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7 Nº3 (2008)
Title: The ways to know the students about the Vision and the Color:
synthesis of results.
Introducción
El conocimiento científico y el conocimiento intuitivo, proponen dos formas
sustancialmente distintas de “ver” e interpretar el mundo. Estas diferencias
estarían relacionadas no sólo con la componente conceptual (y con ello con el
modelo explicativo, la idea, la concepción usada en uno u otro contexto), sino
también con la ontología y epistemología características de ambas maneras de
conocer. Serían justamente estos principios ontológicos, epistemológicos y
conceptuales los que guiarían de forma implícita, la manera en que se
interpretan los fenómenos y el modo de razonar que se activan al elaborar una
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Metodología de la investigación
Con el grupo de alumnos a quién se dirigió la propuesta de enseñanza antes
descrita, se llevó a cabo un trabajo de investigación longitudinal y exploratorio.
Se realizó un seguimiento continuo del modo de conocer de estos estudiantes
durante seis años de su instrucción formal (tres de educación primaria y tres
de educación secundaria).
Se realizó un estudio de caso sobre un diseño cuasi-experimental (sin grupo
de control) de tipo pretest – postest (para cada intervención) y postest demora
(al finalizar la Educación Primaria y la Educación Secundaria Obligatoria).
Para realizar una descripción y caracterización del modo de conocer de los
alumnos, se realiza un análisis minucioso de sus respuestas escritas a las
problemáticas planteadas en las distintas instancias de recolección de datos.
Se evalúan las repuestas en términos de las variables (luz – objeto – sistema
visual) e interacciones (luz – objeto: absorción, reflexión; luz – sistema visual;
percepción) a las que los estudiantes atienden explícitamente en cada
momento. A partir de allí se confecciona para cada alumno un esquema
conceptual a fin de representar el modelo explicativo compartido. Dado que los
estudiantes no siempre utilizan en una tarea el mismo modo de conocer para
explicar los fenómenos, se considera que comparten aquel modelo que utilizan
en al menos el 60% de los problemas planteados.
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Resultados
Al analizar los resultados hallados a lo largo de todo el trabajo de
investigación se pudieron detectar los modelos explicativos que son usados por
los estudiantes con mayor frecuencia al explicar la visión y el color.
Respecto al proceso de la visión se observa que antes de comenzar la
instrucción, y en concordancia con lo hallado por otros autores como Driver,
Guesne y Tiberghien (1998) y Osborne y Black (1993), los estudiantes tienden
a explicar principalmente que: “Vemos porque tenemos ojos y miramos”
Es decir que utilizan un modo de razonar netamente monoconceptual, donde
la única variable que explícitamente se reconoce son los ojos y la necesidad de
que estén sanos, abiertos y mirando hacia el objeto.
Conforme avanzó la instrucción, se observó que los alumnos comenzaron a
reconocer explícitamente otra variable: la luz, a la cual se le atribuye un rol
específico en el proceso de ver: el de iluminar.
Así explicaron que: “Vemos porque miramos y la luz ilumina el objeto”.
Pero junto a este modo de explicar se observa otro, alternativo, donde la
función que se le otorga a la luz proveniente de la fuente, no es sólo la de
iluminar el objeto, sino la de ingresar al ojo del observador (Bravo, 2002). En
esta concepción entonces, la luz también cumple un rol primordial pero
incorrecto desde el saber de la ciencia. No obstante sería un modelo que
comenzaría a atender a la necesidad de que la radiación lumínica incida en el
ojo para poder ver, aunque todavía no se conciba que la misma debe provenir
del objeto y no de la fuente. Vale aclarar que cuando se detectó este modelo,
era compartido por un número muy bajo de alumnos, y además el mismo no
perduró a lo largo del tiempo. Se detectó en 5° año y luego prácticamente no
se lo volvió a observar como posible manera de explicar cómo vemos.
Una vez analizadas en clase las ideas de la ciencia, y con ello la interacción
luz – objetos (reflexión difusa y absorción) y la interacción luz – sistema visual
(percepción), comenzaron a aparecer modelos coherentes con los de la ciencia
escolar.
Así se observó que varios alumnos, a lo largo de la instrucción longitudinal
(lo que da cuenta de la “robustez” y permanencia de este modelo) explicaron
que: “Para ver, la luz debe incidir en el objeto y reflejarse” (Braunmüller,
Bravo y Rocha, 2003a; Braunmüller, Bravo y Rocha, 2003b).
Se reconocen desde este modelo las interacciones entre la luz y la materia
como causa de la percepción, en tanto se otorga un papel más pasivo al
sistema visual: el de mirar. Esta idea resulta coherente con la propuesta por la
ciencia escolar pero incompleta respecto de ella.
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fenómenos, como así también la superación del realismo ingenuo que conlleva
a asumir que “lo que no se percibe no se concibe”.
Pero el aprendizaje del saber de la ciencia en relación a la visión y en
relación al color, no implican la misma complejidad conceptual para quien
aprende. Resultaría mucho más difícil la comprensión del modelo que la ciencia
propone para interpretar la percepción del color, no sólo por el alto grado de
abstracción y complejidad que involucra, sino porque presenta múltiples
aspectos contra-intuitivos (más aún de los que presenta el modelo propuesto
para explicar la visión).
En tal sentido, desde el saber intuitivo se tiende a explicar que para ver
basta con que la luz ilumine el objeto y el observador dirija hacia él su mirada.
Se concibe que son los ojos los principales elementos involucrados en el
proceso de la visión, ya que “si no funcionan bien” no se verá nada (Bertelle y
otros, 1998). En un segundo plano se reconoce la importancia de la radiación
en tanto se concibe que es necesaria porque “sin luz no se ve con claridad” o
porque “los ojos solo captan la imagen de los objetos iluminados”. A los
objetos, en tanto, no se le atribuye otra función que la de “estar en el campo
visual del observador” (Bravo, 2002). Esto es, se concibe que son necesarios
porque si no estuviesen no habría nada que ver.
Esta concepción intuitiva se halla ontológica, epistemológica y
conceptualmente distante de la científica, desde la cual se explica, con
modelos abstractos, la interacción entre la luz y los objetos y entre la luz y el
sistema visual. Pero consideramos que el aspecto más contra- intuitivo de la
explicación que ésta propone radica en la estimulación del sistema visual por
parte de la luz reflejada por los objetos. Como se dijo, desde el saber cotidiano
se otorga a los ojos el rol de mirar, concibiéndose que basta con dirigir la
mirada hacia el objeto iluminado para poder verlo (Galili y Hazan, 2000;
Driver, Guesne y Tiberghien 1998; Selley, 1996). En tal sentido, los niños más
pequeños suelen asumir que “algo sale de los ojos para poder ver los objetos”.
Asumir que es la luz reflejada por los cuerpos iluminados la que debe incidir en
el sistema visual para estimularlo, es el aspecto cuya comprensión y
aceptación más dificultades presentaría. Menor grado de complejidad implicaría
la interacción que se da entre la luz y la materia, dado que la misma no iría en
contra de algo que intuitivamente se concebía sino que ampliaría la concepción
compartida desde el saber cotidiano. Esto es, desde este contexto el objeto no
cumple un rol específico, más que el de “estar” físicamente ante el observador.
La explicación científica ampliaría esta idea al atender a las interacciones y
procesos físicos que se producen entre él y la luz (fenómenos de absorción y
reflexión).
Pero en lo que respecta al proceso del color, no sólo es contra-intuitiva la
interacción luz – sistema visual, sino también lo es el rol y la importancia que
en uno y otro contexto (científico y cotidiano) se le asigna al objeto.
Así, desde el saber intuitivo es clara y terminante la función del cuerpo
observado: “contener el color”, ya que el mismo es una “propiedad de la
materia” (Salinas de Sandoval y Sandoval, 1996). Esta concepción no sólo está
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Referencias bibliográficas
Bertelle, A., Bravo, B., Iturralde, C., y Rocha, A. (2000). Enseñanza –
Aprendizaje de las Ciencias. Un compromiso compartido. Buenos Aires:
Consejo Editorial de la Universidad Nacional del Centro.
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