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Libertad interior:

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.


Mateo 5:4
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en
todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la
consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de
la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así
abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación”. 2 corintios
1:3-5
 En estos versículos sobresale la palabra “consolación” en
griego “paraklesis”.
 Se acostumbra a pensar en esta palabra como una droga que
calma el dolor, pero en realidad el sentido bíblico es fortalecer el
hombre interior.
¿Qué hacemos cuando somos lastimados, decepcionados o
cuando experimentamos algún dolor?
 Muchos problemas que afrontamos duelen tanto que producen
hasta dolor físico y lo escondemos evitando que otros lo vean,
 nos metemos en una coraza para no permitir que nuevamente
nos hagan daño.
Más que suavizar la herida, la consolación nos fortalece y nos
ayuda a soportar hasta superar nuestra aflicción.
 El Señor dice que son bienaventurados los que lloran porque
ellos serán consolados o fortalecidos.
 Él no quiere que nos encerremos en nuestro dolor, sino que lo
vaciemos delante de Él para ser liberados y sanados.
 Cuando hacemos lo contrario y no queremos que otros vean
nuestra aflicción, quizás estamos mostrando a esas personas
que nos hicieron daño que tienen poder sobre nosotros,
 por eso enterramos nuestro sufrimiento en el fondo de nuestro
corazón.
 El dolor hay que procesarlo para poder deshacernos de Él,
 de ahí que el Señor nos dice en su Palabra en Mateo 11:28
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os
haré descansar”.
 Sólo Jesús trae paz y alivio a nuestra alma como dice el Salmo
94:19 “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus
consolaciones alegraban mi alma”.
Ahora bien, el que ha recibido consuelo de parte de Dios tiene la
responsabilidad de compartirlo con otros para consolarlos.
 El que no ha experimentado la aflicción, la enfermedad, el abuso
o cualquier dificultad puede no estar capacitado para consolar a
otros, o al menos entender su situación.
 Cuando hablamos desde nuestra experiencia entonces los
demás estarán dispuestos a recibir lo que les ofrecemos y nos
convertimos en el conducto del consuelo de Dios.
 Recordemos que para consolar a veces solo se necesita un
abrazo, unas simples palabras, un gesto de amor, solo escuchar
o cualquier expresión que valen mucho cuando comunican
empatía y consuelo genuino.

«Señor Jesús, cuando no escondo mi dolor, sino que abro mi corazón


delante de ti para entregártelo y derramar toda mi aflicción en tu
presencia, sé que sanas mis heridas y vences mi aflicción. No quiero
mantener las apariencias de una vida feliz mientras me consumo
interiormente, sino experimentar el gozo y la libertad que traes a mi
corazón cuando me consuelas y me das nuevas fuerzas para seguir
adelante, sólo así podré ayudar a otros a través de mi experiencia.
Amén.»

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