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Hamás y las elecciones en Palestina

El pasado 15 de enero, el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud


Abbas, emitió un decreto convocando, después de 15 años, a elecciones generales.
Los últimos sondeos sitúan al líder de Hamás, Ismail Haniyeh, como el favorito
para suceder a Abbas.

El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), surgido oficialmente durante la


primera Intifada en 1987, se reconoció como una expresión de la emblemática
organización egipcia la Hermandad Musulmana que, desde su fundación en 1928,
consiguió proyectarse políticamente en numerosos países árabes. La Carta
fundacional de Hamás de 1988 planteaba en términos religiosos el conflicto contra
el Estado de Israel y convocaba a la articulación de tres esferas (palestina, árabe e
islámica) para conseguir la expulsión del ocupante.

Pero, lejos de las caracterizaciones estereotipadas relacionadas con el concepto de


“islam político”, Hamás se ha mostrado como un movimiento dinámico capaz de
replantear sus propias estrategias, atendiendo a los aciertos y errores que reconoció
durante estas más de tres décadas de existencia.

Una de las expresiones de la resistencia islámica

Junto con la organización “Yihad islámica” (fundada en 1981, también en la Franja


de Gaza), Hamás es una de las expresiones más importantes de las fuerzas político-
militares de la resistencia palestina en clave islámica. A diferencia del nacionalismo
laico de Al-Fatah o del socialismo panarabista del Frente Popular para la
Liberación de Palestina, Yihad y Hamás apelan a la obligación de los musulmanes
de combatir a la opresión y convocan a la liberación de las tierras del Islam,
enfatizando el carácter sagrado de la Mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén (el tercer
lugar en importancia para el Islam, luego de Meca y Medina).

A pesar de que ambas organizaciones son sunnitas, han sabido tejer excelentes
relaciones con países y organizaciones relacionadas con otras ramas del Islam.
Yihad, desde su fundación y bajo la dirección de Fathi ash-Shaqaqi, mantiene una
fluida y duradera relación con la República Islámica de Irán (shiíta), mientas
Hamás hizo lo propio con Turquía, Qatar, Siria e Irán, por lo menos hasta el
estallido de las llamadas “primaveras árabes” en 2011.

Con el establecimiento en Damasco de Musa Muhammad Abu Marzook y Jalid


Mash’al, máximos referentes de Hamas en el exilio, en 2001 Siria consiguió
referenciarse como el “protector” de un amplio espectro de grupos palestinos
contrarios a la Autoridad Nacional Palestina, que ideológicamente iban desde el
socialismo del FPLP hasta el Islam militante de Hamás. El movimiento palestino se
sumó entonces a lo que se conoció como el “Eje de la Resistencia” que incluía
también al Hizbullah libanés.

El triunfo de Hamás en las últimas elecciones palestinas de 2006 fue recibido con
euforia por Siria e Irán, y confirmó a los ojos del presidente sirio, Bashar Al Asad,
la necesidad de garantizar el apoyo al movimiento, a pesar de que en Siria la
Hermandad Musulmana local estaba proscripta y de las buenas relaciones de
Hamás con las monarquías árabes.

Siria y las “primaveras árabes”

Cuando a principios de 2011 una ola de revueltas sacudió al Mundo Árabe y se


abrieron algunos canales institucionales de participación política, un conjunto de
organizaciones vinculadas ideológicamente con la Hermandad Musulmana se
encontró de repente con escenarios que les permitía capitalizar el descontento
contra los gobiernos que los habían proscripto, aprovechando además su contacto
con las bases a partir de las redes de asistencia social construidas a lo largo de años
de trabajo.

La llegada al poder en Túnez del partido An Nahda en 2011 y el triunfo del


Muhammad Mursi en las elecciones presidenciales egipcias en 2012 contribuyeron
a fortalecer la lectura optimista de las organizaciones tributarias de la Hermandad
Musulmana en todo el Mundo Árabe. El gobierno de Mursi rápidamente manifestó
su solidaridad para con Hamás invitando a la capital egipcia, en julio de 2012, al
Primer Ministro del gobierno gazatí, Ismail Haniyeh, y al líder del movimiento
Jalid Mash’al.
Para cuando Mursi asumió la presidencia, los acontecimientos en Siria se habían
precipitado, dando lugar a un conflicto que involucró a distintos actores locales y
foráneos. Las fuerzas palestinas de resistencia tomaron posiciones diversas en el
conflicto abierto en el corazón del país árabe, desde el claro respaldo del Frente
Popular para la Liberación de Palestina- Comando General (FPLP-CG) al gobierno
sirio hasta el apoyo del Movimiento de Resistencia islámica (Hamas) a los
“rebeldes”, pasando por la cautela de la Autoridad Nacional Palestina y la tibia
condena del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) a la intromisión
extranjera.

Con el apoyo de Turquía y Qatar, el Egipto de Mursi se ubicó tempranamente entre


los enemigos del gobierno sirio y permitió que el discurso sectario se expandiera en
la población egipcia acompañando en clave religiosa su postura con relación al
conflicto en Siria. A partir de las previsiones y posicionamientos de sus aliados
regionales (Turquía, Egipto y Qatar), la dirigencia de Hamás creyó inminente la
caída del gobierno de Bashar Al Asad tras los levantamientos de 2011. La ruptura se
materializó finalmente en 2012 año con la salida de Jalid Mash’al y de Musa
Muhammad Abu Marzook de Siria y el alineamiento de Hamás con el eje Egipto,
Qatar y Turquía.

Sin embargo, para 2013 el escenario era ya completamente diferentes: por un lado,
la participación de Hizbullah, fuerzas de elite iraníes y Rusia en el conflicto sirio le
permitieron al gobierno recuperar terreno y empezar a inclinar la balanza a su
favor; y, por el otro, en lo que sería el golpe más duro para Hamás, un golpe de
estado había sacado a Mursi del poder en Egipto.

Hacia un gobierno palestino unificado

El brutal ataque israelí contra Gaza en 2014 demostró a Hamás que el la mayor
parte de los países árabes no estaban dispuesto a apoyarlos política o militarmente
y que Turquía, de hecho, había empezado a restablecer sus tradicionales buenas
relaciones con Israel. La “compensación” árabe sunita por abandonar el “Eje de la
Resistencia” nunca llegó y la dirección de Hamás vio la necesidad de reestablecer
las viejas alianzas. El propio Jalid Mash’al reconoció en 2016 que la dirigencia del
movimiento realizó una lectura equivocada de los acontecimientos regionales.

Para los referentes de Hamás, durante las “primaveras árabes” la cuestión


palestina había sido desplazada a un segundo plano en las agendas políticas de la
región y eso requería una respuesta unificada de las organizaciones palestinas. Con
el fin de saldar el largo enfrentamiento con Al-Fatah a través de instancias
políticas y avanzar hacia la construcción de un frente nacional unificado, Hamás
emitió en 2017 un documento sobre principios y políticas presentándose como un
movimiento de liberación nacional, negando el carácter religioso del conflicto,
enfatizando el carácter colonial del proyecto sionista y estableciendo la posibilidad
de pensar un estado palestino reducido a los territorios ocupados por Israel 1967.

Este desplazamiento de la causa palestina que la dirigencia de Hamas vio durante


las “primaveras árabes”, junto a la pérdida de aliados claves en la región, ha hecho
que Hamas celebrara el anuncio de Mahmud Abbas de convocar a elecciones para
mayo y julio de este año con el fin de avanzar en un proceso de unidad nacional que
permita contrarrestar el intento de reducir las demandas palestinas a una mera
cuestión de derechos civiles dentro de Israel.

Ángel Horacio Molina

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