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Si la importancia de un megaproyecto minero en su zona de influencia se explica en buena parte por el
efecto multiplicador de empleos directos e indirectos, resulta crucial conocer los impactos de estos en la
dinámica socioeconómica, las expectativas de las personas y los roles de género. En el estudio Las
cuidadoras de los mineros: género y gran minería en Cotabambas se evidenció, por ejemplo, que una
mina puede generar migración interna hacia los nuevos centros urbanos aledaños al campo de
extracción, donde no solo hay empleos «masculinos» y «femeninos», sino que, además, estos últimos
son los más precarios.
Las investigadoras Leda M. Pérez, Lorena De La Puente constataron esta realidad cuando viajaron a
Challhuahuacho, uno de los distritos de la provincia de Cotabambas, Apurímac, donde se ubica el
megaproyecto minero Las Bambas. Según ellas, Challhuahuacho —luego del boom minero— luce como
una ciudad en construcción, con grandes cantidades de lodo y obras de saneamiento inconclusas,
transitada en su mayoría por hombres uniformados que trabajan para la mina. Y donde es común ver a
mujeres jóvenes sirviéndoles comida a estos trabajadores en restaurantes abarrotados.
La misma dinámica ocurre en otros establecimientos de servicios como hoteles y lavanderías. Por eso, el
anuncio «Se busca señorita» es una constante en los exteriores de casi todos estos negocios. Las
investigadoras de la Universidad del Pacífico ahondaron en esta situación con entrevistas a mujeres
jóvenes urbanas de entre 15 y 30 años que laboran en la zona, la mayoría de ellas solteras y sin hijos. En
su análisis, una característica común es su nivel de educación: cuentan con secundaria y algunas con
estudios superiores. Sin embargo, se vieron en la necesidad de abandonar sus lugares de origen (Cusco,
Arequipa, distritos aledaños, comunidades campesinas u otras ciudades) para buscar empleos con
mejores ingresos en Challhuahuacho.
Los puestos de trabajo que encuentran las jóvenes migrantes no son principalmente informales, y de baja
calidad. Si bien a través de estos pueden conseguir un poco más de dinero, no es claro cómo es que estos
trabajos contribuyen a su desarrollo profesional. En Challhuahuacho se configura lo que Pérez, De la
Puente y Ugarte han denominado una «segmentación laboral por género»: los hombres laboran en
empresas contratistas mineras y las mujeres se encargan de atenderlos como trabajadoras de restaurantes
y hoteles. Hay evidencias suficientes para decir, según las autoras del estudio, que estos empleos
refuerzan los roles tradicionales de género y que existen gracias a la presencia minera.
Un factor que potencia aún más este análisis es que los dueños de estos negocios llegan a un acuerdo con
las compañías de transporte o construcción que brindan servicios a Las Bambas, o con la misma mina,
para asegurarles el menú y hospedaje a sus trabajadores. Por ello, las mujeres jóvenes a cargo del
cuidado tienen un régimen laboral similar al de la minería: veinticinco días seguidos por cinco días de
descanso, con jornadas diarias que alcanzan las dieciséis horas, pero con la diferencia de que no solo
reciben sueldos comparativamente más bajos, sino que trabajan en condiciones adversas, como lo
muestra el siguiente gráfico:
Trabajo «cama adentro»
Lo preocupante de la situación de estas mujeres urbanas, entre otros aspectos, es su modalidad de trabajo
«cama adentro». Según Pérez, De la Puente y Ugarte, desde un enfoque de género, ello significa ceder a
los dueños de los restaurantes y hoteles el control total sobre ellas, tanto de su tiempo como de sus
espacios privados. Este régimen es similar al de las trabajadoras del hogar, pero con una precariedad aún
mayor: las mujeres que cumplen labores en una casa tienen al menos una legislación que supondría
protegerlas —explican las investigadoras—; en cambio, las jóvenes en Challhuahuacho trabajan y viven
en la informalidad, totalmente desprotegidas.
No obstante, hay una esperanza, a pesar de todo. Muchas de ellas tienen planes a futuro y ven sus
trabajos como una fuente de ahorro, con el objetivo de financiar sus estudios superiores y tener una vida
independiente, más allá de conformar una familia. Sin embargo, queda la incógnita sobre si estos
trabajos, que recrudecen los roles de género tradicionales, las ayudarán a cumplir sus expectativas o,
como apuntan en el estudio las investigadoras, «si —pese a sus planes— terminarán siendo una especie
de callejón sin salida».
Así es como Pérez, De la Puente y Ugarte han demostrado en Las cuidadoras de los mineros: género y
gran minería en Cotabambas que los trabajos de las mujeres jóvenes urbanas en Challhuahuacho
constituyen una suerte de cadena de abastecimiento para las empresas que brindan servicios a la minería,
específicamente al megaproyecto Las Bambas. Las investigadoras utilizaron la metáfora de
«abastecedoras» para facilitar la comprensión del papel que están cumpliendo estas jóvenes trabajadoras.
Ellas son las «abastecedoras» de los proveedores mineros.