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TUCURÁ

Tucurá, el último hijo de Mocarí, después de la muerte de su hermano


Betancí, quedó reinando. En las tantas invasiones españolas a estas tierras
en busca de oro, Tucurá, en varias ocasiones se defendió valientemente de
los intrusos. Adoptaron el sistema de atacar de noche a los peninsulares
cuando los soldados estaban dormidos; así lograron matar más de un
centenar de estos españoles.

Una tarde, después de una cruenta batalla contra los invasores, los indígenas
fueron obligados a refugiarse en un cerro. Allí armados los ibéricos con
perros, arcabuces y caballos, fueron matando a todos los indios. Sólo quedó
Tucurá en la cima del cerro.

Al quedar solo y tener la posibilidad de morir, Tucurá, desesperado pero


valeroso, se escondió y empezó a empujar enormes rocas que cayeron sobre
los soldados que subían a él sobre la falda del cerro. Mató a más de cien. Y
por mucho que los españoles intentaron atraparlo, como Tucurá conocía muy
bien el cerro y sus alrededores, pudo esconderse.

Los soldados no pudieron atraparlo ni tampoco pudieron dar con el paradero


del tesoro, porque por más que asesinaron a muchos indios y persiguieron a
Tucurá ninguno de ellos reveló el lugar donde se encontraba escondido.

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