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Donoso
Beatriz Zaplana Bebia*
La Casa es el espacio sobre el que se sustenta el imaginario literario del chileno José
Donoso. El orden estructural de ésta y de lo que la circunda parte de un centro que hace
girar en torno sí un cúmulo de concentricidades espaciales e íntimas. Se presenta
inicialmente como una construcción que cumple una función básica: protección contra
los elementos y distribución del clan en la función básica de “habitar” 3. Aún así, no se
conforma únicamente desde una estructuración material del espacio, sino que representa
y envuelve las necesidades más humanas (protección, consuelo, recogimiento...) todo un
imaginario de la intimidad, cuyos valores integrantes se prefiguran en cada una de las
estancias, esquindades... conformándose así en ella los diferentes arquetipos,
jerarquizaciones de poder u orden en valores familiares y humanos.
Desde una visión antropológica, Nigel Barley expone el por qué de tal metaforización:
si el sueño se identifica con la muerte y la tumba es un lecho (en ocasiones un casa, un
panteón), por tal asociación también puede tratarse del cuerpo humano 8. La
identificación de los propios valores humanos y su proyección hacia este espacio
conducen a una inevitable caracterización. Cada estancia se identificará con los
habitantes, proyectando a su vez imágenes propias para dibujar los diferentes niveles
que conviven en concentricidad con su núcleo natural.
Los subespacios en los que se divide el interior, tienden a limitar cada lugar a una
determinada función fisiológica y emocional. Las habitaciones se clasifican en
definiciones de lo público y lo privado, del recogimiento íntimo y el no intrusismo de
elementos extraños. Cada apartado interior de la Casa se identifica con los propios
sentimientos humanos; el altillo (hacia el cual se sube) es la luz, la soledad. El sótano
por el contrario, se identifica con lo subterráneo, la oscuridad (se baja hacia él). Los
rincones son estadios intermedios, el rechazo a la realidad; la identificación con el
muro11: (...) estoy a salvo aquí dentro de esto de donde jamás he salido, dueño de esta
oquedad que me aloja perfectamente porque ella es mi dueña. Dicen que hay pasadizos
efímeros, patios inútiles, pasillos de largas perspectivas simuladas (...) habitaciones
repletas de ese silencio que jamás nadie ha interrumpido (...) alguien se agita en un
rincón afuera...12
Es el poder del orden familiar el que distribuye las estancias al resto de los habitantes.
Partiendo de los parentescos más fuertes, los cuales residirán en las estancias más
elevadas y escondidas (como modo de preservar la intimidad), la servidumbre (la
supuesta periferia del mundo doméstico)13 habitará los sótanos y los pasadizos, por ser
considerados un lugar relegado, apartado. Aspecto que no será del todo acertado, ya que
la Casa se sustenta sobre pilares y sótanos. La base del espacio material, lo que la
conforma desde la raíz de su construcción, está ocupada por ese estamento repudiado a
las lindes “marginales”. La estirpe de los “desposeídos” habita sus estancias claramente
delimitadas, conociendo los vericuetos escondidos tras las paredes: los secretos
rincones, las puertas falsas, dobles espejos, ventanas ciegas, sótanos o altillos 14. Todo
debe estar en su lugar adecuado, perfectamente jerarquizado: la casa reúne, distribuye
constantemente en todas y cada una de sus estancias, rincones y esquindades, a sus
integrantes con sus respectivas funciones dentro de tal orden.
Notas:
[1] José Donoso. Conjeturas sobre la memoria de mi tribu. Alfaguara. 1996. pp. 327,
328
[3] Las casas para hombres son una institución de tipo especial, peculiar de la
ordenación del clan (...) Su origen se relaciona con la caza, como forma fundamental
económica de la vida material, y con el totemismo como reflejo ideológico de ella (...)
las casas para hombres se distinguían justamente por su sorprendente tamaño: eran
enormes construcciones, adecuadas para la convivencia de todos los jóvenes solteros
del poblado. Vladimir Propp. Las raíces históricas del cuento. Editorial Fundamentos.
Madrid. 1974. pp. 162-164
[4] Gaston Bachelard. La Poética del Espacio. ED. Fondo de Cultura Económica .
Méjico. 1965. p. 10
[5] Desde el centro como punto de mayor reconcentración del sentido (luz), la
periferia (sombra) era concebida como borde de indefinición. Su alejamiento del medio
significaba la degradación simbólica de una pérdida de nitidez: de una caída hacia lo
irrepresentable. El Centro simboliza el paradigma de autoridad que la periferia debía
traducir respetando su valor de original. Nelly Richard. «Alteridad y descentramientos
culturales», Revista Chilena de Literatura, nº 42, 1993. p. 214.
[6] Cf. Antonio Campillo. Variaciones sobre la vida humana. Akal. 2001.
[8] Nigel Barley. Bailando sobre la tumba (Encuentros con la muerte). ED.
Anagrama. Barcelona. 1995. pp. 220,221
[9] Cf. C.G. Jung. Recuerdos, sueños y pensamientos. Seix Barral. 1999. pp. 264, 265-
267. Habla de la construcción del Torreón de Bollingen.
[10] Gabriel García Márquez. Cien años de soledad. Edición de Jacques Joset.
Cátedra. p. 186
[11] Cf. David Viñas. «Niños y Criados favoritos» en Literatura argentina y realidad
política. De Sarmiento a Cortázar. Buenos Aires. Ediciones Siglo XX. 1974.
[14] (...) Huele a fiera. ¿De qué infecta buhardilla donde por la noche recibe a los
criados, trae usted esos olores? ¡La buhardilla! ¡La habitación de las criadas! ¡El
desván!.... Jean Genet. Las criadas. Alianza Losada.1996. p. 25.
[17] José Promis Ojeda. «La desintegración del orden en las novelas de José Donoso»
en José Donoso. La destrucción de un mundo. Buenos Aires. Fernando García
Cambeiro. 1975. pp. 29, 30.