Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Naturaleza de la Geohistoria
1
B. Goodwin. El uso de las ideas políticas. (1997, p.26-27) sostiene: El término ideología significa
literalmente la ciencia de las ideas, pero a comienzos del siglo XIX se estableció una acepción más
crítica: modo de pensar abstracto, visionario o especulativo. Si bien fue Marx quien presentó el primer
análisis importante de la ideología como tal, el problema filosófico que dio lugar a la noción había sido
ampliamente debatido durante la Ilustración. El problema en juego es el status del conocimiento. Muchas
culturas anteriores habían creído que el conocimiento era cierto, absoluto y objetivo: Platón pensaba que,
en cierta dimensión metafísica, existían Ideas o Formas, verdades absolutas que servían como modelos, a
partir de los cuales los hombres podían extraer nociones para ser aplicadas en la sociedad. El
conocimiento de estas Ideas (tales como la Justicia o el Bien) era un conocimiento absoluto, al que sólo se
podía acceder a través de la contemplación filosófica. Pese a sus orígenes precristianos, el platonismo
influyó más tarde en la concepción cristiana del conocimiento y la verdad. La teología medieval cristiana
sostenía que la verdad no era dada por Dios y era absoluta, y reflejaba un orden del mundo estructurado y
fijo, establecido por Dios. La principal fuente de este conocimiento eran las Sagradas Escrituras, no
obstante lo cual, durante el Renacimiento, el método científico experimental de conocimiento se puso en
concordancia con los preceptos cristianos. De acuerdo con la concepción platónica y la concepción
cristiana, el conocimiento existe independientemente, o emana de una fuente no humana y, por
consiguiente, está establecido de modo objetivo. Los seres humanos sólo pueden descubrir y no crear el
conocimiento. Los filósofos de la Ilustración, muchos de los cuales eran ateos, emplearon la razón como
un medio para destruir los prejuicios y los misterios del cristianismo, sosteniendo que el mundo era, en
principio, explicable científicamente. Una nueva concepción del conocimiento resultó de ello: el ser
pensante fue visto como el creador de conocimiento. Kant y Hegel desarrollaron teorías del
conocimiento, epistemologías, sobre la base de este esquema, que abolía la polaridad entre el individuo
como sujeto pensante, que absorbía pasivamente el conocimiento objetivo, y el mundo exterior, la fuente
y objeto de conocimiento. Las nuevas teorías resaltaban el aspecto subjetivo del conocimiento: el
pensador, inevitablemente, se inmiscuye en su propia percepción del objeto que intenta conocer. Esta
afirmación estaba implícita en el argumento dado por Locke un siglo antes, en el sentido de que el
conocimiento del mundo exterior se obtiene a través de los sentidos y, en consecuencia, depende ellos, es
decir, depende del sujeto: dada una diferente estructura ocular, el mundo se nos presentaría blanco y
negro. Kant subrayaba que el conocimiento es el resultado de un proceso activo, y no de la mera
absorción de datos, mientras que la explicación dialéctica del conocimiento de Hegel describía a éste
como un diálogo constante entre el sujeto consciente y el objeto, de tal modo que en cada etapa el sujeto
alcanzaba una forma más alta de conocimiento.
Los principios naturales y esenciales descansan en un desarrollo gradual
evolucionista, donde las categorías filosóficas objeto del conocimiento estimulan el
dinamismo socio-espacial entre ellas se encuentran: teoría-praxis, espacio-tiempo,
causa-efecto, forma-contenido, totalidad-parte, análisis-síntesis, realidad-apariencia,
absoluto-relativo, cualitativo-cuantitativo, entre otros. Los instrumentos operan de modo
metódico para dar una interpretación del momento presente y equipararlo con el pasado,
detectando entre períodos actividades económicas dominantes, interrelaciones socio-
culturales, transferencias e interdependencias político-institucionales, afecciones
ambientales u otros a tomar en consideración.
3
M. Scheler. La idea del hombre y la historia. (2012, p.9-10) analiza: No hay problema filosófico, cuya
solución reclame nuestro tiempo con más peculiar apremio, que el problema de una antropología
filosófica. Bajo esta denominación entiendo una ciencia fundamental de la esencia y de la estructura
esencial del hombre; de su relación con los reinos de la naturaleza (inorgánico, vegetal, animal) y con el
fundamento de todas las cosas; de su origen metafísico y de su comienzo físico, psíquico y espiritual en el
mundo; de las fuerzas y poderes que mueven al hombre y que el hombre mueve; de las direcciones y
leyes fundamentales de su evolución biológica, psíquica, histórico-espiritual y social, y tanto de sus
posibilidades esenciales como de sus realidades. En dicha ciencia se hallan contenidos el problema
psicofísico del cuerpo y el alma. Así como el problema noético-vital. Esta antropología sería la única que
podría establecer un fundamento último, de índole filosófica, y señalar, al mismo tiempo, objetivos
ciertos de la investigación a todas las ciencias que se ocupan del objeto “hombre”: ciencias naturales y
médicas; ciencias prehistóricas, etnológicas, históricas y sociales, psicología normal, psicología de la
evolución, caracterología.
4
J. Wahl. Introducción a la filosofía. (1948, p.360-361) argumenta: Gracias a su teoría de las oposiciones
y su visión de las tensiones dentro del devenir, puede decirse de Heráclito que anticipó la dialéctica. Más
para comprender el desarrollo de ésta hay que tomar en cuenta, más aún que a Heráclito, a la escuela
opuesta: la de los eléatas. Con la defensa de la tesis de su maestro Parménides contra los pitagóricos,
cooperó Zenón al desarrollo de los métodos dialécticos. En realidad, es la existencia de estas dos escuelas
opuestas lo que explica la aparición de los sofistas. Pero con quien tomó la dialéctica una forma más
definida fue con Sócrates, a quien sus enemigos consideraban un sofista, aunque fue evidentemente el
más fuerte adversario de las doctrinas de aquéllos. “Dialéctica” viene de una palabra griega que significa
conversar y, como es bien sabido, usaba Sócrates de la conversación filosófica como de un medio para
conducir a los hombres hacia la verdad. El diálogo platónico sigue las mismas líneas que el socrático.
Platón nos dice que el verdadero dialéctico es siempre muy cuidadoso de enunciar claramente su acuerdo
con el interlocutor antes de pasar a una nueva proposición. La peculiaridad de la dialéctica platónica está
en que deja gradualmente de ser un simple arte de la conversación y se vuelve un verdadero método y
ciencia. Tal es la forma en que se la presenta en la República. Allí nos muestra Platón que, dejando las
afirmaciones de las ciencias especiales, necesitamos destruir, para usar su propia expresión, las hipótesis
en que están fundadas estas ciencias, a fin de alcanzar un conocimiento más general; ascendiendo por
medio de la destrucción de sucesivas hipótesis a ciencias cada vez más generales, llegamos por último a
una región en que pasamos de ideas a ideas sin intervención de ningún elemento particular o hipotético. Y
entonces llegamos al fundamento de toda ciencia, que es al mismo tiempo el fundamento del universo, a
saber, el bien, el sol inteligible. Pero después de esta dialéctica ascendente hay otra descendente, que
parte de los niveles superiores de la realidad y vuelve a niveles más cercanos a nuestras experiencias
particulares. Sin embargo, no está probado que el descenso desde el bien hasta las especies ínfimas sea
continuo. Pues es posible que haya un abismo entre el bien y las más altas esencias derivadas de él, y
parece haber también un abismo entre las ínfimas especies y los individuos.
sentido. En algún momento lo retrospectivo llegó a ser un presente, aun así, cada vez
que transcurren días, semanas, meses, años, décadas, siglos, milenios, logra agrandarse
haciéndose kilométrica e ilimitada.
Es testigo de las grandes batallas libradas entre los hombres, ha visto como se
levanta un imperio desde su cuna. Sin embargo, también ha observado el ocaso de
ciudades que han dejado sus huellas a la posteridad. La historia no se marchita ni le
salen arrugas, mantiene su mocedad y verdor como una imagen primaveral. La historia 5
5
Voltaire. Diccionario filosófico. (2000, p.159) dice: Historia es la relación de los hechos que se
consideran verdaderos, así como la fábula es la relación de los hechos que se tienen por falsos. La historia
de las opiniones no es más que la recopilación de los errores humanos. La historia de las artes puede ser la
más útil, cuando reúne al conocimiento de la invención y del progreso de las artes la descripción de su
mecanismo. La historia natural, que impropiamente se llama historia, no es más que una parte esencial de
la física. La historia de los acontecimientos se divide en sagrada y profana: la historia sagrada es la serie
de operaciones divinas y milagrosas por medio de la que plugo a Dios dirigir a los pueblos antiguos de la
nación judía, y poner hoy a prueba nuestra fe. Los primeros fundamentos de toda historia profana son los
relatos que los padres hacen a sus hijos, que se transmiten de una generación a otra; en su origen no son
más que probables, cuando no se oponen al sentido común, y pierden un grado de probabilidad a cada
generación que pasa. Con el transcurso del tiempo, la fábula se abulta y la verdad se pierde: por eso los
orígenes de todos los pueblos son absurdos. Por eso los egipcios fueron gobernados por los dioses durante
muchos siglos; después por los semidioses, y luego tuvieron reyes durante once mil trescientos cuarenta
años, y el sol en ese espacio de tiempo cambió cuatro veces de Oriente a Occidente.
ha apreciado las caídas de los tronos y como se instauraron monarquías 6 dinásticas por
doquier.
El tiempo tiene una actuación en la realidad, vive a través del instante sin
inmovilizarse, se traslada simultáneamente sobre todos los huecos existentes. Es
omnipotente porque su ojo todo lo contempla sin escapársele algún detalle. Es un titán
que no tiene fijación simplemente sigue su curso. El antes, ahora y después forman un
eslabón entretejido por la categoría causa-efecto donde se abarrotan con nexos los
acontecimientos en perennes edades.
Lo que fue y alguna vez pudo darse ya no llegará a ser, menos parecérsele, los
hechos tallados por la historia son inimitables. La historia no padece de amnesia porque
si olvidara su transcurrir se estaría autoengañando y sintiera ensoñación. La historia es
una perfección divina donde no ocurre el error, cuyo nacimiento viene del cosmos a
través de su armonía y espiritualidad. Para anudar los secretos históricos universales es
6
L. Strauss y J. Cropsey. Historia de la filosofía política. (1993, p.492) anota: En la monarquía, gobierna
una persona de acuerdo con leyes fijas y establecidas. Esto hace necesario que haya poderes intermedios
entre el monarca y el pueblo, de ahí la nobleza, la iglesia y los concejos. Debe existir también un
depositario o guardián de las leyes independiente. Juntas estas fuerzas en virtud de sus privilegios e
independencia pueden frenar las acciones tanto del monarca como del pueblo.
menester un frágil pero pulido ahondamiento de sus circuitos internos y conocer el
entramado general.
7
J. Wahl. Introducción a la filosofía. (1948, p.132) plantea que Kant, al considerar el problema de los
juicios matemáticos, concluyó de su necesidad y universalidad que hay formas de sensibilidad: el tiempo
y el espacio. Ahora, al considerar el problema de la causalidad, parte Kant de las proposiciones de la
física. Encuentra que éstas están basadas en la causalidad; y exactamente así como los juicios sintéticos a
priori de la matemática tienen por condición las formas de la sensibilidad, así también los juicios
sintéticos a priori de la física tienen por fundamento las categorías y especialmente la categoría de
causalidad. Lejos de derivarse de la experiencia, el principio según el cual todo acontecimiento tiene su
causa es el fundamento de la experiencia. Gracias a esta categoría somos capaces de organizar la
experiencia. El orden en que organizamos la experiencia viene de este principio.