19/4/2019 Así funciona el negocio del sexo en Cartagena | El Heraldo

Así funciona el negocio del

sexo en Cartagena
POR: REDACCIÓN ELHERALDO.CO

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BARRANQUILLA | 21 de Abril de 2012 - 22:08

Wilfred Arias"El
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El negocio del sexo está regado por toda la ciudad. No existe una zona específica para buscar
sexo o complacer los sueños más locos. Desde los lugares más exclusivos del Centro Histórico

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hasta los menos lujosos, los servicios sexuales se ofrecen con novedosas campañas de
mercadeo y promoción que van desde simples tarjetas de presentación hasta anuncios de
grandes fiestas con mujeres despampanantes que están dispuestas a pasar una rumba loca con
los clientes y rematarla en una piscina llena de lujuria.

Desde la década de los 80, cuando el alcalde Juan Arango decidió acabar con la Zona de
Tolerancia de Tesca, en el suroriente de la ciudad, los cabarets se regaron por distintos sectores y
barrios de la capital de Bolívar.

Los dos más famosos eran los de Magnolia y Rocío, el primero ubicado detrás del estadio de
béisbol, en la avenida Venado Flórez y el segundo en una casa de paredes rosadas ubicada en el
tradicional barrio Bruselas, lugar donde aún permanece activo de forma muy discreta y al cual
llegan, en especial, los turistas que arriban en cruceros.

Para la época, asegura una prostituta retirada, de 55 años, y que pide que la llamen Julia a secas,
el negocio del sexo funcionaba como una multinacional, pues todos los dueños de cabarets del
país se conocían entre sí y mantenía una relación comercial de intercambio de personal.

“Yo llegué de Pereira con un lote de mujeres que trabajábamos allá en Risaralda, pero antes
pasamos por Bogotá y Barranquilla. Así funcionaba el negocio, cada seis u ocho meses nos
trasladaban…para ese entonces era raro la costeña que se dedicara a eso…”, recuerda Julia.

Así funcionan. El modo operativo de los cabarets no ha cambiado desde entonces. Según Javier
Miranda*, quien administra un club nocturno donde se ofrecen servicios sexuales, cada seis
meses los negocios están rotando su personal para evitar que sus clientes se aburran.

“Este fin de semana me llegó un lote completo de chicas de Pereira, Medellín y Barranquilla, el cual
intercambiamos por el que teníamos. Aquí la cosa no tienen mucha ciencia, ellas pagan por sus
habitaciones en el negocio y un porcentaje de la tarifa que cobren, que mínimo es de unos $150
mil pesos y hasta $400 mil la hora si se trata de un extranjero”, explica Miranda en su negocio del
barrio El Bosque.

En lugares como el que administra Miranda, se ofrecen todo tipo de servicios y fiestas de
entretenimiento. Este fin de semana, por ejemplo, uno de esos sitios realizó dos rumbas a las que
bautizó como las Sexy White Party o Fiesta Blanca.

En ellas, las prostitutas usaban vestidos blancos ajustados a cuerpos torneados por quirófanos y
gimnasios. De cada vestido se desprendían alas de ángeles. Entre las 8 p.m. y las 6 a.m., clientes
locales y foráneos llenaron el sitio y consumieron más de 50 botellas de whisky que se terminaron
de consumir en una piscina llena de mujeres prácticamente desnudas.

La promoción de este tipo de eventos comienza los viernes. Por el Centro Histórico grupos de
muchachos son contratados para que repartan flyers o folletos a partir de las 6 p.m. en los lugares
cercanos a oficinas y de mayor afluencia de turistas. En los parqueaderos dejan pegados los
folletos, en los parabrisas y las ventanas del conductor del vehículo.

Cada anuncio tiene la información del evento, la hora, el lugar y el tipo de rumba de acuerdo con la
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época del año, tal es así que para las próximas semanas se están preparando fiestas
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con relación al Festival Vallenato.

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El Amparo de las putas. En Cartagena las autoridades no llevan una estadística exacta de cuántos
prostíbulos existen. La mayoría están constituidos como clubes nocturnos privados, los cuales
cambian con frecuencia de nombre, ya sea por problemas legales o porque el dueño decidió
vendérselo a otra persona que le quiere dar un nuevo aire. Sin embargo, en un recorrido hecho por
EL HERALDO, se contaron unos 18.

“Unas 115 chicas tiene el club con mayor personal, el resto tiene un promedio de 30”, asegura
Ximena Castellar*, quien administra una vecindad para trabajadoras sexuales de uno de los
burdeles o clubes nocturnos del sector de El Amparo. Allí, existen cerca de diez establecimientos
que conforman casi una manzana donde se ofrecen mujeres de todos los colores y regiones.

Martha Rodríguez* tiene 23 años y lleva cuatro trabajando como prostituta. En Barranquilla, su
ciudad natal, nadie de su familia sabe de qué vive. Es más, ni siquiera tienen idea de que está
viviendo a una hora de distancia. La hacen en Bogotá trabajando en una cadena de
supermercados.

“Tengo dos meses aquí. Estuve por Bogotá y los Llanos trabajando en este mundo secreto en el
que vivimos las putas. Ingresé a él porque no encontré otra opción”, dice.

Una profesión de secretos. En el bar donde trabaja Martha y sus compañeras, contrario a lo que
pasa en otros clubes, las prostitutas no viven en el mismo establecimiento sino en una casa
cercana al sector. Allí no pagan arriendo, pero sí la alimentación o convivencia, como llaman las
meretrices la cuota semanal de $70 mil que tienen que darle al dueño por los tres platos de
comida.

Para Martha, lo sucedido con una ‘dama de compañía’ y un agente del Servicio Secreto de Estados
Unidos es una situación normal que puede ocurrir unas tres veces al año, pues muchos clientes a
veces se quieren hacer los locos con el dinero pactado.

“Claro que ese agente secreto, al igual que cualquier otro cliente, le pudo contar cosas de su
trabajo, pero claro está, aquí el cuento es si la nena sabía hablar inglés o no”, comentó Milena, otra
meretriz.

Dos semanas atrás, cuatro hombres le pidieron que tuviera sexo con todos al mismo tiempo, pero
ella se negó. “Soy muy nueva en esto y aun no me veo haciendo ese tipo de trabajos”, dice la joven
de 19 años. El servicio terminó haciéndolo Martha, quien aceptó, pero con la condición de que
cada hombre pagara $150 mil pesos.

*Nombre cambiado

PLAZA DE LOS COCHES

Solo para extranjeros. Muy lejos del sector de El Amparo, a unos 12 kilómetros se mueve otro tipo
de negocio, que si bien ofrece servicios sexuales, su público objetivo son los extranjeros. En medio
de turistas, cartageneros y comerciantes callejeros, mujeres de cuerpos firmes, con faldas muy
cortas, sobresalen en la Plaza de Los Coches, detrás de la Torre del Reloj. Caminan de manera
sensual y fuman cigarrillo mientras observan a sus potenciales clientes. En ese lugar está el bar
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que
tiene en jaque al Servicio Secreto.

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