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La Función Trascendente en la transferencia psicoterapéutica1

John Acevedo2

Cada vez que intento escribir sobre un concepto es importante para mí, volver a los
diccionarios, a las etimologías, a las palabras que, aunque lingüísticamente arbitrarias, nos
remite a un significado muy profundo. La palabra "función" deriva del verbo latino fungere,
en inglés, to perform, que en español estaría asociado con el verbo el hacer, realizar y al
mismo tiempo con el interpretar, desempeñar y el actuar; en sentido lingüístico y
matemático, una acción relacional o relación entre dos o más elementos. Por otro lado
“Trascender” es un compuesto de dos palabras latinas, el prefijo trans, “más allá, a través”,
y el verbo escandere, “escalar”. De manera compuesta, el latín transcendere significa
“subir de un sitio otro”. Cuando algo "trasciende" va más allá o más allá de las cosas que
están abajo. Así, en una primera y mera asociación de palabras, la función trascendente, es
una acción que se realiza, se interpreta y que va más allá de lo que está abajo, de modo que
alcanza un nivel o una perspectiva superior y amplia de las cosas.

Jung usó una variedad de términos al referirse a la función trascendente: “la unión de los
opuestos”, “un evento total e integral”, “el objetivo de nuestro análisis del inconsciente”,
“Colaboración de datos conscientes e inconscientes”, una “transición a una nueva actitud”,
“una cualidad de contrarios unidos”, “la relación con el símbolo” y “una forma de lograr la
liberación por sus propios esfuerzos” (Mehrtens, 2015)

La función trascendente es ese estado de cooperación entre el pensamiento consciente y la


información del inconsciente, cuyo sentido es unir progresivamente los opuestos. Así pues,
esta función es tanto proceso y método que opera de manera espontánea en tanto es
“trascendente”, porque facilita la transición de una condición psíquica a otra mediante la

1
Una lectura reflexiva del texto “Die Transzendente Funktion” la función trascendente de C.G. Jung
(1916/1957)
2
Psicólogo, Universidad de Antioquia, 2017.
confrontación recíproca de los opuestos, en una actitud complementaria de lo inconsciente
a lo consciente (Jung, 1916/ 1957). (Ver ilustración 1 y 2)

Ilustración 1

Ilustración 2 (ver en movimiento: http://imgur.com/Pw5mxLk)

En el transcurso de la historia moderna, cargada del concepto de producción, hemos llegado


a pensar que lo realmente importante en nuestra cotidianidad es tener una mente consciente,
racional y dirigida que nos permita ser funcionales, cumpliendo a cabalidad que lo que se
supone que son nuestras responsabilidades, esta adquisición tardía de la concepción de
conciencia es importante, claro está, ya que nos permite adaptarnos a las condiciones
actuales, pero finalmente es unilateral y polarizada, lo que si bien nos permite sobrevivir
también nos aleja de una capacidad ética de elección y libertad frente a nuestros contenidos
inconscientes y al constante proceso de individuación.

En contraste los seres humanos más primitivos, quienes estaban en un contacto directo con
situaciones menos conscientes, podía navegar a través de las formas arquetípicas más puras,
así pues, en un estado de trascendencia, como un ser creador que toma el primer rol de
mago-artista bajo una modalidad ritual y propiciatoria (Hausser, 2004). La capacidad del
hombre de representar su vivencia desde sus instancias más primitivas ha transgredido la
convencionalidad del lenguaje, ampliando sus límites infinitamente, no solo con la
intendencia de recrear lo universal, sino al darle cabida a lo subjetivo (Debray, 1994).

Esta pérdida de contacto entre lo consciente y los datos inconscientes indudablemente


alejan al hombre del encuentro con su potencial completo, del proceso que conduce a una
transformación paulatina de la personalidad a estadios de mayor adaptación del individuo,
tanto a su realidad externa como a su realidad interna. Como resultado de este proceso, se
produce un «completamiento» del individuo, que lo aproxima con ello a la totalidad,
contribuyendo a hacerlo más libre (Hochheimer,1968).

Así pues, en el mundo civilizado y globalizado del hoy, ese mandato de un funcionamiento
centrado y dirigido, realiza una disociación del inconsciente, entrando en un campo
esquemático, estereotipado y siempre buscando reglas sobre las cuales conducir el camino,
lo que en muchas ocasiones, cuando el inconsciente emerge por alguna razón, lleva a la
activación de conflictos y complejos.

La invitación de la función trascendente está abierta para todos, sobre todo para los
psicoterapeutas, porque si bien, son los pacientes los llegan buscando respuestas, el
terapeuta debe estar en las condiciones también de permitirse este contacto constante y
continuo entre lo interno y lo externo, aduciendo a una supervisión permanente y a un
análisis de su propio material inconsciente que emerge en el contacto con el otro que está
en consulta.

En esta medida la construcción transferencial y contra transferencial a través de la función


trascendente debe ser revisada detalladamente, con claridad, espontaneidad y confianza,
donde el terapeuta tenga todos sus sentidos abiertos y una gran cantidad de material
imaginativo en su cabeza para establecer el dialogo con el otro, a la par que permite leerse y
ensoñarse en el proceso, sin las ataduras de los protocolos clásicos y distantes, siempre
reconociendo los límites y la condición interminable e inalcanzable de la “cura”, dando por
hecho que todo proceso es adaptativo, educativo y en gran medida transformador.

En esta ruta, Jung hace una distinción de cuatro fases por las que pasa un paciente en un
tratamiento analítico: confesión, explicación/esclarecimiento, educación y transformación
(Jung, 1935). En la confesión, por la que el analizado realiza una cierta catarsis de sus
afectos y emociones –concordante con los primeros momentos del psicoanálisis y las
psicoterapias experienciales–; explicación/esclarecimiento, aquí el analista realiza
interpretaciones del material reprimido por el sujeto y la forma en como estas se plasman a
través de la realidad trasferencial, con lo cual éste enriquece su consciencia con nuevos
significados relacionados con su deseo; educación, en la que hay una especie de
entrenamiento indirecto para que el paciente pueda continuar con su trabajo terapéutico de
manera independiente, donde el sujeto puede aprender de su experiencia y realizar una
buena adaptación social, siendo capaz de corregir los impulsos de poder por la influencia
terapéutica, liberándose al mismo tiempo de la dependencia y autoridad del terapeuta con la
mayor prontitud posible; y transformación, como elemento originariamente junguiano que
vincula la praxis terapéutica a una experiencia de sentido, es una cuarta etapa recomendada
y dirigida a personas que en palabras de Jung “pueden más que el hombre medio”(Jung,
1935:28-29)

En el proceso terapéutico a través de la función trascendente la actitud del terapeuta no


debe estar ligada al sufrimiento o a los problemas del momento sino a potenciar las
capacidades de sobreponerse a cualquier dificultad futura, es decir, no es educar ni
transformar por y para la razón, sino invitar a la adquisición de una actitud mental que
permita el puente y el flujo entre lo inconsciente que tarde o temprano tiende aparecer y los
contenidos de la dirección consciente, y como el paciente para sí mismo puede comunicarlo,
representarlo, resinificarlo y darle un sentido para su existencia como parte de su proceso
de individuación. Y es necesario repetirlo, el carácter trascendente nunca como una medida
metafísica o de neo-espiritualidad, sino como ese paso de transición de una actitud a otra,
de un contenido a otro, de manera orgánica sin pérdida de la información original del
inconsciente.

El juego transferencial es un arma de doble filo, ya que para el paciente incauto es una
promesa de renovación, lo cual debe aclararse para que el lazo de acompañamiento no sea
otro más de dependencia, en una falsa tensión de gurú del saber, o de maestro espiritual por
parte del terapeuta, porque no es una guía espiritual la que se busca, sino la elaboración de
las propias rutas psíquicas, de un conocimiento mínimo de la topografía del alma y de la
arquitectura del delgado y sombrío puente que une le profundo con la superficie.

De esta manera la función trascendente no procede sin un fin o un propósito, siempre


conduce a la revelación de lo esencial del hombre, es un proceso natural, espontáneo al que,
si bien se recomienda estar en un proceso avanzado de psicoterapia, puede darse de una
manera inesperada y sin haber pasado 10 años en el Tíbet. Esta función tiene un propósito y
es la realización, en todos los aspectos, sacar a la luz todos los aspectos escondidos y
producir y desplegar todo el potencial primario.

Ante esta revelación el arte es fundamental, y no simplemente el escénico o el plástico sino


todo aquel donde se pueda lograr un grado de espontaneidad y autenticidad: conversación,
escritura, cocina, etc. Y otras técnicas como la imaginación activa, la caja de arena, la
danza terapia, etc. Estas ayudas “artificiales” para canalizar la energía psíquica del
inconsciente deben usarse de manera responsable, ética e integral, sin pretender “pintar
mandalas para entretener al tiempo” sino ser conscientes plenamente de cómo llevar el
movimiento, la pincelada, la voz o las palabras a un punto en donde lo que realmente fluya
sea el contenido real del mar de lo inconsciente.

Finalmente rrespecto al papel activo de psicoterapeuta en tanto la trasferencia, se debe


hacer hincapié en la posición de escucha activame (no solo del oído, sino con todo el
cuerpo y los recursos internos) y ayudar al paciente a través del esclarecimiento, haciendo
que el paciente tome consciencia de sus complejos, de la energía y los datos del
inconsciente y del riesgo que implica ser invadido por ellos (Castillo, 2010). En este
proceso existe una transformación que no es unilateral, para Jung el proceso
psicoterapéutico es una labor difícil donde dos personalidades interactúan activamente:
terapeuta y paciente, otorgando una gran importancia al primero, siendo aún más valorada
que la misma técnica que use. Asimismo resalta la actitud abierta y comprometida que este
debe demostrar. (Jung, 1983) El terapeuta debe entregarse por completo, sin resguardos
técnicos, cara a cara, llevándolo a ser más participe del proceso y en algunos casos también
a ser susceptible de sufrir transformaciones tanto positivas como negativas.

Referencias Bibliográficas

Castillo, J. & Pastor, J. C. (2010) Psicología profunda. Pasado y presente de la práctica


analítica, Madrid, Manuscritos.

Debray, R. (1994). Vida y muerte de la imagen: Historia de la mirada en Occidente.


Barcelona: Ediciones Paidos.

Hauser, A. (2004). Historia social de la literatura y el arte. Barcelona: DeBolsillo.

Hochheimer, W. (1968). La psicoterapia de C. G.Jung. Barcelona: Editorial Herder.

Jung, C. G. (1935). La psique y sus problemas actuales. Santiago de Chile: Editorial Zig-
Zag.

Jung, C. G. (1983). La psicología de la transferencia. Barcelona: Editorial Padós.

Jung, C.G. (1916/ 1957) The Transcendent Function, en The Structure and Dynamics of the
Psyche (P. López Pavillard, Trad.). Collected Works 8. Princeton University Press.

Mehrtens, S. (2015, September 18). Jung on the Transcendent Function. Retrieved May 23,
2017, from http://jungiancenter.org/jung-on-the-transcendent-function/

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