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La importancia de la cortesía y los buenos modales

La importancia de la cortesía y los buenos modales


La importancia de la cortesía y los buenos modales

LA CORTESÍA Y LOS BUENOS MODALES SON MÁS QUE UNA SEÑAL DE CLASE Y
EDUCACIÓN: SEGÚN LOS EXPERTOS, ÉSTOS TIENEN UN EFECTO POSITIVO EN LA
SALUD, EL TRABAJO Y LA FAMILIA

Sostienes la puerta para dejar pasar a esa persona… y pasa a tu lado sin una palabra de
agradecimiento; tratas de disfrutar del cine, el teatro o el ballet… y el constante timbre de
los teléfonos celulares te arruina la noche; la luz del semáforo cambia a verde… y si no
pisas el acelerador en menos de dos segundos, los otros choferes te tocan la bocina o te
gritan improperios; vas a cenar a un restaurante y, en la mesa de enfrente, una persona
?elegantemente vestida, por cierto? usa un palillo para limpiarse los dientes en público;
llevas a tus hijos pequeños al cine a ver una película infantil, y los personajes dicen puras
groserías. Y todos ríen la «gracia».

Vistos por separado, estos incidentes parecen no tener mucha importancia en el gran
esquema de la vida, sobre todo en un mundo plagado por la guerra y las necesidades de
tantas personas. Pero… ¿de veras son tan inofensivos? En el film Broadcast News, una
comedia con William Hurt y Holly Hunter, filmada en 1987, uno de los personajes plantea
esta interesante pregunta: «¿Qué sucedería si el diablo no fuera un ser horrible, que inspire
terror, sino todo lo contrario: si fuera una persona atractiva y encantadora, que lo único que
logra es que, poco a poco, sin darnos cuenta, bajemos nuestros estándares…?

En estos momentos, muchas personas dicen tener la respuesta a esa pregunta. De acuerdo
con una encuesta dada a conocer en la cadena de televisión CNN, el 79 por ciento de los
entrevistados opinó que en la actualidad la falta de cortesía, la ausencia de modales y el
comportamiento desconsiderado de muchas personas es un problema muy serio; uno que
no se limita a esas personas que han borrado de su vocabulario las palabras «por favor» y
«gracias», ni a aquellas que no saben qué tenedor usar en la mesa. Este abarca desde el
uso y abuso del teléfono celular en sitios públicos, hasta la falta de etiqueta en Internet.

De hecho, muchos expresan verdadera alarma ante la creciente ola de falta de modales en
la sociedad actual.

«Es una epidemia que amenaza con acabar con lo que queda de la civilización», opina Lynn
Truss, la autora de Talk to the Hand, un libro que explora este tema. Y ella no está sola. P.
M. Forni, el autor de Choosing Civility, una obra en la que explica «las 20 reglas del
comportamiento considerado», estas faltas de cortesía y actos de rudeza «van minándonos.
Poco a poco… se suman a la carga de estrés y de fatiga que todos llevamos».

La cortesía, la consideración y el tacto han sido llamados «el aceite que lubrica la gran
maquinaria social» que nos permite funcionar en relativa paz y armonía. Y con razón. Si
todos simplemente actuáramos sin tomar en cuenta de qué manera nuestras acciones
afectan a quienes nos rodean, el solo hecho de salir a la calle a comprar el pan podría
sentirse como un acto de agresión: los más fuertes tomarían nuestro puesto en la fila del
supermercado; los impacientes nos empujarían para quitarnos de su camino, el indiferente
nos cerraría la puerta en la cara, y muchos quizás harían actos muy personales, y muy
privados, en público.

«Los buenos modales -decir ‘por favor’ y ‘gracias’, bajar la voz cuando interferimos con la
tranquilidad o la concentración de otro, poner la basura en su lugar- demuestran un interés
en el bienestar de nuestra comunidad y en la salud del planeta en el que vivimos», opina
Forni.

Por el contrario, cuando una sociedad abandona los buenos modales, el efecto acumulativo
de estas agresiones aumenta el estrés y afecta el bienestar total de la persona: la salud, las
relaciones y la paz mental. Incluso se ha probado que la rudeza, la vulgaridad y la falta de
cortesía en el trabajo afectan la productividad. En un estudio llevado a cabo entre 800
participantes, más de la mitad admitió que después de un contratiempo debido a la
vulgaridad o desconsideración de un compañero de trabajo, perdieron tiempo pensando en
el incidente, y eso no es todo: un 20 por ciento admitió que dejó de esforzarse en su trabajo.

«Los empleados descargan la frustración en la empresa», señaló Christine Pearson,


profesora de la Universidad de Carolina del Norte, en los Estados Unidos, que llevó a cabo
esta investigación.

¿Qué está pasando?

De acuerdo con los analistas sociales, este «relajamiento» en los modales puede deberse a
la confluencia de varios factores:

* En muchas familias los padres trabajan o están ausentes gran parte del tiempo durante los
años formativos de sus hijos. Esto deja la educación social de los pequeños en manos de
personas que, muchas veces, no les inculcan los modales básicos. Muchos crecen
literalmente con la televisión como niñera.

* En un afán por hacer reír o por atraer al público más joven, muchas películas, programas y
canciones van por el denominador común más bajo. Con la repetición constante, estos
tienen el poder de ir acostumbrando a la persona. Prueba de ello es Roxana, la mamá de
Roberto, de 7 años. Ella se pregunta: «¿Cómo puedo inculcarle buenos modales a mi hijo,
si cuando lo llevo a ver el film Shrek, el personaje de la Princesa, que es la heroína de la
trama, eructa en la mesa?». Si multiplicamos esto por todos los programas de radio y TV,
avisos comerciales, canciones y películas que recurren a la grosería y la vulgaridad,
comprendemos mejor de dónde surge el problema.

* El culto a las celebridades es un arma de doble filo. Cuando las estrellas sirven para
inspirar, la influencia que tienen en la sociedad es positiva. Pero cuando los ídolos se
comportan vulgarmente, ese comportamiento llega a convertirse en la norma. Actualmente,
muchas personas abandonen esos gestos de cortesía que toman tiempo o esfuerzo, pero
que, de nuevo, «lubrican la maquinaria social»: contestar una llamada telefónica, enviar una
nota dando las gracias por un regalo o por una invitación, dejar las cosas en el lugar donde
las tomaron, apagar el teléfono celular en el cine y el restaurante, etc.

«Esto es, en parte, culpa de Internet. Nos hemos acostumbrado a lidiar con una pantalla, no
con una persona», señala Truss. «Ya ni siquiera nos disculpamos cuando actuamos mal,
porque nadie es capaz de admitir que cometió un error».

Al rescate de los valores perdidos

Para vivir en armonía y sin estrés, tener mejores relaciones, funcionar mejor en el trabajo y
disfrutar más de la vida, es esencial desenvolvernos en un mundo donde imperen el respeto
y la consideración. Para rescatar estos valores en peligro de extinción, los expertos
aconsejan:

* Conviértete en una «guerrera por la buena educación». Sé impecable en tus modales.


Esto quiere decir que -siempre, sin excepción- sigas las reglas sociales básicas. Como
sostener la puerta para que pase otra persona, responder a una invitación, contestar el
saludo, realizar todo aseo personal en privado (desde limpiarse las uñas hasta usar el hilo
dental), hablar en voz baja para no molestar a otros, no decir malas palabras, ceder el paso,
dirigirse a toda persona -no solamente a las mayores- con respeto, etc.

* Si tienes hijos o estás en contacto con los jóvenes, enséñales con tu ejemplo. En los
Estados Unidos, muchos padres han optado por inscribir a sus hijos en cursos de etiqueta y
modales, para que aprendan las reglas de buena educación.

* En la medida de lo posible, evita los programas o eventos que celebren la vulgaridad.


Recuerda que la repetición constante llega a convertir un comportamiento vulgar y ordinario
en algo que llegamos a ver como «normal».

* Cuando enfrentes una nueva situación social, si tienes dudas sobre cómo comportarte,
actúa con consideración. Al final, esa es la base de los buenos modales.

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PUBLICADO POR:
Vanidades
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