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Enseñar fue para Jesús el cometido central de su vida pública, pero la predicación

de Jesús era muy distinta a la de los otros maestros y esto hacía que la gente se
extrañara y se admirara. Su palabra era siempre profunda, inquietante,
radicalmente nueva, definitiva.

Al mismo tiempo que le vemos enseñando, también lo contemplamos cerca de las


gentes haciéndoles el bien con curaciones de enfermedades, con expulsiones de
demonios, entre otros. La cosa más grande del hablar de Jesucristo era el
compaginar la autoridad divina con la más increíble sencillez humana. Autoridad y
sencillez eran posibles en Jesús gracias al conocimiento que tenía del Padre y su
relación de amorosa obediencia con Él

Es esta relación con el Padre lo que explica la armonía única entre la grandeza y
la humildad. La autoridad de su hablar no se ajustaba a los parámetros humanos;
no había competencia, ni intereses personales o afán de lucirse. No hubo en sus
labios ni la alabanza personal, ni la altivez, ni gritos. Jesucristo personifica
humildad, dulzura, comprensión, paz, serenidad, misericordia, verdad, luz,
justicia... estas virtudes rodeaban la autoridad de sus enseñanzas.

Al entender la grandeza de Jesucristo, podemos vislumbrar la magnitud de todo lo


que abarca su sacrificio y comprender el propósito de su muerte y resurrección,
Tener un ejemplo a seguir como Jesucristo es importante porque nos reta a ser
cada día mejores. Estamos viviendo tiempos difíciles, en los que la ciencia y la
tecnología aumentan a un ritmo nunca antes visto. En cuestión de segundos los
jóvenes podemos tener acceso a la violencia, pornografía, música mundana,
decadencia social y todo tipo de información corrompida que se ofrece por medio
de la televisión, internet, telefonía celular, entre otros.

Todo esto, cautiva el interés de los jóvenes, su amor, su corazón, llenando de esta
forma todo su ser de tinieblas. De allí necesidad que los jóvenes nos demos
cuenta de que Dios nos ama, que Dios quiere que los jóvenes le pidamos
sabiduría para conducirnos en este mundo sin contaminarnos. Imitemos el ejemplo
de Jesús seamos compasivos, seamos accesibles, oremos con frecuencia,
perdonemos a otros, sirvamos a Dios con todo nuestro corazón.

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