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A pesar de que ambas organizaciones son sunnitas, han sabido tejer excelentes
relaciones con países y organizaciones relacionadas con otras ramas del Islam.
Yihad, desde su fundación y bajo la dirección de Fathi ash-Shaqaqi, mantiene una
fluida y duradera relación con la República Islámica de Irán (shiíta), mientas
Hamás hizo lo propio con Turquía, Qatar, Siria e Irán, por lo menos hasta el
estallido de las llamadas “primaveras árabes” en 2011.
El triunfo de Hamás en las últimas elecciones palestinas de 2006 fue recibido con
euforia por Siria e Irán, y confirmó a los ojos del presidente sirio, Bashar Al Asad,
la necesidad de garantizar el apoyo al movimiento, a pesar de que en Siria la
Hermandad Musulmana local estaba proscripta y de las buenas relaciones de
Hamás con las monarquías árabes.
Sin embargo, para 2013 el escenario era ya completamente diferentes: por un lado,
la participación de Hizbullah, fuerzas de elite iraníes y Rusia en el conflicto sirio le
permitieron al gobierno recuperar terreno y empezar a inclinar la balanza a su
favor; y, por el otro, en lo que sería el golpe más duro para Hamás, un golpe de
estado había sacado a Mursi del poder en Egipto.
El brutal ataque israelí contra Gaza en 2014 demostró a Hamás que el la mayor
parte de los países árabes no estaban dispuesto a apoyarlos política o militarmente
y que Turquía, de hecho, había empezado a restablecer sus tradicionales buenas
relaciones con Israel. La “compensación” árabe sunita por abandonar el “Eje de la
Resistencia” nunca llegó y la dirección de Hamás vio la necesidad de reestablecer
las viejas alianzas. El propio Jalid Mash’al reconoció en 2016 que la dirigencia del
movimiento realizó una lectura equivocada de los acontecimientos regionales.