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Ogbedí revela como comenzó el fraude y la trampa entre los hijos de las 200 divinidades .

Cuando la tierra estaba anegada en agua de la inundación que puso término a su primer
establecimiento, sus habitantes no tenían mucho que hacer Recurrieron al uso de redes
para pescar. Eshu pescaba con ellos, con su propia red. Las redes de los demás no
cogían ningún pez, mientras que la de Eshu siempre estaba llena de peces. Los demás
pensaban que el éxito de Eshu estaba en poner la boca de su red mirando boca abajo,
mientras que los otros ponían las bocas de las suyas hacia arriba. Decidieron seguir su
ejemplo, a pesar de todo la única red que llenaba era la de Eshu. Las divinidades estaban
indecisas a que hacer para deshacer el desafío de Eshu, se reunieron y lo convencieron
de que fuera al cielo a llevar un recado como estrategia para quitar a Eshu del camino.
Le dijeron que fuera a Ogun para que éste soltara los instrumentos nuevos para ellos
usarlos en la pesca. Entre los instrumentos estaban anzuelos, arpones y agujas gigantes.
Después de preparar su red, Eshu decidió ir al cielo. En cuanto puso el pié fuera de su
casa, ya estaba en el cielo. Cuando llegó a casa de Ogún, era de noche y su herrería no
estaba abierta aún, además Ogun se preparaba para un llamado al palacio divino de
Olodumare. Eshu le imploró que necesitaba los instrumentos. Ogún le dijo que esperara
a que regresara, como Eshu estaba presionado por el tiempo, decidió hacer que Ogún se
quedara para que hiciera los instrumentos. Los hijos de Ogún estaban comiendo y Eshu
observó que uno de ellos se ahogaba de hipo, mientras que niño luchaba por respirar.
Èşù fingió que se interesaba por sus sufrimientos, siendo por el contrario, la causa de su
problema. Èşù fue a la parte trasera de la casa de Ogun a arrancar algunas hojas, pero lo
que en verdad hizo fue desatar la soga con la que había amarrado misteriosamente el
esófago del niño. En un gesto de gratitud, Ogun pospuso su viaje al palacio y reunió su
equipo para producir los instrumentos que Eshu necesitaba. Ogún encendió su horno,
Eshu pestañeó con un ojo a la vista del fuego, todos los materiales que estaban sobre el
fuego se afilaron de acuerdo a los tamaños, diseños y cantidad requerida. Cuando Ogún
los sacó del horno, fue en busca de agua para enfriarlos, Eshu le dijo que no se
preocupara, el hizo parpadear otro ojo y los instrumentos comenzaron a brillar para
asombro de Ogun. Eshu recogió lo instrumentos y estiró un pié que lo transportó a la
tierra. Al llegar vio que las divinidades habían robado los peces de su red. El les
amonestó diciendo que se salvaran a ellos mismos, les dijo que el precio que pagarían,
era 30k. Todos los demás pagaron con placer la multa, menos Orúnmilá que se negó
categóricamente. Orúnmilá consultó su Ifá que le aconsejó que matara un chivo y que
friera la carne, guardándola en un atajo. Entre tanto Èşù concluyó sus preparativos para
regresar al cielo, donde se propuso acusar a Orúnmilá de robo. Orúnmilá frió la carne de
chivo y la guardo en el atajo del camino, escondiéndose cerca. El olor incitante llegó a
casa de Eshu el cual no pudo resistir, cuando vio la carne supo que Orúnmilá quería
tentarlo. Pasó por al lado de la carne sin tocarla. Cuando Orúnmilá vio a Eshu pasar de
largo, sopló su polvo de adivinación (iyefá) haciendo encantamiento. Eso hizo que el
olor de la carne pareciera más excitante. Eshu no pudo resistir y regresó al lugar para
comer la carne terminando con toda. Cuando rajaba el cráneo del chivo, Orúnmilá salió
de su escondite y le acusó de estar robando la carne que el preparó para banquete para
todas las divinidades. Con la acusación de robo a Eshu, no le quedó otra opción de
comprometerse en la acusación que había proferido anteriormente a Orúnmilá, porque el
también había robado en contravención a las leyes del cielo. Como parte del convenio
de paz entre Orúnmilá y Eshu, este último revocó la acusación y anunció que Orúnmila
se convertiría en ladrón y jefe. Èşù estuvo de acuerdo y acepto la proposición de
Orúnmila de permanecer al servicio de todas las divinidades, en especial de Orúnmillá,
con la condición que le dieran su macho cabrio de vez en cuando.

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