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Emmanuel Arias Romero.

William Díaz Villareal.


Seminario de Investigación: La imagen crítica.

Degrada…

En sus textos críticos, a saber, Dante….Bruno, Vico.. Joyce y el ensayo Proust, Beckett
configura ciertas imágenes que refieren a los conceptos del tiempo y el lenguaje, este
último haciendo referencia también al acto creador. Conceptos que a través de toda su obra
(tanto crítica como creativa) giran entorno a una idea central, la degradación.

Ese despliegue de imágenes, que en cierta manera suelen poseer algo orgánico,
descompuesto y corroído, son el punto central de este trabajo. Y más que concebir una
suerte de mosaico de metáforas, el sentido del texto se centra en encontrar el punto de
quiebre y la directriz que lleva todo a la degradación.

Por ende, es necesario ahondar en esas imágenes para acercarse a los conceptos ya
mencionados. El tiempo y el lenguaje, elementos que desmoronan y se desmoronan a cada
página en las obras de Beckett. Pero, puesto que ambos conceptos se necesitan, incluso
cuando uno es independiente del otro, para la configuración de la existencia humana, en el
análisis que se hará de las imágenes, ambos, tiempo y lenguaje, estarán relacionados.

Dante…Bruno.Vico..Joyce:

Este texto es una defensa al proyecto de Joyce, el Work in Progress, de la crítica de


comienzos de comienzos de siglo XX. Un grupo que Beckett determina como “interested
only in ideas, content, abstractions and of lacking sensitivity to the particular and concrete”
(Lawrence 1970, 402). Un conjunto de personas que se centran en la forma de la obra, en la
cual no pueden encontrar un contenido único, como si la forma tuviese que apuntar a un
contenido específico que los lectores estén obligados a poseer. “Para que quedaran
satisfechos, tendría que haber una separación entre forma y contenido tal que fuera posible
comprender aquélla casi sin darse la molestia de leer éste.” (Beckett 2008, 38). Se enfocan
en la aparente ilegibilidad del texto de Joyce, buscando un sentido único sin comprender
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que “No es que Mr Joyce escriba sobre algo; su escritura es ese mismo algo.” (Beckett
2008, 39).

Para defender el uso que hacía Joyce del lenguaje, Beckett se remite a Vico con el fin de
demostrar que el lenguaje posee en sí un carácter evolutivo y dinámico, tal como la
sociedad. Vico le proporciona el carácter evolutivo del lenguaje, pero se enfocará en Bruno,
por un momento, para demostrar que existe una dinámica cíclica en la sociedad. “Los
máximos y los mínimos de cada contrario particular son iguales e indiferenciados. El calor
mínimo equivale al frío mínimo.” (Beckett 2008, 31). Por ende, los eventos terminan
siendo cíclicos, no se da Z sin Y, pero es igual de necesario X para que se dé Y. Se necesita
al Cesar para Octavio, y se necesita a Escipión para que esté el Cesar. La historia de la
humanidad termina siendo determinada por la individualidad, la cual no puede ser sin que
haya antes una universalidad.

Junto a ello, es Vico quien diseña una concepción del desarrollo del hombre en tres etapas,
la teocrática, la heroica y la humana, las cuales responden a ciertos sistemas determinados:
el sagrado, metafórico y filosófico. Tal como el movimiento cíclico de la historia de la
humanidad, el lenguaje es un elemento partícipe y evolutivo, sin el cual no habría paso de
lo general(teocrático) a la abstracción (filosófico). “La poesía fue la primera operación de la
mente humana, y sin ella el pensamiento no existiría. Antes de la argumentación viene el
canto; antes de los términos abstractos, las metáforas” (Beckett 2008, 35).

Sin la etapa heroica sería imposible para el hombre llegar a la capacidad de abstracción.
Con esto Beckett busca demostrar la indudable necesidad e importancia del lenguaje
poético para el desarrollo del hombre. “Los poetas son el sentido de la humanidad, los
filósofos su inteligencia.” (Beckett 2008, 35). Beckett, al igual que Vico, rechaza la ideas
materialistas y metafísicas del lenguaje, es decir, “el lenguaje no es más que un simbolismo
formal y convencional” (Beckett, 35), o que sencillamente es algo dado por los dioses. El
lenguaje es tan humano como el hombre mismo y, por ende, tan dinámico como la historia.
En este punto Beckett logra demostrar el uso que hace Joyce del lenguaje en su obra, y
justifica su oposición a la visión de la crítica contemporánea de buscar un sistema de

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formas convencionales, que cumplan con sus deseos vanos de forma conservadora. “Una
forma que se emplea de manera arbitraria e independiente no puede cumplir una función
más alta que la de estimular un reflejo condicionado –el de la comprensión babosa– de
tercer o cuarto orden.” (Beckett 2008, 38). No es la forma ni el contenido vestidos con
ropas distintas, la forma y el contenido son la prenda completa, desde las costuras hasta los
pliegues, forma es contenido y contenido es forma. Esa idea absurda de buscar una forma
que responda a lo que se quiere decir, en vez de que lo que se quiera decir sólo puede ser
dicho de una manera. “Cuando el sentido es el sueño, las palabras se duermen. (…) Cuando
el sentido es el baile, las palabras también bailan.” (Beckett 2008, 39).

La expresión literaria de la realidad se da sin distinciones, lo que es azul se muestra azul, lo


que danza baila, una expresión a la par de la realidad. Acá Beckett cita un párrafo del texto
de Joyce y justifica que el uso que hace este del lenguaje, no es por falta de atención a la
estética, sino que esta es la única manera posible de realizar la unión entre forma y
contenido. Esta cualidad dialéctica de la obra literaria será el elemento que trascenderá las
etapas de Beckett joven al autor de las obras posteriores.
El lenguaje está borracho. Las mismas palabras se ladean y entran en efervescencia. ¿Cómo
podríamos calificar esa vigilancia estética general sin la cual no hay posibilidad de atrapar
el sentido que sube constantemente hasta la superficie de la forma y se convierte en la
forma misma? (Beckett 2008, 39).

Aunque esta visión del lenguaje en la obra de arte es un poco ingenua y prematura a lo que
será el Beckett posterior, puesto que “La noción del lenguaje literario que sustenta estas
afirmaciones del joven Beckett es, no obstante, fundamentalmente mimética.” (Díaz 2011,
139). El catalogar de ingenua y prematura esta percepción que tiene Beckett del lenguaje se
basa en la distinción, que él mismo hará en el siguiente ensayo (Proust), entre lo mimético
(superficial) y la expresión indirecta (profundidad). No deja de recalcar la cualidad
dinámica del lenguaje y el no quedar satisfecho con el uso convencional, ya trillado del
lenguaje.

En este punto, Beckett relaciona a Dante y a Joyce, y cómo ambos no se conformaron con
un dialecto único, sino que buscaron un dialecto sintético. “cuán gastado y trillado estaba el

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lenguaje convencional de los artífices literarios astutos, y ambos rechazaron una
aproximación a un lenguaje universal.” (Beckett 2008, 42).

Ese uso que hace Joyce del lenguaje en su texto le permite a Beckett ver lo vivas que están
las palabras, el cómo estas “Se imponen a codazos en la página, y brillan y resplandecen y
se apagan y desaparecen.” (Beckett 2008, 40). Su movimiento continuo y perpetuo que ha
de buscar siempre maneras nuevas de decir de manera adecuada lo que se desea.

Este ensayo de Beckett permite contemplar la visión dinámica del tiempo, el cual
condiciona la existencia del hombre y, al ser una producción humana, el lenguaje está en
constante cambio, evolucionando y transformándose. Aunque, como se aclaró
anteriormente, la visión de los conceptos de lenguaje y tiempo que hace Beckett en este
ensayo son un poco ingenuos y prematuros para lo que contemplará el autor en su versión
madura, no dejan de ser un trazo para entender la evolución misma del autor y, por ende, de
los conceptos.

Proust:

En este ensayo Beckett desarrolla todo un tratado sobre la memoria en En busca del tiempo
perdido de Proust. Dado que el autor se enfoca en el concepto de la memoria, le es
necesario describir los elementos que participan en esta acción humana: El tiempo, la
existencia de un (varios) yo, la costumbre y la memoria. Junto a ello, el proceso creativo
que lleva a cabo Proust para realizar su novela, proceso que Beckett llevará a la
degradación máxima en su propia actividad estética.

Como ya se aclaró en el análisis del texto anterior, el tiempo es cíclico y dinámico, y el


hombre al estar inscrito en este devenir constante es distinto a cada instante que pasa.
Las criaturas de Proust, por tanto, son víctimas de esta condición y de esta circunstancia
predominante: el Tiempo. (…) No hay manera de liberarse del ayer porque el ayer nos ha
deformado, o nosotros lo hemos deformado a él. (…) El ayer no es un hito del pasado, sino
un mojón cotidiano en el camino trillado de los años (…). (Beckett 2013, 17).

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El tiempo no deja de ser una cosa más que sucede y que, al igual, es la que permite que
todo suceda. Todo se repite y pierde su sentido, “un mojón cotidiano”, el mañana tiende y
se volverá, por obligación, en un ayer. Se reitera una y otra vez el tiempo como flujo que
afecta de manera directa al hombre, “son víctimas y prisioneros”. El hombre no puede
escapar de la trampa, pues siempre ha estado en ella. El aparente cambio, no es cambio en
absoluto.

Estas imágenes del “mojón cotidiano” o de “víctimas y prisioneros” denotan un carácter


orgánico, es imperativa la vida. Todo elemento que actúe en el hombre ha de poseer la
misma vitalidad y dinamismo. Pero esta clara muestra de lo orgánico tiende hacia la
destrucción, a la degradación del hombre y, por ende, a todo lo que intervenga en él.
En el teatro de la existencia “El hombre es el escenario de trasvase, trasvase del recipiente
que alberga el flujo del tiempo”. (Beckett 2013, 19). El ser humano es recipiente el tiempo
futuro, que pronto será el tiempo pasado. Este líquido constante y repetitivo llena el
recipiente, pero a su paso lo fisura, lo destruye poco a poco.
El concepto del tiempo ya no se concibe sólo en cuanto a su cualidad dinámica, como en el
ensayo anterior, ahora es un ente nocivo que afecta al hombre, su cualidad corrosiva es la
que determina su participación en el ser humano.

Este constante afectar del tiempo al hombre, está mediado por “los atributos del cáncer del
Tiempo” (Beckett 2013, 22), la costumbre y la memoria. Conceptos que Beckett muestra
como los fundamentales en la obra de Proust, por lo cual ahonda en ellos y describe su
función dentro y fuera de la novela.

Beckett define el primer atributo del tiempo, la costumbre, como una serie de pactos que
realizan los múltiples yo con los objetos con los cuales se relacionan. Puesto que, como se
aclaró, el hombre no es uno solo en la directriz del tiempo, sino que es varios y, por ende,
los pactos con los objetos se renuevan a cada instante. “La costumbre es el lastre que
encadena el perro a su vómito. Respirar es costumbre. Vivir es costumbre” (Beckett 2013,
23).

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El estar creando estos pactos (cadena) es lo que hace al hombre (perro) aferrarse a lo que le
es familiar (vómito), en un constante ciclo que no se detiene, donde el hombre habita sin
problemas un espacio cuando se acostumbra, o hace familiar sus aspectos, pero cuando se
hace irreconocible se siente perdido.

De nuevo, las imágenes que usa para acercarse a las acciones que afectan al hombre poseen
en sí algo que refiere a la vida, pero la naturaleza de esta vida es el deterioro, la secreción,
lo podrido. La vida es el fondo que permite al hombre ser escenario de trasvase. Pero a la
vez es un mal escenario, puesto que, aun cuando todo mañana es igual al ayer, el hombre ya
corroído por el cáncer del tiempo intenta aferrarse a lo que no está y el no poseerlo le
aterra.

Existe un momento de libertad para el hombre, el cual se sitúa entre el estar en un lugar o
una situación familiar y pasar a algo nuevo, esta nueva situación al ser desconocida sólo
aterra y sólo puede ser habitada con miedo, hasta que la costumbre vuelva a tomar su lugar.

El segundo atributo está compuesto por la memoria voluntaria y la involuntaria. La


primera, es la memoria de la inteligencia, de la cual nada se espera sino el repasar de las
páginas de un álbum. Quien todo lo recuerda, nada recuerda porque nada olvida, dice
Beckett, por ende, el verdadero acto del recuerdo no puede gravitar en la costumbre.
“Porque su memoria es un tendedero y las imágenes de su pasado son la ropa sucia
redimida” (Beckett 2013, 34).
El hombre que se aferra a los recuerdos de manera voluntaria, sólo se aferra a un ayer que
lavará como cualquier otro, no recuerda, sino que pasa las páginas de un álbum, sin mayor
acción, “imágenes alejadas de la realidad (…) El material que proporciona no contiene nada
del pasado, no es más que una proyección borrosa y uniforme, en su día extirpada, de
nuestra angustia y oportunismo, es decir: nada” (Beckett 2013, 37).
Esta serie de imágenes que proyecta para acerarse al concepto de la memoria voluntaria
están lejos de poseer el carácter de vida(podrida) que se ha resaltado en este texto, pero aún
habla del sinsentido de la acción del hombre por aferrarse a lo que ya no está. El intento de
hacer algo estático.

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El segundo tipo de memoria es inesperada, nutre todo de color, ataca cuando menos se
espera y que se acerca con gran golpe. Tan repentino es el milagro de la memoria
involuntaria que esta consume la costumbre, no hay espacio para el temor, para dudar si se
quiere habitar ese recuerdo, puesto que no llega como un simple recuerdo, “no sólo nos
restituye el pasado, sino el Lázaro que lo hechizó y torturó” (Beckett 2013, 37). Alejada de
la monotonía, del ciclo permanente de tedio, libertad y temor, la memoria involuntaria
actúa reviviendo el pasado, recordando lo real.
Al igual, “La memoria involuntaria es una maga díscola que no admite presiones. Es ella
quien escoge la hora y el lugar en que habrá de suceder el milagro” (Beckett 2013, 38). No
es un pasar de hojas, no es un colgar ropa en el tendedero de la memoria, es un atributo que
actúa totalmente independiente de los deseos del hombre, es más, entre más desatención
tenga el sujeto mayor será la posibilidad del milagro.

Estas imágenes le permiten a Beckett acercarse a un intento de expresar uno de los


conceptos que ha tratado desde el primer ensayo, el tiempo, pero enfocándose en cómo lo
usa Proust como elemento fundamental en su obra narrativa. Pero si el tiempo corroe al
frasco de envase, lacera al perro que admira el vómito ¿Qué es del lenguaje?
En el primer ensayo se veía como, al ser un producto del hombre, el lenguaje se movía con
aquel, juntos, dinámicos y vivos. Si se ve este dinamismo con los ojos metafóricos del
segundo ensayo, al igual que el hombre, el lenguaje se deteriora y, en cierta medida, pierde
su sentido. Se hace necesario encontrar otra manera de expresar, puesto que lo que va a ser
expresado ha cambiado. Una búsqueda parecida a la de Joyce y Dante, encontrar otro
medio que sea contenido y forma a la vez.

Según Beckett, Proust realiza su obra mediante un proceso de excavación, “el corazón de
una coliflor o el centro ideal de una cebolla representarían un tributo más apropiado a las
tareas de excavación poética que la corona de laurel” (Beckett 2013, 33). La actividad
poética ya no se da como en Joyce, lo fundamental no es la representación mimética de la
realidad. El escritor tiene la labor de excavar, buscar, más que en lo superfluo, la idea.
En este punto, el acto creativo no tiende a decoraciones superfluas, sino que debe apuntar a
la contracción, a lo que se esconde detrás de la pared. “Se ha aludido al desprecio por la

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literatura que <<describe>> (…) satisfechos de transcribir la superficie de la fachada tras la
cual se encuentra prisionera la idea” (Beckett 2013, 84).

El catalogar de ingenua la visión que tenía el joven Beckett del lenguaje, refería a esa
oposición a “transcribir la superficie”. Dado que en el primer texto se conformaba con que
si las palabras tenían que bailar, bailaran. Ahora, lejos de la superficie que danza, hay que
destruir el tutú y buscar aquello que se esconde en el fondo. Tiene que haber una
aprehensión de la realidad y una expresión intelectual de esta.

Para Beckett, Proust es un artista y un artesano, artista en cuanto aprehende la realidad, y


artesano por su capacidad de traducir las percepciones en algo material. “El universo
Proustiano es expresado metafóricamente por el artesano porque es aprehendido
metafóricamente por el artista: La expresión indirecta y comparativa de la percepción
indirecta y comparativa.” (Beckett 2013, 93).

Sólo el artista puede hacerse consciente de la aprehensión metafórica de la realidad, y


únicamente mediante un proceso intelectual, una traducción indirecta, el artesano es capaz
de expresar esta misma realidad. Proust es el artista y el artesano, y mediante el pelar la
cebolla hasta encontrar la idea, logra expresar su aprehensión no mimética de la realidad en
una unidad dialéctica entre forma y contenido.

La forma de concebir el tiempo y el lenguaje en el ensayo Proust es característica de la


obra beckettiana, nada sucede porque siempre sucede lo mismo, la ausencia de sentido de la
realidad desmorona toda intención expresiva. Y esto se lleva a cabo gracias a que, al igual
que Proust, Beckett excava, destruye la fachada.

Pero la actividad poética de Beckett maduro no se basa en la simple acción de pelar, es el


destruir la cebolla, acabarla capa tras capa, no dejar un solo ladrillo en la fachada y seguir
rompiendo, porque la idea no habita ahí detrás, porque sencillamente no hay idea que
expresar. “La expresión de que no hay nada que expresar, nada con qué expresar, nada a
partir de lo cual expresar, ningún poder de expresión, ningún deseo de expresión, junto con
la obligación de expresar.” (Beckett 2013, 105).

Si se tienen en cuenta las actividades poéticas de Joyce y de Proust como esa búsqueda por
encontrar un medio, ya sea haciendo danzar a las palabras en la superficie, o sea tener unas

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cuantas lágrimas en los ojos por pelar la cebolla. Beckett se opone a esa búsqueda, no tiene
sentido hacerla, puesto que la realidad carece de sentido y, por ende, también la expresión
de esta.

Finalmente, las imágenes de estos ensayos refieren, en un comienzo, al carácter vital del
hombre y de las hechos y factores que afectan a este. Aunque esta vitalidad sea partícipe en
cuanto a su descomposición, en oposición a Proust quien ve al hombre como una planta,
Beckett ha de ver el estiércol, antes de poder, si quiera, llegar a ser abono.

Estas construcciones metafóricas realizadas por Beckett en su obra crítica permiten


acercarse a la visión que tiene el autor de los conceptos de tiempo, lenguaje y el acto
creativo. Pero también permiten entender la evolución de estos mismos conceptos,
evolución que culmina en la degradación total.

De concebir el tiempo sólo un factor dinámico, que actúa en el hombre y, por lo tanto, en el
lenguaje, el cual debe ser el medio para encontrar nuevas maneras de expresar la realidad.
Hasta contemplar el tiempo como el ente que ataca y obliga a hombre a ser atacado, pero en
cuanto se deteriora hombre, el lenguaje pierde el sentido, al igual que la realidad que
intenta expresar.

Si por culpa del tiempo el hombre es este suceder constante, tan constante que no cambia
en nada y sus acciones son irrelevantes e innecesarias, la realidad se torna totalmente
sinsentido, la expresión de la realidad sólo puede tener este mismo sinsentido, y no porque
se quiera expresar de esta manera sino, porque no hay otra forma de hacerlo.

Por eso, las obras literarias de Beckett son el sinsentido, el absurdo, no porque quiera
expresar esta visión sino porque sencillamente no puede evitarlo. Son construcciones, o se
debería decir “destrucciones”, degradadas de comienzo a fin. El lenguaje es reducido a su
mínima expresión, tanta es la expresión indirecta de sinsentido de la realidad que, dentro de
varias obras, como La Trilogía, la ausencia de la metáfora es más que notoria. En una
realidad degradada, no hay espacio para la expresión metafórica.

Beckett contempla que el problema que ha girado alrededor de los artistas es el problema
de la expresión, “Lo mucho que expresar, lo poco que expresar, la capacidad de expresar

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mucho, la capacidad de expresar poco, todo eso converge en el afán de expresar lo máximo
posible, o con la máxima fidelidad posible” (Beckett 2013, 114)

De nada sirve pelar y pelar cientos de cebollas si dentro de ninguna de ellas habita la idea,
puesto que la idea no está en ningún lugar. Más que la búsqueda de un medio, lo realmente
importante es el reconocer la falta de material, de sentido y de qué expresar. La labor de
Beckett como escritor se establece en el narrar lo inenarrable.

Bibliografía.1

Diaz, W. Kafka, Beckett y la problemática del simbolismo. En Díaz, W., Jaramillo A.,
Kuzmina, M., Rodriguez, E., y Simonson, P., Viviescas, V. Variaciones:
seis ensayos de literatura comparada. Colombia: Universidad Nacional de
Colombia. 2011.

Beckett, S. El Innombrable. Argentina: Ediciones Godot. 2016.

______ Malone Muere. Argentina: Sur. 1958.

______Proust y otros ensayos. Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, 2008.

______ Proust. Argentina: Tusquets Editores, 2013.

Lawrence, H. Samuel Beckett Poet and Critic. New Jersey: Princeton University Press,
1970.

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