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Milis y Ricardo, para quienes toda compra genera automáticamente una venta
y viceversa. A diferencia del trueque, donde efectivamente toda compra es a
la vez venta, M-M, mercancía por mercancía, el ciclo de circulación de la mer-
cancía es más complejo: primero el productor vende su mercancía por dinero,
de pués utiliza ese dinero para comprar nuevas mercancías. El ciclo, por con-
iguiente es ahora M-D-M, mercancía-dinero-mercancía. La descomposición
de la vieja operación de trueque en dos operaciones de cambio abre la posibili-
dad de que se lleve a cabo la una pero no lo otra. El dinero puede cambiarse
en cualquier momento por cualquier mercancía existente en el mercado, pero
no toda las mercancías pueden realizar e iempre en dinero. Dicho de otro
modo, la operación D-M no entraña ninguna dificultad, pero la operación M-
D puede entrañarlas todas, interrumpiendo entonces el proce o de producción
afectado. Esto ocurre constantemente de manera puntual en el mercado, pero
e tos desajustes puntuales e re uelven por la vía del crédito. Cuando, por el
contrario, ocurre en cadena o ma ivamente, se desencadena una crisis comer-
cial, una cri is de realización del plusvalor. «La circulación derriba las barre-
ra temporales, locales e individuales opue ta al intercambio de productos,
y lo hace precisamente porque escinde, en la anlftesis de venta y compra, la
identidad directa existente aquÍ entre enajenar el producto del trabajo propio
y adquirir el producto del trabajo ajeno. El hecho de que los procesos que se
contraponen autónomamente configuren una unidad interna, significa asimis-
mo que su unidad interna e mueve en medio de antltesis externas. Si la auto-
nomización externa de a pectos que en lo interno no son autónomo , y no lo
son porque e complementan uno a otro, e prolonga hasta cierto punto, la
unidad interna se abre paso violentamente, se impone por medio de una crisis .
La antítesis inmanente a la mercancía - valor de u o y valor, trabajo privado
que a la vez tiene que pre entar e como trabajo directamente social, trabajo
específico y concreto que al mismo tiempo cuenta únicamente como trabajo
general y abstracto, personificación de la ca a y cosificación de las personas- ,
e a contradicción inmanente, adopta sus formas más evolucionada de movi-
miento en las antítesis de la metamorfosis mercantil. Estas forma entrañan
la posibilidad, pero únicamente la posibilidad, de la cri i . Para que dicha po-
sibilidad se desarolle, convirtiéndose en realidad, e requiere todo un conjunto
de condiciones que aún no existen, en modo alguno, en el plano de la circula-
ción imple de mercancía .» (Marx, 1975a: 1, 138-9). La misma idea puede en-
contrar e de arrollada en detalle en la Teorfas del plusvalor (Marx, 1974: n,
31-41).
E a simbio i de unidad interna y antítesis externas es para Marx la contra-
dicción. No podemos extendernos más aquí en el tratamiento general de este
tema. Si nos hemos permitido una cita tan larga y aparentemente tan ajena
para aclarar el concepto marxiano de contradicción, ha ido para ju tificar lo
que proponemo a continuación. La contradicción entre capital y trabajo no
e otra cosa que la alienación del trabajo. En el proceso de producción capita-
li ta, el re ultado del trabajo del obrero se convierte en una potencia extraña
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que se le opone y le domina: el capital (¿hay que explicar que el capital es pro-
ducido por el trabajo del obrero?). a potencias productivas del trabajo -el
trabajo asociado, la facultad de conservar el valor de la maquinaria y los ma-
teriales, la facultad de crear valor de nuevo cuño, la división del trabajo, la
ciencia y la técnica, las máquinas, etc.- cobran una vida separada y alienada:
se convierten en capital, se manifiestan como potencias del capita1. El capital
es la alienación -o reificación, enajenación, extrañamiento, si e prefiere otro
término- del trabajo. Su personificación, la burguesía, es la privación del tra-
bajador. El burgués e lo que el trabajador deja de er. Las tan mentadas con-
tradiccione entre capital y trabajo, burguesía y proletariado, apropiación pri-
vada y producción social, universalidad de la producción y unilateralidad del
trabajo, relaciones de producción y fuerzas productivas no son más que la mis-
ma y única contradicción entre el trabajo y su producto alienado -el produc-
to de u alienación-, o dicho más brevemente, la contradicción del trabajo
alienado, vi ta desde distintas per pectiva .
en una venta y una compra independientes, Marx afirmaba que ahí residía la
posibilidad de las crisis. De la misma manera, opinamos que en la alienación
del trabajo, en la objetivación y reificación de las potencias alienadas del tra-
bajo, e tá de nuevo la posibilidad de la crisis, es decir, de la crisis revoluciona-
ria. La diferencia entre un caso y otro estriba en el distinto papel de la activi-
dad humana, consciente. En el caso de la crisis comercial, es precisamente la
falta de conciencia de los actores -cada uno decide comprar o vender de acuer-
do con sus propios intereses o inclinacione - lo que permite el de arrollo de
la contradicción y, en última in tancia, conduce al restablecimiento violento
de la unidad perdida. En el ca o de la crisis revolucionaria, es también la falta
de conciencia de los actores -vale decir la falta de una ingeniería social
adecuada-lo que permite el desarrollo de la contradicción, pero el restableci-
miento de la unidad del trabajo, o sea la upresión de la alienación del trabajo
- de las relaciones ociales en que e manifie ta: capital, trabajo a alariado,
división del trabajo, etc.- , ólo puede ser producto de la actividad humana
con cientc. No n vano la cri i comercial re tablece el funcionamiento nor-
mal del capitalismo, mientras la crisis revolucionaria tiene por objeto su
upresión.
una formulación tan vaga no parece ir má lejos de la idea de que las contra-
diccione del capitalismo todo lo salpican -hasta el AlE familiar. o hay que
olvidar, por lo demás, que A1thusser siempre se ha di tinguido especialmente
por no entender ni palabra de la teoría de la alienación.
Con Baudelot y Establet se puede ir más allá del juicio de intenciones, puesto
que son mucho más explícito . Para estos dos autores, la contradicción princi-
pal se sitúa fuera de la escuela, pero, siendo ésta un instrumento en manos
de una de las partes en liza, se manifiesta en el interior en forma de imposición
y de resistencias. «La contradicción principal existe brutalmente fuera del co-
legio bajo la forma de una lucha que enfrenta a la burgue ía con el proletaria-
do ( ... ) Como aparato ideológico del Estado, la escuela es un instrumento de
é te en la lucha ideológica de da e , en donde dicho Estado burgués persigue
objetivos exteriores a la e cuela (es un instrumento destinado a eso fines) . La
lucha ideológica librada por el Estado burgués en la e cuela apunta a la ideo-
log{a deL proletariado que existe fuera de la e cuela en la masas obreras y us
organizaciones. La ideología del proletariado no se presenta en persona den-
tro de la escuela ino solamente bajo la forma de algunos de su efectos que
e pre entan como resistencias: sin embargo, y aún a través de e a resisten-
cia , se apunta contra ella, en el horizonte, con las práctica de inculcación
ideológica, burguesa y pequeño-burguesa.» (1976: 249).
Baudelot y Establet acuerdan, pues, y de buen grado, un espacio a la re is-
tencja en la e cuela. Ello mi mos dedican un capítulo a la formas, el alcance
y la significación de esta resistencia: de de el interés selectivo por las materias
impartidas ha ta la revuelta salvaje y el vandalismo, pa ando por la rudeza,
la voluntad de autosegregación, la contestación a los profesore , el rechazo
de la terminología escolar, el ruido, el desorden, etc. (1976: 155-72). Emplean-
do ahora el término contradicción en el sentido más laxo po ible, debemos de-
cir que le otorgan un lugar dentro de la escuela, pero en absoluto en la relación
e cuela-sociedad (salvo en tanto que instrumento de la lucha de clase ideoló-
gica). No parece existir siquiera la posibilidad de desajuste entre lo que la e -
cuela produce y lo que el modo de producción requiere de ella, entre la educa-
ción yel empleo, etc. Aparentemente, la e cuela llena adecuadamente lo puestos
vacante en la estructura social.
Bowles y Gintis presentan precisamente el aspecto contrario. Nada parece
impedir el perfecto funcionamiento interno de la escuela en u papel reproduc-
tor. Naturalmente, se sobreentiende que la escuela no consigue lo mi mo de
todos los alumnos y estudiantes, pero ólo nos enteramos de ello porque no
todos son igualmente recompensado con títulos y nota , de donde puede in-
ducirse que no todos presentaban lo rasgos no cognitivos adecuados. El prin-
cipio de correspondencia, como tal, no deja mucho espacio para la contradic-
ciÓn. Simplemente, como la economía y el sistema educativo tienen lógicas in-
ternas diferentes, el carácter más dinámico de la primera produce periódica-
mente desajustes que tienen que ser cubiertos mediante procesos darwinianos
de acomodación o como resultado de luchas sociale que invariablemente ga-
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cuidado de los niños, y las que para los trabajadores varones se derivan del
hecho de que las mujeres desempeñen lo empleos a alariados peor pagado ,
menos prestigiosos, má ine table , etc. Pero no son sólo los varones, como
individuos o colectivamente, quienes e benefician de esto. También e benefi-
cian la relacione de producción capitalistas, el capital, la reproducción mate-
rial e ideológica del sistema social. En primer lugar, gracias a la familia pa-
triarcal el capital obtiene que la reproducción material -e ideológica, como
veremos enseguida- de la fuerza de trabajo se lleve a cabo a costa de un tra-
bajo -el trabajo domé tico- impagado y, en la medida en que es indirecta-
mente pagado a travé del alario del varón, retribuido por debajo de su valor.
En segundo lugar, con ervando la institución familiar y autoritaria y genera-
dora de sumi ión ideológica, el capital deja la socialización primaria de la in-
fancia en manos, en general, más seguras que la fábrica, la calle e incluso la
e cuela -piénsese en el sentido de la defensa del «derecho de lo padre a ele-
gir la educación de su hijos»- y obtiene una re erva importante de voto fe-
menino con ervador que le protege de los riesgo del ufragio univer al. En
tercer lugar, relegando a las mujeres trabajadoras y sosteniendo lo privilegio
relativo de los trabajadores varones, el capital fuerza la configuración de una
clase obrera dividida y con una conciencia egmentaria y corporativa. Se po-
dría desarrollar más esto, pero estos tres argumento son suficientes para ver
cómo el patriarcado y la di criminación exual sirven a los intereses de la pro-
ducción capitalista, es decir, de la producción de plusvalor.
El último argumento relativo a la división sexual se aplica también a las
discriminacione étnicas. Sea cual sea el pasado de é tas (prejuicios religio os,
choque culturales, e clavitud moderna, colonialismo, ... ) y ean cuales ean
la ventajas materiales y en cuanto al logro de una identidad gratificante que
lo trabajadore de la etnia dominante extraigan de ella, irve a la divi ión,
estratificación, jerarquización e ideologización de la cla e obrera.
En determinada circun tancias, la ¡tu ación de las mujeres o de las etnias
oprimida como tales puede ser mucho más grave y más injusta -con arreglo
a ideale de igualdad y libertad que son ya patrimonio irrenunciable de la hu-
manidad que la explotación del trabajador por el capitalista -la mujer en al-
guna culturas i lámicas, o los judíos bajo el nazismo, por ejemplo-. Pero
no por ello con tituyen contradicciones en el entido marxiano del término.
No hay nada en ella parecido a la unidad rota, pero no borrada y que tiende
a re tablecer e violentamente, del trabajo bajo el capitalismo. Si nos fijamo
en el caso de la mujer, cuya opresión dura ya siglo, y aunque no han faltado
formas de resi tencia que la historia escrita por los varones e ha encargado
de silenciar, es obvio que nunca tal opre ión ha producido una confrontación
de la regularidad y la intensidad de la que se de arrolla entre el trabajo y el
capital. E ta opinión, por upue to, e di cutible y puede que repelente para
la conciencia feminista, pero espero que se me conceda que no es una simple
expre ión de exi mo o de menosprecio de la historia y la lucha de las mujeres.
De hecho, lo mismo podríamos decir de la lucha de los siervos feudale contra
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ESTRUC- Re ulta uando menos irónico que el marxi mo, cuyo propósito último era
TURA mostrar la po ibilidad y nece idad de -y las vías para- la tran formación
y ACTIVI- de las estructura sociales, la abolición de las relaciones de producción capita-
DAD listas, pueda er acusado de haber dado lugar a teorías de la reproducción que
HUMA A excluyen o minimizan el papel de la actividad humana. No es un secreto que
Marx calificó al principio su nueva concepción de la sociedad y de la hi toria
como «humani no», «nuevo humanismo» o «humanismo revolucionario»
(Marx, 1977). En otro lugar hemos argumentado que, aunque pese al estructu-
ralismo puro y duro, e ta denominación conviene perfectamente al luego lla-
mado materialismo histórico y, eguramente, fue más tarde abandonada por
Marx por la mismas razone que le llevarían también a rechazar el término
«socialista» en el Manifiesto y en otros lugares: los vocablos tienen una histo-
ria propia, y éstos circulaban demasiado por los salone burgueses y servían
para designar concepcione muy diferentes, la inmensa mayoría meramente fi-
lantrópicas (Fernández Enguita, 1982, 1984). Marx construyó u teoría no só-
lo en oposición al idealismo, ino igualmente en oposición al materialismo me-
canicista tan extendido en la filosofía progre iva y en el movimiento reforma-
dor de la época. El adver ario no era tanto el materiali mo mecanicista en sen-
tido e tricto, al estilo de La Mettrie o de Laplace, como su versión ocio-política,
encarnada mejor que nadie por Helvecio. Fue Helvecio y no Marx, quien ima-
ginó uno eres humanos perfecta, e trecha y eficazmente moldeados por las
«in titucione », e decir, por la estructura social (Helvecio, 1795; Fernández
Enguita, 1984a, b). y fue Marx, precisamente, quien respondió certeramente
en la tercera tesis sobre Feuerbach: «La teoría materiali ta del cambio de las
circunstancias y la educación olvida que las circunstancias la hacen cambiar
lo hombres y que el educador necesita, a su vez, ser educado. Tiene, pues,
que di tinguir en la ociedad dos partes, una de las cuales se halla situada enci-
ma de ella.» (Marx, 1970: 666).
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32 GUITA
Michael W , Apple
omo Marx era afi ionado c..:·\ , (da realidad no se pavonea con un le- LA TRADl-
trero», 'to es especialmente in' 1 tUJlte ~ 11 educación, ya que lo que lo. cole- CION
gio~ hact:J1 y lo que son Dl' es ,ovil) ' r; t. la forma inmediata, Es justamente DOMINANTE
el sentido dI" lo que la inst itu;;¡ " IC .. l:,' K:lfivas hacen y son lo que suministra-
ra el foco de mi algum I1ladór. · u.
Para empezar, in emb11go ' 1 1'~.¡ lamos recordar que la educación supo-
n,- una práctica que fil) , I ~O t j, ,, ni el> I á orientada hacia la investigación ente-
f<l n'nte. E ta e de be.::no ¡ n ~ d ~u fuerzas principales, porque no sólo debe-
!T10S mlentar l1tender cóml) la ee caC'0n está o no más amplia, sino que debe-
mi'. · ambién actuar . obre ella . . 'arr· inaré el rápido crecimiento del reciente
trabajo de Clrientación mafhi fa wbrt. la educación, y aunque esto significa
qu l0s intemos concretos, 1amo él 1 (\r;' como en el pasado, por hacer, digamos,
una educaci6n política y feminls t n0 serán tratados en extensión , no significa
que no crea que son excepci(lnallTlen te importantes,
La mayor parte del rec\.:nte trabajo marxista en educación se centra en tres
cue. tiones: 1) el u.::bate sobre el fllncionalismo y el reduccionismo económico
1) sobre lo que se ha llamado la cuestión de la base y la superestructura; 2) las
discusione~ estrechamente afm t~ entre estructuralistas y culturalistas en edu-
ca..:ion (parecidas a las di 'cusilJne~ e Thompson y WiIliams contra Althu -
'er); y 3) las discusione acerca del reduccionismo de clase, con una gran canti-
dad de trabajo nuevo buscando integrar juntos los análisis marxistas y los
feministas,
La principal piedra de toque contra la que se mide la mayor parte del tra-
bajo es la importante, pero con t do imperfecta, investigación de Bowles
Una ver ión de e la previa ponencia fue presentada en la Marx 's Centenary LeclUre Series .
Universidad de Wisconsin, Madison. 7 dl' abril de 1983 . Está basada en un tratamiento más am-
olio en M, Apple, Education and Power. Londres: Routledge and Kegan Paul, 1982 ,
34 MICHAEL W. APPLE
EDUCACION y SOCIEDAD
Revista interdisciplinar de la educación
Publicación trimestral
4
INDICE
MARIA o FER ÁND Z NGUITA: ¿E tan fiero e; león como lo pintan? Re-
producción, contradicción, e tructura y actividad humana en la educación . . 5
MICHAEL W. APPLE: El marxi mo y el e tudio reciente de la educación . . 33
CARLO OR LA: Producción cooperativa y en eñanza técnica en el Paí
Vasco: El caso de la escuela profesional politécnica de Mondragón ........ 53
GEOFF WHITIY: El legado laborista y la respuesta del thatcheri mo . .. . . 65
MARI A SUBIRATS: iños y niñas en la escuela: Una exploración de los có-
digos de género actuales ... ..... . .. .. , . . . .. , ......... , .. ,.. .. ... .. . . . 91
JULIO ALMEIDA: La e cuela española como caverna singular . , ... . . . , . . 101
RITA M. RADL PHILLIP Y MIGUEL A. SA TOS REGO: En torno a lo código
sociolingüí tico de 8a il Rern tein ................ , .. . . . . , . . . . . . .. ... . . 113
ARCHIVO
BA IL B R TEI: Cla e ocial, lenguaje y socialización ... .. .. . . . . . . . . 129
W. LABOV: La lógica del inglés no standard ... , . . . ....... .. . ... . . .. . 147
REV1SlO
1 IDORO ALONSO HI NOJAL: La nueva sociología de la educación, la vieja y
la de iempre ........ . . , ............ . ............... .. .. , . . . . . . . . . . . . 171
LIBROS
J AN DELVAL : Crecer y pen ar (Cé ar ColI Salvador).
MAS IMO PIATIELLI PA MARINI: Teorías del lenguaje, teorías del aprendizaje
(Violeta Demonte).
J u Lóp Z ROM ÁN: Tendencia actuale en psicología de la educación (Elena
Martín) .
LucIA LAZOTII FONTA A: Comunicación visual y escuela. Aspectos p icopeda-
gógico del lenguaje vi ual (Agustín García Matilla).
J ULIO VAR LA: Modo de educación en la E paña de la contrarreforma (pilar
Pa10p Jonquére ).
JOAQuf GARClA CARRA CO : La ciencia de la educación. Pedagogos ¿para qué?
(Pilar Palop Jonquéres) .. . .. . ..... .. . . .. , ..... ' . . ,.. .. ... . . . . .. . . .. .. 197