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Desde finales de la década de los 60 comienza a darse una recuperación del sentimiento
regionalista andaluz, principalmente entre sectores de la pequeña burguesía progresista
sensibilizados con la terrible situación socioeconómica de Andalucía, que debido a la
tradicional falta de comprensión de la izquierda española (PCE y PSOE) sobre la
cuestión nacional, acaban agrupándose en lo que posteriormente dará lugar al Partido
Socialista de Andalucía (PSA). Para mediados de los 70 se está desarrollando ya en
Andalucía un movimiento cultural y de recuperación identitaria importante, apoyado e
impulsado en la mayoría de los casos por militantes de las organizaciones de izquierda.
Según el profesor Manuel Delgado, la división territorial del trabajo se concretaría en Andalucía en
“una especialización centrada en la extracción de lo ya producido por la naturaleza y fundada, por
tanto, en la explotación del patrimonio natural andaluz”3, tendencia que no habría parado de
profundizarse desde los años sesenta del siglo XX.
Una economía especializada en la agricultura y escasamente industrializada en relación a la
economía española, donde buena parte del ya de por sí menguado sector industrial corresponde en
realidad a procesos prácticamente inseparables de la producción de materias primas. Delgado
analiza así la composición de la industria andaluza:
En Andalucía se produjo la aparición, en algunos momentos, por razones coyunturales,
de ciertos establecimientos industriales, textiles y/o metalúrgicos. […] A pesar de que el
nacimiento de estas localizaciones, esporádicas y desconectadas de iniciativas anteriores
y del resto del cuerpo económico andaluz, dieron pié a la utilización del término
industrialización, nunca significaron más allá del 10% de la producción industrial [de
Andalucía]. Si por industrialización entendemos un proceso de transformación de un
orden socioeconómico hacia otro en el cual la actividad industrial es dominante, este
proceso no ha tenido lugar en Andalucía4.
Andalucía contenía el 20% de la producción industrial española a mediados del siglo XVIII5, pero
el declinar de la aportación andaluza se ha ido produciéndo paralelamente a la consolidación de
Catalunya, Euskal Herria y Madrid como centros industriales durante los siglos XIX y XX. La
consolidación de estas economías conllevó progresivamente la especialización asociada de
Andalucía como economía primaria aportadora de materias primas, productos ligeramente
elaborados y mano de obra.
La producción agraria, la minería y la pesca fueron constituyéndose como los únicos sectores en los
que Andalucía realiza una aportación a la economía española que está por encima de su peso
poblacional. La economía andaluza es por ello principalmente una economía extractiva. La industria
agroalimentaria (localizada cerca de los lugares de cultivo y extracción de materias primas)
constituye el núcleo de la aportación industrial actual a la economía española. La aportación
industrial global de Andalucía pasó de un 20% a mediados del siglo XVIII a un 10% al final de la
década de 1970, para situarse hoy día en un 8% del total de la industria española6. Aun así, siendo
el peso de la población andaluza alrededor del 18% de la del conjunto del Estado, de 1961 a 1995
las actividades asociadas a la industria agroalimentaria retrocedieron en más de 6 puntos en su
participación del total español, intensificándose el carácter extractivo de la economía y aumentando
a su vez la participación de la agricultura del 17’9% al 28’9% para el mismo periodo.
Contrariamente a lo que comúnmente se piensa, los datos muestran como el sector terciario andaluz
(servicios, turismo, comercio…), que aporta el grueso del PIB andaluz y emplea a la mayoría de la
gente, tiene un peso relativo en la economía española mucho menor que la agricultura:
[…] a agricultura, pesca y alimentarias le siguen actividades de servicios, que
sobresalen más por la endeblez de las actividades industriales que por su propia entidad.
El valor añadido por el terciario andaluz viene representando alrededor del 12’5% sobre
el total español equivalente, de modo que no puede decirse que la economía andaluza
tenga una especialización productiva ligada al sector servicios7.
Por ello, en todos los momentos históricos en los que Andalucía ha visto crecer su PIB por encima
del ritmo del español (especialmente en el periodo entre 1964 y 1975, con un 6,7% anual), el
resultado ha sido un incremento de sus problemas de dependencia respecto a otros núcleos
industriales del Estado y de su especialización como economía extractiva. En estos periodos sí se
produjo un aumento del número y el tamaño de las industrias andaluzas, pero sólo de aquellas que
representaban la parte inicial del proceso productivo (por su cercanía con los lugares de extracción
de materias primas), intensivas en el consumo de recursos naturales, contaminantes y cuya
generación de valor añadido es significativamente menor que la que se produce en las fases finales
de la producción, localizadas fuera de Andalucía.
Por tanto, la industrialización no es un modelo a seguir bajo el régimen económico y político que ha
consagrado y consagra la actual división territorial del trabajo en el Estado español, del que son
cómplices interesados los grandes propietarios andaluces, así como los gobiernos autonómicos y
central y las instituciones europeas –miembros y representantes políticos de la clase dirigente.
Existe una clara base histórica para considerar a Andalucía como un territorio económicamente
dependiente y subordinado. De ahí que los reclamos para una mayor soberanía política andaluza y
un mayor control sobre sus propios recursos productivos sigan teniendo sentido hoy día, al igual
que lo tenían al final de la década de los 70.
Por un lado, el nuevo ciclo de movilizaciones en el que nos encontramos a escala mundial, como las
revoluciones árabes, las recientes protestas en Brasil o Turquía o el movimiento 15M en el Estado
español en 2011, vendrían a confirmar esta previsión (que la conquista de demandas democráticas
sólo puede lograrse a través de una lucha encabezada por la clase trabajadora).
Por otro lado, y a modo de conclusión sobre la relación entre lo nacional y lo social en Andalucía,
nos sirven las palabras del profesor Isidoro Moreno:
El nacionalismo andaluz jamás ha tenido, ni podrá tener, las mismas características de
aquellos nacionalismos que, sobre todo en sus orígenes –y, en gran parte, en su
dirección hasta hoy–, han tenido un carácter burgués. Por la clara razón de que a las
oligarquías andaluzas –antes principalmente terratenientes, ahora empresariales–
siempre les ha interesado un estado autoritario y centralista que garantizara su poder,
incluso con la violencia a ser preciso, y han aspirado a formar parte del bloque
hegemónico estatal. El nacionalismo andaluz, e incluso el andalucismo a secas, no
puede ser sino popular11.
Hay quien argumenta que la independencia de los territorios afectaría a la unidad de acción de la
clase trabajadora, pero la unidad de lucha no puede construirse y garantizarse simplemente a través
de estructuras burocráticas, sino a través de la movilización y la presión, de la lucha y la
organización desde la base. Si además nos referimos a la estructura de un estado capitalista en
tiempos de crisis y en guerra abierta contra la clase trabajadora, esto se hace más evidente.
Ejemplos de solidaridad y unidad de acción son las reivindicaciones anti austeridad de la izquierda
alemana respecto a los países más afectados por la política económica de Merkel, o la histórica
huelga en el sur de Europa en noviembre de 2012 traspasando las fronteras.
La unidad de España no representa ni la solidaridad de los pueblos ni la unidad de las clases
populares de los diferentes territorios. Representa el divide y vencerás, el enfrentamiento por la vía
del agravio de la clase trabajadora de las diferentes comunidades autónomas, la imposición
antidemocrática, la negación de los derechos nacionales y la desigualdad estructural. El pueblo
andaluz no tiene ningún interés en su unidad.
Como alternativa a las ideas patrioteras y españolistas difundidas por el nacionalismo de Estado
ante el avance de los procesos soberanistas de Catalunya y Euskal Herria, es importante que desde
la izquierda andaluza articulemos discursos y campañas solidarias en apoyo a la autodeterminación
de estos territorios para frenar el españolismo más reaccionario, al calor del cual también intenta
crecer el fascismo. Unidad Contra el Fascismo y el Racismo en Andalucía (UCFRA) o el más
consolidado Unitat Contra el Feixisme i el Racisme (UCFR) de Catalunya son ejemplos de
proyectos unitarios en la acción contra el fascismo, pero también debemos articular una respuesta
ideológica como alternativa a la reacción, y es aquí donde cobra especial interés la idea de un
andalucismo inclusivo y multicultural, solidario y popular.
Notas:
1 En Lucha Sevilla, 2010: “La cuestión Nacional Andaluza”: http://goo.gl/LsgEyR. Para una
aproximación más profunda a este respecto se recomienda la lectura del libro Moreno, I.,1978:
Andalucía: Subdesarrollo, Clases Sociales y Regionalismo. Madrid: Manifiesto.
2 En Lucha Sevilla, 2010: op. Cit.
3 Delgado, M., 2002: “Andalucía en el siglo XXI. Una economía crecientemente extractiva”, en
Revista de Estudios Regionales. nº 63, p. 65-83.
4 Ibid.
5 Moreno, I. y Delgado, M., 2103: Andalucía: una cultura y una economía para la vida.
Atrapasueños. p. 93.
6 Ibid.
7 Delgado, M., 2002: op. Cit.
8 Ibid.
9 Ibid.
10 Cliff, T., 1999: Trotskismo después de Trotsky. Ediciones En lucha: http://goo.gl/GtYGnl.
11 Entrevista a Isidoro Moreno: “Andalucía es una nación con un déficit de pueblo”, en Kaos en la
Red, 22/02/2011: http://bit.ly/1cNzf50.
12 Cliff, T., 1999: op. Cit.
13 Duran, P., 2013: “La idea del proceso constituyente: límites y potencialidades”, en La Hiedra,
nº7 (segunda etapa): http://goo.gl/yvlhI3.
14 Sans, J., 2013: “Proceso soberanista en Catalunya. ¿Ruptura democrática o nuevo pacto
entre élites?”, en La Hiedra, nº7 (segunda etapa): http://goo.gl/Tq0Vzw.
15 Boix, G., 2013: “¿Nación o clase? Las respuestas del marxismo a la cuestión nacional” en La
Hiedra, nº7 (segunda etapa): http://goo.gl/Ib6s5Z.