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Noción
-Considerada en su misma naturaleza consiste en la facultad de elegir entre los medios que son aptos
para alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre
muchas es dueño de sus propias acciones (León XIII).
-Las elecciones humanas han de ser hechas humanamente, de acuerdo con su naturaleza racional y no
con su capricho. Es decir, la libertad humana ha de responder a su íntima verdad.
-El libre albedrío es una propiedad de la voluntad que ha sido orientada al bien del ser humano. Sería
un error pretender que la naturaleza de la libertad consiste en la facultad de elegir entre el bien y el
mal. La libertad de contrariedad no pertenece a la esencia de la libertad de necesidad. El poder de
hacer el mal no es la libertad ni una parte de la libertad, aunque sea un cierto signo de libertad.
Impedir a alguien hacer el mal no es privarle de su libertad sino salvarle de la esclavitud.
La raíz de la libertad
-La voluntad está situada en el plano del ser intencional. Bajo esta consideración, el ser
prescinde de la singularidad material y de la existencia concreta. Con ello situamos la raíz
intrínseca de la indeterminación objetiva de la voluntad: el conocimiento intelectual del que
deriva y que abstrae de la singularidad y de la existencia.
-Raíz del dominio de la voluntad sobre sus actos:
1.- Tiene que ser dueña del juicio por el que se rige
2.- Lo anterior supone, primero, que el entendimiento domine sus propios juicios.
3.- El que el entendimiento domine el propio juicio, implica, a su vez, juzgar el propio
juicio, lo cual, es exclusivo de la razón que es capaz de volver sobre su propio acto y
conocer las relaciones de las cosas que juzga y por las que juzga.
4.- Por lo que la raíz entera de la libertad hay que situarla en la razón, según nos refiere
el Aquinate: «El hombre -escribe también-, por virtud de la razón que juzga lo que ha de
hacerse, puede juzgar de su propio juicio, en cuanto conoce la razón del fin y de los
medios, y la relación y orden de éstos a aquél, y así no sólo es causa de sus propias
acciones, sino también de su propio juicio, y por eso tiene libre arbitrio, como si se
dijera libre juicio acerca de lo que ha de hacer o no» (De Veritate, q24, a2). Así, pues, la
raíz intrínseca del dominio que la voluntad tiene de sus actos se encuentra en el poder
reflexivo de la razón, por el que ésta es dueña de sus propios juicios.