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La Hiedra #2 Febrero 2012
Reproducimos aquí algunos fragmentos de la autobiografía política del revolucionario Tony
Cliff que alimentan el debate sobre la necesidad de la organización revolucionaria y la
autoemancipación de la clase trabajadora. Introducción por Toni Pizà.
Cliff fue un trotskista de origen palestino nacido en 1917 (un guiño del azar para una persona que
dedicó su fuerza a la confrontación con el capitalismo y al socialismo revolucionario) que pasó la
mayor parte de sus días en Gran Bretaña. Allí fundó el grupo Socialist Review Group, que acabó
convirtiéndose en International Socialists y posteriormente en el Socialist Workers Party (SWP).
El SWP es una organización revolucionaria que forma parte de la Corriente Socialismo
Internacional (IST en sus siglas inglesas), la corriente internacional en la que participa En lucha,
además de decenas de otras organizaciones alrededor del mundo y que comparten una misma visión
ideológica alrededor del socialismo desde abajo. Actualmente se trata de la mayor organización
revolucionaria de Gran Bretaña, con una fuerte implantación y un papel central en las luchas contra
la austeridad del gobierno de Cameron, así como en campañas como United Against Fascism (una
plataforma que combate el fascismo de organizaciones como la English Defence Leage y el British
National Party), Stop the War o People before profits, entre otras.
Una de las mayores aportaciones teóricas de Tony Cliff al marxismo fue la caracterización de clase
de la Rusia estalinista. La URSS no era un “estado obrero degenerado”, como argumentaba el
trotskismo ortodoxo, sino capitalismo de estado: no existía propiedad privada y la economía estaba
planificada, pero existía una nueva clase creada alrededor de la burocracia estalinista que controlaba
los medios de producción y que explotaba a la clase trabajadora. No había control obrero, y el
estado estaba en manos de la clase dirigente que lo usaba para explotar a la clase trabajadora con un
totalitarismo férreo, también en los centros de trabajo, y con la misma lógica de acumulación y de
imperialismo y enfrentamiento entre potencias capitalistas. Esta visión tenía consecuencias teóricas
y prácticas mucho más profundas de lo que podemos imaginar en la actualidad. Recuperaba en un
momento de debilidad teórica del marxismo el hilo rojo de la centralidad de la clase trabajadora y
su autoemancipación.
Otras contribuciones teóricas como la teoría de la economía armamentística permanente, que
explicaba el crecimiento económico de posguerra en los países avanzados, y la revolución
permanente desviada, para entender las dinámicas de las luchas de liberación nacional en el período
de descolonización, dieron forma a lo que posteriormente Cliff llamó “la troika”: una revisión de las
antiguas categorías teóricas del marxismo que no explicaban correctamente la realidad del
momento. Como decía el mismo Cliff, “el contenido siempre esta antes que la forma”.
Este articulo, “Construyendo en la subida”, es una traducción parcial del libro que escribió en 1999
como autobiografía política1. En él habla del crecimiento de la organización International Socialists,
antesala de lo que sería el SWP, entre los años 1968 y 1974. Hemos escogido estos extractos
(páginas 84-86, 98-104 y 114-116, que forman parte de los capítulos 4 y 5 2) por dos razones. En
primer lugar, porque muestran que ante una situación de luchas generalizada y de avance de la clase
trabajadora una organización revolucionaria pequeña, pero bien cohesionada, puede jugar un papel
crucial en los acontecimientos y crecer significativamente. Y en segundo lugar, porque Cliff
también usa como excusa este hilo conductor para ir dando pinceladas a diversos temas claves,
combinando en todo momento lo teórico con lo táctico, que vuelve a ser de rabiosa actualidad: el
papel de las estudiantes, el movimiento estudiantil y su relación con la clase trabajadora, el mayo
francés y el papel de las burocracias sindicales y la necesidad del partido revolucionario y el
centralismo democrático.
La situación subjetiva de finales de los 60 era muy diferente a la actual. La sensación de derrota
después de la Transición y estos 40 años de travesía por el desierto lastran la situación actual de la
clase trabajadora, tanto subjetivamente como organizativamente. Además, la losa del estalinismo
persigue a todas aquellas que se identifiquen con la tradición teórica del marxismo revolucionario, y
aún queda mucho por avanzar. Aún así, en los últimos tiempos hemos vivido luchas y revoluciones
alrededor del mundo que pueden cambiar esta situación objetiva, desde Tahrir a Oakland, pasando
por Atenas y Barcelona. Siguiendo la estela de Cliff, el peor error que podríamos cometer es usar
las experiencias pasadas como la verdad desvelada. Debemos ver las diferencias del contexto
político actual y el de aquel momento, y ser capaces de extraer lecciones de las experiencias
pasadas que nos sirvan como guía para la acción, constantemente poniendo en práctica estos
aprendizajes teóricos y remodelándolos.
Construyendo en la subida
Por Tony Cliff
Durante este período [los años 60] también vimos sentadas, huelgas y manifestaciones a nivel
universitario en todo el mundo: en Berkeley en 1964, Berlín en 1966-67 y en París en 1968. En
Tokio grandes cantidades de estudiantes participaron en las movilizaciones. Los estudiantes
británicos se involucraron en este movimiento en marzo del 1967, con una sentada en la London
School of Economics (LSE). 1968 fue un año de acontecimientos trascendentales. En enero, el
Frente de Liberación Nacional en Vietnam lanzó la ofensiva del Tet, con grandes victorias pese a la
superioridad militar de EEUU. En mayo Francia vivió la huelga general más grande de la historia,
con ocupaciones de fábricas, provocada por un movimiento estudiantil de masas.
Problemas de crecimiento
Siempre se debe luchar contra la inercia conservadora que plaga incluso a las organizaciones más
revolucionarias. Como he dicho, entre abril y octubre de 1968 la militancia de nuestra organización
creció de 400 a 1.000. Este crecimiento tan acelerado provocó una crisis seria en la organización.
Nos vimos obligados a hacer tres conferencias nacionales en 1968.
Había profundas divisiones por todos lados. Se habían afiliado centenares de estudiantes en los
meses anteriores y tenían ideas de todo tipo. Además los eventos de mayo [del 68] crearon una gran
creencia en la espontaneidad e ilusiones de posibilidades inmediatas de revolución.
Es cierto que el 20 de mayo empezó la mayor huelga general de la historia. Un millón de personas
se manifestaron en París. Pero los estalinistas franceses que controlaban las burocracias sindicales
no desaparecieron. Asustados de que los y las estudiantes revolucionarias se mezclaran con las
trabajadoras, insistieron en separar los dos grupos creando un cordón de 20.000 delegados
sindicales cogidos de los brazos para separarlos. Diez millones de trabajadoras fueron a la huelga,
pero los comités de huelga no eran elegidos. Eran designados por las burocracias de los sindicatos.
Es cierto que millones de trabajadoras ocuparon las fábricas, pero desde el inicio de las
ocupaciones, la burocracia sindical insistió en que solo una pequeña minoría de las trabajadoras
permaneciera en las fábricas mientras a la mayoría se la enviaba a casa. Si las personas trabajadoras
se hubieran quedado en la ocupación, la huelga hubiera sido activa. Ahora era pasiva.
Desgraciadamente no existía una organización revolucionaria grande que hubiera podido superar la
burocracia. En Rusia, en marzo del 1917 el Partido Bolchevique tenía 23.600 miembros y creció
hasta 250.000 en agosto del mismo año. La clase trabajadora industrial francesa era
significativamente mayor que la clase trabajadora rusa de 1917. Si hubiera existido una
organización revolucionaria de decenas de miles de personas, podría haber argumentado que los
bloques de trabajadores y trabajadoras en la manifestación no debían ir separados de las estudiantes.
Podría haber propuesto elecciones democráticas de los comités de huelga y convencido a millones
de ocupar las fabricas para permanecer dentro, creando una fuerza colectiva mucho mayor de la que
esas mismas trabajadoras tenían cuando eran una suma de individualidades. Por desgracia, el
número total de revolucionarias en Francia podía ser contado por centenares.
Por lo tanto, el gobierno rápidamente hizo que los sindicatos aceptaran un compromiso con la
patronal sobre un incremento de sueldos. Se acabó la ocupación de las fábricas, se desconvocó la
huelga y se preparó el terreno para el retorno del presidente, el general de Gaulle. Cuando se
ocuparon las fábricas, de Gaulle estaba tan desmoralizado que voló fuera del país para refugiarse
con las tropas francesas en Alemania Occidental. Pero ahora volvía para mandar de nuevo. El 30 de
mayo hubo una manifestación de derechas de medio millón de personas en París. La policía
recuperó las emisoras de televisión y radio, echó a las trabajadoras que aún estaban ocupando, atacó
cualquier manifestación que quisiera seguir la lucha e incluso mató a dos trabajadores y un
estudiante. Durante el potencial revolucionario del 68, que podía haber llegado lejos, la lucha paró
antes de vencer una y otra vez. Y éste ha sido el patrón en otras revoluciones.
¿Por qué es tan importante el centralismo democrático? Si quieres ir de Londres a Birmingham
necesitas un bus y una conductora. No necesitas discusión democrática, porque se ha seguido la ruta
antes. El problema es que la transición del capitalismo al socialismo es algo que nadie ha
experimentado antes. No sabemos los problemas que aparecerán durante el camino y qué tendrá que
hacer el partido para hacer avanzar la lucha.
Si no lo sabes, sólo hay una manera de aprender: estando enraizado en la clase trabajadora y
aprendiendo de la clase. Todo lo que esté conectado a nuestra lucha debe ser puesto a prueba,
simplemente porque no conocemos las respuestas adecuadas. Si la emancipación de la clase
trabajadora es acto de la misma clase trabajadora, la clase trabajadora nos enseñará con sus propias
experiencias, y esto se debe reflejar en los debates que se tengan en el partido y dar forma a la
estrategia resultante.
Para una revolución de la clase trabajadora necesitas una democracia profunda. Y la revolución
consiste en que la clase trabajadora se convierta en la clase dominante, en crear el sistema más
democrático de la historia. A diferencia del capitalismo, donde cada cinco años eliges a alguien que
te represente falsamente (porque están completamente en las manos del capital), aquí sería una
historia completamente diferente. Bajo el capitalismo eliges a los diputados, pero no a los jefes. No
elegimos a los oficiales del ejército ni a los jueces. En un estado de las trabajadoras todo está bajo el
control de las trabajadoras. Todo está en manos de las trabajadoras. Es la forma más extrema de
democracia. Por lo tanto, dentro del partido revolucionario debe haber un debate democrático que
refleje la experiencia de las camaradas, que son parte de la clase trabajadora.
Si todo esto es cierto, ¿por qué necesitamos centralismo? En primer lugar, la experiencia es
desigual. Las trabajadoras tienen experiencias diferentes. Debemos juntar toda esta experiencia.
Incluso en el partido revolucionario los miembros están influidos por presiones diferentes. Están
influidos por la imagen general y por la sección de las trabajadoras a la que pertenecen. Como
escribí en 1968, “Marx argumentó que dado que la ideología que prevalece bajo el capitalismo es la
ideología de la clase dirigente, las políticas revolucionarias no reflejan las ideas actuales de la
clase”.
Debemos tener una imagen clara del estado de la consciencia de clase, pero el papel del partido es
superar la experiencia parcial. Necesitamos centralizar toda esa experiencia. Además necesitamos
centralismo porque la clase dominante está altamente centralizada. Si no tenemos el mismo poder
organizativo que nuestro enemigo nunca podremos ganar. Nunca he sido un pacifista. Si alguien me
ataca con un palo debo tener un palo más grande. No creo que una cita de El Capital de Marx pare a
un perro rabioso que me ataca. El poder de nuestra organización debe ser simétrico al de nuestros
enemigos. Es esto lo que no puedo entender de las anarquistas cuando me dicen que después de una
revolución debemos abolir inmediatamente el estado. Los capitalistas tendrán un estado en algún
sitio. ¿Cómo mantienes el poder de las trabajadoras frente a una oposición capitalista organizada sin
un estado revolucionario de las trabajadoras?
El centralismo democrático por lo tanto implica el debate y la discusión más libres sobre cómo
llevar adelante las luchas basándonos en una estimación de las posibilidades del momento,
combinado con llevar a la práctica las decisiones tomadas de forma centralizada. Entre conferencias
el Comité Central es responsable del liderazgo. En partidos burgueses el liderazgo extrañamente
rinde cuentas por sus acciones. Los diputados no pueden ser revocados entre elecciones. Los
gobiernos esconden sus fallos detrás de “la economía mundial” o “poderes económicos más allá de
nuestro control”. Ellos dependen de la pasividad de las personas afiliadas a su partido, que están allí
sólo para sondear en época de elecciones o dar ovaciones. El Comité Central del SWP rinde cuentas
de su línea política cada semana a través de las páginas del Socialist Worker. Debido a que somos
una organización de activistas, si el Comité Central toma una posición equivocada respecto a un
tema las camaradas nos lo harán saber pronto. Cada semana las camaradas saben qué defendemos
respecto a los temas centrales del momento.
Si la democracia es esencial para asimilar la experiencia de la lucha, el centralismo y la disciplina
son necesarios para liderar y hacer avanzar la lucha. La cohesión de la organización permite al
partido actuar, tomar iniciativas, dar dirección a la acción de masas. Un partido que no tiene
confianza en sí mismo no puede ganar la confianza de las masas. Un partido revolucionario no
puede existir sin un liderazgo fuerte, con el poder de actuar rápidamente y dar dirección a las
actividades de los miembros. Un partido es una organización centralizada que lidera una lucha
determinada por el poder. Como tal requiere disciplina de hierro a la hora de actuar.
Notas
1. Cliff, T. 2000: A world to win. Life of a revolutionary. Londres: Bookmarks Publications Ltd.
2. Ibíd., “The turn to industry, students and the founding of Socialist Worker” y “Building in the
upturn”
3. Nombre que se le da a los conservadores en Gran Bretaña N. del T.