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Aunque no se conoce una filiación directa de los asesinos con las protestas,
no es difícil conectar el hecho con los planteos que el día anterior habían
levantado quienes ocuparon la legislatura estadual con rifles de asalto
reclamando el fin de la cuarentena y el rechazo a una prórroga de poderes de
emergencia para la gobernadora demócrata, Gretchen Whitmer. Los
manifestantes portaban carteles identificando a la gobernadora con Hitler, y
pidiendo “la horca para los tiranos”. Promovían que los negocios no
esenciales abrieran sus puertas desde el primero de mayo.
La Michigan Liberty Militia, que fue identificada como la fuerza detrás de las
acciones de unos centenares de miembros, es catalogada por el Southern
Poverty Law Center, un grupo de derechos humanos que se dedica a
mantener un registro de los grupos racistas y de extrema derecha que actúan
en EEUU, como parte de todo el movimiento de extrema derecha que abreva
en las teorías conspirativas, en el racismo y el antisemitismo y que son parte
del mundo de extrema derecha al cual Donald Trump apoya y del cual se ha
nutrido de funcionarios.
Michigan merece una especial atención de parte de Trump por ser uno de los
llamados “swing-states”, o sea que no tienen una fuerza política dominante
definida. Estos estados son cruciales para ganar los comicios nacionales.
Pero las elecciones presidenciales no son los únicos intereses detrás de
estos choques. La industria automotriz del país que tiene su centro en Detroit
(no por nada se lo conoce como Motortown, el pueblo-motor) y sus
alrededores fue cerrada por la iniciativa de sus trabajadores frente al avance
de los contagios. Dos docenas de trabajadores automotrices llegaron a morir
de coronavirus, incluidos 15 de la planta de Chrysler en Detroit.