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En segundo y último lugar, tenemos que una defectuosa convivencia del adolescente
con su núcleo familiar, además de un deficiente autocontrol de sí mismo resulta ser una
causa secundaria de la drogadicción a temprana edad, es decir, la disfuncionalidad
microsocial. Loor et ál. (2018) asegura que la falta de conciencia sobre el origen y las
consecuencias que provoca la ingesta de drogas para el futuro aumenta la curiosidad y a
su vez, el sentimiento de que todo está bien bajo el efecto de éstas, hasta llegar a tal
punto en que, aunque quieran dejarlo no pueden, debido a que el cuerpo se acostumbra a
esas sustancias y no cree poder vivir sin ellas iniciando un ciclo de consumo continuo.
Suele ser tan alta la indiferencia de los jóvenes para con esta temática que vale la pena
decir, que una gran cantidad de ellos no clasifica el alcohol como una droga. Por un
lado, Peñafiel (2009), define al grupo de amigos como el conjunto de aliados que tienen
los jóvenes en esta etapa, el cual va reemplazando constantemente a la familia como
modelo, conviene destacar, que las amistades de mayor peso del joven se centran sobre
sus semejantes en edad y gustos parecidos. Y por el otro, la probabilidad de que un
adolescente inicie la ingesta de estas sustancias es mayor si en el entorno en que se
desenvuelve es común que los demás lo hagan, puesto que, como manera de
compenetrar en el grupo, lo realiza y refuerza (Peñafiel, 2009). Asimismo, los núcleos
familiares con mayores niveles de discusiones y peleas ya sean entre los mismos padres
o incluso, con los adolescentes de por medio, se asocian a un mayor consumo de drogas
y generalmente, tienen un bajo control entre los miembros de la familia, de manera que
genera una falta de comunicación y déficit de apoyo. Además, la investigación en
mención llega a la conclusión de que los jóvenes adictos, día a día solo conviven con
uno de sus padres, considerando que hay una separación, son pocos los comparten
espacios diariamente con ambos padres biológicos (Fernández, citado en Oblitas, 2010).
Por consiguiente, una buena relación intrafamiliar, y un autoconocimiento y madurez
podría disminuir el riesgo de que los adolescentes entren en el mundo de las drogas,
pero si todo lo anterior resulta negativo el joven buscará “refugio” en estas sustancias.