


sintió sucia e indecente.

Se levantó y se dirigió al baño en busca de agua limpia en la que pudiera lavarse el cuerpo
como si estuviera lavando su propia alma, anhelando un nuevo rumbo en su vida. Unos
minutos después, Marcelo se despertó con el ruido de la ducha. Se levantó y trató de volver a
ponerse la ropa.

Un sentimiento de culpa visitó su interior.

Su Espíritu no podía decir por qué, pero en ese momento, la presencia de Silvia le causaba
asco.

No le gustaría volver a involucrarse con esa mujer, mezcla de serpiente y hada,


manipuladora de las debilidades masculinas y peligrosa jugadora.

Sin embargo, contuvo cualquier postura de repulsión hasta que pudo salir de ese entorno y
alejarse de él.

Habían pasado más de cuatro horas desde su llegada a la habitación.

No se imaginaba que en unas semanas esos minutos de excitación y frivolidad se convertirían


en un complicado dolor de cabeza cuando su condición de hombre se viera cuestionada por el
efecto de sus actos, llamándole a asumir, como hombre, las consecuencias de sus
irresponsables actos sexuales.

32
MARTES III

EL MOTEL - PROTEGER EL BIEN

Mientras todo esto ocurría en la suite de Marcelo y Silvia, retrocedamos en el tiempo para
observar los hechos que involucraron a nuestros personajes Marisa y Glauco, cuando,
finalmente, la esposa de Marcelo logró que el muchacho la llevara a la habitación respectiva,
esa suite que estaba frente a la que ocupaban su esposo traidor y Silvia.

Abandonando la crisis nerviosa y agresiva, adoptó la estrategia de la contención emocional,


derramando copiosas lágrimas.

Su mente estaba en perfecta armonía con los espíritus que la intuían en los planes de
conquista, manipulados por las fuerzas inferiores que se unían armoniosamente a sus
intereses, tanto en relación con las entidades de la Organización como con las vinculadas a las
acciones ordenadas a través de la malograda médium Mércia.

Como ya hemos dicho, teniendo el motel, innumerables habitaciones y ambientes destinados


a la satisfacción de la sexualidad física, existían, en el mundo espiritual que le correspondía, los
correspondientes escenarios para la participación de toda clase de espíritus.

Por tanto, el ambiente de la habitación de Marisa y Glauco era absolutamente idéntico al de la


suite donde Marcelo y Silvia daban rienda suelta a sus impulsos instintivos.

Bordeado de lleno, como si cada sala fuera un escenario preparado para el disfrute y la
participación de los cientos de entes inferiores que se reunían en el ambiente de aquel centro
de cansancio emocional.

Y hubo variados protagonistas para los más diversos tipos de experiencias carnales, según el
espectáculo que se observaba dentro de cada suite.

En algunos de ellos se concentraban entidades que estaban relacionadas con las


prácticas de la carne.

Masoquistas, recordando los antiguos tiempos de la barbarie, atormentándose en las mismas


actitudes.

En otros, los espíritus se reunían vinculados a los excesos de los vicios químicos. Otro grupo
prefería asistir y participar en orgías colectivas mientras que algunos más se dedicaban a
disfrutar de las emociones vinculadas a las relaciones homosexuales. Cada sala, pues,
presentaba su espectáculo y estaba poblada por el tipo de Espíritus que competían con él,
según sus idénticos deseos.

Naturalmente, no nos colocamos aquí como juez de las costumbres, pretendiendo poner el
sello de la condena a las diversas relaciones físicas a las que el ser humano está autorizado.
Cada uno es libre de adoptar los caminos que desee, y en la esfera del Espíritu no hay nadie
con competencia para intervenir en la conciencia de cada uno.
Sólo informamos de escenas presenciadas por nosotros, como Espíritus amigos de los
encarnados para que, en aquellos que estén abiertos a la comprensión de las cuestiones
vibratorias y de sintonía, tales informaciones puedan ayudarles en su reflexión y en la
evaluación de lo que es conveniente o apropiado.

Encontramos en las reflexiones del apóstol Pablo la exhortación que nos recuerda, en
líneas no textuales, que no todo lo que nos es lícito, de hecho, nos conviene efectivamente.

Por ello, queremos abordar esta delicada circunstancia no sin antes subrayar el derecho de
cada uno a adoptar por sí mismo las actitudes que le parezcan más convenientes, aprendiendo
que todas nuestras acciones se corresponden con reacciones equivalentes en el ámbito de
nuestra existencia.

Un sinfín de obsesiones se cosen en los lugares temibles destinados a estos encuentros. Los
dolores futuros se siembran cuando nuestros Espíritus se permiten adoptar un
comportamiento desajustado al equilibrio del alma.

De la misma manera que un médico puede resaltar ante el paciente los efectos nocivos del
tabaquismo, la gordura, el sedentarismo u otros hábitos, mostrándole las peligrosas
consecuencias de continuar con tales prácticas, sin imponerle a su cliente la modificación de su
conducta, nosotros también intentamos hacer reflexionar al lector sobre las leyes espirituales
que rigen la vida, para que con tal conocimiento pueda juzgar cuáles son las mejores actitudes
a seguir.

Reconocemos que estos lugares de encuentro sexual no sólo albergan a personas que quieren
utilizarlos físicamente, sin responsabilidades emocionales.

Sabemos que innumerables seres que se aman se encuentran en esos lugares para realizar
intercambios afectivos y, en esas condiciones, también son ayudados por entidades amigas
que, a gran costo, buscan establecer una protección vibratoria destinada a disminuir la curiosa
acción de entidades pervertidas, acostumbradas a atacar a las personas invigilantes. Es natural
que la afectividad sincera santifique la unión física, cuando es la base sobre la que se ejerce la
sexualidad.

Lo que queremos recordar, sin embargo, es que la psicosfera de tal ambiente, destinada a
encuentros y prácticas inferiores de sexualidad, termina adicta por la emisión mental de malos
contenidos fluídicos, con las correspondientes energías impregnándose en todo el ambiente
físico y espiritual, siendo difícil de aislar por parte de las entidades amigas que acompañan a
quienes eligen el intercambio afectivo en tales ambientes contaminados. Es lo mismo que
elegir para celebrar una boda, no la iglesia de sus creencias, el notario oficial, sino, por el
contrario, la cumbre nevada de una montaña, la arena abrasadora del desierto.

Naturalmente, se puede celebrar la ceremonia de unión en estas condiciones anómalas. Sin


embargo, esto será mucho más complicado y no será posible repetir allí la nobleza, el clima y la
belleza que se encuentran en una ceremonia tradicional.

Por eso, las uniones sexuales que se basan en los lazos sinceros del afecto y no son un
ejercicio carnavalesco de virtudes virales o femeninas, en los concursos de intimidad sin
compromiso recíproco, pueden contar con la ayuda y la protección de entidades generosas
que se postulan como soldados que intentan mantener, en el ambiente, la atmósfera de
equilibrio que el afecto justifica.

Sin embargo, tal línea de guardia se ve siempre más vulnerable a los ataques inferiores
cuando el ambiente circundante no es neutro, sino que, por el contrario, está contaminado por
espíritus de terrible cepa, burlones y explotadores del placer carnal, cuyas emisiones
magnéticas deletéreas plagan la atmósfera mental de los encarnados que allí se encuentran,
despertando en ellos la impulsividad eufórica, sobre todo cuando las partes acaban dejándose
llevar por la procesión de escenas y chillidos e imágenes pornográficas, provocando las
sensaciones eróticas en sus más diversos contextos o modalidades. .

Las imágenes archivadas en el pensamiento corresponden a un archivo que puede ser


activado en cualquier momento por cualquier tipo de Espíritu, convirtiéndose en un punto de
apoyo para algún tipo de acción subliminal, a través de sutiles sugerencias basadas en el
recuerdo de ideas y escenas almacenadas en el interior de cada una.

Por ello, los desequilibrios de la sexualidad acaban dejando vulnerables a un gran número de
hombres y mujeres en el mundo, ya que todos llevan en su propio "yo" un arsenal de
experiencias de otras vidas en este ámbito, confundiendo el ejercicio natural de la sexualidad
responsable con la búsqueda desesperada del agotamiento de los placeres. Y tales tendencias,
aunque en la encarnación actual estén transitoriamente eclipsadas por el velo del olvido, se
encuentran latentes y palpitantes en la intimidad de cada uno, latencia de la que pueden ser
despertadas por imágenes provocativas o insinuaciones mentales basadas en ellas, haciendo
que cada uno recuerde los placeres ilícitos y las sensaciones excitantes que ya formaban parte
de sus experiencias pasadas.

Para la mayoría de los perseguidores invisibles, el proceso de dañar a los encarnados con
debilidades en el área de la sexualidad a menudo se reduce a hacerles recordar los placeres de
las primeras transgresiones.

A partir de ahí, como una mecha de pólvora que se enciende, normalmente el propio
encarnado invigilante trata de dar continuidad a sus desatinos, involucrándose en la
trayectoria descendente, hasta quedar enterrado hasta el cuello en el lodazal de la
permisividad.

A partir de ese momento, será más fácil para las entidades inferiores controlarlo o
manipularlo.

No queremos decir, sin embargo, que el encarnado sea incapaz de levantarse del error,
porque en cualquier momento en que su voluntad de corrección presente los verdaderos
signos, manos luminosas se extenderán para hacerle superar el movimiento de caída y,
enseñándole con sus propios errores, apoyarán sus esfuerzos de reconstrucción.

Ante estas peculiaridades, nos permitimos este pequeño paréntesis en la narración para
resaltar ante el lector el hecho de que este relato no está vinculado a un interés moralista y
maniqueo de tasar a quienes utilizan estos lugares para la práctica informal de la sexualidad
como condenados a los tormentos del infierno.

Lo que queremos es recordar que la verdadera afectividad santifica cualquier actitud. Sin
embargo, siempre que podamos ejercitarla en ambientes menos contaminados, pueden surgir
mejores sensaciones de su ejercicio, garantizándonos paz y equilibrio de fuerzas.
¿Desde dónde será más placentero observar y disfrutar del exuberante amanecer: desde la
cima de una montaña aérea por la brisa o desde el interior de una pocilga?

Así, en la habitación de Marisa, las entidades inferiores se aglomeraban de la misma manera


que en las demás. Sin embargo, para sorpresa de muchos, la atmósfera espiritual de la mujer
era absolutamente diferente a la que emitía Glauco.

Parece que, alertado por la protección espiritual que le acompañaba, sin interferir en su poder
de decisión, Glauco se mantuvo en pie frente a cualquier tipo de sensación inferior.

Alrededor de él, un halo de vibraciones luminosas era producido por el ejercicio de su propia
voluntad, desde su propio estado de vigilancia mental controlando los influjos de sus
pensamientos y ordenando la reacción de sus deseos.

Ya se había visto a sí mismo errar en otros momentos de su vida y aún conservaba en el alma
las dolorosas cicatrices de sus equívocos, muchos de los cuales tenían por escenario salas así,
llenas de espejos, provocaciones y comodidades para ablandar las defensas del Espíritu según
las exigencias del cuerpo.

Marisa ya era una marioneta perfecta en manos de las entidades

Innumerables espíritus convocados por el compromiso establecido entre Marisa y Mércia


estaban allí, buscando a toda costa hacerse sentir e involucrar a Glauco.

Alrededor de su halo de fuerza positiva, mantenido por una conciencia clara y lúcida,
innumerables Espíritus oscuros intentaron una brecha en la defensa para instalarse en las
terminales mentales del muchacho.

Era una lucha que no podía verse a través de los ojos de la carne, pero que, a los ojos de los
Espíritus, era perfectamente visible, como si una fortaleza fuera atacada por todos lados.

Al ver que estos esfuerzos eran en vano, los que dirigían el pensamiento de Marisa le gritaron
al oído:

- ATREVIDO, ATREVIDO, NECESITAMOS QUE LO PROVOQUES...

Sin escuchar tales órdenes con los oídos de la materia, tal determinación cayó en su mente
espiritual como si la obligaras a actuar rápidamente si querías aprovechar la rara oportunidad.

Decidida a aprovechar todas las oportunidades, Marisa pasó al ataque, mientras Glauco
intentaba sortear la situación de forma amable y fraternal. - Tranquila, Marisa, todo tiene una
explicación... no desesperes... no puedes entregarte así a la revuelta.

- Glauco, no sé qué más hacer con mi vida... No hay nada peor para la estima de una mujer
que verse intercambiada en estas condiciones...

Al ver que Glauco escuchaba su desahogo e, inspirada por su propia astucia combinada con la
de las entidades que la exploraban, Marisa continuó:

- Me siento como una escoria, una criatura despreciable, Glauco. Siempre traté de hacer todo
lo que este "tipo" quería de mí, correspondiendo a todos sus caprichos en los momentos de
intimidad. Nunca le negué ningún tipo de placer, ni dejé de cumplir sus deseos de modelar mi
cuerpo según la moda o sus deseos. Me sometí a cirugías, me dediqué a sesiones de
entrenamiento con pesas, utilicé medicamentos para mantener la forma, perseguí el número
del maniquí que más le agradaba...

Y mezclando un estado de lucidez con algunas actitudes propias de una alucinada, Marisa
comenzó a elevar el tono de voz, hablando e intentando desgarrar la blusa con violencia, como
quien deseaba mostrarse para mostrar a otro hombre su condición de belleza física ultrajada
por el marido que la había despreciado.

- Verás, Glauco, ¿acaso soy una bruja? Si soy repulsiva, dímelo... habla con sinceridad... por el
amor de Dios, confírmame lo que siento sobre mí misma...

Y la grotesca escena se presentó ante los ojos atónitos de Glauco.

Apareció un cuerpo esbelto y hermoso, provocativo. Favorecida por su ropa interior


estratégicamente elegida para ese preciso momento, Marisa se presentó portando una
postura femenina extremadamente atractiva, además de resaltar su belleza con el toque del
perfume de Gláucia, su prometida.

En ese mismo momento, las fuerzas vibratorias agresivas se volvieron más activas,
acercándose a las defensas de Glauco.

La atmósfera de luz que existía a su alrededor se redujo en expresión, ante su sintonía con la
belleza física de aquella mujer, despertando en su instinto masculino la curiosidad y, quién
sabe, el deseo.

Sin embargo, no había capitulado como era de esperar.

Glauco permaneció en el mismo lugar en el que estaba, mientras Marisa seguía desnudándose
para mostrar y provocar el deseo del hombre que tenía bajo sus garras.

Este comportamiento de la muchacha estaba matizado por una atmósfera de semi


disconsciencia, como si se comportara así debido a su estado emocional sacudido por la
flagrante infidelidad de su marido.

Al ver que Glauco no cedía como se esperaba, el público de entidades que observaba esa
escena, emocionado, sabiendo que todo era sólo una estrategia de la chica para involucrar al
chico, comenzó a manifestarse:

- Vamos, cobarde... demuestra que eres un hombre... - ... gritaron algunos. - Muñequita
asustada... ¿dónde dejaste tu falda? - ...otros explotaron.

- Que lo disfrutes, pelele. Ver la mercancía en tus manos... ¿quieres que otra persona la
disfrute?

Eran petardos vibratorios que caían sobre las disminuidas defensas de Glauco, golpeando su
equilibrio.

Al mismo tiempo, los responsables de la extraña exposición comenzaron a inducir a Marisa a


realizar las últimas acciones con las que pretendían comprometer el equilibrio de Glauco.

- Ataque, ataque, mujer, es ahora... el ataque....


Marisa sintió la orden que emanaba dentro de su ser y entonces, más que rápidamente, se
acercó al chico y lo envolvió con sus brazos, apretándolo contra sus pechos desnudos.

- Dime, Glauco, ¿provoco asco en los hombres? - dijo Marisa con una voz que le pedía una
demostración de amor para salvarla de la idea de una mujer repulsiva. Frotándose contra el
niño, Marisa buscaba despertar en él el deseo de un hombre por el contacto con una hembra
que se ofrecía...

Afilando su pelo, Marisa le besó el cuello mientras la escena seguía produciendo en los
asistentes invisibles los aplausos y exclamaciones de euforia. - Eso... por fin... fue mucho
tiempo... vamos pronto... queremos un espectáculo...

Glauco se encontraba en una situación delicada.

No quería hacer más delicado el estado psicológico de aquella mujer que se quejaba de la
traición.

Sin embargo, se le despertó la conciencia de los deberes morales con Gláucia; deberes que un
día ya había descuidado y recogido con amargura la difícil cosecha de la vergüenza. A pesar
del audaz avance de Marisa, que hasta ese momento no había sido rechazado por el
muchacho, la luminosa atmósfera espiritual de Glauco, aunque parcialmente reducida en el
primer instante, volvió a su forma anterior, ahora vitalizada por un brillo aún más fuerte.

Y para sus amigos espirituales, que hasta ese momento habían seguido la escena sin
interponer ninguna defensa para no perjudicar su voluntad personal necesaria para el
testimonio que debía afrontar con sus propias fuerzas, fue una inmensa alegría cuando resonó
en el ambiente espiritual de aquella habitación de lujuria y descomposición moral, procedente
del pensamiento de Glauco, las maravillosas y salvadoras palabras:

- Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre...

Mientras Marisa lo abrazaba y trataba de provocar sus instintos virales, el pensamiento de


Glauco, identificando el deseo de superar aquella difícil prueba para sus inclinaciones
equivocadas y sus vicios de otros tiempos, se dirigió a Dios, fuente de las fuerzas, planta de las
energías protectoras y reequilibradoras del alma.

Una lluvia de maldiciones y humillaciones aún más pesadas e inadecuadas para transcribirlas
aquí surgió del público, revuelto por lo que era considerado, por tan desafortunados Espíritus,
una conducta cobarde e indigna de un hombre.

Sin embargo, la rápida y sincera oración mental, pronunciada en la exigencia de aquellos


difíciles momentos de absoluta tentación para su temple masculino, fue suficiente para atraer
la inmediata respuesta de las fuerzas de la Bondad que igualmente acompañaron el desarrollo
de los hechos en aquel entorno.

Los mentores espirituales presentes, que hasta entonces eran invisibles para todos los demás
Espíritus frívolos que intentaban locuparse con las bajas emociones en juego, se unieron en
oración, como si despertaran una lluvia inmediata de fuerzas superiores, iluminando aquella
sala e inmovilizando a todas las entidades turbias que, desde allí, no podían escapar, como si
hubieran sido apresadas por un poderoso imán en sus propios lugares.

Alfonso y Félix, que se turnaron entre las dos salas donde nuestros personajes eligieron sus
destinos, se miraron, felices y dijeron, casi al unísono:
- Nuestro hermano pide la ayuda de Dios... vamos... es vigilante y el Padre nunca olvida a sus
hijos.

Ah, queridos lectores, si supiéramos usar la oración con la unción de la verdad y la fuerza de la
fe, cuánto ahorraríamos en dolor o desajuste en las horas crueles de nuestros destinos.

Unas simples frases que canalizaban un grito de auxilio en la hora de la debilidad moral,
bastaban para que se abrieran los cielos y las fuerzas superiores salieran al encuentro de quien
se confesaba frágil pero tenía el deseo de resistir al mal.

Fue Glauco quien tuvo que elegir, solo.

Sin embargo, al pedir ayuda, mostró su voluntad de resistir el error que ya le había herido en
el pasado, y permitió así que los Espíritus que lo observaban se movilizaran en su ayuda.

El choque de fluidos fue inmediato.

Todas las entidades negativas del entorno se encontraron bloqueadas por la sublime fuerza
luminosa que venía del más allá.

Como por encanto, Glauco se fortificó e, inspirado por el recuerdo de Gláucia, recuerdo
reforzado por la exhalación perfumada que salía de Marisa y que correspondía al recuerdo de
su compañera, alejó de él a la joven alucinada, arrojándola sobre la cama, con cierta energía
decidida.

Asustada por la reacción, aquella mujer, que nunca había sido rechazada por las frívolas
ofertas que había tenido en su vida hasta ese día, evaluó por primera vez la voluntad
masculina contraria a las facilidades sexuales promovidas por ella.

Sus ojos estaban muy abiertos, como si no creyera lo que estaba viendo, gritó Marisa,
con la voz de la infelicidad:

- ¿Así que tú también me repudias, Glauco?

Sereno, pero firme, envuelto por la acción decidida de los Espíritus amigos que le sostenían en
la decisión que había elegido, Glauco respondió:

- Eres una mujer demasiado atractiva y digna para ofrecerte de esta manera. Cualquier
hombre de buen gusto se sentiría honrado de ser el compañero de una mujer como tú. Sin
embargo, Marisa, cada uno de nosotros tiene sus propias vidas y compromisos. Y si tú te dejas
llevar por la pendiente de la insensatez porque tu pareja supuestamente te engaña, yo no
pienso hacer lo mismo con quien amo y a quien respeto con todas las fuerzas de mi alma.

Por muy ventajosa que sea tu oferta para mí, Marisa, Gláucia es tan acreedora de mis afectos
que el más alucinante placer que pudiera disfrutar con su escultural cuerpo, Marisa, no
justificaría ni una sola lágrima de la mujer que amo.

Vístete y salgamos de aquí.


Y como ella fingió no entender, Glauco añadió:

- Si no quieres vestirte, dejaré tus cosas en el garaje y tomarás un taxi.

Sin la acción directa de las entidades obsesionantes, ahora bloqueadas sin acción, Marisa se
dio cuenta fácilmente de que las cosas no habían salido como sus planes habían deseado.

Así que, aunque su corazón seguía agriado por la conducta firme de Glauco, y desde ese
momento, el mismo muchacho se había convertido en su adversario, en su enemigo personal,
sabía que no podía quedarse allí, a merced de Dios.

Intentó arreglarse lo mejor que pudo, notando que la mayoría de los botones de su blusa se
habían arrancado cuando hizo el esfuerzo de desvestirse de golpe. Aun así, trató de cerrarla lo
mejor que pudo, metiéndola en la falda por la cintura mientras intentaba recomponer su
peinado desarticulado. El maquillaje manchado sería imposible de cambiar hasta que llegara a
casa. El resentimiento contra Glauco crecía por momentos, como si él tuviera la culpa de todo.
No se le ocurrió que él estaba allí con la sincera voluntad de ayudarla, tratando de evitar un
desenlace trágico a la flagrante traición.

Quería utilizar la infidelidad de su marido como pretexto para facilitar la intimidad con Glauco,
y al mismo tiempo obtener pruebas fotográficas contra su marido, que sabría utilizar en el
momento oportuno para aprovecharse o perjudicar a Marcelo. Necesitaba salir de allí en
compañía de ese joven ahora odioso.

Se metió en el vehículo de Glauco, cerrando la cara mientras el chico maniobraba la cubierta


que cercaba el garaje para salir.

Habían pasado casi dos horas desde que ambos llegaron al motel.

Marisa cogió su bolso, su cámara de fotos y, confundida por la postura erguida del prometido
de Glaucia, se sintió moralmente degradada ante él, aunque intentó mantener la pose de
indignación.

Pensó en devolver la ofensa, un día, humillándolo también a él.

Difundir un rumor sobre su masculinidad, en el entorno de los amigos comunes, dando la idea
de que era, de hecho, un chico afeminado, podría ser una de las formas de vengarse de ese
insulto.

De un modo u otro, Marisa devolvería al que consideraba una afrenta, cuando se había
reducido a la condición de vulgar prostituta (una imagen que, de hecho, la representaba
perfectamente) en el momento exacto en que quería entregarse como mujer enamorada.

El coche rodó hacia la salida.

Por un exceso de cortesía, Glauco pidió al empleado que comprobara la cuenta y trató de
pagar el tiempo que había pasado allí, esperando la apertura de la verja que daba acceso a la
calle.

En cuanto todo fue comprobado y pagado, le permitieron salir, bajando la rampa, sin imaginar
que, justo delante, su cuñado Luiz, hablando con Glaucia, su prometida, estaban dentro de su
coche, esperándole.
En cuanto Luiz vislumbró el coche bajando por la rampa, abrió la puerta de su vehículo y se
situó en medio de la calle para interrumpir el paso de Glauco.

Al ver a su cuñado parado en medio de la carretera, pudo imaginar que la situación tendría
consecuencias desagradables en su vida.

No sabía, sin embargo, que poco después de detenerse, respondiendo a una señal de Luiz,
Glaucia saldría por la otra puerta del vehículo y se acercaría al coche de su novio, con la mirada
asustada de quien no puede creer lo que está viendo.

En ese momento, Marisa se dio cuenta de que podía ejercer con maestría su fastidio.

Al ver que su prometida se acercaba a él, aunque su conciencia permanecía tranquila, Glauco
se puso lívido al imaginar todo lo que podía estar pasando por sus pensamientos y
sentimientos.

Abrió la puerta del coche y se dispuso a hablar con su compañero. Visiblemente nerviosa,
aunque se esforzó por mantener el equilibrio, Gláucia exclamó:

- Glauco, ¿qué está pasando aquí?

- Gláucia, si sabes escuchar, te lo puedo explicar todo.

- ¿Explicar lo inexplicable? - gritó Luiz, alucinado y envuelto por Jefferson, el Espíritu


perseguidor. - Te han pillado con pintalabios en los calzoncillos y ¿quieres explicar qué?

Al notar que el hermano de Gláucia no permitía ninguna comprensión, Glauco se limitó a


exclamar escuetamente:

- Estaba aquí para tratar de evitar una tragedia, en la que Marisa amenazó con matar a
Marcelo, que está allí con una amante...

- ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Qué broma de mal gusto... - replicó, arrogante, Luiz. Gláucia, entonces, miró
en el interior del vehículo para comprobar si era realmente Marisa quien estaba dentro.

Y entonces, maliciosa y llena de deseos de infligir desgracias a la vida afectiva de Glauco, la


joven, atrevida y desequilibrada, ya sin la intensa compañía de los entes negativos que la
acompañaban, intentó quitarse los dos frentes de la blusa sin botones, dejando todo su regazo
al descubierto, como para envenenar la mirada de la prometida del muchacho, insinuando
que, en realidad, ambos se habían dedicado a inconfesables intimidades, como podía
comprobarse por el estado de su ropa.

Gláucia tragó en seco aquella afrenta, al tiempo que repetía a su prometido,


temblorosa:

- Pero, Glauco, Marisa está medio desnuda....

Al volver los ojos hacia el interior del vehículo, el joven se dio cuenta de que la mujer, astuta,
se había ofrecido a producir el escenario perfecto para las conclusiones negativas sobre su
conducta.

Observando el tipo de comportamiento de Marisa, asumiendo ahora su maldad deliberada,


Glauco no dudó en adoptar la medida que le parecía más adecuada.
Se dirigió a la puerta que ocupaba Marisa en el vehículo y, abriéndola, arrastró a la atrevida y
peligrosa mujer fuera de él, diciendo que no se merecía otro tipo de trato, por la forma vil y
mezquina en que se estaba comportando.

Gláucia nunca había visto a Glauco adoptar una actitud semejante con nadie, y, observando la
indignación en sus actos, pudo comprobar que él también estaba sorprendido por la conducta
de Marisa.

En ese mismo momento, Félix se acercó a la mente de la prometida del muchacho y,


conectando su pensamiento con el de la joven, irradió una fuerza tranquilizadora hacia ella,
despertando su recuerdo de la advertencia que había recibido días antes sobre los difíciles
momentos que afrontaría con su amado, así como el testimonio que él mismo tendría que
pasar.

Gláucia no había registrado conscientemente esta emisión. Sin embargo, su alma recordaba
las advertencias recibidas en la casa espiritista para saber mantenerse en equilibrio en las
horas difíciles que le esperaban a la pareja que se amaba.

Al notar la irritación e indignación de Glaucia en relación con Marisa, a la que arrojó a la acera
sin ninguna consideración, ofendida por su postura indecente y venenosa, Gláucia reflexionó,
más equilibrada:

- Déjala ahí... Luiz se encarga de llevársela. Ven, Glauco, tenemos que hablar.

Al ver, entonces, que su prometida no había actuado como cabía esperar, desequilibrándose
al aceptar el cebo de la malicia, Marisa comenzó a gritar, mientras la pareja subía al coche y
tomaba otra dirección:

- Me pagas, explotador de mujeres... Sedúceme y luego arrójame a la calle... bastardo...

Marisa estaba alucinando, víctima de su propia maldad y del fracaso de sus planes.

Luiz quedó, allí en la calle, encargado por su hermana de resolver el problema de


Marisa.

Desnudo ante sus ojos, en un evidente estado de desequilibrio, el chico no pudo evitar
observarla como un hombre, atraído por su semidesnudez. Le tendió la mano para levantarla
y la condujo hasta el coche para llevarla a cualquier destino que le indicara.

Estimulado por sus formas físicas expuestas, Luiz, excesivamente marcado por una sexualidad
desequilibrada, no tardó en ver la posibilidad de aprovecharse de ese cuerpo, comandado por
una Marisa en desajuste.

Jefferson provocó sus sensaciones e instintos, sugiriéndole que si su cuñado ya se había


aprovechado de él, cosa que Luiz también creía, él también podría aprovecharse
permitiéndose recuperar la virilidad de sus funciones masculinas comprometidas por la
vergüenza de sus conductas homosexuales anteriormente experimentadas.

Marisa, por su parte, era un manojo de nervios, al borde de la inadaptación total. Aquellas
emociones que confundían el erotismo con la ansiedad para acabar pronto en decepción y
vergüenza por la vanidad y el orgullo de una mujer repudiada, la convertían en un montón de
carne revuelta.
Con el odio ardiendo en su corazón, tanto contra su marido que le faltó al respeto como por el
otro ser codiciado que no cayó en sus garras, Marisa se había dejado arrastrar al terreno de los
sentimientos heridos aislando su conciencia vigilante.

En momentos así, la gente suele permitirse hacer tonterías, entregándose a cualquier


aventura por la simple satisfacción de vengarse de quien se ha mostrado indigno de su afecto,
de combatir la traición con la traición o de recuperar su autoestima a través de la admiración
masculina, sintiéndose de nuevo deseada.

Acostumbrados al comercio visual, en el que las personas se evalúan a sí mismas por la


cantidad de deseo que son capaces de generar a los ojos de los demás, despertando el interés
y haciendo suspirar a los demás, la conducta más fácil en estas condiciones es dejarse arrastrar
a contactos promiscuos y fáciles, como si pudieran vengar la dignidad ultrajada.

Y eso era exactamente lo que Marisa se permitía con Luiz.

El muchacho, lejos de carecer de interés, tenía una amplia experiencia en conquistas y sabía
identificar a una mujer necesitada, extrayendo las ventajosas concesiones que permite este
estado, cuando se explota bien.

Así que, en lugar de llevar a Marisa al destino solicitado, en vista de la hora e imaginando que
no debía haber comido, decidió, por su cuenta, llevarla a cenar a algún lugar discreto,
ofreciéndole una chaqueta que traía consigo como abrigo para hacer más discreto el estado de
su ropa.

De este modo, podría aprovechar el hecho de haber perdido ya todo lo que deseaba, y se
aprovecharía de la circunstancia de quien ya no tiene nada por lo que luchar.

Sabiendo digitar las fibras de la emoción, y sin tocar el delicado tema de la escena ocurrida en
el exterior del motel, ambos fueron envolviéndose en un ambiente de complicidad, regado con
refresco, hasta que la borrachera relajó todas sus barreras y, con la excusa de rescatar la
autoestima perdida, si no era capaz de arrastrar a la cama al prometido de Gláucia, al menos lo
haría con su hermano.

Y así, a pesar de los esfuerzos de los amigos espirituales para evitar la continuidad de las
tragedias morales que involucran a Luiz, Marisa y los demás miembros de esta historia, con
excepción de Glauco y Glaucia, los demás siguieron caminando por los tortuosos senderos de
una vida aventurera y peligrosa.

Lejos de allí, Glauco y Gláucia entablaron un diálogo sincero.

Conociendo las advertencias que les habían llegado a través de Olivia, Gláucia exigió que la
conversación tuviera lugar en presencia de su madre, en su residencia, donde, por prudencia,
sabría que encontraría el apoyo para cualquier idea más drástica, estando más protegida
contra la acción de entidades inferiores, que siempre aprovechan los momentos de
desequilibrio para actuar con el fin de empujar a las personas hacia caminos dolorosos y
traumáticos.
Así que le pidió al novio que la llevara a casa, donde podrían hablar en caso de que la oración
familiar ya hubiera terminado.

De hecho, en el seno de la familia aquella noche sólo estaban presentes Olivia y su marido
John, y se cerró la oración habitual, durante la cual la madre de Glaucia había sentido
activamente la presencia de los mentores espirituales, magnetizando el ambiente para los
acontecimientos que pronto se producirían.

Aunque Glauco ponderó la inconveniencia de llevar esos amargos momentos al interior de la


casa de Gláucia, la joven se mostró inflexible en su decisión, explicando que no pretendía
exponerse a la influencia de entidades negativas que podrían inducirla fácilmente a actuar en
contra de sus sentimientos.

El chico, al notar el esfuerzo de control que estaba demostrando su prometida, acabó


llevándola de vuelta a casa.

Nada más llegar, el estado de dolor interior era visible en ambos.

En este sentido, es importante recordar que el Evangelio es un don del Señor, y que es un don
del Espíritu Santo.

Sin embargo, no le quitó a Glaucia la razón de encontrarse entre la duda y la incredulidad.

Al ver la aflicción de ambos, Olivia comprendió el motivo del intenso e inusual apoyo espiritual
que había recibido su hogar aquella noche.

Sabía que había llegado el momento de escucharlas, ya no como madre o futura suegra, sino
como simple hermana que ama y es capaz de superarlo todo para que la verdad no acabe
corroída por la fuerza del mal, aunque parezca que las circunstancias conspiran para
condenarla.

Recordó, palabra por palabra, las exhortaciones recibidas en la casa espiritista semanas antes,
convocándola a una nueva actitud con la que se pudiera consolidar la construcción del futuro
de aquellas dos almas.

Glauco, convencido de su inocencia, se sentó, decidido, para que esta generosa mujer fuera
testigo de su clara conciencia y de su confesión filial.

João se había retirado a su habitación, en busca de su tradicional balón de fútbol, como si no


hubiera nada más importante en la vida que ver correr la pelota de un lado a otro.

Sin embargo, teniendo en cuenta el nivel poco desarrollado de su sensibilidad, los Espíritus
pudieron bendecir, aquella noche, la función de aquel fútbol, para detener frente al televisor a
los no preparados para la comprensión de los dramas existenciales, divirtiéndose con las
tonterías del mundo para que no se ocuparan de aumentar los dolores de los demás con
conjeturas irracionales, basadas en los prejuicios de la ignorancia.

Así, la Bondad Divina se valió incluso de la insensatez de las costumbres humanas para
utilizarlas en favor de sus generosos objetivos.

De esta manera, podrían ver la verdad de la situación.

No manipularía la verdad, ni omitiría ninguna información sólo para que pareciera que tenía
razón.
Él sería el que confesara, aunque no le creyeran.

Más tarde, Espíritu ya endeudado por las malas conductas del pasado, sabría aceptar el
destino, aunque lo lamentara, debido al amor que sentía por Gláucia.

Entonces, tras estas reservas, Glauco comenzó a relatar todos los hechos, sin ocultar ni
colorear nada, hasta que, sin poder controlarse más, se derrumbó en dolorosas lágrimas de
angustia al contar la historia del encuentro con su prometida a las puertas del motel.

No podía seguir por más tiempo.

A pesar de todo, Glauco evitó comentar el secreto que conocía sobre Luiz y su conducta
promiscua.

Por su parte, los entes luminosos se erigieron en respeto a su esfuerzo de redención moral,
aunque le costara el compromiso y la convivencia con aquella familia que, en realidad, era la
única real con la que podía contar, ya que su madre había fallecido y su padre, hombre sin
escrúpulos, no había podido mantener el vínculo con Glauco desde la prematura muerte de su
esposa. Glauco no se había vinculado afectivamente con su padre, porque éste, aunque vivía
una vida cómoda, permanecía distante, inmerso en sus negocios y en sus aventuras
matrimoniales con las chicas cazafortunas que siempre andaban sueltas.

Sollozando sin poder contenerse, el niño se rindió al mutismo, sin tener ya nada que decir.

Al mismo tiempo, Gláucia derramó lágrimas de emoción ante aquella escena tan notable para
su alma.

Todo lo que Glauco les había contado encajaba en ese peligroso perfil al que se habían
referido los Espíritus.

Su valiente testimonio, frente a la equivocada sexualidad del pasado, había logrado superar la
difícil prueba y, aunque las apariencias indicaran lo contrario, el dolor del corazón de la novia
se alivió con la coherente confesión y con la franca palabra del muchacho que incluso estaba
dispuesto a dejarla en paz, abandonando su vida.

Siguió la palabra de Olivia, consoladora y llena de esperanza, difundiendo el lenitivo de la


confianza que depositó en la confesión de Glauco, dándole el consuelo de las palabras de
aliento tan importantes para quien lucha por una verdad que vale más que su propia felicidad
afectiva.

Olivia fue el heraldo de los amigos invisibles, entregando al muchacho a través de sus labios, la
exhortación del Bien, reequilibrando sus fuerzas y revitalizando sus esperanzas.

Glauco no podía comprender el bienestar que le producía el afecto de Olivia, que tenía
motivos para dudar de él, al expresar su confianza en su buena intención.

Esto se transmitió al corazón de Glaucia, quien, en aquel entorno favorable, se dejó contagiar
por la devoción de su prometido, por el cariño de su madre y por la acción del mundo
espiritual que sabía de sus dolores pasados y luchaba para que sus cicatrices no volvieran a
sangrar, ya fuera por creer en la traición o por la simple duda que Marisa, maliciosamente,
había intentado sembrar en su fuero interno.

Y entonces, la noche terminó con el informe de Olívia a los dos compañeros sobre las
exhortaciones del mundo invisible sobre el delicado momento que atravesarían, recordándoles
que en ningún momento se encontrarían desasistidos de la protección indispensable para la
victoria ante el testimonio moral.

De aquella pareja que llegó al entorno a las puertas de un desajuste que supuso una ruptura,
surgió una unión aún más consolidada, solidificada por la comprensión y por la capacidad de
entendimiento, regada por la sinceridad y por la verdad que, respetada en todos sus
horizontes, es el sello de la paz de la conciencia y de la armonía de los corazones.

Este no era el sentimiento de los otros miembros de nuestra historia.

33

EL ALBOROTO DE LA OSCURIDAD Y

ÓRDENES DEL PRESIDENTE

Después de todos estos acontecimientos, se observó un gran giro con el núcleo oscuro que
organizaba las persecuciones espirituales.

De golpe, varios de sus miembros importantes se vieron impedidos de reanudar el proceso


obsesivo, lo que correspondió a un grave golpe a sus estructuras.

La pérdida del Jefe, uno de los Espíritus más vinculados al Presidente de la Organización,
acompañada de la desaparición de Juvenal, tuvo terribles repercusiones en la estructura que
se mantenía, aparentemente invulnerable, gracias al clima de terrorismo y persecución
implantado por sus dirigentes.

Del mismo modo, los espíritus que acabaron magnetizados por la fuerza superior que los
envolvió durante el proceso de ayuda a Glauco, también dejaron vacías sus posiciones en la
referida estructura oscura.

Lo mismo ocurrió en casa de la señora Mercia, con la brusca disminución de trabajadores, lo


que hizo peligrar la estructura de asistencia espiritual inferior que allí se organizaba,
debilitando ese comercio tan activo con el mundo invisible que solía involucrar incluso a
personas importantes de la sociedad.

Las campanas de alarma sonaron en la confusa estructura de la Organización.

Convocados a toda prisa, todos los relacionados directamente con el Presidente se


apresuraron a acudir a la reunión, temerosos, ante lo insólito de la convocatoria.

Era necesario garantizar el equilibrio de la "empresa" para evitar la aparición de bolsas de


amotinados, ya que el principal dirigente de ese grupo sabía que era bajo el signo del miedo y
la ignorancia como era más fácil dirigir a toda la Organización.

Ante la reunión programada en la que participaron todos los responsables directos de los
núcleos terrestres de injerencia y obsesión de los encarnados, la palabra del Presidente se
había convertido en un imperativo:
- Los malditos representantes del Cordero nos atacan. Nosotros, que no hemos hecho nada
contra ellos, que estamos tranquilos en nuestro rincón, acabamos sufriendo un grave ataque
en nuestra estructura, que no puede quedar sin respuesta de todos nuestros soldados.

Adulterando la verdad para inculcar a sus oyentes la idea de que eran víctimas inocentes,
alcanzadas por la traicionera embestida del rayo, el Presidente sabía que tenía que fomentar
en sus pensamientos la noción de peligro e indignación ante una acción cobarde e injusta.

- Si guardamos silencio ahora, podemos dar por cerrada nuestra actividad y nos convertiremos
en esclavos de los que dicen defender al crucificado.

Mira que son mentirosos. Nuestros núcleos de trabajo se instalan en todas partes.
Innumerables representantes de este Cordero están bajo nuestra influencia directa. Veamos la
historia de las iglesias en el mundo y veamos cómo, bajo el símbolo de la Cruz, se han hecho
asesinas, devoradoras de cuerpos, traficantes de intereses para asar niños, decapitadoras de
inocentes, engañadoras del pueblo, usureras de riquezas, siempre invocando el permiso
celestial para conducirse por tales caminos.

En verdad, son verdugos y perros más temibles que el propio diablo que, creado para el mal,
no se esconde detrás de los ropajes clericales ni de los textos bíblicos. En general, asume lo
que es y declara su deseo de hacer el mal.

Pero estos simuladores e hipócritas, sedientos de viudas desprotegidas, de tesoros amasados,


de diezmos que utilizan para corromper y hacer campañas políticas, así como negociaciones
espurias con los gobiernos de la Tierra... ¿cómo pueden venir a darnos lecciones de moral,
talando en nuestro propio jardín, a algunos de nuestros mejores trabajadores? Estudiando la
reacción favorable en los rostros asustados de sus interlocutores, el Presidente continuó:

- Tenemos que actuar y el momento es ahora. Si lo dejamos para más adelante, parecerá que
nos asusta esta primera embestida de los títeres del crucificado, como si realmente fueran
mejores que nosotros.

Por eso he convocado esta reunión. Deseo vigilar de cerca todos nuestros objetivos, para que
ninguno de ellos se pierda de vista, y para que nuestras metas se alcancen lo antes posible, sin
ninguna derrota.

Además, les prohíbo a todos que comenten los últimos acontecimientos, no sea que esto
produzca un estímulo a los débiles o ingenuos que están siendo entrenados en nuestras
técnicas de ataque.

Que se sepa que los que se han ido han sido capturados por nuestros enemigos y que
nosotros, por nuestra parte, estamos organizando un ataque para recuperar a los que son
miembros de nuestra familia.

Y que todo se integre en los movimientos, estimulados por la necesidad de dar una respuesta
a la altura del ataque recibido.

Que los seguidores del Cordero permanezcan en sus iglesias y en sus rituales, sin inmiscuirse
en caminos que no les pertenecen.

Nuestra actitud no debe retrasarse.


Yo personalmente coordinaré el trabajo final de persecución que estaba bajo la
responsabilidad del Jefe, mientras buscamos establecer su rescate, y el de otros miembros de
nuestra Organización.

Aumentar la presión sobre nuestros "guardianes", intensificar la influencia y la hipnosis de los


que están bajo nuestro cuidado y de los que son sus familiares. Necesitamos más trabajadores.

Sigamos protegiendo a los líderes de las empresas religiosas, nuestros asociados en las
tácticas de seducción por las ofertas de ventajas materiales. Los humanos necios no pueden
resistir una promesa de ganar dinero y pronto se entregan a las tentaciones. Protejamos a los
pastores y religiosos de todo tipo que dirigen nuestro negocio en el mundo, manteniendo a las
criaturas en la ignorancia, atemorizadas por la figura del diablo. Son aliados importantes

No desaproveches las puertas de entrada a la mente de los alumnos. Donde encuentres


debilidades como la gula, el sexo, la vanidad y la ambición, actúa inmediatamente, porque los
seguidores del crucificado son, en su mayoría, hipócritas, tumbas blanqueadas por fuera, pero
podridas por dentro.

Muy pocos de estos falsos buenos resisten tentaciones de este tipo.

Deseamos devolver a estos bribones y pretendientes del Cordero.

Fuimos forjados por antiguos y valientes luchadores que nos legaron las ventajas materiales
que utilizamos cuando estábamos en el mundo y que necesitamos seguir defendiendo, para
poder inculcar en ellos a nuestros elegidos, perpetuando nuestro imperio milenario.

Entre los dos lados de la vida, debemos conservar lo que nos pertenece.

El dinero y el poder, la influencia, la corrupción, la evasión y la malversación serán siempre las


herramientas propias de nuestro esfuerzo por garantizar para nuestras futuras generaciones y
para nuestros eventuales retornos al mundo de las calaveras, las mismas condiciones
ventajosas, las redes de injerencia en los destinos y el potencial de enriquecimiento que nos
mantiene a la cabeza de los negocios del mundo.

Con esto seguiremos controlando los patrimonios financieros organizados en bancos y


empresas de crédito, controlaremos los medios de comunicación para inducir a los Espíritus a
sentirse familiarizados con los conceptos morales que facilitan nuestras acciones, ridiculizando
la honestidad, la corrección, el cumplimiento de los deberes, abriendo espacio en las mentes
para la complacencia con el latroci

nio, con el interés de parecer importante, con el deseo de enriquecimiento para alimentar el
fuego de la vanidad.

Influiremos en los medios de producción para dirigir las fuerzas materiales, en los mercados,
en los organismos que deliberan sobre las políticas generales, creando confusión con principios
filosóficos contradictorios, divergencias de entendimiento para que, en las interminables
discusiones y debates, se pierda el tiempo y las cosas no cambien.

Todo esto forma parte de nuestro trabajo para combatir el ataque de los que dicen ser leales
al Cordero.

Asimismo, denigraremos sus religiones a través de religiosos corruptos, venales, negociantes,


pervertidos, sexólogos, libertinos, demostrando lo falsos que son los valores de su fe.
Estableceremos el culto a la basura y a la depravación, con las imágenes provocativas de
cuerpos expuestos, promoviendo el éxito de las manifestaciones de nuestra esfera, inspirando
la difusión de canciones de contenido malicioso y provocativo, difundidas por los medios de
comunicación para obtener la aceptación de la mayoría de los incautos, ascenderemos a sus
cantantes e intérpretes de la noche al día a la categoría de estrellas, para que sean citados por
unos y envidiados por otros, facilitando que nuestros tutelados se nutran de estos conceptos y
olviden las referencias al cobarde y desvergonzado Cordero que, tras dejarse matar, abandonó
a todos sus seguidores sin volver para salvarlos del mal.

Esta es su orden. En cada oficina en la que estáis instalados, en cada despacho, en cada oficina
en la que nuestros representantes están en contacto directo con nuestras influencias y
objetivos, en cada representación de partido o gobierno, autoridad de cualquier zona y lugar
de concentración de personas, Ahí debe estar nuestro esfuerzo para actuar en respuesta y
repudio a este tipo de ataques cobardes de los que fuimos víctimas y que se multiplican por
todos lados, desde esa caterva de hipócritas que predican desde los púlpitos una pobreza que
no viven, que hacen discursos de honestidad y amor al prójimo, pero promueven la corrupción
de los políticos y las orgías de Dionisio.

Tengan en cuenta los dos tipos de religiosos que vamos a encontrar. Los primeros rezan por
nuestra cartilla utilizando las mismas estrategias, para ellos, la religión es sólo un paso para
conquistar el poder del mundo y los favores de la comodidad.

Estos últimos quieren parecer inmaculados, puros, verdaderos.

Proteger y apoyar a los primeros, a los que, en su interior, demuestran ser venales o estar
interesados en venderse.

Rechaza la compañía de personas religiosas rectas, de autoridades que cumplan con sus
deberes, de hombres y mujeres correctos y moralmente honestos. Estos son más difíciles y, en
medio de la confusión que se establecerá por el ataque a los demás, acabarán siendo
masacrados por la fuerza de la presión social.

Les advierto, principalmente, que se mantengan alejados de las instituciones en las que los
malditos representantes del Cordero se dedican a rezar y a contactar con los que ellos llaman

Espíritus, representantes de la malograda asociación de los ridículos franceses, ya que poseen


hechicerías que la mayoría de nosotros no sabemos neutralizar, sobre todo cuando no nos
dejamos engañar por los intereses mundanos.

No me refiero a los que mantienen contacto con nosotros en sus centros de creencias,
pidiendo dinero, encendiendo velas y otras ofrendas, ni a los que los buscan para realizar sus
ambiciones con nuestra ayuda. Estos son espiritistas nuestros.

Ya sabes cómo nos hemos compenetrado con estos siervos sensibles y lo útiles que nos han
sido en las tareas de dominio de las conciencias. También deben ser protegidos por nuestros
ejércitos y defendidos de las acciones nefastas de la clase luminosa a cualquier precio.

Debes saber que en este ataque desleal que nos golpeó, una de las cooperadoras más
importantes de nuestra Organización también fue herida y despojada de buena parte de sus
trabajadores, sin saber a dónde fueron llevados.

Y después de eso, nuestro medio, nuestro "caballo" está un poco desconcertado, sin entender
lo que está pasando en su casa.
Los adeptos de la idiotez francesa han desarrollado técnicas que confunden a los menos
preparados y que pueden producir terribles daños a quienes caen en sus tamices.

Viven diciendo que no tienen intereses, que no cobran dinero ni quieren nada de la gente.
Predican una transformación interior, como si fuera posible, que la gente se mejore, se
transforme y sea feliz. Lo hacen todo gratis y no buscan, en la mayoría de los casos, ni siquiera
la notoriedad de la prensa.

Con ello, las casas donde se reúnen acaban siendo lugares de gran peligro para nuestros
trabajadores.

Tenga cuidado con ellos.

Si necesita ayuda, busque a los médiums que gustan del pago, de los que se interesan por los
rituales y los objetos, la información y las ventajas de todo tipo, porque estos son numerosos
y, en sus lugares de encuentro, encontraremos el ambiente adecuado para la instalación de
nuevas sucursales de nuestra institución.

En cuanto a los templos del espiritismo de Allan Kardec, les prohíbo entrar en ellos,
prefiriendo la táctica de seguir a sus adeptos a sus alas, después de las reuniones espiritistas.
Sigue con ellos para aprovechar sus deslices y, cuando esto ocurra, atácalos, envuélvelos y
esclavízalos con pensamientos de revuelta, insatisfacción, irritación. Así, seguramente
conectados a ellos, podremos volver al centro espiritista utilizándolos para crear problemas y
desajustes, convirtiéndolos en nuestras herramientas.

Induciremos a los chismosos, a las posturas desafiantes, a los comentarios malintencionados,


a las expresiones inadecuadas, creando disturbios en el seno de los que quieren ser puros,
pero que están llenos de impurezas en el alma.

Percibiendo que todos sus oyentes estaban como hipnotizados por sus serias palabras, que
atestiguaban su completo dominio sobre la asamblea, el Presidente hizo una breve pausa y
continuó, demostrando que la reunión estaba llegando a su fin

- Dentro de cinco semanas, actuaré personalmente en el cierre de la persecución que


encomendé al Jefe y a Juvenal, que la habían ejecutado correctamente.

Hasta ahora han hecho un buen trabajo, pero como han desaparecido, a partir de ahora me
encargaré yo mismo.

Prepárense, todos ustedes, para estar allí en el día señalado, como invitados para presenciar
nuestro poder contra los secuaces del Cordero.

Os invito para que en esa fecha podáis componer el equipo que presencie y colabore en la
realización de los procedimientos con los que actuaremos en el mundo como quienes
gobiernan a las personas y sus destinos, demostrando que los delitos siempre se descubren y
que no hay nadie que pueda eludir el ajuste de cuentas.

Es ley que un ojo indemnice al otro, que se revise un diente para que coincida con el que se ha
perdido.

Así, a todos los que se han visto felices con la desgracia de los demás, les llega el día en que su
estructura se derrumba en el vacío de su torpeza.
Los intimo para que sean testigos de lo que les ocurre a los que creen que pueden engañar a
nuestra Justicia. El odio, largamente acumulado, que se derrama sobre los implicados, saciará
nuestra sed de venganza.

Hasta entonces, estad atentos a vuestros puestos y no descuidéis nada porque no pienso
perder más agentes de confianza, como os considero a cada uno de vosotros.

Cada fuga será castigada ejemplarmente con procesos de tortura y represión que debéis
aplicar implacablemente y sin excusas.

De aquí debes salir con la certeza de que toda compasión es el virus del Cordero, que estará
comprometiendo nuestra salud para llevarnos a la enfermedad y a la caída.

Y si encontramos a alguien contaminado, tratemos de utilizar la energía y el castigo para que


el maldito se arrepienta y sirva de ejemplo a los demás.

Si pidieron y recibieron la ayuda de la Organización, aceptaron nuestras condiciones.

Juraron que pagarían el precio correspondiente y, así, no hay nada que puedan hacer para
evadir el deber de servicio a nuestra causa, hasta el final.

Con un gesto imperativo, puso fin a la reunión y despidió a todos los participantes.

Luego, se encerró en sus habitaciones para perfilar la acción para el arreglo final del caso que
el Jefe y Juvenal venían manejando, en su interés personal, relacionado con el destino de
nuestros personajes.

Había determinado la ampliación de los obsesores con Marisa, Leticia, Camila, Silvia, Marcelo,
Adalberto, Ramos, Leandro, Glauco, Gláucia y Luiz.

Había estudiado los pasos más adecuados para que, en las diversas áreas, se cerrara el círculo
de influencias espirituales que comandaba para atrapar a todos los implicados en el mismo
momento

Así que, como había dicho en la reunión, había acordado que todo se decidiera en la reunión
del grupo profesional que se celebrará en las próximas cinco semanas

Decidió encargar a algunos de sus servidores más cercanos que buscaran información sobre el
paradero de sus dos hombres de mayor confianza, para encontrar una justificación a la
desaparición de tantos trabajadores de la Organización.

34

LA PEDAGOGÍA DEL BIEN

En cuanto a los espíritus que fueron capturados por el campo magnético que existía tanto en
la habitación de Glauco como en la de Marcelo, sabemos que Juvenal y el Jefe se fueron
empequeñeciendo y acomodando dentro del vientre de la futura madre, dormidos para poder
prepararse para la reencarnación obligatoria que comenzó ese mismo día.
Los otros obsesores de Silvia y Marcelo habían sido retirados y enviados a los campos de
asistencia ubicados en las dimensiones espirituales, igualmente sometidos a un proceso
ionoterápico para el reajuste de sus centros cerebrales, tanto como para la disolución de las
conexiones magnéticas producidas por la hipnosis a la que habían sido sometidos durante su
"entrenamiento" por quienes comandaban el área respectiva en la Organización.

En cuanto a los que seguían la actuación de Glauco bajo los ataques incontrolados de Marisa y
los del público, la parálisis magnética les permitió presenciar la acción de las entidades
superiores en la ayuda al joven, identificando la superioridad y el poder del Amor como
indicación de un nuevo rumbo a seguir, abandonando una vida de libertinaje y crimen.

Ante la imposibilidad de locomoción, se vieron afectados en sus sentimientos más íntimos,


quedando realmente impresionados por la capacidad de acción de fuerzas tan desconocidas.

Al mismo tiempo, después de que este hecho ocurriera, innumerables entidades se hicieron
visibles en el ambiente, muchas de las cuales eran parientes, amigos, guardianes de los propios
Espíritus que, durante mucho tiempo, los habían estado buscando para la guía decisiva en el
momento adecuado.

Ese había sido el momento adecuado.

Allí, en la arena de los placeres, rodeado de los inadaptados contingentes humanos, un


cristiano había dado testimonio de su fe, tanto como los antiguos mártires cantaban en los
momentos que precedían a la muerte en las arenas romanas del pasado.

La oración de Glauco correspondió a este canto de ayuda y de fe, entregándose a las fuerzas
mayores de la Bondad y haciendo posible la ocurrencia del fenómeno magnético que vino a
balsamar no sólo su corazón, sino, sí, el de todos los espíritus frívolos que allí se encontraban.

Tocados por lo maravilloso y por lo sobrenatural, sin poder alejarse de ese ambiente, tuvieron
que someterse a la observación de las fuerzas amorosas, actuando sobre los afligidos y frágiles,
sin establecer ninguna violencia contra los que sólo se limitaban a observar los valores de la
Bondad de Dios.

Y los mismos que ridiculizaban los esfuerzos de elevación de Glauco, abucheándolo,


descalificándolo como hombre, ahora se sometían al poder sublime, tanto como al encuentro
con los que no habían sido olvidados en sus corazones.

No tendrían forma de escapar. Por lo tanto, la mayoría de ellos terminaron rindiéndose al


proceso de iluminación, siendo llevados a las instituciones espirituales donde recibirían el
tratamiento vibratorio adecuado para la purificación de los fluidos malsanos que habían
inoculado en sí mismos, después de un largo tiempo de desequilibrios y excesos en las diversas
áreas de la influencia negativa entre hombres y mujeres.

Por ello, tanto la Organización como la tarea espiritual realizada en el asqueroso y repulsivo
local de la Sra. Mercia eran vulnerables a la estampida de entidades.

Especialmente en el caso de la Sra. Mércia, los efectos fueron demasiado graves para su
propia responsabilidad.

Como muchos consultores e interesados en sus ofertas estaban dispuestos a obtener una
asistencia preferente, por grandes sumas de dinero, el pago realizado por Marisa al solicitar
determinados servicios aseguraba que un gran contingente de entidades, algunas con mucha
experiencia obsesiva, se desplazara al lugar del atentado para influir en Glauco para que se
rindiera ante la tentación física a la que le sometería Marisa.

A todas estas entidades se les impidió regresar. La mayoría de ellos, como dijimos, porque
comprendieron la existencia de una fuerza soberana y más generosa que cualquier otra.

La minoría rebelde, sin embargo, también se vio impedida de regresar inmediatamente, ya


que, envuelta por el magnetismo de aquel momento, fue inoculada por el poder abrumador de
la Compasión Celestial, respirando los fluidos balsámicos y las emanaciones anestésicas,
quedando fuertemente dormida en el sueño terapéutico que la limpiaría de las influencias
perniciosas de la hipnosis.

Además, aunque volvieran a la libertad más tarde, tras el despertar, ya habrían pasado largas
semanas o meses, durante los cuales sus víctimas ya estarían más recuperadas de sus
interferencias y, por sí mismas, podrían dificultar la reanudación de los mismos niveles de
acción obsesiva que antes.

Doña Mércia, sin embargo, no podía soportar una pérdida tan drástica. Acostumbrada a los
intercambios magnéticos que la constante afinidad en el mal le había proporcionado durante
años, sus fuerzas se debilitaron de forma espantosa.

Sin el séquito de entidades interesadas que le suministraran vibraciones, Mercia se encontró


entregada a un adormecimiento inexplicable.

Ni siquiera el Espíritu que controlaba sus facultades podía modificar el estado de ánimo de la
mujer, ya desgastada por las innumerables aplicaciones nocivas de sus fluidos vitalizantes,
ofrecidas para las prácticas más inferiores imaginables.

La caída de su flujo energético hizo que la clientela invisible que la absorbía dejara de
atenderla, aunque bajo la protesta de los muchos que se valían de sus energías para lograr sus
objetivos.

En consecuencia, no pasó mucho tiempo antes de que la Sra. Mercia dejara de atender al
público normal de los consultores encarnados.

Sin embargo, por mucho que se les advirtiera de las dificultades de Mercia, la mayoría no
comprendía sus limitaciones, y le lanzaban expresiones de ingratitud, amenazas y otras tantas
palabras intimidatorias, sin la menor consideración por su estado orgánico y mental.

Sus facultades mediúmnicas, maltratadas durante décadas, habían sido dañadas por el choque
magnético de la pérdida de quienes la sostenían, al mismo tiempo que, debilitada físicamente
durante mucho tiempo, sus energías no se reponían a tiempo y en la cantidad necesaria, ni por
el alimento material, siempre deficiente, ni por la falta de descanso indispensable para la
recuperación orgánica.

Al tener que atender el séquito de importantes consultores, siempre pagando grandes


honorarios por sus sensibles favores, Mercia olvidó que la fuente de todas las bendiciones no
es la vena de oro de los recursos humanos, sino la vena invisible del oro de la Bondad, nacida
del corazón del Creador.

Sin recibir la alimentación adecuada, fatalmente no tardaría en que sus energías fueran
insuficientes para el mantenimiento del equilibrio orgánico y, con ello, se presentara el
desajuste de los centros cerebrales, imperativo.
La señora Mércia deliraba día y noche.

Una semana después del suceso en el motel, en el que se vieron implicados Marisa y Glauco,
las nefastas consecuencias se hicieron evidentes.

Una profunda debilidad se había apoderado de su cuerpo y, se hiciera lo que se hiciera, todos
los esfuerzos por recuperarla parecían inútiles.

Conectada directamente a ella, la entidad que la controlaba recibía todos los impactos de los
medicamentos que se administraban a la médium, prescritos por un médico de confianza.

Al mismo tiempo, apenas instalada la referida fragilidad, el periespíritu de Mercia pasó a tener
más conciencia y lucidez, dejando el cuerpo carnal con más conciencia y encontrando, junto a
ella, las entidades inferiores que la ayudaban en la ejecución criminal de los deseos de quienes
contrataban sus servicios.

Mientras su cuerpo cedía a la debilidad, trasladada de urgencia al hospital, la constatación de


su participación en una inmensa red de desajustes y delitos dificultaba aún más la modificación
de su estado físico.

Comprendiendo el tamaño de sus faltas, al identificarse más libre de los grilletes de su cuerpo
carnal, Mercia se observó rodeada de entidades horrendas, enanos deformes, seres
monstruosos que babeaban líquido viscoso por los orificios que presentaban en sus rostros, el
título de bocas o narices.

Estos encuentros la desesperaron, intentando volver a su frágil cuerpo, en una angustiosa


manifestación de un desdoblamiento perturbado. Ahora que los lazos de la materia orgánica
se habían aflojado, la conciencia de la médium invigilante se había vuelto más clara y, en
consecuencia, su temor a lo que encontraría al otro lado había aumentado, transformando los
momentos más rápidos del sueño en pesadillas.

Las agitadas pesadillas, que perturbaban su estado orgánico, también repercutían en el tipo de
tratamiento que recibía.

Al ver sus agonías durante el reposo, los médicos adoptaron una medicación neuroléptica
para intentar disminuir las conversaciones con seres invisibles o los informes de ambientes
grotescos.

Tal recurso químico repercutió en la entidad negativa que la manipulaba, produciendo


reacciones de la misma magnitud, obligándola a alejarse de su pareja, rompiendo los lazos
magnéticos que los mantenían unidos.

Este proceso provocó el cese del intercambio energético que aún existía entre ellos,
perilitando aún más el ya frágil estado de salud de la mujer.

Su sistema endocrino estaba alterado. La producción de sangre se vio comprometida por años
de descuido magnético, en las alteraciones hemodinámicas producidas por los excesos de la
tarea de exteriorización incontrolada del fluido vital y, sin la acción compensatoria de
entidades elevadas que siempre están apoyando a los médiums responsables y diligentes, que
cumplen con sus deberes y donan sus fluidos para las acciones del Amor Desinteresado con los
que sufren, Mercia se quedó sola.
Los médiums que no cumplen con el deber de la fraternidad y se dejan arrastrar al nivel
inferior de los intereses mundanos, en palabras del propio Jesús, ya han encontrado allí su
recompensa.

Que no busquen las recompensas celestiales que sólo están destinadas a quienes no se dejan
arrastrar por las ambiciones terrenales, sirviendo a la causa del Cristo sólo por amor.

Estábamos viendo los últimos días de la señora Mercia en su cuerpo físico, ahora que el
desajuste había llegado a su clímax y cualquier esfuerzo de la medicina por controlar los focos
de infección que se extendían, provenientes de las bacterias que poblaban su cuerpo y que
ahora se multiplicaban de manera anormal y sin control biológico de su debilitado organismo,
ya no le sería favorable.

Junto a ella, Félix y Alfonso, siempre acompañados por Magnus, observaban los tristes efectos
del mal uso de los dones divinos, impidiendo que se le ofreciera cualquier actitud más directa
de protección, además de sus propias oraciones.

Al no haber sembrado en su camino las dulces semillas de la rectitud y la benéfica tarea en


favor de los afligidos, los protectores de Mercia no pudieron impedir la entrada en su cámara
de las innumerables entidades perversas que se valían de sus energías para prácticas
inferiores.

- Quiero mi pago... no creas que te vas a quedar así... escabullirte de la vida y dejarme en la
estacada... ¡eso es lo que no quiero! - protestaron muchos de los que se acercaron a ese lugar.

Sin contar los innumerables Espíritus infelices que fueron víctimas de su acción directa como
médium, o perjudicados en los innumerables procedimientos persecutorios en los que actuó,
incluso indirectamente.

Tales Espíritus, atribuyéndole todas las culpas, se aprovecharon de su mórbida fragilidad para
llevarle toda la procesión de amenazas e ironías, preparándole la amarga cosecha a la que se
refería Jesús cuando decía que "a cada uno, según sus obras".

Así, habiendo aceptado ser la piedra de escándalo, Mercia abrió un camino fácil a las cargas de
las innumerables entidades desafortunadas que esperaban, como lobos voraces, su llegada al
lado de la Verdad, para establecer los procesos de venganza.

Y los tormentos de Mercia se intensificaron porque, pretendiendo esconderse de los


recolectores en el cuerpo, fue repelida por los remedios químicos que se le aplicaron para que
durmiera y contuviera las crisis alucinatorias. Cuando fue expulsada de su cuerpo por el efecto
de los medicamentos, se encontró con la escena dantesca de sus falsos amigos, sus antiguos
empleados y los innumerables vengadores dispuestos a atacarla.

Comprendiendo su estado y no pudiendo actuar de forma directa para disminuir ese


panorama de agonías, las entidades amigas, para mejorar, al menos, el estado general de
equilibrio de la moribunda, le aplicaron pases magnéticos para amortiguar la lucidez visual en
el campo del Espíritu, visión que había sido largamente ejercitada durante su vida física y que,
ahora, le escudriñaba con mayor claridad el triste escenario que le esperaba.

Con esto, Mercia ya no se asustaría tanto por las presencias nocivas, y al mismo tiempo,
podría despertar más serenamente, sin los gritos y las expresiones alucinadas.
Al mismo tiempo, haciéndose visible durante unos instantes, Alfonso se dirigió a los invisibles
de aquella habitación de hospital y exclamó, compasivo y enérgico

- El Señor es generoso con todos sus hijos. Este es el momento de rendir cuentas al que todos
debemos atender, tengamos o no un esqueleto vestido de carne.

Todos somos hijos de Dios y seremos responsables de nuestros actos por la fuerza de la ley. No
hace falta que hagas el mal para que esta hermana sufra las consecuencias de tu inacción. Por
lo tanto, te pido que olvides el mal que has recibido y aceptes la invitación del Amor. Si lo
aceptas, el Divino Maestro te garantiza la acogida para todos, independientemente de los
delitos que hayas podido cometer un día.

Recuerda: Si no aceptáis las invitaciones de la Bondad, debéis prepararos para rendir cuentas
de vuestros actos al inflexible Juez de vuestra propia conciencia, como se ve obligada a hacer
nuestra desdichada hermana, en estos instantes dolorosos para su Espíritu.

La palabra rápida y vibrante de Alfonso tomó a muchos por sorpresa. Asustados, la mayoría
huyeron del lugar.

Una pequeña parte se quedó entre el miedo y la revuelta, gritando que no era justo que Dios
enviara protectores a personas que se habían convertido en Demonios en sus vidas.

Y, finalmente, sólo tres de los más de cincuenta entes, comprendiendo el asentimiento de


Alfonso, se acercaron a él e, imaginando que era un emisario de la Divinidad, se postraron a
sus pies y dijeron estar arrepentidos del mal que ya habían hecho.

Inmediatamente, del campo magnético luminoso que surgió de Alfonso, aparecieron en el


recinto tres Espíritus laboriosos que levantaron a las almas abatidas que habían aceptado la
llamada del Bien, y luego, reunidas con afecto, fueron llevadas a los procesos de refresco.

Al menos durante un tiempo, el entorno de la habitación de Mercia se vació de entidades


malignas.

- Al menos durante unas horas la pobre criatura tendrá algo de tranquilidad para pensar en
sus acciones y prepararse para el regreso.

- Sí, Félix... esperamos que los médiums del mundo puedan prepararse mejor para afrontar
este momento crucial en su viaje de regreso.

Dejando el entorno, garantizaron a la moribunda una porción de fuerza para que los instantes
finales en el cuerpo de carne correspondieran a un curso de maduración para el Espíritu que
continuaría vivo y enfrentado por sus aciertos y errores, sin excusa alguna.

Ambos tuvieron que dar curso a los ajustes finales en el proceso de respuesta del Bien, frente
a las actitudes frívolas e inadaptadas de los hombres, aceptando pasivamente el papel de
agentes del mal en función de sus deseos de grandeza, de éxito, de vanidad y orgullo, de
ascenso profesional, de codicia de lo que no les pertenece, eligiendo un camino incompatible
con sus necesidades.

Por eso, queridos lectores, si puede parecer difícil seguir las huellas de Jesús, que nos pide
mucho valor, determinación, renuncia, desprendimiento y madurez, al menos no olvidemos las
enseñanzas de Moisés.
Más antiguas, más limitadas, más intimidantes que las del cristianismo, las enseñanzas
contenidas en el decálogo, igualmente olvidadas por la mayoría, habrían evitado todos los
problemas que encontramos en estas líneas si se hubieran observado mínimamente.

¿Recuerdas, al menos, los DIEZ MANDAMIENTOS?

Si no recuerdas las diez, hagamos un esfuerzo por quedarnos al menos con alguna de ellas y
esto ya será muy útil para nuestra mejora personal:

- No robarás

- No darás falso testimonio contra tu prójimo.

- No codiciarás la mujer de tu prójimo.

- No desearás la casa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada de


lo que le pertenece.

Estarás de acuerdo en que si la gente de esta historia hubiera seguido estos mandamientos,
no estaríamos aquí, ¿verdad?

35

OBSERVANDO A TODO EL MUNDO

Tras los encuentros sexuales mantenidos con Leticia y Silvia, Marcelo retomó su rutina,
tratando de actuar de forma que no despertara sospechas.

La estimulante presencia de Camila dominaba ahora sus pensamientos.

Con esta idea fija, fue muy fácil para el Presidente, ahora en la dirección directa de los
trabajos de interferencia, hacer uso de su inclinación a implantar otras entidades
obsesionantes en sus terminales nerviosas, con el propósito de mantenerlo estimulado en el
deseo de una mayor implicación con la más bonita de las tres.

Marcelo y Marisa ya no se ocupan de su vida en común.

Cada día que pasaba, se sentía magnetizado por su compañera de trabajo que, de forma
delicada, le alimentaba con una dosis de afecto que, aunque no llegaba a la plenitud de la
intimidad, era lo suficientemente intensa como para mantener el fuego del deseo y la pasión.

Camila supo utilizar sus atributos para jugar con la imaginación masculina.

Cada vez más, Marcelo se enamoraba, ahora ayudado por la acción hipnotizante ejercida por
los entes perseguidores, de una procesión de imágenes mentales proyectadas en su interior,
sugiriéndole y ayudándole a producir más ensueños que involucraban la posibilidad de unirse a
Camila.

Sus noches estaban llenas de sueños estimulantes en los que la figura de Camila tenía un
papel preponderante.
Las rutinas de la oficina no cambiaron para que las otras dos mujeres no descubrieran su
juego.

Ahora, el deseo ya no era arrastrar a Leandro, sacándolo de su lugar privilegiado para asumir
su posición en la estructura jerárquica.

Ya era para hacerse el salvador de Camila, apoyando su fragilidad en la defensa contra el


obstinado atacante y agudo perseguidor.

Actuando por su cuenta, Marcelo demostraría su audacia para que la mujer amada lo
admirara y lo aceptara como su valiente compañero.

Si para ello tenía que asumir todos los riesgos necesarios denunciando a Leandro en base a las
pruebas allí documentadas, los asumiría.

Sabía que se acercaba la reunión de los abogados, por lo que se preparaba cada vez más para
que su estrategia fuera todo un éxito.

Su relación con Silvia había sido suficiente para conseguir su cooperación. La pasión de Leticia
había garantizado su apoyo al objetivo.

La decisiva participación de Camila le daría el respaldo necesario para acabar de una vez por
todas con la detestable figura de aquel asqueroso hombre que la perseguía dentro de la
oficina.

A su vez, después de haber sido rechazada por Glauco, Marisa había terminado
involucrándose con Luiz, el hermano de Gláucia, descubriendo en él a un hombre igualmente
atrevido y aventurero, ya que compartían las mismas ideas y deseos, similares en nivel e
intensidad.

Ambos supieron ser promiscuos en pareja, agotándose en las prácticas sexuales y


deleitándose en las novedades que podían producir en términos de excitación y disfrute.

Cuanto más se conocían, más querían conocerse.

La ansiedad era el subproducto de los excesos ya cometidos, solicitando la repetición y


reviviendo las mismas sensaciones.

Sin preocuparse por su condición de esposa de Marcelo, Marisa había encontrado en Luiz a
ese hombre que la colmaba de halagos y alimentaba su vanidad femenina, endiosando su
belleza y sensualidad, y colmando su necesidad.

Además, la experiencia sexual del chico lo convertía en un excelente amante, la combinación


perfecta de fuego y gasolina.

Las insatisfacciones de Marisa en relación con Marcelo acabaron situándose en un segundo


plano, ya que sus aventuras ilícitas empezaron a dominar su vida, al mismo tiempo que su
marido se involucraba en los procesos de placer y conquista en su ámbito profesional.

Glauco y Gláucia, acompañados por Olívia, empezaron a asistir con asiduidad a la Asociación
Espírita, ya no como simples observadores, sino con el deseo de aprender más, de participar
en las actividades asistenciales que allí se desarrollaban, visitando a los enfermos, a los
habitantes de las favelas, llevando bolsas de comida en sus coches, ayudando en la donación
de ropa, es decir, dando a sus vidas un rumbo que correspondía a la cooperación espontánea
en la obra de la Bondad.
Glauco, agradecido por el apoyo recibido en los momentos cruciales de su testimonio moral,
comprendió que todos somos miembros de una red de asistencia fraterna y que, así como él
estuvo al borde de la caída, muchas personas están al borde del crimen por carecer de un
pedazo de pan, un poco de arroz y frijoles para sus hijos, ropa de abrigo y una demostración de
afecto.

De la misma manera que había sido sostenido por seres invisibles, podía convertirse en la
mano visible de Dios y de Jesús, junto con la novia que siempre le acompañaba, para que los
desdichados no se dejaran llevar por la desesperación.

Las semanas que siguieron a la tormenta vivida en aquel fatídico día se convirtieron en
momentos de recuperación y alegría, mientras sus fuerzas se reequilibraban, apartando los
pensamientos negativos relacionados con la conducta de Marisa, que desde aquel día se había
revelado como una víbora desequilibrada, asumiendo sus verdaderas tendencias e
intenciones.

Ahora, tras el tiempo transcurrido entre reflexiones y conversaciones, conferencias y lecturas,


comprendía la acción de las entidades obsesionantes al mismo tiempo que sabía que la chica
había sido el instrumento para probar sus determinaciones para el Bien. La comprensión de las
leyes del Universo le hizo ver que Marisa, en verdad, no era más que una enferma de la moral,
perdiendo la clasificación de bandida o desvergonzada. Hay que evitarla, porque la
enfermedad moral produjo el desajuste que podría causar otros problemas. Sin embargo, en
lugar de atizarla con pensamientos de odio, Glauco comprendió la necesidad de rezar por ella,
para que algún día pudieran rearmarse, sin alimentar el odio ni el deseo de venganza que latía
en su herido espíritu femenino.

Ni él ni Gláucia sabían que entre Luiz y Marisa se había establecido un intercambio afectivo,
aunque fuera de forma frívola, donde ambos se explotan mutuamente, sin los compromisos de
los verdaderos sentimientos.

La yuxtaposición de necesidades fue lo que les ocurrió a ambos

Luiz se sentía un superhombre al lado de una mujer exuberante. Marisa se sentía como una
supermujer, al lado de quien le suministraba estímulos y sensaciones deseadas por la vanidad
de la sei, tipo de mujer.

A causa de lo ocurrido en la puerta del motel, Luiz evitó encontrarse con Glauco, quien, del
mismo modo, no quería estar en el mismo ambiente que su futuro cuñado.

Debido a su relación con Marisa, Luiz se había distanciado aún más del grupo familiar,
excusándose con el exceso de compromisos y dejándose llevar por la sintonía con la mujer
deseada.

Se acabó la oración en familia, se acabó la elevación del pensamiento.

Lo suyo ahora era disfrutar de la excelente marea que le ofrecía la vida.

La presencia de Jefferson a su lado era constante, cooperando ahora también en la influencia


de Marisa, cada vez más accesible a todo tipo de obsesión, ambas vigiladas por el Presidente.

Había alquilado un apartamento y establecido el nido donde la pareja iba siempre que el
tiempo se lo permitía.
Al no tener relación con su marido, Marisa se deja trasladar, en horario diurno, al entorno
donde vive las experiencias de la nueva relación.

Luiz, al no tener un horario rígido de trabajo, podía acompañarla habitualmente, habiéndose


convertido, con el paso de las semanas, en una especie de novio aventurero, gastándose en
aventuras y diversiones en los alrededores de la nueva casa.

Silvia, por su parte, tras la relación sexual en la que se promovió la conexión de sus dos
obsesores, que se materializarían en la Tierra como sus hijos, sufrió un cambio brusco en su
estado íntimo.

Tras dejar el motel, buscó el descanso en su casa, al tiempo que deseaba encontrar, en el
cariño de su hijo adolescente, el alimento afectivo para sus necesidades y carencias.

No tenía un marido cerca, ni podía esperar eso de los frívolos y casi desconocidos hombres
que utilizaba como instrumentos de placer. No tenía amigos con los que compartir estas
sensaciones, porque sus amigos eran siempre potenciales adversarios a los que derrotar y sus
amigas siempre acababan en la cama con ella tarde o temprano, lo que estropeaba la amistad.

Sólo su hijo le parecía el mundo seguro para extenderle el afecto sincero y el cariño puro, sin
el sexo detrás en ese océano de mentiras y falsedades que había construido alrededor de su
vida.

Sin embargo, su hijo tampoco estaba allí.

Viviendo ya los descubrimientos de una adolescente, se encontró en compañía de amigos y


jóvenes deambulando por algún lugar interesante de la ciudad, iniciando las aventuras del
afecto con desconocidos, ya que no podía contar con la comprensión y aclaración de sus
propios padres, dentro de la casa.

Silvia se vuelve sola, con esa sensación de vacío que, tarde o temprano, acaba llegando para
todos los frívolos del mundo, cuando nada tiene sentido, nada es suficientemente verdadero y
duradero, nada fue cultivado con profundidad o seguridad para dar soporte en la hora de la
tormenta.

Por primera vez, envuelta en nuevos sentimientos, Silvia se encerró en su habitación y lloró
amargamente.

Esta sensibilidad se convirtió en la marca de los días siguientes. Cuando entró en contacto con
la posibilidad de la maternidad, su espíritu recibió las emanaciones superiores de lo alto que la
conectaron con sentimientos elevados, muy diferentes del comportamiento que se había
permitido desde que había entrado en la edad adulta.

Silvia aún no lo sabía, pero en su fuero interno la voz de su conciencia le decía que algo muy
diferente estaba ocurriendo.

Y como no sospechaba ni consideraba posible el embarazo, llegó a pensar que algo malo
estaba a punto de suceder.

- Dios mío, ¿voy a morir? Nunca he sentido estas cosas en mi vida. Creo que esto debe ser una
advertencia. Pero soy tan joven... Dios mío, ¿qué será de mi hijo?

Tales pensamientos afligieron aún más a su ser.

El cuerpo seguía bien vitalizado, un cuerpo que ella consumía en repetidas orgías.
El hijo aún necesitaba ser criado, un hijo que ella nunca atendió como debía.

Quería encontrar el Amor - pero nunca le había interesado amar a su marido.

Todo esto, ahora, le parecía una razón que la hacía meditar sobre la brevedad de la vida
terrenal, sobre la exigüidad de las oportunidades, sobre la transitoriedad de la existencia
material.

La idea de morir la asustaba.

En aquellos días, su alma se había dejado envolver por la situación incontrolada del miedo, sin
sospechar que la sensibilidad materna producía los reflejos resultantes de la conexión uterina
con los dos espíritus, sus compañeros de frivolidad.

Ambos estaban interiorizados en su vientre, semihipnotizados, bajo la protección de las


entidades responsables del proceso de renacimiento obligatorio, ya que en realidad nunca
habrían sido deseados por la futura madre, y si no se mantuvieran en esta condición, serían
fácilmente repelidos y destruidos por el repudio mental de Silvia.

Sin embargo, unas semanas más y ya se daría cuenta de la existencia de algo biológicamente
incorrecto en sus rutinas físicas

Las transformaciones corporales la inducirían a pensar, efectivamente, que tenía alguna


enfermedad grave, en proceso de avance

Y si hasta entonces había mantenido esas ideas sólo en el ámbito de las conjeturas mentales,
fácilmente rechazables, con la evidente modificación biológica que se producía a lo largo de las
semanas, la conjetura de muerte o enfermedad se transformó en una sospecha basada en
hechos reales.

Asustada por todas estas circunstancias, su fragilidad afloró de forma vergonzosa.

En cada momento del día, Silvia tenía que controlarse para no llorar delante de los demás.

Si alguien se acercaba a ella, comentando los problemas de la vida, sus ojos se llenaban de
lágrimas, recordando que la vida se le podía estar escapando de las manos sin que pudiera
hacer nada al respecto.

El miedo a ir al médico y descubrir la enfermedad era tan grande como la sospecha de estar
enfermo.

No sabía a qué atenerse.

Nada de lo que se le ocurría le traía la paz interior.

Si estaba en casa, la presencia de su hijo era un doloroso recordatorio de que lo abandonaría,


después de haber vivido a su lado sin darle la misma atención y afecto que ofrecía a los
expedientes de su oficina y a los hombres con los que se acostaba en el intercambio de placer
por placer.

Ninguno de ellos sería, sin embargo, el refugio seguro para su angustia.

No podía contarle a su hijo sus problemas para que no se preocupara más que ella.
Al mismo tiempo, pensó en la necesidad de distanciarse del joven para que, cuando muriera,
no sufriera tanto. Pero, ¿cómo podía distanciarse de quien, en verdad, era la única fuente de
satisfacción afectiva que tenía?

Si alguien acudía a ella en busca de consejo, se excusaba con delicadeza para no ser
vulnerable a ningún sentimiento de angustia frente a la persona que le pedía ayuda.

Intentó cancelar las entrevistas con los clientes y los procesos se convirtieron en espinas en la
carne.

¿Por qué todos esos conflictos, esas disputas, esas alucinadas disputas, si la vida era algo tan
frágil y fugaz?

¿Cómo podría uno dejarse ilusionar por una vida ahogada en miserables papeles y disputas
cuando nada sería lo suficientemente perenne como para merecer tanto esfuerzo?

Su conducta no pasó desapercibida a los ojos de Marcelo que, sin sospechar nada, unas
semanas después del último encuentro, trató de observar sus actitudes para valorar la
continuidad de su apoyo en el caso de los documentos ya mencionados

- Hola, Dra. Silvia, ¿cómo está? - bromeó el chico en la puerta de su despacho.

- Bueno, Marcelo, estoy muy bien, ¿no te das cuenta?

- Sí, veo que estás muy tranquilo estos días; que no atiendes a tanta gente como siempre, que
no estás tan parlanchín como otros días, que llegas más tarde y te vas antes, que pareces más
cansado que de costumbre... Veo que estás "muy bien"...

Comprendiendo las referencias del chico, Silvia le pidió que entrara y cerrara la puerta.

Respondiendo a la petición con una sonrisa socarrona, Silvia le advirtió, adivinando sus
pensamientos:

- No hay que tener miedo, Marcelo, porque no hago aquí lo que hago en otros lugares...

- Qué pena... Silvia ... - respondió el chico, bromeando.

- Escucha, bastardo... - dijo, medio sonriendo... - deja de pensar en tonterías por un minuto y
siéntate ahí.

- Bien, estoy escuchando...

- Sabes, Marcelo, estoy muy preocupada por mi salud.

- ¿Qué quieres decir Silvia? - preguntó, mostrando un sincero interés. - Es que desde hace
unos días, no me siento bien. Tengo problemas para pensar, me paso la mayor parte del
tiempo tumbado, estoy hinchado y mi estado de ánimo se tambalea constantemente.

- ¿Pero has visto a un médico?

- Claro que no, Marcelo. ¿Y si descubro que realmente me falta vida?

- Vaya, Silvia, pero las cosas son tan complicadas.

- Esta es mi angustia, Marcelo. Cómo puedo afrontar así mi vida, mi hijo, mi futuro, si un
tumor puede estar consumiendo mis fuerzas ¿No se acuerda de aquel cliente mío que, hace
dos meses, vino a verme para renunciar a su demanda porque le habían descubierto un
cáncer?

- Sí, recuerdo su esfuerzo por convencerle de que debe seguir luchando por sus derechos.

- Sí, yo también lo recuerdo. Sin embargo, fue enterrado la semana pasada, Marcelo.

- ¡Dios mío! -dijo el chico, asombrado- ¿estás loca, Silvia, tan rápido como eso?

- Sí, amigo mío, así. Y ahora entiendo por qué pretendía dejar de lado estas peleas idiotas o
mezquinas que tenemos que convertir en proceso. Nada tiene sentido, Marcelo, si miramos las
cosas desde el punto de vista de alguien que descubre que le queda poco tiempo de vida.

- Pero sabía que tenía una enfermedad, Silvia.

- Sí, es cierto. Pero todos tenemos los días contados. ¿Quién puede decir que, cuando salga de
aquí, no me atropellen o que un camión no atropelle mi coche? Nuestra vida es una tontería,
Marcelo.

Ahora he pensado así porque, por primera vez, tengo miedo de morir.

Mi cuerpo me está asustando con la transformación que estoy sintiendo.

Y el miedo a partir hacia lo desconocido me impide ir al médico.

Comprendiendo la angustia de la dueña del momento, Marcelo se aventuró a sugerir:

- ¿Pero por qué no hablas con tu marido? Él puede ayudarte.

- Ahora, Marcelo, mi marido y yo somos dos desconocidos. No hemos dormido juntos durante
muchos años. Sólo mantenemos una apariencia de vida para que nuestro hijo sienta que vive
en una supuesta familia normal.

Tiene otros intereses, otras mujeres, otras relaciones.

Y diciendo esto al hombre con el que acababa de tener la última relación sexual unas semanas
antes, recordó su comportamiento y habló con franqueza:

- Y yo... hago... lo mismo...

¿Cómo puedo contar con alguien que nunca ha formado parte de mi vida?

Sólo tengo a mi hijo y, aun así, no puedo decirle nada porque, primero, no estoy segura y,
segundo, no quiero provocarle mayor sufrimiento.

Viendo que estaba atrapada en su propia trampa, Marcelo intentó acercarse a ella, después
de todo, Silvia había sido la mujer que le había proporcionado placer en los últimos tiempos, el
mismo placer que su propia esposa le negaba. De un modo u otro, se sentía en deuda con ella,
y quería que se vinculara a él por gratitud, con lo que su apoyo en la lucha contra Leandro sería
decidido e indudable.

- Bueno, Silvia, lo que no puedes hacer es quedarte así y no ir en busca de una solución
médica.

- Pero tengo miedo, Marcelo... - exclamó esa misma mujer tan segura de sí misma en las
relaciones carnales, pero infantil y llorosa en los momentos de mayor desafío.
Había llegado el momento de que su compañera de placer se convirtiera en el apoyo que
pedía en silencio.

- Si quieres, puedo ayudarte. Puedo llevarte al médico y estaré a tu lado para lo que venga y se
vaya.

Comprendiendo el ofrecimiento espontáneo que podría haber sido motivado por un


sentimiento de obligación debido a la intimidad que experimentaron, Silvia respondió:

- Marcelo, no te sientas obligado por lo que pase, entre nosotros. No quiero tu piedad ni la
compasión de un hombre con mala conciencia. Lo que hicimos fue disfrutar los dos sin
mayores responsabilidades.

Lo dije de forma altanera, incluso para herir los sentimientos del hombre y liberarlo de
cualquier obligación. Y es que, en ese momento, sus necesidades afectivas no podían ser
alimentadas por la piedad, ni por el sentimiento de piedad, de compasión. Necesitaba un
afecto sincero, la fuerza de alguien que estuviera con ella no para liberar su propia conciencia,
sino para demostrar un verdadero sentimiento fraternal. - Ahora, Silvia, en ningún momento
estoy pensando en eso. Me ofrezco porque, de una forma u otra, llevamos muchos años juntos
en este despacho y, aunque no hubiera pasado nada entre nosotros, me alegraría mucho
poder tender la mano en un momento de necesidad.

- ¿Lo dices en serio, Marcelo?

- Es lo más sincero que he conseguido en mi vida, Silvia.

Comprendiendo que el chico estaba siendo franco, la chica se levantó de su silla y se dirigió
hacia él para darle un abrazo.

Marcelo se levantó y entonces pudo sentir toda la angustia de la mujer que se acercó a su
pecho, ya no con interés carnal, sino como alguien que sufre.

Silvia lloraba desesperada, como sólo lo hacía en la intimidad de su habitación, cada noche,
sola.

- Cálmate, Silvia, así acabaré llorando yo también...

- Vamos, Marcelo, eres el primer ser vivo que conozco para poder llorar y desahogarme.
Aguanta, porque no sabes lo que esto significa para mí.

- Muy bien, llora, entonces, todo lo que necesites.

Ese desahogo le había venido muy bien al compañero de oficina de Marcelo.

Al final de la conversación, estaba más tranquila y segura. Había encontrado a alguien con
quien compartir sus angustias y temores.

Lejos de la oficina, las mismas dos voces volvieron a hablar por teléfono:

- Y así, las cosas continúan como nuestros planes preveían...

- Sí... cada día está más en nuestras manos...

- Cuida mucho que no se dé cuenta de nada, porque de eso depende nuestro éxito total y
absoluto.
- Déjenme a mí... nunca se dará cuenta de dónde vino el camión que lo atropelló, para cuando
pasen las cosas...

Los desajustes humanos en el ámbito de la afectividad, queridos lectores, han sido la causa de
una inmensa gama de sufrimientos morales y materiales de la vida.

El individuo que no es consciente de la existencia del Maestro Divino no podrá entender al


Maestro Divino, sino que podrá percibir al Maestro Divino.

Traicionando y siendo traicionadas, las personas se garantizan para el futuro nuevos


reencuentros para la renovación de compromisos no respetados, llevando a la estructura de la
comunidad familiar, en la condición de padres, hijos, hijas y hermanos, los antagonismos y
conflictos iniciados en las experiencias ancestrales del alma, en cuerpos diferentes.

Desgastando los centros de energía en las conductas revoltosas y frívolas en una determinada
vida física, cuando vuelven a la Tierra para futuras reencarnaciones, se modelan las nuevas
organizaciones biológicas. Tales almas implementan en el marco carnal están modelando los
mismos desajustes que les impondrán desequilibrios mentales, hormonales y metabólicos,
como herencia negativa de sus experiencias abusivas en las diversas áreas de afecto.

Las enfermedades uterinas o testiculares, las dificultades de fecundación, los desajustes


emocionales que rozan los desequilibrios mentales o de comportamiento denotan la marca
indeleble de compromisos con prácticas afectivas inadecuadas en el pasado reciente o lejano.

Por eso es tan importante la comprensión de tales mecanismos, porque con el conocimiento
de dicho proceso podremos mejorar nuestra conducta y entender el porqué de la impropiedad
de la conducta frívola o afectivamente irresponsable en nuestros compromisos físicos.

Considerando que encontraremos en nuestros caminos a todos aquellos a los que ayudemos o
explotemos, es bueno que, ya en el presente, nuestras actitudes, aunque no reflejen de
repente la elevación de la santidad, se encaucen hacia el camino recto de la seriedad afectiva,
para sostener la construcción de las uniones.

No un discurso moralista de buenas costumbres, amenazando con el infierno a los renitentes


libertinos, sino la demostración de que cada uno encontrará en su camino el fruto de sus
opciones, estampado como marca de sus decisiones, tanto para el bien como para el mal.

No es, evidentemente, una información que agrade a quienes están acostumbrados a hacer
de la afectividad un pasto para el ejercicio de todas las actitudes más bajas. En esta época de
placer desenfrenado, las voces que se alzan para mostrar los efectos desastrosos de esta falta
de frenos pueden considerarse indeseables o inoportunas.

Lejos de nuestra intención llevar a los hombres y mujeres de hoy al silencio opresivo de los
antiguos claustros, vestidos con ropas rústicas para herirse con espinas y látigos para quitarse
la tentación y la desvergüenza.

Sólo queremos señalar que el equilibrio y la moderación, la responsabilidad del sentimiento


sincero corresponden a un camino más seguro que la frivolidad a la que se está entregando el
ser humano, porque, como la muerte es el vehículo que recogerá todas las almas, en el
momento en que tengamos que afrontar el resultado de nuestras actitudes con dolor y
vergüenza ante la tumba, no podremos culpar al mundo con sus mecanismos de libertinaje y
facilitación al vicio como el responsable de nuestros errores. No habrá sido el mundo,
responsable de nuestra viciación moral al garantizarnos la vía de la promiscuidad como
ejercicio del derecho a la expresión de la Verdad absoluta, sin que nadie advirtiera que ese
camino no era el mejor.

¡No! Eso no se puede decir.

Estamos aquí, tratando de advertir que ese camino es peligroso, que ese alimento está
podrido, que el placer desmedido del cuerpo es una fuente de sufrimiento desmedido para el
alma.

Estamos aquí para decir, repitiendo un viejo concepto, que LO QUE PARECE, NO ES.

¡Y LO QUE NO PARECE, ES!

Lo que parece un bien deseable por las sensaciones que provoca, no es realmente un bien
deseable.

Tanto como lo que corresponde a algo menos estimulante, menos agradable, menos
emocionante, no es la expresión del sufrimiento, sino la buena inversión que remunera las
renuncias de hoy con el interés ventajoso del equilibrio y la felicidad para quien ha sabido
contenerse y dirigirse.

Para nuestros intereses inmediatos, muchas veces el camino más recto no es el mejor.

No olvidemos, sin embargo, que el camino más recto es siempre el más corto.

Obsérvate, interiormente, en estos momentos de meditación solitaria.

Evalúa cuán sincera ha sido tu demostración de afecto hacia quienes te rodean.

Hasta qué punto sus objetivos inmediatos no están contaminados por modas, por
imposiciones sociales, por conceptos de sensualidad opresiva.

Vea hasta qué punto sus pensamientos están comprometidos con los asuntos sexuales, y
hasta qué punto tal tema esclaviza sus palabras y comentarios.

Pregúntate si sólo eres eso.

Si tu afecto se expresa sólo con las secreciones de tu cuerpo en el clímax de las relaciones
íntimas.

¿Cuántas veces has mostrado afecto que no sea para lograr el acto sexual con alguien que te
interesa?

Ya sabemos que la Bondad Divina es incompatible con la existencia física de un Cielo o un


Infierno, representando sólo estados de conciencia de paz o de culpa. Sin embargo, hagamos
el experimento hipotético de observar si, con el tenor de nuestros pensamientos, sentimientos
y actitudes, cumpliríamos los requisitos para entrar en el Paraíso.

Si, por casualidad, debido a tus defectos y malas inclinaciones, has reconocido la imposibilidad
de entrar en el Paraíso, ¿te has dado cuenta de que eres tú quien está construyendo tu propio
infierno íntimo?
Luchemos con claridad de propósitos para combatir aquello que crea oscuridad interior en los
errores y angustias que nos arrastran a sentimientos de vergüenza y pesimismo, abriendo
brechas para los procesos de obsesión e influencia promovidos por espíritus viciosos.

Empecemos a buscar aquello que es garantía de equilibrio y paz interior, que nos permita
ejercer la sexualidad como uno de los instrumentos del verdadero afecto, de tú a tú.

36

MARCELO Y SUS ESPOSAS

Marcelo acordó con Silvia que la acompañaría a su primera cita, en cuanto estuviera
programada, lo que ocurriría en unos días.

Naturalmente, en esta primera cita, el médico hizo una observación clínica, solicitando
exámenes generales, y luego, en una segunda reunión, presentó un diagnóstico definitivo.

La presencia del solícito joven a su lado produjo en Silvia la calma y la seguridad que le
faltaban desde hacía tiempo, aunque las sensaciones de malestar e indisposición continuaban.

Mientras esto sucedía entre ellos, Leticia seguía soñando con la cercanía de Marcelo, con los
momentos que podrían disfrutar y las oportunidades de afecto compartido.

En realidad, el joven apenas recordaba esas intimidades, aunque sabía que Leticia le prestaba
especial atención.

Para él, el otro abogado no era más que un instrumento adecuado, una oportunidad para dar
el golpe que estaba preparando.

Letitia, sin embargo, frágil en sus sentimientos y soñadora en su alma, pretendía mantener el
vínculo con el muchacho, imaginando que si lograba intimar más a menudo acabaría
conquistando su interés por ella.

Ella sabía que no podía forzar la situación y que a los hombres casados como él, en general, no
les gustan los riesgos ni los escándalos que puedan comprometer su estabilidad. Entre una
relación estable y consolidada y una aventura transitoria, por muy emocionante y excitante
que fuera, la antigua unión tendría un peso mucho más decisivo en el momento de la decisión,
a menos que la nueva relación pudiera arraigar sobre la base de sentimientos verdaderos e
interesantes, dando al hombre lo que la rutina de la vida conyugal ya le había quitado.

Por eso, sin perder la naturalidad, Leticia intentó acercarse a Marcelo con el cuidado de quien
sabe que no puede forzar nada.

Actuó para que su sentimiento despertara en Marcelo una atención especial en relación con
ella.

Nunca se le había ocurrido que el joven ya se había enamorado de Camila, al mismo tiempo
que intimaba con Silvia.
Según sus conceptos, el único compromiso que mantenía era con su mujer, un vínculo que,
según las propias palabras del chico, ya era claudicante.

Por eso, siempre que podía quedarse hasta tarde en la oficina, Leticia lo hacía, con la
esperanza de conseguir que el chico tuviera más tiempo para ella, ya que, con la ausencia de
los otros compañeros de trabajo, quedaba más espacio para ambos.

Marcelo, por su parte, aún muy interesado en el apoyo que necesitaba de la chica para sus
planes, no podía hacerse el tonto y correspondió a su atención, incluso para que no
sospechara nada.

Sin embargo, él sabía que la oficina era un entorno peligroso para la demostración de afecto,
ya que había muchos ojos y oídos repartidos por todas partes.

Por eso, comprendiendo el interés de Leticia y la posibilidad de contar con su complacencia, el


chico se había dejado llevar por las insinuaciones sugerentes y sutiles, plantadas
cariñosamente en su camino a través de invitaciones a merendar, a ver una película
interesante, a hablar de los casos judiciales o de otros temas, a tomar una copa después del
trabajo.

Como Marcelo no se veía obligado a volver a casa, ya que Marisa también estaba fuera y sólo
volvería a última hora de la noche, empezó a ver a Leticia como una forma de llenar su
necesidad de compañía agradable.

Experimentado en las artes de la seducción, pudo comprobar que Leticia se esforzaba por
crear un ambiente agradable. Sin ser pegajosa ni pesada, supo equilibrar la informalidad con la
compañía afectuosa, de modo que su condición masculina se vio realzada y cultivada por las
atenciones de la joven.

- Ahora, no tengo esposa, Camila siempre está de mal humor, Silvia está enferma... ¿Qué hay
de malo en dejarse llevar por las caricias de Leticia, agradable e interesante, en cuya compañía
he pasado mis mejores momentos en los últimos tiempos? - preguntó el chico de forma
egoísta e indiferente.

Cada día que hacía acto de presencia en el apartamento de Leticia era una nueva esperanza
que brotaba en el corazón de la chica. De la misma manera que Marcelo no le prometía nada
en el terreno del compromiso emocional, el reconocimiento de sus virtudes como profesional
y como mujer estimuló a Leticia, que se vio más dispuesta a invertir todo lo que tenía en esa
relación, a producir una buena sensación en el chico, como forma de romper su resistencia,
aceptando su distancia afectiva, pero manteniendo la convicción de que, al recibir su cariño,
tarde o temprano el chico quedaría encantado con su forma de ser y, quién sabe, desearía
pasar más tiempo en su compañía.

- ¿Agua blanda sobre piedra dura? - pensó Leticia.

En sus pensamientos, cada vez que Marcelo, al final del día, accedía a ir a su apartamento para
pasar unas horas de conversación y caricias, Letitia se alimentaba de la esperanza de que el
chico se dejara ganar por sus artes de conquista.

En realidad, como hemos comentado anteriormente, Marcelo se sentía en compañía de


Letticia, como un caballero medieval junto a la frágil y abandonada doncella, a la espera de su
atrevido libertador.
Su orgullo masculino se vio saciado por el contacto con la chica que, a diferencia de todas las
demás mujeres con las que convivía, era la que le proporcionaba más buenas referencias,
palabras halagadoras y afecto espontáneo.

Camila, a pesar de su belleza, era un gotero en las concesiones de la intimidad, conteniéndose


exageradamente, soltando sólo algunas demostraciones de afecto, entre besos y toques
ocultos.

Silvia era un volcán en erupción que, en realidad, últimamente le causaba más repulsión que
atracción como mujer, no ocurriéndole, en ninguna hipótesis, mantener una relación
constante con ella, cuya experiencia y audacia asustaba a quien quería ser el dominador de la
compañera en los caminos del placer. Silvia siempre dominó.

Marisa, por su parte, esposa frívola y fútil, después de empujarle a la desviación, ya no era la
compañera adecuada para una relación armoniosa, aunque los motivos de armonía fueran
sólo los de la intimidad sexual.

Le quedaba, pues, como única proveedora de su fragilidad, sólo Leticia, la joven en cuya
compañía Marcelo se había permitido permanecer más tiempo, disfrutando de sus maneras y
compartiendo agradables momentos con quien le brindaba la atención y el cariño que todo
hombre sueña recibir de su esposa o compañera.

Por eso, desde el último encuentro con Silvia en el motel, aquel martes, Marcelo se había
permitido volver innumerables veces al apartamento de Leticia para compartir con ella las
horas de convivencia, el único momento de verdadera satisfacción a su olvidado afecto.

Naturalmente, al haber superado ya su timidez, a partir de estos encuentros, la intimidad


entre ambos se hizo aún más normal, aunque no se consumara siempre la plena unión sexual.

Marcelo deseaba mantener una aproximación sin ataduras, y ese era el punto principal de sus
conversaciones con Leticia, que escuchaba con los oídos, pero soñaba con algo más en el
fondo.

Y cuanto más se relacionaba el chico con ella, más se enamoraba platónicamente de él,
aunque repetía su desinterés por establecer una relación más estable y profunda.

Ella aceptaría su compañía siempre que la quisiera, pero que él se sintiera liberado y sin
compromiso tanto como ella.

Discurso mentiroso, pero útil para la continuación de esa situación agradable y conveniente
para sus intereses.

A medida que se repetían las intimidades y las caricias entre ambos, se solidificaban en su
inconsciente las sensaciones y los sueños femeninos largamente archivados de constitución de
una familia, de establecimiento de un hogar, de compartir un mismo entorno con una
compañera. Las reservas de Marcelo, perfectamente comprendidas por Leticia, sólo tenían ese
significado para él.

- ¿Marcelo me desea y esto demuestra su interés por mí? - pensó.

Ella lo veía todo como un acto de amor, mientras que Marcelo, imaginándose lo
suficientemente claro, lo veía como una experiencia sexual placentera, pero sin más
desarrollo.
No contaba con las debilidades de su joven compañera, frágil en sus estructuras psíquicas y
extremadamente débil en su capacidad de comprender las circunstancias que implicaban
cuestiones emocionales o afectivas.

Leticia interpretó el papel de una mujer segura y con una sólida personalidad, dominando sus
propias emociones, tratando de demostrar a su compañero de aventuras su acuerdo con sus
puntos de vista y que, en su apartamento, ambos sólo jugaban con el sexo y disfrutaban de la
compañía recíproca.

Fue por esta razón que el instructor Félix recomendó a Gabriel que se colocara al lado de la
joven que, sin poseer entidades obstinadamente persecutorias, estaba detenida de tal
fragilidad emocional que sería la propia obsesora con las debilidades y fugas que caracterizan a
las personas con este perfil o personalidad.

La debilidad de la joven era lo que le preocupaba y los amigos invisibles harían todo lo posible
para apoyarla en los rescates, los dolores íntimos, las decepciones que le esperaban, para que
no los transformara en un impulso vengador o en un deseo de autoaniquilación.

Estas personas, en momentos de frustración, son blanco fácil de todo tipo de inducciones
inferiores, abriendo un campo mental para intuiciones negativas y destructivas, que pueden
llevarlas a actitudes criminales o desesperadas.

Así, la función de Gabriel sería impedir que tales espíritus se acercaran, ya que percibirían su
presencia e imaginarían que la niña ya estaba dominada por una entidad vengadora. Al mismo
tiempo, esto aseguraría que las energías de Leticia no fueran succionadas, lo que la haría aún
más débil en su resistencia en el momento crítico en que las necesitaría.

Gabriel no podía intervenir en sus elecciones, pero, siguiendo las orientaciones de los
mentores que coordinaban su acción y contando con la autorización de Félix, podía actuar para
impedir la acción nefasta de entidades inferiores, permitiendo a la niña ejercer su libre
albedrío, algo indispensable para su crecimiento y para la clara demostración de su madurez.

A diferencia de Silvia, que era constantemente asistida por entidades malévolas que se
yuxtaponían a su campo de energías sexualmente desajustadas, Leticia no estaba bajo la
influencia perniciosa y erotizante de ningún espíritu. Era la dueña de sus deseos y los
manipulaba sin la acción directa de ningún cómplice vampirizador.

Su actitud reservada y la conformación con la ausencia de atributos físicos exuberantes le


garantizaron una vida más tranquila, sin agitaciones y provocaciones emocionales propias de la
ebullición de los sentidos, algo que es muy fácil que ocurra cuando la belleza física, la
capacidad de seducción y las ambiciones de dominación empujan a las personas a situaciones
críticas en la construcción de su futuro.

Tal cuidado espiritual fue suficiente para garantizar que las intimidades existentes entre ella y
Marcelo fueran fruto de sus propios deseos.

Leticia, ahora en un cuerpo sin las exigencias de la belleza, redimía sus errores recogiendo los
amargos frutos de las equivocadas semillas sembradas en una reciente encarnación cuando,
dotada de un cuerpo llamativo y de líneas agradables a la mirada masculina, aprovechó para
inocular en el interés de los hombres el deseo de que ella los manipulara concediéndoles
esperanzas que pronto frustraría con negativas y juegos.
En esa experiencia pasada, Leticia se había permitido utilizar la atracción ejercida sobre
innumerables chicos para extraer las placenteras sensaciones de dominio y poder para, con la
decisión siempre en sus manos, verse como la dueña de los deseos masculinos, manipulando a
los hombres que caían en sus seductoras trampas sin consideración ni respeto por los
sentimientos de los demás.

Irresponsable en el afecto, contrajo innumerables deudas morales en esta área de la


personalidad, asumiendo la responsabilidad de variados disturbios emocionales y conflictos
entre quienes la codiciaban y que aceptaban, como último recurso, batirse en duelo para ver
quién sería el ganador del preciado regalo.

Si por un lado, el duelo horrorizaba su corazón femenino, por otro, el hecho de estar en medio
de una disputa entre hombres interesantes exaltaba su vanidad, mostrando a las otras mujeres
lo poderosa que era la atracción que ejercía.

Llegó a ser odiada por la mayoría de las muchachas con las que convivía, incluso porque no
tenía escrúpulos en provocar a las que ya estaban comprometidas, quitándoles sus respectivos
novios a varias jóvenes que, tontamente encantadas por sus rasgos, pensaban en cambiar a
sus insípidas compañeras por la exuberante joven.

Con ello, en la vida anterior, había sembrado el dolor en muchos corazones femeninos y
masculinos, sólo por el placer de demostrar que podía elegir a quien quisiera, en el momento
que quisiera.

Sin embargo, las circunstancias de la vida resultaron ser crueles para sus intereses.

Después de mucho deshacerse de los sentimientos ajenos, la joven acabó siendo víctima de
una conspiración silenciosa en la que participaron algunas otras mujeres, enfadadas con su
conducta, así como colegas masculinos que habían sido seducidos y rechazados por ella, que
se unieron para vengar el sentimiento herido, demostrándole que no se debe jugar con el
afecto de los demás como hizo ella.

Así, sin dejar rastro del delito, la joven que renació en la existencia actual bajo la personalidad
de Leticia, fue apartada de la sociedad, secuestrada en plena noche y colocada en un lugar
desierto donde, atada, amordazada y con los ojos tapados, fue violada durante la noche por
aquellos mismos hombres y mujeres a los que había engañado, que disfrutaron viéndola
reducida a la impotencia, humillándola en todos los sentidos.

Atada fuertemente, tuvo que soportar el contacto dañino y violento de quienes abusaban de
ella y que callaban para no ser identificados por sus voces.

Al mismo tiempo, durante el día era alimentada por una persona desconocida que,
encapuchada, acudía al lugar de cautiverio encargada de mantenerla con vida y realizar su
higiene corporal para que estuviera preparada para la siguiente noche de nuevas agresiones.

En el transcurso de una semana, la joven fue relegada a la condición de trapo humano.

La intención no era matarla.

Todos querían darle una lección para que dejara de utilizar sus atributos para infligir
desgracias a quienes intentaban vivir una existencia de paz y armonía dentro de los afectos
que cultivaban.
Así, después de haber sido humillada sin saber quién era el responsable de tan violenta
actitud, la joven fue liberada, semidesnuda, en la plaza central de la comunidad donde vivía,
durante una noche oscura, quedando en el suelo, sobre la hierba alta, hasta que algún
transeúnte se interesó por su destino y le prestó ayuda para llevarla a la cama más cercana
para que fuera atendida de urgencia.

Pronto se difundió la noticia de que la exuberante joven había sido encontrada desnuda en la
plaza del pueblo, lo que le dio una lección tan amarga que abandonó aquel lugar para siempre,
sobre todo sabiendo que entre los que se encontraría en los bailes tan normales en aquellos
tiempos, probablemente podría estar alguno de sus violadores, mirándola por detrás, irónico y
complacido de devolver los insultos de la emoción con los insultos de la violencia.

Este estado íntimo marcó profundamente su espíritu que, a partir de esa época, se dejó
amargar en un odio desmedido contra todos los hombres que se cruzaban en su camino,
arrastrando una existencia de desajustes y desencuentros afectivos que terminaron por minar
su equilibrio mental, terminando sus días en un calabozo para dementes, terapia típica para
los alucinados en aquellos tiempos.

Estas profundas marcas permanecieron indelebles en su interior, ocultas en el rincón más


secreto de su personalidad que, aún sin recordarlas conscientemente, repercutieron en sus
sueños de felicidad al lado de alguien, reconociéndose, sin embargo, despojada de atributos o
atractivos, como si esto fuera un castigo a su espíritu vanidoso y maltratado, una forma de
corregir sus peligrosas inclinaciones a la vanidad y a la irresponsabilidad afectiva,
reprogramando sus tendencias interiores.

Por eso se lanzó, en la presente encarnación, a los esfuerzos intelectuales, como forma de
compensar la ausencia de belleza. Sin embargo, por mucho que lo hiciera, siempre sufría
porque no era tan solicitada como otras mujeres.

Y acompañando a sus experiencias, como efecto de sus elecciones pasadas, se presentaba la


debilidad emocional como resultado de los traumas de la soledad, que contenía las huellas de
la locura final, un desequilibrio que ahora se contenía ligeramente con la adopción de un
procedimiento mental para compensar las frustraciones.

Al igual que Letícia había optado por superar su falta de belleza mediante el arrebato de su
inteligencia, había organizado su personalidad para afrontar las duras horas de una vida sin
muchas o mayores emociones, la amarga soledad para aprender a respetar el afecto de los
demás, negándose a construir su felicidad arruinando las relaciones de los demás.

Sólo con la soledad podría ponerse a prueba en este desafío.

Sin embargo, la presencia de Marcelo hizo que las emociones de la anciana se elevaran en su
voluntad, sumando las frustraciones del pasado a la tentación de conquistar a un hombre que
pertenecía a otra mujer, lo que alimentaba su vanidad femenina.

Se entregó al despertar de los volcanes dormidos, imaginando que había llegado el momento
de ser feliz, a pesar de los compromisos de los demás.

Marcelo no formaba parte de su pasado de errores, ni estaba relacionado con ella de ninguna
manera.

Sin embargo, al permitirse explotar sexualmente a Leticia con la excusa de no engañarla con
palabras dulces y fantasiosas, obvió que en realidad estaba siendo un escollo en el camino de
la joven, favoreciendo la vuelta a las viejas emociones hambrientas cuando en realidad no
podía ni quería corresponder a su sueño de felicidad conyugal a su lado.

Debido a los traumas del pasado, en Leticia la sexualidad siempre había sido algo muy difícil
de ejercer. El miedo a los hombres, el horror a su contacto le amargaba los días, le confundía
las ideas. Del mismo modo, también sentía cierto horror a las mujeres, porque en el fondo
sabía que habían sido las oponentes más peligrosas y la causa de las agresiones que había
sufrido en esa existencia pasada.

Por eso, cuando se sintió atraída por Marcelo nada más entrar en su despacho, una atracción
mantenida en secreto y sólo revelada años después, la esperanza de una vida normal
reapareció en su horizonte.

Él era el único con el que había accedido a involucrarse íntimamente, y una vez que esto
sucedió, la oportunidad de una felicidad amorosa se reconstruyó en sus sueños de mujer,
arruinados en el pasado.

A medida que establecían el contacto carnal, su energía femenina se estimulaba y los


momentos de intimidad que seguían, como si liberaran las fuerzas sexuales acumuladas de su
Espíritu, producían una sensación de bienestar y un mayor interés por repetir tales
experiencias.

Sin embargo, quienes pudieran observar las cosas desde el punto de vista del Espíritu, verían
fácilmente que Leticia estaba al borde de un marcado desequilibrio, volviendo a viejos traumas
del pasado, acercándose a la locura ya experimentada y que había marcado terriblemente su
periespíritu en la línea de la afectividad desajustada.

Mientras las cosas siguieran así, sucediendo de vez en cuando en reuniones a escondidas, no
podía pasar nada muy grave, salvo el natural aumento de la ansiedad y la dependencia de
Leticia en relación con Marcelo.

Sin embargo, viendo la evolución que el breve futuro produciría en la vida de estos
personajes, los amigos espirituales ya se preparaban para apoyar a la joven en los golpes a los
que se expondría durante los difíciles testimonios que tendría que afrontar.

Con el paso del tiempo, Marisa, la esposa legítima de Marcelo, y Luiz, el hermano de Gláucia,
se enzarzaron en una relación caliente e intensa.

Las nuevas emociones vividas entre ambos hicieron que el joven se olvidara por un tiempo de
su futuro cuñado, dedicándose a disfrutar de la compañía de aquella mujer que había llegado a
su vida en una situación incómoda y que, precisamente por ello, la buena suerte la había
transformado en una experimentada amante.

Marisa, cada vez más enredada en las redes obsesivas que el Presidente y Jefferson tejían en
torno a ambos, empezó a ver en el compañero de placer el ideal que antes encontraba
satisfactoriamente en su marido.

Al entregarse a otro hombre, Marisa satisface su deseo de herir a Marcelo que, como hemos
visto, la engañaba con sus compañeros de oficina, aunque no podía imaginar que su
comportamiento infiel ya era conocido por su mujer.
La satisfacción del ego herido a través de la traición retribuida daba una buena idea del bajo
nivel del espíritu de Marisa, medio enloquecida por los excesos y las novedades al lado de Luiz,
un carácter que la unía, igualmente, a la mujer que había llegado a odiar tanto como al
prometido que había intentado seducir.

En este ambiente de disfrute, insensatez y ganas de hacer sufrir a su marido infiel, Marisa
llevaba consigo todas las pruebas del crimen, obtenidas a través de las grabaciones, fotografías
e investigaciones que había realizado.

Saber que su marido la engañaba fue una constatación que, al principio, no supuso ningún
problema, ya que había planeado utilizar esto como arma para acercarse a Glauco.

Pero después de que sus planes se vieran frustrados por la decisiva acción del chico, aceptó el
papel de víctima, reaccionando como lo harían normalmente las personas que se ven
engañadas en la inocencia de sus sentimientos.

En lugar de disfrutar de su relación con Luiz y reconstruir su afecto con su nuevo compañero,
comenzó a cultivar el deseo de dañar a Marcelo, la única manera de ser plenamente feliz.

Pero para que esta venganza sea completa, debería saber quién fue su compañía en aquella
fatídica tarde/noche en el motel.

En realidad, no había visto a la mujer que le acompañaba. Sin embargo, al revelar las
fotografías tomadas ese día, se dio cuenta de que el coche y su matrícula eran muy claros en la
placa fotográfica.

Hablando con su nueva pareja sobre el tema y mostrando su interés por saber con quién la
engañaba su marido, consiguió que Luiz la ayudara como forma de compartir su angustia en
esos momentos de amargura, demostrando su devoción como compañero interesado.

Y gracias a Luiz, que había recurrido a un amigo que trabajaba en una agencia bancaria y tenía
acceso a los registros de vehículos y a los respectivos antecedentes, descubrieron que el coche
sospechoso estaba registrado a nombre de Silvia, la amiga de la oficina de su marido.

Al conocer la identidad de la amante del cónyuge, explotó:

- ¡Bandido, sinvergüenza...! - exclamó, enfadada, Marisa. - Fue exactamente con esa chica
sucia que se involucró... Siempre me pareció una mujer peligrosa...

Al ver el cambio en su estado emocional cuando comprobó los datos del vehículo, Luiz trató
de reflexionar:

- Cálmate, querida, tal vez realmente no sea ella. Tal vez alguien más está usando su car....

- Tranquilo, Luiz, una mujer puede oler a otra mujer a kilómetros de distancia y sabe
identificar a una vulgar, aunque vaya vestida de princesa.

Esta Silvia nunca me atrajo. Tuve poco contacto con ella, pero desde el primer momento en
que la vi, se disparó una alerta interior.

Sabía que no era inocente y que bajo esas ropas de abogada se escondía el cuerpo de una
víbora.

Luiz se dio cuenta de que no debía ir contra Marisa en ese momento.


Dejó que la mujer cediera a sus irritaciones y desajustes naturales y permaneció en silencio a
su lado.

Envuelta por el estado de desequilibrio, que abría un campo fácil al ataque de los entes
perseguidores, Marisa fue abrazada por el Presidente que seguía la escena y, desde la
desaparición de sus hombres de confianza, la cuidaba con especial atención.

- Vamos, Marisa, no debes dejar que tu marido salga de esto sin que le den plomo... - fue la
astuta palabra de la entidad inteligente, vertida a través de la acústica de sus ideas.

Y correspondiendo al insidioso y sugerente pensamiento que se plantó en su mente, Marisa


exclamó

- Hay que desenmascarar a Marcelo y a Silvia.

- ¿Qué quieres decir, Marisa? - exclamó Luiz, interesado.

- Bueno, ellos no pueden tener la ventaja, mientras yo estoy amargada por ser una mujer
traicionada.

Al ver la aceptación de su siniestra idea, el presidente siguió sembrando ideas en la mente


abierta de la invigilante mujer:

- Envía las fotos a Alberto, en un sobre cerrado. Vamos... Alberto... envíale las fotos...
Alberto... envía las fotos... Alberto...

La repetición de las palabras fue seguida por la acción mental imperativa del Presidente,
haciendo aparecer ante la visión mental de Marisa la figura del dueño del despacho.

- Lo sé, Luiz... Marcelo siempre fue muy cuidadoso con el dueño del consultorio, un tal Dr.
Alberto, que siempre vigilaba a todos para evitar que cualquier tipo de intimidad
comprometiera el servicio. Tanto es así que Marcelo siempre lo decía para tranquilizarme
sobre la presencia de mujeres en su entorno laboral.

- Sí, ¿y qué?

- Pues bien, como Marcelo y Silvia están pillados en el motel, a la vez que ni se imaginan que
he sido yo quien les ha pillado, enviaré dichas fotos al dueño de la oficina para que todo el
mundo acabe sabiendo de sus encuentros fortuitos en este "foro de los placeres". Pero, ¿y si el
hombre piensa que no es un caso que deba convertirse en un problema? ¿Y si no le da
importancia a esa flagrancia?

Y el Presidente continuó el plan, la intuición:

- Envíen a Ramos también... Ramos, el otro propietario... Ramos el otro socio...

Envíalo a los dos....

- Bueno, Luiz, tu intervención me hace pensar en la conveniencia de enviar las mismas fotos al
otro compañero de Alberto, así, estando los dos enterados de las cosas, será más difícil no
tomar represalias y, al mismo tiempo, como competidores en la oficina, tendrán las armas para
presentarse en el momento que más les convenga.

- Bueno, parece una idea horriblemente... inteligente.

- ¿Realmente lo crees?
- Sí, querida. Puedes hacer que el idiota de tu marido sufra la vergüenza de un descubrimiento
escandaloso en medio de su trabajo, teniendo en cuenta que está casado y nadie sabe que tú
también lo sabes todo.

Además, al enviar los documentos de forma anónima, usted se preserva y sigue teniendo la
ventaja de ser la víctima de la conducta adúltera de su marido.

Comprendiendo que las ventajas para tal comportamiento eran innumerables, para sostener,
incluso, la imaginación de una demanda de separación judicial basada en la conducta
irresponsable de su marido, presentándolo como el déspota, el fraude de la unión, Marisa
sintió la satisfacción de la práctica del mal, propia de las personas que se alejan de su perfecto
equilibrio, del ajuste con las fuerzas del Amor del Universo.

De hecho, Marisa equivalía a una serpiente astuta, alimentada por la víbora de la venganza
que se le yuxtaponía en los deseos de destrucción que movían sus intenciones, representados
aquí por la figura del Presidente.

Y este Espíritu necesitaba que las actitudes de Marisa se tomaran con rapidez, porque se
acercaba el fatídico momento de la reunión de los miembros del despacho, en el que se
pondría todo sobre la mesa: tanto las fotos de Marcelo, acusando a Leandro, como todas las
posibles revelaciones que se sacarían de la manga los jugadores que acudieran a ese escenario
de astucia y maldad para aprovecharse de las debilidades de los demás.

Los instructores espirituales observaron y siguieron, identificando que en la atmósfera


invisible del despacho de abogados, donde se organizaba el otro despacho oscuro, un fuerte
movimiento de entidades daba señales de que se preparaban para una importante reunión,
como si se construyera una gran tribuna alrededor de la sala de reuniones humanas, en la que
las entidades inferiores establecerían el punto de participación en el cumplimiento de los
objetivos largamente alineados por el Presidente, utilizando los diversos mecanismos de
interferencia para lograr sus ideales inferiores.

Los adláteres del mal se movían de un lado a otro, organizando y separando los mejores
asientos para las entidades más importantes, haciendo que el lugar se pareciera a los antiguos
tribunales de la Santa Inquisición, en los que la máxima autoridad se distinguía por una silla
prominente, situada en un nivel superior y aislada de los demás miembros de la oscura
asamblea.

El espectáculo que se estaba preparando incluiría asientos para todos los miembros más
importantes de la Organización presidida por aquella alma mezquina y astuta, pero que, a los
ojos de los Espíritus superiores, era un enfermo más que debía sufrir los reajustes necesarios,
Al mismo tiempo, su conducta serviría también como una dolorosa espina en la carne de
aquellos que, envueltos en la invigilancia y la ilusión, necesitarían despertar de su largo estado
de letargo e indiferencia, aunque este despertar fuera a través de la acción directa e
implacable del dolor, el mismo dolor que habían querido difundir, pero que ahora tendrían que
cosechar.

El Presidente quiso convertir aquella reunión en un espectáculo de demostración de su poder


y capacidad de manipulación, justificando su condición de oscuro líder de aquel grupo,
manteniéndolos sumisos y asustados ante los ejemplos de competente perversidad que daría,
sin dejar dudas en ninguno de ellos.
Al mismo tiempo, sabía que tendría que dotar al ambiente de las vibraciones más pesadas
posibles, lo que facilitaría la implantación del clima de miedo, desequilibrio y odio entre los
participantes, influencias que ya podíamos ver en el ambiente degenerado que reinaba en las
habitaciones de aquel motel.

Por lo tanto, cuantas más entidades perversas reuniera, mejor sería el resultado de sus
esfuerzos.

Lejos de allí, las conversaciones clandestinas continuaron:

- Lo estamos haciendo muy bien. El día, déjalo todo en mis manos. No te precipites con
ninguna palabra o actitud que revele tus ideas o tu participación.

- Muy bien... lo haré a tu manera. El espectáculo será inolvidable. - ¡Ah! ¡Si


pudiéramos filmar todo para poder divertirnos después!

37

MATRIMONIO Y EMBARAZO

En las semanas que siguieron a los sucesos del motel, como ambos decidieron acercarse al
trabajo voluntario en la Asociación Espiritista, decidieron convertir el compromiso en
matrimonio.

Deseaban estar, ahora, más cerca y definitivamente unidos, ya que, tanto para el chico como
para la chica, las pruebas ya habían demostrado que los sentimientos que experimentaban el
uno hacia el otro eran verdaderos y duraderos.

A diferencia de lo que viene ocurriendo en la actualidad, cuando las personas se dejan unir sin
la base del conocimiento y sin el deseo de entenderse, motivados sólo por intereses sexuales y
por la satisfacción de caprichos temporales, los dos jóvenes ya habían compartido varias
etapas de su existencia, superando los problemas y las crisis más delicadas, superando las
barreras del pieguismo, del romanticismo ilusionado, de la tentación sexual, de los celos
malsanos, del miedo a la traición, de la conciencia invigilante.

Gláucia había madurado su afecto, comprendiendo los momentos delicados por los que había
pasado su compañera, desde su época universitaria, sin dejarse avasallar por el verdadero
sentimiento, aprendiendo a reconocer las limitaciones de su novio y, en lugar de utilizar
artificios de venganza o distanciamiento, Descubrió en su corazón un amor lo suficientemente
sincero y real como para ver las viejas caídas como procesos de crecimiento, tanto como la
madre ve en las fechorías de su hijo, no sólo defectos que debe castigar, sino, sí, puntos en los
que debe hacerse la corrección, en la personalidad que madura, para que el hijo se convierta
en un hombre de Bien, y deba ser guiado en vez de intimidado.
Entonces, las luchas de recuperación, las necesidades emocionales, la correspondencia
afectiva que Glauco mantenía en las similitudes de los ideales, todo ello fue solidificando la
convivencia, coronada con la difícil situación que enfrentaba en el motel y que, a pesar de
todos los indicios en contra, había sido superada por la noción de responsabilidad afectiva.

Ciertamente, Glauco había conseguido superar las inclinaciones eróticas que le habían
arrastrado a las aventuras juveniles.

La presencia de Marisa semidesnuda, ofrecida y fácil ante sus ojos, era la prueba
indispensable de sus propias convicciones.

Y aunque la mayoría de los hombres o mujeres, al observarlo en esas situaciones, podrían


dudar de su masculinidad o de su atracción por el sexo opuesto, lo cierto es que Glauco nunca
había sido un representante tan viril de los animales racionales como lo fue aquel día, en el
que supo honrar sus compromisos con su prometida, manteniéndose fiel a su afecto.

No es la primera vez que un hombre se muestra tan virilmente representante de los animales
racionales como aquel día, en el que fue capaz de honrar sus compromisos con su prometida,
permaneciendo fiel a su afecto. Las nociones de valor y de honor no pueden ser dilapidadas
por la sonrisa irónica de los inmorales que, en la delicada situación de Glauco, habrían roto sus
códigos de conducta y se habrían llenado hasta los topes de las facilidades del placer ilícito.

Ilícito no porque hiriera las leyes y los cánones de la tradición matrimonial, en el caso de
Marisa.

Ilícito porque no correspondía verdaderamente a las opciones de sus sentimientos. Sólo


habrían sido manifestaciones animales de la atracción de los cuerpos, con la diferencia de que,
en los animales, esto ocurre a fuerza de la emisión de feromonas u olores propios de las
hembras, para atraer a los machos de la especie, mientras que en los seres llamados
racionales, por encima del sistema mecánico de los olores, está ahora el sistema de la
conciencia, del sentimiento y de las realizaciones morales.

Nunca antes Glauco había sido tan hombre como aquel día en el que se negó a ser sólo un
macho en la satisfacción instintiva del acto carnal con otra hembra.

Allí demostró que, por encima del instinto brutal, su capacidad de discernimiento podía elegir,
desde el sentimiento y sin negar su opción sexual, el camino que el verdadero afecto le
señalaba.

¿De qué le serviría tener un orgasmo con esa mujer, comprometido con alguien que conocía,
sólo para tener que volver pronto a los brazos de su prometida diciendo que la amaba? Y la
noción de moralidad, de verdad, ¿cuánto pesaría en su conciencia?

Y si era Gláucia la que le había hecho esto, ¿cómo se sentiría cuando descubriera que su
amada prometida se había acostado con otro hombre, sólo para ejercer un placer mecánico y
hormonal? ¿Qué valor tendría su corazón en la palabra de la mujer amada que decía estar
enamorada de él, pero que, a pesar de desearlo, cuando la marea era favorable, se entregaba
a cualquier desconocido que le inspirara apetito sexual?

Sin duda, este comportamiento la heriría profundamente en cuanto a que poco después
correría a sus brazos como su acompañante, fingiendo que no había pasado nada.
Así, habiendo adquirido la noción de la responsabilidad del afecto, Glauco y Gláucia vieron
que había llegado el momento de unirse en definitiva, adoptando las medidas necesarias con
los órganos responsables para que la elección consciente se materializara en los hechos.

Habían optado por casarse sólo por lo civil, ya que, como sinceros seguidores de la Doctrina
Espiritista y sabiendo que ésta no tiene ningún tipo de ritual, estaban convencidos de que la
humilde oración correspondería al sello divino para la aproximación legal que adoptaron.

Después de firmar los papeles en la respectiva notaría, rodeados sólo por algunos familiares y
amigos cercanos, indispensables como testigos del acto, se reunieron en la casa de Gláucia
para que Olivia, la madre y la suegra, invocaran, a través de una sencilla oración, el apoyo del
mundo invisible para aquella pareja que iniciaba su camino, formando una familia.

Por razones obvias, ni Luiz ni Marisa estuvieron presentes ese día.

La reunión familiar fue sencilla y, tras la oración, los novios compartieron una preciosa tarta
que habían encargado para una fecha tan importante.

Fotos y abrazos sellaron la unión, definiendo a la pareja que no se iría de viaje de novios,
debido a los compromisos profesionales y espirituales que ya habían asumido en su trabajo,
tanto en la oficina como en la casa espiritista.

Gláucia comenzó a vivir en el apartamento de Glauco y las relaciones de amistad que tenían
con el grupo de Marcelo se enfriaron, sobre todo por las nuevas actividades que la pareja
comenzó a realizar. El estudio, el aprendizaje, la entrega a los que sufren, la visita a los
hospitales, la entrega de cestas de comida a los hambrientos de los barrios bajos, todo ello
ocupaba el tiempo disponible de ambos que, entrando en una fase de dicha, construían para sí
el mundo de la regeneración en el que vivirían, felices y satisfechos.

No les faltó nada, como tampoco se dejaron llevar por la creación de necesidades artificiales.

El resto de sus recursos se destinaba, anónimamente, al auxilio de los sufrientes, fuera de la


casa espiritista o, entonces, se canalizaba en donaciones para los intereses comunes de la
institución en el mantenimiento de sus tareas de consuelo a los afligidos del mundo.

Olívia les acompañaba en las tareas espirituales y contaba con ellos en las oraciones familiares
semanales. Sin embargo, a pesar de estar juntos en la casa de João y Olívia en esos días,
Glauco y su esposa comenzaron a realizar el momento de elevación a través de la oración en
un día diferente y en el ambiente de su propia casa, ya que sintieron la necesidad de mantener
el patrón vibratorio de su propio hogar dentro del tono elevado que sólo la oración es capaz de
conferir y proteger.

Con el paso del tiempo y como resultado de sus sinceros esfuerzos, de la aceptación de las
disciplinas de la institución kardecista a la que estaban afiliados, por la perseverancia y el
equilibrio que mostraban, fueron colocados como cooperadores en el trabajo de recepción de
los que llegaban a la casa espiritista, encargados de acoger, con afecto y atención, a los
confundidos o desconcertados, escuchando sus necesidades y, dentro de las posibilidades de
la institución, dirigiéndolos a la asistencia adecuada, explicando las rutinas y procedimientos
de la casa, los horarios y las normas generales, además de aclarar algunas dudas de los
visitantes.

Dichas tareas se realizaban en conjunto o por separado, atendiendo cada uno de ellos cuando
el volumen de personas necesitadas lo requería.
Y esta posibilidad de servir les llenaba de alegría y satisfacción, principalmente porque, en esta
tarea, estaban en contacto con dolores ocultos, penas y tragedias morales y materiales con las
que se comparaban, para darse cuenta de lo felices y bien que estaban, estimulándoles aún
más a trabajar.

Las palabras de desahogo, las lágrimas de los que no sabían cómo resolver los problemas en
los que se habían metido, el pensamiento de la autoaniquilación, del crimen como
instrumento de venganza, las frustraciones afectivas, las caídas morales, el dolor de la traición
o del abandono, la decepción por el defecto de carácter del ser amado, la huida de los
deberes, El veneno de los celos salvajes, la falta de autoconocimiento, entre tantos otros
problemas, pasaron por sus oídos en cada oportunidad de servicio, que supieron escuchar, con
humildad, sin colocarse como solucionadores de todo, sin imaginarse capaces de convertirse
en oráculos que revelan la Verdad e imponen actitudes. Comprendiendo las disciplinas
espirituales que regulan el trabajo de una casa de asistencia como aquella, empezaron a actuar
como los que hacen lo mejor sin el deseo de aparentar. No pidieron ningún ascenso, no se
quejaron de la carga de tener que escuchar testimonios dolorosos, de que tenían un largo
trabajo diario y de que estaban cansados por el ejercicio de esas tareas.

Actuaron como aquellos que conocen su lugar y no se comparan con otros trabajadores ni se
cuestionan las razones por las que están allí y no en otro sitio.

Se ganaron la simpatía de los directores espirituales y materiales de esa institución, que,


comprendiendo la manera seria y respetuosa, comprometida con los ideales fraternales de ese
grupo, comenzaron a envolver a esos dos servidores del amor en vibraciones de afecto e
iluminación, como forma de garantizarles mayores recursos intuitivos y vibratorios para las
tareas que estaban desarrollando.

A medida que se convirtieron en trabajadores espontáneos y dedicados, conquistaron el


derecho de tener a su lado a Espíritus devotos, que en los días de trabajo normal de la
institución e incluso fuera de la casa espiritista, los acompañaban y protegían de los embates
de entidades ignorantes.

Eran entidades que, conociendo sus propias necesidades y las de otros innumerables Espíritus,
se ocupaban de establecer el contacto de los que sufrían, con los pensamientos iluminados y la
conducta recta de la pareja, ayudando así a numerosos Espíritus desafortunados a encontrar
buenas vibraciones y, aunque confundidos por las cosas del mundo, volver a la convivencia del
buen ejemplo, del trabajo desinteresado y del amor fraterno.

Por eso, incluso en sus lugares de trabajo material, cuando nada les unía a las labores de la
casa espiritista, aparecían Espíritus protectores, amigos invisibles, acompañando sus
pensamientos y sentimientos, protegiéndolos de los ataques de entidades ignorantes.

Esto era necesario porque, si antes no eran atacados así, cuando no tenían compromiso con la
tarea amorosa tras el compromiso de ambos en las obras del bien y empezaban a hacer de sus
ideales un gesto efectivo y palpable en la vida de los demás, se convertían en blanco de los
atacantes invisibles, pretendiendo rebajar sus ánimos, disminuyendo su interés en la forma de
actuar en el bien, buscando descubrir lagunas en sus entornos mentales con el fin de inducirlos
al desencanto.

Por eso, por el Bien que hicieron, aunque nunca lo imaginaron ni lo pidieron, empezaron a ser
insertados por los directores espirituales y trabajadores de la institución en la lista de los que
merecían ser más protegidos, grupo que estaba compuesto por los encarnados que estaban
más expuestos debido al mayor esfuerzo que hacían.

No olvidemos, queridos lectores, que la vida nos da lo que nosotros le damos a la vida.

Utilizando esta misma regla, unas semanas después de las aventuras sexuales con Marcelo,
encontramos a Silvia volviendo al médico para escuchar su diagnóstico.

Seguía siendo aprensiva porque, en su fuero interno, los cambios biológicos mostraban algo
muy diferente y que, aún sin ser alarmista, en una persona sana podía significar la aparición de
alguna enfermedad grave e inesperada.

Sin embargo, volvería sola al médico porque, ese día, Marcelo no podría hacerle compañía.

Con los resultados, el médico advirtió la existencia de algunas alteraciones en la sangre, pero
no fueron concluyentes, no indicando, de ninguna manera, el origen del problema.

En ese momento, las dos entidades -el Jefe y Juvenal- ya estaban sólidamente imantadas al
grupo de células que se estaba multiplicando para servirles de futuro cuerpo en el vientre
materno.

Atrapados en un mar de sensaciones confusas, ambos se encontraban mentalmente perdidos,


con las fijaciones de ideas que caracterizaban a sus patrones inferiores, sobre todo las que les
llevaban al placer desenfrenado con aquella frívola mujer que sería su madre biológica.

Después de tantas aventuras juntos, compartiendo las emanaciones fluidas del placer sexual,
se crearon los factores espirituales de atracción magnética que les llevaron a magnetizarse
recíprocamente, compartiendo no sólo los orgasmos explosivos, sino también las emociones
de verse unidos durante mucho tiempo.

Sin embargo, durante el sueño normal de cada noche, Silvia se encontraba, fuera de su cuerpo
físico, atormentada por el pavor de ese contacto, sintiendo en lo más profundo el crecimiento
de esos cuerpos que, cada día, comenzaba a odiar aún más.

La convergencia de intereses sexuales en las noches anteriores no se correspondía con el


antagonismo absoluto que reinaba en sus sentimientos, ante la más simple posibilidad de
recibir a sus antiguos compañeros como carne de su carne.

Los Espíritus amigos que se ocuparon del proceso de reencarnación en curso, adoptaron
medidas que favorecieron el despertar de los sentimientos maternales en el corazón de Silvia,
acercándola a sus dos futuros hijos.

Recordaron en su mente las emociones observadas al lado de su único hijo y la posibilidad de


volver a sentir lo mismo por esas dos criaturas.

Silvia, en Espíritu, luchó, decidida a no aceptar ningún acercamiento, y cuando despertó no


contempló la idea de que pudiera estar embarazada.
No sospechó nada porque, durante la relación sexual con Marcelo, estaba segura de que sus
precauciones serían suficientes para evitar adecuadamente que disfrutaran del placer sin los
riesgos del embarazo.

Experimentada en el sexo, confiaba plenamente en la eficacia de los métodos químicos, sin


pensar que una píldora pudiera fallar en la función de prevención.

Así, hasta ese momento, nunca había admitido, ni siquiera hipotéticamente, la idea del
embarazo, concentrando sus preocupaciones en la cuestión de la misteriosa enfermedad.

La respuesta del médico fue un poco preocupante para sus ideas.

Como había alguna alteración hemodinámica, el profesional había pedido que se investigaran
más los posibles factores que generaban esa modificación de la rutina biológica.

Y como las molestias de la mujer se localizaban en el vientre, sin saber exactamente de dónde
procedían, se recomendó una ecografía exploratoria del abdomen.

Al solicitarlo, influenciado por Félix, que había empezado a seguir la evolución de los dos
espíritus reencarnados, el médico de cabecera pretendía descartar la hipótesis del embarazo
de Silvia, aunque no lo cogió ante la afirmación de la clienta de que no podía ser cierto.

Sin embargo, el examen ecográfico podría encontrar un tumor que podría justificar los
cambios sanguíneos o alguna alteración en la masa y el contorno de los órganos de la cavidad
abdominal.

Si no se encontraba nada, el médico suspendía la búsqueda y mantenía a la clienta alerta ante


la posibilidad de que, a pesar de todas sus negativas, sus molestias pudieran ser producto de
un embarazo.

- Imposible, doctor... nada de lo que he hecho podría dar lugar al embarazo que usted sugiere.

- Sí, doctora Silvia, le tomo la palabra. No obstante, le recomiendo la ecografía para explorar la
cavidad ventral, ya que es ahí donde usted apunta a la existencia de algún cuerpo extraño que
podría incluso justificar la alteración de los patrones sanguíneos.

- Muy bien. Haré las pruebas. Haré las pruebas, pero me gustaría que fuera rápido.

- Puedes elegir cualquier médico, pero si quieres no tener mucho trabajo, tenemos en nuestra
clínica, el servicio disponible. Si lo desea, lo programaremos para la primera vacante existente
y así será más rápido conocer los resultados. - Bien, doctor. Esta incertidumbre ya me está
matando. Por favor, programe lo antes posible.

Consultando por teléfono los compromisos de agenda de su colega encargado de la ecografía,


se fijó para dentro de dos días.

Desde la fecha en que la relación sexual hizo posible la unión de los Espíritus en el campo
celular, los dos pequeños corpúsculos ya habían pasado el período de cuatro semanas en el
vientre de la madre.

Dos días más tarde, entonces, de nuevo acompañada por Marcelo, Silvia volvió a la consulta
del médico para el examen solicitado, que se llevó a cabo a la hora indicada; entonces se le
remitió a su médico.
No pasó mucho tiempo antes de que, tras recomponerse y limpiarse del gel que había cubierto
su abdomen, Silvia fuera llamada a la consulta médica.

Esta vez, sabiendo que el examen podría revelar el problema o la enfermedad que tanto
temía, pidió a Marcelo que la acompañara.

- Doctor, este es mi amigo Marcelo, que trabaja conmigo y me acompaña. Mi marido está de
viaje y, por eso, al no tener ninguna hermana o amigo que me apoye, está aquí para servir de
apoyo moral. No hay necesidad de ocultar nada. Marcelo tiene toda mi confianza.

Mirando a la chica que, angustiada, retorcía la correa de su bolso entre las manos, mostrando
ansiedad y nerviosismo, el médico abrió los exámenes y comenzó a observarlos
detenidamente.

Su expresión mostraba la identificación de algo diferente a un simple resultado negativo.

Pasó las páginas, volvió a las anteriores y esto no hizo más que aumentar el estado de
nerviosismo de Silvia.

Marcelo, aunque sintiendo la incomodidad de la situación, se mantuvo sereno y


despreocupado, sobre todo porque sabía que Silvia era muy exagerada y que todo debía ser
nada más que una tontería sin mayor importancia.

Rompiendo el tormentoso silencio, el médico se dirigió a ella, hablando

- Bien, doctora Silvia, de los resultados de sus exámenes, tengo tres buenas noticias para
usted.

- ¿Cómo es eso, doctor? - exclamó, ya más calmada y aliviada la mujer. - La primera es que el
resultado de la ecografía no mostró ningún cuerpo extraño en forma de tumor en ningún
órgano de su vientre.

- ¡Oh, doctor, qué alivio! ¿Sabes lo que significa descubrir, con tantas cosas buenas aún por
vivir, que tenemos los días contados y que tendremos que perdernos en la quimioterapia o la
radioterapia...?

- Es cierto, doctor. Esta noticia es un verdadero desafío para quienes descubren que están
enfermos.

- ¿Pero qué hay de las otras buenas noticias? - preguntó la curiosa - Bueno, la segunda
buena noticia es que vas a ser madre de nuevo.

Cerrando la sonrisa de su rostro, expresó una apariencia de incredulidad y preguntó,


sobresaltada:

- ¿Qué? Eso es imposible, doctor.

- Eso no es lo que dice el examen, doctora Silvia. La señora está embarazada.

En ese momento, el despreocupado Marcelo, que hasta entonces había escuchado con
indiferencia las palabras del médico, comenzó a moverse en su silla

Sin entender las claras palabras del médico, Silvia reflexionó:

- Pero doctor, siempre he tomado anticonceptivos para no correr ningún riesgo...


- Sí, eso creo. Sin embargo, puedo decirle que no es la primera vez que yo mismo tengo que
informar a algunas mujeres de que están embarazadas, a pesar de todos sus esfuerzos por
evitar la fecundación.

Por no hablar de algunos medicamentos fraudulentos que acaban saliendo a la venta sin
contener los principios activos que anuncian.

Además, existe el hecho de que la mujer puede haber olvidado tomar el medicamento con la
regularidad adecuada, lo que puede invalidar los esfuerzos para frenar la ovulación.

Sin prestar atención a lo que decía el médico, intentando parecer lo más tranquila y clara
posible, Silvia repasó las posibles y potenciales parejas de los últimos meses y, sin duda, sólo
estaba Marcelo para encajar en la condición de corresponsable de su situación, si es que eso
era cierto.

Con la intención de terminar pronto la entrevista, sobre todo ahora que un volcán había
estallado en su interior, Silvia quiso saber, afirmando:

- Bueno, doctor, después de esta segunda buena noticia, la única buena noticia que me queda
por recibir debe ser que no tendré que pagar la consulta, después de este susto, ¿no? - No del
todo, Silvia. La tercera buena noticia no tiene nada que ver con el precio de la consulta. Es que
vas a ser madre de gemelos...

Esa era la bomba que faltaba en tu mente.

- Eso no es posible... doctor... - dijo la mujer, levantándose violentamente de su silla y


arrebatando los papeles de las manos del médico. El incompetente eres tú... que no sabes leer
exámenes como éste.

¿No has oído que es imposible que esté embarazada? ¿Especialmente con gemelos?
Encontraré a alguien más competente que tú...

Y dejando a los dos hombres atónitos con esa reacción irracional, Silvia salió del despacho
pateando las sillas y los muebles que tenía delante, dando un portazo y pronunciando todas las
palabrotas más bajas que su experimentado y chulo vocabulario conocía.

Al ver su alucinada reacción, Marcelo se levantó disculpándose con el doctor y se fue a atender
a la alucinada mujer que, sin paciencia para esperar el ascensor, había decidido bajar los
quince pisos hasta la planta baja por las escaleras.

- No es posible... - dijo ella, sola. - Esto es un castigo de Dios... no... no... Tengo que encontrar
otro médico que corrija este error. Voy a demandar a este charlatán irresponsable que,
además de quedarse con mi dinero, todavía me viene con un cuento como este. Que voy a ser
madre de dos criaturas, hijas de un tipo que apenas conozco. - Silvia, Silvia -gritó Marcelo,
todavía dos tramos de escalera por detrás, intentando alcanzarla con las prisas.

La mujer no escuchó nada.

Bajaba como una bala y no había nadie que pudiera detenerla o frenarla.

Marcelo, tras muchos tropiezos y saltos, acabó por alcanzarla, casi en la planta baja.

En cuanto se vieron en el vestíbulo, Silvia explotó:

- ¡Maldita escoria! Pensé que sabías hacer las cosas, inútil... ¡ni siquiera sabes ser un hombre!
Asombrado por las agresivas palabras, Marcelo sujetó a la mujer por los dos brazos y le dijo,
gritando:

- ¿Quieres callarte, loca ... ¿De qué estás hablando?

- Bueno, gusano... estoy hablando de ti... ¿Ahora llevo a dos de tus hijos en mi vientre?

Y mientras decía esto, los gritos de Silvia eran aún más fuertes, atrayendo la atención de todos
los que estaban allí viendo la escena, sin imaginar lo que había detrás de ese grito alucinado.

- Ni siquiera para conseguir un condón que fuera bueno, basura ...

Al ver las frívolas y públicas acusaciones, para humillarlo ante todos los presentes, Marcelo
replicó:

- Tú, que eres una prostituta de lujo, que te acuestas con tanta gente que ni siquiera puedes
saber quién es el padre realmente.

Esas palabras fueron un verdadero disparo en los sentimientos agitados de la mujer en ese
delicado momento de su vida.

En ese momento, le vinieron a la mente los dolores del pasado, las frustraciones afectivas, la
existencia de su marido y de su hijo adolescente que ahora tendría una prueba concreta de su
frivolidad.

En una mezcla de dolor y rabia, Silvia se entregó al llanto desesperado, en un desequilibrio


propio de las oleadas psíquicas en las que incurren quienes reciben noticias dolorosas e
inesperadas.

Se sentó en el suelo del vestíbulo, con la cabeza entre las manos, mientras la gente miraba y
Marcelo intentaba apoyarla, pidiendo al conserje un vaso de agua y azúcar.

Silvia lloró sin parar y, tras aceptar beber el líquido que le habían ofrecido, Marcelo la puso en
pie, alejándola del lugar y de la vista de los curiosos, dirigiéndose al aparcamiento donde les
esperaba el coche.

Ahora, después de la crisis, la mujer permaneció en silencio.

Sólo sus lágrimas atestiguaban que estaba viva.

Subieron al coche, cada uno por su lado, mecánicamente.

Junto a ellos, los espíritus amigos Félix y Alfonso se esforzaban por preservar el entorno
uterino contra los asaltos de la mente trastornada, insatisfechos con la condición maternal que
a partir de ahora marcaría sus días.

Los pases magnéticos aislantes mantuvieron las dos estructuras celulares a salvo de las
vibraciones de odio que Silvia había empezado a desatar contra su estructura uterina.

La propia elección de descender los quince pisos del edificio por la escalera, con golpes y
choques, fue el resultado del deseo de deshacerse de esos intrusos en su vida.

Sin embargo, las medidas vibratorias de defensa adoptadas por los protectores que
organizaron este proceso de reaproximación, transformando a los perseguidores en niños,
fueron lo suficientemente efectivas para proteger el nido contra las agresiones de la violencia
mental y emocional de Silvia.
Durante el viaje, Marcelo trató de sortear la desesperada situación, deseando saber a dónde
le gustaría ir.

- ¡Quiero ir al infierno! Quiero ir a un lugar donde no haya nadie. Odio al mundo, empezando
por ti, Marcelo.

Al ver que la mujer empezaba a hablar, el joven intentó continuar con el tema, diciendo

- Lo siento, Silvia, pero estabas loca, alucinando...

- No, no lo estaba. Yo soy...

- ¿Cómo pudiste dejarte llevar por esta locura?

- Es porque no eres tú la que tiene dos hijos en la barriga, hijos que no son de tu marido.

Sé que esto no es fácil. Y sin embargo, me has acusado de culpabilidad. Hice todo lo que haría
cualquiera. Además, me dijo que habías tomado tus medicamentos con normalidad y que,
dentro de tu experimentada y agitada rutina, nuestro encuentro no era el primero ni el único
que haría posible su embarazo.

- Sí, pero desde que empezamos a estar juntos, Marcelo, nunca he tenido relaciones sexuales
con ningún otro hombre. Ni siquiera con mi marido que, por cierto, hace tiempo que no me
busca.

Marcelo palideció.

Ahora entendía por qué estaba enfadada con él.

- Ma... mmaaa... mmmaassss...

- Así es Marcelo. Sólo he tenido sexo contigo en todo este tiempo y estos dos niños que están
aquí dentro son nuestros hijos...

Al no querer decir que Silvia mentía, Marcelo empezó a imaginar que bien podría estar
inventando esa historia para ponerle en una situación delicada, culpándole de todo y
deseando chantajearle.

Sin embargo, se negó a decírselo a la cara a la ya desequilibrada mujer, prefiriendo


contemporizar.

- Verás, Silvia, este examen podría estar mal. Se tomaron las medidas preventivas. Esto no
puede haber ocurrido.

- ¿Y si hacemos otro examen?

Al ver que Marcelo empezaba a preocuparse también, Silvia respondió:

- Muy bien, Marcelo. Parar en la primera farmacia y comprar un test de embarazo.

En cuanto vio la farmacia, Silvia bajó y compró la prueba rápida.

Buscaron un lugar apropiado para realizarla, ya que era necesario recoger una gota de orina
de la futura madre y, ante las miradas de ambos, el color de la cinta indicaba la realidad del
embarazo.

A partir de entonces, Marcelo se vio envuelto en un dilema:


- ¿Cómo asumir una paternidad que podría poner en peligro todo lo que estaba logrando? -
pensó en silencio.

¿Cómo se enfrentaría a Camila, la abogada deseada, a Leticia, la colega enamorada de él y a


Marisa, la mujer oficial e indiferente?

¡No! No podía correr el riesgo de perderlo todo.

Así que, para no causar impactos emocionales más profundos y mayor antagonismo en el
corazón de esa mujer herida, Marcelo respondió:

- Silvia, la respuesta del test de embarazo es clara y, por tanto, es un hecho consumado.

Creo que para hoy hemos tenido algunas sorpresas muy grandes y estresantes.

Volvamos a casa, pongamos la mente en orden y pensemos en lo que nos espera. En cuanto a
mí, puedes estar seguro de que estaré a tu lado para apoyarte. Hay muchas opciones que se
pueden tomar y la que te parezca mejor, contaremos como la nuestra, ¿vale?

Ante aquellas amables palabras, muy diferentes a la agresividad que se observaba en el rodillo
del edificio, Silvia se sintió más reconfortada y respondió:

- Sé que para ti, Marcelo, también es un problema grave y que, tanto como yo, no deseabas
que esto sucediera.

- Estoy de acuerdo con su sugerencia. Vamos a casa y mañana, más tranquilos, hablaremos.
Simplemente no quiero que nadie lo sepa porque, si mi elección es quitármelo, no hay
necesidad de que los demás compartan esta decisión.

Silvia se refería a la drástica y violenta práctica del aborto que, claramente, había aparecido en
su mente como una solución rápida y sencilla para el mantenimiento de sus rutinas, así como
para la conservación de su falsa moral.

Marcelo, que no había sugerido nada verbalmente, pero que, de manera íntima también cogía
la misma solución, se presentó más conformado y sonrió, contestando:

- Si lo necesitas, sé quién lo hace e incluso se inclina con los gastos. ¡Pero deja eso para
mañana!

Intentando parecer cariñoso, cogió las manos de Silvia y le dio un rápido beso en los labios,
antes de que saliera del coche, como si quisiera reforzar sus palabras con un gesto de afecto
físico. Al fin y al cabo, si tenían intimidad para concebir hijos, ¿por qué no tenerla para
fortalecer y calmar a la loca?

Silvia sonrió, más tranquila, y bajó hacia su propio coche que la llevaría a casa.

Marcelo, nervioso y libre de la compañía de la mujer, se quedó perplejo ante los resultados
del examen, pensando que si no hubiera estado en el lugar y en el momento en que el médico
anunció la situación, no creería lo que estaba oyendo.

Además, alejado de esos momentos de presión emocional, volvió a pensar en la posibilidad de


un fraude por parte de Silvia, al atribuirle la paternidad, no teniendo forma de demostrar que,
efectivamente, él había sido su única pareja, y que no hubo otros encuentros con otros
hombres. ¿Quién sabe si, a ojos de Silvia, no sería el mejor responsable de los niños
accidentados?
Sin embargo, ante la proximidad de la fatídica asamblea general de la oficina prevista para la
próxima semana, decidió adoptar una conducta prudente, sin acusar ni levantar sospechas
hasta que los resultados de la reunión profesional fueran favorables a sus intenciones.
Necesitaría el apoyo de todos sus amigos hasta que todo se resolviera.

Entonces disimuló cualquier signo de preocupación y, en los días siguientes, asistió al trabajo
como si nada le preocupara.

Camila lo involucró con demostraciones de afecto y, en las últimas semanas, parece que había
aceptado calentarse en las intimidades, aunque no permitiera la consumación de la cópula, en
plena relación sexual.

Esto exaltó a Marcelo que, apegado al afecto físico de la más bella de todas, anticipó las
alegrías cuando la impresionó con su abrumadora actuación frente a los demás abogados, en
la próxima reunión.

Al mismo tiempo, Leticia le buscaba discretamente, invitándole a cenas íntimas, donde


esperaba ver correspondidos sus sentimientos, aunque sólo fueran los sueños de una mujer
enamorada en una relación platónica.

El mayor problema era que la relación no era tan platónica.

Entre la euforia del vino y los perfumes que llevaba Leticia, Marcelo acabó dejándose llevar al
pleno ejercicio de las intimidades, satisfaciendo a la joven que le deseaba, al tiempo que daba
rienda suelta a sus instintos viriles, experimentando el papel de macho de la especie.

Sin embargo, ahora no era el momento de contradecir a ninguna de las mujeres. Todo estaba
preparado para el espectáculo.

En el plano espiritual, la situación era la siguiente: en el lugar de reunión el ambiente


deletéreo ya había sido instalado por el Presidente y sus adláteres, organizando un verdadero
circo que habían montado en el lugar, llevando la sala de reuniones de la oficina como
escenario principal.

Al margen de tales pistas, entidades elevadas habían trazado discretos y potentes campos de
retención magnética, que permitieron el paso de todos los invitados del Presidente que se
dirigían al Salón, para presenciar el éxito de las estrategias de su líder en el momento
apoteósico de la reunión de los implicados en la persecución, sin advertir, sin embargo, que
entraban en esa atmósfera.

Una vez que han entrado en ella, como langostas atrapadas en las trampas, ya no pueden salir
de la zona, contenida por las defensas energéticas.

En cuanto llegaba el momento, los Espíritus amigos intentaban acercar las líneas magnéticas al
círculo central donde se desarrollaban los acontecimientos, manteniendo a todos los
miembros de la asociación oscura, incluido su Presidente, en su zona de influencia luminosa.

Las cosas iban tal y como todo el mundo había planeado.


Marcelo estaba contento con el éxito de sus ideas.

Silvia estaba decidida a deshacerse de sus problemas uterinos, tal y como definió el embarazo
no deseado.

Letícia soñaba con la posibilidad de conquistar a Marcelo, que, a sus ojos, se hacía más real
con cada encuentro.

Camila estaba ansiosa por librarse de Leandro, gracias a la iniciativa de Marcelo.

El Presidente se preparaba para el gran momento de sus largas gestiones, el día de las
revelaciones.

Marisa, en compañía cada vez más intensa de Luiz, estaba eufórica ante la perspectiva de
haber perjudicado a su todavía marido enviando a los propietarios de la oficina los
documentos que probaban la espuria relación sexual entre Marcelo y Silvia.

Luiz, disfrutando de las exaltadas emociones eróticas que le proporcionaba la compañía de


Marisa, luchando por olvidar sus días de aventuras promiscuas con mujeres e innumerables
hombres con los que había mantenido relaciones frívolas y animales.

Y, sobre todo, las fuerzas del Bien se ocuparon de brindar por su insensatez con la invitación a
la transformación que remodela los caminos, reequilibra las almas, corrige las fallas, retempla
las fuerzas, reorienta los pasos para que se eviten dolores mayores.

Sobre todo, Félix, Alfonso y Magnus se disponían a cooperar con la acción del Amor a su favor,
indistintamente.

Entre ellos, todavía estaban el Jefe y Juvenal, almas que sufrían la incertidumbre de la
reencarnación, agravada por las renovadas ideas de ser expulsados del vientre materno.

Desde el momento en que Silvia sugirió la posibilidad de recurrir al aborto clandestino, el Jefe
y Juvenal empezaron a sufrir los ataques del miedo, el temor a las represalias, la desesperación
de no poder escapar de allí, abandonando el entorno en el que sus nuevas estructuras físicas
podrían ser mutiladas sin que pudieran hacer nada, sin la más mínima posibilidad de defensa.

Esto correspondía a un proceso de locura similar al de Silvia, largamente explotada por ambos
en las obsesiones sexuales de las que había sido víctima.

Entre los tres se fueron tramando largas etapas de dolor y desesperación, a pesar de todos los
intentos de las entidades nobles por ayudar a la mujer para que hiciera honor a los
compromisos morales que recaen sobre los hombros y el corazón de quienes, como mujeres,
pueden ser madres en el mundo.

Una vez más, la amonestación de Jesús, advirtiendo sobre la conducta humana en los tiempos
antiguos, tuvo sentido:

"Es necesario que el escándalo llegue. Pero ay de aquel que se convierte en la roca del
escándalo".

38
LOS ENREDOS DEL PASADO

Y LA TRÁGICA ELECCIÓN

Como ya hemos dicho, desde el día en que los resultados de los exámenes indicaron la
existencia de gemelos en su vientre, Silvia había pasado de la condición inocente de una
persona que se creía enferma, a la posición deliberada de quien quería librarse de la dificultad
de la manera más sencilla.

Cuando llegó a casa, lejos de meditar sobre la cuestión, sus pensamientos ya habían elegido la
forma más adecuada de resolver lo que parecía un terrible obstáculo para su felicidad
personal.

- ¿Ser madre de nuevo? Nunca. Sólo yo sé lo que me costó tener que pasar por este sacrificio,
perder mi forma, volverme enorme, con dolores en todos mis músculos, no encontrar ninguna
posición, parecer un globo, dejar de interesar a los hombres, no ser objeto de sus miradas
lujuriosas...

Tener que aguantar, por un lado, a mi marido bobalicón, sin posibilidad de entendimiento y,
ahora, por otro, a un "tío" comprometido con una familia y todo lo demás. Por no hablar del
escándalo, del juicio de la gente, de la vergüenza de mi hijo, de lo que dirán de mí y de mi
familia.

Todo esto no puede hacerse público. Mis familiares querrán saber quién es el padre y, por
supuesto, mi marido no asumirá este hecho. Además, basándose en estas pruebas materiales,
puede acusarme con razón de infidelidad. La separación puede alterar la rutina de la vida y mi
hijo estará muy decepcionado con mi comportamiento.

No... esos dos desconocidos no nacerán.

Todo esto era lo que pasaba por la mente de Silvia, olvidando que aquellos Espíritus eran sus
compañeros de siempre, no sólo desde su reciente juventud, sino desde otras vidas, cuando se
habían ajustado a las normas inferiores de la conducta frívola.

Se habían conocido hace más de quinientos años, cuando Silvia, en España, dotada de gran
belleza, pero con pocos recursos económicos, había aceptado unirse a un noble viudo que se
había enamorado de ella tras aceptar la oferta de una noche de amor, a cambio de una
remuneración. Sirviendo en una modesta posada al borde del camino, donde las caravanas se
estacionaban para el intercambio de caballos o el avituallamiento y descanso de los pasajeros,
no fue difícil para el caballero encontrar la manera de complacer a la mujer que,
experimentada y soñadora, pronto comprendió la gran oportunidad de su vida.

Encantado por los atributos y la actuación de la joven, que tenía edad suficiente para ser su
hija, el viejo y fogoso caballero la llevó a su ciudad, a escondidas, la dotó de ropas y joyas y la
presentó a la prejuiciosa sociedad de su tiempo como una distinguida dama llegada de otra
región y a la que había pedido matrimonio. Los cuidados que recibió, el tratamiento para
mejorar su aspecto, la alteración de su peinado, las joyas y la ropa diferente, le dieron otra
personalidad, casi nada más existente de la vieja y miserable prostituta de bar.

Sin embargo, la joven, que pasó a llamarse Felicia, al mismo tiempo que veía en la figura del
viudo Ramón la solución a la difícil vida que llevaba, quedó encantada con la joven y vigorosa
figura de Pablo, el único hijo de su marido, de la misma edad que ella y que, aunque no estaba
de acuerdo con el atrevido comportamiento de su genitor, también estaba encantado con la
especial belleza de Felicia.

Ramón realizaba constantes y largos viajes para supervisar la marcha de su negocio,


gestionando sus dominios.

Fue entonces cuando comenzó el triángulo amoroso, con la implicación física de la madrastra
con el chico, a escondidas del viudo, que no era ni remotamente consciente del hecho.

Y esta situación continuó hasta que la joven se encontró embarazada del hijo de Pablo.

Como mujer sin parientes y sin nadie a quien recurrir, Felicia hizo todo lo posible por ocultar su
condición a su marido, habiéndosela revelado sólo a Pablo, al que consideraba el padre del
niño, diciéndole que esperaba que adoptara una medida adecuada para asumir la paternidad
de ese niño, protegiéndola de la ira de su marido. Pablo se vio así envuelto en una situación
difícil. Como decían que se amaban, Felicia esperaba que el joven la alejara de él,
trasladándose a un lugar lejano para poder criar al niño que estaba a punto de nacer.

Ramón, por su parte, era un hombre incapaz de tener hijos, aunque seguía siendo
sexualmente activo. Su matrimonio con Felicia se había convertido, de hecho, en una forma de
presentarse a la sociedad de su tiempo, mostrando una joya de rara belleza a su lado, además
de que, por supuesto, podía disfrutar de su físico joven y estimulante. Así, el embarazo de su
nueva esposa sería objeto de burla e ironía en la pequeña comunidad, ya consciente de la
imposibilidad de Ramón de generar descendencia.

Al ser hijo único, el vínculo de Pablo y Ramón era muy estrecho, por lo que padre e hijo fueron
cómplices de muchos desencuentros y se cubrieron mutuamente.

Sin embargo, la belleza de la mujer hizo que el muchacho no pudiera soportar el respeto que
debía a su genitor, y se involucró clandestinamente con su nueva esposa.

Para que este estado de cosas no cambiara, Pablo ideó un plan para ocultárselo a Felicia.

Informaba a su padre del estado de embarazo de su mujer, revelando que se había entregado
a un desconocido en uno de los viajes de su padre.

Al negarse a acompañarle, Felicia se quedó en la mansión al cuidado de los criados y bajo la


custodia de Pablo, que tuvo la oportunidad perfecta para vivir aventuras sexuales con la
deseada mujer que tanto le gustaba.

Con esta historia, Pablo comunicaría a su padre la prevaricación de su mujer, el embarazo


espurio, manteniéndose en una buena relación y, quién sabe, permitiendo a Felicia la
oportunidad de definir su vida.

Al enterarse de los hechos, a Ramón le sobrevino un ataque de odio brutal hacia su mujer.
Quería matarla. Tuvo el impulso de utilizar sus privilegios como noble para relegarla a la
condición de puta, expulsándola de la casa.

Pensando en todo, Pablo, que conocía el ímpetu de su padre, esperó a que se calmara y le
propuso otra reacción.

¿Por qué no obligar a Felicia a permanecer unida a ellos, para devolver la afrenta que les había
hecho?
- No se puede esperar que una prostituta cambie de vida sólo porque se cambie de ropa -
argumentó el chico.

- Entiendo, padre mío, que tu interés masculino por una mujer hermosa es apreciable. Al fin y
al cabo, ella no es de las que viven ensuciando nuestras calles. Felicia es diferente, más bella,
pero sigue siendo una prostituta.

El anciano escuchó, tratando de calmarse y mantener el control de sus pensamientos.

- Si la echamos a la calle, parecerá una vergüenza para ella y para nosotros también, después
de todo el montaje que se hizo sobre su llegada aquí.

Asimismo, no creo que sea plausible que aceptemos el nacimiento de un niño aquí en nuestro
medio, ya que todo el pueblo sabe de su incapacidad para parir. Así, creo que podríamos
mantenerla aquí, como prostituta incluso, después de arreglar que le quiten a este niño y
luego nos sirva como sirvienta, pudiendo pagar todo lo que ha recibido.

Mirando con admiración la sugerencia del muchacho, sin imaginar que lo que más deseaba
era permanecer al lado de Felicia, con la posibilidad de seguir haciendo uso de su cuerpo para
el deleite de su placer, el viejo lo abrazó y le dijo:

- Hijo, tienes a alguien de quien tirar. Su inteligencia a veces me sorprende. - Hagámoslo de


todos modos. Mantengamos a esta perra aquí; después de todo, es difícil encontrar otra que
sea tan buena en esta área, y convirtámosla en una sirvienta. Para nosotros, ya no será la
esposa. Y si se permitió acostarse con un desconocido, puede ser utilizada por nosotros dos,
que al menos tenemos sangre noble. Eso es, si te gusta.

Viendo que su genitor había llegado al punto deseado, Pablo respondió

- Verá, mi señor, no digo que me complazca como mujer, ya que pretendo unirme a una dama
de nuestra mejor nobleza, pero, como diversión, no puedo negar que es una delicadeza
apreciable.

- Para deshacerme de este niño, y para eliminar cualquier sospecha, me voy de la ciudad la
semana que viene, viajando durante otros seis meses, atendiendo nuestros negocios. Por ese
tiempo, te quedas aquí hasta mi regreso, gestionando las cosas y manteniendo a la
desafortunada para que pague por su prevaricación.

- Muy bien.

- Ah, Pablo, ya que las cosas están así dispuestas, avisa a "mi mujer" para que se prepare para
mí esta noche, pues me acostaré con ella antes de salir, aprovechando las posibilidades de esta
costosa inversión, -Tienes razón, mi señor....

Y entonces, sin que Felicia entendiera lo que había sucedido, notó el cambio de actitud de
Ramón, más tosco y grosero en los contactos íntimos de aquellos días, a la vez que observaba
en Pablo un distanciamiento mientras su padre permanecía en casa.

Sin embargo, en cuanto el anciano se marchó de viaje, el chico le informó de que no podían
tener al niño, pero que si ella aceptaba abortar, viviría allí, protegida. Sin embargo, si no lo
aceptaba, las órdenes de su genitor eran quitarle la vida y desaparecer con el cadáver.
Felicia se asustó y, al no tener a nadie a quien recurrir, terminó sometiéndose al
procedimiento evasivo, promovido por una persona experimentada que, bajo un pago real
financiado por los recursos de Ramón, guardó el secreto del aborto criminal.

Desde ese momento, Felicia se había convertido en la mujer utilizable de ambos hombres,
sabiendo que ya no gozaría de ningún tipo de galones como mujer de la nobleza y que estaría
ligada a ambos en las frívolas prácticas a las que se había dedicado desde su temprana
juventud.

Así, volvió a ser una prostituta, ahora refugiada en una lujosa casa y con dos clientes
exclusivos, gracias a su conciencia culpable tanto por traicionar a su marido, utilizando a su
propio hijo, como por el embarazo y el aborto cometidos, vinculándose al Espíritu que había
sido expulsado de su cuerpo y que se había agregado desde entonces a su psique de mujer
como un factor mentalmente desequilibrante.

Sin vergüenza alguna, Felicia se había convertido en la prostituta de Pablo, del que se había
enamorado y al que imaginaba que se uniría como esposa algún día, y de Ramón al mismo
tiempo, sirviendo al viejo noble para compensar su inversión y producir en él una revitalización
del interés por la vida.

Sin embargo, en su corazón de mujer, las sensaciones de afecto habían sido sustituidas por el
mecanismo sexual instintivo, viciando sus centros de placer y reforzando sus tendencias más
bajas.

El libertinaje, entonces, se apoderó de aquella casa grande, que ahora guardaba en sus
paredes el secreto de aquel grupo, produciendo cada vez más exageraciones y frivolidades,
incluyendo el mantenimiento de la práctica sexual que involucraba a los tres,
simultáneamente.

Sin embargo, la persecución de las entidades oscuras, ya sea las que se mantenían allí para
aprovechar los efluvios vibratorios de aquellas escenas deprimentes, o las que querían ser
recibidas como partícipes de la orgía, fue estrechando los procesos obsesivos recíprocos,
produciendo perturbaciones en las tres criaturas que, al cabo de los años, acabaron
profundamente desgastadas y asociadas a procesos de rescate de larga duración.

Ahora, devuelta a la nueva experiencia -ella, como Silvia, encarnada, y Ramón y Pablo como el
Jefe y Juvenal, sus futuros hijos- la Justicia Divina posibilitó la reaproximación del trío adicto en
el ejercicio de la sexualidad desajustada, para que esa perturbación de la conducta se
transformara en afecto naciente, sustituyendo la excitación por la sublimación del amor
materno.

Por eso los Espíritus amigos ayudaron tanto a Silvia que se sintió abastecida por nuevas
fuerzas, por sensaciones elevadas, como suele ocurrir con las mujeres que se encuentran
besadas por las experiencias de la maternidad.

Sin embargo, a pesar de todos sus intentos, las entidades generosas no pudieron vencer el
libre albedrío de la futura madre, ahora en posición de aceptar o no a los mismos que la
explotaron de manera tan vil en siglos pasados, desde donde la persecución y la inmanencia a
placeres innobles se extendieron a otros innumerables viajes terrenales, repitiendo los mismos
crímenes con una u otra diferenciación.
Silvia, Espíritu, no podía soportar aquellas dos almas que se unían a su cuerpo, aunque con
ellas había aceptado vivir una vida de desenfreno e intimidad en la España de antaño.

No podía convertirlos de amantes en sus hijos, darles su pecho para que allí encontraran no ya
el placer del sexo, sino el alimento que sustentara sus vidas.

No aceptaba perder las líneas corporales que su vanidad seguía cultivando, aunque ya no
fuera una mujer esplendorosa. Además, los compromisos sociales pesaban mucho en su
mente, tanto como, en aquella ocasión, todos los prejuicios habían aconsejado a Pablo alegar
la misma solución, compartida con la autorización y los recursos de su genitor.

Ramón y Pablo se vieron comprometidos espiritualmente por la esclavitud sexual de Felicia,


tanto como por la abortiva solución que le impusieron, no sólo una vez.

Hoy, aquel primer hijo abortado había vuelto a su existencia, correspondiendo al único brote
que adornaba el hogar y el corazón de Silvia.

Sin embargo, también venía de una situación delicada, fruto de una aventura irresponsable
con el hombre que se había convertido en su marido, tras sus innumerables experiencias
frívolas. Cuando se quedó embarazada de su primer hijo, también pensó en eliminar ese
problema de su útero. Sin embargo, como quería utilizar el embarazo como arma para cambiar
el curso de su existencia, se dejó estar hasta que ya no fue posible extraer al niño de su
vientre.

Entonces decidió tener al niño y casarse con el chico que la había dejado embarazada. Así es
como nació ese primer hijo. Sin embargo, estos dos no correrían la misma suerte.

No aceptaría recoger el fruto de su aventura, indeseable, convirtiéndose en cambiadora de


pañales, administradora de biberones, sin poder dormir, sin descansar, sin más y seguir
viviendo su rutina de mujer importante, abogada y prostituta de lujo.

Este tormento comenzó a involucrar a los dos Espíritus que estaban unidos a ella y que,
aunque en estado de confusión mental, recibieron en la acústica de sus almas, íntimamente
ligadas a la de la futura madre, las amenazas de asesinato, los pensamientos repulsivos y los
horrores de la expulsión uterina, incluso antes de que ésta se produjera.

En sus agonizantes corazones, el miedo se había convertido en el sello de sus minutos.

Se agitaron, sin control, gritando que Silvia no los matara. Le rogaron que les diera la
oportunidad, como si recordaran los momentos del pasado, llamándose entre ellos por sus
antiguos nombres y refiriéndose a la joven por los apodos de su época.

Al mismo tiempo, Silvia, decidiendo la expulsión que resolvería todas las cuestiones más
delicadas, parecía haber llegado a un punto de equilibrio y satisfacción.

En esos días, comunicó a Marcelo su decisión y, como el muchacho le había hipotecado el


apoyo necesario, sugiriendo veladamente la posibilidad de una expulsión abortiva, la opción de
Silvia le sirvió como un guante, aliviando su espíritu preocupado, ya que la paternidad, en esas
condiciones, le causaría problemas y perjudicaría todas sus intenciones actuales y futuras.

Soñaba con acercarse aún más a Camila y sabía que no podía herir los sentimientos de Leticia.
Por lo tanto, su estrategia debe ser cuidadosa y bien montada, incluyendo el aborto que lo
libere de cualquier sospecha, eliminando su responsabilidad y los restos físicos que probarían
su levedad.

Más que rápido, Marcelo se movilizó para arreglar la solución elegida, obteniendo la
dirección, concertando la cita y estando dispuesto a pagar para que el trabajo se hiciera con la
seguridad y discreción necesarias.

En decisiones de este tipo, el Mundo Espiritual Superior intenta hacer todo lo posible para que
la persona recapacite y reconsidere su elección.

En cada caso, los Espíritus protectores no se colocan como jueces o verdugos de sus
protegidos. Desde el principio, han tratado de evitar que se produjeran las circunstancias,
dando buenos consejos, actuando para que los encarnados no se dejaran dominar por la
lujuria del placer, para que no se arrojaran al fango de procedimientos incompatibles con la
decencia. Después de no haber sido escuchados, siguen intentando ayudar para que las
consecuencias de este comportamiento erróneo sean las menos posibles.

Y cuando no se lo impiden, las almas amigas tratan de ayudar a los encarnados a asumir sus
errores, en lugar de intentar solucionarlos cometiendo errores más graves.

Por esta razón, en vísperas de ir a la Clínica donde se realizaría este procedimiento por
personas sin escrúpulos, que habían obtenido el diploma de médicos, pero que deberían
ejercer su ministerio, en verdad, en una carnicería, Silvia fue sacada de su cuerpo por el sueño
y llevada al mundo espiritual para una comprensión final.

Al mismo tiempo, las dos entidades que se yuxtaponían a su vehículo físico, y que, en aquel
momento, tenían la extraña apariencia de niños en su periespíritu con semblantes todavía
adultos, una especie de enanos en proceso de miniaturización o restricción, también fueron
retiradas.

A su lado, entidades amigas y compañeros de otras vidas componían la afectuosa procesión


de almas empeñadas en sostener sus pasos en esta vida, cuyo principal compromiso estaba
ante sus ojos. Al planificar su actual encarnación, se había modelado, antes de su inicio, para
que, finalmente, todos los espíritus que habían sido víctimas en esa existencia pasada
volvieran a encontrar el camino del equilibrio de los afectos.

El primer hijo, el que había sido abortado por Felicia, había logrado escapar del homicidio y
recibió el cariño de una madre, aunque inmadura para amar profundamente.

Los otros dos estaban allí, listos para sumergirse en la carne a través de la vergüenza de la
reencarnación que no habían planeado, pero que no podían evitar.

Sin embargo, la angustia, el inconformismo, la rebeldía, el miedo y la desesperación eran


evidentes en el espíritu de Silvia y en el de sus dos futuros hijos.

Presidiendo aquella reunión en el mundo espiritual, Félix se acercó a la futura madre y le


habló con compasión:

- Hija mía, hemos esperado tanto tiempo este momento en tu viaje, que la Bondad Divina nos
ha permitido este encuentro de entendimiento.
Algo turbada por la acción magnética de las entidades inferiores que se yuxtaponían a su
cuerpo, y al mismo tiempo encantada por las luces mágicas que rodeaban a los Espíritus
amigos y la envolvían en un halo de fuerzas positivas, Silvia quiso alejarse, pero no pudo:

- ¿Quién es usted? ¿Un magistrado, un juez?

La joven asimiló las imágenes y sus pensamientos trataron de decodificarlas con los
estándares de su experiencia física como abogada.

- No, mi niña. Sólo soy tu hermano, aunque no debemos olvidar que es un deber convertirnos
en magistrados de nuestras propias vidas.

- ¿Qué quieres decir? - dijo ella, con dureza.

- Todos somos confrontados por nuestros actos y, invitados a observarlos por la desnudez de
la Verdad, seremos los que juzgaremos más severamente todo lo que hemos hecho.

- Te colocas en una posición privilegiada, hija mía.

Tu cuerpo es la cuna de la vida de dos hermanos que necesitan volver a la existencia a través
de ti.

Comprendiendo que era un asunto decidido en sus pensamientos, Silvia respondió:

- Ese asunto ya está resuelto. Ya no tengo que pensar en ello.

- Creo que sería bueno que tu alma recuperara la lucidez de sí misma para que la comprensión
de ahora pudiera abreviar el sufrimiento que lleva más de quinientos años.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó nerviosa.

- Estos hermanos -y acercó a Ramón y a Pablo- son los que te utilizaron en el pasado, cuando
tú también accediste a utilizarlos como una mujer frívola en busca de posición, de
protagonismo social. Tú querías cambiar tu vida y ellos querían el placer. Los intereses se
unieron y las ofensas se sucedieron abundantemente. Asociados en el error, comenzaron a
explotarse mutuamente y a hacerse sufrir. Dolores y odios, cansancios y vicios consumieron los
siglos y, ahora, he aquí que puedes cobijarlos en tu propio vientre y hacerlos hijos que, bien
criados, serán a su vez tu sostén en el futuro, cuando la vejez tiña tus cabellos.

- Pero estos demonios me persiguen y huyo de ellos sin cesar. ¿Cómo puedo vivir en compañía
de quienes me explotaron?

Silvia lloraba de desesperación y odio.

Comprendiendo la reacción de su alma ante el testimonio que debía dar, Félix reflexionó:

- Los demonios no son criaturas malvadas, hija mía. Son almas ignorantes en el camino de la
transformación.

Y esta transformación sólo puede tener lugar con la modificación que la semilla del amor
infunde en el corazón de los que sufren.

Para ambos, tú también apareces como demoníaca, Silvia. Aprovechaban tus orgías para
alimentarse como en el pasado, y cuando no tenían nada que hacer, cada vez más disfrutaban
de las aventuras que tú mismo buscabas, sin necesidad de su influencia.
Tu voluptuosidad por el placer constituye una mancha difícil de borrar de tu alma, salvo por la
fuerza del sentimiento maternal, verdadera expresión que puede hacer que la prostituta más
depravada elija una vida de sacrificios y devoción para criar a la prole que le ha llegado por
sorpresa, aunque sea contra su voluntad.

Sabemos de su deseo de matar la vida antes de que se consolide con el nacimiento. Sin
embargo, eso sería un doble crimen que volvería a agobiar a los muchos otros que están
pendientes de pago.

Mira estos seres, Silvia.

- Son horribles...

- Tú también tienes la culpa de eso, hija mía. Todos somos lo que hacemos por los demás. Y
cuando renazcan a través de ti, tendrán un nuevo cuerpo, una cara diferente, una organización
armoniosa para que comiencen su viaje de nuevo.

- Pero no los quiero como compañeros.

- Ya han sido sus compañeros durante más de quinientos años. ¿Por qué no convertirlos en
niños para siempre? No habrá escapatoria de lo que usted mismo practicó alguna vez.

Comprendiendo la necesidad del acercamiento y de la aceptación de su alma, Félix hizo una


señal para que los dos fueran llevados a donde estaban, lo que agitó a la mujer, que se
mantenía contenida por las fuerzas del ambiente espiritual donde se estaba produciendo este
encuentro.

Y cuando llegaron cerca del Espíritu de Silvia, que, encogido, trató de alejarse, mostrando una
instintiva repulsión, los dos antiguos explotadores, transformados en socios y compañeros de
sucesivas orgías, tenían las miradas llenas de angustia, aún más torturadas por la película de
terror que la mente de Silvia proyectaba para ellos, en el proceso del aborto que se avecinaba.

- No nos maten... no nos hagan lo que les hicimos a otros.

No queríamos hacerte más daño. Sin embargo, no sabemos cómo, acabamos pegados a tu
cuerpo. Tendremos que nacer por ti. Por favor, no nos destruyas. Sentimos las punzadas del
miedo y el temor que nos invaden. No tenemos ninguna posibilidad de salir de esta unión a
menos que seas nuestra madre.

Las súplicas eran aterradoras y emotivas, y las dos criaturas, que parecían dos enanos, se
esforzaban por acercarse a Silvia, que las apartaba con las manos, como si no quisiera ningún
contacto.

Pablo, el que se había enamorado de la mujer y la había transformado en prostituta dentro de


su propia casa, después de mucho esfuerzo, se acercó y, en un gesto de suprema
desesperación, se aferró a las piernas de Silvia, pidiéndole perdón, repitiendo las frases de
amor del pasado lejano y tratando a toda costa de demostrar un afecto distinto al ejercicio del
sexo embrutecido.

Silvia sintió que las emociones del pasado volvían a fluir hacia el presente. Esa voz, esas
palabras, esos sentimientos eran fuertes recuerdos dormidos en su alma. Felicia reapareció en
la superficie de Silvia.
Su rostro se había transformado, sus ropas se habían convertido en las que la sirvienta de la
casa había aceptado llevar, e incluso algunas de las huellas del sufrimiento físico que había
soportado a lo largo de los años se mostraban en su semblante.

Al verla resucitada ante sus ojos, los dos espíritus que estaban imantados a su vientre
comenzaron a llorar de arrepentimiento.

Ambos se arrodillaron ante sus piernas, como miserables culpables, como quienes asumieron
la gravedad de su comportamiento, rogando la complacencia de una nueva oportunidad.

- Mire, padre, es el mismo...

- Sí, Pablo, la misma belleza de nuestros días de locura. ¿Cómo pudimos hacerle esto?

- Sí, Padre, cómo podríamos...

Y en el gesto más dramático que se ha visto hasta ahora, Ramón se abrazó a Pablo y,
conteniendo los sollozos que le dificultaban la expresión, exclamó derrotado:

- Noble mujer, nosotros... que te hemos explotado... hasta hoy... ...como una puta... en
nuestra ignorancia...

...ahora... te rogamos... ...humildemente... ...a ti... rogar... que... por... permitir... cha...
llamar... ella... ¡MADRE!

Había tanta sinceridad en aquella petición que no hubo nadie allí que no se conmoviera ante
el esfuerzo de Ramón y Pablo por limpiar sus conciencias de las desviaciones cometidas a lo
largo de tantos siglos de iniquidades.

Silvia, conmovida, no sabía cómo actuar. Sus deliberaciones eran firmes, y la repulsión que
sentía hacia ambos seguía presente, aunque la emoción también la envolvía.

Viendo que había llegado el momento de despedirse, Félix remitió a ambos a la protección de
los espíritus amigos y habló con su esposa:

- Ahora, hija mía, las decisiones están en tu conciencia.

En este momento puedes atender la súplica de la desesperación, y estar seguro de que no te


faltarán manos luminosas que honren y santifiquen tu sacrificio.

Ante la nobleza del corazón materno, palidecen todos los conceptos sociales de un mundo
hipócrita y oportunista, que valora más a las que se prostituyen que a las que aceptan ser
madres.

Sin embargo, todo esto no es más que la locura de algunos momentos en la locura de las
sociedades.

Frente a los locos internados en un psiquiátrico, ¿qué pensar de quienes los toman como
referencia para adoptar tal o cual opción?

Ignora las malas palabras, las ideas equivocadas. Asume tus errores personales y afronta las
consecuencias de todos los errores, porque Dios perdona a los que se arrepienten, pero la ley
castiga a los que quieren corregir sus errores ocultándolos con otros peores.

Asúmelo con valor y no te faltarán amigos invisibles que apoyen tus pasos.
En todos los momentos difíciles, estaremos autorizados a extenderle el apoyo del trabajo
digno, del pan honesto, del descanso necesario y de la alegría al contacto con los antiguos
desafectos.

Tus noches estarán llenas de sueños de felicidad y tus días encontrarán dificultades naturales,
que serán superadas con el esfuerzo y la prontitud adecuados.

Si el compañero se aleja, esto no modificará la convivencia natural que mantienen tú y él,


como dos extraños en la misma casa.

Si es necesario, cambia de barrio, cambia de ciudad, cambia de vida, y nosotros estaremos


siempre contigo.

Pero si eliges el camino que te parece más fácil para tus intereses inmediatos, la ley te
alcanzará como la que trae al agricultor los frutos correspondientes a la clase de semilla que ha
sembrado en la tierra.

Siempre intentaremos ayudarte, pero en esta segunda hipótesis, el sufrimiento moral tendrá
un precio que deberás pagar personalmente.

A los que se entregan en el heroísmo del valor, Dios los sostiene como valientes luchadores, a
pesar de los errores del pasado, de la cobardía del ayer.

A los que pretenden mantener las apariencias de valentía, ocultando su cobardía con una
conducta que esconde su debilidad, Dios no puede evitarles la caída, amargo remedio que
eligen, para no engañarse sobre el error que cometieron, en ofensa frontal a la Verdad.

Él también les ayudará a levantarse. Siempre les ayudará a recuperarse.

Sin embargo, éste será un procedimiento de reparación del mal causado, mientras que el otro
será un canto de la Providencia al soldado heroico que afronta la lucha sin retroceder ni
defraudar su deber.

Piensa en esto, Silvia. La decisión será tuya

Y así, Félix autorizó a la mujer a ser llevada a su casa, en aquella noche inquietante para sus
sentimientos femeninos, despierta en su cuerpo con la clara noción de aquel encuentro, con
las emociones a flor de piel y el recuerdo de aquellas dos criaturas aferradas a sus pies,
llamándola Madre.

El amanecer la acogería entre las nociones elevadas del Espíritu y las conveniencias de una
mujer en un cuerpo carnal.

Y por mucho que el mundo invisible lo hubiera intentado, la adicción mental y la ausencia del
hábito de la oración habían mantenido en Silvia las raíces de la desafortunada decisión hacia la
extirpación de la vida.

A la hora señalada, independientemente de la sensación de dolor interior, el frío


razonamiento de que debía terminar lo que había empezado martilleaba en su cabeza.

La clínica abortista era otra rama de esa oscura organización que tejía sus tentáculos en varias
direcciones sobre esa comunidad.
Como en el despacho de Alberto y Ramos, allí también el ambiente espiritual era el peor y los
que allí trabajaban llevaban en sus almas las oscuras marcas de los cómplices del mismo delito.
Los médicos, las enfermeras, los asistentes, los ayudantes, todos los que se beneficiaban de la
industria de la muerte eran estigmatizados por las fuerzas negativas a las que servían, aunque
sus cuerpos, sus ropas y sus posiciones materiales les garantizaban una apariencia de
prominencia social.

Con la ayuda de la policía y las autoridades que conocían el negocio y lo utilizaban a menudo
sin coste alguno, la institución mostraba la fachada de una oficina seria, para que no se
revelara lo que ocurría en su intimidad. Su interior era discreto y estaba bien decorado, en un
intento de reproducir una clínica de cierto nivel social.

Una contraseña previa dirigía a las personas a la atención ginecológica durante la cual se
realizaría el procedimiento.

Las bolsas de basura ordinarias se utilizaban como receptáculos para los residuos de los
procedimientos, al tiempo que se reunían allí entidades perturbadoras que escuchaban los
gritos de desesperación, de revuelta, de odio de tantos que tenían estampados los dolorosos
procedimientos de desgarro.

El ambiente psíquico pesaba mucho, sobre todo por la agonía de los espíritus que estaban
detenidos allí en los últimos momentos de la agresión.

Y lo que más angustiaba a la visión espiritual era la presencia de innumerables entidades


amigas, Espíritus valiosos en el amor por los encarnados y desencarnados, sus guardianes, que
aún en ese momento se mantenían presentes, tratando de involucrar a la persona con otras
ideas, tal vez para ayudarla a modificar su inclinación.

Espíritus dignos del nombre por el que se les conoce -ángeles de la guarda- allí demostraron el
tamaño de su propio amor, acompañando a la mujer hasta el final, lamentando sus acciones,
llorando por las faltas que cometió y considerándose culpables por no haber podido evitar que
cayera en las redes del equívoco.

Si el querido lector supiera lo que es ver a estos Espíritus derramando lágrimas de dolor
moral, sintiéndose impotentes y avergonzados por la ofensa de su tutela, nunca se permitirían
cometer el más pequeño de los errores.

Al lado de las almas que se dementían en la desesperación de sentir el desgarro de sus


cuerpos embrionarios y de las entidades oscuras que las atrapaban para utilizar su
desequilibrio como factor obsesivo de las mismas que las habían expulsado, las entidades
amigas parecían palomas posadas en el interior de los chiqueros, sin importarles las
salpicaduras de barro y el mal olor, con tal de que este pudiera ser un último intento de salvar
del error a los seres tutelados por este amor sin condiciones.

Cuando no hubo más remedio, algunos se alejaron del lugar, esperando que sus protegidos se
fueran. Otros siguieron intentando ayudar a los técnicos para que no se rindieran más a este
tipo de anestesia mental y emocional, motivada por intereses materiales y ambiciones de
posición y conquistas.
Sin embargo, aunque estaban rodeados de entidades perversas y desequilibradas, que los
ridiculizaban por sus esfuerzos de salvación, las entidades amigas siempre fueron una minoría
en ese entorno.

Cuando uno de ellos lograba sacar al sujeto de la sala durante unos minutos, eso podía
considerarse una victoria.

Dispuesta a llegar hasta el final, se dirigió allí sola, esperando su turno y, así, sometiéndose al
procedimiento, sintiendo, en el fondo de su alma, una mezcla de alivio físico y peso en su
conciencia.

Tras ser liberada de las incómodas presencias, cuya repercusión en los espíritus reencarnantes
no detallaremos para no hacer aún más dramático e impresionante este pasaje, Silvia
descansaba en una pequeña sala de recuperación, aquejada de una crisis de llanto y atendida
por un frío psicólogo, ya acostumbrado a esta reacción en la mayoría de las mujeres que se
someten a tal procedimiento.

Las palabras metálicas y sin emoción intentaron devolver a la joven a una realidad cruel y
aburrida.

Sin embargo, a partir de ese momento, los dos que habían solicitado la oportunidad de llamar
a su madre, se aferraron a ella en la condición de desequilibrados en un sufrimiento atroz, en
una mezcla de angustia y deseo de venganza.

En lugar de aflojar los lazos inferiores que los unían, la conducta de Silvia los hizo aún más
estrechos y dolorosos.

A partir de entonces, la mujer sentiría el peso de la persecución alucinada en un organismo


que llevaba, en su conciencia, la culpa por la elección que había hecho.

Valiéndonos de las lecciones contenidas en la misma obra mediúmnica ya citada


anteriormente, vale la pena recordar las inmortales enseñanzas sobre las consecuencias de la
conducta abortiva, tanto para la mujer como para el hombre que participa de ella.

"Es así como la mujer y el hombre, acumulados en las ocurrencias del aborto criminal, pero
principalmente la mujer, cuyo grado de responsabilidad en faltas de esta naturaleza es mucho
mayor, frente a la vida que prometió honrar con nobleza, en la sublime maternidad, desajusta
las energías psicosomáticas, con desequilibrio más penetrante en el centro de la génesis,
implantando en los tejidos de su propia alma la semilla de los males que fructificarán después,
en un régimen de producción a su debido tiempo. No sólo porque el remordimiento está
arraigado en su ser, como una víbora magnética, sino también porque asimilan
inevitablemente las vibraciones de angustia y desesperación, y a veces, de revuelta y venganza
de los Espíritus que la Ley les había reservado como hijos de su propia sangre, en la labor de
restaurar su destino.

En el hombre, el resultado de estas acciones aparece casi siempre en la existencia inmediata a


aquella en la que se vio envuelto en compromisos de esta naturaleza, en forma de
enfermedades testiculares, disendocrinias diversas, perturbaciones mentales, con evidente
obsesión por parte de fuerzas invisibles que emanan de entidades retardatarias a las que
todavía les cuesta exculpar su defección.
En las mujeres, las derivaciones parecen extremadamente más graves. El aborto inducido, sin
necesidad terapéutica, se revela matemáticamente seguido de choques traumáticos en el
cuerpo espiritual, tantas veces como se repite el crimen de lesamaternidad, sumiendo a las
mujeres que lo perpetran en una angustia indefinible, además de la muerte, desde entonces,
En este sentido, es importante recordar, que es el Maestro de los Espíritus, es el que tiene la
mayor fe en el Reino Divino.

Además de los síntomas que hemos abordado en una digresión sintética sobre la
etiopatogenia de las enfermedades del órgano genital de la mujer, encontraremos un amplio
capítulo para ponderar el campo nervioso, ante la hiperexcitación del centro cerebral, con
modificaciones perturbadoras de la personalidad, a menudo rayanas en el martirologio de la
obsesión, y debemos señalar también el carácter doloroso de los efectos espirituales del
aborto criminal, para los ginecólogos y obstetras delincuentes".

En el momento social actual, es importante señalar que, ya sea por una decisión personal no
amparada por la ley, o por una ley que autorice el exterminio de entidades inocentes, las
consecuencias espirituales para quien se somete, para quien practica, para quien autoriza,
para quien estimula, serán siempre inevitables.

Por lo tanto, no importa si el aborto se comete en la oscuridad de las legislaciones o bajo la


égida de su autorización, esto no le quitará la marca de un crimen nefasto practicado contra la
Ley Divina, según los intereses humanos, salvo la hipótesis de su uso para la protección de la
vida materna, en caso de riesgo.

Cualquier forma, por muy seductores que sean los argumentos de ocasión, se corresponderá
con la práctica del delito moral y las consecuencias espirituales y psicológicas que se deriven
de su realización se corresponderán siempre con las del delito para mancillar a quienes lo
practican, de una u otra forma.

Los legisladores que lo defienden, las autoridades que lo sancionan, los profesionales que lo
practican bajo el aval de la ley que los autoriza, las personas que lo estimulan o defienden,
estarán obligados a los efectos nocivos que repercutan sobre ellos mismos, tanto como los que
defienden, suministran, estimulan, preparan el asalto al patrimonio ajeno o a las arcas públicas
de una nación, agravado, en el aborto, por el hecho de que, en él, la víctima está totalmente
indefensa.

No es casualidad que el fruto de la mayoría de los crímenes de este tipo, practicados por los
pueblos a lo largo de los siglos, haya sido la necesaria perturbación emocional, para
manifestarse en la vida presente o en la futura, en esquizofrenias, neurosis, paranoias y
enfermedades físicas que limitan la capacidad reproductiva de los seres, además de obstáculos
para la perfecta exteriorización afectiva.

Esto no es una película de terror, queridos lectores.

Lo que la gente está haciendo, en esta zona, es terror en vivo.

Y algunos intentan legalizarlo como si fuera una virtud de una sociedad liberal, olvidando que
se trata de alabar a la sociedad del libertinaje irresponsable, llevándola a los dolores del
umbral y a la conciencia de la culpa.

39
FINALMENTE, LA REUNIÓN

En ambos lados de la vida, la reunión estaba preparada.

Ninguno de los encarnados que participarían en ella pudo apreciar la complejidad de aquel
encuentro. En realidad, todos ellos tenían sus pensamientos y atenciones centrados en la
oportunidad de dar sus golpes en un esfuerzo por mantener su dominio o conquistar sus
objetivos.

Sin embargo, las realidades invisibles eran más frecuentes que el orden rutinario de la sala de
reuniones de esa oficina.

Como ya se ha explicado, periódicamente se celebraban estos cónclaves colectivos, en los que


los dos grupos que militaban en la oficina se reunían para hablar de problemas generales, de
rutinas que había que cambiar, de la discusión de casos más delicados, entre otros temas que
estarían en la agenda principal, preparada por los dos propietarios.

Fue un día agitado para todos los implicados, sobre todo porque en estas reuniones se
comunicaron cambios de rumbo, cambios de posición en la jerarquía de mando, además de
establecer procedimientos de evaluación que llevaron a los participantes al máximo estrés.

Insertados en un sistema de producción, que consideraba aceptables sólo las ganancias y


ventajas obtenidas en los diversos pleitos que se habían presentado, incluso por encima del
contenido de las sentencias obtenidas, los miembros del despacho se encontraban siempre
sometidos a tales exigencias o a la consecución de objetivos, a partir de los cuales se verificaba
la rentabilidad del grupo, con el pago de cuotas para cada participante, según el acuerdo
previo cuando cada uno se incorporó a ese sistema de trabajo.

En realidad, la reunión fue conducida por los dos propietarios que, tras abrir la reunión,
explicaron los principales objetivos y el orden del día que se habían marcado para su
desarrollo, concediendo después a los demás el derecho a la libre expresión, cuando se podían
tratar otro tipo de temas.

Todos estaban presentes, sin excepción.

Leticia, Camila, Silvia y Marcelo, reunidos en una de las esquinas de la sala escucharon las
orientaciones y los comentarios.

Junto a ellos, Leandro y Alberto mantenían el tono serio y grave de la reunión, mientras que,
al otro lado, Ramos, Clotilde y sus pocos asistentes se ocupaban de las mismas medidas,
presentando números y estadísticas.

Hasta entonces, nada diferente de las reuniones anteriores.

Exigencias de mayor rendimiento, cuestionamientos directos sobre la caída de la


productividad y de los ingresos, críticas sobre el aumento de los gastos y la disminución de los
clientes, todos estos fueron argumentos que los dos propietarios utilizaron siempre para sacar
el máximo provecho de sus empleados, demostrando al mismo tiempo su liderazgo y la
definición de los objetivos a perseguir por sus empleados.

Siempre dependientes de las remuneraciones obtenidas de su clientela, los dos propietarios


no se limitaron a quejarse de los ingresos. Fueron tacaños hasta el punto de culpar a sus
propios compañeros, haciéndoles sentir el peso de la desconfianza y la dependencia
económica que mantenían con respecto a su propio despacho, que, por cierto, habían
encontrado listo e instalado cuando llegaron a trabajar.

La fama y la competencia del bufete se habían hecho gracias a la astucia y el trabajo de los dos
propietarios del mismo, lo que bastaba para que todos los demás se sintieran sumamente
felices de haber sido aceptados para el trabajo que se les ofrecía, de modo que la
contrapartida que se esperaba de cada uno era la absoluta fidelidad y observancia de las
órdenes y disciplinas internas.

Los ventajosos sueldos que todos recibían eran lo suficientemente gordos como para comprar
cualquier tipo de idealismo que pusiera en peligro la posición de los abogados, siempre
dependientes de unos ingresos inciertos para el mantenimiento de sus vidas y sus caprichos
personales.

Como todos conocían los procedimientos de ambos propietarios, los demás abogados
evitaron impugnar cualquier injusticia que pudiera cometerse en sus evaluaciones de la
actuación global, permaneciendo en silencio para que sus ideas, opiniones y pensamientos
personales no llegaran a conocimiento de los empresarios.

Sin embargo, esa tarde las cosas no serían como antes.

Envuelto por el afecto que parecía dedicar a su joven y exuberante colega Camila, Marcelo se
aprestaba a dar el golpe contra Leandro, del que, con el apoyo de los demás compañeros,
conquistado mediante el uso de sus fragilidades y necesidades emocionales, lograría alcanzar
la codiciada posición, tanto como impresionar con su coraje el corazón de su querida
compañera de oficina.

Su estado era una mezcla de nerviosismo y ansiedad. Al mismo tiempo, las exhortaciones de
Alberto y Ramos añadían indignación y repulsión a su espíritu, dispuesto a desenmascarar a
quienes se hacían pasar por honestos pero cuyo deseo era siempre hacer un poco más de
daño, tomar más y más recursos, aprovechar las oportunidades para obtener ventajas
financieras.

Dentro de este clima, a Marcelo le consumía el deseo de desempeñar su papel de salvador y


purificador de conciencias, desenmascarando a Leandro al presentar las pruebas.

Leticia se mantuvo neutral, ya que confiaba en las palabras de Marcelo y su complicidad


afectiva estaría siempre dispuesta a dar el soporte adecuado a los hechos expuestos por él.

Camila parecía nerviosa y tranquila, pues sabía que esa sería la oportunidad estratégica para
que todo saliera a la luz, para que todos los hechos se presentaran en su verdadera desnudez,
actuando como una gran limpieza que terminaría con las persecuciones de Leandro y sus
ataques deshonestos contra sus documentos y carpetas.

Silvia estaba un poco en el aire, desatenta.

Llevaba en su interior el trágico recuerdo de los momentos vividos días antes, cuando su
decisión acabó con la vida de dos seres que ya tenían su cuerpo instalado en su vientre,
aunque eran extremadamente pequeños.
A su lado, aferrándose a su atmósfera psíquica, como inundando su conciencia con
acusaciones y gritos, los dos antiguos compañeros de desenfreno se habían convertido en dos
inteligencias dedicadas al odio y a la explotación de sus energías.

Para justificarse ante sus colegas, en los últimos días Silvia alegó cansancio profesional, lo cual,
por cierto, era muy natural en todos aquellos que debían enfrentar las innumerables
circunstancias de la vida forense.

Sin embargo, en el ambiente emocional de la joven, las luchas internas, la sensación de


ruptura de compromisos, la falta de perspectiva para seguir viviendo en la misma rutina insana
y desagradable, aliada a la sangría vibratoria que le produjo la conexión con los antiguos
cómplices, fue la verdadera causa de su estado de apatía e indiferencia.

Silvia, en efecto, estaba entrando en una franja de desequilibrio emocional, de la que sólo
saldría si adoptaba una conducta que pudiera neutralizar tal influencia, modificación que no
sería posible encontrar en esa forma de ser y vivir tan común y frívola en sus rutinas vitales.

En el ámbito espiritual, las cosas eran mucho peores.

En la zona más cercana al encarnado, donde reinaba la acción del Departamento que se había
consolidado en la región astral de la oficina, las innumerables entidades se divertían con las
palabras de los propietarios, y en esas ocasiones trataban de influir indistintamente en todos,
para que las respuestas, los comportamientos, las dudas y los conflictos acabaran produciendo
desencuentros mentales que todos alimentaban y todos disfrutaban.

El Presidente se sentó en una silla especial, colocada como si fuera la autoridad clerical en las
antiguas ceremonias de la inquisición. A su lado se agolpan los secuaces, todos seguidores
inmediatos y responsables de los intrincados procesos de persecución de los encarnados,
realizando las actividades seleccionadas para ellos por la administración general.

Estos hombres de confianza se sentaban justo al lado del Presidente y habían sido, cuando se
encarnaron en su última existencia, en su mayoría políticos, autoridades y abogados notables
por su astucia y precariedad moral.

Los funcionarios que los atendían les hacían coro. Considerados como espíritus de rango
inferior, estos empleados eran los que seguían prestando servicios a la Organización después
de haber obtenido algunos favores.

Junto a ellos se sentaban entidades persecutorias estrechamente vinculadas al encarnado,


responsabilizándose de la interferencia negativa en la esfera de la vida de esa persona, todas
con derecho a describir los hechos y demostrar la estrategia adoptada en el cumplimiento de
sus tareas con cada uno de los encarnados que vigilaban.

Marcelo se hizo acompañar de hombres de confianza del Presidente, quien, tras perder a los
dos que se ocupaban de su influencia, los sustituyó por espíritus vinculados a él mismo.

Camila fue observada por las mismas entidades, atenta a todo tipo de cambio en el guion y al
tanto de todas las evoluciones resultantes de la importante participación que tendría en el
desarrollo de los hechos.
Leticia iba acompañada de Gabriel, con el monstruoso atuendo con el que se presentaba ante
los ojos asustados de los demás desencarnados, que no eran ni remotamente conscientes de
su verdadera condición espiritual.

Silvia llevaba el ambiente aturdido y pardo, como ya se ha dicho.

Leandro, en perfecta sintonía con Alberto, se dejaba llevar por intuiciones inferiores y sabía
ser rápido y cruel siempre que era necesario, sometido directamente a la influencia del
Presidente que, supervisando todo personalmente, controlaba a Marcelo, Alberto, Ramos y
Leandro, sabiendo manipular sus inclinaciones viciosas y conociendo su debilidad de carácter.

A excepción de Marcelo, cuya menor edad no le había permitido aún hundirse tanto en la
basura moral como sus contrincantes, que habían adquirido con mayor facilidad la riqueza
material, los otros tres eran personas frías, calculadoras y peligrosas, acostumbradas al juego
del poder, susceptibles de cualquier cosa para mantenerse en la aparente condición de
personas honorables y adineradas.

Marcelo, sin embargo, como decíamos, quiso arriesgarse para impresionar a Camila y ganar un
nivel social más compatible con sus ambiciones.

Jefferson, el espíritu perseguidor de Luiz y Marisa, también estaba presente allí, observando el
resultado de las sugestiones espirituales que había plantado en el pensamiento de sus
perseguidos, enviándoles fotografías y otros documentos incriminatorios, con el fin de herir las
pretensiones de Marcelo, arruinando su reputación frente a todos los demás.

Las demás entidades inferiores que componían aquel oscuro departamento se agolpaban en
torno a las amplias gradas que se instalaban en aquel entorno, estableciendo aficiones a favor
y en contra de los miembros de aquel conflicto y dispuestas a seguir actuando para el
mantenimiento de las influencias negativas sobre todos.

Eran los empleados, los ayudantes, los miembros menores y los innumerables invitados de
otras asociaciones inferiores a congregarse en el lugar, acudiendo a la convocatoria de la
dirección traidora de aquel núcleo.

Y gracias a las medidas tomadas por el Presidente, con la reunión de numerosos


representantes de la tarea persecutoria en ese entorno, al que también se había trasladado el
centro de decisión de la Organización, la espesa atmósfera fluida interfirió en el equilibrio
emocional de los participantes de ese concurso de ideas e intereses.

Mientras Alberto y Ramos se turnaban para hablar bajo la atenta mirada de los demás
miembros del despacho, las almas ignorantes que permanecían apegadas a sus palabras se
reían de sus expresiones de respetabilidad, echándole en cara las miserias que él mismo ya
había cometido u ordenado cometer.

Los aplausos del público cortaron el aire de aquel ambiente, bajo la burla constante de
quienes, testigos invisibles de la conducta inferior de todos los participantes, supieron
divertirse a costa de la mentira y de la hipocresía humana, revelando a los demás miembros de
aquel insólito auditorio, los lances más picantes, mezquinos y podridos que implicaban la
conducta de hombres que pretendían ser respetados por sus mentirosas apariencias.
No eran más que delincuentes mayores frente a delincuentes más jóvenes a los que
transmitían los trucos, las estrategias de sus estafas, las tácticas de supervivencia, entre otras
lecciones criminales.

Estas fueron las expresiones que se gritaron desde las galerías. Algunos de los vivos en el
cuerpo podían contar con un público organizado, por lo que no sólo en el entorno físico se
podía observar la división de intereses entre los de Alberto y los de Ramos. También entre las
entidades, hubo quienes aplaudieron a uno mientras criticaban o ridiculizaban al otro y a sus
equipos, respectivamente.

En el mundo invisible no faltaron los que aplaudieron los tejemanejes jurídicos,


denunciándolos como ejemplos de conducta ideal, demostrando la capacidad profesional de
los que allí estaban como modelos de pésimos profesionales, intransigentes con la Verdad.

Las noticias de errores o tratos que allí se divulgaron no tuvieron el poder de disminuir la
consideración de estos Espíritus en relación con sus agentes humanos. Sus crímenes fueron
notificados en el mundo invisible como una forma de alabar la inteligencia y la astucia,
suscitando expresiones de admiración entre los que allí se reunían, en el deprimente
espectáculo de las inteligencias que se niegan a sí mismas las condiciones de la racionalidad.

Marcelo, inexperto, pensó que su plan sería victorioso, sin suponer que se necesitaban más
que unas cuantas espinas para derribar a un rinoceronte.

Y sólo tenía espinas como prueba de sus acusaciones.

Algunas fotografías y el testimonio de algunos de sus amigos de la oficina contra otro colega
allí presente.

En la arena de aquel circo, a ambos lados de la vida, no faltaron acusadores, defensores,


público demente, bestias dispuestas a devorar a los incautos.

De la misma manera, involucrando a todos y por encima de la estructura espiritual inferior, se


extendió la red luminosa del Bien.

Observando todo aquello, manteniendo la mayor serenidad posible para ese momento tan
importante de definiciones, Félix, Alfonso, Magnus y todo un grupo de almas luminosas se
mantuvieron en oración, rogando a Jesús que les ayudara a cambiar el rumbo de las vidas
humanas, sin que ello correspondiera a la violación de sus voluntades y sus libertades.

Limitados por el respeto a la Ley del Universo, los espíritus superiores debían ayudar a los que
estaban allí sin utilizar los mismos métodos que los malvados, valiéndose de la persuasión y el
convencimiento, demostrando la verdad y reuniéndose con las almas amadas, que siguen,
aunque desde lejos, vibrando por los que amaban.

El entorno de aquella oficina se había vuelto especial, con la sutil implicación de las líneas
energéticas impidiendo que las más de dos mil entidades inferiores allí reunidas, incluida la
que las dirigía, se alejaran, asegurando así que, en el peor de los casos, los que no aceptaran el
cambio de conducta fueran envueltos por los fluidos anestesiantes y enviados a procesos de
lenta recuperación de la conciencia, posibilitando así el relevo en el entorno material y
psíquico de la sociedad terrestre, donde ejercían sus intenciones de persecución y dominación.

Interesado en esta cuestión, especialmente en el dilema de cohibir el mal y respetar el libre


albedrío de las entidades malignas, Magnus preguntó:
- ¿Hasta qué punto los Espíritus superiores consideran necesario respetar las deliberaciones
negativas de las entidades ignorantes?

Al escuchar su pregunta como un aprendiz interesado y sincero, Alfonso señaló:

- Querido hermano, la sabiduría del Universo tiene recursos para actuar en todas las
direcciones, dentro de todas las normas de concesión y responsabilidad correlativa.

Si las leyes establecen la cuestión de la libertad como un bien inalienable del ser, la Ley del
Progreso estipula que no se permitirá a nadie permanecer inmóvil, por omisión, pereza o
malicia. Y si las fuerzas del Amor son capaces de visitar la prisión del enajenado en el mal, que
mató a su semejante para arrebatarle un par de zapatos, de forma aún más decidida, se
encarga de garantizar a los que luchan en el camino recto del Bien, las condiciones de trabajo y
de realización de los ideales que abrazan con honestidad y desinterés.

Siempre llega el momento en que los que han elegido el mal por interés encuentran el límite
de la Ley Universal. Si se les permite hacer el mal, eso no significa que puedan perpetuarse
eternamente en el mal.

En vista de las necesarias reglas del Espíritu, atendiendo a los mecanismos de transición ya
instalados en la Tierra hoy, las fuerzas del Bien están autorizadas a promover las medidas
necesarias para la transformación a través de la concientización respecto al error practicado.
Confrontadas con sus crímenes y sorprendidas en sus comportamientos mezquinos, las almas
que comprendan el tamaño de sus deudas, aceptando la invitación de transformación, serán
remitidas a los núcleos de asistencia preparados para recibirlas en el plano invisible donde nos
encontramos, aliviando la psicosfera del planeta y llevando a tratamiento a los enfermos más
renitentes que aceptaron la terapia.

Sin embargo, una vez que la posibilidad de reajuste se ponga a disposición de todos, los que
no la acepten ya no tendrán la oportunidad de permanecer en las mismas condiciones, como si
pudieran ridiculizar impunemente las fuerzas que rigen la vida.

Sin actuar como quien se venga, el Amor garantiza a cada uno el derecho a recibir lo que ha
sembrado y cosechará, indefectiblemente.

Por lo tanto, como una inmensa transferencia de una antigua prisión que está siendo
reformada a otra que puede garantizar a los detenidos condiciones de recuperación, sin dejar
de ser una casa de prisión, grandes convoyes ya están retirando de la superficie del planeta la
masa deformada e inferior de entidades arraigadas aquí durante milenios, dirigiéndolas a otros
planos adecuados a la transformación de sus mentes, al contacto con las reglas disciplinantes
de la vida espiritual.

Así, Magnus, aquellos que aquí no acepten la convocatoria superior para reajustarse, se verán
obligados por sus propias elecciones a seguir en este tren de transferencia, dirigido a planetas
similares al que la Tierra está dejando de ser, mientras avanza hacia la transformación moral y
vibratoria que le permitirá entrar en las bandas del mundo de la regeneración.

Comprendiendo las claras referencias, comparándolas con las verdades ya estudiadas en


varias otras situaciones, Magnus reflexionó:

- Sí, es el proceso de separación de la paja y el trigo, ¿no?


- Exactamente, hijo mío. A través de las actitudes vividas libremente en la actualidad, cada
uno de nosotros irá marcando sus pasos con el barro o con la luz que ya posee o ha
desarrollado en su interior. Ya no es la conducta artificial dentro de las iglesias, en el seno de
las distintas religiones.

Lo que prevalecerá en este proceso es el contenido de las propias vibraciones de cada uno,
autorizando su calificación como los que aceptan el cambio o los que quieren obstruirlo,
imaginando que un planeta les pertenece para toda la eternidad.

Estos espíritus, sintiendo ahora la llegada de la última hora, se agitan en todas las dimensiones
espirituales del mundo.

No sólo en la multiplicación de las guerras y los disturbios sociales en el entorno encarnado.


Están en todas las bandas inferiores que rodean la Tierra y en las que se encuentran incluso
por debajo de la superficie.

Por todas partes, como si fueran almas penitentes que se levantan de sus tumbas, salen a
defender los privilegios criminales, las conductas permisivas e inmorales, las fuerzas
mezquinas que victimizan a multitudes bajo sus armas, látigos y bombas.

La agitación es inmensa en todas las zonas de las bandas inferiores. Sin embargo, de todas
partes, las almas nobles se apresuran a martirizarse por amor al Padre y a sus hermanos
encarnados, sumergiéndose en la estructura física del planeta, renaciendo en cuerpos de niños
dotados de otros estándares de energía, cambiando, con su bondad natural, su inclinación por
las artes, su talento para lo bello y su deseo de transformación, todo el humeante paisaje
social que estos espíritus deportados intentan producir en el espíritu de sus hermanos que
viven en el cuerpo de carne.

Existe así, Magnus, un verdadero camino luminoso entre los dos planos, a través del cual los
seres mejores inician el proceso de poblamiento de la nueva Tierra, con esfuerzos en la
vivencia de las virtudes del Amor y de la Paz, al mismo tiempo que los seres renitentes a las
viejas fórmulas viciosas se ven obligados a abandonar la carcasa biológica que les sirvió de
protección, antes de que puedan reducirla a escombros, inutilizándola al mismo tiempo que se
matan.

De este modo, todos los implicados tienen garantizada la oportunidad de elegir y la


responsabilidad de lo que han decidido para su futuro.

Lo que sería poco práctico es imaginar que Dios, distraído, no estuviera ocupado en dar una
definición a las cuestiones morales de la creciente sociedad humana.

Y si el Padre se sirve del Amor para modificar el camino, indicando la mejor ruta, no niega a los
que no lo aceptan, la posibilidad de continuar por el doloroso camino de la experiencia
sufriente, el que, de igual manera, les conducirá de nuevo a la madurez espiritual.

Por lo tanto, los que están aquí involucrados en este desafortunado complot, encarnados y
desencarnados, están teniendo sus últimas oportunidades de actuar, y no se les niega la última
oportunidad de arrepentirse y aceptar entrar en los departamentos existentes en nuestro
plano para el tratamiento y desintoxicación de los fluidos deletéreos del mal, inoculados en sus
almas por pensamientos y sentimientos inferiores.

Así, Magnus, es como se caracteriza el fin de los tiempos. Se están aplicando medidas para
que los tiempos de la maldad lleguen a su fin.
Para que eso ocurra, los malvados desearán transformarse o serán transportados a otros
lugares con los que están afines por la identidad de sus vibraciones inferiores. Otros lugares
que brillan en el cielo nocturno como otras moradas en la casa del Padre. Otros mundos que
harán el papel de mundos carcelarios y mundos escolares, simultáneamente.

Las orientaciones fueron muy interesantes, ya que no se trataba sólo de un procedimiento de


transformación de los que estaban allí. Fue una acción deliberadamente autorizada por fuerzas
superiores con el propósito de cooperar con la limpieza vibratoria del mundo físico,
preparando la futura instalación del Reino de Dios en los corazones de las personas.

Y para ello, las viejas estructuras tuvieron que derrumbarse y ser sustituidas por otras más
nuevas en el transcurso de las décadas.

Magnus comprendió, entonces, que no era sólo una sucesión de cataclismos y accidentes
telúricos lo que provocaría este cambio. Aunque se produjeran debido a las modificaciones
ambientales, el movimiento espiritual estaba propiciando el cambio en el patrón vibratorio de
los que serían admitidos en la atmósfera planetaria, estimulando a los buenos a mantenerse
en el camino de la bondad y analizando en los demás si existía una sincera voluntad de
desarrollar tales sentimientos, de lo contrario, si ese crecimiento no resultaba posible a corto
plazo, se haría el traslado, obligatorio, a un entorno adecuado equivalente en barbarie e
inferioridad.

Así pues, queridos lectores, no imaginéis que no existen, en las innumerables estrellas y
planetas que penden sobre nuestras cabezas, aquellos en los que la carne humana todavía se
devora cruda, en los rituales de alimentación antropofágica, en los clanes y tribus que rinden
culto a los ritmos frenéticos de los tambores. En estos lugares siempre habrá espacio para
quienes, en la Tierra, gustan de participar en pandillas, disturbios y violencia. Habrá espacio
para los que se ocupan de la destrucción de las construcciones, de las estructuras sociales,
para que, utilizando todas sus potencialidades agresivas, se dediquen a destruir rocas, a cavar
cuevas y a hacer grafitis en sus interiores.

Si observamos bien, quizá podamos encontrar en nuestras pinturas rupestres las


manifestaciones de los primeros grafiteros, trasladados a este planeta con el propósito de
corregirse y mejorar sus estructuras, en un pasado lejano. Para los que se dedican al desorden
habrá mucho espacio que ocupar. Para los que se han dejado arrastrar a la sexolatría, habrá un
montón de hembras primitivas que serán sus compañeras en el ejercicio de la genética.

A los que no pudieron resistir las danzas desenfrenadas y violentas, se les multiplicarán las
posibilidades de reproducirlas en las numerosas peleas entre tribus y grupos, en las orillas de
las lagunas fangosas, donde se alimentarán del agua salobre.

Para quienes ejercen la violencia como signo de liderazgo, las turbas primitivas estarán
dispuestas a seguir los gritos guerreros que tanto les agradan. Los que gustan de robar la
riqueza de los gobernados tendrán pirámides que construir, durante cuya construcción podrán
malversar todos los recursos que deseen, hasta que sean atrapados, detenidos, torturados y
castigados.

Y mientras este nuevo mundo deja el primitivismo grotesco a las fases iniciales de la
civilización de la barbarie, la Tierra, expurgada de tales elementos, podrá seguir su curso de
crecimiento, como escenario de nuevas realizaciones del espíritu humano, elevado a la
condición de espíritu luminoso e iluminado.
Pero para que tales definiciones se produzcan, sería necesario que todos, encarnados y
desencarnados de nuestra historia, pudieran actuar con libertad y elegir sus caminos, según
sus intereses.

Por eso el mundo espiritual superior nos permite ejercer nuestro libre albedrío. Sin ella nunca
mostraríamos lo que realmente somos.

Alberto y Ramos habían terminado su irritante y provocadora discusión.

Ahora se abre el turno de palabra a los demás miembros de la reunión.

40

MARCELO, LAS ACUSACIONES

Y LAS SORPRESAS

En general, pocos tomaron la palabra después de que los más importantes dieran su mensaje.
Se discutieron algunos asuntos internos o problemas legales más intrincados y las rutinas no
cambiaron.

Sin embargo, ese día, envuelto en la emoción y el nerviosismo, Marcelo actuaría de manera
diferente, llevando en su mente la certeza de que ese era el momento crucial de todos sus
últimos meses, dedicados a la preparación del golpe fatal.

Imaginó que, con su información, cooperaría para modificar ciertos comportamientos tanto
como para alertar a los responsables de la oficina, especialmente en lo que se refiere a tráfico
de influencias, presión psicológica y extorsión de clientes.

Así, con los documentos que llevaba, como si los hubiera obtenido por iniciativa propia,
Marcelo comenzó diciendo

- Señores, quisiera llamar la atención de todos sobre un asunto tan delicado como muy serio.

Ante su iniciativa, los demás callaron y le escucharon.

- Acabamos de escuchar la exhortación de nuestros mayores a aumentar los beneficios, a


actuar con más diligencia y a conquistar un mercado más amplio para que el resultado final sea
mayor.

Todos nos hemos comprometido con esto como motivación de nuestras vidas. Al fin y al cabo,
es de aquí de donde sacamos nuestro sustento y realizamos nuestros ideales personales.

La época en la que nuestra ingenuidad creía en la suavidad de la Justicia, en la imparcialidad


de las autoridades, en la corrección de las conductas de los empleados, en la construcción
exacta de las instituciones, ha quedado atrás.

La práctica y la experiencia en notarías y juzgados, en departamentos administrativos y


oficinas públicas nos quitaron la ingenuidad que traíamos al principio, de que cada uno
cumpliera con su deber, sin pedir nada a cambio: que el empleado trabajara con eficiencia,
que la autoridad actuara con suavidad, que las instituciones fueran gobernadas por hombres
íntegros.

Pronto pudimos encontrarnos con otra realidad, gobernada, en verdad, por el dios del dinero.
En todas partes, con muy raras excepciones, la conquista de objetivos choca con la necesidad
de gratificación, de regalos, de sobornos, en fin, eso que conocemos con innumerables
nombres, pero que, en el fondo, es lo mismo: la corrupción.

Cuando se nos imponen estos procedimientos para que realicemos las tareas que nos
corresponden, no debemos olvidar que es el cliente que nos ha contratado el responsable
efectivo de aceptar el juego del soborno y de financiarlo, salvo que el abogado forme parte del
proceso de corrupción de forma consciente y libre.

Si el cliente acepta y nos autoriza a entrar en el juego para defender sus intereses
acogiéndonos a estas prácticas, en principio es su problema. Seguirá pesando sobre nosotros,
sin embargo, la cuestión ético-moral de insertarnos en este ruedo de la deshonestidad, que
cada uno trata a su manera en el foro de su propia conciencia.

Sin embargo, nos estamos viendo sorprendidos por procedimientos que introducen la
corrupción en estos muros, empañando todos nuestros "currículos", exponiéndonos a juicios
peligrosos y favoreciendo que acabemos autodestruyéndonos.

El tono grave hizo aún más pesado el silencio del ambiente.

- Puede que te estés imaginando que esto es un discurso teórico de indignación idealista,
como si estuviera hablando de las realidades filosóficas de la vida jurídica.

Sin embargo, me refiero a hechos concretos.

Un día, un cliente vino a verme con la siguiente pregunta:

"Doctor, ¿por qué no hace en mi caso lo mismo que hizo cierto abogado de su despacho con el
caso de mi tío?"

Me sorprendió descubrir que el abogado del tío había organizado una reunión para recibir
grandes sumas de dinero para poder comprar a las autoridades que debían decidir su caso.

Entonces el cliente que me buscó esperaba que hiciera lo mismo en su caso, porque a ese
precio lograría su objetivo, un derecho que no tenía base legal para ser ganado.

Le expliqué que no haría tal cosa, pero, para mi sorpresa, reforzó la información y dio las cifras
de lo que pagó su tío para que su caso se resolviera favorablemente.

Alertado por este estado de cosas, comencé a adoptar algunas conductas que pudieran
apoyarme en las afirmaciones que estoy haciendo en este momento.

Y gracias a ello, pude reunir elementos de prueba que traigo a la mesa para conocimiento de
todos, afirmando que nuestros ingresos no han sido mayores porque han quedado en manos
de algunos que se los quedan para sí mismos, convirtiéndolos en coches nuevos, viajes y otras
ventajas que, obtenidas mediante el fraude, además de no beneficiar a los demás compañeros
de esta sala, comprometen su honor y su carácter.

Al hablar así, provocó en los que desconocían el problema, exclamaciones de sorpresa y


protesta por estar generalizando la acusación.
- Tengan calma. No me refiero a todos. Me refiero sólo a aquellos cuya conciencia, incluso en
este momento, debe estar ardiendo con la posibilidad de que sus planes hayan sido
descubiertos.

Alberto y Ramos permanecieron en silencio, con el rostro cubierto por una leve palidez, ante
un comportamiento que ambos consideraban inapropiado para el grupo allí reunido.

Viendo que era necesario ser más objetivo, Marcelo pasó a presentar a todos las fotografías
de las distintas reuniones clandestinas en las que Leandro había recibido el dinero y lo había
transportado en dirección desconocida.

Marcelo había difundido las fotos así como la declaración a la que se refería, tomada en su
propio despacho al cliente que había mencionado unos minutos antes y que había solicitado la
adopción de las mismas prácticas delictivas y corruptas.

Los documentos llegaban a todas las manos, ya que había hecho tantas copias como eran
necesarias.

Inmediatamente, todas las miradas se volvieron hacia el Dr. Leandro, atrapado por las
instantáneas fotográficas.

Además, Marcelo se había ocupado de obtener documentos que demostraban la coincidencia


de fechas entre la recepción de los fondos y la compra de vehículos nuevos y caros, prueba
importante de que los fondos que había obtenido de sus clientes no habían servido para lograr
ningún tipo de conquista legal, sino para enriquecer al propio chantajista, personalmente.

- Lo que les muestro corresponde a la prueba de algo, cuando menos, extraño en la práctica
de los abogados de este despacho. Siempre respetado por su aparente seriedad, no puedo
imaginar que nos hayamos permitido llegar a semejante comportamiento, exigiendo a los que
se conducen de la mejor manera posible una conducta que los que se creen por encima de
nosotros se empeñan en defraudar fraudulenta y descaradamente.

Y si antes era de los que admiraba la capacidad profesional y los métodos del señor Leandro,
después de todo esto y de otras cosas que sucedieron dentro de los despachos, ahora lamento
la condición de pertenecer a una institución que lo tiene como uno de los miembros más
importantes.

La situación había alcanzado el punto más delicado hasta ese momento.

Al ver que sus planes se estaban cumpliendo según sus estrategias, Marcelo continuó,
mientras los demás pasaban los ojos por encima de los documentos.

- Lamentablemente, no es suficiente este tipo de fraude, que daña no sólo nuestra reputación,
sino también el patrimonio de los señores Alberto y Ramos, ya que drena a una sola persona
recursos que podrían formar parte de los honorarios del bufete, como cargo legal por los
servicios prestados.

Por si este comportamiento, poco ético hasta la saciedad, no fuera suficiente, puedo afirmar
que el Sr. Leandro ha comenzado a controlar la marcha de los casos de varios abogados aquí
presentes, invadiendo la intimidad de sus despachos y de sus expedientes, rompiendo el
secreto profesional que debe protegerse entre el cliente y el abogado, aprovechando los
momentos en que los profesionales se marchan, al final de su jornada laboral, para revisar sus
papeles, evaluar sus procedimientos y ver si están recibiendo algún dinero aparte.
Naturalmente, midiendo a los demás por sí mismo, se cree con derecho a utilizar este tipo de
comportamiento para inspeccionar clandestinamente a sus colegas de profesión.

Sintiendo que podía ayudar en este momento, Camila comentó:

- Esto me ha ocurrido personalmente. En innumerables ocasiones, el Dr. Leandro hizo


amenazas veladas o comentarios que indicaban que había revisado el contenido de mis
expedientes, en busca de rastros de cobros de honorarios o pagos de cantidades no
presentadas en la caja de la oficina.

Comprendiendo que Marcelo necesitaba algún tipo de apoyo, Leticia también había acudido
en su ayuda, confirmando que ella también se había dado cuenta de que los documentos de su
despacho se habían movido en su ausencia, algo que no era fruto de la limpieza habitual, sino
de alguien que no conocía, pero que se tomaba la molestia de entrar en su despacho para
hurgar en las carpetas de sus clientes.

A estas alturas, la postura del Dr. Leandro era completamente diferente.

Aunque controlado, su color estaba alterado, lo que indica el estado de nerviosismo al que se
vio obligado. Su silencio, sin embargo, denotaba una especie de meditación sobre lo que
pretendía hablar.

Sin embargo, antes de que pudiera tomar la palabra, el Dr. Ramos, el otro socio, subió al
estrado y comentó:

- Sus acusaciones, Dr. Marcelo, son extremadamente graves para todos nosotros. En primer
lugar, porque este tipo de conducta frustra nuestra relación de confianza, que es la que
sostiene una asociación. Toda convivencia social se basa en la noción de responsabilidad
compartida, basada en la confianza recíproca. Con su información, este comportamiento pone
en riesgo la existencia de nuestro sindicato, ya que defrauda el esfuerzo de todos y desvía los
valores que podrían haberse conseguido de forma limpia y repartida entre todos. Así que
espero que el Dr. Leandro se pronuncie sobre estas prácticas.

Alberto estaba nervioso ahora que la conducta de su mano derecha estaba siendo expuesta.

Llamado a hablar, Leandro miró a su superior, quien, con una actitud poco amistosa, no le dio
más señales de apoyo,

Viendo que estaría solo para defenderse de los argumentos y documentos presentados,
Leandro hizo lo que pudo:

- No puedo negar que soy la persona de las fotografías.

De hecho, estuve en esos lugares y recogí las bolsas que también captó la cámara.

Soy un profesional y desde hace más de dos décadas me dedico a esta oficina y sirvo al Dr.
Alberto, por quien tengo el mayor aprecio.

Sin embargo, como no me faltan razones para ese comportamiento, debo explicar que en
ningún momento estuve allí para satisfacer mis propios intereses.

Yo estuve en esas reuniones, y no se limitaron a lo que estamos viendo en estas fotos, con el
conocimiento del propio Dr. Alberto, a quien iba destinado el dinero.

La palabra de Leandro trasladó el centro de las observaciones al otro lado de la mesa.


Marcelo no podía imaginar que el citado propietario conociera la conducta de su mano
derecha.

Sin embargo, el Dr. Leandro, sin saber defenderse, puso las cosas en la dirección del dueño del
negocio.

Sí, para sorpresa de los miembros del tribunal, se citó a Alberto como conocedor de los
hechos.

- Más que eso, señores -continuó Leandro, como si vomitara todo lo que sabía, aunque
comprometiera a su antiguo jefe, como una forma de salvarse de ser acusado de corrupción-,
fue el propio doctor Alberto el que elaboró todos los detalles, el que negoció todas las
estrategias, el que me mandó a conseguir el dinero y al que le pasé todos los fondos que había
obtenido, sin saber a qué se iban a destinar.

Naturalmente, agradecido por mis servicios y mi discreción, me ofreció una pequeña


recompensa para que esta conducta quedara en el olvido y nadie más supiera de tal
procedimiento.

El ambiente dentro de la sala era más pesado que antes.

El caso había llegado al centro de la toma de decisiones.

Antes sólo había sido un pequeño problema de conducta por parte de uno de los abogados
con respecto a toda la estructura del bufete.

Ahora, sin embargo, fue Alberto el culpable del acto de chantaje.

A Ramos le sorprendió la acusación.

Sus relaciones con Alberto eran antiguas y parecían haber sido siempre muy sólidas, basadas
en la confianza que se había ganado desde su asociación con el difunto Dr. Josué.

Alberto, avergonzado por la acusación que no esperaba, sobre todo porque estaba
acostumbrado a contar con el servilismo canino de Leandro, era quien ahora tenía que dar
explicaciones.

Sin embargo, antes de empezar a decir algo sobre el núcleo de la acusación, Alberto,
experimentado y astuto, pasó a las generalidades:

- Todo el mundo sabe que, antes de valorar el tenor de la acusación, hay que valorar si la
acusación, en sí misma, merece crédito frente a quien la plantea.

Hasta aquí hemos escuchado las palabras de un joven y talentoso abogado que, imaginando
que defendía la ética y quejándose de la vergonzosa situación a la que estaba expuesta su
reputación, se sintió con el derecho de acusar a un colega, utilizando fotografías y pequeñas
historias como prueba.

Sin embargo, antes de llegar al fondo de las acusaciones, es necesario desenmascarar al


acusador, una persona que siempre ha merecido nuestra confianza, dando a conocer su
peligrosa y extremadamente indigna conducta. Y si los que acusan, alegando la defensa de la
ética y la moral, en verdad, son poco éticos e inmorales, lo que hablan no merece ningún tipo
de consideración.
Sin entender lo que ocurría, Marcelo vio cómo subía el rubor a su rostro con las acusaciones
igualmente directas de las que era objeto;

- Espero que tenga el valor de presentar la base de sus frívolas afirmaciones y mentiras.
Porque esto de atacar con palabras a quien te acusa con pruebas concretas, ¡es la estrategia
de un político corrupto!

- Cálmate, joven. Eres muy inexperto y todavía tienes que aprender muchas cosas en la vida",
comentó Alberto con calma.

Luego sacó de un cajón cercano cerrado con llave un sobre lleno de las fotografías que le
habían enviado, de forma anónima, con el acto flagrante de su llegada al motel.

Además, también estaba el documento oficial que acreditaba la propiedad de los dos
vehículos que estaban aparcados dentro del garaje de la suite, demostrando que el acusador y
la otra compañera, Silvia, ambos casados y adúlteros, se habían reunido allí.

Cuando las fotografías comenzaron a difundirse, los comensales empezaron a comportarse


asombrados ante la nueva evidencia, como si ellos mismos nunca hubieran tenido un
comportamiento indecente o frívolo. Marcelo se encontró sorprendido por todo ello.

Le pareció que una gran nube de demonios había descendido sobre él para destruirlo. Esas
imágenes y esos documentos atestiguan su conducta sexual oculta. No se le había pasado por
la cabeza que la autora de aquellas acusaciones era su propia esposa, a la que imaginaba una
mujer superficial interesada sólo en los vestidos y en gastar su dinero.

No sabía que Marisa estaba interesada, sobre todo, en vengarse de su comportamiento


adúltero, sin aparecer como el brazo que manipula el látigo.

- Estas fotografías son bastante reveladoras en sí mismas -dijo el doctor Alberto con altanería,
previendo la desmoralización que estaba produciendo en el muchacho.

Cuando Silvia recibió las fotografías en sus manos, se dio cuenta de que estaba directamente
implicada en aquella flagrancia y, sin poder contenerse, se levantó gritando:

- ¿Qué significa esto? ¿Quién tuvo la audacia de invadir mi privacidad y controlar lo que hago
con mi vida?

- No lo sabemos, doctora Silvia -respondió, más tranquila y cínica, la dueña que, ahora, era la
que acusaba. - Estas fotografías me llegaron sin mencionar al remitente. Sin embargo, las
imágenes dicen más que las palabras y su reacción atestigua que, efectivamente, los hechos
sucedieron tal y como revelan las imágenes.

Silvia, ya sacudida con el tema del aborto, circunstancia que quiso mantener oculta para que
las apariencias no la arruinaran, se encontraba ahora peligrosamente expuesta ante los ojos de
todos los compañeros, ya que su conducta personal en el ámbito laboral siempre había estado
marcada por la seriedad y la firmeza moral en la defensa de los postulados éticos.

¿Cómo explicarse, ahora, ante los hechos? Ella, casada, adulterando con Marcelo, el otro
colega, igualmente comprometido.

Comprendiendo el alcance de la respuesta de Alberto, se dirigió a Marcelo y, con agresividad,


le dijo:
- ¿Fue usted quien hizo esto? ¿Tienes algo que ver con esta perra? ¿No te bastaba con tener
sexo y disfrutar? ¡Maldita sea la vez que acepté acostarme contigo, pensando que eras un
hombre!

En desequilibrio, Silvia temblaba y lloraba al mismo tiempo, mostrando que pronto atacaría a
Marcelo con bofetadas y puñetazos, si no se contenía en su sitio.

Marcelo, por su parte, apenas tuvo tiempo de explicarse ante Silvia, porque su reacción
produjo inmediatamente una reacción idéntica en Leticia.

La joven, enamorada de Marcelo, al darse cuenta de que el chico la estaba traicionando con
otra chica, comprendió que el joven estaba más interesado en utilizarla que en corresponder a
su interés amoroso.

Leticia era la más frágil de todas, emocionalmente hablando.

Y mientras Silvia intentaba calmarse un poco, con un poco de agua con azúcar, Leticia se
levantó y se dirigió al chico, delante de todos:

- ¿Es cierto, Marcelo? Mientras me besabas en mi apartamento, compartiendo conmigo los


momentos de intimidad que sólo los dos conocemos, al mismo tiempo tú y Silvia estaban
involucrados en esta desvergüenza... No puedo creer lo que ven mis ojos.

Al identificar la reacción colectiva que siguió a su denuncia inicial, Alberto comenzó a disfrutar
de la satisfacción de ver cómo los hechos surgían, uno tras otro, todos denigrando la
integridad del desafortunado muchacho.

Con la mecha encendida, era el momento de dejar que llegara la explosión.

Leticia, descontrolada, no pudo contener sus comentarios directos.

- La verdad es que no entendí muy bien lo que pretendías. Al principio pensé que era para
librarme de la soledad, ante una esposa que era poca compañera. Entonces llegué a verte
como un amigo íntimo en el que podía confiar. Sentí tu deseo de ser tocado, de ser acariciado,
la satisfacción de tu mirada. En las últimas semanas, tu búsqueda me ha hecho sentir la más
feliz de las mujeres... todo esto para descubrir que eres tan frívolo como cualquier otro... Esto
es demasiado para mí.

Nuevos ataques de llanto impidieron que el chico se explicara.

La situación era cada vez más trágica y dramática.

Marcelo no sabía cómo apoyarse ahora, especialmente ante los ojos de Camila.

La joven que amaba, la mujer que le había conquistado y a la que quería impresionar con sus
actos de valentía, le miraba ahora directamente sin decir una palabra.

Sus ojos húmedos y su cara triste eran el signo de su dolor interior.

Pero Alberto aún no había terminado.

- Por lo que se ve, de hecho, lo que nos parece claro es que el Dr. Marcelo, involucrándose con
los dos colegas aquí presentes, los estaba utilizando para dar el golpe contra nuestro Dr.
Leandro.
Pero, ¿cómo creer que estas acusaciones suyas pueden ser ciertas, que no son el resultado de
hechos perfectamente explicables, si él mismo está enterrado hasta el cuello en una trama que
falta al respeto doblemente al matrimonio, tanto al suyo como al de la doctora Silvia, además
de implicar a otra compañera de despacho? ¡No hay explicación para esto!

Para añadir más leña al fuego, el doctor Ramos, que hasta entonces había guardado silencio,
pasó a manos de su compañero algo que había mandado a Clotilde a buscar en su caja fuerte
personal, en su despacho.

- Alberto, tengo esto que guardé durante algún tiempo y que no me pareció importante, ya
que no representa ninguna infracción más grave. No creí que fuera necesario presentarlo,
pero, observando el rumbo que han tomado las cosas, creo que puede componer el cuadro de
la Verdad real, como una forma de desenmascarar a los verdaderos deshonestos en nuestro
medio.

A continuación, entregó a su compañero el sobre que contenía las fotografías del almuerzo de
Camila y Marcelo, en el que ambos iban cogidos de la mano, imaginando que nadie les
observaba.

Cuando Alberto vio las fotos soltó una carcajada casi demoníaca y se dirigió a Marcelo en
estos términos

- Pero lo hiciste con las tres, joven. Te había subestimado....

Luego pasó las fotos por la mesa para que todos pudieran ver la conducta cariñosa que
Marcelo también había adoptado con Camila, dando fe de que el cuadro de seducción estaba
cerrado, con el interés espurio del hombre que quiere utilizar a sus novias para lograr un
objetivo distinto al contacto íntimo con el sexo opuesto.

Este fue el golpe final a la reputación del chico.

Cuando las fotos llegaron a manos de Camila, le tocó ponerse a llorar, ante la evidencia de su
implicación afectiva con Marcelo.

El chico no sabía qué decir.

Al fin y al cabo, se había dedicado a Camila por un verdadero sentimiento, una pasión que
crecía cada día y que le había hecho aceptar el riesgo que había corrido aquella tarde/noche
en la que había acabado con su propia carrera profesional en aquel despacho.

Había entrado triunfalmente y estaba siendo destruido.

Leandro, el primer acusado, no sabía qué pensar de todo aquello. Ante la sucesión de
corazones femeninos rotos, demostrando la astucia de Marcelo a los ojos de todos los
presentes, las acusaciones contra él parecían un juego de niños.

Al mismo tiempo, había faltado al respeto a una tradición en ese cargo, es decir, que el
subordinado nunca acusara al superior por los chanchullos, robos y mentiras que presenciaba
o en los que participaba.

Los negocios entre los dueños de las oficinas eran tan intrincados y extraños que sólo entre
ellos podían resolverse. Parecía que se robaban mutuamente y, como una pareja adúltera, se
perdonaban mutuamente, continuando el camino de las estafas y los engaños, contando
siempre con el aval y el apoyo del otro.
Por eso, Leandro sabía que, para salvarse de las acusaciones, había roto la cadena de silencio y
obediencia que le ordenaba asumir los hechos y aceptar las consecuencias antes de acusar a
quien le mantenía en el puesto a base de lealtad y confianza ilimitada.

Entre los muchos casos que llegaron a su conocimiento se encontraba la desaparición de


personas, la contratación de desafueros o partes que le dificultaban la resolución de sus
negocios.

Leandro sabía que, al más alto nivel de la dirección del bufete, ya no se discutían las cuestiones
jurídicas ni las altas tesis procesales. Se trataba de un regateo gracioso, el peso de las arcas
llenas corrompiendo la Verdad para obtener las ventajas de la vida. En este nivel de influencia,
ambos propietarios tejían la red de intereses para complacer a ciertas autoridades venales que
formaban parte del vasto esquema de la Organización, implantado en el mundo a través de los
representantes corruptos e igualmente abyectos que les servían.

Se habían convertido en zorros de la peor calaña, participando en las reuniones más


codiciadas de la escena social, presentados como admirables representantes de la profesión
que una vez habían jurado honrar.

Ahora Leandro era consciente de que su vida corría peligro. Era un archivo viviente.

Ya no sería aceptado como digno de confianza por Alberto. Asimismo, sabía demasiado,
demasiada suciedad, demasiado crimen para poder permanecer libre con seguridad.

El razonamiento de cada uno en esa sala era un verdadero volcán en erupción.

Y, por increíble que parezca, Alberto y Ramos, aunque pálidos, permanecieron serenos.

Marcelo era el propio trapo humano.

Había perdido todo lo que había luchado por conseguir.

Ya no podía permitirse seguir en ese entorno y, probablemente, en esa ciudad, le resultaría


muy difícil mantenerse como abogado en otro bufete.

Esto se debía a que los dos socios principales sabrían correr la voz en los distintos círculos de
abogados sobre su deshonestidad y su comportamiento indecente, hasta el punto de que
estaba seguro de que no encontraría otro despacho para empezar su vida, aunque fuera de
cero.

Tendría que dejar la ciudad, abrir su propio negocio, sin contar con ningún cliente.

Además, no sabía lo arriesgada que era su vida.

Mucha gente en esa sala, ahora, estaba lo suficientemente dañada como para no desear su
muerte como forma de vengarse por su comportamiento imprudente.

Silvia también había descubierto que había utilizado a todas las mujeres para hacer caer a
Leandro, según su astuta mente. También ella no pudo seguir en ese lugar.

Leticia era la más perturbada, en sus arrebatos de afecto traicionado, incapaz de medir el
alcance de las consecuencias de las acciones del chico.
Camila, humillada públicamente, nunca había imaginado que durante los meses que había
estado involucrada con él podría ser un peón más en el tablero de ajedrez que Marcelo estaba
manipulando.

Leandro, por su culpa, lo había perdido todo, incluida su paz, mientras que Alberto y Ramos
podían estar en crisis, precisamente por sus acusaciones, si uno no se explicaba y el otro no
aceptaba las explicaciones.

Marcelo, por su parte, estaba descubriendo un mundo cruel, muy alejado del pequeño
escenario que creía poder construir según sus propios intereses.

Si en el plano material las cosas iban en dirección descendente hacia el abismo, en el plano
espiritual todo se veía y se sentía con una euforia electrizante e insólita.

El Presidente dominó la escena.

Eran más de veinte centenares de entes perturbadores que, como hemos dicho, habían sido
invitados por el líder para disfrutar de la satisfacción y el disfrute que proporciona una
venganza bien llevada.

Mientras se desarrollaba la escena terrenal, el Presidente actuaba sobre las partes,


intuyéndolas a través de fluidos oscuros e hilos magnéticos, colocados en sus mentes, para que
supieran cómo actuar para establecer la confusión y facilitar la ruina de ese grupo.

- Estamos asistiendo a los últimos días de esta estructura maldita", dijo la entidad líder,
adoptando una forma desagradable a los ojos de todos.

Parecía que el odio que había estado represado durante mucho tiempo se expresaba ahora de
forma poderosa, manipulando todas sus fuerzas para el canto final de destrucción con el que
pretendía saciar su venganza.

De sus manos salían rayos agresivos hacia todos los allí reunidos, pues la intención del
Presidente era herir, antes de acabar con ese núcleo.

Sin comprender del todo lo que estaba ocurriendo, uno de los participantes más cercanos a
aquel cónclave reflexionó:

- Pero, Presidente, ¿no nos ha servido ese grupo en los procesos de persecución? ¿Por qué
destruir a quienes han servido tan bien a nuestros intereses?

- Este es un caso personal que tendré que resolver para que los bandidos no se vayan de
rositas.

Y mis decisiones no deben ser cuestionadas.

Comprendiendo que no podía esperar más explicaciones, el agente maligno que estaba a su
lado guardó silencio, a la espera de que se desarrollaran los hechos.

Mientras todos se divertían, con cada nuevo movimiento y cada nueva revelación,
proyectando los estiletes del odio en dirección a Leandro, Marcelo, Silvia, Leticia, Camila y los
demás participantes, el Presidente se dejaba exaltar por la venganza largamente soñada,
planeada paso a paso, utilizando la invigilancia de todos y la falta de elevación de sus ideales
para lograrla esa tarde.
Todas las entidades que habían participado en los preparativos estaban allí observando.

Incluso los dos Espíritus desfigurados, cuyos cuerpos habían sido destrozados en el vientre
materno y que permanecían unidos a Silvia, estaban allí participando en el triste y degradante
acontecimiento, siendo entidades perturbadoras implantadas en la estructura nerviosa de la
desequilibrada niña, no conservando ningún rastro físico que revelara las anteriores
identidades conocidas como el Jefe y Juvenal.

Eran los hijos rechazados, gritando en los oídos espirituales de Silvia grotescas acusaciones, al
mismo tiempo que, momentos después, susurraban llamadas filiales, invocando su protección
materna.

Eran dos dementes unidos a uno que se dirigía, igualmente, hacia el desequilibrio, sobre todo
ahora que su frívola conducta se había revelado ante todos los ojos.

Este hecho, que en la vida de muchas personas no produce ningún rasguño en la estructura
psicológica, en Silvia, debilitada por la práctica del reciente aborto, llegó como una nueva
sacudida sobre un equilibrio mental ya desmantelado, incluso con la nefasta conexión de los
espíritus sufrientes y vengativos que la asistían.

Jefferson, el perseguidor de Luiz y Marisa, había sido honrado con un asiento de honor junto
al Presidente, debido a su habilidad para manipular los pensamientos vengativos y los bajos
sentimientos de la esposa de Marcelo para enviar las fotos al despacho.

Gabriel, todavía oculto a la atención y a la sospecha, se situó al lado de Leticia, tratando de


mantener el equilibrio de la joven para un patrón de fuerzas menos destructivo, lo cual era
difícil para sus esfuerzos en esa contingencia.

Queda, entonces, el Presidente.

- ¡Soy Josué! - gritó, estentóreo y atronador, ante el asombro de todos los presentes.

- ¡Por fin tengo mi venganza! ¡Ra! ¡Ra! ¡Ra! - se burló, ante el asombro colectivo del pestilente
entorno.

- Yo soy el que estos dos malditos compañeros mataron lentamente, inoculándome la


sustancia tóxica que desarrolló el cáncer letal en mi cuerpo.

Pensaron que su crimen quedaría impune para siempre... Oh, no...

Y mientras gritaba, se transformó en una forma horrible, proyectando sus ojos que se
ahogaban, presentando una espuma viscosa verdosa en las comisuras de la boca que era
siniestra y animal.

No os imaginéis, queridos lectores, que ha asumido la forma del diablo, representado en los
grabados de la Tierra. Sus fuerzas degeneradas, acumuladas y cultivadas por años de odio,
sumadas a los siglos anteriores de engaños y crímenes, se exteriorizaron allí a su manera,
causando asombro en sus propios adláteres, que nunca habían imaginado sentir miedo, ellos
que eran expertos en sembrar miedo en los hermanos encarnados.

- Los apoyé cuando estaba allí, en esa oficina de la suciedad y el odio.

Los adopté como mis alumnos y les enseñé las cosas que no sabían. Los convertí en mis socios
y les transmití las formas de alcanzar el éxito, el respeto y la riqueza.
Sin embargo, ese favor no fue suficiente para ellos. Querían acabar con la vida de quien les
había ofrecido la oportunidad de crecer.

Adaptados a este indecente interés, creyeron que podían perjudicarme, escondiendo en


botellas de sabroso vino que sabían que apreciaba, los agentes nocivos que desencadenarían
los tumores, debilitando mi salud.

Hablando despacio, narrando sus propios dramas, se detenía en los momentos más dolorosos
y dramáticos para extraer de sus palabras todas las emociones más poderosas.

Al principio, no sospeché de su conducta. Sin embargo, al cabo de un tiempo, cuando la


enfermedad ya corría por su cuenta, sorprendí comentarios susurrados, hechos a sus espaldas,
celebrando el éxito de sus empresas criminales y asesinas. Confirmé mis sospechas poco
después, cuando conseguí, a través de un detective, el contenido de las conversaciones
privadas mantenidas por ambos por teléfono.

Hasta hoy no he olvidado las frases de satisfacción cuando el resultado de mis exámenes
atestiguó la existencia del destructivo cáncer, avanzado en su corrosivo recorrido,
augurándome pocos meses de vida.

Fue entonces cuando, sin pretender modificar las cosas, para que todos se vengaran a su
debido tiempo, traté de organizarme para este momento.

Reuní todas las pruebas de todos los delitos ya cometidos contra el Gobierno, contra los
organismos y agentes públicos, todas las pruebas del pago de sobornos contra los funcionarios
corruptos que estaban y están asociados a nuestra oficina, y las dejé a cargo de este tonto
ambicioso, este idiota útil que está ante nosotros y que planté en este lugar como la marioneta
que manipulo según mis deseos, antes de morir.

En cuanto descubrí todo el complot contra mi posición de socio mayoritario, lo llevé yo mismo
a la oficina, frente a mí, los dos socios, fingiendo ser amigos devotos, se mostraron
comprensivos con mi enfermedad. Sin embargo, a mis espaldas actuaban como verdaderas
víboras, listas para atacar.

Marcelo se convirtió en mi hombre de confianza en esa estructura. Recién graduado,


necesitado de una oportunidad, aceptó sin pestañear la condición de ser mi representante en
la estructura, manteniéndome informado de todas las ocurrencias y ayudándome, mientras mi
salud me permitía ejercer las funciones jurídicas, en el desarrollo de los casos, entendiendo los
asuntos, cumpliendo los plazos y visitando los despachos forenses.

Mi muerte no tardó en llegar. Sin embargo, tuve tiempo de organizar mi venganza de los días
de la vida física. Reuní todos los documentos y los puse bajo la responsabilidad del muchacho y
de la autoridad que me debía innumerables favores, con la indicación de que, en determinadas
circunstancias, serían revelados a los encargados de investigar los distintos delitos,
programando así una bomba de efecto retardado para que estallara cuando yo considerara el
momento adecuado.

Ahora ha llegado ese momento.

Se matarán de odio, deseosos de atacarse y destruirse mutuamente, para no caer solos en las
desgracias del mundo.
El descubrimiento de sus miserias supondrá la caída de sus vidas, con la pérdida de todo lo
que han reunido, con la humillación pública y sus nombres despreciados en los periódicos y
noticias.

La incredulidad de sus compañeros será la marca de asombro indispensable para que tomen
conciencia de que, en este mundo, la honestidad es siempre la fantasía del vicio, que se
esconde ocultando el veneno que la corrompe.

Que los virtuosos de ocasión se desmoralicen como este tonto que me sirvió de instrumento,
que acabó desmoralizado por sus propias debilidades, tan fácilmente manipulables.

Y en las locuras del sexo, en las angustias de la tentación, en los diversos placeres que se
orquestan para hundir a los libertinos en sus propias orgías, encontraremos siempre la puerta
fácil para interferir en las vidas humanas, despreciando a los que ya están en el fango y
concentrándonos en los que quieren seguir en pie, como ejemplos inexistentes de virtudes
caducas y mentirosas.

No hay que esperar más. La red está cerrada y los peces han caído todos a la vez.

La muerte del menos importante será el camino que le quede al servicio de limpieza. Eso,
ahora, es cuestión de horas. Demetrio, el hipnotizador en el que confío, vinculado a Leandro
desde hace tiempo, apretará la soga, inoculando aún más el estilete del odio en su corazón
para no permitir que Marcelo rehaga su vida mientras la suya está en ruinas.

Leticia recibirá la acusación de inadaptación que la mantendrá, indignada, en el ambiente de


la venganza.

Mientras tanto, algunos parecerán salir indemnes, en realidad tendrán las más dolorosas al
acecho.

Sólo es cuestión de tiempo y paciencia, que no nos faltará.

El encuentro entre los encarnados se dirigía a un final trágico, imprevisible para todos sus
componentes.

Con la voz de un respetable barítono, Alberto estableció las nuevas directrices:

- Leandro, siempre pensé que corresponderías a la confianza que te he dedicado todos estos
años, pero, como he podido comprobar hoy, no has estado a la altura. Así que espero que
mañana ya no estés por aquí.

En cuanto a los demás, Marcelo ya no merece la más mínima consideración por parte de
ninguno de nosotros.

Intenta coger tus cosas y desaparecer de nuestra presencia hoy mismo.

Dirigiéndose a las mujeres, fue menos estricto:

- Las mujeres jóvenes se encuentran en una posición más frágil, víctimas de la astucia de un
hombre tan atractivo como indecente.

No tengo nada en contra de que mantengan sus tareas en la oficina, siempre y cuando se
mantengan dentro de nuestras viejas exigencias de decoro, lo que no se extiende a la Dra.
Silvia que, por razones obvias, ya no encaja en nuestras posturas éticas.
Así, cuando le parezca conveniente, deberá recoger sus pertenencias y desalojar su habitación
para la respectiva fumigación del entorno material y moral.

Y, despidiendo a los miembros de la reunión, informó a todos de que el resto del


entendimiento se celebraría, particularmente, a puerta cerrada, entre él y el socio Ramos, que
debería permanecer en la sala.

41

NUEVAS SORPRESAS

- Ramos, amigo mío, nunca pensé que tu plan fuera a funcionar tan bien como lo hizo. Si
hubiera dependido de mis propios recursos intelectuales, estoy seguro de que las cosas no
habrían salido tan bien.

- ¿No te dije que nuestras ideas serían coronadas por el éxito, Alberto?

Con esto conseguimos deshacernos de los dos mayores problemas, Leandro y Marcelo.

El primero, que se había convertido en un obstáculo para nuestros objetivos porque conocía
demasiado nuestros procedimientos.

Y la segunda, por ser, todavía, la espina que nos recuerda la presencia del maldito Josué en
medio de nosotros.

¿No crees que, ahora despreciado, disminuido y sintiéndose indigno de nuestra confianza,
Leandro podría volverse contra nosotros y acabar haciéndonos daño por lo que sabe?

- Bueno, Alberto, ese es un riesgo que correremos tanto nosotros como él. Además, de lo
mismo que nos acusa a nosotros, también acabará siendo acusado él. Por eso había que crear
las condiciones para que actuara de la forma cobarde en que lo hizo, facilitando su decisión
basada en un abuso de confianza por su parte. De esta manera, tendremos más garantías de
salir de esa participación sin más culpas, haciéndole responsable de su cobarde
comportamiento.

- Bueno, eso es cierto. Ahora -continuó Ramos-, si quieres mejorar aún más las cosas
aparentando ser generoso con el hombre fuerte que te ayudó a limpiar el desastre de nuestra
táctica, mañana, antes de que se vaya, convócalo y recompénsalo como una forma de mostrar
tolerancia y garantizar su complicidad.

Pensando en cómo hacerlo, Alberto se imaginó dándole dinero.

No, amigo mío. El dinero es algo que puede ser utilizado en nuestra contra si no se siente
debidamente recompensado, como si entendiera que estamos comprando su silencio a un
precio.

Eso no es conveniente. Sería mejor darle algún bien razonablemente valioso, que le pareciera
una forma de compensación y finalmente un reconocimiento por sus servicios prestados.
Recuerdo a uno de nuestros clientes que está haciendo una gran subdivisión en una zona muy
valorada y que, según nuestros acuerdos, nos entregó diez parcelas como pago por nuestra
intermediación en la aprobación del proyecto con el municipio y las autoridades.

Logramos concretar el fraccionamiento sin gastar mucho en sobornos. Creo que sólo se
quemaron tres lotes, si no me equivoco, ¿no?

- Así es, Ramos. Todavía tenemos siete lotes más disponibles que tenemos que dividir entre
los dos.

- Así es, Alberto, el siete es un número impar y, lo que es peor, un número primo... ¿qué tal si
le damos un lote a Leandro y, con los seis restantes, los repartimos al 50%?

- Perfecto, excelente idea. Mañana arreglaré los documentos para el traspaso del terreno con
el promotor inmobiliario, entregando a Leandro este regalo para que se sienta satisfecho,
además de los inmensos valores que ya ha obtenido a lo largo de los años, sirviéndome como
siempre me ha servido.

Aun así, me pregunto si no es necesario organizar su desaparición accidental, para tener


cuidado con sus futuras actitudes.

- No lo creo, Alberto. Tiene la culpa en su conciencia porque sabe que hizo mal y al ser
ayudado con un precioso regalo, te agradecerá aún más la compensación. Sin embargo, sí
parece que nos va a complicar la vida, sabemos a quién recurrir para los accidentes habituales
que nos rodean, para que los nuevos miembros de nuestro equipo sean menos peligrosos.

Además, buscaré a alguien que pueda sustituir a Leandro con menos riesgo para nuestras
actividades.

Escuchando a Alberto hablar del tema, sin querer invadir su esfera de decisiones, Ramos
reflexionó:

- Mira, Alberto. Necesitarás a alguien que sea inteligente y esté familiarizado con nuestras
rutinas. Los que están aquí en la oficina son personas que conviven con nosotros y conocen
nuestros métodos. Marcelo ya no se quedará y, aunque lo hiciera, es demasiado peligroso para
nosotros.

La otra ninfómana no es de fiar, además de que está muy comprometida con Marcelo.

No creo que sea prudente que pongan a un extraño aquí, sin nuestro conocimiento, porque
esta persona tendría que ser de estricta confianza para nosotros porque está muy involucrada
en nuestras operaciones más secretas.

Leticia es la más joven y, aunque es bastante competente, es peligrosa por la inestabilidad


emocional que ha demostrado hoy, revelando su relación con Marcelo.

Así, creo que la más adecuada para ocupar el puesto de Leandro, es Camila, que se mantuvo
serena, avergonzada, pero digna, capaz de ser modelada según sus deseos, sin poner en jaque
nuestros intereses.

Nuestros equipos de trabajo son diferentes, pero nuestros intereses siempre han sido los
mismos.

No podemos arriesgarnos con las innovaciones.


Escuchando las cavilaciones de Ramos, a quien había aprendido a admirar por las eficaces
soluciones que siempre conseguía sacar de la manga de su camisa para resolver asuntos
complicados, Alberto preguntó:

- ¿Realmente crees que Camila reúne las condiciones para ocupar el lugar de Leandro?

- Creo que no le falta inteligencia, al mismo tiempo que el autocontrol ha sido una de sus más
claras virtudes durante todos estos años aquí en el cargo. Ahora te toca a ti enseñarle cómo
toca la orquesta. No es ninguna tonta. Creo que ya sabe muchas cosas aunque no se lo
hayamos dicho. Parece una persona ambiciosa e inteligente, con una voluntad decidida que
podría ayudarnos a conseguir nuestros objetivos.

- Sí, desde ese punto de vista, las cosas parecen poder ajustarse.

- Piensa, Alberto. Juguemos al viejo juego de fingir indignación ante los que nos ven fuera
hasta que las cosas se organicen, dejando para las próximas semanas la reanudación de
nuestro trato directo.

- De acuerdo. Esta noche, sin embargo, te espero para una cena de celebración en casa.

- Muy bien, estaré allí a las nueve.

En el plano espiritual, la reunión de los perseguidores estaba llegando a su fin, con las
demostraciones de poder del Presidente intimidando a todos los que se reunían a su
alrededor.

Sólo faltaba el golpe final contra Marcelo, algo que ya se encargó de hacer Demetrio.

Así, las ambiciones personales de cada uno se vieron satisfechas, teniendo en cuenta la
venganza realizada, mientras que las consecuencias finales se esperaban en las próximas
semanas.

Sin embargo, cuando todos se disponían a abandonar el oscuro entorno, algunos más
regresaron apresuradamente, asustados.

- Señor, estamos atrapados. No podemos salir...

- ¿Cuál es el problema? ¿Cómo es posible que no podamos salir de aquí?

- Intentamos salir, pero no podemos romper una barrera que nos mantiene atrapados en este
espacio.

Y lo que es más interesante, es que esta barrera parece acercarse a nosotros.

Comprendiendo que esto sólo podía ser la construcción de un espíritu elevado, el Presidente
vociferó:

- Esto es obra del maldito cobarde... el crucificado... creen que pueden acabar con nosotros...

Hombres, ha llegado la hora del enfrentamiento... ya nos han atacado de innumerables


maneras y en cada movimiento de nuestra organización encontramos la invasión de estos
miserables y bajos representantes de un mendigo que se ha convertido en el héroe de los
idiotas. Basta de paciencia. Basta de tolerancia con estos secuaces de mentira, verdaderos
monstruos ocultos bajo capas brillantes.
Somos muchos... nuestra fuerza es gigantesca. Nadie podrá detenernos aquí, haciéndonos
prisioneros de nuestra propia edificación.

Unamos nuestras fuerzas, ahora, para que las luchas de este instante puedan, finalmente,
desordenar las líneas de ataque prepotentes de los representantes del Cordero,
avergonzándolos para siempre.

Y su convocatoria produjo, al principio, una oleada de salvaje euforia, como en los viejos
tiempos de las guerras, cuando los comandantes exaltaban a sus tropas para la sangrienta
batalla que les esperaba pronto.

- Pasemos al ataque, luchemos contra esos cobardes que quieren detenernos, diciendo que
son criaturas que respetan nuestros derechos. ¿Qué respeto hay cuando se nos impide ejercer
nuestro derecho a ir donde queremos?

- Así es... Ataquemos a estos lobos disfrazados de buenos...

Y el galimatías continuó, en las revueltas que hicieron de ese entorno un lugar aún más
inadaptado, ahora en una mezcla de coraje y miedo, arrogancia y temor.

El Presidente, rodeado de los que componían su corte, se situó en el centro, mientras todos los
demás que apoyaban su empresa de odio y terrorismo espiritual se conglomeraban a su
alrededor, pues ya no podían ausentarse del lugar.

Parecían buscar la seguridad del señor feudal de los antiguos tiempos de la Edad Media,
precipitándose a la fortaleza donde se ocultarían de los ataques del adversario.

Josué, en su calidad de presidente, necesitaba dar a todos la seguridad de una respuesta que
mantuviera alta la moral del grupo, como para prepararlos para la lucha mediante sus propias
demostraciones de valor.

- ¿Crees, tú que usas tu invisibilidad, que te tememos?

Aquí hemos estado durante milenios, dominando a los idiotas por el culto a los placeres, por
el enredo con sus orgías, por el disfrute de sus numerosos vicios que nunca desean dejar. Aquí
dominamos a los que nos quieren, a los que nos quieren como amigos, a los que repudian la
influencia luminosa, a los que no quieren seguir con la claridad, sino que sueñan con abrazar la
invitación al placer, al sexo depravado e insaciable. Aquí hay hombres que son libres de elegir
sus caminos, de seguir compartiendo con nosotros sus aullidos de alegría y satisfacción, sus
brindis y sus peleas. ¿Por qué no nos dejan en paz?

Retírate a lugares donde los santos te acepten. Quédate ahí y no te acosaremos más. No hay
miedo a la lucha que llevaremos hasta el final. Sin embargo, ¿por qué luchar cuando podemos
bastarnos a nosotros mismos en un acuerdo que nos asegure la posibilidad de actuar sin
interferencias mutuas?

Josué gritó estos argumentos al azar, sabiendo, sin embargo, que eran escuchados por todos
los que se congregaban allí para estrechar el cerco.

Y cuanto más lo hacía, más se estrechaban los lazos, empujando a los más de dos mil espíritus
oscuros hacia el mismo centro.
Las únicas que no estaban limitadas por este mecanismo eran aquellas entidades que, debido
a sus lazos magnéticos con los encarnados, no podían separarse de ellos mediante el proceso
de encarcelamiento, para no causarles un choque de graves proporciones.

Tales espíritus, como Jefferson, Demetrio el Jefe y Juvenal, seguían vinculados a sus
perseguidos, en los que podían encontrar algún tipo de refugio.

Todos los demás, sin embargo, se vieron obligados a agruparse, apretados cada vez más, hasta
que no pudieron encontrar más espacio para moverse.

Fue entonces cuando el entorno cambió.

Procedente de lo alto, sin que las entidades pudieran entender cómo, un chorro luminoso cayó
sobre el Presidente. Josué, tocado por la intensa luz, deseaba alejarse. Sin embargo, le rodeaba
tanta gente que no tenía espacio para dar ningún paso. La luz, a su vez, aunque no se parecía a
una llama, le producía la sensación de un intenso ardor.

Al mismo tiempo, Josué trató de mantener el modelo de liderazgo mediante la violencia,


gritando a sus comandantes:

- Venid, resistid... ved qué cobardes son los falsos corderos.

Encarcelan y luego hieren, en lugar de presentarse cara a cara para luchar de igual a igual.

No tengas miedo. No pueden hacer nada contra nosotros....

Sin embargo, por mucho que Josué gritara, todos sus seguidores se quedaron boquiabiertos
ante la exuberancia de aquel espectáculo que asustaba de un modo u otro.

Mientras Josué intentaba protegerse de la intensa luz, utilizando los mantos oscuros con los
que se envolvía, los que le rodeaban también sufrían la misma sensación, lo que les
obligaba a alejarse del centro, a dejar en paz al Presidente, soportando la sensación de
fuego directamente sobre el periespíritu densificado como si fuera la propia carne:

- Hijos, ha llegado la hora de separar el rebaño.

El trigo bueno y sano, soportando la compañía de la cizaña pobre y enferma será rescatado.

Se han dedicado milenios a preparar la cosecha. Ahora los que han tenido oportunidades de
ser regenerados están siendo llamados a ser apartados.

Sin una regeneración adecuada, la cizaña seguirá siendo cizaña, condenándose al fuego que la
purificará durante otros milenios.

Sin embargo, la Bondad Soberana que nos gobierna no quiere herir, sino educar.

Por lo tanto, antes de que se tomen las últimas medidas, aquellos que realmente desean
aceptar el trabajo de transformación efectiva, sin rebeldía ni engaño, tienen en este, el último
momento para decidir.

No se recogerán como vencedores. Sin embargo, serán acogidos como pacientes que aceptan
la cirugía para la recuperación de sus almas.

Los que no lo deseen, en el ejercicio de su libre albedrío, podrán despedirse del largo viaje en
el planeta porque, a partir de ahora, para ti, el tiempo en la Tierra ha terminado.
La poderosa exhortación penetró en la conciencia de todos los que allí se recluían.

Extasiados y asustados, la mayoría no sabía qué hacer. Sólo el Presidente estaba agitado,
luchando contra las fuerzas dominantes del Bien, que convocaban a los que estaban allí a su
propia transformación.

- Todo aquel que sea sincero en sus convicciones, reconociendo sus errores, arrepintiéndose
de todo lo que ha hecho, aceptando sin condiciones el tratamiento que se les ofrece para la
modificación de sus defectos milenarios, podrá avanzar hacia los límites que los contienen y,
siempre que sean veraces, atravesarán las líneas de contención y quedarán libres para recibir
la asistencia de las manos luminosas que los sostienen.

Sin embargo, todos aquellos que sólo están tocados por el miedo o por el interés de huir de
las consecuencias de sus actos, no deben atreverse a intentarlo, porque sufrirán las
consecuencias en su interior, debido al patrón de energías negativas que han acumulado y aún
conservan.

Así, informados de cómo proceder, los gritos comenzaron a escucharse desde todos los lados.

La mayoría de ellos había llegado a los límites invisibles que los delimitaban. Sin embargo,
como no quisieron despojarse de sus viejas formas de ser, siempre acostumbradas a
corromper, a adulterar, a intercambiar favores, imaginando que podrían seguir engañando
eternamente, se vieron cosechados por una reacción que multiplicó la energía negativa que
mantenían actuando en su interior.

Como una descarga eléctrica, se proyectaron desde la distancia, cayendo sobre los demás en
el racimo en el que estaban reunidos, presionados, entrando en un pesado sueño, tras el
desagradable grito con el que mostraban el dolor que atravesaba su ser, señalando a todos los
demás que no había forma de evadir las líneas de defensa que los rodeaban.

Sí, era una línea de defensa del mundo superior contra las entidades de ese patrón, que
durante algún tiempo estaban siendo exiliadas de la superficie del planeta, así como para
hacer sitio a la llegada, a través de la reencarnación, de entidades más evolucionadas que
modificarían las vibraciones planetarias con las transformaciones fluídicas que
implementarían.

De aquella aglomeración de almas prisioneras de sí mismas, sólo dos lograron superar las
líneas de defensa, tras presentarse como profundamente arrepentidas de lo que habían
realizado en el mundo a lo largo de los siglos que su memoria podía abarcar.

Varias entidades no se atrevieron a caminar hasta los límites de la contención, prefiriendo


permanecer en el centro, observando las reacciones de quienes se lanzaban sobre ellas,
lanzando maldiciones en dirección a todos aquellos que, impresionados por el fenómeno y
temerosos de las consecuencias de sus actos, intentaban ligeramente salir de la red en la que
se encontraban aprisionados.

Otros le gritaron a Josué, acusándolo de ser un engañador, de haber preparado esa trampa
para todos ellos, ya que estaban allí por su invitación personal.

Algunos de los que estaban más cerca intentaron atacar al antiguo líder que, sin saber cómo
actuar, por mucho que intentara mantener el control sobre sí mismo, fue cediendo a los golpes
de aquel instante, debilitado por la luminosidad que se proyectaba sobre él.
- Josué, ser un líder es asumir un gran compromiso.

Si tu conducta, hasta el momento, ha arrastrado a los seguidores por los tortuosos y fangosos
senderos del odio, sabe redimirte de tan grave descuido, conduciéndolos a otro camino. Tu
arrepentimiento podrá ayudar a otros a conducirse igualmente hacia ti.

Al escuchar las exhortaciones que se le dirigían directamente, se vistió con la mayor dureza
posible para no dejarse vencer, orgulloso que era, ante sus propios mandados.

- Os odio, representantes del Cordero... gente cobarde y peligrosa que no es capaz de


presentarse al frente entendiendo como debe ser...

¿De qué tienes miedo? Si todos estamos atrapados, ¿por qué no se dignan a comparecer para
una confrontación directa y personal?

Una luminosidad intensificada se presentó dentro de la antorcha radiante y un ser


transparente descendió, a la vista de todos los presentes, para tomar su posición ante Josué.

- Aquí estoy, hermano mío. No para combatir, sino para tenderte la mano para que el
arrepentimiento te ayude en el último momento de tu viaje.

Josué no sabía qué hacer. Quiso avanzar hacia la entidad para herirla, pero no tuvo fuerzas.

- Conozco tus sufrimientos. Somos amigos de otras épocas y estábamos comprometidos en las
mismas luchas de un día, bajo la bandera del Evangelio.

Sin embargo, separados por puntos de vista diferentes, seguimos caminos distintos, hasta que
las llamas de la hoguera encendida por ti condujeron mi cuerpo al seno de las llamas
devoradoras que purificaron mi testimonio para la elevación de mis ideales.

Desde entonces he estado buscando apagar el fuego de tu conciencia, hermano mío. Los
siglos se sucedieron y las persecuciones políticas en las estructuras del clero lo alejaron de la
rectitud del culto sencillo de este nuestro amable y compasivo Jesús.

Siempre la supremacía del poder humano y el dinero corrompiendo a los menos afortunados,
extendiendo este camino de sangre y lágrimas en la extensión de sus pasos.

Al mismo tiempo, me ocupaba de las manifestaciones preparatorias para la llegada del


Consolador que había sido prometido al mundo por el Divino Maestro cuando caminaba entre
los hombres.

Sin méritos suficientes para semejante empresa, aunque intenté hacerlo lo mejor posible, nos
separamos desde la primera hora de entendimientos, y nos colocamos en caminos que
parecían opuestos. Ahora, ante las consideraciones evolutivas, ha llegado el momento de las
definiciones.

Dos grupos se entrelazan en el ámbito terrenal. Uno se despide porque no logra la suficiente
elevación para permanecer, y el otro llega con el objetivo de acelerar la mejora del mundo, en
la implantación de una nueva era.

No deseo que esta contingencia de la evolución sea un obstáculo para que volvamos a
encontrarnos y, por ello, me presento ante tu alma, antigua compañera, para que reanudemos
la empresa en la dirección de la luz del Espíritu.
Josué, tu Espíritu es valioso, lleno de talentos para dejarse consumir en otro viaje de milenios
en la oscuridad de un planeta inferior. No te rindas a esta nueva caída, porque el destino que
espera a los que no se levantan será compatible con el mal que no quieren purgar de sus
corazones.

Acepta la invitación final para que, besados por el arrepentimiento, encontremos el consuelo
de la antigua amistad, convertida en un enlace sublime a lo largo de los siglos del futuro.

La emoción de la entidad luminosa era contagiosa.

Aprovechando la modificación del entorno, con la disminución del tono negativo,


innumerables Espíritus se hicieron presentes y visibles ante las miradas asustadas y confusas
de todas las entidades oscuras que allí se reunían.

- Seguimos tus planes desde tiempos remotos y, sabiendo construir sobre las ruinas de la
destrucción, hemos podido llegar hasta aquí, con la impronta del Amor Sabio que permite que
los desatinos de unos años saquen de ellos la enseñanza que transforma para la eternidad.

No reducimos este encuentro a una consecuencia grotesca de una pareja infeliz que decidió
cambiar el rumbo de sus caminos. Tampoco a la planificación mezquina de quienes se
aprovecharon de los deslices humanos para resolver sus problemas personales. Ni a los que
estaban al acecho para beneficiarse de la desgracia de algunos. Mucho menos reconocemos el
azar en las acciones de las bandas negativas que manipulan los más bajos sentimientos
humanos.

Sobre todas las cosas, la acción del Bien es patente, aprovechando las luchas del Mal para
salvar a los malvados, porque la Bondad Divina no los considera malos. Son, simplemente,
hijos de la ignorancia y víctimas de sí mismos. Cuanto más tiempo pospongan la
transformación, más tiempo habrán lanzado las sentencias condenatorias contra ellos mismos.

A partir de ahora, el destino de todos es el destierro a mundos inferiores, donde las formas
primitivas más pobres y rústicas que existen en la Tierra producirán nostalgia en el núcleo de
los seres exiliados a las superficies estériles y ardientes de otros orbes.

En la Justicia del Universo, nada se pierde. Todos ellos serán considerados misioneros de la
transformación de los nuevos mundos. Sin embargo, pagarán con intensos sufrimientos la
rebeldía de cada instante.

Al percibir que la mente de Josué seguía activa, cuestionando sus palabras, aunque su voz no
se escuchaba, la entidad luminosa continuó, temerosa:

- Todos, encarnados y desencarnados que estén en sintonía con las vibraciones amnésicas
serán llevados a la nueva morada.

Los que no están siendo conducidos en este momento serán devueltos a su debido tiempo, ya
que la modificación de las tendencias se hará sin problemas. Todo el proceso durará algunos
siglos, pero las divergencias vibratorias se harán sentir ciertamente con mayor intensidad a
partir de este período, debido a la constante agravación de los procesos de selección y a las
reacciones de la ignorancia ante la proximidad del momento decisivo.

Todos los que habéis utilizado, en el cuerpo o fuera de él, serán seleccionados por vosotros
mismos y, del resultado final de vuestras verdaderas vibraciones, extraeréis la condición de
habitante del mundo terrenal mejorado o de pasajero con billete garantizado a las posadas
primitivas que os esperan.

Josué ya no podía mantenerse en pie.

La fuerza de la entidad era tal que el deseo de agredirla se transformaba en debilidad y


vergüenza.

El silencio se prolongó durante largos minutos, como si Josué tratara de reunir las últimas
fuerzas para adoptar la decisión consciente que podría cambiar el curso de sus pasos durante
unos cuantos milenios más.

Tras este largo paréntesis, la voz del Presidente se escuchó, reducida a jirones morales:

- No tengo forma de volver atrás... aunque reconozco mis errores... - habló con dificultad.

Mereceré cualquier castigo, tanto que prefiero volver a empezar en el infierno que merezco
antes que estar a tu lado, cuya bondad sincera, aunque no sea de tu deseo, humilla mi ser.

Quién sabe, en otra ocasión. Prefiero, ahora, el destierro. Y me refiero a tomar todos los que
me han acompañado hasta ahora.

Al ver la terquedad del viejo amigo convertido en adversario, la noble entidad inclinó la
cabeza, resignada y triste, y respondió

- Su elección es soberana y se respeta. Sin embargo, ya no tendrás el séquito de los que


creyeron en tu palabra. Estarás solo, lejos de todos ellos. Quién sabe, al precio de la soledad,
puede meditar sobre la sabiduría de cómo dirigir mejor a sus compañeros, en el futuro.

Josué quiso protestar, pero le fallaron las fuerzas.

Inmediatamente, la venerable entidad se elevó en la atmósfera, seguida por todas las demás,
mientras que los espíritus oscuros que habían mantenido a la Organización en funcionamiento
durante mucho tiempo, fueron envueltos por un suave anestésico y cayeron, para despertar
después en un ambiente diferente y confuso, que los reunió para que fueran llevados a sus
respectivos destinos celestiales, en las diferentes moradas que existen en la Casa del Padre,
mundos primitivos o mundos de expiación más crueles que el que existe ahora en la Tierra.

Como por encanto, al desaparecer los mantenedores vibratorios de aquellas terribles


construcciones, los edificios y las diversas ramificaciones que estaban arraigadas en la
atmósfera espiritual de la ciudad se desmoronaron como si fueran un espejismo que se
desvanecía ante los ojos de todas las entidades que allí prestaban algún tipo de servicio.

Todas las almas allí internadas, asustadas por el fenómeno, se encontraron perdidas,
desalojadas de las antiguas y oscuras moradas y, sin rumbo, sin entender lo que había pasado
y lo que iba a ser de ellas, parecían autómatas hipnotizados a los que de repente se les
devolvía la lucidez.

Al mismo tiempo, innumerables caravanas de Espíritus generosos y devotos se mantenían a la


espera, esparcidos por las esquinas de las calles más transitadas, para ayudar a todos los que
deseaban encontrar un nuevo camino.

Así, Espíritus luminosos se mantuvieron posados a la entrada de las cunetas de las vías
públicas de aquella región, tratando de socorrer a las innumerables entidades invigilantes que
fueron sorprendidas por la súbita transformación y que, viéndose expuestas al nuevo
ambiente, trataron de encontrar refugio en los huecos existentes en las cunetas en las que
trataron de esconderse, huyendo de la luz de la nueva realidad.

Era un verdadero hormiguero de almas en ambos sentidos de la existencia, todas


comprometidas con la realización del proyecto de Cristo, mejorando el Hogar Paterno que
representaba la Tierra, para que los que se habían espiritualizado pudieran encontrar refugio
allí después de la larga tortura.

Quedaban muchas cosas por hacer porque aquella sólo había sido una pequeña batalla para
mover todas las fuerzas del Amor que dirigen los destinos humanos desde las altas cumbres de
la Vida.

En las calles de la ciudad se repitió mucha frivolidad, muchas oficinas y clínicas de aborto,
clubes y lugares fueron destinados al ejercicio de la maldad y el vicio. Sin embargo, para todos
ellos, estaba marcado el momento exacto, en cuyo transcurso, sus miembros ejercerían las
últimas acciones en el camino del mal, en proceso de destierro de todos los cuadrantes de la
Tierra.

Valorando como hospitales improvisados, como preparación para emergencias, las casas
espiritistas se mantuvieron activadas como albergue y posada de descanso para cuantos
aceptaron el proceso de renovación, aunque, para tal despertar, tuvieran que verse envueltos
por el dolor.

Los ambientes espirituales que las instituciones espiritistas cristianas serias tenían y tienen
favorecían la transformación de los afligidos y la administración de efluvios salutíferos que
apuntaban al mínimo reequilibrio de los candidatos a la transformación, antes de ser
encaminados al destino que debían enfrentar, un destino diferente al de los que persistían
obstinadamente en el mal. Sin embargo, un destino que les permitiría reparar sus errores a
través del despertar de sus conciencias.

Así, aunque todas las iglesias son lugares de elevación espiritual, cuando no se confunden con
empresas o negocios espurios, las casas de oración que se espiritualizaron, tanto físicamente
como en la atmósfera mental, se volvieron capaces de recibir una enorme gama de almas
desequilibradas para ser apoyadas a través de los procesos de meditación superior, irradiación
magnética, tratamientos colectivos y clases de autodescubrimiento promovidas por un
innumerable número de trabajadores invisibles dedicados a cambiar el patrón inferior de las
vibraciones humanas.

Lo que no se podía negar era la clara noción de que ahora era el momento de partir para
todos aquellos que seguían anclados en los viejos errores y en el ejercicio de los mismos vicios
mentales, materiales y morales.

Así era como los dos zorros solían resolver sus problemas personales, cuando tenían otros
que les molestaban.

Pasaron los días y, como habían acordado, Leandro se despidió con el premio de sentirse
compensado. Marcelo nunca regresó a la oficina, habiendo enviado a una persona a retirar sus
últimas pertenencias.

Silvia se alejó definitivamente, entregando todos sus casos a Camila para que se encargara de
ellos, alegando su incapacidad física para continuar los procesos. Rechazada en su casa, entró
en depresión y empezó a recoger los amargos frutos del proceso abortivo al que se había
sometido, además de la acumulación de años y años de frivolidades, para presentarse ante su
conciencia culpable, acusándola de sucia y depravada. Estaba en proceso de desintegración de
la personalidad.

Leticia estaba como hipnotizada por los hechos. No supo valorar sus sentimientos y sus
actitudes se convirtieron en maquinaciones. La única razón por la que no se volvió loca fue por
la ayuda espiritual que había recibido, con la protección vibratoria de Gabriel, que sostenía sus
impulsos con ideas de tolerancia y perdón, calma y cabeza clara para cualquier decisión.

De no ser por esto, Leticia ya se habría deslizado por el terrible camino del suicidio, situación
que no dejó de pasar por su mente.

Estaba dolida, humillada, avergonzada por haberse enamorado de un usurpador, de un chico


sin escrúpulos, que se había aprovechado de su intimidad y había recurrido a ella para
satisfacerse en su ego de hombre deseado, aunque estuviera enamorado de Camila y tuviera
una relación sexual con Silvia.

Camila era la única que había logrado evitar el contacto íntimo total con Marcelo, aunque se
había permitido cálidas intimidades con el muchacho.

42

DESPIDIÉNDOSE DE LA TIERRA

Unos días más tarde, en uno de los lujosos moteles de la ciudad, se reservó la suite más cara
para una reunión especial.

En el interior, se podía observar a una pareja en un momento de fiesta y celebración


importante,

La diferencia de edad no parecía alterar las disposiciones íntimas entre ambos compañeros,
pareciendo clara la euforia del hombre mayor y la alegría indiferente de la joven.

Mientras tanto, los amigos espirituales permanecieron en sus puestos, siguiendo los
acontecimientos finales, de los que sacaron muchas lecciones para la maduración individual en
materia de afectividad y ejercicio de la sexualidad.

- ¿No te dije que todo saldría como habíamos previsto?

La frase era una repetición de muchas otras que ya se habían intercambiado durante todo el
proceso de desarrollo de un largo plan, meticulosamente trazado para la conquista de
objetivos.

Diálogos rápidos y misteriosos que, muchas veces, se interpolaban en medio de nuestras


narraciones, dando la noción del ajuste de intenciones, en planes bien alineados por la malicia
y el interés inferior.

- Menos mal que hice caso a tus consejos y tomé las cosas en la dirección que me habías
indicado.
Y, gracias a ello, podemos estar hoy aquí, celebrando este gran logro. Qué agradecido estoy
contigo, Ramos.

Al escuchar la confesión de gratitud de aquella joven deseable, el maduro abogado se sintió


embelesado, volviendo a vivir las viejas sensaciones del heroísmo juvenil, las mismas que
llevaron a Marcelo a hacer lo que hizo.

- Sí, Camila, conociendo a Alberto como lo conozco, estaba seguro de que conseguiríamos el
objetivo de limpiar nuestra zona de actuación, al mismo tiempo que supondría su promoción
profesional. Por tu nombramiento como esposa de confianza de mi socio, querida.

Y se derramó un costoso champán para celebrar el éxito triunfal de su plan, gracias al cual
Camila, la amante de Ramos, fue puesta en el lugar de Leandro, directamente vinculada a su
pareja Alberto, lo que permitiría que sus movimientos fueran controlados directamente por el
falso amigo de tantos años.

Así es, queridos lectores, allí estaban los amantes Ramos y Camila, reunidos en un lugar
propicio para las demostraciones licenciosas y mecánicas de un afecto que sólo podía
corresponder al intercambio de intereses físicos por económicos, si tenemos en cuenta las
nociones morales no muy elevadas de los que se unieron para conseguir lo que tanto
deseaban.

Ramos, un hombre desgastado por la vida y envejecido por el tiempo, se sintió renovado al
contacto con la exuberante joven, aunque utilizó su dinero y se aprovechó de su influencia y
reputación social para atraer a la chica.

Y ésta, dotada de una ambición mayor incluso que su belleza, hizo de la relación espuria el
trampolín hacia las conquistas más deseadas de su feminidad.

No había amor entre ellos.

Sin embargo, ambos se usaron y consumieron según la conveniencia del momento. Camila
sabía que las concesiones de Ramos, que le abrían el camino para convertirse en la mano
derecha de Alberto, lo que a la larga le permitiría controlar todos los pasos de su pareja, se
correspondían con su deber de entregarse como mujer y comportarse como quien satisface el
deseo físico y la ambición de un anciano de ser admirado por ser visto al lado de una bella
representante del sexo opuesto.

No habían hablado directamente de este acuerdo. Sin embargo, las claras cláusulas de tal
contrato de intereses estaban impresas entre las líneas de sus conversaciones y encuentros,
que ya existían desde hacía tiempo, perfectamente disimuladas por una conducta inteligente y
discreta que permitió, en el momento oportuno, cerrar el nudo de la trampa.

Cada uno imaginaba utilizar al otro, para aprovecharse de las debilidades de los demás.

Sin embargo, todos acabaron siendo utilizados para que las necesidades evolutivas pudieran
seguir su curso por los caminos que cada uno había elegido para sí mismo.
Aprovechando la intimidad, entre un sorbo de champán y un beso, Camila, envuelta en los
brazos de su amante, se confesó:

- Sabes, cariño, estoy muy preocupada por Marcelo.

Estos últimos días me ha estado llamando insistentemente, acusándome de haberle


traicionado, de haber ocupado su lugar, de haberle puesto en una situación complicada,
acabando con su carrera.

Las pocas veces que contesté al teléfono, estaba desesperado y agresivo.

Había dicho que Marisa, su mujer, le había abandonado, yéndose a vivir con otra persona, que
lo había perdido todo en la vida y que no se quedaría así. Si él cayera, muchas otras personas
caerían con él.

Cuando dejé de contestar al teléfono, empezó a dejar mensajes en el buzón de voz de mi


móvil. Escucha esto, que no he deshonrado precisamente para que lo conozcas.

Le puso a su amante el mensaje en el que Marcelo le decía que estaba enamorado, que
deliraba con sueños de unión, ahora que su mujer se había alejado de él, le pedía que creyera
en su amor, que estaba desesperado y que no daría tregua hasta conseguir su objetivo.

El tono de voz de Marcelo era cavernoso, propio de alguien que está a las puertas del
desequilibrio.

Por un lado, se fundió en confesiones de amor y pasión. Por otro, amenazó con destruir su
vida, con acabar con ella si, por casualidad, lo sustituía por otro, no dándole la oportunidad de
una convivencia íntima.

Confesó que había cometido un error, pero que estaba arrepentido y que nunca había mentido
sobre el afecto que le unía a ella.

Comprendiendo que se trataba de una amenaza seria, Ramos escuchó el mensaje completo
varias veces. Pidió a la chica que le prestara su teléfono móvil para poder hacer algunas
gestiones con las autoridades que conocía y, finalmente, trató de aliviar sus preocupaciones,
calmando su espíritu para que la noche continuara entre la excitación y el placer compartido,
en la euforia irresponsable de quienes creen que pueden utilizar a los demás como piezas de
un juego, sin rendir nunca cuentas de lo que han hecho.

En realidad, Ramos sabía a quién contratar para acabar con la vida de ese estorbo en su
camino y el de Camila.

Por su parte, lejos de allí, Leticia se entregó al más profundo desequilibrio que había sentido
desde la edad adulta.

A pesar de que la compañía de Gabriel le proporcionaba un apoyo magnético, la joven estaba


en peligro. Había buscado a Marcelo durante varios días, pero sin éxito, también utilizó su
teléfono móvil para dejar mensajes desesperados, en los que humillaba su propia dignidad
femenina, rogando que el chico correspondiera a sus afectos.

En una mezcla de odio y amor, le dijo al chico que había sido el más indecente de los hombres
que había conocido, pero que, no sabía por qué razón, no podía olvidarlo, lo que la llevó al
límite de su cordura.

Y del mismo modo, entre líneas, dejó entrever que no se volvería loca sola.
Si perdía la cabeza, antes de que eso ocurriera, el chico recibiría la factura de lo que le había
hecho.

Organizó encuentros al azar, determinando lugares y horarios, haciendo amenazas de


venganza, informándole de que nunca sería feliz con nadie más que con ella, porque no lo
permitiría.

En este punto, Leticia ya tenía información sobre la separación de la esposa de Marcelo, pues,
en cierta tarde, Leticia había acudido personalmente al edificio donde residía la pareja, con el
propósito de revelar a su esposa todos los hechos y así dejar todo en limpio para que pudiera
resolver sus problemas íntimos, aunque sólo fuera el ejercicio de venganza por el desprecio
recibido.

El orgullo herido que habitaba en el mismo corazón que amaba no permitía un punto de
equilibrio entre el odio apasionado y la aceptación racional de los hechos.

Quería a Marcelo, aunque sólo fuera para hacerle sufrir durante un tiempo y luego
descartarlo.

Si no la aceptaba, la idea de asesinarlo y luego suicidarse pasaría por su mente, a pesar de


todos los esfuerzos de Gabriel.

- Ese maldito abogado me paga. Lo perdí todo por su culpa, bribón, perro... - fue el
pensamiento igualmente descontrolado de Leandro, desposeído de su condición de brazo
derecho de Alberto, posición que había ocupado durante varios años.

No tengo forma de perjudicar a ese viejo verde que, de una forma u otra, también tiene
secretos y documentos que me ponen en sus manos, incriminándome.

Sin embargo, ese miserable de Marcelo me paga. No creas que estará contento, pudiendo
andar libre y suelto, mientras yo sufro la ironía de los amigos, las preguntas irónicas sobre mi
salida de la oficina, la pérdida de ingresos y el aumento de mis deudas. ¿Cómo voy a seguir
pagando mi barco si no tengo de dónde sacar más dinero?

Y como la idea de seguir trabajando honestamente como abogado se le ocurrió como una
respuesta de su propia conciencia a las situaciones de dificultad, se respondió a sí mismo

- ¿Yo, un abogado? ¿Caminando por los pasillos de un juzgado, apoyando mi ombligo en el


mostrador, teniendo que esperar a ser atendido, esperando en la puerta de las autoridades la
aprobación de su asistencia, las mismas autoridades que me recibieron sonrientes cuando fui a
llevarles el dinero para nuestras liquidaciones?

Eso es lo que ya no hago.

Entre los pensamientos indignados y los sorbos de bebida, Leandro pretendía ahogar sus
sufrimientos, compartidos en la soledad de una vida sin sentido y sin familia. Años atrás,
seducido por las conversaciones de Alberto y Ramos que siempre ensalzaban la condición de
hombres creados para las inconfesables aventuras del sexo libre, había decidido romper su
matrimonio porque su esposa ya no correspondía a su ideal de mujer atractiva y escultural,
prefiriendo cambiarla por jóvenes oportunistas con las que coqueteaba y se distraía
periódicamente, apegándose sólo a sus cuerpos y curvas, pagándoles lo que pidieran.

Ahora, no encontraba en ninguno de sus cuerpos calientes e insaciables, el apoyo amistoso, la


condición de compañeros pacientes y comprensivos, capaces de escuchar sus desahogos y
entender sus sufrimientos.

Para las jóvenes, el tiempo era dinero y, por mucho que pagaran, escuchaban sus quejas como
si fueran cajas registradoras, mirando el reloj como si no fueran más que una máquina
tragaperras, indiferentes a su dolor.

No! Ese era el momento del calor del viejo compañero, el que había soportado sus equívocos
y tolerado sus molestias, gracias a los años vividos juntos desde la frescura de la juventud.

Sin embargo, Leandro estaba solo.

La única compañía que le rodeaba era Demetrio, el espíritu que le había estado vigilando bajo
las órdenes de Josué antes de que los sacaran de aquel círculo oscuro en que se había
convertido el despacho, y las entidades que el hipnotizador había utilizado su poder para
inducir a su desequilibrada víctima a cometer el crimen contra Marcelo.

- Mira, Leandro -sugirió, astuto, el espíritu obsesivo-, qué desesperado estás y qué feliz es
Marcelo.

¿No crees que hay una gran injusticia en esta historia? ¿Él, sin ninguna consecuencia, joven
aún, lleno para reanudar su vida profesional, mientras tú, ahí, acabado, arrojado a las polillas,
como un viejo inútil?

Pronto, Marcelo ocupará su lugar junto al cálido cuerpo de esas niñas que utilizas y ¡nunca
querrán saber quién eres!

¿Vas a dejar que las cosas sigan así?

Leandro no podía oír las palabras de Demetrio por la acústica física, pero una indignación
crecía en su interior, facilitada por la inmersión de su cerebro en fluidos etílicos, siempre
perjudiciales para el equilibrio y la claridad de sus decisiones.

Era la respuesta de su Espíritu inmaduro a los fracasos en el rostro de la vida, en las pérdidas
de cada instante.

La sociedad moderna, habiendo formado a los hombres para ser competidores hábiles y
astutos, no los ha entrenado para afrontar la derrota con el mismo valor con el que se lanzan a
las luchas de la conquista material.

Derrotados en sus sueños, perdiendo sus nichos de oro, decayendo de su estatus, las criaturas
se ven ante su nivel real de evolución espiritual, sorprendiéndose como niños perdidos,
derribados del camión que transportaba sus sueños al destino que, ahora, ya no podrán
alcanzar.

Y por ello, la mayoría se permite el ejercicio de la autodilatación, de la depresión, del deseo de


vengarse del mundo, de las personas, atribuyendo culpas y responsabilidades a todos los que
aparecen frente a sus pensamientos.
La vergüenza de la derrota aún no ha sido convenientemente transformada por las personas
en una fuerza de reacción en el camino de la superación, de la renovación del esfuerzo, de la
ruptura con el pasado de errores, para la construcción de un futuro diferente.

Los que pierden su tiempo en los caminos de la indignación infantil, buscando a los
responsables de los momentos dolorosos que han pasado, son hombres y mujeres a medias,
no crecidos espiritualmente, carentes de confianza en sí mismos y en una Fuerza Superior que
sólo les parecía existir mientras les favorecía con concesiones y prebendas.

Así, Leandro no era más que un infante, movilizado por fuerzas e influencias perniciosas que
encontraban apoyo y espacio en sus pensamientos de autocompasión, por lo que, una vez
sembradas las ideas de venganza, tales semillas podían producir los efectos determinados por
Josué.

- No... ese bribón me devolverá el insulto, acusándome sin pruebas y poniéndome en esa
situación tan desagradable... Lo he perdido todo por su culpa.

No voy a permitir que sea feliz mientras yo esté amargada por la soledad y la pérdida de no
tener ingresos, de no ganar nada, más ahora que soy vieja.

Marcelo puede pensar que todo está resuelto, pero no vivirá lo suficiente para sonreír por mi
hipo.

En todos los bandos, los juegos seguían siendo los mismos, siempre con el deseo de hacer
sufrir y aprovecharse de la angustia de sus semejantes.

Entre todos los implicados en esta tenebrosa trama, sólo Silvia no pensó en matar a Marcelo.

Tal vez porque pensaba que estaba acostumbrada a utilizar a la gente para obtener placer
físico y nada más, se indignó ante los desagradables descubrimientos y se molestó al ver
expuesta al conocimiento público su frívola conducta con un colega de su propia oficina.

Su imagen de mujer respetable y seria había sido destruida y, por tanto, no podía seguir allí
por su orgullo herido. Además, no podía llevarse a sus antiguos clientes y sus casos porque, en
realidad, pertenecían al bufete y no a ella.

Sin embargo, tenía un hijo que entraba en la adolescencia y, aunque su marido era poco útil
en el terreno afectivo, el chico era el apoyo indispensable que la mantenía con ganas de vivir.

El problema era que la perturbación obsesiva provocada por los dos hijos abortados se había
arraigado en su espíritu, rebajando su ánimo y cobrando el precio de su descuido.

Sus fuerzas eran escasas y su mente se sentía frágil, constantemente convocada al suicidio.

- ¿Sus problemas terminarán con su muerte? - gritaron sus dos obsesores, igualmente
alienados respecto a la realidad de la vida de los hombres. - Vamos, ven a nuestra empresa.
Somos viejos amigos. Nuestra casa en Aragón nos espera de nuevo. Entre los tres
continuaremos nuestros encuentros de placer, disfrutando de nuestras relaciones de amor y
afecto...
Ven, Felicia, te necesitamos para seguir siendo felices, como siempre lo fuimos.

Nuestras noches de pasión, nuestros ardientes deseos, nuestros momentos de alegría y vino
se repetirán....

Y los sucesivos recuerdos cayeron sobre su conciencia como un fuego que quemaba su alma,
traduciéndose en insatisfacción con su vida actual, en deseo de morir para ser feliz y, al mismo
tiempo, en temor ante una muerte que la pondría en manos de sus propios adversarios
desencarnados, a los que solía encontrar cara a cara en los momentos de sueño físico.

En esas horas nocturnas, la agitación espiritual impedía que su mente descansara. La


presencia de las dos entidades, adheridas a su periespíritu como dos tumores arraigados en
ella misma, le proporcionó momentos de aterradora desesperación, en una incesante e
ineficaz lucha por sacarlas de su periespíritu.

Los únicos momentos de felicidad eran aquellos en los que su hijo se acercaba a su cama,
preocupado por su estado de desequilibrio, rogándole:

- Madre, no seas así... Te necesito. Vamos, mejórate por mí, no te pongas enfermo...
ayúdate... Ya he lavado los platos del almuerzo como siempre me pedías, pero nunca me he
molestado en hacerlo... Por favor, mamá, no seas así.

Las peticiones del niño-niño eran sumamente conmovedoras, la única demostración de


verdadero afecto que había impedido a Silvia recurrir al suicidio, como si éste fuera el hilo de
esperanza para mantenerla lúcida y en busca de una solución a su angustia.

- Hijo, mamá está tratando de no ser así. Reza por mí, por favor. Quédate conmigo. Te necesito
más que nada.

Y entre los dos Espíritus, adversarios del pasado, se estrechó un lazo de verdadero afecto y
confianza, que se enriqueció en aquellas horas de sufrimiento que los unió, rasgando el velo de
abatimiento moral, odio y deseo de venganza que los había marcado en aquella época en que
ella se había hecho la doble amante de padre e hijo, en el antiguo Aragón español.

Los momentos de cercanía entre ellos fueron un esfuerzo tan intenso por parte del hijo para la
recuperación de su madre, que incluso el corazón indiferente del marido, acostumbrado a una
relación mecánica y formal con Silvia, se encontró conmovido por su bajón y por el cariño de
este hijo.

- Vamos, papá, no te quedes ahí leyendo el periódico mientras mamá sufre.

- Vamos, hijo, ¿tu madre no es tan mala? - respondió el padre, mientras no acudía a la
habitación, que estaba obligada por las manos del muchacho, agonizante.

- Ven conmigo, padre, ven a ver. Creo que la madre necesita un médico.

Llevada a la habitación, ya que ambos llevaban mucho tiempo sin dormir juntos, la aparición
de Silvia fue suficiente para que Jamil, el marido, dejara de ser indiferente a su estado.

- Silvia, ¿pero qué te pasa, mujer?

- Vamos, Jamil, estoy cansada, sin trabajo y sólo tengo a Alexander para mantenerme",
dijo ella, sin querer acusarle de nada.

- No, mamá, papá también está aquí y me ayudará a salvarte.


Al ver que la voz de su hijo era de desesperación ante su impotencia, Jamil se olvidó de la
frívola mujer que, vieja conocida de sus aventuras juveniles, se había quedado embarazada
para, como siempre había sospechado, asegurarse una buena pesca.

En ese momento, ante sus ojos, estaba la madre de su hijo, otro ser humano, con los ojos
abatidos, el semblante asustado y el cuerpo débil, atado a una cama ya no para la placentera
sensación del disfrute irresponsable. Allí, otro ser vivo recogía el fruto amargo de su siembra.

Sí, Alexander, ayudaremos a tu madre a mejorar.

Al ver las palabras dubitativas de Jamil, Silvia respondió, no queriendo ser objeto de su blanda
compasión:

No deseo ser un peso sobre tus hombros, Jamil. Sabemos cómo han sido nuestras
vidas y no espero que estés obligada a darme lo que nunca te ofrecí, en el afecto, la atención y
la devoción que nunca te di.

- No te preocupes, Silvia. Todos nos hemos equivocado muchas veces y no te miro como la
vieja novia de las ilusiones muertas. Te miro como un ser humano como yo, sabiendo que si
estuviera en tu lugar, tu corazón adoptaría la misma actitud hacia mí que espero poder tener
hacia ti.

Los ojos de la mujer se humedecieron con el comentario cariñoso y espontáneo de su marido,


ya que ambos habían olvidado hace tiempo que una unión no se construye con sexo, placer o
culto al cuerpo, sino con afecto, solidaridad, palabras de apoyo, ánimo y manos tendidas.

Allí estaba el que tantas veces había engañado en aventuras inmaduras y sin sentido, pero que
ahora representaba, para sus dolores, el apoyo necesario para intentar salir de aquella
situación confusa, en la que los sufrimientos físicos se mezclaban con el abatimiento espiritual
y el deseo de morir.

Al contacto con el afecto de su hijo y la atención de su marido, la esperanza de Silvia se hizo


más intensa.

Viendo que no podía ser merecedora de tan gran ayuda sin corresponder con sinceridad y
autenticidad, y cansada de la vida mentirosa de prostituta de lujo, decidió, por primera vez, ser
sincera ante los ojos y oídos de la servicial compañera de aquel instante.

Pidiendo a su hijo que los dejara solos y a su marido que se sentara junto a ella en la cama, le
reveló la larga letanía de penas morales y actitudes indignas a las que se había dejado someter,
cosas que no eran en absoluto desconocidas para su marido, en las pretensiones consentidas
que ambos se permitían, sólo para guardar las apariencias y para que su hijo no se quedara sin
hogar en los moldes tradicionales de las familias estructuradas.

Ambas se habían permitido mantener una vida sexual independiente, siempre que se
conservaran los límites del hogar, donde se presentaban como personas distintas o, al menos,
respetables.

- Todo esto que me cuentas, Silvia, aunque nunca tuve conocimiento previo de ello, ya lo
suponía, porque mi vida, desde nuestra adaptación hace tantos años, también ha estado
trazada por este mismo patrón.

- Lo sé, Jamil, y no quiero que te sientas obligado a contar tu rutina. Sólo que, ante tu
generosa actitud hacia mí, no quisiera que me presentaras ante tus ojos sin confesar mis
errores, sintiendo asco por las podredumbres que empantanan mi alma, aunque no te
importen.

Su conducta amistosa me recuerda a la mujer honesta que una vez fui. Necesitado de
arreglarme económicamente para poder estudiar, me entregué a una práctica libertina en la
que, durante la noche, ganaba el dinero que sustentaría mis estudios y mi vida durante el día.

Allí conocí a un chico que se dejó envolver por mis caprichos y experiencias en la cama y luego
se enamoró de mí. No era libre, aunque no estaba casado, mientras que tú y yo ya estábamos
saliendo. Tras un tiempo de convivencia, temí que acabaras descubriendo la doble vida que
llevaba.

La pasión del chico -que pertenecía a una familia rica y también tenía sus propios intereses-
me hizo desear que no perdiera la oportunidad de concertar un buen matrimonio.

Por un lado, tú, ilusionado con nuestra relación mi belleza juvenil y excitante, un hombre un
poco más maduro y posicionado, aunque sin tantos recursos como el chico. Del otro lado, el
joven inexperto, lleno de deseos y sueños, frágil, fácilmente manipulable por la mujer astuta y
la inteligencia.

Sucedió que, tras más de dos años de encuentros clandestinos y apasionados, empecé a
darme cuenta de que el joven se me iba de las manos. Una fuerza parecía alejarle de mi
influencia y, por mucho que recurriera a artimañas materiales y sobrenaturales, veía que su
marcha comprometía mis planes de éxito mediante un matrimonio adecuado a mis intereses y
a mi futuro.

Decidí, por tanto, quedarme embarazada de ti para utilizarlo como instrumento de presión
contra él, ya que mantenía relaciones íntimas con ambos, alegando siempre que me
preservaba del riesgo de fecundación tomando medicamentos.

Así, si me rechazara, seguiría manteniéndote como el verdadero padre, manipulando su


voluntad y presionándolo con vistas a la unión definitiva. Si me hubiera quedado embarazada
de él, podría haber perdido a los dos.

Cuando el embarazo fue patente, intenté buscar al chico para informarle de que había hecho
un hijo en mí, con la intención de destruir su relación afectiva con otra mujer.

Sin embargo, para mi sorpresa, rechazó la trampa diciendo que esperaría al nacimiento del
niño para realizar los exámenes necesarios. Asumiría la paternidad si el niño fuera suyo, pero
ya no se relacionaría conmigo.

En ese momento, apareció en mi alma un odio contra él y su malograda mujercita, mujercita


que, a su lado, parecía haber aceptado la adulteración del hombre amado, sin querer
vengarse, rompiendo la relación.

Con odio a la pareja, mantuve el embarazo y traté de apoyarme en el verdadero padre que,
hasta entonces, no sabía nada, revelándole la existencia de un hijo en mi vientre, ya sin la
alegría del que construye un futuro, pero con el deseo de no estar soltera con un hijo que criar.

Nuestras relaciones ya no eran las mejores. Encontraste al niño fuera de tiempo y me


sugeriste que abortara, aunque no me habías empujado a este acto. Decidí no deshacerme de
ese ser que, de una manera u otra, sería una garantía de pago de la pensión alimenticia.
Nos reunimos en un día sin sol y eso parecía representar mi propio futuro. Me gradué y
llegamos a un entendimiento con el acuerdo de los que viven su propia vida, cada uno con la
libertad de hacer lo que quiera dentro de los límites del respeto y la discreción.

En ese momento, el marido, emocionado, apenas pudo contener las lágrimas, recordando
todo lo que había vivido al lado de Silvia.

Sin embargo, al igual que la de Silvia, la negrura de su propia conciencia en ese ambiente
transformado en un confesionario de amarguras y errores, le impedía juzgar a su mujer, ya que
él mismo no había sido mucho mejor, desde los mismos tiempos de la cita.

Esto le hizo sentirse menospreciado ante el gigantesco gesto de valentía de su mujer, al


desnudar su alma, cuando, hasta entonces, sólo estaba acostumbrada a desnudar su cuerpo
para las miradas lujuriosas de los desconocidos.

Junto a ella, en el mundo espiritual, Félix y Alfonso la ayudaron con fuerza y buenas
vibraciones, apuntando al inicio del proceso de recuperación moral.

Las energías de tales entidades envolvieron a los esposos en un halo balsámico luminoso para
que ninguna mala idea o sentimiento inferior surgiera de aquel coloquio, cuyo contenido
estuvo marcado por la revelación de la Verdad.

Las entidades desequilibradas que se ajustaban al periespíritu de Silvia encontraban


momentos de descanso, propiciados por las emanaciones espirituales favorables de los dos
tutores de la vida invisible, que eran valientes y trabajadores.

Tomando aire para continuar, Silvia apretó las manos de Jamil, deseando sentirlo más unido a
ella:

- Fue entonces, Jamil, cuando me lancé a esta vida sin sentido, en una mezcla de ganar y
gastar dinero, deseando un placer que nunca encontré en nadie más, cambiando una felicidad
a largo plazo que podría haber construido a tu lado, por unos momentos de euforia y disfrute
con extraños y desconocidos.

En ese viaje, por fin, encontré el destino justo para la frivolidad que me acompañaba. No sé
por qué razones, a pesar de todos mis cuidados, hace más o menos dos meses me quedé
embarazada de un joven casado y acomodado que trabajaba conmigo en la oficina, pero al que
no conoce. Engañado por mis encantos, acabó aceptando compartir unas horas conmigo en
uno de esos moteles repartidos como trampas para los incautos de la emoción.

La relación no implicaba sentimientos, como siempre. Sin embargo, el destino quiso que
acabara recogiendo el fruto de tantos años de inconstancia y frivolidad.

Dos seres comenzaron a generarse en mi vientre y, con ello, perdí mi terreno. Una vez más me
encontré ante la difícil cuestión de la edad y el embarazo, esta vez no deseado.

Pensé en todo, en Alexandre, nuestro hijo, en las pérdidas que podían ocurrir en nuestro
rutinario modo de vida y, preguntándome cuál sería la mejor manera, opté por un aborto
clandestino, aunque con toda la seguridad de una clínica decente.

El chico no me obligó, pero, igualmente, se sintió aliviado cuando se enteró de mi elección.


Hace unas semanas me sometí al procedimiento. Sin embargo, parece que, desde entonces,
los perversos genios del destino han decidido vengarse de mí. Todo empezó a derrumbarse a
mi alrededor, empezando por mi trabajo.

Denunciada en una reunión profesional en la que se hicieron públicos los documentos y


fotografías de mi relación con el referido compañero de trabajo casado, me vi invitada, por la
vergüenza y las miradas condenatorias de los demás, a alejarme de allí. Sin embargo, desde el
momento de la nefasta intervención, empecé a sentirme extraño, con sueños horribles y un
cansancio que me destroza.

Ya he buscado médicos. Sin embargo, no pueden encontrar nada que apunte a la causa de
tales sensaciones.

La herida uterina está curada, no hay infecciones de ningún tipo, pero los síntomas persisten.

Ya no tengo ganas de vivir y, con todo lo que te he contado, creo que estoy destinado a sufrir
en el infierno por el daño que he causado a mucha gente, empezando por ti, Jamil.

Silvia estalló en sollozos, diciendo

- Yo... quiero... morir, pero... pero... incluso para esto... no tengo la fuerza.

El esfuerzo de Silvia había llegado a su clímax. Ya no era posible esperar que mantuviera el
equilibrio necesario para continuar.

Necesitaba descansar.

Jamil, envuelto por el sentimiento de afecto de Alfonso, miró con compasión aquel trapo de
gente, sintiéndose parte de él y en parte responsable de aquel cuadro de desilusión y dolor.

Después de todo, también había actuado para servir a sus propios intereses masculinos. Había
mantenido una unión formal en la que nunca había depositado el verdadero afecto ni deseaba
recuperar el respeto de su esposa. Se había limitado a vivir de cama en cama con otras
mujeres, guardando las apariencias, contando con el permiso de su falsa esposa.

Su corazón había sido golpeado por el dolor que Silvia había mostrado, hablando de sí misma
sin ninguna acusación a su marido que, por primera vez, la escuchaba, gracias a los
llamamientos del hijo de la pareja.

Se abrazó a su mujer, igualmente llorosa.

Fue en ese momento cuando un rayo de luz de dos corazones arrepentidos y solitarios se unió
a la luz superior que proyectaba sobre ellos la oración de las dos entidades espirituales que
velaban, para garantizar la eclosión de los verdaderos sentimientos de respeto y perdón,
indispensables para la corrección de sus propios destinos.

- Nos curaremos juntos, Silvia - dijo Jamil, arrepentido. - Te prometo que nos curaremos
juntos. ¿Me aceptas como tu... amigo sincero?

No soy mejor que tú... He hecho las mismas cosas malas y me avergüenzo de no haber tenido
nunca el valor que tú tienes ahora.

Hablando así, con el tono de voz de los que lloran como niños, Silvia se acercó a él, como si
viera a su marido por primera vez en tantos años de unión indiferente y, agradecida, se llevó
las manos a los labios y las besó con sinceridad y gratitud.
- Miremos hacia adelante, Silvia. ¿Nos ocupamos de nuestra vida juntos?

- ¿Me perdonarás por el mal que te he hecho?

Jamil la abrazó aún más intensamente, y entonces, en ese momento, Alexandre, el hijo, que lo
escuchaba todo a poca distancia, se unió a los dos para completar el convincente cuadro que
representaba el inicio de una nueva etapa en la vida de aquellos cinco espíritus inadaptados,
tres en la carne y dos fuera de ella.

Los días pasaron. Silvia, bañada en nuevas perspectivas, teniendo ahora la vibración necesaria
para sentirse apoyada por las fuerzas espirituales, se encontró mejorada, aunque débil y con la
persistencia de los horribles sueños.

Deseando ayudarla sinceramente, su marido, que seguía su difícil recuperación, fue guiado
intuitivamente por sus amigos invisibles a buscar ayuda espiritual en un centro espiritista
cristiano de reconocida seriedad y eficiente trabajo por el bien.

Consultando a la paciente sobre la posibilidad de ser llevada allí, no encontró oposición ya que
ella, en el fondo, había recurrido a las ayudas invisibles en innumerables ocasiones para
conseguir cosas materiales.

Conocía la acción de las entidades y, quién sabe, tal vez no pueda encontrar ánimos.

Alfonso se encargó de hacerles llegar la sugerencia del recurso espiritual, valiéndose de un


amigo de trabajo de Jamil que conocía las aflicciones de su esposa enferma, quien le sugirió
que acudiera al centro espiritista que frecuentaba, informándole de los horarios de servicio de
la institución vinculada a la doctrina codificada por Allan Kardec.

La noche prevista para el primer servicio, llena de esperanza y apoyada por su marido,
renovado por los momentos de alegría que había empezado a sentir al lado de su mujer, a la
que había encontrado gracias al dolor moral compartido, subieron los escalones para entrar en
el entorno de la mencionada casa de oración.

Allí, manos laboriosas recibieron a los visitantes, escuchando sus preguntas y ofreciendo
explicaciones e indicaciones para cada problema.

Al ver que Jamil y Silvia estaban muy necesitados, Olívia, que estaba en la puerta esa noche, se
dio cuenta de que era un caso muy delicado, ya que, gracias a su visión mediúmnica, había
percibido la existencia de entidades perturbadoras adheridas al periespíritu de la mujer.

Atendiendo a la orientación de la mentora de la casa en la que trabajaba con modestia,


disciplina y obediencia, Olivia les dio la bienvenida y, con delicadeza, les señaló la pequeña
habitación que tenían delante, situándose en la puerta para anunciar a los necesitados que
iban llegando. - Niños, tenemos trabajo que hacer... - dijo Olivia, dirigiéndose a los dos
servidores del Evangelio que estaban allí para asistirlos esa noche.

- No, madre, puede hacerlos pasar -dijo Gláucia, que se levantó para recibir a los que
empezaban a entrar en la salita. - Por favor, ven y siéntate aquí.
Sin embargo, en cuanto dieron los primeros pasos dentro de la modesta habitación, Silvia se
puso lívida y detuvo su paso ante el chico que la esperaba.

Allí, ante sus ojos, estaba Glaucus, ahora marido de Gláucia, que, sin identificarla
inmediatamente, permaneció de pie, señalando las sillas que tenían delante para que se
sentaran.

Igualmente, sin entender el motivo de tal reacción, imaginando que se trataba de algún tipo
de repulsión alucinatoria, Jamil exclamó:

- Vamos, querida, no es nada, es sólo el joven que nos va a ayudar. Siéntate, estoy aquí a tu
lado.

- Jamil, bendita sea la hora de la Verdad en nuestras vidas.

Y como le resultaba muy difícil contenerse en un momento tan delicado, tembló y exclamó

- Jamil, quiero que conozcas al chico del que te hablé el otro día.

Extendiendo su mano desnuda en su dirección, reveló, aturdida:

- Este es Glauco, el joven al que intenté engañar un día diciendo que Alejandro era tu hijo.

Como si un torbellino se hubiera apoderado de aquel entorno preparado por el mundo


espiritual para los encuentros existenciales de aquellos cuatro hermanos.

Esta frase fue suficiente para que tanto Glauco como Gláucia recordaran sus dolores más
profundos de hace muchos años, en la maduración forzada por las incomprensiones y los
sufrimientos soportados. Gláucia no la había conocido en aquellos tiempos. Sabiendo esto, el
joven miró a su compañera que se había convertido en su generosa esposa y reveló, algo
avergonzado:

- Gláucia, esta es Silvia, la joven que conocí en la universidad....

Dirigiéndose a Silvia, también se presentó:

- Silvia, esta es mi esposa, Gláucia.

Comprendiendo los caminos de reencuentro que el mundo espiritual proporciona para que
todos afrontemos nuestros errores de ayer, Gláucia abandonó su lugar y, antes de que la
pareja se sentara, se acercó a ambos y, sonriendo, les dijo

- Bienvenidos, queridos hermanos. Llevamos mucho tiempo esperándote, para que podamos
empezar una verdadera y sincera amistad. Que Jesús te ilumine.

Fue entonces cuando Gláucia, llamando a su marido, le ofreció el suyo para que Sílvia lo
abrazara, enterrando para siempre la incomprensión del pasado y reiniciando el camino del
crecimiento espiritual.

En esa casa, a través de pases magnéticos, Silvia recuperaría el equilibrio con la retirada de los
obsesores que, igualmente apoyados en hospitales espirituales, serían sometidos a
tratamientos fluídicos para recomposición de sus fuerzas, en los procesos de preparación para
nuevas experiencias evolutivas.

Ante todo lo ocurrido, el querido lector puede preguntarse cuál habría sido el destino
reservado a Luiz y Marisa, la pareja que se conoció gracias a los desajustes de los demás.
Y como las luchas espirituales deben ser compartidas por quienes las buscan o las fomentan,
en la trayectoria de sufrimiento que habían elegido para sus caminos, ambos encontrarían
pronto las espinas que habían sembrado.

Tras unos meses de euforia, Luiz se vio afectado por una fiebre renitente que le llevó a
realizarse pruebas para la adopción de un tratamiento adecuado, ocasión en la que se
comprobó que era portador del VIH, contraído en las noches de experiencias sexuales fugaces,
no se sabe si con hombres o con mujeres, condición que, a estas alturas de la convivencia, ya
compartía con la nueva compañera, igualmente contaminada por el mismo tipo de
enfermedad.

En el mismo motel de lujo, unas semanas después, la pareja volvió a vivir momentos de
intimidad y diálogo franco:

- ¿Así que ese bribón de Alberto acabó ganando el caso y no me dijo nada, Camila?

- Sí, querida, para que sus cuentas puedan contar con un impulso de liquidez.

- Me alegro de que no vayas a dejar que me haga más daño ese pícaro.

Y para dar otra dirección a la conversación, Ramos, sonriendo, dijo:

- Qué suerte tenemos de que Marcelo ya haya encontrado su última morada, ¿no?

- Ah, Ramos, cuando me enteré de que había muerto, me quedé en shock, pero no puedo
negar que fue un alivio. Gracias a Dios, ahora las cosas serán mejores para nuestra
tranquilidad, querida.

Era cierto. Marcelo había muerto misteriosamente. Nadie conocía al asesino y el crimen
podría incluso interpretarse como un suicidio.

Ramos y Camila se divertían, sin saber que, desde su muerte, todos los documentos que
probaban la participación de los dos socios en la muerte de Josué y en varios tipos de crímenes
estaban siendo desentrañados por las autoridades competentes gracias a la influencia política
del viejo amigo de Josué, depositario de tales documentos. Cuando se enteró de la misteriosa
muerte de Marcelo, había comenzado a revelar todos los hechos delictivos, lo que finalmente
llevaría a la destrucción de la reputación de los dos poderosos abogados, astutos y sagaces,
pero incapaces de justificar su conducta u ocultar sus actos ilícitos, tanto ante la Justicia de los
Hombres como ante la Justicia de Dios.

Ese íntimo encuentro de frívolo placer sería el último entre Ramos y Camila.

Pronto, todos estarían desempleados, acusados de delitos o arrestados por delitos cometidos
en ese antro de venalidad y mentiras que operaba bajo el nombre de una importante oficina
de defensores de la Ley y la Verdad.

Por esos días se acabaron las tareas de asistencia espiritual a ese grupo inadaptado.

Ahora, Félix y Magnus acompañarían la transición de los miles de entidades que no habían
deseado liberarse sinceramente de las vibraciones inferiores y que, dejando su último aliento
en la Tierra, serían llevadas a planetas inferiores en evolución para el reinicio de su viaje en
nuevos cuerpos carnales.
Para ellos, había llegado el momento de marcharse. Se estaban despidiendo de la Tierra.

Y al cerrar otro viaje de comprensión y conocimiento espiritual, trayéndole la fotografía de la


vida actual, en los abusos e indecencias, algo atenuada por el deber de sobriedad que debe
impregnar toda obra literaria que, aunque sencilla, no quiera escandalizar por la exhibición de
la verdad desnuda y agresiva, le dejamos, querido lector, material suficiente para las
meditaciones de ahora, como para preguntarnos si nuestra conducta, nuestras mentiras,
nuestra frivolidad, no están cerca de conducirnos al destino similar de tales espíritus también.

Si tal circunstancia ha de presentarse para todos los seres que habitan el planeta terrestre,
procuremos vivir de tal manera que las garantías del Amor, de la Responsabilidad Afectiva, del
esfuerzo en el Bien, correspondan a las verdaderas señales de que nuestra partida para un
mundo más atrasado no fue todavía la última elección de nuestros malos actos o de nuestra
indiferencia en el Bien.

No bastará con tener una religión, cumplir sus rituales, participar en sus ceremonias y
disfrutar de sus privilegios, imaginando que somos seres vacunados contra el exilio moral.

Será necesario obedecer lo que Jesús pidió, aceptando en Espíritu y Verdad todo lo que nos es
indispensable para demostrar que el Reino de Dios se ha instalado en nuestros corazones.

Sin esto, podremos imaginar que aún nos queda mucho tiempo, pero, en realidad, nos
encontraremos en el tren de los sin sentido, despidiéndonos de la Tierra en dirección a los
planetas primitivos.

Por lo tanto, aprendamos de Allan Kardec en la obra El Génesis, que en su capítulo XVIII - LOS
TIEMPOS VIENEN - nos enseña claramente, entre otras cosas importantes para nuestras
reflexiones, lo siguiente:

LA NUEVA GENERACIÓN

27. - Para que los hombres sean felices en la Tierra, es necesario que esté poblada sólo por
Espíritus buenos, encarnados y desencarnados, que no desearán más que el Bien. Cuando ese
tiempo haya llegado, se producirá una gran emigración entre los que la habitan; los que hacen
el mal por el mal, y a los que el sentimiento del bien no toca, al no ser ya dignos de la Tierra
transformada, serán excluidos de ella, porque volverían a traerle perturbación y confusión, y
serían un obstáculo para el progreso. Expiarán su endurecimiento, unos en los mundos
inferiores, los otros entre las razas atrasadas de la Tierra, que serán el equivalente de los
mundos inferiores, donde llevarán sus conocimientos adquiridos, y tendrán la misión de
hacerlos progresar. Serán sustituidos por Espíritus mejores que harán reinar entre ellos la
justicia, la paz y la fraternidad.

La Tierra, según los Espíritus, no debe ser transformada por un cataclismo que aniquile
súbitamente a una generación. La generación actual desaparecerá gradualmente, y la nueva la
sucederá de la misma manera, sin que nada cambie en el orden natural de las cosas.

Todo se desarrollará, pues, exteriormente como de costumbre, con esta única diferencia, pero
esta diferencia es capital, que una parte de los espíritus que se encarnan en ella ya no se
encarnarán en ella. En un niño que nace, en lugar de un espíritu atrasado e inclinado al mal,
que se encarnaría, será un espíritu más avanzado e inclinado al bien.

Se trata, pues, mucho menos de una generación corpórea que de una nueva generación de
espíritus, y es en este sentido, sin duda, en el que Jesús lo entendió cuando dijo: "Os aseguro
que esta generación no pasará hasta que se cumplan estos hechos." Por lo tanto, los que
esperan que la transformación se produzca mediante efectos sobrenaturales y maravillosos,
quedarán decepcionados.

28. La época actual es de transición; los elementos de las dos generaciones se confunden.
Situados en el punto intermedio, asistimos a la salida de uno y a la llegada del otro, y a que
cada uno está ya marcado, en el mundo, por las características que le son propias.

Las dos generaciones siguientes tienen ideas y puntos de vista totalmente opuestos. En la
naturaleza de las disposiciones morales, pero sobre todo de las intuitivas e innatas, es fácil
distinguir a cuál de las dos pertenece cada individuo.

La nueva generación, que va a fundar la era del progreso moral, se distingue por una
inteligencia y una razón generalmente precoces, unidas al sentimiento innato de bondad y a
las creencias espiritualistas, que es el signo indudable de un cierto grado de avance previo. No
se compondrá, pues, exclusivamente de espíritus eminentemente superiores, sino de aquellos
que, habiendo progresado ya, están predispuestos a asimilar todas las ideas progresistas, y
aptos para apoyar el movimiento regenerador.

Lo que distingue a los espíritus atrasados, por el contrario, es, en primer lugar, su rebelión
contra Dios al negarse a reconocer cualquier poder superior a la humanidad; su propensión
instintiva a las pasiones degradantes, a los sentimientos antifraternales del egoísmo, del
orgullo, de la envidia, de los celos; finalmente, su apego a todo lo material: sensualidad,
codicia, avaricia.

Son estos vicios, de los que la Tierra debe ser purgada por la eliminación de los que se niegan
a enmendarse, porque son incompatibles con el reino de la fraternidad, y que los hombres
buenos siempre sufrirán por su contacto. Cuando la Tierra esté libre de ellos, los hombres
caminarán sin obstáculos hacia el futuro mejor que les está reservado en este mundo, al precio
de sus esfuerzos y de su perseverancia, en espera de una purificación aún más completa que
les abra la entrada a los mundos superiores.

29. Por esta emigración de los espíritus no hay que entender que todos los espíritus
retardados serán expulsados de la Tierra y relegados a mundos inferiores. Muchos, por el
contrario, volverán allí, porque muchos cedieron al arrastre de las circunstancias y del ejemplo;
la apariencia en ellos era peor que el fondo. Una vez sustraída a la influencia de la materia y a
los prejuicios del mundo corpóreo, la mayoría verá las cosas de forma muy diferente a cuando
está viva, como tenemos numerosos ejemplos. En esto serán ayudados por Espíritus benévolos
que se interesan por ellos, y que se apresuran a iluminarlos y a mostrarles el falso camino que
han seguido. Con nuestras oraciones y exhortaciones podemos contribuir a su mejora, pues
existe una solidaridad perpetua entre los muertos y los vivos.

La forma en que se efectúa esta transformación es muy sencilla; y, como hemos visto, es
totalmente moral, y no se aparta en absoluto de las leyes de la naturaleza.

30. - Tanto si los espíritus de la nueva generación son espíritus nuevos y mejores, como si
son espíritus mejorados de antaño, el resultado es el mismo. Los espíritus encarnados forman,
pues, dos categorías según sus disposiciones naturales: por una parte, los espíritus
retardatarios que parten, y por otra, los espíritus progresivos que llegan. El estado de las
costumbres y de la sociedad será, pues, en un pueblo, en una raza o en el mundo entero,
según cuál de las dos categorías tenga la preponderancia.

31. - 31. Una comparación ordinaria facilitará la comprensión de lo que ocurre en esta
circunstancia. Supongamos un regimiento compuesto, en su mayor parte, por hombres
turbulentos e indisciplinados; estarán constantemente en desorden, y a menudo será difícil
que la severidad de la ley penal los reprima. Estos hombres son los más fuertes, porque serán
los más numerosos; se sostienen, animan y estimulan con el ejemplo. Los que son buenos no
tienen influencia; sus consejos son despreciados; se burlan de ellos, son maltratados por los
demás y sufren por este contacto.

¿No es esa la imagen de la sociedad actual?

Supongamos que estos hombres son sacados del regimiento de uno en uno, de diez en diez, de
cien en cien, y son reemplazados en igual medida por un número igual de buenos soldados,
incluso por aquellos que han sido expulsados, pero que se han enmendado seriamente,
después de un tiempo tendrás el mismo regimiento, pero transformado; el buen orden habrá
sucedido al desorden. Así será con la Humanidad regenerada.

32. - Las grandes salidas colectivas no sólo pretenden activar las salidas, sino transformar
más rápidamente el espíritu de las masas, liberándolas de las malas influencias y dando más
ascendencia a las nuevas ideas.

Es porque muchos, a pesar de sus imperfecciones, están maduros para esta transformación,
que muchos parten para ir a reponerse en una fuente más pura. Pero si hubieran permanecido
en el mismo entorno y bajo las mismas influencias, habrían persistido en sus opiniones y en su
forma de ver las cosas. Una estancia en el mundo de los espíritus es suficiente para abrirles los
ojos, pues allí ven lo que no pudieron ver en la tierra. Los incrédulos, los fanáticos, los
absolutistas podrán volver con ideas innatas de fe, tolerancia y libertad. A su regreso,
encontrarán las cosas cambiadas y soportarán la ascendencia del nuevo entorno donde habrán
nacido. En lugar de oponerse a las nuevas ideas, serán sus auxiliares.

33. - La regeneración de la humanidad, por lo tanto, no necesita en absoluto la renovación


integral de los espíritus; basta una modificación en sus disposiciones morales; esta
modificación tiene lugar en todos aquellos que están predispuestos a ello, cuando se les
sustrae de la influencia perniciosa del mundo. Los que vuelven, pues, no son siempre otros
espíritus, sino que a menudo son los mismos espíritus pensando y sintiendo de forma
diferente.

Cuando esta mejora es aislada e individual, pasa desapercibida, y sin influencia ostensible
sobre el mundo.

El efecto es diferente cuando opera simultáneamente sobre grandes masas; porque entonces,
según las proporciones, en una generación, las ideas de un pueblo o de una raza pueden
modificarse profundamente.

Esto es lo que se nota casi siempre después de los grandes terremotos que diezman las
poblaciones. Los flagelos destructores sólo destruyen el cuerpo, pero no afectan al espíritu;
ponen en marcha el movimiento de idas y venidas entre los mundos corpóreo y espiritual, y en
consecuencia un movimiento progresivo de espíritus encarnados y desencarnados. Cabe
señalar que en todas las épocas de la historia, las grandes crisis sociales han ido seguidas de
una época de progreso.

34. - Es uno de esos movimientos generales que está operando en este momento, y que
debería traer la reordenación de la Humanidad. La multiplicidad de las causas de destrucción
es un signo característico de los tiempos, porque deben acelerar la aparición de nuevos
gérmenes. Son hojas de otoño que caen, y a las que sucederán nuevas hojas llenas de vida,
porque la Humanidad tiene sus estaciones, como los individuos tienen sus edades. Las hojas
muertas de la Humanidad caen, arrastradas por las ráfagas y los golpes del viento, pero para
renacer más vivas bajo el mismo soplo de vida, que no se apaga sino que se purifica.

35. - Para un materialista, los flagelos destructivos son calamidades sin compensación, sin
resultados útiles, ya que, según él, aniquilan a los seres sin retorno. Pero para quien sabe que
la muerte sólo destruye la envoltura, no tienen las mismas consecuencias, y no le causan el
menor temor; comprende su objetivo, y sabe también que los hombres no pierden más
muriendo juntos que muriendo solos, ya que, de una manera u otra, siempre es necesario
llegar a ella.

Los incrédulos se reirán de estas cosas, y las tratarán como quimeras; pero digan lo que digan,
no escaparán a la ley común; caerán a su vez, como los demás, y entonces ¿qué será de ellos?
Dicen: "¡Nada!" Pero vivirán a su pesar, y un día se verán obligados a abrir los ojos.

Si sirve de compensación, en el mundo inferior que espera a los indiferentes y al que ya están
siendo conducidos, también habrá sexo, pirámides, llanto y crujir de dientes. Díganos cómo
elegir, mientras aún está a tiempo.

Al fin y al cabo, no es por falta de esfuerzo del Creador, del Cristo y de los Espíritus amigos por
lo que todavía hay tantas lágrimas en los ojos y en los corazones de la humanidad. Es por sus
decisiones equivocadas.

Así pues, recordemos los dichos de Jesús,

"¡Misericordia quiero, no sacrificio!"

Brilla tu luz

¡Mucha paz!

Lucius (23/07/2006)

También podría gustarte