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La Contra

John Tarrant, doctor en Psicología y maestro zen

Tengo 71 años. Soy australiano y vivo en el norte de California, entre continuos fuegos e incendios.
Tengo pareja y una hija (30). Todos debemos involucrarnos en política y votar. No tengo creencias, si
hay o no un más allá es algo que todos vamos a averiguar y no saberlo es lo que lo hace interesante

JOHN TARRANT.

“¿Cómo es tu mente cuando está calmada?”


IMA SANCHÍS
29/10/2020 00:58 | Actualizado a 29/10/2020 06:19

Lección de actitud
Me habla con una gran sonrisa y ríe tras cada pregunta, eso me invita a seguir
bromeando y a que mis torpezas no me cohíban. Gran lección de actitud que
lo hace todo fácil, próximo y cálido. Tarrant lleva toda la vida estudiando el
poder de los koan, esas sentencias paradójicas de la milenaria tradición zen.
Fueron los koans los que le llevaron a doctorarse en Psicología y fundar el
Pacific Zen Institute que dirige. Tiene grandes centros en California, Canadá y
Arizona. Hace 30 años que ejerce de maestro zen utilizando los koans como
una forma de descubrir la libertad y las aperturas inesperadas que brindan y
que pude experimentar hablando con él. En su libro El rinoceronte zen y otros
koans que te salvarán la vida ( Koan Libros) nos interpreta su significado y nos
acerca a su poder.

Eduqué a mi hija a base de koans y eso la ha llevado a doctorarse en Inteligencia


Artificial, su búsqueda es entender cómo piensa el cerebro.

¿Qué tienen que ver los koans y el funcionamiento del cerebro?

El cerebro vive en una habitación muy pequeña, prisionero de sus propios


apriorismos, y los ko- ans rompen esos muros.

¿Qué es un koan?

Surgieron hace unos 1.300 años cuando floreció la cultura china y unos cuantos
maestros se hicieron famosos por su profunda comprensión de la vida y por
responder a sus discípulos con frases improvisadas y aparentemente absurdas
que los liberaban.

¿Cómo?

El método consiste en sumergirte en el koan y ver cómo te cambia. Eso implica


dejar que el koan te enseñe mediante su interacción con tu vida y tu mente. No es
algo que creer sino algo que experimentar.

¿Un acertijo puede cambiarte?


Los koans te enseñan a no creer lo que piensas. Cuando te haces preguntas
existenciales, los koans te permiten que las dudas descansen.

A mí los koans me ponen nerviosa.

Jajajaja, ¡no se los tome con tanta seriedad! La gente piensa que los koans son
oscuros y te atormentan, pero nada más lejos. Te los tienes que tomar como un
animal de compañía.

“Tráeme el abanico de rinoceronte”, dijo el maestro. “Está roto”, dijo el


discípulo. “En ese caso tráeme el rinoceronte”...

Cuando nos sentimos frustrados, cuando algo se rompe en nuestra vida, cuando
hemos perdido algo importante, nos angustiamos e intentamos repararlo, pero el
abanico está roto, en realidad es mucho más fácil traer un rinoceronte.

Uff.

Este koan dice que ahí mismo, dentro del problema, podrías ser más feliz de lo
que crees. Pregúntate: “Si no estuviera sufriendo en este momento, ¿qué estaría
haciendo?”. Pero no hay que machacarse buscando descifrar un koan,
simplemente lo llevas contigo y llegará un momento que se abrirá y te dará una
respuesta.

¿Por cuál nos propondría empezar?

“¿Cuál es el camino? La mente ordinaria es el camino”, empiece por ahí.

¿La mente ordinaria?

Estar vivo es mágico, pero solemos dedicar más tiempo a los problemas que a la
vida. Cuando mi padre se estaba muriendo volví a Australia. A su alrededor la
gente lloraba o intentaba animarle negando lo que ocurría.

Eso no ayuda mucho.


Hacía que mi padre se sintiera terriblemente solo. Él sabía que se moría y lo único
que quería era pasar el tiempo que le quedaba en buena compañía. Y eso hicimos.
Fue un tiempo maravilloso juntos, disfrutamos, porque en ese momento estaba
vivo: eso es la mente ordinaria.

¿Qué debo entender?

Que en la vida hay misterio y por tanto hay que estar abierto a no saber, porque te
alimenta, es un impulso de vida. Pero si luchas contra ello te lleva a la habitación
pequeña de tu mente.

¿Se trata de detener las respuestas automáticas de nuestra mente?

Cuando mi hija tenía 16 años se presentó en casa con un tatuaje y un piercing en


la ceja. Le dije que habíamos acordado que antes lo hablaríamos y ella me dijo:
“Sí, lo habíamos acordado”.

¿Y qué dijo usted?

“Te queda muy bien”. No permitir que mis miedos, por su desobediencia y por
cómo afectarían sus adornos a su futuro laboral, afloraran; es decir, no saber nos
evitó una gran discusión. El aquí y el ahora es lo único que tenemos, por lo tanto
me dije que iba a disfrutar de mi hija y de su tatuaje y su piercing. Los momentos
pasan, hay que estar presente.

Y nuestros miedos los estropean.

El sufrimiento y la desesperación descansan siempre en la certeza: ya has


decidido cuál es el resultado o cuál debería ser. Un koan te muestra el poder de
descansar en la imprevisibilidad y la incertidumbre. Si le doy un sermón a mi hija
adolescente no estoy presente con ella ni ella conmigo, y así descubrir la libertad
posible en la situación se hace imposible.

¿La función de un koan también es detener el pensamiento?


Cuando intentamos detener un pensamiento la mente sigue y sigue, pero si le
introduces un koan la distrae y la para. Y es importantísimo tener sentido del
humor y no tomarse demasiado en serio a uno mismo, cuando lo consigues
valoras más a la gente que te rodea y eso te da la fuerza para superar cualquier
supuesto obstáculo.

Deme un koan para esta crisis económica, sanitaria y de pérdida de libertad.

Una observación: todo el mundo tiene su propia luz. Pregúntese cuál es su luz.
Interiorizar esta pregunta sin esperar una respuesta puede ayudar a que el
cerebro albergue menos ruido.

¿Y el koan?

“Cuando nos visitan tiempos de gran dificultad, ¿cómo debemos enfrentarlos?”,


preguntó el discípulo. “Dándoles la bienvenida”, dijo el maestro. Y otro más:
“¿Cómo es tu mente cuando está calmada?”.

¿Cuál es su koan de cabecera?

“¿Qué es esto?”, me lo pregunto cuando estoy en ello, no asumo que lo sé. La


situación o la cosa es la que me tiene que contar lo que es.

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