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Las ideas de Tony Cliff: una guía para la

acción
La Hiedra #2 Febrero 2012
Reproducimos aquí algunos fragmentos de la autobiografía política del revolucionario Tony
Cliff que alimentan el debate sobre la necesidad de la organización revolucionaria y la
autoemancipación de la clase trabajadora. Introducción por Toni Pizà.

Cliff fue un trotskista de origen palestino nacido en 1917 (un guiño del azar para una persona que
dedicó su fuerza a la confrontación con el capitalismo y al socialismo revolucionario) que pasó la
mayor parte de sus días en Gran Bretaña. Allí fundó el grupo Socialist Review Group, que acabó
convirtiéndose en International Socialists y posteriormente en el Socialist Workers Party (SWP).
El SWP es una organización revolucionaria que forma parte de la Corriente Socialismo
Internacional (IST en sus siglas inglesas), la corriente internacional en la que participa En lucha,
además de decenas de otras organizaciones alrededor del mundo y que comparten una misma visión
ideológica alrededor del socialismo desde abajo. Actualmente se trata de la mayor organización
revolucionaria de Gran Bretaña, con una fuerte implantación y un papel central en las luchas contra
la austeridad del gobierno de Cameron, así como en campañas como United Against Fascism (una
plataforma que combate el fascismo de organizaciones como la English Defence Leage y el British
National Party), Stop the War o People before profits, entre otras.
Una de las mayores aportaciones teóricas de Tony Cliff al marxismo fue la caracterización de clase
de la Rusia estalinista. La URSS no era un “estado obrero degenerado”, como argumentaba el
trotskismo ortodoxo, sino capitalismo de estado: no existía propiedad privada y la economía estaba
planificada, pero existía una nueva clase creada alrededor de la burocracia estalinista que controlaba
los medios de producción y que explotaba a la clase trabajadora. No había control obrero, y el
estado estaba en manos de la clase dirigente que lo usaba para explotar a la clase trabajadora con un
totalitarismo férreo, también en los centros de trabajo, y con la misma lógica de acumulación y de
imperialismo y enfrentamiento entre potencias capitalistas. Esta visión tenía consecuencias teóricas
y prácticas mucho más profundas de lo que podemos imaginar en la actualidad. Recuperaba en un
momento de debilidad teórica del marxismo el hilo rojo de la centralidad de la clase trabajadora y
su autoemancipación.
Otras contribuciones teóricas como la teoría de la economía armamentística permanente, que
explicaba el crecimiento económico de posguerra en los países avanzados, y la revolución
permanente desviada, para entender las dinámicas de las luchas de liberación nacional en el período
de descolonización, dieron forma a lo que posteriormente Cliff llamó “la troika”: una revisión de las
antiguas categorías teóricas del marxismo que no explicaban correctamente la realidad del
momento. Como decía el mismo Cliff, “el contenido siempre esta antes que la forma”.
Este articulo, “Construyendo en la subida”, es una traducción parcial del libro que escribió en 1999
como autobiografía política1. En él habla del crecimiento de la organización International Socialists,
antesala de lo que sería el SWP, entre los años 1968 y 1974. Hemos escogido estos extractos
(páginas 84-86, 98-104 y 114-116, que forman parte de los capítulos 4 y 5 2) por dos razones. En
primer lugar, porque muestran que ante una situación de luchas generalizada y de avance de la clase
trabajadora una organización revolucionaria pequeña, pero bien cohesionada, puede jugar un papel
crucial en los acontecimientos y crecer significativamente. Y en segundo lugar, porque Cliff
también usa como excusa este hilo conductor para ir dando pinceladas a diversos temas claves,
combinando en todo momento lo teórico con lo táctico, que vuelve a ser de rabiosa actualidad: el
papel de las estudiantes, el movimiento estudiantil y su relación con la clase trabajadora, el mayo
francés y el papel de las burocracias sindicales y la necesidad del partido revolucionario y el
centralismo democrático.
La situación subjetiva de finales de los 60 era muy diferente a la actual. La sensación de derrota
después de la Transición y estos 40 años de travesía por el desierto lastran la situación actual de la
clase trabajadora, tanto subjetivamente como organizativamente. Además, la losa del estalinismo
persigue a todas aquellas que se identifiquen con la tradición teórica del marxismo revolucionario, y
aún queda mucho por avanzar. Aún así, en los últimos tiempos hemos vivido luchas y revoluciones
alrededor del mundo que pueden cambiar esta situación objetiva, desde Tahrir a Oakland, pasando
por Atenas y Barcelona. Siguiendo la estela de Cliff, el peor error que podríamos cometer es usar
las experiencias pasadas como la verdad desvelada. Debemos ver las diferencias del contexto
político actual y el de aquel momento, y ser capaces de extraer lecciones de las experiencias
pasadas que nos sirvan como guía para la acción, constantemente poniendo en práctica estos
aprendizajes teóricos y remodelándolos.

Construyendo en la subida
Por Tony Cliff
Durante este período [los años 60] también vimos sentadas, huelgas y manifestaciones a nivel
universitario en todo el mundo: en Berkeley en 1964, Berlín en 1966-67 y en París en 1968. En
Tokio grandes cantidades de estudiantes participaron en las movilizaciones. Los estudiantes
británicos se involucraron en este movimiento en marzo del 1967, con una sentada en la London
School of Economics (LSE). 1968 fue un año de acontecimientos trascendentales. En enero, el
Frente de Liberación Nacional en Vietnam lanzó la ofensiva del Tet, con grandes victorias pese a la
superioridad militar de EEUU. En mayo Francia vivió la huelga general más grande de la historia,
con ocupaciones de fábricas, provocada por un movimiento estudiantil de masas.

La lucha en las universidades


El rol de las estudiantes en la sociedad ha cambiado radicalmente durante las últimas dos
generaciones, sobre todo ha cambiado la composición social de las estudiantes. Como resultado de
los cambios en el capitalismo y en el trabajo intelectual, la mayoría de estudiantes ya no son
entrenados como futuros miembros de la clase dirigente, ni tan solo como agentes de los jefes con
funciones de supervisión, sino como trabajadores y trabajadoras de cuello blanco del estado y la
industria y, por lo tanto, forman parte del proletariado.
Un aspecto central de la “tercera revolución industrial” es la integración de trabajo manual con el
trabajo mental, del trabajo intelectual con el trabajo productivo: el elemento intelectual se vuelve
fundamental para el desarrollo de la economía y la sociedad. Pero esta fuerza productiva entra cada
vez más en conflicto con la naturaleza irracional del capitalismo. El conflicto se expresa en la vida
universitaria como una contradicción entre la demanda entre la transmisión de conocimiento dictada
por las necesidades inmediatas de la industria y la necesidad de permitir una determinada cantidad
de libertad intelectual. En especial esto se aplica a los científicos sociales, que tienen que “resolver”
los problemas sociales del capitalismo al mismo tiempo que tienen que entender, al menos en parte,
qué genera la rebelión contra el capitalismo.
Otro factor que enciende la revuelta entre quienes estudian es el sentimiento de inseguridad de no
saber qué pasará en sus vidas el día siguiente a la graduación. Los y las estudiantes de una
generación previa sabían de antemano qué lugar ocuparían –en las altas esferas de la sociedad. Eso
es diferente para las estudiantes de hoy. En la universidad no encuentra el tipo de educación que
esperaba, y después de graduarse es más y más difícil obtener el tipo de trabajo que le habían
prometido. El sentimiento de inestabilidad, incertidumbre, crea malestar, que fácilmente se combina
con otros factores para crear una combustión revolucionaria.
Otra característica significativa de las personas estudiantes es su juventud. En ningún otro lugar en
la sociedad capitalista la gente joven es separada y agrupada del mismo modo. No hay fábricas
únicamente con trabajadoras jóvenes. Pero el capitalismo tardío concentra un número creciente de
estudiantes en instituciones especiales. Esto tiene algunas desventajas para el desarrollo a largo
plazo del movimiento estudiantil –aislado de la masa de la población puede ser golpeado por las
autoridades sin recibir ayuda de fuera, y es incapaz por sí mismo de dañar realmente a la clase
dominante atacando a sus beneficios. También carece de una tradición de lucha sostenida que
algunas secciones de las trabajadoras sí tienen. Pero esta falta de tradición también significa falta de
inhibición por maneras de luchar pasadas de moda o derrotas previas. Sólo la juventud puede
enfrentarse al capitalismo tardío con el recurso de una imaginación ilimitada. No está lastrada por el
pasado. Cuando las jóvenes trabajadoras luchan por sus objetivos, todas muestran algo de esa
iniciativa y esa habilidad para aprender rápidamente. Pero sólo en las universidades estas cualidades
están realmente concentradas. Esto es por lo que los y las estudiantes han sido las primeras en
responder desinhibidamente al desencanto mucho más amplio con formas políticas anteriores.

Problemas de crecimiento
Siempre se debe luchar contra la inercia conservadora que plaga incluso a las organizaciones más
revolucionarias. Como he dicho, entre abril y octubre de 1968 la militancia de nuestra organización
creció de 400 a 1.000. Este crecimiento tan acelerado provocó una crisis seria en la organización.
Nos vimos obligados a hacer tres conferencias nacionales en 1968.
Había profundas divisiones por todos lados. Se habían afiliado centenares de estudiantes en los
meses anteriores y tenían ideas de todo tipo. Además los eventos de mayo [del 68] crearon una gran
creencia en la espontaneidad e ilusiones de posibilidades inmediatas de revolución.
Es cierto que el 20 de mayo empezó la mayor huelga general de la historia. Un millón de personas
se manifestaron en París. Pero los estalinistas franceses que controlaban las burocracias sindicales
no desaparecieron. Asustados de que los y las estudiantes revolucionarias se mezclaran con las
trabajadoras, insistieron en separar los dos grupos creando un cordón de 20.000 delegados
sindicales cogidos de los brazos para separarlos. Diez millones de trabajadoras fueron a la huelga,
pero los comités de huelga no eran elegidos. Eran designados por las burocracias de los sindicatos.
Es cierto que millones de trabajadoras ocuparon las fábricas, pero desde el inicio de las
ocupaciones, la burocracia sindical insistió en que solo una pequeña minoría de las trabajadoras
permaneciera en las fábricas mientras a la mayoría se la enviaba a casa. Si las personas trabajadoras
se hubieran quedado en la ocupación, la huelga hubiera sido activa. Ahora era pasiva.
Desgraciadamente no existía una organización revolucionaria grande que hubiera podido superar la
burocracia. En Rusia, en marzo del 1917 el Partido Bolchevique tenía 23.600 miembros y creció
hasta 250.000 en agosto del mismo año. La clase trabajadora industrial francesa era
significativamente mayor que la clase trabajadora rusa de 1917. Si hubiera existido una
organización revolucionaria de decenas de miles de personas, podría haber argumentado que los
bloques de trabajadores y trabajadoras en la manifestación no debían ir separados de las estudiantes.
Podría haber propuesto elecciones democráticas de los comités de huelga y convencido a millones
de ocupar las fabricas para permanecer dentro, creando una fuerza colectiva mucho mayor de la que
esas mismas trabajadoras tenían cuando eran una suma de individualidades. Por desgracia, el
número total de revolucionarias en Francia podía ser contado por centenares.
Por lo tanto, el gobierno rápidamente hizo que los sindicatos aceptaran un compromiso con la
patronal sobre un incremento de sueldos. Se acabó la ocupación de las fábricas, se desconvocó la
huelga y se preparó el terreno para el retorno del presidente, el general de Gaulle. Cuando se
ocuparon las fábricas, de Gaulle estaba tan desmoralizado que voló fuera del país para refugiarse
con las tropas francesas en Alemania Occidental. Pero ahora volvía para mandar de nuevo. El 30 de
mayo hubo una manifestación de derechas de medio millón de personas en París. La policía
recuperó las emisoras de televisión y radio, echó a las trabajadoras que aún estaban ocupando, atacó
cualquier manifestación que quisiera seguir la lucha e incluso mató a dos trabajadores y un
estudiante. Durante el potencial revolucionario del 68, que podía haber llegado lejos, la lucha paró
antes de vencer una y otra vez. Y éste ha sido el patrón en otras revoluciones.
¿Por qué es tan importante el centralismo democrático? Si quieres ir de Londres a Birmingham
necesitas un bus y una conductora. No necesitas discusión democrática, porque se ha seguido la ruta
antes. El problema es que la transición del capitalismo al socialismo es algo que nadie ha
experimentado antes. No sabemos los problemas que aparecerán durante el camino y qué tendrá que
hacer el partido para hacer avanzar la lucha.
Si no lo sabes, sólo hay una manera de aprender: estando enraizado en la clase trabajadora y
aprendiendo de la clase. Todo lo que esté conectado a nuestra lucha debe ser puesto a prueba,
simplemente porque no conocemos las respuestas adecuadas. Si la emancipación de la clase
trabajadora es acto de la misma clase trabajadora, la clase trabajadora nos enseñará con sus propias
experiencias, y esto se debe reflejar en los debates que se tengan en el partido y dar forma a la
estrategia resultante.
Para una revolución de la clase trabajadora necesitas una democracia profunda. Y la revolución
consiste en que la clase trabajadora se convierta en la clase dominante, en crear el sistema más
democrático de la historia. A diferencia del capitalismo, donde cada cinco años eliges a alguien que
te represente falsamente (porque están completamente en las manos del capital), aquí sería una
historia completamente diferente. Bajo el capitalismo eliges a los diputados, pero no a los jefes. No
elegimos a los oficiales del ejército ni a los jueces. En un estado de las trabajadoras todo está bajo el
control de las trabajadoras. Todo está en manos de las trabajadoras. Es la forma más extrema de
democracia. Por lo tanto, dentro del partido revolucionario debe haber un debate democrático que
refleje la experiencia de las camaradas, que son parte de la clase trabajadora.
Si todo esto es cierto, ¿por qué necesitamos centralismo? En primer lugar, la experiencia es
desigual. Las trabajadoras tienen experiencias diferentes. Debemos juntar toda esta experiencia.
Incluso en el partido revolucionario los miembros están influidos por presiones diferentes. Están
influidos por la imagen general y por la sección de las trabajadoras a la que pertenecen. Como
escribí en 1968, “Marx argumentó que dado que la ideología que prevalece bajo el capitalismo es la
ideología de la clase dirigente, las políticas revolucionarias no reflejan las ideas actuales de la
clase”.
Debemos tener una imagen clara del estado de la consciencia de clase, pero el papel del partido es
superar la experiencia parcial. Necesitamos centralizar toda esa experiencia. Además necesitamos
centralismo porque la clase dominante está altamente centralizada. Si no tenemos el mismo poder
organizativo que nuestro enemigo nunca podremos ganar. Nunca he sido un pacifista. Si alguien me
ataca con un palo debo tener un palo más grande. No creo que una cita de El Capital de Marx pare a
un perro rabioso que me ataca. El poder de nuestra organización debe ser simétrico al de nuestros
enemigos. Es esto lo que no puedo entender de las anarquistas cuando me dicen que después de una
revolución debemos abolir inmediatamente el estado. Los capitalistas tendrán un estado en algún
sitio. ¿Cómo mantienes el poder de las trabajadoras frente a una oposición capitalista organizada sin
un estado revolucionario de las trabajadoras?
El centralismo democrático por lo tanto implica el debate y la discusión más libres sobre cómo
llevar adelante las luchas basándonos en una estimación de las posibilidades del momento,
combinado con llevar a la práctica las decisiones tomadas de forma centralizada. Entre conferencias
el Comité Central es responsable del liderazgo. En partidos burgueses el liderazgo extrañamente
rinde cuentas por sus acciones. Los diputados no pueden ser revocados entre elecciones. Los
gobiernos esconden sus fallos detrás de “la economía mundial” o “poderes económicos más allá de
nuestro control”. Ellos dependen de la pasividad de las personas afiliadas a su partido, que están allí
sólo para sondear en época de elecciones o dar ovaciones. El Comité Central del SWP rinde cuentas
de su línea política cada semana a través de las páginas del Socialist Worker. Debido a que somos
una organización de activistas, si el Comité Central toma una posición equivocada respecto a un
tema las camaradas nos lo harán saber pronto. Cada semana las camaradas saben qué defendemos
respecto a los temas centrales del momento.
Si la democracia es esencial para asimilar la experiencia de la lucha, el centralismo y la disciplina
son necesarios para liderar y hacer avanzar la lucha. La cohesión de la organización permite al
partido actuar, tomar iniciativas, dar dirección a la acción de masas. Un partido que no tiene
confianza en sí mismo no puede ganar la confianza de las masas. Un partido revolucionario no
puede existir sin un liderazgo fuerte, con el poder de actuar rápidamente y dar dirección a las
actividades de los miembros. Un partido es una organización centralizada que lidera una lucha
determinada por el poder. Como tal requiere disciplina de hierro a la hora de actuar.

Condiciones favorables para el crecimiento


La derrota electoral de los Tories 3 en 1974 supuso la culminación de un gran avance de la clase
trabajadora. Respecto a nuestras aspiraciones sobre la International Socialist, volvían a ser muy
altas. Los últimos años habían sido muy buenos para la organización; de 880 afiliadas en 1970
pasamos a 3.310 en el 74. La composición social de las personas afiliadas también cambió
radicalmente. En el 70 la International Socialist estaba compuesta principalmente por estudiantes y
personas trabajadoras de cuello alto, con pocas trabajadoras manuales. Los y las estudiantes jugaron
un papel importante vendiendo el periódico en las fábricas y hablando con las trabajadoras.
Lenin escribió que en un partido revolucionario no hay tropa: todas somos líderes. A diferencia de
los partidos reformistas, donde la dirección ve a sus militantes como ovejas a las que conducir
pasivamente, el partido revolucionario busca que la clase trabajadora actúe en su propio interés y
esto significa intervenir en debates sobre “qué hacer” a todos los niveles. Por lo tanto no puedes ser
una líder si estás únicamente atada a la vida interna del partido. Es una cuestión de cómo la
organización se relaciona con aquellos que no son miembros de la misma. Es una prueba de
liderazgo.
Muchas veces he discutido con camaradas y han estado en contra de lo que decía, pero después
media hora más tarde podía escuchar a las mismas camaradas repitiendo mis argumentos. Esto
muestra tanto la fricción como el acuerdo que se necesita para liderar en una situación práctica. El
liderazgo es un diálogo y no hay diálogo con la gente con la que estás de acuerdo al 100%. El
liderazgo es debatir con gente con la que estás un 50% de acuerdo y a través del debate ser capaz de
aumentar el nivel a un 60% o más.
[El periódico] Socialist Worker jugó un rol crucial en este crecimiento. En septiembre de 1968 se
convirtió en un periódico semanal. Tenía cuatro páginas y tenía una apariencia muy descuidada. Lo
vendían principalmente estudiantes en las puertas de las fábricas. Poco a poco el periódico fue
mejorando. Llegó a tener 16 páginas semanales en el 1972, y las ventas crecieron de 8.000
semanales en 1969 a 31.000 en 1974.

Notas
1. Cliff, T. 2000: A world to win. Life of a revolutionary. Londres: Bookmarks Publications Ltd.
2. Ibíd., “The turn to industry, students and the founding of Socialist Worker” y “Building in the
upturn”
3. Nombre que se le da a los conservadores en Gran Bretaña N. del T.

Lenin y el partido revoluionario


Entre muchas otras obras Tony Cliff escribió una biografía de Lenin. El Viejo Topo y Ediciones La
Hiedra han editado recientemente por primera vez en el Estado español el primer volumen de esta
biografía Lenin: la construcción del partido. Por Albert Portillo.
En las actuales circunstancias, desde la crisis del capitalismo en 2008, muy poca gente confía en la
autorregulación del capitalismo. En realidad, el haber entrado en un periodo contestatario
caracterizado por el estallido de revoluciones en regímenes autoritarios y la movilización de la clase
trabajadora en regímenes liberales, ha conducido a un cuestionamiento de las ideas liberales. Las
oleadas de huelgas y los movimientos sociales de protesta se enfrentan a unos problemas para los
cuales la experiencia histórica es de gran utilidad. Y dado que la historia de las ideas es la lucha de
las ideas, hay que vencer las ideas liberales que predominantes en nuestras sociedades, liberales,
recogiendo las ideas de los y las revolucionarias.
Aquí entra en acción la renovación de Lenin y sus ideas de organización del partido revolucionario,
puesto que hay muchos prejuicios acerca cómo ha de organizarse un partido revolucionario. Cliff
“rescata” las ideas de Lenin sobre la construcción del partido revolucionario de deificaciones
estalinistas e interpretaciones sectarias.
Las ideas esenciales sobre cómo organizar el partido se resumen en: la democracia interna del
partido y la adaptabilidad de éste a las circunstancias que se fuera encontrando. El Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (POSDR), fundado en 1898, viró de un modelo elitista y teórico basado
en círculos de estudio de los autores marxistas a una actividad más práctica, la agitación obrera;
esto es llevar las ideas socialistas a los y las trabajadoras y participar en sus luchas.
Hay que tener en cuenta que los círculos marxistas se encontraban en las décadas de 1880 y 1890
muy influenciados por el pensamiento y la actividad de los narodnik, revolucionarios que defendían
la acción terrorista para hacer la revolución. Así pues, una de las primeras tareas de Lenin consistió
en comprender la sociedad en que se hallaba para entender cuál era la acción revolucionaria más
conveniente. La conclusión a la que llegó Lenin fue que “la tarea clave de los marxistas es la de
impulsar y agudizar la lucha de clases del proletariado contra los capitalistas”. Criticó a los
narodnik por su concepción reaccionaria del socialismo, basado en ligar al campesinadoo a la tierra
y querer detener el desarrollo de los medios de producción. Gracias a su propio análisis vio que la
fuerza revolucionaria se encontraba en el proletariado aglutinado en las urbes industriales. Así, la
tarea de los marxistas consistía en organizar y concienciar el proletariado.
Para Lenin la cuestión de si el partido debía estar centralizado en la actividad de unos cuantos
militantes que fueran “revolucionarios profesionales” o extendido a toda la clase obrera dependía de
la situación política. La ilegalización del partido y la persecución de sus miembros por parte de la
policía zarista conducía al primer tipo de organización. Justamente uno de los mayores problemas
de los marxistas entre 1880 y 1890 fue la persecución policial de los círculos marxistas que surgían
espontáneamente. En cambio, con la legalización del partido y la Rrevolución de 1905 el partido
tenía que crecer por fuerza si quería respaldar la revolución. En 1905 Lenin vio la necesidad de
acrecentar las fuerzas del partido con obreras y obreros con ganas de luchar, que compensaran la
inactividad de los intelectuales.
Precisando un poco más, la organización revolucionaria debía devenir un partido de ámbito federal
que conectara los diversos círculos marxistas que habían ido surgiendo desde 1880. Tras el
congreso fundacional de 1898 Lenin observó que era preciso la creación de tal partido y el
engranaje del partido debía ser el periódico. El fin de toda organización revolucionaria debía, y debe
ser, la organización de la lucha local de las trabajadoras en una lucha global de clase. Además con la
unificación de todas las y los marxistas sería posible una división del trabajo que permitiría escribir
más folletos, repartirlos, crear unas pautas de activismo organizado, etc.
Dado que ya había ideas marxistas en 1900 diseminadas por toda Rusia, era esencial la articulación
de esas ideas en un programa de partido donde discutir táctica y estrategia. Para eso era clave la
publicación de un periódico que apareciera regularmente y fuera fruto de la colaboración de los
círculos locales. Parafraseando a Lenin: “el fin del periódico era el de dejar claro los puntos de vista
del partido respecto de todas las cuestiones políticas”. Con lo cual el partido podía sostener luchas
de modo coherente en la teoría y en la práctica.
Además, cómo señalan los compañeros Joel Sans y Andy Durgan en el prólogo del libro, con ello el
partido establecía una “relación entre los trabajadores y el partido [de] aprendizaje en dos
direcciones, con el partido actuando como la memoria de las lecciones de luchas pasadas al mismo
tiempo que aprendiendo y generalizando las buenas ideas de la clase trabajadora en el presente”. De
este modo, el partido debía vincularse estrechamente con la clase trabajadora con tal de garantizar
una verdadera organización democrática y de clase, y para los y las trabajadoraes el partido era un
importante espacio de concienciación y discusión teórica.
La genialidad del análisis de Lenin sobre la organización revolucionaria estriba en que éste
concebía el partido como un ente flexible capaz de concretar las demandas de la clase trabajadora
en luchas concretas (táctica), por ejemplo, luchas laborales como la reivindicación de la jornada de
ocho horas, pero sin perder de vista el objetivo final (estrategia), la consecución del socialismo.
Para Lenin la reivindicación y lucha por mejoras sectoriales (como las laborales) tenían un alto
grado de atractivo para los y las obreras, quienes en el transcurso de la lucha se radicalizaban
queriendo llegar más lejos. Lenin, pero, consideraba necesaria una gran dosis de realismo, es decir,
de actividad teórica: la toma de conciencia del desarrollo de la lucha de clases en su momento
histórico concreto.
Como resultado de este análisis el partido consiguió arraigarse en la clase trabajadora, aprender de
la experiencia de 1905, sobrevivir a la persecución policial (¡esto es especialmente importante!) y
triunfar en la Rrevolución de 1917. Ya que, y citando a Cliff, “lo que de verdad importa no es qué se
adquiere, sino qué se hace con los elementos adquiridos”. La teoría revolucionaria debe
necesariamente complementarse con un activismo revolucionario a través de una organización de
este tipo.

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