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Reduccion Inter Teorica
Reduccion Inter Teorica
5. Reducción Interteórica.
Sergio Barberis
existe una segunda presentación, según la cual hay muchísimas más cosas en juego en
la cuestión de la reducción entre teorías.
Supongamos que estamos interesados, como filósofos (o como miembros de
una especie que se caracteriza por tener mentes curiosas e inquisitivas) en determinar
qué es lo que hay en el mundo. Llamemos, a aquellas clases de cosas que creemos que
hay en el mundo, nuestra ontología. Supongamos además que, como filósofos o como
personas razonablemente naturalistas, creemos que nuestra ontología debe estar
guiada, en gran medida, por los resultados de la investigación científica, esto es, por las
mejores teorías científicas disponibles hasta el momento. Desde esta perspectiva,
¿cuáles deberían ser nuestros compromisos ontológicos?
Si toda la ciencia fuera un sistema único conceptualmente homogéneo, la
respuesta a la última pregunta del párrafo anterior sería directa. Simplemente habría
que atender a las categorías básicas de dicho sistema para hallar allí nuestros
compromisos ontológicos. En otras palabras, las categorías básicas de dicho sistema
nos darían una lista exhaustiva de clases naturales; nos permitirían ‚cortar la naturaleza
por sus articulaciones‛. Sin embargo, la ciencia no es un único sistema
conceptualmente homogéneo, todo lo contrario: de manera evidente, existe una
proliferación de diferentes teorías para diferentes ámbitos de la experiencia – ámbitos
que van desde el comportamiento de las partículas subatómicas hasta el
comportamiento de los mercados internacionales – y cada una de estas teorías cuenta
con sus propias categorías básicas. Pero entonces, ¿cómo determinar cuáles deben ser
los compromisos ontológicos del naturalista razonable?
Una salida prometedora es la siguiente: aún cuando la ciencia no constituya un
sistema único, quizá todavía existan medios para domeñar la salvaje proliferación de
teorías y asegurar así, no ya la unicidad de la ciencia, sino la unidad de la ciencia. Uno
de esos medios, el principal, sería la reducción interteórica. Pues si las mejores teorías
disponibles acerca de los dominios de la experiencia más dispares pudieran
organizarse jerárquicamente en niveles, mediante relaciones de reducción interteórica,
hasta llegar a una única teoría en el nivel más básico, digamos la física de partículas,
entonces el naturalista razonable podría encontrar sus compromisos ontológicos en las
categorías básicas de la teoría final a la cual se reducen todas las otras teorías. A la tesis
según la cual todas las teorías científicas (pertenecientes, cada una de ellas, a niveles y
dominios diferentes) se reducen, paso a paso y de manera jerárquica, a una única teoría
física básica, se la llama reduccionismo. Puesto que se considera que la teoría reductora
final pertenece a alguna rama de la física, el reduccionismo en cuestión es siempre una
tesis que se adiciona al fisicalismo, esto es, a la tesis metafísica que sostiene que todo lo
que existe, o bien es físico, o bien superviene sobre lo físico. A la tesis según la cual
ciertas teorías no se dejan ubicar de manera sumisa en la jerarquía de reducciones sino
que conservan su autonomía, se la llama anti-reduccionismo. Las principales teorías
respecto de las cuales se han defendido posiciones anti-reduccionistas son aquellas
pertenecientes a ‚ciencias especiales‛ tales como la biología (Mayr 2004) y la psicología
(Putnam 1967; Fodor 1974). Las relaciones entre el anti-reduccionismo y la tesis
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fisicalista son bastante complejas, y si bien hay quienes ofrecen razones para
cuestionarlo, existe un consenso respecto de la compatibilidad entre ambas tesis.
Ahora bien, para presentar y discutir la tesis reduccionista (tanto a favor como
en contra), resulta indispensable contar una noción clara de reducción interteórica. De
otro modo, el debate filosófico entre reduccionistas y anti-reduccionistas, y por tanto el
debate respecto de la autonomía de determinadas teorías y disciplinas científicas,
resultaría espurio. Parece que el naturalista razonable, si pretende seguir siéndolo,
debe contar con una noción operativa de reducción entre teorías científicas que le
permita tomar partido respecto del reduccionismo y, en última instancia, como vimos,
respecto de la pregunta por lo que hay en el mundo. De esta manera, la cuestión de la
reducción adquiere, inesperadamente, un rol protagónico en un drama que excede
sobradamente el ámbito limitado de los problemas técnicos de la filosofía de la ciencia.
Hasta ahora expuse dos perspectivas o vías de acceso a la cuestión de la
reducción entre teorías científicas. Si el lector recorre la literatura filosófica sobre el
tema, encontrará que algunos autores ponen el acento en el aspecto epistemológico de
la cuestión, mientras que otros autores acentúan el aspecto ontológico o metafísico
vinculado al reduccionismo. Por supuesto, que se acentúe uno u otro aspecto depende
de los intereses del filósofo, y en este caso particular los intereses en cuestión no son
incompatibles, sino que resultan muchas veces complementarios.
Unas palabras acerca de la estructura de este capítulo. En el apartado 2, me
ocupo de introducir una primera elucidación de la relación de reducción interteórica,
propuesta por Kemeny y Oppenheim (1956), que resulta sumamente interesante en la
medida en que expresa ciertas intuiciones filosóficas acerca de la reducción que no han
sido del todo abandonadas por los filósofos de la ciencia contemporáneos (véase, por
ejemplo, el modelo de Schaffner 1993, cap. 11). Entre esas intuiciones, se cuenta la idea
de que, en una reducción, la teoría básica o reductora generalmente reproduce y
amplía los recursos predictivos y explicativos de la teoría reducida. En el tercer
apartado me ocupo de la ‚concepción est{ndar‛ de la reducción interteórica, tal como
se encuentra especificada en el modelo de Nagel (1961). Esta concepción, a su vez, pone
el acento en algunos aspectos de la reducción obliterados por la perspectiva
instrumentalista de Kemeny y Oppenheim. En particular, recupera la relevancia de los
vínculos semánticos entre los recursos conceptuales propios de la teoría reducida y
aquellos de la teoría de base, y también la centralidad de la deducibilidad de las leyes
de la primera a partir de las leyes de la segunda. En el tercer apartado, presento un
modelo alternativo a la concepción estándar, desarrollado por Hooker (1981) y
Churchland (1985), que evita los mayores inconvenientes de la propuesta de Nagel al
rezagar a un papel secundario las llamadas ‚leyes puente‛ entre los vocabularios de las
teorías que conforman los relata de una reducción. Por último, en el quinto apartado
ofrezco una breve panorámica del debate en filosofía de las ciencias respecto del
reduccionismo y la autonomía de las ciencias especiales.
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(1) TB tiene, entre sus términos básicos o primitivos, términos que no pertenecen
a TR;
(2) todos los datos de observación que la teoría TR puede explicar, son también
explicables por TB;
(3) la teoría TB tiene, al menos, tanto poder de sistematización como T R (aunque
no se exija, generalmente TB posee un poder de sistematización mayor que TR).
teoría y que no pueden ser explicadas por ella, sino que son ‚leyes prestadas‛ de otras
disciplinas y que se utilizan, por ejemplo, para describir las características de los
instrumentos de observación (Nagel 1961, p. 321).
El segundo ‚punto formal‛ establece que, si consideramos el conjunto de las
expresiones descriptivas propias (no ‚prestadas‛) de las teorías que constituyen los
relata de la reducción, este conjunto ha de poder dividirse en el subconjunto de las
‚expresiones de observación‛ o términos observacionales, que refieren a objetos, procesos
y propiedades observables, y las ‚expresiones teóricas‛ o términos teóricos, que son
aquellas utilizadas en los postulados teóricos fundamentales de la teoría y que, cabe
agregar, refieren a objetos, procesos y propiedades inobservables.
La tercera consideración formal que Nagel señala es que, generalmente, las
teorías involucradas en una reducción comparten un gran número de términos y de
enunciados, y que dichos términos y enunciados poseen los mismos significados en
ambas teorías, aún cuando estén asociados a distintos ‚procedimientos de elucidación‛
en cada una de ellas. Así, por ejemplo, la termodinámica utiliza términos tales como
volumen, presión y trabajo que coinciden en significado con esos mismos términos
utilizados en mecánica, aún cuando sus valores se determinen de manera diferente en
una u otra teoría (Nagel 1961, p. 323).
Con estas tres consideraciones formales ‚preliminares‛ en mente, Nagel pasa a
enunciar las dos condiciones formales de una reducción entre teorías científicas.
Nuevamente, introduciré algunas abreviaturas y términos técnicos que trataré de
aclarar convenientemente en lo que sigue. Llamemos entonces T R a la teoría reducida y
TB a la teoría de base o teoría reductora. Según Nagel, TR se reduce a TB si y sólo si se
cumplen las siguientes dos condiciones:
Condición de conectabilidad: todos los términos teóricos de TR, o bien pertenecen
también a TB (en el caso de las reducciones homogéneas), o bien, cuando las leyes de T R
poseen algún término ‚A‛ que no pertenece a TB, entonces es posible hallar
‚enunciados de correlación‛ o ‚leyes puente‛ que establezcan relaciones adecuadas
entre el término A de TR y algunos de los términos teóricos de TB.
Condición de derivabilidad: todas las leyes de TR, inclusive aquellas que contienen
el término ‚A‛, deben ser lógicamente deducibles a partir de las leyes teóricas de T B en
conjunción con las leyes puente.
Según Nagel, entonces, una teoría TR se reduce a otra teoría TB si es posible
encontrar ‚leyes puente‛ que vinculen cada término teórico de de TR con algunos de
los términos teóricos de TB, de modo tal que a partir de las leyes de T B en conjunción
con dichas leyes puente se puedan derivar lógicamente las leyes de T R.
Consideremos un ‚ejemplo artificial‛ de reducción para ver claramente cómo
funciona el análisis de Nagel que acabamos de presentar. Imaginemos que la teoría
reducida TR contiene una única ley o postulado teórico, que afirma lo siguiente: ‚Todos
los A son B‛, siendo que los términos ‚A‛ y ‚C‛ que aparecen en la ley pertenecen al
vocabulario teórico de TR. Supongamos que logramos establecer las siguientes leyes
puente (lo cual constituiría todo un logro científico): por un lado, que ‚Todos los A son
S‛ y, por otro lado, que ‚Todos los C son R‛, siendo que ‚S‛ y ‚R‛ son términos que
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puente pretenden establecer una relación de constitución entre las entidades denotadas
por el concepto de la teoría reducida y las entidades denotadas por los conceptos
teóricos de la teoría reductora. En este sentido, las leyes puente deben leerse como
identidades (nomológicamente) necesarias pero conocidas de manera empírica, esto es,
a posteriori. La cuestión, sin embargo, es problemática, y Nagel sólo se limita a concluir
que las leyes puente, cualquiera sea el status que se les otorgue, deben ser tales que ‚no
sea posible fundamentar[las] simplemente elucidando los significados de las
expresiones que contienen‛ (Nagel 1961, p. 328).
En segundo lugar, el modelo de Nagel, al igual que el modelo de Kemeny y
Oppenheim, presupone lo que Feyerabend denomina como ‚principio de invariancia
del significado de los términos‛ a través de una reducción. Recordemos que, para
Nagel, lo que se deduce a partir de TB en conjunción con los principios puente es TR ‚en
persona‛, con todos sus términos primitivos, teóricos y observacionales, y sus
correspondientes significados determinados según la manera de T R. Las leyes puente
juegan un rol crucial en dicha deducción lógica. Sin embargo, según un argumento
desarrollado por Feyerabend (1962) y por Thomas Kuhn (1962, 1981), este tipo de
reducciones ‚conservativas‛ del significado de los términos de TR son, cuanto menos,
contrarias a la práctica científica. El argumento puede desarrollarse considerando el
ejemplo de la termodinámica estudiado por Nagel, pero un cambio de ejemplo tornará
aún más evidente el punto. Consideremos el paso de la mecánica clásica a la mecánica
relativista (Feyerabend 1962). En mecánica clásica, el concepto de masa era absoluto, en
el sentido de que la masa de un sistema no estaba influida por su movimiento en el
sistema coordenadas que se elija. Cuando se determinaba la masa de un sistema en
mecánica clásica, se determinaba una propiedad intrínseca del sistema. En cambio, en
mecánica relativista, la masa se vuelve un concepto relacional, cuya especificación exige
necesariamente la indicación del sistema de coordenadas al cual se refieren las
descripciones espaciotemporales. Según Feyerabend ‚es imposible definir los
conceptos clásicos exactos en términos relativistas o relacionarlos con estos mediante
generalizaciones empíricas‛ (del tipo de las leyes puente de Nagel) pues tales
generalizaciones implicarían la afirmación (falsa) de que la velocidad de la luz es
infinitamente grande, por lo que ‚es necesario abandonar completamente el esquema
conceptual cl{sico una vez que se introduce la teoría de la relatividad‛ (Feyerabend
1962, p. 82), y esta introducción no sólo afecta el significado de los términos teóricos
como masa, sino también el significado del vocabulario de observación. En este sentido,
no existe ‚puente‛ alguno entre la teoría anterior y su sucesora. Feyerabend llega a
afirmar que las teorías en cuestión plantean esquemas conceptuales inconmensurables
entre sí, y que la sustitución de una teoría por otra equivale, en alguna medida, a un
cambio en la visión del mundo (sobre la noción de inconmensurabilidad entre teorías,
véase el capítulo 8).1
vista anteriores son inconsistentes con las nuevas y mejores teorías. Señala que es natural
resolver esta contradicción eliminando los principios problemáticos e insatisfactorios anteriores
y reemplazándolos por principios, o teoremas de la nueva teoría. Y concluye mostrando que tal
procedimiento llevará también a la eliminación de los viejos significados y por tanto a la
violación de la invariancia de significado‛ (Feyerabend 1962, p. 83)
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ordenar los diferentes casos de reducción entre estos dos polos? Pues bien, la idea de
Hooker es que dicho criterio lo encontramos en la relativa ‚suavidad‛ de la relación de
analogía entre la teoría reducida y la estructura derivada de la teoría básica y, por
tanto, de las correspondientes reducciones entre la teoría reducida y la teoría básica.
Una relación de reducción es m{s ‚suave‛ cuanto menos numerosas e idealizadas
resulten las condiciones de contorno necesarias para deducir la estructura T *R y cuanto
más difícil resulte imitar todas las leyes de TR mediante los enunciados de T*R. Otro
modo de caracterizar la suavidad de una reducción viene dado por la cantidad de
correcciones empíricas y conceptuales que TB impone sobre las leyes de TR. En el polo
de las relaciones de analogía más suaves entre TR y T*R, resulta posible establecer
identificaciones funcionales entre las propiedades postuladas por la teoría reducida T R
y la teoría reductora TB, y conservar o retener, por tanto, la ontología de la teoría previa
TR. Tal sería el caso, por ejemplo, de la reducción de la óptica física a la teoría
electromagnética (Bickle 1998, p. 30). En el polo de las analogías m{s ‚forzadas‛ o
‚accidentadas‛ entre TR y T*R, la reducción involucra correcciones radicales tanto en la
ideología (esto es: en el sistema conceptual) como en la ontología de la teoría reducida,
las identificaciones funcionales entre las propiedades de las teorías relacionadas
resultan imposibles y se produce la total eliminación o reemplazo de la teoría previa
TR. Tal sería el caso, por ejemplo, del paso de la teoría química del flogisto a la química
de Lavoisier (Bickle 1998, p. 31).
Por último, cabe señalar la principal limitación de esta propuesta. Dicha
limitación consiste en la ausencia de una teoría formal o, al menos, más detallada, de la
naturaleza de la relación de analogía entre la teoría reducida y la estructura derivada de
la teoría básica. En ausencia de dicha teoría, la distinción entre reducciones retentivas y
eliminativas, y el ordenamiento de los diferentes casos históricos de reducción
interteórica, permanecen inevitablemente sujetos al arbitrio (más o menos) subjetivo
del filósofo. El principal desarrollo de este punto oscuro del programa filosófico
iniciado por Hooker y Churchland se encuentra en la obra de John Bickle (1998), quien
presenta una elucidación formal y precisa de la nociones de reducción, analogía,
aproximación y corrección recurriendo a las herramientas teóricas desarrolladas por las
concepciones semanticistas de las teorías científicas, especialmente por el
estructuralismo (Balzer, Moulines y Sneed, 1987. Cf. capítulo 4).
Si contamos con una la ley física como enunciada en (3) y las leyes puente
enunciadas en (2), contamos entonces con todo lo requerido para establecer la
reducción de la ley expresada en (1) de la ciencia especial S a la física expresada en (3).
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Si pudiéramos repetir este procedimiento con cada ley de S, entonces afirmaríamos que
hemos reducido S a la física. Las similitudes de esta elucidación de la reducción
interteórica con el modelo de Nagel son evidentes.
Ahora bien, dada esta noción de reducción, ¿qué es lo que sostiene
específicamente, un defensor del reduccionismo? Según Fodor, el reduccionismo
implica que debe ser posible establecer una ley puente para cada uno de los predicados
que aparecen en alguna ley de las ciencias especiales, de modo tal que cada predicado
quede vinculado ‚uno-a-uno‛ con un predicado que aparece en alguna ley física:
Sin embargo, según Fodor, este tipo de vínculos uno-a-uno entre las clases de
ciencias especiales y las clases de la física son imposibles de obtener, por lo que el
reduccionismo resulta una posición ‚intolerable‛. La razón por la cual las leyes puente
resultan imposibles está íntimamente relacionada con un fenómeno señalado con
anterioridad por Putnam (1967): la múltiple realizabilidad de las propiedades de orden
superior (biológicas, psicológicas, sociales, etc.) sobre eventos particulares físicos.
Según Putnam, este fenómeno resulta evidente para el caso de los estados psicológicos,
tales como tener un dolor:
Considérese lo que el teórico del estado-cerebral [brain-state theorist] tiene que hacer
para dar apoyo a sus afirmaciones. Tiene que especificar un estado físico-químico
tal que un organismo cualquiera (no sólo un mamífero) tiene un dolor si y sólo si:
posee un cerebro de una estructura físico-química apropiada y (b) su cerebro está
en ese estado físico-químico. Esto significa que el estado físico-químico en cuestión
debe ser un estado posible de un cerebro de mamífero, de un cerebro de reptil, de
un cerebro de molusco (los pulpos son moluscos, y ciertamente sienten dolor), etc.
(Putnam 1967, p. 436)
organismo particular. Así, el mismo estado mental de tener un dolor podría estar
instanciado en un cierto tipo de estado físico en los seres humanos, digamos la
estimulación de las fibras-C del cerebro, pero estar instanciado en otro tipo de estado
físico en otros organismos que son capaces de sentir dolor, como los reptiles o los
moluscos. Incluso el mismo estado de tener un dolor podría estar instanciado en
distintos tipos de estados físicos en diferentes seres humanos, si uno de ellos, por
ejemplo, sufrió un traumatismo de cráneo de niño y las funciones de recepción del
dolor fueron asumidas por otra área del cerebro. En este sentido, Fodor afirma que ‚es
enteramente posible que el sistema nervioso de los organismos superiores alcance un
fin psicológico dado mediante una gran variedad de medios neurológicos‛ (1974, p.
125).
Dado el fenómeno de la múltiple realizabilidad, lo máximo a lo que pueden
aspirar los reduccionistas es a formular enunciados ‚salvajemente disyuntivos‛ como
el siguiente:
Bibliografía.
Balzer, W., Moulines, C.U. y J. Sneed (1987), An Architectonic for Science. The
Structuralist Program, Dordrecht: Reidel.
Bickle, J. (1998) Psychoneural Reduction. The New Wave. Cambridge. MIT Press.
Churchland, P.M. (1985) ‚Reduction, Qualia and the Direct Introspection of Brain
States‛, Journal of Philosophy, 82 (1), pp. 1-22. Reimpreso en P.M. Churchland (1989)
A Neurocomputational perspective, Cambridge, MIT Press.
Díez, J. y Moulines, U. (1999) Fundamentos de Filosofía de la ciencia, 2da Edición ampliada
y corregida, Barcelona, Ariel.
Feyerabend, P. (1962) ‚Explanation, Reduction and Empiricism‛, en H. Feigl y G.
Maxwell (eds.) Scientific Explanation, Space and Time, Minnesota Studies in the
Philosophy of Science, 3, 28-97. Reimpreso en Feyerabend, P. (1981) Philosophical
Papers Vol. 1, Cambridge, Cambridge University Press.
Fodor, J. (1974) ‚Special Sciences, or the Disunity of Science as a Working Hyphotesis‛,
Synthese, 29.
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