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Romanos 5:8-19

Continuamos hoy considerando los beneficios de la justificación


por la fe, en este capítulo 5 de la epístola del apóstol Pablo a los
Romanos. Y continuamos hoy, leyendo el versículo 8 que dice:
"Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros".
Ahora, la Biblia de Jerusalén traduce este versículo de esta
manera: "Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo,
siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros". Dios
reveló Su amor por medio de la muerte de Jesucristo. La culpa
del pecado ha sido quitada por medio de la muerte de Cristo, y
Dios ahora, puede extender Sus brazos y salvarnos por medio
de Su gracia. En nuestro programa anterior consideramos 6 de
los 8 beneficios de la justificación, que eran: (1) paz, (2)
acceso, (3) esperanza, (4) triunfo en medio de las dificultades,
(5) el amor de Dios, (6) el Espíritu Santo. Leamos ahora el
versículo 9 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos, que
nos presenta el séptimo beneficio de la justificación.
7. Liberación de la ira. Dice el versículo 9:
"Con mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su
sangre, por él seremos salvos de la ira".
Esta es la ira de la cual hablaron los profetas. El profeta
Sofonías nos dijo que viene un gran día de ira, en el capítulo 1
del libro de su profecía, versículo 15: "Día de ira aquel día, día
de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día
de tiniebla y de oscuridad, día de nublado y de
entenebrecimiento". ¿Cuál sería aquel día de ira? Es lo que
Jesús llamó la gran tribulación.
Y el apóstol Pablo nos dijo que los creyentes estarán y
permanecerán a salvo de la ira de Dios, por medio de la sangre
de Cristo.
Dios nos salvó en el pasado de la pena del pecado,
constantemente nos salva en el presente del poder del pecado,
y nos salvará en el futuro de la presencia del pecado. Eso quiere
decir que todos los creyentes partirán de esta tierra al tiempo
del arrebatamiento de la iglesia, o sea cuando Cristo llame a Su
Iglesia, y que no pasarán por la gran tribulación. Ahora, no es
porque lo merezca que el creyente escapará de ese día de la ira,
sino, sólo y exclusivamente porque hemos sido salvados por la
gracia de Dios. Somos salvos por la gracia y vivimos nuestra
existencial actual por la gracia de Dios, y en la eternidad
estaremos en el cielo también por la gracia de Dios.
Pasemos ahora el versículo 10:
"Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por
la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,
seremos salvos por su vida".
El pensamiento aquí es que, si mientras en realidad éramos
enemigos, Dios estuvo dispuesto a dar a su Hijo para morir por
nosotros, ahora que hemos sido traídos a un lugar de aceptación
y hemos sido unidos a Cristo, entonces Él está mucho más
propenso, mucho más dispuesto a guardarnos seguros en este
nuevo estado. Cristo vive ahora para guardar a los Suyos. Ésta
es una tarea mucho más agradable que la de morir por los
impíos que son sus enemigos. Jesucristo murió aquí para
salvarnos, y vive allá en el cielo para mantenernos seguros en la
salvación y vida eterna. Éste es el mensaje de la carta a los
Hebreos. Dice en el capítulo 7 de aquella carta, versículo 25:
"Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos".
Si Dios me salvó a mí, siendo yo pecador, impío, y enemigo
Suyo, ahora que soy Su amigo, me mantendrá salvo. Y el
versículo 11 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos nos
expone el octavo y último beneficio de la justificación, el
8. Gozo, alegría. Dice el versículo 11:
"Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el
Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la
reconciliación".
Es una de las declaraciones más maravillosas en la Escritura.
Quiere decir que donde quiera que estemos o cualquiera que
sea nuestro problema, podemos gloriarnos y regocijarnos en
Dios. Podemos regocijarnos de quién es Él, que vive, y en la
salvación que Él ha provisto y estuvo dispuesto a salvarnos a
nosotros, pecadores, y a llevarnos a Su presencia en un día
futuro. Ha preparado un plan para salvarnos debido a Su amor
por nosotros. ¿Acaso esta realidad no llena de alegría nuestro
corazón? El apóstol Pablo, al reflexionar sobre estos 8 beneficios
y al considerar el octavo, espontáneamente se regocija en Dios.
Al llegar ahora al versículo 12, iniciamos la sección que habla
sobre
La santificación del creyente, visto ya como un santo
La primera sección trató acerca del tema de la salvación del
pecador. La segunda sección tratará el tema de la santificación.
Dios en Su salvación nos declara justos a los pecadores. Pero
Dios quiere hacer más que declarar justa a una persona. La
justificación no convierte a una persona en justa. Significa que
ante la corte santa de Dios, ante el tribunal celestial, un pecador
perdido ha sido ya declarado justo, pero su corazón no ha sido
cambiado. Sería un error pensar que Dios tiene la intención de
dejar a un pecador en su estado. Dios quiere hacer de nosotros
la clase de personas que tendríamos que ser. Así que Dios tiene
un plan de salvación que no sólo declara justo al pecador, sino
que también va a convertir al pecador en una persona justa. Es
decir, que Dios provee un camino para que un pecador pueda
crecer espiritualmente y ser progresivamente santificado, o sea,
apartado, separado para Dios.
El resto de este capítulo ha recibido la denominación de
"Santificación Potencial", porque se trata de un tema difícil de
entender, y difícil de aceptar. Los teólogos clasifican este tema
como la doctrina de la supremacía federal de Adán y Cristo.
Para nuestro propósito de entender esta sección, esto significa
que un solo hombre actuó en nombre de todos los hombres.
Adán y Cristo son los representantes de la raza humana. Adán,
según los versículos 12 al 14, fue la cabeza natural de la raza
humana, cuyo solitario acto de desobediencia hundió a todo su
linaje en el pecado. Todos somos hechos pecadores debido a
este acto de Adán. Esto no quiere decir que tengamos una
naturaleza pecaminosa heredada de Adán, aunque este hecho
sea verdad. Tampoco significa que somos totalmente culpables
de nuestro propio acto pecaminoso, lo cual también es un
hecho. Significa que estamos tan vitalmente unidos al primer
padre de la raza humana, que antes de que tuviéramos una
naturaleza pecaminosa o hubiéramos cometido un pecado,
éramos pecadores en Adán. El pecado de Adán nos fue
imputado.
Leamos ahora este versículo 12, que encabeza el párrafo sobre
La dirección o supremacía de Adán
"Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y
por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron".
Tenemos que entender que el pecado del que estamos hablando
es el pecado de Adán, aquel primer pecado de Adán, (no el
segundo o sucesivos pecados) es decir, su primer pecado de
desobediencia en el jardín del Edén, que trajo muerte sobre
toda su descendencia.
Ahora, esto nos lleva considerar un punto importante. Usted y
yo somos pecadores de 4 diferentes maneras: (1) Somos
pecadores por cometer actos pecaminosos. (2) También somos
pecadores por naturaleza (el pecado no nos convierte en
pecadores, sino que pecamos porque tenemos esa naturaleza).
(3) Nos encontramos en un estado de pecado. Dios ha declarado
a la totalidad de la familia humana bajo pecado. (4) Finalmente,
usted y yo somos pecadores también por imputación. Es decir,
Adán actuó por la raza humana porque era la cabeza de la
misma.
Es en base a la supremacía federal de Adán que ahora Dios
puede salvar a aquellos que creen en Cristo, por medio de la
supremacía federal de Cristo. Eso es lo que los teólogos han
denominado la supremacía federal. Adán y Cristo son los
representantes de la raza humana. Adán es la cabeza natural de
la raza humana. Y su acto de desobediencia hundió a todos sus
descendientes en el pecado. Todos somos pecadores por el
pecado de Adán.
El pecado de Adán nos fue imputado. Lo que Adán hizo, lo
hicimos nosotros. Dios también pudo habernos puesto a todos
nosotros en el huerto de Edén, después que Adán había pecado,
pero todavía habríamos tenido naturalezas pecaminosas. ¿Y cree
usted, estimado oyente, que usted por ejemplo, pudiera
haberse portado mejor en el huerto de Edén, teniendo una
naturaleza pecaminosa, que lo que Adán se portó sin tenerla?
Creemos que no.
El pecado de Adán nos fue imputado de la misma manera en
que la justicia de Cristo nos fue imputada por Su muerte en la
cruz. Cristo es la cabeza de una nueva raza, una nueva
creación, la cual es la Iglesia y Su cuerpo. El único fundamento
de la Iglesia es Jesucristo su Señor. Ella es Su nueva creación.
Esto es lo que dijo Pablo en su primera carta a los Corintios,
capítulo 15, versículos 45 y 47. Dijo Pablo: "Así también está
escrito: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el
postrer Adán, espíritu que da vida. El primer hombre es de la
tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del
cielo".
Ahora, al estudiar esta sección, fíjese usted en la expresión
"mucho más", pues, tiene un significado muy importante. Pablo
nos dijo que tenemos "mucho más" en Cristo, que lo que
perdimos en Adán. Esta expresión "mucho más" apareció
primero en el versículo 9 de este capítulo 5, donde leemos: "Con
mucha más razón, habiendo sido ya justificados en su sangre,
por él seremos salvos de la ira". Y luego en el versículo 10,
también vemos esa expresión; dice: "Porque si siendo
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su
Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su
vida". El primer pecado de Adán, fue un acto representativo.
Adán actuó en nombre de toda la familia humana. Todos
pecaron en Adán. La evidencia de todo esto es obvia, como
Pablo declaró en su primera carta a los Corintios, capítulo 15,
versículos 21 y 22, diciendo: "Porque por cuanto la muerte entró
por un hombre, también por un hombre la resurrección de los
muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo
todos serán vivificados". Ahora, la muerte vino por Adán. Si uno
busca una prueba de que el primer pecado de Adán fue un acto
representativo de la raza, consideremos por qué un bebé muere
aunque no ha cometido un pecado. Bien, es que él pertenece a
la raza de Adán. En Adán todos mueren. Dios no creó al hombre
para morir. Dios tiene algo mejor en reserva para el ser
humano. Y luego aquí en el versículo 13, dice:
"Antes de la Ley ya había pecado en el mundo; pero donde no
hay Ley, no se inculpa de pecado".
"Pues antes de la ley ? es decir, desde Adán hasta Moisés ?
había pecado en el mundo;" pero en aquel tiempo, el pecado no
era considerado una transgresión, sino una rebelión contra Dios.
Durante este período el pecado no fue imputado al pecador. Y
esto quizá explica el por qué Dios no exigió la pena de muerte
de Caín por el asesinato a su hermano Abel. No podemos
imaginar una acción más ruin y criminal, pero en aquel tiempo
Dios aún no había dicho "No matarás" (Éxodo 20:13). En
realidad, Dios puso una marca sobre Caín para protegerle. Un
poco después encontramos que uno de los hijos de Caín, Lamec,
explicó por qué había matado a un hombre, en Génesis, capítulo
4, versículos 23 y 24, donde leemos: "Y dijo Lamec a sus
mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; mujeres de Lamec, escuchad
mis palabras: a un hombre maté por haberme herido, y un
joven por haberme golpeado. Si siete veces será vengado Caín,
Lamec lo será setenta veces siete".
Aquella generación fue destruida en el diluvio porque estaba
saturada de pecado. Los de esa generación eran incorregibles e
incurables. Dios vio la perversidad extrema de los hombres y
actuó en conformidad a lo que vio. Dice en el capítulo 6, del
libro de Génesis, versículo 5: "Y vio el Señor que la maldad de
los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los
pensamientos de su corazón sólo era de continuo el mal". Su
modo de pensar estaba contaminado, y estaban entregados
completamente a la maldad, pero no eran transgresores de la
ley, como por ejemplo los Diez Mandamientos, debido a que no
había ley. Fueron juzgados porque eran pecadores. Es que todos
los seres humanos pertenecen a una raza perdida. Puede que a
usted y a mí nos resulte difícil aceptar esa realidad, pero hemos
nacido como parte de esa raza. No somos el producto de una
evolución hacia delante, o en línea ascendente, con evidencias
de progreso, sino que pertenecemos a una raza caída y
necesitamos ser redimidos. Incluso la misma vida interior, la
vida intelectual y del pensamiento humano se encuentra alejada
de Dios.
Alguien dirá: "Creo que Dios está obligado a salvar a todos".
Estimado oyente, Dios no está obligado a salvarnos, de ninguna
manera. Supóngase que usted fuera a un viejo lago pantanoso
cubierto de suciedad, y que sacara de allí una tortuga. Hay
centenares de tortugas que viven en ese lago, pero usted
escoge una y le enseña a volar. Luego, esta tortuga va al lago y
les dice a las demás tortugas: "¿No les gustaría a ustedes,
aprender a volar?" Y creo que esas tortugas se reirían y dirían:
"No queremos aprender a volar. Nos gusta estar aquí". Ésa es la
condición del hombre perdido, hoy. Los hombres no quieren ser
salvos. Los hombres están alejados de Dios, y ésta es una
verdad que no penetra fácilmente en nuestra mente. Nos
agradaría creer que somos seres extraordinarios, pero no es así.
Por ello necesitamos ser redimidos. Y leemos ahora, en el
versículo 14:
"No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en
los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el
cual es figura del que había de venir".
En este versículo Pablo personificó la muerte, como personificó
el pecado en los dos versículos anteriores, para darle mayor
énfasis. El pecado y la muerte entraron en el mundo al mismo
tiempo. La muerte fue el resultado del pecado. Durante el
intervalo desde Adán hasta Moisés, los hombres no cometieron
el mismo pecado que cometió Adán, ni fue su pecar una
transgresión de un mandato, como lo fue el pecado de Adán. Sin
embargo, el pecado de Adán llegó a ser el pecado de ellos,
porque ellos murieron como murió Adán. La muerte, como es
usada en este versículo, es evidentemente en un sentido total, o
sea que afecta todos los aspectos de la vida. La muerte es
usada con un significado triple en las Escrituras:
Primero, tenemos la muerte física, ésta se refiere solamente al
cuerpo. Significa una separación del espíritu del cuerpo. Llegó al
hombre a causa del pecado de Adán. El segundo significado, es
la muerte espiritual, o sea, la separación de Dios y una rebelión
contra Dios. Heredamos esta naturaleza muerta, de Adán.
Estamos separados de Dios y, como dice Efesios 2:1, estamos
muertos a causa de nuestras maldades y pecados. Y en tercer
lugar, tenemos la muerte eterna, es decir, la separación eterna
de Dios. Y, a menos que el hombre sea redimido, ésta sigue
inevitablemente. Ahora, aquí se declaró definitivamente a Adán,
como una figura de Cristo. Ahora, los versículos 15 al 17 de este
capítulo 5 de la epístola a los Romanos, se consideran como una
de las secciones más difíciles de entender en toda la Escritura.
Leamos el versículo 15, que comienza a considerar
La dirección o supremacía de Cristo
"Pero el don no fue como la transgresión, porque si por la
transgresión de aquel uno, Adán, muchos murieron, la gracia y
el don de Dios abundaron para muchos por la gracia de un solo
hombre, Jesucristo".
El énfasis y contraste aquí es entre "aquel uno" y "los muchos"
que están en Adán; y "aquel uno" y "los muchos" que están en
Cristo. Las palabras "mucho más" revelan que recibimos
muchísimo más en Cristo que lo que perdimos en Adán. Como
dijo el autor de los Hebreos 11:13, hablando de los creyentes
anteriores a la llegada de Cristo: "En la fe murieron todos estos
sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos,
creyéndolo y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y
peregrinos sobre la tierra". El pensamiento aquí es que un solo
hombre implicó en el pecado a una raza entera. Y en contraste a
esto, un solo hombre trajo la justificación. Ahora, el versículo 16
dice:
El pecado de un solo hombre no puede compararse con el don
de Dios; pues a causa de aquel solo pecado vino la condenación,
pero a causa de muchos pecados vino el don de Dios, que hace
justos a los hombres.
Para simplificar, diremos que el significado de esta sección es el
siguiente: un solo acto de transgresión hundió en el pecado a
toda la raza humana. Pero, por otra parte, un acto de
obediencia, es decir, la muerte de Cristo en la cruz, hizo posible
que los seres humanos pudieran salvarse. Ahora leamos el
versículo 17 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos:
"Si por la transgresión de uno solo, de Adán, reinó la muerte,
mucho más reinarán en vida por uno solo, por Jesucristo, los
que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia".
Pablo declaró previamente, en el versículo 14, que la muerte
reinaba como un rey. La muerte llegó al trono por un solo
hombre que cometió una sola ofensa, es decir, el pecado
original, que implicó a la raza humana. Aquí, Pablo presentó a
otro reino que es superior al reino de la muerte. Es el reino de la
vida. Ha sido ofrecido a todos los súbditos del reino de la
muerte por medio de la abundancia de la gracia. Los hombres
únicamente tienen que recibirlo. El Rey del reino de la vida es
Jesucristo. El don viene por medio de Él.
Algunas personas abandonan su país o reino como refugiadas o
asiladas políticos, y en muchos casos cuentan de sufrimientos,
esclavitud y muerte. Abandonan su propio país o reino para
poder llegar a otro reino o país que les ofrezca libertad y vida.
En muchos casos han tenido que correr grandes riesgos al tratar
de escapar. Así también hay muchas personas que están en el
reino de la muerte y necesitan escapar. Pero, Dios les ofrece un
nuevo reino a quienes están en el reino de la muerte. Ahora, no
tienen que huir, porque Él provee el pasaporte y la visa que les
dará la entrada al reino de la vida eterna. Pasemos ahora al
versículo 18:
"Así que, como por la transgresión de uno, Adán, vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la
justicia de uno, Jesucristo, vino a todos los hombres la
justificación que produce vida".
Tenemos aquí declarado el principio fundamental de la
imputación del pecado y de la imputación de la justicia. Ésta es
la doctrina de la supremacía federal de la raza en Adán y en
Cristo. Dios sabía lo que la raza humana haría en Adán, y por
tanto, Él proveyó aun en aquel entonces, una nueva Cabeza, a
fin de que pudiera declarar justos a los pecadores perdidos, los
cuales no tienen ninguna justicia propia. Cristo fue, como dice
en Apocalipsis, capítulo 13, versículo 8, el "Cordero que fue
inmolado desde el principio del mundo". También Génesis,
capítulo 3, versículo 15, establece sin lugar a dudas, que Dios le
prometió a Adán y a Eva la venida de Jesucristo. Y ahora, el
versículo 19 de este capítulo 5 de la epístola a los Romanos
dice:
"Así como por la desobediencia de un hombre, de Adán, muchos
fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de
uno, Jesucristo, muchos serán constituidos justos".
En este versículo, Pablo resumió su argumento sobre la
supremacía federal. El acto de desobediencia de Adán hizo
pecadores a todos, no teniendo nosotros solamente una
naturaleza pecaminosa, sino también siendo culpables del acto
de pecado. La obediencia de Cristo no solamente incluyó Su
muerte en la cruz, sino también Su santa vida de obediencia a
la voluntad del Padre. Sin embargo, fue Su muerte en la cruz y
Su resurrección lo que hizo posible que Dios declare justo al
pecador que cree en Él. Cristo es nuestra justicia mientras que
Adán representa nuestro pecado y muerte. El pecador que oye y
se somete obedientemente a la voz de Cristo, recibe una
declaración de justicia librándole de condenación. Por todo ello,
estimado oyente, terminamos hoy con la invitación del mismo
Señor Jesucristo, que dijo en el evangelio según San Juan,
capítulo 5, versículo 24: "El que oye mi palabra, y cree al que
me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino
que ha pasado de muerte a vida".

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